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El colonialismo sobreviviente y una tercera guerra mundial

Publicada el 21/12/2025 por luissabini

9 noviembre 2025

por Luis E. Sabini Fernández

Un viejo y áspero aforismo chino nos recuerda que cuando el dedo señala la luna el estúpido mira el dedo.

Y así estamos, cada vez más, en nuestra sociedad del espectáculo.

Hablamos de Hamás, no del sionismo.

Hablamos de beepers y intercomunicadores, no de quienes los construyeron. Y por qué.

Hablamos del ejército israelí pulverizando ciudades enteras con su población incluida, pero no de lo que le otorgó a los militares sionistas la impunidad para fabricar escombros con mampostería y cuerpos humanos incluidos; una argamasa que a gatas podemos formular, tan atroz y fuera de todo sentimiento humano nos resulta.

Hablamos de las lanchas explotadas en alta mar en el Caribe o en el Pacífico y no del dios de la guerra que resulta tan hermanado con la modalidad american de vivir-en-el-mundo.

Todo ello nos señala un aumento de la brutalidad política, un despliegue de incontinencia y de arrogancia. Desde las cúpulas planetarias, porque en los llanos, en los marasmos, en las costas, en los suburbios, lo que aumenta es la exclusión y las víctimas.

¿Estamos en la tercera guerra mundial, tantas veces anunciada? Por lo visto, sin que la inmensa mayoría de nosotros lo sepamos y sin precisar desde cuándo.

Varias fechas pueden otorgarse esa patética y trágica efeméride.

14 mayo 1948

Entonces se “funda” el Estado de Israel. Y con ello se reactualiza el colonialismo rampante con que se iniciara la Modernidad occidental en los siglos 15 y 16. 

El ciclo del colonialismo parecía clausurado con el florecimiento de la democracia “universal” en 1945. Muy pronto, se vio que el colonialismo no había desaparecido ni mucho menos, sino que había cambiado sus ropajes, rebautizado ahora neocolonialismo: la diferencia fundamental era que el viejo colonialismo, del British Empire, por ejemplo, llevaba muy orondo, por todos los mares, su bandera británica.[1] Y el colonialismo remozado a partir de 1945, inauguró nuevas banderas para las colonias, para cada colonia más o menos ex. Banderas propias.  Una afirmación de lo propio, pero sólo simbólicamente, en la bandera.

Así que públicamente y con grandes discursos “de emancipación y soberanía nacional” se dio por clausurado el ciclo colonial, vergonzante de abusos, robos y genocidios. Entrábamos a una era de “paz sin violencia”. Democracia para todos, o mejor dicho for everybody. Y vamos a ir viendo que todos no son todos, incluso peor, apenas resultan una minoría.

Pero, ¡oh maravillas de las políticas imperiales! Así como se continuaba con renovados bríos tecnológicos el colonialismo de un modo más artero en el “Tercer Mundo”, cambiándole hasta de nombre y habilitando así con bombos y platillos, estados nuevos, modernos y democráticos, en 1948 se inauguraban (también) estados del viejo cuño: Israel era erigido con población ajena al territorio (en un 95-98%, aunque ingresada gradualmente a lo largo de décadas) y a la vez vaciando en ese territorio más del 50% de su población histórica,[2] y otro estado de viejo cuño en 1948 cambiaba apenas su camisa: la República Sudafricana pasaba a denominarse Unión Sudafricana u establecía con toda legalidad la política de apartheid.[3]

No todo era neocolonial, como por ejemplo, Nigeria, Túnez o Birmania.

En la Unión Sudafricana se le reconocía a los colonizadores europeos derechos sobre tierra despojada a poblaciones africanas; zulú, kongo, luba y otras. Los europeos que habían construido la Unión Sudafricana, eran británicos, llegados al sur africano en el siglo 19, pero holandeses se habían instalado allí mismo desde comienzos del siglo 17 y, más tierra adentro reclamaban ser más “oriundos” que los británicos. En rigor, eran colonialistas exterminadores anteriores; zanjaron sus diferencias en una guerra entre blancos donde los ingleses no dudaron en exterminar a los Boers en el cambio de siglo del 19 al 20. Entender eso le costó a la ONU, unas cuantas décadas… y 27 años de cárcel a Nelson Mandela.

