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Palestina, un país; Israel, un designio

Publicada el 23/09/2015 - 16/10/2015 por raas

Por. Luis E. Sabini Fernández /

Palestina, un territorio gobernado desde afuera, al menos en los tiempos modernos.

Con el auge de los nacionalismos, también dentro de Palestina se desarrolló un cierto independentismo en parte entretejido con el panarabismo, que no tuvo mucho vuelo, interferido sin duda por el independentismo judeosionista caracterizado por una genealogía radicalmente distinta.

Palestina era un país, con una lengua principal aunque no única, una religión igualmente dominante aunque no exclusiva, con una etnia a su vez mayoritaria aunque tampoco única.

Por ser la sede del Santo Sepulcro y otra serie de lugares sagrados para la religión judía, la cristiandad y el Islam,  Palestina era un territorio bastante viajado, explorado, visitado por europeos, sobre todo de diversas iglesias y profesiones de fe cristianas. Era también sitio de peregrinación musulmana y por ser a la vez el territorio, digamos central, del judaísmo, era asimismo destino de visitas, viajes y asentamientos judíos.

Hasta fines del s. XIX podríamos decir que se trata de un país con bases sociales tradicionales, periféricas, bañado por contactos como los que mencionamos antes.

Con el proyecto sionista, en Palestina se va perfilando un nuevo tejido social que, al menos en los primeros tiempos coexiste al lado del tejido social tradicional pero que adopta otro carácter: el de construir un territorio de un proyecto político-ideológico-religioso muy definido. El que, de acuerdo con la ideología que lo lleva adelante, constituiría la reconstitución de un presunto Estado de Israel de altri tempi. Para esa reconstrucción, el sionismo –que es el movimiento ideológico que lo vertebra− aunque en su origen laico, se vale de lo bíblico. Toma esa recolección de escritos como manual de historia documental y sagrada de ese otro tiempo; el de los judíos expulsados del templo, el del exilio judío en Babilonia, etcétera. Aun cuando cada vez más hayan surgido verdaderas investigaciones históricas que no puedan hallar las previsibles huellas históricas de tal expulsión o de tal exilio. Investigaciones históricas, arqueológicas, que le asignan a los relatos bíblicos cada vez más una función de construcción de un relato. Algo del reino de la ideología, no de la veracidad. Pero a los efectos de la construcción sionista, tales desencuentros, inexactitudes históricas, ni cuentan. Es lo que pasa con relatos ideológicos gestados con prescindencia de la realidad, sencillamente.

Ejemplificando modalidades de surgimientos sociales

Hay muchas sociedades, algunas puramente locales y subordinadas, otras constituidas hoy como estados modernos, que han seguido las pautas de formaciones sociales, como la que tuviera la palestina antes de las aliah sionistas. Tentativamente señalaría varios estados europeo-occidentales actuales, muchas veces, ciertamente, con conflictos para su establecimiento, por roces, choques de influencias, resistencias a poderes mayores e intrusivos. Pienso, desde mi ignorancia como historiador, en países nórdicos, en Irlanda, Portugal, Italia, aun con su proceso unificador de fines del s XIX; en Inglaterra incluso, aunque con el tiempo pase a ser centro imperial, cubriendo buena parte del planeta.

Las formaciones sociales que califiqué como  espontáneas se caracterizan por vínculos sociales fuertes; parentesco, vecindad, religión, tradiciones y hasta sus mismas vías de escape o descarga (como el carnaval o la commedia dell’arte). La sociedad italiana podría ser un ejemplo paradigmático de esa pluralidad social. Y todavía como formación social tradicional, pero en los antípodas de la modalidad italiana, podríamos visualizar a la sociedad sueca con el claro predominio de la acción estatal rigiendo los destinos sociales y acercándose con ello a las que calificara como de diseño. Que tienen un perfil mucho más ideológico, y suelen caracterizarse por una mayor racionalidad y funcionalidad.

Lo que califico como formaciones sociales espontáneas constituyen sin duda el basamento poblacional en todos los continentes. No ejemplifico con entidades americanas al sur del Río Bravo, porque las sociedades y comunidades entonces existentes sufrieron con la Conquista y la colonización un trastorno y reacomodo “tectónico”, y aunque en algunos casos fueron directamente a lo que llamo diseño social, en otros se produjo un entretejido entre lo establecido y lo implantado por los europeos que por empezar ha puesto en entredicho la identidad de sus habitantes (los debates sobre el particular en Argentina la ubicarían precisamente, en ese clivaje). Aun así, entiendo que en general no adquirieron los rasgos de lo que he definido como “diseño social” con sus aspiraciones de excelencia. En todo caso, si nos referimos a la fuerza del diseño, hasta donde conozco, entiendo que Uruguay y en segundo lugar la Argentina, podrían ser los estados latinoamericanos donde más se puede rastrear algún proyecto utópico.

Aquellas formaciones políticas que han seguido pasos que entiendo comparables con los del sionismo son, no sabemos si tantas, pero sí muy connotadas y visibles: sin pretender agotar la lista, seguramente mucho más extensa, vale la pena reparar en el origen ideológico fuerte, neto, de formaciones como los EE.UU., la Sudáfrica boer, la URSS y el Tercer Reich, en riguroso orden cronológico, (1) dejando aquí de lado la estremecedora experiencia de totalitarismo medieval o protomoderno de Jean Calvino en Ginebra (s. XVI).

EE.UU.

EE.UU. surgido en pleno siglo XVIII es tal vez el que más radicalmente se plantea su origen y surgimiento desde una tabula rasa.

Sus pioneros sueñan con establecer un país nuevo, puro, deslastrado de los males del Imperio Británico (del cual eran claramente sucesores). Así se ve Jefferson a sí mismo. Los males, entonces, eran “la concentración inmoral de riqueza y poder.”

Como bien explica Frank Thistlethwaite: “Los EE.UU. habían sido fundados en la creencia de que los estadounidenses tenían la ocasión única de establecer una sociedad política  en un plano moral más elevado que el permitido por las ‘monarquías corruptas’ de Europa”.(2) Esa “superioridad” pervivirá en los corazones (ya que no en la realidad).

El carácter de “refugiados religiosos” que caracterizó a muchos de los nuevos pobladores de la América del Norte, que procuraban con su emigración y establecimiento cumplir mejor con sus preceptos religiosos, como es el caso de los cuáqueros, hizo fácil  que desde la nueva sociedad se sintiera el llamado “a luchar por la causa del gran imperio del humanitarismo”.(3) Tan temprano como a principios del s. XIX ya tenemos ‘afanes imperiales’, con las mejores intenciones, claro está. Y desde entonces ya vemos que el presunto “humanitarismo para todos” está restringido a algunos.

Volveremos sobre algunos de los rasgos fundantes de EE.UU., como su apego bíblico y su salvacionismo basado en la pureza moral.

Sudáfrica

Casi en la misma época en que el Mayflower lleva hasta las costas del “Nuevo Mundo”, a los primeros misioneros “intercontinentales”, llegan al sur africano expedicionarios holandeses. Al principio se establecen en la costa, únicamente con el fin de reponer vituallas para sus expediciones, pero poco a poco van configurando un territorio dentro del enorme sur africano. Aunque el enclave holandés era de escasa magnitud e inicialmente diseñado sólo como punto de apoyo intermedio para el comercio de Europa con el Lejano Oriente, el novel “país blanco” en el África del Sur recibió aportes migratorios, significativos, de alemanes que escapaban del hambre y “la guerra de los 30 años” (1618-1648) y muy particularmente de hugonotes, protestantes franceses, que fueron expulsados de su tierra por los acuerdos de las cúpulas eclesiásticas. Los hugonotes venían con todo su celo bíblico y reforzaron así el calvinismo originario holandés.

Ese perfil ideológico acerca extraordinariamente la ideología dominante de la Sudáfrica blanca con la wasp (4) de EE.UU. Una mezcla, atroz, de autoasignada pureza moral con un racismo radical.

URSS    

Entiendo que la URSS es el caso más explícito del origen ideológico de un país, una sociedad, una red estatal que llega incluso a considerarse ‘la mitad socialista del planeta’. La URSS, a su vez, encarna un proyecto movido por otros impulsos que los del origen de EE.UU., la Sudáfrica boer o la Alemania nazi.

La URSS es el fruto, o al menos se presenta como el fruto, del anunciado socialismo. Se creyó ver su advenimiento cuando el establecimiento de la Comuna de París de 1871 y en cuanta coyuntura crítica y de conflicto con el poder vigente existiera. Así, cuando estalla una  desobediencia generalizada contra el zar y el zarismo, y sobreviene la derrota militar rusa durante la 1ª.GM, muchos ideólogos socialistas creen ver en el derrocamiento violento del zar y el establecimiento de un gobierno sustituyente, el advenimiento de la nueva era, largamente anunciada. Y el golpe de mano bolchevique, meses después, haciéndose con el gobierno casi sin disparar un tiro, se convierte mediante la mitología histórica entonces viviente, en la segunda revolución ahora sí cumpliendo el periplo; del absolutismo zarista a la revolución democrático-burguesa y de allí a la socialista.

A diferencia del impulso religioso salvacionista, que invoca una pureza moral a toda prueba, en la URSS encontramos un extraordinario afán justiciero. Pero en ambos proyectos parece existir un similar basamento de absolutismo ético, para alcanzar un universo sin mácula.

Uno de los rasgos más llamativos del proyecto soviético fue el impulso, muy materialista, propio de la modernidad burguesa (es decir, de los siglos XVII  y XVIII), de registrarlo todo, de censarlo todo.

Se partía de la base, profundamente equivocada, que conociendo el origen, íbamos a llegar a construir algo perfecto o al menos tendencialmente tal. El socialismo lo empezaba todo. Y para “empezar el mundo”, nada mejor que conocer de qué disponíamos. Censo de humanos, claro, de edificaciones, de herramientas, para programar “científicamente” las labores, pero también censo de árboles, censo de conejos, de lombrices.

Este dérive taxonomista nos muestra el grado de intoxicación ideológica, teñida de ciencia, en que el sueño bolchevique, tan rápidamente convertido en pesadilla, fue sumergiendo a ese nuevo estado, esa nueva sociedad, “bajo la influencia” cientificista.

El Tercer Reich

La Alemania nazi aun brotada de la entraña de una vieja sociedad, o de varias sociedades “naturales”, como las bárbaras del norte europeo, se constituyó como un proyecto de diseño social con un acusado perfil ideológico, propio.

