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Category: Poder mundializado

COVID 19: La medicalización de la sociedad

Posted on 04/12/2020 - 29/12/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Tenemos una declarada pandemia que colorea todo el planeta con un problema nuevo.

Las pandemias históricas justamente no son un problema nuevo. Lo que ha sido nuevo ha sido el establecimiento de cuarentena sobre población no enferma, ni siquiera sospechable o candidata a. En casi todo el planeta. Ese rasgo configura, realmente, un problema nuevo, una pandemia sui generis.

Lo decretado por la OMS como pandemia y su peculiar tratamiento ha revelado rasgos sociales básicos.

En primer lugar, el cambio de naturaleza de la OMS: una organización pública engendrada por organismos públicos −estados− financiada y orientada desde organismos privados, como laboratorios y fundaciones…, es decir, de hecho privatizada. En la órbita de las empresas transnacionales (farmacéuticas) y apenas formalmente en la de los estados nacionales.

Otro aspecto, ya no organizativo y político sino social y psíquico, es que volvemos a ver al miedo como gran consejero de nuestros comportamientos.  Y la OMS se ha dedicado a insuflarlo cotidianamente. Dando cifras de muertos, contagiados y cuarentenados. Ha sido sobre la base de sus propios informes y autoridades científicas  conexas que se ha logrado implantar en la mayor parte del mundo una cuarentena sobre la población sana.

En base a una enfermedad virósica de aparentemente muy alta contagiosidad aunque baja mortalidad. Los agoreros anunciaron la muerte de decenas de millones de humanos en los primeros meses; al día de hoy, estamos muy lejos de eso y  la mortalidad sigue rondando el 2% (algo más que la gripe común, que se estima en el 0,5% y algo menos que la mortalidad de las neumonías, que anda más próxima al 8%).

Se ha evitado toda información que integre los datos del Covid 19 con el de otras enfermedades, que sin embargo, también siguen provocando morbilidad y mortalidad humanas y expandiendo lo que hoy, con el avance de la desocupación, se denomina el precariado mundial…

Cada vez hay más estudiosos, sanitaristas, que consideran que es mayor el perjuicio provocado por las medidas de respuesta a la pandemia –aislamiento, suspensión de actividades y relaciones económicas y de sustento, suspensión o bloqueo de otros tratamientos médicos, de actividades pedagógicas y socioafectivas, tensión y sobrecarga psíquica como consecuencia de los aislamientos− que el perjuicio directo de la llamada pandemia.

También el desconocimiento inicial de su enorme contagiosidad hizo dar palos de ciego. Y hay quienes insisten que ése es su peligro; una enfermedad  tipo “pez diablo”, que dispara falencias del cuerpo contagiado, a veces  con desenlace mortal. Pero allí, el quid está en la falencia del cuerpo contagiado. Por eso es tan falaz invocar que este virus es “democrático”, alcanza a todos…

Hoenir Sarthou en sus notas semanales en Uruguay sostiene que tenemos que ver esta declarada pandemia, bajo un cuádruple eje: financiero, sanitario, mediático y represivo.

Y Heiko Schöning, médico alemán fundador de Médicos por la Verdad, afirma a su vez que ésta es una pandemia de índole política, no médica.

Desde antes del Covid 19 se percibían rasgos crecientes de medicalización de nuestra sociedad y al respecto nos ha señalado el filósofo Iván Illich: » «La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad».[1]

Y a la vista de esta declarada pandemia Giorgio Agamben nos advirtió que: «se está convirtiendo en el campo de batalla de una guerra civil mundial.” Aunque el concepto de “guerra” nos lleve a pensar en el uso generalizado de armas, las secuelas que se están gestando y consolidando nos hablan de transformaciones propias de una guerra civil, aunque sin empleo de armas tradicionales; tan significativos resultan los trastornos que estamos observando.

Esta mezcla entre política y salud (o enfermedad) da pie a muy problemáticos planteos. Por más que se haya encarado una muy saludable reacción a encontrar conspiraciones en todas partes, los sesgos que entendemos que se ven claramente en las políticas institucionales establecidas ante la pandemia, dan pie a, por ejemplo, un documentado trabajo de Ron Unz, periodista y editor estadounidense, que ha analizado con detalle la siguiente secuencia:[2] laboratorios estadounidenses investigando sobre biología sintética (formadora de las llamadas quimeras mediante ingeniería genética) para aplicarlas a la guerra biológica; han logrado diseminar partículas infectadas en Wuhan, mediante una delegación militar que fue allí por certámenes deportivos en 2019, oportunidad en que alguien o algunos de la delegación hicieron el “sembrado” en el momento pico de flujo de personas; poco antes del Año Nuevo Lunar chino, con población desplazándose de un lugar a otro del país. El régimen chino logró domeñar la expansión de la patogenia, que parece francamente reducida en toda China, mientras las cepas diseminadas se filtran hacia Occidente, donde sociedades como la de EE.UU. o Italia, por ejemplo, son tomadas por sorpresa y sus autoridades sanitarias encaran con ignorancia el problema produciendo algo cercano a un colapso económico, sanitario y hasta político.

¿Podemos decir que la visión de Unz está totalmente alejada de la realidad, que es meramente conspiranoica? Las investigaciones sobre quimeras son atrozmente ciertas.

Mientras no se hagan “bien las cuentas” de los muertos y no se reconozca que contagiados sanados son un plus, no un minus, no estaremos acercándonos con claridad  a la realidad.

Sostiene el biólogo español Máximo Sandin, que la historia médica oficial está sesgada ideológicamente para ver “la lucha contra la naturaleza”, no nuestra asociación y dependencia de ella, por disponer de “una concepción competitiva de una Naturaleza poblada de enemigos que domina la biología desde hace 200 años.”  Como dice Sandin, “los virus están en nosotros, protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma.” [3]

Al parecer la competencia darwiniana ha dominado el imaginario biológico y sanitario más que el asociacionismo kropotkiniano.[4]

Quiero rematar estas líneas con una afirmación, que desecha, una vez más, lo conspiranoico como hilo conductor: los palos de ciego dados durante estos 8 o 10 meses alrededor del ¿qué hacer? con el Covid 19 nos muestran claramente que la ignorancia guía (o desnortea) nuestros pasos. Basta ver la cantidad de avances y retrocesos, de vueltas y revueltas que las autoridades investidas para enfrentar la llamada pandemia han tenido: barbijos, sí; barbijos, no; barbijos a la intemperie, barbijos en habitaciones cerradas; vacunas o inmunidad natural, distancias de uno, de metro y medio, de dos metros; que los niños no contraen Covid 19, que son los más expuestos…

La definición de la OMS de pandemia es peculiar, lo mismo que las definiciones de enfermos o muertos por el Covid 19.

Los simulacros antipandémicos previos son por lo menos llamativos.

La recurrencia −de la que tan nítidamente se burla Máximo Sandin (ibíd.)− a los murciélagos, que han devenido el deus ex machina de todos los brotes epidémicos de los últimos años, nos haría reír si no fuera asunto tan grave.

La política informacional nunca muestra los muertos por todas las causas y siempre los del Covid 19; al margen de su definición sesgada, si se mostrara la mortalidad multicausal de cada sociedad, se debilitaría el concepto de pandemia Covid 19 o al menos el miedo consiguiente.

Porque una pandemia, para que merezca el nombre de tal, tiene que ocasionar muchas más muertes que la mortalidad “normal”. Y esa cuenta, cuesta hacerla…

Sobre vacunas, que suelen procesarse en por lo menos 8 años, y se están procesando para “poner en el mercado” en 8 meses,  prefiero no abrir juicio; anoto esto nomás.

notas:

[1]  Némesis médica. La expropiación de la salud, Barral, 1975.

[2]  https://www.unz.com/runz/american-pravda-our-coronavirus-catastrophe-as-biowarfare-blowback

[3]  https://ecotropia.noblogs.org/files/2020/05/Coronavirus-sobre-asesinos-y-estrategias.pdf

[4]  A fines del s. XIX y comienzos del XX, Piotr Kropotkin recopiló datos de integración biológica entre  especies, confrontando con el darwinismo, entonces, como ahora, dominante. El apoyo mutuo, 1902.

Posted in Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedadTagged Covid-19, Ivan Illich, Máximo Sandin, OMS, Organización Mundial de la Salud, precariado mundialLeave a comment

Covid 19: ¿engendro natural o político?

Posted on 09/08/2020 - 09/08/2020 by raas

Luis E. Sabini Fernández

La búsqueda de factores políticos como desencadenantes de la llamada pandemia del covid 19 parece haberse agotado a la luz de la expansión del covid 19 en los más diversos países con gobiernos tan disímiles entre sí. Y con ello retoma fuerza la Navaja de Occam, aquel razonamiento, longevo, basado en buscar la simplificación de causas o factores que expliquen un fenómeno dado.

En primer lugar, ninguna teoría conspirativa logra dar cuenta del asentamiento de la plaga en prácticamente todas las sociedades del planeta. Por cierto, sigue habiendo un abismo en cómo puede golpear la epidemia en sociedades con necesidades cubiertas y buena asistencia médica, y en sociedades diezmadas por el saqueo planetario.

En todo caso, para mantener la explicación conspirativa habría que complementarla con el juego del aprendiz de brujo, porque se han desencadenado daños en una forma que escapa a cualquier plan inicial. Y esto se nota, particularmente, en los despliegues conspiranoicos que persisten en interpretaciones cada vez más circulares, alimentándose a sí mismos, con prescindencia creciente del estado de situación general, de la realidad, en suma.

La mera existencia de proyectos de biología sintética en vías de realización explica ya que no legitima todo sesgo conspirativo. Las declaraciones ingenuas de los técnicos de la ingeniería genética en el cambio de siglo, asegurándonos que ‘no nos vamos a conformar con andar cortando y pegando genes; con esta técnica en nuestro poder, podremos finamente construir seres, quimeras [sic] especies perfectamente elegidos por nosotros’. (1)

‘El desarrollo de los acontecimientos’, como el que acabo de reseñar me lleva a pensar que el error humano, la ignorancia y otras cualidades no muy edificantes que caracterizan a los humanos, han ido tomando el rol protagónico.

Pero aun desbrozando así el panorama, y desechando buena parte de nuestra hipótesis primera (2) quedan varios huesos por desollar. Sigue en pie el curioso periplo de la plaga: primero en China, en una ciudad epicentro de investigaciones de ingeniería genética, luego en Irán y en tercer término el norte italiano. Lo que no sabemos es si ésa fue trayectoria del vector patógeno o si apenas fue la que llegó a los medios de incomunicación de masas (salteando puntos geográficos tratables como irrelevantes).

Si buscamos los rasgos dominantes de esta situación que atraviesa cada vez más a todo el planeta, tenemos que examinar la calidad informativa; el peculiar alcance, sin precedentes, de las medidas y el examen de la posible relación de este acontecimiento con la política en general (o viceversa). Pero antes de hincar el diente a tales asuntos, entiendo merece una consideración la comprensible reacción anticonspiranoica que encarnan referentes intelectuales y mediáticos, empeñados en eludir toda irracionalidad.

