Por Luis E. Sabini Fernández.
Ante el retiro forzoso y violento de más de trescientas niñas y adolescentes de colegios nigerianos por una organización clandestina armada, Boko Haram, la prensa occidental, incluida la rioplatense ha salido a condenar “el terrorismo” −islámico, por supuesto− e iniciado una campaña de buenos sentimientos destinada a rescatar a las chicas, comprometiendo en la empresa a todas las organizaciones de derechos humanos que se presten para tan abnegada tarea.
Una vez más la ecuación es clara: Occidente reacciona para defender los valores de la vida, la libertad, el respeto a la persona humana, atropellados por el fanatismo, en este caso islámico.
Lo expresa con claridad el cotidiano Clarín, el de mayor tirada en Argentina: “La crueldad y el terror, estrategia para desestabilizar Nigeria”. Es un título cierto y certero, pero no precisamente por el contenido del artículo: allí expresan que los de Boko Haram buscan “desestabilizar el Estado (sic) con una estrategia terrorista”. Y abundan, “aclarando” que la intención del “actual jefe, el mesiánico Abubakar Shekau es sembrar el terror”.(1)
Todos estos aprestos morales, empero, no son sino el revés de la trama. La información de los m i m nos cuenta que los secuestradores han vendido algunas de estas niñas para ser casadas a la usanza tradicional en países limítrofes por 12 dólares.
El dato es fehaciente; se repitió en muy diversas fuentes. Una primera interrogante aritmética, económica: ¿qué país puede disponer de casamientos, y de esclavas (sexuales o matrimoniales) por 12 dólares? No por cierto, digamos Suiza, EE.UU. o Alemania donde un mero acueste profesional anda por cientos de dólares y si existen casamientos “arreglados” andan por miles de dólares. Nigeria es el principal productor de petróleo del África. “Exporta” por varios miles de millones de dólares anuales. En rigor, salen del país unos dos millones y medio de barriles diarios, leyó bien. Es la cuarta parte de lo que procesan los países con mayor producción petrolífera; Arabia Saudita, Rusia y EE.UU. Es la mitad de lo que producen los segundos estados petroleros del planeta, Irán y China, pero más de lo que producen Venezuela o Irak, por ejemplo, países petroleros por excelencia. De Nigeria provienen más millones de barriles diarios que de Libia, Kuwait, Brasil o Noruega, para mencionar otros países que en el mundo entero presentan un alto perfil en producción de petróleo. Además, Nigeria es el cuarto productor mundial de gas.
¿Cómo con tal producción, se pueden hacer “operaciones mercantiles de enorme costo y riesgo, por doce dólares? (aquí estamos analizando no la calidad moral de lo acontecido sino su materialidad bruta). La explicación es sencilla y brutal: Nigeria está devastada, la presencia de petróleo ha sido decisiva para alcanzar tal estado; la indigencia ha pasado a ser no ya el estado de los más pobres sino de la sociedad.(2)
En Nigeria se han producido “accidentes” a causa de sabotajes de los oleoductos que son pinchados para extraer algunos baldes de petróleo.(3) Como es sustancia altamente inflamable, el menor descuido basta para el desastre. Con cada incendio fuera de control ocasionado por alguna pinchadura nunca falta el periodista, civilizado y culto, que se pregunta cómo pueden cometerse semejante torpezas. Esos periodistas, perfectamente acodados en sus sillones con sus cafés y cigarrillos tienden a creer que todo el mundo “opera” con las disponibilidades que ellos tienen. Ni se les ocurre pensar que la postración a que ha sido sometida la sociedad nigeriana, o las sociedades que en Nigeria habitan, es tan escalofriante como para que la desesperación, la falta de medios, impulse a alguno a perforar el oleoducto que pasa por sus tierras, sin contar con las herramientas apropiadas, inaccesibles. En la desesperación en que vive la mayoría de la población, que ha visto devastados sus cultivos, sus hábitats, procuran siquiera “pellizcar” algo de esa riqueza que les birlan.
Porque la resistencia cívica, intelectual, social, no alcanza. El pueblo ogoni procuró resistir cuando vio que el petróleo arruinaba las aguas y se quedaban sin pescado, y envenenaba los campos y se quedaban sin frutos ni cultivos. Se hicieron comités de defensa del hábitat y de denuncia. Ken Saro Wiwa, militante y poeta, tomó esas banderas. El gobierno de las transnacionales, encaramado en la presidencia del país, reprimió y llevó a un juicio sumario a los ogonis más levantiscos. Hubo condenas de muerte para Ken Saro Wiwa y otra decena de resistentes. Y el terror consiguiente para el resto.(4) Pero no el terror islámico sino el terror bien occidental y cristiano, de las policías que aprenden sus manuales de procedimiento en inglés.