Mi impresión, sin pretender con ello sentar la tesis de un cauce interpretativo sino un mero recurso para ilustrar los ejemplos que vengo presentando, es que la Alemania nazi surge de la confluencia de una gran humillación y el imaginario de la época −principios del s. XX−; el del advenimiento “inevitable” del socialismo. Humillación, la de la Paz de Versalles que las potencias europeas ganadoras le imponen a la Alemania imperial que había intentado arrebatarle tantos liderazgos a la Inglaterra industrial y a la France eternelle. Y socialismo. Será lo que los nazis asuman, diferenciándose con furia de los internacionalistas, que eran los socialistas realmente existentes y vigentes desde el s. XIX. El nazismo se constituirá como socialistas nacionales (nacionalistas). Nazionalsozialismus (en el alemán el adjetivo antecede al sustantivo). La idea limitacionista del nacionalismo chocará con el socialismo universalista que caracterizara al socialismo, al menos teóricamente, hasta la 1ª. GM. El nazismo azuzará esa tensión (como tantas otras).

La Alemania nazi  también se presenta como una regeneración de la sucia sociedad burguesa, pero no en el sentido de “superación” ética que caracterizara al socialismo primigenio, articulado en buena medida sobre el amor; el nazismo surgiendo en una constelación mucho más convulsionada, se articulará sobre el odio.

Lo que nos llega hoy –con su derrota− es la sordidez, el tratamiento atroz que el nazismo dispensara a judíos, gitanos y a tantos otros. Y el proceso mismo de la derrota, con un nazismo cada vez más privado de medios, que hemos articulado sobre todo a partir de la producción de Hollywood. Pero subsisten testimonios del nazismo optimista de mediados de la década del ’30 con su culto a la belleza, a la blancura –también ella sin mácula−, por ejemplo en los encuentros masivos de gimnastas, particularmente gráciles mujeres.

Estado de Israel

El Estado de Israel adscribe sin duda al tipo de estado que hemos descrito como de diseño y ejemplificado con los casos de EE.UU. la Sudáfrica boer, la Unión  Soviética y la Alemania nazi (con todas las diferencias que pueda haber entre ellas; por ejemplo, la pureza racial es un eje vertebral de EE.UU., la Sudáfrica boer y la Alemania nazi, pero no tiene el mismo realce en la experiencia soviética, mucho más apoyada, ideológicamente, en cuestiones de clase, no de raza).

Con el EdI volvemos a la cuestión racial. Aunque algo matizada. Se invoca al “pueblo judío”, lo cual es históricamente falaz, porque no cabe duda que los judíos no constituyen una única etnia, aunque sí se puedan reconocer entre muchos judíos rasgos étnicos comunes. En realidad, el denominador común de la judería pasaría por la religión.

Lo que complica el cuadro judaico es que en los tiempos modernos el judaísmo no ha sido proselitista, como las otras grandes religiones monoteístas, pero en otros momentos históricos sí lo fue. El cierre sobre sí mismo del judaísmo abandonando el proselitismo es lo que ha llevado al judaísmo a un antiuniversalismo filosóficamente nefasto. A un exclusivismo, a una nosística de la exclusión de todo “otro”.

Otra potente vuelta de tuerca del cuadro de situación de lo judío es la existencia de un sector muy pero muy apreciable de judíos laicos (por no decir prescindentes, agnósticos o ateos).

Fue precisamente entre tales judíos laicos que surge el sionismo que desarrollará toda su estrategia de asentamiento y expansión en lo bíblico. Logrando dar sentido al chiste: ‘somos ateos pero dios nos avisò que esta tierra es (la) nuestra’.

Como bien explica Gilad Atzmon, judío de origen emancipado de pertenencia a algún judaísmo, el sionismo es inevitablemente un particularismo, un ejercicio, temible, de egoísmo (grupal), enemigo jurado de todo universalismo: “La orientación racial,  tribual o incluso étnica no puede formar una base para un argumento étnico universal.”(5)

Algo que podemos verificar, penosamente, en el itinerario histórico del EdI. En todo el mundo, observamos a diario violaciones a seres humanos, a derechos humanos, delitos del más variado carácter. Pero difícilmente vamos a encontrar quienes justifiquen ideológicamente cómo mataron a niños, como destrozaron a una familia y se quedaron con sus pertenencias. El abusador, el asesino, el torturador, generalmente escamotea su responsabilidad, la elude, no digamos con vergüenza o arrepentimiento pero al menos con cierta reticencia.

Pero en Palestina/Israel la situación es distinta. Lo que sucede a diario y desde hace décadas con la población palestina no parece perturbar ideológicamente al grupo humano que precisamente lleva a cabo tales sucesos. Da la impresión que el Ejército de Defensa [sic] de Israel o los colonos a quienes se les otorga casi como obsequio terrenos usurpados a la población palestina, cumplen escrupulosamente con lo registrado en la Biblia, por ejemplo en el Deuteronomio (uno de varios libros judeo-cristianos): “[…] cuando el Señor tu Dios te traiga a la tierra que prometió a tus ancestros Abraham, Isaac y Jacob que te daría, una tierra con grandes y magníficas ciudades que tu no edificaste, casas llenas de riquezas que tú no acumulaste, cisternas talladas que tú no cavaste, y viñas y olivares que tú no plantaste, y comas y te hartes, entonces ten cuidado de no olvidar al Señor que te sacó de Egipto, de la casa de los siervos.”(6) Como explica Atzmon, en este pasaje Moisés retrata como dios judío a “una deidad maligna, que lleva al pueblo a saquear, al robo y al hurto.”(7) Lo llevado a cabo por el Estado de Israel y/o el sionismo (difícil distinguir responsabilidades políticas) es, sin embargo, bastante más atroz que lo del robo, el hurto y hasta el saqueo. Porque los israelíes y/o los sionistas, han estado “cumpliendo” durante años, y cada vez más intensamente, otros “mensajes bíblicos” como el “Pacto de Dios”.(8)

Seguramente son estas apoyaturas bíblicas las que le permitían a Golda Meir, figura fundante del Estado de Israel, amén de la cita al pie,(9) declarar con aparente cobertura moral que no les perdonaba a las víctimas palestinas ‘que forzaban a nuestros muchachos a matarlos’ (sic).

Con apoyaturas menos bíblicas pero mucho más humanas, Zika Katznelson, una judía del antiguo yishuv (10) que aun uniéndose al sionismo con su marido militar israelí, mantuvo su conducta de respeto por el otro, rechazando una mansión en Jerusalén, que podía recibir graciosamente cuando el estado sionista le arrebata la ciudad y sus propiedades a la población palestina. Luego de haber vivido años en Jerusalén, conociendo familias palestinas, a la sociedad palestina, no pudo aceptar el despojo a sus exvecinos. El botín se repartió entre otros sionistas menos escrupulosos y Katznelson y su familia debieron seguir en viviendas humildes hasta que el militar consiguió el dinero suficiente para obtener una vivienda cómoda.(11)

El rechazo de Zika sirve para rebatir esa argumentación tan habitual de que “era lo que se hacía entonces”(12) con que se defienden algunas “normalidades” y “acontecimientos de época” y nos muestra que la responsabilidad personal está presente mucho más de lo que las historias oficiales nos quieren hacer creer.

La Biblia parece el libreto del trato que el sionismo le otorga al pueblo palestino: “Echaré delante de ti el ángel y echarè fuera al cananeo y al amorreo y al hetheo y al pherezeo y al heveo y al jebuseo: a la tierra que fluye leche y miel […]”(13)

Tales “mandatos bíblicos” expresan atrocidades mucho peores, todavía que el despojo que antes veíamos. Atzmon cita pasajes bíblicos que le recuerdan exactamente los arrasamientos de la Franja de Gaza de los últimos años:

“Perseguiréis a vuestros enemigos y caerán a cuchillo ante vosotros. Cinco de vosotros perseguirán a cientos y cientos de vosotros harán huir a diez mil; vuestros enemigos caerán a cuchillo ante vosotros.”(14)

En el Deuteronomio, su dios le dice a los israelitas que no harán alianza con ninguna otra nación ni “te apiadarás de ellos.”(15) Que es lo que uno ve con la política de colonización: impiadosa, sin el más pequeño resquicio para la estatura humana de “los otros” (solo que cuando uno le quita humanidad al otro, la pierde él mismo; algo que judíos sionistas como Avraham Burg han intuido).

Atzmon aclara cómo están incluidos los judíos sionistas que no son religiosos: “los israelíes laicos no siguen la ley judaica, pero en cierto modo interpretan colectivamente su identidad judía como una misión bíblica, lo que quizás arroje alguna luz sobre las masacres del ejército israelí en Gaza y Líbano en los últimos años.”(16)

Los rasgos fundantes de EE.UU., como su apego bíblico, su salvacionismo basado en la pureza moral, su racismo ─corolario inevitable de tanta calidad autoasignada─ se repiten en el Estado de Israel.

Uno de los rasgos de la colonización de los puros, como los cuáqueros en EE.UU., los calvinistas en África del Sur, los nazis durante su efímero reinado, o los sionistas en Palestina, es esa capacidad orgullosa de hacer daño porque se sienten superiores, ajenos a los mandatos “comunes”, o como dice magistralmente Tikkanen, un Quino finlandés: “Mi moral es tan excelente que haga yo lo que haga, nunca se daña”.

Conclusión

Quisimos hacer un escueto recorrido por dos modalidades de configuración social; una espontánea, no racional, tradicional; la otra moderna, racionalista.

Todo lleva a pensar que a lo largo del tiempo hay una tendencia inmanente, lógica, “de lo viejo a lo nuevo”, pasar de las formas sociales tradicionales a las formas de la modernidad. Y entre modernos, a la hipermodernidad, incluso.

Sin embargo, si algo advertimos cada vez más claramente, es la problematicidad de entender a nuestras sociedades en blanco y negro. Las formas “tradicionales” tienen una pujanza y una persistencia que en determinados casos son como para tener en cuenta; y las políticas de diseño presentan a su vez algunas secuelas que antes de su plasmación no habían sido, seguramente, observadas.

Basta ver las atrocidades y los fracasos consiguientes de tantas sociedades “tan perfectamente diseñadas”, para ponernos en guardia.

Nos inclinamos a pensar en alguna combinación entre ambas modalidades, pero siempre reconociendo nuestras raíces y sus limitaciones reales, históricas. Porque es en el diseño de lo bueno, de lo excelente, que se engendran los peores resultados.