Veamos en primer lugar, la nota de Fred Fuentes como base de análisis por la claridad de sus presupuestos: “Comprender la pandemia de teorías de la conspiración”. (3) Queriendo evitar, comprensiblemente esta nueva, insidiosa pandemia, F. F. nos sitúa en un campo político sin mácula, sin secretos, sin conjuraciones, que hará la delicia de la derecha democrática, pero que intuyo es tan ajeno de realidad como algunas interpretaciones conspiranoicas.

Nos dice F. F.: “importantes minorías creen en teorías como la de que los atentados terroristas del 11 de septiembre fueron un «trabajo interno»” F.F., por lo tanto, da por hecho que lo de las torres gemelas de 2001 fue un trabajo de Atta (afortunadamente identificado porque su pasaporte estaba entre los escombros), o de Bin Laden (¿justicieramente ejecutado por EE.UU. o acallado mediante ejecución mafiosa?).

Me temo que si F. F. ve el mundo así, con Attas y Osamas protagonistas, podrá ver y percibir la legalidad imperante, pero no la realidad tal cual es.

Una mirada que procura no ser cándida no puede dejar de preguntarse el porqué de las 12 o 15 horas de espectáculo continuo con las torres incendiándose y los aviones estrellándose. Si se monta un espectáculo es tarea mínima reconocer la tramoya, y a los tramoyistas. Observar, por ejemplo, la hora de los atentados, con las instalaciones todavía casi vacías, salvo personal de guardia y de servicios. ¿O es que los sucesivos gobiernos de EE.UU. no han llevado nunca a cabo atentados de falsa bandera? (como el del Maine, p. ej.).

Lindando con la falsa bandera: hay muchos elementos que abonan que el ataque japonés a Pearl Harbor fue real, pero perteneciendo al viejo capítulo de las celadas, tan habituales en las artes militares, en este caso la adecuada razón que los dirigentes estadounidenses estaban esperando para vencer todo escrúpulo abstencionista.

Análogamente, hay que explicar el “pensamiento” de los titulares de “The Project for the New American Century” redactado por la crema de la intelectualidad estadounidense ligada a su poder político (una veintena de intelectuales, entre ellos los Kagan (Donald, Fred y Robert), Paul Wolfwotiz, William Kristol, Thomas Donelly, denominados a menudo “neoconservadores”), que en setiembre 2000, doce meses precisamente antes de lo acontecido con las Torres Gemelas, escribieran y firmaran el documento “Rebuilding America’s Defenses”, donde enfatizan la necesidad de volver a tener una disposición militar, armada, plena, que los últimos tiempos habrían ablandado o aquietado.

Los firmantes observan ese distanciamiento del estado actual de las fuerzas armadas respecto de un óptimo perdido, y que “el proceso de transformación, aunque venga a través de un cambio revolucionario, va a ser probablemente largo, salvo (que sobrevenga) un acontecimiento catastrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbor. La política interna y la orientación industrial tomarán el ritmo y el contenido transformador tanto como los requerimientos que surjan de las misiones en curso.” (4) Para recuperar la mejor y mayor preparación para la guerra.

Pero hay muchos otros ejemplos de inducir la guerra presentándose como víctimas: ¿cuál es el papel de los mistarviim en las artes marciales israelíes? Se trata de militares severamente entrenados por el ejército israelí para camuflarse dentro de la sociedad palestina; la lengua, la usanza, la vestimenta y poder actuar así, tranquilamente, entre palestinos. Sin despertar recelo: llevar una camioneta averiada a un taller de reparación, conversar con el mecánico de la nana del vehículo, concertar trabajo y plazo y retirarse amablemente. Veinte minutos después, la camioneta, el taller, sus trabajadores, casas cercanas, volarán por los aires despedazados por los explosivos dejados en la camioneta.

La interpretación de F. F. nos lleva a un mundo feérico, de poderes cristalinos, que, entiendo, nos aleja tanto de la realidad como las obstinaciones conspiranoicas. Pero como lo conspiranoico parece haber entrado en crisis, luego de un auge probablemente sin precedentes en los últimos años, bueno es examinar algún otro análisis de lo que se ha ido produciendo y expandiendo en la ola de chequeado de noticias falsas, desmantelamiento de la avalancha de desembarcos de alienígenas, destripamiento de claves reveladoras del tipo más diverso; esotéricas, religiosas, medicinales…

Un artículo de Kathryn Joyce (5) acerca de “cómo el filántropo multimillonario Gates desplazó a (George) Soros como el cuco mayor (“El hombre de la bolsa”) de la derecha política” desmonta una serie de acusaciones sobre Bill Gates, contextualizando algunas de sus frases que fueron presentadas literalmente pero sin dar los fundamentos presentados por Gates, con lo cual tales dichos se convirtieron mediáticamente en “la prueba documental” de su monstruosidad genocida.

Joyce desmonta así diversas acusaciones contra Gates y la filantropía, pero tiene a la vez la lucidez de advertir los vericuetos por los cuales esas acusaciones toman tanto vuelo.

Nos recuerda las veces en que, efectivamente, los saberes médicos fueron usados para menoscabo de “los nadies”; frenar los nacimientos mediante la esterilización de mujeres, generalmente pobres, indias, negras, que ignoran el tratamiento a que han sido sometidas (generalmente so pretexto de asistencia y control ginecológico). Ejemplos son los que sobran, aunque Joyce apenas dé lo acontecido en Puerto Rico que a lo largo de la primera mitad del siglo XX las autoridades de la ocupación esterilizaran alrededor de un tercio de las madres portorriqueñas. Tenemos que agregar que la misma política fue usada desde su ocupación con el archipiélago de las Hawai: al desembarcar los estadounidenses estimaron su población en un millón de nativos; hacia el 2000, el archipiélago consta de dos millones de habitantes; un millón de norteamericanos y un millón de nativos. “Maravillosamente”, la población local se ha mantenido en el mismo número.

Las autoridades “sanitarias” estadounidenses llevaron adelante campañas de esterilización de población nativoamericana en Bolivia, por ejemplo, política con un fuerte perfil racista, como el que tuvo lugar cuando Israel procede a la recepción de judíos africanos, negros −los falashas etíopes−, y años, después surgirá la pregunta de muchas mujeres de ese origen de porqué tan, pero tan pocos nacimientos. Una vez más, bajo la excusa de controles sanitarios y asistencia, se practicaron esterilizaciones masivas sin dar cuenta de ellas… (6) Un brutal ejemplo que ‘el racismo es más fuerte’ que los vínculos religiosos…

Nuestra autora recuerda incluso otros penosos episodios que dan pie a la enorme desconfianza hacia las verdades médicas oficiales: el experimento fríamente llevado a cabo de 1932 a 1972 (repárese en las fechas: desde poco antes de los experimentos de mejora racial de los nazis a mediados de los ’30 y prolongándose más allá de vencida la segregación escolar en EE.UU. a mediados de los ’60) en Tuskegee, Alabama, EE.UU. con población negra contagiada con sífilis y seudotratada para examinar las fases de la enfermedad sin uso de medicamentos.

Podríamos agregar muchos más ejemplos para entender las razones de la resistencia a las ayudas reales o ficticias que ofrece el mundo desarrollado a “los nadies”. Como único ejemplo, recordemos “el razonamiento” de Larry Summers sobre la justeza moral de volcar los desechos contaminantes en el Tercer Mundo. (7)

En resumen, Joyce desmonta las acusaciones puntuales, apuradas, con datos mal comprendidos sobre la política de Bill Gates, por ejemplo, pero a la vez advierte el sentido general, estructural, de tales impugnaciones desde los habitantes ajenos a los circuitos del poder que han sido demasiado a menudo maltratados, discriminados, usados, engañados.

Que es lo que ha dado lugar a tanta suspicacia y desconfianza. El error, empero, es formular tales rechazos sobre la base de acusaciones simplificadas, falsas.

Pero que las redes que controlan las fake news se alegren con “pescar” tales mentiras es magro consuelo cuando toda una historia de relaciones asimétricas pone casi siempre en el mismo lugar a los explotadores y aprovechadores de un lado y a los expropiados, contaminados, intoxicados y malgastados del otro. Volviendo a la pandemia que al menos nos gobierna desde los dispositivos gubernamentales. Hay muchos puntos inexplicados. Y por razones análogas a las que hemos estado examinando, hay razones para la desconfianza

¿Por qué la información ha resultado tan mala, grosera, espectacular? Como si las únicas muertes de la humanidad fueran a causa de “la pandemia”.

Hasta ahora, la historia de la humanidad ha empleado muchas veces cuarentenas. Pero ésta es la primera vez que no se la aplica a enfermos o población pasible de estar enferma, sino a toda la población. De cada país, en casi todo el planeta (con muy pocas excepciones, como Suecia, Bielorrusia y con muy pocos casos, por ejemplo, Uruguay).

Estos rasgos que acabamos de señalar, nos hace pensar que existe, ha existido una política. No por cierto la torpe y de contragolpe de Donald Trump o la de Boris Johnson.

Pero sí sabemos que existen intensas investigaciones en algo tan temible como la biología sintética; un paso de siete leguas a partir de la ingeniería genética. Por ejemplo, en noviembre de 2015 la RAI emitió un reportaje televisivo, “TG3 Leonardo”, dando cuenta de dicha investigación, precisamente en laboratorios de máximo nivel en Wuhan. El periodista aclaraba entonces que tales descubrimientos solo se estaban “utilizando como objeto de estudio en los laboratorios a puerta cerrada» aunque cuestionaba, con buen tino, el peligro de la investigación: «¿Vale la pena correr el riesgo, creando una amenaza tan grande, solo para poder examinarlo?» (8)

También sabemos que existe una fuerte relación entre la OMS y algunos grandes laboratorios de alcance mundial. Y que, por ejemplo Bill Gates contribuye al presupuesto de la OMS mucho más que la mayoría de los estados (y ya sabemos, o deberíamos saber, que la mayor contribución es también la mayor influencia…)

Y viviendo como vive hoy la humanidad un fuerte proceso de derechización política, es decir la búsqueda de comportamientos rígidos, autoritarios, nos preguntamos si las disposiciones ante la declarada pandemia no es sino una política para lograr “una nueva normalidad”. Todo más bajo control; terminar con ese caldo de actividades mentales ingobernables en que había devenido la internet, que tanto preocupaba a un referente del poder mundializado, Zbigniew Brzezinski.

Registramos que se ha desencadenado una política de bloqueo de mensajes, que empieza, como siempre, sensatamente, desautorizando los más penosos mensajes para alienígenas, pero deslizándose insensiblemente al control del pensamiento y la palabra. La política ante la pandemia ha seguido, como no podía dejar de pasar, los lineamientos que los poderes centrales −la globocolonización, como con acierto la bautizadara Frei Betto− han ido pautando para el globo en que vivimos.

