por Luis E. Sabini Fernández
“Una Palestina tan judía como inglesa es Inglaterra” [1919] Chaim Weizman[1]
“Palestina pertenece a los árabes en el mismo sentido que Inglaterra a los ingleses.” [1938] Mahatma Gandhi [2]
En nota anterior[3] hemos procurado analizar el surgimiento del Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina (conocido por su sigla en inglés, UNSCOP) en 1947. Y hemos analizado el peculiar papel entonces jugado por Guatemala. Hay otro estado dentro de la nómina que integrara UNSCOP que ocupa un lugar principalísimo en el conflicto surgido en Palestina con el asentamiento sionista y con la “solución” ofrecida por la ONU; Uruguay.
Procuremos entonces abordar “el capítulo” uruguayo.
El gobierno guatemalteco democrático, el del corto período 1944-1954 es comparable, en su posición geopolítica y de relacionamiento con el mundo, al Uruguay batllista. El batllismo –bien que a lo largo de un período mucho mayor− proclamó su antiimperialismo, y su anticolonialismo, enfrentado a Inglaterra, el Reino Unido. Jamás a EE.UU.
Así como los progresistas guatemaltecos de mediados del s. XX enfrentaron a la rapacidad norteamericana encarnada en la ‘política del garrote’ de Theodore Roosevelt, pero apostando al ‘nuevo trato’ de otro Roosevelt, Franklin Delano. Remitimos al lector al trabajo anterior para el caso guatemalteco.
Ofrecemos aquí, por si falta hubiere, algunos materiales que nos muestren esa geopolítica del Uruguay batllista.
Uruguay, batllismo y EE.UU.
Baltasar Brum, por muchos considerado el principal continuador del fundador del batllismo José Batlle y Ordóñez, quien ofreció su vida ante un golpe de estado en 1933, lo cual le otorga una altura ética incomparable, fue una figura clave en la configuración de la política y la geopolítica del período batllista que caracteriza a nuestro país en la segunda y tercera décadas del siglo XX.
Para afirmar una cierta distancia e independencia del país respecto del Reino Unido, el batllismo se valió de una siempre progresiva identificación con el panamericanismo, promovido desde EE.UU. desde los tiempos de la llamada independencia en América del Sur (la Doctrina Monroe; “América para los americanos”, es decir para americans, es de 1823).
Esta sintonía le permite afirmar al historiador uruguayo Dante Turcatti que en la década del ’20 del siglo anterior, ”Uruguay se convirtió en el país latinoamericano más filoestadounidense de la época.” [4]
Para Brum la Doctrina Monroe preservaba a los países “latinoamericanos” de injerencias europeas. Lo cual era cierto. Pero “el segundo momento” de esa preservación era totalmente divergente… de la realidad. Brum entendía que expresaba “solidaridad americana”. La enorme confianza de Brum en el panamericanismo, rayana en un panglossianismo, lo lleva a sostener que “implica igualdad para todas las soberanías, grandes y pequeñas” (ibíd.).
Resulta penosamente evidente que los perjudicados por el racismo perciben en la mayor parte de los casos la existencia del racismo, pero a los usufructuarios, en cambio, se les hace muy, muy difícil percibir el racismo… del que disfrutan (o del que no son víctimas directas).
Brum en particular y el batllismo en general están encerrados conceptualmente en el universo europeo. No existe sino lo europeo en el continente americano. Ya veremos que en la década del ’40 y en Asia, persistirá esa misma visión, ideológica, del mundo como universo exclusivamente europeo.
El desembozado apoyo de Brum a la política estadounidense no pasó, inadvertido y tuvo resistencia. Desde la cátedra, en la Universidad “Mayor” de la República (entonces la única) Arístides Delle Piane criticó severamente la llamada Doctrina Monroe ”desarrollando un sistemático análisis del texto”.[5] La Doctrina Brum cosechó también resistencia fuera de fronteras. Por ejemplo, un abogado argentino, Lucio Moreno Quintana, presentó su Refutación, una crítica expresa al planteo de Brum.[6]
La confianza de Brum y sus cofrades en la bondad de lo panamericano coincide punto por punto con la visión que de sí mismos tenían quienes regían los destinos de EE.UU. Woodrow Wilson siempre considerándose a sí mismo hombre de paz, refiriéndose a un enésimo diferendo fronterizo de EE.UU. con México, una país despojado de tierras y seres humanos por la american democracy repetidas veces, brindaba su excelencia para mostrar su idea de libertad: “Queremos siempre mantener nuestra gran influencia sin par para el ejercicio de la libertad, tanto en EE.UU. como dondequiera pueda ser usada para beneficio de la humanidad.” [7] De la cita surge claramente que Wilson confunde la potencia de la que es presidente con la humanidad toda. Lo cual le permite un universalismo fácil, y falso, claro.
Esto no es una simple coincidencia ideológica entre entidades tan decididamente desiguales o desparejas. Es, propiamente, una satelización, un estatuto de vasallaje de Uruguay respecto de EE.UU.[8]
El fundamento antropológico de esta asumida satelización proviene de la ceguera total y absoluta que la América española, rebautizada Latina −con los mismos preceptos con que se matrizara la América sajona− tiene de sí misma. No se reconoce ni como un cruzamiento, un híbrido, una combinación, una confluencia, ni siquiera como un conflicto intercultural; apenas como un transplante meramente geográfico de lo europeo en un nuevo continente: por eso, Brum, por ejemplo se atreve a presentar mutilaciones, da las que ni siquiera parece consciente, como su visión de futuro. Piensa que: «el continente americano “libre de odios seculares y de los perniciosos prejuicios de razas” estaría en capacidad de influir para reducir los conflictos que, originados en las rivalidades entre países europeos, comprometían el “bienestar del mundo”.»[9]
Así Domingo F. Sarmiento había “importado” gorriones para Buenos Aires, y liebres para el campo americano, como si “el Nuevo Continente” no tuviera pájaros ni roedores aborígenes.
Surge prístino que para los nuevos pobladores, Abya Yala, América, es apenas una tabula rasa en que lo humano anterior a la llegada europea no cuenta, un espacio donde los europeos podrán reescribir su historia –la de los europeos− en una nueva geografía y lo harán –esto es lo fundamental− sin tener que caer en los vicios del racismo… europeo. Si algún guaraní, aymara, mapuche, yanomami, misquito o jíbaro entiende que el racismo es una repugnante vivencia contemporánea, que incluso es una política que se practica en las Américas, habrá que decirles que ven, escuchan, sufren visiones, como los mayas, los extintos taínos, los siux, los seminolas, los navajos, los cheyennes y los millones de africanos forzados a venir a las Américas…
En esa cosmovisión se construyeron las nacionalidades americanas, particularmente las de matriz hispana. Y el batllismo es una idea-fuerza que configura al Uruguay en la primera mitad del siglo XX. Y serán sus personeros protagonistas en el surgimiento del Estado de Israel como consecuencia directa de la estrategia batllista de ubicación del Uruguay en el mundo. Vemos en Brum una figura clave de esa configuración que ya dijimos fue dominante en la primera mitad del s. XX y que cuenta con muchísimos referentes entre quienes nos interesa particularmente otro pionero; Alberto Guani.
