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EE.UU. e Israel: una cuestión de élites

Publicada el 17/04/2025 - 18/04/2025 por luissabini

¿Flacuras del pensamiento progresista o flaquezas morales de la comodidad?

Por Luis Sabini E. Fernández / 25 marzo 2025

Si uno recorre el espinel del pensamiento crítico, cuestionador, digamos en el universo de habla hispana, seguimos viendo la crítica radical al “imperialismo estadounidense”, al papel nefasto de la OTAN y su jefe indiscutido, EE.UU. Y más en general, cómo EE.UU. sigue ejerciendo su nefasta dictadura mediática, financiera e incluso militar.

Una sociedad, como la de EE.UU. fue configurándose como sociedad nueva, distinguiéndose de las formaciones sociales precedentes que de algún modo la prohijaron. En primer lugar, del imperio británico del  cual los EE.UU. fueron inicialmente colonia.

El surgimiento fue tan radical y explosivo, con tal cantidad de suelos y riquezas a su servicio que la pequeña hilera de colonias inglesas sobre el Atlántico generó una sociedad de dinamismo y desarrollo sin precedentes.

Y sus rasgos, por lo menos proclamados: anticolonial y emancipadora.

Los protagonistas de tamaña gesta: un incontestado dominio noreuropeo. Inglés y escocés  en primer lugar, pero también holandés (los fundadores de Nueva York, 1624, por ejemplo), flamenco, alemán, nórdico.

Francia colonizó la Louisiana (y otras vastas regiones de América del Norte, como Quebec). Louisiana, un enorme territorio del centro actual de EE.UU., finalmente vendido por Francia a los colonizadores principales (que ya habían fundado EE.UU.)   

Y ya muy posteriormente, siglo xix, nuevos aportes europeos llegaron a ese nuevo imán; inmigración irlandesa, italiana. Y judía.

 Entretanto, EE.UU. había empezado a expandirse también territorialmente.

No sólo el robo directo y despiadado de los territorios de las nativonorteamercianos sino también, la rapiña a mediados del s xix de medio México. Y poco después el gran ”negocio” de comprar un millón de km2 de hielo, nieve, morsas, oro y minerales −Alaska− a costa de la miopía geopolítica zarista, por un puñado de dólares.

A todo lo largo del siglo xix, un gran negocio, otro gran negocio, corrió a la par de los asentamientos coloniales; el robo de tierras, el expansionismo, la industrialización artesanal y el desarrollo granjero: la esclavitud. Y el tráfico consiguiente. La economía esclavista fue decisiva en el asentamiento y “engrandecimiento”· de la nueva nación.

LO WASP Y EL ROBO DE LAS TIERRAS

La importancia de la estirpe fue constitutiva en el despliegue y asentamientos de la nueva sociedad. El jus sanguinis fue el estandarte racial del nuevo estado. Afros, esclavizados y oriundos, eliminados o arrinconados no formaban parte de la nueva nación.

La elite que se fue configurando recibió en un momento el calificativo de WASP: White, Anglo, Saxon, Protestant. Por el cuarto atributo fue que “se colaron” en la consolidación de EE.UU., holandeses, alemanes, daneses. Noreuropeos.

“Tras la muerte de Toro Sentado,[1] en Aberdeen, el 29 diciembre 1890, el diario Saturday Pîoneer escribió: ‘Los blancos por la ley de la conquista, por la justicia de la civilización, son los

amos del continente americano […] y la mejor seguridad para los colonizadores será garantizada mediante la aniquilación total de los pocos indios remanentes’.” [2]

El editor de este diario era L. Frank Baum, autor de The Wonderful Wizard of Oz” (El mago de Oz).[3]

Veamos otro testimonio; lo que les dijera Tecumseh, casi un siglo antes; un guerrero nativoamericano de la etnia shawnee, respetadísimo por su conocimiento y su capacidad para enfrentar la invasión europea; un “discurso” a miembros de la nación osage (invierno 1811-1812): “[…] la sangre de muchos de nuestros padres y hermanos ha corrido como agua por el terreno para satisfacer la avaricia de los hombres blancos. Nosotros mismos estamos amenazados con un enorme daño, nada los va a pacificar a ellos hasta vernos a todos nosotros, los hombres rojos, destruidos. Los blancos son  como las serpientes venenosas: cuando están enfriadas son débiles e inofensivas pero el calor las vigoriza y entonces atacan mortalmente a sus benefactores.”  La referencia a “benefactores” es estrictamente veraz, “los indios” jamás atacaron a los recién llegados y, por el contrario, los ayudaron a sobrevivir en el nuevo hábitat.

A Tecumseh le consta que hay una asimetría y cuál es su motor psìquico: “[…] los blancos desprecian  y mienten a los indios, abusan e insultan porque no creen que los hombres rojos seamos suficientemente buenos para vivir.” [4]

Tecumseh advierte que los piadosísimos cristianos que han arribado al continente no quieren confraternizar, ni compartir el mundo, la realidad, lo que tenemos a mano: quieren todo para sí. Es decir: no quieren que existan los originarios. Y están dispuestos a borrarlos de la existencia.

Un siglo después las certeras impresiones de Tecumseh y otros “sabios de la tribu” tendrán amarga verificación: cuando el territorio osage (el que les había quedado, luego de los grandes despojos) se reveló rico en petróleo, principiando el siglo xx, muchas indias osage fueron cortejadas por estadounidenses WASP que no sólo llevaron adelante “casamientos de conveniencia”, sino que además “aceitaron” el plan de despojo envenenándolas. Tecumseh supo ver hasta lo que aún no había pasado.

El genocidio, siempre presente: materia prima en la configuración de EE.UU.

Desde un primer momento, la dirección de la flamante colonia británica no sólo se empeñó en adueñarse del territorio de las etnias allí aposentadas sino que inició el tráfico de esclavos africanos para asignarles las tareas más pesadas que los pioneros se querían ahorrar.

Apenas un ejemplo; lo que le escribe Benjamin Banneker, 19 ago 1791, en carta a Thomas Jefferson (seguramente considerado el dirigente estadounidense más “humano”; a George Washington, por ejemplo, se lo vinculaba con la trata de esclavos):

“[…] supongo que es una verdad que usted conoce tanto que no necesito probársela, que somos una raza de seres que ha tenido que trabajar duramente bajo el abuso, que hemos tenido que soportar durante mucho tiempo el desprecio y que hemos sido considerados más brutos que humanos y a gatas capaces de dotes mentales.”

Banner le dirige esta carta a un prohombre de los flamantes EE.UU. que tiene como amante a una mujer esclava negra (en rigor, dos, según documentos de la época).

Cartas como ésta fueron escritas muchas por seres desgajados de su tierra y esclavizados;  enviadas no solo a personalidades de la época, como Jefferson, sino a diversas autoridades políticas, estaduales o condales. En vano.

Cuando el movimiento abolicionista cobra fuerza, mediando el siglo xix, un movimiento compuesto por blancos contrarios a la esclavitud y negros, a menudo exesclavos, fueron extendiendo su apoyo a esclavos fugitivos mediante redes clandestinas bautizadas “el Tren Subterráneo”.

El gobierno federal entonces procuró enfrentar las deserciones defendiendo los intereses de los “amos” y volver los esclavos al redil, lo cual se convirtió habitualmente en una suerte de contrato de servidumbre, en el cual los negros en rebeldía capturados ya no eran esclavos del antiguo amo, pero sí sus siervos.

“Aunque la decimocuarta y la decimoquinta enmienda constitucional prometió la igualdad de derechos y el derecho al voto, estos derechos desaparecieron cuando los políticos norteños hicieron un acuerdo con los dueños de las plantaciones del sur. Los representantes que ya habían sido electos fueron forzados a abandonar los recintos legislativos. Hubo violencia callejera y miles de afrodescendientes debieron “escurrirse” hacia zonas “del Sur profundo”.[5]

El expansionismo WASP no llegó a tiempo al Pacífico para enfrentar al colonialismo hispano. Porque en las primeras décadas del s xix los Estados Unidos Mexicanos se habían emancipado de España. Pero cuando los WASP en su marcha triunfal al oeste, sienten que el Pacífico está al alcance, encaran la invasión de México en plan directo de rapiña, como ya lo hicieran varias veces antes, con los siux, los osage, los cheyennes, apaches, pies negros, cheroquis, dakotas, navajos…

Es el momento de la “fiebre del oro”. Pero no es la única fiebre. Liberales y racionales, algunos dirigentes diseñan un plan: México tiene 8 millones de habitantes y 4 millones de km2.

La mitad norte, con oro, tiene 1 millón de habitantes. La mitad sur, también tiene oro, pero 7 millones de mexicanos. Ese caudal de sangre ahogará nuestra pureza. Quedémonos nomás con la mitad norte. Ésos serán con el tiempo llamados “chicanos”.

Deglutiendo enormes territorios, una máquina militar de ocupación de tierras, un territorio de conquista, se fue consolidando una nueva y moderna  nación. La más moderna…

Con colonos, muy piadosos casi todos ellos, que de acuerdo con sus convicciones bíblicas, lograban milagrosamente preservar no ya sólo su buena conciencia sino su excelente moral de máxima exigencia. ¿Qué más les puede dar la deidad que los cobija?

Claro que si observamos el tratamiento dado a las naciones aborígenes, verificamos que nuestros bíblicos lectores no eran muy confiables ante la palabra empeñada. Porque los colonizadores europeos fueron descartando cada tratado de límites que habían acordado oleadas anteriores de colonizadores, reduciendo cada vez  los espacios indios hasta finalmente arrebatarles toda la tierra (y la vida), confinarlos a espacios cuasisimbólicos (las Indian Reservations) o expulsándolos del territorio definido como EE.UU. (hay ejemplos históricos, de etnias huyendo a Canadá o a México).[6]

De todo ese magma de tierras fértiles, perseguidos religiosos y consiguiente aspiración a perfecciones bíblicas, se configura una sociedad nueva que aspira a ser total. Y única. Todavía en 1776 y en todo el siglo xix, quedaba prístino que era un nuevo estado (aunque constituido por varios nuevos estados).

Por eso Roxanne Dunbar-Ortiz (Monthly Review, 2017) llegará a mostrar su rechazo a tanta falsedad histórica: “¡Basta de decir que EE.UU. es una nación de inmigrantes!”

La cuestión racial siempre ha resultado decisiva dentro de EE.UU. Los elencos de gobierno siempre han tenido estrecha relación con la racialidad imperante. Por eso, durante cerca de dos siglos, se puede hablar de una élite WASP.