Por configurar el asalto sionista a Palestina una acción tipo “guerra de conquista”,[4] bien se la puede considerar fecha o anuncio de “tercera guerra mundial”. Sin embargo, la inmediatez histórica a una guerra finiquitada con la destrucción de “El Eje”, en 1945, hacía poco imaginable que la humanidad se viera nuevamente envuelta en otra guerra mundial.

La posibilidad de “tercera guerra mundial” adquirirá nueva vigencia entonces cuando desaparezca el “equilibrio de las dos superpotencias” (que tuvo vigencia de 1945 a 1991).

Entonces, EE.UU., sus élites de poder, sienten ─otra vez─ llamada su hora, con el sueño de divisar el siglo 21 como “el nuevo siglo de EE.UU.”, ahora en exclusividad.[5]

11 setiembre 2001

Casi inmediatamente, el mundo será conmovido con el derribo de las Torres del NYC, la

implosión del Edificio 7 y el bombazo o cohetazo contra o en un lateral del Pentágono. Parece demasiado para ser todo llevado a cabo por células terroristas de origen árabe (aunque parece indudable que árabes también están en “el acontecimiento”: en el lugar de alguno de los atentados aparecieron pasaportes o documentos identificatorios de ese origen, maravillosamente enteros).

El 11 de setiembre de 2001 significó la detención inmediata y sumaria en Nueva York de tantos o más judíos e israelíes que de árabes. Centenares. Para tener en cuenta. Sin duda, con toda la violencia desplegada, ese atentado nos acercó muchísimo a una tercera guerra mundial con borroneadísimos personajes. La violencia y la ignorancia aumentan juntas. Lo que gana es la heteronomía. Sigue todavía el misterio sobre el 11 09 2001.

27 febrero 2014 o 24 febrero 2022 [6]

Con la expansión de la OTAN, los neoconservadores, supremacistas, tomaron nuevo viento en la camiseta, y con una craneoteca fundamentalmente sionista, la expansión se hace a costa de muchos estados excomunistas.

De modo que, de los casi 18 estados que constituían junto a Rusia, la URSS, las deserciones voluntarias de estados y sociedades exsoviéticas, ansiosas de quitarse de encima el bozal soviético (las riendas y la sobrecarga), fueron mayoría. Rusia logrará sostener una relación, supuestamente fraterna, apenas con una media docena de estados circundantes, constituyentes de la actual Federación Rusa; Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia, Tayikistán y Kazajstán.

Letonia, Lituania, Estonia, Finlandia, Uzbekistán, Polonia, Eslovaquia, Bulgaria, Rumania, Hungría, Chequia, abandonaron la influencia rusa antes soviética y han ingresado al llamado campo occidental, mediante la integración a la UE, desde entonces francamente agrandada.

Un país de considerables dimensiones en la escala europea; Ucrania, unos 700 000 km2 y unos 45 millones de habitantes, entregando las reservas de bombas atómicas que pertenecieran a la URSS, quedó en “tierra de nadie”. Rusia exigió mantener la neutralización de ese estado, como se había concertado cuando el colapso soviético. Pero las pretensiones hegemónicas de EE.UU., o de fuerzas en su interior (“el estado profundo”), cambiaron su posición.

Ucrania es prácticamente uno de los mayores estados constituyentes de la exURSS, y la craneoteca norteamericana, con Victoria Nuland al frente, entendió que era fruto maduro para la cosecha occidental. Por las buenas o por las… peores. Se produjo la caída de una presidencia amistosa con Rusia, y mediante movilizaciones violentas que dejaron un tendal de decenas de muertos, se estableció finalmente un gobierno más afín a “Occidente”.

El “giro de los acontecimientos” se hizo cada vez más antirruso; supresión de textos y cursos en idioma ruso, cuando hay una considerable porción de población rusófona, hostigamiento incluso violento a “los rusos”, que probablemente también respondían a “viejas cuentas pendientes”. Surgió una contrarresistencia de los sectores rusófonos de Ucrania, inmediatamente apoyada por Rusia. Al punto que algunas gobernaciones o municipalidades entraron a desobedecer al gobierno ucraniano (los municipios de Donetz y Lugansk, la península de Crimea) y finalmente, para impedir la inclusión de Ucrania en la UE, Rusia, al mando de Vladimir Putin ─aunque con muchas advertencias─ invade al mejor estilo clásico, el país. La reacción militar había tardado 8 años.