Guani pertenece a la primera camada batllista, abogado brillante, por ejemplo, en la cuestión del divorcio implantado en el país tan tempranamente, en 1907.
Hizo carrera diplomática y fue así el representante del Uruguay en la Sociedad de las Naciones, la organización internacional nacida para dar un manto jurídico al escarnio que fue el leonino Tratado de Versalles. Uruguay, entonces, gracias a la modernización batllista, inspirada su configuración política en el modelo suizo, resultaba un país “modelo” para Occidente y sus vencedores de la Primera Guerra Mundial.
No es ninguna casualidad, entonces, que con la firma de Guani, Uruguay fuera uno de los poquísimos países que aprobara la Declaración Balfour emitida por la cancillería británica. cuando el Reino Unido, ejerciendo un derecho de disponibilidad territorial que provenía de su condición de estado victorioso de la llamada Primera Guerra Mundial, le otorgara al movimiento sionista “un hogar judío” en Palestina.
En Guani, como acabamos de ver en Brum, es patente una suerte de optimismo acrítico respecto de, por ejemplo América Latina. Así estampa la colonización europea del “Nuevo Continente”: “[…] haría surgir un grupo internacional fundado tan solo en los sentimientos uniformes más puros de libertad y de democracia colectivos. […] con la intención de establecer sistemas políticos definidos y distintos de las instituciones seculares del viejo mundo.” [10] En otro capítulo de la misma obra, “Participación de la América Latina en la Sociedad de las Naciones”, criticando “fuerzas hostiles” como “el nacionalismo, el comunismo y el militarismo” nos “tranquiliza afirmando que ninguna de tales fuerzas “han podido llegar a manifestarse hasta ahora en ningún país latinoamericano. No hay que temer, por lo tanto, que esas causas de disgregación internacional u otras parecidas puedan oponerse en el futuro al mantenimiento y desarrollo de las ideas y de los sentimientos de solidaridad continental que nos unen y que representan hoy las más sólidas garantías de seguridad y paz en América.” (ibíd., p. 304)
En el terreno político internacional, a los ojos de Brum o de Guani, nos movemos en el mejor de los mundos.
En San Remo, Italia, en 1920 los estados victoriosos −Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón− proceden al reparto de los territorios arrebatados a las naciones derrotadas y en medio de esta “redistribución”, ratifican la Declaración Balfour (de 1917) mediante una resolución que “algunos califican como la ‘Carta Magna’ de Israel” (Wikipedia). La Sociedad de las Naciones establece entonces un corpus legal para la administración del territorio palestino por parte de Gran Bretaña.
El fundamento subyacente está, como sostiene Viviane Forrester −ella también judía− ‘en la lógica colonial implícita en la idea de que las grandes potencias pueden disponer de las tierras de otros pueblos, resolver el traslado de poblaciones enteras, crear estados en sus territorios y determinar el carácter étnico de esos estados.’ [11]
América Latina: escamoteando y negando las Américas afro e india
Espero haber mostrado que la relación de EE.UU. con Uruguay ha sido peculiar a lo largo de la historia moderna [12] y veremos cómo la red satelitaria fructifica aun sin la corta distancia de otras entidades satelitarias respecto de EE.UU., como en el caso guatemalteco.
Elemento común de las élites uruguaya y guatemalteca: ni al equipo ‘socialista espiritual’ de Guatemala ni al ‘progresista’ del Uruguay le interesa la cuestión indígena.[13]
Como pasa generalmente entre unidades políticas con perfiles propios, la realidad es mucho más compleja, y junto a la relación que denominé “satelitaria” coexisten elementos francamente contradictorios. En Uruguay, simultáneamente a la identificación política del batllismo con EE.UU., y su enorme trascendencia para la historia “nacional”, coexiste una tendencia como la liderada por Carlos Quijano,[14] originaria del Partido Nacional (que resultará en las décadas por venir cofundadora del Frente Amplio), que en los ’20 se fue forjando intensamente antiimperialista y particularmente antinorteamericana. Como para “complejizarlo todo un poco más”, cabe acotar que Quijano y Marcha serán a la vez fuertes defensores del gobierno de Guatemala del paréntesis democrático, 1944-1954.[15]
Con esta constelación “política de entrecasa“, que estamos describiendo para Uruguay, así como la que hemos verificado para Guatemala, estas “naciones del Nuevo Continente” pasan a revistar, junto con Perú, en la UNSCOP y serán decisivos dentro de la ONU, por su ubicación en la órbita norteamericana, para la constitución del Estado de Israel.
Enrique Rodríguez Fabregat: oriental (del Uruguay), occidental (de Occidente)
El caso uruguayo hay que rastrearlo más atrás en el tiempo que el de la corta vida de UNSCOP donde Enrique Rodríguez Fabregat desempeñara un papel clave.
La intensa labor llevada a cabo por Rodríguez Fabregat necesita un desglose que con el “diario del lunes” es elemental y básico, pero que seguramente en los ’40, era mucho más difícil de abordar, entender, asumir.
Rodríguez Fabregat unificó con la fuerza de su pasión, con su compromiso vital, con toda su energía la defensa de los judíos perseguidos, maltratados y asesinados por el nazismo con la defensa del estado sionista. Creyó, no sólo en la década del ’40 sino posteriormente, que el EdI y un refugio para los judíos perseguidos eran sinónimos.
Algo históricamente equivocado y aprovechado falazmente por el sionismo. Es muy claro que se trata de dos cuestiones totalmente diferenciadas. Razones o indicios para darse cuenta sobran: el sionismo surge en el s. XIX, cuando no había ni siquiera proyecto nazi sobre el planeta.
Son legión los judíos, rabinos entre ellos, que a fines del siglo XIX condenaron al sionismo por antijudío.[16]
Las complejidades políticas entrecruzaron las cartas; el sionismo adquiere fuerza ante la persecución a judíos que en la década del ’80 del s. XIX las fuerzas más reaccionarias del zarismo acometieron contra los guetos. Y episodios de persecución y discriminación como el famoso “affaire Dreyfus” en el cambio de siglos, también abonaban la opción sionista.
Significativamente en el mismo año, 1897, se desarrolla el Primer Congreso Mundial sionista en Basilea, Suiza, y el congreso fundacional del BUND –movimiento socialista judío prescindente de toda religión−en Vilna, Lituania, por entonces Polonia. Dos posiciones opuestas de sectores judíos.
Hubo luchadores judíos, como el bundista Marek Edelman,[17] que se negaron a visitar Israel cuando la cúpula sionista pretendió presentarlo como héroe sobreviviente del Gueto de Varsovia. El sionismo que a comienzos del s. XX no tenía más del 10% de adeptos entre los judíos termina el siglo XX con una inmensa mayoría de judíos sionistas, y con una “extra”; corrientes de apoyo a lsrael incluso antisemitas, pero filosionistas.
Lo que hace más patética la creencia de Rodríguez Fabregat es no tanto la confusión de dos problemas en uno, sino la posición de los mismos sionistas respecto del atroz destino de los judíos perseguidos por el nazismo.
