por LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
El domingo 12 de noviembre de 2017 estalló una minibomba mediática con todos los ingredientes de un caso de laboratorio, de libro, de manual…
En la ceremonia de los Martín Fierro se monta una tormenta en un vaso de tuits y gritos en sala con desenlaces sabidos de antemano; los ternados son en general “del mismo palo”, y los otros “palos” (porque hay más de dos, aunque a las mentalidades maniqueas les parezca imposible o superfluo) apenas si aparecen.
Cuando Alfredo Leuco, premiado, se permite un determinado y muy sesgado enfoque que despierta reacciones, se producen gritos, desplantes, tironeos… y allí viene lo mejor. Úrsula Vaguer comenta: “»Estoy leyendo a muchos justificar el zamarreo de Leucocito a su novia porque insultaron a su papá. La violencia de género no tiene justificación alguna, nunca. Y luego, diríamos que sorprendentemente, acotó: «Los judíos gobiernan, hace mucho, el mundo de las comunicaciones.”
¡Para qué! Las artillerías, siempre preparadas, no se hicieron esperar: ”¿Otra nazi? acá tenemos a la feminazi Úrsula Vargues; “Repudio en forma absoluta y total los comentarios de @ursuvargues contra la comunidad judía.” y otros por el estilo.
Concedamos que la alusión a judíos por parte de U.V. no es pertinente, que brota sin razón aparente, como si estuviera desembuchando algo que la molestaba. En todo caso es significativa de algo (que no tiene porqué ser antisemitismo).
En cuanto a los insultos que se corrieron, los únicos registrados y con autor fueron los de “forro de Magnetto” y similares. El invocado “judío de mierda” no ha sido registrado ni se le ha ubicado autoría, con lo cual cabe la posibilidad que haya sido, fruto de la exaltación,… inventado.
Las declaraciones de quien desencadenó el griterío con sus palabras, lo refrenda: “En diálogo con Primicias Ya, Capasso negó las acusaciones en su contra. «No le grité: ‘Judío de mierda’. No escuché que nadie haya gritado eso. Le reclamé o reproché: ‘Hablá de Magnetto y de DyN'».
La desubicada referencia de U. V. a los judíos, esconde, empero, una enorme verdad: la de que los judíos están más que ampliamente sobrerrepresentados entre los periodistas y entre los propietarios de los medios de incomunicación de masas.
Estoy convencido que la piedra del escándalo no es tanto la extemporánea intervención de U. V. sino el haber mencionado en ella esa soga en la casa del ahorcado. Porque hay asuntos que “peor es meneallo”. Podemos coexistir con una realidad si no la nombramos; nombrada se hace insoportable o insostenible.
Pensemos por un instante que pasaría si dentro del mundo mediático hubiera una cantidad llamativa de… digamos… de alemanes, de brasileños o de rusos? No sería acaso algo digno de preguntárselo, de analizar?
Para la situación tal como la veo y acabo de reseñar, conozco una única explicación y es más bien psicológica (o psiquiátrica): la encantadora Úrsula cumplió el papel del infante del risueño relato del Conde Lucanor, cuando puso al descubierto una verdad de a puño que nadie se atrevía a mencionar cuando el desfile real en que el rey lucía las ropas maravillosas con las cuales “los tejedores que les fizieron el paño” lo habían engalanado. El pequeño comentó sencillamente que el rey estaba desnudo. Y sobrevino el zafarrancho ante la incómoda verdad.