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Mes: julio 2020

¡Menos altivez institucional y más vergüenza ecológica!

Publicada el 28/07/2020 por ulises

URUGUAY ANTE LO AMBIENTAL

por Luis E. Sabini Fernández –

Destacamos las fortalezas que tiene Uruguay: transparencia institucional, promoción de la cultura de la calidad y de la competitividad mediante el impulso del desarrollo y de la sostenibilidad, con calidad institucional y eficiencia política implementando procesos de innovación y mejora continua, empleando buenas prácticas de preservación del medio ambiente [colaje de frases extraídas de documentación y papers varios]

 

Decía el formidable Mahatma Gandhi, «Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos», análogamente podríamos decir que el horror desplegado es mucho menos frecuente, siendo más repulsivo que el mal que se cuela en nuestra sociedad, como dicen los gallegos, “a la chita callando”.

El horror, entonces, no de los devastadores activos, de los asesinos seriales, sino de los que dejan hacer o de los que cómodamente  ignoran que la devastación es mucho más frecuente de lo que se asume.

Uruguay es visualizado desde la UE como un referente ambiental. Se le atribuye al actual presidente la tarea del cuidado ambiental regional.

¿De dónde sale tamaña idea? Del cuidadoso cultivo de mentiras y escamoteos que tantos uruguayos han hecho con la cuestión ambiental.

“Uruguay natural”

Para no remontarnos demasiado vayamos apenas a la consigna “Uruguay natural” que fue nada más que una “frase gancho” para promover turismo, a la que se le dio con el tiempo un nuevo significado de conciencia ambiental. Estupendo si fuera real, no oportunista.

Un ejemplo, apenas: la entonces ministra de Medio Ambiente, Eneida de León, perorando sobre la pureza del agua  corriente nuestra: “los últimos resultados de las muestras obtenidas arrojaron un porcentaje de agua potable superior al 99 %, […] [1] «más que admisible» al compararlo con Europa y América Latina, donde el promedio se sitúa en el 93 % y el 76 %, respectivamente.” Una pena que De León no hubiera revelado las fuentes de semejantes afirmaciones y comparaciones. Y lo más grave, que una visión tan sesgada tuviera oídos pueriles que lo creyeran.

Que crean eso o el discurso del año pasado de la misma “ecologista”, entonces ministra del gobierno que nos ha embretado en secreto con UPM, hipotecando tierras y aguas de nuestro país; en marzo de 2019 De León hizo su speech en Nairobi,[2] en el cónclave de la UNEA4 y manifestó que, aunque usted tal vez no esté enterado,  “Uruguay está profundamente comprometido con el cuidado del ambiente y la gestión de los ecosistemas” y que los desafíos correspondientes resultan “producto de un proceso de consulta ciudadana”, por el cual imagino al lector exprimiendo infructuosamente la memoria para ubicar dicho proceso, en algún lugar del país, en algún momento de su historia.

Agroindustria y contaminación

Jamás ingresó tanto en nuestro territorio la agroindustria como hoy, que hace que el campo se siga despoblando aceleradamente.

Como la agroindustria que se autocalifica de “agricultura inteligente” está a la vez contaminando a diestra y siniestra los campos, el aire y las aguas, no sólo se despuebla el campo sino que se afecta toda la biodiversidad; cada vez hay menos fauna y flora silvestres, naturales; nuestros arroyos ya casi no tienen peces;  nuestras colinas y bajíos ya casi no tienen mulitas o liebres y es ya “tarea imposible” salir a cazar perdices. Pero en rigor el exterminio masivo va mucho más allá, porque la fauna menuda, de insectos −la que solía estamparse en los parabrisas y radiadores a la vista de los autos de antaño− también ha disminuido enormemente su presencia.

Jamás, tampoco, se ha cedido tanto espacio a las grandes corporaciones transnacionales, particularmente a las factorías de celulosa (de las mineras, hemos zafado no por mérito propio sino por pérdida de interés empresario, por la baja cotización). La forestación se ensancha como una mancha venenosa; con los ingresos ofrecidos por las empresas transnacionales, logran que se planten eucaliptos en todos lados, arrebatando tierras aptas para otros usos y cultivos,  violentando las regulaciones públicas al respecto.

Jamás habíamos registrado tamaños índices de contaminación. Y nuestros estudios al respecto son increíblemente débiles, embrionarios.

El agua, otrora nuestro tesoro

Tenemos el agua de prácticamente todo el país comprometida con tóxicos.

El uso irrestricto, o casi, de agrotóxicos, tiene la mirada corta; su mirada comercial incluida. Toleramos “entre casa” venenos que el mercado mundial va desechando cada vez más; ¿por qué Italia rechazó naranjas uruguayas?, ¿por qué la miel, otrora orgullo de calidad uruguaya,  ha sido rechazada por las autoridades bromatológicas alemanas?

Ahora se ha obtenido una nueva línea exportadora de miel, a Arabia Saudita. No conocemos sus exigencias bromatológicas, pero sí sabemos que sus pautas de calidad son más bajas que las suecas.[3] Porque hoy también en Uruguay, se coloca azúcar al lado de las colmenas debido a la pérdida de prados naturales; ¡hasta el trabajo de las abejas ha devenido trabajo esclavo!

Y con la carne, el principal destino de los últimos años ha sido China. Pero en 2016 hubo rechazo de carne considerada no apta. Ya había pasado algo similar, el año anterior, con grasa animal, evaluada como en mal estado. Y en 2019, otra vez rechazo de  carne.

Hablamos de pérdida de mercados. Otra faceta relevante es la primarización de nuestra economía. Ya tenemos el caso, en plena expansión, de la forestación totalmente al servicio de pulpos celuloseros que se llevan la humedad del país y nos dejan los detritos, y todo ello casi sin pagar, usando el régimen de zonas francas, que es una reedición de la vieja extracción material que hicieron los imperios europeos en los siglos XVII, XVIII y XIX con las “economías de enclave”.

