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Categoría: Uruguay

Estado de situación presente: ¿ASPIRAMOS A UN GOBIERNO MUNDIAL MEDICALIZADO?

Publicada el 18/12/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 16 diciembre 2022

Estamos, estaríamos a la vez, en el mejor y en el peor de los mundos posibles.

Si escuchamos a los dirigentes y gurúes del Foro Económico Mundial, como Klaus Schwab, William Bill Gates o Yuval Harari anunciando las bondades del gobierno mundial, a los programadores de la Agenda 2030 que articulan su estrategia de “superación” o eliminación de los estados nacionales desde la ONU, a la industria farmacéutica con sus nuevos y milagrosos medicamentos y aparatología médica sin precedentes que en rigor articula una medicalización generalizada, sustituyendo la condición de ciudadano por la de paciente, si escuchamos a los gobernantes de, por ejemplo, EE.UU. y la UE, jamás hemos alcanzado tal grado de conciencia y responsabilidad sobre el planeta y nuestro destino humano.

Si atendemos, empero, a abordajes que registran el estado planetario, la primera y principal conclusión a que llegan muy diversos analistas es si el planeta es todavía siquiera parcialmente salvable o recuperable, o si ya hemos entrado en un proceso de deterioro irreversible. Como explicita Herbert Girardet: ¿Ante una emergencia de alcance planetario, es todavía posible una ‘megametamorfosis’ de la sociedad moderna? [1] Girardet aclara que el desarrollo tecnológico a costa del saqueo permanente del mundo natural –que denomina “biosfera” y cuya integridad ve bajo absoluto peligro− nos ha ido llevando a un desarrollo antieconómico: “deforestación, pérdida de recursos, contaminación y trastornos climáticos afectan inevitablemente la relación entre la humanidad y el planeta.” (ibíd.)

La perspectiva política que vemos desarrollándose, el papel referencial de los que rigen los movimientos económicos, de los dirigentes profesionales, de quienes ocupan los lugares claves de las instituciones, la red córporomílitocleptocrática (al bien decir del analista Gustavo Salle), decisiva en muy diversos órdenes de nuestras sociedades,  nos lleva a entrever un muy sombrío panorama para nuestras vidas.

ERROR DE DIAGNÓSTICO O DE COMPRENSIÓN

Abundan datos y signos de porqué el abordaje de estas grandes instancias institucionales no nos puede llevar a buen puerto. Como explicara Ernst Schumacher en su tan invocado Lo pequeño es hermoso (1973), hace ya medio siglo: “El hombre moderno no se piensa a sí mismo como parte de la naturaleza  sino como una fuerza exterior destinada a dominarla y conquistarla. Se refiere incluso a una batalla contra la naturaleza, olvidando que, si ganara semejante batalla, él mismo pertenecería al bando perdedor.” Sólo podemos verificar que hoy estamos todavía peor, mucho peor, en términos de contaminación planetaria, de angostamiento de recursos, destrozo del mundo natural –todavía visto hoy como entorno a nuestro servicio− que cuando Schumacher describiera la situación.

Baste pensar en uno de los desquiciantes proyectos de Yuval Harari, de procurar, con el auxilio médico, sanitario, científico, alcanzar la amortalidad humana.

Este personaje, presentado en todos los circuitos mediáticos como historiador y filósofo para tener en cuenta, advierte que no postula alcanzar la inmortalidad porque, aclara que, si un cuerpo humano es alcanzado por un impacto automovilístico o de aviación, por ejemplo, el colapso vital es irreversible e inevitable. Pero, nos cuenta, que tenemos tal grado de nivel médico y operacional que sí podemos sustituir arterias, muelas, riñones, tendones, diversos órganos gastados, el corazón incluido, de tal modo que, satisfactoriamente reemplazados, podremos sí, alcanzar una edad indeterminada: “prolongar nuestra vidas indefinidamente se está convirtiendo en un objetivo cada vez más alcanzable.” [2]

