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Mes: mayo 2025

Palestinos                                                                                                                   25 05 06

Publicada el 07/05/2025 por luissabini

NORMALIZACIÓN DE LO INORMALIZABLE

Luis E. Sabini Fernández

Un curioso alineamiento se está gestando ante el descaro de la operación genocida israelí sobre la población palestina.

Por un lado, aun en medio de un “bostezo del mundo”, como muy gráficamente pintara Jonathan Cook nuestro presente planetario, bostezo al menos institucionalmente indiferente ante el escándalo de la matanza programada −no de individuos o grupos, lo cual ya sería gravísimo, sino de millones de habitantes en proceso de exterminio− que el sionismo ha decretado como judío y sagrado.[1] 

Empiezan a aparecer, en proporciones cualitativamente diferentes, judíos que rechazan esa “limpieza étnica”, o al menos rechazan que se la haga en su nombre.

Siempre hubo judíos, desde el origen mismo del conflicto que rechazaron este tipo de “soluciones”. Judíos lúcidos, valientes, respetuosos ante la población radicada en Palestina; recuerdo el mensaje de un socialrevolucionario ruso, narodniki judío, a fines del s xix, criticando a los sionistas que procuraban engañar a los natives y de ese modo, robarles la tierra, o al poeta judío palestino Jakob de Haan, que se negó a dejar de dialogar con los árabes y los sionistas lo asesinaron como escarmiento (1924), o a Marek Edelman, del Gueto de Varsovia, que no aceptó plegarse al suicidio colectivo de los sionistas dirigidos por Mordejai Anilevich, escapó por las cloacas varsovianas, al año siguiente debió enfrentar otra vez a los nazis, ahora bombardeando toda Varsovia, se restituyó a la vida civil tras la derrota nazi, recibiéndose de médico, y cuando el flamante Estado de Israel que capitalizaba los resultados de la lucha antinazi lo invitó a “la patria judía” como héroe de guerra, declinó semejante “honor” rechazando de plano la actuación sionista y el engendro israelí.

Podríamos recordar también a los refuseñik, los 52 osados militares israelíes que en la primera década del s xxi, se negaron a seguir matando civiles palestinos en los territorios que Israel reclamaba para sí (o en territorios conexos… como con la guerra contra Egipto, o contra Líbano). Pero advirtamos que los 52 valiosos objetores formaban parte de un ejército con más de cien mil miembros. 52/100000….5/10000, 0,5 /1000: uno cada dos mil soldados resiste la masacre racista e imperial. Es mucho para el objetor, es poquísimo  en términos de resistencia social al abuso.

En este presente psíquica y culturalmente insportable de 2023 en adelante, son más los judíos ahora que se desmarcan de la banda enloquecida de Ben Gvir, Bibi Netanyahu y Bezalel Smotrich.

Pero el desmarque tiene valor si advierte la hondura del genocidio en acción, y si la reacción llega a donde tiene que llegar: a dar con la causa de la situación.

El conflicto palestino-israelí es el más largo de nuestro presente, de nuestra contemporaneidad; tiene casi siglo y medio de “edad”: arranca cuando el yishuv –la colonia judía en Palestina− que se supone está allí desde tiempo inmemorial; experimenta un cambio que lleva a una doble designación: el viejo yishuv y el nuevo yishuv; este último con la llegada de sionistas de “nuevo cuño”, europeos, askenazíes. A finales del s xix.

El sionismo no se confundió nunca con toda la colectividad judía en país alguno. Pero el avance a veces arrollador de los sectores sionistas dentro de las colectividades judías siempre fue en ascenso, sobre todo a partir de 1948, con el establecimiento del Estado de Israel. Y sobre todo, muchos judíos, aun sin adherir a las tesis sionistas (retorno al presunto país original), tendieron a aceptarse como parte del mismo mundo, del mismo etnos, del mismo origen. Aunque el origen de las diversas manifestaciones judías a lo largo de la historia sean o hayan sido tan disímiles. Tanto es así, que el proyecto sionista que busca asentarse en Palestina proviene de judíos askenazíes, fundamentalmente descendientes de jázaros que, étnicamente, poco y nada tienen que ver con los judíos del Mediterráneo Oriental, de las presuntas tierras bíblicas (algo que le constaba al mismísimo David Ben Gurión, fundador del Estado de Israel).

