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del planeta, la sociedad y cada uno…

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Una aporía sexual

Publicada el 25/09/2017 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández – Ha trascendido en los circuitos mediáticos que un trans ha cumplido su deseo de ser madre. Lo ha logrado con su pareja, también trans, originariamente un varón que ha adoptado, decidido, asumido, una condición femenina que entendió la suya.

La concreción del embarazo y el posterior nacimiento del vástago de la pareja, hace un año, se logró porque ambos trans resultaron refractarios a todo tipo de cirugía acompañando su cambio de sexo.

Ella, la advenida mujer, una ecuatoriana bellísima (que era también un apuesto varón, inicialmente), Diane, explica con mucho tino que siempre resistió el plan de una vaginoplastia (extirpación de sus genitales originales y creación quirúrgica de una “vagina”) porque no confía en soluciones quirúrgicas ; ejemplifica con intervenciones de ese tipo que se practicaran tiempo atrás: “Yo lo equiparo con la lobotomía: hubo un momento en que la respuesta terrorífica que se dio a los desórdenes mentales fue hacer cirugías cerebrales y dejar a la persona desconectada del mundo.” [1]

Revelando la lucidez de su abordaje, completa: “Así yo me haga la vagina más hermosa del mundo o me den las mejores hormonas artificiales no voy a ser mujer biológica nunca, por más mentiras que me pueda decir a mí misma.”

Y este planteo la/lo lleva a una conclusión que entiendo conmocionante para el universo LGBTT: “Si yo hubiera pensado en esto antes es probable que no hubiese intervenido mi cuerpo y ni siquiera me hubiera puesto mamas.»

Hasta aquí, cómo ha enfrentado Diane el engendramiento de un vástago. Nos cuenta que al conocerse se sintieron muy unidos, tal vez por la simetría de sus situaciones y/o destinos con el venezolano Fernando, hombre trans.

Y un buen día, mientras iba de gira con su empeño en la difusión de lo LGBTT, estando en Tegucigalpa, Honduras, le llega un mensaje: “Estoy embarazado de mi novia Diane. Tengo un vientre maravilloso que es la cuna donde crece día a día nuestra bendición. Soy el papá más feliz que existe y ella la mejor mamá, la mujer más bella.”

El masculino de la pareja, con su formación sexual femenina intacta, le anuncia a su pareja que es “la mujer más bella” y que ha conservado sus atributos sexuales  masculinos, que tenìan un embarazo entrambos.

Pero, ¿cómo lo hicieron?: ¿como hombre trans y mujer trans o como mujer y hombre bien tradicionales y primarios; el varón converso, con espléndidas tetas (aunque sin lactancia posible) penetrando con su pene  a su pareja, mujer que se considera (y eventualmente es considerada/o) varón?

¿Fue entonces un coito, como primigenios macho y hembra? ¿y cómo se sintieron? ¿qué gozo sintieron? ¿el varón, como varón y la mujer como mujer?

Y si así fuera, cuál es el papel, el significado de lo trans?

¿O se encontraron los cuerpos con reluctancia, sintiéndose impropios en los roces de sus zonas erógenas?

¿Cuál es el sustrato más profundo?

La resistencia de Diane y Fernando a mutilar sus sexos originarios (o si se prefiere, sus aparatos sexuales originarios, aunque la idea de “aparato” es impropia para aplicar a nuestros cuerpos) revela que ninguno de los dos pretendía matar al sexo que tienen en sí; en todo caso reconfigurarlo socialmente. La pregunta es por qué.

Y se prometen más hijos.

[1]  En países nórdicos hay lobotomizados que tendrían ahora unos 90 años, porque fueron intervenidos hace medio siglo o poco más.

Publicado en Amor, sexo, parejas, Sociedad e ideología, Vida cotidiana

Recensión de Refugiados.Crónica de un palestino, novela de Marcos Aguinis

Publicada el 12/09/2017 - 29/09/2017 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

El sionismo no es solo un movimiento político dedicado a reconquistar tierras que bíblicamente habitaron hace milenios judíos  (y tantos otros pueblos); tampoco es solo una alianza que tejieron sionistas de las corrientes más afines a Herzl con imperios y/o con configuraciones imperiales que facilitaran los propios fines; tampoco es solo el esfuerzo de judíos por romper con el shtetl y su mentalidad  que tantos judíos en los comienzos de lo que se llama la modernidad o nuestro presente, veían como inaceptable, dependiente o parasitaria.

El sionismo es todo ello, sí, pero encarnado de un modo peculiar, enraizado inevitablemente en rasgos judíos más permanentes que tales plataformas programáticas.

Puede tener que ver con la chutzpah, que se suele traducir por insolencia, desenfado y hasta inescrupulosidad.[1]

Puede tener que ver con la definición de Isaac Leib Peretz, judío polaco que a comienzos del siglo XX, ante el avance cada vez más avasallante y firme del sionismo dentro de la judería nos hablara de su temor de que ese movimiento adopte la forma y el estilo del gato que mata por estrangulamiento sin dejar rastro de sangre, es decir que asesina como si no lo hiciera.[2]

Puede tener con los mistarvim, aquellos patriotas del sionismo que aprendieron a imitar a los palestinos natives, a usar sus ropas y el idioma árabe con el acento preciso, que se infiltraban en el tejido social palestino, tradicional y no politizado, para hacer estragos mediante atentados de enorme crueldad (hacer volar por entero un taller mecánico; uno de los ejemplos que expone el historiador de origen judío Ilan Pappé).[3]

Apenas ejemplos de cómo los sionistas fueron empleando diversos recursos y artimañas para obtener su objetivo: el asentamiento en la bíblicamente llamada “Tierra Prometida”.

