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Categoría: Agronecrófilos

Occidente y Eurasia: una «esquizofrenia» transgénica

Publicada el 23/02/2017 - 02/03/2017 por ulises

ALIMENTOS GENÈTICAMENTE MODIFICADOS. ¿POLÍTICA O CIENCIA?

Luis E. Sabini Fernández

Los OGM “en casa”. Argentina y Uruguay

En 1996 “se aprueba” en Argentina el ingreso de soja transgénica. Era el momento de la fiesta menemista, de la pizza con champán. Era tanto el apuro por recibir millones (de dólares, está casi de más aclararlo), que los textos fundacionales de la soja transgénica están en inglés que, ya se sabe, no es el idioma oficial argentino.

En 2002 entra al Uruguay, raudamente y de modo similar. En esa media docena de años, entre 1996 y 2002, Argentina, con su soja “Maradona” había logrado oficiar de “cabecera de playa” del “ejército monsantiano” para el desembarco de esa soja en Uruguay, en Paraguay y en Brasil.

En Brasil hubo lucha, verdaderamente, porque aquel PT, −no el de Lula y Dilma− se opuso a la introducción de tales plantíos y reivindicó la agricultura más ligada a formas “no tan agresivas” de producción. Con el apoyo del MST. Pero aun así, los dirigentes petistas que resistieron la soja contrabandeada lo pagaron con su carrera política.

El estilo en Paraguay fue más expeditivo; el ejército ofició de “vanguardia” o avanzada para ir convirtiendo los campos con sus campesinos tradicionales en campos “inteligentes” y a los campesinos refractarios en obedientes. Algunos muertos en el camino no alteraron la marcha triunfal de la ingeniería genética entonces ya bautizada “biotecnología”, nombre mucho más vistoso y menos frío, sin duda.

En Uruguay, “los adelantos científicos” son asuntos sagrados y por lo tanto, entraron sin problema y más bien con el aplauso de los progresistas globalifílicos.

Así tuvimos una primera década del siglo XXI a pura ganancia para los sojeros que adhirieron al “avance tecnológico” en la región platense, pese a la resistencia y desconfianza que en alguna medida existió; sospechando que el apuro en la implantación no era científico sino comercial, que los recaudos sanitarios iniciales[1] eran insuficientes, que las investigaciones para probar su posible equivalencia con sus correspondientes clásicos no eran concluyentes (sobre todo por algunos episodios, alergógenos, p. ej., que obligaron a retirar algunos “eventos”), que los efectos del “paquete tecnológico” que caracterizó el cultivo de transgénicos encerraba incógnitas, ominosas (se trataba de las baterías de agrotóxicos diseñadas para la producción transgénica)…

En Argentina fue la fiesta de los millones de dólares conseguidos con una producción sin control de calidad. Todo “marchaba” en los barcos, sobre todo al Asia y fundamentalmente a China.

A ese “negocio” se entregaron tanto lo más neoliberal y entreguista, como el reinado de Menem o el efímero de De la Rúa, como lo más progre, populista y nacional de la era K.

En Uruguay, casi toda la expansión sojera ha corrido durante los gobiernos del Frente Amplio. Que le cedieron graciosamente la valiosísima tierra oriental a sojeros argentinos sin reclamarles ni siquiera pago de impuestos. Como una suerte de régimen de zona franca; un mecanismo económico traído desde las economías centrales, afiatado durante las dictaduras latinoamericanas “setentistas” y que el Frente Amplio Encuentro Progresista Nueva Mayoría ha hecho suyo.

La implantación de transgénicos se presentó dentro del llamado “paquete tecnológico” –la semilla GM más la batería de agrotòxicos−. Entre agrónomos y técnicos agrarios e incluso periodistas hubo lo que ya dijimos; resistencia, dudas, sospechas.[2]  Tales observaciones fueron sistemáticamente desatendidas. Los aportes de Arpad Pusztai y Stan Ewen todavía en el siglo XX y más recientemente, biólogos como los investigadores Andrés Carrasco, argentino, y Gilles-Eric Séralini, francés, fueron olímpicamente ignorados.

“La ciencia” parecía seguir adelante, pujante. “Al servicio de la humanidad”, según declaraban sus sostenedores desde la década de los ‘90;  los numerosos  Víctor Trucco, Héctor Huergo, la cúpula de CASAFE (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes, argentina), ingenieros agrónomos como  Esteban Hopp o ejecutivos como Juan Kiekebusch y, recibiendo “sangre nueva”; Gustavo Grobocopatel, el “sojero sin tierra” según su propia y modesta definición; Rodolfo Rossi y en general los redactores de los suplementos de campo de los diarios (como La Nación), los cultores de Expoagro y los designados por la era Macri, como Ernesto Ambrosetti, admiradores de la “agricultura inteligente”…

En 2010, la Red de  Médicos de Pueblos Fumigados de Argentina muestra que el “paraíso en el campo” no es tan idílico como nos lo muestran aquellos suplementos camperos.[3] Releva enfermedades un poco por doquier en esa nueva y exitosa Argentina agroindustrial. Algunos médicos, al principio como “francotiradores” (Darío Gianfelici, Hugo Gómez Demaio, aunque la investigación de este último tenga más relación con los agrotóxicos tradicionales en zonas tabacaleras) ya habían ido denunciando los vicios de procedimiento para recibir e incorporar tales cultivos y a la vez los de los procesos mediante los cuales se “legitimaron” tales cultivos en EE.UU. −que es el foco planetario de esa “revolución agrícola”−,[4]  pero “la marcha triunfal” de los OGMs se mantuvo.

Pese a la verificación de daño ambiental, biológico y humano en más y más casos, la industria biotech contó con abogados que lograban oscurecer, difuminar, el origen de tales daños y en general, valiéndose de legislación y reglamentación cómplice, se solía, se suele, atribuir los desastres, cada vez más inocultables, a mal manejo, a errores de los ejecutantes, excesos de dosis, etcétera. Como si los venenos no fueran veneno con dosis adecuadas.[5]

Ni la presentación de un fotógrafo, Pablo E. Piovano, hace pocos años, mostrando el resultado atroz de la fumigación sojera en los cuerpos sobre todo de niños en las zonas más estragadas por la producción sojera GM en la Argentina.[6]  Al contrario, los municipios generalizaron el uso de glifosato hasta en las plazas públicas de las ciudades del país para quitar con comodidad, sin “agachar el lomo”, los yuyos, aunque dejando, claro, residuos del herbicida en baldosas y pastos que transitan a menudo cachorros, de perro… y de humanos. Esa comodidad, faltaba más, se trasladó a los municipios uruguayos y así vemos a cuadrillas provistas de glifosato “matando yuyos” en veredas y plazas del Uruguay…

Incluso para desembarazarse de la irrespetuosa Huerta Orgázmika de Caballito, en Buenos Aires, en 2009, no tuvieron nada mejor que entrarle a saco con nubes de glifosato gaseado, al mejor estilo militar en dictadura… eso pasó en pleno período K, bajo el gobierno municipal de Mauricio Macri.

Así hemos ido llegando a 2016. Y a 2017.

CHINA… Y RUSIA

“La bomba” ha estallado en Heilongjiang, una provincia china del tamaño de Francia entera o de toda España, con “apenas” unos 40 millones de habitantes… Acaban de  aprobar una suspensión de cultivo y consumo de alimentos transgénicos desde el próximo mes de mayo y por cinco años.

En la región platense, ni nos enteramos, al menos no se entera “el mundo de la soja” (mejor dicho, claro que se enteran, pero no se ha convertido en noticia). Una forma radical de “control del daño” (si algo no existe, no ocasiona dificultades…).

