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Uruguay: La coalición multicolor calificando niveles de democracia

Publicada el 15/02/2020 - 01/03/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

La Coalición Multicolor se presenta, inaugura su conducta polìtica con un perfil acusado, como fijando posición, y anunciando inteligencias, tácticas, señoríos estratégicos…

La elección de los invitados a la asunción presidencial del electo Luis Lacalle Pou expresa, como  las manchas del Test de Rorschach, muchas más cosas de lo que políticamente se dispuso.

La pretensión de elegir ideológicamente a los países, a los estados invitados, es de una gravedad inusitada.

Por su desigualación militante. Por la imprecisión inevitable del democratómetro.

El equipo del futuro gobierno uruguayo borró de una plumada, sin más trámite, a Cuba, Venezuela y Nicaragua. entre los países de América Lapobre.  

A quien esto escribe no le duelen prendas porque no se identifica con ninguno de los gobiernos de esos tres países. Pero tengo la clara convicción que, por ejemplo, en el caso venezolano, la oposición es incomparablemente peor que el gobierno. Y en el caso cubano, estoy firmemente convencido que su enemigo principal, EE.UU. no sólo carece de toda legitimidad política, jurídica o moral para condenar o ni siquiera criticar a Cuba, sino que ese “Gran Hermano” es la entidad responsable de buena parte del estado desastroso del planeta, Cuba incluida.

Pero no se trata de medir calidades de gobierno. Porque si aplicamos el democratómetro, ¿qué hacer con  el gobierno surgido por presión militar en Bolivia?, ¿cómo invitar a Jeanine Añez como representante de algo democrático?

Sigamos recorriendo el espinel. La población chilena, enardecida, se ha plantado ante el maltrato y la sobreexplotación sistemática de 30 años, del proyecto de laboratorio del neoliberalismo.

Pese a la confesión tipo strip-tease de la cónyuge presidencial, de que iban a tener que aminorar los privilegios –se agradece la involuntaria sinceridad−, su marido Piñera en lugar de ensayar la mínima autocrítica y convocar a nuevas elecciones, ensayó primero una disculpa, para de inmediato aferrarse al sillón presidencial y a la protección de la fuerza bruta, por él mismo desarrollada, siguiendo las pautas pinochetistas.

Si el elenco Lacalle apunta a las violaciones de lo democrático de Ortega o de Maduro, ¿no son acaso las de Piñera iguales o peores? (recordemos que en Venezuela, la oposición recurrió a la violencia en un grado incomparable con las protestas callejeras de Chile, por ejemplo, lo cual forzó al gobierno venezolano a contestar con violencia).

Y si el “ecuánime” (futuro) gobierno uruguayo va a aplicar el democratómetro a los tres países señalados, ¿dónde ubicar, cómo calificar la situación de Colombia con cientos de luchadores ambientales, periodistas o exguerrilleros que han hecho abandono del empleo de armas, que están siendo asesinados año a año, mes a mes, semana a semana desde el fin de la negociaciones, repitiendo una danza macabra que Colombia ya conociera (eso sí, parece desconocida para los miembros del tribunal de los premios Nobel, que le concedieran tan ansiado trofeo al expresidente Juan M. Santos).

¿Y qué decir de los quilates democráticos de Bolsonaro, con su prédica BBB, −biblia, boi, bala−, postulada en voz alta y con descaro, como si fuera un guerrillero de “la contra”, aupado a la presidencia con juicios fraguados y el “aporte” del IURD,[1] modelo antidemocrático por antonomasia?

¿Dónde está la democracia? ¿En Honduras acaso?

El futuro canciller Ernesto Talvi argumentó que ninguna de las tres naciones no invitadas son “una democracia plena”.

En declaraciones a FM Del Sol, Rodolfo Nin Novoa respondió al argumento de Talvi y sostuvo que según el ranking de Democracy Index, “En América del Sur no hay ninguna democracia plena, salvo Uruguay.”

Con lo cual nuestro canciller en funciones se ampara en una clasificación de origen británico que comprueba lo arraigado que sigue el eurocentrismo (en sus protagonistas… y en sus seguidores).[2]

Y contribuye, como buen  confeccionador de Public Relations, a la imagen impoluta del paisito.

Sobre el verdadero nivel cultural y político de nuestra población, estragada por sectas protestantes, fútbol, juegos de azar y el bombardeo sistemático y continuo de basura yanqui,[3] habría mucho que discurrir y sopesar.

Incluso hasta en la gordura promedio de nuestros cuerpos, analizar el papel de la Coca-Cola…

Pero no ahora, que solo quisimos marcar la soberbia escondida o expresada en la pretensión de calificar ideológicamente a los invitados institucionales que en términos estrictamente democrático-formales deberían ser todos tratados por igual.

notas:

[1]  Iglesia Universal del Reino de Dios. Sus viajes de elevación espiritual son… a Israel.

[2]  Se trata de un laborioso ranking que usando variables diferentes termina ubicando a Siria penúltimo en la tabla delante de Corea del Norte. Siria, como Libia, consideradas antes de las respectivas incursiones, sociedades vivibles (aunque con un gobierno fuerte, entre despótico y paternalista) han sufrido ataques brutales, con mucha impronta occidental (freedom fighters, todo un dato). Por ello, resulta inmedible o con medición totalmente alterada.  Qué decir cuando Democracy Index ubica casi a la par al gobierno filipino, cuyo presidente de revólver al cinto mata con mano propia a presuntos delincuentes en la calle −parangonándose con los escuadrones brasileños de la muerte−  con el gobierno argentino que incluso bajo Macri, con su represión a pobres y originarios, no llega ni a los talones del presidente Rodrigo Duterte. Ver que Irán está entre los peores y que Hungría, Honduras  e Indonesia están mucho mejor catalogadas, nos hace sospechar del sentido del listado.

[3] EE.UU. produce, mediáticamente buena calidad y pésima… y toda la escala intermedia. Pero lo que llega masivamente a la TV por cable es su producción seriada de violencia, ruido, muerte y destrucción. Monocorde. Embrutecedora.   Uruguay parece carecer de antídotos contra esa “invasión”. La calificación de democracia perfecta  es en tal caso  una broma macabra. Democracy Index es apenas un aparato ideológico del sistema de poder imperante. A Rodolfo Nin Novoa, en todo caso avisarle que los Reyes son los padres.

Publicado en Uruguay

Sionismo: geopolítica a la ofensiva

Publicada el 07/02/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

Pocas veces queda tan patente la geopolítica sionista y su alcance mundial como en el operativo iniciado a mediados de la década que acaba, de convertir la crítica al Estado de Israel en antisemitismo.

La política de acoso a los palestinos para sacárselos de encima como problema generó un proceso de brutalización que se ha concentrado, aunque no ha sido su único objetivo, en la Franja de Gaza.

