Por Luis E. Sabini Fernández / Es el racismo como ideología gratificante la que permite tener rostros risueños entre los centenares de blanquitos sonriendo alrededor del cuerpo de un humano negro balanceándose colgado de la cuerda con la que lo han ahorcado. Esas sonrisas, de superioridad moral, son las que permitirán la popularidad del Ku-Klux-Klan en EE.UU., fundamentalmente al sur, a principios del s. XX, con millones de adherentes.
Es el racismo el que le permitirá al nazismo sentir con soberbia, su superioridad moral respecto de los múltiples obstáculos y enemigos de su plenitud imperial y su derecho sobre pueblos “débiles”, y el que le permitirá creer que su superioridad innata le alcanza para lanzarse a un guerra contra los que resultarán Los Aliados que sextuplicarán sus recursos humanos y materiales; su superioridad era tanta, según ellos mismos, que podían permitírselo.
Es el racismo boer y sudafricano el que le permitirá a los blancos europeos del norte instalados en el sur africano imaginar sus derechos allí como “naturales”, propios, históricos, que los autorizaba éticamente a robarle la tierra a los pobladores ancestrales, robarle la energía de sus propios cuerpos, arrinconarlos en lo que más tarde se llamarán bantustanes ─campos de concentración ligeramente ampliados para constreñir la vida de los natives allí adentro─, cuando no estaban al servicio de la sociedad blanca, la superior, la buena, la que merecía ese nombre.
Es el racismo que impera en Israel, desde su misma fundación, el que a través de un strip-tease creciente, horrendo, monstruoso, permite ahora en 2015, que un adolescente baleado, de 13 años, Ahmed Manasrah, ensangrentado, yacente, reciba insultos de los transeúntes, que gozan con su agonía, en tanto nadie hace nada por salvar su vida y que incluso hasta un guardia lo patee, como si se tratara de un perro o un fardo. Hasta Netanyahu tuvo que atenuar su versión inicial de que el niño había matado a otro niño judío (nada se sabe, ni siquiera si empleó violencia antes de ser baleado).
Estos lodos venían ínsitos en aquellos polvos “liberadores” sionistas de hace un siglo.
¿Qué vénero nutrió esta monstruosidad que es ahora la sociedad israelí que le ha permitido a Netanyahu formar un gabinete con alegres asesinos de palestinos?
– ¿La ideología supremacista wasp, que le permitió a los EE.UU. erigirse como imperio, y a la vez como presunta tierra de libertad y dignidad? 1
– ¿La ideología bíblica de los “piadosos” cristianos sudafricanos que fundaban o creían fundar su despótico dominio sobre la población sudafricana en sus
“verdades” bíblicas?, las que los llevaba a sostener sin que se les cayera la cara de vergüenza, que eran legítimos dueños de sus territorios y que los “envidiosos” negros querían invadirlos (sic) y expulsarlos (sic, sic)?
– ¿La ideología de un socialismo del cual se nutrió inicialmente el sionismo pero solo como estrategia de trabajo y táctica de enganche? El sionismo invocó reiteradamente al socialismo para su construcción de “el estado judío”, pero negando sus fundamentos universalistas (el socialismo, al menos en todas sus variantes iniciales no reconocía diferencias de valor o jerarquía entre naciones o razas ─al menos teóricamente─) y el sionismo surgió para afirmar un particularismo expreso, radical 2 (el socialismo nacional alemán de posguerra, llamado en mal castellano nacionalsocialismo, el nazismo, también tendrá ese rasgo anti-universalista, porque la dimensión nacional es una clara negación a lo que el socialismo considerara básico: el internacionalismo).
El sionismo retuvo lo instrumental del socialismo, con lo cual erigió los kibutzim, esas piezas altamente operativas para la instalación en la tierra palestina y su apropiación por parte de quienes no eran de oficio campesinos.
Con la consolidación autoritaria y verticalista la URSS tuvo una rápida metamorfosis hacia un estado policiaco, totalitario. El sionismo retuvo esa modalidad tan “soviética” de suprimir al discrepante; en 1924, el cuerpo militar judeosionista semisecreto, la Haganá ─embrión de lo que ahora llaman ejército de Israel, con el calificativo orweliano de Defensa─ asesinó a sangre fría a un judío en Palestina. El primer asesinato político ”moderno” en esa sacrificada tierra que es Palestina. Jakob de Haan, un referente judío del llamado antiguo Yishuv ─la población judía palestina anterior a la instalación sionista con sus aliah (oleadas)─. El delito “capital” de de Haan fue el mantener relaciones y diálogo con los palestinos árabes con los que convivía de tanto tiempo atrás, y por lo tanto no ser sionista ni acompañar sus campañas.
