Por Luis E. Sabini Fernández, Marzo de 2022
La invasión de Rusia a Ucrania en este mes de marzo 2022 ha desatado una serie de mecanismos mentales, ideológicos, entre los que no somos protagonistas de semejante situación. Enumerando: deshistorización sistemática, movida del tablero geopoilítico, pensamiento doble (dejemos a un lado el maniqueísmo, por intelectualmente penoso), campañas contra el intervencionismo y un largo etcétera.
Deshistorización sistemática
El 99 % de los análisis, abordajes, se remonta a lo sumo hasta 2014… al cambio de mano de la península de Crimea, la proclamación de las repúblicas rusoparlantes de Lugansk y Donetsk en la zona del Donbass. Ignorar todo el período soviético (1919-1991) es de una superficialidad o imposible de adoptar.
En tiempos zaristas, con un imperio ensanchádose (en Europa hacia el oeste y en Asia hacia el este), se hablaba de la Madre Rus, o Gran Rus, la Pequeña Rusia o Ucrania y la Rusia Blanca (Bielorrusia). La primera capital imperial fue entonces Kiev.
Hay entonces un denominador común, lo ruso, que es mucho más intenso que el habitual entre naciones distintas o diferenciadas.
A principios del s XX, diversas expresiones políticas ucranianas resistieron el avance bolchevique. Un país muy campesino. Difícil compatibilizar esa realidad campesina y el proyecto proletarista. Por eso, cuando el nazismo inicia su invasión a la Unión Soviética, en muchas partes de Ucrania no fueron resistidos sino al contrario bienvenidos (allí podría estar el origen histórico de cierta afinidad con la extrema derecha racista en sectores de la población ucraniana).
¿Por qué los nazis podían contar con aliados entre eslavos, siendo su racismo purificador tan hostil ante “razas humanas inferiores” (como suponían la de eslavos)?
El estalinismo produjo estragos en la población, campesina ucraniana. Holodomor. Se estima que millones de ucranianos morían literalmente de hambre mientras los comisarios soviéticos requisaban hasta la última taza de harina, para mayor gloria del proletariado, es decir de ellos mismos y su claque bolchevique.
Saqueados, hambreados, asesinados (si presentaban resistencia a perder su única vaca o la reserva de alimentos para el invierno), los ucranianos sobrevivientes recibieron a los nazis como “salvadores”.
Los nazis, en plena expansión –todavía no habían llegado a Stalingrado y comenzado el principio del fin− pudieron incluso denunciar las fosas colectivas que descubrieron a su paso, que no eran las que ellos todavía no habían empezado a hacer sino las que habían dejado los bolcheviques a su paso con la implantación de la “colectivización forzosa” de 1929 y las hambrunas de la década del ’30 que constituyeron su herencia, ésa también forzosa.
De esa época viene, sin duda, cierta afinidad de población ucraniana con Lado Derecho, Maidan, Destacamento Azov, con el nazismo o cierto racismo étnico.
Porque en Ucrania se repite lo que ha pasado en tantas y tan diversas sociedades: ante las injusticias más flagrantes, hirientes, surge una rebeldía. Incluso una rebelión. Si ese movimiento, psíquico, de una población, que generalmente encarna en una ideología o política justiciera, igualitarista, de rechazo frontal a los privilegios; lo que se califica generalmente de izquierda, falla, porque se revela lo opuesto a lo que predica, entonces, una próxima oleada de insatisfacción profunda, un nuevo movimiento de rechazo social, no vendrá por el lado del igualitarismo, del democratismo, desde la izquierda, sino desde sus opuestos; movimientos autoritarios, radicales, sí, pero verticalistas, racistas.