Como ejemplo de los frutos del sionismo, movido inicialmente por las más comprensibles razones, transcribo aquí un boletín de <blog.disenso>, que es un sitio-e que atiende el drama palestino-israelí. Elegido casi al azar entre los varios semanales, es del 11/8/2015 y se titula “me ha llamado la atención”:(17)

“Que sigamos sin tener claro por qué han sido puestos en libertad los israelíes arrestados en relación al atentado terrorista de Duma, que ya se ha cobrado tres víctimas (el bebé, el padre y la madre) y cuántos permanecen encerrados y por qué. Por lo demás, la vida, la infravida de los palestinos sigue igual. Los colonos siguen haciendo de las suyas. El domingo quemaron varias hectáreas de tierras palestinas cultivadas al sur de Nablus.

Es de destacar que los soldados israelíes que se encontraban en el lugar de los hechos impidieron a los palestinos apagar el fuego. Al día siguiente, muy cerca de donde se produjo el incidente anterior, varios colonos judíos arrojaron cócteles Molotov en un parque público (inglés) del pueblo de Karyut con la intención de quemarlo, algo que no consiguieron. En la Franja de Gaza, los soldados israelíes, sin previo aviso, abrieron fuego contra un niño de 13 años, que fue alcanzado en una pierna, mientras andaba a unos 500 metros de la valla fronteriza. Posteriormente, fue llevado a un hospital.

Asimismo, los ataques contra los pescadores no cesan. El lunes, la Armada israelí secuestró a dos pescadores  que se encontraban dentro de las seis millas náuticas. Desde que terminó la operación Margen Protector a finales de agosto de 2014 y se acordó un alto el fuego, las fuerzas navales israelíes han efectuado 1.312 ataques contra pescadores gazatíes, han robado 22 botes de pesca, han herido a 26 pescadores, han asesinado a uno, otros 28 botes han sido destruidos y dos barcos más grandes fueron hundidos mediante el disparo de misiles, 51 pescadores han sido secuestrados mientras estaban faenando y tres de ellos todavía están detenidos.

Estos hechos, entre otras prácticas de las fuerzas de ocupación, han causado el hundimiento de la industria pesquera de Gaza, otrora floreciente. En estos momentos, solo unos mil gazatíes siguen trabajando en la pesca, en contraste con las decenas de miles que lo hacían antes del inicio del bloqueo.

También siguen su curso las demoliciones a lo largo y ancho de Cisjordania. El domingo, las fuerzas israelíes ordenaron al ayuntamiento de Jelet al Mayeh, una localidad situada al sur de Hebrón, que detuvieran la construcción de dos cisternas  que estaba siendo financiada por la Unión Europea. Como siempre, la excusa fue que carecían de permiso. Hoy, martes, las fuerzas de ocupación han demolido tres casas en la zona central del valle del Jordán, desplazando a las familias que vivían en ellas. Otras casas e instalaciones agrícolas han sido demolidas en el norte del valle del Jordán. En el norte de Yenín, el ejército israelí demolió varias estructuras comerciales. En el norte de Jerusalén, en la zona industrial de Kalandia, las fuerzas hebreas han demolido un edificio comercial de tres plantas.

En 2014, Israel destruyó alrededor de 590 casas palestinas en Cisjordania, causando el desplazamiento de 1.777 personas, según datos de la Oficina de Coordinación Humanitaria de la ONU. En enero de 2015, las casas demolidas fueron 77. Suma y sigue la limpieza étnica.”

Nada que agregar.

notas:
1) La pervivencia de formaciones sociales más espontáneas y menos diseñadas no por ello tienen que ser más benignas; piénsese, por ejemplo, en la persistencia del racismo, una visión del prójimo (no prójimo) que parece existir en todas las formaciones sociales.
2) El gran experimento, Cambridge University Press, Londres. En castellano, Editorial Letras, México, 1959, p. 84.
3)  Ibíd., p. 152.
4) White, angle, saxe, protestant. Que es la impronta originaria de EE.UU.
5) La identidad errante, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2013, p. 72.
6)  Cit. p. Atzmon, ob. cit., p. 150 (capítulo 6, versículos 10 a 12).
7) Ibíd.
8) Éxodo, cap. 23, vers. 23-33.
9) “No existe el pueblo palestino. Esto no es como si nosotros hubiéramos venido a ponerles en la puerta de la calle y apoderarnos de su país. Ellos no existen.” Sunday Times, 15 / 6 / l969 [dominical británico].
10) La comunidad judía en la Palestina antes de la llegada del sionismo.
11) Citado por su hijo Miko Peled, El hijo del general, Editorial Canaán, Bs. As., 2013.
12) Lo que los palestinos denominan la Nakba: arrebatarle viviendas, mobiliario y hasta las tazas de té a los expulsados, que tenían la “suerte” de haber sobrevivido: los expulsados fueron cientos de miles; los asesinados, miles.
13) Biblia, Éxodo, cap. 33.
14) Cit. p. Atzmon, ob. cit., p. 152 (Levítico, cap. 26, vers. 7 y 8).
15) Cit. p. Atzmon, ob. cit. (cap. 7, vers. 2).
16) Atzmon, ob. cit., p. 152.
17) http://blog.disenso.net/2015/08/hoy-11082015-me-ha-llamado-la-atencion

Publicado en Palestinos / israelíes

Un testigo pasa revista al temible y atroz asalto de Israel a la Franja de Gaza

Publicada el 03/08/2015 - 16/10/2015 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández /

Introducción a Shell-Shocked: On the Ground Under Israel’s Gaza Assault (Traumatizados por el bombardeo: en el lugar, durante el asalto de Israel a la Franja de Gaza). El libro que escribió Mohammed Omer, palestino, periodista y habitante, con su familia, en la Franja.

Ahora, un año después de la última guerra en Gaza, me encuentro a mí mismo reflexionando acerca de mi primer encuentro con Jalal Jundia. Fue durante el verano de 2014 cuando lo vi sentado encima de las ruinas de su hogar familiar, rodeado de polvo y escombros. Aunque procuraba permanecer calmo, me di cuenta que su rostro estaba surcado por líneas de sufrimiento. Como tantos en Gaza había perdido todo durante el asalto israelí, el más reciente de una serie de ataques que llegan con frecuencia predeterminable, cada 3 o 4 años. Jalal se preguntaba qué había sido de su esposa y seis hijos. ¿Adónde podría haber ido cuando se les destruyó el hogar por completo? ¿Estarían a salvo? Estaban atrapados en Gaza y no podían abandonar la franja. Todo lo que podían hacer era esperar a que los bombardeos terminen y rogar porque venga un tiempo en que los drones no ocupen màs el cielo. Tal vez para entonces habría suficiente paz como para que su familia pudiera reconstruir e intentar un retorno a alguna suerte de vida normal.

Un año después, Jalal sigue sin hogar. Su casa no ha sido reedificada y su familia sobrevive, apenas es sobreviviente. En cuanto a mí mismo, trato de permanecer optimista, lo cual no deja de ser una proeza en esta cáscara en ruinas que alguna vez fue un enclave costero hermoso y autosuficiente. Nuestra realidad depende enteramente de la determinación de Israel de desplazarnos de nuestros hogares para siempre. Despuès de la purga de 1947 y 1948, que fue una limpieza étnica de habitantes no judíos expulsados de los territorios que Israel ansiaba para sí y que no habían sido cedidos por la ONU, la Franja de Gaza se convirtió en un territorio seguro para decenas de miles que huían de las matanzas que las bandas del Irgun, del Stern y de Lehi llevaban a cabo. Eran organizaciones que se definían a sí mismas como terroristas, y fueron las antecesoras del ejército, la policía y los servicios secretos (Shin Bet) del Israel actual. Entretanto, nuestros mayores actuales, los hombres, mujeres y niños que huyeron antes de que llegaran las milicias sionistas, todavía conservan consigo las llaves de los hogares que les fueron arrebatados. Esas llaves representan una esperanza y una determinación. Tienen la esperanza de volver un día al hogar.

En las secuelas de este último ataque, la enorme mayoría de los niños de Gaza han quedado traumatizados. Continuamos viviendo bajo estado de sitio, limitados en cuanto a qué comprar, exportar, importar. No podemos ir a otros sitios y resulta muy difícil para la gente llegar a visitarnos. Escuchamos resignadamente como activistas de derechos humanos festejan el que ’nosotros los palestinos podemos resistir la agresión’, simplemente porque hemos sobrevivido hasta ahora. Esto puede ser cierto pero plantea la cuestión: ¿por què tendríamos que estar forzados a continuar soportando esta miseria? La Segunda Guerra Mundial duró seis años; el asalto del Tercer Reich y su limpieza étnica de aquellos que condenó como indeseables duró doce años. Nuestra opresión ha durado hasta ahora 67 años, haciendo de la ocupación israelí de Palestina uno de las más largas de la historia.
Cada minuto de cada día vivimos una realidad distorsionada, una catástrofe llevada a cabo por el hombre a efectos de proteger y guardar como reliquia una peculiar manifestación de racismo abierto que garantiza privilegios y vida únicamente sobre la base de religión y raza, que niega, precisamente, que existan. Su propósito es hacer insoportables las vidas de aquellos de nosotros que pertenecemos a la raza y/o a la religión no favorecida. El objetivo que tienen es forzarnos a que “voluntariamente” abandonemos nuestro propio país, los negocios, la familia, los hogares, nuestra cultura y nuestros ancestros. La herramienta para semejante persecución es sistémica e infecta todos los aspectos de la vida. Abarca desde impedirnos que reconstruyamos nuestras viviendas hasta agresiones militares, asesinato de gente marcada, encarcelamientos, dietas para hambrearnos, reforzadas por el sitio y toda una ristra de castigos que deshumanizan y nos despojan de nuestros derechos. Y, ciertamente, los obstáculos para poder movernos; los muros y los puestos de control, por la “seguridad”.

Y pese a todo eso, nosotros estamos todavía. Es verdad. En Gaza encontramos algunos recursos para ir sobreviviendo. Nuestras mujeres reciclan los desechos de los materiales que han convertido a nuestros hogares en macetas. Los estudiantes retornan a sus escuelas deshechas por los bombardeos, igualmente empeñados en terminar su educación. Los libros retorcidos y maltrechos son rehechos, a los lapiceros se los repone juntando partes no desechadas. En la noche, los estudiantes leen sus textos a la luz de velas. El corte tan frecuente de gas, agua y electricidad es otra de las realidades cotidianas en la Franja. Y así la vamos llevando, concentrándonos en lo más básico y embarrándonos con orgullosa determinación. Somos humanos, con sueños y pesadillas, tan fuertes y tan vulnerables como todos. Nos enorgullecemos de nuestra autosuficiencia y humildemente damos gracias a Dios por la ayuda de otros en tanto mantenemos la esperanza y rogamos por justicia.

