por Luis E. Sabini Fernández –
Se entiende que Daniel Barenboim esté apenado por el desarrollo de un proceso, el israelí, que hiere sus convicciones y sensibilidades.
Pero el deslinde que él acomete revela una increíble ensoñación de lo que ha sido, históricamente, el sionismo y la formación del Estado de Israel.
DB es sincero; rememora lo que dijo en 2004; que la declaración de independencia del EdI constituía «una fuente de inspiración para creer en los ideales que nos transformaron de judíos en israelíes«. ¿De dónde extraer semejantes creencias? Cita a continuación pasajes de la mencionada Declaración: “El Estado de Israel promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; […] asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo.” Y rubrica: “Los padres fundadores del Estado de Israel que firmaron la Declaración entendían que el principio de igualdad era el cimiento de la sociedad que estaban construyendo.” [sic].
Estas ”declaraciones” de la dirección sionista en 1948 coinciden extraordinariamente con el “espíritu democrático” de la ONU, Los Aliados y el aire de la derrota al nazismo. Barenboim cita otros pasajes de dicha declaración; “Proclamamos el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel, que será conocido como el Estado de Israel.” Esta última frase revela que la reciente decisión del gobierno fascista[1] se ajusta totalmente a los designios iniciales del sionismo en el flamante estado israelí, es decir judío (con las consiguientes excusas a todos los judíos que no se identifican con el Estado de Israel).
Pero DB no cita este otro pasaje, mucho más caro a los fines sionistas: “El Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas”. Este otro pasaje “muestra las cartas”: se fomentará el establecimiento de judíos en Palestina/Israel; el crisol no será de razas sino entre judíos. Para lo cual los fascistas de entonces no escatimarán medios. El párrafo remata con esta otra frase; “promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes.” Esta segunda parte podría justificar la interpretación de DB, pero conociendo la estrictez de la ortodoxia sionista, tiendo a interpretarla como “frase de compromiso”, o concesión de palabra; se promoverá el desarrollo para beneficio de todos los habitantes, pero habitantes son los que deciden con su conciencia (judía) y no los ocupantes “casuales” que pueda albergar en 1948 Palestina (aunque esos habitantes “casuales” hayan vivido en esa tierra por más de un milenio…)
En rigor, lo que sostenía el sionismo, entonces, era algo muy distinto, diametralmente distinto a los buenos deseos rememorados por DB.
Muchos analistas palestinos, olímpicamente ignorados en Occidente, han explicitado el terror con que el sionismo se fue adueñando de la tierra palestina. Afortunadamente, desde la década del ’80 varios historiadores judíos, israelíes, desarrollaron el mismo enfoque dejando a un lado la muy mentirosa historia oficial israelí y revelando episodios, planes, estrategias para el asentamiento y el dominio judeosionista del país.[2]
Veamos el comentario de Gideon Levy a la ley del estado-naciòn que el gobierno acaba de aprobar, en su nota “Una ley que dice la verdad sobre Israel” (14/07/2018):
“La ley también pondrá fin a la farsa de que Israel es “ judío y democrático ”, una combinación que nunca ha existido y nunca podría existir debido a la contradicción inherente entre los dos valores que no pueden conciliarse, excepto mediante el engaño.”
Esto no es novedad. Entre los investigadores que hemos mencionado, designados “Nuevos historiadores”, Ilan Pappé, por ejemplo, luego de analizar el racismo imperante, las mentiras sobre las que se construyó el relato de la “independencia” del Estado de Israel, examinar investigaciones de diversas matanzas colectivas de aquel período (lo que le ha valido tener que abandonar su país natal y buscar refugio, donde vive actualmente, en Inglaterra) tiene un escrito significativo; “No, Israel no es una democracia” (invitamos al lector a que lo lea, es de 26/5/2017).[3]
Pappé analiza y desmonta lo que llama “mitos fundacionales de Israel”, que vemos en tantas visiones de la historia israelí, como la de DB: el del éxodo voluntario de la población palestina; el de un frágil Israel ante un poderoso enemigo árabe; el de un deseo de paz expresado por Israel al finalizar el asentamiento (violento) de 1948.