La falta de sentido del proyecto harariano, su desvarío ombliguista, nos da la dimensión de tantos proyectos de “la modernidad”. Tal proyecto resulta contrario a lo vital, y su fluir. No solo llama la atención su estulticia sino su crudo racismo o aristocratismo, porque es evidente que el proyecto de la amortalidad no va a ser para los humanos en general sino para una muy restringida minoría, amparados en todos los resortes de poder a su servicio que ya sabemos; sociales, científicos, militares, políticos. Si la discrecionalidad del poder y la desfachatez consiguiente lo permite, el proyecto de amortalidad se destinará a muy contados centros hospitalarios, digamos en Nueva York o Londres; ya sabemos que no va a alcanzar a los habitantes pobres de Dacca o Tegucigalpa, por ejemplo.

El proyecto “Harari”, con todo su daño a la noción de la vida inescindible de la muerte, es apenas un capitulejo de una agenda con un objetivo geopolítico inescapablemente totalitario.

HACIA EL GOBIERNO MUNDIAL

Y el primer ensayo a escala general, universal (o casi) de sociedad planetaria, de gobierno común de la humanidad, ha sido la pandemia decretada desde ONU-OMS en 2020, con mucho mayor “éxito” que otros intentos también pandémicos en décadas previas de este mismo siglo.

El lector recordará el mar de ignorancia en que nos movimos a comienzos de 2020 con una pandemia que se habría desencadenado en China, con un segundo brote en Irán y un tercero en el norte italiano: una pandemia que no alcanzaba geográficamente ese estatuto de “en todas partes” y que a la vez era curiosamente saltarina en términos puramente geográficos.

Espiguemos algunos episodios del Covid19. El periódico Perfil de Buenos Aires declaraba: “COVID-19 presenta mayor riesgo de causar afecciones cerebrales que vacunas.” [3] ¡Menos mal! Porque tenemos menudo conflicto entre el soneto y su enmienda. Que expresa la penosa realidad de lo transcurrido bajo el tiempo pandémico; sopesar qué causaba mayor daño; si el Covid19 o  las inoculaciones que con la designación oficial de vacunas se suminstraban (se suministran) para combatirlo. Y no sólo las llamadas vacunas, sino otras medidas sanitarias. Porque hay muchísimos investigadores, virólogos, médicos, infectólogos que sostienen que ha sido peor el remedio que la enfermedad a la vez que hay una multitud de investigadores, virólogos, médicos, infectólogos, generalmente integrados a las estructuras sanitarias, públicas o privadas o a los grandes laboratorios transnacionales, que nos tranquilizan refiriéndose a todas la ventajas que ofrecerían estos suministros.

Algo, empero, resulta claro: las secuelas del suministro de las llamadas vacunas Covid19 han resultado increíblemente más numerosas que las sobrevenidas con cualquier otra vacuna de las forjadas por la ciencia médica hasta ahora.

Espiguemos las consideraciones de Tess Lawrie,[4] médica inglesa (University of  Witwatersrand) consultante de la OMS: “Ahora es evidente que estos productos en el torrente sanguíneo son tóxicos para humanos. Se requiere una interrupción inmediata del programa de vacunación mientras se realiza un análisis de seguridad independiente para investigar el alcance total de los daños que según los datos de la tarjeta amarilla del Reino Unido incluyen tromboembolismo, enfermedad inflamatoria multisistémica, inmunodepresión, […] y anafilaxia.”

Otro pasaje suyo señala: “Centenares de millones de seres humanos han sido introducidos en el experimento médico más grande de toda la historia humana. La vacunación en masa en estas condiciones no tiene precedentes. […] Políticos y otro personal no médico son los que dictan lo que estamos  autorizados a hacer con los enfermos, de modo tal que nosotros los médicos hemos sido puestos ante exigencias que ponen en entredicho nuestro juramento hipocrático. Jamás había sido hasta ahora tan importante nuestro rol como médicos porque nunca antes nos hemos convertido en cómplices para causar tanto daño.”

