por Luis E. Sabini Fernández –
Todos “sabemos” que los chinos, de Wuhan, compran murciélagos en la feria y se los comen. ¿Quién no lo sabe? Lo repiten miles de millones de comunicados e imágenes.
¿Sabemos?: en el mercado de Wuhan no se comercializan murciélagos. Nadie come murciélagos en Wuhan. No pertenece al repertorio local de comidas.
El SARS COV 2 y lo que se ha desatado con las infecciones y contagios a repetición, tiene una versión oficial: virus introducidos desde murciélagos comprados en un mercado chino de carnes silvestres y convertidos en el agente “espontáneo” causante de la pandemia en curso en todo el planeta, ha estado durante año y medio infectándonos y no sólo nuestros cuerpos sino los modos de pensar, de tener miedo, de actuar, en casi todas partes, tanto desde la medicina institucional como desde el periodismo, y ciertamente, desde las instancias políticas que se supone nos gobiernan.
Durante este año y medio, la humanidad parece haber ingresado a una única enfermedad, omnipresente como para que prácticamente todas o gran parte de las otras enfermedades características de la humanidad y sobre todo de nuestro estilo de vida, no digamos hayan desaparecido pero sí eclipsado. El periodismo considera cumplida su labor atosigándonos con casos covid, tests covid, vacunas covid, como si otras enfermedades, por ejemplo respiratorias o circulatorias, hubiesen desaparecido…
No sólo eso; todo periodista, investigador que procure incursionar en esas otras áreas, periodísticamente abandonadas son casi de inmediato disuadidos de hacer tales incursiones bajo los epítetos de negacionistas, conspiranoicos y lindezas por el estilo.
Me permito citar los párrafos iniciales de una nota de autor “maldecido”, Ron Unz, estadounidense, tenido a la vez por judío y por antisemita; por derechista, racista y antiimperialista… citemos apenas sus palabras:[1]
“Han pasado décadas desde la última vez que leí George Orwell 1984, pero las porciones de esa novela distópica clásica se han convertido en parte de nuestra cultura política común.
Está esa famosa escena en la que un orador está dando un largo discurso en tiempo de guerra en un mitin político, alabando al heroico aliado de Eurasia y denunciando al archienemigo de Eastasia, pero se le entrega silenciosamente una nota en la mitad del discurso e invierte por completo el hilo del discurso, vilipendiando al primero y aclamando al segundo: ‘Siempre hemos estado en guerra con Eurasia’.
Durante las últimas dos semanas, hemos sido testigos en tiempo real de este tipo de cambio radical y repentino en posiciones mantenidas durante mucho tiempo con respecto a los orígenes de la epidemia mundial de Covid, que ha devastado gran parte del mundo. Desde principios de 2020 en adelante, la narrativa principal había sido que el virus era natural, y cualquiera que sugiriera que podría ser el producto artificial de un laboratorio fue denunciado como un ‘teórico de la conspiración’, muy similar a los activistas de QAnon ridiculizados sin cesar. en los medios. Esta línea oficial a menudo fue aplicada con dureza por nuestros principales monopolios de las redes sociales, y Facebook prohibió sumariamente todas las publicaciones que sugirieran lo contrario.
Pero esta situación ahora ha cambiado por completo, y en los últimos días el WSJ, el NYT y nuestros principales medios de comunicación electrónicos han publicado noticias destacadas que tratan esa antigua herejía de una manera muy respetuosa, e incluso sugieren que el peso de la evidencia podría favorecerla. El Senado [de EE.UU.] ha votado a favor de desclasificar de inmediato todos nuestros documentos de inteligencia relacionados con el origen del virus, y la presión política masiva sobre el presidente Joe Biden lo ha obligado a ordenar que se produzca y publique una revisión de inteligencia completa en un plazo de 90 días. Parece que un consenso de élite emergente pronto puede favorecer teorías que anteriormente habían sido relegadas a rincones extraños de Internet.