Los palestinos votaron “mal” según el democratómetro interesado y sesgado del eje EE.UU.-Israel, en una de las escasas instancias democráticas que tuvieron, en 2006. La población reveló que su dirección política “tradicional”, recostada por décadas al campo socialista, no era mayoría y que una red religiosa, el Hamas, contaba con mayor simpatía.

Los poderes mundiales no aceptaron tamaño resultado mediante el cómodo expediente israelí de encarcelar a decenas de candidatos ya elegidos. Porque los palestinos religiosos eran más críticos y menos proclives a conciliar con la ocupación israelí que los laicos de Al Fatah, con una dirección “ablandada” o entregada.  Y Hamas fue puesto fuera de la ley israelí que es la que rige en toda Palestina.

Por la misma época, en rigor un año antes  −otra expresión de la tonicidad palestina− surgió una red no violenta; el BDS, Boicot, Desinversión, Sanciones contra el Estado de Israel y su política de abuso, atropellos y crueldad. Un esfuerzo para obtener el repudio de “la opinión pública internacional” contra los atropellos del Estado de Israel.

El Estado de Israel pudo proseguir contra Hamas y otras organizaciones de resistencia armada (aunque de mínima significación militar) una política represiva tradicional. Facilitada por la enorme diferencia de capacidad operativa de Israel.

Israel además, a esa altura, contaba con el apoyo de una organización palestina, instrumentada, financiada y entrenada militarmente por ellos mismos, basada en la ANP (Autoridad Nacional Palestina), para quebrar la resistencia de la población palestina.

Aquel desconocimiento de la realidad democrático-electoral tuvo como corolario, una política de castigo, aislamiento, bloqueo y finalmente ataques militares contra población civil en la Franja de Gaza como si se tratara de ejércitos (porque allí, precisamente, Hamas pudo, mediante un nuevo golpe de mano, recuperar el gobierno que le había sido arrebatado con el desconocimiento del resultado electoral). Abuso reiterado a lo largo de los años, en 2008, 2012, 2014 y culminado con una política de asesinatos selectivos y tendal de heridos ante las Marchas por la Tierra,  pacíficas, sin armas ni piedras, de los aciagos viernes iniciados el 30 de marzo de 2018.

Ante el BDS, la estrategia tuvo que ser, al menos ligeramente, otra, ante una red no violenta que se ha ido extendiendo; no comprar productos israelíes, no asistir a conciertos de israelíes, no acompañar sus jippos y certámenes de alcance mundial, no colaborar en actividades universitarias con israelíes y sus universidades.

El BDS ha calado hondo en algunos países, como Noruega, Sudáfrica, España, en campus universitarios de EE.UU. que no es poca cosa, en algunas actividades en otros países como Suecia, Inglaterra, Alemania, Malasia o Italia y con brotes, menores, en países latinoamericanos, como Chile o Argentina (no dispongo del listado completo de países con BDS en actividad).

Para enfrentar entonces este tipo de resistencia y condena a la actuación israelí, desde Israel y sus usinas sionistas se han ido configurando otras estrategias, como, por ejemplo, una muy significativa: la edición de “diccionarios ideológicos” para combatir las críticas con ‘frases y palabras con efecto’ (”Words that work”), junto con un bombardeo mediático sin pausa, con “ejércitos” de trolls.

 

ISRAEL OMNIPRESENTE EN EL MUNDO, OCUPANTE EN PALESTINA

Entretanto, la política principal israelí es “mundializar” el Estado de Israel, hacerlo omnipresente y tratar de convertir el conflicto palestino-israelí en  “cosa del pasado”, aplicando nuevos torniquetes a las ya muy estranguladas ciudades y aldeas palestinas.

Los torniquetes describen de cuerpo entero la representación sionista del mundo: los sionistas, amos. El resto, materia manejable, gobernable. Por ejemplo, cada habitante israelí dispone de por lo menos seis veces más agua que uno palestino.

Una escuela de excelencia (de lo propio) y desprecio (de lo ajeno) que configura a los israelíes desde su más tierna edad.

Y con agravantes. Sigamos con el agua: diferencias abismales de calidad: el agua israelí es potable y segura; el agua a que acceden los palestinos puede ser parcialmente potable pero buena parte está horriblemente contaminada; desde aguas servidas que los israelíes despachan adrede tierra abajo hacia la Franja de Gaza, hasta agua entubada que no puede ser debidamente potabilizada porque unos de los primeros blancos de cada invasión israelí a la Franja de Gaza, por ejemplo, han sido las plantas potabilizadoras. Y en Cisjordania, los tanques de agua. Y esto se repite en todos los órdenes de la vida social; vivienda, cobertura médica, alimentos, comunicaciones, vestimentas, viviendas, estructuras educacionales…

 

Así como cuando Israel se fundó en 1948 y contó con el apoyo de EE.UU. y por su mediación el de varios gobiernos formalmente independientes pero realmente satélites del nuevo protagonista mundial, o cuando el gabinete fascista[1] traslada en 2016 la capital a Jerusalén, rompiendo el estatuto internacional concedido a dicha ciudad por la ONU en 1947, y algunos gobiernos satelitarios se apresuraron a acompañar tamaña violación del status quo internacional, como fue entonces Guatemala,[2] paralelamente, desde que Israel, con su campaña del Holocausto mundializado, con sede en Yad Vashem, también en 2016, declara luchar contra el antisemitismo, es la República Checa el primer estado que acompaña esa definición política lanzada, por  el IHRA.[3]  

Desde entonces, en estos últimos cuatro años, unos quince estados europeos han acogido la definición de antisemitismo del IHRA como si fuera cierta, con lo cual ciudadanos de algunos de tales países arriesgan ser tratados como delincuentes al insistir en la validez de la crítica a Israel.  Como puede ser el caso de una figura pública como Roger Waters, británico, quien brega por ampliar el BDS, como hace público en sus conciertos.[4]

 

LA DEPENDENCIA DE EUROPÀ

Prácticamente media Europa acompaña hoy ese terrible salto mortal de hacer incriticable a Israel so pena de ser tratado como antisemita. Vale la pena dar el listado (sujeto a errores) de los estados plegados. También en 2016, el Reino Unido. En 2017 se sumaron Austria, Bulgaria  y Rumania. A lo largo de 2018: Lituania, Macedonia, Países Bajos, Bélgica, Eslovaquia, y el año pasado Hungría, Moldavia, Francia y Grecia.

Hay alguna imprecisión en las listas presentadas porque Alemania aparece en 2017 y en 2020. Y Escocia en 2017, lo cual estaría de más puesto que el Reino Unido, que la incluye, lo hizo en 2016. Hay también estados extraeuropeos que han adoptado tamaña legislación, pero poquísimos: Israel, por supuesto, y Canadá.

La prensa comenta además, los esfuerzos para persuadir a gobiernos como el español o el uruguayo para que adhieran a esta estrategia o como quiera llamársela.

