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Mes: julio 2024

Algunas observaciones sobre impunidad judeoisraelí

Publicada el 24/07/2024 - 12/09/2024 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

23 jul 2024

Mis últimas notas han procurado enfocar situaciones gravísimas y generalizadas que entiendo se ignoran o ante las cuales “esquivamos el bulto”; incluyendo la expansión del narcotráfico  y otros tráficos igualmente lesivos o peores, como el de humanos, la plastificación generalizada y lo que ello significa en términos de salud, ambiental, animal y humana y también señalábamos la actual existencia de un genocidio a cielo abierto y la no menos llamativa ausencia de reacción del universo institucional.

Como esto último persiste, y aun tiene visos de afianzarse, por normalización, por acostumbramiento, por miedo, no tenemos más remedio que hincarle el diente otra vez al asesinato generalizado, de día o de noche, de gente armada o desarmada, de niños de cualquier edad, y en muy variadas formas, con muy peregrinas justificaciones.

Nos referimos a la política genocida abierta del Estado de Israel sobre la población palestina cada vez más despojada de su territorio en una lenta y progresiva política de pinzas del sionismo, que se aceleró bruscamente el 7 de octubre de 2023.

Hasta entonces, la táctica y la técnica del sionismo para la apropiación del territorio palestino, se había caracterizado por dos momentos: uno primero, muy pausado y fragmentario, adueñándose de tierras de propietarios ausentistas mediante escrupulosas compras de esas tierras a los propietarios rentistas que en general aceptaban la transacción, incluso contentos porque los sionistas solían comprarles esas tierras a buen precio.

Ese período, grosso modo, coincidió con la primera mitad del s xx. Con la instauración del Estado de Israel se produce un cambio en el ritmo y el alcance de la apropiación. Hasta 1947/1948, se echaba de tierras a campesinos inmemoriales que carecían de títulos de propiedad, y la Agencia Judía encargada ahora de administrarlas, las asignaba a kibutzim o a moshavim de judíos que habían hecho la aliah, en castellano que habían ‘retornado a las fuentes’.

Este concepto de retorno tiene, como diría el inolvidable Bartolomé Hidalgo, “su dificultad”: cuesta hablar de retorno, mediando dos grandes obstáculos  conceptuales para ello: los antepasados con que se ligaba ese retorno, eran, si habían vivido allí, de dos mil años atrás. Ardua tarea reconocer esa ligazón. Pero si los judíos que hacían la aliah tenían sus ancestros provenientes de otras tierras, por ejemplo, jázaras, entonces se perdía toda ligazón física, material. Podría argumentarse que se tratara de una ligazón religiosa, pero ¿cómo validar con ello muy concretas y materiales apropiaciones de tierras?

Lo cierto es que, “por la razón o la fuerza”, los sionistas ampliaron enormemente la apropiación de tierras después de 1948. El período 1948-2023 fue el de un cada vez más intenso despojo de lo que iba quedando como “territorios palestinos”, usando la fraseología de la ONU. Esos territorios formaban parte fundamental de un hipotético “estado palestino” que figuró en las tratativas palestino-israelíes más de una vez.

Pero permanentemente fue ensanchándose el poder israelí y achicándose, licuándose la presencia palestina. Si lo graficáramos con imágenes animales diría que Israel empleó la técnica de la boa constrictor, sobre todo cuando tiene que enfrentar una víctima de porte mayor.

Una medida tomada en 2006 por Israel lo grafica nítidamente: luego de varios años con colonias sionistas enclavadas en la Franja de Gaza –un territorio altamente densificado sobre todo por el expansionismo israelí (Guerra de los 6 días)–, “El Carnicero” Ariel Sharon decide evacuar las escasas colonias instaladas en la Franja y anuncia hacerle –a los palestinos– la vida imposible. Al retirarse, desmantelan y rompen todas las instalaciones agrícolas y habitacionales, las  redes de riego, que habían erigido en Gaza, en medio de las privaciones generalizadas de su población y dejan  todo el estropicio sobre las maltratadas tierras gazatíes. Y esa misma noche aviones israelíes sobrevuelan  rasantes la Franja a la velocidad del sonido: a la mañana, la Franja tendrá muchos niños con enuresis y con tímpanos rotos.

La técnica constrictor se profundiza: la Franja de Gaza queda aislada por los cuatro costados: se bombardea  y desmantela el aeropuerto y el puerto; únicos de la Franja, se cortan todos los caminos salvo uno hacia Egipto celosamente cuidado por israelíes y egipcios, y otro de acceso a Israel, que se convierte en “el cordón umbilical” de ese territorio “embolsado”. E Israel  dictamina acerca del ingreso de alimentos instaurando dosis con un máximo de calorías per cápita. Con la pesca fuertemente limitada, porque los gazatíes no pueden salir al mar  –son baleados–, apenas pescar en la orilla, con una agricultura –la Franja de Gaza fue uno de los primeros territorios agrícolas de la humanidad– totalmente saboteada por la depredación israelí, la alimentación de casi dos millones de seres humanos pasó a estar dosificada por las hostiles autoridades israelíes.

Cuando decimos hostilidad, la idea es demasiado débil: valga lo acontecido con un suceso infrecuente; en 2005 un soldado israelí es tomado prisionero: cuando las fuerzas policiales y militares israelíes procuran “liberar” a ese preso (único) que milicianos palestinos habían secuestrado en una escaramuza (y que los palestinos liberarán mediante canje, sano y salvo, años después; Gilad Shalit), en una serie de allanamientos -donde jamás encontraron nada- terminan matando  entre un centenar y dos centenares de “allanados”. Le queda a uno la interrogante: ¿estaban buscando a Shalit o usaban el pretexto de buscarlo para poder ir matando a mansalva? Porque el descuido, el error, el simple exceso están descartados (ya veremos un comportamiento similar ante el copamiento del 7 de octubre).