Veamos lo que dice Richard Falk alto comisionado de la ONU, muy interiorizado del conflicto palestino-israelí:
“Durante varios años, Israel ha jugado con el consenso diplomático establecido en torno a la solución de dos estados para resolver el conflicto. Israel tenía mucho que ganar del mantenimiento de ese consenso. Podía decir a la opinión pública de su propio país y del resto del mundo que estaba haciendo todo lo posible para llegar a un final pacífico del conflicto. Y al hacerlo, Israel ganaba tiempo para expandir los asentamientos hasta que su extensión y magnitud sirviera para negar toda perspectiva razonable de revertir ese proceso y proceder a su desmantelamiento.” (“La ‘troika’ del Likud y la muerte del ‘proceso de paz’ de Oslo”, 7/9/2015).
Esto no lo ha hecho Israel en 1993 (fecha de los “acuerdos” jamás alcanzados a los que se refiere Falk, como de Oslo). Esto lo hizo en 1947, 1948, en el mismo momento de plasmación del EdI. Basta leer al considerado padre de dicho estado, David Ben Gurión.
“[…] la paz para nosotros es un medio. El fin es la completa y total realización del sionismo. Sólo para eso necesitamos un acuerdo” (9/VI/36).[4]
El periodista australiano John Pilger anota: “Cuando fui como un joven reportero por primera vez a Palestina en […] 1969 me alojé en un kibutz. […] En el kibutz nunca se usaba la palabra “palestino”. Pregunté por qué. La respuesta fue un silencio problemático.
Una noche durante la cena les pregunté por las siluetas de personas que se veían a lo lejos, más allá de nuestro perímetro.
“Árabes”, dijeron, “nómadas”, casi escupiendo las palabras. Dijeron que Israel, refiriéndose a Palestina, había sido prácticamente una tierra baldía y que una de las grandes hazañas de la empresa sionista era lograr que verdeciera el desierto.
Pusieron el ejemplo de su cosecha de naranjas Jaffa que se exportaba al resto del mundo […] Era la primera mentira. La mayor parte los naranjales y de los viñedos pertenecían a pales-tinos que habían labrado la tierra y exportado naranjas y uvas a Europa desde el siglo XVIII.
En todo el mundo colonizado [los colonialistas] temen la verdadera soberanía de los pueblos originarios.” [5]
Glosemos a Alison Weir, otro judío lúcido y consiguientemente enfrentado a la construcción sionista, en su nota “¿Por qué EE.UU. honra a un rabino racista?” (CounterPunch, 12-04-2014) donde examina la importancia de una rama principal del judaísmo, imperante en el EdI, el jasidismo y el último Rebe, Menachem Schneerson. Uno de sus fundamentos: “los judíos son una especie totalmente diferente que la de los no-judíos, y […] los no-judíos sólo existen para servir a los judíos”. Weir aclara que estas verdades no se publicitan tanto, al punto que muchos de sus seguidores las desconocen. Lo cierto es que el jasidismo forma parte sustancial del proyecto sionista.
Mencionamos uno de los Nuevos historiadores, Pappé, con una conciencia crítica de la política emprendida por el sionismo. Otro de los Nuevos historiadores, en cambio, aun desmistificando la historia oficial israelí y estableciendo documentadamente lo acontecido, admite ese comportamiento precisamente. Benny Morry: “Las masacres fueron un mal necesario, sin eso no se hubiese establecido un Estado judío.” [6]
La insurgencia guerrilleril de algunos agrupamientos palestinos empañó la situación porque la violencia sionista se podía ver solo como defensa institucional.
DB se plantea la pregunta: “¿Puede el pueblo judío, cuya historia es testimonio de sufrimiento incesante e implacable persecución, permitirse ser indiferente a los derechos y el sufrimiento de un pueblo vecino? Se refiere obviamente a los palestinos. La alusión es profundamente inexacta: los palestinos no son vecinos de los israelíes; los israelíes fueron ocupando Palestina y desplazando a los palestinos, arrinconándolos, mediante métodos bastante violentos como razzias, violaciones, asesinatos allá por 1948 (y desde bastante antes), y posteriormente mediante derribo de viviendas y barrios, expulsiones y otros acosos.
