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Mes: enero 2024

Guatemala. Redefinir su destino: ¿plurinacional u occidental?

Publicada el 17/01/2024 por luissabini

MAYAS Y PALESTINOS

 

por Luis E. Sabini Fernández

 

El maniqueísmo es una tentación porque simplifica, si no la realidad, al menos su visión.

El con razón admirado  Carlos Quijano, figura destacada del antimperialismo dentro de nuestro país, junto con muchos otros  créditos políticos, como haber resistido la estampida febrerista y peruanista que arrastró a casi todo el Frente Amplio en febrero de 1973, tuvo empero, otros enfoques que merecen una reflexión crítica, que nos sirva de aprendizaje.

En 1944, cae finalmente en Guatemala la dictadura de Jorge Ubico, catalogado por el inolvidable  maestro Julio Castro −cobardamente asesinado por los militares de la dictadura uruguaya de  1973−, como la más abyecta de las atroces dictaduras latinoamericanas que infestaron el siglo XX (Castro pertenecía al grupo político cofundador del inolvidable semanario Marcha dirigido por Quijano).

Ubico fungió como lugarteniente “extraterritorial” y extratemporal de Theodor Roosevelt, el forjador norteamericano de “la política del garrote” para tratar a las sociedades al sur del río Bravo, con la cual comenzara Roosevelt el siglo XX. Una aplicación pragmática de la geopolítica imperial de EE.UU. para con la América no sajona, de aquella voluntad de apropiación  expresada por James Monroe como “América para los americanos” (1823). La presidencia de Theodor Roosevelt terminará en 1909, pero el garrote seguirá vigente por décadas…

Pero no para siempre. La resistencia desde el sur creció y con la crisis y caída de Ubico, pareció también llegada la hora de una nueva política desde EE.UU., ya no la del garrote, sino una “de buena vecindad”, a cargo de otro Roosevelt, Franklin Delano (1933-1945; el presidente  con más años como tal en EE.UU.).

Desde nuestro país, quienes tenían una visión crítica hacia el intervencionismo estadounidense –las intromisiones reiteradas en incesantes incursiones (México, Colombia,  América Central)−, como Quijano y el grupo forjador de Marcha, saludaron  con enorme alborozo el derrumbe de tamaña dictadura y  el advenimiento de una nueva camada política, cívico-militar, con Juan José Arévalo, Jacobo Arbenz, Jorge García Granados y otros. Todos blancos, de origen europeo.

Guatemala, junto con Bolivia, son los únicos llamados países “latinoamericanos” que cuentan con mayoría de poblacion indígena (así como Haití, incluido en ese mismo grupo, tampoco cuenta con mayoria de población europea; su tronco étnico principal no es nativoamericano sino africano; Haití también fue repoblado por el colonialismo, inicialmente el francés).

Aquella mayoría originaria le dio a Guatemala uno tinte político especial: la minoría blanca, los herederos de la colonización y el genocidio consiguiente español, mantuvieron su dominio de un modo más férreo, cruel, que los engendrados en proyectos políticos, también coloniales, también abusivos para con los originarios, pero que gozaron y se aprovecharon de mayorías demográficas, como los países platenses, por ejemplo.

Guatemala es así uno de los estados americanos donde más ancha ha sido la brecha entre “pobres y ricos”, brecha que pasa lo más cerca posible de los orígenes étnicos.

 

Ironías de la historia: Guatemala irá cosechando, con la nueva dirección política de 1944, progresista, una alianza creciente con el flamante Israel fundado por sionistas, divorciándose de la vieja colonia judía palestina (el Antiguo Yishuv).  Ese sionismo,  que apenas si reconoce a los judíos semitas, hablantes de árabe o castellano (antiguo), proviene de Europa Oriental, y son hablantes de yiddish.[1]

Israel lleva adelante un plan de segregaciòn, persecución, desnaturalización, erradicación y, junto con el enrarecimiento político y social que provoca la acción sionista, de exterminio de la poblacion palestina oriunda.