La resolución de marras explicita que no se trata de invalidar toda crítica a Israel: referida al Estado de Israel en similar calidad que a cualquier otro estado, el IHRA aclara que una crítica sigue siendo permitida, válida. Menos mal.

Vale la pena recorrer  algunos de los “delitos ideológicos” que guían la acción del IHRA:

  • formular acusaciones falsas, deshumanizadas, perversas o estereotipadas sobre los judíos, como tales, o sobre el poder de los judíos como colectivo;
  • referirse a la conspiración judía mundial;
  • al control judío de los medios de comunicación;
  • culpar a los judíos como pueblo o a Israel, como Estado, de inventar o exagerar el Holocausto;
  • acusar a los ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, o a las supuestas prioridades de los judíos en todo el mundo, que a los intereses de sus propios países;
  • establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis;
  • e cosi via. ..

Esta agenda es lo más ahistórica que concebir se pueda. Es el adiós a toda tarea de historiador, que busca hechos, relaciones, significados. Aquí ya está todo cumplimentado. Entonces entramos únicamente a la liturgia y abandonamos todo análisis. Un fideísmo medieval redivivo.

¿Cómo aproximarse a la red de  coincidencias, o diferencias tácticas entre por ejemplo sionismo y nazismo, tan significativos en los primeros años de la década del ’30 (y cómo esas relaciones, cada vez más ásperas, siguieron vigentes casi hasta el fin de dicha década, algo ciertamente escamoteado por todo el sionismo)? Historiadores, periodistas, observadores, afortunadamente también judíos, han investigado y verificado hechos y actos, pactos y acciones, que la historiografía sionista, si mereciera ese nombre, ha escamoteado.

 

HOLOCAUSTO Y LITURGIA

El “Holocausto”, fabricado y puesto a punto por Holllywood y Yad Vashem, merece la siguiente definición del historiador, judío, Norman Finkelstein, hijo de padres sobrevivientes de sendos  campos nazis de concentración: “representación ideológica del holocausto nazi […con] una conexión, si bien tenue, con la realidad […en] su mayor parte inservible; no constituye un tributo al sufrimiento judío sino al engreimiento judío.” [5]   .

La ritualización de lo histórico, que acabamos de ver destrozada por un historiador lúcido y valiente, aparte de intelectualmente penosa y deficiente, es psíquicamente nefanda, otorgando a sus portadores una falsa autoridad moral.

¿Cómo investigar sobre la participación de capitales judíos en la Reserva Federal de EE.UU., por ejemplo?

Este tipo de cuestiones, dentro de la perspectiva israelí no caben de ninguna manera. Porque el gabinete de gobierno está cada vez más formado por soberbios y autoritarios, como Ayelet Shaked, ministra de Justicia que aboga `públicamente por el asesinato de las madres palestinas [sic] porque “paren ofidios que atacan su patria”; o Naftali Bennet, ministro de Deportes, que ha declarado, deportivamente: “He matado a muchos palestinos en mi vida. No hay problema con eso.” 

Pero décadas atrás, había gente capaz de escribir “El Holocausto; un peligro para la nación [israelí]”, artículo de Boaz Evron escrito en 1980,[6] en el cual Evron tomaba distancia de la teoría de la unicidad, la exclusividad del mal del genocidio nazi contra los judíos. Primero, por razones fácticas: porque los nazis persiguieron, afirma, con igual saña a los gitanos, pero también por razones psicológicas y morales: porque convertirse en únicas, exclusivas víctimas genera “reacción paranoica” y “ceguera moral”, por carencias de contextualización y eso, sostiene Evron, judío y sionista, genera “peligro para la nación y “podría llevar a que surgieran ‘actitudes nazis’ dentro de Israel.”[7]

Israel contaba en sus primeros años, junto a todo el fascismo militante y terrorista y los atroces manejos de la mal llamada socialdemocracia liderada por Ben Gurion, con judíos con historia propia, que habían conocido  el nazismo, la persecución, las privaciones.

 

CRISIS DEL ESPÌRITU CRÍTICO

Israel Shahak llegó adolescente y todavía jovencito rompió con el sionismo, advirtiendo sus vetas más ominosas. Avraham Burg, sionista e incluso jerarca del Estado de Israel, llegó a calibrar falencias psíquicas graves en su país. Yehuda Elkana, que con 10 años cayó prisionero en 1944 y fue internado en Auschwitz, cuando cumple 14 años, en 1948, llega a Israel.  En 1988 escribió en Haaretz «La necesidad de olvidar». […] Temía que una imagen de los judíos como víctimas eternas inducida por el Holocausto, impulsara a los israelíes a justificar el comportamiento más cruel para con los palestinos. Al establecer paralelos entre los excesos cometidos por los soldados en los territorios ocupados y lo que ocurrió en Alemania, Elkana manifestaba su preocupación por la posibilidad de que los judíos terminaran imitando la conducta del peor de sus enemigos con lo que estarían concediéndole a Hitler una ‘trágica y paradójica victoria‘».[8]

Reparemos en la fecha: 1988. A fines de 1987, un levantamiento palestino, porque ya no podían soportar el aplastamiento sufrido por la ocupación sionista, y la gota que derramó el vaso: la muerte de 4 trabajadores palestinos atropellados por un camión militar. Se la llamó la “intifada de las piedras” porque ése fue el símbolo y el arma de los desposeídos y humillados.

Y Elkana vio, sin duda, que la respuesta no fue la de una sociedad civil. Con policía, por ejemplo. Sino de un ejército. El Ejército “de Defensa” de Israel empleó balas de plomo desde el primer momento. Y los heridos eran mayoritariamente de la cintura hacia arriba. A matar. Y a combatir a los niños que apedreaban quebrándoles los huesos de los brazos.

Elkana, como Evron, como Shahak, sintieron que el camino emprendido por Israel generaba “actitudes nazis”.

Pero eso está erradicado del universo de Yad Vashem. De la cabeza de B. Netanyahu.

Y el 23 de enero de 2020 se reúnen representantes de unos cuantos estados, incluso algunos que se pretenden democráticos, para cohonestar esta defección intelectual, ética y política.  

 

[1]  Esto dicho, no como adjetivo sino como descripción objetiva, histórica, de la raíz ideológica del partido gobernante israelí, dirigido hoy por Beniamin Netanyahu.

[2]  Vejo deudor político-policial de Israel en la década de los ’80, pero antes, podríamos considerar a Guatemala acreedor de Israel por cuanto su voto –como el de Uruguay− fue decisivo para habilitar y dar una fachada legal a la arremetida sionista contra Palestina.