El orgullo racial y racista se encarna, por ejemplo con mucha intensidad en un poeta clave del American Way of Life, como Walt Whitman.

Todavía en pleno siglo XX, se expone, “científicamente”, a un pigmeo africano para que los “humanos” en EE.UU. confirmen su superioridad y para acentuar la exclusividad de los mirones, el prisionero está enjaulado.[7]

1945

Antes del fin de la 2GM, EE.UU. adquiere objetivamente la condición de primera nación en poder del planeta. Y por un instante su vanguardia, su élite, imagina que puede alcanzarse un planeta unido, regido por la ley que EE.UU. ha alcanzado (ese instante es inesperadamente fugaz, porque en la misma década, con la llegada de la bomba H soviética, 1949, se desmorona todo unicato).

Pero en 1945 ya no gobernaba EE.UU. la élite que lo había forjado. Allí hay ya gato encerrado. La realidad es diferente a lo proclamado.

Hay indicios de esa nueva realidad no aparente pero sí subyacente; por ejemplo, cuando en 1942 el congreso sionista mundial de ese año, en Nueva York, conocido como el de Biltmore (por el hotel que albergara a sus participantes)[8] decide, por sí y ante sí, abandonar la protección del Reino Unido, postulando un acercamiento a EE.UU. –el sionismo cambia de líder probritánico a líder pronorteamericano−, con lo cual en rigor el sionismo, apostando ahora a los “5 millones de judíos” que habitan EE.UU., tejerá los contactos e influencias necesarias para que EE.UU. se convierta en su protector (aun cuando el sionismo era  a la sazón notoriamente débil dentro de la población judía estadounidense).

Algo peculiar en el enroque: no suelen ser los protegidos los que deciden. En general, uno tiende a suponer que deciden los protectores. El diseño “biltmoriano” deja entrever otro juego de fuerzas, menos expreso, más subyacente. Entramos de lleno al universo de los lobbies.

El sionismo podía entonces ser insignificante, pero los judíos tenían ya mucho peso en la no tan novel nación. Y en sitios y enclaves que se revelarán decisivos.  

Y el señorío que en plena guerra mundial mantiene el sionismo se refleja en su lenguaje desenfadado: en las instancias de Biltmore se analizan “las circunstancias políticas, jurídicas y administrativas bajo las cuales entraremos y colonizaremos.”[9]

No hubo robo. Es casi como un descenso divino.

Lo que hay que desechar no son prácticamente humanos (en todo caso si lo son, son de otra categoría; por eso, los nativoamericanos no tienen historia… y los palestinos tampoco).

El Consejo de Delegados israelitas en EE.UU. se organizó en 1861. Todavía no teníamos una organización sionista, pero los cabildeos ya eran decisivos, como que esta novel organización logra frustrar el intento −cuando el estallido de la Guerra Civil norteamericana−, de que se califique a la Unión, embrión de EE.UU., de ”cristiana”.

El desenlace de la llamada 1GM es decisivo. Más allá de las sesgadas y falsas historias oficiales con que nos han “llenado la cabeza” durante décadas, cada vez queda más claro que ‘la historia la escriben los que ganan y eso quiere decir que ni siquiera es historia’: la Primera Guerra Mundial, también llamada “la Guerra Europea” fue un ardid británico ante el avance germano en el concierto de las naciones europeas, cuando todavía Europa se consideraba y era considerada centro político mundial.

La Alemania del Káiser, que no quería la guerra porque precisamente sin ella se estaba afianzando (investigación, industria química, bélica, náutica), como lo revela, por ejemplo, su cantidad de premios nóbeles de la época, es juzgada por las naciones vencedoras, colonialistas, imperialistas, como la culpable de la 1GM y se le hace pagar “los platos rotos”. Todos los platos rotos. Tanta indecencia, tanta inversión de la verdad, tanto ultraje, desató una tormenta psíquica entre los alemanes que preparó sus ánimos para el nazismo, inicialmente un movimiento justiciero.[10]

El conflicto “inicial” en 1933 es entre la Declaración de Guerra del judaísmo internacional o mundial al nazismo y la política nazi de juden aus! (¡judíos afuera!).[11]

El aporte judío a EE.UU. y particularmente a su vida intelectual es fuerte.

Los principales diarios de “la gran nación del norte” están dirigidos por judíos. El NYT, por la familia Ochs-Sulzberger, por ejemplo. Y en la década del ’30 queda claro que seis de las siete grandes compañías cinematográficas tienen dueños y directores de origen judío. Y Hollywood era ya ojos y oídos de la población. Característica que ha ido incrementándose con los desarrollos tecnoculturales de la modernidad y de la posmodernidad.

Pensemos en el triunfo mediático de la imagen sobre la palabra (pero recordemos que es la palabra la que nos revela nuestra condición humana, y pensante).

De la influencia judía al dominio sionista

Aunque el sionismo no era dominante hasta entonces, con el establecimiento del Estado de Israel, en muy poco tiempo, pasa a ser clave dentro de la comunidad judía norteamericana.[12]

Otro momento, tan decisivo para el ascenso de una élite norteamericana judía, como el congreso mundial sionista de Biltmore que ya hemos señalado, fue el Tribunal de Nurenberg de 1945. En la misma ciudad en que el nazismo había hecho el suyo en 1935, para definir pureza de sangre.[13] Al fin de la 2GM, los autodesignados Cuatro Vencedores, los que ocupan militar (y sexualmente) Alemania −EE.UU., URSS, Reino Unido y Francia− establecen un tribunal para juzgar a los derrotados alemanes. Es un golpe propagandístico, porque se acusará a soldados alemanes de haberse empeñado en ganar la guerra, como si militarmente pudiese haber habido otra secuencia sensata. Eso ya habla del sesgo político del tribunal. Que será un golpe propagandístico en defensa de lo judío porque toda la estructura administrativa del tribunal será cedida, por parte de  EE.UU. a la organización y la estructura llevada adelante por judíos (son cuatro los vencedores, pero EE.UU. era el primus inter pares, su voto era decisivo).

Y eso que todavía ni asomaba el relato del Holocausto (con mayúscula) inaugurado luego de una producción hollywoodense (década de los ’70) y la instauración del IHRA (Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto), que es de 1998.

El dominio judeosionista es progresivo, escalonado, en los órganos de dirección de EE.UU. Se puede ver, por ejemplo, cómo EE.UU. responde con una guerra multinacional a la ocupación iraquí de Kuwait, despedazando al ejército iraquí, pero dejando en pie a Hussein, enemigo jurado de Israel. La influencia israelí, empero, es decisiva. Israel no acepta sólo la derrota de Hussein. Con info falsa, logra que EE.UU. actúe una vez más contra Irak y su líder, derribándolo y dándole muerte (2003).

Siglo XXI

Y así entramos al siglo que vivimos. Un Israel plantado como potencia mundial, con una red de control no expreso que puede ser la mayor del mundo entero.

Pensemos, por ejemplo, en “los 5 Ojos”, 1948; una red de control de “toda” la información planetaria (entonces telefonía, telegrafía, teletipos, correspondencia, ediciones, todo ello pasando por grandes instalaciones en todo el mundo,  a cargo de oficinas de supervisión, detección, lectura y escucha ensambladas de EE.UU., Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelandia: las cinco naciones anglo.[14] En las últimas décadas del siglo xx con el desarrollo técnico de la computación, los 5 Ojos ampliaron en progresión geométrica el cúmulo de información que supervisan. El volumen mundial es tal que no hay forma de control expreso y toda detección de sospecha se basa en que mensajes presenten palabras claves; únicamente ante ellas se avanza en el espionaje).

Algunos estados que se han considerado beneficiados por el resultado de la 2GM y las disputas geopolíticas mundiales, caso Francia, se han quejado de perder grandes negocios de índole internacional, porque los 5 Ojos mediante, empresas anglo se los han arrebatado.  Alemania, que desde 1945 pasó a formar parte del “mundo libre”, también ha reclamado por enterarse tarde.

Porque adueñarse de la info circulante no es sólo un tema de control ideológico, sino que también puede ser comercial.

Si hay hoy un sexto ojo, es Israel, al que se le ha concedido tan envidiable ingreso.[15]

La situación de la comunidad judía en EE.UU. y la relación de EE.UU. con Israel

Dejemos a un lado la relevancia del MOSSAD, la CIA y el M6, que parece enorme. Ciñámonos apenas a la promulgación de leyes, convenios y disposiciones, a la acción legislativa del Congreso de EE.UU.

De los 435 diputados electos, más de 300 reciben suculentos aportes del American Israel Public Affairs Committee (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel), AIPAC. El AIPAC de hecho hace funcionar la labor legislativa de EE.UU., con sus viajes, con sus cuerpos de asesores. ¿Cuántos de tales representantes estarían dispuestos a prescindir de esos dinerillos? La historia parece encontrar escasísimos ejemplos.

Porque no se trata solo de recibir auxilio monetario. Se trata también de no ser catalogado como antisemita por entender que matar población civil desarmada, infantil, es asesinato y que hacerlo colectiva, sistemática y reiteradamente constituye genocidio.

Entre ser genocida entre muchos, casi anónimamente, y ser estampillado antisemita e individualizado… ya sabemos qué elige la enorme mayoría de representantes de EE.UU.

Cuando Beniamin Netanyahu llevó al Congreso de EE.UU. un dibujo infantil de bomba con la mecha encendida, del tipo de la que vimos en la inolvidable Cops de Buster Keaton, y con semejante ilustración hizo su discurso, a lo largo de casi 30 minutos recibió más de 30 aplausos cerrados. A razón de un apoyo estentóreo cada 50 o 55 segundos. Pero Netanyahu no había viajado con claque. La tuvo, allí, en el Congreso, “espontáneamente”.

Remito al paciente lector a mi nota anterior “Aplicando el sagrado principio de desigualdad ante la ley”, donde revelo la mentira soez de tanto democratismo declamado desde las usinas “democráticas”: cuando Lindsey Graham, senador norteamericano, impugnó airadamente las “órdenes” de arresto de la Corte Internacional de Justicia del 21 de noviembre [2024] contra los dirigentes israelíes, Beniamin Netanyahu y Yoav Gallant, afirmó: “El Estatuto de Roma no se aplica a Israel, ni a EE.UU., ni a Francia, ni a Alemania, ni a Gran Bretaña,  porque no fue concebido para actuar sobre nosotros.” ¡Ah!   Somos todos iguales ante la ley, pero algunos son más iguales. ¡Honor a George Orwell!