A todo lo largo de la década del ’30, cuando ya la represión nazi había empezado a hacer estragos entre los judíos, los sionistas seguían apostando a la inmigración colonialista hacia Palestina, ejerciendo un tibio apoyo a las víctimas judías del nazismo. No era su problema. La estrategia del mismísimo David Ben Gurion es ilustrativa al respecto, como figura clave en la fundación del EdI. Su actitud era de atender de manera deliberadamente secundaria las persecuciones nazis a los judíos y apostar de modo principal a la colonización de Israel. El sionismo llegó a valerse del mismo nazismo para esos fines. Algo totalmente racional: durante prácticamente toda la década del ’30, incluso cuando la represión se hizo asesina, como con la Noche de los Cristales Rotos (1938), los nazis tenían como política principal la expulsión de los judíos de Alemania. Que coincidía con la política sionista de abandonar Alemania para colonizar Palestina.[18] En los comienzos del Tercer Reich hubo incluso acuerdos comerciales y monetarios para que los sionistas vendieran en el Cercano Oriente mercancías de la Alemania nazi reembolsando así los bienes que el nazismo no les permitía sacar fuera de Alemania como fortunas personales (este convenio tuvo un nombre; Háavarah).
Es llamativo que personas tan democráticas como Rodríguez Fabregat no hayan reparado en los argumentos de carácter democrático, del abogado palestino, jerosolimitano, Henri Cattan que mantuviera entrevistas con miembros de UNSCOP representando al Alto Comité Árabe.
Cattan les explicó que el mandato británico para Palestina carecía de valor legal desde que la Sociedad de las Naciones que lo había otorgado había caducado.
Aclaró que la Declaración Balfour (1917) se contradecía con otras promesas otorgadas a los árabes, lo cual ponía en negro sobre blanco el papel dúplice del British Empire procurando endulzar a tirios y troyanos prometiendo más de lo que pensaban otorgar. Cattan agregó algo todavía más sustantivo y sustancial: “[…] que la Declaración Balfour fue hecha sin el consentimiento, por no decir el conocimiento del pueblo más directamente afectado por ella; cuando consideramos que es contraria a los principios de soberanía nacional y democracia y también a los principios enunciados por la Carta de la ONU, cuando consideramos que era incompatible con promesas hechas a los árabes antes y después de ella, tenemos la seguridad de que el deber de UNSCOP será investigar la legalidad, validez y ética de este documento.” [19]
En su abordaje, Cattan aclaró que el reclamo sionista de la tierra palestina se basa en que hace unos dos mil años, los judíos habrían tenido allí un reino. “Si este documento se tomara como base para determinar cuestiones internacionales, ocurriría una dislocación mundial de enorme magnitud.” Con lo cual, Cattan mostró el peligro de encarar semejante método de asignación de territorios. Observe el paciente lector que no estamos hablando de dos siglos atrás, que ya sería altamente problemático, sino de dos milenios atrás…
Cattan mostró enorme lucidez e independencia de criterio: aun luego de acabada la 2GM y con el devastador panorama a la vista de asesinados, internados, desplazados, de millones de seres humanos, atreviéndose a sostener que: “Palestina no tenía nada que ver con los desplazados judíos que andaban por Europa.” (ibíd.)
Una discriminación conceptual que, por ejemplo, nuestro representante en la ONU, Rodríguez Fabregat, no fue capaz de captar (lo mismo le pasó a Jorge García Granados; véase “ONU-UNSCOP-I, y me temo que a varios de los “unscopianos”).
Nuestro embajador plenipotenciario del Uruguay ante la ONU se sintió llamado a un sitial sin precedentes, a una actuación sin parangón histórico, en 1947: “Las Naciones Unidas están viviendo su prueba […] Antes en la historia, en los siglos que fueron se procedía de otra manera: otros eran los caminos y otro el objetivo inmediato […] ya no se reúnen las naciones, ya no se congrega la Asamblea General de las Naciones Unidas para proceder a nuevos repartos sobre el antiguo mapa colonial del mundo, se reúnen hoy para colocar en su verdadero término […] los principios fundamentales de la soberanía social.” [20] La cita procura hacernos creer que todo es nuevo y bueno, que los poderes de antaño han sido abolidos… es Rodríguez Fabregat quien hace esta descripción del inminente descuartizamiento del territorio palestino.
Ha logrado ponerse a resguardo (anímica y políticamente) para imaginar que ellos ahora, la ONU, podía violar, burlar, escamotear. Santificados vaya uno a saber por cual seguro moral. Una vez más, con el diario del lunes, vemos qué autoestafa estaba nuestro primer representante en la ONU cometiendo.
Es una necesidad psíquica de los que resuelven situaciones sentir que lo han hecho merecida, incorruptible, objetiva, justicieramente. Es un deber intelectual ineludible verificar en cuánto han acertado y en cuánto no. Indudablemente la segunda posguerra funcionó como una máquina ideológica de altísima velocidad, como ya observaremos con el concepto de racismo.
En su trabajo, Perazza describe el proceso vivido en la ONU con la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947: “De este modo, finalizaba un engorroso y delicado proceso, que desembocaba en la partición de Palestina, que fue aceptada por los judíos (con la consecuente creación del Estado de Israel) y rechazada, dura y unánimemente, por los Estados árabes.” Y por los palestinos, habría que agregar, convidados de piedra.
Las gestiones de la ONU fueron mucho más lejos que mantener a los palestinos como convidados de piedra. So pretexto de crear una comisión que analizara los pros y los contras de sionistas y palestinos en el diferendo territorial, los delegados designados (fundamentalmente bajo la guía del líder mundial de la posguerra, EE.UU.) venían a homologar lo que se gestaba entre bambalinas.
La UNSCOP decidió una reunión clandestina en Palestina con Begin, jefe del sionismo fascista. Había un detalle que cuidar: Begin era un perseguido por la justicia británica a causa de los numerosos actos terroristas de su agrupación; esos contactos de UNSCOP debían mantenerse en secreto.
“La segunda reunión se produjo con los miembros latinoamericanos del UNSCOP: el doctor guatemalteco García Granados y el profesor uruguayo Fabregat.
Según Begin, fue todavía más cordial que la primera y después de su celebración provocó ‘un segundo escándalo internacional’. Esto último se produjo porque, en palabras del jefe del Irgún, ‘Fabregat y García Granados eran, en cierto sentido, camaradas nuestros. […] García Granados estaba evidentemente predispuesto a favor de la lucha hebrea de liberación […]. También Fabregat era amigo natural de nuestra causa”. Begin intentó aprovechar políticamente esta circunstancia: ‘Sostuvimos un debate político con García Granados. Yo traté de convencerle de que él y Fabregat, como amigos de nuestro pueblo, debían pedir no solo la liquidación del mandato británico […] sino también que todo el país se convirtiese en un Estado judío”.
No obstante, acceder a la petición no era sencillo: “García Granados respondió que no podía prometernos hacer lo que le pedíamos […]. Además, dijo con una sonrisa: ‘Resultaría extraño que Fabregat y yo pidiésemos más que el señor Shertok’.” [21]
Queda claro que ni García Granados ni Rodríguez Fabregat estaban dedicados a buscar la mejor solución posible para-todas-las-partes puesto que veían como valiosa, únicamente, la “parte” sionista, judeosionista.