Los servicios sanitarios de la provincia de Heilongjiang estuvieron verificando año a año el deterioro sanitario de su población. Ya en 2014, las autoridades militares “pidieron la prohibición de alimentos GM para sus tropas”.[7]

Pero el establishment chino, nutrido desde los emporios de ingeniería genética madeinUSA intentó desmontar esa resistencia creando un organismo de pantalla con apariencia de ciencia y “sin fines de lucro”; la Academia China de Ciencia Agrícolas.

A la larga, empero, ese personal forjado en los centros de adiestramiento de los grandes consorcios occidentales de productos transgénicos no tuvo éxito en sus planes de persuasión, porque el Ministerio de Agricultura chino resolvió, 22/9/2016, entre otras medidas, la clausura de la Academia mencionada.

Una de las “gotas que derramó el vaso” fue la toma de estado público gracias a un “whistleblower” chino[8] que explicó que el ministerio se valía de informes falsos que legitimaban la ingeniería genética. Wei Jingliang, trabajando en «Genetically Modified Animals and Feeds Safety Supervision and Inspection Center» (Centro de Inspección de Animales Transgénicos y Supervisión de Seguridad Alimentaria) [9] sostuvo que la Academia de que hemos hablado ignoró su denuncia de falsificación de datos, y que por el contrario se valió de tales falsificaciones para habilitar transgénicos.

Las autoridades chinas tuvieron que enfrentar este terrible “tornado” que conmovió habilitaciones y una confianza que hasta entonces era de las autoridades aunque no de la población.[10]

Los chinos percibieron que aumenta el caudal de investigaciones críticas respecto de las consecuencias del empleo de semillas transgénicas y del “combo” en el cual rinden. A la vez, desde hacía ya años, médicos chinos, sobre todo en Heilongjiang, venían rastreando la indisimulable relación entre la propagación de enfermedades nuevas, sin precedentes, y el ingreso masivo de soja transgénica en hogares, cocinas y estómagos chinos. El “alud GM” proviene de EE.UU., Brasil y Argentina que fue sustituyendo  producciones locales. Y aunque habían evitado el consumo de tal soja en la alimentación humana directa (se la destinaba casi exclusivamente a ración para animales), no dejaron de asociar su deteriorado estado sanitario con los cambios alimentarios.

Por eso, las autoridades de salud de Heilongjiang lograron aprobar esa suspensión por cinco años de empleo de semillas y alimentos transgénicos.

Hasta aquí podemos  verificar la decisión china (aunque se trate de escala provincial) y el “silencio de radio” entre nosotros, en la “República Unida de la Soja” como en algún momento los CEOs de Syngenta bautizaron la implantación de la soja GM en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia.

Pero “la bomba” no estalló sólo en Heilongjiang. Sustainable Pulse, un blog ecologista pero no anticapitalista, ha publicado un informe que detalla “la cocina” o si se quiere la labor de lobby de los elencos protransgénicos de EE.UU. en Rusia.[11]

Se repite la secuencia de China.

En 2015 el Parlamento Ruso, la Duma, aprobó la primera instancia de un proyecto para prohibir OGMs. Se agendó para marzo de 2016 su tratamiento definitivo. Y el mismo día de ese anuncio, la agencia nacional rusa TASS publica un artículo que alcanza muchísima difusión, viralizado, titulado: “Russian scientists have refuted the findings of studies on the hazards of GMOs” [Científicos rusos han refutado los hallazgos de investigaciones acerca de los peligros de los productos transgénicos], que se basa en un examen por parte de científicos rusos (de IPPI RAS, Instituto para Información de Problemas de Transmisión) y estadounidenses (de la Universidad Miller de Miami). El artículo está firmado por Alexander Panchin, del IPPI RAS, y Alexander Tjuzhikov, de la Universidad Miller de Miami.[12]

Según Sustainable Pulse, el artículo resultó muy pobre, científicamente hablando, lleno de errores que destacaron varios investigadores rusos de primer nivel. No ayuda a la calidad intelectual de uno de los autores del artículo difundido por TASS el hecho que Panchin haya cuestionado la investigación de Séralini de 2012 quien se permitiera seguir estrictamente los protocolos de Monsanto respecto de la toxicidad del glifosato, sólo que prolongando la experiencia de Monsanto de tres meses (que no había dado nada negativo) a algunos meses más y que ya en el cuarto mes reveló una serie de tumoraciones atroces en los cobayos, patentizando el manejo de la “ciencia” monsantiana.

Pero la influencia del lobby “científico” estadounidense en Rusia es importante, tanto como para lograr un contacto directo con Vladimir Putin, el namberguán del elenco político ruso. Algo que logró Vladimir Fortov, presidente de la Academia Rusa de Ciencias.

Sin embargo, siempre según Sustainable Pulse, Putin y sus ministros vienen presentando a Rusia con el proyecto de convertir a ese país en el mayor productor de alimentos orgáncos del mundo. Como confirmando este aserto, en 2015 el primer ministro ruso del gobierno de Putin, Arkady Dvorkovich, afirmó que no es necesario el uso de ingeniería genética para alimentar el mundo; exactamente lo opuesto de lo que proclaman Monsanto, Syngenta, el USDA [Ministerio de Agricultura de EE.UU.] y todo el entramado del agribusiness incluidos nuestros grandes cultores (y más grandes beneficiarios) de la agricultura “inteligente”.

En resumen, vemos la presión trans (-nacional y -génica) sobre Eurasia, el asiento de la mayor población del planeta, a la vez que también de los mayores territorios y que no están totalmente dependizados de Occidente (aunque están sí bastante dependizados), de todos modos menos que la despedazada África, América Lapobre, Oceanía…

En este aspecto, la situación europea es problemática.  Europa es la cuna de lo que llamamos hoy Occidente. Y, muy a grandes rasgos, ha gozado históricamente ese privilegio. Pero a diferencia de EE.UU., donde la ingeniería genética se desarrolló con gran éxito, la inmensa mayoría de los países europeos rechazan los OGMs o, en última instancia hacen como China; aceptan forrajes transgénicos con la esperanza de quebrar continuidades genéticas. Salvo España, Portugal y Ucrania (“el granero de Europa”), los demás han prohibido tales cultivos.

Volvamos a nuestra región, platense

  1. Las vicisitudes de la implantación de transgénicos en otras partes del mundo pasan totalmente inadvertidas en nuestros medios de incomunicación de masas. En China se discute si con los transgénicos no han aparecido enfermedades nuevas; hay autoridades médicas chinas que asocian el consumo de transgénicos con el aumento de la infertilidad (hay sospechas incluso que eso puede ser una política).[13] Nada de eso se plantea “entre casa”.
  2. En febrero, la TV italiana puso al aire el informe de Gaetano Pecoraro sobre lo que acontece en Argentina con los transgénicos. Horrorizado, visitó las zonas más devastadas por la contaminación vinculada a la siembra directa y los cultivos OGMs.[14] Registró una cantidad inusualmente alta de enfermos de cáncer, por ejemplo. Algo que vienen diciendo los médicos de la Red de Pueblos Fumigados desde hace años, aunque con escasa resonancia mediática dentro de fronteras. Y dentro de la región.

Porque aquí parece que seguimos viviendo en el mejor de los mundos.

Pecoraro visitó San Salvador en Entre Ríos al que presentó como “ ‘el pueblo del cáncer’ donde se puede respirar una atmósfera espesa con altas concentraciones de veneno y los habitantes de bajos recursos utilizan los bidones de glifosato descartados para llevar agua a sus hogares.”

