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Mes: septiembre 2023

Qué nos pasa. LA NATURALEZA HUMANA EN LA PICOTA

Publicada el 19/09/2023 - 16/10/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Tengo la corazonada que se hace cada vez más imperioso pensar, escudriñar, reflexionar, discutir, sobre la naturaleza humana.

Una cuestión que ha atareado a filósofos, científicos, religiosos, para no hablar de toda la panoplia de disciplinas sociales que abordan, enfocan, tratan, o destratan la naturaleza humana.

El gigantesco desarrollo en progresión geométrica de lo tecnológico es uno de los nudos problemáticos que tenemos con la naturaleza humana.

Hasta hace un siglo, grosso modo, el ser humano, la criatura humana, venía al mundo como todos los mamíferos, era alimentada y crecía cumpliendo y satisfaciendo nuestras necesidades biológicas (o dejándolas de cumplir sólo si la severidad del clima lo impedía o si las disposiciones políticas, el poder imperante, torcían tales impulsos).

¿Cuáles son las condiciones y posibilidades para nacer hoy, ya bien avanzado el siglos 21, para la criatura humana? En un mundo mucho más medicalizado [esto tiene que ver sobre todo con la vida urbana que constituye hoy en el planeta la mayoría de la humanidad, y sobre ese universo van estas consideraciones],[1] es cada vez más frecuente el nacimiento por cesárea. La excepción conocida del siglo XVIII se ha hecho rutina generalizada, aunque persistan muchas madres “a la vieja usanza”. Y aquí lo más importante es que la cesárea no se ha generalizado por razones médicas o medicinales; al contrario. La cesárea le quita al recién nacido el trabajo de parto, que también le quita a la progenitora; es nacido sin esfuerzo. Sin el esfuerzo inicial de la vida extrauterina; le quita su primer triunfo o victoria, lo convierte en pasajero, pasivo, de un tránsito de la placenta materna a la vida “exterior”.

Falta saber cómo se imprime esa “asistencia” en la vida, esa sustracción al protagonismo en el pasaje inicial del recién nacido. Entendemos trascendente que ese primer paso devenga de activo a pasivo; como si dijéramos, de andar en bicicleta a que nos lleven en bicicleta.

Pero la atención medicalizadora ha progresado muchísimo; hoy reciben los bebés en el plazo de apenas semanas entre 15 y 25 vacunas distintas, todas ellas fruto de investigaciones laboratoriles de las últimas décadas.

¿Se han salvado así muchas vidas? No lo parece. Ha habido momentos en que normas y pautas médicas, han sido decisivas para asegurar la vida de los recién nacidos y de sus madres parturientas, con paralelos riesgos en el momento del parto. Por ejemplo, el lavado de manos de los médicos antes de iniciar un trabajo de parto ha sido  decisivo para bajar las infecciones en el parto. Sin esa costumbre, muy resistida inicialmente por médicos que se sentían tratados como “mugrientos” al reclamársele lavado de manos antes de intervenir en partos, la mortandad en maternidades atendidas por médicos era muy alta (no así en maternidades atendidas por parteras).[2]

El descubrimiento de la vacuna antivariólica (fines siglo 18) también resultó decisivo para achicar la mortalidad provocada por la viruela (la vacuna también ahorraba las terribles cicatrices que le quedaban a quienes enfermaban de viruela y no morían).

La batería de vacunas de los últimos años, en cambio, no parece ahorrar vidas sino más bien atención hospitalaria a infantes enfermos (con una mortalidad inferior al  1º/oo, no vinculable al germen sino a las condiciones nutricionales del afectado), con lo cual las vacunas eluden la confrontación de cuerpos humanos pequeños con agentes patógenos que normalmente no logran dañar pero sí pueden vencer resistencias de cuerpos disminuidos; la vacunación evita el mal rato, cumpliendo así la función que un cuerpo debilitado no puede llevar a cabo. Según la médica Mónica Müller ésa ha sido la función de la generalización de las vacunas.[3]

Tenemos así una medicalización de nuestras sociedades tan extendida y problemática que hoy los propios congresos médicos atestiguan que la tercera causa de muerte humana es iatrogénica: apenas por detrás de trastornos del corazón y sistema circulatorio y cánceres.

Lo acontecido con el Covid 19, por su alcance, las políticas encaradas y sus consecuencias exigen una respuesta. Uruguay tiene un peculiar estado de situación que también exige respuesta: los penúltimos años mantenían una mortalidad anual, bastante regular, de aproximadamente 30 mil fallecidos; 2021 y 2022, en plena pandemia y con el comienzo de las vacunaciones (que no existieron a lo largo de 2020 en el país), la mortalidad ha sobrepasado las 40 mil anuales. Falta explicar tamaño aumento de la mortalidad. Tan brusco.

