por Luis E. Sabini Fern{andez
Roger Waters en Uruguay movió el avispero.
Desde su llegada, el viernes 2 de noviembre, en un vuelo privado suyo, con su equipo y custodia, Waters ha dejado, voluntaria o involuntariamente, su huella.
Tanto con su ”conversatorio” centrado en la cuestión palestina como en su concierto trayendo al presente al inolvidable Pink Floyd, en la música y en algo más.
Justamente la labor de Waters, aun siendo básicamente un músico, ha logrado trascender y problematizar mucho más que la música; en este mismo momento en algunos países europeos se han disparado juicios contra Waters mediante la carambola de considerar que su defensa de los palestinos y la consiguiente, inevitable crítica al Estado de Israel, es antisemita y como en países como Francia, Alemania y varios otros europeos el antisemitismo es delito (ya no es sólo una cuestión de opinión), enjuiciarlo por ello. Todavía no sabemos si llegarán a las multas o a los pedidos de prisión, pero ese vendaval revela la sensatez de Waters de tratar de cuidarse él mismo.
Pensemos cómo gasta Occidente sus medidas contra quienes han hecho mella en la red de poder vigente; Edward Snowden, que debió buscar refugio en Rusia, Julian Assange que debió refugiarse en la embajada londinense de Ecuador y sigue allí sitiado desde hace 7 años.
Y Waters, cuyo comportamiento lo ha llevado a enfrentar a uno de los poderes planetarios más significativo y extendido; el de Israel, tiene toda la sensatez de cuidarse.
El minué jugado aquí, en Montevideo, ha tenido sus aristas. Alguien, seguramente muy poco avisado de quiénes favorecen a Israel (diciéndolo o no) propuso El Galpón como sede del encuentro.
Funcionó el control ideológico y El G adujo que no estimula “enfrentamientos, sin importar contra quién.” No sabíamos que el marxismoleninismo había sido sustituido o superado por el nirvana con un largo ooooom. Habría que advertirles a los galponeros que el chovinismo, el racismo, el supremacismo, la explotación, el saqueo, como en su momento la industria concentracionaria, siguen existiendo y que casualmente son encarnados por quienes… lo encarnan.
Una maravilla casi acrobática es haber podido registrar que PIT-CNT, que el año pasado envió una delegación de visita fraternal, camaraderil, a la central sindical israelí, sionista, obrero-patronal (modelo fascista), pasado apenas unos meses pudo decidir albergar en su seno a un irreductible crítico del racismo israelí, un refractario total a la política tentacular del sionismo dedicado a captar apoyos por doquier, y obteniéndolos de personajes como A. Behring Breivik, el noruego que hizo un frío y preciso plan con el que terminó matando a varias decenas de seres humanos, noruegos en la ciudad y una abrumadora cantidad de jóvenes socialdemócratas provenientes de países árabes (asesinó a unos 70) en una isla, o Jair Bolsonaro, últimamente.
RW movió incluso el avispero “interior”, y no hay sino que agradecerle: tuvo la limpidez, la lucidez y la osadía de repudiar la primera pregunta de un panel hiperintelectualizado, sentir que le exigían como académico cuando él aclaró que es músico, y finalmente rompió con el burocratizado protocolo y pidió preguntas del público. Fueron pocas, exiguas, porque el tiempo, la escasez de tiempo, malogró ese momento, pero igualmente nos mostró la frescura intelectual de este “joven” de 75 años.