El asentamiento y el consiguiente dominio blanco-europeo sobre los oriundos mayas en Guatemala tiene cierto paralelismo con la colonizacion sionista de Palestina. Tiene, sí, una diferencia fundamental: en tanto los blancos guatemaltecos tienen interés en explotar a la poblacion originaria (y, fundamental,  apropiarse de su territorio), los sionistas no quieren ni siquiera explotar a los palestinos (o hacerlo “apenas” como un mal necesario); en todo caso, eliminarlos si no se los puede ahuyentar. Ésa ha sido la política israelí desde 1948 y la sionista aun sin estado israelí, desde décadas antes.

 

Que Carlos Quijano apostara políticamente a esa renovación indudable de la dirección política guatemalteca en 1944, se entiende porque nuestro intelectual economista no hizo jamás eje en los originarios de nuestro país (invisibilizados con su escasísima cuantía).

La manifestación más prístina de progresismo latinoamericanista se expresará en  el papel de Guatemala en la legitimación de Israel, fundado desde la ONU, en 1948.[2] Y Uruguay, en la misma comisión onusiana –UNSCOP (Comisión Especial de la ONU sobre Palestina, por su sigla en inglés)−, cumplirá el mismo papel. La progresía guatemalteca, ciega a su población originaria, mayoría en el país (decisiva diferencia con Uruguay), al abordar la situación palestina, el diferendo israelopalestino, ni siquiera llega a distinguir judaísmo de sionismo.[3]

 

La modernización del  ’44 implicaba cierta vida política civil, cierto menoscabo al poder omnímodo del mundo empresario que hacía sus negocios en el país –fundamentalmente los  la United Fruit−, resultó excesiva para ese mundo de los negocios que acabó con el interregno democrático mediante una invasión al estilo paleocolonial, con 500 hombres armados y despachados desde EE.UU.; un miniejército privado al mando de Castillo Armas, que, sin embargo, tuvo dificultad en imponerse, mostrando que Guatemala no era “pan comido”.

Liquidado el paréntesis del Roosevelt “democrático” con esa invasión de Castillo Armas, y su propio asesinato, a mediados de los ’60 Guatemala es introducida en una espiral de violencia que no logra extirpar la guerrilla guevarista ni la maísta y menos todavía los paramilitares patrocinados desde el Hermano Mayor, dedicados a incrementarla.

Durante buena parte de ese período de opresión extrema y terror –segunda mitad del s xx y estas primeras décadas del xxi− Guatemala ha seguido siendo estrecho aliado con Israel (y con EE.UU.). Durante los atropellos bestiales a los derechos humanos de sus habitantes, Israel ha “cooperado” en varios planos, desde asesores en las más abominables torturas hasta comercio de armas que el régimen guatemalteco pagó y empleó en sus matanzas de guerrilleros y/o de refractarios a las numerosísimas violaciones a una convivencia democrática. Todo bajo auspicios del gobierno norteamericano.[4]

Y cuando el Estado de Israel avanza con sus planes de insraelización de Palestina que implica obviamente la negación de los palestinos que la configuran, e invita a los demás estados a emplazar sus embajadas ya no en Tel-Aviv, la capital sionista de 1948, sino en Jerusalén, violando las propias resoluciones de la ONU, Guatemala está entre los primeros estados en la mudanza.[5]

 

Con la condena terminante contra Efraín Ríos Montt y todos sus atropellos, a fines del s xx, Guatemala fue ingresando en aguas políticas más suaves, restaurando instancias democráticas.  Los mayas sufrieron la peor mortandad por cantidad de habitantes de toda la ola represiva de la América al sur del río Bravo. Guatemala conserva, empero, cordialísimas relaciones con Israel.

En 2017, un partido nuevo, con perfil socialdemócrata y vínculos con progresía norteamericana, apareció en el firmamento político guatemalteco.