Observemos otro ejemplo que refleja la creencia que los judíos sionistas, israelíes  tienen de su propia excelencia: la carta abierta que los decanos de las universidades israelíes Ben Gurion del Negev, lnstituto de Ciencia Weizman,  Universidad Hebrea de Jerusalén, Universidad Ariel, Universidad Abierta de Israel, Universidad de Haifa, y el Instituto Technion-Israel del Instituto de Tecnología, todos ellos alarmados por los discursos académicos posteriores al 7 de octubre de 2023, con lo que consideran “inadecuada respuesta”.

Los decanos adoptan acríticamente la versión oficial israelí de “los más de 1400 víctimas niños, jóvenes y adultos, judíos, musulmanes y cristianos por igual” [sic].  En el momento de su carta abierta, ya existían numerosas fuentes de información que discriminaban en el tendal de muertos; que el principal caudal de víctimas había sobrevenido con la reacción israelí, unas 6 horas después del copamiento de Hamás y otros agrupamientos palestinos sobre el cuartel regional israelí y algunos kibutzim aledaños.

Pero el nudo problemático radica no en repartir culpas y muertos entre milicianos armados  atacantes y militares contraatacando, sino en algo previo.

¿Por qué? ¿Por qué la acción palestina del 7 de octubre?

Leamos a los decanos, que con increíble tranquilidad de conciencia establecen el estado    de situación: “Nos enfrentamos atendiendo dos frentes: uno contra las atrocidades de Hamás,

otro en la arena global de la opinión pública. Lamentablemente, observamos una tendencia alarmante según la cual Israel, pese a su derecho a la autodefensa, es caracterizado como un opresor. Esto  establece una equivalencia falsa entre las acciones de una organización asesina y terrorista y un estado soberano con su derecho a defender  a sus ciudadanos, lo cual desafortunadamente  tiene como resultado la pérdida de vidas palestinas inocentes. Todo intento de justificar o apelar equívocamente a las acciones brutales y grotescas de Hamás es intelectual y moralmente indefendible. Es preocupante que muchos colegas universitarios se ha[ya]n convertido en campo propicio para sentimientos antiisralíes y antisemitas, insuflados  por una comprensión sesgada e ingenua del conflicto.” [1] Aquí, en la penúltima palabra, aparece la superioridad intelectual, y moral, que presumen los decanos para sí. Con su planteo maniqueo de que Israel –un estado colonialista– sea el bien. Claro que lo es, para los colonialistas.

Y me permito todavía otra frase de estos personajes que destilan su superioridad definiendo sus verdades como si fueran universales: “Mientras Israel usa sus armas como escudo protector de sus ciudadanos, Hamás usa a sus ciudadanos como escudos para sus armas.” Nuestros decanos muestran escasa originalidad pero que también conocen el mensaje panfletario. La realidad es más espesa y penosa. Para los israelíes, la vida de los palestinos es apenas una molestia, una recordatoria del despojo que han cometido. Los israelíes más democráticos soportan la situación; deseando, en todo caso, que los palestinos “se esfumen”. Los israelíes menos democráticos, las alas fascistas del sionismo, quienes siempre tuvieron la decisión de “esfumarlos”, están llevándolo a cabo, con la cabeza llena de desprecio racista por los despojados palestinos. Por eso, ministros de Netanyahu proponen como “solución” al problema carcelario, matar a los prisioneros. Sinceridad modelo chutzpah. En su determinación asesina sólo los altera la resistencia, formidable, que han tenido los palestinos.

Israel Shahak ha llevado a cabo una labor esclarecedora excepcional: los textos “sagrados” judíos están en lengua hebrea y por lo tanto no son accesibles a la inmensa mayoría de los humanos. Shahak se tomó el trabajo, junto con Norton Mezvinski, de traducirlos al inglés y con ello, dada la difusión de esta lengua, ponerlos al alcance de prácticamente todos. Shahak y Mezvinski son judíos no sionistas y hasta antisionistas, lo cual se expresa en los frutos de su investigación.[2]

El judaísmo ortodoxo  –probablemente como toda creencia ortodoxa o absolutista– es profundamente racista. Y autocrático. Judeocéntrico. En semejante escala de valores los no judíos, los goyim tienen menos estatura humana que los judíos e incluso pueden ser considerados y tratados como instrumentos por los propios judíos.

Allí, se entronca el radical desprecio con que los sionistas han estado desalojando, hostigando, castigando y suprimiendo población palestina que les ha resultado refractaria. Lógicamente refractaria. ¿A qué población le gusta que venga otra y que, alegando antiguos derechos, los desaloje de las viviendas en que moran desde tiempo inmemorial, les arrebaten los cultivos que laboran familiarmente desde décadas, siglos?

El sionismo, pese a su prescindencia inicial de lo religioso estuvo siempre fuertemente atado a la tradición religiosa judía. Es aquello que con humor judío siempre se ha dicho: ‘No creo en dios pero él me ha asignado esta tierra’.