La interpretación del analista estadounidense Paul Craig Roberts –tipificado por quienes confían ciegamente en las instituciones como ”conspiracionista”–  acerca del daño generado con una implementación más o menos forzada de vacunaciones, es que las vacunas han sido diseñadas como método de “achique poblacional”, lo cual es obviamente inconfesable, y se inspira en el hecho inocultable que somos demasiados. Craig Roberts aclara que no se trata de un veneno común y silvestre adosado a la vacuna, porque eso despertaría una justa indignación en la población y sería además, fácilmente rastreable. Que se trata de una cuidadosa y muy tenue dosificación de tóxicos en la vacuna que en ningún momento puede afectar a más de una muy pequeña minoría. Contando con que un plan sostenido de vacunaciones “demográficas” iría atemperando la plétora poblacional.

Esa hipótesis se acompasa con las muchas investigaciones que han encontrado elementos desasosegantes en las vacunas suministradas. Se acompasa también con la política de secreto que exige el Big Pharma bajo la coartada de cuidar lo patentado y no perder consiguientemente dinero. Ante el proteccionismo comercial está la importancia de explicar circunstancias sanitarias antes infrecuentes ahora con preocupante recurrencia; por ejemplo, las muertes súbitas. Y muchos otros episodios menos trágicos, pero igualmente llamativos; miocarditis y otras afecciones circulatorias y en general, pérdida de esa condición de salud que uno siente sin pensar.

También  se “acompasa” con  el avasallador papel que “los mecenas” han tomado dentro de la OMS.

La OMS es una de las ramas de la red que la ONU desde 1945 ha creado para gobernar el mundo. Asistiéndolo, claro. Hace ya tiempo que hemos aprendido que un poder absoluto es horroroso (la humanidad lo ha experimentado frecuentemente). Consiguientemente, quienes desde 1945 orientan, dirigen la política mundial, no suelen presentarse como dirección, guías, jefatura, faros, padres, líderes sino como asistentes, hermanos, camaradas, servidores.

Cuando EE.UU. decidió retacear su cuota a la OMS por no coincidir en las políticas, surgieron almas bellas, que sin mayor esfuerzo monetario, cedieron a la OMS los millones de dólares que se necesitaban para mantener el edificio sanitario planetario en pie.

Y con el tiempo, esos mecenas han sido claves en la puesta en marcha de diversos planes de acción planetaria.

La presencia y peripecia que nos trajo la pandemia constituye un dato relevante para atender la cuestión que nos hemos planteado; si existe algún proyecto que modifique más o menos radicalmente la naturaleza humana.

Surge así la inevitable asociación entre tanta bondad proclamada y proyectos cada vez más insistentes en mejorar, completar la naturaleza humana. Transcribimos una definición “neutra” sobre lo que ha dado en llamarse transhumanismo; alianza de refuerzo de la naturaleza humana con el desarrollo tecnológico: “El transhumanismo es un movimiento científico y filosófico que propone la utilización convergente de las nuevas tecnologías (nano, bio, info y cogni) para la transformación de la naturaleza humana. Así, la modificación del cuerpo biológico permitiría una existencia más saludable, potenciada en términos cognitivos, perfeccionada en cuanto al dominio de las pasiones, y, finalmente, libre de la amenaza del envejecimiento y la muerte.” [4] Modesta, humildemente expresado.

Hubo una declaración de pandemia –a cargo de la OMS mediante una modificación sustancial de la vieja definición de tal, que se impuso verticalmente pese a la incumbencia  de toda sociedad en sus consecuencias. Ese lapsus democrático es significativo, y da lugar a “malos pensamientos”, como los de Craig Roberts. Se redefinió que no se necesitaba ponderar muertes para declarar una pandemia; la mera difusión de una enfermedad bastaba.  La definición de la enfermedad quedó en manos de la OMS y sus mecenas. La población se fue “enterando” a través de los aparatos mediáticos.

Las vacunas esta vez, perdieron el método de aprobación que siempre habían tenido: medicaciones que alcanzaban un grado de capacidad curativa tras muchos pasos de verificación (una primera etapa con pocos sujetos recibiendo el proyecto de vacuna, una segunda etapa con más tratados, procurando ver su incidencia curativa y también sus defectos indeseados, una tercera etapa ya con suministro masivo a población elegida para  contrastar con grupos testigo con placebos, y finamente una cuarta etapa en que las autoridades médicas decidían su aplicación masiva si en todas las etapas preliminares y previas no se habían observado derivaciones o secuelas indeseadas.

Ante la pandemia Covid19 la OMS puso a disposición de la sociedad una vacuna sin todos los pasos previstos por falta de tiempo para los plazos estipulados y en consecuencia, se adujo, que se procedería a utilizarla, pero con carácter voluntario dada la falta de los márgenes de seguridad requeridos.