La depuraciòn sionista de comienzos de la década del ’20 no es sino el atroz anticipo de ese estilo en el “campo socialista” (así como fue siempre el habitual para el colonialismo occidental enfrentando las resistencias locales)
¿La ideología del supremacismo nazi, que era antisemita porque entendían que gran parte de la problemática del pueblo alemán provenía del control financiero de la banca judía, podía conciliarse con el sionismo? Parece difícil, porque el sionismo es judío, precisamente. Pero así y todo coincidieron inicialmente. En un aspecto bien concreto: los arios” querían que los judíos se fueran del “cuerpo alemán”, los judíos querían irse de Alemania e instalarse en “la tierra prometida”.
Esa coincidencia les permitió una cierta luna de miel, a comienzos del III Reich, que se expresó en encuentros y visitas de nazis a la Palestina sionista. Por ejemplo, Adolf Eichmann a cargo de la población judía en la invadida por los nazis Austria (Anschluss, 1938), había sido invitado ─a mediados de la década de los ‘30─ a visitar los kibutzim en Palestina, que los sionistas iban estableciendo en los territorios que ocupaban. Eichmann no pudo ingresar porque las autoridades británicas le negaron su ingreso por nazi y anfitriones frustrados y visitante debieron hacer su encuentro en El Cairo. Hubo otras actividades conjuntas entre sionistas y nazis (en el mismo momento en que otros judíos empezaban a ser muy maltratados, expulsados, perseguidos, asesinados en el Tercer Reich), por ejemplo, una suerte de alianza comercial (Ha’avara) que facilitaba la venta de productos alemanes en el Cercano Oriente a cambio de la migración de sionistas a Palestina (quienes debían viajar sin dinero, que les era girado únicamente contra la venta de productos alemanes en el Cercano Oriente). 3
¿Blancos “puros” al estilo yanqui o sudafricano, estalinistas o nazoides? El sionismo ha recogido un poco en cada vertiente. Por ejemplo, respecto de la Unión Sudafricana, hubo todo un idilio desde 1948 hasta entrada la década de los ’90 en que Israel estrechó los vínculos con la Unión Sudafricana, la del apartheid, pero no bien la élite que gobernaba Israel atisbó el derrumbe del apartheid sudafricano, abandonó prestamente esa alianza y fue de los primeros estados en reconocer a la nueva República de Sudáfrica [1994] borrando toda afinidad que habían sostenido por décadas con los devenidos apestados políticos de los ’90. 4
Desde entonces, los esfuerzos ideológicos sionistas han pasado por buscar una creciente identificación con EE.UU. Por eso, la política de quebrar la sociedad palestina, de aislar a sus integrantes, ya no pasa tanto por la “limpieza” radical de esa tierra para apropiársela por completo sino que pasa por la identificación de lo palestino con la población nativoamericana en EE.UU. reducida a Indian Reservations; las etnias aborígenes americanas fueron quedando reducidas a mano de obra aislada del mercado estadounidense; se promueve, p. ej., la minería, siempre tan contaminante en sus pequeñísimos territorios (de uranio, por ejemplo, radiactivo) o las salas de juego a las cuales pueda concurrir la sociedad mayor, la principal, la “verdadera”, convirtiendo lo indio en algo para disfrutar, un exotismo de entrecasa y, juego mediante, altamente corrompible.
Los judíos israelíes, sionistas, no quieren ni pueden ver las diferencias entre la formación social de EE.UU. y la de Israel. La identificación cada vez mayor con EE.UU., que en tan buena medida responde a las necesidades del estado sionista, seguramente ni les permite captar el peligro de pensar por analogía.
Porque así como hay rasgos comunes, entre, por ejemplo, los indians y los palestinos ─como también los hay entre paraguayos y uruguayos o entre rubios y pelirrojos─, también hay rasgos específicos que malogran toda identificación salteando el cúmulo de diferencias. Por ejemplo, una temporal, histórica: no es lo mismo ocupar la tierra colonial en el siglo XV, o incluso a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que hacerlo en el mismo momento ─mediados del s XX─ en que se proclama el fin de todos los colonialismos (aun cuando en rigor, se haya tratado sólo de un cambio de nomenclatura, porque las relaciones de sujeción, explotación y dominio seguirán desde mediados del s XX como eran antes, y aun mejor “presentadas”, ahora en nombre de iguales). Sin embargo, el fin del ─como se dice ahora, relato colonial─ sobreviene porque la sociedad ya no admite las formas abiertas de dominio y expolio, y los poderes mayores deben esforzarse para mantener su hegemonía; ya no cuentan con la ignorancia generalizada de otrora, por ejemplo.
Tampoco es comparable la invasión europea a la América del Norte, en donde con el tiempo los invasores se convirtieron en aplastante mayoría respecto de los natives, que la invasión bíblica de Palestina a manos del sionismo gestando una ocupación en la cual hay grosso modo tantos oriundos como implantados.
