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Categoría: Centro / periferia

¿Amor a la verdad o apego a la organización?

Publicada el 15/01/2016 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández.

Ya es proverbial que la participación de Cascos Azules u otras fuerzas de intervención de la ONU no resuelve los problemas de las naciones así “asistidas”, aunque suele ser sí de enorme provecho para las naciones intervinientes con dichos destacamentos.
Tenemos un ejemplo patético con la MINUSTAH en Haití, que de hecho ha funcionado como tapadera para la geopolítica caribeña de EE.UU. y donde los estados intervinientes ─en lugar primordial los del Cono Sur americano─ han aceptado con enorme interés la tarea asignada.
En el caso de Uruguay, sabemos positivamente que los destacamentos enviados cobran viáticos y sobresueldos incomparablemente mejores a los que cobran los militares “en casa”. Se sabe además que tienen sus “extras” asentándose en poblaciones inermes y empobrecidas, como suele ser la compra de sexo mediante algún mendrugo, cuando no directamente la apropiación de sexo por la sola voluntad de estos ejércitos de ocupación…
Los daños que provocan las fuerzas de la ONU exceden los abusos señalados; desde la vergüenza de entregar Srebrenica en Bosnia sin luchar (con el resultado de miles de bosnios musulmanes asesinados y miles de bosnias violadas) hasta el descuido más elemental de normas de higiene como cuando las tropas nepalesas de la MINUSTAH llevaron ─claro que suponemos que involuntariamente─ el cólera a Haití. Debido a las limitadísimas condiciones sanitarias del país ─devastado hace pocos años por un terremoto estremecedor─ la plaga traída por la ONU le ha arrebatado la vida a por lo menos ocho mil haitianos y entre los contagiados se cuentan cientos de venezolanos que han asistido al país e innumerables dominicanos afectados por la vecindad.
No sólo con cólera invade la ONU algunos países; también han traído otras enfermedades, sobre todo de transmisión sexual.
La República Centroafricana, uno de los estados más empobrecidos del planeta, fruto directo del colonialismo depredador sufrido por el continente africano durante podríamos decir que toda la modernidad occidental, desangrado en intereses sectoriales o no, pero casi siempre ajenos, fue anfitrión forzado de tropas francesas. Francia decidió intervenir en su excolonia en 2013 cuando un golpe de estado musulmán derribó el gobierno de perfil cristiano, ahondando el conflicto entre ambos bandos o creencias o vaya a saber qué intereses escudados en tales fachadas religiosas, pero de tal enverga-dura que se estima que en una población total de unos 5 o 6 millones de habitantes cerca de medio millón abandonaron sus viviendas y lugares de residencia… por el terror.
Hollande obtuvo de la ONU “el permiso” para intervenir en su patio trasero.
Y bien: luego de dos años con las tropas francesas “pacificando” el país ─que sigue tan inseguro como antes─ Anders Kompass, oficial principal de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU recibió informes de trabajadores de campo acerca de las actuaciones de los “defensores de derechos humanos” en la devastada República Centroafricana. Anders Kompass, sueco, con tres décadas abocado a este tipo de control itinerante y con una foja de servicios impecable, verifica la existencia de una serie de aberraciones ─sodomización de niños, sobre todo huérfanos, de 8 a 13 años a manos de las tropas francesas, es decir de la culta, occidental y democrática Francia─ y ante la inopia de meses dentro del ámbito de la ONU, efectúa la denuncia a la policía francesa contra 14 militares, franceses, acusados de las referidas prácticas.
Vale la pena precisar que en el orden jurídico impuesto en la vejada República Centroafricana la policía francesa tiene jurisdicción, con lo cual Kompass a la vez que rompía el internismo encubridor, mantuvo “la legalidad” que la ONU proclama.
La reacción del aparato administrativo de la ONU no se hizo esperar. En marzo de 2015 una serie de burócratas del entorno de Ban Ki-moon, entre los que revistaba la actual canciller argentina Susana Malcorra, entonces jefa del departamento, descalificaron el informe de Kompass porque “violó los protocolos estrictos sobre la transmisión de información confidencial del organismo internacional a autoridades externas“. 1
La burocracia de ONU no perdona “que se ventilen los trapos al sol”. “Lealtad” institucional asegura impunidad. Kompass pertenece a esa estirpe de humanos, como Aristóteles en tiempos clásicos 2 o Mordejai Vanunu contra la manipulación sionista, o Edward Snowden ante el Gran Hermano, que optan por la verdad desnuda ante que el ocultamiento vestido.
Como titulara Gunilla von Hall en un cotidiano sueco: “Hay algo podrido con las operaciones de paz de la ONU”. 3
A Kompass se le pidió entonces la renuncia, a la que el sueco, con dignidad, se negó. Pero “el pecado” había sido mayor y fue entonces cesanteado. 4
En mayo de 2015, en medio de una tormenta mediática las autoridades de la ONU que habían estado ignorando la denuncia de Kompass, sufrieron un revés significativo; el secretario general Ban Ki-moon no tuvo más remedio que “designar un panel independiente para investigar el asunto”. 5
Y ese panel ha sido categórico, restaurando de Anders Kompass su credibilidad, sosteniendo públicamente que Kompass actuó correctamente. El vocero de dicho panel, el juez Thomas Laker, afirmó que la suspensión y virtual despido de Kompass fue «prima facie ilegal». Kompass comentó: “Me condenaron al silencio en tanto controlaron con empeño y saña mi actuación, ensuciaron con rumores mi reputación y destruyeron mi trabajo”. 6  Quedó establecido todo un largo procedimiento para restaurar a Kompass en sus atribuciones mediante un examen ya no sumario ni perentorio de lo actuado. Y a partir de dicho informe las cabezas que han empezado a rodar han sido la de quienes habían condenado a Kompass.