El sesgo sionista y el desconocimiento y la reluctancia a lo árabe llega a tanto en la UNSCOP que llegan a confundir la rebelión o intifada de 1936 en Palestina con el antisemitismo de origen europeo. “[…] los incidentes acaecidos en 1936 hicieron que se extendiese la ‘campaña árabe de terrorismo’. Esta afirmación puede resultar llamativa si no se aportan más datos, ya que la autoría de la práctica totalidad de los atentados entre 1936 y 1939 (ataques deliberados a población civil con métodos como bombas en lugares de masificación pública o coches-bomba) fueron llevados a cabo por el Irgún. En el Yishuv, el número total de víctimas mortales durante la Gran Insurrección estuvo entre 174 y 300, mientras que del lado palestino su número ascendió a unas 5000.” [22]
Confundir la resistencia a la implantación sionista con los arrebatos antisemitas que se vivieron tantas veces en Europa, donde prácticamente eran los judíos los que ”ponían” las víctimas revela que Rodríguez Fabregat y García Granados habían empezado a ver con los ojos de las “víctimas perpetuas” ajenas a toda responsabilidad.
Veamos, sucintamente, a un investigador sueco, Per Gahrton, que nos brinda cifras que entendemos elocuentes: “En los primeros seis meses [de 1936] fueron matados 35 británicos, 89 judíos y por lo menos 195 árabes (aunque algunas fuentes llevan ese número a 500). […] En 1937 recrudeció y los judíos pasaron al ataque, lo que se percibe en los muertos: en 1938 se registran 1100 muertos “rebeldes” más unos 500 palestinos muertos civiles [población común, no armada], 300 judíos y 70 británicos.” [23] La diferencia con los pogromos de la Rusia zarista o la Noche de los Cristales –y las atrocidades en tales episodios cometidas− salta a la vista con la mera estimación de víctimas.
Y un detalle complementario: palestinos mataban judíos y británicos; judíos mataban palestinos; británicos mataban palestinos, pero entre 1936 y 1939 con la rebelión palestina en curso, británicos y sionistas no se mataban entre sí, antes bien, constituían el mismo bando; el del colonizador, el del opresor. Que poco después, apenas terminada la 2GM y con el nazismo hecho añicos, los sionistas, que durante la guerra incluso habían revistado dentro del ejército británico, iniciaran una campaña terrorista contra Gran Bretaña, visualizada ahora (pese a tener el aval de la flamante ONU) como “ocupante” de Palestina, es otra historia. En rigor, lo que reclamaban los sionistas era el rápido abandono de la presa colonial que consideraban ahora fruta madura para sí.
Círculo de tiza
Hay que tener en cuenta que el sionismo aspiraba a ocupar la Palestina entera, que era incluso mayor que lo que se definía como Palestina bajo mandado británico (abarcaba territorio sirio y jordano, por ejemplo). Pero que tácticamente aceptó la partición como paso intermedio para la consecución de sus fines.
Ante la resolución de la ONU –que no podía ser más que una recomendación, pero que se tendió a visualizar como un úcase resolutivo− la actitud de “las partes” me hace acordar el dilema de “el círculo de tiza”, relato chino de Li Xingdao que Bertolt Brecht actualizara: de las dos pretendidas madres, la que llega a estar dispuesta a tirar del bebé hasta partirlo se revela como quien menos lo quiere; la que acepta no quedarse con él antes que lastimarlo, es quien realmente lo quiere. Indudablemente la ONU carecía de la sabiduría que despliega el juez de la leyenda. O mejor dicho, se valía de otros elementos para tener en cuenta.
Un detalle que revela la diferencia en la relación con la tierra entre árabes palestinos y judíos sionistas es que los palestinos siempre reclamaron lo mismo: quedarse a vivir en la tierra que los acogía desde hacía miles de años. El sionismo, en cambio, fue cambiando de estrategia y por lo tanto de miras, de acuerdo con sus evaluaciones tácticas. Por ejemplo, luego que el gobierno británico emitiera su bula geopolítica reconociendo derechos a un hogar judío, concepto distinto a “estado judío”, los sionistas habían aceptado esa entrega o concesión parcial.
Pero antes todavía, en 1918, Nahum Sokolov escribe: “Se ha dicho y todavía se sigue repitiendo obstinadamente por los antisionistas una y otra vez, que el sionismo tiene como objetivo la creación de un estado judío independiente, pero esto es totalmente una falacia. El estado judío nunca formó parte del programa sionista.” [sic] [24]
Por su parte, Chaim Weizman, que fuera primer presidente del Estado de Israel (1948), el 9 julio de 1947, oponiéndose a un posible estado binacional, “defendió las ventajas de la partición” como una solución “definitiva, firme y tangible”.[25] Casi enseguida vimos que no era definitiva ni firme.
El ángulo ciego del “retrovisor” de la ONU
Perazza (ob. cit.) presenta en notas al pie algunas reacciones y comentarios de delegados y representantes árabes y/o musulmanes a mi modo de ver significativas:
“El representante de Irán, señor Adl, expresaba: “¿Qué se nos propone? Se nos propone dividir arbitrariamente un país, sin tener en cuenta la voluntad de la mayoría de sus habitantes, en dos Estados diferentes.” DOC. A/516, p. 608. [26] El representante sirio, emir Arslan, por su parte, concluía: “Jamás un proyecto ha sido más contrario a la lógica ni más contrario a las leyes sociales, políticas y económicas; […] así como por sus complicaciones políticas y administrativas; jamás una proposición ha sido votada con mayor recelo y hasta repugnancia; jamás un proyecto ha sido definido con más propaganda […].” DOC. A/516, p. 613. (ibíd.)
Por su parte, el representante iraquí destacó otro aspecto que obnubiló corazones y lo hizo con apreciable perspectiva histórica: “De manera muy eficaz [los sionistas] explotaron los sufrimientos de las víctimas de Hitler para sus propios fines políticos. Ahora quieren un Estado en una parte de Palestina, más tarde van a quererlo en todo el territorio de Palestina y finalmente pretenderán invadir el resto del mundo árabe”. Documento A/516, p. 634. (ibíd.)
«Y el representante de Líbano, señor Chamoun, avizoraba: “Si se admitiese este precedente, se debería escribir en letras de fuego y sangre sobre la puerta de nuestra Organización que aquí hemos creado un procedimiento tendiente a alentar a las minorías políticas, raciales o religiosas a dividirse; hemos estimulado la transformación de minorías en estados independientes y hemos contribuido de este modo a destruir la estructura política y social de varios estados miembros de nuestra Organización o de otros que todavía no pertenecen a ella”.» DOC. A/516, p. 615. (ibíd.)
No se trataba ciertamente de puntos de vista exclusivos de políticos. En el mundo académico, por ejemplo, muchos compartían los reparos a la política británica primero y luego estadounidense. Hubo una polémica muy instructiva entre dos historiadores; Arnold Toynbee y Solomon Zeitlin, en 1961.[27] Toynbee sostuvo la inconveniencia de otorgar razones o derechos políticos sobre “alegatos de revelaciones divinas”. Y que por lo tanto un “hogar” religioso no puede absorber todas las funciones de una sociedad cualquiera que se pretenda democrática. Y por ello criticó duramente a su país de nacimiento, Gran Bretaña, por ceder al sionismo no un hogar sino un estado. Y que resolver por esa vía la cuestión de la política de exterminio nazi contra los judíos se basa en una carencia de derechos humanos para los palestinos.