Pero hemos “avanzado” más todavía. En los ’80, Uruguay llegó a exportar ganado en pie, unas 80 mil cabezas. Si eso es negación de trabajo propio, este año la exportación de ese tipo sobrepasa las 400 mil cabezas. Cero valor agregado, cero trabajo en lechería, en carnicería, en conservación. Apenas la crianza la queda al país. Una radiografía del despojo. De otro despojo.

Cito resoluciones del MVOTMA:  “acordaron garantizar una vida sana y un planeta sostenible y seguro para todos; crear conciencia sobre la urgencia de actuar sobre los productos químicos y los desechos en todos los niveles […] lograr un sólido marco propicio para la gestión para ser respaldado por órganos políticos […] a unirse a la Alianza de Alta Ambición para fortalecer la aspiración […] un marco habilitador sólido que generará beneficio

[…] y un desarrollo sostenible para todos en todas partes.” [4]

Esperemos que esta Triple A no sea tan atroz como la argentina de los ’70, pero escuchemos el eco de estos versos: “[…] no pierden ocasión / de declarar públicamente su empeño / en propiciar un diálogo de franca distensión / que les permita hallar un marco previo / que garantice unas premisas mínimas / que faciliten crear los resortes / que impulsen un punto de partida sólido y capaz / de este a oeste y de sur a norte, / donde establecer las bases de un tratado de amistad / que contribuya a poner los cimientos / de una plataforma donde edificar / un hermoso futuro de amor y paz.” Joan M. Serrat, “Entre esos tipos y yo hay algo personal“. Tal cual.

[1]  Ag. EFE,  11 mayo 2015.

[2]  https://presidencia.gub.uy/comunicacion/comunicacionnoticias/eneida-interpelacion-agua-potable, 2019.

[3]  En los ’80, cadenas de comercialización suecas promovían miel uruguaya proveniente de prados, como muy superior a las mieles provenientes de apiarios que colocaban azúcar al lado de colmenas.

[4]   https://www.mvotma.gub.uy/novedades/noticias/item/10012222-uruguay-comprometido-ante-el-mundo-con-el-cuidado-del-ambiente.

Publicado en Agronecrófilos, Destrozando el sentido común, Nuestros alimentos, Uruguay. Qué hacer

Corte Penal Internacional: ¿enjuiciar crímenes de lesa humanidad o programar acuerdos interestatales?

Publicada el 06/07/2020 por ulises

DERECHOS DE LOS PUEBLOS, SOBERANÍAS DE LOS ESTADOS

por Luis E. Sabini Fernández –

La CPI fundada en el cambio de siglo (se inician instancias en 1998 y se concreta un estatuto de funcionamiento en 2002) vino a resolver zonas de derecho que la ONU no había logrado despejar.

El mundo vio que a lo largo de la segunda mitad del s XX, con la ONU, una serie de violaciones se escabulleron de los marcos de la organización internacional que en 1945 se suponía iba a evitarlos. Pensemos en la atroz Operación Djakarta (1965), en la campaña del gobierno argelino contra el FIS (1995), en la limpieza étnica de la etnia hutu contra la de los tutsis en Rwanda (1994),…

La CPI se concibe entonces como el instrumento adecuado para tratar de juzgar a personas acusadas de cometer ‘crímenes de genocidio, de guerra, de agresión y de lesa humanidad’.

Sin embargo, pese a las expectativas, el decurso de la CPI durante estos años del s XXI ha sido más bien deslucido.

Mejor dicho, había sido más bien deslucido. Hasta que en enero del corriente año la CPI decidió considerar los crímenes de lesa humanidad habidos  desde principios de siglo en Afganistán (invasión militar de EE.UU., en 2001), devastando al país, generando, por ejemplo, una emigración desesperada que se estimó en 4 millones de habitantes, la cuarta parte de su población, imagínese la magnitud del arrasamiento), y , a la vez, considerar lo acaecido  en territorio palestino, su población despojada, diezmada y asesinada inmisericordemente por el Estado de Israel.

Estos dos pasos significan “meterse” con EE.UU. e Israel, nada menos.

Desde entonces, han sobrevenido una serie de advertencias, amenazas, desplantes.[1]

Buena parte de las fricciones con apenas los comienzos de investigaciones, tanto en el caso afgano como en el palestino; ponen a prueba el sentido y existencia de la CPI.

 

ONU, CPI cuidan la justicia, pero ¿para quiénes?

Procuremos aproximarnos al estado llamemos filosófico de la cuestión.

La discusión para otorgar o negar jurisdicción a la CPI gira alrededor de si, por ejemplo, en el caso palestino, existe un país, un estado, demandante y por lo mismo potencial receptor de una sentencia reparatoria de lo que la CPI juzgue apropiado.

Los argumentos así van y vienen; sobre la existencia presunta, virtual, real, ficticia de un estado palestino (y si, p. ej., tal no existe porque precisamente la política del EdI coarta todo esfuerzo de reconocimiento de tal).

Cabe recordar que cuando en 1947 la flamante ONU, orquestada desde EE.UU. con la victoria “aliada” en la Segunda Guerra Mundial, encara el destino de Palestina (cuatro siglos bajo domino otomano y con la inminente derrota turca, desde 1917 “administrada” por el Reino Unido, que  con la Declaración Balfour revelará el proyecto de entregar dicho territorio a la entidad judía sionista a través del  Barón de Rothschild, pese a la resistencia encarnizada  −con miles de muertos sacrificados en esa resistencia− de la población palestina que sentía así cómo era despojada de su territorio, de su país.

Entonces, se planteó la misma discusión en la UNSCOP (Comité de la ONU para la cuestión palestina, por su sigla en inglés) en 1947 que ahora con la CPI. Jorge García Granados, jurisconsulto “de abolengo jurídico” guatemalteco, y figura clave entre los elegidos por EE.UU. para orientar el destino de Palestina, fijó nítidamente la línea. Valido de su nombradía se permitió escribir todo un libro The Birth of Israel [2] en idioma inglés sin siquiera en un pasaje distinguir, conceptualmente, judeidad, sionismo e israelidad.