Justicia que tiene que llegar. Cada vez que Jundia me ve me pregunta cuándo Occidente, que siempre está pontificando sobre democracia y existencialismo vinculado con los derechos humanos, va a actuar haciendo respetar sus ideales. ¿No escuchan acaso los ataques de Israel a la Franja de Gaza? Sus ojos buscan en mí un poco de esperanza. Sabe que yo he estado fuera de la Franja y que he hablado a menudo con gente influyente de Occidente. A menudo, me siento incapaz de encontrarme con su mirada de asombro. Soy consciente que los poderes occidentales se preocupan poco y nada de los sufrimientos humanos si acaecen en Gaza. Aquí, se siente fácilmente que los casi dos millones de habitantes de la Franja no existen. No puedo franquearle esta verdad tan perturbadora a Jundia. Màs bien, fortalezco su esperanza asegurándole que voy a continuar compartiendo este historia con el mundo. Le prometo que su voz se va a oír.

Como Jundia, soy un residente de Gaza y sufro a través de los ataques diarios, así como los ataques mayores que sobrevienen cada pocos años. Ésta ha sido mi experiencia de vida, primero como niño, luego como joven y ahora como padre y esposo; nací unos años antes de lo que resultó la primera intifada [1987]. Al día de hoy cuatro generaciones han vivido durante esta ocupación. La mayoría de nosotros en la Franja de Gaza no han conocido nada más. Ahora, el último ataque, el mayor, está un año atrás de nuestras vidas. Durante 51 días en el verano pasado, soportamos una devastación inexpresable. Con cada ataque emergíamos màs compactamente unidos, más resilientes y determinados. Estamos unidos por esta voluntad de sobrevivir y reconstruir nuestras vidas. Hay una esperanza de que tal vez este verano pasado fue el útimo ataque mayor; que nunca màs la población de Gaza tendrá que ser forzada a sucumbir con tanto sufrimiento. Esperanza, pero no mucha fe.

a Shell-Shocked: On the Ground Under Israel’s Gaza Assault (Traumatizados por el bombardeo: en el lugar, durante el asalto de Israel a la Franja de Gaza). El libro que escribió Mohammed Omer, palestino, periodista y habitante, con su familia, en la Franja.
Ahora, un año después de la última guerra en Gaza, me encuentro a mí mismo reflexionando acerca de mi primer encuentro con Jalal Jundia. Fue durante el verano de 2014 cuando lo vi sentado encima de las ruinas de su hogar familiar, rodeado de polvo y escombros. Aunque procuraba permanecer calmo, me di cuenta que su rostro estaba surcado por líneas de sufrimiento. Como tantos en Gaza había perdido todo durante el asalto israelí, el más reciente de una serie de ataques que llegan con frecuencia predeterminable, cada 3 o 4 años. Jalal se preguntaba qué había sido de su esposa y seis hijos. ¿Adónde podría haber ido cuando se les destruyó el hogar por completo? ¿Estarían a salvo? Estaban atrapados en Gaza y no podían abandonar la franja. Todo lo que podían hacer era esperar a que los bombardeos terminen y rogar porque venga un tiempo en que los drones no ocupen màs el cielo. Tal vez para entonces habría suficiente paz como para que su familia pudiera reconstruir e intentar un retorno a alguna suerte de vida normal.

Un año después, Jalal sigue sin hogar. Su casa no ha sido reedificada y su familia sobrevive, apenas es sobreviviente. En cuanto a mí mismo, trato de permanecer optimista, lo cual no deja de ser una proeza en esta cáscara en ruinas que alguna vez fue un enclave costero hermoso y autosuficiente. Nuestra realidad depende enteramente de la determinación de Israel de desplazarnos de nuestros hogares para siempre. Despuès de la purga de 1947 y 1948, que fue una limpieza étnica de habitantes no judíos expulsados de los territorios que Israel ansiaba para sí y que no habían sido cedidos por la ONU, la Franja de Gaza se convirtió en un territorio seguro para decenas de miles que huían de las matanzas que las bandas del Irgun, del Stern y de Lehi llevaban a cabo. Eran organizaciones que se definían a sí mismas como terroristas, y fueron las antecesoras del ejército, la policía y los servicios secretos (Shin Bet) del Israel actual. Entretanto, nuestros mayores actuales, los hombres, mujeres y niños que huyeron antes de que llegaran las milicias sionistas, todavía conservan consigo las llaves de los hogares que les fueron arrebatados. Esas llaves representan una esperanza y una determinación. Tienen la esperanza de volver un día al hogar.

En las secuelas de este último ataque, la enorme mayoría de los niños de Gaza han quedado traumatizados. Continuamos viviendo bajo estado de sitio, limitados en cuanto a qué comprar, exportar, importar. No podemos ir a otros sitios y resulta muy difícil para la gente llegar a visitarnos. Escuchamos resignadamente como activistas de derechos humanos festejan el que ’nosotros los palestinos podemos resistir la agresión’, simplemente porque hemos sobrevivido hasta ahora. Esto puede ser cierto pero plantea la cuestión: ¿por què tendríamos que estar forzados a continuar soportando esta miseria? La Segunda Guerra Mundial duró seis años; el asalto del Tercer Reich y su limpieza étnica de aquellos que condenó como indeseables duró doce años. Nuestra opresión ha durado hasta ahora 67 años, haciendo de la ocupación israelí de Palestina uno de las más largas de la historia.

Cada minuto de cada día vivimos una realidad distorsionada, una catástrofe llevada a cabo por el hombre a efectos de proteger y guardar como reliquia una peculiar manifestación de racismo abierto que garantiza privilegios y vida únicamente sobre la base de religión y raza, que niega, precisamente, que existan. Su propósito es hacer insoportables las vidas de aquellos de nosotros que pertenecemos a la raza y/o a la religión no favorecida. El objetivo que tienen es forzarnos a que “voluntariamente” abandonemos nuestro propio país, los negocios, la familia, los hogares, nuestra cultura y nuestros ancestros. La herramienta para semejante persecución es sistémica e infecta todos los aspectos de la vida. Abarca desde impedirnos que reconstruyamos nuestras viviendas hasta agresiones militares, asesinato de gente marcada, encarcelamientos, dietas para hambrearnos, reforzadas por el sitio y toda una ristra de castigos que deshumanizan y nos despojan de nuestros derechos. Y, ciertamente, los obstáculos para poder movernos; los muros y los puestos de control, por la “seguridad”.

Y pese a todo eso, nosotros estamos todavía. Es verdad. En Gaza encontramos algunos recursos para ir sobreviviendo. Nuestras mujeres reciclan los desechos de los materiales que han convertido a nuestros hogares en macetas. Los estudiantes retornan a sus escuelas deshechas por los bombardeos, igualmente empeñados en terminar su educación. Los libros retorcidos y maltrechos son rehechos, a los lapiceros se los repone juntando partes no desechadas. En la noche, los estudiantes leen sus textos a la luz de velas. El corte tan frecuente de gas, agua y electricidad es otra de las realidades cotidianas en la Franja. Y así la vamos llevando, concentrándonos en lo más básico y embarrándonos con orgullosa determinación. Somos humanos, con sueños y pesadillas, tan fuertes y tan vulnerables como todos. Nos enorgullecemos de nuestra autosuficiencia y humildemente damos gracias a Dios por la ayuda de otros en tanto mantenemos la esperanza y rogamos por justicia.

Justicia que tiene que llegar. Cada vez que Jundia me ve me pregunta cuándo Occidente, que siempre está pontificando sobre democracia y existencialismo vinculado con los derechos humanos, va a actuar haciendo respetar sus ideales. ¿No escuchan acaso los ataques de Israel a la Franja de Gaza? Sus ojos buscan en mí un poco de esperanza. Sabe que yo he estado fuera de la Franja y que he hablado a menudo con gente influyente de Occidente. A menudo, me siento incapaz de encontrarme con su mirada de asombro. Soy consciente que los poderes occidentales se preocupan poco y nada de los sufrimientos humanos si acaecen en Gaza. Aquí, se siente fácilmente que los casi dos millones de habitantes de la Franja no existen. No puedo franquearle esta verdad tan perturbadora a Jundia. Màs bien, fortalezco su esperanza asegurándole que voy a continuar compartiendo este historia con el mundo. Le prometo que su voz se va a oír.

Como Jundia, soy un residente de Gaza y sufro a través de los ataques diarios, así como los ataques mayores que sobrevienen cada pocos años. Ésta ha sido mi experiencia de vida, primero como niño, luego como joven y ahora como padre y esposo; nací unos años antes de lo que resultó la primera intifada [1987]. Al día de hoy cuatro generaciones han vivido durante esta ocupación. La mayoría de nosotros en la Franja de Gaza no han conocido nada más. Ahora, el último ataque, el mayor, está un año atrás de nuestras vidas. Durante 51 días en el verano pasado, soportamos una devastación inexpresable. Con cada ataque emergíamos màs compactamente unidos, más resilientes y determinados. Estamos unidos por esta voluntad de sobrevivir y reconstruir nuestras vidas. Hay una esperanza de que tal vez este verano pasado fue el último ataque mayor; que nunca màs la población de Gaza tendrá que ser forzada a sucumbir con tanto sufrimiento. Esperanza, pero no mucha fe.

Publicado en Palestinos / israelíes

El callado (y peor, negado) envenenamiento del país

Publicada el 03/08/2015 - 16/10/2015 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández /

En una nota reciente, “Buenos modales para atender (o escamotear) lo atroz” registramos un rasgo que entendemos caracteriza al Uruguay actual; una cierta dificultad autocrítica o incluso una cierta autocomplacencia… y cuando registramos este rasgo, procuramos desnudarlo por su inadecuación con la realidad, por su falsedad manifiesta o por su patética pretensión de creerse mejores de lo que realmente somos (elija el lector la lectura que prefiera).

Aquella nota versaba sobre el estado del agua y remataba con comentarios de otros autores apuntando a esa conducta de Public Relations y de su efecto contraproducente.