Lo grave del sionismo es que alberga judíos progresistas que rechazan con vehemencia toda política genocida. Aunque significativamente tienen una particular alergia contra toda crítica a “la cole” si viene de afuera. Sin embargo, ese árbol les hace perder el bosque: lo explica magistralmente otro judío, antisionista: «el error fundamental de este artículo [3] es considerar al sionismo una ideología nacionalista y no reconocer su verdadera naturaleza de colonialista. Eso es lo que ha sido desde Herzl, quien parecía creer que los judíos éramos una nación como las que en su tiempo querían liberarse de los imperios ruso, otomano y austro- húngaro. Pero como, a diferencia de los checos, polacos, etc. no estábamos todos en un mismo territorio, que bastaba con separar para crear un estado, Herzl imaginó una solución propia de su tiempo, el de los imperios coloniales; crear un estado de «europeos adelantados» en una tierra habitada por «nativos atrasados». La ideología colonialista de Herzl quedó bien clara en su discurso del 21/8/1903 cuando trató de convencer a los delegados al Sexto Congreso Sionista de que aceptaran la oferta de Uganda. Dijo entonces: «debemos ser una Inglaterra en miniatura, […] como esas naciones que supieron hacer su fortuna con sus imperios coloniales». El sionismo siempre ha sido la ideología de los judíos de derecha, los de izquierda estaban en el Bund, revolucionario de izquierda y antisionista o en organizaciones revolucionarias sin identificación judía, ejemplos notorios, León Trotsky y Rosa Luxemburg. Los judíos que por una parte se consideran de izquierda mientras por la otra son incapaces de separarse de toda relación con Israel debieran darse cuenta de que pretender ser «sionista de izquierda» es equivalente a calificarse de «colonialista de izquierda».»

Existen muchos datos históricos que abonan la descripción de Brainin. Baste pensar en la relación entre nazis y sionistas en los primeros años nazis, hasta bien adentro los mediados de la década del ’30. Desde 1933, rápidamente, los nazis van poniendo fuera de la ley y expulsando de las instituciones gubernamentales a comunistas, socialdemócratas y purgando estamentos públicos de judíos… no sionistas. A mediados de la década del ’30 sólo quedaban dos partidos políticos reconocidos legalmente: los nazis… y los sionistas.

Más allá del certero comentario de Brainin al interrogante de Burstin, éste pretende establecer ciertos cotos que en el terreno del pensar son francamente equivocados, por no decir encubridores y sostenedores de privilegios. En el mismo artículo que mencionaba Brainin, Burstin se queja de la intromisión ideológica de ajenos al judaísmo acerca de la presunta legitimidad del sionismo: “¿a santo de qué una persona que tiene cero vínculos con el pueblo judío entiende pertinente pronunciarse acerca de la legitimidad de ese movimiento nacional?”

Bastaría ver la trascendencia política, material, la influencia que tiene el sionismo en el mundo para considerar esa legitimidad, para sopesar y criticar esa influencia en el mundo que es de todos.

Porque estaríamos mucho peor de lo que ya estamos si sólo los monárquicos pudieran opinar sobre lo monárquico, si sólo los católicos pudieran opinar sobre su iglesia vaticana, si sólo los marxistas pudieran hablar de ciencia política, si sólo médicos pudieran hablar sobre salud y enfermedad. Burstin y los sionistas no tienen ningún derecho a procesar o disponer del sionismo como coto cerrado. Porque lo que ellos hacen con el sionismo puede influir en otros. Pregúntenle a los palestinos, sin ir más lejos.

Si ya de por sí, estas pretensiones de exclusividad y reserva ideológica son nefastas; basta ver todas las matanzas prácticas que en Israel se han procesado y procesan con incrementadas intensidad invocando el sionismo.

El rabino Kook, guía espiritual de la rama Lubavich –de la que abreva el presidente argento Javier Milei y buena parte del sionismo religioso en Israel– establece, por ejemplo, esta curiosa distinción antro… digamos antropológica (aunque no es exclusivamente referida a humanos):

“La diferencia entre un alma judía y las almas de los no judíos –todos ellos en todos los distintos niveles— es mayor y más profunda que la diferencia entre un alma humana y las almas del ganado.” [4]

Nuestros autores rastrean estas peregrinas afirmaciones. Kook se basaba, para sus lucubraciones “en los principios básicos de la Cábala Luriánica [que establece]  la superioridad absoluta del alma y cuerpo judíos sobre el alma y cuerpo no judíos.” (ibíd.)

Empezamos a entender un poco mejor el desprecio, la inaceptable sensación de superioridad que despliegan, por ejemplo, los soldados, masculinos y femeninos, destrozando el tejido social palestino, con sus niños masacrados, sus mujeres desesperadas, la impotencia de los varones con los brazos desnudos contra civiles y militares israelíes abusando con sus protecciones y armamentos…

Resulta penosamente interesante la observación, sin duda cierta, de que Kook era vegetariano y respetaba las plantas hasta el punto de “no permitir que fueran cortadas flores o pasto para su propio placer”. Con ello, se ha querido como contrapesar su idea, hiperracista, sobre las almas de judíos y no judíos.

A mí, en cambio, esa exquisita observación sobre el corte de plantas me retrotrae a la llamativa sensibilidad de Heinrich Himmler para no pisar hormigas en sus andanzas por el bosque y no quebrar ramas porque sí. Y esos cuidados se ensamblan con decretos del Tercer Reich enseñando a la población a poner las centollas a cocinar en agua hirviendo y no en agua fría, prolongando innecesaria y  cruelmente la agonía.

Estas consideraciones de Kook, de Himmler o del Tercer Reich no están mal, sólo que el amor a los animales o vegetales que las nutre no se extiende, curiosamente, a humanos. Que siempre entendimos se ligan, bien que problemáticamente, al reino animal.

Volviendo a nuestro asunto principal; el genocidio desplegado contra el pueblo palestino y el comportamiento judeosionista: mientras hay una ceguera pertinaz ante las consecuencias del comportamiento israelí; ¿se puede acaso considerar intrascendente el bombardeo masivo, por artillería o mediante aviación de barrios densamente poblados, con edificios de diez pisos, habitados por civiles, hombres, mujeres, niños, ancianos, ¿puede algún israelí imaginar que tales bombardeos puedan ser incruentos?