Si la globocolonización ha profundizado la agroindustria con su consiguiente contaminación; la ingeniería genética, rebautizada de modo más eufónico como biotecnología se desarrolla viento en popa para mejor adueñarse de las dimensiones biológicas del mundo; la tecnologización ha servilizado a la ciencia; la financierización ha hecho lo mismo con la economía, para mejor controlar los resortes del poder en la alimentación, en los recursos energéticos, convirtiendo a los bancos en los santuarios de este nuevo culto, si la comunicación, la intercomunicación está sagazmente bajo la influencia de una creciente masa informacional de la cual cada vez cuesta más calibrar, ponderar, enjuiciar; si el miedo y su manejo resulta decisivo construyendo nuestras conductas, ¿por qué la aparición de un patógeno que en los contados casos en que se ha dimensionado no parece ser más mortal que algunas otras gripes (y si lo fuera, no se ha suministrado la correcta información comparativa para evaluarlo), por qué ese virus iba a escapar a aquella línea general de nuestro presente?

El afán del serenísimo Fuentes de presentar un mundo-todo-legal, todo-a-la-vista es, en rigor otra falsedad. Y por ello no nos ayuda a comprender la realidad ni a combatir las múltiples, polifacéticas injusticias. Y el de Joyce desnudando las bases falsas de lo conspiranoico, al mismo tiempo nos recuerda que el mundo-tal-cual-es, con conspiraciones o sin ellas, regido por los grandes consorcios y fuerzas imperiales no es menos sórdido. Queda en pie la conciencia crítica irreductible.

notas:
1) Esteban Hopp, investigador de Monsanto, en foros temáticos durante la implantación de soja transgénica en Argentina, años 1998 o 1999. A la soberbia del planteo, hay que agregarle la actitud de autocomplacencia que campeaba en sus palabras…
2) Véanse “COVID-19: miedo, calidad de vida, pánico, profilaxis… extraño bamboleo”, 30 mar 2020, y “Conspira-virus, una vuelta de tuerca para restaurar la fe en la ciencia”, 4 jun 2020, ensayando un desmarque ante el cientificismo para evitar la disyuntiva conspiracionismo vs. cientificismo.
3) Publicado originalmente en Green Left, traducido por www.rebelion.org, 7 jul 2020.
4) Subtítulo del paper citado: “Strategy, Forces and Resources For a New Century”.
5) “The Long, Strange History of Bill Gates Population Control Conspiracy Theories”, https://www.typeinvestigations.org, 12 mayo 2020, EE.UU.
6) Esa política alcanzó incluso al Uruguay, un país muy alejado de toda “explosión demográfica”, dentro de los planes estratégicos madeinUSA para el control de la natalidad.
7) Siguiendo la máxima utilitarista que el bien es siempre el bien para el mayor número, Summers explicaba que la basura contaminante tarda décadas en generar cánceres. Que asolarán a la población mayor en contacto con ella. Pero dado que la población de la periferia planetaria llega a vieja mucho menos que la de los países “avanzados” (porque mueren mucho más “en el camino”), depositar allí en “esos” países desechos contaminantes terminarán afectando mucho menos población; irán contrayendo cánceres pocos, que lleguen a ancianos… tanta seudoexactitud aritmética resulta hasta difícil de formular, tal es su degradación ética… Memorando del Banco Mundial para la «Cumbre de la Tierra Eco 92», Río de Janeiro, 1992.
8) https://www.redaccionmedica.com/virico/noticias/coronavirus-el-origen-del-covid-19-esta-en-un-laboratorio-chino-en-2015

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Corte Penal Internacional: ¿enjuiciar crímenes de lesa humanidad o programar acuerdos interestatales?

Posted on 06/07/2020 by ulises

DERECHOS DE LOS PUEBLOS, SOBERANÍAS DE LOS ESTADOS

por Luis E. Sabini Fernández –

La CPI fundada en el cambio de siglo (se inician instancias en 1998 y se concreta un estatuto de funcionamiento en 2002) vino a resolver zonas de derecho que la ONU no había logrado despejar.

El mundo vio que a lo largo de la segunda mitad del s XX, con la ONU, una serie de violaciones se escabulleron de los marcos de la organización internacional que en 1945 se suponía iba a evitarlos. Pensemos en la atroz Operación Djakarta (1965), en la campaña del gobierno argelino contra el FIS (1995), en la limpieza étnica de la etnia hutu contra la de los tutsis en Rwanda (1994),…

La CPI se concibe entonces como el instrumento adecuado para tratar de juzgar a personas acusadas de cometer ‘crímenes de genocidio, de guerra, de agresión y de lesa humanidad’.

Sin embargo, pese a las expectativas, el decurso de la CPI durante estos años del s XXI ha sido más bien deslucido.

Mejor dicho, había sido más bien deslucido. Hasta que en enero del corriente año la CPI decidió considerar los crímenes de lesa humanidad habidos  desde principios de siglo en Afganistán (invasión militar de EE.UU., en 2001), devastando al país, generando, por ejemplo, una emigración desesperada que se estimó en 4 millones de habitantes, la cuarta parte de su población, imagínese la magnitud del arrasamiento), y , a la vez, considerar lo acaecido  en territorio palestino, su población despojada, diezmada y asesinada inmisericordemente por el Estado de Israel.

Estos dos pasos significan “meterse” con EE.UU. e Israel, nada menos.

Desde entonces, han sobrevenido una serie de advertencias, amenazas, desplantes.[1]

Buena parte de las fricciones con apenas los comienzos de investigaciones, tanto en el caso afgano como en el palestino; ponen a prueba el sentido y existencia de la CPI.

 

ONU, CPI cuidan la justicia, pero ¿para quiénes?

Procuremos aproximarnos al estado llamemos filosófico de la cuestión.

La discusión para otorgar o negar jurisdicción a la CPI gira alrededor de si, por ejemplo, en el caso palestino, existe un país, un estado, demandante y por lo mismo potencial receptor de una sentencia reparatoria de lo que la CPI juzgue apropiado.

Los argumentos así van y vienen; sobre la existencia presunta, virtual, real, ficticia de un estado palestino (y si, p. ej., tal no existe porque precisamente la política del EdI coarta todo esfuerzo de reconocimiento de tal).

Cabe recordar que cuando en 1947 la flamante ONU, orquestada desde EE.UU. con la victoria “aliada” en la Segunda Guerra Mundial, encara el destino de Palestina (cuatro siglos bajo domino otomano y con la inminente derrota turca, desde 1917 “administrada” por el Reino Unido, que  con la Declaración Balfour revelará el proyecto de entregar dicho territorio a la entidad judía sionista a través del  Barón de Rothschild, pese a la resistencia encarnizada  −con miles de muertos sacrificados en esa resistencia− de la población palestina que sentía así cómo era despojada de su territorio, de su país.

Entonces, se planteó la misma discusión en la UNSCOP (Comité de la ONU para la cuestión palestina, por su sigla en inglés) en 1947 que ahora con la CPI. Jorge García Granados, jurisconsulto “de abolengo jurídico” guatemalteco, y figura clave entre los elegidos por EE.UU. para orientar el destino de Palestina, fijó nítidamente la línea. Valido de su nombradía se permitió escribir todo un libro The Birth of Israel [2] en idioma inglés sin siquiera en un pasaje distinguir, conceptualmente, judeidad, sionismo e israelidad.

Ese penoso hándicap intelectual, como era previsible, no enriqueció ni matizó su visión, antes bien lo confirmó en su incondicionalidad al servicio del sionismo. Por ejemplo, contemporizando con los terroristas judíos, que llegó a entrevistar reiteradamente, tanto era su embeleso.

JGG, en la UNSCOP, examinando qué hacer con las tierras que el Imperio Otomano derrotado, cedía, apostrofa: “Los árabes sostenían que Palestina fue cedida a la parte interesada: la población del país, para ellos. Pero el artículo 1 del Tratado de Lausana [el del reparto de los territorios turcos despojados] establecía la renuncia de los turcos a todos sus derechos. No existe ninguna referencia que sugiera la cesión  en favor de los habitantes […] Si buscamos una interpretación en los principios generales del derecho internacional, nos hallamos con que solo los estados soberanos pueden ser sujetos de derecho internacional. Los individuos y los pueblos que no gozan del estatuto legal de gobierno soberano sólo pueden ser objetos del derecho internacional.” [3]

Observe el lector que es una magnífica defensa del colonialismo y el imperialismo: bantúes, mayas, rohingya, zulúes, cheyenes, navajos, charrúas, mapuches, muor, nung, cheroquis, kalakalpacos, inuit, saharauis, yanomamis, jíbaros, arawak, abjasios, osetios, los habitantes ancestrales de todas las tierras del planeta carecen de derechos propios; son transportables, negociables, y ‘si no hay más remedio’, sacrificables.

El doctor en leyes, guatemalteco, latinoamericano, sabía bien de qué hablaba, particularmente en un país con mayoría absoluta indígena, es decir en un país donde la condición de ocupante de los europeos era más patente…

El universo jurídico que expresa este autor, que es el que le importa a EE.UU. al Reino Unido y a Israel, es el de las figuras jurídicas.  Lo que considere “la población árabe” respecto de su propio destino lo tiene sin cuidado; los seres humanos somos objetos del derecho internacional; son los estados los sujetos.

Por eso, el interés de Trump de no aceptar la personería jurídica a un (más presunto que real) estado palestino que la ONU finalmente concediera.

Con la aprobación de la ONU, la CPI entendió legítimo encarar estas violaciones a los derechos humanos. Tanto las violaciones palestinas sobre Israel e israelíes, como las violaciones de israelíes a palestinos y a Palestina. Es por esto que “ardió Troya” cuando la fiscal de la CPI, Fatou Bensouda, habilitó ese procedimiento (el caso afgano es más sencillo, porque lisa y llanamente EE.UU. invadió un estado constituido).

Mirado con mínima ecuanimidad se ve que el daño israelí sobre la sociedad palestina es devastador y el daño palestino sobre Israel es incomparablemente menor.[4]

La CPI ingresa entonces  a la liza con el punto de la estatalidad palestina. Discusión entre estados. Que Israel procura rehuir, negándole ese estatuto a los palestinos.

Eso significa de todos modos, que no sólo la ONU no es sede para reclamo de pueblos del tercer y cuarto mundo, tan a menudo despojados; tampoco la CPI se arroga ese ámbito.

Los palestinos han tenido un calvario de bastante más de un siglo y, como dice Mads Gilbert, el médico noruego que los ha asistido en algunos campamentos y está maravillado por su enorme capacidad de resistencia, Palestina existe y la CPI podría significar un paso hacia su reconocimiento como entidad, eso que la prensa occidental en general les ha negado durante décadas.

Pero a la vez, nos queda la pregunta de cómo la civilización dominante en el planeta, la que concierta encuentros planetarios, la que propala derechos humanos urbi et orbi, podrá atender a los seres humanos ya mencionados en el comienzo de este escrito… y tantos otros centenares de etnias despojadas…

Parece por lo tanto que el ordenamiento internacional, el derecho internacional en el siglo XXI sigue tan eurocentrado, moderno, democrático formal como en el siglo XIX, cuando con total descaro los blancos europeos no  reconocían derecho alguno a las poblaciones de las tierras que les interesaba conquistar; así la tradicional hospitalidad de pueblos primitivos ante recién llegados, a menudo con penurias tras agotadores viajes oceánicos, era “retribuida” como lo hicieron los anglos en la América del Norte con la consigna “acaben con los bosques y los indios”, mediante mantas contagiadas con virus de viruela, destrucción de cultivos, matanza de “cultores del diablo” y otros ardides que, nos recuerda Noam Chomsky, que los anglos ya habían cultivado arrasando la vecina isla de Irlanda.[5] Lo mismo pasó con la llegada del latino, genovés, Cristoforo Columbus, a la isla que bautizó La Española (hoy asiento de República Dominicana y Haití). Un siglo antes. En busca de oro. Por el oro, obligó a los habitantes arawak a trabajar, deslomándose en minas buscando lo que lo obsesionaba.  Sabía que corría con ventaja. Había advertido que los oriundos no manejaban armas metálicas y por lo tanto no podían competir con la parafernalia de lanzas de hierro y trabucos con que contaban los exploradores, muy pronto devenidos conquistadores.