Abubakar Shekau, el líder actual de Boko Haram (que en hausa −un idioma afro con el que se expresa una buena parte del país nigeriano− significa que la educación occidental es pecado) expresa a su manera, mala manera es cierto, el rechazo y la repugnancia que le provoca el avasallamiento tan arrasador de Occidente en su tierra (en el África, en general).
¿Cómo puede un nigeriano, y también un egipcio, un mandinga, un zulú, un marfileño, un namibio… creer en “las escuelas de Occidente”, las que traen “la civilización” y la lengua europea? Cualquier habitante, si tiene tiempo y posibilidad, puede ver lo que ha resultado “el ingreso a Occidente”. Se come menos y peor y se enferman más. Aunque ahora los hospitales tengan antibióticos, antipiréticos, y una serie de medicamentos y recursos para registrar “muertes por paro cardiorrespiratorio”.
La resistencia sabe lo que la daña. Y atina a defenderse ligándose a lo repudiado por Occidente; el Islam. Claro que el resultado es nefasto: se acrecienta el maltrato. Y las pobres niñas pueden ser vendidas para casamientos a la usanza tradicional que rechazamos, o pueden ser entregadas a redes de prostitución siempre ávidas de jovencitas, casi niñas para mejor protegerse del mal llamado SIDA (SADI). O vendidas como esclavas porque tal existe en buena parte del continente africano (domésticas pero también en el “mercado laboral”).
Porque los humanos no acertamos ante tanto abuso y atropellos. Las reacciones suelen ser también un desacierto. Pero que no se explican por sí mismas (porque son perversos o negros o musulmanes) sino por lo que generó dichas respuestas.
El nazismo no nació demiúrgicamente de la mente supremacista de Hitler sino de la infamante pena que le endilgó la Paz de Versalles, es decir Inglaterra y Francia, a la Alemania imperial derrotada. Que significó hambre, humillación, condiciones de vida propias del “Tercer o cuarto mundo”, estallido monetario, desocupación, locura social, en la cual, sí, floreció el nazismo.
Y las inmolaciones palestinas no surgieron porque los jóvenes musulmanes querían ir al encuentro de huríes para alcanzar el amor eterno como sostuvieron algunos “ensayistas”, tan preocupados para criticar el sinsentido del Islam, sino de las atroces condiciones de vida (y muerte) que la pertinaz y cerebral política israelí fue elaborando para la sobrevida de los oriundos de la Palestina convertida en Israel. La política de torniquetes, social, económico, mental, alimentario, educacional, arqueológico, comunicacional, arquitectónico, energético, hasta sentimental, porque “las leyes” israelíes no permiten que se casen, ni siquiera un palestino cisjordano con alguien de la Franja de Gaza o un palestino habitante de Israel con una habitante de “los territorios”), hace invivible la vida. Y como bien decía un judío, antisionista, Itzhak Peretz, Israel actúa con lo palestino como el gato que asesina sin derramar sangre (así fue en vida de Peretz, hasta 1915; desde entonces el sionismo también derrama sangre palestina).
Los ejemplos reseñados, está de más decirlo, y casi causa vergüenza hacerlo, no implican ninguna defensa del yihadismo al cual parece adscribir Boko Haram,(5) ni del nazismo ni de la tragedias ocasionadas por las inmolaciones.
La atrocidad cometida con el secuestro o rapto (o ambos, que periodistas alfabetizados y hasta famosos confunden) de las escolares nigerianas tienen como brazo ejecutor, es cierto, a estas brigadas demenciales de musulmanes integristas; pero su verdadero origen está en el despojo colonial, racista, de las empresas occidentales que succionan lo valioso del país, dejando una estela de contaminación, venenos, ruina inaudita, significativamente acallada, o apenas mencionada, por los m i m del mismo origen. Toda la prensa nos muestra los reclamos y las súplicas en inglés de los progenitores desesperados. Esas pancartas no hacen sino reforzar el rechazo y la furia que los nigerianos locales y pobres y los musulmanes ultrajados sienten por la invasión colonial y el vaciamiento cultural de la sociedad que otrora era de las más ricas en alimentos del continente y probablemente del mundo entero.
Notas:
1) Edición del 14/5/2014.
2) Estadísticas de diverso origen hablan de un 70% o un 80% de pobres. Y hablamos de pobreza africana, nuestra indigencia…
3) Algunos han sido devastadores como un incendio en junio de 2000 que arrojó más de 700 muertos. También son pinchados mediante sabotaje de las organizaciones de resistencia al despojo que sufre el país por parte de las transnacionales del petróleo, como Shell, Exxon Mobil, Chevron, etcétera.
4) Ejecutados en 1995 por “el hombre fuerte” de entonces, un Somoza africano, Sami Abacha.
5) Nazarin Armanian afirma: “Boko Haram recibe financiación de Araba Saudí
–amigo íntimo de Occidente− al igual que los yihadistas afganos, chechenos, libios, sirios […].” En “EE.UU.: ¿intenciones altruistas en el rescate de las niñas nigerianas?”, <Punto y seguido>.