Su pronóstico es sombrío: “el ‘granero del mundo’ va camino a convertirse en una gigantesca enfermería.”

  1. Hemos repasado sucintamente la problemática de los transgénicos, desde el punto de vista sanitario (cuando hablamos de salud y aludimos a los productos GM no precisamos, ni podemos, si “las nuevas enfermedades” se correlacionan con los productos transgénicos o con “el paquete tecnológico” para el cual aquella transgénesis se ha llevado a cabo); desde el punto de vista geopolítico, como lo acabamos de reseñar en los casos de China y Rusia, cuyas políticas alimentarias están claramente interferidas por intereses transnacionales asentados sobre todo en EE.UU. y Suiza y vaya uno a saber en qué otros estados o centros de poder), y desde el punto de vista informativo, mejor dicho no-informativo o desinformativo.

Lo futuro es por  naturaleza, incognoscible. Pero el presente nos revela cada vez más prístinamente que la agroindustria tiene un atroz poder contaminante, que es un temible productor de desechos, de inundaciones, de contrarreforma agraria y consiguiente desocupación rural, de gran escala. Y que la gran escala a favor de los poderosos del planeta, diezmando al campesinado, no se casa bien con el cuidado del planeta. Al contrario, es, por su naturaleza, un proceso que deja a “la vera del camino” muchísimos desechos y detritus.

¿Pero a la vera de qué? ¡De nada!  La montaña de desechos y desperdicios, que en rigor es algo mucho peor que una montaña, está saturando a todo el planeta.

Y nuestro principal «almácigo» planetario, el fondo del mar océano, está totalmente alterado por las políticas humanas. Como la de la dirección económico-militar estadounidense que durante décadas, ha llevado desechos industriales a altamar, los ha quemado y luego los ha fondeado; como la difusión planetaria de agrotóxicos por aire, tierra y agua, o mediante la «plastificación» de los mares (todos los océanos cuentan hoy con «islas» de plástico tan extensas como Groenlandia o Argentina).

Como los plásticos no son biodegradables, cuando el oleaje, la falsa digestión de animales, fricciones, los desmenuzan, partículas, minipartículas y hasta micropartículas “navegan” y se van asentando en los fondos marinos, asfixiándolos, bloqueando sus procesos bióticos, que son los nuestros.

Hace años lo sabemos, aunque a algunos les cueste ver la conexión y/o asumirla.

Estamos poniéndole bulones al ataúd. ¿Habrá tiempo para reaccionar?

notas:

[1]  Los primeros cultivos GM  en EE.UU. y otros países del 1M se hicieron bajo carpa, en invernaderos; pero la industria biotech arrasó pronto con tales recaudos. En Argentina un proyecto de ley presentado por el MAPO (Movimiento Argentino de Producción Orgánica) alrededor del 2000 para dividir el país mediante un paralelo y permitir el uso de soja tradicional y/u orgánica de un lado y transgénica del otro, fue ignorado olímpicamente en el Congreso y todo cultivo de soja no transgénica pudo recibir a su lado uno transgénico, con lo cual la mezcla resultaba inevitable y la pérdida de la calidad de orgánico también.

[2]  En Argentina, para mencionar apenas algunos; Grupo de Reflexión Rural, Ecos de Romang, Grupo de Ecología, Paisaje y Medio Ambiente, Ecos de Saladillo, CETAAR, revistas futuros, biodiversidad, El Abasto… En Uruguay, RAPAL, Grupo Guayubirá, Greenpeace, Redes, entre otros.

[3]  Particularmente el Clarìn Rural, pero también los boletines y suplementos de Expoagro y demás voceros de la agroindustria a menudo sincerada como “agribusiness”.

[4]  Véase Druker, Steven, Alliance for Bio-Integrity, 1998.

[5]  La coartada principal: el agua es también un tóxico, un  veneno mortal si uno toma 6 u 8 litros…

[6]  Provincias de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, Santiago del Estero.

[7]  Alejandro Villamar, “Un regalo de año nuevo lunar en China”, ALAI AMLATINA, 30/1/2017.

[8] “Tocador de silbatos, literalmente, aunque está entrando en uso el vocablo “alertador”: alguien que ubicado en una posición que le ha permitido saber un acto de corrupción o de falsificación de quienes están con cuota de poder, arriesgando su propia posición personal, lo denuncia. Como Daniel Ellsberg, Jeffrey Wigand, Hervé Falciani, Mordechai Vanunu,  Edward Snowden, Chelsea Manning y tantos otros bravos (y bravas).

[9]  “Ministry Halts Operation of GMO Agency Following Accusations from ex-emloyee”, <http://english.cri.cn/12394/2016/09/22/3441s940979.htm>.

[10]  Adam Minter, “China Wants GMOs, The Chinese People Don’t”, 16 set. 2016.

[11]   “Has the US Biotech Industry Infiltrated the Russian Scientific Community?”, 17 feb. 2016.

[12]  Sustainable Pulse, ibíd.

[13]   http://blogs.wsj.com/chinarealtime/2014/05/14/claims-that-u-s-soybeans-cause-infertility-stoke-chinas-gmo-battle/

[14]  “La Iene”, <https://mail.google.com/mail/u/0/?tab=wm#inbox/15a29cf62cd80de2>,

<https://youtu.be/ZFzmkI8I5iE>.

 

La Nación, Buenos Aires, publicitó en un suplemento del año 2013 un abordaje de los pros y contras de los OGMs, basado en ‘la más pura información’. Veámoslo punto por punto. (https://spanish.gmoanswers.com/questions-answers).

RECUADRO

Los OGM y la salud

La salud y la seguridad de los organismos genéticamente modificados (OGM) es un tema de debate importante. Obtenga más información sobre la regulación de los OGM, las pruebas de seguridad y los organismos científicos y gubernamentales que han ratificado la seguridad de los cultivos y alimentos genéticamente modificados.

  1. ¿Los OGM provocan cáncer?

«En pocas palabras, no, no hay absolutamente ninguna prueba respetable de que los alimentos genéticamente modificados provoquen cáncer», dice el Dr. Kevin Folta, presidente interino y profesor adjunto de la Universidad de Florida, Departamento de Ciencias Hortícolas.”

Lo que no dicen ni Folta ni LN es qué pasa con “el paquete tecnológico” que viene siempre adosado a los cultivos GM: la enorme difusión de glifosato (junto a otros agrotóxicos, algunos altamente contaminantes y cancerígenos, como el 2-4 D, el paraquat) nos permite concluir que la respuesta es capciosa. Podría estar diciendo –en el mejor de los casos−una parte de verdad, pero no toda la verdad…

2: ¿Están los OGM provocando un aumento de alergias?

Los OGM no causan nuevas alergias. Si una persona es alérgica a una planta que no está genéticamente modificada, por ejemplo, la soya, también será alérgica a la versión genéticamente modificada disponible en el mercado actual.

El piadoso olvido de los eventos transgénicos que no han salido al mercado por su fuerte contenido alergógeno, como fue el caso con una nuez de Pará GM, nos pone en guardia contra una presentación tan inmaculada.

3: ¿Están las grandes empresas forzando a los agricultores a cultivar OGM?

El derecho del agricultor de elegir el mejor tipo de semilla para su campo es uno de nuestros cinco principios fundamentales.

Claro que no. ¿Obliga La Nación a leerla a sus lectores?