Ese penoso hándicap intelectual, como era previsible, no enriqueció ni matizó su visión, antes bien lo confirmó en su incondicionalidad al servicio del sionismo. Por ejemplo, contemporizando con los terroristas judíos, que llegó a entrevistar reiteradamente, tanto era su embeleso.

JGG, en la UNSCOP, examinando qué hacer con las tierras que el Imperio Otomano derrotado, cedía, apostrofa: “Los árabes sostenían que Palestina fue cedida a la parte interesada: la población del país, para ellos. Pero el artículo 1 del Tratado de Lausana [el del reparto de los territorios turcos despojados] establecía la renuncia de los turcos a todos sus derechos. No existe ninguna referencia que sugiera la cesión  en favor de los habitantes […] Si buscamos una interpretación en los principios generales del derecho internacional, nos hallamos con que solo los estados soberanos pueden ser sujetos de derecho internacional. Los individuos y los pueblos que no gozan del estatuto legal de gobierno soberano sólo pueden ser objetos del derecho internacional.” [3]

Observe el lector que es una magnífica defensa del colonialismo y el imperialismo: bantúes, mayas, rohingya, zulúes, cheyenes, navajos, charrúas, mapuches, muor, nung, cheroquis, kalakalpacos, inuit, saharauis, yanomamis, jíbaros, arawak, abjasios, osetios, los habitantes ancestrales de todas las tierras del planeta carecen de derechos propios; son transportables, negociables, y ‘si no hay más remedio’, sacrificables.

El doctor en leyes, guatemalteco, latinoamericano, sabía bien de qué hablaba, particularmente en un país con mayoría absoluta indígena, es decir en un país donde la condición de ocupante de los europeos era más patente…

El universo jurídico que expresa este autor, que es el que le importa a EE.UU. al Reino Unido y a Israel, es el de las figuras jurídicas.  Lo que considere “la población árabe” respecto de su propio destino lo tiene sin cuidado; los seres humanos somos objetos del derecho internacional; son los estados los sujetos.

Por eso, el interés de Trump de no aceptar la personería jurídica a un (más presunto que real) estado palestino que la ONU finalmente concediera.

Con la aprobación de la ONU, la CPI entendió legítimo encarar estas violaciones a los derechos humanos. Tanto las violaciones palestinas sobre Israel e israelíes, como las violaciones de israelíes a palestinos y a Palestina. Es por esto que “ardió Troya” cuando la fiscal de la CPI, Fatou Bensouda, habilitó ese procedimiento (el caso afgano es más sencillo, porque lisa y llanamente EE.UU. invadió un estado constituido).

Mirado con mínima ecuanimidad se ve que el daño israelí sobre la sociedad palestina es devastador y el daño palestino sobre Israel es incomparablemente menor.[4]

La CPI ingresa entonces  a la liza con el punto de la estatalidad palestina. Discusión entre estados. Que Israel procura rehuir, negándole ese estatuto a los palestinos.

Eso significa de todos modos, que no sólo la ONU no es sede para reclamo de pueblos del tercer y cuarto mundo, tan a menudo despojados; tampoco la CPI se arroga ese ámbito.

Los palestinos han tenido un calvario de bastante más de un siglo y, como dice Mads Gilbert, el médico noruego que los ha asistido en algunos campamentos y está maravillado por su enorme capacidad de resistencia, Palestina existe y la CPI podría significar un paso hacia su reconocimiento como entidad, eso que la prensa occidental en general les ha negado durante décadas.

Pero a la vez, nos queda la pregunta de cómo la civilización dominante en el planeta, la que concierta encuentros planetarios, la que propala derechos humanos urbi et orbi, podrá atender a los seres humanos ya mencionados en el comienzo de este escrito… y tantos otros centenares de etnias despojadas…

Parece por lo tanto que el ordenamiento internacional, el derecho internacional en el siglo XXI sigue tan eurocentrado, moderno, democrático formal como en el siglo XIX, cuando con total descaro los blancos europeos no  reconocían derecho alguno a las poblaciones de las tierras que les interesaba conquistar; así la tradicional hospitalidad de pueblos primitivos ante recién llegados, a menudo con penurias tras agotadores viajes oceánicos, era “retribuida” como lo hicieron los anglos en la América del Norte con la consigna “acaben con los bosques y los indios”, mediante mantas contagiadas con virus de viruela, destrucción de cultivos, matanza de “cultores del diablo” y otros ardides que, nos recuerda Noam Chomsky, que los anglos ya habían cultivado arrasando la vecina isla de Irlanda.[5] Lo mismo pasó con la llegada del latino, genovés, Cristoforo Columbus, a la isla que bautizó La Española (hoy asiento de República Dominicana y Haití). Un siglo antes. En busca de oro. Por el oro, obligó a los habitantes arawak a trabajar, deslomándose en minas buscando lo que lo obsesionaba.  Sabía que corría con ventaja. Había advertido que los oriundos no manejaban armas metálicas y por lo tanto no podían competir con la parafernalia de lanzas de hierro y trabucos con que contaban los exploradores, muy pronto devenidos conquistadores.

 

Los siglos han pasado. Pero no las asimetrías ni las desigualdades

Las formaciones especiales de la seguridad sionista, los grupos de tareas, los mistarviim,[6] los destacamentos militares dedicados a la represión y los militares israelíes en general dedicados a sembrar la muerte entre palestinos, “se facilitaban” la tarea: dado que son apenas pueblo y no tienen entidad jurídica, no merecen territorio alguno. Ni vida siquiera.

Han pasado 70 años, tres cuartos de siglo, y los argumentos jurídicos no han cambiado.

Y la situación tampoco: si con el taparrabos estatal, los palestinos siguen siendo arrasados, encarcelados sin juicio, violados, torturados, baleados a quemarropa, eligiendo las partes de los cuerpos para administrar el daño, pensemos por un instante el lugar y el destino que “el mundo moderno y civilizado” le deja a las etnias que no se identifican con estado alguno.