Vale la pena otro buen ejemplo, que nos brinda David W. Pear.[16] Cómo Cecil Rhodes “constructor de imperios”, William Stead, periodista y Reginald Baliol Brett, consejero real británico, arman una sociedad secreta, “La Sociedad de los Elegidos”, cuyo mero nombre ya los califica. Que dedicarán buena parte de sus conciliábulos a menoscabar y destruir Alemania, entrevista (bien entrevista) como la nación que podía desbancarlos del poder mundializado que gozaban…

Así que uno no tiene más remedio que creer en brujas. Transcribo un tramo del abordaje de Pear:

“La Sociedad de los Elegidos se organizó en círculos dentro de círculos. En el círculo interno estaban Cecil Rhodes, Alfred Milner, WT Stead, el vizconde Esher, el marqués Salsbury, Lord Rosebery y Nathaniel Rothschild. El rey Eduardo VII fue un miembro central, y después de su muerte en 1910, le sucedió en su lugar el rey Jorge V. La Historia Oculta. Los orígenes secretos de la Primera Guerra Mundial dice:

“Stead estaba allí para influir en la opinión pública, y Esher actuó como la voz del Rey. Salisbury y Rosebery proporcionaron las redes políticas, mientras que Rothschild representó el poder monetario internacional. Milner fue el maestro manipulador, el intelectual asertivo y de voluntad férrea que ofreció ese factor esencial: un liderazgo fuerte».

La Sociedad de los Elegidos tenía un círculo exterior, al que llamaron «Asociación de Auxiliares». Los Auxiliares eran élites afines. Eran realeza, imperialistas, financieros, codiciosos especuladores, guerreros y políticos egoístas y corruptos. Los Auxiliares fueron manipulados voluntariamente, a menudo sin saberlo, por el círculo interno.

Algunos reclutas de los Auxiliares fueron Jan Christian Smuts, Arthur Balfour, Edward Gray, Richard Haldane, HH Asquith, Lord Roberts, David Lloyd George, Sir Edward Carson, Frederick Sleigh Roberts, Alfred Harmsworth y Winston Churchill.

Durante la Primera Guerra Mundial, Churchill fue uno de los imperialistas y belicistas más despiadados.”

Tenemos algunos conocidos del círculo auxiliar: Smuts fue el designado por la flamante ONU,  es decir por EE.UU., como el redactor del estatuto. Smuts es definido por Mark Mazower −intelectual de origen judío pero totalmente enfrentado al experimento sionista− como alguien que: “recurría a una retórica humanista y democrática al mismo tiempo que pensaba que la ONU  podía ser el mecanismo perfecto para adaptar el dominio mundial blanco”; Balfour, el autor del “enroque” para legitimar el ingreso sionista a Palestina ya milenariamente poblada; Churchill, el conservador furibundo empeñado en preservar el dominio racial blanco pero anglo, exclusivo o casi exclusivamente (en todo caso, jamás compartido con germanos).

Philip Giraldi un investigador estadounidense, con formación en el área de la seguridad de su país, tiene un título concluyente: “El lobby israelí domina y pervierte las elecciones norteamericanas” [17]

Analizando el grado de corrupción en que se encuentra sumido su país, continúa: ”El Estados Unidos de hoy, que se proclama a la vez una democracia y el emisor y ejecutor de las normas internacionales, es posiblemente uno de los países más corruptos y menospreciados del planeta.” Da como ejemplo: “Si se miden las consecuencias derivadas de toda la corrupción, no hay mejor ejemplo que la desequilibrada relación con Israel, producto de la inyección de cientos de miles de millones de dólares provenientes principalmente de multimillonarios judíos y fuentes corporativas. El magnate de casinos Sheldon Adelson regaló a Donald Trump 100 millones de dólares y, a cambio, recibió lo que exigía: la decisión de EE.UU. de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.” (Ibíd.)

Me queda la impresión que desde hace unas décadas EE.UU. es un gigante, un gigante monstruoso, pero no sin cabeza, sino con cabeza ajena. Y que tal vez eso explique la cantidad de golpes fallidos que como superpotencia ha tenido.

Porque un poder monstruoso, engendrado desde sí mismo, puede tener enormes yerros –la historia nos lo muestra−, pero un poder monstruoso heterónomo va a cometer inevitablemente muchos más errores. Y horrores.

Que se multiplican por doquier, dentro y fuera de EE.UU. Las zonas habitadas por desechos humanos que se han multiplicado; los subterráneos en San Francisco, de km de largo sin luz, habitados por sobrevivientes, las tasas de suicidio, la expansión de la droga, la reiteración de justicieros o enloquecidos dedicados a matar por mano propia, los atentados en la vía pública, en los centros de enseñanza, la cantidad de desperdicios de una sociedad que presupone la abundancia; una quimera más…

Aunque la sociedad estadounidense, como cualquier otra, es –al menos todavía− mucho más que esa suma de atributos problemáticos. En nuestro pequeño Uruguay, con sus 3 millones de seres humamos,  para hablar solo de cualidades individuales, hay gente noble, egoísta, solidaria, inflexible, cobarde, auténtica, dogmática, idealista, idiota, inteligente, supremacista, estúpida, generosa, roñosa, seguidista, imaginativa, brutal,  perseverante, oportunista, abnegada, racista, crédula, sensata, irracional, afectiva, efectiva, mordaz, imbécil, ingeniosa, mentirosa, creativa, tenaz, solidaria, y tantas, tantas otras variantes del espíritu humano; imaginen lo que puede existir entre los 300 millones de estadounidenses.□


notas:

[1]  Fue el nombre que recibió un cacique que unificó la resistencia de algunas naciones indias contra el avasallamiento constante que las poblaciones amerindias sufrían por la toma de tierras de los europeos durante dos largos siglos. Toro Sentado (1831-1890), también conocido como Tatanka Iyotanka o Sitting Bull, fue un jefe guerrero de la tribu siux. Fue un líder espiritual, político y militar que luchó por defender las tierras ancestrales de su pueblo.

[2]  ¡Howard Zinn, Voices of a people’s history of the U S, Seven Stories Press, 2004.

[3]  ibíd.

[4] Discurso de Tecumseh a los osage, 1811/1812 en Zinn…

[5] Zinn, ob. cit.

[6] La etnia yaqui, literal y oficialmente exterminada en EE.UU. −1911−, logró escapar parcialmente del territorio que había morado; en México se los reconoció como etnia, conservando allí su existencia, identidad e idioma.

[7] Ota Benga era originario de la etnia batwa, pigmeo. Sin reconocerle idioma, se lo exhibe con un chimpancé. 1906. El “trofeo” medía 1,40 y pesaba 46 k.

[8] Algo para destacar que en esa fecha, 1942, los sionistas ya hablen de las “Naciones Unidas”, la organización promovida desde EE.UU.  fundada en octubre de 1945, con ese nombre.

[9] https://israeled.org/el-plan-biltmore-david-ben-gurion

[10] Entre sus atributos es inevitable reconocer amén del ultraje originario, su apodicticidad, su  soberbia, su racismo expreso y ostensible…  y tal vez su candor.               

[11] Una política la del nazismo, con sus matices. Que hará que a mediados de esa década, las únicas organizaciones políticas legales en la Alemania del 3r. Reich sean los nazis… y los sionistas. Comunistas, socialdemócratas, anarcosindicalistas, cristianos demócratas, quedan todos fuera de la ley (o en campos de concentración). Entre tales sionistas algunos se definirán como nazisionistas.

[12] Una secuenciación muy rápida y que se repite. Tenemos el ejemplo argentino más a mano de esa “rotación de poderes” dentro de las comunidades judías nacionales. Argentina cuenta con una comundiad judía de las mayores del mundo (la quinta, tras las de Israel, EE.UU., Francia y Reino Unido). Hasta 1947, la comunidad judía argentina tenía una fuerte representación de judíos de diversa índole y extracción. Estaban, por ejemplo, los racionalistas, con sus escuelas, que desconfiaban de cierta “fiebre” ideológica del sionismo. Decía Isaac Leib Peretz (polaco): digiéndose a los sionistas: “No decís acaso que la humanidad, cual ejército hacia el frente, deberá marchar al compás que marquen vuestros tambores? Pero la humanidad no es un ejército.” (“Esperanza y temor”, Bs. As., 1906). El Estado de Israel sí ha resultado un ejército. Y desde 1948, las escuelas judías tradicionales o las racionalistas pierden prácticamente todos sus alumnos (que por cierto no eran todos los judíos, porque muchos concurrían a escuelas públicas), los padres judíos presurosamente ven reubicando a sus hijos en escuelas judías orientadas por el flamante estado israelí.

[13] A la luz de las intensificaciones raciales violentas posteriores, lo de 1935 resulta casi tierno. Se limita, por ejemplo, el ingreso de judíos al ejército. El nazismo, militarista, se enfocaba en este punto. Se investigaba la estirpe de los abuelos del candidato. Si tenía tres  o cuatro abuelos judíos, se lo rechazaba; si tenía uno o hasta dos abuelos judíos, se lo aceptaba. El ejército nazi contó con miles de soldados con dos abuelos judíos y hasta varios oficiales de alta graduación e incidencia militar durante la 2GM con un abuelo judío (Ron Unz, “The Hidden History of the 1930s and 1940s”, 6 ago 2018).

[14] Otros países o estados tienen inglés como idioma oficial; India, Jamaica, Guyana, por ejemplo, pero no fueron invitadas al cónclave de los 5 Ojos.

[15] El diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung publicó en 2004 un artículo informando que las agencias de “inteligencia” de EE.UU. e Israel recibieron advertencias sobre un ataque “con aviones” contra  “símbolos culturales” de EE.UU., en agosto de 2001, en forma automática. Estaban en árabe y el trabajo de traducción que emplea los 5 Ojos, sobrecargado, se atrasó. La interrogante que surgió de la info del Frankfurter fue desde cuándo y cómo Israel también pasó a formar parte de los 5 Ojos. Al revés de los 5 ácidos fuertes que son 4; el clorhídrico, el sulfúrico y el nítrico, parece que los 5 Ojos son 6…

[16] https://www.veteranstoday.com/2021/05/25/the-first-world-war-cecile-rhodes-and-conspiracy-facts 

[17] “Israel Lobby Cash Dominates and Perverts American Elections, Unz Review, 28 jun 2024.

Publicado en General

No other land: ¿Hay que ser judío para criticar a Israel?

Publicada el 12/03/2025 - 21/03/2025 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández

Como con la pipa de René Magritte que no es una pipa, lo que usted va a leer no es una recensión cinematográfica; es, procura ser, un abordaje geopolítico, escudriñando los aventajados y los perjudicados, por el emprendimiento.