[3] International Holocaust Remembrance Alliance; un aparato mediático de la compleja y enorme red de apoyo al Estado de Israel que goza de una serie de relaciones y contactos de alcance occidental, intercontinental, con otras organizaciones internacionales, sionistas o judías, que amplían inconmesurablemente su huella en los asuntos humanos; Anti-Defamation League (Liga Antidifamación del Pueblo Judío [sic]); Congreso Judío Mundial; AIPAC, The American Israel Public Affairs Committee (¡autodefinido como America’s Pro Israel Lobby!);  Yad Vashem (The World Holocaust Remembrance Center; el Centro Simon Wiesenthal; la Agencia Judía (que tuvo mucha relevancia en el proceso de llegada de judíos a Palestina/Israel), para mencionar sólo las más conocidas.

[4]  Como lo hizo, públicamente, en Montevideo, Uruguay, noviembre 2018.

[5]  THE HOLOCAUST INDUSTRY, Verso, Nueva York, 2000.

[6]  Aunque las referencias de Ilan Pappé lo datan de 1980, en internet pude encontrar únicamente una reimpresión de noviembre 1983, Encuentro Islamo-cristiano, Madrid.

[7] Ilan Pappé, Idea de Israel, 2015 [escrito en el exilio a que el historiador judío se vio precisado a ampararse].

[8]  Ibídem.

Publicado en Destrozando el sentido común, EE.UU., Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes

Ofensivas espirituales

Publicada el 07/02/2020 - 01/03/2020 por ulises

Hace ya muchos años, para presentar un pequeño libro sus editores me invitaron a un stand de la feria anual del libro de la capital federal. Durante una semana tenía la editorial, y sus autores, un pequeño espacio compartido con otras editoriales. Las editoriales grandes, tenían, ciertamente, un puesto exclusivo, pero para nuestra Imago Mundo no era el caso.

Me tocó compartir el espacio con tres o cuatro editoriales o sellos; uno de ellos era el de la embajada saudí, que presentaba toda su propaganda oficial.

El encargado era un joven árabe, morrocotudo, con apariencia mucho más de boxeador peso pesado o lanzador de martillo, pero que paradójicamente estaba allí para difundir las páginas de la cultura saudí.

Con una convivencia continua de horas, cruzamos pareceres, envites; al fin y al cabo en nuestro tenderete estaba más el tiempo vacío que con candidatos a lectores.

Conservo un recuerdo  imborrable: del enorme orgullo, la vehemencia, que el saudí ponía para explicar, destacar que en su país los adolescentes, los jóvenes de 13 o 14 años hasta terminar la década, aprendían de memoria el Corán. Que estaban años ejercitándose y que era la señal…

No me pregunten a mí de qué. Porque lo considero de empobrecimiento conceptual (aunque a la vez se hicieran eruditos coránicos), de triste y superflua memoria, de falta de creatividad, de discernimiento, en una palabra de seguidismo mental…

Esa preparación saudí a principios del s. XXI calzaba como el guante en la mano con una teocracia retardataria, represora, hiperautoritaria, parásita (del universo del petróleo…).

Eso, Arabia Saudí  año 2000.

Echemos una mirada al Uruguay 2020. Su espectro radial se “nutre” de un par o tal vez tres emisoras que repiten una letanía, rezos católicos… llena eres de gracia, el señor es contigo… a la mañana, a la tarde, al anochecer.

Las mentes que así se crean, o forman, son como las de los saudíes a que hice referencia. Aunque los contenidos sean distintos.  Y uno hable de Allah y otro de Jehová…

Pero sigamos en el dial. Más de tres, ciertamente, a distintas horas, emiten, a los gritos, el “mensaje de Jesús”, “de nuestro señor”. Aquí el tono es distinto. No es el monocorde, lineal de la oración católica sino el grito arrebatado para que el radioescucha reaccione y atienda los llamados de la prosperidad. Porque estos mensajes, muy cristianos nos dicen, provienen de pastores que procuran llevar a su rebaño a la prosperidad. La invocación, continua, a la prosperidad revela que se dirige a gente escasa de recursos. Y lo suficientemente sencilla o simple como para atender esa posibilidad de conseguir plata.

En rigor, lo que hace el pastor, diezmo mediante, es conseguir dinero para sí. Con el resultado, aritméticamente inevitable, que el reclutado, el converso, el ‘elegido por dios’ tendrá algo menos de dinero que antes de dar el diezmo… pero es un asunto de fe.

No se trata sólo de iglesias o sectas protestantes. Tenemos en ascenso también el culto pagano a Iemanjá, que junto con el umbandismo provienen de Brasil (de África, vía Brasil) , y por más que ahora tratemos de acentuar su carácter ecológico, lo cierto que históricamente se formó en nuestro país en tiempos duros, políticamente hablando, como contracara de la realidad. Y que, como la floración de sectas protestantes, se amplía con la pauperización de la sociedad.

Y  vayamos un poco más recorriendo el dial. Más audiciones que las religiosas, que ya son numerosas, tanto “como para oprimir el cerebro de los vivos”, tenemos, en determinados horarios, las audiciones de fútbol…

Son tantas, que habría que instaurar competencias y torneos entre ellas para elegir la peor o la menos mala. O la mejor, porque queremos creer que también existen. Y son tan intensas, emocionalmente fanatizantes, que no puede uno menos que pensar que también el fútbol ha devenido opio de los pueblos. Con sus santos y sus sacerdotes más o menos supremos…

Como broche de un estado de nuestras mentalidades en Uruguay, tenemos, cada vez más,  la enorme difusión de iglesias de las llamadas cristianas (protestantes): pentecostales, nazarenas,  calvinistas, apostólicas, universales, espectaculares, mormonas, metodistas, anabaptistas, episcopales, bautistas, luteranas, sabatistas…

Por cualquier acceso acercándonos a Montevideo uno ve aparecer pequeñas capillas de diversos  credos protestantes, cada pocas cuadras.

Y una iglesia como la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en Brasil, asociada a Jair Bolsonaro y con viajes de “superación espiritual” a Israel, cuenta con tanto dinero, como para que podamos ver una ostentosa sede central en Montevideo (también en Buenos Aires), y los mejores locales disponibles en las pequeñas ciudades uruguayas, arrendados por la IURD. Locales que apenas se abren y convierten en “templo” algunas horas al mes, pagando sin problema tamaños alquileres…

Tenemos así una ofensiva “espiritual” fuerte sobre “el paisito”. Aunque podamos alegrarnos viendo sus locales casi vacíos, tenemos que saber que un país succionado, exprimido rematando for export sus bienes naturales, como el agua, crecientemente enajenado, como lo podemos verificar con la cantidad de tierra comprada por extranjeros (fundamentalmente consorcios transnacionales) es un país introducido en un proceso de empobrecimiento, sanitario, alimentario, material, lento pero sostenido.