Toynbee entendió que dos milenios era demasiado tiempo para validar derechos, como por ejemplo el de retorno que alguna vez efectivamente hayan tenido, por ejemplo judíos en Palestina.
La publicación, judía, se permitió la crítica demoledora de Toynbee asegurándose de réplica en el mismo número: Zeitlin sostuvo que el vínculo judío con “la tierra prometida” era incomparablemente mayor que el del cristianismo y el Islam. Algo totalmente fuera de discusión.
Sostuvo que en Palestina siempre hubo población judía, incluidos los dos milenios con soberanía política de diversos estados (Turquía, Reino Unido). Pero ante esta observación, −correcta de Zeitlin−, habría que volver a la distinción entre hogar y estado. El derecho de los judíos a tener un hogar en Palestina, no significa que tenga que serlo dentro de un estado judío.
Zeitlin arguyó contra el planteo de Toynbee de que a la ONU no le corresponde decidir sobre “los asuntos internos de un país”, sosteniendo que la ONU era heredera de la Sociedad de las Naciones. ¿Pero quién puede sostener que las resoluciones de la Sociedad de las Naciones tuvieran alguna juridicidad cuando provienen del afrentoso Tratado de Versalles y consistieron en una simple repartija territorial (no solo Palestina sino otros territorios retirados de la soberanía de los perdedores, Turquía y Alemania)?
¿Existe acaso una comunidad de destino entre Uruguay e Israel?
En un informe de World Jewish Congress (WJC) titulado “Un ‘paladín vigoroso’:[28] el uruguayo Enrique Rodríguez Fabregat y su apoyo a la causa del Estado de Israel” se afirma que nuestro representante ante la ONU predicaba el respeto a los árabes junto con el secretario de la Agencia Judía para América Latina, Moshe Tov: “respetaban [a] los árabes y trataban en lo posible de tener en cuenta su punto de vista.” [29]
¿Qué podemos decir de estos respetos enunciados por el Congreso Judío Mundial elogiándose a sí mismo? ¿Empalagoso, tautológico?
Sabemos cómo la institucionalidad judía, como el WJC, operó en todo Occidente para llevar agua al molino sionista, haciendo fintas, retrocesos tácticos, pero jamás aceptando que ni siquiera una parcela de ese territorio volviera a alguna población palestina. Sabemos con qué determinación la dirección sionista decidió adueñarse de todo el territorio palestino, en un comienzo mediante tímidas adquisiciones de tierras, pero con el tiempo, imponiendo su poder sobre el disperso campesinado árabe palestino y finalmente, en mayo de 1948, expulsando con violencias varias −violaciones, asesinatos− a los campesinos de sus tierras, tierras que jamás fueron devueltas, ni siquiera en un solo caso.[30]
En el mismo trabajo, procurando una “identificación de destino” entre Israel y Uruguay se comparan los respectivos éxodos, por ejemplo, ignorando olímpicamente que la búsqueda de semejanzas y coincidencias en una cantidad incontable de factores carece de todo criterio de veracidad.
Los paralelismos que se han trazado entre Uruguay e Israel en general esconden analogías que se pueden construir, artificiosamente, y carecen por ello de rigor: se pueden hallar coincidencias o rastros de equivalencias entre las entidades más diversas. ¿Qué hacer con el éxodo de los kalmukos, por ejemplo, o con la Anábasis griega o la Larga Marcha china? ¿Se parecen entre sí o incluso más que entre la leyenda judía y “El Éxodo del Pueblo Oriental”?
Baste pensar en el origen del estado uruguayo, fruto de equilibrios y/o conflictos geopolíticos entre Argentina, Brasil y la potencia imperial dominante entonces, el Reino Unido; y el tan diverso de Israel: curiosa simbiosis entre un movimiento laico (al menos inicialmente laico, como el sionismo) y un fundamentalismo bíblico como documento histórico. Para colmo, esa falsa historicidad le otorga al territorio palestino, a Canaán, a la costa oriental del Mediterráneo, una trascendencia exclusiva, única: “La reivindicación del Gran Rabinato de un Estado judío en Eretz Israel se asentaba principalmente sobre un doble soporte: el religioso y el de supervivencia o ‘refugio étnico’. Se trataba de una narrativa histórica providencialista que hacía hincapié en la utilización de la Biblia como texto histórico y legitimador que identificaba a la religión judía con la nación judía. Para el rabino Isaac Herzog, el primero en declarar ante el comité, la Torá ‘encarnaba nuestra carta nacional fundamental’. De esta forma, siempre según Herzog, la ‘nación judía’ se retrotraía miles de años atrás: ‘Nuestra historia nacional empieza con la redención divina de nuestro pueblo de la esclavitud egipcia’. Mencionó que, como recogen las Sagradas Escrituras, ‘la tierra que estaban pisando se la otorgó Dios a Israel como su posesión perpetua […]’: ‘Y te daré a ti y a tu descendencia la tierra […] toda la tierra de Canaán en perpetua propiedad’.” [31]
Vale la pena aclarar que el “narrador” del pasaje transcrito de Ramos Tolosa, Isaac Herzog, fue el rabino jefe de Palestina desde 1936, prolongando su papel protagónico con la fundación del EdI en 1948 y hasta su muerte, en 1959.
Nada más ajeno a la prosapia material, terrenal, histórica, del origen oriental, nuestro.
Como para subrayar diferencias, así como en Israel ha ido confluyendo cada vez más, la religión, El Libro, la identidad nacional y/o religiosa, en nuestro país un rasgo básico y cada vez más presente es la separación de cualquier iglesia y el estado, y la estructura del Uruguay es así, constitucionalmente laica.
Si de analogías hablamos, la que resulta sí, muy significativa es la extraordinaria fijación a lo bíblico de los primeros norteamericanos europeos, que en 1620 arriban con el Mayflower a lo que hoy es la costa de Massachusetts (a la bahía bautizada como de Plymouth). Unos cien enrolados en el puritanismo[32] que cruzan el Atlántico para ‘fundar la Nueva Jerusalén’. Esa intención me hace pensar que las creencias cristianas protestantes estaban mucho más cerca de la religión judía que el catolicismo que acentuó la llegada del Mesías, su presencia en el mundo y el consiguiente universalismo.
El papel protagónico de Isaasc Herzog como rabino principal de Israel nos muestra una coincidencia que destaca Ramos Tolosa: “el discurso del sionismo religioso era análogo al del sionismo político predominante, el socialsionismo.” Es que ambos hacían referencia a que “el ‘pueblo elegido’, que había ‘preservado sin ningún paralelo sus leyes e instituciones, su lengua y sus tradiciones’, su esperanza de retorno durante más de dieciocho siglos de dispersión’, también había sido el que ‘habría sufrido un martirio sin paralelo en la historia de las naciones’ […] ‘una historia maravillosa y grandiosa de un pueblo único, se tendrá que perder en gigantescos montones de ceniza y en las inmensas fosas comunes de seis millones de judíos, en las que se incluyen un millón doscientos mil niños y lactantes.” [33]
Una vez más se amalgama el movimiento sionista con la devastación de la vida de los judíos bajo el nazismo, cuando, históricamente, se trató de dos asuntos, movimientos, tesis, diferenciadas ¡y solo por momentos complementarias!