Trataré ahora de abordar el tema del envenenamiento del territorio uruguayo, algo por otra parte íntimamente relacionado con el estado de sus aguas, pero que reconoce, empero, una cierta especificidad.
Primero unos datos cronológicos, que entiendo reveladores.

Hay dos estados únicamente en el planeta que iniciaron cultivos transgénicos en el s. XX: EE.UU. y Argentina, en ese orden. El promotor en ambos fue el USDA (United States Department of Agriculture), el Ministerio de Agricultura de EE.UU., con su teoría de las ventajas comparativas.

Pasado el período soviético, los think tanks de EE.UU (y de otros centros de poder planetario) se dedicaron a diseñar una política global. Financiera, industrial, educativa, sanitaria, militar, y también una política alimentaria… mundial. La década de los ’90, que consideraron el reinicio de un unicato american, los encontró diseñando, por ejemplo, la urbanización de la India (¡proyectando el traslado de unos 500 millones de campesinos! en un país que no es el de ellos…) y diseñando el suministro global de granos “con las praderas estadounidenses y las pampas argentinas”. Afortunadamente, tanta estulticia no pudo con la realidad.

Pero obtuvo sí muchos logros parciales. Como la transgenetización generalizada de la soja primero y el maíz después, en EE.UU. y en Argentina. Aquí se inaugura la soja transgénica en 1996, aprobando “las formalidades” del caso (decretos del P. Ejecutivo), valiéndose incluso de textos escritos en inglés… tanto era el apuro por concretar. Por entonces se barajaban otros proyectos de vegetales transgénicos, como el tomate, finalmente descartados (y siempre quedó en la bruma sobre si se trataba de lácteos transgénicos el episodio trágico con la muerte de dos operarios de un tambo hipermoderno en Azul).

En 2010 se concreta en Argentina la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, fundamentalmente dedicada al relevamiento de enfermedades en las áreas sojeras. Habían pasado 14 años desde la implantación de los cultivos GM y el aumento de malformaciones congénitas, alergias, trastornos coronarios y respiratorios, y sobre todo enfermedades asentadas en la sexualidad de los más pequeños era ya inocultable. En los órganos sexuales se podía registrar cáncer de testículos, de ovarios y úteros; hipospadias, baja de los niveles de testoterona, baja de calidad espermática en el caso de los varoncitos y endometriosis, abortos espontáneos y anencefalias en el sexo femenino. Y en general, pérdida de capacidad de concentración, cánceres de los más diversos.

La frecuencia de la aparición de tales anormalidades se hizo altísima, a veces duplicando, triplicando, quintuplicando las estadísticas “tradicionales” (cuando las había). Hay poblaciones que se han hecho tristemente célebres por la invasión de la fumigación aérea: La Leonesa (Chaco), Ituzaingo (Córdoba), Salta… En dicha provincia, en 2013, se registraba el increíble porcentaje de 19% de abortos espontáneos… para humanos y “en algunas zonas”• hasta un 100% de abortos espontáneos en cabras.

Pero ya sabemos que en los países periféricos, mentalmente colonizados, como nos enseñaba Carlos Vaz Ferreira, las verdades periféricas tienen menos valor que las mentiras metropolitanas:
«El pasado primero de mayo [2013], la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos [EPA] aumentó el nivel aceptable de residuos de glifosato en alimentos tras llegar a la conclusión, basada en estudios presentados por la empresa, de que «hay una certeza razonable de que no causará perjuicios en la población en general ni en los bebés y niños por su exposición acumulada».»

Este llamativo pasaje en el artículo escrito por dos corresponsales levantados por la prensa argentina contrasta con el testimonio que también se recoge en la misma nota, de una médica chaqueña: «María del Carmen Seveso, quien dirige desde hace 33 años las unidades de terapia intensiva y comisiones de ética en hospitales del Chaco, [y que] se alarmó al ver que, según certificados de nacimiento, los defectos congénitos de los bebés se habían cuadruplicado, de 19,1 a 85,3 por cada 10.000 nacimientos, desde que se aprobó la siembra de cultivos modificados genéticamente hace una década.» (ibíd.)

La Organización Mundial de la Salud de la ONU, OMS, terminó aceptando, en 2015, que el glifosato es cancerígeno… algo que había negado reiteradamente siguiendo la «doctrina EPA-Monsanto» de su inocuidad, como acabamos de ver con la cita de la nota de Warren y Psiarenko.

La soja transgénica y la consiguiente difusión del paquete agrotóxico data en Uruguay de 2002. La fumigación de los monocultivos forestales para fabricar celulosa es anterior.

Con lo cual, los plazos de contaminación nos están alcanzando. O ya nos alcanzaron. Con ese perverso mecanismo según el cual cuando se la descubre ya es tarde para remediarla.

Y con un agravante: Uruguay carece de la “generosidad” territorial que tiene Argentina. Entre nosotros, está todo más cerca… los cultivos fumigados y las poblacio-nes. Ya hemos visto penosos ejemplos como el de Toledo con su cantera casi en el patio de los vecinos, para sufrir un miniensayo de minería de gran porte a cielo abierto.

Pero claro que en “el paisito” tenemos nuestras defensas, como señala un crítico: “[…] no hay registro de enfermedades que podrían estar relacionadas con la actividad industrial, porque no se hacen conocer los datos de cáncer relevados en los últimos años, u otras enfermedades, glandulares, respiratorias, sus causas posibles.”

Esta omisión de estudios epidemiológicos, que en Argentina constituyó una política, no tenemos porqué pensar que en Uruguay obedece a otros motivos; por el contrario, pensamos que obedece al mismo cuidadoso descuido, a la misma deliberada negligencia, a calificar, por ejemplo, el paro cardiorrespiratorio como “causa de muerte” cuando es claramente consecuencia.

Pero en lugar de alarmarnos por la ausencia de elementos de análisis, hay quienes se sienten orgullosos: “[…] Uruguay está en un proceso dinámico de transformación, con aumentos notables de productividad en algunos rubros más que en otros. Nuestro país se especializa cada vez más en actividades intensivas en el uso de recursos naturales. Ésa es la clave de la inserción internacional del Uruguay.” Así nos arenga el actual ministro de Agricultura y Ganadería, Tabaré Aguerre. (ibíd.)

Pocas veces más ajena la consigna, tan frecuentemente invocada, “Uruguay país natural”.
El acento que el ministro neomenemista Aguerre pone en la productividad (en dólares) nos permite dimensionar cuán lejos estamos de las coordenadas culturales de la década del ’60, cuando llegaran al Uruguay los pollos “doble pechuga”, inflados con hormonas –gran invento made in USA− que la sociedad resiste, o cuando aparece, aproximadamente en la misma época, un edulcorante “revolucionario”, el ciclamato, y nuestros bromatólogos piden la prohibición de tal aditivo porque ya entonces había numerosos informes (EE.UU., Suecia) que lo consideraban cancerígeno.

Sin embargo, el abajo se está moviendo… Cuando hace apenas un mes, el gobierno exhibe su gabinete de trabajo en la ciudad de Dolores, Soriano, vecinos plantean su inquietud por el avance de cánceres y alergias, enfermedades cuyo aumento es típico precisamente en los casos de contaminación por agrotóxicos.
Hay un cambio significativo en los destinatarios de las intoxicaciones. Hasta no hace mucho se registraban intoxicaciones entre los operarios con agrotóxicos. Hoy, nos lo dice Eduardo Egaña a cargo del laboratorio de Residuos de Plaguicidas de la Intendencia de Montevideo, “más que afectarse al trabajador que coloca el plaguicida hay una contaminación ambiental.” Lo cual significa que el uso de agrotóxicos se ha ampliado “industrialmente”, sus efectos alcanzan ahora más directamente a todo el ambiente, humanos incluidos.
En Guichón, nada menos que 15 mujeres perdieron sus embarazos durante una única zafra… sojera. Pero las autoridades no han logrado establecer como causa la creciente difusión de agrotóxicos. Federico Gyurkovits registra que los vecinos, con sorna mencionan dos “industrias pujantes” en Guichón. Pero no la sojera y la forestal. Sino la de purificadores y agua embotellada. Vecinos de Guichón presentaron a las autoridades nacionales un escrito explicando las características tanto de la soja GM como de las plantaciones de árboles para la elaboración de celulosa: “todo este paquete viene de la mano de un gigantesco cóctel de uso masivo e indiscriminado de agrotóxicos.”

Tales “cultivos llegan hasta escasos metros de las cuencas y microcuencas hídricas, que es desde donde se toma agua para las UPA [usinas potabilizadoras de agua][…] las mismas tienen un sistema de piletas de decantación que se encuentra a cielo abierto. Las plantaciones llegan hasta 40 metros de la planta potabilizadora y 30 metros del arroyo del que se toma el agua, no existiendo legislación al respecto que regule esta situación, que es por demás preocupante, dado que no se hace desde los organismos competentes análisis que detecte residuos de agrotóxicos en agua”.

DINAMA contestó tranquilizadoramente: “No existe traza de contaminación, esto no significa que tengamos el 100 por ciento de seguridad de que no haya contaminación. Por eso se harán nuevos controles en los períodos de preparación de los cultivos y cuando éstos requieran aplicaciones de agroquímicos.” En buen romance, ¡tomaron las muestras cuando no hay descargas de agrotóxicos! Así da fácil, y por eso tan precautoriamente se cubrieron con lo de “no significa que tengamos el 100% de seguridad”…

“La cuenca del Río Santa Lucía tiene una enorme importancia estratégica para la sociedad uruguaya, ya que es la principal fuente de abastecimiento hídrico: provee de agua potable al 60% de la población de todo el país. Desde hace varios años, muchos expertos han advertido sobre el exceso de nutrientes (especialmente fósforo y nitrógeno) en los cursos de agua de la cuenca del Río Santa Lucía. A raíz de esto, se ha dado un fenómeno llamado floración de cianobacterias, que podría potencialmente perjudicar la salud de la población. […] Ahora estamos frente a un proceso, en el cual la agroindustria ha generado una contaminación tan grande del ambiente, […] y a su vez los controles que hay fallan permanentemente.”