 

Y bien: Marcos Aguinis (MA) despliega a su vez, “diversos recursos literarios” en su novela. Refugiados, que nos animamos a comparar con los recién reseñados.

Ya es llamativo que un sionista tan conspicuo se introduzca en el personaje protagónico, un palestino refugiado. Indudablemente lo hace como un desafío literario y psicológico de fuste y estimo que su inocultable soberbia le hará considerar lo suyo como proeza estilística y no como abuso manipulador de sus adversarios políticos.

El recurso fundamental y reiterado, aunque bajo distintos ropajes, es el razonamiento por analogía, que ya sabemos esconde muchas trampas. MA exhibe y expone la peripecia de refugiados muy diversos; los alemanes del Volga, los griegos de la guerra greco-turca, los armenios de la Gran Turquía, los búlgaros. Si su visión no fuese tan eurocentrada, podría haber agregado las migraciones dramáticas vividas por los kalmukos en Asia o las de tantas etnias norteamericanas desplazadas por el poblamiento noreuropeo. Suma de todos modos, al atroz collar de las migraciones forzosas,  la de los propios alemanes al fin de la Segunda Guerra Mundial, abandonando las tierras en donde progresivamente se habían ido alojando, tanto las pobladas mediante asentamientos desde siglos anteriores como las ocupadas cuando la expansión nazi (dimensiona este penoso capítulo en unos diez millones de desplazados y en unos 2 millones los muertos (empequeñeciendo numéricamente la peripecia palestina).

Obviamente, aunque las diversas situaciones del protagonista lo hacen perdidoso ante las apabullantes comparaciones de sufrimientos, asesinatos y privaciones, el autor escamotea abordar la cuestión en sí, el despojo sobre los pobladores árabes palestinos (casi todos musulmanes), despojo a menudo violento y con violaciones y asesinatos como antídoto a la resistencia. Y pequeño detalle agravante, lo hace enalteciendo permanentemente a quienes procedieron al saqueo y a las acciones que han convertido en refugiado al protagonista. Los sionistas no sólo son exaltados como personas moralmente intachables, intelectualmente deslumbrantes ─como la israelí (por adopción) que impacta en el protagonista que termina enamoradísimo de esa combinación de belleza, sabiduría, conocimientos, bondad, solidaridad, dignidad, sensatez, serenidad… Es infrecuente conocer todas tales cualidades juntas en una  persona, pero que aquí se concentran maravillosamente haciendo de la deslumbrante Myriam un arquetipo.

MA se vale de muchos recursos para enaltecer lo israelí así como para menoscabar lo palestino, y lo árabe. Los personajes de ese origen (palestino está sólo el protagonista) son dogmáticamente  severos pero sexualmente  codiciosos y abusivos varones que de buena gana procuran raptar a Myriam para violarla, o licenciosos que han encontrado el filón de su atractivo sexual para ir perforando vaginas de chicas del lugar, que por cierto acuerdan más que gozosas tales encuentros. Este segundo tipo de personaje es  apenas más aceptable que el primero,  por su narcisismo (y hasta puede sonar realista en los medios estudiantiles universitarios).

El protagonista conoce a su primer extranjero en Alemania, el país que lo ha aceptado como refugiado, como médico egresado (pingüe negocio para el país anfitrión).

Ese primer extranjero es un personaje generoso, no sectario que lo trata muy bien, “aun sabiéndome árabe”. El protagonista está en guardia. “Lógico”. Porque Jorge es judío, chileno, con “natural amplitud y falta de prejuicios”. Explica que en Chile “conviven inmigrantes de decenas de países que se respetan”, lo cual deslumbra a nuestro protagonista que no había conocido en Palestina, en Jordania, en Líbano, más que árabes, árabes y árabes…

Claro que el desprejuiciado médico chileno omite recordar que esa amplitud con inmigrantes no existe en  absoluto con los anfitriones, los involuntarios y despojados anfitriones, los mapuches. Esa omisión, esa ceguera en rigor no es del personaje chileno sino del autor. Ese olvido muestra la inconsciente identificación de palestinos y mapuches… y la vigencia del eurocentrismo.

Tan marcado es su “pensamiento doble” que por un lado revela la ecuanimidad del protagonista para atender como médico a cualquier humano (se le pide hacer un acto quirúrgico a un judío, lo que realiza como corresponde) en tanto sabemos de tantos médicos sionistas que se niegan a ejercer sus conocimientos, su juramento hipocrático, con palestinos o árabes o que han llegado al extremo de asesinar decenas de musulmanes orantes, como hizo el médico judío fundamentalista Baruch Goldstein.

Empleando el razonamiento victimista del que se hiciera maestra Golda Meir ─que se enojaba con los jóvenes árabes que obligaban a los jóvenes judíos (pertrechados a guerra) a matarlos─, el personaje judío operado por el protagonista  le espeta:

“[…] Actuamos en consonancia con nuestros sentimientos: yo me siento amigo de los árabes y usted se siente enemigo de los judíos. Yo estoy tranquilo y usted tenso.”

MA no se siente panfletario; le concede al “adversario” buen juego. El palestino responde muy apropiadamente: “Se los asesinó, se les quitaron las tierras, se los expulsó y luego somos amigos!”