Hasta aquí procuramos rastrear hilos históricos buscando identificar el fenómeno denominado sionismo. Veamos ahora la práctica de esa “conquista bíblica” que el sionismo encarna.
Los fines no han cambiado en momento alguno; el objetivo del sionismo ha sido siempre quedarse con la tierra palestina llegando al extremo de autocalificarse como “movimiento de liberación nacional” cuando el sionismo jamás enfrentó poder colonial alguno. 5 Y no ceder nunca ni un palmo, pese a proclamas confusionistas de personajes sionistas, palestinos y de mediadores privilegiados, como los de EE.UU., que han constituido negociaciones para definir alguna área de soberanía palestina que jamás se ha concretado. Nunca hemos conocido cesiòn alguna de tierras conquistadas por el sionismo.
Ni Ben Gurión, ni Meir, ni Begin, ni Barak, ni Shamir, ni Rabin, ni Sharon ni Netanyahu, obviamente, ningún dirigente sionista ha propiciado más que un retroceso de las exigencias del lado palestino, sobre la base de insinuaciones. Así se ha ido “corriendo” el mapa: insinuaciones sionistas contra cesiones palestinas.
La misma formulación, ese polvo bíblico inicial, deja entrever el festival de lodo y sangre que sobrevendrá. La misma formulación carece de toda lógica: el sionismo, inicialmente un movimiento cìvico, entre judíos preocupados con razón por el papel que cumplían los judíos en tantas sociedades cristianas (o musulmanas o laicas) decide valerse de los escritos bíblicos como si fueran históricos y documentales para reclamar las tierras cananeas.
Como bien señalaron varios autores desde el inicio de tal reclamo, ¿qué mundo tendríamos si cada etnia, cada grupo nacional, idiomático, reclamara el retorno a una tierra habitada mil años antes? El trastorno sería mayúsculo y poco y nada reconoceríamos de las fronteras estatales vigentes. Como sostenía Mahatma Gandhi, “Palestina pertenece a árabes (palestinos) así como Inglaterra a los ingleses”. Por cierto que mil años antes, podría haber estado poblada por otras etnias ligera o profundamente distintas de las actuales. Pero, agregaba, “es inhumano imponer a los árabes la aceptación de los judíos”.
Esto lo escribía Gandhi en 1938. Pero con la violencia genocida de los ataques nazis contra los judíos (y otras etnias y agrupamientos humanos, como los gitanos, homosexuales, minusválidos y comunistas), el sionismo logró una inesperada repercusiòn entre judíos y se recreó la historia haciendo creer a la gente, a través de los medios de incomunicación de masas y sobre todo a través de esa fábrica de sueños (que bien pueden ser pesadillas aunque arteramente condicionadas) que es Hollywood, que el Estado de Israel era la respuesta al nazismo…
“Respuesta” bastante anticipada puesto que nació décadas antes del surgimiento del mismo nazismo…
El rasgo que entiendo dominante del asentamiento sionista en Palestina es su brutalización, creciente y progresiva, cumpliendo una vieja ley de hierro: a medida que el estado sionista adquiere más fuerza y mejor respaldo, más acentuados devienen sus rasgos de violencia, atropello y desprecio por quienes no son, bíblicamente hablando, sus prójimos.
Esa brutalizacion que hemos señalado, ese strip-tease de la verdadera ideología, antiuniversalista, racista, supremacista del sionismo, que tanto ha halagado a tantos judíos se ha ido desplegando en el tiempo, con el éxito y la fuerza material cada vez mayor. En los comienzos del s.XX, cuando los sionistas se valían sólo de la policía turca para expulsar a los campesinos palestinos de las tierras que los sionistas les habían comprado a latifundistas casi siempre ausentes de las tierras que usufructuaban, la violencia se incubaba, pero no era tan omnipresente; ante los desalojos, los sionistas parecían caballeros prescindentes.
Esa etapa ─que comienza con el s. XX─ es formalmente democrática y terriblemente abusiva. Con la implantación protegida por el colonialismo del Estado de Israel, en 1948, entramos en otra etapa, otra modalidad: mediante la Ley de Ausentes, las organizaciones sionistas se apoderan de tierras trabajadas milenariamente, por palestinos mediante la “comprobación” de que sus dueños la habían abandonado. En rigor, habían sido expulsados violentamente, mediante asesinatos selectivos, amenazas y terror. Y a veces los campesinos despojados estaban luego de la huida, a pocos km, en campamentos “administrados” por la ONU que nunca tuvo tiempo ni ojos para observar la triquiñuela y desmontarla.