 

Los siglos han pasado. Pero no las asimetrías ni las desigualdades

Las formaciones especiales de la seguridad sionista, los grupos de tareas, los mistarviim,[6] los destacamentos militares dedicados a la represión y los militares israelíes en general dedicados a sembrar la muerte entre palestinos, “se facilitaban” la tarea: dado que son apenas pueblo y no tienen entidad jurídica, no merecen territorio alguno. Ni vida siquiera.

Han pasado 70 años, tres cuartos de siglo, y los argumentos jurídicos no han cambiado.

Y la situación tampoco: si con el taparrabos estatal, los palestinos siguen siendo arrasados, encarcelados sin juicio, violados, torturados, baleados a quemarropa, eligiendo las partes de los cuerpos para administrar el daño, pensemos por un instante el lugar y el destino que “el mundo moderno y civilizado” le deja a las etnias que no se identifican con estado alguno.

Pero si éste es el destino que la globocolonización le sigue dejando a las poblaciones no elegidas, veamos, finalmente le reacción de los que se sienten dueños eternos del mundo, y entero).

EE.UU. E ISRAEL REACCIONAN CONTRA LA CPI

La decisión de Fatou Bensouda alteró “el juego” que “el mediador deshonesto” [7] llevaba a cabo para salirse con la suya; “El Acuerdo del Siglo”.

Y quienes se consideran dueños del planeta (con considerable dosis de realismo) han mostrado rápidamente los dientes:

Mike Pompeo, actual canciller de EE.UU., ha declarado que su gobierno “está decidido a impedir que los estadounidenses o nuestros amigos [sic] y aliados en Israel [sic sic] […] sean cuestionados por esta corte corrupta [sic sic sic].”

EE.UU. e Israel arguyen que ninguno de esos dos estados ha firmado el acta constitutiva de la CPI. Cierto. Tampoco lo han hecho Cuba, China, Rusia y la India. Por diversas razones, en 2002 eso+s seis gobiernos se negaron a firmar la constitución de la CPI (aprobada por unos 120 estados; hay unos 60 que no se han pronunciado).

El analista Jonathan Cook desnuda la falencia de los improperios de Pence: “En Derecho Penal, los sospechosos de crímenes no deciden si su víctima puede denunciarle.” Cook extiende ese razonamiento hasta “el derecho internacional, si se quiere que sirva para algo”.[8]

Pero el matonismo está fuertemente asentado.

Netanyahu, por ejemplo, con cierta falta de originalidad, acusó a la CPI de “antisemitismo”.[9]

Y Maurice Hirsch, asesor militar israelí acusó en la prensa israelí a Bensouda de “desventurado peón de los terroristas palestinos”.[10] Obsérvese al pasar, el desdén contra la fiscal, afrogambiana.

EE.UU. ya le había anunciado a la CPI que usará “la fuerza para liberar a cualquier estadounidense a quien coloquen en el banquillo”.[11]

Al carecer la CPI en su membresía de EE.UU., Rusia, China e India, su alcance se raquitiza por la ausencia de tales “gigantes” geopolíticos (además de Cuba e Israel).

Los boicoteadores cuentan con otras armas, por ejemplo, el carácter transitorio de los funcionarios: Fatou Bensouda, estuvo sopesando acusar de delitos tan atroces a EE.UU. e Israel desde hace por lo menos 5 años. Pero su mandato caduca en un año. Por eso, muchos creen que ‘la sangre no llegará al río’, porque justo cuando el juicio se concrete, caducará el mandato de Bensouda y los que disponen del poder planetario mayor cuentan con poder sustituirla apropiadamente.

[1]  De los cuales da buena cuenta M. L. Ramos Urzagaste, “¿Se desata una guerra judicial? ¿Qué esconde la furia de EEUU con la CPI?”, www.rebelion.org, 20 jun 2020.

[2]  La primera edición en inglés tuvo rápidamente una traducción al castellano inmediatamente editada; Así nació Israel, con un sello editorial en Buenos Aires denominado Biblioteca Oriente. 1949.

[3]  Jorge García Granados, Así nació Israel, Buenos Aires, 1949, p. 76.

[4]   Se midan como se midan; en vidas humanas perdidas o afectadas, en daño sobre estructuras, la comparación pierde sentido por las diferencias de magnitudes. Y esto sin hablar del meollo histórico: ¿hay derecho a suprimir una sociedad para asentar otra en su lugar? (¿que esta última haya estado en esa tierra unos dos mil años antes, ¿es argumento suficiente o desquiciante?). Podríamos agregar otras preguntas: ¿la base religiosa de toda la reclamación es legítima, sensata? ¿podemos entender la Biblia como un documento histórico? Urticantes preguntas planteadas desde mediados del s XX por Mahatma Gandhi, Arnold Toynbee, Nelson Mandela entre tantos otros.

[5]  Noam Chomsky, Año 501: la conquista continúa, cap.1, del volumen Man kan inte mörda historien (No se puede asesinar la historia), Gotemburgo, 1995.

[6]  Judíos especialmente entrenados para hablar, vestir, comportarse como palestinos, dedicados a infiltrarse en las actividades de la sociedad palestina para producir el mayor daño. Un ejemplo entre tantos que registra el historiador judío Ilan Pappé: llega un palestino a un taller mecánico con una camioneta que anda mal. Pide el arreglo. Convienen plazo. El dueño o los dueños de la camioneta se retiran: unos minutos después vuela por el aire, la camioneta, el taller, los mecánicos, las casas circunvecinas, con un tendal de muertos y heridos que seguramente alcanza a decenas…

 [7]  Tipificación certera de Naseer Aruri para describir “el rol de EE.UU. en[tre] Israel y Palestina”, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2006.

 [8]  J. Cook, “Israel y EE.UU. redoblan esfuerzos para intimidar a la C.P.I.”, www.rebelion.org, 20 jun 2020.

 [9]  Ibídem.

[10]  Ibídem.

[11]  Ibídem.

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Colonizando al colonizador

Posted on 06/07/2020 - 06/07/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

EL PORQUÉ DEL FRACASO PROGRESIVO Y CRECIENTE DE EE.UU.

En 1945 se consolida lo que con el tiempo llamaremos “el imperio”, “el imperialismo yanqui”, “el american empire”.

EE.UU. queda al frente entre todas las naciones del planeta. Su aparato industrial no sólo es el mayor y el menos dañado sino que además se aprovecha de los otros grandes nudos industriales existentes entonces, semidestruidos: el alemán y el japonés.

Los dirigentes estadounidenses empiezan a sentir que ahora sí cosechan un tiempo propio, vanguardizando el planeta, un american century. Y bien pragmáticamente, tendrán buena parte de razón: la segunda mitad del siglo XX tendrá como referencia al futuro lo que de EE.UU. provenga. Para bien, dirán sus panegiristas.

La resistencia cultural será muy débil, aunque la disputa política con la URSS y secundariamente con China estarán sí presentes y pesantes.[1]

Se impuso la tecnologización generalizada,  el “use y tire”, las rubias oxigenadas, el auto individual, la comida más dulce y más grasa  −la que con el tiempo se llamará chatarra− y los ojos que nos “prestaron”, en Hollywood.

Se tardó décadas en reaccionar y ver que los presupuestos de un mundo así artificial e infinito eran falsos; que nutrirnos con pastillas arruinaba nuestros intestinos, que “mejorar”  nuestros alimentos con aditivos era contaminante (y a menudo, directamente tóxico); que la energía no era infinita ni malgastable, que el aire acondicionado constituía una pesadilla; en suma, que la contaminación existe y es problemática (¡y en qué dimensiones!).

Los grupos y constelaciones de poder en EE.UU. absorbieron esos “golpes” al optimismo radical, y gracias al empuje cultural, la disponibilidad material y la superioridad militar, retuvieron el control político-ideológico de nuestro presente. La crisis del “estado de bienestar” en la Europa de los ’70 y ’80, que era la carta socialdemócrata alternativa al dominio american, y el colapso soviético a comienzos de la última década de ese siglo, parecieron reafirmar el dominio cultural indiscutible, aunque crecientemente discutido, de EE.UU.

Así que cuando en el año 2000, con su informe, “REBUILDING AMERICA’S  DEFENSES. Strategy, Forces and Resources For a New Century” (Reconstruyendo la defensa de EE.UU. Estrategia, fuerzas y recursos para un nuevo siglo) la craneoteca demócrata estadounidense anuncia reiterativamente “A Report of the Project for the New American Century” (Informe del Proyecto para un nuevo siglo de EE.UU), firmado por Eliot Cohen (Nitze School of Advanced International Studies, Johns Hopkins University); Thomas Donnelly (Project for the New American Century); Gary Schmitt (Project for the New American Century); Paul Wolfowitz (Nitze School of Advanced International Studies, Johns Hopkins University) y una treintena más de conspicuos intelectuales del establishment, muchos entendimos que los grupos dirigentes de EE.UU. pensaban superar con creces la preponderancia gozada en aquella segunda mitad del siglo XX, en beneficio ahora de un predominio mucho más radical y absoluto que lo que ya habíamos vivido en el siglo pasado.

Y sin embargo, apenas a dos décadas de semejante comienzo, estamos ante una situación conflictiva que pocas veces hemos visto en EE.UU. con el grado de conmoción y desajuste que entiendo vemos hoy.

Un presidente que prometió acabar con la globalización que estaba arruinando las economías locales, estaduales, a partir de todas las deslocalizaciones de las industrias, quebrando la tendencia y prometiendo el retorno de industrias “a casa”;

un presidente que se entusiasmó patrocinando un “Acuerdo del siglo” entre EE.UU. e Israel, aunque se trate del conflicto entre Israel y los palestinos a quienes ni siquiera se les consultó en instancia alguna, porque efectivamente era un acuerdo entre Israel y EE.UU.;

un presidente que vio llegar el covid 19 como lo vería un cowboy desde su caballo, sin miedo y con desprecio, aunque “el recién llegado” no pudo ser domeñado ni confundido como pretendió insistentemente el presidente que cosechó en pocas semanas el total de muertos de 14 años de asistencia e intervención militar de EE.UU. en Vietnam (1962-1975),[2] y que a las pocas siguientes semanas, ya había duplicado ese registro oficial de muertos;[3]

un presidente que al mismo tiempo que critica de la globalización la pérdida de puestos de trabajo dentro de fronteras, la afirma en términos político-militares con sus alianzas y rechazos y un intervencionismo activo en el Cercano Oriente, así como en el Caribe, patrocinando, por ejemplo, una marioneta como el seudopresidente venezolano Juan Guaidó;

un presidente empeñado en reproducir conflictos entre “grandes potencias” para dirimir el alcance del imperio global, en  relación con China o Rusia;

un presidente que reafirmó un giro a la derecha con el cual despreció  atender uno más de  esos “pequeños asesinatos” que la policía estadounidense parece complacerse en ejercer asfixiando a detenidos en la calle, preferentemente negros, claro.