La réplica es difícil, por eso MA pone apenas como réplica:

“-Usted no lo pinta muy equilibradamente.” E inmediatamente cae en la analogía, la competencia:  ─“si usted se siente un expulsado, recuerde que los judíos han sido expulsados no sólo una , dos o diez veces, sino sistemáticamente a lo largo de toda su historia […]”.

Continuando el contrapunto, el judío (que resultará un abnegado transportista de refugiados judíos a Palestina en los ‘40 que lo llevará in extremis a adoptar una beba huérfana) le “explica” al Refugiado protagonista: “Los judíos tenemos derecho a afirmar, entonces, que son los árabes, con apoyo inglés, los que nos usurparon dos tercios de la Palestina original…”

MA escamotea la íntima relación entre el sionismo y el colonialismo británico que no sólo testimonia el mismísimo Herzl en su libro clave, sino que se continúa en el tiempo, trágicamente, como cuando el levantamiento palestino contra el establecimiento sionista en Palestina a mediados de la década del ‘30; entonces y durante tres años, los ingleses y sus protegidos judíos  enfrentarán la violencia palestina con más violencia todavía (el tendal de muertos es incomparablemente mayor entre los árabes palestinos que entre sionistas e ingleses).

 

Padre adoptivo e hija deslumbrante resultan provenir de la misma ciudad que el protagonista, Ramleh. Cuando aquellos tienen que informarle que la calle natal del protagonista y su vecindario, de unos cien habitantes, ya no existe, le explican, que ahora viven dos mil, que le resultaría irreconocible, y que tal “es la ley del progreso”.

MA va levantando la temperatura del relato pausada y profesionalmente. Los estudiantes árabes irán extremando su crítica pública a Israel, la heroína que ya describimos irá siendo expuesta cada vez a mayores peligros y el protagonista  irá revelando las miserias de su pasado, de la sociedad en que nació y se crió.  Resulta ser casado, en rigor viudo. Porque el matrimonio por encargo entre hijos de hermanos no se consumó (él estaba estudiando, lejos, medicina, y probablemente la flamante y núbil esposa no tenía permisos de residencia para estar con él). El protagonista no sabe por qué, y si realmente antes de ser viudo su prometida se entregó a otro, pero lo cierto es que al hermano de su esposa le toca el mandato familiar de asesinarla para limpiar la sangre o el apellido.  Cuando el médico flamante vuelva al asentamiento, ya no tendrá la prometida y se alejará. Conseguirá el estatuto de refugiado en Alemania.

Cada vez se debatirá más dramáticamente  entre sus raíces dolorosamente expuestas,  el deslumbramiento que vive con Myriam y los mandatos de la cofradía árabe dogmática en Friburgo, su ciudad de adopción.

Con su reaccionarismo extremo, MA se permite ironías contra los que lanzan “epítetos furibundos” contra el Amerikanismus, es decir contra la norteamericanización de las costumbres en Alemania  y modos cotidianos que la potencia hegemónica mundial expande sobre todo el mundo. Se comprende: es tal la identificación Israel-EE.UU. que una  crítica al Amerikanismus lo afecta directamente.

Palabras que MA atribuye al protagonista definiendo su lucha política: una “larga y fúnebre lucha contra el sionismo. Una lucha triste. Sangrienta. Trágica.”

Y los árabes refractarios a Israel, cuando llega el momento de la verdad impugnando un acto “cultural” israelí en Friburgo exclaman: “-¡Fuera cerdo judío! poniendo en boca de árabes de fin de siglo la carga de nazis de mediados de siglo.

Este contrabando ideológico permea todo el libro.

 

Relato abusivamente proyectivo. MA atribuye a los árabes exiliados en Friburgo una capacidad de maniobra muy peculiar luego de provocar un desorden ante la presentación de un representante israelí, con escaramuzas, golpes, desbandada e intervención policial.

Los árabes organizan una versión, una posverdad diríamos hoy: hacer “creer ¡que los árabes caímos en una trampa! Fuimos a un acto donde grupos organizados de sionistas provocaron el disturbio para achacárnoslo. Silverman es sionista y obró como parte de ese mecanismo diabólico.”

El protagonista observa que el chileno “Silverman no es sionista. Y lo único diabólico es la mente de Omar.”

Ya tenemos en Omar el provocador, el violador y el manipulador.

Observe el paciente lector que Omar además debe ser estúpido. Porque se trató de un acto organizado por la embajada israelí y los Omar pretenden hacerle creer a la sociedad alemana que fueron pacíficamente a escuchar (y aplaudir) y que los sionistas armaron una trifulca!

Para completar el universo de la maldad árabe, Omar tiene “contactos” con la embajada egipcia y logra que sus representantes hagan un comunicado con esa versión (la estupidez además es contagiosa).

Y el confidente del protagonista cuenta con cierta receptividad para la versión: “Quien tiene sentimientos antijudíos creerá en nosotros sin tapujos.” Ya hemos perdido la lucha antisionista y anticolonialista y estamos en pleno antisemitismo.

Cuando se lo conmina al protagonista a que acuse a su colega y amigo, el judío chileno Silverman, el protagonista se defiende y se define: “-No está en mi temperamento levantar una calumnia contra nadie […].” MA sabe enaltecer al protagonista para mejor distribuir sus dardos. En la galería de los personajes árabes tenemos todas las ignominias: el padre de Omar, el organizador del escrache a la embajada israelí y violador frustrado de la heroína del relato, es un militar, con una leyenda de haber luchado hasta morir, que resulta ser un vencido de 1956 en Suez, prisionero de Israel e invitado a vivir, a convivir, en casas de familias judías, hospitalarias. Sin humillaciones, sin guardias, invitándolos a cierta cooperación entre árabes e israelíes. Y, obviamente, a su vuelta a Egipto, queriendo renovar a su país, sacarlo del marasmo del reinado de Faruk, fue “ejecutado ignominiosamente”. Masacrado por la cúspide corrupta de su gobierno.

