por Luis E. Sabini Fernández –
El 24 de julio en el programa En perspectiva se emitió la entrevista que el periodista Emiliano Cotelo le hizo al director principal de la OPP, contador Álvaro García.
Cotelo inicia su entrevista con el anuncio de la decisión de UPM de operar en el país.
Esto es de por sí peculiar porque tratándose de un acuerdo o convenio entre dos partes, llama la atención que veamos la decisión de una sola parte. Decisión que tomara UPM cuando lo consideró oportuno y conveniente. En rigor, no se concretó un acuerdo (p. ej., de inversiones) sino que el paisito ya estaba a disposición y UPM decide entonces hoy, 24 julio 2019, iniciar su acción sobre ese “objeto de deseo” que es en este momento, Uruguay.
El vicepresidente local de UPM, reproducido en el programa de Cotelo, nos dice que “éste es el día en que hemos decidido compartir (con ustedes) la noticia de esta nueva inversión”.
Cotelo, presentándose como transmisor de datos y no de opiniones, nos habla de un incremento esperado del 2% en el PBI y de otro, del 12% en las exportaciones. Llama la atención la invocación a los números, que indudablemente gozan de buena prensa. Cualquier análisis no debería quedarse con los números desnudos, presentados tan positivamente: porque el aumento de PBI no garantiza aumento de calidad de vida y puede incluso, reflejar su contrario (p. ej., si se contamina más o si aumenta la población carcelaria, el PBI aumenta). Y el valor de las exportaciones es muy distiinto si se trata de exportaciones del país o de una zona franca que, instalada en el territorio, retiene para sus propietarios los beneficios, si no la totalidad al menos gran parte. Por eso es tan impropio hablar de exportaciones uruguayas cuando salen desde sus zonas francas.
Hay que entender que las “zonas francas” reviven las clásicas “economías de enclave” que el colonialismo llevó a cabo en los albores de la “modernidad” apropiándose de los recursos de tantas zonas convertidas en colonias. Las zonas francas no son un recurso de progreso ni de independencia nacional, sino apenas una solución económica para el capitalismo transnacional que no quiere costear en la periferia planetaria los derechos que la democracia ha reconocido a las poblaciones metropolitanas.
Cotelo, asumiendo el papel de emisario de buenas noticias nos alienta con “los 6000 empleos” que UPM promete desplegar en el periodo de construcción. Lo que no se nos dice es lo que significa como trastorno ocupacional y económico dicha construcción basada en “trabajadores golondrinas”: es muy significativo que la primera noticia del mercado laboral tras la de los 6000 puestos de trabajo haya sido las expectativas de albergues y sitios de prostitución y bebidas alcohólicas en la zona de asentamiento, concretamente en Pueblo Centenario (que cuenta apenas con unos 1500 habitantes)…
El director de la OPP expresa que esta decisión de UPM genera “consecuencias muy positivas”. Algo que está por verse puesto que se refiere a algo por venir. Él puede estar seguro, otros podemos disentir, pero en todo caso, todavía es pura especulación…. se refiere a consecuencias a futuro; una ligera trampa de lenguaje; en castellano para hablar de lo futuro corresponde: expectativas.
Entre los varios aspectos abordados en la entrevista, García señala la importancia de pasar de un ferrocarril del s XIX a uno del s XXI. Es realista en la descripción de nuestra realidad ferroviaria; queda por ver si semejante salto se hará sin daño. Por lo pronto, las cifras que dio García son sorprendentemente altas. El habla de un costo para el estado uruguayo de 2200 millones de dólares, cuando en instancias previas el gobierno había anunciado unos 1000 millones…
Pero hay algo todavía más grave. El ferrocarril en danza, que García toma –a futuro− como uruguayo (al darle ilación entre el siglo XIX y XXI), es un tren puramente finlandés. No sólo por las exoneraciones fiscales que brinda el Uruguay sino porque lo trae la empresa finlandesa y lo emplazará en ese trayecto de unos 300 km con solo dos sitios de conexión: en Pueblo Centenario, junto a la planta y en el puerto de Montevideo, en la Aguada, en la terminal de embarque. El camino es pura vía, sin conexiones (algo que puede llegar a ser problemático en caso de accidente). Pero que muestra acabadamente la finalidad del tren, exclusivo para la celulosera; transporte de troncos y celulosa y de ingredientes quimicos que la empresa vaya proveyendo a su procesadora.
Cotelo, siguiendo el trabajo de un colega, Nelson Fernández, hace un recorrido por los distiintos gobiernos de las últimas décadas, de los tres partidos principales, y ve cómo, comenzando con las leyes de zonas francas y la de incentivo forestal del gobierno colorado de Sanguinetti en los ’80 (posdictadura), todos los gobiernos de los últimos 30 años largos han ido adaptando el país a las necesidades de la transnacionalización del capital y las inversiones, achicando o abandonando un desarrollo endógeno en aras de otro exógeno.