Porque el presidente de AMIA, Amos Linetzky, ha declarado: “Nuestra tradición nos enseña no permanecer ajenos ante el sufrimiento del otro.”[5] Difícil conciliar tamaña afirmación con el comportamiento sionista en Palestina/Israel.

Esa frase del señor Linetzky adquiere claridad y atroz coherencia cuando advertimos que se refiere al sufrimiento de otro judío. Y solamente entonces.

Otros humanos, ¿existen  o no existen según la ceguera luriánica? Cuando Linetzky clama: “No fueron suficientes los gritos desesperados de familiares para que la Cruz Roja pueda llevar medicamentos a personas secuestradas” se refiere exclusivamente a la emergencia, también sanitaria, vivida por israelíes el 7 de octubre de 2023. ¿Y todas las veces que la aviación y la artillería israelí arrasaron instalaciones, escuelas, hogares, hospitales, calles, edificios aplicando discrecionalmente castigos colectivos a palestinos (a veces por actos violentos de tipo guerrilleril, a veces por actos rebeldes  ni siquiera violentos, a veces por miserables competencias, como los crueles, sádicos, mezquinos  y reiterados atentados israelíes, lisiando futbolistas) no necesitaban la Cruz Roja?

Como nos lo muestra el extraordinario y valiente aporte de Shahak y Mezvinksi, la humanidad que campea en Israel es bastante corta: se limita a “los suyos”.

Un egoísmo aterrador.

Sobre todo, cuando está armado y opera conquistando. Como lo prueban sucesivos incidentes en que Israel y sus grupos de choque pisotean otros derechos, otras heredades, castigando con la muerte, heridas y mutilaciones de por vida a población civil a menudo ajena a las imputaciones.

Israel ha ido deviniendo una máquina de matar que se permite avanzar sobre la base de un desprecio radical a la vida de los ajenos, so pretexto de que “los demás” quieren aniquilar a Israel y ahogar en el mar a sus habitantes.

Personalmente, no albergo ninguna simpatía ideológica por una guerrilla que se ampara en un absoluto religioso,  ya sea musulmán, cristiano o judío. Pero observemos porqué Hamás ha logrado cosechar tanta simpatía entre palestinos.

En primer lugar, porque a diferencia de una resistencia palestina también armada, el Fatah, que terminó aceptando el penoso papel que le ofreció la dirección sionista de ser policía de su propio pueblo, armada y entrenada por sus mandantes israelíes, Hamás se concentró en ayudar a la población palestina, tan privada y despojada por la ocupación israelí. El palestino cualquiera, el que vive y brega para cuidar a su familia, sus hijos, sabe lo que es traición o defecc¡ón y sabe lo que es una ayuda.

Una mirada sobre el 7 de octubre.

Historiadores tendrán que explicar por qué las fuerzas israelíes tardaron 6 horas en reaccionar y actuar. En espacios, en distancias muy reducidas. Desentrañar si fue una celada que le permitiera luego a las fuerzas de seguridad israelíes dar rienda suelta a una “respuesta” o si fue que el exceso de poder a su favor de Israel le jugó una mala pasada y fue sorprendido por un adversario subvalorado, como pasa tan a menudo en el deporte.

Sabemos que se discuten y barajan mucho esas dos posibilidades, pero en lo que no cabe duda es en la capacidad de falsear realidad que Israel sistemáticamente lleva a cabo. Con sus bots y sus trolls. Desde los bebitos horneados o decapitados, pasando por las violaciones colectivas de mujeres judías hasta atribuirle a guerrilleros palestinos con armas livianas la matanza de la playa de estacionamiento de la fiesta rave, en donde las fotos aéreas  o de superficie de autos calcinados no dejan lugar a dudas que fueron blanco de artillería pesada, precisamente la que pusieron en acción las tropas israelíes.

El parte israelí de ese dia habla de 1400 víctimas de la barbarie palestina. Prácticamente desde el inicio periodistas probos, judíos, como Max Blumenthal o Ron Unz, o el muy conocido premio Pulitzer, Chris Hedges, cristiano, rechazaron categóricamente ese guarismo, en el que se incluía a todos los victimados por la intervención militar israelí, que eran muchos más que los matados inicialmente por quienes coparon el cuartel regional israelí en Gaza.

Esas primeras víctimas israelíes, militares, se estimaron en centenares, ¿100, 200, 300?; de todos modos una cantidad de muertos que en ningún momento antes había afrontado el ejército israelí en su prolongadísima lucha de desgaste con la población palestina.[6]

Tan cruento golpe se explica por “la mano tan pesada” que Israel ha estado levantando, cada vez más y de un modo cada vez más abusivo, contra la despojada población palestina.

Parecería que el valor que Israel atribuye a la vida de su población es tanto mayor que el valor de las otras vidas, como exigiéndole al “otro” el pago de cien vidas por una judía. Alguna vez he escuchado como justificación de tan atroz aritmética que el pueblo judío es escaso, incomparable con la cantidad de árabes, de rusos o anglogermanos que pueblan el planeta.

Pero estas cuentas son capciosas. Porque en primer luqar, el racismo señorial ha exterminado con particular fruición a poblaciones menores que las de los perpetradores. Y segundo, porque esas cuentas son inaceptables.

Lo que tenemos por delante es a genocidas que fundamentan su proceder –ya sea decanos de la cúpula universitaria o burócratas– con descaro.

Esto es nuevo en la sociedad humana.