MA nos cuenta entonces de Omar: “El dolor por la muerte de su padre en el cadalso se canaliza a través de un odio casi animal contra los judíos.” La fineza moral de MA lo obliga a poner “casi”. Porque todo lo que conocemos de Omar hasta entonces lo califica como un perfecto animal, con perdón para todos los animales.

“La Organización de Estudiantes Árabes de Friburgo: […] los medios que utilizarán en la lucha contra Israel no serán teóricos ni académicos, sino que se echará mano a todos los recursos lícitos o ilícitos.” El pensamiento proyectivo de MA atribuye a los palestinos lo que Israel ha usado siempre desde su fundación y el sionismo desde antes. Recursos lícitos o ilícitos, permanente e indistintamente.

El inefable MA sostiene, sin revelar que es un chiste, que “los judíos […] pudieron crear un estado, y sin el apoyo permanente de ninguna potencia.” En todo caso, decide saltear las ayudas rotativas… en los inicios Turquía, luego el Reino Unido y desde los ’40, EE.UU. aunque compartiendo en los inicios la protección con Francia y el Reino Unido, para finalmente, desde los ’60, situarse bajo la protección exclusiva de EE.UU. Como daba a entender Ariel Sharon, la decisión de por cual potencia se hacía proteger quedaba a cargo de Israel, y los términos de la “asociación” también…

En fin, MA no puede con su humildad. Desde su sitial observa que los hermanos del protagonista, es decir los palestinos están en un pozo. Pero no un pozo arteramente cavado por el sionismo con el apoyo de los grandes poderes regionales y mundiales, sino “un pozo lleno de mitos, maniqueísmos y odio estéril”.

En sus incursiones ideológicas y psicológicas MA nos explica: “Un nazi puede estremecerse por la herida que afecta a la pata de su perro y una hora después ejecutar fría y sistemáticamente a cien niños.”

Mutatis mutandis  tendríamos que recordar que un sionista puede herir, despreciar, ultrajar, a un palestino, a cien palestinos ─muchos lo hacen cada día─  ¿y por qué no, matarlos?, y llegando a su hogar, saludar cariñosamente a sus hijos.  Porque los miles de palestinos muertos en los últimos años, civiles y niños, no fueron matados por extranjeros… ni por palestinos.

Contando la historia siempre por la mitad, y una mitad que realce a los victimarios, MA nos recuerda que “en el extranjero admiran a nuestros labradores que cultivan en la proximidad de la frontera bajo la amenaza de las balas”. Lo que escamotea este encubridor es que históricamente fueron los sionistas los que empezaron a balear a campesinos palestinos desarmados. Los expulsados en 1948, campesinos inmemoriales, no podían creer lo que les estaba pasando; su apego a la tierra era tal que procuraban retornar en las noches a sus cultivos con  alguna pala o azada para cuidarlos. Los centinelas israelíes los esperaban, agazapados, y jugaban al blanco con ellos. Y así asesinaron a unos cuantos de los recién expulsados…

Hasta el sentido estético árabe palestino esta despreciado sin decirlo, apenas colocando “la palabra” indicada: para la boda, la prometida del protagonista es vestida “chillonamente” y con “relieve artificial” en sus ojos. No podríamos decir que la mirada del novio en cuya boca se sitúan estas palabras es de embeleso… se refiere al rostro “pintarrajeado” de su prometida y trata a su suegra de “estúpida”.

Manteniendo las comparaciones como método de análisis y vía de juicio, MA nos explica que Francia y Alemania “no podían soportar el roce electrificado de sus fronteras comunes”, pero los árabes no son capaces de “vivir armoniosamente con los judíos.” No hay mayor extravío que comparar la relación de franceses y alemanes con la de árabes palestinos e israelíes.

Es inútil buscar en los renglones de MA algo que respete la historia: si son “los judíos [los que] encabezaban la lucha contra el colonialismo británico en la región […].”

MA pone en palabras de la protagonista judía un sugerente pensamiento, que reitera el ombliguismo  que nutre la noción de pueblo elegido: “-Ningún pueblo comprendería mejor a los árabes que el judío. Estoy convencida. Los judíos hemos padecido infinitas torturas […].” Si es por sufrir, ¿qué dejamos para yaquis, mapuches, guaraníes, onas, charrúas, kollas, mandingas, somalíes, zulúes, bantúes, bengalíes, yemenitas, hereros, karen, cheroquis, tzoziles, yanomamis, bereberes y tantos, tantos otros pueblos, etnias diezmadas, aniquiladas?

Pero con MA es imposible argüir; sus argucias le permiten blasonar como defensor incondicional del sionismo y a la vez sostener en la voz de Myriam que “tendrían que haberse repartido el país”, Palestina, “un estado palestino con mayoría árabe junto a un estado israelí con mayoría judía”.

Es archisabido que el planteo sionista fue, desde el comienzo, adueñarse de todo. Incluso más, no solo de la Palestina histórica sino de lo que se llama ahora Jordania (y de unos cuantos territories aledaños, algunos ya ingresados, temporal o permanentemente, dentro de las fronteras israelíes…)

Cuando se desata el drama, los árabes dan una prueba más de su doblez y deslealtad aguiniana; se apresuran en denunciar a nuestro protagonista como  asesino  de la mujer que habían codiciado como bocado sexual.