Este recurso, puesto en manos de autoridades médicas nacionales tuvo dos implicancias: en primer lugar, devino fácilmente obligatoria porque las autoridades nacionales condicionaron una serie de permisos a que el peticionante estuviera vacunado; para cursar, para viajar, para trabajar. Muchos, viendo así tan cercenadas sus posibilidades, en general optaron por recibir la vacuna, aunque en general maniobrando para recibirla una sola vez. Otros, persuadidos por la campaña, y sobre todo por el miedo, fueron al pinchazo como reaseguro psicológico, gratificante, mostrando la fuerza que tienen los medios masivos de persuasión de masas.

En segundo lugar, las autoridades médicas no asumieron responsabilidad alguna por secuelas que pudieran derivar del suministro de vacuna dado su carácter voluntario; no hay institución responsable, no hay responsabilidad legal… Con esa doble tijera legal, ninguna autoridad sanitaria se ha visto precisada a fundamentar sus conductas.

El estado y sus representantes sanitarios “abrocharon” así con grandes laboratorios, ya conocidos por diversos fraudes médicos –como es el caso de Pfizer–, exonerándolos de toda responsabilidad judicial. No es el único.

Volvamos la cuestión  inicial.

¿Por qué el establishment médico violó sus propios métodos de aprobación de vacunas?

¿Por necesidad ante la pandemia Covid19? Sin embargo, el rechazo fuerte a otras medicaciones de tratamiento directo de los trastornos sobrevenidos con el Covid 19, sugiere una apuesta previa a favor de la vacuna. Una vacuna que, se sabía, no había cumplido todos los requisitos, que siempre se habían supuesto necesarios. Llamativa incongruencia.

Algunos medicamentos como la ivermectina, reiteradamente cuestionada por algunas fuentes médicas, ha sido finalmente aprobada como efectiva contra el Covid 19 (sólo que su legitimación ha sido tan tardía, que uno podría suponer que no pudo emplearse cuando era necesaria por su efectividad y su atoxicidad, para mantener en pie los planes de vacunaciones con vacunas no seguras y bajo sospecha).

Médicos epidemiólogos de enfermedades infecciosas y otros colegas firmaron declaraciones públicas de alcance internacional, como la de Great Barrington, firmada inicialmente por Jay Bhattacharya, Martin Kulldorff, Sunetra Gupta que recibieron la firma de cientos de colegas, o la de Global Covid Summit  que juntó  17 mil firmas, incluyendo médicos e investigadores en medicina (entre ellos, Ryan Cole, Richard Urso, Katarina Lindley, Robert J. Kennedy).

Ambas declaraciones cuestionaron los métodos inconsultos de la OMS, reivindicaron medicamentos probados y aprobados pero desestimados por la OMS, como la  mencionada ivermectina, o el budesonide que fuera expresamente prohibido (y rehabilitado por la OMS un año después, tarde para los miles muertos en ese ínterin).

Ambas declaraciones fueron muy críticas a los encierros y enclaustramientos (como, por ejemplo, prohibir playas o parques o salidas colectivas de niños). Entendieron que había que focalizar la prevención en quienes tenían comorbilidades y por lo mismo descartar toda actividad preventiva para niños (que son los que están más lejos de tener dichas comorbilidades; claro que si las tienen, hay que atenderlos con prioridad). Fueron muy críticas a la política oficial de la OMS, de “apagón generalizado” y su alianza virtual con sus mecenas: “Esta enfermedad confirmó algo que se sabía desde hace tiempo: la inutilidad de la OMS, una entidad que lejos de velar por el bienestar de la población del mundo, vela por los intereses de sus principales financiadores, como por ejemplo el nuevo “gurú de las pandemias”, Bill Gates.” [5]

Si la cuestión de la naturaleza humana se ha entrecruzado peligrosamente con lo sanitario, se trata, empero, de apenas un capítulo, y se aprecia otro en el orden comunicacional, con la cuestión de la inteligencia artificial. La situación en este aspecto de la comunicación humana es que se está haciendo indistinguible si la autoría de un texto, un poema, una tesis, un informe  es humana o artificial. Con ello, la primera víctima, como pasa con la guerra, es la verdad.

¿Qué o quiénes pueden estar interesados en sacrificar de un modo tan radical la verdad, lo verdadero? En los conflictos militares o guerreros, ya lo sabemos; el campo agresor, el bando que quiere adueñarse de lo que está en juego. ¿Y en el campo de la ciencia, de los saberes? Lo mismo. ¿Quienes quieren medrar con esa nueva noción de verdad? Quiénes quieren conseguir mayores poderes: la inteligencia artificial es promovida por quienes consideran que aumentarán sus poderes y/o beneficios con ella. A costa de nociones tan abstractas como “lo verdadero”.