El evento desencadenante de este notable cambio en el sentimiento de la élite estadounidense fue un artículo de 11.000 palabras muy razonado y persuasivo del periodista Nicholas Wade. Aunque el autor había pasado más de cuatro décadas como un reportero científico de primer nivel en el NYT y otros medios líderes, su trabajo se publicó silenciosamente el 2 de mayo en el sitio de blogs Medium, sin ningún respaldo ni prestigioso sello, y luego se volvió a publicar el 5 de mayo por el sitio web de poco tráfico del Bulletin of Atomic Scientists: “Origen de Covid: siguiendo las pistas. ¿Abrieron las personas o la naturaleza la caja de Pandora en Wuhan?” (2 may 2021).
Sigue Unz:
A pesar de unos comienzos tan desfavorables y del tono cauteloso y moderado de su texto, las consecuencias fueron dramáticas. Aunque casi todos los hechos y pruebas que Wade discutió ya habían estado disponibles públicamente durante la mayor parte del año pasado, su análisis cuidadoso y su considerable credibilidad periodística transformaron rápidamente el panorama intelectual. Comenzó su largo artículo explicando que a partir de febrero de 2020 en adelante se había inflado una enorme burbuja ideológica por la propaganda política disfrazada de ciencia, una burbuja que luego se mantuvo a través de una combinación de cobardía e incompetencia periodística.”
Unz remata con este cambio de línea del Wall Street Journal, de Facebook y los principales centros de difusión de imágenes de realidad [que no son la realidad]: “Facebook pone fin a la prohibición de publicaciones que afirman que el Covid-19 fue creado por el hombre.»
¿En qué quedamos? Durante más de un año tales afirmaciones eran anticientíficas, conspiranoicas, terraplanistas… y ahora adquieren legítima carta de ciudadanía en el mundo del saber?
Nicholas Wade con su abordaje ha reubicado la cuestión, desmontando toda la ristra de verdades oficiales.[2]
Un viejo aforismo afirma que se puede mentir a algunos todo el tiempo y que se puede mentir a todos por un hecho aislado, pero que resulta a la larga imposible sostener una mentira generalizada para todos.
Parecería estar llegando este último caso con “la pandemia del virus Covid 19”.
El primer síntoma del resquebrajamiento de la verdad oficial es que algunos de sus cultores, –no los medios de incomunicación de masas siempre fieles a las verdades oficiales y al seguidismo más abyecto–, sino sitios con presunta conciencia crítica, que por otra parte aplican a muy diversas cuestiones, han registrado este cambio de frente.
En la hora de abandono de la nave oficial, de la OMS y el Big Pharma; los nuevos voceros nos empiezan a martillar con que siempre fueron independientes y críticos y que sólo querían evitar los negacionismos más absurdos y abyectos.
Hubo negación de quienes desconfiaron de toda “la puesta en escena” y por reducción al absurdo, llegaron a sostener que no existía el coronavirus, el Covid 19. Pero Gates, la OMS, los consejos asesores, rechazando ese planteo, se llevaron por delante toda crítica, toda exigencia de verdad, escamoteada por la ola del miedo.
A caballo de esa “lucha” contra los “anticientíficos”, los “antivacunas”, lograron plasmar como pocas veces antes el apotegma de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”.
Pero quienes hasta ayer nomás eran los más incondicionales de las bulas de la OMS, de las versiones propaladas por los organismos científicos “asesores”, ya sea del gobierno de EE.UU., del de Argentina, del de Uruguay (para señalar los que más llegaban a mis oídos), descalificaron toda crítica como alienígena, conspiranoica.
En rigor, la mera invocación de tales insultos daba para inferir que las verdades proclamadas eran bastante débiles. Pero amparados en un martilleo mediático permanente, la OMS, diversos gobiernos, la industria farmacéutica, los medios de incomunicación de masas, como un solo hombre (con contadísimas excepciones), lograron imponer primero el miedo, y luego, una fiebre provacunas e invistieron grupos honorarios y eminencias que apostrofaron y dictaminaron como si los designados tutores de la salud pública fueran garantía de solvencia, de independencia, de ciencia.
