por Luis E. Sabini Fernández
Que un estado etnicista nos muestre en un lugar mediáticamente prominente a alguien que no pertenece a la etnia que se supone que ese estado expresa, nos muestra una instancia de pluralidad digna de examen.
En Israel tenemos de presentadora de un canal en hebreo, el más visto, a una árabe israelí.
Es la prueba “perfecta” de la pluralidad y la democracia israelí.
Lucy Aharish, 35 años, ha sido elegida además para encender la antorcha de homenaje a “los israelíes revolucionarios” en la ceremonia del Día que Israel ha declarado como “de la Independencia”, en el Monte “Herzl”, es decir en el monte que lleva el nombre del fundador del movimiento sionista y transitivamente del estado sionista, aunque no alcanzó a verlo en vida.
El Estado de Israel (en adelante EdI) se funda mediante una transacción de la dirección política sionista. Al hacérsele tan difícil el vaciamiento total del territorio sobre el que se quería implantar el EdI, siguiendo “mandatos” religiosos, bíblicos e históricos, sus dirigentes[1] aceptan erigirlo con una minoría árabe incluida (minoría que también fue aprovechada cumpliendo funciones económicas, haciendo las tareas menos calificadas o peor pagadas de la nueva maquinaria societal y estatal sionista).
Es de esa minoría (que se estima en un 20% de la población total del EdI) que proviene Lucy.
Su grado de integración mental al EdI es llamativa.
Lucy nos dice con total seguridad: “Cuando la gente me pregunta ‘¿Qué eres?’ yo digo que soy israelí […] Después soy una mujer, y después soy árabe musulmana.”
Esta penosa declaración no le ha sido arrancada en una coyuntura extraña o descontextualizada.
Según la info de internet, en 2015, ya se había expresado en los mismos términos y la reiteración revela la importancia que le asigna: “Ése es el orden: israelí, mujer, árabe musulmana” (en una entrevista con el Times de Israel).
Con lo cual nos damos cuenta de la consustanciación ideológica de esta presentadora televisiva con el EdI.
Lucy ha sido conocida en “las redes” por haberse expresado en inglés en lugar del habitual hebreo respecto de la tragedia en Aleppo.
Y por ello ha tomado estado mucho más público lo que ella piensa y considera.
Refiriéndose a esa peripecia dice con tino que no quiere saber quiénes están “en lo correcto y quién equivocado. Quiénes son los buenos y quiénes son los malos, porque nadie lo sabe. Y francamente no importa. Lo que importa es que está sucediendo, ahora mismo frente a nuestros ojos.” Completa: “y nadie en Francia, en Reino Unido, Alemania o América [EE.UU.], está haciendo nada para detenerlo.” Cabe preguntarse por qué no pregunta sobre otros intervinientes, como Rusia, Turquía, Irán, Israel. Pero dejamos la incógnita sin respuesta.
Su planteo, su orden de preferencias, nos hace acordar al sentimiento de pertenencia exigido por el nazismo y el fascismo en la primera mitad del siglo XX. Sus ideólogos sostenían que la pertenencia al estado era la primera y principal; en segundo y tercer lugar podían caber la pertenencia laboral y local (imaginamos que también el sexo o la etnia). Justamente ésa fue opción clave con la que el nazismo y el fascismo se oponían a filosofías como la del marxismo, que ubicaba como pertenencia fundamental o principal la de clase, o como la del anarquismo que reivindicaba como atributos básicos aspectos individuales; su vocación, su sexo, su condición de poeta o de atleta…
Para los nazis la pleitesía al guía de la nación estructura a toda la sociedad. Si divinizamos al estado, podríamos saltearnos al guía (al führer)…
Volvamos a Aharish. Ella nos aclara que lo que pasa en Aleppo es un genocidio. De acuerdo. Agrega: “Déjenme ser más precisa. Es un holocausto.” Esta precisión es perfectamente ideológica,
La diferenciación expresa otra vez la identificación que tiene con el Estado de Israel… y con la mitología que se ha ido forjando a partir de las atrocidades sufridas por los judíos durante la vigencia del 3er. Reich.
Para Aharish genocidio no tiene la atroz trascendencia que tiene “holocausto”. El empleo de esta denominación requiere varias explicaciones.
Al usar este término, “holocausto”, va contra aquellos judíos muy identificados con la noción de “pueblo elegido” que entienden que lo ocurrido en Alemania en los ’40 con los judíos es algo incomparable con cualquier otro genocidio habido en la historia humana.
Entonces Aharish cumple con la profesión de fe ideológica del sionismo al situar por encima de todo a las atrocidades vividas por los judíos bajo el nazismo y asumir su vocabulario,[2] pero a su vez la subvierte porque aplica el término “holocausto” al destino trágico de población no judía (que no es la de El Libro); musulmanes, en suma. Como el de tantos palestinos que han sido matados durante la resistencia al implante sionista en Palestina.
Su condena tan fuerte a la inmovilidad, a la abulia política, el no reaccionar frente al destrozo de vidas humanas en Aleppo es respetable y compartible. Pero Aharish remata sus imprecaciones con algo difícil de tragar: “Me da vergüenza que el mundo árabe esté siendo tomado como rehén, por terroristas y asesinos y que no estemos haciendo nada.”
Se equivoca: desde Israel no es que no se está haciendo nada; ¡se está haciendo algo y cómo! Que lea a Oded Yinon. Su juventud no puede ser escudo de ignorancia tan supina. Ni siquiera su condición de periodista.[3]
Lucy es un lujo ideológico de Israel que tranquiliza escrúpulos de judíos democráticos y es a su vez tolerada como coartada por los más ortodoxos.
Es más bien, entonces, la prueba ferpecta de la pluralidad y la democraticidad israelíes.
Lucy encarna la figura de “el cipayo perfecto”.
[1] Mayoritarios. Porque había sionistas que aceptaban de buen grado una convivencia con los árabes, como es el caso de Martin Buber.
[2] El vocabulario empleado por Aharish es en realidad el que Hollywood difundió como propio de la tragedia de “la solución final” nazi a la cuestión judía. ¿Por qué se acuñó el término “holocausto” para hacer referencia a dicho genocidio? Holocausto en la Biblia es “apenas” la ofrenda con sacrificios de animales que los judíos le hacían a su dios. Véase al respecto La industria del holocausto, una investigación formidable de Norman Finkelstein.
Habría un motivo para aplicar el término “holocausto” a la peripecia judía en Alemania y sus zonas de influencia (1941-1945): hay judíos que consideran que se trató de una expiación para “el pueblo judío” por sus incumplimientos… No es una posición que alberguen muchos judíos.
[3] La excelente escritora, reportera y periodista María Esther Gilio solía definir que los conocimientos de un periodista, para ser mínimamente aceptables debían ser tan amplios como el de un océano, pero que su profundidad, por ello mismo, no solía ser más que la de un charco de lluvia.