En general se sobreentiende que los altos cargos de la ONU revelan la mucha suerte de sus titulares. Ejecutivos y triunfadores profesionales. Atornillados a sus sillas, mejor dicho sillones. A veces, sin embargo, se da vuelta la taba: Susana Malcorra “ascendida” al rango de canciller de la Republica Argentina, apenas a comienzos de diciembre de 2015, recibe una semana, diez días después, el chapuzón de agua helada de la reposición de Anders Kompass cesanteado por ella, y, al mismo tiempo, cae sobre los “liquidadores” de Kompass de comienzos de 2015, un fuerte cuestionamiento que está incluyendo renuncias. Ya se conocieron las de Babacar Gaye y Flavia Pansieri ─renunciantes o renunciados─ y desde los márgenes del Río de la Plata nos gustaría conocer las cuentas que tiene que rendir la actual canciller argentina…
No hemos sabido si Malcorra será directamente afectada por el affaire Kompass. Pero sí ya sabemos cuáles son sus criterios sobre la verdad, el poder y el ocultamiento cómplice. No es novedad. Por algo quien parece ser el CEO actual de la República Argentina, Mauricio Macri, la había elegido.

1  <http://www.telesurtv.net/news/Juez-ordena-a-ONU-levantar-suspension-contra-Anders-Kompass-20150507-0049.html>

2  “Amo a Platón, pero más a la verdad.”

3  Svenska Dagbladet, Estocolmo, 19 dic. 2015,

4   http://www.svd.se/nagot-ar-ruttet-med-fns-fredsoperationer/om/fn-lackan
https://www.whistleblower.org/blog/093814-united-nations-peacekeeping-and-sex-abuse
GAP, Government Accountability Project. Truth be told.

5  <https://en.wikipedia.org/wiki/Anders_Kompass>

6  Dagens Nyheter, Estocolmo, 18 diciembre 2015.

Publicado en Centro / periferia

Siria, Ucrania, Venezuela: ¿existe un dominio establecido o estamos en una red cuasihorizontal de «actores» sociales?

Publicada el 14/03/2014 - 02/04/2014 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández.

* EE.UU. dispone de un millar de bases militares a todo lo ancho y largo del planeta, en los “cinco continentes”.