Las escaramuzas ideológicas que han sobrevenido con la premiación hollywoodense a No other land (No hay otro país),[1] una documental elaborada por dos palestinos (no judíos) y dos judíos israelíes, nos revela, una vez más, las múltiples vías de legitimación sionista en nuestro polifacético universo, en el cual −pese a la enorme diversidad comunicacional y al extraordinario aporte que significa la filmación y difusión en vivo de muchos de nuestros presentes; los de la humanidad (al menos la digitalizada)− y que las usinas ideológicas de la sociedad contemporánea; la del sionismo judío en primer lugar, conservan su predominio mediático.

El episodio No other land tiene varias capas superpuestas de interpretación: en primer lugar, la película premiada con un Oscar ha sido presentada como fruto de dos jóvenes que no exceden la treintena de años; uno palestino –Basel Adra− y uno judío israelí –Yuval Abraham−, como si para facilitar la captación mediática se hubiera simpificado la autoría. Poniendo bajo las candilejas a Yuval y a Basel, los jovencitos bien vestidos e igualados con los trajes negros ad usum para Óscares.

La propaganda nos omite así la existencia de un equipo compuesto además por Hamdan Ballal, otro palestino, no tan joven, documentalista de profesión, dedicado precisamente a documentar los despojos de su tierra a manos de un sionismo hipermilitarizado, y por Rachel Szor, otra cineasta jovencita, israelí.

Sin duda, la intención mediática ha sido igualar figuras. Basta verlos con los óscares en la mano para darse cuenta. Y si no hay nada igual ni igualable es, precisamente, el conflicto generado con la llegada del sionismo a Palestina a fines del s xix.

Poco a poco, se fue procesando el abismo que hoy separa a judíos israelíes y palestinos (palestinos de cualquier credo, salvo tal vez, judío). Porque en el mismo territorio pervivió una sociedad histórica –la de los palestinos−, digamos espontáneamente, con sus problemas, crisis, desafíos y condición geopolítica (Palestina era una provincia dentro del imperio turco y carecía de una capa de propietarios fuerte y propia), y una sociedad, nueva, la sionista, no histórica sino de diseño, proyectada para implantar en el mismo territorio mediante usurpación, debidamente calificada con lenguaje bíblico, como “redención”.

Con un diseño señorial de progresivo asentamiento. Lo de “la redención” es crucial porque el sionismo se permitirá los mayores abusos mediante la santificación de sus fines: redención de la tierra es quitársela a “infieles” para que, adueñada por judíos, la tierra se sienta bien: una mistificación ideológica que irá labrando su huella psicológica en los judíos, ellos mismos santificados, haciendo posible cualquier comportamiento; es decir, cualquier abuso o delito.

A lo largo de las décadas, lentamente, al estilo constrictor, el sionismo irá ahogando la vida social, espontánea, de la sociedad palestina que alberga en su seno esta otra formación social no clandestina, pero reservada. Esta nueva entidad irá tomando más y más funciones e instancias de la sociedad general. En la década de 1920, el sionismo inaugura una universidad hebrea. Palestina todavía no contaba con universidad propia. El carácter satélite de la sociedad palestina dentro del universo musulmán la hacía sociedad periférica. El Islam disponía de otros centros culturales, religiosos y universitarios (aunque sí, contaba y cuenta con un epicentro islámico de primer orden en Palestina; la mezquita Al Aqsa; una de las más intensas expresiones de la crisis porque el judaísmo tiene en el vecino a la mezquita Muro de los Lamentos, un sitio privilegiado propio, que coliden inevitablemente.

El estado forjado paso a paso por el sionismo dentro de la sociedad palestina, de impronta musulmana, ha crecido tanto que a la llegada del siglo xxi, lo que queda de la sociedad palestina son vecindarios seccionados y aislados entre sí, caminos de interconexión sin mantenimiento alguno, progresivamente bloqueados o interceptados por los múltipes checkpoints, carreteras destrozadas que apenas permiten el  paso de un carro con ruedas grandes tiradas por burros y de algún vehículo destartalado, en tanto autos y camiones se despliegan raudos en las carreteras que unen las ciudades,  pueblos y barrios israelíes.

Palestina ha sido así fragmentada, aislada, despedazada.  Desde 2006, por haber votado “mal” de acuerdo con los intereses de los dueños del poder, Gaza pasa a ser considerada “irrecuperable” e Israel decreta su pena de muerte (el resto de Palestina es “recuperado” mediante fraude y violencia por “las autoridades”). Dado el volumen de la población, la pena de muerte se efectuará escalonadamente…

Desde esas elecciones, únicas veraces y confiables desde mucho tiempo atrás, la franja será aislada por completo: no hay acceso ni por mar –ni una sola de las Flotas de la Libertad, que buscaban acercarse solidariamente logrará su cometido−, ni por aire –el aeropuerto financiado generosamente por la asistencia española será bombardeado e inutilizado todo su instrumental por Israel; tampoco por tierra. Allí, los pasos son todos controlados por Israel, salvo los que hay con Egipto, que serán a su vez celosamente controlados (mediante el condicionamiento financiero israelí del gobierno egipcio).

Desde 2006, entonces, comienza la agonía gazatí, más acentuada todavía que la generalizada de todo el maltratado territorio palestino.

Control absoluto de los alimentos, del agua, de los medicamentos, mobiliarios, libros.

Todo este proceso genocida, lo puede ver quien quiera dirigir su mirada a Palestina. Y a Gaza. Y lo hemos visto desde cualquier continente; desde Asia, o América, o incluso desde Israel. Así lo ha visto Yuval Abraham, el periodista hoy laureado con este Oscar. En abril 2024 escribe un artículo que publican la revista-e +972 Magazine, de EE.UU. y Viento Sur, de España: ”«Lavender» la máquina de IA que dirige los bombardeos israelíes en Gaza”.

Parco de juicios, generoso de información, el joven exhibe la monstruosa máquina de matar que los mandos israelíes han dejado librada a puros mecanismos: echar bombas a sospechosos de listas infinitas de hogares palestinos que podrían, pudieron, pudieran estar vinculados con alguien que alguna vez tiró una piedra o hizo una protesta. Echar tales bombas, si son “bobas” contra todo tipo de  blanco; si son “inteligentes” a cuadros sindicados como organizadores de la resistencia. “Un dispositivo especial que pueda procesar con rapidez cantidades masivas de datos para generar miles de potenciales ‘objetivos’ de ataques militares”, tratando tales listados “como si de decisiones humanas se tratase”.

Por ejemplo, se dispuso que: “que por cada agente subalterno de Hamás señalado por Lavender se permitía matar hasta 15 o 20 civiles […] Las fuentes añaden que cuando el objetivo ha sido un alto cargo de Hamás, el ejército ha autorizado en varias ocasiones la muerte de más de 100 civiles en el curso del asesinato de un solo mando.”[2]

Abraham nos muestra que el objetivo en todos los casos es el exterminio de los palestinos. Porque ¿qué son los 15 o 100 civiles sacrificados en cada asesinato que les resulta atractivo? Población, seres humanos, niños, esposas, abuelos.

Abraham es un judío de buen corazón. Como fueron los refuseñik que se negaron a participar en las matanzas colectivas de Israel en 2008 y 2009 (“Operación Plomo fundido”) o en la sangrienta incursión, también a Gaza, en 2014. Como lo fueron conscriptos encarcelados que han generado otro grupo refractario a la rapiña sionista; “Anarquistas contra el muro”. Pero atenti: estos últimos se autocalifican como “un puñado” y las cartas de los refuseñik han sido firmadas por 52: el ejército israelí ronda entre 150 mil y 200 mil combatientes. Que además se valen de todas una serie de tecnodispositivos, como la Cúpula de Hierro, el ya citado Lavender o el programa “¿Dónde está papá?”[3] para “extender” sus brazos y sus dedos en gatillos.

Lo que importa con películas y realizaciones como No Other Land, es el significado político que nos aporte. La peli nos muestra diálogos ásperos, escasos, pero la realidad israelí actual es otra cosa. Israel tiene, por ejemplo, un ministro a cargo de las cárceles (Ben Gvir) que postula la matanza de presos; el Lavender que desnuda Abraham (en 2024, luego del 7 oct.) está diseñado para matanzas colectivas, impersonales y evitar que algún soldado del “Ejército de Defensa” de Israel cargue sobre su conciencia alguna perturbación.

La máquina de exterminio de lo palestino avanza imperturbable y tan alejada de manos humanas, que satisface a los mandos, a los políticos… y a los mismos soldados.

Y mientras un ministro de la horda de Netanyahu, Miki Zohar, se queja que No Other Land ‘distorsiona la imagen de Israel ante el público internacional, difama a Israel en el escenario mundial’, ni advierte ni quiere advertir que la difamación no es sino verismo; ahora superados por la expansión de atrocidades, cada vez más anónimas del ejército.

Abraham traiciona, sin querer, obviamente, la gravedad de su mismo mensaje y su labor periodística cuando reclama “el fin de la destrucción de Gaza y la liberación de rehenes israelíes”. Es afectivamente comprensible su reclamo. Pero no podemos hablar de los rehenes israelíes (tomados como tales cuando la incursión palestina del 7 oct. 2023) como un fenómeno en sí, como un generador del conflicto, como lo asienta Abraham: Israel ejerce desde hace décadas la politica de tomar rehenes: miles de rehenes (en condiciones infinitamente peores) que Israel levanta, sistemáticamente, en las calles, en los stiios de trabajo, en hogares, y son internados, sin juicio, “administrativamente”, por meses, años o décadas. Por décadas. ¿Acaso los judíos tienen “coronita”? ¿Cómo podemos reclamar el (justo) fin de tan odioso método sólo para judíos?

Todo el valiente y esclarecedor documental No Other Land, con toda la violencia que desnuda, la indiferencia sistemática de supremacistas militares israelíes destrozando baños, cocinas, techos, dormitorios; el uso de armas de fuego contra dueños de casa sin armas,  atropellados y robados, el impedir hacer una escuela para los 600 niños de las aldeas vecinas,[4]  el discurso mismo de Basel Adra: “película escrita por un colectivo palestino-israelí […] mi esperanza para mi hija [tiene 2 meses] es que no tenga que vivir la misma vida que estoy viviendo yo ahora,  siempre con miedo, siempre temiendo la violencia de los colonos, las demoliciones de los hogares y el desplazamiento forzado que mi comunidad Masafer Yatta vive y enfrenta cada día bajo la ocupación israelí que hemos soportado durante décadas mientras pedimos al mundo que tome medidas serias para detener la injusticia y frenar la lmpieza étnica del pueblo palestino”.

