por Luis E. Sabini Fernández
Más allá del fin declarado por los dirigentes sindicales uruguayos, conviene conocer los sustratos, los datos preestablecidos y dados por buenos que habrá tenido el PIT-CNT para dar el llamativo paso que dio.
Si habrá sido grande la convicción para tamaña visita que cuando con total inconciencia de la conducta emprendida, estaban por plantear públicamente, al menos en el entorno de sus afiliados y adláteres, los provechos del viaje, tuvieron que “postergar” la instancia por el rechazo que han empezado a percibir extendiéndose.
Punteando la cobertura que hizo la “periodista” Ana Jerozolimski, lo primero que llama la atención es la apuesta a la modernidad.
Nuestros dirigentes periféricos tienen algo claro: tenemos que avanzar en los desarrollos tecnológicos a como dé; y los sitios donde eso se cocina de modo primordial están en el Primer Mundo, claro: en EE.UU., Reino Unido, Alemania, Israel, Japón y un corto etcétera.
Los tiene sin cuidado si el desarrollo tecnológico actual tiene aspectos problemáticos, que aun para tales desarrollos hay una política; lo que les importa es tener la vanguardia tecnológica; se trata de ver si por algún atajo, “pasamos al frente”.
Así como Tabaré Vázquez soñó alguna vez convertir al Uruguay en “potencia nuclear” por la presunta generosidad de Israel, así ahora estos otros miembros del elenco gubernamental sueñan otro enroque “revolucionario”.
La modernidad los deslumbra y solo ven que tienen que copiar lo que los “adelantados” han hecho: “el cómo hacer ese proceso es claro que siempre es mejor tomarlo de compañeros [sic] que ya lo han hecho, en este caso acá en Israel con la HISTADRUT.” Un verdadero manual de seguidismo.
El grado de burocratización mental es penoso y salta a la vista a cada momento: quedaron deslumbrados con las normas de afiliación obligatoria que existe en Israel. Algo tan inseguro en Uruguay, donde las patronales persiguen sin problema a los sindicalizados.
Esto seduce a Fernando, Fabio, Tatiana y otro Fernando, tanto que quieren hacerse de esa “norma legal”, como si tales fenómenos políticos, culturales e ideológicos tuvieran solución legal, desconociendo por completo la historia de la clase obrera en Israel y el racismo estructural de la Histadrut, que no permitió desde la fundación y por décadas la sindicalización de los palestinos, los natives: “Otro aspecto que no me pareció menor es cómo puede haber legislación positiva que castigue a aquellos empresarios que no permiten la afiliación sindical […]. Simplemente es una norma legal. Nos la van a mandar traducida […] los compañeros [sic] del instituto internacional de la HISTADRUT se han comprometido a mandarnos las leyes en inglés o español.”
La copia, la imitación, es el norte estratégico de estos dirigentes, en rigor, dirigidos.
Nuestros píticos-cenéticos estuvieron muy atentos a qué tipo de dirigentes se requerirá con “el nuevo modelo de trabajador.” Nuestros visitantes no quieren perder ese tren. Es decir, ni se les ocurre que pueda haber otros dirigentes que ellos mismos. Como dice la monarquía municipal porteña, encaramada en su sindicato (SUTECBA) desde hace más de cuatro décadas, “Ayer, hoy y siempre”.[1]
Dando prueba de una enorme capacidad dialéctica, la visita les ha permitido ver a “jovencitos y jovencitas armados”. Ni la menor referencia a los jóvenes judíos que han repudiado estar en armas abusando y maltratando a la población oriunda de Palestina.
Han logrado ver “niveles estándar de calidad de vida aceptables para sus trabajadores. Tal vez a la periodista-guía se le olvidó aclararles algo de la estructura económico-financiera de Israel, que recibe sola con sus 6 millones de habitantes más que todo el resto de los países del mundo juntos de “ayuda” norteamericana anual (ese fondo que EE.UU. administra de todo lo que le quita a los países dependientes de todo el mundo): unos 40 mil millones de dólares anuales, además del aporte de la multimillonaria colectividad judía.
