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BASURA NUESTRA DE CADA DÍA

Publicada el 20/04/2025 - 25/04/2025 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernánez / 16 abril 2025

Uruguay se acerca a elecciones departamentales y municipales. De intendentes, alcaldes y juntas locales.

Es el tiempo para enfrentar, una vez más, incontables problemas y aspectos deficientes y en particular enfrentar, una vez más, “la basura”.

Hasta su denominación es problemática y no ayuda a resolver el problema que todos percibimos.

Cuando los vecinos de Villa Olmos (relativamente cerca de Soca) se nuclean para resistir la instalación en sus inmediaciones de un basurero gigante y central, que se supone para todo Canelones, tal reacción nos resulta totalmente comprensible.

Porque “la basura” así dispuesta no es sino fuente de contaminación callada, subterránea a medio plazo (que mal gestionada, producirá contaminación de inmediato).

Porque intentar resolver “la cuestión de la  basura” mediante recursos técnicos es un error serio, incluso grave, porque es una cuestión cultural.

Es decir, que nos atañe a todos los que vivimos en una sociedad.

Y las soluciones técnicas son las cómodas, las que nos simplifican, nos facilitan, etcétera. Pero nosotros, como integrantes de una sociedad, como consumidores, como productores, generamos “basura” de un modo tan permanente, continuo y tan heteróclito, que forma parte de nuestro estar-en-el-mundo; en una palabra, forma parte de nosotros.

Los famosos y hoy omnipresentes contenedorcitos, tan primorosos y  bien proporcionados, que fueron “presentados en sociedad” como una solución a la misma cuestión, hace ya décadas, por el entonces intendente de Montevideo, arquitecto y paisajista Mariano Arana, nos alejaron de la solución. Por ser precisamente una solución meramente técnica, de aparatos.

Cuando vemos un contenedor casi vacío, con todos sus dispositivos aptos, y alrededor desparramados a muy corta distancia, desechos varios, bolsas de desperdicios, advertimos que la población, que un sector de la población, no entiende ni atiende lo de “la basura”. Ese contenedorcito nos está diciendo que hay gente que no “dialoga” con ese aspecto, problema, rasgo constitutivo de nuestras sociedades presentes, consumistas pero irresponsables.

Uruguay ha sido estragado, culturalmente, por el awol. American Way of Life. Sobre todo, desde 1945, con la hegemonía cultural de EE.UU. en aquella posguerra. Uruguay, como “todo el mundo”, aceptó alegremente aquella “revolución de la vida cotidiana”, el use y tire, la plastificación de nuestros utensilios y recursos, el lavilisto, que además coincidió con un período de “vacas gordas”. Cuando tales vacas enflaquecen (en 1957 se suspenden las importaciones por falta de dólares en el BROU, Banco de la República Oriental del Uruguay, entonces la institución a cargo de la regulación cambiaria del país), y “los orientales”, por lo menos los de a pie, empezamos a apretarnos el cinturón, aquello del use y tire… pervivió.

Nuestra sociedad aceptó gustosa la comodidad. No avisaron que venía con venenos nuevos, desconocidos.

Los más memoriosos tal  vez recuerden, en mi infancia estaba “el hombre de la bolsa”, no sólo para asustar niños que macaqueaban con la comida, sino también, y en serio, para retirar botellas, entonces de vidrio. Era “el botellero”. Se refundían.

Y mi padre, cada tantas semanas me daba una pila de diarios viejos que yo iba a cambiar por unos vintenes para mí, es decir a venderlos. Tenía dos “clientes”: el verdulero de la esquina o, caminando unas cuadras más, el depósito de diarios; se procesaban industrialmente como cartón gris.

Y luego del horario escolar, algunos “adultizados” salíamos a recoger metales por la calle y revenderlos: desde pomos de pasta dental hasta latas de alimentos en conserva, pasando por tapas metálicas de botellas y un montón de etcéteras.

Era el tiempo en que el sobretodo ya gastado de papá trasmutaba en saco de señora y, con una nueva metamorfosis, en chaqueta del nene…

Y los perros y gatos, que todavía no se habían transfigurado en perrhijos o gathijos, eran, de facto, omnívoros. Porque comían los restos de las comidas de sus dueños. Pero no sólo del asado dominguero, sino de los guisos, las pastas, de todas las comidas que ya los humanos de la casa no ingerían.

No existía esa comida para perros, de primera calidad, que viene en avión desde EE.UU. especialmente fletada para que tu perro goce al parecer manjares (aunque también hay que registrar que los perros antes no presentaban tumores y hoy en día, suelen formar a menudo varios,  un solo perro…).

Hasta 1945 existía, por cierto, el desperdicio. Pero el fuego reducía al final  toneladas a gramos de ceniza. Hasta la difusión de los plásticos. Una difusión que fue como un reguero de pólvora. Y que impide “la quema” (que por ignorancia o tozudez se prolongó un tanto, pero la quema de plásticos es tan pero tan tóxica que hasta el menos avisado la rehúye).

Y así ahora, “la basura” son toneladas. De plástico en primer lugar, pero también de todo lo que no se reúsa ni se recicla, ni se rehace.

“La basura” ahora es además un conglomerado tóxico, cuyos lixiviados son fuertemente venenosos (y que por la ley de la gravedad van hacia las aguas fluviales o subterráneas).

Y es una cuestión cultural porque nos atañe a todos. Incluso a los idiotas.[1]

Si advertimos que lo de la basura es lo que nos sobra a todos nosotros (a menudo después de haber hecho uso de algo, a veces ni siquiera), el camino a seguir, el partido a tomar, tiene que ser qué hacer con ello.