¿La redención de una tierra sagrada, beneficia a sus moradores de los últimos milenios?
En 1930 la Corona británica designa a sir John Hope Simpson para que evalúe en Palestina los resultados de los sionistas que la Corona había prohijado en ese “protectorado”.
Se trataba de una evaluación que solo la mentalidad colonialista puede plantearse invocando “la carga del hombre blanco”.
¿Acaso no iba a recibir la población native los beneficios que implicaba el dinamismo sionista a ese lejano territorio? Las “buenas intenciones” de la Declaración Balfour así lo pronosticaban…
El resultado, empero, fue adverso…
“La compra judía de tierras fue la causa de que los palestinos perdieran sus huertas y cultivos, y para siempre, puesto que las reglas del Fondo Judío de Tierras prohibían la venta de tierras a no judíos. Encima, el Fondo Judío de Tierras tenía una cláusula en sus contratos que prohibía a los dueños judíos de tierras, contratar fuerza de trabajo palestina. Este entramado ha contribuido a empobrecer a la sociedad palestina por haber gestado un proletariado urbano y rural desocupado. En otros aspectos Simpson vio asimismo efectos negativos para los palestinos con la inmigración sionista. El motivo de todo ello está en la idea base del sionismo. ’No es posible mirar con simpatía el ensanche de un enclave en Palestina del cual todos los palestinos están excluidos’ resumió Simpson. La presencia sionista en el país no ha desencadenado efectos positivos para un desarrollo social sino que más bien ha funcionado como un freno, tanto económico como psicológico’.” [34]
Volviendo a la cuestión de la apropiación territorial, historiadores judíos como Ilan Pappé han mostrado que “la redención de la tierra” −como designa bíblicamente el sionismo a la apropiación de tierra palestina− no reconoce marchas atrás.
Por eso es instructivo entender cierto palabrerío como el construido para sostener, como se ha hecho muy a menudo, que por ejemplo, Ehud Barak habría estado dispuesto a darle tierras a palestinos y que, como éstos se portaron mal, entonces, los israelíes optaron por no ceder ni un centímetro…
Pero un judío que se odia a sí mismo –como tantos judíos sionistas definen al extraordinario e implacable analista Noam Chomsky− nos da la clave: “Las dos partes se reunieron en Taba, Egipto, en enero de 2001 llegaron muy cerca de un acuerdo, y podrían haberlo hecho en unos pocos días más, dijeron en un comunicado de prensa final. Pero las negociaciones fueron canceladas prematuramente por Ehud Barak.” [35]
Conociendo la línea general, histórica, de los sionistas en Palestina, ¿se puede creer que en algún momento haya habido intención, nada menos que desde la Agencia Judía, de atender las demandas “árabes”, de los palestinos despojados? Parece una ñoñez pretenderlo.
Aquella temprana identificación de Alberto Guani con la Declaración Balfour, que hemos señalado al inicio, que nos revelara la prosapia occidental, europeísta de nuestro país, ya por entonces “la Suiza de América”, permitió tener un oído más receptivo al destino de judíos perseguidos cuando el nazismo. Mientras Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, generalmente con gobiernos militares, tuvieron oídos receptivos para recibir y proteger agrupaciones y figuras fascistas y nazis tras el desbarajuste de la 2GM, Uruguay, civilista, supo ser activo en atender el destino de tantos perseguidos del nazismo, fundamentalmente judíos.[36] Ése ha sido un rasgo que habla a favor de nuestro país; solidaridad con los perseguidos.
No fue, ciertamente, la primera vez. Ni la última. Desde la recepción de communards de París tanto en 1848 como en 1871, de resistencia inicial a la guerra de Argentina y Brasil contra Paraguay, de otra recepción; la de armenios tras la 1GM, de fugitivos de la Guerra Civil y la revolución española de 1936-1939, hasta exiliados de tantas dictaduras latinoamericanas en pleno siglo XX.[37]
Sin embargo, Uruguay no solo se ha caracterizado por cierta sensibilidad ante los perseguidos.[38] También ha defendido métodos incruentos en el concierto internacional y Rodríguez Fabregat ha encarnado un comportamiento marcadamente piadoso ante el maltrato cruel y asesino descargado por el nazismo sobre los judíos.
Por ello, no puede dejar de llamar la atención su afonía total respecto del abuso con el cual el sionismo se instala en Palestina en medio de una campaña terrorista sin atenuantes y valiéndose, por ejemplo a partir de abril y mayo de 1948, de asesinatos a menudo colectivos. Pienso en cientos de miles de desplazados y la ocupación, a veces, con el té todavía humeante en las mesas (en Jaffa, por ejemplo) de las viviendas y los barrios palestinos. Pienso en el asesinato de Folke Bernadotte, también en 1948, enviado de la ONU, porque se atrevió a impugnar la soberbia sionista reclamando derechos para judíos y para árabes no judíos. Pienso en que varios de los grupos sionistas terroristas estaban entrenados en campos cedidos por Mussolini, cerca de Roma.
Claro que el sionismo fascista tenía cierta desventaja, porque Ben Gurion y su ala tenían a buen seguro protegerse desde EE.UU. y no desde Italia, como Menachem Begin y Benzion Netanyahu (secretario de Zeev Jabotinski y padre del actual primer ministro israelí) revelando así mucha mayor perspicacia política.
Pero el sionismo fascista estaba muy activo; es el que más nutría las “noticias” de nuestros cotidianos (El País, El Día) y sus miembros llegaron a tener contacto directo con miembros de UNSCOP, como vimos.
Por otra parte, las pretensiones autocráticas del sionismo siempre estuvieron presentes, como lo advirtiera Bernadotte en su momento.
Y lo revelaba el tendal de muertos. Que al ser árabes no importaran (¿importan ahora?) a la conciencia europea y occidental es otro asunto.
La “dulcificación” ideológica del racismo tras el colapso nazi
Si algo fue derrotado con la 2GM y el colapso nazi fue el racismo expreso, asumido, desvergonzado. Desde 1945, se inaugura una nueva constelación ideológica, con un racismo dulcificado. Las cosas empiezan a nombrarse de otro modo. El racismo, el supremacismo, el imperialismo perviven, pero ya no es de buen tono proclamarlos. Estamos lejos de las ideas dominantes de la derecha norteamericana, tan vigentes en las primeras décadas del siglo XX.
Compárese la atmósfera democrática que irrumpe desde 1945 con este fragmento, apenas anterior en el tiempo: “Dios no nos ha preparado a anglófonos y a los pueblos teutones durante mil años para nada más que ociosa y vana autocontemplación, autoadmiración. ¡No! Nos ha hecho como los organizadores supremos del mundo, para establecer sistemas allí donde reina el caos. Nos ha hecho versados en el arte de gobernar para que administremos el gobierno entre los salvajes y los pueblos seniles. Si no fuera por esta fortaleza, el mundo recaería en la barbarie y la oscuridad. Y de toda nuestra raza ha señalado al pueblo estadounidense como Su nación elegida para dirigir finalmente la regeneración del mundo. Ésta es la misión divina de Estados Unidos.” [39] El autor de esta parrafada fue un “destacado” miembro del Congreso de EE.UU. que expresaba las ideas dominantes del establishment. Pero este estilo de discurso dejó de ser aceptable con el strip-tease del nazismo, a mediados de la década del ’40: ya no “rinde” ser racista, mejor dicho ya no rinde expresarlo abiertamente.