Hasta ahora, era más bien la ignorancia y el olvido lo que “lavaba” genocidios.

Queda por ver, qué sucederá, que está sucediendo, en este caso.□

notas:

[1]  A Letter from VERA  – Association of University Heads, Israel. Nov. 1, 2023.

[2] El fundamentalismo judío en Israel, 1ª, ed. en inglés, 2004. Editado en castellano: Editorial Canaán, Buenos Aires, 2012.

[3] Kurt Brainin, comenta y replica, en IJAN-International Antizionist Network en castellano, 7 abr 2024, a David Burstin, “Atrapados entre el sionismo y el antisionismo, millones de judíos de la diáspora nos preguntamos cuál es nuestro lugar en el mundo”, Posturas, 2 abr 2024.

[4] Shahak y Mezvinski, ob. cit.

[5] Amos Linetzky, discurso 18 jul. 2024. Cit. p. Marisol Juárez, AM 7850, Bs. As.

[6] La excepción podría ser la huelga general de la sociedad palestina contra la ocupación sionista, 1936-1939, una suerte de guerra civil que demandó la vida de unos 300 judíos, una cantidad similar de muertes inglesas y decenas de miles de muertos palestinos. Pero en un período de 3 años.

Publicado en Centro / periferia, Palestinos / israelíes, Para salir del repollo, Poder mundializado

MODERNIDAD Y CONTAMINACIÓN PLÁSTICA DE ANIMALES Y HUMANOS EN TODO EL PLANETA

Publicada el 24/07/2024 - 12/09/2024 por ulises

EL NEFASTO SIGNIFICADO DEL AMERICAN WAY OF LIFE

por  Luis E. Sabini Fernández

14  julio 2024

En una nota el mes anterior, punteábamos algunas cuestiones que considerábamos claves de nuestro tiempo; el auge empresario y la consiguiente financierización de la economía, las dificultades climáticas, el conflicto entre centro y periferia planetaria (una forma de referirnos a un adentro y un afuera ante la intemperie planetaria; el viejo tema del imperialismo), la irreversibilidad de los desgastes materiales más primarios, catástrofes, la contaminación generalizada, la medicalización de la sociedad, el giro cada vez más marcado del sexo al género, el aumento de la violencia en forma de despliegues militares y guerras, y rematábamos tan penoso listado con un genocidio a cielo abierto y cobertura mediática sin precedentes, para una actividad –el exterminio de una población– que hasta ahora había sido más negada que aceptada, más oculta que abierta.

Aunque todo forma parte de todo y los tratamientos parciales son una forma de asir las cuestiones de modo menos complicado pero siempre con el peligro de perder el sentido de las cosas, abordemos un punto de aquel recorrido; la contaminación generalizada, y dentro de él, la generada por los materiales plásticos. Parecerá muy limitada, pero pronto veremos que por su propia naturaleza “resbala” sobre muchos otros aspectos del penoso listado que detallábamos al principio, invade, propiamente, otras áreas.

Lo que los historiadores curriculares califican como Edad Moderna arranca a mediados del segundo milenio, cuando la navegación abandona definitivamente el cabotaje, y mediante instrumentos astronómicos (muchos de origen chino), los marinos se atreven a navegar sin referencias terrestres.  Eso significa el alcance a mares desconocidos y que, por ejemplo, los europeos hayan “descubierto” el Nuevo Mundo, hoy las tres Américas.

Desde entonces, se perfila un centro planetario  con asiento en Europa y la consiguiente periferia en América, África, Asia, Oceanía.

A mediados del siglo pasado, tras diversos cambios en la composición material de centro y periferia, EE.UU. se constituye en el verdadero centro del centro planetario, que ya no era exclusivamente europeo.

La modernidad, grosso modo desde el siglo XVI hasta mediados del XX, se había caracterizado por el incremento con botas de siete leguas de los recursos energéticos (con sus dos revoluciones industriales; la del vapor y la de los combustibles minerales), al punto que el formidable investigador Frederick Soddy llegara a advertir que el mundo industrial estaba gastando en décadas o a lo sumo algún siglo lo que al planeta le había costado millones de años acumular.

Ese guantazo al rostro de un industrialismo desenfrenado no fue recogido por nadie. Al contrario, sólo se cuestionó al “retador”, negándole calidad de economista por ser su profesión “químico”.[1] Una formal respuesta de cofradía, nada científica ni racional, pese a que los colegios de economistas se reputaban racionales al máximo.

A mediados del s XX, EE.UU. se encuentra con un liderazgo único, exclusivo. A Alemania se le quebraba el espinazo industrial por segunda vez, Inglaterra estaba agotada tras la guerra (las dos guerras), Francia, Japón, Italia también. Ese período será sorprendentemente breve porque la Rusia Soviética devenida potencia atómica será en pocos años el mayor desafío al unicato estadounidense. Pero en 1945 y en el resto de la década del ‘40 veremos el despliegue del american way of life.

¿Qué significa eso? Una era en que la tecnología parece abrirnos todas las puertas. ¿Es la tecnología por sí y ante sí un poder prácticamente omnímodo que visualiza a todo el mundo como “su” mundo?

Una era de optimismo american en tanto los verdaderamente sumergidos y explotados siguen sumergidos y explotados, pero lejos de “las luces del centro” del ”nuevo mundo”. La sustitución del ahorro por el dispendio, del dominio del consumo sobre la producción, de la felicidad sobre la responsabilidad, de la comodidad sobre el esfuerzo.