Los militares se burlan de Adra y Abraham y su periodismo.

Este alegato ha sido históricamente a lo largo de años y décadas, persistente y valerosamente asumido por incontables palestinos, igualmente valerosos, como Emat Burnat (Cinco cámaras rotas), Ahed Tamimi e incluso otros humanos solidarios, no palestinos como Rachel Corrie, asesinada precisamente por ello.

Pero desde el 7 octubre 2023, la hybris sionista perdió la paciencia, mediante la cual, la “redención” de la tierra les estaba demandando décadas (y costo político, porque los humanos generalmente resistimos la injusticia flagrante por más  de señorial que se la invista) e Israel ha optado por: 1) el modelo “Conquista del Oeste” estadounidense;[5] 2) la doctrina Hannibal (exclusividad racista del propio pueblo) y 3) el control mediático de “la” verdad. Así, ante el copamiento de Hamás y otras organizaciones de resistencia al sionismo, del 7 de octubre 2023,  “justa indignación”, como si “el artero ataque” proviniera en cielo sereno, tratando a sus protagonistas como de violadores de no sabemos qué paz.

Ya no estamos ante muertes puntuales, como en No Other Land sino ante muertes masivas y por doquier.

La situación de los gazatíes, y cada vez más de los palestinos en los territorios disputados, es ahora muchísimo peor que lo que traslauce el alegato de Adra que hemos espigado: ya no se trata de casas derribadas, de gente viviendo en cuevas  sin siquiera agua corriente…. en Gaza, el bombardeo masificado no produce ya desalojos sino muertes, no de combatientes sino de población civil en medio de los escombros de una artillería que deshace ciudades… Y ya no sólo en Gaza sino en Cisjordania o en Jerusalén.

En el momento actual, la documental palestinoisraelí sustrae de las candilejas la monstruosidad que está pasando allí nomás a pocos km de Masafer Yatta. Allí, entre vecinos vemos un cartel: “Palestinians lives matter”. Se entiende la intención; adueñarse de la consigna que los afroamericans difundieron contra la violencia policial estaodunidense. Me pregunto, empero, porqué la consigna no está en árabe, al menos en las tomas locales, las que no son for export.

−“Te llevan [detenido] y es una suerte de tortura emocional”, dice Adra a propósito de la detenciòn de su padre; el documental ilustra la coexistencia (forzosa) entre autos “amarillos”, de israelíes y autos “verdes” (palestinos).

−Ante un ataque pide un palestino: “Dame una cebolla por los gases lacrimógenos”.

−Una madre, desesperada por el hijo que fue baleado porque trataba de evitar que los soldados le robaran  un generador,  y ahora esta parapléjico, se pregunta qué hacer y si lo mejor no es que Allah se lleve a su hijo…

−Adra les grita, indignado: “Soldado: estoy filmando todo esto.” [6]

Pensemos estas situaciones, en los territorios gazatíes luego del 7 oct. 2023. Cuando los militares derriban todas o casi todas las edificaciones de las poblaciones gazatíes a veces con gente adentro, enterrada viva (a ese grado de degradación ha llegado el ejército “más moral del mundo”).

Estamos mucho peor de lo que nos muestra No other land. Como cultura humana. Como red mundial. La impunidad de Israel es manifiesta. Siempre hay gente, humanos de buen corazón y coraje civil. Hasta en la ONU. Honor a UNRWA, a Francesca Albanese, italiana, a Richard Falk, judío estadounidense (de la estirpe de los  Benjamin Freedman, ayer y Max Blummenthal hoy), a Folke Bernadotte, sueco, el primer mediador del conflicto palestino-israelí, asesinado −por quien será guardaespaldas de Ben Gurión−, “gracias” a sus esfuerzos para lograr una solución justa dentro de la ONU.

Israel no rinde cuentas. Nadie −significativo− se las pide. Como explica un periodista lúcido: “Informes concluyen que Israel comete genocidio. Occidente bosteza”.[7]

Mientras las atrocidades cometidas antes por el sionismo ahora por Israel se ventilen en Óscares, Israel seguirá impune.□

notas:

[1] Ceremonia del Óscar, Hollywood, 3 mar 2025.

[2] Estas aplicaciones siempre tienen desvíos para peor: cuando el soldado israelí Gilad Shalit es capturado en 2006, las fuerzas israelíes procuran rescatarlo mediante sucesivos allanamientos a diversos locales palestinos presumiblemente de Hamás o no. Durante muchos meses, más de un año. A lo largo de esos presuntos rescates, jamás exitosos, se estima entre cien y doscientos los palestinos asesinados. Shalit fue canjeado varios años después por más de mil presos palestinos y fue visto públicamente una sola vez. Al declarar que había sido siempre bien tratado, nunca se lo volvió a presentar.

El episodio nos permite corroborar que sin «Lavender» ya se cometían “excesos”…

[3] Escalofriante programa para matar junto con “el blanco”, esposa, padres, hijos…

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Masafer_Yatta

[5]  Genocidio de los pueblos nativoamericanos o su reducción a campos de concentración denominadas “reservas indígenas”.

[6] En el documental se aclara que la invocación militar a desplazar a los pobladores palestinos de la región por necesidades logísticas, se reveló finalmente, sólo una excusa.

[7] Jonathan Cook, https://www.middleeasteye.net/opinion/gaza-israel-another-expert-report-committing-genocide-west-yawns. Middle East Eye, 25 dic. 2024.

Publicado en Centro / periferia, General, Palestinos / israelíes, Poder, Poder mundializado, Política

Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado

Publicada el 04/02/2025 - 04/02/2025 por raas

El número 166 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección A Fondo un artículo de Joan Benach y Ferrán Muntané como pese a los múltiples y duraderos efectos nocivos para la salud humana y ambiental, la contaminación química y la alteración antropogénica de los flujos biogeoquímicos son unos de los problemas ecológicos más subestimados.

Por Joan Benach* y Ferran Muntané**
Fulhem
06-09-2024

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Democracia y simulacros

Publicada el 08/01/2025 - 08/01/2025 por luissabini

16 dic. 2024

por Luis E. Sabini Fernández

 

¿Es la apropiación de tierras y recursos el problema principal de nuestro tiempo? ¿Y por lo tanto, la contaminación  un tema menor?

Nada más equivocado que esa falsa oposición.

Porque estas cuestiones vienen juntas. Porque los principales contaminadores son los principales apropiadores. Y porque mucha contaminación es irreversible.

¿Por qué tanto daño? ¡Es el precio por la modernización! nos dicen. ¿Vale acaso la pena?

Pregunta abierta. Por eso, es que podemos, y debemos, decir, que estamos mejor y peor al mismo tiempo, en el mismo tiempo.

 

Para abordar lo de la modernización, los recursos, incursionemos en diversos aspectos.

Uno, primordial, como lo señala el Movimiento Uruguay Soberano, es que estamos sometidos “a una invasión silenciosa”. Y para peor, de un modo progresivamente acelerado.

Rastreando la modalidad, entendemos necesario fijarnos  en una cuestión aparentemente formal pero que configura nuestra comprensión: el uso profuso de  “palabrerío ambiental”.

EL LENGUAJE MELIFLUO DE LA TÉCNICA AMBIENTAL

Es llamativo ver cómo las burocracias públicas encargadas de lo ambiental, así como las empresas que medran con los proyectos de emprendimientos industriales “ambientalmente responsables” han ido afinando el lenguaje. El ministro de Ambiente de nuestro país, Robert Bouvier, nos informa que el gobierno, que está a punto de transferir su investidura –y que por ello sería sensato que no resolviera cuestiones de enorme trascendencia que pesarán sobre el país y no sólo el próximo gobierno (para el caso, los cuatro gobiernos próximos)− concedió Autorización Ambiental Previa a un consorcio empresarial, una UTE (Berkes, SACEEM, CIEMSA y FAST) que ha decidido inventarse un trabajo, una tarea, que, si se salen con la suya, pagará el estado uruguayo, es decir nosotros. Un monto estimado en casi mil millones de dólares (nos consta  que a la postre, si logran el contrato, excederá con creces ese monto). Excelente iniciativa, si consideramos la creatividad empresaria; pero nefasta búsqueda si consideramos la salud socioambiental de nuestro país.

Denominado Proyecto Neptuno, es una obra para extraer agua del contaminadísimo Río de la Plata,[1] para proveer agua diz que potable a Montevideo y parte del país, desplazando el viejo proyecto de ampliar la extracción de agua dulce del Santa Lucía y afluentes (con la proyectada represa de Casupá, a la que significativamente se le atribuye mayor caudal de agua potabilizable que toda la que pueda juntar el Proyecto Neptuno).

Para Neptuno, empero, Bouvier nos señala que el proceso ha sido “exhaustivo, transparente y participativo” (¡sic!).[2]

¿Exhaustivo entre el consorcio y el gobierno? Entiendo faltarían en ese caso muchos otros llamados a la cuestión; habitantes del lugar en que se proyecta la instalación, titulares de las actividades económicas afectables por el proyecto, estudiosos que han investigado aspectos en juego con el proyecto.

Lo transparente, en este caso su opacidad, surge de los consultados ausentes.

Y lo participativo llueve sobre mojado. Por cierto, Bouvier nos recuerda que el ministerio le reclamó al consorcio consideraciones ambientales. Faltaba más. El lenguaje de estos técnicos en inversiones transnacionales de capital abunda en “prevenciones”, “mitigaciones”, “estrictos cumplimientos de los plazos acordados”, “responsabilidad ambiental”, “compromiso con el ambiente” , “dictamen de viabilidad”, “memorando de entendimiento”, “cuidado responsable”, “evaluación ambiental estratégica”, “evaluación y autorización ambiental”, “respeto del entorno”, sostenibilidad, mucha sostenibilidad…

A veces, empero, se nota que el original ni siquiera fue escrito en castellano; se nos asegura “que las decisiones estuvieran basadas en evidencia y en un análisis profundo.”  [3] Estimo con reverencia lo de “profundo” (aunque sea solo una palabra), pero me pregunto cuándo en castellano se toman decisiones basadas en “evidencia” (algo que acontece con asiduidad en inglés con evidence, que tiene un rasgo más jurídico, más bien prueba).

A veces la ajenidad del proyecto ni se oculta, como con “Tambores Green Hydrogen Hub”.