Pérez lo ratifica con orgullo aclarando que ahora la matriz productiva del pais ha variado para devenir territorio forestal, es decir para adaptarse a los planes de empresas transnacionales. El ordenamiento territorial ya había sido usado para diversos emprendimientos trasnacionales, como otras pasteras o la empresa minera Zamin Ferrous, en Aratirí, que finalmente no hizo su negocio a costa del suelo uruguayo por una cuestión de rentabilidad en el mercado internacional, que si hubiera prosperado habria contado con el aval de un dirigente como el entonces presidente José Mujica que no tuvo empacho para sostener que asi como el país había sido ganadero durante dos siglos, bien podía ahora devenir minero. Como si el cambio de matrices productivas fuera de la misma envergadura que un cambio de camisas.
Lo que el técnico Álvaro García no dice es que con el desarrollo agroindustrial (que no es solo forestal sino también de soja transgénica, por ejemplo), el país ha perdido –se fue por el caño del tecnodesarrrollo− una de las riquezas naturales principales, el agua,[1] convirtiéndose, ya todo el territorio en “feliz poseedor” de agua contaminada.
“La razón es que una negociación con las complica… complicidades [sic] que tiene y la cantidad de aspectos que tiene no es posible realizarla de manera pública… creo que es algo evidente. Cualquier información pública es extremadamente delicada porque mueve los precios de las acciones […]. El tema de la confidencialidad es algo absolutamente normal en este tipo de cosas.”.
Una vez más se destaca el aporte de Freud sobre las trampas del inconsciente en los lapsus, aquí con un agravante, porque García empezó refiriéndose a algo que podría haber sido “complicaciones” pero se enmendó a sí mismo diciendo complicidades.
No tenemos más remedio que asociar este traspié idiomático con otro, bastante más largo, del convenio ROU-UPM, puesto a luz por el catedrático Eduardo Lutz, en el cual el texto aclara que nadie en este convenio ha recibido sobornos, prebendas, viajes, hospedajes o comidas de la empresa, ni ninguna otra forma de pago bajo cuerda. El texto es cargosamente taxativo y uno se pregunta el motivo de semejante “aclaración”. Es evidente que no hubo coimas , eso está claro. Pero ¿por qué tanta autodefensa por adelantado? Alguien, canchero, podrá alegar; porque conocemos a los criticones.
Pero yo abono otra hipótesis: la entrega, las concesiones son tantas, “la agachada” gubernamental es tan ostensible (y combinada de varios gobiernos, y vemos que no solo frenteamplistas sino de los tres partidos mayores), que hay que explicar que no ha sido “por interés personal”, pecuniario o similar.
Y no hay duda. Lo que hay es una feroz coincidencia ideológica. Porque los reaccionarios, por seguidismo geopolitico al eje globalizador, aceptan estos entreguismos como “el precio del progreso” y los progresistas, legión dentro del FAEPNM, porque sacralizan el tecnoprogreso, con lo cual terminan hermanados en el proyecto social con los reaccionarios más modernosos.
La cuestión es si tenemos el coraje, el tesón para promover crecimientos de nuestra sociedad, endógenos, o si sólo nos adaptamos a la mirada ajena y a sus necesidades y “alquilando”, a precio de remate, el territorio para sus ensayos, proyectos y realizaciones. Ejemplos como el de British Petroleum en el golfo de México o la Texaco en la Amazonia ecuatoriana o el desastre pesquero en Chiloé provocado por la angurria noruega que, con los mismos rubros de producción en su propio país, cuidaron bastante más, o mejor dicho descuidaron algo menos el hábitat que el devastado territorio chileno en su isla principal, deberían funcionar como advertencia de lo que suele suceder con tales maridajes.
Basta recordar la “doctrina” Larry Summers, que con justicia ha esgrimido César Vega, para entender la “racionalidad” primermundiana.[2] Algunos tecnócratas del Tercer Mundo hacen propia la estrategia del centro planetario, no a causa de sobornos sino aceptando cobrar las migajas que el centro económico dinamizador ofrece porque temen que si no aceptamos eso, caeremos en alguna noche medieval…
Revelando que ésa es la apuesta, García, con orgullo que en realidad es estulticia, aclara: “Uruguay no discrimina por empresario nacional o extranjero. Sí hay una diferencia en cuanto al volumen de la inversión… y a la necesidad de poner beneficio.” [sic].
García da por bueno apostar a las economías de escala. Por eso este gobierno, como los anteriores, ha apostado a la agroindustria y a los commodities, y no a la producción de specialities. Algo que sería mucho más acorde con nuestras dimensiones. Porque jugar en la cancha de los grandes números, podría tener sentido (si es que lo tiene) para estados como Brasil, Australia, Canadá, Rusia, con muchos millones de km2 pero se convierte en economía insensata para estados de dimensiones pequeñas, más fácilmente contaminables, inundables, alterables y básicamente limitados por sus dimensiones.
