por Luis E. Sabini Fernández / 18 noviembre 2024
El penoso papel de picador que se usaba en el toreo, que el director del semanario Voces se ha atribuido para iniciar los ataques a Gustavo Salle, −“Este año tenemos a un bufón con megáfono que va a hablar de todo un poco…”− ingresado al ámbito parlamentario, deja ver los recursos de que se van a valer para quitar del medio al recién ungido parlamentario.
El penoso papel que al parecer con mucho empuje y entusiasmo se adjudicó Alfredo García,[1] desdibuja un aspecto político que el ingreso de Salle a la Cámara de Diputados podría desatar, desenrollar.
Porque en el ámbito político mayor de nuestro país todo parece reducirse a si vacunas llegaron a tiempo, o a que los pasaportes son derechos irrenunciables de cualquier ciudadano uruguayo, o que los palestinos y los israelíes tienen todo el derecho, ambos, a tener su estado propio (perdón por el descuido; que los israelíes y los palestinos; somos derechos y humanos, pero occidentales…)
En una palabra, y volviendo al escenario político, todo es perfectible, pero estamos siempre en todo básicamente de acuerdo. Porque la democracia uruguaya es así, cuasiperfecta (y tendencialmente, sin el cuasi). Si la extranjerización del suelo “patrio” avanza; si los contratos leoninos de consorcios transnacionales con el estado uruguayo prosperan; si el estado de las aguas de nuestro territorio empeora −como ya tuvimos ocasión de experimentar hace apenas un año hasta en la capital−; si nuestra sumisión ante entidades ajenas se consolida; si la sociedad uruguaya sigue sin obtener respuesta de porqué la mortalidad en el país aumentó desde el año 2022 un 50% respecto de los años precedentes; si la entrega de tierras a transnacionales y el embate de diversas corporaciones para adueñarse del agua del país, sobre todo la subterránea, son, por lo visto, cuestiones que no afectan a los gobernantes o aspirantes a.
Y Salle, como muchos que estamos preocupados por el escaso pulso crítico que observamos en nuestra sociedad, demasiado adocenada, venía insistiendo en críticas contra tanta condescendencia política.
Existen varias expresiones críticas ante el panorama político uruguayo, a menudo soterradas o sin apoyo de los grandes medios de comunicación masiva. Expresiones que no tienen porque configurarse –necesariamente− como partido político; que intentan generar conciencia crítica. Muy sumaria e incompletamente, pienso en el Movimiento Uruguay Soberano, desde el cual luchamos para abolir la modalidad cesarista de contratos firmados a sola firma entre el presidente del país y entidades supranacionales a menudo mayores que el propio estado uruguayo; en el Movimiento Uruguay Sustentable; en intelectuales empeñados en producir pensamiento crítico,[2] en publicaciones como eXtramuros, en diversas redes horizontalistas al rescate de la producción de alimentos orgánicos en los más recónditos lugares de nuestra geografía. En una palabra, en el polo opuesto al hecho, histórico, que en 2021, desde Uruguay y Argentina, se hayan presentado al mercado mundial dos variedades de trigos transgénicos;[3] patentados por laboratorios de ingeniería genética; un penoso desmentido a la transacción del año 2000, que deja ver el valor de los acuerdos asumidos por las empresas del ramo.
La puesta en el mercado de esos nuevos trigos se hizo en Uruguay (en Argentina también) sin la menor resistencia de los elencos políticos, seguramente ajenos a la cuestión.
Por eso, en el jardín panglossiano “de la república”, la voz de Salle, puede resultar un desafío. Ante tanta pereza mental y complicidad pasiva. Silencio ante el genocidio rampante israelí, por ejemplo. Porque el estado uruguayo, como los Tres monos sabios no ve, no oye, no dice ni mu, aunque se escucha la voz estentórea del ministro del interior israelí Ben Gvir, proclamando a voz en cuello, por ejemplo, que hay que matar a los presos.
No coincido con Salle en diversos aspectos políticos y personales, pero ningunearlo tomándolo como bufón soslaya la crítica de Salle, que muy a menudo es acertada. Su creación de neologismos es un aporte al léxico político. Es decir, ayuda a pensar.