Y la contracara de lo que los capitales de inversión transnacional se llevan sobre la base de invocadas inversiones es, precisamente, nuestro empobrecimiento. Y este proceso, bien material,  conlleva, ya lo hemos visto en muchos lados, un vuelco cada vez mayor a soluciones  espirituales, religiosas, salvacionistas; lo que yo definiría como la capacidad humana de autoengaño.

Publicado en Cultura dominante, Globocolonización, Para salir del repollo, Uruguay

Agroindustria, contaminación generalizada, alimentación vegana, lucro y calentamiento global: Un plato indigesto

Publicada el 19/01/2020 - 20/01/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

En un mundo cada vez más interconectado, donde los dispositivos tecnológicos nos han achicado cada país, cada región y el mismo planeta y donde el poder está concentrado como antes jamás, de un modo que ni siquiera entrevieron los mayores déspotas de nuestra humana historia, es indudable que la heteronomía se ha ido asentando en la mayor parte de las acciones humanas.

El proceso de computarización forzosa a que somos sometidos y que cada vez más nos lleva, con ahínco, hacia presuntos paraísos cibernéticos, opera al mismo tiempo que la naturaleza se está haciendo pedazos delante nuestro en cada vez más lugares del planeta. En medio de tanta ignorancia e indiferencia… humana, precisamente.

Es tal el descaecimiento cultural y conceptual que algunos amigos de la naturaleza, a través por ejemplo de Paisajes Multifuncionales[1] nos revelan un “cambio de mentalidad” y un “cuidado ambiental” brindándonos la “novedad” de que los insectos polinizan las plantas.

Como lo oye. Un campesino viejo y analfabeto, siempre supo que los insectos polinizan y que sin ellos, no fructificaría buena parte del reino vegetal. Pero ahora hay una empresa que se dedica a hacernos conscientes de semejante realidad. El ejemplo expresa la penosa realidad de la crisis cultural en que la sociedad moderna, hipermoderna, nos ha situado. Comunidad Científica sabe de qué habla. Se han enterado que los monocultivos atrofian la polinización por el sencillo y crudo expediente de achicar la diversidad biológica del medio.

¿Habrá que hacer cursos y universitarios de larga duración, para saberlo? Algo que un par de ojos (y la consiguiente mirada, claro) han visto desde tiempo inmemorial.

Hay que integrar este tipo de retrocesos culturales en la suma algebraica de todo lo que la modernidad nos ha dado en tantos rubros y a la vez quitado en otros.

Mientras nos enteramos de la “novedad” de la polinización con insectos, pájaros y otros “transportistas” del polen, vale la pena recordar que, cuando los agrotóxicos estaban diezmando cada vez más la microfauna, un laboratorio de vanguardia en la apuesta química y transgénica a las producciones agrarias, Monsanto, ofreció –luego de reconocer tácitamente el abejicidio en marcha− drones para hacer la tarea de polinización. Un ejemplo de sofisticación tecnológica e idiotez intelectual en ingeniería y costos; pensemos nomás lo que cuesta el viaje de la abejas y el de los drones…

Hay un conflicto que parece tomar centralidad en esta cuestión de la vida, los alimentos, los cultivos y la escala de producción.

Desde que las elites de poder, primordialmente de EE.UU., han decidido el empleo de los alimentos como “armas de destrucción masiva”, para usar la acertada frase de Paul Nicholson,[2] la agroindustria ha ido ampliando sus ya enormes dimensiones. Junto con ese aumento de las unidades productivas, se puede observar el aumento consiguiente de la contaminación planetaria, cada vez, precisamente, más fuera de control.

Martin Cohen y  Frédéric Leroy[3] señalan la relación entre agroindustria y auge de la dieta vegana; un ascenso ideológico que parece indisolublemente unido a la expansión agrotóxica.

Y eso, pese a que hay muchos veganos totalmente empeñados en una producción a pequeña escala y tendencias autosustentables. ¿De qué modo entonces, la fiebre vegana se ha convertido en el aliado primordial de la agroindustria?

La opción vegana plantea, con aritmética razón, que salteando la alimentación animal, los vegetales producen diez veces más alimentos. La humanidad creciente, sobrepoblada, agradecida.

En lugar de aplicar 10 k. de maíz o soja para alimentar un cerdo o una vaca, con lo cual se podrá consumir un kilo de carne, es decir un décimo del peso de los vegetales que la “aprontaron” para el consumo humano, salteando al animal, entonces, tendríamos diez veces, aproximadamente, su producción en alimentos directamente para humanos.

Este cálculo es maná del cielo para los grandes productores agroindustriales. Existe una tendencia “que deja de lado a los productores pequeños y medianos en favor de la producción agropecuaria a escala industrial y un mercado de alimentos global en el que los alimentos se producen a partir de ingredientes baratos comprados en un mercado de commodities.”[4]

Cohen y Leroy asocian esta línea de acción con un mercado creciente de «carnes falsas» (falsos lácteos, falsos huevos) en EE.UU. y Europa, que a menudo se celebra por ayudar al auge del movimiento vegano.” Otro factor, entonces, que induce el avance de lo vegetal sobre lo animal.

La producción rural y granjera tradicional estaba, en rigor, al, servicio de una alimentación omnívora. Frutas y frutos de la tierra, claro, pero también huevos, miel, carne de los animales de granja.

La humanidad, por otra parte, siempre fue omnívora, con variaciones, a veces grandes variaciones regionales, pero los humanos nos hemos nutrido siempre omnívoramente. Como algunas especies mamíferas; osos, coatíes, cerdos, ratones, y otros animales como lagartos o pirañas, por ejemplo.

Pero el régimen actual de alimentación, crecientemente regulado desde las góndolas nos está llevando a un universo de productos sintéticos y ultraprocesados, cada vez más lejanos de los alimentos que la naturaleza nos proveyera desde tiempo inmemorial. Tiempo en el cual nuestros cuerpos se construyeron, a lo largo de milenios y tal vez cientos de miles de años.

Hace unos quince mil años se produjo una revolución alimentaria; del nomadismo a la sedentarización; de la recolección y la pesca a la agricultura y la cría de animales domésticos. Según algunos historiadores, perdimos altura; ganamos prolificidad. La pregunta es si esta actual “revolución alimentaria”, que nos azucara y engrasa la vida como nunca antes y que ahora nos provee de productos ultraprocesados en lugar de naturales, tendrá efectos beneficiosos o perjudiciales. Los datos sobre aumento casi incontrolado de cánceres, afecciones a la piel, alteraciones endócrinas, floración de mialgias y un largo, penoso etcétera, nos está denunciando que vamos por mal camino, pese a indudables avances del saber médico. Camino aquel muy redituable para los grandes pulpos alimentarios mundiales, tipo Nestlé (penosamente famoso por su genocidio africano en los ’60), Coca-cola (devenida de productor de agua azucarada estimulante a secuestradora de agua potable en países y regiones con escasez de agua, como la India), Unilever con su apuesta vegana, Monsanto-Bayer, campeones mundiales de la transgénesis y los monopolios consiguientes a costa de los campesinos… No me parece que tales emporios hagan algo bueno, para nosotros… los humanos cualquiera.[5]

La alimentación vegana es uno de los movimientos ideológicos más recientes y, tal vez precisamente por su corta edad, se caracteriza por un culto intenso y dogmático por parte de sus practicantes. Su postura “pro vida” esconde el hecho de su significado profundo en el concierto de la alimentación humana; borrar, por ejemplo, la idea de granja y consiguientemente la de una producción polivalente y a pequeña escala. Y más en general desechar o ignorar todo nuestro pasado humano, omnívoro.