Ha pasado lo mismo que con la implantación de los materiales plásticos: enormes ventajas materiales para los inversores de la petroquímica. Y se supone que también para la sociedad seducida por la plasticidad de tales materiales, precisamente. Que hacen la vida cotidiana, por ejemplo, más cómoda.

¿Pero qué deidad te hizo creer que la comodidad es ‘la medida de todas las cosas’?

La comodidad, como la austeridad y tantas otras sensaciones y experiencias que vivimos los humanos, no son per se garantía de “calidad de vida”. Pero sí de rendimiento lucrativo para el universo empresario que lo promueve. Lo mismo pasa en el mundo de la alimentación. Permanentemente tienen que retirar “del mercado” alimentos que resultan tóxicos. Pero, ¿cómo entraron? Porque eran atractivos. Los azucarados, por ejemplo. La cultura dominante nos induce permanentemente a azucarar nuestras comidas y la historia de los endulzantes ha resultado siniestra. Peores que el mismísimo azúcar: sacarina, ciclamato, aspartame. Lo mismo pasa con los estimulantes o saborizadores. En rigor, minan nuestra salud, pero la propaganda está diseñada para que no reparemos en ello sino en “el placer” que nos brindarían.

Los médicos que hemos mencionado de esas dos declaraciones están muy preocupados, por ejemplo, por la dieta con exceso de jmaf y otros “alimentos” transgénicos  como aceites.

Los materiales plásticos, no necesariamente todos ni todas sus aplicaciones, pero en una proporción que ha resultado atroz, han inundado el planeta con colorantes y micropartículas tóxicas que están alterando todas nuestras vidas, todos  nuestros  cánceres, toda la vida de seres que no han podido ver estas “nuevas realidades·”.

No sólo los pelícanos, las tortugas, y otros animales están visiblemente dañados por no saber trajinar con estos elementos que no han pertenecido nunca antes al mundo natural (y que por su no biodegradabilidad tampoco pueden pertenecer o incorporarse al mundo natural); los humanos estamos también entre sus víctimas.

Una vez más, humanos victimados por humanos.

La contaminación plástica no ha sido medida, cuantificada; no sabemos si está, mejor dicho cuánto está detrás de la proliferación de cánceres (de los más variados tipos). Las grandes redes médicas y sanitarias de nuestra modernidad más reciente, –la del avance gigantesco de la escala empresaria, la de la transnacionalización de los consorcios, en este caso sanitarios (Big Pharma, OMS, etcétera)–  no tienen, no han tenido hasta ahora jamás el interés primordial de evitar la iatrogenia.

La estrategia, la coartada psicológica, siempre ha sido: avancemos, mejorando nuestros saberes y nuestras técnicas y eso nos permitirá también superar los inconvenientes, los problemas, los errores, que lleguemos a cometer, precisamente en nuestros avances.

Contra este tecnooptimismo ha operado el “principio precautorio” que se ha visto dramáticamente corroborado en innumerable cantidad de casos y situaciones en que una intoxicación mínima ha desembocado en trastornos irreversibles incluida la muerte (como pasa con la presencia de bajísima dosis de plomo, Malathion, hexaclorobenceno, PCBs, dioxinas, DDT, toxafeno y tantos otros tóxicos para generar trastornos mayúsculos en organismos afectados). Algo ya totalmente comprobado por la trágica experiencia es que la influencia de un contaminante acrecienta progresivamente su efecto deletéreo en proporción inversa a la edad de quien sufre la contaminación.[6]

El desarrollo tecnológico en sus diversas facetas, y quienes tienen poderes decisorios al respecto, nos plantea nuevas configuraciones existenciales; de hecho una redefinición de naturaleza humana. Uno de sus exponentes es el muy mediático filósofo e historiador Yuval Noah Harari con su narcisismo ideológico, como especie, aspirando a la amortalidad.[7]

Lo que en resumen auspicia Harari es la gestación de un humano, ya no sapiens sapiens sino una conjunción  o combinación de naturaleza y técnica (lo que en Hollywood se transitó alguna vez; Robocop o Blade Runner).

Mutatis mutandis, lo que postulan quienes apuestan por un tecnodesarrollo radical como para “superar” las viejas coordenadas de vida y muerte que conocemos desde antaño (desde siempre), no hacen sino nuevas versiones del sueño del hombre hecho dios.

En pleno romanticismo tuvimos al doctor Frankenstein; Shelley procuró advertirnos de la labilidad del sueño devenido pesadilla. Si juzgamos los resultados de inyecciones de colágeno para rediseñar glúteos, senos siliconados para quienes no quieren agrandarlos dando de mamar, cirugías para lo que se llama cambio de sexo, el saldo de felicidad parece mucho menor que el de padecimientos, aunque semejante balance tenga resultados impares y desparejos y no tiene porqué ser aceptado.