Pero si éste es el destino que la globocolonización le sigue dejando a las poblaciones no elegidas, veamos, finalmente le reacción de los que se sienten dueños eternos del mundo, y entero).

EE.UU. E ISRAEL REACCIONAN CONTRA LA CPI

La decisión de Fatou Bensouda alteró “el juego” que “el mediador deshonesto” [7] llevaba a cabo para salirse con la suya; “El Acuerdo del Siglo”.

Y quienes se consideran dueños del planeta (con considerable dosis de realismo) han mostrado rápidamente los dientes:

Mike Pompeo, actual canciller de EE.UU., ha declarado que su gobierno “está decidido a impedir que los estadounidenses o nuestros amigos [sic] y aliados en Israel [sic sic] […] sean cuestionados por esta corte corrupta [sic sic sic].”

EE.UU. e Israel arguyen que ninguno de esos dos estados ha firmado el acta constitutiva de la CPI. Cierto. Tampoco lo han hecho Cuba, China, Rusia y la India. Por diversas razones, en 2002 eso+s seis gobiernos se negaron a firmar la constitución de la CPI (aprobada por unos 120 estados; hay unos 60 que no se han pronunciado).

El analista Jonathan Cook desnuda la falencia de los improperios de Pence: “En Derecho Penal, los sospechosos de crímenes no deciden si su víctima puede denunciarle.” Cook extiende ese razonamiento hasta “el derecho internacional, si se quiere que sirva para algo”.[8]

Pero el matonismo está fuertemente asentado.

Netanyahu, por ejemplo, con cierta falta de originalidad, acusó a la CPI de “antisemitismo”.[9]

Y Maurice Hirsch, asesor militar israelí acusó en la prensa israelí a Bensouda de “desventurado peón de los terroristas palestinos”.[10] Obsérvese al pasar, el desdén contra la fiscal, afrogambiana.

EE.UU. ya le había anunciado a la CPI que usará “la fuerza para liberar a cualquier estadounidense a quien coloquen en el banquillo”.[11]

Al carecer la CPI en su membresía de EE.UU., Rusia, China e India, su alcance se raquitiza por la ausencia de tales “gigantes” geopolíticos (además de Cuba e Israel).

Los boicoteadores cuentan con otras armas, por ejemplo, el carácter transitorio de los funcionarios: Fatou Bensouda, estuvo sopesando acusar de delitos tan atroces a EE.UU. e Israel desde hace por lo menos 5 años. Pero su mandato caduca en un año. Por eso, muchos creen que ‘la sangre no llegará al río’, porque justo cuando el juicio se concrete, caducará el mandato de Bensouda y los que disponen del poder planetario mayor cuentan con poder sustituirla apropiadamente.

[1]  De los cuales da buena cuenta M. L. Ramos Urzagaste, “¿Se desata una guerra judicial? ¿Qué esconde la furia de EEUU con la CPI?”, www.rebelion.org, 20 jun 2020.

[2]  La primera edición en inglés tuvo rápidamente una traducción al castellano inmediatamente editada; Así nació Israel, con un sello editorial en Buenos Aires denominado Biblioteca Oriente. 1949.

[3]  Jorge García Granados, Así nació Israel, Buenos Aires, 1949, p. 76.

[4]   Se midan como se midan; en vidas humanas perdidas o afectadas, en daño sobre estructuras, la comparación pierde sentido por las diferencias de magnitudes. Y esto sin hablar del meollo histórico: ¿hay derecho a suprimir una sociedad para asentar otra en su lugar? (¿que esta última haya estado en esa tierra unos dos mil años antes, ¿es argumento suficiente o desquiciante?). Podríamos agregar otras preguntas: ¿la base religiosa de toda la reclamación es legítima, sensata? ¿podemos entender la Biblia como un documento histórico? Urticantes preguntas planteadas desde mediados del s XX por Mahatma Gandhi, Arnold Toynbee, Nelson Mandela entre tantos otros.

[5]  Noam Chomsky, Año 501: la conquista continúa, cap.1, del volumen Man kan inte mörda historien (No se puede asesinar la historia), Gotemburgo, 1995.

[6]  Judíos especialmente entrenados para hablar, vestir, comportarse como palestinos, dedicados a infiltrarse en las actividades de la sociedad palestina para producir el mayor daño. Un ejemplo entre tantos que registra el historiador judío Ilan Pappé: llega un palestino a un taller mecánico con una camioneta que anda mal. Pide el arreglo. Convienen plazo. El dueño o los dueños de la camioneta se retiran: unos minutos después vuela por el aire, la camioneta, el taller, los mecánicos, las casas circunvecinas, con un tendal de muertos y heridos que seguramente alcanza a decenas…

 [7]  Tipificación certera de Naseer Aruri para describir “el rol de EE.UU. en[tre] Israel y Palestina”, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2006.

 [8]  J. Cook, “Israel y EE.UU. redoblan esfuerzos para intimidar a la C.P.I.”, www.rebelion.org, 20 jun 2020.

 [9]  Ibídem.

[10]  Ibídem.

[11]  Ibídem.

Publicado en EE.UU., Nuestro planeta, Palestinos / israelíes, Poder mundializado

Colonizando al colonizador

Publicada el 06/07/2020 - 06/07/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

EL PORQUÉ DEL FRACASO PROGRESIVO Y CRECIENTE DE EE.UU.

En 1945 se consolida lo que con el tiempo llamaremos “el imperio”, “el imperialismo yanqui”, “el american empire”.

EE.UU. queda al frente entre todas las naciones del planeta. Su aparato industrial no sólo es el mayor y el menos dañado sino que además se aprovecha de los otros grandes nudos industriales existentes entonces, semidestruidos: el alemán y el japonés.

Los dirigentes estadounidenses empiezan a sentir que ahora sí cosechan un tiempo propio, vanguardizando el planeta, un american century. Y bien pragmáticamente, tendrán buena parte de razón: la segunda mitad del siglo XX tendrá como referencia al futuro lo que de EE.UU. provenga. Para bien, dirán sus panegiristas.