A  menudo, todas las precauciones alegan corporizarse  en “multas ante infracciones ambientales”, que los consorcios infractores pagan siempre gustosos para seguir contaminando, si les sale más barato que modificar los procesos para dejar de contaminar. Algo que pasa demasiado a menudo, puesto que el principio burocrático de la multa no procura modificar políticas empresarias sino apenas, “sacarles jugo”.

A veces también, nos damos cuenta que el texto ha sido matrizado en algún otro lado, no en el paisito porque brota la frase de hacer del Uruguay ‘un hub innovativo’, es decir se nos recomienda desde alguna comisión anglófona, de la ONU o desde el BM o el PNUD, que hagamos un paso decisivo para modernizarnos (un poco más, todavía).

EL JUEGO DE LA MOSQUETA CON EL AGUA POTABLE

La crisis del agua potable que afectó a la capital y gran parte del país a mediados de 2023 respondió en buena medida al secuestro de la menguada disponibilidad de agua potable de que disponía la OSE por escasez de lluvias. No tanto a causa de las lluvias ausentes sino a que al menos unos quinientos propietarios agroindustriales habían legalizado el secuestro del agua potable mediante una Ley de Riego (aprobada en 2017 y que en 2022 no pudimos juntar la pesadísima cantidad de firmas que se exigen para modificarla).[4]

Ni el gobierno ni la oposición vinculan la penuria sufrida con el agua en 2023 con dicha ley. “La crisis del agua de 2023” nos enseñó que el consumo de la población no es, pese a proclamas, prioritario: los agroindustriales, disponiendo del agua potabilizada por OSE, para regar sus cultivos, no necesitan atender tajamares o azudes en sus propios suelos, para producir, por ejemplo, trigo, maíz o soja transgénicos.

A algunos empresarios “la crisis del agua” también les enseñó algo: que tenían un filón de inversión y presentaron más rápido que corriendo el proyecto Neptuno: una creativa jugada inventándose  una tarea.

UN EJEMPLO BIEN VECINO: PORTO ALEGRE BAJO LAS AGUAS

Veamos ahora cómo actúa este tipo de economía dependiente en un país poderoso pero periférico, como Brasil, en una región recientemente devastada por inundaciones y tormentas.

Andrea Lampis y Victor Marzechini[5] han analizado la situación de Rio Grande do Sul y particularmente la de su ciudad capital Porto Alegre y han entrevisto, mediante registros estadísticos, cómo se han intensificado tormentas, temperaturas extremas y precipitaciones junto con un incremento marcado de urbanización y especulación inmobiliaria.

Un combo indigesto. La especulación inmobiliaria que está incrementando la “fiebre edificadora” produce una serie de alteraciones que dichos autores registran: “construcción desenfrenada de edificios”, tala de árboles, aumento de temperatura (ya está abundantemente probado que cada copa de árbol de tamaño mediano disminuye la temperatura ambiente circundante por lo menos 5 grados).

Lampis y Marzechini nos recuerdan una denuncia de Folha de Sâo Paulo,[6] de que el gobernador E. Leite modificó casi 500 normas ambientales sin debate alguno, favoreciendo con la simplificación intereses financieros de la rama de la construcción.

¿Y por casa, cómo andamos, por el este costero uruguayo, en cercanías de Punta del Este? ¿Habrá que esperar a que lleguen situaciones como las que se han presentado en Marbella, balneario estrella español, en que se han identificado centenares de edificaciones que han burlado todas las ordenanzas municipales vinculables con la preservación de espacios naturales, tránsito, higiene, circulación, etcétera? Cuando pasamos hileras e hileras de edificios de diez pisos o más, con centenares de apartamentos y vemos luces encendidas en no más del 2 % de las unidades particulares (aunque el encendido de los espacios comunes esté completo… para hacer menos fantasmal el panorama…), nos preguntamos  por el motivo de tanta edificación… ¿lavado de activos, especulación inmobiliaria, sistema de “tranquilización” de mano de obra?

 

¿SOMOS TAN EJEMPLARES Y MODERNOS?

“En tierra de ciego el  tuerto es rey”. Y así miradas las cosas, podríamos abrigar cierta tibieza, observando los desaguisados de Dina Boluarte, Javier Milei o Daniel Noboa. Pero es más sensato y correcto evitar analogías y juzgar sin comparaciones.

“Uruguay país natural” es una consigna tan pero tan mendaz, que nos ofende.

Que la comida de tanta población uruguaya sea regada con Coca-Cola, no sé si ofende, pero sí daña. Nos daña los cuerpos, induciendo obesidad y diabetes, y ofende nuestra mentalidad, porque ni sabemos porqué dependemos de ella, programadamente adictiva.[7]

Que hayamos perdido poco menos que totalmente los servicios ferroviarios que se forjaran a mediados del s xix, no es signo de modernidad sino de dependencia: prácticamente todos los países han conservado sus vías férreas (aunque a menudo perdiendo la centralidad inicial). Sólo que ahora es más difícil que un país opte por ellas.

Análogamente, que nuestro país haya perdido una industria del vidrio medianamente desarrollada solo por el empuje de la petroquímica, sin que ni la sociedad ni el estado uruguayo reaccionaran y defendieran una adquisición milenaria de la humanidad (y mucho más sana o mejor dicho, menos tóxica que la industria de los plásticos) no habla de nuestra modernidad, sino, otra vez, de nuestra dependencia.

Sólo advirtiendo nuestras limitaciones, podremos superarlas. Si nos solazan los elogios como los que provienen de EE.UU., Reino Unido, Israel, “democracias consagradas”, seguiremos engañándonos.□

[1]   El Río de la Plata, que es una denominación para designar el estuario conjunto de los ríos Paraná y Uruguay, presenta así en el tramo final de aquellos ríos todos los sedimentos, tóxicos, e impurezas que ambos ríos han ido recibiendo a lo largo de sus miles de km, provenientes de una agroindustria basada en tóxicos, amén, de los residuos industriales que también recoge a su paso cada río. Así, el Uruguay recibe del río Negro, más de cien millones de litros diarios  “enriquecidos” con todos los ingredientes que emplea UPM para hacer celulosa en su planta de Pueblo Centenario, Durazno. Amén  de los desechos cloacales, buena parte ni siquiera tratados o depurados, de ciudades como Buenos Aires (15 millones de habitantes). Buenos Aires, por ejemplo, ha construido un canal “emisario” que cumple únicamente con alejar los desechos de la costa argentina unos 12 km. A la altura de la proyectada toma de agua para Montevideo, el río tiene poco más de cien km. de ancho. Y por lo tanto el emisario porteño vuelca sin duda del lado argentino. Pero el agua no tiene fronteras sólidas; no tiene fronteras, se mueve, con las corrientes y con los vientos, por ejemplo. Estimativamente sumaría a los agrotóxicos del norte una parte, siquiera, de los lodos cloacales de  Buenos Aires. Véase, por ejemplo: https://elmuertoquehabla.blogspot.com/2024/12/caquita-portena-salobre-en-arazati.html.

[2]  El País, Montevideo, 10 dic. 2024.

[3]  https://www.gub.uy/ministerio-ambiente/comunicacion/noticias/ministerio-ambiente-aprueba-autorizacion-ambiental-previa-proyecto-arazati.

[4]  Para poner a referendo la Constitución del país se exige un 10% de firmas solicitándolo; para modificar una ley, se exige el 25%; el democratismo ahí se fue por la cañería.

[5]    “The Conversation”, El País, Madrid, 16 may 2024.

[6]   8 mayo 2024.

[7]   Allá por los ’70, tuve una visita policial por denuncia de vecinos “patrióticos”:  18 policías. 10 uniformados y 8 de particular u 8 uniformados y 10 de particular. Ya no recuerdo. Al mando de un jefe, Campos Hermida. Revolvieron la casa. Mientras un policía de la Seguridad o secreta, iba tirando papeles, libretas o apuntes al piso le explicaba pedagógicamente a sus acompañantes: ‘estos tipos están tan pero tan locos que son capaces de ni tomar Coca-Cola porque dicen que es del imperialismo’. Al improvisado docente que intrusara mi hogar le tengo que reconocer que sí. Que es así nomás.

Publicado en ecología, General, Salud. Y enfermedad, Uruguay, Uruguay. Qué hacer

CONTAMINACIÓN: ¿RASGO PRINCIPAL DE NUESTRA CIVILIZACIÓN?

Publicada el 01/12/2024 - 01/12/2024 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández  /  28 noviembre 2024

 

Una vez cada tanto recibimos “el golpe” de una noticia que trastorna nuestro universo cotidiano.

El concepto del título puede tener muy variables significados, materiales, espirituales, pero estas líneas van a discurrir exclusivamente en el plano físico; vinculado con nuestros cuerpos (aunque no exclusivamente; ya sabemos todo es uno).

Con los alimentos, nuestras comidas cotidianas, las advertencias han sido reiteradas. Pero al parecer el papel persuasivo de los emporios que controlan la producción, circulación, y disposición de los alimentos que constituyen nuestra dieta habitual, es lo suficientemente poderoso como para que sigamos consumiendo lo que el mercado ofrece, independientemente de si tales alimentos son saludables o no.

Si nuestra hipótesis es certera se nos abre un abismo a causa de nuestra impotencia.

Los hábitos alimentarios de la humanidad han cambiado en el último siglo, o más acentuadamente todavía, desde la segunda mitad del siglo XX, a un ritmo que no tiene precedentes: durante siglos y hasta milenios se comió con menos modificaciones en los alimentos que todas las que se han sucedido en los últimos cien años.

¿Pasó algo entonces para haberse generado tantos cambios y modificaciones en nuestros  hábitos alimentarios?

Ciertamente. Resumidamente lo titularía: AWOL. American Way of Life.

Lo que llamamos modernidad (los historiadores suelen hacer coincidir su surgimiento con el Renacimiento, siglo xv) vino desarrollándose cada vez más intensamente a través del laicismo, la industrialización, los despliegues científicos y tecnológicos, los grandes inventos consiguientes (y la aplicación de viejos inventos, sobre todo chinos) aplicados a la producción y circulación de bienes materiales, el ensanche del mundo incorporando las Américas a la vieja globalización mediterránea (ahora atlántica), y con el paso de los siglos, una tecnificación progresivamente acelerada.

A mediados del s xx, tras el tendal dejado por la 2GM, nos encontramos con una potencia que ha ido tomando más y más poder mundial, desplazando a los parcialmente perimidos colonialismos británico y francés; EE.UU., que vanguardiza prácticamente casi todos los rubros de la modernidad. La influencia american se extiende por todo el mundo, y se afianza: energía a petróleo en lugar de carbón, abundancia en lugar de escasez, democracia en lugar de monarquías y “viejo orden”. Automóviles para los desplazamientos; y no en topolinos sino en colachatas; las ciudades norteamericanas se diseñan con más espacio del que disponía la campiña italiana, por ejemplo, para sus vides, limones, aceites. Ciudades tan “estiradas” necesitaban un vehículo de conexión como el automóvil. Y la americanization se fue globalizando.