Lo futuro, siempre abierto, nos espera.

notas:

[1]  No hace tanto tiempo, apenas unos años, la mayoría de la especie humana vivía como población dispersa, no urbana; pero el proceso de urbanización es muy intenso y sostenido y tiene a su vez como un refuerzo de sí mismo: el proceso de megalopolización, es decir que tanto los pobladores rurales como los de asentamientos urbanos tienden a reaposentarse en grandes concentraciones urbanas.

[2] Porque médicos atendían partos y cirugías sobre pacientes enfermos indistintamente  y transportaban bacilos, algo que las parteras no solían hacer al ocuparse  únicamente con labores de parto.

[3]  Pandemia, Planeta, Buenos Aires, 2010.

[4] Asla, Mariano. 2020. «Transhumanismo». En Diccionario Interdisciplinar Austral, http://dia.austral.edu.ar/index.php?title=Transhumanismo&action=mpdf.

[5] https://tierrapura.org/2022/05/22/17-000-medicos-lanzan-un-plan-para-romper-con-la-oms-y-crear-un-universo-medico-paralelo/.

[6] Theo Colborn, Dianne Dumanoski y John Peterson Myer, biólogos estadounidenses, autores de un estudio de campo verificando los efectos contaminantes de los plásticos en la fertilidad animal: Our Stolen Future, [Nuestro futuro robado], 1996.

[7]  Harari procura atender el deseo generalizado a vivir y no morir, que, entiende, el actual desarrollo tecnológico nos permitiría abordar. No para pretender la inmortalidad, puesto que la contingencia de la vida humana no es sólo una cuestión técnico-médica, pero sí la de la duración indefinida en el tiempo de los seres humanos, mediante renovación de órganos y sustitución de partes desgastadas (como ya lo hacemos con dientes, con otros tejidos corporales). Esa prolongación indefinida de la vida humana individual es lo que Harari caracteriza como amortalidad. Siempre basado en el supremo interés egoísta que, según Harari, nos gobierna.

Publicado en Destrozando el sentido común, General, Globocolonización, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología, Uruguay

URUGUAY ANTE DESPOJOS ESCALONADOS: AGUA, TIERRA, CARNE

Publicada el 10/09/2023 - 16/10/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

EJEMPLO DE PERIFERIA DESTROZADA

Refiriéndose a Nigeria, dice wikipedia que los desastres acontecidos (está  hablando de los últimos años o décadas) son: “desastres naturales en Nigeria [que] han sido relacionados principalmente con el clima de Nigeria”.

No es fácil escribir tamaña infamia a menudo.

Nigeria era considerada, hace unos cien años, el país más rico y de riqueza más variada, del planeta. Que se sepa entonces, desastres climáticos o naturales no habían estropeado ese “cuerno de la abundancia”.

Por su naturaleza, vigorosa, abundante, por su feracidad y también por las riquezas de su subsuelo, lucía entonces ese “malla oro” del mundo colonial.

Veamos cómo ha quedado el paisaje nigeriano hoy, tras todo el expolio colonialista (al que seguramente se le debería agregar el anterior en el tiempo, de la esclavitud como mercado mundializado).

Invitamos al lector a que observe algunas imágenes del estado del suelo, la costa, los manglares, luego de la extracción que las empresas petrolíferas han llevado a cabo.

https://es.euronews.com/video/2023/05/17/un-estado-de-nigeria-demanda-a-las-grandes-petroleras-por-el-desastre-medioambiental-que-h

Tenemos aquí ojos europeos, que no podrían ser radicalmente críticos a menos que aceptasen hacerse un hara-kiri mental, por la implicancia de una parte de Europa (Inglaterra y Francia, en primer lugar, pero no solamente) en tamaño ecocidio.

Junto con el ecocidio, el expolio. Nigeria tiene escasísimas redes de suministro de petróleo para consumo interno. Porque sus gigantescas instalaciones se han erigido  para que el “oro negro” vaya a las metrópolis primermundianas, con total desprecio por la población local. Esa situación ha generado una actividad penosa, clandestina, característica de la pobreza más rampante;[1] el pinchado de los oleoductos. Una vez logrado, la pesadilla avanza y se multiplica la degradación:  nunca los despojados se van a adueñar de todo el derrame, a gatas cada vecino se lleva algún bidón y allí, pudriendo el suelo, queda el estropicio. La empresa asegura su rentabilidad, no “el paisaje”.

Si el robo del petróleo junto con el autorrobo que es su hermano siamés, ponen al país patas arriba, basta ver el sombrero del presidente nigeriano, Bubaraye Dakolo, o la vestimenta de sus jueces siglo xxi con ropajes londinenses siglo xix para advertir que el centro planetario tiene apenas dos misiones sobre lo periférico: 1) extraer todo lo que considera le viene bien y 2) imprimirle su imagen-de-mundo para que la periferia siga sus pasos. Han tenido bastante éxito en su diseño e incluso se han permitido dotar ese “aprendizaje” con cierta forma de humor, sórdido, como las pelucas de los atuendos judiciales en un país tropical.