Miles de esos campesinos despojados volvían a la noche , sin armas, a lo sumo con alguna herramienta para cuidar sus cultivos: las tropas sionistas se hicieron un festín del “tiro al blanco” con ellos; historiadores dignos como Ilan Pappe registra que fueron miles los así matados.
Mediante la expulsión masiva de 1948, la Franja de Gaza pasó de ser una franja costera con algunos miles de palestinos a constituirse un territorio de refugio tolerado por Israel, con cientos de miles de palestinos amontonados que, con los años, se fue convirtiendo, mejor dicho los israelíes han ido convirtiendo, en una prisión a cielo abierto da casi un millón y medio de apretujados habitantes reclusos, extorsionados, aislados, sin asistencia judicial ni sanitaria, hambreados, intoxicados, enfermados y hasta sedientos.
Solamente una ideología que encarne un desprecio hacia “el otro” puede permitirse semejantes “soluciones”. Y una ideología que absorbe sin problemas éticos semejantes comportamientos, que al contrario, los justifica, es el racismo; ese rechazo radical de todo el resto de la humanidad…
Con las guerras expansionistas que Israel ha ido administrando, la modalidad de apropiación de tierras también se ha ido modificando; en el presente, ya adueñados de buena parte del territorio, los colonos, tapian accesos y caminos, ocupan calles, vacían aldeas e incluso campos y hasta ingresan por la fuerza a viviendas, expulsan a sus habitantes, que a veces quedan allì mismo, en la vereda con sus precarias pertenencias, en tanto colonos o soldados toman posesión de tales viviendas, siempre armados hasta los dientes y celosamente protegidos por “la única democracia de Oriente” como vocifera la propaganda oficial israelí.
El experimento sionista es una patética expresión de la inversión de la realidad, algo que George Orwell tan lúcidamente describiera precisamente en el año de la fundación del Estado de Israel: el amor es el odio, la verdad es la mentira, la democracia es la dictadura, el victimario es la víctima y la víctima el victimario, el justo es el arbitrario y el salvaje, el primitivo, el arrojador de piedras, es el más cuerdo de los humanos, el que más reclama una sociedad menos enferma; es el héroe resistente de nuestro tiempo.
Una única, y tenue, luz al final de este atroz túnel del tiempo palestino: parece haber un cierto despertar, todavía mínimo y parcial, minoritario, entre judíos que les cuesta seguir haciendo de monos sabios.
En Israel, en EE.UU., hasta en Argentina, en que se han agrupado judíos que han roto con DAIA-AMIA, las organizaciones oficiales de la comunidad judía argentina a la que estos judíos protestatarios consideran mero apéndice del Estado de Israel. Y no solo rompiendo relaciones con semejantes órganos del poder sionista: judíos asimismo se han agrupado como “los otros judíos” para tomar distancia, para denunciar su rechazo a la política etnocida israelí, de cerco y aniquilamiento de la entidad palestina. Auspicioso.
notas:
1 Véase su configuración a comienzos de este fatídico año de 2015; el ministro de Defensa Moshe Yaalon tratando al pueblo palestino de cáncer; la ministra de Justicia Ayelet Shaked proponiendo matar no sólo a los niños palestinos sino a sus madres, mediante el tropo literario de considerar ─a los niños, serpientes─; el de Educación, Naftali Bennet, explicando que ha matado multitud de palestinos y que “no hay problema con eso” (fte.: R. Silverstein, “El gobierno más racista y extremista de la historia de Israel”).
2 Lo que Gilad Atzmon denomina “la tribu”, el tribualismo.
3 Algunos autores sostienen que esa coincidencia de intereses se tradujo hasta en una medalla conmemorativa, con la esvástica a un lado y la estrella de seis puntas al otro, atribuida a un jerarca nazi, Leopold von Mildenstein. Sin embargo, otros autores cuestionan su veracidad histórica.
4 Fue una década prolífica en “apestados”…
5 Hay un corto período de hostilidades terroristas del sionismo contra las autoridades britànicas en Palestina alrededor de 1948, para forzar el retiro británico, pero el sionismo había sido estrecho aliado con Gran Bretaña durante la guerra mundial y poco antes, durante la resistencia palestina de 1936 a 1939 donde colonialistas y sionistas actuaron juntos masacrando la revuelta aborigen.
Del mismo modo que los agasajos nazis a los nórdicos le valieron el favor o la aquiescencia de muchos escandinavos a Hitler; que el culto a una Roma renacida por parte del fascismo le valió cierta indulgencia ante muchos italianos y que el culto a la Gran Rusia del estalinsimo le permitió a la URSS conseguir apoyo hasta en emigrantes rusos muy anteriores al origen soviético, porque jugaba el chovinismo, porque la pertenencia es gratificante; análogamente, muchos judíos aceptaron el sionismo que enaltece muchísimo la importancia de los judíos. Y su poder.