Aunque sus cultores sean a menudo militantes empeñados en pequeñas parcelas de producción vegetal y se nieguen a atender  que el reclamo vegano encaja como un guante en la mano con la monoproducción agrícola a gran escala. Que postula ser la más barata, aunque para ese cálculo se deseche toda externalización de costos relacionados con la contaminación con agrotóxicos, por ejemplo, característica de la producción agroindustrial.

Porque, ¿cómo calcula la agroindustria los costos? Dijimos, externalizando. Las cuentas que ofrecen son del tipo: la hectárea monocultivada genera 3 toneladas, pongamos de maíz; la del agricultor tradicional a gatas produce 2 toneladas, tal vez una y media…

Ya Vandana Shiva explicó la falacia de ese razonamiento: el campesino en pequeña escala, en primer lugar cuida su tierra y espontáneamente, contamina menos. Pero además de las diferencias cualitativas, en ese predio –sigamos con la hectárea− produce al cabo del año una serie de cultivos cuya suma material, física, excede largamente las 3 toneladas que son orgullo del monocultivo: el campesino produce para el mercado o para el autoconsumo las verduras de estación, diversos frutales, el sustento para la cría de animales domésticos o silvestres, como cabras, ovejas o ranas… plantas medicinales y hasta flores, aclara Shiva. Todo ello, sumado a la producción que teníamos para comparar, maíz, alcanza volumen y peso muy superior al de la producción falsamente récor de la agroindustria.

Agroindustria que, por otra parte, aumenta la dependencia y estrecha los márgenes de ingresos para el trabajador rural, el campesino, el productor, que, encerrado en su línea de producción, carece de otras vías de subsistencia y resistencia. Ya sabemos que una extrema dependencia no conduce sino a la servidumbre.

Cohen y Leroy señalan a Unilever, tal vez la mayor empresa alimentaria del planeta, apostando fuertemente a alimentos vegetales ultraprocesados (aceites, almidones, proteínas) “ofreciendo cerca de 700 productos veganos en Europa”.

A esta altura no sabemos si el veganismo aprovecha la producción agroindustrial o si ésta, agente de la mayor contaminación planetaria (como la competencia con una serie de ramas industriales altamente contaminantes, es enorme, tal vez sea más prudente señalar que es una de las mayores contaminaciones planetarias) fogonea y utiliza el veganismo en su tarea de arrancar la producción de alimentos de las manos campesinas.

Pero tanto en uno como en otro caso, se trata de una producción con fuerte contenido  ideológico, no necesaria ni objetiva ni fatal. Que construye un mundo más lineal y homogéneo. Y consiguientemente más frágil. Y dependiente.

Basta pensar en una población que extraiga de una granja sus principales suministros y de una población que dependa de las góndolas. Que es el tipo de sociedad que estamos forjando, o mejor dicho que nos están construyendo proveedores cada vez más enormes, los que, luego de que “dejáramos de usar la caña”, se empeñan en darnos “el pescado, fritito y asado”, y cada vez más a menudo, algo que es fritito y asado, pero ni es pescado…

Si alguna prueba necesitábamos de la peligrosidad de las góndolas, del mundo servido en bandeja y con trabajo escondido, altamente automatizado, las estamos teniendo por doquier: la generación de alimentos mediante una agricultura basada en venenos; la contaminación de todo el mar océano planetario con los plásticos; la presencia cada vez más amenazadora de los incendios, antes en California, Portugal o Brasil, ahora en Australia…  

Hemos entrado, en los últimos meses en un frenesí de alarma por los microplásticos, que aparecen literalmente hasta en la sopa… Pero tenemos que saber que dichas partículas fueron denunciadas durante años sin mayores respuestas. Nuestro estado de conciencia no sigue al conocimiento sino a la veleidosa opinión mediática, configurada de acuerdo con los intereses del gran capital.

La peripecia australiana es muy significativa puesto que se trata de un estado atado a la producción carbonífera de la cual sus titulares, privilegiados en Australia con su poder industrial, no se quieren retirar.[6]

Argentina tiene el triste privilegio de haber sido, junto con EE.UU., los únicos estados produciendo transgénicos en el s XX: y ese período (ya de un cuarto de siglo) ha ido permitiendo verificar a investigadores dispuestos a romper con el discurso oficial y dominante, como la Red de Médicos de Pueblos Fumigados y otros resistentes[7] que el avance de cánceres en zonas por ejemplo sojeras es innegable y que, por ejemplo, la celiaquía se ha extendido como nunca antes; varios investigadores asocian esta frecuencia con el glifosato; el herbicida estrella de los cultivos transgénicos.[8]

Habría que rastrear los motivos del aumento desproporcionado de escuelas diferenciales para niños “con capacidades diferentes”, por ejemplo en la provincia argentina de Misiones, porque hay muchos indicios de alteraciones del sistema nervioso  y de todos nuestros cuerpos, como lo expone la sobrecogedora muestra fotográfica de Pablo Piovano.[9]

La mesa está servida. Pero con la guerra en el plato.

notas:

[1]  Lucía Gandolfi, Comunidad Científica, 12 dic. 2019.

[2]  En el cambio de siglo secretario de la Vía Campesina (internacional rural enfrentada al campesinicidio en marcha).

[3]  “Veganos en guerra. El lado oscuro de los alimentos a base de plantas”, lanacion.com, 4 ene 2020.

[4]  Cohen y Leroy, ob. cit.

[5]  Excelente semblanza la de Ignacio Conde en “Comida replicante”, Convivir, no. 289, Buenos Aires, mayo 2018.

[6]  Jerome Small, “Las ganancias en Australia conducen al apocalipsis”, Socialist Alternative.

[7]  Darìo Gianfelici, “El impacto del monocultivo de soja y los agroquímicos sobre la salud”, futuros, no.12, Río de la Plata, primavera 2008; Hugo Gómez Demaio, “Agrotóxicos: niños con retraso mental grave y malformaciones”, futuros, no. 13, Río de la Plata, verano 2009/2010.

[8]  Samsel, A. y Seneff, S, cit. p. Heyes, J. D., “Peligros y daños causado por el glifosato”.

