por LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
El cineasta israelí Avi Mograbi ha hecho un documental, Venganza por uno de mis dos ojos, en que da cuenta de ciertas trasposiciones históricas, por cierto inesperadas.
La Biblia suele ser una retahíla de relatos sobre la opresión sufrida por judíos y a la vez, de triunfos judíos sobre pueblos aledaños, amparados en la protección divina.
Mograbi examina el culto actual (la película es de 2005) en Israel a Sansón, y otros cultos del relato sionista actual.
Sansón, cegado mediante torturas de filisteos, le pide a su dios que le permita siquiera venganza por uno de sus ojos.
Mograbi observa el proceso de instalación romana en el país de los judíos, adueñándose de colinas, montando fuertes y erigiendo muros de separación…
Entonces se pregunta lúcidamente, quien lleva adelante ese mismo “programa” hoy; concluye que quienes hoy ejercen un dominio imperial sobre ese mismo territorio son… los judíos.
Una jugarreta de la historia. Quienes se suponen descendientes de aquellos judíos dominados por los romanos son ahora los que dominan del mismo modo, imperial, despótico, a los habitantes inmemoriales de ese territorio; los palestinos.[1]
El ejercicio colonial e imperial que caracteriza al moderno Estado de Israel presenta una serie de constantes características de todo ejercicio de poder. Los sionistas hoy dominan todas las alturas y colinas palestinas y desde allí controlan el movimiento, la producción pastoril o agrícola, las rutas hipermodernas para sí e indignantemente destartaladas para palestinos; una muy estudiada discriminación y la maltrecha sobrevida de los palestinos despojados prácticamente de todo. De agua, en primer lugar. Y de dignidad, en primerísimo lugar. Y en su propia tierra.
Disponiendo de muchos medios materiales por su peculiar situación y poder entre las potencias planetarias (Israel controla prácticamente la política de EE. UU. y sus líderes, Sharon, Netanyahu, lo han proclamado abiertamente, por más que nuestros medios de incomunicación de masas lo ignoren a lo largo de décadas), los israelíes se dedican a diversos ejercicios y espectáculos: uno es el maltrato deliberado a los natives, que reciben plomo arteramente dosificado por cualquier acto de resistencia o protesta, incluso la más pacífica.[2]
Pero otros espectáculos reeditan uno glorificado por el imperio romano: el combate de gladiadores. Con los ajustes culturales de los tiempos; cierta dulcificación en el destino de los gladiadores. Hoy no se los ejecuta sino que se los glorifica y retribuye con enormes estipendios. Así tenemos, ahora, para mediados de noviembre, un encuentro en la arena del fútbol: el espectáculo de las selecciones argentina y uruguaya haciendo un amistoso para que el público israelí –mientras sus soldados y policías estrangulan a la población palestina–, disfrute de la lid futbolística.
No sabemos a cuánto asciende la recompensa por tal espectáculo porque Netanyahu y su séquito se cuidan muy bien de informar sobre la recompensa en danza y, como es de esperar, tampoco los gladiadores modelo siglo XXI quieren dar a conocer las muchas monedas que habrán de recibir.
Pero pensamos que tiene que ser algo cuantioso porque hace apenas un año el presidente de la AFA, Asociación del Fútbol Argentino, Chiqui Tapia, rechazó airado tal envite. Entonces, Lionel Messi entendió desagradable prestarse a semejante espectáculo cuando alguien mostró simbólicamente una camiseta 10 ensangrentada.
La camiseta parece ensangrentarse con facilidad, si la memoria es tan corta…
[1] Se impone un ajuste a semejante ilación. Los judíos sufrieron la ocupación de los romanos, hace unos dos mil años. Pero quienes en tiempos modernos –segunda mitad del siglo XIX– inician el movimiento de ocupación territorial, ya no sólo religiosa, de Palestina, no descienden de aquellos judíos invadidos por el Imperio Romano sino de una entidad judía que tomó mucho vuelo casi un milenio después y que se la suele denominar imperio jázaro. Los jázaros, judíos conversos establecidos entre el Mar Negro y el Mar Caspio alrededor del primer milenio cristiano, serán los que se esparcirán por Rusia y Europa Oriental en siglos siguientes. Desde allí se constituirá en tiempos modernos el llamado movimiento sionista, planteándose la colonización de “la tierra sagrada”, que paradójicamente, nunca conocieran.
Ese eslabón es el que explica las muy marcadas diferencias genotípicas entre judíos; los mizrahíes tan similares a los árabes; los askenazíes, descendientes de los jázaros, tan similares a razas caucásicas.
Durante los tiempos en que el judaísmo fue proselitista se desarrollaron otras ramas menores de la judería, como una característica del África negra: los falashas etíopes. Estas diversas etnicidades han generado conflictos en la constitución de la muy europea, blanca, racista, occidental(ista) Israel.
[2] Ante las manifestaciones palestinas reclamando el consagrado por la ONU derecho de retorno –la primera el 30 de marzo de 2018–, francotiradores apostados han estado hiriendo a miles de manifestantes y matando a centenares. Hubo una directiva para disparar a los muslos de los manifestantes, pero los mandos israelíes verificaron que se provocaban más muertes de las esperadas por hemorragias incontrolables o dificultades posoperatorias. Y el designio era postrar a los palestinos no asesinarlos directamente. Entonces, el mando militar cambió la consigna: disparar tranquila y certeramente a los tobillos, no a los muslos. Se consigue así cuerpos paralizados e inermes pero todavía vivos. Satisfactorio, para el despiadado e hipercerebral ejercicio de poder de Israel.