Y en 2023 un hijo de Juan J. Arévalo, el presidente elegido en 1944, nacido en su exilio en nuestro Montevideo, Bernardo Arévalo, egresado universitario, 65 años, resulta elegido para la presidencia de Guatemala.[6] Para asombro y escarnio de la sociedad “blanca” entronizada.

¿Por qué asombro y escarnio? Porque la sociedad “blanca” guatemalteca se ha puesto nerviosa con la prédica decisiva de Arévalo; lucha radical contra la corrupción.

Se produce una suerte de “segundo tiempo” y con el mismo apellido, nada menos. La sociedad dominante, heredera de la implantacion colonial (ya no solo hispana sino cada vez más estadounidense), se había descansado en varios candidatos que parecían llevarse “el premio presidencial” como el partido Prosperidad. [¡sic!]

La favorita Sandra Torres (Unión Nacional de la Esperanza) no alcanzó el porcentaje para ser designada en primera vuelta y en el balotaje perdió con el segundo, Bernardo Arévalo a la cabeza del Movimiento Semilla (la apuesta a la derecha dura de la hija del pesadillesco Ríos Montt, alcanzó un menos que mediano sexto puesto,  identificada con Bukele y su realización carcelaria).

No alcanzaron todas las zancadillas legales presentadas, por ejemplo, por la fiscal general de la nación, Consuelo Porras, suspendiendo la personalidad jurídica de Semilla primero  y en otra instancia, impugnando ya no la elección presidencial pero sí los nombramientos parlamentarios de Semilla, para dejar al candidato triunfante sin apoyo legislativo.

Semilla cuenta en su plana mayor, junto al “montevideano” Arévalo, con dos dirigentes de origen norteamericano (EE.UU. y Canadá) y con una de la etnia mayoritaria aborigen.

Las trabas y los impasses reglamentarios de la asunción prevista para el 14 enero 2024, a las 17 hs., terminaron de allanarse  hacia la medianoche de ese día. El motor decisivo de ese triunfo parece haber sido la promesa radical y muy enérgica de Bernardo Arévalo de acabar con la corrupción, tan íntimamente  ligada al dominio de la casta blanca en Guatemala. Para tomar la posta de su padre, se valió, como él, del apoyo de “otros” EE.UU., el EE.UU. democrático, que nos parece mentira, pero también existe. Y de ese modo, podríamos decir que Semilla “repite” la apertura democrática de 1944.

Una diferencia tal vez sustancial con aquel 1944 es que la presencia indígena es ahora mucho más real y políticamente vigorosa. Las redes de la Guatemala maya y kiché se mantuvieron inicialmente más bien ajenas a la brega presidencial, pero terminaron apoyando a Semilla.[7] Porque conocen el daño que han sufrido a manos de quienes se opusieron tanto al ascenso de Semilla. Y el Ministerio Público jamás los ha reconocido.

Pese a que en la dirección del partido vencedor hay únicamente una originaria, lo cual traduce el verdadero tono de la agrupacion Semilla; el de un universo blanco europeo socialdemócrata que de todos modos se desmarca de las viejas pretensiones de dominio omnímodo.

Como sostiene Illamná Ollantay, Semilla no apuesta a la plurinacionalidad en un país tan multicultural como Guatemala. Semilla no gana por hacer causa común con los originarios sino por emprender una lucha sin cuartel contra la corrupción.[8]

Hay un problema con esa lucha: que es y ha sido a menudo encarnada por corruptos. O por privilegiados.

Grosso modo, se visualizan así tres “actores” enfrentados entre sí: la vieja oligarquía hispanista que tiene mucha conciencia de su diferencia radical y de sus redes de privilegios respecto de la población maya, kiché; los  indígenas  que están movilizados, luchando por ampliar sus derechos, enfrentados a la vieja oligarquía, enfrentando la violencia con la que se les quiere arrebatar sus tierras. Para los mayas y kichés el enemigo mayor, exterminador, es la vieja oligarquía antes hispanista ahora pronorteamericana. Y el tercer “actor” ahora protagonista es el movimiento Semilla, enemigo jurado de los primeros. ¿Y de los segundos?