Los palestinos no son vecinos. Son algo más profundo, históricamente considerados. El concepto de vecinos los iguala. La relación entre ocupante y desplazado nunca es de igual a igual. DB escamotea, sin querer o queriendo, el filo del problema.
DB reivindica un lugar para Israel “en la familia de las naciones ilustradas”. Una concepción dual y burguesa del mundo, de las sociedades humanas que habría que cuestionar desde el mismísimo concepto de ilustración. ¿Quién es más ilustrado? ¿El tecnófilo que arruina el ambiente pero realiza formidables construcciones ingenieriles o el campesino analfabeto que sabe cuidar la tierra, los alimentos, el agua?
En fin, a lo largo de su nota con el significativo título “Por qué hoy me da vergüenza ser israelí”, presenta una visión edulcorada del historial sionista que está muy reñida con la realidad que afortunadamente siempre rechazaron algunos judíos (y varios no judíos).
La dirección fascista del EdI se siente amparada por “los grandes poderes mundiales” (estados como EE.UU. o el Reino Unido, y ramas de actividad como la armamentista, la de seguridad, la laboratoril, la cibernética). Encuentra al mismo tiempo cada vez mayores resistencias. DB remata su proclama aclarando que no cree “que el pueblo judío haya vivido veinte siglos, entre persecuciones y el sufrimiento de crueldades infinitas para convertirse ahora en opresores e infligir crueldad a los otros. Esta nueva ley hace exactamente eso.”
Gran desconocimiento, radical, de la realidad. Esa ley apenas refrenda lo que es y ha sido la política práctica y cotidiana del estado israelí sobre la sociedad palestina: detención sin orden judicial, de niños incluso, y generalmente levantando a los que van a ser detenidos de la cama, a la madrugada; tirar a matar sobre palestinos que podían portar una rueda, o una tijera o por mero placer de hacer puntería, balear los tanques de agua, siempre escasa, drenar los efluentes del territorio llamado Israel hacia la Franja de Gaza, que es el suelo más bajo, costero, de Palestina, inutilizarle sistemáticamente usinas depuradoras, puertos o aeropuertos, obligar cotidianamente a cada trabajador palestino que sume a su jornada de 8 horas, otras 5 o 6 para transportes cortísimos que la población israelí, con auto o en bus, cubre en minutos. Desde hace décadas la ocupación castiga cruelmente a esos otros, que para Golda Meir ni existían.
A Daniel Barenboim lo avergüenza, y con razón, el Israel de 2018. Pero lo que a él lo avergüenza no empezó en 2018, ni en 2008, ni siquiera en 1948.
Viene en el “paquete” sionista. Con las mejores intenciones, claro, como siempre.
[1] El calificativo fascista no tiene connotación; es sencillamente el nombre que le correspondía en las décadas del ’30 y ’40 a lo que hoy se llama Likud o gobierno de Netanyahu. Si por alguna razón, luego de la 2GM dejaron de calificarse así, es cosa de “ellos”.
[2] Hubo historiadores judíos anteriores que fueron revelando verdades (como Simla Flapan). Decimos judeo-sionista porque en el exterior y fundamentalmente en EE.UU. fue difícil por décadas separar esos atributos. En los últimos años, y ante la brutalización siempre en aumento del proceso sionista, se ha ido gestando un sector judío estadounidense que se está separando de las redes de apoyo judeosionista en EE.UU. a favor de Israel (AIPAC, ADL, IATI, AJC).
[3] Véase además La limpieza étnica de Palestina, Editorial Crítica, Barcelona, 2008; Genocidio progresivo en Palestina, compilación de artículos, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2017.
[4] http://www.radiojai.com/rj/noticom.php?cod=MTM0ODU4MA= ”Haciendo historia”.
[5] “Por qué Palestina sigue siendo el problema”, Counterpunch, 17/7/2015.
[6] http://www.psicoeducacion.eu/node/472.