Se han desarrollado otras técnicas mucho más persuasivas que la brutal obligación, reservada siempre como ultima ratio. Se adquieren enormes extensiones a menudo en arriendo y se establece allí un régimen de producción agroindustrial con insumos exclusivos, se vacía de población, dejando los planteles mínimos para las necesidades empresariales.

Los agricultores, entonces, o son despojados o son constreñidos mediante el lavado de cerebro sistemático y cotidiano a partir de los medios de incomunicación de masas. Muchos aceptan la modificación laboral junto con la modificación genética. Otros más que persuadidos, son arrinconados. En la India, p. ej., tras el ingreso al mundo transgénico, con el endeudamiento “modernizador” se han suicidado miles de campesinos. ¿Se los obligó, se los persuadió? En absoluto: ellos tomaron la decisión ‘con la más pura información’, con ecuanimidad…

4: ¿Están los OGM aumentando el precio de los alimentos?

Si bien hay diversos factores que afectan el costo de los alimentos (el precio del petróleo afecta los costos de transporte, las sequías pueden afectar el rendimiento y la oferta disponible, etc.), los OGM tienen un papel importante en mantener los precios lo más bajos posible.

Basta un dato para desmentir tan rosada perspectiva: los “biocombustibles” han establecido una competencia entre granos para combustible y granos para comer… aumenta así la demanda de granos, y eso ¿tiende a refrenar los precios o a dispararlos?

5: ¿Están los OGM contaminando los cultivos de alimentos orgánicos?

La coexistencia de múltiples métodos de producción (orgánicos, convencionales y genéticamente modificados) no es un concepto nuevo.

Confrontemos con un solo episodio histórico, el que refiero en la n. 1 del cuerpo principal. El mundo de los discursos preelectorales… todo tan puro, tan noble, tan solidario, tan luminosamente hermoso… ¿tiene algo que ver con el mundo a secas?

6: ¿Por qué no se realizan estudios de salud a largo plazo en plantas genéticamente modificadas?

Hay una lista de 1.785 estudios sobre la seguridad de los OGM, incluyendo estudios a largo plazo, disponibles para descargar en Informa Healthcare.

Informa Healthcare parece estar dentro de la difícilmente desentrañable Life Sciences, una red “sin fines de lucro” auspiciada por Monsanto, que misteriosamente sí es propulsada con fines de lucro. Semejante impronta no auspicia objetividad alguna.

7: ¿Están los OGM provocando un aumento del uso de pesticidas?

En general, la aplicación de pesticidas ha disminuido, en gran parte, debido a la adopción de cultivos resistentes a los insectos, en particular el algodón, de acuerdo con el economista agrícola Graham Brookes.

Las estadísticas de países con fuerte inversión en transgénicos, como Argentina, revelan un aumento escalofriante de tales pesticidas. Justamente porque las plantas GM están acondicionadas para soportar sin límites determinados tipos de agrotóxicos, la tendencia es a aumentar su uso. Nada ilógico (cierto que a la vez suprimiendo otros).

8: ¿Por qué las empresas de OGM parecen oponerse tanto a etiquetar los alimentos genéticamente modificados?

Según comenta Cathy Enright, directora ejecutiva del Consejo para la Información sobre Biotecnología, «nosotros estamos a favor del etiquetado obligatorio de los alimentos, incluidos los OGM, cuando este plantea un problema de seguridad o salud —por ejemplo, para alertar a poblaciones sensibles de la posible presencia de un alérgeno».

¿Están a favor del etiquetado… cuando hay problemas de seguridad? Puesto que los OGMs son “seguros”, afirman sus patrocinadores y usufructuarios, ¿para qué etiquetarlos? El  razonamiento es redondo. En lógica se llama petición de principio; invocar como autoridad lo que justamente está cuestionado.

9: ¿Están los OGM contribuyendo a la muerte de abejas y mariposas?

Cabe destacar que antes de que pueda producirse un cultivo genéticamente modificado de forma comercial, las empresas que desarrollan este tipo de plantas deben demostrar que las nuevas plantas no son dañinas para los demás insectos, tales como las abejas y las mariposas.

Otra vez la cantinela. Los consorcios biotech no hacen algo “malo” para matar abejas.

Lo que sin embargo se ha registrado es una merma preocupante de la actividad y la vida de las abejas ante la presencia de la agroindustria. No sabemos si es el evento transgénico o la pérdida generalizada de biodiversidad o el derrame de agrotóxicos por doquier. Pero hay menos abejas con más avances de agricultura “inteligente”.

Es tan extenso el arrasamiento de la vida de las colmenas que la empresa Monsanto llegó a proponer su “vía de salvación”, humorísticamente un hallazgo si no fuera tan pesadillesco: ofreció minidrones para polinizar… las plantas de los cultivos, del bosque, del planeta… ¿puede alguien ser tan necio e ignorante? Los CEOS de Monsanto, por lo visto pueden.

10: Si el ganado se alimenta con granos GM, ¿habrá OGM en la carne?

Nunca se han detectado OGM en la leche, la carne o los huevos derivados de animales alimentados con productos genéticamente modificados.

Esto puede ser cierto. Pero no es suficiente para descartar alguna modificación en las redes genéticas, hereditarias. La vida podría manifestarse en modos que las comprobaciones científicas actuales no han logrado (por lo menos todavía) discernir.

Un planteo tan sereno y ecuánime… y falaz nos da la pauta de cómo se dirigen los formadores de opinión a los opinados.

Publicado en Agronecrófilos, Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Nuestros alimentos

Agua podrida

Publicada el 05/02/2017 por ulises

EN RECONOCIMIENTO A LEO MASLÍAH

Por Luis E. Sabini Fernández –

Una medida, otra, del gobierno uruguayo que no hace sino premiar al mundo empresario, a costa de la población.

El punto ha sido tratado con justeza y precisión en notas como la de Gerardo Honty, “El contaminado paga” o a través de diversas consideraciones de Eduardo Gudynas en “Aumentan el agua potable en Uruguay para subvencionar a los contaminadores”.

Hay empero, un aspecto que entiendo no ha sido relevado.

Las notas de estos dos comentaristas aciertan en el significado de la política gubernamental, y proponen que, por el contrario, quien contamine pague. Para lo cual se ensayan diversas consideraciones sobre tasas de recargo que vayan contra los contaminadores y no contra la inerme población, como acaba de decidirlo el sr. ministro Danilo Astori.

Pero las tasas no resuelven el problema, ni siquiera las tasas cobradas al contaminador. Honty lo dice expresamente: “El principio contaminador-pagador no tiene como fin directo reducir los impactos ambientales o la contaminación”.

Es decir, el pago aun el justo de las tasas, no resuelve el problema. En todo caso, puede resultar moralmente más aceptable que la política del gobierno  de descargar sobre la población perjudicada el incremento de los costos  ocasionados por los contaminadores.

Gudynas lo señala claramente: “La  tasa ambiental de Astori es una pésima señal económica. Se le está diciendo a los contaminadores, sean [tanto] agropecuarios como industriales, que podrían seguir contaminando sin gastar mucho más, ya que la descontaminación al final la pagaremos todos nosotros.”

En concreto, la crítica a la política de conceder impunidad a los contaminadores descargando los costos en los contaminados no se resuelve enderezando los términos, como dice Honty, al referirse a un reino del revés.

Si logramos entrar a un reino del derecho, los contaminadores pagando, estarán igual contentos por algo que se conoce desde hace décadas en el mundo empresario: desembarazarse de una dificultad, sacarse de encima una obligación, mediante un pago.

No es cierto que aplicando una tasa ambiental sobre los contaminadores hará que éstos “no tengan ventajas económicas” como sostiene Gudynas.