Con la perspicacia y profundidad que lo caracteriza, Hoenir Sarthou critica también a Salle, pero sin insultos: sostiene que “lo que hizo Salle es dividir y pelear a todos los sectores soberanistas y antiglobalistas y captar para sí y para su hija un 1,5% de los cargos parlamentarios.”
El “detalle” final de la hija permite calibrar a cuanto llega el autoculto de Salle y apreciar la consiguiente penetración de la mirada de Sarthou, aunque tengo para mí, que no es Salle el único tan egocentrado entre soberanistas y antiglobalistas (a la vez que entiendo que no todos los soberanistas y antiglobalistas somos tan narcisistas).
Así que queriendo, o sin querer, lo que hace García es ignorar la crítica política y consecuentemente la necesidad de crítica política, esto último mucho más grave todavía, alimentando la autocomplacencia de este país tan prolijo y sin tumultos. Sólo se entiende si el director de Voces se siente cómodo con tantas defecciones.
La cuestion es si optamos por la política o por el espectáculo. Salle, a su manera, con todo su autismo que lo incapacita para el diálogo, opta por lo político. Detractores como García le hacen un flaco favor a la política; optan por el espectáculo.
Lo que García le endilga a Salle, se vuelve como un bumerán sobre él, devenido bufón de turno. Y podemos verificar eso cuando teatraliza su inocencia, enrostrándole a Salle la “pregunta”: “−¿Usted se siente aludido por ser un bufón con megáfono?”, frase que recoge el programa “Pantallazo” asignándole el gerundio acertado: ironizando.[4]
Una lástima tanto desperdicio, de lo que no tenemos tanto.□
[1] https://www.montevideo.com.uy/Pantallazo/-Bufon–alcahuete-y-payaso–Salle-vs-Alfredo-Garcia-en-Esta-boca-es-mia–uc902654 . 8 oct. 2024. Habló, medio incomprensiblemente, de “la globalización de cómo la agenda del humor político se ha desarrollado en todo el mundo”. Mezclando adrede humoristas como Pepe Grillo –como nuestro Pinchinatti− con el acceso de Salle al ámbito parlamentario. El humor es una cosa, la política es otra, aunque a menudo se confundan y se solapen.
[2] Mi propia ignorancia no me permite enumerarlos ni remotamente, pero no quiero dejar de mencionar siquiera algunos: Alma Bolón, Víctor Bacchetta, Marcelo Marchese, Aldo Mazzucchelli, Hoenir Sarthou, William Yohai y Daniel Panario, “mi” corresponsal espontáneo. Y el inolvidable Ricardo Carrere.
[3] Cuando a fines del s xx, se introduce la técnica de transgénesis, que permite introducir en semillas rasgos genéticos ajenos a la especie, que le permitirá soñar a sus autores con construir quimeras de todo tipo, se planteó una interrogante sobre cómo eso podría afectar a las especies animales y vegetales. Pero como pasa siempre con el progreso tecnológico, la implantación fue antes que la dilucidación de semejante cuestión y por lo tanto, en los ’90 ya estaba la agroindustria produciendo, −arrollando todo principio precautorio− alimentos transgénicos. Que facilita enormemente la agroindustria. Tras una larga confrontación que llevó toda la última década del siglo veinte, entre los monopolios agroindustriales y las redes y organizaciones rurales y campesinas, en el 2000 se llegó a un acuerdo por el cual la soja y el maíz eran conquistables por la agroindustria (y la transgénesis) y el arroz y el trigo –los dos alimentos más extendidos en el planeta− quedaban al margen de la experimentación transgénica. Quedaban, digamos así, en el ámbito natural. Pero la lucha, la tensión por sostener la produccion natural de alimentos fue perdiendo vigor y así, de repente, sendos centros de tecnología agroindustrial en “nuestros” países platenses se dieron el lujo de poner en 2021 en el mercado variedades nuevas de trigos transgénicos sin reacción a la vista.
[4] Ibíd.