 

Pero la situación parece complicarse aún más. Lo que señalamos al principio: pocas veces se ve tan fuerte el deterioro institucional de “la primera potencia mundial”, como se la suele designar desde la evaporación de la URSS.

La vocación de policía mundial no ha cedido; basta ver a lo largo de este año, el desembozado asesinato de Quassem Suleimani en Irak, iniciando el 2020: un militar iraní  considerado en nro. 2 del estado persa y clave en sus funciones dentro de su país y en el intervenido Irak, y el desembarco poco afortunado de algún soldier of fortune de origen estadounidense en Venezuela hace apenas un mes, reeditando una deslucida Bahía de los Cochinos (no con miles sino apenas con decenas), como para probar que no todo proyecto mejora o supera su precedente.

Pero el decurso del covid 19 y su alta contagiosidad parecen haber disparado otra serie de cuestiones hasta hoy fuera de los focos mediáticos, y por lo tanto hasta hoy dadas como inexistentes.

En los últimos años, décadas en EE.UU., la globalización galopante y la atomización social consiguiente ha ido destruyendo las estructuras alimentarias basada en la familia, porque las tareas, las dificultades temporales, la pérdida de autonomía económica, el aumento de familias monoparentales, fue llevando a que un porcentaje cada vez mayor de niños se alimentara en las escuelas y centros de enseñanza, reforzando la tendencia “a comer afuera de casa”. Con el aislamiento dispuesto ante “la pandemia”, en EE.UU. hay millones de niños y menores de 18 años que no tienen lo necesario para alimentarse. Se estima que un quinto de  la población menor está ahora subalimentada. Lea bien: de unos 70 millones de menores de 16 años que viven en EE.UU., el déficit alimentario se estima para unos 14 millones…

Consultadas madres de menores de 12 años, un 40% declaró “padecer inseguridad alimentaria”.[4]

La situación, empero, viene de lejos. No Kid Hungry [sin niños con hambre] es una organización dedicada a combatir el hambre infantil, de 2010 (ibídem).

Este cuadro de situación para un estado reputado como principal del mundo, considerado dentro de los países enriquecidos, centrales, del “Primer Mundo”, y que presenta índices que se asemejan tanto a los de países dependientes, empobrecidos, satelitarios, como por ejemplo Uruguay o Argentina, considerados indisputablemente como del todavía llamado Tercer Mundo (aunque gocen Argentina y Uruguay de algunas ventajas respecto de otros países empobrecidos, aún más carenciados, tantos caribeños o africanos), expresa una situación anómala.

 

Procuremos caracterizar, siquiera preliminarmente, la condición de país dependiente, neocolonizado (es decir con bandera nacional propia pero con mundo empresario ajeno), como los que se han ido configurando desde fines de la 2GM y durante toda la segunda mitad del s XX, con el “proceso de descolonización” promovido por la ONU, con globalización creciente y  expansión presunta permanente.

  • la política exterior es definida fuera de fronteras (desde un estado condicionador o desde instancias supranacionales),
  • la política económica es definida desde el mundo empresario transnacional y global que va adaptando la economía del país neocolonial a las necesidades globales, generalmente ajenas y contrarias a las del país que estamos tomando de ejemplo: extranjerización y sujeción de la economía local a las necesidades y perspectivas globales;
  • la política militar, lo que llamamos ahora con un anglicismo, securitaria, también abandona el marco y las referencias locales, nacionales, y va siendo configurada al servicio de estrategias globales, en todo caso asentadas en el interés de un poder ajeno.

 

RECUADRO 1

LOS 5 OJOS

Desde 1948, luego de la guerra que aplastó al nazismo y al imperio japonés, EE.UU., Australia, Nueva Zelandia, Reino Unido y Canadá tejieron un acuerdo de alcance planetario llamado Echelon, que pasó a controlar toda la información circulante en el planeta; entonces, la de teléfonos, telegramas, teletipos, correspondencia, radios de toda onda y posteriormente de frecuencia modulada. La Red Echelon fue instalada, se supone, para asegurar la democracia y evitar el terrorismo. Pero quejas de empresarios alemanes y franceses, permiten suponer un control comunicacional generalizado que  les ha permitido a sus cinco estados constituyentes, “Los 5 Ojos”, anudar jugosos negocios y convenios validos de la interceptación de mensajes,  salvo los de palomas mensajeras.

Echelon ha procesado ampliaciones:  Israel, por ejemplo,   ha sido designado como «el observador oficial» de los 5 ojos. Los 5 Ojos son 6.

 

 

Si revisamos someramente  la situación de EE.UU, ¿qué vemos?

El presidente Trump, como cualquier presidente de país dependiente, pero no globalista, como las elites colonizadas de países dependientes, sino nacionalista, como una élite que resiste satelizarse, esforzándose para frenar la desaparición de puestos de trabajo que el capital transnacional lleva a cabo para mejorar su rentabilidad (siempre es preferible para el dueño del capital pagar mano de obra y servicios en un país empobrecido que pagar mano de obra y servicios “caros” en su propio país). Es decir, actúa como élite de país dependiente, resistiendo la globalización.

Veamos, un poco más detalladamente, el papel de Israel dentro de EE.UU. Y correlativamente, de los judíos, que se estima son entre 6 y 7 millones en el país, más que la propia población judía en el Estado de Israel.

El papel de supervisión del Estado de Israel sobre la política de seguridad de EE.UU. se expresa en multitud de factores, generalmente no muy explícitos.[5]

Un ejemplo bien fresquito: EE.UU. presenta “El Acuerdo del Siglo” que ya hemos señalado que Israel viene diseñando para acabar con la resistencia palestina y apropiarse definitiva y totalmente de la Palestina histórica.[6]

¿Por qué es EE.UU. el estado que presenta este plan como solución final con los palestinos?

Llamativamente en 1947, cuando EE.UU. estaba rehaciendo geopolíticamente el mundo de posguerra, sustituyendo al Reino Unido, agotado, en aquella función, fue decisivo en la ONU, por su peso específico para entregarle al sionismo el territorio palestino. Cumplía así una promesa británica al barón de Rothschild, pero sobre todo, mantenía la geopolítica occidentalista de control sobre el Cercano Oriente. Para aquella tarea EE.UU. contó con la UNSCOP (Comité Especial de la ONU sobre Palestina).

EE.UU. quiere ahora cerrar el ciclo con su “Acuerdo del Siglo”. El chico de los mandados quiere terminar la tarea encomendada.

El control de Israel sobre EE.UU. se expresa de muchas otras maneras. El Congreso de EE.UU. tiene hoy 435 representantes; unos 300 al menos de entre ellos se consideran amigos y/o aliados del Estado de Israel. En realidad, reciben jugosas partidas de apoyo de AIPAC (American Israel Public Affairs Committee, Comité de Negocios Públicos de EE.UU. e Israel, también autodenominado con indudable precisión, “America’s Pro-Israel Lobby”, El lobby pro-israelí de EE.UU.), que engrosan el presupuesto de tales legisladores. En rioplatense tendríamos que decir que la inmensa mayoría de tales “representantes del pueblo” están untados.

Pero el lobby está sacralizado en EE.UU. Es la razón por la cual, cuando Beniamin Netanyahu quiso abofetear en términos de ceremonial al presidente de EE.UU., a la sazón Barack Obama, a causa del enojo que le produjo la negociación de EE.UU. con Irán, marzo 2015, para regular la producción nuclear de este último, hizo una visita directamente al Congreso de EE.UU., salteando una visita “entre pares”,  para “explicarles” a los legisladores el peligro en que EE.UU. se encontraba, “bajo la amenaza iraní”.

Como EE.UU. no es un país bananero típico, tiene en sus estructuras sociales e intelectuales sectores totalmente conscientes del papel de chirolita que su país cumple ante las presiones y los condicionamientos israelíes y los del poderoso lobby judío norteamericano.

Hay intelectuales y políticos que no aceptan esa dependencia; algunos desde el Partido Republicano, como Paul Craig Roberts; otros desde la izquierda como Noam Chomsky, James Petras, Jeremy Hammond, o periodistas de investigación que llegan a verdades siem-pre incómodas para los poderes constituidos, como Nick Turse o Whitney Webb; otros final-mente, denuncian esa sumisión de la estructura política norteamericana a la batuta israelí como periodistas críticos, pese a su origen conservador, como Philip Giraldi o Ron Unz.

Los manejos israelíes de políticas ajenas vienen de tiempo atrás. Dedicados a quitarle la tierra a la población palestina, allí asentada milenariamente, el sionismo se articuló con mucho secreteo, lobby y bambalinas. Algunos episodios, como El escándalo Lavon pudieron ser descubiertos porque Israel era todavía “principiante”. En 1954, para lograr que el Reino Unido frenara la expansión de Egipto dirigido por Gamal Abdel Nasser, los aparatos clandestinos sionistas no encontraron nada mejor que instalar bombas en cines y bibliotecas egipcias, estadounidenses y británicas en territorio egipcio, para que estallaran luego del horario de cierre. Es decir, no querían matar a nadie (¿salvo serenos?), como sí habían hecho en reiterados atentados años atrás; ahora querían generar pánico y acusar “del intento asesino” a la Hermandad Musulmana, a comunistas egipcios y otros nacionalistas árabes. Probablemente porque todavía no estaban tan afiatados como luego se los podrá observar, al ser descubiertos, dos de los saboteadores se suicidaron y otros dos, detenidos por la policía egipcia fueron ejecutados. Aun sin constituir una acción expresamente asesina, quedó claro el uso de cualquier mentira como procedimiento del servicio secreto israelí.

 

 

RECUADRO 2

Esa dependencia del coloso estadounidense a la batuta israelí es lo único que puede explicar secuencias como las vividas con el barco de la marina de EE.UU. Liberty, en 1967, durante la llamada “Guerra de los 6 Días”.