Tampoco es cierto, lo que Honty plantea, que ‘se envía una señal económica induciendo a los contaminadores a tomar medidas preventivas que resulten menos onerosas que un impuesto’.

En el mundo empresario, se conoce desde hace mucho “el pagar para tener la libertad de contaminar”. Están rigurosamente calculados los costos empresariales por los cuales las empresas pagan de buena gana una tasa (o una multa) si eso les permite seguir producir con menos costo incluyendo contaminación.

Porque la descontaminación suele ser mucho más onerosa, para la empresa. La producción limpia anulando la externalización, por ejemplo; que las empresas asuman los costos de intoxicados en lugar de hacerlo los hospitales; que las empresas se hagan cargo del costo de los desechos en lugar de que los municipios los cambien de lugar o los hagan “desaparecer de la vista” (y así sucesivamente) aumenta costos y/o baja tasas de ganancias. Y ése es el verdadero callo de la planta industrial… Eso es lo que los dueños del capital no están tan dispuestos a transigir.

Y como dicen nuestros comentados, las tasas ambientales ─aun las del reino del derecho y no las del revés─ no solucionan ni quieren siquiera solucionar el asunto de fondo. Porque el asunto de fondo es la contaminación. Y es imperioso restringir ese proceso, tender a su extinción.

Porque, avanzando en la senda que se autocalifica de “agricultura inteligente”, los que perdemos somos todos, la sociedad, los humanos (los más expuestos más, como siempre; el campesinado pobre, el que trajina directamente con los productos contaminantes, pero a la larga nos llega a todos y no sólo a los humanos, obviamente; a la biodiversidad, a la microfauna y microflora, y a los organismos mayores….

Tenemos que empezar a entender que un mundo contaminado no es sustentable. Y que es costosísimo. En salud, en dolor, en atención. Pero además, porque nuestro suelo, otrora considerado de los más feraces del planeta, va bajando su rendimiento… por la contaminación.

Acabamos de ver cómo han sido arrasados varios pequeños chacareros, productores de nuestros alimentos, morrones, tomates, a orillas de un subafluente del Santa Lucía porque un sojero aguas arriba usó agrotóxicos para su “agricultura inteligente”; soja para exportación y alimento de cerdos en Asia. Una soja de la que nadie se hace responsable. A diferencia de los productores de tomates y morrones que se destinan al consumo local y montevideano en particular. Los tóxicos regados en los campos, con descuido, con desprecio, se deslizan hacia las corrientes de agua de la cual se nutren los agricultores que irrigan, aguas abajo, por goteo su producción. Así se les ha envenenado la producción.

El suelo, el agua, ya no es confiable. Porque el comportamiento de los cultores de los agrotóxicos es particular pero los resultados son comunes; nos son comunes a todos. Porque el suelo, el agua y el aire es lo más “comunista” o “comunitarista” que existe.

Por eso, la contaminación, cada vez más generalizada, es suicida. Porque lo que estamos viviendo, ya en el planeta entero, es una pérdida de biodiversidad que ha obligado a los investigadores del área a verificar que hemos entrado a una sexta era planetaria de extinción masiva de biodiversidad en la historia del planeta.

Pero que ésta es la primera que tiene carácter antropogénico; estamos estrechando peligrosamente la biodiversidad planetaria.

Monsanto propuso en su momento diseñar drones polinizadores ante la extinción masiva de abejas y otros insectos polinizadores. No es claro el diagnóstico pero hay un avanzado acuerdo científico para inferir que la muerte o desaparición de abejas está altamente vinculada con tóxicos de los producidos precisamente por Monsanto (ahora Bayer).

Hay gente que parece imaginar un mundo sin naturaleza. Otros consideramos que sin natura tampoco nosotros vamos a sobrevivir. Porque nosotros somos naturaleza.

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en Agronecrófilos, Globocolonización

Ciencia vs. comercio en la OMS

Publicada el 17/09/2016 - 19/09/2016 por ulises

Glifosato: la Organización Mundial de la Salud cede ante empresas

por Luis E. Sabini Fernández

Hagamos un pequeño racconto: el glifosato es el herbicida de uso màs extendido hoy día. Se venía usando extensivamente, sobre todo para los abundantes céspedes de EE.UU., porque se había verificado que no tenía la virulencia de otros temidos herbicidas, con letalidad inmediata comprobada (el paraquat, el temido “Agente Naranja, por ejemplo, que es una mezcla de 2,3,7,8-tetraclorodibenzodioxina (TCDD) y 2-4-5-t. O un “primo” suyo de menor potencia pero aun altamente tóxico, el “abundante” y muy presente en campos argentinos 2-4-d y otros también temibles; atrazina, glufosinato, carbamatos…

El glifosato se multiplicó con la implantación de cultivos transgénicos, precisamente preparados para soportar glifosato que tiende a eliminar a los demás vegetales.

Por su baja letalidad inmediata, se lo consideró inofensivo. Estuvo durante muchos años considerado no tóxico, atóxico o como el lector prefiera piropearlo.

Sin embargo, investigaciones reiteradas de biólogos como el argentino Andrés Ca-rrasco, descubrieron y describieron preocupantes índices de intoxicación… con glifosato.

Gilles-Eric Seralini, francés, por ejemplo, retomó las experiencias de la “investigación” que Monsanto había hecho con conejillos de Indias y que le habían dado total inocuidad y así lo había publicado en revistas “científicas” y en comunicados emitidos, no por el laboratorio transnacional que podría considerarse parte interesada sino a través de organizaciones que proclaman ser “sin fines de lucro”, aunque precisamente están fundadas, montadas y financiadas por empresas, como es el ILSI, International Life Sciences Institute,  que responde por entero a Monsanto, o  Croplife International que está patrocinada, financiada, etcétera por Syngenta, Monsanto, Bayer, Basf, Sumitomo Chemical y otros entre los mayores laboratorios del mundo.

Séralini observó que los estudios de Monsanto se habían limitado a tres meses, exactamente. Entonces repitió exactamente la misma hoja de ruta (cantidad de glifosato administrado, mismo tamaño de los conejillos y el mismo tipo de encierro, de comida, etcétera pero lo prolongó después de los tres meses. Y pudo verificar que ya en el mismísimo cuarto mes empezaban a aparecer alteraciones en la salud de los animalitos de prueba, cada vez más patentes, como por ejemplo, enormes tumores. Las conclusiones sobre inocuidad del glifosato quedaban barridas, literalmente.

Entre 1996, momento de implantación de cultivos transgénicos (soja, fundamentalmente) y 2014, es decir durante casi dos décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aceptó como inocuo al glifosato pese a que sobre todo en el correr de los años del s. XXI, se empezaron a verificar preocupantes efectos contaminantes desde los campos “transgénicos”. Los ya mencionados hicieron sus verificaciones, Carrasco en 2009 y Séralnii en 2012.

No fue, sin embargo, hasta 2014 momento en que finalmente, la OMS (a través de su Agencia Internacional para la Investigación sobre Cáncer, IARC)  declaró al glifosato “probablemente cancerígeno”. Durante los años previos su latiguillo había sido que ”no estaba suficientemente probado”.

2014 se presenta así como condena de muerte para Monsanto. Como dicen los jóvenes, “se les vino la noche”; a Monsanto, Syngenta y a todos los laboratorios comprometidos con la quimiquizaciòn de los campos.

Monsanto, por ejemplo (que es el laboratorio con mayor participación en los “negocios transgénicos” del mundo entero) obtenía unos cinco mil millones de dólares anuales por la venta de glifosato (bajo su marca Round Up Ready).