Quien esto afirma es Federico López Romanelli, documentalista, entrevistado por Ma. Eugenia Nuñez. Entonces, ¿fallas de DINAMA?
López Romanelli, continúa con este testimonio: «En el último canotaje que hice en lo que va del tramo de San Ramón hasta Rincón de Conde, encontré 32 cubiertas de vehículos adentro del agua e infinidad de bolsas. En Semana de Turismo, desde Fray Marcos a San Ramón, encontré 15 trasmallos. El trasmallo está prohibido y ésa es otra forma de agredir el ambiente […] contribuyendo a la desaparición de la fauna marina».
Nuñez comenta a continuación: «la OSE se equivocó en no aclarar y ocultar lo que realmente pasaba con el agua del río. «Yo sé que la OSE tiene que lidiar con todo esos productos químicos que hay en al agua, y a veces no tiene la infraestructura para hacerlo», señala. Y agrega: «Yo no culpo a la OSE, pero no tendría que haber dicho que no había ningún problema. Ese fue el gravísimo error que cometió la OSE para con todos nosotros. Nos mintieron.»

Vecinos se agrupan en asambleas locales, regionales reclamando agua potable porque no se confía en el agua disponible (¡en un país que contaba con tener entre las mejores corrientes de agua del planeta!) y ante este reclamo, lógico tras tener que recibir como agua corriente o potable, agua en mal estado, contaminada o con mal olor, “las autoridades” aseguran que “El cuidado ambiental es irrenunciable para el gobierno”.
Y encontramos hasta delirios uruguayocéntricos que nos acunan con que “afuera todo es oscuridad y turbulencias; Uruguay puede dar otro ejemplo” […] Uruguay puede mostrar al mundo […] cómo construir una sociedad desarrollada con la mejor calidad de aire y agua del planeta.”

Eso que tuvimos, y que no tenemos, que seguramente estaba entre lo mejor del planeta, ¿no sería bueno mostrárselo al Uruguay y a sus habitantes primero? Y evitar lo que Carlos Reherman califica como “práctica del elogio desbocado”.

Notas:

1 Que había sido tan fugaz en su período anterior, desde 1945 hasta muy a principios de la década del ’50…

2 Salvando el planeta con plaguicidas y plásticos [sic, sic], Hudson Institute.

3 El Intransigente, Salta, «Intoxicación por fumigación en los cultivos, el asesino silencioso», 27/5/2013.

4 Michael Warren y Natacha Psiarenko, “Argentina: mal uso de los agroquímicos provoca problemas de salud», infobae, Buenos Aires, 21/10/2013.

5 Aunque en Argentina los OGMs se implantaron hace casi 20 años en algunas provincias, como en Chaco o Salta, los comienzos transgénicos fueron más tarde.

6 Marco Rojo, “De estos polvos… futuros lodos. Medio ambiente. Informe opinativo”. Reunión/charla de difusión en Minas. 15 junio 2015 (posta portenia, no.1425, 30/6/2015).

7 Véanse investigaciones de Darío Gianfelici, médico, en Entre Ríos. Como, por ejemplo, “El impacto del monocultivo de soja y los agroquímicos sobre la salud”, en futuros, no 12, Río de la Plata, 2008.

8 Tomer Urwicz, “Una plaga dura de tragar”, El País, Montevideo, 20 jun 2015.

9 La Diaria, 29 julio 2014.

10 El Telégrafo, Paysandú, 31 diciembre 2012.

11 http://apiculturauruguay.blogspot.com.ar/, Ma. Eugenia Nuñez, “Nueva advertencia sobre la altísima contaminación de la cuenca del río Santa Lucía” 21 jun 2015. .

12 Ministra Eneida de León, La República, 6 jun 2015. 

13 Eduardo Blasina, “El reloj del apocalipsis”, El Observador, 31 enero 2015.

14 “Imperativo de la gestión cultural”, henciclopedia, 2015.

Publicado en General

«Lo que nos da ‘El sionismo en el tiempo presente’ de Gadi Algazi y lo que nos falta

Publicada el 02/08/2015 - 02/08/2015 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández.

El artículo de Gadi Algazi «El sionismo en el presente» (Zionism in the Present Tense) analiza el sionismo tal cual es, es decir descartando cualquier abordaje ideológico o doctrinario concentrándose, como declara su autor, en «las formas que utiliza las estructuras de poder existentes».

El autor tiene además la honestidad intelectual de encarar un período posterior a 1967 y otro anterior.
Y nos demuestra como la ideología sionista, en manos de un sacerdocio laico (e innombrable, o en todo caso recubierto de fraseología «socialista» o puramente sionista) ha ido creando una oscura trama de poder, inalcanzable para toda institucionalidad democrática.

Nos revela así que el Estado de Israel es hoy una plutocracia carente de controles democráticos, donde los que toman decisiones −sobre la política agraria y urbana, por ejemplo (y nada menos)−, van «eludiendo la responsabilidad de la participación política y democrática», tejiendo una «alianza informal estrecha entre funcionarios oficiales estatales y las organizaciones sionistas, una alianza que mina el control democrático». Eso le permita a organizaciones como la Organización Sionista Mundial, la Agencia Judía y el Keren Kayemet (Fondo Nacional Judío) «renunciar a la responsabilidad para externalizar los costos y mantener la discriminación [contra palestinos en primer lugar, pero también, con menos contundencia, contra mizrajis y falashas] oculta.»

Con este abordaje, Algazi no toma siquiera en consideración el presunto valor de la Kneset y su cuerpo de leyes y nos revela en cambio la escasísima democraticidad del Estado de Israel, que se autodistingue proclamando ser, precisamente “lo democrático” de la región. Quienes entendemos que el engendro sionista ha devenido un verdadero y temible monstruo ético, político, ideológico, podríamos agradecer el trabajo de Algazi.

Ocurre sin embargo, que algunos de sus enfoques carecen, a mi modo de ver, de suficiente claridad o tal vez pagan tributo a cierta benevolencia con el hecho israelí, que afortunadamente no es propia de muchos judíos que han tomado radical distancia del experimento sionista (pienso en historiadores desenmascaradores como Ilan Pappé o Israel Shahak, en los Neturei Carta, en otros religiosos judíos como Yeshayahu Leibovitz o Jakov Rabkin y tantos, tantos otros).

Algazi nos dice, por ejemplo, luego de desentrañar esos mecanismos de poder ocultos que han pergeñado el invento sionista, que “para lograr la reconciliación histórica con el pueblo palestino, la colonización debe parar, tanto en los territorios ocupados como dentro de Israel.” Y continúa: “Las instituciones que la motorizan [a la colonización], como la Agencia Judía, la OSM y el KKL [Fondo Nacional Judío, que a veces en hebreo se denomina con una tercera palabra; Keren Kayemet Leisrael], deben irse.“

Algazi remata su análisis impugnando la lógica de las redes sionistas adosadas al estado israelí que bloquean toda democraticidad, proponiendo en cambio “alianzas sociales que estén por encima de divisiones étnicas, alianzas que ofrezcan a los palestinos plena igualdad”.

Tal vez este camino habría sido el apropiado cuando el sionismo, en las primeras décadas del s XX, aunque no se conformaba con un hogar judío dentro de un estado ajeno, aceptaba una convivencia de facto, y luchaba por implantarse. Pero hoy en día, el estado sionista no sólo asesina, sigue asesinando, a miles de palestinos, los machaca a diario mediante un régimen de doble vara todavía más opresivo que el del apartheid como lo han advertido algunos sudafricanos; lleva adelante desde hace décadas una cerebral política de humillación, maltrato, abuso, un etnocidio en suma.

Baste algún ejemplo de este ya longevo tratamiento con doble rasero: el agua está racionada a razón de 300 litros por israelí y 70 o 40 litros por palestino, según las regiones. El resultado es que, como lo han denunciado entre incrédulos e indignados varios periodistas como Genaro Carotenuto, los israelíes disponen de piscinas en el desierto o lavan sus autos con generosidad, en tanto los palestinos tienen un racionamiento extremo, con algunas “vueltas de tuerca”, como que les llega contaminada (porque los ataques sionistas tienen entre sus primeros objetivos, arruinar las instancias de potabilización). Prohíben a la población nativa hasta recoger el agua de lluvia (los militares rompen las piletas que algún vecino construya), pero además, mientras el estado destruye depósitos para lluvia (las muy ocasionales lluvias de un clima reseco), los colonos perforan a balazos los ocasionales depósitos del vital y escaso elemento cerrando el círculo infernal con envidiable espontaneidad [foto]. No conformes con ello, en el sur desde tierras próximas a Bersheva o Qiriat Gat se “organizan” los efluentes de sus poblaciones para que fluyan hacia la Franja de Gaza; los palestinos tienen que encargarse de derivar esos efluentes hacia el Mediterráneo luego de ver cómo se contaminan sus escasas tierras.

Con tanto vejamen, con tanto abuso, con tanto deterioro de la vida cotidiana de la población palestina; lo que le insume a un israelí 20 minutos de traslado, le lleva a un palestino 4, 5 o 6 horas pasando por quebradísimas calles en pésimo estado, plagada de puestos militares de control.

Acosados a diario y baleados o bombardeados con pavorosa frecuencia (2000, 2006, 2009, 2012, 2014…), ¿cómo podemos imaginar que los palestinos sobrevivientes estarán encantados de encarar una relación en “plena igualdad” con los judíos, como postula Algazi?

Lo que necesitamos ahora es que judíos se decidan a parar, con todo el peso de la ley, esa política racista, supremacista. Que se visualicen delitos y que se empiece a juzgar a torturadores, cerebrales o físicos. Porque es un delito matar jugando al blanco con natives pero también es un delito desgajar àrboles (frutales, olivos), despojar a familias de su vivienda y adueñarse de ella, dejando a los desalojados en la calle, a pocos metros; es un delito la política del agua de la hicimos una sucinta presentaciòn.

Las propuestas de Algazi son, ante la tragedia edificada por el sionismo (con las mejores intenciones, claro), totalmente insuficientes. Como si Algazi, aun lúcido desnudando la trama del poder oculto sionista, no advirtiera la profundidad del daño moral y material que ese sionismo ha hecho colonizando Palestina.
Han hecho demasiado daño para poder recuperar la sonrisa y el diálogo. El sionismo ha creado, demasiados “hechos consumados” (una política de la que varios dirigentes del estado sionista −a cual más halcón− se han vanagloriado).