Un analista de la publicación Ojalá dice: “Semilla representa una fracción de la clase media alta y mestiza.” [9]

Una prueba decisiva para Semilla será ver cómo se ubica ante la plurinacionalidad reconociendo (o sustrayéndose  a) la igualdad radical de todos y todas.

Otra prueba significativa aguarda a Semilla: su relación con Israel. Un estado ahora abiertamente  genocida y colonizador, que ya no emplea método alguno “por las buenas”, ni siquiera “por las malas”, porque está desembozadamente aplicando “las peores”: erradicación forzosa con decenas de miles de muertos; miles de bebes incluidos. Un estado que extermina a “sus” mayas.□

[1]  Investigaciones antropológicas más recientes no le reconocen a ese sionismo origen en Palestina y zonas aledañas sino en Eurasia entre los mares Negro y Caspio, en el reino judío jázaro. Su lingua franca, el yiddish, se nutre de las lenguas germanas, eslavas y el hebreo bíblico.

[2]  La decisión propiamente dicha, será judía; la ONU carecía de atribuciones para engendrar estados, pero dicha resolucion de facto contará con la anuencia de la ONU, es decir con el visto bueno de EE.UU.

[3]  El trabajo mayor al respecto, 300 páginas de The Birth of Israel (Así nació Israel), de Jorge García Granados ni siquiera discrimina entre judaísmo y sionismo.

[4]  Cuando finalmente en la década del ’80, los legisladores estadounidenses retiran el apoyo a la tortura y a los asesinatos seriales  ya inocultables de los militares guatemaltectos y el personal “asesor“ respectivo,  habrá un “enroque” con “técnicos” en el rubro, torturólogos procedentes de Argentina (dictadura militar de 1976) e Israel (democracia modelo del Cercano Oriente… ¿o qué?).

[5]   Jerusalén alberga arquitectónica y simbólicamente las sedes o representaciones de las tres religiones monoteístas más grandes (judaísmo, cristiandad e Islam), y diversas iniciativas han procurado darle un estatuto de internacionalidad.

[6]   La lista de candidatos presidenciables da un perfil de la historia reciente del país: exprimera dama, exdiputado, hija de Efraín Ríos Montt, jefe de MINUSTAH,  exministro, diputado al Parlamento Centroamericano, director de la Policía, embajador en ONU, exalcalde, embajador en España (Arévalo), director penitenciario, otro diputado al P.C., exdiputado, embajador en Israel y un par más sin perfil a la vista.

[7]  https://www.ojala.mx/es/ojala-es/la-vara-manda-apuntes-sobre-el-levantamiento-indigena-en-guatemala.

[8]   https://www.telesurtv.net/bloggers/Por-que-Semilla-no-apuesta-por-la-plurinacionalidad-en-un-pais-multicultural-como-Guatemala-20230728-0001.html

[9]   https://www.ojala.mx/es/ojala-es/guatemala-la-politica-electoral-desde-los-territorios-indígenas.

Publicado en Globocolonización, Los pueblos nativoamericanos, Palestinos / israelíes, Uruguay

Uruguay: tierra de promisión, ¿pero de quién?

Publicada el 08/01/2024 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández

Uruguay soporta una ristra temible de dificultades (junto a una lista de factores de buena factura que a menudo permite, al menos a parte interesada, eludir las primeras).