Monsanto, y seguramente todo el pool de laboratorios con el mismo enfoque y administración de agroquímicos, se dedicaron a cuestionar e invalidar el resultado asumido por IARC. Observe el lector que el IARC se había tomado su tiempo para el dictamen que invalidaba el uso y abuso de glifosato.

Pero la ciencia es hoy día más compleja. O al menos más complicada sus relaciones con los intereses… empresariales.

Hemos mencionado a la OMS, al IARC, que es una institución dependiente de la OMS (diríamos una de sus reparticiones); hemos mencionado a ILSI y a CropLife que no son sino pantallas empresariales, naves de campaña de empresas que optan por no presentar sus intereses a través de propaganda sino escondiendo sus intereses a través de sedicentes “organizaciones sin fines de lucro”.

Como dice la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL), “A través de un ejército de ejecutivos de la industria, profesionales de relaciones públicas y científicos de algunas universidades públicas, la empresa despliega su trabajo contra el IARC y sus resultados sobre el glifosato.” (Revista  Biodiversidad, nro. 89, julio 2016). La empresa es Monsanto, faltaba más.

Así llegamos a una reunión en mayo de 2016 de JMPR en que le vuelve al alma al cuerpo a Monsanto y demás cultores de la transgenetización de los campos.

Porque la JMPR  declara: “Es poco probable que haya riesgo de que el glifosato sea carcinógeno para los seres humanos, en una exposición a través de la dieta.”

Pero ¿qué es JMPR? Es la sigla de Joint Meeting FAO-WHO of Pesticide Residues (Reunión Conjunta FAO/OMS sobre Residuos de Plaguicidas).

Como reza su folletería en internet: “La JMPR desempeña funciones de asesoramiento científico para establecer los límites máximos para residuos que pudieran producirse como resultado de la utilización de los plaguicidas”.

Y abunda: Examina los datos toxicológicos y conexos. Estima las ingestas diarias admisibles (IDA) de plaguicidas para las personas.” Aquí estamos entrando a un terreno resbaladizo. Cuando se hace “de necesidad virtud”. Los laboratorios no sólo emplean, y abundantemente, tóxicos para ofrecernos alimentos sino que nos quieren hacer creer que eso es saludable.

Solo así se explica el término “admisible”. Ingesta diaria resultado de una determinada forma de producir alimentos, que puede ser discutible, que si fuere necesaria habría que reconocer que es tóxica pero que mediante Public Relations nos quieren hacer creer que es admisible.

Esta comisión JMPR asesora a la FAO,  a la OMS y a sus estados miembros. Ahora empezamos a entender porqué costó tanto tiempo referirse a la toxicidad del glifosato.

Tal vez lo más significativo esté en cómo se integra la JMPR.

Dice su folletería oficial en internet: “Selección de los miembros. Los expertos desempeñan sus funciones a título personal, y no como representantes de su país u organización.” En una palabra, no responden sino a su interés personal, que es seguramente muy, pero muy bien atendido por laboratorios que ganan miles de millones de dólares anuales. Constituido entonces por una casta de profesionales cooptados.

Y observe el lector cuáles son las funciones que la misma JMPR presenta como propias; “Establece las IDA y las dosis agudas de referencia tomando como base los datos toxicológicos y la información conexa disponible;

Recomienda límites máximos para residuos de plaguicidas […].”

Cuando declaran que “es poco probable que haya riesgo… en una exposición a través de una dieta” ignoran a los que trabajan con dicha sustancia, ignoran a los miles de campesinos que se han suicidado (especialmente en India) con menos de un vaso de glifosato. Está claro: se trata de una comisión organizada desde el mundo empresario, con profesionales adictos, pero investida de autoridad a través de las redes de la ONU como para que se presenten como “ciencia” y se dedica a calibrar cuanto veneno, cuántos tóxicos podemos ingerir… sin caer fulminados tan de inmediato como para que se rastree fácilmente la causa.

Publicado en Agronecrófilos

Apicultores dicen basta

Publicada el 08/09/2016 - 19/09/2016 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

UN COMUNICADO MEMORABLE: 1o. SETIEMBRE 2016

El comunicado público del 1º. de setiembre de 2016 de los apicultores de Piedra del Toro, al fondo de Pinamar, Canelones, sobre la contaminación afectando los cultivos de miel es increíblemente certero, precisando los papeles de distintos contendientes.

Este comunicado a su vez comenta las observaciones de la Dirección General de la Granja (DIGEGRA), repartición del Ministerio de Ganadería y Agricultura, que “advierte” a los apicultores de que eviten “herbicidas para el control de malezas en los apiarios”. Para que no se pierdan mercados internacionales “por los controles de residuos de agroquímicos” aparecidos en la miel, apostrofa.

La respuesta del Grupo Apícola de Piedra del Toro es un dechado de veracidad, precisión y  valentía.

Aclaran lo elemental: que la miel cosechada en el país presenta agrotóxicos, pero no por estar rociados los mínimos territorios de los propios apicultores sino porque el gobierno nacional y la Dirección Nacional de la Granja han aprobado y fomentado ”la utilización de las prácticas de grandes extensiones de monocultivos con tecnologías que aplican peligrosos tóxicos biocidas.” Un sistema productivo, explican, “estimulado, controlado y resguardado por el propio MGAP, y que se ha expandido en forma masiva en toda el área rural y hasta urbana. Logrando que casi todas nuestras aguas estén contaminadas […].”

Observe el lector que los apicultores dan con el verdadero motivo del bloqueo sanitario a la miel uruguaya; la contaminación ambiental, tolerada y en rigor y sin decirlo, promovida por las autoridades, la agroindustria, los sojeros y la monoforestación. Y que nombrando la soga en la casa del ahorcado nos muestran la duplicidad de las autoridades que procuran achacarle a otros (a los apicultores en este caso) fallas propias. Eso en ética tiene un calificativo y los apicultores de Piedra del Toro lo conocen y lo aplican: “el comunicado de DIGEGRA es canallesco” con “la pretensión de querer trasladar a nuestro sector la responsabilidad de contaminar […]. Antes también nos habían dicho que la contaminación generalizada de las aguas eran “el principal vehículo que lleva a la contaminación de gran parte de los alimentos que estamos consumiendo.”

Porque la pregunta de fondo, como bien advierten nuestros apicultores es por qué gobiernos autorizan “a producir comida con veneno”. Ése sí es un escándalo. El escándalo.

Por cierto que hay montañas de empresarios dispuestos a usar venenos en sus elaboraciones alimentarias.  Se conocen históricamente multitud de casos. La cuestión se agrava cuando además de empresarios dispuestos a sacrificar la salud ajena por la prosperidad propia, hay estados que se hacen partícipes de tales operativos (con las más diversas coartadas; de que no es tan venenoso, de que usemos apenas, de que así abaratamos…).

Los apicultores de Piedra del Toro visualizan el problema en sus justos términos. “No queremos ser dependientes y rehenes de las grandes empresas multinacionales”.

Tal vez lo que los ubique en forma tan clara, conceptual y éticamente, sea su aclaración inicial: “Antes que profesionales, artesanos, comerciantes, somos seres humanos. Somos madres, padres, abuelas, abuelos, hermanas, hermanos. Que hemos elegido desarrollar una actividad valorada en todo el mundo por su directo relacionamiento a los más altos valores, cuando se analiza desde la alimentación, la salud, el servicio a la sociedad y medio ambiente.”

Aquí están las reservas de una sociedad como la nuestra. En el suelo, en el territorio, trabajando “desde el pie”.