[9]  Exposición fotográfica “La agricultura a base de venenos”, Buenos Aires, 2014.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Cultura dominante, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Poder mundializado, Sociedad e ideología

Uruguay, la MINUSTAH en Haití y la vieja política de los tres monos sabios

Publicada el 30/12/2019 - 12/02/2020 por ulises

por LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ

Uruguay: mito civil. ¿Realidad civil o no tanto?

Con la dictadura los militares consolidaron una serie de privilegios que habrían sido inimaginables para muchos uruguayos de otro modo; como, por ejemplo, disponer de una presencia física dentro de la sociedad mucho mayor que la que los militares, proporcionalmente, tienen en nuestros vecinos, Argentina o Brasil (que no son, por cierto un dechado de civilidad). Tienen además un sistema jubilatorio o de retiro que es también inimaginable para cualquier trabajador civil uruguayo (jubilándose, según los grados obtenidos, a los cincuenta y pocos años o incluso antes de los 50, y hasta antes de los 40…). Y hablamos de jubilaciones muy jugosas, no sólo anticipadas… que son un verdadero dolor de cabeza para el presupuesto  público del Uruguay…

El informe sobre la ONU

Acaba de hacerse público un relevamiento llevado a cabo por dos investigadoras estadounidenses sobre los abusos sexuales llevados adelante por tropas de la ONU en el arrasado territorio de Haití.

La ONU se ha cuidado de investigar por sí los efectos de la presencia de “sus” tropas en las intervenciones en países en crisis, con lo cual no hace sino constituirse en cómplice de las actuaciones de “sus” subordinados, que ciertamente, tienen manos más que libres para ejercer sus poderes en esos desdichados territorios.

El informe de marras, que ha tomado estado público y conmocionado a buena parte del mundillo mediático (no tanto en Uruguay, en que apenas ha sido abordado y resultó prestamente olvidado), concebido inicialmente para atender diversos aspectos de la problemática de país ocupado por sus presuntos benefactores –valga la contradicción– tomó un giro inesperado cuando de las consultas y cuestionarios a la población cercana a las bases de los contingentes onusianos, surgió la cuestión de la presencia de los petits minustah, como se les llama a los vástagos de las relaciones sexuales entre mujeres, a menudo jovencitas de 15, 13 u 11 años, haitianas y soldados revistando como cuerpos armados en el país (cuerpos armados, dije; no cueros amados… como muchos de estos soldados se imaginan la historia).

En el inesperado giro de la encuesta, surgió un dato por demás significativo para el Uruguay: en la docena larga de países que ha enviado tropas a Haití bajo la MINUSTAH (2004-2017), Uruguay goza del indiscutido primer puesto en cantidad de violaciones, paternidades no asumidas y otras irresponsabilidades y abusos contra la población local.

Con algún otro país, hay que reconocer una dura competencia, pero de todos  modos Uruguay ha quedado indiscutido “oro” de tan  atroz certamen. Ya veremos porqué.

Pero antes, un pequeño relevamiento:

Uruguay fue registrado con el 28,3 % de los casos (alrededor de 75); Brasil con el 21,9% (alrededor de 60 casos); No sabe origen aprox. 20% de los casos (50-55 casos); Chile, con el 7% aprox. de los casos (cerca de 20); Argentina y Nepal, cada uno con un 5% de los casos aprox. (casi 20); Sri Lanka con el 3% de los casos (entre 7 y 8 casos) y luego con magnitudes menores (entre 1% y 2%), Senegal, Nigeria, Canadá, Bolivia, Jordania y Francia.

En este relevamiento falta conocer las dimensiones de los contingentes respectivos. Sabemos, sí, que Uruguay ha apostado fuertemente al conchabo tipo MINUSTAH en la ONU por razones crudamente económicas, aunque institucionalmente se invoque el deber moral de participar en pacificaciones. A la luz de esta investigación, así como el motivo idealista palidece hasta el ridículo, habría que ver si amén de las ventajas económicas no subyace otro motivo para apostar tan fuerte a la participación en la MINUSTAH; que interese a muchos como ejercicio de poder, en este caso emocional… Sentirse macho ha sido muy gratificador para muchos hombres, demasiado tiempo, como para ignorarlo.

El nauseabundo olor de este escándalo, para remate bastante escamoteado tanto por el gobierno uruguayo como por círculos que se reputan informativos o informados, expresa claramente que algo había podrido y no en Dinamarca, precisamente, sino en nuestro Uruguay.

Rastreando

El dechado de servicios llevado adelante por los militares uruguayos en Haití, mientras cobraban suculentos ingresos de la ONU, nos retrotrae a la siembra dejada por el Pacto del Club Naval, entre otras lindezas que nos han caracterizado. Este pacto, suscrito por la dirección militar en pleno retroceso político y las direcciones del Partido Colorado, el Frente Amplio y la hiperconservadora Unión Cívica garantizaba la impunidad a los militares por los abusos, atentados, apropiaciones, torturas que pudieran haber hecho, que realmente hicieron, durante el período dictatorial.

El Pacto del CN dejó a los militares sin hipoteca política ni ética alguna. Fue una fiesta de la impunidad (saldada con una amnistía generalizada a “la subversión”, sólo que            –significativa diferencia– en la generalidad de los casos sus titulares se habían “comido” alrededor de 13 años de penitenciería). Y empleando una jerga, también ella significativa: “Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva”.

El abusivo, racista, despreciativo comportamiento de los militares protegidos por la ONU, permite verificar varios rasgos pervivientes del Pacto del CN: los militares uruguayos se han permitido mantener sus modos de comportamiento del tiempo dictatorial, lo cual constituye una prueba de que el Pacto del Club Naval goza de muy buena salud y prolonga la caducidad que nos ha asolado dentro de fronteras, con la MINUSTAH llevada al exterior.

Defender lo indefendible

Con un pequeño agravante. Las atrocidades del tiempo de la dictadura eran rechazadas por demócratas y progresistas (al menos de palabra). Pasada la dictadura, por lo visto, no solo jefes militares disculpan atrocidades de sus cofrades; desde hace años muchos demócratas y progresistas  también las disculpan.

Para sustraerse a la presión militar, se la empuja fuera de fronteras. Para que traigan ingresos. Y ahora, como bien dice la Coordinadora por el Retiro de Tropas de Haití/Uruguay, nos traen este primer premio.

El ministro de Defensa José Bayardi y otros defensores de la actuación militar uruguaya fuera de fronteras nos dicen que se trata apenas de una minoría (de violadores, de abusadores).

