por Luis E. Sabini Fernández
Uruguay es una perla del collar sionista en el mundo.
UN POCO DE HISTORIA
Uruguay ha recibido judíos desde tiempo atrás, s. XIX. Pero es con la primera posguerra, década del ’20 que la inmigración judía se hace más significativa: entre 1925 y 1933 se registra el ingreso de 9000 judíos (se estima un número no mayor de italianos).
Hacia mediados del s. XX, cuando el nazismo persigue judíos cada vez con más peligro de vida, aunque Uruguay luego del golpe de estado de Gabriel Terra había endurecido los permisos de ingreso al país (por ejemplo, para republicanos españoles fugitivos y justamente judíos perseguidos), la sociedad uruguaya tuvo un comportamiento, llamado “de puertas entornadas”, que se traduce en que entre 1933 y 1942 ingresen 7000 judíos. Como se ve, un ingreso relativamente similar al período de puertas abiertas. Pero con una diferencia en el carácter de los judíos arribados al país: antes de la Gran Guerra, habían sido sobre todo inmigrantes, los posteriores a 1933 son refugiados. Entonces, el senador batllista Enrique Rodríguez Fabregat fue adalid de esta solidaridad para con los perseguidos.
NO ES LO MISMO JUDÍO Y SIONISTA
Como pasa tan a menudo, “las cartas se entreveraron” con facilidad y presteza.
Porque cuando el Imperio Británico extendiera la declaración de auspicio a un “Hogar Judío” en Palestina (2 nov. 1917), llevada adelante por Arthur J. Balfour, canciller imperial y encarnizado racista que se dedicó a establecer la Sudáfrica del apartheid y el “hogar” sionista en Palestina, significativamente el flamante Uruguay batllista en la persona de su canciller Alberto Guani, la apoyará calurosamente en el ámbito de la Sociedad de las Naciones.
Dato peculiar, por cuanto el batllismo, en plena década del ’20, bregará por separarse y hasta romper con el colonialismo británico, asegurándose un papel satélite del imperio joven, pujante y americano, EE.UU.[1]
Iniciando la década de los ’40 y a la vista del auge nazi, EE. UU. trató de asegurarse el control continental americano. Como dice el historiador Luis Dellanegra Pedraza, hacer eje en el monroísmo arrinconando al alicaído bolivarismo. Creando instancias de coordinación (y control) político-militar. “La preocupación” que desde EE.UU. se calificaba de “hemisférica” era entonces la sostenida neutralidad argentina, que no quería plegarse a la estrategia estadounidense.
El relevante papel del Uruguay para ser hospitalarios con los refugiados (algo que ya había sido muy importante en el Uruguay durante el siglo XIX, con franceses, por ejemplo) se confundió con el fomento de la colonización, ya no judía sino sionista, en Asia, en Palestina.
En el conocimiento vulgar estos dos fenómenos son apenas dos etapas de una misma, sencilla secuencia: nazis persiguen judíos; judíos (sobrevivientes) viajan y se establecen en Palestina forjando “el país de los judíos”.
Pero la historia no es ésa. Ben Gurion, figura clave del Estado de Israel, lo aclara: «Ya he tratado exhaustivamente la razón por la que estamos aquí, razones que yo, como un pionero de 1906, puedo afirmar que ¡no tienen nada que ver con los nazis![…].” [2]
La superposición de esos dos elementos se traducirá, por indicación de fuerzas ajenas al país, en la formación de la Comisión Especial de la Organización de las Naciones Unidas para Palestina[3] conocida por su sigla en inglés UNSCOP, una comisión de la flamante ONU, de 1947, amanuense al servicio de la política continental y mundial de EE.UU.[4]
La UNSCOP sellará nuestra relación ya no con los judíos, como en el pasado uruguayo, sino con los sionistas fundadores de Israel, que son algo muy distinto. [5]
Pasamos de simpatizar con población perseguida a también simpatizar con población colonialista, abusadora, racista que despojó por las armas de su tierra a un pueblo allí instalado milenariamente.
ASPECTOS IDENTITARIOS Y PROBLEMÁTICOS
No hay tanto de qué extrañarse. En la UNSCOP, tanto la India (del recién asesinado Gandhi, crítico radical de los empujes sionistas a costa de los pueblos oriundos de Palestina), como Irán con su población persa milenaria, como Yugoeslavia, que era entonces una federación recién constituida, comunista, de pueblos eslavos (del sur), advirtieron la gravedad del despojo en Palestina para congraciarse con la demanda colonialista e imperial, sionista. En cambio, Perú, la República Dominicana, Uruguay, Guatemala, Australia, Canadá eran también sociedades creadas mediante colonización sobre poblaciones originarias en algunos casos eliminadas o radiadas por completo, como en Australia, Canadá, Uruguay. Y EE.UU., el forjador de los nombramientos de la UNSCOP, era también un estado creado sobre los restos de naciones indias norteamericanas.