Da confianza, alegría. Ehorabuena.

Publicado en Agronecrófilos, Nuestros alimentos

Uruguay, agua y sentido común

Publicada el 30/01/2016 por ulises

29 enero 2016

por Luis E. Sabini Fernández.

Abya Yala o América del Sur ─designación de originarios o de europeos─ es el continente, la porción de tierra planetaria más húmeda, más rica en agua. Al menos en estado líquido, de superficie o subterránea. Son tales sus dimensiones territoriales, cerca de 20 millones de km2, que alberga en su seno también vastas regiones secas e incluso desérticas.
En esa nave inmensa, parte apenas de la nuestra planetaria, nos encontramos en Uruguay. Un territorio física y políticamente pequeño. Comparado con el abanico mundial de estados, estamos precisamente en la media de superficie (alrededor de unos cien estados más extensos y otros cien más pequeños); en términos poblacionales, en cambio, vivimos en un territorio más bien despoblado respecto de la media mundial (hay dos tercios de estados mayores y sólo un tercio de menos poblados). 1
Tenemos una de las tierras mejor irrigadas del mundo entero, lo cual habilita su uso para ganadería y agricultura. La calidad ganadera del país ─rebautizado en algún momento vaquería─ la comprobó hace ya cuatro largos siglos Hernando Arias de Saavedra, ”nuestro” Hernandarias, gobernador español del Paraguay.

¿País minero?
Por sus dimensiones más bien reducidas, por las características del suelo, todo verde, la “propuesta”, formulada por José Mujica Cordano, a la sazón presidente del Uruguay, de que ‘así como el país había sido ganadero dos siglos [se refiere, infiero, a los de vida “independiente”], bien podía ser ahora minero’ merece ser elevada a los anales de la estulticia. Basta observar donde se emplazan las principales actividades mineras de la humanidad para darse cuenta: en tierras yermas, que el clima y el suelo hacen poco propicias para cultivos; en la cordillera de los Andes, por ejemplo.
Otro rasgo característico: países con fuerte desarrollo minero coinciden en general con enorme disposición de tierras, como son los casos de Canadá, Australia, EE.UU. o China que rondan los 10 millones de km2 cada uno (Australia, algo menos), es decir unas 60 veces la superficie del “paisito”. 600 km no es lo mismo que 10 km. Ni 600 km2, 10 km2. El país alberga propiedades de 10 000 ha. Y también mucho mayores. Pero no de 600 000…
Uruguay es un país “verde” y goza, propiamente, uno de los porcentajes más altos de cubierta verde de todos los países del planeta, alrededor del 90% de su superficie. 2  Como bien explica Víctor Bacchetta en su “vivisección” del proyecto Aratirí: 3 “En el caso de Uruguay, la minería no se practica en montañas o desiertos sin cobertura vegetal. El primer obstáculo para llegar al mineral es la base de una pradera natural […]. Este “detalle” que al parecer le pasó inadvertido a José Mujica Cordano, tiene un doble costo: el de eliminar la pradera para ejercer la minería y el de perder la actividad económica que con dicha pradera puede hacerse; como vimos, siglos de ganadería, que le otorgó al Uruguay en el concierto de las naciones periféricas y más o menos excoloniales una asombrosa calidad alimentaria.
Respecto de la “película” verde que recubre casi todo el suelo oriental, hay una propuesta de la empresa Zamin Ferrous, titular del proyecto Aratirí, que también nos presenta Bacchetta, y que es ilustrativa de la relación centro-periferia, para el caso entre los consorcios industriales y los países más o menos periféricos, más o menos coloniales, en que se asientan. Zamin Ferrous tiene la peculiaridad de su origen indio, pero su comportamiento es exactamente equiparable al de los consorcios primermundianos.
Cuando Zamin Ferrous-Aratirí presenta su proyecto aclara que esa cubierta del suelo “será retirada para ser devuelta a su lugar original [¡sic!] al final de la explotación.” 4  Advierta el lector que estamos hablando de un período de al menos década y media… ¿Conservando el suelo verde?… ¿dónde?, ¿cómo?
La ocurrencia tiene un penoso parentesco con la propuesta de la Barrick Gold en provincias andinas de la Argentina: cuando las asociaciones vecinales criticaron el proyecto minero que contaba con arrasar un glaciar, Barrick Gold entonces “tranquilizó” a los pobladores ofreciendo trasladar ese glaciar (y eventualmente dos más) a otros sitios para que no se perdieran o fundieran…
Sólo una visión muy “administrativa” de la naturaleza, en este caso el clima de montaña y su biota, y una visión también “administrativa” de la biota en el caso de la cubierta vegetal compuesta por animales y plantas (microfauna y microflora), puede permitirse argumentar que se puede cambiar el lugar de un glaciar como si fuera un florero o que se puede retirar un suelo vivo y reponerlo décadas después…
En rigor, ambos ejemplos, extraídos de dos grandes consorcios mineros, remiten a los vidrios de colores con que algunos europeos avisados engañaban o seducían a nativoamericanos en sus primeros contactos…

¿País agroindustrial?
Las dimensiones del país tampoco hacen propicio el territorio para los cultivos agroindustriales. Más allá de toda consideración ambiental que plantea una problematicidad gravísima que abordaremos a continuación.
Por su tamaño, Uruguay puede ofrecer a gatas una potencialidad marginal: basta ver los estados que han apostado a la agroindustria para darse cuenta cuándo hablamos de explotación plena y cuándo de explotación marginal. La agroindustria con su dotación de cosechadoras gigantescas rinde en países con llanuras inmensas, como las de EE.UU., Canadá, Argentina, Brasil, Australia, o siquiera como las ucranianas.
La razón por la cual el gobierno populista argentino de la primera década del siglo actual, el gobierno K, se pudo dar el lujo de retener hasta un tercio del precio de la venta bruta de soja transgénica como regalía para el estado, proviene de la extraordinaria rentabilidad, absolutamente excepcional, de tales cultivos, que permitió que los sojeros aceptaran esa “expropiación” porque aun así, sus ganancias eran increíblemente altas. En el territorio uruguayo, no pampeano sino ondeado, con subidas y bajadas tan visibles en nuestras carreteras y rutas, el rendimiento de tipo agroindustrial es menor.
La actividad agroindustrial, es decir la producción de bienes rurales como cereales o carnes con los rasgos de una actividad industrial, presenta un aspecto ambiental que anunciamos y que a su vez es sustancial: se trata de una actividad humana altamente contaminante. De actividades que están llevando a la humanidad a un callejón sin salida, fruto de una tecnobiología (biotech) desbocada.
Es precisamente ese aspecto más la menguada rentabilidad que lo agroindustrial puede desplegar en un territorio como el nuestro, lo que ha llevado a más de un analista a desechar el cultivo de commodities como apuesta del país al mercado mundial. Una pésima solución para la economía nacional, aunque muy promovida por las empresas transnacionales que tejen el dominio corporativo de la economía planetaria actual.
Tenemos una superficie demasiado pequeña para lograr un ingreso significativo adaptándonos a las “necesidades” de esas megaempresas a menudo con presupuestos mucho mayores que los de los estados nacionales que las “albergan”.
Nuestra opción, entendemos, teniendo en cuenta la ubicación geográfica (el hemisferio sur está mucho menos contaminado que el norte), la dimensión territorial, y la abundancia de agua, podrían ser specialities, no commodities. En lugar de venta a granel de productos alimenticios “del montón”, optar por la producción de alimentos orgánicos y naturales. Lo cual permitiría darle sentido a la consigna “Uruguay natural” que ha sido puramente turística y demagógica (basta ver como tratamos a los “residuos”), consigna que se sigue usando con creciente, penosa falsedad. La producción orgánica, slow-food, comida sin ingredientes químicos está siendo crecientemente demandada por la población y particularmente por los sectores más atentos a la problemática ambiental, que se van separando cada vez más notoriamente de la comida basura y la cancerización consiguiente.
Claro que semejante apuesta significaría aprender a producir ingredientes sanos, con mucho menores cargas químicas, y consiguientemente apostar a las pequeñas unidades productivas, y tejer una red económica de circulación material y sostén de tal tipo de actividades. Esa potencialidad existe en nuestro territorio; un desafío para que exista también en nuestra sociedad.