La resistencia cultural será muy débil, aunque la disputa política con la URSS y secundariamente con China estarán sí presentes y pesantes.[1]

Se impuso la tecnologización generalizada,  el “use y tire”, las rubias oxigenadas, el auto individual, la comida más dulce y más grasa  −la que con el tiempo se llamará chatarra− y los ojos que nos “prestaron”, en Hollywood.

Se tardó décadas en reaccionar y ver que los presupuestos de un mundo así artificial e infinito eran falsos; que nutrirnos con pastillas arruinaba nuestros intestinos, que “mejorar”  nuestros alimentos con aditivos era contaminante (y a menudo, directamente tóxico); que la energía no era infinita ni malgastable, que el aire acondicionado constituía una pesadilla; en suma, que la contaminación existe y es problemática (¡y en qué dimensiones!).

Los grupos y constelaciones de poder en EE.UU. absorbieron esos “golpes” al optimismo radical, y gracias al empuje cultural, la disponibilidad material y la superioridad militar, retuvieron el control político-ideológico de nuestro presente. La crisis del “estado de bienestar” en la Europa de los ’70 y ’80, que era la carta socialdemócrata alternativa al dominio american, y el colapso soviético a comienzos de la última década de ese siglo, parecieron reafirmar el dominio cultural indiscutible, aunque crecientemente discutido, de EE.UU.

Así que cuando en el año 2000, con su informe, “REBUILDING AMERICA’S  DEFENSES. Strategy, Forces and Resources For a New Century” (Reconstruyendo la defensa de EE.UU. Estrategia, fuerzas y recursos para un nuevo siglo) la craneoteca demócrata estadounidense anuncia reiterativamente “A Report of the Project for the New American Century” (Informe del Proyecto para un nuevo siglo de EE.UU), firmado por Eliot Cohen (Nitze School of Advanced International Studies, Johns Hopkins University); Thomas Donnelly (Project for the New American Century); Gary Schmitt (Project for the New American Century); Paul Wolfowitz (Nitze School of Advanced International Studies, Johns Hopkins University) y una treintena más de conspicuos intelectuales del establishment, muchos entendimos que los grupos dirigentes de EE.UU. pensaban superar con creces la preponderancia gozada en aquella segunda mitad del siglo XX, en beneficio ahora de un predominio mucho más radical y absoluto que lo que ya habíamos vivido en el siglo pasado.

Y sin embargo, apenas a dos décadas de semejante comienzo, estamos ante una situación conflictiva que pocas veces hemos visto en EE.UU. con el grado de conmoción y desajuste que entiendo vemos hoy.

Un presidente que prometió acabar con la globalización que estaba arruinando las economías locales, estaduales, a partir de todas las deslocalizaciones de las industrias, quebrando la tendencia y prometiendo el retorno de industrias “a casa”;

un presidente que se entusiasmó patrocinando un “Acuerdo del siglo” entre EE.UU. e Israel, aunque se trate del conflicto entre Israel y los palestinos a quienes ni siquiera se les consultó en instancia alguna, porque efectivamente era un acuerdo entre Israel y EE.UU.;

un presidente que vio llegar el covid 19 como lo vería un cowboy desde su caballo, sin miedo y con desprecio, aunque “el recién llegado” no pudo ser domeñado ni confundido como pretendió insistentemente el presidente que cosechó en pocas semanas el total de muertos de 14 años de asistencia e intervención militar de EE.UU. en Vietnam (1962-1975),[2] y que a las pocas siguientes semanas, ya había duplicado ese registro oficial de muertos;[3]

un presidente que al mismo tiempo que critica de la globalización la pérdida de puestos de trabajo dentro de fronteras, la afirma en términos político-militares con sus alianzas y rechazos y un intervencionismo activo en el Cercano Oriente, así como en el Caribe, patrocinando, por ejemplo, una marioneta como el seudopresidente venezolano Juan Guaidó;

un presidente empeñado en reproducir conflictos entre “grandes potencias” para dirimir el alcance del imperio global, en  relación con China o Rusia;

un presidente que reafirmó un giro a la derecha con el cual despreció  atender uno más de  esos “pequeños asesinatos” que la policía estadounidense parece complacerse en ejercer asfixiando a detenidos en la calle, preferentemente negros, claro.

 

Pero la situación parece complicarse aún más. Lo que señalamos al principio: pocas veces se ve tan fuerte el deterioro institucional de “la primera potencia mundial”, como se la suele designar desde la evaporación de la URSS.

La vocación de policía mundial no ha cedido; basta ver a lo largo de este año, el desembozado asesinato de Quassem Suleimani en Irak, iniciando el 2020: un militar iraní  considerado en nro. 2 del estado persa y clave en sus funciones dentro de su país y en el intervenido Irak, y el desembarco poco afortunado de algún soldier of fortune de origen estadounidense en Venezuela hace apenas un mes, reeditando una deslucida Bahía de los Cochinos (no con miles sino apenas con decenas), como para probar que no todo proyecto mejora o supera su precedente.

Pero el decurso del covid 19 y su alta contagiosidad parecen haber disparado otra serie de cuestiones hasta hoy fuera de los focos mediáticos, y por lo tanto hasta hoy dadas como inexistentes.

En los últimos años, décadas en EE.UU., la globalización galopante y la atomización social consiguiente ha ido destruyendo las estructuras alimentarias basada en la familia, porque las tareas, las dificultades temporales, la pérdida de autonomía económica, el aumento de familias monoparentales, fue llevando a que un porcentaje cada vez mayor de niños se alimentara en las escuelas y centros de enseñanza, reforzando la tendencia “a comer afuera de casa”. Con el aislamiento dispuesto ante “la pandemia”, en EE.UU. hay millones de niños y menores de 18 años que no tienen lo necesario para alimentarse. Se estima que un quinto de  la población menor está ahora subalimentada. Lea bien: de unos 70 millones de menores de 16 años que viven en EE.UU., el déficit alimentario se estima para unos 14 millones…

Consultadas madres de menores de 12 años, un 40% declaró “padecer inseguridad alimentaria”.[4]

La situación, empero, viene de lejos. No Kid Hungry [sin niños con hambre] es una organización dedicada a combatir el hambre infantil, de 2010 (ibídem).