A eso nos referimos con la noción de “dulcificación”.
Lamentablemente, la comprensión política, incluso conceptual, no tuvo la misma altura; confundir por completo lo sionista y lo judío cuando se trata de dos entidades que coinciden pero parcialmente es equivocado, falso, y políticamente nefasto. Baste pensar en quienes son judíos y se niegan al sionismo radicalmente (entre tantos otros, Iakov Rabkin, Noam Chomsky, Gilad Atzmon, Marek Edelman), como quienes son sionistas o ardientes partidarios del sionismo sin siquiera ser judíos (A. Behring Breivik, Jair Bolsonaro, Donald Trump y la cohorte protestante norteamericana que apoya incondicionalmente a Israel).
El a nuestro modo de ver triste papel cumplido por Rodríguez Fabregat y García Giménez los llevó incluso a separarse del resto de la UNSCOP, cuando sus miembros, con un mínimo de sentido común, advirtieron que “fuese cual fuere la solución a la cuestión de Palestina, no podría entenderse como una solución general al ‘problema judío’. Con ese deslinde, el resto de los designados para la UNSCOP daban por descontado la existencia de dos cuestiones, dos asuntos, dos problemas; el de la persecución a los judíos y el antisemitismo por un lado y las tesis sionistas por otro.
Los delegados uruguayo y guatemalteco se aferraron a la confusión de ambos aspectos considerándolos uno solo, y necesariamente, en consecuencia, resolviéndolos a la vez.
Esta falta de discriminación coincide totalmente con la penosa confusión de García Giménez que recordáramos de su libro, de no distinguir nunca entre judeidad y sionismo.
El sesgo prosionista llegó a ser tan pronunciado que impregnó hasta los métodos de trabajo, perdiendo toda ecuanimidad y la honestidad más elemental.
Transcribo in extenso el pasaje de la investigación que llevó adelante Jorge Ramos Tolosa, con su tesis doctoral, ya citada: “¿Las Naciones Unidas no son nada?…”: “Se trataba del viaje que algunos miembros del comité realizaron la segunda semana de agosto por distintos campos de desplazados de Alemania y Austria.718 Cuatro comisionados se opusieron a que la UNSCOP realizase estas visitas, pero prevaleció la opinión de los seis que votaron a favor.719 El propósito fundamental del viaje era conocer las actitudes de los refugiados judíos respecto a la emigración a Palestina. La insistencia sionista de ligar las víctimas judías del nazismo con un estado judío en Palestina tuvo su efecto, y de nuevo volvió al primer plano la condición de víctima de la comunidad judía y el sentimiento de culpa
internacional. En los campos, los comisionados se sintieron sobrecogidos al escuchar distintos testimonios de los supervivientes judíos. A pesar de que un gran número de éstos querían emigrar a Estados Unidos, dos enviados de la Agencia Judía ya se habían encargado de coordinar que los miembros del UNSCOP solo pudiesen escuchar a personas que pretendían viajar a Palestina, evitando de este modo los ‘testigos indeseables’. Así, en la UNSCOP asumieron de forma definitiva el ‘deseo abrumador de emigrar a Palestina’ que tenían los refugiados judíos.720.” [los números intercalados son de las llamadas del texto].
Ramos Tolosa nos muestra el papel inescrupuloso de la Agencia Judía y otorga el de incautos a los comisionados, ganados por la confianza y el reconocimiento “internacional”; creían ser los jueces de una situación y eran los instrumentos de determinadas políticas…
Hay que destacar, empero, que algunos comisionados de la UNSCOP se negaron a hacer las visitas aquí presentadas; no conocemos su testimonio pero parece evidente que no deseaban mezclar la cuestión palestino-sionista con la tragedia judía descargada por el nazismo.
Epílogo
Este abordaje se limita a la historia del momento de la fundación del Estado de Israel y el papel entonces cumplido por nuestro país en la flamante ONU. Y constituye así un segundo capítulo respecto del análisis que hiciéramos sobre el papel de la representación guatemalteca en el mismo acontecimiento.
Quede para una tercera entrega, conocer los frutos de la relación Israel-Uruguay en nuestro presente.
Parte I ONU, UNSCOP, padres putativos de Israel – I
notas:
[1] Cit. p. Nur Masalha, Expulsión de los palestinos, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2018.
[2] “Los judíos en Palestina”, semanario Harijan (fundado por M. Gandhi), 1938.
[3] “ONU, UNSCOP, padres putativos de Israel–I”, 4 nov. 2018.
[4] Cit. p. Isabel Clemente, ponencia presentada al simposio “Los asuntos internacionales en América Latina y el Caribe. Historia y Teoría. Problemas a dos siglos de la emancipación”, Stgo. de Chile, 2010.
[5] Curso de Derecho Internacional Público [1921], editado como “La Doctrina de Monroe”, Publicaciones de Jurisprudencia Uruguaya, Montevideo, 1930. Cit. p. Clemente, “Los asuntos… ob. cit.
[6] Refutación a la conferencia pronunciada por el presidente de la República O. del Uruguay Dr. Baltasar Brum en la Facultad de Derecho de Montevideo, Librería J. Menéndez Ed., Buenos Aires, 1920. Cit. p. Clemente, “Los asuntos”…, ob. cit.
[7] Carlos Machado, Historia de los orientales, EBO, Montevideo, 1972, p. 286.
[8] Carlos Machado en Historia de los…, ob. cit., p. 287, documenta un episodio a mi modo de ver ilustrativo de esa relación de pleitesía hacia EE.UU.: “en 1914 una flota estadounidense incursiona primero en Tampico y luego con un desembarco militar en regla en Veracruz (a más de 500 km. de distancia) −donde incautan la recaudación aduanera, unos 8 millones de dólares− se instalan en lo que resultó una ocupación militar de varios meses. El intervencionismo estadounidense habría obedecido a debilitar el gobierno mexicano de entonces (Victoriano Huerta) y favorecer a un candidato opositor, que resultó finalmente victorioso, Venustiano Carranza. La intromisión fue cruenta porque hubo una defensa del territorio no sólo militar sino también civil. En el resto del continente se condenó esa enésima inva-sión. En Uruguay, por ejemplo, se convocó a una manifestación de la que participaron el ensayista arielino J. E. Rodó, el escritor Fernán Silva Valdés, la federación estudiantil que con el tiempo se conver-tirá en la FEUU, el Partido Nacional, el Centro Internacional (anarquista) y hasta invitados de allende el Plata, como Manuel Ugarte. La manifestación se dirigió a la legación estadounidense a donde no pudo llegar porque una carga policial de caballería lo impidió con un saldo de una cincuentena de heridos.”
”Y bien: al día siguiente, el canciller de Batlle (en su segunda presidencia) “presentó las excusas gubernamentales a la legación [estadounidense] por los mueras a EE.UU. formulados por los manifestantes.” Tal gesto de obsecuencia no es fácil de rastrear en otros sitios.