En esa constelación se desarrollan una serie de adelantos tecnológicos, una formidable expansión de la metalmecánica, y los medios de locomoción a él vinculados, como el ciclismo sustituyendo al caballo, pero sobre todo el automóvil, que viene con el “encanto” hasta en su mismo nombre –en el cual desaparece el origen de la energía que lo mueve– y dará pie a que se pueda hablar de una era del automóvil;  el de los productos plásticos, que ya se habían descubierto en Alemania en el s XIX, pero que ahora, en las primeras décadas del s XX, alcanzarán una nueva dimensión al conseguir no ya plásticos inertes y fijos, como la baquelita, sino termoplásticos; que se caracterizan por su maleabilidad, tan radical como para rehacer nuevas formas con el mismo material.

La petroquímica inicia su rauda marcha hacia el mercado mundializado plastificándolo todo; mobiliario, utensilios de cocina y sanitarios, estuches, cañerías, envoltorios, envases, herramientas, instrumentos. Y partes, cada vez más partes de vehículos de todo tipo; automovilismo, aviación, monopatines de juguete, tractores.

Se va elaborando todo en plástico, por más que voces de cautela se refieran a los olores resultantes de algunas plastificaciones, o los aceitosos líquidos escurridos de algunas producciones.

La petroquímica no necesita investigar si sus productos cumplen normas de seguridad. ¡Cómo no van a cumplirlas, si se trata de avances “científicos”, con personal altamente especializado! Se trata de laboratorios en la vanguardia mundial de la ciencia. ¡Todo lo que se descubre es fruta madura del árbol de la ciencia! Si existe, es bueno. Porque el conocimiento es  bueno, la ciencia es buena. Si se pueden hacer, idear, fabricar, es porque son buenos. Valga la tautología.

Un penoso y miope realismo que confunde lo bueno con lo real, aboliendo toda conciencia crítica.

En la segunda posguerra está Occidente (sólo el Occidente, bien arropado y satisfecho) irradiando el progreso: apóstoles de un nuevo tiempo. Occidente es EE.UU.

¿Por qué en EE.UU. “el progreso tecnológico” forma parte del ADN “nacional (o imperial)? La legislación estadounidense aprueba sistemáticamente el progreso tecnológico declarando SAFE, segura, toda nueva producción emanada de laboratorios, universidades, consorcios, por ejemplo, farmacéuticos. Solo la EPA  (Environmental Protection Agency, Agencia Federal de Protección Ambiental),  a través de una investigación cuestionando esa calidad de SAFE  podría tachar un producto de la lista de lo aceptable. Pero no hay que preocuparse por ello, saben los empresarios. Porque es el éxito económico lo que asegura su impunidad. Los nuevos

productos de la modernización galopante se cuentan por miles, por decenas de miles.

Muy avanzado el siglo XX se estima que de ese listado de productos tecnológicos nuevos, apenas un 10% cuentan con una ficha de características y propiedades que permita hablar de que se conoce al producto; la inmensa  mayoría de los nuevos productos, generalmente “maravillosos”, cuentan únicamente con el conocimiento de la propiedad que los ha hecho tan valiosos; por ejemplo, se sabe que es ignífugo, pero nada se sabe si combinado con algún otro producto genera otras propiedades no tan útiles o valiosas o incluso perjudiciales;  por ejemplo  su penetración o migración a la materia con la que entre en contacto.

Un verdadero encuadre de optimismo tecnológico. En los antípodas del “principio precautorio” que sostiene aprender a avanzar –a la luz de tantos errores de interpretación, palos de ciego e ignorancias brutales que la humanidad ha ido cosechando– con pies de plomo.

Sin embargo, la realidad es terca. Con el tiempo, se advierte que los plásticos solo aumentan en volumen y peso en el planeta; hay circulación aparente, es pura acumulación. Porque no son biodegradables. Hechos mediante procesos de polimerización, los plásticos se alejan de su origen, mineral o vegetal, y generan un nuevo orden material; que no es animal, vegetal ni (siquiera) mineral.

El invento de un nuevo “reino”, no natural, es problemático; con el paso del tiempo, sus ejecutores no tendrán más remedio que aceptar que los obreros de las usinas de materiales plásticos, mueren como moscas y mueren de etiologías desconocidas hasta entonces.[2]

La industria petroquímica hará los mayores esfuerzos para “salvar” el buen nombre de los nuevos inventos, y tendrá mucho éxito. A medida que aumente la montaña plástica se harán cada vez más campañas de reciclado e ingeniosas campañas de usos diversos, “originales”, de recuperación con “alta conciencia ambiental” respecto de ese material que se fue haciendo omnipresente.

Los nuevos materiales resolvieron muy diversas dificultades y mejoraron así los alcances tecnológicos de muchos materiales e instrumentos. Aunque produciendo unos restos, unos saldos, unos escombros de la producción de un alcance sin precedentes.

La industria petroquímica siempre tuvo claro que la recuperación, mediante reciclado, reúso, recomposición, alcanza cantidades exiguas por no decir ridículas de lo producido; 1,5%  era el porcentaje de recuperación que se había logrado en EE.UU., en plena década  de los ’90, según Federico Zorraquín, a la sazón presidente del Congreso de la  industria petroquímica en Buenos Aires, en 1996 (en una suerte de congreso de industriales del plástico). Aun así, las campañas de reciclado y recuperación se construyeron con enorme propaganda y trascendencia haciendo creer que tenían muchísimo mayor significado.

Tenemos datos de 2015 (cada año es muy similar a otro, en todo caso con tendencia a aumentar la producción bruta): la producción de plástico estimada para todo el mundo, ha sido entonces del orden de 280  millones de toneladas  de lo cual las ¾ partes es usado una sola vez (el  vilipendiado “use y tire” tiene entonces excelente salud en la petroquímica).[3] Eso significa que más de 200 millones de toneladas se pierden (el mercado las pierde) casi de inmediato.