Sus atrocidades no cuestionan ni remiten al último abuso, sino, como dice el mismo Algazi, se remontan al hecho colonial. Con lo cual, nuestro autor llega en 2015 a lo que Maxime Rodinson −francés, judío, comunista− había llegado en la década de los ‘60 : que la empresa sionista era colonialista. Algo que desesperó a sionistas que se sintieron “traicionados” por un judío cuando tanta progresía los apoyaba y que fue claramente entendido por árabes. El planteo de Rodinson despejó la cuestión respecto de si se trataba de una lucha religiosa o racial, como se había pretendido hasta entonces, tantas veces…

Por cierto que aquí nos encontramos con una dificultad mayor. El colonialismo ha sido la llave de implantación de muchos de los principales estados contemporáneos. Todos los países americanos, del norte y del sur, provienen del despojo, y a menudo del genocidio de las poblaciones aborígenes. Atrocidades del mismo carácter aunque no necesariamente del mismo orden, se han procesado en África o en Asia (en esos continentes las poblaciones autóctonas, en la mayor parte de los casos, mantuvieron, mal que bien, la representación política).

Los judíos sionistas no han hecho, para apropiarse de la tierra cananea sino planes similares al establecimiento (settlement) que a los británicos, por ejemplo, les permitiera hacer su nueva Inglaterra en América o su nueva Gales del Sur en Australia o su Sudán Anglo-Egipcio en África…

¿Por qué no podría el sionismo llevar a cabo similar establecimiento? (lo han hecho, sólo que la crítica a tal empresa ha sido y es muy fuerte, y está hoy muy presente…). Porque hay por los menos dos diferencias sustanciales entre la colonización sionista y la expansión europea. Una puramente temporal o cronológica, la otra tiene que ver con lo que llamaríamos filosóficamente una cuestión de universalidad virtual.

1. El ensanche europeo se fue llevando a cabo, destrozando culturas y cuerpos aborígenes, entre los siglos XV y fines del XIX. Hasta entonces, se repartían territorios y seres humanos como si fueran objetos o animales. En Argentina, por ejemplo, en 1879 se consuma “la conquista del desierto” que es el sometimiento de nativos al orden de la nación de origen europeo, bajo la forma de la servidumbre, el trabajo forzado y la muerte. Ni en la designación del operativo militar aparece un nombre, un calificativo humano para tales poblaciones.
2. El sionismo encara su empresa colonizadora [settlement] sin agregar el rasgo redentor que solía exhibir la colonización europea apelando a la “cristianización”. Se trata de un rasgo, que al menos invoca una universalidad que no cabe con el judaísmo sionista (aun cuando en el pasado haya habido, ciertamente un judaísmo proselitista). Para asentarse en Palestina, “la tierra de Israel”, el sionismo necesitaba judíos y solo judíos.

Un requisito que ab ovo echa por la borda toda convivencia. Por eso es que, con el tiempo, el mal llamado apartheid en Palestina-Israel es, como dijimos, peor, que el implantado en Sudáfrica: aquí se quería el apartheid porque se contaba con la población aborigen. Claro que como sirvienta, como subalterna, como mano de obra. Pero como algo. Los racistas blancos que se impusieron en Sudáfrica, no soñaban con un país blanco sino con dos países; uno blanco, encima y otro negro, debajo.

El sueño sionista es otro. El ejemplo de la central sindical fundada en Palestina en la década del ’20 es ilustrativo: sólo admite la afiliación de obreros judíos. Cuando en esos comienzos, antes del destrozo sistemático y generalizado de la sociedad palestina, existía un proletariado palestino, a menudo tan apto como el judío (o más), la Histadrut percibió que muchos patEl artículo de Gadi Algazi «El sionismo en el presente» (Zionism in the Present Tense) analiza el sionismo tal cual es, es decir descartando cualquier abordaje ideológico o doctrinario concentrándose, como declara su autor, en «las formas que utiliza las estructuras de poder existentes»

El autor tiene además la honestidad intelectual de encarar un período posterior a 1967 y otro anterior.
Y nos demuestra como la ideología sionista, en manos de un sacerdocio laico (e innombrable, o en todo caso recubierto de fraseología «socialista» o puramente sionista) ha ido creando una oscura trama de poder, inalcanzable para toda institucionalidad democrática.

Nos revela así que el Estado de Israel es hoy una plutocracia carente de controles democráticos, donde los que toman decisiones −sobre la política agraria y urbana, por ejemplo (y nada menos)−, van «eludiendo la responsabilidad de la participación política y democrática», tejiendo una «alianza informal estrecha entre funcionarios oficiales estatales y las organizaciones sionistas, una alianza que mina el control democrático». Eso le permita a organizaciones como la Organización Sionista Mundial, la Agencia Judía y el Keren Kayemet (Fondo Nacional Judío) «renunciar a la responsabilidad para externalizar los costos y mantener la discriminación [contra palestinos en primer lugar, pero también, con menos contundencia, contra mizrajis y falashas] oculta.»

Con este abordaje, Algazi no toma siquiera en consideración el presunto valor de la Kneset y su cuerpo de leyes y nos revela en cambio la escasísima democraticidad del Estado de Israel, que se autodistingue proclamando ser, precisamente “lo democrático” de la región. Quienes entendemos que el engendro sionista ha devenido un verdadero y temible monstruo ético, político, ideológico, podríamos agradecer el trabajo de Algazi.

Ocurre sin embargo, que algunos de sus enfoques carecen, a mi modo de ver, de suficiente claridad o tal vez pagan tributo a cierta benevolencia con el hecho israelí, que afortunadamente no es propia de muchos judíos que han tomado radical distancia del experimento sionista (pienso en historiadores desenmascaradores como Ilan Pappé o Israel Shahak, en los Neturei Carta, en otros religiosos judíos como Yeshayahu Leibovitz o Jakov Rabkin y tantos, tantos otros).

Algazi nos dice, por ejemplo, luego de desentrañar esos mecanismos de poder ocultos que han pergeñado el invento sionista, que “para lograr la reconciliación histórica con el pueblo palestino, la colonización debe parar, tanto en los territorios ocupados como dentro de Israel.” Y continúa: “Las instituciones que la motorizan [a la colonización], como la Agencia Judía, la OSM y el KKL [Fondo Nacional Judío, que a veces en hebreo se denomina con una tercera palabra; Keren Kayemet Leisrael], deben irse.“

Algazi remata su análisis impugnando la lógica de las redes sionistas adosadas al estado israelí que bloquean toda democraticidad, proponiendo en cambio “alianzas sociales que estén por encima de divisiones étnicas, alianzas que ofrezcan a los palestinos plena igualdad”.

Tal vez este camino habría sido el apropiado cuando el sionismo, en las primeras décadas del s XX, aunque no se conformaba con un hogar judío dentro de un estado ajeno, aceptaba una convivencia de facto, y luchaba por implantarse. Pero hoy en día, el estado sionista no sólo asesina, sigue asesinando, a miles de palestinos, los machaca a diario mediante un régimen de doble vara todavía más opresivo que el del apartheid como lo han advertido algunos sudafricanos; lleva adelante desde hace décadas una cerebral política de humillación, maltrato, abuso, un etnocidio en suma.

Baste algún ejemplo de este ya longevo tratamiento con doble rasero: el agua está racionada a razón de 300 litros por israelí y 70 o 40 litros por palestino, según las regiones. El resultado es que, como lo han denunciado entre incrédulos e indignados varios periodistas como Genaro Carotenuto, los israelíes disponen de piscinas en el desierto o lavan sus autos con generosidad, en tanto los palestinos tienen un racionamiento extremo, con algunas “vueltas de tuerca”, como que les llega contaminada (porque los ataques sionistas tienen entre sus primeros objetivos, arruinar las instancias de potabilización). Prohíben a la población nativa hasta recoger el agua de lluvia (los militares rompen las piletas que algún vecino construya), pero además, mientras el estado destruye depósitos para lluvia (las muy ocasionales lluvias de un clima reseco), los colonos perforan a balazos los ocasionales depósitos del vital y escaso elemento cerrando el círculo infernal con envidiable espontaneidad [foto]. No conformes con ello, en el sur desde tierras próximas a Bersheva o Qiriat Gat se “organizan” los efluentes de sus poblaciones para que fluyan hacia la Franja de Gaza; los palestinos tienen que encargarse de derivar esos efluentes hacia el Mediterráneo luego de ver cómo se contaminan sus escasas tierras.

Con tanto vejamen, con tanto abuso, con tanto deterioro de la vida cotidiana de la población palestina; lo que le insume a un israelí 20 minutos de traslado, le lleva a un palestino 4, 5 o 6 horas pasando por quebradísimas calles en pésimo estado, plagada de puestos militares de control.

Acosados a diario y baleados o bombardeados con pavorosa frecuencia (2000, 2006, 2009, 2012, 2014…), ¿cómo podemos imaginar que los palestinos sobrevivientes estarán encantados de encarar una relación en “plena igualdad” con los judíos, como postula Algazi?

Lo que necesitamos ahora es que judíos se decidan a parar, con todo el peso de la ley, esa política racista, supremacista. Que se visualicen delitos y que se empiece a juzgar a torturadores, cerebrales o físicos. Porque es un delito matar jugando al blanco con natives pero también es un delito desgajar àrboles (frutales, olivos), despojar a familias de su vivienda y adueñarse de ella, dejando a los desalojados en la calle, a pocos metros; es un delito la política del agua de la hicimos una sucinta presentaciòn.

Las propuestas de Algazi son, ante la tragedia edificada por el sionismo (con las mejores intenciones, claro), totalmente insuficientes. Como si Algazi, aun lúcido desnudando la trama del poder oculto sionista, no advirtiera la profundidad del daño moral y material que ese sionismo ha hecho colonizando Palestina.
Han hecho demasiado daño para poder recuperar la sonrisa y el diálogo. El sionismo ha creado, demasiados “hechos consumados” (una política de la que varios dirigentes del estado sionista −a cual más halcón− se han vanagloriado).

Sus atrocidades no cuestionan ni remiten al último abuso, sino, como dice el mismo Algazi, se remontan al hecho colonial. Con lo cual, nuestro autor llega en 2015 a lo que Maxime Rodinson −francés, judío, comunista− había llegado en la década de los ‘60 : que la empresa sionista era colonialista. Algo que desesperó a sionistas que se sintieron “traicionados” por un judío cuando tanta progresía los apoyaba y que fue claramente entendido por árabes. El planteo de Rodinson despejó la cuestión respecto de si se trataba de una lucha religiosa o racial, como se había pretendido hasta entonces, tantas veces…

Por cierto que aquí nos encontramos con una dificultad mayor. El colonialismo ha sido la llave de implantación de muchos de los principales estados contemporáneos. Todos los países americanos, del norte y del sur, provienen del despojo, y a menudo del genocidio de las poblaciones aborígenes. Atrocidades del mismo carácter aunque no necesariamente del mismo orden, se han procesado en África o en Asia (en esos continentes las poblaciones autóctonas, en la mayor parte de los casos, mantuvieron, mal que bien, la representación política).