Lawrie ha sostenido que, científicamente, la ivermectina salva vidas. Y que ha sido mediante corrupción institucional que se ha evitado que dicha medicina salvara millones de seres humanos, y el consiguiente dolor y horror.

Como toda la parafernalia construida para, se supone, combatir el Covid19 se ha hecho en cortísimo lapso, la OMS no tuvo los tiempos para cumplir con las cuatro etapas de control que necesita la aprobación de toda vacuna; en rigor se lanzó al mercado una inoculación en plena etapa experimental, superponiendo etapas de control  y testigos con placebos, con inoculación real a población general. Eso es lo que Lawrie tipifica como un ensayo con cuerpos humanos sin precedentes.

Tales pasos pueden considerarse el más extendido ejemplo de juego del aprendiz de brujo. Y Lawrie, además, alude a razones comerciales  para atender la decretada pandemia.

El historiador argentino Sergio Wischñevsky ha llevado adelante una suerte de biografía del laboratorio más destacado en este asunto del Covid19; Pfizer.

No se puede decir que la conducta de tamaño laboratorio inspire la mayor confianza.

* En 2019, Pfizer fue condenado por ocultar datos respecto de medicamentos útiles “para prevenir alzheimer”.

* Una publicación de visitadores médicos argentinos publicó un fallo judicial de 2012 que condenara a Pfizer por “financiar un oscuro sistema de compras y sobornos a médicos en el marco de la cadena de comercialización de medicamentos”.

* Por su parte, Médicos sin Fronteras rechazó una donación de Pfizer de un millón de vacunas para su empleo en África porque llegaron a enterarse que esas vacunas eran de descarte para el laboratorio que había rehecho la vacuna, se supone que sin los defectos que tenían las que tan “generosamente” ofrecía para africanos.

* En 1996 el Washington Post denunció que los experimentadores de Pfizer usaron una niña, nigeriana, como cobayo para ver el curso de una enfermedad, grave, sin actuar. Escarneciendo el juramento hipocrático y dejándola morir.

Hasta aquí, sucintamente lo revelado por Wizchñevsky.[5]

La verdad que, tanto los testimonios y aportes de Lawrie como los de Wizchñevsky no hacen sino iluminar el comportamiento sombrío de algunos de los motores de la globalización sanitaria forzosa.Otros escarceos de poderosos

La opción globalifílica que procura arrear a toda la humanidad hacia “tan venturoso futuro” cuenta mucho más con la ciencia y la conciencia que con la fuerza. Una senda social blanda, medicinal, nos aguarda, mucho más que una militar (que nunca se descarta).

En rigor, Aldous Huxley lo entrevió hace ya un siglo, con su formidable “novela” Un mundo feliz (1931). Huxley era escéptico de la visión orweliana (que en 1948, a la luz de las atrocidades de la IIGM no pudo menos que entrever una opresión de tipo brutal, aunque ya muy teñida de persuasiones y conversiones de tipo ideológico, en su relato también distópico y también formidable; 1984).

Huxley le escribió, inmediatamente después de publicado 1984 a su autor: “Parece dudoso que la política de la bota en la cara pueda continuar indefinidamente. Mi propia creencia es que la oligarquía gobernante encontrará formas menos arduas y derrochadoras de gobernar y de satisfacer su ansia de poder, y estas formas se parecerán a las que escribí en Un Mundo Feliz. Dentro de la próxima generación, creo que los gobernantes del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narcohipnosis son más eficientes, como instrumentos de gobierno, que los palos y las prisiones, y que la lujuria de poder puede ser completamente satisfecha tanto sugiriendo a la gente que ame su servidumbre como azotándolos y pateándolos para que obedezcan.” [6]

Objetivo de poderosos: el gobierno mundial

La idea de gobierno mundial, desencadenada con el triunfo aplastante de “Los Aliados” en 1945,[7] ha tenido en 2020 su ensayo general con la declaración de pandemia de la OMS que procuramos reseñar. Entendemos que lo actuado por la OMS y los medios de incomunicación de masas a su servicio merecen un análisis riguroso, un abordaje racional, elementos de difícil acceso justamente por la presencia apabullante de “historia oficial”. Pero la vida es terca y el tendal de muertos con tratamientos equivocados y paralizaciones institucionales tarde o temprano serán abordados.