[9] Isabel Clemente citando a Brum, ponencia presentada al simposio “Los Asuntos…, ob. cit.
[10] La solidaridad internacional de América, Claudio García Ed., Montevideo, 1942, p. 8.
[11] El crimen occidental, FCE, México, 2008, p. 65.
[12] A lo cual cabe agregar relaciones harto significativas que se remontan al tiempo de la independencia criolla de España. Artigas toma su confederalismo, por ejemplo, de pensadores y políticos prominentes en la fundación de la entidad estadounidense.
[13] Lo que diferencia enormemente los cuadros de situación respectivos es que en Guatemala los mayas constituían una mayoría considerable de la población y en Uruguay, los charrúas y otras etnias aun menores, constituían una porción poblacionalmente muy pero muy minoritaria de la población.
[14] Agrupación Nacionalista Demócrata Social (ANDS).
[15] El fuerte antinorteamericanismo de Quijano coexiste con el nulo interés por la cuestión indígena. No es una disculpa, pero indudablemente resulta mucho más grave la ajenidad ante dicha cuestión en Guatemala con mayoría de población maya que en Uruguay, donde el colonialismo se implantara con el mismo empuje racista que en el resto de las Américas, pero con población aborigen dispersa y escasa, y aunque arrinconada y asesinada como en el resto del continente, esa problemática logró invisibilizarse más y más rápidamente (al punto que en la actualidad perviven más rasgos afros en la población, resultado del “comercio” de esclavos desplegado por el colonialismo europeo, que amerindios).
[16] Moritz Güdemann, rabino vienés, Hermann Adler, rabino londinense, entre otros. Michael Prior, “El Estado de Israel y Jerusalén en el diálogo judeo-cristiano: un monólogo a dos voces”, Holy Land Studies, vol. I, nro. 2, Edinburgo, trad. y edición, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2006.
[17] Sobreviviente del levantamiento del Gueto de Varsovia, 1943 y del levantamiento de Varsovia, 1944.
[18] Un juego de salón, “Juego de la oca”, muy popular en 1938 en Alemania, consistía en una plancha de cartón donde figuraba una ciudad y sus calles en que se trataba de atrapar tantos judíos como era posible. El destino era “expulsarlos hacia Palestina”. El juego se llamaba “¡Judíos afuera!” Los dictámenes de la derecha alemana no repugnaban al sionismo porque veían lo coincidente.
[19] Jorge García Granados, Así nació Israel, Biblioteca Oriente, Buenos Aires, 1949. Bueno es reparar que JGG presenta con honestidad intelectual las razones de Henri Cattan, con las que ni el autor del libro ni la mayoría de UNSCOP acordaran.
[20] Federico Perazza, “Uruguay y el conflicto en Medio Oriente”, Revista Mexicana de Política Exterior, 2007-2008, transcribiendo texto de la sesión plenaria de la Asamblea General de la ONU, 26 nov. 1947.
[21] Ramos Tolosa, Jorge, ¿Las Naciones Unidas no son nada? Pablo de Azcárate y el fracaso de la ONU en Palestina (1947-1952), Universidad de Valencia, tesis doctoral, s/f. La cita referencia a Shertok y su exigencia territorial puesto que es uno de los dirigentes sionistas de mayor peso.
[22] Ibíd.
[23] Palestinas Frihetskamp, Carlsson Bokförlag, Estocolmo, 2008.
[24] History of Zionism, 1600-1918, vol. I., Longmans Green, Londres, 1919, p. XXIV.
[25] Cit. p. Arno Mayer, “El arado y la espada”, pp. 281-282.
[26] “Uruguay y el conflicto en Medio…”, ob. cit.
[27] The Jewish Quarterly Review, vol. 52, nro. 1, jul., 1961: Arnold Toynbee, “Jewish Rights in Palestine”, pp. 1-11; Solomon Zeitlin, “Jewish Rights in Eretz Israel (Palestine)”, pp. 12-34.
[28] El canon literario nos habla siempre de “el corcel vigoroso”; “el paladín justiciero”. La originalidad literaria de este título nos lleva por otros cauces… nos preguntamos si fue un desliz literario o si nos está señalando a un centauro…
[29] World Jewish Congress, 2008-2018. Presentación del Congreso Judío Latinoamericano (el texto que tiene el lector entre manos termina con un ejemplo del mentado respeto de la Agencia Judía a los palestinos… y a la ONU).
[30] Hay relatos escalofriantes de lo que sobreviene con la Nakba. La pérdida de la tierra, la vivienda, los cultivos, fue tan repentina que los campesinos, implantados milenariamente en “sus” tierras, no podían absorberlo, admitirlo. En las semanas subsiguientes, una vez mal instalados en algún refugio, campesinos despojados, con sus aperos de labranza, se acercaban sigilosamente en las noches a sus campos para proseguir los cuidados interrumpidos. Hay relatos de israelíes que entonces oficiaban de guardias que advertían estos movimientos y sencillamente “jugaban al blanco” con los campesinos que procuraban llegar a sus cultivos, y risueñamente los mataban, a sangre fría. Algunos de estos jóvenes sionistas en los ’40, con las décadas, han devenido viejos y han recapacitado sobre su comportamiento de entonces. Con todas las gradaciones posibles; desde quienes reafirman lo que hicieron, orgullosos de su fe, hasta los que no saben cómo resolver el remordimiento que sienten (de testimonios orales).
[31] Ramos Tolosa, Jorge, ¿Las Naciones Unidas no…, ob. cit.
[32] Podríamos considerarlo una escisión del calvinismo que es a su vez una expresión de purismo respecto de otros credos protestantes, como el luteranismo o el anglicanismo.
[33] Ramos Tolosa, ob. cit.
[34] Per Gahrton, Palestinas… ob. cit., p. 95.
[35] “Exterminad a todas las bestias”, Znet, 27/1/2009.
[36] El caso argentino complejiza el párrafo descrito, y hasta cierto punto, los de Brasil y Chile también. La primera presidencia de Perón, por ejemplo, acogió a miles de ustachas croatas, pero simultáneamente el tejido social argentino incorporó a miles de refugiados y fugitivos judíos, en muchos casos admitidos incluso oficialmente. En Argentina había población judía desde antes.
[37] Hay en este honrosa lista de solidaridades una sombra; la glorificación de asesinos de población civil argentina, en 1955. Más allá del problemático valor del peronismo, en Uruguay, su mayoría política optó por el apoyo a su oposición; el espectro archiconservador de la derecha argentina, ofendida y “a muerte” por la aparición con Perón de derechos para el pobrerío. Tan “a muerte”, que los militares que no trepidaron en ametrallar población civil y matar a centenares, encontraron refugio en nuestro país.
[38] El tejido social del país ha sido suficientemente laxo como para que también fugitivos nazis encontraran aquí un refugio, clandestino.
[39] Albert J. Beveridge, “In Support of an American Empire”. pp. 336-345 en The Annals of America. 21 vols., vol. 12, 1895-1904. Senador norteamericano. Cit. p. César Vásquez Bazán, “Supremacía estadounidense e inferioridad latinoamericana: religión y raza en la formación de dos ideologías complementarias”, 15 ene 2012, https://cavb.blogspot.com/2011/12/inferioridad-latinoamericana-y.html.