* Tiene lo que Leonardo Boff caracteriza como, refiriéndose a las revelaciones de Snowden, “la extrema arrogancia del imperio: el espionaje universal”.

* Desde EE.UU. (e Inglaterra, e Israel) se cocina un poder informacional planetario. Que ya se gestó en 1948 con la red Echelon y que la cibernética no ha hecho sino ampliarlo por diez, cien, mil, un millón de veces…

* Una periodista argentina, Fabiana Freyssinet, rubrica una nota: “Brasil inerme ante invasión cibernética”.

* EE.UU. dispone de cinco armadas intercontinentales para ejercer su papel autoasumido y autoasignado de sheriff mundial. Tales como el Comando Sur ahora asentado en la Zona del Canal de Panamá, bajo jurisdicción estadounidense; el Africom, instalado en Libia desde su desmantelamiento tras el arrasamiento otánico, etcétera.

* Cuando se desmorona el universo soviético la discusión entre intelectuales más orgánicos de las élites estadounidenses fue: qué somos, qué tenemos que ser: ¿imperiales o imperialistas?

* Basta ver el diseño de nuestra modernidad, traspasada por cómo la vemos a través de Hollywood, internet, twitter, las revoluciones coloreadas, la comida basura, el solipsismo creciente, la medicalización de la sociedad, el reino de los vehículos “de alta gama”, de las jóvenes igualmente de alta gama, para entender que tenemos al enemigo en casa, tanto en la caja boba, como en las cajitas móviles y nada bobas y hasta en la mismísima bolsa de los desechos cotidianos que cada día alojamos prolijamente fuera de nuestra vista.

Con este trasfondo hay quienes nos tranquilizan analizando los acontecimientos atroces de Ucrania, y de paso los igualmente atroces en Siria y hasta los de Venezuela atribuyendo el mal  –oh sencillez de mundo− a la corrupción de los gobiernos jaqueados [i] (que no pongo en duda, aunque me pregunto qué elenco podría acceder a un gobierno totalmente limpio de elementos corruptos) o afirmando, por ejemplo:  “[…] no  creo que los EE.UU. tengan en estos momentos una política internacional más agresiva que en el pasado” […] de hecho, EE.UU. nunca ha intervenido tan poco, al menos en términos convencionales pues es verdad que el uso de drones y de la CIA les garantiza un alto nivel de intervención.”  [ii] Me alegro por la precisión final, atemperando la cuasipanglosiana afirmación previa, pero en rigor habría que decir que el “alto nivel de intervención” sobrepasa largamente drones y CIA. EE.UU. está a la vanguardia (atroz adelantamiento a mi modo de ver) en guerras bioquímicas y bacteriológicas; como decía un general pentagonal ya en los ’80: “con la guerra en tubos de ensayo no nos para nadie”.[iii]

Y su presencia imperial se ejerce en todo ese abanico que procuramos presentar sucintamente con las primeras frases. Las elites estadounidenses vienen diseñando el mundo como mejor lo consideran y no parecen haber cedido más allá de las limitaciones que la realidad en bruto les ha ido presentando: no pudieron prever las dust storms de los ’30 y tampoco las islas flotantes de basura oceánica de los ‘80 ni imaginaron la pérdida progresiva de biodiversidad tanto terrestre como marítima a un ritmo de empobrecimiento biótico jamás antes registrado. Ni el avance de la obesidad contracara de las viejas sociedades de escasez. Con su optimismo tecnológico tampoco supieron advertir la progresiva contaminación que como una gangrena planetaria nos va envolviendo, castigando a tirios y troyanos (y de acuerdo con las leyes del mercado, los más ajenos y menos pudientes serán los más perjudicados).

La referencia al dominio convencional está por lo menos fuera de lugar y revela muy poco crédito a la creatividad del poder american y una mirada poco atenta al decurso de nuestra historia inmediata: el dominio madeinUSA jamás se ha basado en lo convencional. Al contrario, su pujanza se apoya en buena medida en su creatividad. Destructora, invasiva, supremacista, lo que se quiera, pero poco convencional.