La pregunta que nos hacemos es: ¿de dónde proviene este descaro psíquico, esta suficiencia que le permite  a la dirección sionista, y con inmenso apoyo de la población israelí, este comportamiento tan pero tan poco humano?

Tanta ausencia de diálogo, tanto orgullo de sí, tanta chutzpah.

Lo grafica la instantánea que una decena de soldados femeninos se sacaron, festivas, en medio del derrumbe generalizado de edificios de diez pisos en Gaza, con o sin gente (palestina) entre sus escombros.

Entendemos que lo que está en cuestión no son sólo las personas tan depravadas como parecen ser los del elenco gobernante israelí. Primero y principal, porque esto no comenzó el 7 de octubre de 2023. Si uno rastrea la historia, tanto la reciente; el tratamiento de las manifestaciones por la tierra de 2019 y 2020, como las invasiones sistemáticas a la Franja de Gaza luego de las elecciones palestinas de 2006, con veedores internacionales confiables que verificaran que la población no aceptaba ni la ocupación israelí ni la dirección de la Autoridad Nacional Palestina (bueno es recordarlo); una supuesta dirección política revolucionaria cada vez más conciliadora con la ocupación, que lo hacía a cambio de un poco de dinero, marginal, algún título o cargo y una cuotita de poder.

O antes todavía, cómo Israel ahogó en sangre las intifadas, o en 1948, con qué frialdad el ejército israelí llevó adelante el Plan Dalet para adueñarse por la fuerza de todo el territorio palestino (lo que los palestinos recuerdan como la Nakba), o antes todavía, cómo el sionismo con sus organizaciones militares y clandestinas junto con el poder colonial británico ahogaron en sangre la huelga general con tomas de lugares de trabajo, de 1936 a 1939 (la sangre de miles de hombres y mujeres palestinas).

Porque frente al ansia de tener una tierra propia, que los palestinos empezaron a sentir cada vez más en espejo a la demanda sionista y en consonancia con el surgimiento −que viene del s xix−, del panarabismo reclamando el autogobierno de la tierra que pisaban, el sionismo sintió, desde el primer momento, que lo suyo era “distinto”.

No era esa ansia de terruño lo que estaba en juego; era su “singularidad”; que lo lleva a odiar el “concepto de ‘normalidad’, que infiera que los judíos “son similares a otros pueblos y tienen el mismo deseo de estabilidad que otras naciones”.[2] Porque “la derecha israelí entera está unida en su resentimiento a la idea de normalidad y su creencia [está], en línea con la religión judía, en que los judios son excepcionales, distintos de otros pueblos y naciones.” (ibíd., p. 67).

Sentirse diferentes, en rigor, exclusivos, tiende “naturalmente” a sentirse por encima. E Israel Shahak ilustra esta penosa cuestión con el testimonio de un rabino, Ovadia Joseph, “renombrado por su erudición halajática [se refiere a derecho de familia y de personas]” que aclara en un escrito anterior a 1996:  “El gobierno israelí está obligado por la ley internacional a custodiar las iglesias cristianas en la tierra de Israel, aun cuando esas iglesias son definitivamente sitios y lugares de culto de idolatría [pese a que] nuestra ley [religiosa] nos ordena destruir toda la idolatría y a sus servidores hasta que la desarraiguemos de todos los sitios de nuestra tierra y de todas las áreas  que seamos capaces de conquistar.” ¡Un strip-tease de los designios de universalización y de imperio de la fe judía que no estamos acostrumbrados a presenciar!

Shahak y Mezvinski no escatiman la mirada a la intolerancia y el dogmatismo del universo judaico. Dov Albaum, un religiólogo judío,  consideraba que la libertad de prensa es un asunto desconocido en la prensa haredi [judíos extremistas o radicales; sionistas y antisionistas], proclamando, en cambio, “el derecho de nuestra gente a no conocer ciertas cosas”  (ibíd). Shahak concluye: “los rabinos censores deciden que es lo que el público no debe saber”.