Sin agotar, ni remotamente, aquéllas, una nómina apenas parcial y sin jerarquizar:

□ fragilidad demostrada en el suministro de agua potable; su abundancia y sobre todo su calidad nos ha abandonado como seña de identidad;

□ contaminaciòn de campos por una política agraria que desatiende los agrotóxicos en su condición de venenos y únicamente atiende a su condición de solucionadores de aspectos parciales (p. ej., liquidando plagas o insectos competidores);

□ aumento del endeudamiento público;

□ aumento de mortalidad anual con tasas inaceptables por su envergadura inexplicada, aunque claramente iniciada con la vacunacion del covid;

□ aumento del consumo de drogas –y su correlato inevitable; el narcotráfico− con el trastorno social que implica;

□ aumento de las tasas de homicidios (que parece estar íntimamente ligado al asunto anterior);

□ política de entrega de funciones propias del país a grandes consorcios transnacionales más bien ajenos al país (manejo del puerto principal durante doce períodos presidenciales, doce, desde no se sabe dónde), planes de enseñanza a nuestros menores cedidos a empresas que, como las pasteras, quieren reconfeccionar el país a su servicio;

□ rendición incondicional al dominio de los materiales plásticos, por ejemplo en el rubro envases cuando está totalmente demostrado que los envases de vidrio son inertes y los del plástico, en cambio “migran” (en criollo, son venenosos). Triste título: Uruguay – país sin una planta elaboradora de vidrio;

□ aumento de la obesidad y su significado subyacente; que comemos comida de inspiración estadounidense (aunque ni nos demos cuenta; por ejemplo, exceso de dulces, exceso de grasas, exceso de alimentos refinados, acompañar comida con coca-cola);

□ aumento de nuestra disonancia cognitiva: creemos saber algo que en rigor no sabemos. Por ejemplo, es habitual que automovilistas no señalen giro antes de doblar, una verdadera expresión de autismo: o que conductores de camiones o autos detengan sus vehículos, para una descarga, para un intercambio y dejen el motor en marcha. Diez minutos, veinte minutos, media hora. Si contaminar el aire con gases de la combustión es lo que solemos llamar “un mal necesario”, para viajar, para ir con el auto a un sitio donde ir a pie o en ómnibus se presenta difícil, ¿cómo denominar el contaminar gratuitamente? En nuestro país, eso, esa pregunta, no existe. ¿Hablará de  nuestra tan  invocada modernidad, de nuestra cabecita preindustrial o de nuestra ignorancia radical del cuidado ambiental?

□ muchas de nuestras ciudades están francamente sucias y el punto no son los servicios municipales o su carencia sino las conductas individuales. Las veredas permanecen con todo el baldoserío roto (haciéndose peligroso caminar por ella, sobre todo de noche y para ancianos). No me refiero a zonas con hogares modestos, sino a barrios ricos, con mansiones que no deben tener ni un baldosín roto desde la verja que separa su sagrada propiedad privada de la vereda del común, y la vereda, sí, deshecha.  El estado: ausente.

□ si la  cuestión de los desechos –desde los domiciliarios a los industriales y públicos− está a años luz de su resolución o por lo menos de un cierto encare responsable (en buena medida, porque nuestra sociedad moderna y contemporánea es una enorme generadora de desechos irreciclables), ¿por qué seguimos haciéndonos gárgaras sobre nuestro “desarrollo sostenible y responsable, sintiéndonos “a la vanguardia tecnológica y civilizatoria”?[1]

Interrumpo un listado que es muchísimo más largo.

 

Mi hipótesis es que nuestra sociedad ha soportado demasiados elogios, muchos inmerecidos, que provienen, en rigor, de una geopolítica imperial. En primer  lugar, desde EE.UU. y ampliadamente, desde el Reino Unido e Israel; que son las estructuras de poder mundializado que mayor provecho sacan de la hiperglobalización, la hipertecnologización y varias otras exaltaciones sistémicas.

Uruguay tiene algunos rasgos que lo hacen candidato: en un mundo diseñado por el colonialismo (más o menos ex) nuestro país es el más blanco, y por lo tanto “europeo”, de Sudamérica (aunque seguido de cerca, en ese orden, por Argentina y Chile).[2]

EE.UU. tiene una serie de “entes testigos” de la “actividad democrática modelo”, como Costa Rica en América Central, y justamente, nosotros, en la del Sur. Como ha sido Suiza o Noruega en Europa; Sierra Leona o Liberia en África, o Singapur y Taiwán en Asia.