Apostada entonces la Marina de Guerra de EE.UU. en el Mediterráneo,  el  Liberty se desplazaba por el Mediterráneo Oriental, y fue de pronto atacado por aviación israelí, ocasionándole grandes daños y decenas de muertos en su tripulación. Israel pidió disculpas alegando haberlo confundido con un navío egipcio. Versión intragable por la cantidad (habitual) de banderas norteamericanas en el barco y porque la identificación del barco está en abecedario occidental a diferencia de la de los navíos egipcios. Tan inaceptables resultaron las excusas que hasta Wikipedia con su sesgo occidentalista y proisraelí, defendiendo cierta objetividad, asumió investigaciones que “sostienen que los israelíes no querían que el buque interceptara sus propias comunicaciones y ése habría sido el motivo del ataque. Además, el historiador Gabby Bron afirma haber presenciado ejecuciones de prisioneros egipcios por parte de la milicia israelí en la ciudad El Arish, mientras el USS Liberty se encontraba a menos de 13 millas del lugar […] podrían haber escuchado las comunicaciones de los oficiales israelíes ordenando ejecutar a los prisioneros de guerra. Por otro lado, el analista Adrián Salbuchi sostiene [que] dicho ataque constituyó una operación de bandera falsa del ejército israelí en un intento por tratar de hundir el buque para poder culpar a Gamal Abdel Nasser y así arrastrar a EE.UU. a la guerra del lado israelí contra Egipto.​[7]

Hay que tener en cuenta que en la guerra anterior en la región,  1956, desencadenada por Israel, EE.UU. obligó a los atacantes (Israel, Francia y el Reino Unido) a retirarse de lo conquistado. Y es precisamente luego de la guerra de “los 6 días” que EE.UU. inicia un plegamiento absoluto a la voluntad israelí. Por eso, cuando el Liberty fue avistado  cerca de los fusilamientos israelíes a egipcios, que violaban todas las normas de guerra auspiciadas por la ONU, se puede suponer que los mandos israelíes no querían que los estadounidenses se enteraran; todavía entonces, 1967, los militares de EE.UU. guardaban ciertas formas democráticas (el proceso de degradación y brutalización  empezaba justo entonces, en Vietnam).

 

 

Cuando Ariel Sharon, el que organizó la matanza de miles de mujeres, niños y ancianos en los campamentos palestinos de Sabra y Shatila, en 1982,[8] decidió, en 2005, como comandante en jefe del ejército israelí, la evacuación de la Franja de Gaza, hasta entonces ocupada por  fuerzas represivas israelíes y por unos 8 000 colonos sionistas, instaurando una nueva “agenda de combate”, ahora sitiando a la Franja por aire, mar y tierra (con apoyo de los militares egipcios), hubo israelíes que temieron la reacción de EE.UU. ante tanta independencia. Sharon solía tranquilizarlos: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses lo saben”.[9]

Testimonios de esa dependencia de EE.UU. hacia Israel hay muchos. Solo que los medios de incomunicación de masas se cuidan de espigarlas (y cuando hablamos de este secreto a voces, nos referimos tanto a la prensa más derechosa, racista y clasista como a mucha prensa progresista).

Veamos apenas un ejemplo, descrito por el actual periodista de investigación, en otro tiempo agente de la CIA, Philip Giraldi: “EE.UU. está muy preocupado con ‘su mejor amigo y aliado’ que lo ha espiado, le ha robado tecnología, ha corrompido procesos gubernamentales y mentido sistemáticamente acerca de sus vecinos para generar un casus belli, de modo tal que los estadounidenses puedan morir en innumerables guerras en lugar de hacerlo los israelíes.”[10]

Giraldi da como ejemplo de la dependencia, en este caso del presidente Trump a Israel, el de haber designado como embajador en Israel a David Friedman, “un archisionista que ve como su misión promover los intereses de Israel más que los de EE.UU.” Ejemplifica como Friedman ha adoptado el lenguaje israelí en casos en que EE.UU., al menos teóricamente, sigue el lenguaje de la ONU. Por ejemplo, la Margen Occidental (palestina) oficialmente “ocupada” por Israel ha devenido en las palabras del nuevo embajador un “territorio en disputa” (frase de batalla de la diplomacia israelí). Como frutilla del postre, Giraldi nos recuerda que el embajador norteamericano ha aprobado el “trabajo” de los francotiradores israelíes durante las Marchas por la Tierra que desde 2018 llevan adelante los palestinos sin armas, ni siquiera piedras, que ha significado la muerte de varios cientos de palestinos y las heridas de balas (certeras) de francotiradores sobre miles de manifestantes pacíficos.[11] Un récor prácticamente mundial.

Examinemos como frutilla del postre, los planteos de JINSA, Jewish Institute for National Security of America (Instituto Judío para la Seguridad Nacional de EE.UU.)

Dicen ser “profesionales de la defensa de EE.UU. y como tales ven los acontecimientos en el Cercano Oriente a través del prisma de los intereses de la seguridad de EE.UU.” Exactamente lo opuesto que Giraldi detallaba como la política real del embajador, judío, de EE.UU. en Israel. ¿Tenemos que creer que el embajador de EE.UU., defiende a Israel y que los del Instituto Judío para la Seguridad de EE.UU. defienden a EE.UU. y no a Israel?

Prosigue JINSA: EE.UU. e Israel han establecido una cooperación en seguridad  durante la Guerra Fría y hoy ambos países enfrentan la amenaza común del terrorismo de quienes temen la  libertad y las libertades. […] Compartimos los servicios de inteligencia y los entrenamientos militares bilaterales […] La policía de EE.UU. y sus oficiales han recibido el beneficio de una estrecha cooperación con profesionales israelíes en las áreas de contraterrorismo doméstico.” No hay sino que alegrarse; los israelíes instruyen a los bisoños norteamericanos; y les enseñan que toda protesta es terrorismo.

Humildemente, “Israel comparte [con EE.UU.] nuestra vocación de libertad, por la libertad personal y la vigencia de la ley.”  ¿Se incluirá en ese reinado de la ley y la igualdad a los palestinos? Tal vez, como a los nativoamericanos y a los afros…

ADDENDA. Con este trabajo realizado me llega el muy documentado artículo de Max Blumenthal, “La ‘israelificación’ de la seguridad interna de EE.UU.” reeditado el 9 jun 2020  pero originalmente escrito en 2011, que no hace sino ratificar mis observaciones.

[1]  El unicato de 1945 perdurará apenas media década; en 1951, la URSS pasa al frente en la navegación espacial y desde entonces se empezará a hablar de “las dos superpotencias”, del conflicto Este-Oeste, de las dos Coreas, las dos Alemanias, los dos Vietnam…

[2]  58 mil.

[3]  Al 10 de junio, 112 mil.

[4]  Eleanor Bader, “Fracaso americano”, Brecha, 29 mayo, 2020.

[5]  Para examinar más ejemplos del llamativo amorío y dependencia de algunos dirigentes estadounidenses hacia Israel hay que reparar en el fondo doctrinario común del Antiguo Testamento o Torah. Véase, por ejemplo, mi nota: “Amor, desprecio, poder entre EE.UU. e Israel”.

[6]   Vale la pena tener en cuenta que las dirigencias sionistas tienen su propio lenguaje que no coincide con el del cotidiano presente: los forjadores del Estado de Israel entienden que deben satisfacer el mandato divino de asentarse en la vieja Sion; el Génesis define un territorio del Nilo al Éufrates, que abarca prácticamente el oriente egipcio, Palestina, Jordania, buena parte de Irak y áreas de Siria y Arabia. Hay que suponer que la proverbial resistencia de Israel a fijar fronteras se vincula con aspiraciones territoriales bíblicas.

[7]  https://es.wikipedia.org/wiki/USS_Liberty_(AGTR-5)

[8]  El papel de los mandos israelíes en la matanza perpetrada por cristianos fanáticos fue tan insoslayable que finalmente, se abrió un juicio contra Ariel Sharon en Bélgica, en un tribunal de “Jurisdicción Universal para el Castigo de las Violaciones Graves del Derecho Internacional Humanitario”. Un militar libanés, declaró públicamente su intención de atestiguar contra Ariel Sharon por su responsabilidad en las matanzas. Elie Hobeika, que fuera comandante de la fuerza exterminadora, estaba al parecer indignado de que sólo los fanáticos cristianos hayan tenido que soportar el peso de las condenas (varios ejecutantes están en cadena perpetua) por las masacres en Sabra y Shatila, actos tipificados como crímenes de lesa humanidad.

Hobeika murió días después de su anuncio, junto a su hijo y a tres guardaespaldas volando con su auto. 24 de enero de 2002.  El tribunal, careciendo de otras pruebas, canceló el juicio. El periódico francés L’Humanité informó que Hobeika disponía de pruebas contra Sharon. El presidente libanés Émile Lahoud, sin citar a Israel, hizo implícitamente responsable a Ariel Sharon del asesinato. La frutilla del postre: “Según fuentes israelíes, la decisión de eliminar a Hobeika partió de Damasco.” Los israelíes le tiran el muerto a los sirios… fte.: https://es.wikipedia.org/wiki/Elie_Hobeika.

[9]   Germán Gorraiz López, “¿Es EE.UU. un simple vasallo de Israel?”, 8/5/2018.

[10]   “Israel to Annex the United States”, 12/5/2020.

[11]  Sobre la Marcha por la Tierra, léase por ejemplo, Pablo Jofré Leal, “Israel, el mundo al revés de una sociedad enferma”, 2 abril 2018. Y por la cuestión palestino-israelí, más general, mi artículo “Sionismo: de la emancipación judía a nación de amos”, abril 2019.

 

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Amor, desprecio, poder, entre EE.UU. e Israel

Posted on 03/05/2020 - 12/05/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Las relaciones existentes entre EE.UU. e Israel en el siglo XXI, pero más en general las de la estructura política de EE.UU. con lo judío, tienen una larga y muy compleja historia (y un hilo conductor a través de la creencia en el valor histórico de la Biblia), pero en este apunte nos vamos a limitar a lo acontecido en los últimos años, siglo XXI, para apreciar el doble movimiento que las caracteriza.

Por un lado, vemos la erección de “lo norteamericano”, o mejor dicho estadounidense, a la cúspide de lo humano; por otro, vemos la permanente “nota al pie” señalando la dependencia y sujeción de EE.UU. a una voluntad omnímoda, que “casualmente” es la misma que ensalza en el primer momento señalado a los EE.UU. como el más alto escalón de lo humano. Hay que aclarar desde ya que, cuando se ensalza el american way of life se aclara que esa cúspide significa precisamente la coincidencia total con las creencias del ensalzador…

 

EE.UU.: ¿meca judía?

Empecemos con el primer rasgo señalado, con el cual tenemos un ejemplo paradigmático. El rabino Shmuley Boteach tipifica a la sociedad estadounidense como “el nuevo pueblo elegido”, es decir, identificándolo con un rasgo básico del llamado pueblo judío: su designación por una deidad como el elegido.[1]

Nuestro rabino explica esa privilegiada posición de EE.UU: “Los estadounidenses se han convertido en los nuevos judíos del mundo. No son muy apreciados. Estados Unidos está viviendo lo que los judíos han vivido a través de su historia: un odio irracional”. Y aunque “Los eruditos dirán que todo esto se debe a la envidia de EE.UU.” nuestro rabino sabe que el antiamericanismo  tiene causas “más profundas”.