Lo que por lo visto tampoco han podido captar nuestros “luchadores pítico-cenéticos” es que los obreros palestinos en Israel eran hace unos años la mano de obra principal y que la política sionista los ha ido reduciendo. Y en todo caso manteniendo la ocupación de niños palestinos en los cultivos de las tierras más recientemente usurpadas, en Cisjordania, con sueldos miserables. Y sepamos que, por ejemplo el agua, el agua corriente de qué disponen los obreros palestinos conchabados en Israel y la población palestina en general, es una quinta o una sexta parte de la que reciben obreros judíos. Por lo visto, como no tienen la menor idea de haber visitado una sociedad racista, tampoco saben que trabajadores no judíos ni palestinos (importados precisamente para prescindir de palestinos), por ejemplo del sudeste asiático, viven en pésimas condiciones habitacionales, bajo una precariedad permanente, a tal punto que hace apenas un par de años, el gobierno estuvo a punto de expulsar a varios niños preadolescentes, hijos de estos inmigrantes que habían ido generando, con los años, relaciones sociales, afectivas y sexuales, por las cuales fueron naciendo hijos de filipino y vietnamita, hija de filipina e indonesio, hijos de progenitores con idiomas distintos y que se han ido socializando a través del hebreo, lo cual generó un conflicto al país de los sionistas: tener en su seno futuros humanos con el hebreo como idioma (principal o único) sin ser sionistas (ni judíos siquiera). Cuestión tremenda para etnicistas (el calificativo académico de racistas).
A nuestros visitantes les han explicado las maravillas del sistema carcelario israelí para israelíes en las que se explayan admirativamente. Lástima que olvidaron, Jerozolimski o los histadrúticos, explicar las “maravillas” del sistema carcelario israelí para palestinos. Detenibles a las 3 de la mañana, por ejemplo, y desde los 12 años de edad, encarcelables sin juicio y sin término… maravillas, sí: maravilloso no necesitar hablar de ello.
Israel tiene otra estructura, política, ideológica que Uruguay. En Israel y en la Histadrut predomina el carácter sionista de la sociedad que quieren construir; una sociedad de diseño. Inventándola sobre el territorio de un pueblo al que han despojado. Y ese carácter invasor los ha llevado inevitablemente a la prepotencia, que se ejerce a diario, aunque para ello usen por razones de Public Relations “jovencitos y jovencitas armados”. Esa otra institucionalidad que caracteriza la vida de Palestina/Israel, ha llevado a que el rasgo sionista sea más pesante que la condición obrera o patronal. La Histadrut es un peculiar organismo del mundo del trabajo que poco y nada tiene que ver con “el sindicato”, el sindicalismo histórico que conocemos, conocimos en Europa y en América.
Ese sustrato es escamoteado por ejemplo por Ana Jerozolimski, siempre atenta al provecho del operativo. Por eso le pregunta a un Fernando de los pítico-cenéticos cómo vio el tema de los árabes afiliados a la Histadrut. Un fotito actual, como si la historia no importara, ni imprimiera nuestro presente.
La Histadrut, fundada hace un siglo, 1920, fue una organización para articular el trabajo con miras a gestar un estado sionista en Palestina. Excluyendo a los palestinos. Me permito una cita in extenso de un análisis muy circunstanciado: “El sindicalismo israelí nació en ruptura total con al sindicalismo judío, como parte del proyecto sionista. Nacionalista, hizo figurar en los estatutos que su objetivo era la instauración de un estado judío. Los árabes están excluidos. La exigencia de no emplear más que trabajadores de origen judío fue una de las primeras reivindicaciones y ejes de lucha del sindicalismo israelí. No fue sencillo. Los patrones preferían a los árabes mucho peor pagados. Este problema era delicado; para la Histadrut, la central sindical única, sionista, era imprescindible que un trabajador palestino fuera tan caro como uno israelí. Ni se consideró que el salario palestino fuera equiparado. La solución fue aumentar la cotización patronal de los trabajadores árabes para que el patrón tuviera que desembolsar lo mismo que si conchabara empleados judíos. Como los palestinos no tienen derecho a ninguna de las prestaciones sociales por las cuales pagan (salvo para accidentes de trabajo, regulados por un tratado internacional), los sindicatos lograron con semejante “solución” reflotar la situación financiera de las prestaciones sociales israelíes.” (Wilfrid, “Travail et immigration en Israël”, Les Temps maudits, no 20, París, oct.-dic. 2004).
Esta segregación, terminó, al menos formalmente, en 1959, con la afiliación de palestinos.
Nuestros políticos sindicales se tragaron todos los caramelos ofrecidos: “Estuvimos por ejemplo en el Museo del Holocausto y realmente salimos muy conmovidos.” ¿Cómo van a imaginar nuestros paseados que durante veinte años Israel no dijo casi ni palabra sobre las matanzas de los judíos a manos de los nazis (limitándose a cobrar las indemnizaciones) y que a partir de 1967, empezaron a acordarse de las penurias sobrellevadas? Véase la definición de “holocausto” de un investigador, judío, hijo de dos sobrevivientes con sus ramas familiares exterminadas en los campos de concentración del nazismo; Norman Finkelstein. En su investigación La industria del holocausto ─obsérvese el título─ y a su vez subtitulado: “Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío” define: «“El Holocausto” es una representación ideológica del holocausto nazi [que] tiene una conexión, si bien tenue, con la realidad [… convertido en] un arma ideológica indispensable. A través de su explotación, una de las potencias más formidables del mundo, poseedora de un horrendo historial en materia de derechos humanos, se ha presentado como un estado “víctima”.» (La Editorial Virtual, 2008).