Y nuestro país recibe metódicamente semblanzas, notas, artículos exaltando nuestras “virtudes”. Que tenemos. Pero que en esas descripciones ni existen o en todo caso sobrevienen en marcos conceptuales que, en rigor, no se refieren a nosotros; tampoco se visualizan los defectos que también tenemos. Y una mirada autoindulgente es siempre tentadora. Por ejemplo, se señala que tenemos partidos políticos estables, y por lo tanto confiables; una conclusión que no se desprende de la premisa, pues pasa por alto cómo los partidos existentes, al menos los mayores, se han ido adaptando al régimen político-cultural dominante, al dominio incontestado de las corporaciones transnacionales, en suma.

Y no solo semblanzas favorables suministradas mediáticamente en dosis; también “premios” como que Uruguay es el único país sudamericano que no necesita visa para ingresar al Gran Hermano. Es una comodidad, sin duda; y para muchos, un reconocimiento a nuestra calidad jurídica; hasta ese extremo puede llegar la condición de idiota (en  su sentido etimológico, en griego; quien no atiende ni le preocupa su condición política).

Analógamente, los elogios a “grados inversores”; a la seguridad democrática, más mitológica que histórica (puesto que hubo tres interrupciones, vulgo golpes de estado, durante el s  xx: 1933, 1942, 1973), suenan más bien a piropos (claro que comparado con el estilo políitico centro- y sudamericano tenemos que decir que ‘en tierra de ciegos el tuerto es rey’).

Lo que sí tiene Uruguay, lamentablemente, es la menor superficie natural de todos los países americanos. Uruguay tiene el 1% de tales superficies y el penúltimo en escasez de tales tierras, en el continente, tiene un 10%. Y de ahí en más.

Tenemos una historia específica, para nada intercambiable con la de algún otro estado. Producto de geopolíticas imperiales del s xix, con sucesivas conquistas de tierra primero españolas, luego portuguesas y sucesivamente, argentinas, brasileñas y bajo la presión de los ingleses, desgajados del virreinato platense.

El papel de los centros políticos regionales; el de origen hispano, Buenos Aires, y el de origen portugués, Río de Enero, y sus disputas, nos arrojó fuera de las formaciones políticas mayores; las que iban a resultar Argentina y Brasil. Gajos “problemáticos” como el Paraguay y la Banda Oriental (ambos sucesiva y alternadamente “amputados” de algunas de sus partes, mediante cirugía mayor o menor).[3]

Esos procesos de configuración territorial responden casi exclusivamente al siglo xix. En el siglo xx sobrevienen otros alineamientos geopolíticos ahora al amparo de  soberanías formalmente vigentes. Uruguay se va ubicando en la órbita de EE.UU. Con el impulso estadounidense de la Doctrina Monroe (1823), pero también con pensamiento propio, como el del batllismo, que hace desde principios del s xx  causa común con “la gran democracia americana” para combatir o enfrentar cualquier tutela europea. Ideólogos batllistas no ven ninguna relación desigual entre los países de origen español, pulverizados en términos de soberanía, y la gran formación política norteamericana.

 

La confluencia ideológica entre monroísmo y battlismo está hoy en día soslayada, pero ha sido históricamente relevante para nuestro país. Explica, por ejemplo, la presencia de referentes de primer orden del batllismo, como Alberto Guani, apoyando la Declaración que extendíera el canciller británico Arthur Balfour en 1917 a favor de Lionel Walter Rothschild, banquero referente de la añeja y sólida colonia judía dentro del British Empire.

¿De dónde viene esta aquiescencia hacia el presunto primus inter pares que los demócratas de países subalternos, periféricos, coloniales más o menos ex, imaginan es la relación que une a los países mal llamados latinoamericanos con EE.UU.?

Hay un cierto parecido fundacional con la ocupación europea del  “Nuevo Continente”.