Y aunque nos parezca un texto de Barcelona,[2] en 2004 Shmuley  despliega su visión sobre las vicisitudes de EE.UU. en el mundo: “EE.UU. es odiado sobre todo porque bajo George W. Bush ha llegado a abrazar una política externa moral orientada a la lucha contra déspotas y a derrocar dictadores, y estos nobles esfuerzos han hecho que el resto del mundo aparezca egoísta, absorto en sí mismo, moralmente ciego, y cobarde. A nosotros, los estadounidenses, no nos odian por nuestra fuerza, sino más bien por los buenos propósitos a los que hemos dedicado esa fuerza.”  [3] Shmuley nos habla de cuando G. W. Bush arrasa Afganistán, Irak, pese a la resistencia civil en varios países. “Justa ira” invocada por la banda de diseñadores de “el nuevo siglo american.” que ejerce el mando entonces en EE.UU., con Cheney a la cabeza, que aprovechan el peculiar derribo de las dos torres gemelas (que violan hasta la aritmética porque los edificios derribados fueron tres…) para instaurar “el nuevo enemigo” (muerto el perro comunista apareció las rabia musulmana), quitar un espantajo mediático como Bin Laden y llevar a cabo las destrucciones señaladas (a las que seguirán otras, en Pakistán, Sudán, Siria, y en el caso de la sociedad palestina, un recrudecimiento de su aniquilamiento a partir de 2005-2006…).

Shmuley es por momento penoso. Vapulea a Michael Moore, un cineasta estadounidense tan característicamente estadounidense pero no puede sustraerse a la secuencia de su documental Farenheit 9/11, en que se ve a Bush como congelado y ridículo mientras le comunican lo del atentado “a las torres”, con un libro patas arriba. Se trata de un documental donde Moore desnuda las vinculaciones petroleras y gangsteriles entre la familia Laden y la familia Bush, entre otras muchas tareas de strip-tease político.

Shmuley no atiende ni le importa el significado sobrecogedor de la secuencia. Pega un salto mortal para confrontar esa penosa escena… con Chirac (¿qué tiene que ver Chirac?):  “El momento más impresionante de esta película es cuando acusa a G. W. Bush de quedarse sentado sin hacer nada durante siete minutos mientras ardían las torres gemelas. ¡Caramba! A los franceses les encantó esa escena, lo que es curioso ya que Jacques Chirac permitió en el verano de 2003 que 10.000 franceses y francesas murieran de insolación mientras él pasaba sus vacaciones.” Sic.

Con lógica tan escasa, se hace difícil captar porqués. Pero para Shmuley el cuadro de situación es sencillo: no es envidia; es odio. Hombre de pasiones netas, nuestro rabino.

Humildemente, Shmuley aclara que los estadounidenses deben “aprender algo de los judíos. Durante casi medio siglo, EE.UU. ha sido el guardián de la libertad en todo el mundo. Pero los estadounidenses que esperan gratitud debieran recordar que no hay buena acción que no reciba su castigo. Los judíos le dieron su Dios al mundo, sólo para ser masacrados en Su nombre.”

Repare el lector: EE.UU. ha sido el guardián de la libertad: según su datado, tenemos que suponer que desde la década de los ’60: en la Guatemala de La Mano Blanca, red paramilitar, con su cosecha de muerte de varios centenares de miles de habitantes, sobre todo mayas; en el Chile de Pinochet a miles de chilenos masacrados por el ejército asesorado por cuerpos de seguridad de EE.UU.; con la “operación Jakarta” de “limpieza” en 1966, con el Pinochet indonesio; Suharto; con el genocidio selectivo de la Doctrina de la Seguridad (exportación de torturadores incluida) en Argentina, Uruguay, Colombia, El Salvador, y por mi ignorancia dejo a un lado el papel represor de EE.UU. en el continente más devastado del planeta, África, aunque sí recuerdo la “moralizante” política de G. W. Bush en el cambio de siglo dificultando o impidiendo el uso de anticonceptivos en África, empeñado en una campaña “moralizadora” contra relaciones sexuales fuera de parejas constituidas que, ¡oh casualidad!, se tradujo en un avance atroz del SADI/SIDA (y las muertes consiguientes, porque en África no es tan fácil como en EE.UU. disponer de tratamientos antirretrovirósicos).

Los “gloriosos sesenta” de la policía planetaria estadounidense tienen cientos de miles de arrasados y asesinados en el Sudeste asiático (Cambodia, Laos, como campos libres para experimentación de la aviación militar estadounidense), particularmente en Vietnam con 14 años de intervención, con  2 o 4 millones de vietnamitas matados, pero con la muerte de 58 mil estadounidenses que convenció a los dirigentes de ese país de que no se podía seguir ese camino: dado el valor de la vida de un estadounidense, no se puede intercambiarla, “derrocharla”, por 40 o 50 vidas, en este caso vietnamitas (y como frutilla del postre, retirarse con el rabo entre las patas).

Para desconsuelo, o tal vez regocijo de Shmuley, EE.UU. tiene varios “méritos”; no sólo el papel de policía planetario, con toda su especialización en interrogatorios y torturas que no tienen nada que envidiarle a los montados por la España inquisitorial hace siglos o el comunismo soviético hace décadas.

EE.UU. ha emponzoñado el mundo entero, con su agroindustrialización basada en la industria y en una rama particular de sus desarrollos químicos: el uso de venenos para aumentar la producción agropecuaria, eliminando “sabandijas”, insectos, roedores, parásitos, mediante el necio mecanismo de contaminarlo todo.[4]

EE.UU., precisamente en el período exaltado por Shmuley, ha sido un gran envenenador universal (aunque no único). Otro capítulo, decisivo, de ese envenenamiento planetario ha sido la plastificación de la vida cotidiana, asumida con más comodidad que instinto de conservación.

Hasta aquí, unas pinceladas por el papel de EE.UU. en la época ensalzada por Shmuley; policía del mundo y gran laboratorio, de borrachos de optimismo tecnológico.

Sigamos con la segunda parte de la cita del inefable. Shmuley: “[…] estadounidenses que esperan gratitud debieran recordar que no hay buena acción que no reciba su castigo.” No precisa, claro, para quien resulta “buena acción”: si alguien se aprovecha de una acción que considera buena, excelente –despojar a los indios, por ejemplo– no puede pretender ser gratificado por ello, al menos por los indios.

Shmuley ejemplifica: “Los judíos le dieron su Dios al mundo, sólo para ser masacrados en Su nombre.” Humildemente.

No entendemos cómo Shmuley declara que ese dios es del mundo, cuando todo el aparato doctrinario judío insiste en la relación entre ese dios y  “el pueblo elegido” (y que por esa razón, no debe atender a todos por igual). Shmuley tiene que decidirse: o su religión es universal, dios del mundo, o su religión es tribual; dios de la tribu de Israel, de Yahvé.  Las dos cosas a la vez lesionan la lógica más básica.

Algunos judíos han procurado entender esa presunta incomprensión o rechazo a los judíos, no precisamente por “los buenos propósitos” (Abraham Léon, Ber Bojorov, Karl Marx) sino por las funciones cumplidas por muchos judíos en la sociedad (predominantemente cristiana).

Pero a Shmuley lo tiene sin cuidado la búsqueda de razones y verdades. Ya las tiene, claro. Y en lugar de pasar revista a todas las escuelas de tortura que EE.UU. ha desparramado en la posguerra, de observar el desmantelamiento de economías para readaptarlas a sus necesidades  (el Caribe, África, el Sudeste asiático, son buenos ejemplos), Shmuley se dedica a mostrar la hipocresía de otras partes del mundo rico, particularmente Francia, en el descuido de las miserias periféricas. Ignorando que el mundo enriquecido saquea a manos llenas la periferia planetaria, con las minorías poderosas de EE.UU., R.U., Francia, Japón, etcétera, pero siempre EE.UU como el primer succionador…

“A nosotros, los estadounidenses, no nos odian por nuestra fuerza, sino más bien por los buenos propósitos a los que hemos dedicado esa fuerza. Irónico, ¿no es así? Que nos odien porque somos buenos.” La increíble ceguera de los excelentes, de los que son “siempre” los mejores. Tikkanen, un Quino finlandés, tiene el pensamiento que los describe: “Mi moral es tan pero tan buena, que haga yo lo que haga, jamás se daña.”

Y Shmuley prosigue con su proverbial humildad: “Pero, sean bienvenidos al club. Los judíos han sido miembros desde hace tiempo.” Hoy nos enteramos de las bondades de los mejores: “Dios nos salve de los salvadores porque aquí, los salvados son los únicos crucificados y los salvadores, los únicos que se salvan.” [anónimo] Ave Shmuley.

En la misma exhortación, como a lo largo de toda su alocución Shmuley se ubica, se trata a sí mismo como estadounidense; su condición de judío descansa en la tercera persona: “los judíos han sido miembros”, “los judíos le dieron su dios al…”

Expresa de modo prístino su voluntad de identificación con EE.UU.

Su grado de intolerancia a la diferencia es mayúsculo: cuando la miembro del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. Susan Rice, a la sazón embajadora de EE.UU. ante la ONU, consideró un desacierto, un malpaso, un error, una desconsideración, que el premier Netanyahu hubiese hablado en el Congreso de EE.UU. sin tener siquiera una coordinación con el presidente Barack Obama, Shmuley consideró que Rice “no es capaz de ver un genocidio”.[5]  Estamos hablando de una de las primeras espadas de los Clinton, pero sepamos que, además, Rice es afrodescendiente.

Shmuley es de aquellos a los que hay que comprar por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale. Aquí nos brinda humildemente dos perlas de ejemplo: “La causa subyacente de todo el antisemitismo es que los judíos han emergido como la conciencia del mundo.” Para qué esforzarse en buscar raíces griegas o bárbaras, si los judíos ya nos dieron todo. Adiós Homero, Adiós Gilgamesh, adiós Séneca, adiós nubios…

Y en la instauración de lo judío como gobierno mundial, Shmuley nos recuerda que “los judíos se convirtieron automáticamente en árbitros del bien y del mal.” Y continúa, ligando destinos de grandeza: “EE.UU. ha emergido igualmente hoy en día como la conciencia moral de un mundo cada vez más amoral […].”

Ya vimos lo que nos ha “exportado” EE.UU.: el use-y-tire, la comodidad a costa de lo que sea, la rubiez, la contaminación; Hollywood cómo fábrica de realidad y culto a la frivolidad, consumismo y todo ese “paquete cultural” bien adobado en racismo  y confianza ciega en la tecnologización del mundo.

Shmuley critica a la vieja Europa y su aristocracia de sangre. Tiene razón. Pero confunde la lógica elemental creyendo que oponerse a los valores eurocentristas alcanza para hacer algo no ya mejor sino excelente. Cuando algunos consideramos que la enmienda ha resultado todavía peor que el soneto…

Y falsifica. La realidad: “Los líderes judíos y los primeros ministros israelíes han sido continuamente acusados de intentar de apoderarse de M. Oriente y del mundo.” Aquí nos topamos con manifiesta mala fe o supina ignorancia. Existen los documentos que prueban eso que niega: el “Informe Yinon” [6] describe como Israel se irá adueñando del Cercano Oriente y “Rebuilding America’s Defenses. Strategy, Forces and Resources For a New Century”,[7] nos muestra “el camino” de EE.UU. para adueñarse del mundo entero en el siglo XXI.

Llegado a este punto donde queda de manifiesto el analfabetismo o la mala fe, poco más hay que comentar.

