por Luis E. Sabini Fernández –
El senador peronista Miguel Ángel Pichetto, devenido candidato vicepresidencial, con sus planteos de última hora, indudablemente ligados a su nuevo rol político, ha sacado a luz en una suerte de strip-tease ideológico, propio de los momentos de cambio, de modificación de una situación.
“Muchos más emprendedores tecnológicos, mercados libres y pocos cartoneros.” [1]
Con esos tres pasitos, Pichetto desnuda toda su concepción del mundo, tan “normal”, por otra parte: 1) apuesta a la modernización permanente; 2) invocacion de un mantra cada vez más ideológico y menos real, puesto que si algo sucede con “los mercados” es que son cada vez más regulados y menos libres, y 3)… la frutilla de la torta: la idea que el capitalismo, cada vez más tecnologizado funciona sin desechos, funciona limpiamente. ¿Para qué cartoneros, entonces, salvo para darle una tareíta a los “caídos del sistema”, una tareíta filantrópica (porque somo tan buenos)?
Este tercer elemento revela la atrocidad escondida. El capitalismo se ve a sí mismo como limpio, puro, energético, pujante. Nuestro capitalismo “colonial”, de la colonialidad, como dicen quienes han visto cómo se prolonga la mentalidad colonial cuando ya no existe jurídicamente.
Ni siquiera muchos titulares del capital metropolitano se atreven a sostener esta visión finisecular (pero del siglo XIX, no del XX).
Porque la verdad es que el mundo de Pichetto (y de todo progresismo también, no es una exclusividad neoliberal y oligárquica), el que vivimos cada día, es un mundo que produce una montaña de inutilidades y desechos (casi todos ellos tóxicos), que está afectándonos cada vez más directamente, exterminando la biodiversidad planetaria, contaminando los mares, arruinando el gigantesco almácigo planetario de los fondos oceánicos, incrementando peligrosa e irreversiblemente la presencia de dióxido de carbono en nuestra atmósfera, recalentando mares, aire y continentes.
En rigor, necesitamos cada vez más ser cartoneros, recuperadores, pero no en los márgenes, como hoy, sino en la política que atienda el futuro de la humanidad y del planeta y no el de los grupos de poder que constituyen un equipo biocida, ya no solo genocida.
Pichetto remata la frase citada con un pensamiento piadoso, tan falaz como lo anterior: “No quiero ser despectivo. [sic] Pero tenemos que alentar el mundo del trabajo.” ¿Qué alienta entones, Pichetto como trabajo? Podría ser el aumento de los puestos de trabajo tecnológicos.
Pero nada nos dice Pichetto –lo ignora y no le importa− que el desarrollo tecnológico que venimos conociendo no sólo es ambientalmente criminal, con todas sus externalidades, sino que además es un terrible supresor de puestos de trabajo. Baste un ejemplo: la agroindustria no sólo está contaminando tierras y lo que fueron bosques, por ejemplo; no sólo está alterando la biota de todas las aguas;no sólo está exterminando la biodiversidad, arruinando las poblaciones de insectos −que son los polinizadores del planeta−, sino que está suprimiendo el campesinado; causa primordial de la sobrepoblación suburbana que los economistas denominan NBI.
Es decir, que, más allá de sus palabbras (y hasta buenas intenciones, que se hace difícil intuir), Pichetto acepta y promueve la desocupación generalizada, para que el núcleo “dinámico” de la sociedad la lleve adelante.
Y para la desocupación creciente están los dos recursos tradicionales: 1) aumento de puestos “de seguridad” y 2) represión, que es “apenas” la seguridad puesta en práctica, es decir la misma violencia sufrida desde el otro lado. Con el primero, esconde la desocupación; con el segundo asegura la vigencia de los males generados.◊
[1] www.infobae.com/politica/2019/06/12/miguel-angel-pichetto-la-argentina-necesita-mas-emprendedores-tecnologicos-y-menos-cartoneros/