EE.UU. siente llegada su hora. Su cultura. Diseñadores dietéticos postulan la aplicación de la ciencia a nuestras comidas; se diseñan pastillas que otorgan a cada humano todas sus nutrientes, de un modo científico, más preciso que cualquier menú tradicional.[1]

Pero si no íbamos a superar lo alimentario, íbamos sí a superar los alimentos. En EE.UU. comienza una revolución culinaria: basta de agua, vino o cerveza para acompañar comidas; un brebaje diseñado a comienzos del s xx, con algún estimulante y azucarado, será el estandarte líquido de la comida estadounidense. Y el aumento de grasas y azúcares será otro. Como el American Way of Llife tiene siempre un ojo puesto en la billetera, se ensancharán los platos (llegarán a ser de 30 cm de diámetro) para servir porciones mayores, estimulando el consumo.

Todas estas medidas tendrán su coletazo imprevisto e indeseado: el aumento de peso de los cuerpos humanos, la obesidad como anomalía cada vez más presente.

Pero los alimentos no se procesan sólo en las cocinas y en las mesas. La agroganadería estadounidense revolucionará también los piensos suministrados a los animales de crianza: se desarrolla toda una ingeniería agronómica para producir más revolucionando todas las técnicas agronómicas: ya no será sólo el agua, las piedras de cal, y algunos otros caldos, como el  bordelés; ahora los laboratorios cada vez más a cargo de la industria alimentaria, irán produciendo toda una batería de sustancias llamadas fertilizantes –para que las plantas las absorban− y de otras sustancias denominados genéricamente “fitosanitarios” o “agrotóxicos”  –para que las plagas los absorban.

Solo que el “reparto” no es tan exacto como pretendían los técnicos y cada vez más, vamos a ir verificando que los venenos no sólo envenenan a los objetivos de las aplicaciones… sino también, a los mismos alimentos, a los que aplican y a sus comensales finales.

A lo largo de las últimas décadas, muchas ya, hemos ido recibiendo diversas llamadas de atención al respecto.

Muy sucintamente: en 1962, Rachel Carson, bióloga estadounidense, escribe como  alegato, Primavera silenciosa, donde explica como los agrotóxicos, cada vez más extendidos en el medio rural (entonces norteamericano) están acabando con los insectos y otra fauna menor, fundamentalmente muchas especies polinizadoras, y las aves de ese hábitat (a las que alude en su título).

Los grandes laboratorios indirectamente aludidos iniciaron una campaña de desprestigio y presión, cuestionándole su capacidad profesional. Para muchos significó arruinarle la vida a Carson que murió con 57 años, apenas un año y medio después de la aparición de su libro.

Toda una recordatoria de lo que cuesta investigar contra los intereses corporativos.

 

Matar a la naturaleza, para que mejore…

Luego de la denuncia de Carson, la quimiquización de los campos (y consiguientemente de las ciudades, de la sociedad humana) se expandió todavía más, mucho más, de modo imparable.

A la par, la sociedad, en primer lugar la norteamericana, pero por fenómenos de expansión imperial, la sociedad occidental inmediatamente después y progresivamente, el mundo entero, fue registrando así el pasaje de la “agricultura tradicional” a la agricultura “científica” o contaminante, según valoremos el rasgo que la caracteriza.

Se fueron sucediendo nuevos capítulos de esos avances científicos o contaminantes. O mejor dicho, científicos contaminantes.

La ciencia suele ser el eslabón para mejorar nuestros saberes operacionales y en ese sentido, la ciencia no tiene porque ser acompañada de contaminación. Pero en las circunstancias históricas que venimos reseñando, la ciencia no proviene de un saber curioso que ha alimentado nuevos aprendizajes para entender el mundo y modificarlo, sino de empresas que se han dedicado a  desarrollar ciencia y técnica, mejor dicho técnica y ciencia, para incrementar rendimientos. Crematísticamente. La utilidad pasa a ser primordial, no la calidad, en este caso alimentaria.

En concreto, lo que se suele llamar modernización de la agricultura, que incorpora nuevos saberes científicos, incorpora fundamentalmente nuevos recursos tecnológicos, donde la cuestión de los costos desempeña papel primordial. Pero no un abordaje real de los costos en todos sus aspectos, sino un abordaje funcional, pragmático, de los costos inmediatos de una modernización dada: si plantar y carpir sale 130 y plantar y tender un germicida (que no afecte la plantación principal, porque por ejemplo es transgénica y está así programada) sale 110, la “solución” es clara: se opta por el germicida, más “económico”.

Si incluyéramos en los costos las intoxicaciones y enfermedades derivadas del uso de semejante tóxico, la pérdida de calidad de vida de la población afectada por el cultivo con agrotóxicos, y la pérdida de calidad alimentaria de ingerir alimentos con venenos “incorporados”, y el costo de las afecciones resultantes, entonces los costos de la agricultura “moderna”, agroindustrial”, ”inteligente” (sic!), sería apreciablemente mayor que la vilipendiada agricultura tradicional.[2]

Pero así “no se hacen las cuentas”.

Los laboratorios y las empresas de semillas y “mejoradores” tienen otra contabilidad: que las enfermedades, los envenenamientos, lo paguen las familias particulares, víctimas, o las redes asistenciales (que lo harán, generalmente mal) sin que afecte la contabilidad del consorcio que ha ignorado la salud pública.

Éste es el “santo y seña” del mundo empresario cuando genera algún “problemita”.

Las décadas del fin del siglo xx verán el debate de las redes campesinas y rurales contra la creciente contaminación.

Que dista, y mucho, de ser exclusivamente alimentaria.

 

 

La plastificación de las sociedades humanas

En 1996, otros tres biólogos, también estadounidenses, tras un relevamiento de años por diversas zonas del subcontinente norteamericano, Dianne Dumanoski, John Peterson Myers y Theo Colborn, presentan un informe con el sugerente título Nuestro futuro robado.[3]

Donde muestran y demuestran como algunos materiales plásticos se han ido infiltrando en los cuerpos de los seres vivos (porque, por ejemplo, presentan similitudes con estrógenos) y están causando atroces alteraciones en los recién nacidos (pero no solamente). Logran en primer lugar ubicar algunos de esos plásticos y plastificantes generadores de tantos daños genéticos y a  sus víctimas en la fauna silvestre: gaviotas hembras que han cambiado su comportamiento, y contaminadas, adquieren el propio de machos; cocodrilos en la Florida cuyos penes se han atrofiado tanto  por contaminación plástica que ya no pueden fecundar a las hembras, y así sucesivamente.

Curiosamente, ni el sacudón de 1962, ni el de 1996 parecen haber tenido efecto duradero. Nuestra sociedad contemporánea resulta impermeable a desafíos que incluso afectan nuestras propias vidas.[4]

Con la fabricación de plásticos, inicialmente termorrígidos, como la  bakelita, pero a poco, termoplásticos que revelarán, como la palabra lo dice, enorme plasticidad comienza un proceso que hoy caracteriza a “todo el mundo”. Los termoplásticos, obtenidos a partir de la polimerización del petróleo, irán poco a poco introduciéndose en todo. Una cualidad, que la industria petroquímica encontró y que para esa industria significó fuente de ganancias; la no biodegradabilidad, es tan extraña y ajena a nuestro hábitat que carece de una palabra para expresarlo; y por eso usamos dos.

La petroquímica expandió por el planeta su “producción”, cuidándose muy bien de averiguar su destino o consecuencias. El optimismo tecnológico que ha funcionado como verdadero “opio de sus titulares” hizo que descuidaran semejantes implicaciones. ¿Cómo si era nuevo podía ser malo? ¿Acaso no es lo viejo, lo perimido, lo premoderno lo (único) que puede ser malo?

Por la misma razón, se evita advertir cómo contaminación puede producir trastornos en nuestra sexualidad y se prefiere, en cambio, “convertirlos” en ”nuevas visiones de la sexualidad”.

Y el volumen del daño fue creciendo incontenible. Los promotores de la industria petroquímica, como la de los “fitosanitarios”[5] para el mundo rural, optaron  por la política del “que me importa”. Y con esos parámetros, se convirtió en una de las ramas industriales de mayor rentabilidad en el mundo entero. En rigor, porque tenía tamaña rentabilidad, se desechó toda política restrictiva a agrotóxicos o a plásticos.

Quedaba sin resolver el destino de un material –los plásticos− que no desaparece nunca, que sólo va cambiando de forma (se intentó en los primeros momentos su incineración, pero la toxicidad hasta del aire se hizo tan gigantesca e insoslayable que se desistió). El optimismo tecnológico permitía no  hacerse responsable de sus actos; más valía desvincularse de ellos. El recurso  del pagadiós.

Como se trataban de adelantos e inventos tecnológicos, tenían licencia garantizada de antemano (aunque nadie imaginó, seguramente, que era para matar).

Porque ante cada avance tecnológico, el ensanche incontenible de los productos químicos –el hallazgo o invento de una nueva sustancia−, se trató siempre de ver el aporte (que fuera enfriador, conservante, ignífugo, suavizante, y la innumerable variedad de funciones atractivas, pero jamás examinando sus inconvenientes o desventajas (salvo que fueran tan patentes, como, por ejemplo, un lubricante excelente que resultara altamente inflamable). De ese modo, de decenas de miles de productos químicos característicos de nuestra sociedad actual, apenas un 10% tiene una ficha de relevamiento más bien completa con ventajas y desventajas;  la inmensa mayoría de productos químicos que usamos fueron ideados para cumplir una función estimada como deseable, ignorando las más de las veces  qué otros rasgos o características tenía; por ejemplo si era asimilable por cuerpos vivos, si era alojable en órganos de mamíferos (o de insectos). Tampoco se agregaban datos sobre otros rasgos, ajenos al hallazgo tecnológico diseñado para alguna tarea particular (rasgos que podrían revelarse altamente problemáticos, que es lo que ha estado pasando con tantos nuevos productos químicos).

 

De esa manera, la humanidad, y sus centros de documentación y relevamiento no supieron o pudieron o quisieron ver la lenta pero inocultable acumulación de plásticos en los mares del planeta.