Los haredim gozan de enorme predicamento entre judíos, religiosos o no. No deja de ser penoso el “razonamiento” que eleva a estos religiosos a la cumbre de la humanidad: Yitzhak Ginsburgh, rabino, explicaba desde la prensa (Haaretz), en 1996: “Si cada célula particular de un cuerpo judío entraña divinidad y en consecuencia es parte de Dios, entonces cada hebra de ADN es una parte de Dios. Por lo tanto, algo es especial respecto al ADN judío.” (ibíd.) Una inferencia gratuita pero presuntuosa…

Más allá de la tautología, interesa su trascendencia práctica. Ginsburgh está hablando de transplantes de órganos (y cuando uno dice transplantes, dice tráfico… como se ha comprobado reiteradamente en clínicas religiosas judías). Ginsburgh prosigue: ”Si un judío necesita un hígado, puede tomar el hígado de un no judío inocente para salvarse […] la vida judía tiene un valor inifinito. Hay algo más sagrado y único respecto a la vida judía.”  ¡Nos está diciendo que la vida y los órganos de no-judíos no importan! (salvo si son de utilidad para judíos).

Shahak y Mezvinski contextualizan tanta religiosidad espiritual, acercándonos a algo más material: “Es digno de señalarse que el rabino Ginsburgh es uno de los autores de un libro alabando a  Baruch Goldstein,[3] el asesino de la Caverna de los Patriarcas.” (p. 116) Ginsburgh aclara en ese libro que: “la muerte de no judíos por parte de judíos [asesinar en nuestro lenguaje] no constituye un crimen y que la muerte de árabes inocentes por razones de venganza es una virtud judía.”

¿Una virtud judía? Equiparable, en el “mejor” de los casos a las vendettas de los más conspicuos grupos mafiosos. Shahak y Mezvinski aclaran que ninguna autoridad religiosa israelí ha contradicho las afirmaciones de Ginzburgh y que prácticamente todos los políticos israelíes guardan silencio o incluso algunos lo han apoyado.

En el sionismo religioso, otra voz fuerte es la de Lubovich. Un rabino de tal cofradía es quien está “elevando” al actual presidente argentino Javier Milei a las regiones judías de mayor espiritualidad. El rabino Lubovitcher, conocido con el nombre de Menagem Mendel Schneerson, cabeza visible del movimiento Chabad, tiene enorme influencia en EE.UU. y ha caracterizado la línea hared desde las últimas décadas del s xx hasta nuestro presente. Schneerson nos dice, por ejemplo: “la halajá estipulada por el Talmud muestra que un no judío debe ser castigado con la muerte si mata un embrión, aún si ese embrión es no judío, en tanto que un judío no debe serlo aun si ese embrión es judío.” ¡Radical desigualdad de tratamiento! Una desigualdad reforzada como para que quede clara la diferencia de estatuto humano. Nos orienta (sin querer, puesto que él escribe y prescribe en hebreo, que no conozco, y yo puedo leerlo gracias al trabajo esclarecedor de nuestros autores, Shahak y Mezvinski).

Recapitulan al rabino Lubovitcher: “La diferencia entre una persona judía y una no judía surge de la expresión común ‘Diferenciémonos’.  Así, no tenemos un caso de cambio profundo en el que una persona está meramente a un nivel superior. Más bien, tenemos el caso de ‘diferenciémonos’ entre dos especies totalmente diferentes. Esto es lo que necesita decirse respecto al cuerpo: el cuerpo de una persona judía es de una cualidad totalmente diferente a la del cuerpo de [los integrantes de] todas las naciones del mundo.” ¡Acabáramos! Los nazis eran aprendices…

Entiendo que esto explica diáfanamente el desprecio por la vida humana palestina,  no judía. Y el desprecio por las vidas árabes en general.

Por eso, algunos judíos tan orgullosos de su excepcionalidad, como por ejemplo Gabriela Balkey,[4] aun condenando las atrocidades de la banda facinerosa comandada por Beniamin Netanyahu, no llegan a la raíz del problema. Del origen del problema; una ideología, religiosa, que tanto ha identificado un pueblo, una etnia, con un dios (propio, exclusivo). Balkey despliega, con naturalidad y modestia, ante el lector, la cantidad de “lumbreras” que el pueblo judío ha brindado en proporción incomparablemente mayor a la de cualquier otra etnia. Y defiende al Talmud como “escuela de debate, duda y reflexión”, pasando por alto las exclusivistas, atroces afirmaciones de la fe judía que Shahak y Mezvinski han puesto a nuestro alcance, para tener al menos un atisbo de la “superioridad” moral, la impudicia que sustenta la ética judía ortodoxa.