¿Dónde, cómo las pierde? En las mal llamados “rellenos sanitarios” que son todo menos sanitarios o en ríos y, muy especialmente en el mar. En el mar se ha  verificado que el 70% de los plásticos allí vertidos van  a los fondos marinos (afectando decisivamente la función de almácigo submarino que el fondo de los mares suele tener para la reproducción de los ciclos vitales de las tres cuartas partes de los suelos planetarios).

¿Qué industria puede darse el lujo de despreciar así la producción de su rama de actividad? Una industria cuya materia prima cuesta una bagatela; era lo que pasaba con el petróleo hasta 1973, extraído con pavorosos pasivos ambientales a cargo de los países succionados; Nigeria, Irak, Venezuela, Ecuador y tantos otros.

Porque con el fin de la 2GM, la periferia quedó a  merced de un centro planetario nuevo, consolidado, mucho más dinámico que el de la vieja exacción europea.

La nueva configuración política, organizativa, ideológica, protagonizada por una cultura como la norteamericana donde lo nuevo es siempre superior a lo viejo, donde el desarrollo está santificado como un valor en sí mismo, donde el hallazgo, –inversión o invento– de los termoplásticos se legitima en su sola existencia, donde el lucro es nervio motor de los cambios sociales y se deja a un lado toda consideración sobre su sentido o implicaciones mediatas e indirectas.

Se construyen envases plásticos y se verifica que son más livianos que los de vidrio, ergo, son más económicos; análisis de costo supermiope, de cortísimo plazo; hacer un envase con un derivado polimerizado del petróleo, que en los ’60  se extraía como dijimos casi gratis de los “países petroleros” pagando regalías mínimas y simbólicas, resultaba más barato que producirlos con vidrio, por ejemplo.

Un abordaje más racional sobre costos comparativos tendría que haber incluido en el caso del envase de vidrio, el costo de fabricación, el costo del transporte, mucho mayor para el vidrio que con envases plásticos y lo mismo en relación con su peso, muchísimo mayor en el caso del vidrio, pero a la vez en el destino final del envase, la refundición del vidrio otorga prácticamente la misma calidad que el de la primera generación y con un residuo casi cero.  Con los plásticos, se da vuelta la tortilla; reciclado, se obtiene un plástico de inferior calidad que hace imposible rehacer  envases como los de la primera generación.

Pero como la petroquímica “apuesta a la excelencia” desecha reciclados onerosos y, con petróleo barato produce polimerizaciones flamantes. ¿Y el sobrante de la primera producción?  Se desecha.  ¿Cómo se desecha? Iremos percibiendo que cuesta  mucho más desechar plásticos que cualquier otro material.

¿Cómo encara la industria tamaño inconveniente? Se tira, se esconde, se olvida. Una brutal, sobrecogedora, externalización de costos. Ante la cual todas las oficinas reguladoras de la calidad ambiental de todos los países (unos más, otros menos), las de la ONU, las interregionales, llevarán a cabo el papel de los tres monos sabios.

Porque existe una dificultad con el plástico que ha cumplido su función, casi siempre una única y fugaz. En primer lugar, aún en ejercicio de su función, como envase: los envases plásticos no son inertes respecto de su contenido: migran a ese contenido. De un modo muy acelerado si se trata de alcoholes o aceites; más atenuado si se trata de otros contenidos. Estas “migraciones” no son insignificantes; generalmente son patógenas, generadoras de daño orgánico (aunque muy graduales, como en cámara lenta; por eso son tan imperceptibles y –miradas superficialmente– da lugar a negarlas. ¡Lo que se “cuela” al contenido es mínimo!; despreciable. Los inversores así lo prefieren. Ganan más. Los envasadores también.[4] El desprecio por la salud general, planetaria, es inconmensurable. La impunidad resultante también.

La segunda dificultad atañe, no ya a su toxicidad sino, directamente, al destino material de los plásticos desechados. Al ser un material no biodegradable solo se acumula, como una suerte de metástasis ambiental. La petroquímica bien que se ha cuidado de responsabilizarse por esa producción continua de basura tóxica. Su consigna callada ha sido eludir el problema y al contrario alardear de responsabilidad social, empresaria o ambiental, como cuando la industria plástica fue acusada de usar cianuro y envenenar el ambiente, y allí, sí, salieron representantes empresarios del plástico a deslindar claramente “los tantos”; que usaban, sí, cianuro como catalizador para obtener monómeros de poliamida (PA), pero que ese cianuro se recuperaba en un 100% librando  la sociedad de la carga de esa contaminación. La Fundación Plastivida de la Argentina informaba de esto con mucho orgullo         en 2010.[5] Omitía sí, todos los otros episodios y producciones donde la fabricación de plásticos no ha dejado ese límpido resultado.

Entiendo que al día de hoy ya no es necesario probar la existencia de una masa de plástico ingobernable dañando sobre todo los mares y la vida de sus habitantes     . Pero más allá de redes asesinas, bolsas plásticas confundidas con alimentos,  adminículos plásticos ingeridos por pelícanos que mueren de hambre con el buche lleno de tapas, sonajeros, llaveros  o         llavecitas, del aumento preocupante de muertes de ballenas por ingestión de basura plástica,[6]  la formación incesante de micropartículas plásticas nos presenta un presente ominoso que puede hacer nuestro futuro pesadillesco. Las bolsas  y partículas plásticas no se biodegradan, pero la erosión, marina, por ejemplo, como el viento, las desmenuza, las va reduciendo de tamaño. Por eso ahora la presencia de micropartículas es insoslayable. Hasta en la leche materna ya se ha encontrado.[7]

Desde la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de California, EE.UU., se ha investigado la cuestión de por qué las micropartículas plásticas van tan fluidamente a los estómagos de los peces. Uno de los investigadores, Matthew Savoca, explica el método empleado: microorganismos suelen colonizar las partículas plásticas que flotan en los mares y para percibir sus efectos se situaron anchoas en cuatro estanques: el primero con agua limpia; el segundo con agua conteniendo micropartículas plásticas   recientes, un tercero con micropartículas que ya tenían 3 semanas en el océano y un cuarto estanque con kril, una comida favorita tradicional de las anchoas. Y el resultado fue: indiferencia en el primer y segundo estanque, pero enorme actividad de las anchoas en el tercer estanque, arremolinándose y procurando trepar, del mismo modo que lo hacen los del cuarto estanque.