Tampoco se visualizó que esos plásticos, erosión mediante, cambiaban totalmente de aspecto (pero no desaparecían porque no se biodegradan):  se iban convirtiendo en partículas cada vez más pequeñas, microplásticos.

Las investigaciones de Mathew Savoca[6] nos introdujeron en otro camino del que los desarrollos tecnocientíficos no tenían la menor idea: los microplásticos, poblados por organismos microscópicos, resultan apetitosos para peces.

Con lo cual estamos introduciendo plásticos, muchos ya comprobadamente disruptores endocrinos, que podían ser generadores de quistes, a menudo cancerígenos, en los peces que los engullían. Y siguiendo las cadenas tróficas, esas carnes afectadas terminaban a menudo en los eslabones más “altos” de dichas cadenas; los tiburones, los osos polares, los humanos…

Los plásticos han ido extendiendo su necrosis en los más recónditos sitios y cuerpos. Hay reacciones, pero hasta ahora limitadísimas, aunque significativas: en algunos hospitales han retornado a los envases de vidrio para sangre, que son mucho más costosos pero confiables. Análogamente, en algunos lugares se ha vuelto a las mamaderas de vidrio. Se ha verificado que las industrializadas por la petroquímica, de policarbonato −hasta entonces considerado un plástico de “superior calidad”− contienen, por ejemplo, Bisfenol A, un producto probadamente cancerígeno.

Pero no hay que sorprenderse de esos “retrocesos” puntuales. Más bien hay que asombrarse que la plastificación, así como la incorporación de productos químicos a los alimentos generados desde las grandes empresas, en calidad de edulcorantes, conservantes, gelificadores, estabilizadores, floculantes, reguladores de PH, y varias otras funciones, pudiera resultar algo saludable.

En rigor, cuando se implantó industrialmente se sabía que el edulcorante jmaf [7]  es obesogénico y está detrás de enorme cantidad de población obesa (que significa población que estadísticamente es mucho más costosa por la atención médica que requiere y la cantidad de intervenciones médicas o quirúrgicas que también requieren, amén de la destrozada calidad de vida de muchos de quienes la sufren).

Pero este desprecio por los destinos personales por parte de “las fuerzas que mueven el mundo” (por ejemplo, las de “el mercado”, pero también las instituciones “públicas”) no es nuevo. También se sabía que los alimentos hidrogenados (que facilitan al mundo empresario prolongar la “vida útil” de los alimentos) son en realidad tóxicos. Y hemos tenido, tenemos, margarinas hidrogenadas, para facilitar una reposición sin esfuerzo. Lo mismo tenemos que decir de los alimentos envasados en aluminio, a menudo calentados o cocinados así, que nos “brindan” un metal que no pertenece a nuestro organismo (es decir, es veneno).

 

Para enfrentar la catarata de venenos y tóxicos agregados a la “comida moderna” se ha recurrido a los “límites de seguridad”, presentados como verdadera tabla de salvación para evitar que un material se convierta en una amenaza a nuestra salud. En rigor, se trata de una coartada para sostener con tranquilidad de conciencia que si ingerimos por debajo de ese límite, no hay problema. Algo básicamente falso porque no se evalúa cuándo y cuánto ese límite se traspasa a lo largo de tiempo –algo que pasa siempre− y cómo se sobremontan límites de seguridad aplicados a alimentos distintos. La fábula de los límites de seguridad podría funcionar si sólo se tratara de un único alimento ingerido una única vez.

Las secuelas de tóxicos en nuestros alimentos no tienen porque ser siempre tan fuertes como con las del Nemagon, el nematicida que fue usado durante buena parte de la segunda mitad del siglo xx, particularmente en América Central, cuando ya la agroindustria y el negocio agroquímico habían sentado sus reales.

Es un nematicida aplicado a los cultivos de bananas, que fue envenenando a sus operarios, esterilizándolos. El dañó alcanzó a decenas de miles de trabajadores bananeros.[8] Y por tratarse de una intoxicación oculta, y desconocida para sus propias víctimas, tardó mucho tiempo en salir a luz, tras innumerables conflictos y penosas separaciones de parejas  basadas en suposiciones equivocadas. Nadie se imaginaba estéril.

Al mejor estilo imperio-colonia, el Nemagon resumió rasgos de esa histórica y asimétrica relación.

 

En 2017, otra vez, una investigadora, Shanna Swan, escribió otro texto atrozmente preocupante y anticipatorio: Count Down (Cuenta regresiva), que hace referencia al tiempo de fertilidad que le va quedando a la humanidad, con una calidad y cualidad reproductiva cada vez más cuestionada y alterada por lo presencia de sustancias plásticas que provienen de la difusión sin control ni medida de tales materiales en nuestra vida cotidiana. Que  alcanzan la leche materna, y todos nuestro flujos corporales. Y que, como ya lo habían visto Dumanoski, Peterson Myers y Colborn, afectan los cambios de género sexual, que con lenguaje progre llamamos “fluidez de género” para no herir “las llamadas nuevas sexualidades”.

Swan sostuvo, sostiene, que la especie humana se está destruyendo a sí misma por contaminaciones sucesivas, en medio de la mayor inopia. Volvemos al profético relato de Bradbury.

Y nos golpea el cerebro el porqué.

“Pero hay su dificultad”, como nos explicaba nuestro primer payador oriental, Bartolomé Hidalgo, “Dificultad en cuanto a su ejecución”.[9]

Porque estos efectos devastadores que hemos estado repasando muy sumariamente, constituyen la fuente de rentabilidad para grandes consorcios transnacionales que tiene sus sedes en Londres, Nueva York, Tel-Aviv y otras capitales financieras del mundo.

Como ejemplificáramos con la petroquímica, de hecho un desarrollo industrial genocida pero que jamás ha rendido cuentas de los desastres ambientales (y humanos) que ha provocado.

Nuestro presente no parece tampoco propicio para enfrentar tales emporios. Porque la red de control planetario  −mediática, económica, comunicacional− que abarca las más diversas áreas de la actividad humana, como la actividad banquera, universitaria, sanitaria, de transportes, noticiosa, constituye una trama  general con puntos de roce entre distintos personajes, pero con un alto grado de coincidencias, como se vieron cuando la pandemia decretada en 2020.

Por ejemplo, desde ONU, OMS, PNUD, PNUA, OIT, PMA, UNICEF, ONU-HÁBITAT, UNFPA, UNESCO, FAO, UPU, FIDA, UNRWA, ACNUR, ONUSIDA, OACI, OMPI, UIT, OMM, y muchas más comisiones de alcance planetario.

Cuentan con grandes aliados cooptados, por ejemplo, entre elencos políticos nacionales y locales que desde 1945 para aquí son guiados o asistidos por toda la  burocracia transnacional cuyas abreviaturas hemos reseñado.

Que trabajan además conjuntamente con otras redes supranacionales que no surgieron desde la ONU, pero están íntimamente entrelazadas: OMC, FMI, CPI, BM, CMNUCC, CTBTO, OIEA, CCI, OIM, OPAQ.

ONU y sus derivados no nos preservan de tóxicos ambientales; nos lo administran. Para que no resulten tan chocantes.

Así pasó con la OMS y la pandemia decretada en 2020 (previa redefiniciòn del concepto de “pandemia” a cargo de la mismísima OMS, que tiene además una configuracion peculiar; dejó de ser una instancia con funcionarios públicos para ser un mix de públicos y privados).

Así pasó también con la CPI (particulares) y la CIJ (estados), en La Haya, respecto de los asesinatos bajo la forma inexcusable de genocidio. Al Estado de Israel incurso en tales atrocidades se le advirtió, “amonestó”, pero se los ha dejado hacer. Mostrando lo qué valen, realmente, los derechos humanos; la carta ética de la ONU.□

[1]  El proyecto alimentario “científico” tuvo que ser abandonado porque los intestinos, desocupados, constituían una pena de muerte atroz. Podríamos haber salteado tan penosa advertencia con apenas recordar lo que nos señalara Francisco de Goya; “Los sueños de la razón producen monstruos”.

[2]   Sugiero la lectura de Vandana Shiva, formidable intelectual india sobre esta cuestión de costos.

[3]   Our Stolen Future. Traducción al castellano, Nuestro futuro robado, Ecoespaña Editorial, Madrid, 2001. Que jamás pude encontrar en CABA, Argentina.

[4]  Un cuento, corto, de Ray Bradbury, parece aludir a esa estolidez, a esa indiferencia o impotencia, a ese fatalismo de nuestro mundo actual: Bradbury cuenta que una pareja de veteranos, al fin del día, escucha en el informativo que ése es el último día del planeta, porque una catástrofe sin precedentes y de alcance mayúsculo acabará con esa transmisión, con esa radio, con esa ciudad, con ese mundo… La pareja escucha en silencio y uno de ellos entonces le pregunta a su cónyuge: ¿apagaste bien las hornallas?, ¿cerraste las llaves de paso?, ¿la puerta del fondo está bien cerrada?, poniendo cuidado en llevar a cabo las rutinas de todos los días. Pero incapaces de reaccionar ante algo incomparablemente mayor, sobrecogedor, pero ajeno a las rutinas…

[5]  Porque el desarrollo tecnocientífico impuso, como siempre, su propio vocabulario y los agrotóxicos fueron bautizados fitomejoradores. Así como el lenguaje popular designó “remedio para las hormigas” los insecticidas que se espolvoreaban para combatirlas. Algunos tan, pero tan tóxicos, que pese a la ortodoxia cientificista, debieron ser abandonados ; caso del DDT (expresarlo me valió un despido laboral, de un suplemento periodístico presuntamente científico, en rigor cientificista). Disculpe el lector esta digresión personal.

[6]   https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2017/08/nuevos-estudios-concluyen-que-peces-e-invertebrados-consumen-los-microplasticos-del-oceano.

[7]   Jarabe de maíz de alta fructosa.

[8]   El episodio se hizo particularmente odioso porque las empresas bananeras eran todas estadounidenses y el personal afectado, todo centroamericano. Porque además el agrotóxico empleado en Nicaragua, Panamá, Honduras, etcétera, había sido producido primero y prohibido después en EE.UU. , y se permitió seguir usándolo “fuera de fronteras”, y porque si el agrotóxico hubiese sido manipulado con más cuidado –máscaras, guantes−, tal vez no hubiese perjudicado a tanta población que desconocía las cualidades peligrosísimas del “curador” que usaban.

[9]   “La ley es tela de araña”, una poesía gauchesca escrita en las primeras décadas del s xix. Entre 1810 y 1820 (no pude precisar fecha).

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, ecología, EE.UU., General, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología, Teoría del conocimiento

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