Con el plástico, dadas todas sus toxicidades (hoy tenemos microplásticos en los tejidos de nuestros cuerpos, hasta en las placentas), negarnos a usarlo en la medida de lo posible o reducir, ir reduciedndo sus usos.

“Las bolsas de plástico” llegaron a ser tan invasivas, en los ríos, arroyos, en los “basureros” y muy especialmente en los órganos digestivos de todos los animales que las ingieren creyéndolas alimentos[2] que han sido finalmente sustituidas por bolsas de papel en los comercios de alimentos.[3]

CUÁNDO SE SUPRIMIERON LAS BOLSAS DE PLÁSTICO EN ALMACENES Y COMERCIOS DE VÍVERES

BanglaDesh, 2002.

Rwanda, China, 2008.

Italia y el DF mexicano, 2010.

Senegal, 2014.

Dinamarca, Francia, Suiza, Taiwán, Irlanda, Israel, Canadá, 2015.  En ese año también se establece la prohibición de tales bolsas en algunos estados de EE.UU. y de Australia.

En ese mismo año, Ingaterra y Alemania establecen pagos para poder usarlas.

Puerto Rico  y Colombia, 2017. En ese mismo año se establece dicha prohibición en Buenos Aires [no sabemos si en la provincia de ese nombre o en la capital federal argentina, homónima] y en otras dos provincias argentinas: Neuquén, Chubut.

Uruguay, España, 2018.

Costa Rica, Chile, 2019

México, 2020

Extraído de internet, diversas fuentes  sobre “bolsas de plástico y su prohibición”.

Los materiales plásticos, con su toxicidad, tanto tiempo escamoteada, pero ya indisimulable, no son el único aspecto de “la basura nuestra de cada día.”

Otro aspecto de los desechos cotidianos son los orgánicos propiamente dichos. Los restos alimentarios  (y otro capítulo son los productos tóxicos que manejamos a diario; desde medicamentos hasta productos químicos de uso doméstico).

Los restos alimentarios, mediante una selección primaria y no complicada, son compostables (excluyendo cárnicos y cítricos).  Existen  las limitaciones materiales que pueden ser decisivas y están en proporción directa a la densidad poblacional.

En tiempos “premodernos”, digamos hasta mediados del s. xx, las viviendas, incluso modestas, solían tener jardín y/o fondo. El compostado y la recuperación energética era tarea cotidiana; había muchos vecinos con plantitas, cosechando albahacas, tomates, morrones, lechugas. Y frutales. Los desechos alimentarios iban a “las gallinas”.

En nuestro presente, la población “de apartamentos” ha aumentado considerablemente. No hay fondo, no hay gallinas (ni los quiere haber). No es sólo es cuestión de densidades; es también de formas de vida.  El eje de nuestro comportamiento social pasa hoy por el celular y su presunta información (en rigor, dispersión), por la conectividad (ésa sí bien real), la modernización, la tercerización…

LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS: ALEMANIA

Alemania, 60 millones de habitantes en un territorio equivalente a un Uruguay y medio, tuvo que resolver el “apretujamiento”. Luego de diversas tentativas, algunas penosamente modernas, como el quemado de toda la basura para su recuperación energética que le significó un deterioro de la calidad del aire (pese al enorme desarrollo de los filtros industriales), encararon un sistema denominado incialmente DUALESS (hoy DUAL), por el cual fueron recuperando diversas áreas del consumo, escalonadamente.

En 1986, ya habían llegado a recuperar el 86% de los envases y embalajes utilizados en el país. Aspiran a llegar al 96% de los materiales que llegan a cada hogar. Debieron comprometer a la pobación con,  por ejemplo, variados recipientes para alojar en ellos vidrios, plásticos (PE, PES, PVC, PET) diferenciados, metales, papeles blancos o impresos, etcétera. Encarar  así la reducción de “basura” no es una cuestión meramente técnica. Es algo que desafía nuestras pautas culturales y de comportamiento.

Como sociedad  tendremos que ir buscando las mejores soluciones. O las menos malas.

Nuestra idiosincrasia no es como la germana. Pero el problema que tenemos con “la basura” es del mismo orden. Sabemos que recuperar no es tarea sencilla. Uruguay, que hace unas décadas tenía hornos de fundición de vidrio a escala industrial, los ha perdido todos. Por miopía de gobernantes que se dejaron apabullar por la invasión literal de la petroquímica y sus señuelos, imaginando un futuro paradisíaco.

Algo similar sucede con los artefactos electrónicos. ¿Por qué dejarle sólo a las sociedades del sudeste asiático la tarea de recuperar los materiales y metales de los artefactos  y artilugios que ya no funcionan (porque su vida últil es corta, y cada vez más corta).

¿Qué es mejor?, ¿sustraer cables eléctricos en desuso (o a veces en uso), fundirlos para desembarazarse de los forros plásticos, contaminando el aire y terminar exportando el cobre? (Uruguay es país exportador de cobre… sin yacimientos propios). ¿O desmontar la aparatologíìa electrónica caduca u obsoleta y recuperar sus partes, por ejemplo, metálicas?

Tenemos mucho para elegir u optar para seguir viviendo en, del y con el planeta.□


notas:

[1] Uso la palabreja en su sentido etimológico, original: en griego se llamaba idiota a quien sólo se preocupaba de su esposa o de sus hijos o su perro, y no atendían “la cosa pública”, la convivencia.

[2] En Costa de Marfil se las prohibió tras verificar que la mayoría de las muertes de ganado doméstico se produce por su ingestión.

[3] Algo que no nos resulta muy honroso es que dicha sustitución se haya concretado en nuestro país cuando era ya “cola de perro” en el concierto internacional de sustitución y rechazo de tales bolsas.

Publicado en GeneralEtiquetado como ambiente, ecología, Uruguay

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