por Luis E. Sabini Fernández –
Argentina ha recibido la visita del emisario israelí Mike Pompeo.
Buen momento para preguntarse el porqué, el cuándo, y los motivos; los expresos y los subyacentes.
Y buen momento también para plantearse por qué un representante del gobierno de EE.UU. actúa aquí como emisario israelí.
No se trata, obviamente, de una visita protocolar por más que se invoque el aniversario del atroz atentado en la AMIA. Ese atentado, precisamente, implica a la comunidad judía, al EdI, y a la Argentina, obviamente.
Pompeo entonces viene a recoger los “dividendos” de las operaciones geopolíticas que se han tejido a partir de los atentados.
Del de la AMIA así como del atentado igualmente atroz y algo anterior en el tiempo contra la Embajda de Israel, del cual se habla mucho menos y también poco y nada se sabe.[1] Con la AMIA, la danza de sospechas ha andado por la policía local y las desavenencias o traiciones intrasirias en los ’80, cuando el descendiente de árabes sirios Carlos Menem se hacía de la presidencia argentina y Hafez Assad ejercía con mano de hierro el gobierno de una Siria presuntamente socialista. De todos modos, a poco de los atentados, con los servicios secretos de EE.UU. e Israel haciéndose cargo de “la investigación” sobrevino un cambio de “culpable”, hacia Irán, precisamente el país que desde 1979 Israel quiere borrar de la faz de la Tierra aduciendo que Irán quiere borrar al estado sionista del territorio palestino.
El establishment argentino, ratificando su condición periférica y subalterna, no dijo ni mu; aceptó el cambio de sospechoso prinicipal y actuó o procuró actuar en consecuencia (con el intento de juicio en territorio iraní, que despertara las iras de los represenantes coloniales).
Como la geopolítica es cambiante, ahora la Argentina ha recibido otro candidato a culpable; parece provenir de las mismas fuentes y Argentina hoy con la presencia de una presidencia que se identifica como una suerte de virreinato del poder globalizado, otra vez no dice ni mu. Se trata del Hezbollah; una organización libanesa que fue decisiva para desalojar a Israel de su ocupación de años en el país vecino, durante las últimas décadas del s XX. Israel no perdona esa derrota.
Así que los “investigadores”, que por lo visto más que investigar asignan culpas por razones geopolíticas, han optado por pergeniar dos responsables,con vínculos entre sí: la teocracia iraní y el Hezbollah libanés, igualmente musulmán.
Como se trata de un tejido geopolitico, los “investigadores” o sus chirolitas locales han agregado un tercer episodio o un tercer atentado; la muerte de A. Nisman, cuando todos los indicios y las pruebas han llevado a considerarlo un suicidio.
Suicidio que sobrevino al enfrentar Nisman su propio vacío en el caso… AMIA.
Pero el emisario israelí no viene a calibrar verdades. Sino poderes. Su finalidad no es buscar, aristotélicamente (no me hagan reír) la verdad sino satisfacer a la geopolítica israelí (que incluye “mover” a EE.UU. en el sentido deseable; desencadenando acciones militares, violencia, contra, por ejemplo, Irán. Algo problemático. Aunque el control legislativo y de la Casa Blanca y sus secuaces, quiero decir asesores, es muy alto por parte de Israel, la estructura social, económica, militar, de EE.UU. es de tal envergadura y complejidad que presenta bolsones de resistencia a una colonización total, digamos sionista, israelí o judía.[2]
A todo esto, Mauricio Macri encantado por tener el (triste) papel que un poder mundializado que no conocemos le otorga. ¿Y Alberto Fernández?
[1] Tanto silencio desde los propios afectados por la explosión que destrozara la sede de la embajada en 1992 ha dado incluso pábulo a la hipótesis de un atentado intestino.
[2] Existen refractarios a que EE.UU. se ponga totalmente en manos del eje judeo-sionista. Tanto entre republicanos como entre demócratas, incluso muy de derecha. Se notó ─la resistencia y la influencia─ en su momento con el enviado plenipotenciario de Clinton, John Kerry. Y hay fuertes sospechas de “la mano” israelí en casos como el del radiado general David Petraeus (oficialmente por un “asunto de polleras”) o la defenestración de Bill Clinton con el affaire Lewinski: influencia para enfrentar la resistencia.