No satisfechos con tanto despojo material y cultural, desde EE.UU. se promueve el International Center for Ethno-Religious Mediation, que, por ejemplo, recoge ancianos de Nigeria para llevarlos a una reunión de meditación. En Nueva York, claro está. ¿Por qué no meditation? Y en inglés, claro.

Reves debe estar regodeándose en su tumba. Emery Reves fue el secretario, de origen húngaro, de los jerarcas estadounidenses hacia el fin de la IIGM y el ideólogo que puso a punto la estrategia de dominio mundial desde EE.UU. (remito a nota nuestra anterior sobre esa estrategia a partir de 1945, “El estado mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo”, https://revistafuturos.noblogs.org/, 2 nov. 2022).

Sabemos que la ONU –el instrumento proyectado para ese dominio– fue gestionado por EE.UU. antes del fin de la IIGM, cuando su dirigencia ya sabía que tenía la baza para sí.

Con la ONU, aprobada a comienzos de 1945 en San Francisco (dejando a un lado la ya inservible y eurocéntrica Sociedad de Naciones)[2] con el poder atómico exclusivo, “probado” en agosto de ese mismo año en los cuerpos de japoneses victimados en cientos de miles, EE.UU. siguió los pasos que doctrinariamente describe Emery Reves: no más soberanías nacionales; un gobierno mundial, verdaderamente democrático, ‘como el nuestro’. Pero las condiciones culturales de la humanidad no estaban todavía maduras para asumir ese nuevo mundo;  tendremos que recubrir ese gobierno mundial con una pátina de “International Relations”. ONU, BM, FMI, OMS, USAID, OEA, ASEAN, OTAN, y un largo etcétera, son instituciones, organizaciones, creadas, casi todas ellas entre 1945 y 1950, urdiendo  ese proyecto de mundialización.

Podemos complementar aquel diseño del fin de la 2GM con las “comisarías” que EE.UU. fue estableciendo en todo el planeta. A lo largo del tiempo y en todos  los continentes, EE.UU. tejerá una red militar con varios comandos continentales: Comando Europeo con sede en Alemania; Comando Atlántico con sede en Norfolk, EE.UU.; Comando del Pacífico con sede en Honolulu, Hawaii, Comando Sur con sede en Panamá, mirando a noi. Hay un comando, Africom, que durante décadas estuvo apostado también en Europa, pero con el asesinato de Gadafi lo aposentaron en el continente. Amén de los comandoscomisarías, el ejército de EE.UU. cuenta con incontables bases

(también secretas), muchas de tipo “nenúfar”, que serían salvando la escala, como los destacamentos policiales en los barrios…

La idea de soberanía, de estado nacional,  resultó –empero– estar mucho más anclada en las conciencias colectivas de lo que auspiciaba la dirigencia estadounidense.

De cualquier modo,  como nos dirá Zbignew Brzezinski, la nueva constelación del poder se caracteriza por “el hecho […] que nunca ha habido una potencia global verdaderamente ‘dominante’ hasta el surgimiento de EE.UU. en la escena mundial.”

Así y todo, estaba el “escollo” soviético (y la incógnita china). Y con “los rusos” habrá que aceptar una suerte de convivencia y retaceo de la disponibilidad planetaria al servicio del american way of life. Hasta 1990, en que resurge con fuerza  “El proyecto para el nuevo siglo de EE.UU.” [3] Aunque en 2014, anota Brzezinski, ya no hay URSS pero aquella exclusividad de EE.UU. tampoco.[4]

Las banderas nacionales no sólo perdurarán sino que se multiplicarán, con el acta de defunción del colonialismo en el mundo entero. Con la instauración concomitante del neocolonialismo–, presentado como avance democrático (desde los ’50, democracia y democratización serán las palabras mágicas de toda realización política; su desgaste sobrevendrá décadas después).[5]

La proliferación de banderas nacionales y estados nuevos es entonces más bien una espectacularización que se corresponde con la realidad de una modernidad cada vez más relacionada con la imagen.

Con lo cual, el diseño inicial de los ’45 del “gobierno mundial” trasmutará en la proliferación de estados nacionales. La ONU que, inicialmente contaba con una cincuentena de estados, tendrá en muy pocas décadas, la friolera de casi dos centenares.

El quiebre político del colonialismo, ya inaceptable para la sensibilidad moderna, dará lugar a ese nuevo diseño.

Uruguay resulta uno de los “ganadores” del final de la IIGM. Porque ha satisfecho necesidades de Los Aliados; materia prima y alimentos.

