por Luis E. Sabini Fernández –
La situación de la Franja de Gaza es un acontecimiento, infame, que será recordado como un mojón de las atrocidades de nuestro tiempo, en atroz competencia con tantas otras situaciones de maltrato humano.
La peripecia que se le hace vivir a la F de G proviene de la aplicación de la técnica que Ishhak Leib Peretz atribuía al sionismo, de constreñir a la víctima como el gato asesino que estrangulaba sin derramar la sangre del ratoncillo…[1]
Hay quienes denuncian este atroz escalonamiento. Como Gideon Levy (“À Gaza, Israël fait des expérimentations sur des humains en situation de stress et de privations”, 2/7/2017, traducc. de Dominique Macabies. En castellano, “Israel experimenta con el sufrimiento humano en Gaza, 4/7/2017, traducc. de Javier Villate, www.rebelion.org). Levy es un connotado periodista de Haaretz, que ha ido tomando progresiva distancia de la política del gobierno sionista.
Levy, como sionista, probablemente “de izquierda”, critica implacablemente la política ejercida por el gobierno de Netanyahu. Y podríamos conformarnos con eso, si somos conscientes de su sionismo básico, de su aceptación del hecho israelí como colonialismo de ocupación, arrebato y saqueo de población originaria, que sin embargo se rebela contra estas últimas fases de tanto desenfado en la brutalización.
Pero Levy ha sido progresivamente tomado como portaestandarte de la defensa de la población palestina y como crítico implacable de la banda fascistizante del gabinete Netanyahu y eso lo hace merecedor de algunas puntualizaciones.
Lúcidamente expone el proceso de experimentación con el sufrimiento y las privaciones de los pobladores de la F de G.
Pero se empeña en igualar responsabilidades entre autoridades palestinas e israelíes, lo cual de hecho significa aminorar la verdadera responsabilidad que tiene el sionismo en general y el gobierno israelí en particular, sobre este diseño de muerte por atonía, consunción, extenuación, astenia inducida y progresiva de los habitantes históricamente nativos de la FdG más la enorme sobrepoblación que en dicho territorio se ha ido asentando debido a la política expansionista israelí. [2]
Levy nos informa que el 11 de junio ppdo. Abbas solicitó al gobierno israelí el corte del suministro eléctrico para la FdG (un corte progresivo que ha llegado a principios de julio a que sus habitantes puedan disponer de 2 hs. o 2,5 hs. de energía diaria). Levy interpreta correctamente que la extorsión de Abbas responde al enfrentamiento de la ANP (y antes la OLP) con Hamas, el grupo islámico que gobierna la FdG.
Pero, ¿cómo se explica que Abbas le dé órdenes de acción a Netanyahu? ¡Maravillosa inversión! Hasta ahora, desde los Acuerdos de Oslo a mediados de los ’90, era Netanyahu el que le daba órdenes –o le solicitaba−a Abbas; reprimir a palestinos descontentos, por ejemplo. Para ello, le suministraba las armas; las instrucciones no tanto, porque el gobierno israelí y la dirección de la ANP habían acordado que fueran militares de EE.UU. los que capacitaran y entrenaran a la policía de la ANP.
Cuando Levy nos cuenta que “Israel colabora de un modo despreciable con la ANP”, lo que es cierto es que Israel actúa despreciablemente. El verbo, “colaborar” en cambio, no corresponde. Pero este reparto de culpas le viene bien a Levy para concluir: “Los adversarios no pueden repartirse entre buenos y malos; son todos malos.”
Con este planteo, aparentemente de gran estatura moral, Levy pasa por alto el verdadero carácter del intríngulis palestino-israelí: un colonialismo de implantación, que lleva adelante el sionismo desde los albores del s XX, y que como todos los colonialismos de este tipo viene provisto de un racismo depurador, y donde lo malo no son “todas las partes en conflicto” sino el proyecto colonial y racista en primerísimo lugar. Es ese proyecto la que pone los malos, aunque vengan vestidos como corteses jovencitos (este deslinde, a su vez, no santifica toda acción del colonizado, pero sí evita falsas equidistancias o equivalencias).