La prédica socialista derivó en la URSS, pero también en Ucrania, a la velocidad del rayo, en “almacenes para bolcheviques” que convertían a estos últimos en los únicos que podían comer regularmente, dada la brutal crisis alimentaria que produjo la propia implantación del “nuevo orden” sumada a la escasez ya tradicional de alimentos que castigaba antes a las capas más desguarnecidas. Y esto significó inmediatamente que los más rápidos, los más oportunistas, también se hicieran bolcheviques trastornando el sentido originario, las aspiraciones iniciales.
Esa historia “interna” de la URSS hay que integrarla, secuencialmente, con la segunda posguerra. De allí, sale EE.UU. como poder omnímodo. Sin embargo, en un primer momento se habla de otro triunfador, también: la URSS. El sistema cuatripartito que se estableció entonces, y se corporizó en la ocupación de Alemania por 4 sectores: EE.UU., Rusia, el Reino Unido y Francia. El R.U., un poco a su pesar (pero no demasiado; reconocía una estirpe) concedía el puesto de mando a su vástago y sucesor; EE.UU.
Francia, en cambio, defendió un europeísmo que resultò inconducente porque Europa había entrado en una dependencia, hasta hoy irreversible, de EE.UU.
La URSS figura entonces como una de las dos superpotencias (durante la mayor parte) del s XX. Convertida en potencia nuclear, la URSS asignará a dos de sus repúblicas constituyentes el armamento nuclear: Rusia y Ucrania.
Con el colapso soviético y el consiguiente ascenso a superpotencia única de EE.UU., todo el andamiaje “internacional” que EE.UU. creara a su servicio, la ONU, como en su momento la Sociedad de las Naciones quiso ser la caja de resonancia de la pax britannica (1919-1946), tuvo a su vez un socio principal inesperado; la URSS.
La ONU (California, 1945, sin fecha de vencimiento por ahora) tuvo así un Consejo de Seguridad o Ejecutivo con aquellos ganadores del teatro europeo; EE.UU., Rusia, Reino Unido y Francia) más China, que era la gran presencia del Este en la flamante red internacional.
China era entonces algo muy distinto a la actual, porque gobernaba un régimen occidentalista, anticomunista. Pero en 1949, ese gobierno pierde el control del 99 % del territorio y queda reducido a la isla de Taiwan e islotes adyacentes, y los “Cuatro Grandes” no tienen más remedio que zurcir el tablero mundial, dejando a Taiwan como China nacionalista fuera del Consejo de Seguridad, incorporando a la cúspide a la República Popular China, convertido ese Consejo así en quinteto (décadas más tarde, Taiwan, la República de China) será expulsada de la ONU, sumándose así a las naciones parias no reconocidas en la ONU (y siendo entre ellas –la nación saharaui, el Tibet, los abjasios− la de mayor tamaño poblacional, con sus más de 20 millones de habitantes).
Ahora bien, el tablero mundial, zurcido, se vuelve a rasgar con el colapso soviético. Y entonces, aparece una Ucrania independiente (formalmente libre de todo poder extranjero). “Granero de Europa”. Una tierra fertilísima, de las mejores de Europa, 40 millones de habitantes, potencia regional. El ideólogo del eje anglonorteamericano, Samuel Huntington, en sus planes para mantener esa supremacía, señalará a Ucrania (y otras naciones de porte mediano-grande, como Turquía) como naciones “partibles”, fracturables. En el caso ucraniano, el período soviético hizo de esa tierra un oeste favorable a Europa y un este más ligado a Rusia. Pero esta fractura viene de antes de la misma URSS por cuanto a grandes rasgos esas mismas configuraciones caracterizaron los asentamientos católicos al oeste y los ortodoxos, al este. Sin tener en cuenta esa historia, “nuestro” presente es incomprensible.
Movidas del tablero geopolítico
El gas y en general las fuentes energéticas rusas son tentadoras para Europa. Por más automación, trascendencia de los límites físicos proporcionados por la industria hipermoderna, la cercanía física a fuentes energéticas sigue siendo crucial. El petróleo o el gas ruso queda mucho más cerca de Alemania que el que está allende los mares.