Los datos duros se harán insoslayables.

La (reiterada) promesa de la Agenda 2030

La Agenda 2030 repite un viejo juego al que las dirigencias políticas mundializadas recurren: estaríamos mal, pero no tanto; tenemos un porcentaje (tolerable) de, pongamos por caso, “necesidades básicas insatisfechas”, si cumplimos este Plan bajaremos su impacto a la cuarta parte. Diez años después, se verifica que el achique previsto no se verificó, y que en realidad, el deterioro cualitativo es mucho más grave, que la contaminación abarca muchas más áreas,  antes insospechadas, que los patógenos se han expandido como nunca antes y que lo que se daba por ganado, como el agua potable, está cada vez más cuestionada o que el “hambre cero” sigue siendo a lo sumo un buen deseo…

Pero ¿por qué y para qué sirvió ese diseño de cauto optimismo? Para inducirnos a creer que estábamos en la buena senda, que podíamos confiar en llegar a un buen estadío. La realidad, en cambio, nos “informa” que estamos cada vez más contaminados, más medicalizados, que las bacterias intrahospitalarias se han convertido en un agente patógeno insoslayable, que los microplásticos han penetrado todos nuestros cuerpos y alojado en nuestros órganos, que los contingentes de refugiados climáticos se agigantan en varios continentes, a causa de la desertificación de campos y zonas rurales (previamente expoliados por la agroindustria, por ejemplo), que los refugiados sociales y políticos también son cada vez más porque las estructuras de poder siguen cumpliendo una función monopolizadora subordinada a la tecnociencia comercial o empresaria y a la agroindustria, que se enfocan en el rendimiento material o crematístico y dilapida tantos recursos en sus emprendimientos a gigaescala.

La urbanización progresiva, empero, sigue haciendo la vida más cómoda a un mayor número. Y nos cuidamos de hacer una suma algebraica de beneficios y perjuicios para todos.

En resumen, que frases y consignas, tan al uso en la Agenda 2030 como “poner fin a la pobreza”, “combatir las desigualdades”, “facilitar el acceso a la justicia”, “reducción de la desigualdad de ingresos” no son sino señuelos.

POR ÚLTIMO, PERO PARA NADA LO ÚLTIMO…

Tendremos una vez más decidir, si los poderes que nos guían y condicionan a través de los medios masivos, de las cadenas mediáticas de persuasión y lavado cerebral, de los celulares “inteligentes”, nos ayudan o nos intoxican. Nos ayudan y nos intoxican a la vez.

Tendremos que aprender a conocer qué es lo que nos intoxica.

Si nos asumimos como lo que somos, seres de carne y hueso, y tratamos de aplicar nuestro discernimiento, o si aceptamos ser guiados por entidades tan falibles como todos nosotros, pero con unos intereses creados incomparablemente mayores que los de cualquier ser humano, de carne y hueso.#

notas:

[1]  The Ecologist, CAT, nov.-dec. 2022.

[2]  http://openlifespan.org/yuval-noah-harari-immortality-trap

[3]  25 oct. 2021. En sección Business.

[4] https://www.thedesertreview.com/opinion.letters_to_editor/dr-tess-lawrie-the-conscience-of-medicine/article_ff67eca-ac2d-11eb-adaa.ab952b1d2661.html

[5]  https://uy.radiocut.fm/audiocut/excelente-reflexion-del-sergio-wischnevsky-sobre-vacuna-pfizer

[6]  Cit. p. Jim Quinn en The Burning Platform, “We Are Trapped In ‘A Truman Show’ Directed By Psychopaths”, 2 dic. 2022.