Las micropartículas plásticas colonizadas por microrganismos se designan en inglés como biofouling; ya no tienen el olor del plástico puro sino, sino que, colonizado, tiene otro olor que los peces consideran apetitoso. De este modo, las micropartículas formadas o depositadas en los mares terminan en nuestros intestinos, al comer nosotros, los humanos, peces y crustáceos. Savoca resume, lo que llama un giro shakesperiano: “estamos comiendo pescado que está comiendo plástico que huele a comida.” [8]

La década del ’60 será recordada como el comienzo de un muy lento, apenas perceptible envenenamiento masivo –¿Plastoceno?–, en primer lugar en EE.UU., pero casi sin solución de continuidad en toda el área bajo la influencia ideológica y comercial estadounidense, es decir en prácticamente todo el mundo.[9] Y los plásticos, allí, en primera línea.

El daño producido al planeta, a la vida en el planeta es incalculable. En tan diversos órdenes vitales. Gestación de enfermedades o nudos patológicos nuevos, proliferación de cánceres.

Enfrentada a la acumulación de residuos tóxicos, de menoscabo a la existencia de seres vivos en general, está nuestra conciencia creciente de estas situaciones problemáticas: tengo para mí que estamos cada vez peor y, al mismo tiempo, cada vez mejor, porque estamos cada vez más conscientes de nuestras propias falencias, como especie, y sobre todo como sociedades que a menudo elegimos dañar a nuestros congéneres o a la vida en general, por presuntas ventajas materiales.

Pese a todo, la afirmación de la vida sigue siendo nuestro impulso principal.

Así y todo, abordar esta conflictividad está muy lejos de ser sencillo.□

notas:

[1] Soddy fue un Nobel premiado en química, en 1921. Sin embargo, a la vista de la desolación producida por el uso de “gases venenosos”  durante la IGM, Soddy renunció a su brillante carrera como químico y volcó sus estudios a una disciplina disímil; la economía, y a las finanzas, y se reveló un muy fuerte crítico de ideas muy consolidadas en ese campo. Fue sobre todo esa “intromisión” y la precisión y justeza de sus críticas, lo que hizo que el colegiado de economistas procurara aislarlo,  para cuidar sus quintitas. Soddy, por ejemplo, reexaminó el sentido de los intereses en los préstamos de dinero, tema que estuvo muy en discusión entre la Iglesia Católica por un lado y las iglesias protestantes y los prestamistas judíos por el otro  desde siglos atrás. Indudablemente su crítica pisó unos cuantos callos. Y por eso fue borrado mediante “exclusión curricular”.

[2] Desde la década de los ’40 se sabe que sustancias emitidas por envoltorios plásticos pueden producir tumores en ratas. Fue el caso con filmes plásticos como los muy exitosos Saran Wrap, “el film de los cien usos”, compuesto con PVC, PE, dacrón, celofán y teflón. Pero solo será en la década de los ’70, cuando los señales de toxicidad, grave, son ya tan indisimulables como para que la complaciente FDA rechace  un pedido de Monsanto de fabricar botellas PVC para bebidas alcohólicas (cit. p. Susan Freinkel, Plástico, Tusquets edit., Buenos Aires, 2012, cap. 4, n. 29).

[3] El salmón contracorriente, 30 oct.2015. https://www.socioeco.org/bdf_organisme-386_es.html.

[4] Las migraciones de PE, uno de los plásticos más usados, tienen lugar cuando el envase es sometido a 40 grados de calor. De allí en más, se intensifica la migración. Obsérvese que estamos hablando de una temperatura de un verano ni siquiera tropical. Investigación hecha en Alemania: Kemper, F. Zum Thema Weichmacher-Phtalsaurediakylester, pharmakologische und toxikologische Aspekte, Verband Kunstofferzeugende Industrie, Frankfurt, 1983 (cit. p. Integral, Barcelona, no 98, 1988).

[5] https://www.ocmal.org/cianuro-y-ilos-plasticos.

[6] “En 2002, un rorcual aliblanco (Balaenoptera acutorostrata) que llegó a la costa de Normandía, Francia, tenía casi una tonelada de plástico en su estómago incluyendo bolsas de dos supermercados británicos.”  fte.: Oceansentry.org.

[7]  https://www.rapaluruguay.org/. Octubre 2022.

[8] Kaleigh Rogers, https://www.vice.com/en/article/kzzw93/were-eating-fish-that-are-eating-plastic-that-smells-like-food, 15 ago 2017.

[9] Algunos países siempre harán punta; no nos referimos a plásticos en este caso sino a avances tecnológicos ignorando el llamado principio de precaución; hay solo dos estados que cultivaron soja transgénica masivamente en el siglo XX, a fines: EE.UU. y Argentina.

Publicado en Centro / periferia, Destrozando el sentido común, ecología, Salud. Y enfermedad

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