Este cuadro de situación para un estado reputado como principal del mundo, considerado dentro de los países enriquecidos, centrales, del “Primer Mundo”, y que presenta índices que se asemejan tanto a los de países dependientes, empobrecidos, satelitarios, como por ejemplo Uruguay o Argentina, considerados indisputablemente como del todavía llamado Tercer Mundo (aunque gocen Argentina y Uruguay de algunas ventajas respecto de otros países empobrecidos, aún más carenciados, tantos caribeños o africanos), expresa una situación anómala.

 

Procuremos caracterizar, siquiera preliminarmente, la condición de país dependiente, neocolonizado (es decir con bandera nacional propia pero con mundo empresario ajeno), como los que se han ido configurando desde fines de la 2GM y durante toda la segunda mitad del s XX, con el “proceso de descolonización” promovido por la ONU, con globalización creciente y  expansión presunta permanente.

  • la política exterior es definida fuera de fronteras (desde un estado condicionador o desde instancias supranacionales),
  • la política económica es definida desde el mundo empresario transnacional y global que va adaptando la economía del país neocolonial a las necesidades globales, generalmente ajenas y contrarias a las del país que estamos tomando de ejemplo: extranjerización y sujeción de la economía local a las necesidades y perspectivas globales;
  • la política militar, lo que llamamos ahora con un anglicismo, securitaria, también abandona el marco y las referencias locales, nacionales, y va siendo configurada al servicio de estrategias globales, en todo caso asentadas en el interés de un poder ajeno.

 

RECUADRO 1

LOS 5 OJOS

Desde 1948, luego de la guerra que aplastó al nazismo y al imperio japonés, EE.UU., Australia, Nueva Zelandia, Reino Unido y Canadá tejieron un acuerdo de alcance planetario llamado Echelon, que pasó a controlar toda la información circulante en el planeta; entonces, la de teléfonos, telegramas, teletipos, correspondencia, radios de toda onda y posteriormente de frecuencia modulada. La Red Echelon fue instalada, se supone, para asegurar la democracia y evitar el terrorismo. Pero quejas de empresarios alemanes y franceses, permiten suponer un control comunicacional generalizado que  les ha permitido a sus cinco estados constituyentes, “Los 5 Ojos”, anudar jugosos negocios y convenios validos de la interceptación de mensajes,  salvo los de palomas mensajeras.

Echelon ha procesado ampliaciones:  Israel, por ejemplo,   ha sido designado como «el observador oficial» de los 5 ojos. Los 5 Ojos son 6.

 

 

Si revisamos someramente  la situación de EE.UU, ¿qué vemos?

El presidente Trump, como cualquier presidente de país dependiente, pero no globalista, como las elites colonizadas de países dependientes, sino nacionalista, como una élite que resiste satelizarse, esforzándose para frenar la desaparición de puestos de trabajo que el capital transnacional lleva a cabo para mejorar su rentabilidad (siempre es preferible para el dueño del capital pagar mano de obra y servicios en un país empobrecido que pagar mano de obra y servicios “caros” en su propio país). Es decir, actúa como élite de país dependiente, resistiendo la globalización.

Veamos, un poco más detalladamente, el papel de Israel dentro de EE.UU. Y correlativamente, de los judíos, que se estima son entre 6 y 7 millones en el país, más que la propia población judía en el Estado de Israel.

El papel de supervisión del Estado de Israel sobre la política de seguridad de EE.UU. se expresa en multitud de factores, generalmente no muy explícitos.[5]

Un ejemplo bien fresquito: EE.UU. presenta “El Acuerdo del Siglo” que ya hemos señalado que Israel viene diseñando para acabar con la resistencia palestina y apropiarse definitiva y totalmente de la Palestina histórica.[6]

¿Por qué es EE.UU. el estado que presenta este plan como solución final con los palestinos?

Llamativamente en 1947, cuando EE.UU. estaba rehaciendo geopolíticamente el mundo de posguerra, sustituyendo al Reino Unido, agotado, en aquella función, fue decisivo en la ONU, por su peso específico para entregarle al sionismo el territorio palestino. Cumplía así una promesa británica al barón de Rothschild, pero sobre todo, mantenía la geopolítica occidentalista de control sobre el Cercano Oriente. Para aquella tarea EE.UU. contó con la UNSCOP (Comité Especial de la ONU sobre Palestina).

EE.UU. quiere ahora cerrar el ciclo con su “Acuerdo del Siglo”. El chico de los mandados quiere terminar la tarea encomendada.

El control de Israel sobre EE.UU. se expresa de muchas otras maneras. El Congreso de EE.UU. tiene hoy 435 representantes; unos 300 al menos de entre ellos se consideran amigos y/o aliados del Estado de Israel. En realidad, reciben jugosas partidas de apoyo de AIPAC (American Israel Public Affairs Committee, Comité de Negocios Públicos de EE.UU. e Israel, también autodenominado con indudable precisión, “America’s Pro-Israel Lobby”, El lobby pro-israelí de EE.UU.), que engrosan el presupuesto de tales legisladores. En rioplatense tendríamos que decir que la inmensa mayoría de tales “representantes del pueblo” están untados.

Pero el lobby está sacralizado en EE.UU. Es la razón por la cual, cuando Beniamin Netanyahu quiso abofetear en términos de ceremonial al presidente de EE.UU., a la sazón Barack Obama, a causa del enojo que le produjo la negociación de EE.UU. con Irán, marzo 2015, para regular la producción nuclear de este último, hizo una visita directamente al Congreso de EE.UU., salteando una visita “entre pares”,  para “explicarles” a los legisladores el peligro en que EE.UU. se encontraba, “bajo la amenaza iraní”.