Obviamente, la Nakba es producto de las calumnias y exageraciones de la prensa árabe pintando a los sionistas como asesinos seriales y horrorizando así a la poblaciòn casi sin armas, describiendo las expulsiones como “atrocidades”, etcétera.

 

Las parejas árabes de la novela destilan odio, incomprensión, abusos: no sólo la del protagonista se liquida como vimos mediante asesinato ritual; la de sus padres se aniquila mediante los golpes que el padre propina a la madre y el llanto consiguiente de ella. El padre termina repudiándola… por el llanto.

El protagonista conocerá en los campamentos, ya sin su madre, a otros refugiados. No eran palestinos, claro. Por ejemplo, hizo amistad con un niño egipcio: “Durante el Mandato británico vinieron numerosas caravanas de sirios y egipcios atraídos por los elevados salarios que pagaban los sionistas. De modo tal que muchos palestinos no tenían un fuerte arraigo ancestral en esta tierra. ¿Explica esto la facilidad con que aceptaron evacuarla?” MA elude las violaciones a las mujeres, los asesinatos de los varones, absolviendo de toda culpa a los sionistas. Una vez más.

MA nos enseña incluso que los sionistas eran más natives que los inmigrantes árabes más o menos recién llegados.

Si esto se da de patadas con la historia, puesto que el sionismo era muy celoso de no dar trabajo a no judíos (aunque por un tiempo coexistieron, tal vez dentro del mismo sionismo, judíos que efectivamente usaban mano de obra palestina, mucho más barata que la judía), a MA lo tiene sin cuidado.

La historia que escribe no está vinculada con la verdad, sino con la propaganda. Cincelada con mucha erudición, con pasajes mostrando su conocimiento  europeo, “de mundo”, todo puesto al servicio de un objetivo no explícito: justificar al Estado de Israel.

El campamento palestino es una suma de miserias que no están provocadas por la toma del territorio, el terror, las privaciones consiguientes, sino por la “cultura” árabe que incluye, por ejemplo, ablación de clitoris.

La novela remata con una ordalía de sangre en donde los palestinos quedan desplazados a planos secundarios. Porque el asesino de Myriam es un nazi. Histórico. Un médico nazi, reciclado en la nueva Alemania. Con ello, MA mezcla los estamentos de la mitología  con los de la historia.

Los nazis asesinaron, no el mítico “6 millones”, pero sin duda una enorme cantidad de judíos, entre 1938 y 1945. Pero, ¿asesinaron los nazis algún otro judío desde entonces? No tengo noticia. Pero MA otorga este escenario como un final a toda orquesta.

Con los “máximos” protagonistas, bien hollywoodenses, nada con personajes de segunda, como los árabes…

[1]  Dershowitz, A., Chutzpah [1991], Edit. Planeta,, Buenos Aires, 1993.

[2]  Peretz, I. L., Esperanza y temor [1906], Asociación Racionalista Judía, Buenos Aires, c:a 1947.

[3]  Pappé, I., La limpieza étnica de Palestina [2006], Edit. Crítica, Barcelona, 2011.

Publicado en Narrativa, Palestinos / israelíes

Macri y Netanyahu, un solo corazón

Publicada el 05/09/2017 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Como no podía ser de otra manera, las autoridades políticas argentinas, con su presidente al frente, reciben con los brazos abiertos a un gobernante, Beniamin Netanyahu, que no cumple con ningún requisito de los que se consideran democráticos, al menos públicamente, al menos con la escala proclamada por las Naciones Unidas.

Netanyahu será además recibido y declarado “visitante ilustre” en los recintos del Legislativo porteño, motorizado el nombramiento por otra integrante de Cambiemos.

Netanyahu constituyó gobierno en 2015 con un gabinete que pasará a la historia de la ferocidad, el racismo y el desprecio. Ya era veterano en la cúpula israelí porque había sido premier tres veces antes. Pero el gabinete que constituyó hace un par de años es realmente el termómetro de la situación actual, de la relación de fuerzas que goza la derecha y del racismo estructural del Estado de Israel. Un ligero recuento: el ministro de Defensa Moshe Yaalon definió a los palestinos como “un cáncer”.

Su vice, Ben Dahan, que seguramente se considera un alma sensible y ortodoxa declaró: “nuestro pueblo tiene almas más elevadas, incluso si son gays.» ¿A qué se refiere Ben Dahan cuando entiende que las almas de lo que llama “pueblo judío”  “son más elevadas”; no sabemos si se refiere respecto de las de los palestinos o a las del resto de la humanidad, un poco más nazísticamente pensado… tampoco captamos la referencia a lo gay…

De todos modos, con Naftali Bennet, ministro de Educación, nada menos, volvemos a los “puros y duros”: “He matado a muchos palestinos en mi vida. No hay problema con eso.”[1] Reafirma lo que han dicho varios soldados israelíes; se puede matar palestinos sin riesgo judicial alguno.

La ministra de Justicia, Ayelet Shaked, pica alto y llamativamente con su rostro hermoso, ovalado, rodeado por gruesas trenzas: aboga por el ‘asesinato [sic] de las madres palestinas’ porque “paren ofidios que atacan su patria” [sic].[2]

La simpática ministra de Deportes, Miri Regev, refiriéndose a manifestaciones callejeras “no autorizadas” de población negra, los trató de “cáncer”.

Como vemos en este somero repaso, los calificativos “médicos” tienen cierto predicamento en el gabinete del gobierno israelí.