Ni una cosa ni la otra. Para hablar de solvencia vale traer a colación la observación de José Ortega y Gasset: “¿Es el científico un «ignorante instruido»? […] No es un sabio porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio.” [3]
Para hablar de independencia, baste recordar que algunas figuras del establishment médico mundial tienen estrecha relación material con empresas e instituciones del universo médico que es todo menos independiente. Para no hablar del caso de Bill Gates erigido en árbitro supremo dentro de la OMS, constituido en su principal contribuyente. Un retorno a la filantropía, que desde tiempos medievales había estado –afortunadamente– retrocediendo.
El Big Pharma no se quiere perder la colocación de 16000 millones o 24000 millones de vacunas. Por más que a gatas estén probadas y se vaya advirtiendo la presencia de secuelas cada vez más graves y frecuentes.
Durante este año y medio, quienes percibimos fuerte olor a podrido en Dinamarca, fuimos filtrados, rechazados, purgados en algunos sitios-e, portales de comunicación crítica, alternativa, desechados por gobernantes progresistas.
¿Es que acaso mencionar que en EE.UU. se lleva a cabo, desde hace décadas, en laboratorios civiles y militares, la test-tube war, o se practica biología sintética, fabricando “quimeras”, es terraplanista o extracientífico?
Lo que es anticientífico es poner todos los muertos imaginables como Covid 19. O pagar “generosamente” a los servicios hospitalarios una prima por enfermo Covid 19, una aun mayor para cada ingreso a Terapia Intensiva, como sucede en Argentina, donde los Hospitales Públicos de Gestión Descentralizada (HPGD) perciben “módulos prestacionales”, por caso y por día (nos tememos que en muchos otros sitios rige la misma dinámica).[4]
Porque, ¿qué pasa con una política tan “solidaria y atenta” a las inflexiones pandémicas? Que los servicios sanitarios registran todo lo que pueden como Covid 19. Si no lo hay, lo inventan. Para-mejor-combatir-la-enfermedad, claro.
¿Es que sospechar cierta mano en el hecho que el primer “brote” haya surgido en una zona china y el segundo, a miles de km de distancia, en Irán, es oscurantista, anticientífico, conspiranoico? ¿Acaso criticar la desaparición virtual de todas o casi todas las otras enfermedades en los listados de defunción de países enteros es anticientífico? ¿Criticar la peculiar política la OMS de abolir autopsias es acaso anticientífico?
En realidad, es todo al revés. Los que invocan la falta de ciencia de los críticos son los principales violadores del espíritu científico, aferrados a verdades oficiales, que suelen ser tan engañosas. Propulsores de verdades oficiales. Llevados por ellas. Pagados por ellas.
Muchas autoridades nacionales, bailando al compás de la OMS y el Big Pharma, pero alegando hacerlo al compás de la ciencia, han desechado toda info crítica a la campaña desatada, han omitido toda información respecto del devenir del resto de las enfermedades humanas, dando pábulo a que se “contara” equivocada, abultadamente los casos de Covid19. Y han omitido deliberadamente estadísticas que revelan una significativa cantidad de secuelas entre vacunados.
Con un efecto psicosocial inevitable y espeluznante: expandir el miedo por la sociedad más allá del que proviene de la realidad.
Porque las vacunas presentan una cantidad asombrosamente alta de trastornos. Lo que era con vacunas tradicionales aprobadas después de años de aplicación algunos casos por millón, ahora se presentan miles por millón. No son (todavía) mayoría, pero empiezan a ser una preocupante minoría… Muchos suponen que la vacunación en curso no es sino la mentada Etapa 3 en vacunas con trámites “normales” y no acelerados.