Salvo, comentar la estrategia de unificar destinos entre EE.UU. e Israel: “Igual como los judíos fueron difamados como pequeños demonios, a George W. Bush lo odian como el gran demonio […] En lugar de unirse a la visión de Bush de librar al mundo de malvados tiranos y terroristas, el mundo ha preferido el camino mucho más fácil de declarar que el propio Bush es malvado, un charlatán cuyo verdadero propósito es enriquecer a sus amigos en Enron y Halliburton.

Son sorprendentes los paralelos [..]” e insiste.

Y Shmuley se mueve, según él mismo, en el terreno de lo moral: “La moralidad y la decencia determinan que las bendiciones del dinero y del poder obligan al más fuerte a proteger al más débil. El uso de nuestro gran poderío para imponer un orden moral en el mundo es la responsabilidad de una gran sociedad.”

No como los ingleses: “Cuando Gran Bretaña era la gran superpotencia mundial, utilizó su gran poderío para colonizar a otras naciones y saquear sus recursos. Cuando la Unión Soviética era una superpotencia, se tragó a otros países y los escupió en trozos. Nosotros, los estadounidenses, utilizamos nuestro gran poderío para liberar a las naciones oprimidas. Creo que esta demostración de la bondad estadounidense es lo que causa el patriotismo estadounidense sin igual. […]”

En la referencia a la liberación de naciones oprimidas, no capto si se refiere a seminolas, sioux, portorriqueños, mexicas, iraquíes, leoneses, haitianos…

Líbranos, no sé qué dios del destino de grandeza de EE.UU.: “El verdadero destino manifiesto de Estados Unidos es su rol providencial, como primera república democrática del mundo, de dirigir al mundo en libertad.

En la escena política mundial, los estadounidenses son el nuevo pueblo elegido. Dios ha favorecido la causa de EE.UU. hasta el punto en que ahora se ha convertido en la nación más rica y próspera de la historia.” Aquí tenemos la parejita formada para un largo matrimonio…

Y como lo policial es siempre primordial, Shmuley aclara: “Los estadounidenses también sufren ahora, especialmente nuestros valientes soldados en Irak que están en la primera línea en la batalla contra la tiranía.” [8]

“El futuro de EE.UU. reside en ser audaz y valeroso, hacer caso omiso de los ignorantes que nos odian y en trazar un futuro estadounidense único que sea leal a nuestra historia […]”. Nos llama la atención que las cualidades que Shmuley ensalza de los norteamericanos no pasan por ningún atributo espiritual o intelectual; audaz y valeroso podrían ser un perro, un caballo, en fin. Pero de cualquier modo, Shmuley se refiere a algo propio  de EE.UU.

EE.UU: ¿criatura judía?

Porque, sobre todo en las últimas décadas (aunque no nos sorprendería que lo que vamos a caracterizar provenga de tiempo atrás) existe otro enfoque de judíos prominentes respecto de EE.UU. Algo que se ilustra por una confesión desfachatada, de Ariel Sharon: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos América, y los americanos lo saben.” [9]

Es una cita tan grosera y sólo radial, que no podríamos invocarla si no se repitiera el mismo perfil en tantas otras instancias y situaciones.

En su momento secretario del presidente R. Reagan, Paul Craig Roberts ha señalado: “EE.UU. ha caído muy bajo, a nivel moral y económico, a causa de su obediencia y seguimiento respecto al lobby de Israel. Incluso Jimmy Carter, ex presidente de EEUU y gobernador de Georgia, tuvo recientemente que pedir disculpas ante el lobby de Israel por sus honestas críticas al trato inhumano de Israel hacia los ocupados palestinos, para que su nieto pudiera presentarse a un escaño al senado por el estado de Georgia.” [10]

En 2010, Gideon Levy escribió: «[…]el señor Netanyahu es un “estafador… quien piensa que tiene a Washington metido en el bolsillo y que puede engañarlo”.» Basándose en un video que se filtró.

Comentando el mismo video, un documental hogareño donde B. Netanyahu, entonces ministro de Finanzas de Ariel Sharon, se despacha privadamente, Jonathan Cook comenta:: “Sentado en un sofá, dice a la familia que engañó al presidente de EE.UU. de entonces, Bill Clinton, para que creyera que estaba ayudando a implementar los acuerdos de Oslo, el proceso de paz patrocinado por EE.UU. entre Israel y los palestinos, realizando pequeñas retiradas de Cisjordania mientras en realidad estaba fortaleciendo la ocupación. Alardea de que al hacerlo destruyó el proceso de Oslo.

Y Cook remata: “Desdeña a EE.UU. al decir que “se le mueve fácilmente en la dirección correcta […].” (ibíd.) “Correcta”, quiere decir, claramente, en sentido favorable a Israel.

Los testimonios de la atroz dependencia de EE.UU. del control judeo-israelí son múltiples y lapidarios y buena parte de los casos son denunciados por judíos que se desmarcan del sionismo pro-israelí, como Norman Birnbaum: “EE. UU. está totalmente sometido al lobby israelí. Recordemos la absurda escena vivida en el Congreso de Estados Unidos durante la intervención de Netanyahu: cuanto más se alejaban de la verdad sus manifestaciones, más frenéticos eran los aplausos.” [11]

Más cerca nuestro, en el tiempo, leamos las declaraciones de Yonathan Stern, por un tiempo ocupante de territorio palestino (lo que la prensa pro-israelí llama colonos), norteamericano judío, entrevistado, vuelto a “Occidente”: “Estamos ahora a la cabeza de la sociedad. El yerno de Trump es judío, los judíos son los banqueros más grandes, controlamos la Reserva Federal,[12] controlamos Hollywood, todos esos abogados, los mejores contadores y financistas, los doctores de más prestigio, tenemos bienestar, poder, sobre todo teniendo en cuenta que somos apenas el 2% de la población de EE.UU.[13]

Hace mucho debió abandonarse la idea maniquea del tiempo del conflicto EE.UU-URSS que veía a Israel como “el portaaviones” de EE.UU. en el Cercano Oriente. Y darnos cuenta que EE.UU. es una sociedad, enorme, totalmente heterónoma, controlada por una minoría judeoisraelí con enorme poder sobre los resortes principales del país, como el Congreso, la Casa Blanca, Hollywood, el USDA y varias otras reparticiones.

Precisamente, esta neocolonización de EE.UU. desde adentro y desde afuera por el cabildeo señalado, ha ido forjando una sociedad dependiente, de tipo colonial, aunque muy sui generis porque retiene enormes dispositivos de poder propios. Pero cada vez con menos capacidad de decisión.

La sociedad estadounidense es tan compleja que esa relación de sumisión con los dictados judeosionistas ha despertado también en su seno, enormes resistencias. Es lo que se puede ver desde el GOP, el Partido Republicano, con alas totalmente disconformes con la heteronomía imperante. Hay además una prensa insumisa; Counterpunch, Global Research, Democracy Now, UNZ Review, Foreign Policy Journal, The Nation y muchísimos más que enfrentan este copamiento del país desde la Biblia, el AIPAC y la estrategia israelí.

Ésa es la explicación por la cual EE.UU. no ha actuado contra Irán pese a todos los esfuerzos desplegados desde Israel para que EE.UU. “ponga en vereda” a ese enemigo irreductible del hecho israelí. En las fuerzas armadas, en las instancias de seguridad, hay quienes resisten seguir sencillamente las instrucciones israelíes.

Existe en EE.UU. toda una potencia intelectual que no se ha asimilado ni rendido pese a la ofensiva política, cultural y mediática de Netanyahu, Trump, Jared Kushner, Jason Greenblatt, David Friedman, Eliot Cohen, David Epstein, Robert Kagan, Irving Kristol y todos los dispositivos mediáticos, legislativos, securitarios e institucionales a disposición.

Pero el creciente papel dependiente de EE.UU., teledirigido por fuerzas políticoideológicas referenciadas a Israel, está realmente colonizando lo que muchos ven como el Gran Imperio actual, trastornando sus decisiones y autonomía.

Por otra parte, con un racismo que hermana la historia de EE.UU. con la de Israel  –así como los hermana el fondo bíblico común–[14] vemos que ambas formaciones políticas se reconocen como fundadas por inmigrantes, con un odio y/o un desprecio radical hacia los originarios:

“Dejen que yo haga el trabajo sucio; dejen que con mi cañón y mi napalm quite a los indios las ganas de arrancar las cabelleras de nuestros hijos”  decía “El Carnicero”, en 1982,[15] cuando decidió invadir la tierra libanesa persiguiendo a los palestinos expulsados de su tierra, que a su vez se habían estado armando para resistir (técnica guerrillera de ese tiempo, que erigió héroes pero que a los palestinos no les sirvió).

Sharon se ve como matador de indios. Con ese plus canalla: no sólo invasores, sino indignados, porque los invadidos resisten… el perfil ético de esta configuración se define solo.

notas:

[1]   somethingjewish.co.uk, 10 octubre 2004.

[2]   Revista satírica, Buenos Aires.

[3]  “El “caso” Shmuley es atingente puesto que su alocución, que espigamos, circuló profusamente en EE.UU., en decenas de grandes periódicos como el NYT, en enormes cadenas televisivas como CBS y un largo etcétera.

[4]  Su nombre de propaganda fue “La Revolución Verde”.

[5]  “Susan Rice has a blind spot: Genocide” (NYT, fte. Wikipedia).

[6] Oded Yinon, “Una estrategia para Israel en la década del 80”, Kivunim, febrero 1982. Traducción de Israel Shahak (edición argentina de Editorial Canaán, Buenos Aires, 2007.

[7] A Report of The Project for the New American Century, Washington, 2000.

[8]  Escrito, como se recordará, durante la segunda invasión de EE.UU. a Irak (2003), con centenares de miles o millones de iraquíes muertos: EE.UU. reportará 4600 bajas; en la “Primera Guerra del Golfo”, 1991, había pasado algo similar; 300 soldados yanquis muertos respecto de unos 30 000 soldados iraquíes (Wikipedia).

[9]   Declaraciones radiofónicas del ex primer ministro de Israel, el 3 de octubre del 2001.

[10]   “Israel es quien gobierna en Estados Unidos”, CounterPunch, Patrolia, Calif., 30 dic. 2009.

[11]   “Estados Unidos, impotente ante Israel”, El País, Madrid, 27 jun 2011.

[12]    La organización, privada, que emite los dólares, públicos, en EE.UU.

[13]    Los últimos censos de EE.UU. dan unos 6 o 7 millones de judíos en el país. Entrevistado por Gilad Atzmon, “Impeachment and Antisemitism”, 14 ene 2020.

[14]  Grosso modo, me permito sostener que el judaísmo se basa en el Antiguo Testamento, como su biblia, particularmente, la Torah y el Tanaj. Y la Iglesia Católica, se apoya fundamentalmente en el Nuevo Testamento, alrededor de Cristo, aunque no desdeña y menos rechaza el Antiguo. Pero los protestantes, si bien cristianos, en al menos algunas de sus sectas, se apoyan mucho más en el Antiguo Testamento que en el Nuevo. Esa coincidencia en “las fuentes ideológicas” de tantos protestantes y judíos se traduce en una mayor cercanía política, y en una mucho mayor “libertad” para el destrato, incluso genocida, de otros pueblos (no fieles).

[15]  Ariel Sharon, cit. p. kaosenlared, 18 mayo 2006.

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