El aporte de Shahak y Mezvinski completan el cuadro de enorme desconfianza que tenemos hacia las teocracias verticalistas, en este caso ante el judaísmo (como con el Islam y buena parte de las iglesias cristianas), todas ellas dedicadas a interpretar y obedecer a algún dios).

El abordaje de Shahak y Mezvinski patentiza la situación absurda del “orden penal internacional”, totalmente inerme ante la política israelí. Los representantes de la ONU, ante Israel, actúan como los tres monos sabios.  

Pero esto no es nada nuevo. En 2004, antes de convertir a la Franja de Gaza en un campo de muerte “a fuego lento”, antes de las invasiones mortales a la Franja, rabinos pidieron en una carta elevada al ministro de defensa israelí de entonces, Shaul Mofaz,[5] que el ejército israelí no vacile en matar civiles palestinos: “Los rabinos citaron un mandato talmúdico, manifestando que ‘nuestras vidas están en primer lugar’.”

La carta fue firmada por un número de rabinos israelíes incluyendo a Haim Druckman, un ex miembro del Knesset que dirige el gran movimiento fundamentalista; Eliezer Melamed, director de una universidad religiosa y Youval Sharlo, director de otra universidad talmúdica en Petah Tikva que combina estudios talmúdicos y servicio militar activo.

Los firmantes son ortodoxos, son los que influyen en filas militares.

Otro rabino, famoso, Dov Lior, argumentó que las vidas no-Judías no tienen santidad, especialmente en tiempos de guerra. Lior es otro de los que ha elogiado y alabado públicamente a  Baruch Goldstein. Lior no se va con chiquitas; consideró a Goldstein un «gran santo», y remató:  «miles de vidas de no-judías no valen ni una uña de un judío».

Lior apoyó entusiastamente el asesinato de civiles palestinos en Rafah, diciendo que  «es muy claro a la luz del  Torah que las vidas judías son más importantes que las vidas no-judías». Lior pertenece a los más altos sitiales del rabinato israelí.

Si a ello sumamos la enorme cantidad de judíos progresistas omnipresentes, a menudo críticos del estado de cosas, pero con un resguardo PEP (progresistas excepto Palestina), empezamos a entender por qué la ONU se encuentra en semejante pantano de irresolución, pese a los esfuerzos de su secretario general, el portugués António Guterres, porque resulta imposible de legislar entre naciones y países con tan divergentes presupuestos. Y con tan poco coraje civil para enfrentar el poder de los subsidios.

Todas las exhortaciones, casi súplicas onusianas, caen en el saco roto israelí. Por eso, con total desparpajo y sinceridad, Israel, su dirección, anuncia, por ejemplo, «la conquista de Gaza» –expresamente prohibida por los estatutos onusianos−, pero de inmediato declara mentirosamente que programan el desplazamieinto de sus pobladores “para su protección”. En realidad, una propuesta propalada casi simultáneamente nos devuevle a la realidad: Israel quiere desalojar a los gazatíes y enviarlos, empaquetados, a Jordania y a Egipto.

Desgazatizarlos, deshistorizarlos. Y si los matan en el camino, no   les   importa. □


[1]   Una de las tantas incongruencias y saltos mortales ideológicos a los que las grandes potencias (incluida la judía) nos tiene acostumbrados: el sionismo se pretende laico, no religioso y a la vez recurre a textos que supone ”sagrados” para legitimar sus acciones. Como apunta ácidamente el historiador Laurent Guyénot: ‘no creemos en dios, pero él nos dio esta tierra.’

[2]  Israel Shahak y Norton Mezvinski, El fundamentalismo judío en Israel, Ed. Canaán, Buenos Aires, 2015.

[3]  Un médico judío que ametralló a  musulmanes orantes, asesinó a algunas decenas, siendo ajusticiado por los sobrevivientes.

[4]  “No hablan en mi nombre”,  Brecha, 2 mayo 2025.

[5]  Carta de rabinos al ministro de Defensa, 7 set. 2004.

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