Los europeos ibéricos llegados a América se sintieron con derecho a apropiarse de las condiciones de vida de los naturales de Abya Yala y de sus vidas mismas. Esclavizándolos primero y luego, destrozando a las sociedades amerindias, exterminando varones indios y amancebando mujeres.

Pero también son relevantes las diferencias: los  europeos anglos y noreuropeos también se sintieron con derechos a apropiarse de la tierra nueva, a costa, obviamente, de los pobladores que allí se encontraban, pero esta inmigración/invasión provenía de un marco ideológico distinto al latino del sur europeo: eran protestantes, cruzaron el Atlántico con sus mujeres y tenían una versión tan excelente de sí mismos y de su credo que buscaron la desaparición radical y total de los originarios (que incluso los ayudaran a sobrevivir los primeros inviernos). Para lo cual seguramente se basaron más en textos genocidas del Antiguo Testamento que en los mucho más fraternos del Nuevo al que supuestamente adherían.

No se plantearon siquiera un aprovechamiento sexual (más allá de encuentros aislados como el de la adolescente Pocahontas con el inglesito que apenas pudo convivir con ella).

Pocahontas fue la excepciòn. El exterminio fue la norma. Como de gente piadosa se trataba, encontraron un buen motivo, altamente moral: estas etnias; comanches, pies negros, osage, delawares, mohicanos, navajos, hurones, están cansadas, agotadas, enfrentando su extinción, por agotamiento. −Nada podemos hacer nosotros, recién llegados con la Biblia en ristre. Salvo precipitar lo que ya “está escrito”, puesto que nosotros con el Libro en la mano, somos, tenemos que resultar, sus herederos.

Pese a lecciones de filosofía y ética formidables, como las que recibiera al presidente estadounidense Franklin Pierce del cacique de la etnia suwamish Seattle (1855).[4]

Y la pregunta bate fuertemente en nuestros oídos: ¿cómo se constituye una sociedad nueva con el bautismo del exterminio de quienes habitaban antes esos mismos territorios? Cuántos grados de mala fe y subterfugios agrupará esa nueva conciencia que apenas se está instalando? ¿Cómo se constituye una nueva idiosincrasia en consonancia con el nuevo hábitat encontrado, mejor dicho conquistado; ¿qué son los nuevos habitantes que han  desplazado parcial o totalmente a quienes allí vivían, que ahora devienen dominados, exterminados?

No parece un tejido social balsámico, regenerador. Más bien el almácigo de muchas tensiones y violencias.

Las que tenemos. Las que sufrimos.

En EE.UU. en los últimas décadas, tal vez después del gran sacudón de los 58 mil muertos en Vietnam (estadounidenses, porque los muertos vietnamitas se estimaron en dos millones, es decir 40 veces más….), se ha ido configurando en cierto sentido, una nueva mentalidad, no sé si autocrítica, pero al menos más cauta respecto del anterior intervencionismo y consiguientes despotismos.

Pero aun así, los dirigentes estadounidenses, sin mayores diferenciaciones partidarias, siguieron produciendo guerra en el planeta, en sus más diversos rincones, ya sea motu proprio o actuando al servicio del lobby sionista que tiene enorme control sobre el gobierno y la seguridad de EE.UU. Revelando así el negocio −principal− de la guerra. El revés vietnamita no barrió la ideología militarista, en todo caso, parece haber modificado la táctica guerrera; ahora EE.UU. procura evitar estar en la primera línea, pero las guerras (siempre por lo mismo; las materias primas) continúan: Irak, Siria, Libia, Sudán, Yemen y, con una carga de ideología salvacionista, cada vez más necrofílica, en  Palestina.