Otro escenario posible de comienzo de tercera guerra mundial, aunque se perciban a la vez esfuerzos para conjurar semejante desenlace.

7 octubre 2023

Como si ya no tuviéramos suficientes casus belli, el 7 octubre 2023 surgió una situación que otra vez nos puso, nos pone, a las puertas de la ya trajinada tercera guerra mundial. Como que hay ganas de llevarla a fondo, porque a mucha gente, lo que más la intranquiliza y llena de insatisfacción, es la indefinición.

Lo que sobreviene ─está sobreviniendo─ es nada menos que un genocidio que cumple todos los requisitos que desde Raphael Lemkin ─el forjador del término y su sentido─ se consideran básicos. Es un genocidio de manual. Y viene con firma. Orgullosamente. Del sionismo, de gobernantes orgullosamente sionistas. Aunque los medios de incomunicación de masas se han apresurado a pintar el cuadro de situación como un ataque artero de irregulares musulmanes ─Hamás─, la verdad es muy otra.

No estábamos en el mejor de los mundos cuando Hamás desencadena su raid mortal. Es todo lo contrario. Edward Said describió la situación de Gaza en 2002 (muere en 2003 y por lo tanto no alcanza a testimoniar el brutal agravamiento de las condiciones que él describiera, cuando en 2006 Israel encierra a la Franja de Gaza por aire, mar y tierra, agravando lo indecible la ceñida descripción de Said: “Gaza está rodeada por una cerca electrificada por tres lados, aprisionados como animales, los gazatíes están imposibilitados de moverse, de trabajar, de vender sus verduras o frutas, imposibilitados de ir a la escuela. Expuestos todo el día a aviones y helicópteros, baleados como si se tratara de pavos de corral, tanto desde el aire como desde tierra. Empobrecidos y hambreados, Gaza es una especie de pesadilla […] con miles de soldados dedicados a la humillación, el castigo y al debilitamiento de cada palestino, sin importar su edad, su sexo, su salud. La atención médica no entra al territorio, a las ambulancias se les dispara o se las detiene. Cientos de viviendas son demolidas y cientos de miles de árboles frutales son destruidos, así como al suelo arado, castigos colectivos contra población civil y desarmada […]”.[7]

Veinte años después, el torniquete no sólo no había cedido un ápice sino que todo se había ido deteriorando y agravando. Todavía más. Ya no hay verduras o frutas en la otrora vigorosa agricultura gazatí, saboteada de mil maneras.

Israel se sintió maltratado por los palestinos, por Hamás, en 2023. Se sintió atacado. Fue atacado. Le pareció horrible lo que los irregulares habían hecho incursionando con bicicletas, parapentes, excavadoras y motos. Que un aluvión de agresión y violencia se había abatido sobre ellos. 

Pero ¿qué pretendían? Como bien explica Enzo Traverso[8] “el discurso dominante sobre el 7 de octubre fue como el brote de una epifanía negativa, la súbita aparición del Mal que desencadenó una guerra de reparación. El 7 de octubre, Israel puso el contador a cero, como si los sucesos de ese día fueran la única causa de la tragedia.”

Como si todo lo que le estaba haciendo Israel a Palestina y a Gaza en particular no existiera. Israel y todo el aparato mediático bajo su influencia asignó a cada uno “su” papel: ya sabemos el que le cupo a Hamás; el de perpetrador y ¡oh, sorpresa!, a Israel le cupo, una vez más, el de víctima. El discurso dominante; patética inversión de la verdad histórica. El ofensor se siente ofendido; el torturador, torturado; quien dispone de vidas y haciendas ajenas, víctima.

Pero la realidad es tozuda. Y la fluidez mediática actual, como ya dijimos, le arrebata al poder constituido la clásica disposición de casi todas las cartas.

Hemos visto la reacción de buena parte de judíos, sobre todo jóvenes, rompiendo con “las verdades consagradas”; la resistencia a creer que Israel es la víctima-de-todo.