[7]  Invito al lector a leer una nota mía anterior sobre este asunto: “El estado mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo”, https://revistafuturos.noblogs.org.

Publicado en Centro / periferia, Conocimiento, Poder mundializado, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología, Uruguay

Fútbol y automovilismo en la cultura uruguaya ¿PELIGROS DEL AUTISMO?

Publicada el 18/12/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 25 noviembre 2022

Un deslinde inicial y radical: soy un perro jugando al fútbol. Siempre lo fui, incluso cuando hicimos nuestros intentos infantiles con el Goleada Fóbal Clú o el Deportivo Bulevar.

No voy a hablar entonces ni desde la sapiencia ni desde la técnica futbolísitica. Apenas como un veterano que mira los partidos, eso sí, desde hace décadas.

Esta mañana, esperando el ómnibus en Montevideo, escuchaba a dos comentadores en la calle, nada  empilchados, acerca del partido que se acababa de empatar con Corea del Sur: −que quién fue el mejor? –Valverde… surgió otro nombre en contrapunto que no pude oír, y luego un descarte redondo y a dúo, Suárez… no, Suárez ni pensarlo…

Este pensamiento llano, me parece, pese a su crudeza, muy representativo de la situación del fútbol en Uruguay, de la sociedad uruguaya en este aspecto.

La búsqueda del mejor, del increíble, del formidable… cuando yo era un niño, escuchaba del omnipresente Atilio García (que era argentino) o de Obdulio −el troesma, el Mago [otro mago]−,  o  de Juan Schiaffino… o Roque Gastón Máspoli… Diego Rocha en los ’60, Ladislao Mazurkievicz en los ‘70,  otro Diego −Forlán−  hacia el cambio de siglo, el batallador Luis Suárez… todavía batallando.

La conversación al paso que rememoré muestra claramente que esa búsqueda sigue. Del mejor. Quien nos pueda salvar.

Claro que tales figuras, míticas como Maradona o más terrenales como Messi, que tenemos aquí enfrente, son bienvenidas.

Pero no es la única forma de hacer un equipo espléndido, maravilloso, casi invencible. Y lo peor, no es la mejor forma.

Cuando irrumpieron en 1954, en el Quinto Campeonato Mundial equipos formidables como el húngaro o el alemán, que terminó llevándose el triunfo, ¿qué traían consigo?

Los pases. La precisión en los pases.

El trabajo colectivo, dónde finalmente perdía importancia quien llegaba a meter la redonda en la red. Porque el gol era el fruto de dos o tres pases maestros, inmortales. Por supuesto que importaba, importa el remate, pero no es lo único, ni mucho menos.

Para la cultura futbolera dominante en nuestro país, los escribas deportivos o los radiales, ponen el acento en el último que tocó la pelota y la puso en el arco. Pero una cultura un poco menos cortoplacista y más sabia, sabría poner el acento en el trabajo previo, de equipo.

En Uruguay perdura el culto a quien “nos va a salvar”. Por eso, el plantel contó ayer, una vez más con figuras del ayer –Suárez, Godin, casi casi Cavani o Cáceres…

Uno los conoce, los ha visto en aciertos (también en fallas como todo humano) y uno, el hincha común, tiende a identificarse con ellos.

Pero el fútbol no se gana con inercia. El fútbol se gana con empuje y técnica. El empuje se ve en la cancha; en cada afán, en cada ataque, en cada esquive; la técnica se ve (por lo menos su ausencia es más patente) en los pases. En la precisión de los pases. Los surcoreanos no erraban una en los pases; afortunadamente, erraban en los remates de la jugada, justamente ante el arco uruguayo.