Entre los restantes ministros, están los infaltables que consideran que el pueblo palestino ni existe.

Con estos personajes, supremacistas y procaces, no resulta muy difícil imaginar políticas. Pero repasemos algunas.

En  el campo tan elogiado por Macri del emprendedurismo: “Compañías israelíes ofrecen campos de entrenamiento turístico en los cuales familias, incluso con sus niños pequeños, practiquen tiro con armas de fuego cargadas con balas de plomo sobre blancos que semejen palestinos.” [3]

Seguramente al presidente M. Macri lo tiene sin cuidado este tipo de monstruosidad cultural tan israelí, y en cambio sí le interesan las posibilidades comerciales que brinde el trato con el Estado de Israel, que, usando a los palestinos como cobayos, ha desarrollado una serie de dispositivos de seguridad que promociona con descaro como “probados experimentalmente”. A eso fue la ministra de Seguridad Patricia Bullrich en su reciente visita a Israel, donde con ropa de fajina militar recorrió el espinel de los “adelantos militares”.

Israel ha logrado ser aceptado como miembro observador de la OEA desde 1972. En época no demasiado democrática para los estados americanos… Es además el único socio de MERCOSUR que no pertenece a la región. Estas inserciones revelan el grado de penetración israelí en políticas locales. Como explicara el secretario de la OEA Luis Almagro, Israel es “amigo y socio estratégico para las Américas”.

La Argentina europea y blanca del nuevo tiempo con Cambiemos busca estrechar vínculos con sus fuentes inspiradoras; ¿qué mejor que un estado como el israelí  que, como bien dice el historiador (de origen judío) Ilan Pappé,[4] “no es una democracia”. Ha arrebatado tierras palestinas sistemáticamente y con crueldad (p. ej., jugar al blanco, matando, a campesinos expulsados por el ejército en 1948 que volvían en la noche con sus azadas o rastrillos a querer seguir cuidando sus cultivos…).

Pappé nos recuerda que: “destruir casas palestinas no es democrático”, que “encarcelar palestinos sin juicio no es democrático”, que “doscientos métodos para torturar palestinos (puestos a la luz pública por el Middle East Monitor) no es democrático…[5] Ahora, este año, han inaugurado el derribo de escuelas palestinas.[6] Tampoco es democrático.

Por si hacía falta para enhebrar esta alianza, M. Macri se ha encontrado con B. Netanyahu recientemente en el Foro de Davos; la caja planetaria de resonancia de la vanguardia del gran capital.

El nuevo gobierno argentino ha dado ya numerosas pruebas de su identificación con lo más “granado” de la derecha mundial europeizada y globalifílica: desde el apoyo a los forjadores de la guarimbas venezolanas hasta el coqueteo con el colega estadounidense Donald Trump en ese oficio no tan nuevo de empresario metido a político.

Ahora, la alianza que procura este gobierno con la dictadura supremacista israelí, multiplica el entretejido de alianzas (puesto que EE.UU. e Israel ya constituyen una suerte de entidad política en sí misma).

Al gobierno de Cambiemos ya ni le interesa la mascarada seudodemocrática de “la teoría de los dos estados” donde al menos de palabra se hablaba de cierta entidad política palestina. Netanyahu puede estar contento: la hostilidad hacia los mapuches (como hacia los wichíes en el norte, p. ej.) le revela que este gobierno tiene profundas coincidencias con su concepción del mundo.

La derecha afirma sus conquistas.

Para la sociedad oficial argentina, Netanyahu es “el visitante ilustre”.

Para la resistencia, persona non grata.

 

[1]  http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=46297.

[2]  https://www.telesurtv.net/news/Israeli-que-pidio-matar-a-madres-palestinas-es-ahora-Ministra-20150512-0151.html

[3]  Richard Falk, exrelator de la ONU para Palestina, que ha denunciado incansablemente los atropellos del Estado de Israel sobre la población palestina: Middle East Monitor, cit. p. Palestinalibre.org.

[4]  Autor de La limpieza étnica de Palestina, Crítica, Barcelona, 2008.

[5]  “No, Israel no es una democracia”, http://www.jacobinmag.com/2017/05/israel-palestine-democracy-apartheid-discrimination-settler-colonialism. Traducción de Resumen Latinoamericano.

[6] Chloé Benoist, Middle East Eye, reeditado por www.rebelion.org, 31/8/2017.

Publicado en Globocolonización, Palestinos / israelíes, Política

Gideon Levy critica al gobierno israelí, desconociendo el hecho colonial

Publicada el 14/07/2017 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

La situación de la Franja de Gaza es un acontecimiento, infame, que será recordado como un mojón de las atrocidades de nuestro tiempo, en atroz competencia con tantas otras situaciones de maltrato humano.

La peripecia que se le hace vivir a la F de G proviene de la aplicación de la técnica que Ishhak Leib Peretz atribuía al sionismo, de constreñir a la víctima como el gato asesino que estrangulaba sin derramar la sangre del ratoncillo…[1]

Hay quienes denuncian este atroz escalonamiento. Como Gideon Levy (“À Gaza, Israël fait des expérimentations sur des humains en situation de stress et de privations”, 2/7/2017, traducc. de Dominique Macabies. En castellano, “Israel experimenta con el sufrimiento humano en Gaza, 4/7/2017, traducc. de Javier Villate, www.rebelion.org). Levy es un connotado periodista de Haaretz, que ha ido tomando progresiva distancia de la política del gobierno sionista.

