por Luis E. Sabini Fernández
Una vez más Gideon Levy[1] aborda una cuestión lacerante: la crueldad, el despojo a despojables amparados en la impunidad (de hecho y de derecho), en este caso por colonos implantados en Cisjordania o Samaria y Judea, según sea denominación palestina y moderna o judía y bíblica.
Una mujer de una de tales “colonias”, embarazada, resultó herida de bala y como resultado su bebé murió. Y Levy nos habla de oleadas de apoyo a la víctima.
Levy rechaza esa actitud: “No tengo compasión alguna por los colonos, ni siquiera cuando los golpea una tragedia. […] Ellos son culpables, no yo, del hecho de que no pueda sentir el más humano sentido de solidaridad y dolor. No es sólo porque son colonos, violadores del derecho internacional y de la justicia universal; no es sólo por la violencia de algunos de ellos, y el asentamiento colonial de todos ellos; es también el chantaje con el que responden a cada tragedia […].”
Levy se despacha con una serie de apreciaciones condenatorias de los llamados colonos que han ido ensanchando el mapa israelí: de la apropiación de las tierras con abuso, violencia y bajo protección armada que estamos viendo y viviendo en el último medio siglo. Refiriéndose a esos abusos: “No les alcanza con el castigo colectivo impuesto por el ejército y el servicio de seguridad Shin Bet, ejercido con crueldad y a menudo criminalmente. La sed de venganza de los colonos nunca se satisface. ¿Cómo es posible identificarse con el dolor de personas que se comportan así?” Concede con lo dicho una continuidad entre el Estado de Israel y el comportamiento de estos colonos que con “sus propias milicias salvajes atacan a la población palestina, lanzan piedras a sus vehículos, prenden fuego sus campos y aterrorizan sus aldeas.”
Y surge la pregunta: ¿qué diferencia el comportamiento de estos colonos, pos-67 a los que se implantaran en Palestina y fundaran el Estado de Israel mediante el robo, el abuso, las violaciones y matanzas colectivas en 1948?
El “puño de hierro” que nos señala Levy, hoy, en 2018, que “debe estar siempre apretado para torturarlos aún más”, ¿no es acaso del mismo hierro que el muro que blandía Zeev Jabotinski en las décadas del ’30 y ’40? Jabotinski y su secretario y asociado más directo, Benzion Netanyahu, al frente del sionismo fascista (apoyados cálidamente por Benito Mussolini, quien les cedió campos de entrenamiento cerca de Roma) fueron los que organizaron cantidad de actos irrefutablemente terroristas, como volar el Hotel David en 1946 con decenas de muertos, o asesinar a ciertos “obstáculos” a la vorágine sionista como el conde Folke Bernadotte, mediador designado por la ONU en Palestina, que pretendía que existían derechos para judíos y para palestinos… Benzion Netanyahu es el padre del actual primer ministro que ha constituido un gabinete de asesinos confesos de natives.[2]
Levy se niega radicalmente a sentir simpatía por esa mujer y por los colonos en general, deslindando: “Debajo del velo de la unidad santurrona e hipócrita, y la falsa muestra de dolor nacional por parte de los medios para avanzar en sus propios objetivos comerciales, hay que decir la verdad: su tragedia no es nuestra.”
Sin embargo, a renglón seguido empieza a reconocer el entresijo entre esos colonos, precisamente, y el Estado de Israel: “Es cierto que la culpa principal es de los gobiernos que cedieron ante ellos, ya sea con entusiasmo o por debilidad; pero los colonos tampoco pueden ser absueltos de culpa.”
Ese entresijo es muchísimo mayor que el que Levy apunta al decir que el gobierno cediera, haya cedido ante el empuje colonialista. Es un verbo escamoteador: ¿cuándo, dónde, actuaron los colonos al margen del EdI? A lo sumo, como tábanos, aguijoneando al experimento sionista que a lo sumo, los fue llevando a rienda corta en un pas de deux de décadas. La dirección militar del EdI los tuvo cada vez más como aliados; fuerzas de choque.
Levy los califica en un pasaje como “generaciones nacidas en tierras robadas, niñas y niños criados en una existencia de apartheid”. ¿Cree acaso que habla exclusivamente de los colonos y sus hijos? ¿Dónde se asientan los ciudadanos israelíes, es cierto que bajo bendición de la ONU (pero una bendición a medias, porque el sionismo se asentó en 1948 sobre el 78% de las tierras palestinas, aunque la ONU había “concedido” un 53%, de algo que por lo demás no le correspondía conceder) si no en tierras robadas?[3] ¿Acaso hoy los niños israelíes no viven prácticamente en apartheid con los natives sobrevivientes en el EdI?
El planteo de Levy escotomiza la historia. Claro que hay diferencias entre lo sobrevenido con la Nakba, en 1948, y la colonización de los territorios en 1967. Así lo resume el periodista catalán Joan Cañete Bayle:[4] “Israel se declara al mismo tiempo la única democracia de Oriente Medio y un Estado judío pese a que más de un millón de sus ciudadanos no lo son y no tienen plenos derechos de ciudadanía, pese a que se basa en una ideología que da superioridad al judío sobre la población nativa que no lo es, pese a que nació con un acto de desposesión y expulsión que ha continuado a lo largo de las décadas. Desde la guerra de 1967, Israel gestiona la vida de millones de palestinos que no son ni judíos ni ciudadanos, es un Estado ocupante que ha construido un sistema democrático sólo para los judíos.” Y lo de “gestiona” es un verbo excesivamente suave; sigue el puño de hierro.
Mientras los judíos israelíes o los israelíes judíos nieguen esto, seguiremos en problemas trágicos, que expían, sobre todo, los palestinos.
[1] “No siento compasión por los colonos”, www.rebelion.org, 19/12/2018; original inglés, Haaretz, 16/12/2018.
[2] Véase mi nota “Sensibilidad repentina o cómo esquivar responsabilidad ante lo indefendible”, donde repaso currículos sangrientos, 4 ago 2015, en diversos sitios-e; rebelión, alai, futuros, etcétera.
[3] ¡Y de qué modo! ¿Qué decir acerca de los relatos sobre “tiro al blanco” que soldados sionistas ensayaban sobre los cuerpos de los incautos palestinos que venían en la noche, desarmados, con palas o cardillos, a procurar seguir labrando la tierra, su tierra?
[4] “Lieberman, el puño de hierro sin guante”, ctxt, Revista Contexto, Madrid, 25/5/2016.