Y con otro agravante: la gran escala es la causa principal de contaminación. De maltrato al planeta (y eso le cabe también a los estados con millones de km2).
Y por último, un aspecto estratégico: cuando el mercado europeo está absorbiendo cada vez más specialities, porque ha advertido la baja calidad alimentaria (y mucho peor, la toxicidad) de los commodities, y el Uruguay podría haber sido un vergel dada nuestra irrigacion natural, quienes invierten en Uruguay, nos han llevado a la modernidad tecnológica cada vez más en entredicho…
¿Cómo enfrenta García los reparos y críticas de orden ambiental al proyecto que tanto impulsa’: “El Uruguay tiene una institucionalidad muy fuerte en este tema.”
Es una afirmación que acaricia los oídos institucionales del área, que resulta tristemente falsa, por no decir desfachatada.
El país tiene, en la realidad un pésimo nivel de conciencia ecológica. Vivimos alegremente en un mundo plastificado, cuando ya es vox populi el daño, inmenso, que provoca sus residuos, ante los cuales Uruguay ha sido uno de los últmos estados en encarar una política de limitación a su uso. Una limitación muy limitada –y no es un juego de palabras−, puesto que su uso está extendidísimo. Baste recordar que Uruguay llegó a apostar, siguiendo las pautas de las empresas transnacionales, a quedarse sin vidrio, sin industria del vidrio, que en Uruguay tenía un desarrollo apreciable, y que es ambiental y sanitariamente mucho más confiable.
La institucionalidad ambiental que proclama García no nos ha permitido evitar la contaminación de nuestras aguas, fundamentalmente por la agroindustria. Aun peor: los organismos reguladores de lo ambiental han ensayado permanentemente disculpas y negaciones al estado de contaminación. Tampoco nos permitió resguardarnos de una plombemia generalizada (y habría que examinar su huella social; una cuenta pendiente).
“La Iniciativa del Río Negro prevé todo esto. Y atender de manera integral el estado de las aguas del Rio Negro. En la mirada de desarrollo sostenible que veníamos hablando, y en esa mirada de desarrollo sostenible también UPM de Finlandia. […]. Porque los países nórdicos, en cualquier ranking mundial están en el Top 4 de desarrollo sostenible en el mundo.”
Con el ranking nórdico ambiental García nos quiere tranquilizar. Ignorando vergonzosas situaciones como la ya mencionada del cultivo de salmón noruego en Chile.
Respecto de la “dilución de los vertidos”, García habla de asegurarse un caudal suficiente para hacer aceptable esa dilución, pero se apresura a aclarar que casi casi ni va a hacer falta atender ese aspecto, porque la dilución apenas va a existir puesto que los nórdicos trabajan con normas de muy alta calidad ambiental.
‘La confianza mata al hombre y contamina al crédulo’. Que me disculpe García con su infantil dependencia.
Por cierto, ni una palabra por el cambio en el texto del acuerdo ROU-UPM, que en lugar de respetar el texto principal, se corrigió siguiendo el texto secundario que perjudica, oh casualidad, al Uruguay (en un pasaje con traducción defectuosa que otorgaba 0,5 o 0,05 de canon, causando una diferencia de varios millones de dólares anuales).
García (Cotelo tampoco) no habló de lo principal: ¿Qué se llevan del Uruguay, qué usan del Uruguay? Agua. Que no pagan. Eso se llama en economia “externalización de costos”.
No pagan el agua. Y la contaminan. Por lo tanto, tampoco pagan la salud que el país y sus habitantes, humanos y seres vivos en general, perdemos.
De eso, de lo decisivo, apenas se habla.◊
[1] Uruguay ha sido tradicionalmente uno de los países con mayor porcentaje de tierras cultivables del mundo entero. Entre 80 y 90 %. Un dato valioso, lógicamente, hablando de agua potable, no contaminada.
[2] Larry Summers, un apparatchik de la red de dominio del eje principal del poder global (EE.UU., Israel, Reino Unido) tuvo diversos cargos claves; director del Banco Mundial, secretario del Tesoro de EE.UU., director del Consejo Nacional de Economía de EE.UU. Muy racionalmente, estimó la conveniencia de llevar las industrias contaminantes del Primero al Tercer Mundo puesto que causarían mucho menos daño allí sobre una población ya devastada por la pobreza, con escasos ancianos, mientras que esas mismas industrias, contaminantes, causan estragos en el Primer Mundo con una población de adultos mayores mucho más numerosa, que son el blanco mayoritario de las enfermedades de largo plazo, como los cánceres, causadas primordialmente por dicha contaminación.