Como EE.UU. no es un país bananero típico, tiene en sus estructuras sociales e intelectuales sectores totalmente conscientes del papel de chirolita que su país cumple ante las presiones y los condicionamientos israelíes y los del poderoso lobby judío norteamericano.

Hay intelectuales y políticos que no aceptan esa dependencia; algunos desde el Partido Republicano, como Paul Craig Roberts; otros desde la izquierda como Noam Chomsky, James Petras, Jeremy Hammond, o periodistas de investigación que llegan a verdades siem-pre incómodas para los poderes constituidos, como Nick Turse o Whitney Webb; otros final-mente, denuncian esa sumisión de la estructura política norteamericana a la batuta israelí como periodistas críticos, pese a su origen conservador, como Philip Giraldi o Ron Unz.

Los manejos israelíes de políticas ajenas vienen de tiempo atrás. Dedicados a quitarle la tierra a la población palestina, allí asentada milenariamente, el sionismo se articuló con mucho secreteo, lobby y bambalinas. Algunos episodios, como El escándalo Lavon pudieron ser descubiertos porque Israel era todavía “principiante”. En 1954, para lograr que el Reino Unido frenara la expansión de Egipto dirigido por Gamal Abdel Nasser, los aparatos clandestinos sionistas no encontraron nada mejor que instalar bombas en cines y bibliotecas egipcias, estadounidenses y británicas en territorio egipcio, para que estallaran luego del horario de cierre. Es decir, no querían matar a nadie (¿salvo serenos?), como sí habían hecho en reiterados atentados años atrás; ahora querían generar pánico y acusar “del intento asesino” a la Hermandad Musulmana, a comunistas egipcios y otros nacionalistas árabes. Probablemente porque todavía no estaban tan afiatados como luego se los podrá observar, al ser descubiertos, dos de los saboteadores se suicidaron y otros dos, detenidos por la policía egipcia fueron ejecutados. Aun sin constituir una acción expresamente asesina, quedó claro el uso de cualquier mentira como procedimiento del servicio secreto israelí.

 

 

RECUADRO 2

Esa dependencia del coloso estadounidense a la batuta israelí es lo único que puede explicar secuencias como las vividas con el barco de la marina de EE.UU. Liberty, en 1967, durante la llamada “Guerra de los 6 Días”.

Apostada entonces la Marina de Guerra de EE.UU. en el Mediterráneo,  el  Liberty se desplazaba por el Mediterráneo Oriental, y fue de pronto atacado por aviación israelí, ocasionándole grandes daños y decenas de muertos en su tripulación. Israel pidió disculpas alegando haberlo confundido con un navío egipcio. Versión intragable por la cantidad (habitual) de banderas norteamericanas en el barco y porque la identificación del barco está en abecedario occidental a diferencia de la de los navíos egipcios. Tan inaceptables resultaron las excusas que hasta Wikipedia con su sesgo occidentalista y proisraelí, defendiendo cierta objetividad, asumió investigaciones que “sostienen que los israelíes no querían que el buque interceptara sus propias comunicaciones y ése habría sido el motivo del ataque. Además, el historiador Gabby Bron afirma haber presenciado ejecuciones de prisioneros egipcios por parte de la milicia israelí en la ciudad El Arish, mientras el USS Liberty se encontraba a menos de 13 millas del lugar […] podrían haber escuchado las comunicaciones de los oficiales israelíes ordenando ejecutar a los prisioneros de guerra. Por otro lado, el analista Adrián Salbuchi sostiene [que] dicho ataque constituyó una operación de bandera falsa del ejército israelí en un intento por tratar de hundir el buque para poder culpar a Gamal Abdel Nasser y así arrastrar a EE.UU. a la guerra del lado israelí contra Egipto.​[7]

Hay que tener en cuenta que en la guerra anterior en la región,  1956, desencadenada por Israel, EE.UU. obligó a los atacantes (Israel, Francia y el Reino Unido) a retirarse de lo conquistado. Y es precisamente luego de la guerra de “los 6 días” que EE.UU. inicia un plegamiento absoluto a la voluntad israelí. Por eso, cuando el Liberty fue avistado  cerca de los fusilamientos israelíes a egipcios, que violaban todas las normas de guerra auspiciadas por la ONU, se puede suponer que los mandos israelíes no querían que los estadounidenses se enteraran; todavía entonces, 1967, los militares de EE.UU. guardaban ciertas formas democráticas (el proceso de degradación y brutalización  empezaba justo entonces, en Vietnam).

 

 

Cuando Ariel Sharon, el que organizó la matanza de miles de mujeres, niños y ancianos en los campamentos palestinos de Sabra y Shatila, en 1982,[8] decidió, en 2005, como comandante en jefe del ejército israelí, la evacuación de la Franja de Gaza, hasta entonces ocupada por  fuerzas represivas israelíes y por unos 8 000 colonos sionistas, instaurando una nueva “agenda de combate”, ahora sitiando a la Franja por aire, mar y tierra (con apoyo de los militares egipcios), hubo israelíes que temieron la reacción de EE.UU. ante tanta independencia. Sharon solía tranquilizarlos: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses lo saben”.[9]

Testimonios de esa dependencia de EE.UU. hacia Israel hay muchos. Solo que los medios de incomunicación de masas se cuidan de espigarlas (y cuando hablamos de este secreto a voces, nos referimos tanto a la prensa más derechosa, racista y clasista como a mucha prensa progresista).

