por Luis E. Sabini Fernández –
La Coalición Multicolor se presenta, inaugura su conducta polìtica con un perfil acusado, como fijando posición, y anunciando inteligencias, tácticas, señoríos estratégicos…
La elección de los invitados a la asunción presidencial del electo Luis Lacalle Pou expresa, como las manchas del Test de Rorschach, muchas más cosas de lo que políticamente se dispuso.
La pretensión de elegir ideológicamente a los países, a los estados invitados, es de una gravedad inusitada.
Por su desigualación militante. Por la imprecisión inevitable del democratómetro.
El equipo del futuro gobierno uruguayo borró de una plumada, sin más trámite, a Cuba, Venezuela y Nicaragua. entre los países de América Lapobre.
A quien esto escribe no le duelen prendas porque no se identifica con ninguno de los gobiernos de esos tres países. Pero tengo la clara convicción que, por ejemplo, en el caso venezolano, la oposición es incomparablemente peor que el gobierno. Y en el caso cubano, estoy firmemente convencido que su enemigo principal, EE.UU. no sólo carece de toda legitimidad política, jurídica o moral para condenar o ni siquiera criticar a Cuba, sino que ese “Gran Hermano” es la entidad responsable de buena parte del estado desastroso del planeta, Cuba incluida.
Pero no se trata de medir calidades de gobierno. Porque si aplicamos el democratómetro, ¿qué hacer con el gobierno surgido por presión militar en Bolivia?, ¿cómo invitar a Jeanine Añez como representante de algo democrático?
Sigamos recorriendo el espinel. La población chilena, enardecida, se ha plantado ante el maltrato y la sobreexplotación sistemática de 30 años, del proyecto de laboratorio del neoliberalismo.
Pese a la confesión tipo strip-tease de la cónyuge presidencial, de que iban a tener que aminorar los privilegios –se agradece la involuntaria sinceridad−, su marido Piñera en lugar de ensayar la mínima autocrítica y convocar a nuevas elecciones, ensayó primero una disculpa, para de inmediato aferrarse al sillón presidencial y a la protección de la fuerza bruta, por él mismo desarrollada, siguiendo las pautas pinochetistas.
Si el elenco Lacalle apunta a las violaciones de lo democrático de Ortega o de Maduro, ¿no son acaso las de Piñera iguales o peores? (recordemos que en Venezuela, la oposición recurrió a la violencia en un grado incomparable con las protestas callejeras de Chile, por ejemplo, lo cual forzó al gobierno venezolano a contestar con violencia).
Y si el “ecuánime” (futuro) gobierno uruguayo va a aplicar el democratómetro a los tres países señalados, ¿dónde ubicar, cómo calificar la situación de Colombia con cientos de luchadores ambientales, periodistas o exguerrilleros que han hecho abandono del empleo de armas, que están siendo asesinados año a año, mes a mes, semana a semana desde el fin de la negociaciones, repitiendo una danza macabra que Colombia ya conociera (eso sí, parece desconocida para los miembros del tribunal de los premios Nobel, que le concedieran tan ansiado trofeo al expresidente Juan M. Santos).
¿Y qué decir de los quilates democráticos de Bolsonaro, con su prédica BBB, −biblia, boi, bala−, postulada en voz alta y con descaro, como si fuera un guerrillero de “la contra”, aupado a la presidencia con juicios fraguados y el “aporte” del IURD,[1] modelo antidemocrático por antonomasia?
¿Dónde está la democracia? ¿En Honduras acaso?
El futuro canciller Ernesto Talvi argumentó que ninguna de las tres naciones no invitadas son “una democracia plena”.
En declaraciones a FM Del Sol, Rodolfo Nin Novoa respondió al argumento de Talvi y sostuvo que según el ranking de Democracy Index, “En América del Sur no hay ninguna democracia plena, salvo Uruguay.”
Con lo cual nuestro canciller en funciones se ampara en una clasificación de origen británico que comprueba lo arraigado que sigue el eurocentrismo (en sus protagonistas… y en sus seguidores).[2]
Y contribuye, como buen confeccionador de Public Relations, a la imagen impoluta del paisito.
Sobre el verdadero nivel cultural y político de nuestra población, estragada por sectas protestantes, fútbol, juegos de azar y el bombardeo sistemático y continuo de basura yanqui,[3] habría mucho que discurrir y sopesar.
Incluso hasta en la gordura promedio de nuestros cuerpos, analizar el papel de la Coca-Cola…
Pero no ahora, que solo quisimos marcar la soberbia escondida o expresada en la pretensión de calificar ideológicamente a los invitados institucionales que en términos estrictamente democrático-formales deberían ser todos tratados por igual.
notas:
[1] Iglesia Universal del Reino de Dios. Sus viajes de elevación espiritual son… a Israel.
[2] Se trata de un laborioso ranking que usando variables diferentes termina ubicando a Siria penúltimo en la tabla delante de Corea del Norte. Siria, como Libia, consideradas antes de las respectivas incursiones, sociedades vivibles (aunque con un gobierno fuerte, entre despótico y paternalista) han sufrido ataques brutales, con mucha impronta occidental (freedom fighters, todo un dato). Por ello, resulta inmedible o con medición totalmente alterada. Qué decir cuando Democracy Index ubica casi a la par al gobierno filipino, cuyo presidente de revólver al cinto mata con mano propia a presuntos delincuentes en la calle −parangonándose con los escuadrones brasileños de la muerte− con el gobierno argentino que incluso bajo Macri, con su represión a pobres y originarios, no llega ni a los talones del presidente Rodrigo Duterte. Ver que Irán está entre los peores y que Hungría, Honduras e Indonesia están mucho mejor catalogadas, nos hace sospechar del sentido del listado.
[3] EE.UU. produce, mediáticamente buena calidad y pésima… y toda la escala intermedia. Pero lo que llega masivamente a la TV por cable es su producción seriada de violencia, ruido, muerte y destrucción. Monocorde. Embrutecedora. Uruguay parece carecer de antídotos contra esa “invasión”. La calificación de democracia perfecta es en tal caso una broma macabra. Democracy Index es apenas un aparato ideológico del sistema de poder imperante. A Rodolfo Nin Novoa, en todo caso avisarle que los Reyes son los padres.