Por las dimensiones del territorio nuestro, la actividad minera como actividad económica principal no parece la mejor opción, porque la irradiación de cualquier actividad de ese tipo es de varios kilómetros a la redonda (y no hace falta que sea de minerales radiactivos para que haga daño y nos afecte). Lo acabamos de vivenciar con la cantera abierta al lado de Suárez, donde el polvo y el ruido afectaba a sus tan cercanos “vecinos”.
La fabricación de commodities rurales no sólo nos condena a una subalternidad económica permanente ante países de grandes extensiones y por lo mismo con mejor competitividad como, precisamente, nuestros linderos, Argentina y Brasil, sino que además crea las bases para una contaminación generalizada que si es criminal en cualquier territorio, en cualquier estado, es además propia de estúpidos en un territorio pequeño, por la facilidad con que se nos hace patente.
Baste reparar en el “percance” del río Dulce en Minas Geraes, Brasil, hace apenas algunas semanas: un dique de cola de esos que se construyen garantizados para que duren indefinidamente, aunque demasiado a menudo el tiempo indefinido se trunca sorpresivamente, como en este caso, cuando una de sus paredes cede. El enorme piletón de contención de los desechos metálicos, químicos, tóxicos de una extracción minera de años empezó a escurrir río abajo hacia su desembocadura, en el océano Atlántico, a 650 km. Tardó algunos días desplazándose esa masa de lodo tóxico a razón de unos 50 km. por día… Dejó decenas de muertos humanos, desolación y contaminación a lo largo del río, totalmente inutilizado a partir de entonces como fuente de agua o de pesca… ¿Qué habría significado para Uruguay un desastre de similares proporciones? Basta mirar dos mapas, los de Uruguay y de Brasil, para darse cuenta de la diferencia de impacto a escala nacional.

Y sin embargo, si bien el plan de cambiar de matriz productiva de la ganadería a la minería no ha “marchado”, afortunadamente, la implantación de la agroindustria, con “titulares de primera” como Monsanto y UPM, por ejemplo, sí se ha llevado adelante.
¡Cómo no va a prosperar la agroindustria si los grandes consorcios no pagan casi impuestos, el gobierno les ofrece zonas francas y ni siquiera atienden al desgaste cada vez mayor de las rutas, deshechas por el peso de las grandes cargas de rolos y soja! ¡No pagan siquiera por los muertos en ruta por ese motivo!
Y aquí llegamos al agua.
En rigor, podríamos decir que lo que se llevan las empresas extractivas del Uruguay es humedad en forma de rollos de las plantaciones de eucaliptus y pinos y otra vez humedad en forma de granos de soja.
El negocio es penosamente asimétrico: se llevan agua procesada por organis-mos vivos (los árboles, las oleaginosas, por ejemplo) y nos dejan agua contaminada. Porque para hacer aquella extracción y que la misma resulte rentable, se la incre-menta de dos maneras: mediante fertilizantes que aumentan el tamaño y el peso de las plantas, y mediante plaguicidas que evitan que las plantas de la actividad agroem-presaria tengan “competencia”. Los fertilizantes y plaguicidas derramados en los campos de cultivo no son sólo absorbidos por pinos, eucaliptos o porotos de soja… van a parar, siguiendo la ley de la gravedad, a cañadones, arroyos, ríos y por esa vía a las fuentes de agua potable de los uruguayos. Los venenos no son fácilmente separables puesto que suelen presentarse en partículas ínfimas que seguramente “superan” muchos filtros; los fertilizantes favorecen el florecimiento de algas y otras organismos vivos elementales que tienden a suprimir el oxígeno de los espejos de agua que los albergan; eutrofización, que es pérdida de toda fuerza vital en el agua; el agua pasa a estar muerta, privada de vida. Ese proceso suele iniciarse con una plétora de algas, de las que muchas son tóxicas para humanos (y para otras especies).
Y ésa es la situación del Uruguay actual: tenemos algas tóxicas en nuestras fuentes proveedoras de agua… potable, que ya no es tal.
Algo que era un orgullo uruguayo, disponer desde agua corriente, se ha convertido en un problema.
Porque inicialmente, el agua corriente se sobreentendía que era agua potable. A ningún ingeniero del s XIX se le habría ocurrido hacer esa formidable obra, el tendido de redes, para proveer agua no potable o agua tóxica.
Pero tal es la situación hoy. La cuenca del río Santa Lucía abastece a unos dos tercios del país, de agua corriente que ya no es potable. Montevideo, Canelones, Florida… La Laguna del Sauce provee de agua al departamento de Maldonado. Los departamentos litoraleños, Artigas, Salto, Paysandú, Río Negro, Soriano solían proveerse de agua del río Uruguay, pero con la floración abrumadora de algas y el reconocimiento de alteraciones del sabor y calidad en el agua, se ha encarado la extracción de agua desde perforaciones. En estos parajes del Uruguay, la perforación debería hacerse para alcanzar el Acuífero Guaraní, aunque por cómo ya ha sido afectado por la mano del hombre, esa agua tendría que ser controlada y eventualmente potabilizada…
¿Cómo es posible que lo que fuera orgullo de modernización hace cien años haya devenido en causa de pesar y vergüenza, de desconfianza y enfermedad?
Los organismos oficiales de control nos aseguran la calidad y la potabilidad en remitidos que dan vergüenza ajena. 5 Conocedores, investigadores del área, como Daniel Panario, terminan recomendando filtros hogareños, puesto que los públicos y generales presentan tantas fallas.
En medio de esta vergüenza nacional, las compañías embotelladoras de agua (mineral o mineralizada) proclaman, contentas, que han hecho pingües ganancias. Chocolate por la noticia. Quede para otra nota el examen de esa alegría.

1  Con un rasgo llamativo y no exento de problematicidad; hay toda una lista de estados nacionales que medio siglo atrás estaban menos poblados que Uruguay y ahora superan su población, incluso la duplican o triplican: Paraguay, Nicaragua, Honduras, Panamá, Nueva Zelandia, Liberia, Libia…
2  Países con generoso volumen de “tierras cultivables” son, por ejemplo, Bangla Desh u Holanda (alrededor de dos tercios de su superficie); se trata de países con menor o mucho menor extensión que la del Uruguay.
3  Aratirí y otras aventuras, Doble clic editoras, Montevideo, 2015, p. 27.
4  Ibíd, p. 28.
5  La ministra Eneida de León comunicó que “los últimos resultados de las muestras obtenidas arrojaron un porcentaje de agua potable superior al 99 %, dato que consideró «más que admisible» al compararlo con Europa y América Latina, donde el promedio se sitúa en el 93 % y el 76 %, respectivamente.” (Ag. EFE, 11/5/2015). Una pena que la ministra no hubiera revelado las fuentes de semejantes afirmaciones. Y ni hablar de los olvidos de semejante fraseo…

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