Pero esa ganancia será de corta duración, porque aunque teníamos un país con ciertas virtudes; civilismo, laicismo, derechos democráticos, derechos humanos (muchos vinculados con el batllismo, y con nuestra peculiar historia de la cual el batllismo es también fruto), se mantenía la estructura del despojo inicial del continente sudamericano: genocidio y etnocidio a originarios,  latifundio y servidumbre ideológica al mundo dominante.

El Reglamento de la Campaña, diseñado por Artigas, 1815, fue abandonado tan pronto como se pudo y durante todo el siglo XIX los abogadillos de “las dueños de la tierra” se dedicaron a recuperar lo repartido, desalojando a pobres de pedazos de tierra “mal habidos”.

El latifundio perduró. El batllismo transigió con esa estructura. Que aseguraba la debilidad del campesinado, de por sí ralo, y su propia fuerza, capitalina.

Una campaña deshabitada y macrocefalia urbana, denostada, pero inconmovible.

No teníamos ni la intención agrarista de un Zapata mexicano ni el sueño de los granjeros que caracterizó buena parte del robo a las tierras indias en América del Norte.

Las coyunturas de las guerras internacionales facilitaron nuestras balanzas de comercio y de pagos hasta entrada la segunda mitad del siglo XX.

Luego sobrevino “la crisis” y el ciclo de dictaduras sudamericanas vinculadas de patético modo con los sueños de insurgencias guerrilleras. La economía del mundo fue cambiando. Con impulsos tecnológicos cada vez más acentuados.

Desplazando aquel dominio de las economías nacionales de los primeros tiempos capitalistas hacia economías corporativas. Son los consorcios transnacionales, ahora, los ejes de la economía mundial actual. Black Rock, Vanguard. Algunos billonarios filántropos como Bill Gates, Warren Buffet, George Soros, también. Con ello, se han modificado sustancialmente las relaciones económicas y consiguientemente sociales: en primerísimo lugar, un cambio de escala.

Las economías, los flujos, las empresas, se han transnacionalizado, se han planetarizado.

Fueron esas empresas primermundianas las que arrasaron Nigeria, y toda África, buena parte del Asia y las Américas  (perfectamente coordinadas, si necesario, con “sus” gobiernos).

En otro escrito expliqué los rasgos relativamente benignos de nuestra satelización ya como país “independiente” desde mediados del siglo xix a mediados del xx. Remito a su lectura (“Uruguay: su abundancia de agua es su escasez”, ibíd., 27 jun 2023).

Así como a lo largo del s xx y lo que va del xxi, varios países fueron devastados por la extracción de petróleo –Nigeria, Ecuador, Irak– hemos entrado en una etapa de la economía mundial, mucho más fragilizada que antes, mucho más cerca de puntos críticos que nunca antes, donde el agua, como señala Hoenir Sarthou, será el elemento ansiado por excelencia.

Nuestro país tiene una frecuencia de agua como imaginamos que tiene Arabia Saudí de arena o petróleo. Vamos siendo la pequeña Nigeria del agua en América Lapobre.

La lista de acoso es escalofriante. Ya antes, a lo largo de comienzos del siglo XX habíamos tenido la fuga de un pariente del agua; la arena de nuestras playas, que constituyen la base de buena parte de la construcción de Buenos Aires (Argentina tiene mucha más arena que Uruguay, pero también la tiene más lejos).

Con total indolencia, el país se dejó  extraer la arena que únicamente satisfizo la coima de algunos inspectores municipales que hicieron cada vez la vista gorda… En algunas zonas de la costa uruguaya, han desaparecido por ese motivo, las playas.

Que han quedado alojadas en las edificaciones porteñas o bonaerenses.

¿QUÉ PASA CON EL AGUA?

Si decimos que una sequía dejó sin agua a Montevideo (y a una treintena de ciudades del centro sur del país), decimos una verdad a medias o a cuartas… Porque en realidad, la provisión de agua potable al centro potabilizador principal del Uruguay, en Aguas Corrientes, fue progresivamente estrangulado por el uso privado del agua, en contra de un plebiscito habido en el país que consagró su carácter público, que los políticos se encargaron, mediante resoluciones legislativas, “todo legal”, ir desmontando. Con la Ley de Riego se legalizó el desvío de agua hacia establecimientos privados; unas quinientas sustracciones mediante ductos o canalizaciones desde el río Santa Lucía. Puede uno preguntarse si el Santa Lucía podía seguir proveyendo de agua a la población  (unos 2 millones de habitantes) si tenía esas sangrías para mayor gloria de la agroindustria, aunque no hubiera habido sequía.