Los judíos sionistas no han hecho, para apropiarse de la tierra cananea sino planes similares al establecimiento (settlement) que a los británicos, por ejemplo, les permitiera hacer su nueva Inglaterra en América o su nueva Gales del Sur en Australia o su Sudán Anglo-Egipcio en África…
¿Por qué no podría el sionismo llevar a cabo similar establecimiento? (lo han hecho, sólo que la crítica a tal empresa ha sido y es muy fuerte, y está hoy muy presente…). Porque hay por los menos dos diferencias sustanciales entre la colonización sionista y la expansión europea. Una puramente temporal o cronológica, la otra tiene que ver con lo que llamaríamos filosóficamente una cuestión de universalidad virtual.

1. El ensanche europeo se fue llevando a cabo, destrozando culturas y cuerpos aborígenes, entre los siglos XV y fines del XIX. Hasta entonces, se repartían territorios y seres humanos como si fueran objetos o animales. En Argentina, por ejemplo, en 1879 se consuma “la conquista del desierto” que es el sometimiento de nativos al orden de la nación de origen europeo, bajo la forma de la servidumbre, el trabajo forzado y la muerte. Ni en la designación del operativo militar aparece un nombre, un calificativo humano para tales poblaciones.
2. El sionismo encara su empresa colonizadora [settlement] sin agregar el rasgo redentor que solía exhibir la colonización europea apelando a la “cristianización”. Se trata de un rasgo, que al menos invoca una universalidad que no cabe con el judaísmo sionista (aun cuando en el pasado haya habido, ciertamente un judaísmo proselitista). Para asentarse en Palestina, “la tierra de Israel”, el sionismo necesitaba judíos y solo judíos.

Un requisito que ab ovo echa por la borda toda convivencia. Por eso es que, con el tiempo, el mal llamado apartheid en Palestina-Israel es, como dijimos, peor, que el implantado en Sudáfrica: aquí se quería el apartheid porque se contaba con la población aborigen. Claro que como sirvienta, como subalterna, como mano de obra. Pero como algo. Los racistas blancos que se impusieron en Sudáfrica, no soñaban con un país blanco sino con dos países; uno blanco, encima y otro negro, debajo.

El sueño sionista es otro. El ejemplo de la central sindical fundada en Palestina en la década del ’20 es ilustrativo: sólo admite la afiliación de obreros judíos. Cuando en esos comienzos, antes del destrozo sistemático y generalizado de la sociedad palestina, existía un proletariado palestino, a menudo tan apto como el judío (o más), la Histadrut percibió que muchos patrones judíos preferían asalariados palestinos. Seguían las leyes del capital y la ganancia, no las ideológicas; al obrero árabe-palestino se le pagaba hasta un tercio del pago legal (a judíos). La Histadrut encontró “la solución”: el tomador de trabajo, el capitalista, tenía que pagarles a todos el salario legal; sólo que el obrero judío lo recibía en la mano, al palestino la diferencia (a veces, dos tercios) le era retenido por el patrón y vertido a la Histadrut, directamente. En la Histadrut los árabes no tenían cabida, pero buena parte de la “obra social”, deportiva, de salud de la central sindical para sus afiliados judíos se edificó con esos fondos “palestinos”… Toda una alegoría de la relación forjada por el sionismo con los natives.

Patrones judíos preferían asalariados palestinos. Seguían las leyes del capital y la ganancia, no las ideológicas; al obrero árabe-palestino se le pagaba hasta un tercio del pago legal (a judíos). La Histadrut encontró “la solución”: el tomador de trabajo, el capitalista, tenía que pagarles a todos el salario legal; sólo que el obrero judío lo recibía en la mano, al palestino la diferencia (a veces, dos tercios) le era retenido por el patrón y vertido a la Histadrut, directamente. En la Histadrut los árabes no tenían cabida, pero buena parte de la “obra social”, deportiva, de salud de la central sindical para sus afiliados judíos se edificó con esos fondos “palestinos”… Toda una alegoría de la relación forjada por el sionismo con los natives.

Publicado en Palestinos / israelíes

Izquierda, baluarte de la derecha

Publicada el 27/07/2015 - 02/08/2015 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández.

1.
En 1973 durante la huelga general que contestó al segundo golpe o a la segunda etapa del golpe de estado que sufríamos en Uruguay, escribì un ensayo titulado “Izquierda: ¿baluarte de la derecha?” que presenté en lo que resultó ser el último concurso de ensayos organizado por el semanario Marcha, dirigido por Carlos Quijano.
Sé que llegó a semifinales, gracias a una fortuita revelación de Carlos Martínez Moreno, jurado de ese y supe por él porqué se descartó un planteo tan impertinente para con tantas ideas tan auspiciadas y reclamadas por tantos doctos y doctores…

Porque a lo largo de mi análisis procuraba pasar revista a las coincidencias de los estilos de la izquierda con los de la derecha; por ejemplo en la usurpación de la representatividad, en los manejos sindicales antidemocráticos, en los conciliábulos a espaldas del siempre invocado pueblo… Analizando métodos de trabajo político.

Pero también circunstancias y episodios concretos; por ejemplo, los tupamaros conformándose con la promesa de salir liberados en semanas si encaraban una lucha común contra “la oligarquía” propuesta por militares supuestamente peruanistas; los comunistas ofreciéndose para acompañar el desempeño militar que juzgaban antioligárquico, pese a que los militares rechazaban semejante alianza (“nuestros caminos son irreconciliables”) hasta ser finalmente empujados a la clandestinidad (el 29 de junio, obsérvese bien, dos días después del golpe ahora también antilegislativo…).

Febrero de 1973 fue el canto de cisne de la inmensa mayoría de la izquierda uruguaya. La excepción dentro del Frente Amplio fue Carlos Quijano y sus acólitos de la minúscula Agrupación Nacionalista Demócrata Social; fuera del FA hubo algunos rechazos, lúcidos, como el de la ROE-OPR o los “chinos”… Otros resistentes al auge dictatorial, militarista, fuera de la izquierda, fueron Wilson Ferreira Aldunate o Amílcar Vasconcellos… pero no muchos màs…

En 1973, títulé entre signos de interrogación el penoso papel de la izquierda en Uruguay. 1

2.

2015. Ahora tenemos a Syriza, la fresca organización de izquierda griega que levantara tantas esperanzas contra el capitalismo rampante, sobre todo cuando con la dirección de Alexis Tsipras la población griega opta por enfrentar a “la troika” europea (CE, Comisión Europea es decir el órgano ejecutivo de la UE; BCE, Banco Central Europeo; y FMI, en rigor un órgano financiero que en EE.UU. se lo suele considerar propio aunque con participación accionaria de otros estados).

Así, el 5 de julio la mayoría de los griegos resiste el mandato de la UE. Con más del 60% contra el ajuste planteado, sin aceptar por ello, la salida del euro.

La UE dobla la apuesta y el 17 de julio −no habían pasado dos semanas− Tsipras destituye a diez ministros de su gabinete refractario al diktat europeo, y se aviene a cumplir con todo lo que le piden. Incluso, dirán los medios de incomunicación de masas, más de lo demandado.

Ese mismo día 17, Grecia firma con Israel un tratado militar de cooperación que incluye la presencia y formación de soldados griegos en Israel y de soldados israelíes en Grecia. Leyó bien: el mismo día en que Grecia acepta un estatuto subordinado y colonial dentro de Europa, instrumentado por lo que se había presentado como una partido de izquierda, ese mismo día, ese mismo gobierno, ese mismo “partido de izquierda” firma con el Estado de Israel, un SOFA (acuerdo de reciprocidad militar). La información oficial israelí aclara que: “Ésta es la primera SOFA que Israel firma con un país aliado que no sea Estados Unidos.” 2
No sabemos cuan preventivo puede haber sido el paso dado por el gobierno griego para firmar semejante acuerdo: se conoce de sobra cómo los soldados israelíes están entrenados para maltratar, abusar, vejar, torturar, población “blanco” e imaginamos que algunos en Grecia pueden tener interés en hacerse duchos con semejantes tratamientos dada la penuria económica a que está sometida la sociedad griega, que seguramente va a despertar resistencia. Pero eso no se compagina con un partido “de izquierda”.

Al ministro de Defensa griego, Panos Kammenos, de Syriza, el firmante del SOFA, no se le conocen muchas declaraciones. Agradeció, sí, por “la cooperación de seguridad que se traduce en la formación de nuestros soldados y oficiales […]”

El firmante israelí es su ministro militar, Moshe Yaalon, que declarara recientemente que no era el momento para descargar bombas nucleares en Irán, que llamó «virus» al movimiento Paz Ahora (de judíos incluso sionistas pero moderados) y «definió a los palestinos como un cáncer […]: «algunos dicen que puede ser necesario amputar órganos, pero por el momento estoy aplicando quimioterapia».» Este lenguaje, quitándole humanidad a los palestinos, por ejemplo (e incluso a judíos que no comulguen con el supremacismo) es muy significativo del camino emprendido por el sionismo, deshumanizando a sus objetores, y revelando en rigor, su propia falta radical de humanidad: sólo así se atreven a hacer lo que les hacen a los oriundos del territorio que han usurpado, eso sí, bíblicamente.

¿Y qué cuenta Grecia, los griegos a todo esto? No sólo por su formidable pasado remoto sino por su pasado reciente; resistiendo a los nazis, y aunque enceguecidos con el sueño comunista (sin saber −como les pasó a tantos− que era una pesadilla), resistiendo asimismo a Gran Bretaña, de Los Aliados al fin de la II GM. Y más tarde resistiendo a Turquía, con sus pretensiones de Gran Turquía…

En general, las teorías conspiranoicas ofrecen “certezas” que muy a menudo se revelan falsas. Por eso, uno no quiere creer en brujas, pero hay simultaneidades absolutamente desconcertantes…

notas:

1  Uruguay dista de ser excepción: en Argentina el PC acompañó con vehemencia a la dictadura de 1976, arguyendo que había otra esperando, peor. Más grave aun: la excelente analista Simone Weil nos explicó como en la década del ’30 el papel de los comunistas facilitó, en lugar de obstruir, el ascenso nazi…
2  http://www.israpresse.net/cooperation-militaire-israel-conclut-un-accord-avec-la-grece/

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