Un ejemplo del desconcierto en que nos movemos lo brinda las declaraciones de la patóloga argentina que trabaja en el Reino Unido, tras haber recibido la distinción de la “Excelentísima Orden del Imperio Británico”, quien entrevistada por Néstor Dib[5] afirmara que ‘dos dosis de vacuna disminuyen la posibilidad de morir de Covid 19’ y a la vez (en otro pasaje) señalara que “la cuarta parte de los fallecidos tienen las dos dosis”. Si todavía suponemos que la mayoría de las muertes provienen de no vacunados, la cuarta parte de fallecidos en la franca minoría de quienes tienen las dos dosis, pasa a ser aterrorizantemente significativa…
Nunca hubo unanimidad ni mucho menos ante la incursión del coronavirus. Una enorme cantidad de médicos, virólogos, biólogos, infectólogos, con reconocida solvencia técnica y profesional –Máximo Sandin, Michael Yeadon, María José Martínez Albarracín, Pascal Sacré, Pablo Goldschmidt, John Lee, Klaus Püschel, Gérard Krause y tantos otros– se han desmarcado del discurso oficial y han denunciado el escandaloso papel de una OMS privatizada mediante filantropía. Mientras, hemos tenido que ver el papel de billonarios como Bill Gates participando de instancias resolutivas de la OMS con su alcance mundial, investido de facultades sanitarias por la mera cantidad de dinero en su poder.
La política catch all de la OMS, disponiendo que el diagnóstico de Covid 19 fuera el dominante por defecto ante toda muerte, prohibiendo a la vez las autopsias (que podrían revertir semejantes “diagnósticos”), no tuvo jamás la atención de los medios masivos de incomunicación de masas que se nos han presentado como los grandes comunicadores solidarios, atentos y vigilantes ante la pandemia.
El periodismo, en una palabra, dejó de ser –si alguna vez lo fue–vehículo de opiniones, y plural, como a su vez se postula, para convertirse en una obediente correa de transmisión de las “verdades” del poder establecido desde el Big Pharma, la OMS y los gobiernos nacionales convertidos en repetidoras.
La investidura acrítica, en nombre de una ciencia preestablecida ha sido la vuelta de tuerca empleada por el poder transnacional para enfrentar el SarsCov2-Covid 19.
¿Era tan extraño que el presuntuoso empeño de ampliar los ensayos de biología sintética para “fabricar” quimeras) generara una atrocidad, siquiera por error; un factor tan humano?
Porque no bien alcanzaron la técnica de “cortar y pegar” genes en las estructuras biológicas más elementales, como lo hicieran, a fines del siglo pasado, para generar algunos medicamentos (insulina) y alimentos (soja y maíz), ya estaban ansiosos por “avanzar” sobre estructuras genéticas cada vez más complejas.
Alcanzar la “cumbre científica” con quimeras, como se ilusionaba, por ejemplo, el investigador de Monsanto Esteban Hopp (en Buenos Aires) ya a fines del siglo pasado. Un exitoso operador genético entonces, que ansiaba figurar como científico en el sentido que señala JOyG; sólo que su carácter iletrado era tan vasto que nuestro investigador, no muy ducho en mitología griega, se sentía orgulloso bregando por obtener una quimera.
¡Y semejante sarta de ignorantes presuntuosos insertos en el corporativismo sanitario (desde hace décadas; no es reciente), modelan “el desarrollo científico” de nuestras sociedades, guían buena parte de la investigación científica hoy!
notas:
[1] Ron Unz, “George Orwell’s Virus Lab-Leak”, Unz Review, 31 mayo 2021.
[2] https://www.infobae.com/america/mundo/2021/05/11/la-teoria-de-que-el-coronavirus-escapo-de-un-laboratorio-en-wuhan-no-solo-es-muy-plausible-es-la-mas-probable
[3] La rebelión de las masas.
[4] https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/resoluci%C3%B3n-326-2020-336333/texto
[5] Radio Diez, Bs. As., 4 jul 2021.