Pero la agroindustria, prendida de la misma teta que la capital y buena parte del territorio nacional, es peccata minuta. La nueva papelera, la tercera de la lista actual de fabricación de celulosa, toma 133 millones de litros diarios de agua dulce y devuelve unos 106 millones de agua dulce pero muy contaminada, con decenas de componentes industriales del procesado para la fabricación de celulosa,  que impide definitivamente el uso de ese efluente como agua potabilizable.

A la escasez resultante de agua para otras aplicaciones hay que agregar el detalle, nada menor, que esa agua tratada por la industria le llega totalmente gratis, como un derecho de pernada que usufructúan las transnacionales hipertecnologizadas sobre los tramos de mundo todavía natural.

Millones de litros diarios. UPM, que no da puntada sin hilo, tiene además el derecho de procesar el mal llamado “hidrógeno verde” en el terreno adjudicado para sus instalaciones (proyecto H24U); combustible para sus propios camiones. Pero ya hay otros proyectos para el mismo rubro; tantos que el diario argentino Ámbito Financiero ubica al Uruguay como “líder” en este rubro, es decir como el estado en la región que recibe más proyectos para poner a disposición agua para extraerle oxígeno.[6]

Como nuestros ríos y arroyos no dan abasto para un consumo que sobrepasa largamente las necesidades nacionales, hay que emplear, cada vez más agua subterránea. Parte de nuestro país  descansa sobre el Acuífero Guaraní (compartido con los otros países del Cono Sur americano), amén de otros acuíferos menores como el Raigon, en el sur.

Otro proyecto en danza es el de Google de instalar aquí refrigeradores para mantener en condiciones sus instalaciones, con la ayuda del agua subterránea uruguaya.

El país va siendo perforado, canalizado, horadado, para atender esas demandas globales.

¿QUÉ VA A PASAR CON LA CARNE?

Otro momento crucial se acerca para nuestro país. Una crisis, amplificada por grandes “benefactores” de la humanidad como Bill Gates a quien su fortuna cuantiosa le ha permitido convertirse en sabio sanitario, científico social, investigador y que gracias, suponemos, a su enorme sapiencia, quiere eliminar de la dieta humana a aves, peces, cerdos, ovejas, vacunos, renos, mariscos. Ni siquiera para convertirnos en vegetarianos, más bien para que tengamos el privilegio de ingerir proteína de soja (generalmente transgénica), porotos, grasa de coco, remolacha, combinados para dar apariencia de carne (de vaca). O de ingerir un tejido de “carne de laboratorio” (o sintética), que tiene -hasta el momento-  mucha menos renovación de oxígeno que los cuerpos vivos, con lo cual los tejidos procesados en grandes recipientes de acero inoxidable (al estilo de los que hoy se usan para procesar aceite o vino) generan hipoxia en tejidos cárnicos sintéticos, algo que arriesga elaborar sintéticos cancerígenos.

Amén de todos los factores que –sobre todo por procesos industriales ciegos, tontos y presuntuosos–  están resultando multiplicadores de fuentes cancerígenas, estamos a punto de aceptar uno más.

La invocación al gas metano producido por rumiantes, es absolutamente insensata; la aviación y el automovilismo producen mucho más; los rumiantes tampoco producen más que los pantanos que en el mundo existen. Y gracias al rumen, la diversificación alimentaria es mucho mayor para los seres vivos que habitamos el planeta.

Uruguay debe tener la economía más ligada a la producción vacuna del mundo entero. Por cantidad de habitantes. ¿Atisba el lector la crisis que puede caer sobre nuestro país si se consolida la ideología  que promueve el Foro Económico Mundial, el veganismo y el Big Pharma que tratan de articular el destino de todos como pacientes bajo control y tratamiento médico permanente?

¿Los mismos que han contaminado el planeta hasta en sus rincones más remotos; –el fondo de los mares, los glaciares, todo recubierto de microplásticos (de bolsas, canchas de fútbol sintético, calzado ídem)–  nos quieren persuadir de que son nuestros sanadores? Demasiado.

notas:

[1]  En el relato del Lazarillo de Tormes se lo reconoce; el huérfano hambriento asistente del mendigo ciego había logrado mediante una cánula, colocada con mucho sigilo, succionar algo del vino que su “patrón” recibía. Y el riesgo consiguiente de recibir una paliza si era descubierto.

[2]  Que se disolverá sin gloria al año siguiente, 1946, como mero acto administrativo.

[3]  The Project for the New American Century, NSA, set. 2000.

[4]  The American Interest.

[5]  Lo democrático era tan decisivo que hasta el estalinismo con toda su parafernalia doctrinaria socialista, proletarista, igual presentará a los gobiernos títeres de los estados ocupados y “liberados” por el Ejército Rojo durante la IIGM como “democracias populares”.

[6] Traduciendo, Uruguay es el estado más colonizado  de la región con capital y tecnología ajenas.

Publicado en Centro / periferia, EE.UU., Globocolonización, Poder mundializado, Uruguay

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