El Estado de Israel procuraba también adueñarse de un territorio a pesar de sus habitantes.
A mi modo de ver esta identidad originaria guarda mucha relación con nuestra propia identidad e historia (como la de unos cuantos estados representados en la UNSCOP). Un rápido paneo por nuestro país.
En marzo de 1945, cuando todavía no había acabado formalmente la GM II, aunque El Eje nazifascista ya estaba en las últimas, Uruguay se convierte en anfitrión, primero en la América al sur del río Bravo, del Primer Congreso Sionista Latinoamericano (porque entonces en “el Nuevo Mundo” lo afro y lo indo no tenían entidad y América Lapobre era para sus élites latinoamericana).
El 14 de mayo de 1948, el mismo día que el sionismo proclama el Estado de Israel, es Uruguay el primer país sudamericano que lo reconoce diplomáticamente.
No hay que extrañarse que un miembro de la estructura institucional sionista de primer nivel como José Luis Piczenik perciba como “profundo el lazo de hermandad que une a Israel con un país que comparte los mismos principios éticos y jurídicos de justicia, paz y bienestar nacional.” Prescindiendo de las dos útimas palabras, porque el bienestar nacional en un país periférico no alcanza a todos sus habitantes ni a su mayoría, Piczenik describe algo cierto.
Y bien: aquellos polvos trajeron estos lodos. Dirigentes del PIT-CNT aceptan un viaje dirigido a Israel y son digeridos por la máquina de Public Relations que funciona tan lubricadamente con apparatchiks como Ana Jerozolimski y toda la plana mayor de la Histadrut una organización sionista histórica, constructora primordial del Estado de Israel, organización patronal por excelencia pero que, al mejor estilo de los sindicatos verticalistas del fascismo representa (también) a los obreros.
Penoso el papel de los que se reclaman de izquierda, socialistas, comunistas, y membretes por el estilo. Hablando de la modernización del Uruguay y de puestos de trabajo que requieren “determinados niveles de conocimiento” nuestros “viajeros” se refieren a ellos mismos como “dirigentes sindicales que se amolden a ese nuevo modelo de trabajador”: la clase de “dirigentes sindicales” ya es una entidad en sí, un estrato social por sí mismo, diferenciado, por ejemplo, de los trabajadores.[6]
Revelador juego de la verdad.
El Uruguay oficial tiene un potencial de sumisión mental y dependencia imperial que a los uruguayos cualquiera, del llano, debería rebelarnos, no congratularnos.
[1] El batllismo enfrentó resistencia a esa identificación; tanto desde un coloradismo tradicional y más hispánico, como el arielismo de J. E. Rodó como desde el Partido Nacional, con acentos nacionalistas como el de Luis A. de Herrera o antiimperialista como el de Carlos Quijano.
[2] Memorias. Cit. p. Judíos por la Justicia en el Oriente Próximo, “El Origen del Conflicto Palestino-Israelí” (y II), Z-net en Español, 2001.
[3] Integrada por Australia, Canadá Checoeslovaquia, Guatemala, Holanda, India, Irán, Perú, Suecia, Uruguay, Yugoeslavia.
[4] «En esa época [nov. 1947] los EE.UU. habían emergido como el partidario más agresivo de la partición… Los EE.UU. lograron que la Asamblea General demorara una votación ‘para ganar tiempo hasta conseguir que ciertas repúblicas latinoamericanas se alinearan con sus propios puntos de vista.’… Algunos delegados acusaron a los funcionarios estadounidenses de ‘intimidación diplomática.’ Sin la ‘terrible presión’ de los EE.UU. sobre ‘gobiernos que no se podían permitir el riesgo de represalias estadounidenses,’ dijo un editorialista anónimo, la resolución ‘jamás hubiera sido aprobada.'» John Quigley, «Palestina e Israel: Un desafío a la justicia.». Cit. p. Judíos por la Justicia en el Oriente Próximo, “El Origen del Conflicto Palestino-Israelí” (I), Znet, 2001.
[5] Véase p. ej. Contra el Estado de Israel del rabino canadiense Yakov Rabkin.
[6] Citas de la entrevista de dirigentes de PIT-CNT, Ana Jerozolimski, 9 abr 2017.