Este argumento, abyecto, merece varias precisiones:

1) nadie dice que si MINUSTAH tuviera, por ejemplo, mil miembros uruguayos, hubiera mil delincuentes. Ni siquiera durante la dictadura y la impunidad consiguiente, todos los militares estaban dedicados a delinquir;

2) el que, sistemáticamente cada soldado ligado a un embarazo (con violación, amorío o seducción) fuera retirado del plantel y “enviado a casa” habla de una política: ruin, cobarde, corporativa, no sabemos si procedente del mando onusiano o del mando nacional, uruguayo en nuestro caso. Pero en cualquiera de los casos, revela el comportamiento de “ejército de ocupación” de la ONU, con total desaprensión y desprecio por la población local; concretamente, sus mujeres y niños/as;

3) esta investigación se refiere a 265 casos documentados. Pero todos sabemos que podrían ser más, muchos más. Porque se trata de hechos escamoteados, burlados, ocultos. Así que no deberíamos hablar de cantidad, sino de calidad.

El desprecio y el uso de la población local femenina (e incluso, excepcionalmente, masculina; los uruguayos también en esto se “lucen”) es un aspecto fundamental del maltrato sufrido en este caso por Haití a manos de la ONU. Pero no es de ninguna manera el único maltrato: el destacamento senegalés de la MINUSTAH llegó al país portando cólera y a causa de las gravísimas falencias ambientales y sanitarias, “lograron” contagiar e implantar la epidemia en el devastado primer país americano no anglo independiente (Haití tuvo que independizarse de su metrópolis colonialista que era la Francia revolucionaria, en 1804, cuando ya había devenido napoleónica). Se estima que ”gracias” al descuido de la ONU con los controles sanitarios hubo alrededor de un millón de contagiados y ¡varias decenas de miles de muertos! ¡La ONU no ha sentido ninguna obligación por semejante mensaje de muerte bajo pretexto de pacificar, educar, “enderezar” al país!

Pero volvamos a los militares uruguayos y al Uruguay.

No sólo vuelven al país con un “primer puesto” en violaciones y paternidades no asumidas. Pensemos en la inolvidable canción de Jaime Roos cuando nos recuerda que en los ’20 deslumbrábamos con un fútbol insuperable y que en los ’70 salíamos a pichulear y que “si te agarran sin papeles te meten en un avión” de vuelta al paisito…

Triste imagen la de Roos, pero ¿qué decir de estos nuevos uruguayos “exportados” oficialmente, fruto de la dictadura, el Ejército y la ONU?

Tal vez nos demos cuenta que hemos perdido calidad. Humana. Aunque estos últimos uruguayos tengan defensores por doquier. Vale la pena un mínimo repaso para ver nuestros abismos psíquicos y éticos:

  • El ministro de Defensa Jorge Menéndez: “No hay cuestiones azarosas para este país cuando representamos nuestra bandera y nuestro pueblo bajo mandato de Naciones Unidas. Hay trabajo, preparación, respeto al mando y a la legislación que determinan lo que debemos hacer, cuándo vamos, cuándo volvemos y cuántos somos.” (Presidencia, 9 mayo 2017)
  • El presidente Tabaré Vázquez hizo referencia en ese mismo año a “tolerancia cero” a los abusos. Menos mal. (cit. p. Coordinadora)
  • El ministro de Defensa José Bayardi, 2019, se refirió al episodio que nos ocupa como que se trababa de “porcentualmente pocos” casos de paternidad comprobada. Escamoteando que a estas tropas les está vedado todo abuso contra la población local…
  • Estas expresiones coinciden con la neolengua onusiana, según la cual lo que hace la MINUSTAH (y otros contingentes análogos) es ”estabilizar” el país sometido a intervención.

Con la caducidad dentro de casa, lo que han aprendido los militares es la impunidad. Rendir culto a la impunidad ha sido tarea nacional y mayúscula. Basta ver si alguna vez ha ido a juicio o a prisión algún estafador de rango.

Lo que ha pasado con PLUNA, FRIPUR, ANCAP es impunidad civil. La impunidad militar es un poco más dramática, porque se trata de cuerpos humanos rotos. Maltratados, violados, torturados, masacrados.

Y la impunidad se ha mantenido a pie firme. Claro que no bajo responsabilidad exclusivamente militar. A ella han contribuido, de modo decisivo, ilustres civiles como Julio M. Sanguinetti, Tabaré Vázquez, con el apoyo de “intelectuales” como Vivian Trías y en general los civiles desarmados firmantes del Pacto del CN, y también los civiles armados (más o menos ex), tipo José Mujica, Mauricio Rosencof y el namberguán de todos ellos, que se apresuró a escribir “la historia”: Eleuterio Fernández Huidobro.

El problema es mucho mayor que el tradicionalmente imaginado

Con esos amparos a derecha e izquierda, los militares han adquirido un “abandono de la pretensión punitiva”, casi inalterable. Y mediante la circulación de currículos, recomendaciones, etcétera, han ido consiguiendo atribuciones como batallones “de paz” en ese teatro de operaciones mundial, que es la ONU, la mesa de negociaciones de las grandes potencias, gubernamentales, militares o económicas, para hacer como que funciona una democracia planetaria.

En Haití, junto con militares brasileños, y de otras nacionalidades, los destacamentos uruguayos han ido haciendo sus pequeños grandes negocios: ganar “mil veces más que en casa” y conseguir extras, sexuales, por ejemplo, con mayor libertad y discrecionalidad.

La expansión de la militarización de nuestro país no pasa indemne: la imaginación militar no tuvo nada mejor que erigir un árbol de navidad con granadas de mano, balas de alto calibre, cascos militares, cajas de municiones, cañones, fusiles.

La decisión política, ministerial, de mandar desmontar semejante culto castrense a lo navideño sirvió para ver la estatura ideológica de la intendenta minuana, al parecer del Partido Nacional, negándose a cumplimentar la orden ministerial de desmonte inmediato del árbol “milico”.

Ese gesto de desobediencia podría revelar una acusada independencia mental o resistencia a la autoridad. Lo cual puede ser realmente una virtud. Pero su adhesión a lo militar la ubica como una partidaria cerrada e incondicional de la autoridad. Que sin embargo no cumple… ¡oh intendenta!, ¿en qué quedamos, ¿institucional o de facto?

Tanto el episodio “mayor” de la MINUSTAH como el menor del arbolito de navidad están sacando a luz una realidad, al menos inesperada para el horizonte civil que parece caracterizar a nuestro país. Al menos en la arena internacional.

El surgimiento de un partido de clara raigambre militar, como Cabildo Abierto y su extraordinario éxito electoral, poniéndose a la par de uno de los tres grandes agrupamientos políticos vigentes, revela que la imagen de civilismo de que Uruguay goza hoy en día no tiene porqué corresponder con la realidad.

La prolongada participación uruguaya en la MINUSTAH revela quiénes y cómo somos a comienzos del s XXI; lo mismo el arbolito navideño; lo mismo la pujanza de un partido militar y militarista; lo mismo la presunción de inocencia en todo acto de control o represivo por parte de fuerzas de seguridad… todo ello expresa el grado de ideologización militar en que estamos sumidos.

Publicado en Poder mundializado, Uruguay

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