El papel de Israel en el mundo es tan pero tan conmocionante, y aterrador, que estamos viendo como en Europa y Asia, pero sobre todo en EE.UU., los reclamos por la verdad y el rechazo de “las verdades oficiales” está tomando cuerpo.

Un periodista derechoso, trumpista, pero ávido de conocer la verdad y no los espejismos ─Tucker Carlson─ está empeñado en remover la basura mediática que nos inunda cada día. Está, por ejemplo, al frente de un movimiento, una movida, para reanalizar los asesinatos de los Kennedy, cuando ha pasado ya más de medio siglo (y tras ello, inevitablemente sobrevendrá una necesidad de verdad también ante los “acontecimientos” del 2001… más de tres mil muertos están allí esperando).

La “viveza” israelí se ve, por ejemplo, en GHF; la institución creada para “alimentar” gazatíes: reparten en 4 locales que obliga a caminatas de 5 o 10 km para recibir balas, fideos, arroz. Literalmente. Y sin agua, un detalle de sadismo ejemplar, en clima seco. Por Gaza, y por toda Palestina, campea la impunidad impúdica, como la de esas oficiales femeninas israelíes acicalándose delante de edificios derruidos a bombazos. Tanta a


[1]   Muchas veces la Corona alternó el uso de esa bandera con las varias piratas. Usando legalidad y discrecionalidad fuera de la ley, según conveniencia.

[2]    Nakba; el desplazamiento forzoso y el arrebato de sus propiedades inmuebles y muebles se practicó con violencia fríamente instrumentada: tropas sionistas llegaban a una aldea, y se urgía a sus habitantes a abandoner todo de inmediato. Piénsese en el choque de semejante “orden” para una población establecida allí por siglos. Si la población procuraba escabullir semejante orden, se concentraba a la población y se entresacaba cuatro o cinco adolescentes y se los mataba sin miramientos. Ese “argumento” resultaba convincente y si todavía había renuencia o resistencia, los sionistas atrapaban a otros cuatro o cinco jovencitos y se los mataba del mismo modo. Abandonar la aldea se extendía con el terror…

[3]  Significativamente estos dos estados “nuevos”, Israel y la Unión Sudafricana, elaborarán un estrecha alianza bicontinental en todos los planos imaginables; y particularmente el comercial y el militar. Pero cuando en los ’90 se inicie el declive irreversible del racismo asesino sudafricano, Israel retirará prestamente todos sus apoyos, una verdadera lección de oportunismo (Abdelwahab Elmessiri y Richard Stevens, The Progression of a Relationship, New World Press, N.Y., 1976).

[4]  Véase Miguel Ibarlucía, Israel: estado de conquista, Editorial Canaán, Buenos Ares, 2012.

[5]  Véase A Report of The New Project for the New American Century, set. 2000. Llamativamente en dicho paper, se aspira, se anuncia, un hecho fortuito de inusual violencia que permitiría a EE.UU. reasumir el liderazgo mundial, luego que el paper explicara la declinación militar que había sufrido EE.UU. tras el colapso soviético. Los estrategos de la Casa Blanca apremian: “Una estrategia de transformación que se centrara exclusivamente en las capacidades para proyectar fuerza desde EE.UU., […], generaría problemas entre los aliados estadounidenses. Además, el proceso de transformación […], probablemente será largo, a menos que ocurra algún evento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor.”

Repare el lector que esto está escrito en agosto de 2000: un cierto Pearl Harbor se produce en setiembre 2001.

[6]  La fecha de la invasión rusa parece ser signo indubitable de esa tercera Guerra mundial que estamos tratando de ubicar; pero el 24 feb.2022 no es sino la respuesta ─enérgica, violenta─ a la intención estadounidense de romper la neutralidad ucraniana aceptada en los ’90, y esa movida ─neocon─ se desplegó desde 20 feb. 2014, con Maidan… y dólares.

[7]   Edward Said, From Oslo to Irak, Pantheon Books, N.Y.,2004, cit. p. Traverso, E., Gaza Faces History, Other Press, N.Y., 2024.

[8]   Gaza Faces History, ob. cit.

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Publicado en Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Poder mundializado

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