Introduciéndose en el juego de espejos de un museo, en lugar de hacerlo en la realidad, la juvenil Tatiana nos comenta: “Te diré que personalmente, esa fue la primera vez que vi banderas nazis en vivo y en directo.” Le llama “en vivo y en directo” ver banderas expuestas en… un museo.
Las palabras no pueden dar cuenta del destrozo de los significados, del idioma, del pensamiento, de lo que es una representación, una realidad, una alegoría…
Y la frutilla del postre de esta visitación es la pretensión de democraticidad, porque defienden la “solución de dos estados”. Dogmáticamente declara uno de ellos: “Nosotros en el Uruguay defendemos dos pueblos, dos estados, y no nos vamos a mover de esa posición internacionalista.”
¿No se dieron cuenta que toda la derecha sionista y no sionista defiende esta famosa “solución”? Hasta Beniamin Netanyahu se declara partidario de dicha “solución”. ¡Sharon en su momento fue partidario de dicha “solución”! Trump declara que acepta gustoso la solución de un estado o la de dos estados.
¿De dónde proviene tanta unanimidad? De que la “solución de dos estados” no existe. Ni puede existir. Ni nunca existió. ¡Cachar los libros que no muerden! Porque el Estado de Israel jamás la ha aceptado ni la aceptará.
La “solución de dos estados” ha sido un recurso verbal por el cual los sionistas han desviado la presión que, por ejemplo, desde EE.UU. se ha desplegado, sin mucha fuerza, claro, por aquello de que ‘algo hay que mostrarle’ a los palestinos.
Dicha soluciòn no tiene un cuándo. Y leyendo a ideólogos sionistas sabemos que se trata de una interesada entelequia. Las perversamente llamadas “conversaciones de paz” de Oslo (han sido todo menos de paz) no han llegado a nada porque Israel no tiene deseo de formalizar ninguna paz hasta tanto no colonizar todo lo que define como su mandato bíblico. Por eso jamás existieron fronteras fijas, establecidas con El Líbano, con Jordania, con Siria…
¿Dónde se podría llevar a cabo la solución de dos estados? Tampoco hay lugar, porque Israel ha estado ininterrumpidamente colonizando Cisjordania (bajo los nombres bíblicos de Samaria y Judea) colocando allí a más de medio millón de fundamentalistas con una serie de privilegios e incentivos materiales (porque los fundamentalistas tampoco son puro espíritu). Y esa colonización armada, logísticamente asistida día a día, con armas y dinero, ha ignorado hasta los llamados de los representantes estadounidenses que querían al menos brindar un miniterritorio que diera alguna verosimilitud a la “solución de dos estados”. Y el tal territorio no existe, no “queda”… Porque los “Acuerdos de Oslo”, infamantes para el destino de los palestinos, significaron sencillamente dejar bajo el control israelí a más del 80% de los aproximadamente 5000 km2 cisjordanos. Si tenemos en cuenta que Jerusalén ha sido descuartizada por los “urbanistas” israelíes para ubicar barrios árabes fuera del área jerosolimitana e incluir en esa área zonas suburbanas israelizadas, y que su población palestina ha sido “rebajada” mediante el infame recurso de no conceder la residencia, mejor dicho de quitarle la residencia a todo palestino que haya hecho una infracción de tránsito o haya tenido un divorcio o haya tenido un atraso en el pago de algún impuesto, aunque le agreguemos los escasos 400 km2 de la asfixiada y contaminada Franja de Gaza (por deliberada política de contaminación de Israel) nos da que ese “archipiélago” territorial, esos retazos de suelo con cultivos arrancados y regados con aguas servidas israelíes, esos maltrechos territorios aislados, segregados, sin contacto recíproco, sin derecho ni a usar el agua marina de su propia costa, no alcanza ni para un miniestado, un microestado, un nanoestado… en todo caso, para una cabina telefónica bajo bandera palestina desde la cual pueda hablar Abbas, y eso, ¿es la ‘solución de dos estados’?
Es arriesgado confiar en la ignorancia para hacer un informe.
[1] La dirigencia del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (SUTECBA), sobreviviente del peronismo, de la Triple A, de la dictadura cívico-militar de 1976, del alfonsinismo, del menemato, de De la Rúa, del 2001, de la saga K y hoy, brillante ladero del macrismo… Jamás han cambiado de posición; siempre al lado del gobierno…