Alba Rico, a diferencia del monotemático Singer, despliega una presentación compleja que no puede ser sino bienvenida para evitar las simplificaciones y otras tentaciones ideológicas, como bien dice.

Trata de calibrar el aspecto endógeno por el cual sociedades árabes por ejemplo han entrado en primavera, es decir a moverse desde abajo, en las plazas. El caso liminar, es a mi modo de ver, el de Túnez, con la autoinmolación de Mohamed Buazizi. Buazizi nos revela que esa  crisis no es asunto de twitter ni de agencias noticiosas… Las primaveras árabes como las de los países excomunistas no hacen sino expresar el hastío por décadas de sociedades congeladas, represivas, y archirreaccionarias, aunque sus discursos oficiales  hayan sido en varios casos “socialista”.

Pero al lado de los regímenes desafiados, que muy a menudo responden con una brutalidad esperable aunque repudiable, juega Occidente, que al fin y al cabo, ha sido árbitro y constructor del mundo moderno al menos en su último medio milenio y para su propio beneficio. Y sobre todo, tenemos a las elites de EE.UU. que han configurado particularmente al siglo XX, nada menos. Lo han hecho cultural, geográfica, económica, política y hasta alimentariamente.

Vivimos, y particularmente en Argentina, en España, del brazo y en los brazos de Mr. Marshall….

Entonces, ¿cómo se puede argüir que “EE.UU. nunca ha intervenido tan poco”?

Podemos estar de acuerdo, y lo estamos, que “lo soviético” no tiene vuelta atrás y lo podemos hasta festejar. Pero únicamente sabiendo que la tarea que tenemos por delante es más ardua, puesto que el colapso soviético si bien despejó muchas agorerías que nos vendían como “socialismo científico” dejó al capital, y a sus representantes más dilectos en muchas mejores condiciones para adueñarse de todo, que es lo que algunos sentimos que está pasando.

Y que las cartas modernizadoras, por ejemplo en América Latina, aunque en algún sentido han sido un freno al capitalismo puro y duro, como podría ser en la Venezuela chavista o mejor dicho bolivariana, en general no ha tenido mayores contradicciones con el imperio mayor, como entiendo es el caso con el PT brasileño o el peronismo argentino  (ni que decir en casos de colonialismo mental y material franco como son los casos de Piñera en Chile, de la dupla Vázquez-Mujica en Uruguay, de Cartés en Paraguay…)

Alba Rico procura en su nota recoger el pulso de la resistencia desde lo más abajo, en la calle, entre los ciudadanos de a pie, por ejemplo en Ucrania. Eso está bien. Y está bien que critique a “la izquierda”  por no haber sabido dialogar con este movimiento que SAR califica de “rebelión”, para diferenciarlo de “golpe de estado”.

Pero una rebelión puede ser perfectamente instrumentada para un golpe de estado, como ha pasado mil veces en la historia. En general,  el excipiente para tales metamorfosis ha sido dinero, dólares, miles, millones, cinco mil millones de dólares, por ejemplo. La secretaria de Estado Victoria Nuland  [¡qué nombre, ¿no?] puede informar a Singer, a Alba Rico, sobre eso.

Las palabras de Raúl Zibechi: “En todo caso, las derechas han sido capaces de crear un dispositivo ‘popular’ como el que describe Rafael Poch para desestabilizar gobiernos populares, dando la impresión de que se está ante movilizaciones legítimas que terminan derribando gobiernos ilegítimos, aunque éstos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de sectores importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte tan decisivo como el arte de la insurrección que otrora dominaron los revolucionarios.” [iv]


[i] Peter Singer, “Va a votar? Un consejo: mire antes el reloj que usa cada candidato”, Clarín, Buenos Aires, 9/3/2014.

[ii] Santiago Alba Rico, “’Podemos’ en Ucrania”, 4/3/2014, www.rebelion.org.

[iii] A la luz de lo ya se sabe cómo Yaser Arafat fue asesinado, cabe preguntarse por lo acontecido con Hugo Chávez.

[iv]  Raúl Zibechi, “Derechas con look de izquierda”, Brecha, Montevideo, 10/3/2014.

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