Poco a poco se fue tejiendo la red de suministro de tales fuentes energéticas al principal motor industrial europeo; Alemania. El Nord Stream 1, con sus más de 1200 km. de tendido submarino y casi 30 mil millones de m3 de suministro anual, iniciado en 2011, iba a ser de hecho duplicado por el Nord Stream 2 proyectada su inauguración para 2022. Para el eje de la globalización general, bajo la batuta ara la Casa Blanca, el Reino Unido e Israel, este nuevo gasoducto iba a limar asperezas entre Oriente y Occidente (entre Rusia y Europa), y ese posible “estallido de paz” incomoda enormemente a los titulares de la globalización absoluta y propia.
Así que nones. Lidiando por Lugansk y Donetsk se le escapó a Biden: -Si siguen poniendo dificultades, bombardeamos el Nord Stream 2… el periodista sorprendido dijo: ¿Pero y esto qué…, ¿qué tiene que ver? Tiene mucho que ver. Al estilo del político orador de Jacques Prévert.[1]
Esta parte del tablero, sin embargo, es apenas parte. “Del otro lado” del mismo tablero, en modo “imperio”, Putin y su equipo se lanzó al agua con una operación militar desembozada, apenas amparada en el reconocimiento “legal” de dos territorios ucranianos poblados por rusos, designados como repúblicas; Lugansk y Donetsk en Ucrania oriental. Esto permitió a Zelenski ubicarse como defensor, como atacado, ignorando el hostigamiento mortal de años sobre esos territorios. Pero es difícil esperar algo más veraz del presidente ucraniano cuando ha “explicado” que si hay víctimas en la Franja de Gaza,[2] son judíos.
Pensamiento doble (¿o dúplice?)
La esquizofrenia política parece ya tan sustancial a la política que se hace difícil despegar una de otra.
Una frase aborrecible pero sincera, proclama: “Al enemigo ni justicia”. Frase que parece sufrir obsolescencia ética, arrojada al vacío de la historia en nuestra era. Por eso, cuando se inicia todo un movimiento “solidario” con la sociedad ucraniana agredida en un ataque artillado, tradicional, al mejor estilo de los desembarcos de cañoneras estadounidenses en el Caribe, los medios de incomunicación de masas se han apresurado a explicar que están contra todos los intervencionismos, todas las agresiones.
Y condenan con toda su fuerza mediática y la de los políticos y referentes que construyen desde allí sus dictámenes, a Rusia. Mediante un boicot generalizado. Pero nos recuerdan que tampoco les ha complacido el atropello a Libia, las matanzas continuas en Palestina, la hecatombe yemení… ¡vaya!, Supongo que en tales casos y situaciones, debían estar muy ocupados como para condenar, boicotear y “cancelar” (que suena como dernier cri en ética…). Pero que ahora, recapitulando, su democratismo sería tan parejo que nos lo recuerdan: condenar por igual a Putin, la OTAN, Israel, EE.UU., Arabia Saudí…
Emociona. Contra Rusia, medidas concretas. Contra OTAN, Israel, EE.UU. o Arabia Saudí… parole, parole. El pensamiento dúplice sigue gozando de muy buena salud…
notas:
[1] «Discurso sobre la paz», de Jacques Prévert:
“Hacia el final de un discurso sumamente importante el gran hombre de Estado al tropezar con una hermosa frase vacía cae dentro y desamparado abriendo mucho la boca jadeando enseña los dientes y la caries dental de sus pacíficos razonamientos deja al descubierto el nervio de la guerra; el delicado asunto del dinero.”
[2] Un territorio que jamás ha sido israelí ni se le conoce pasado judío y que, precisamente por su condición de asiento árabe ha sido particularmente castigado por la ocupación israelí que lo ha atacado repetidamente mediante artillería y bombardeos, pese a ser un enclave civil. Una sociedad, en suma. Sitiado por aire, mar y tierra desde 2006. Una nueva Numancia, celosamente ignorada.