por Luis E. Sabini Fernández
Ante el anuncio de un viejísimo conocido, que por lo visto me tiene en sus registros electrónicos, El león que ruge en mi paladar, me veo obligado a hacer una puntualización.
Pocas veces la sinceridad, la soberbia, permiten visualizar lo que se esconde detrás de las proclamas revolucionarias, las ansias de un mundo nuevo siempre proclamado justo, libre y sin clases.
Pocas veces. Pero mi ocasional corresponsal, un tupa, ha sido persistente y prístino en su mensaje, sus mensajes.
Llamado Cristo por su apariencia de postal, autocalificándose león por su actitud ante la vida, ha sido siempre, desde antes de hacerse tupa, un poeta.
Siendo poeta y todo, hasta a la poesía desprecia o apichona: “la poesía es un león de papel” nos dice en el mensaje.
Porque lo suyo es “saltar / morder/clavar las garras / los colmillos
…
devorar
devorarse a sí mismo
y
re-nacer
en el rugido
y
en la acción.”
Escucho el sonido, la proclama de la fiereza patriótica, revolucionaria o subversiva que es propia de tanto sionista, de tanto leninista, tanto nazi, tanto guerrillero vanguardista, proclamando las virtudes del león, y pienso en la sabiduría de ese italiano que en el otoño de su vida resumió su “aventura de vivir” contentándose (apenas) con “no haber sido nunca cordero ni león”.
Tan poco
Apenas eso.
No andar balando, tampoco rugiendo.