Volvamos a nuestro país. Como penosa prueba de nuestra sumisiòn internacional, el gobierno de la Plaza Independencia anuló la compra de lanchas guardacostas chinas. El asesoramiento para tal decisión  provino de EE.UU. Un buen ejemplo de esa política de elogiar a nuestro país; los elogios del general Cornish.[5]

Uruguay, en su red de relaciones preferenciales con EE.UU. fue invitado a operar como depósito, toilette, dormitorio y cocina de los destacamentos militares estadounidenses que necesitan vituallas en la región. Satelización militar –un viejo sueño de militares norteamericanos; convertir al Uruguay en Guantánamo platense−.[6]

 

Y el mundo sigue andando. Pasamos de 2023 a 2024. Nuestras autoridades ni siquiera advierten que una matanza de miles de seres humanos mediante bombardeos a zonas urbanas, está operando con total impunidad e impudicia, desde hace ya tres meses. Desde hace mucho no se hacían estos asesinatos en masa con total normalidad y silencio del impasible concierto mediático.

Nos referimos, obviamente, a la cuestión palestina. A lo sumo, interesan los datos de la violencia ejercida por Hamas (deshistorizando casi un siglo de represión y muerte ejercida por el sionismo y reacciones ocasionalmente violentas, casi siempre desesperadas, de palestinos); los medios de incomunicación de masas registran sí, dos soldados israelíes matados, otro civil israelí muerto,  pero no aparecen los datos de todos los muertos –miles de palestinos− aplastados vivos con los bombardeos o rescatados, en general ya muertos, de entre los escombros de las edificaciones derribadas; mujeres, viejos, hombres, bebes… esto último no aparece, por lo tanto no interesa, por lo tanto no existe. Mediáticamente. □

 

[1]  He llegado a un lugar donde se exhibe toda una galería de tachos para restos diferenciados: vidrios, plásticos, metales, papeles y cartones, restos alimentarios, restos indiferenciados, y al proceder a poner “mis” restos en los respectivos tachos, leyendo escrupulosamente las indicaciones, personal del sitio, como apenado, me dijera: −no se moleste, cuando vienen a recoger, se lo llevan todo junto. Uruguay escaparate.

[2]  La carta neoliberal y proimperial del aspirante a judío converso Javier Milei, en Argentina, procurará ese primer puesto de blancura, occidentalismo y dominio anglonorteamericano para la gran potencia sureña, pero su ascenso al estrellato es demasiado reciente para homologar algo al día de hoy.

[3]  En general, los despojamientos han sido efectuados desde los centros regionales con aspiraciones protagónicas; Buenos Aires, Río de Enero, como el despojo del Ibicuy al Uruguay por parte del Imperio do Brasil en 1851 o el arrebato de Formosa al Paraguay por parte de Argentina tras la “Triple Alianza”, en 1865, o la teoría de “la costa seca”, que el canciller argentino Estanislao Zeballos les “otorgara” a Paraguay y a Uruguay con fronteras acuáticas con la Argentina a principios del s xx. También desde poderes extrarregionales se han llevado adelante acciones de despojo, como con el archipiélago de las Malvinas, pero en ese caso, el conflicto de soberanías, intereses y poderes es tan imbricado, que merece un tratamiento aparte.

[4] De lo cual se conservan versiones traducidas al inglés, recogidas décadas después, por testigos que se declararan presenciales (Ted Perry, “Doctor” Smith). Seattle no entiende cómo se puede vender (o comprar) tierra.

[5]   https://semanariolaprensa.com/visita-del-mayor-general-cornish-demuestra-la-solidez-de-las-relaciones-militares-entre-estados-unidos-y-uruguay%ef%bf%bc/.

[6]   Sería bueno rememorar que cuando Honduras pasó a ser zona de abastecimiento de tropas estadounidenses, una serie de fenómenos que no calificaría de agradables se fueron diseminando por ese desdichado país: prostitución, incluida infantil, distintas enfermedades, embarazos indeseados y un penoso etcétera.

 

Publicado en Centro / periferia, EE.UU., Globocolonización, Los pueblos nativoamericanos, Palestinos / israelíes, Poder mundializado, Uruguay, Uruguay. Qué hacer

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