Levy, como sionista, probablemente “de izquierda”, critica implacablemente la política ejercida por el gobierno de Netanyahu. Y podríamos conformarnos con eso, si somos conscientes de su sionismo básico, de su aceptación del hecho israelí como colonialismo de ocupación, arrebato y saqueo de población originaria, que sin embargo se rebela contra estas últimas fases de tanto desenfado en la brutalización.

Pero Levy ha sido progresivamente tomado como portaestandarte de la defensa de la población palestina y como crítico implacable de la banda fascistizante del gabinete Netanyahu y eso lo hace merecedor de algunas puntualizaciones.

Lúcidamente expone el proceso de experimentación con el sufrimiento y las privaciones de los pobladores de la F de G.

Pero se empeña en igualar responsabilidades entre autoridades palestinas e israelíes, lo cual de hecho significa aminorar la verdadera responsabilidad que tiene el sionismo en general y el gobierno israelí en particular, sobre este diseño de muerte por atonía, consunción, extenuación, astenia inducida y progresiva de los habitantes históricamente nativos de la FdG más la enorme sobrepoblación que en dicho territorio se ha ido asentando debido a la política expansionista israelí. [2]

Levy nos informa que el 11 de junio ppdo. Abbas solicitó al gobierno israelí el corte del suministro eléctrico para la FdG (un corte progresivo que ha llegado a principios de julio a que sus habitantes puedan disponer de 2 hs. o 2,5 hs. de energía diaria). Levy interpreta correctamente que la extorsión de Abbas responde al enfrentamiento de la ANP (y antes la OLP) con Hamas, el grupo islámico que gobierna la FdG.

Pero, ¿cómo se explica que Abbas le dé órdenes de acción a Netanyahu? ¡Maravillosa inversión! Hasta ahora, desde los Acuerdos de Oslo a mediados de los ’90, era Netanyahu el que le daba órdenes –o le solicitaba−a Abbas; reprimir a palestinos descontentos, por ejemplo. Para ello, le suministraba las armas; las instrucciones no tanto, porque el gobierno israelí y la dirección de la ANP habían acordado que fueran militares de EE.UU. los que capacitaran y entrenaran a la policía de la ANP.

Cuando Levy nos cuenta que “Israel colabora de un modo despreciable con la ANP”, lo que es cierto es que Israel actúa despreciablemente. El verbo, “colaborar” en cambio, no corresponde. Pero este reparto de culpas le viene bien a Levy para concluir: “Los adversarios no pueden repartirse entre buenos y malos; son todos malos.”

Con este planteo, aparentemente de gran estatura moral, Levy pasa por alto el verdadero carácter del intríngulis palestino-israelí: un colonialismo de implantación, que lleva adelante el sionismo desde los albores del s XX, y que como todos los colonialismos de este tipo viene provisto de un racismo depurador, y donde lo malo no son “todas las partes en conflicto” sino el proyecto colonial y racista en primerísimo lugar. Es ese proyecto la que pone los malos, aunque vengan vestidos como corteses jovencitos (este deslinde, a su vez, no santifica toda acción del colonizado, pero sí evita falsas equidistancias o equivalencias).

Más adelante en la nota, Levy repasa la situación en que los palestinos “son víctimas de las maquinaciones políticas urdidas a su costo, las batallas ególatras entre Abbas y Hamas, entre Egipto y Hamas, entre Israel y todos los otros, cuyas consecuencias alcanzan y afectan a los respiradores de los niños del servicio pediátrico en Al-Rantisi”.

La comparación entre Abbas y su ego y el de Hamas es impropia, puesto que Abbas es un líder (burocrático, sucesor del carismático Arafat) y Hamas una organización que podrá tener (o no) ególatras, pero no corresponde igualarlos. Pero aquí también, el mayor problema es que Levy escamotea o atempera el peso, decisivo, de la política israelí de ahogo, sin mostrar sangre, sobre la población gazatí: es el gato asesino al que se refería Perets, aquel judío sabio y temeroso justo antes de la fundación del estado sionista.

Levy avanza un poco más en disculpar al Estado de Israel: “La ANP y Egipto son responsables plenos de este crimen. Dije bien, crimen. Estamos en 2017 y privar a millones de seres humanos de acceso a la electricidad significa privarlos de oxígeno y de agua. Israel [en cambio] carga sobre sí una patente responsabilidad porque Gaza ha estado siempre parcialmente [sic] bajo la ocupación israelí. Ciertamente, Israel ha retirado a sus militares y a sus colonos de la FdG, pero conserva de todos modos una responsabilidad exclusiva en muchos otros aspectos de la vida allí.”  ¿Qué quiere decir Levy con que Israel ha ocupado parcialmente la FdG? Desde 2006 lo ha hecho totalmente, bloqueando cualquier contacto del resto del mundo con el territorio gazatí, por aire, mar o tierra. Hay muchos muertos que nos lo recuerdan. Que la ocupación se haga “desde afuera” no le quita ese carácter (de control, de ocupación total).

La descripción de Levy es increíblemente sesgada. Levy da a entender que haber retirado a los militares y a los colonos que había en la FdG hasta 2005 ha sido algo, digamos, positivo. Escamotea la estrategia que tuvo Ariel Sharon −por algo designado El Dios León− cuando era comandante en jefe del ejército israelí, de quitar población judía de la FdG para poder hostigarla sin límites. Que fue lo que hicieron desde entonces. Si hasta 2005 se podía admitir que se hablara de ocupación parcial, desde 2006 es total, absoluta.

