Por Luis E. Sabini Fernández.
Pocas veces queda tan claro el brete en que se encuentra la Autoridad Nacional Palestina, ANP, ese curioso organismo brotado de la OLP y de los Acuerdos de Oslo, en la década de los ’90, bajo el patrocinio del gobierno israelí que brindó fondos para asegurarle su devenir administrativo,… y para que cumpliera su función… política, al servicio de Israel.
El Estado de Israel le procuró a la ANP o tal vez mejor dicho AP, hasta entrenamiento policial, para lo cual estableció contacto con áreas del ramo dentro del ámbito militar estadounidense… de allí provienen los maestros de los policías palestinos, muchos de ellos originados a su vez en la guerrilla palestina a la que apostara la OLP y Al Fatah con Yaser Arafat en los ‘60 y ’70. [1]
El objetivo de Israel fue conseguir que palestinos controlaran y castigaran a palestinos rebeldes y refractarios. Y en verdad, consiguieron algo de esto. Aun cuando les falló a medias el primer intento, con Arafat, que tras firmar tan ignominiosos “acuerdos” los denunció (y se teme que pagó con su vida, “el desagradecimiento”), los israelíes se han salido con la suya con el segundo intento, la jefatura de un aliado seguro de Israel (ya que no de los palestinos), Mahmud Abbas.
Y es con estas marionetas que prosiguen las seudonegociaciones. Las negociaciones que, en décadas, no han ido a ninguna parte. Israel no ha retrocedido un palmo, salvo para tomar impulso y avanzar un poco más en la conquista y colonización de los territorios palestinos.
Como la situación se les hace insostenible no sabemos si a la delegación, que pertenece a la cúpula de la adventicia AP, pero sin duda a la mismísima población que no soporta el escarnio de tanta conversación y el avance de la colonización de sionistas afiebrados, violentos, sectarios, racistas, la delegación procura reflejar ese malestar social ante la política colonialista israelí levantándose de la inútil mesa de negociación donde nada se negocia.
Pero de inmediato, el segundo movimiento. Abbas se apresura a aclarar que “las conversaciones continuarían, incluso si los negociadores palestinos mantienen su decisión.” (Página 12, Buenos Aires, 14/11/2013) Abbas está hablando de “segundos de abordo”, como Saeb Erekat o Mohamed Shtaye. Sacrifica hasta estos alfiles con tal de no perder el contacto con Israel, de no perder la mesa de negociación que es la hoja de parra para que Israel pose de democrático y dialoguista cuando su voluntad de 1948 hasta hoy (y en rigor, desde el siglo XIX, pero menos perceptiblemente) ha sido ningún diálogo, y que es a su vez la hoja de parra de Abbas y su gente para seguir viviendo del presupuesto de la AP, coadministrado con los sionistas.
Abbas ha llegado a declarar: “O podemos convencerlos de que vuelvan y es lo que tratamos o formamos una nueva delegación.” (ibíd.) Observe el lector que el namberuán de las autoridades palestinas (con mandato mucho más que vencido, revocado), sostenido exclusivamente en las bayonetas israelíes y estadounidenses, ni siquiera repara en el disgusto de la gente por la colonización galopante. Apenas se refiere al miniequipo de su dirección…
Notemos que hasta tales representantes de la AP no han podido ocultar su decepción ante la tozudez israelí. Y no es para menos. En Israel avanza la posibilidad de que el autócrata Avigdor Lieberman ingrese al gobierno haciendo con Benjamin Netanyau una dupla de intolerantes y fundamentalistas judíos que no auspicia nada bueno. Algunos temen que ni siquiera para el mismísimo Estado de Israel. Pero eso ya es otra historia.
Como se dice de México, tan lejos de Dios y tan cerca de EE.UU., se podría decir de la AP: tan lejos de los palestinos cualesquiera y tan cerca de Israel…
[1] No es algo que debería extrañarnos en nuestras latitudes platenses donde estamos presenciando amoríos similares entre algunos de lo que se consideraba entonces los enemigos más irreconciliables. Pero mal de muchos no es consuelo, obviamente.