Veamos apenas un ejemplo, descrito por el actual periodista de investigación, en otro tiempo agente de la CIA, Philip Giraldi: “EE.UU. está muy preocupado con ‘su mejor amigo y aliado’ que lo ha espiado, le ha robado tecnología, ha corrompido procesos gubernamentales y mentido sistemáticamente acerca de sus vecinos para generar un casus belli, de modo tal que los estadounidenses puedan morir en innumerables guerras en lugar de hacerlo los israelíes.”[10]

Giraldi da como ejemplo de la dependencia, en este caso del presidente Trump a Israel, el de haber designado como embajador en Israel a David Friedman, “un archisionista que ve como su misión promover los intereses de Israel más que los de EE.UU.” Ejemplifica como Friedman ha adoptado el lenguaje israelí en casos en que EE.UU., al menos teóricamente, sigue el lenguaje de la ONU. Por ejemplo, la Margen Occidental (palestina) oficialmente “ocupada” por Israel ha devenido en las palabras del nuevo embajador un “territorio en disputa” (frase de batalla de la diplomacia israelí). Como frutilla del postre, Giraldi nos recuerda que el embajador norteamericano ha aprobado el “trabajo” de los francotiradores israelíes durante las Marchas por la Tierra que desde 2018 llevan adelante los palestinos sin armas, ni siquiera piedras, que ha significado la muerte de varios cientos de palestinos y las heridas de balas (certeras) de francotiradores sobre miles de manifestantes pacíficos.[11] Un récor prácticamente mundial.

Examinemos como frutilla del postre, los planteos de JINSA, Jewish Institute for National Security of America (Instituto Judío para la Seguridad Nacional de EE.UU.)

Dicen ser “profesionales de la defensa de EE.UU. y como tales ven los acontecimientos en el Cercano Oriente a través del prisma de los intereses de la seguridad de EE.UU.” Exactamente lo opuesto que Giraldi detallaba como la política real del embajador, judío, de EE.UU. en Israel. ¿Tenemos que creer que el embajador de EE.UU., defiende a Israel y que los del Instituto Judío para la Seguridad de EE.UU. defienden a EE.UU. y no a Israel?

Prosigue JINSA: EE.UU. e Israel han establecido una cooperación en seguridad  durante la Guerra Fría y hoy ambos países enfrentan la amenaza común del terrorismo de quienes temen la  libertad y las libertades. […] Compartimos los servicios de inteligencia y los entrenamientos militares bilaterales […] La policía de EE.UU. y sus oficiales han recibido el beneficio de una estrecha cooperación con profesionales israelíes en las áreas de contraterrorismo doméstico.” No hay sino que alegrarse; los israelíes instruyen a los bisoños norteamericanos; y les enseñan que toda protesta es terrorismo.

Humildemente, “Israel comparte [con EE.UU.] nuestra vocación de libertad, por la libertad personal y la vigencia de la ley.”  ¿Se incluirá en ese reinado de la ley y la igualdad a los palestinos? Tal vez, como a los nativoamericanos y a los afros…

ADDENDA. Con este trabajo realizado me llega el muy documentado artículo de Max Blumenthal, “La ‘israelificación’ de la seguridad interna de EE.UU.” reeditado el 9 jun 2020  pero originalmente escrito en 2011, que no hace sino ratificar mis observaciones.

[1]  El unicato de 1945 perdurará apenas media década; en 1951, la URSS pasa al frente en la navegación espacial y desde entonces se empezará a hablar de “las dos superpotencias”, del conflicto Este-Oeste, de las dos Coreas, las dos Alemanias, los dos Vietnam…

[2]  58 mil.

[3]  Al 10 de junio, 112 mil.

[4]  Eleanor Bader, “Fracaso americano”, Brecha, 29 mayo, 2020.

[5]  Para examinar más ejemplos del llamativo amorío y dependencia de algunos dirigentes estadounidenses hacia Israel hay que reparar en el fondo doctrinario común del Antiguo Testamento o Torah. Véase, por ejemplo, mi nota: “Amor, desprecio, poder entre EE.UU. e Israel”.

[6]   Vale la pena tener en cuenta que las dirigencias sionistas tienen su propio lenguaje que no coincide con el del cotidiano presente: los forjadores del Estado de Israel entienden que deben satisfacer el mandato divino de asentarse en la vieja Sion; el Génesis define un territorio del Nilo al Éufrates, que abarca prácticamente el oriente egipcio, Palestina, Jordania, buena parte de Irak y áreas de Siria y Arabia. Hay que suponer que la proverbial resistencia de Israel a fijar fronteras se vincula con aspiraciones territoriales bíblicas.

[7]  https://es.wikipedia.org/wiki/USS_Liberty_(AGTR-5)

[8]  El papel de los mandos israelíes en la matanza perpetrada por cristianos fanáticos fue tan insoslayable que finalmente, se abrió un juicio contra Ariel Sharon en Bélgica, en un tribunal de “Jurisdicción Universal para el Castigo de las Violaciones Graves del Derecho Internacional Humanitario”. Un militar libanés, declaró públicamente su intención de atestiguar contra Ariel Sharon por su responsabilidad en las matanzas. Elie Hobeika, que fuera comandante de la fuerza exterminadora, estaba al parecer indignado de que sólo los fanáticos cristianos hayan tenido que soportar el peso de las condenas (varios ejecutantes están en cadena perpetua) por las masacres en Sabra y Shatila, actos tipificados como crímenes de lesa humanidad.

Hobeika murió días después de su anuncio, junto a su hijo y a tres guardaespaldas volando con su auto. 24 de enero de 2002.  El tribunal, careciendo de otras pruebas, canceló el juicio. El periódico francés L’Humanité informó que Hobeika disponía de pruebas contra Sharon. El presidente libanés Émile Lahoud, sin citar a Israel, hizo implícitamente responsable a Ariel Sharon del asesinato. La frutilla del postre: “Según fuentes israelíes, la decisión de eliminar a Hobeika partió de Damasco.” Los israelíes le tiran el muerto a los sirios… fte.: https://es.wikipedia.org/wiki/Elie_Hobeika.

[9]   Germán Gorraiz López, “¿Es EE.UU. un simple vasallo de Israel?”, 8/5/2018.

[10]   “Israel to Annex the United States”, 12/5/2020.

[11]  Sobre la Marcha por la Tierra, léase por ejemplo, Pablo Jofré Leal, “Israel, el mundo al revés de una sociedad enferma”, 2 abril 2018. Y por la cuestión palestino-israelí, más general, mi artículo “Sionismo: de la emancipación judía a nación de amos”, abril 2019.

 

Publicado en EE.UU., Palestinos / israelíes, Poder mundializado

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