En  la operación de retiro de los 5000 colonos fanáticos que habían ido ocupando terrenos en la FdG, proveyéndose de magníficas instalaciones con comodidades increíbles en la desértica franja, desplegadas gracias a las generosas contribuciones de EE.UU. y de la colonia judeoestadounidense, los mismos colonos despedazaron sus instalaciones y comodidades, que podrían haber servido materialmente, y más en un territorio tan cerebralmente empobrecido como el de la FdG. Pero no solo no dejaron nada en pie de lo construido, de las “hermosas villas”, sus instalaciones y jardines, sino que luego de deshacerlo  todo, tuvieron “el cuidado” de dejar todos los escombros, detritus y basura en los terrenos palestinos ocupados.

Ante el cuadro de situación, hoy tan desesperante, Levy atribuye “responsabilidad” a Israel, pero califica la de la ANP  y la de Egipto de “pesada responsabilidad”. Las comparaciones son odiosas, pero vale la pena rastrear orígenes para entender situaciones y no escamotearlas.

[1]  Esperanza y temor, Asociación Racionalista Judía, Buenos Aires, 1947.

[2]     De apenas unos 350 o 400 km2, una franja costera de unos 45 km. de largo por entre 6 y 15 km. de ancho. Su población actual se estima en 1 700 000 habitantes, lo cual da unos 5000 hab. por km2 incluyendo en ese menguadísimo territorio lo urbano, lo rural, lo costero. La FdG ha sido llevada a una situación con todos los suministros energéticos recortados a menos del 5% de los consumos habituales en cualquier país más o menos periférico, y todo su territorio sistemáticamente contaminado con detritus que israelíes concienzudamente dirigen a su suelo (que queda en el camino al mar); imposibilitados de hacer uso del agua marítima salvo una estrecha franja, sufriendo un bloqueo desde 2006 y cada vez más asfixiante, impedidos de proveerse hasta de material para reconstrucción tras los bombardeos que han sufrido varias veces, ni para atención sanitaria,  ni para reparación de estructuras productivas, retaceado el suministro de agua, electricidad, alimentos…

Publicado en Palestinos / israelíes

Venezuela: ¿Intereses o visiones en juego?

Publicada el 17/06/2017 - 27/07/2017 por ulises

por Luis E. Sabini Fernandez –

Rafael Uzcátegui, redactor y/o editor de “El Libertario”, sale a la palestra a condenar a Boaventura de Sousa Santos por el intento de este último de apaciguar los ánimos, la calle, que está acercándose a un peligroso punto de ebullición social en Caracas y en Venezuela en general (posta portenia, nro. 1779, 9/6/29017).

¿Qué es lo que subleva a RU? Lo declara prístinamente: <En el texto de una cuartilla, firmado el 01 de junio, de Sousa afirma: “Las cosas no van bien en Venezuela debido a una intervención grosera del imperialismo norteamericano”.>

Única interpretación que capto: RU no está para nada de acuerdo en que haya una intervención estadounidense o no lo está en que se la denuncie.

Si es lo primero, malo; si lo segundo, peor.

La propuesta de BSS procura ser contemporizadora, pide cierta contención y aclara que tiene muchos puntos de contacto con el bolivarianismo, con el movimiento político engendrado con el liderazgo de Chàvez. Pero advertido de las enormes y  crecientes dificultades del proceso y de la vida cotidiana en el país.

Y todo eso parece molestar RU.

Si nos encontramos con manifestaciones que se dedican a enmerdar, literal y físicamente, a “los enemigos” (siguiendo prácticas que ha ejercido el ejército sionista contra la población del país que han rebautizado Israel; palestinos); si nos encontramos con manifestantes que es tal su grado de fanatización que queman vivo a un hombre porque lo “ubican” como chavista, entiendo que la propuesta de BSS es totalmente sensata, legítima.

Pero, obviamente, no va a contar con el apoyo o el acuerdo de quienes están encendiendo la mecha.

Llama la atención que el pensamiento “rebelde” al que adscribe RU no tenga siquiera una mirada hacia los intereses estadounidenses, policía del capital transnacional que, por ejemplo, acaba de “acordar” un ejercicio de acciones militares en la Triple Frontera de Perú, Colombia y Brasil a pocos cientos de km. de  Venezuela…

El gobierno de Perú, que se ha mostrado lacayo de las transnacionales mineras.

El gobierno de Colombia, que esforzándose por alcanzar el Nobel de la Paz (al mejor estilo de Menajem Begin y Arafat), se “olvida” de que los paramilitares siguen armados y matando con la impunidad habitual a luchadores sociales, desarmados (mientras algunos FARC se están desmovilizando y entregando armas,…).

El gobierno de Brasil, que desplazó a la presidenta electa, so pretexto de corrupciòn, corrupción que va apareciendo ahora decuplicada…

Estos estados cipayos “acuerdan” con el gobierno, el ejército de EE.UU., tales prácticas.

El libertarianismo de RU lo lleva a predicar el “libre albedrío democrático” de las ideas. Mucho libre albedrío verbal no descubre, sin embargo, la red de intereses, esos sí bien materiales, que parecen jugarse en la Venezuela deshecha de hoy. No los descubre ni, por lo visto, quiere descubrirlos. Por lo visto, RU se satisface con el presunto “libre albedrío”.

La crítica a BSS lo lleva a emparejar todo lo que no comulga con su libre albedrío. Allì pone, sin citar siquiera, a A. Borón, J. C. Pernalete y a “la intelectualidad.”

Demasiadas veces vimos estas condenas al barrer.

Nada saludable. Al contrario, merecen no sòlo rechazo sino desconfianza.

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización

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