Más adelante en la nota, Levy repasa la situación en que los palestinos “son víctimas de las maquinaciones políticas urdidas a su costo, las batallas ególatras entre Abbas y Hamas, entre Egipto y Hamas, entre Israel y todos los otros, cuyas consecuencias alcanzan y afectan a los respiradores de los niños del servicio pediátrico en Al-Rantisi”.
La comparación entre Abbas y su ego y el de Hamas es impropia, puesto que Abbas es un líder (burocrático, sucesor del carismático Arafat) y Hamas una organización que podrá tener (o no) ególatras, pero no corresponde igualarlos. Pero aquí también, el mayor problema es que Levy escamotea o atempera el peso, decisivo, de la política israelí de ahogo, sin mostrar sangre, sobre la población gazatí: es el gato asesino al que se refería Perets, aquel judío sabio y temeroso justo antes de la fundación del estado sionista.
Levy avanza un poco más en disculpar al Estado de Israel: “La ANP y Egipto son responsables plenos de este crimen. Dije bien, crimen. Estamos en 2017 y privar a millones de seres humanos de acceso a la electricidad significa privarlos de oxígeno y de agua. Israel [en cambio] carga sobre sí una patente responsabilidad porque Gaza ha estado siempre parcialmente [sic] bajo la ocupación israelí. Ciertamente, Israel ha retirado a sus militares y a sus colonos de la FdG, pero conserva de todos modos una responsabilidad exclusiva en muchos otros aspectos de la vida allí.” ¿Qué quiere decir Levy con que Israel ha ocupado parcialmente la FdG? Desde 2006 lo ha hecho totalmente, bloqueando cualquier contacto del resto del mundo con el territorio gazatí, por aire, mar o tierra. Hay muchos muertos que nos lo recuerdan. Que la ocupación se haga “desde afuera” no le quita ese carácter (de control, de ocupación total).
La descripción de Levy es increíblemente sesgada. Levy da a entender que haber retirado a los militares y a los colonos que había en la FdG hasta 2005 ha sido algo, digamos, positivo. Escamotea la estrategia que tuvo Ariel Sharon −por algo designado El Dios León− cuando era comandante en jefe del ejército israelí, de quitar población judía de la FdG para poder hostigarla sin límites. Que fue lo que hicieron desde entonces. Si hasta 2005 se podía admitir que se hablara de ocupación parcial, desde 2006 es total, absoluta.
En la operación de retiro de los 5000 colonos fanáticos que habían ido ocupando terrenos en la FdG, proveyéndose de magníficas instalaciones con comodidades increíbles en la desértica franja, desplegadas gracias a las generosas contribuciones de EE.UU. y de la colonia judeoestadounidense, los mismos colonos despedazaron sus instalaciones y comodidades, que podrían haber servido materialmente, y más en un territorio tan cerebralmente empobrecido como el de la FdG. Pero no solo no dejaron nada en pie de lo construido, de las “hermosas villas”, sus instalaciones y jardines, sino que luego de deshacerlo todo, tuvieron “el cuidado” de dejar todos los escombros, detritus y basura en los terrenos palestinos ocupados.
Ante el cuadro de situación, hoy tan desesperante, Levy atribuye “responsabilidad” a Israel, pero califica la de la ANP y la de Egipto de “pesada responsabilidad”. Las comparaciones son odiosas, pero vale la pena rastrear orígenes para entender situaciones y no escamotearlas.
[1] Esperanza y temor, Asociación Racionalista Judía, Buenos Aires, 1947.
[2] De apenas unos 350 o 400 km2, una franja costera de unos 45 km. de largo por entre 6 y 15 km. de ancho. Su población actual se estima en 1 700 000 habitantes, lo cual da unos 5000 hab. por km2 incluyendo en ese menguadísimo territorio lo urbano, lo rural, lo costero. La FdG ha sido llevada a una situación con todos los suministros energéticos recortados a menos del 5% de los consumos habituales en cualquier país más o menos periférico, y todo su territorio sistemáticamente contaminado con detritus que israelíes concienzudamente dirigen a su suelo (que queda en el camino al mar); imposibilitados de hacer uso del agua marítima salvo una estrecha franja, sufriendo un bloqueo desde 2006 y cada vez más asfixiante, impedidos de proveerse hasta de material para reconstrucción tras los bombardeos que han sufrido varias veces, ni para atención sanitaria, ni para reparación de estructuras productivas, retaceado el suministro de agua, electricidad, alimentos…