¿Qué le pasaba al seleccionado yorugua? Para salir del marasmo de pasarla Godin a Cáceres, Cáceres  a Valverde, Valverde a Nuñez, Nuñez otra vez a Godin, Godin, a Pellistri, Pellistri a Araújo y vuelta a hacer la ronda, para romper ese peloteo de impotencia alguien decidía un pase cruzado arriba… y entonces, se perdía. Se perdía la pelota. El pase no había sido certero, ni aproximadamente certero.

El juego uruguayo se hizo aburrido. Porque era impotente. Y ha sido impotente porque no se sabe hacer pases. Jugadores, en varios sentidos extraordinarios, como el valiosísimo Valverde, sabiendo usar las dos piernas (y poniendo una de las pocas situaciones de peligro en la valla surcoreana), y varios más,  sin tener precisión en los pases, naufraga.

El fútbol uruguayo sufre una significativa simetría, similitud con el tránsito uruguayo y sus automovilistas. En las últimas décadas se han hecho grandes progresos en la conciencia del automovilista, en esa actividad tan elemental ahora en el humano urbanizado y a la vez globalizado que significa desplazarse en auto, dirigiendo el vehículo. Aprender las señalizaciones; todo un lenguaje a medias gráfico y de imagen, a medias escrito; conocer y seguir las manos, los desvíos, las prioridades en el cambio de senda o de dirección… Hay todo un abismo entre el conductor dominguero de la primera mitad del siglo XX y el conductor actual moviéndose entre semáforos, cebras, giros izquierda, sendas diferenciadas…

El conductor se adapta a semejante “concierto” o pierde y queda afuera. Sin embargo, la toma de conciencia del tránsito automotor es en Uruguay curiosamente individual, particular, como que el automovilista uruguayo no hubiese captado el carácter necesariamente multicoral del tránsito automotor y en el cual, lo que importa es el ensamble, la orquestación y no el orgullo o la conciencia o la valía personal: observe el paciente lector cómo usan las luces de giro los automovilistas en Montevideo (y ni qué hablar en otras ciudades más chicas): cuando llegan a la curva, ponen la luz de giro. Que entonces ya no le sirve a casi nadie; salvo al propio conductor que queda tranquilo con su conciencia. Pero la luz de giro sirve para anunciarle a los demás lo que vas a hacer; sirve entonces para incidir en el comportamiento de otros si se anuncia 80 o 40 metros antes. Entonces están los demás advertidos a tiempo, para modificar sus comportamientos respectivos.

Cuando el conductor avisa mientras está iniciando el giro, sólo satisface su propio conocimiento; podríamos decir que encara un comportamiento autista en su sentido psicológico, psiquiátrico; no ensambló con los demás: como no había avisado antes que iba a doblar, ciclistas, peatones u otros automovilistas pensaban que seguía derecho y quedaron esperando su paso… al santo botón. Y esto es lo más insignificante que pasa cuando se produce una omisión…

¿En qué se ligan estos dos fenómenos; la pobreza de pases y el estilo del automovilista de anunciarse a sí mismo que dobla? En primerísimo lugar, en la falta de diálogo, de ensamble.

Y en segundo lugar, en algo psicológicamente penoso: el analfabeto puede tener gran interés en aprender a leer –he conocido a cincuentones que han decidido dar ese (trabajoso) paso y lo hacen con ahínco, con determinación y aprenden; el que es letrado, puede seguir siendo un ignorante radical , pero impedido de percibirlo porque el hecho de leer no lo pone en la situación incómoda del analfabeto; por el contrario, sabe leer un aviso, atender  con acierto un celular, captar los carteles de propaganda en un supermercado o en un cine, “dialogar con el mundo” sin captar siquiera que se trata de un falso diálogo donde “lo otro” pone todas las condiciones Que sabe leer una noticia, que es la que le pusieron delante. Que sabe votar, lo que le pusieron delante. Que aprendió a mirar el dedo, no la luna. Que cuando le dicen que el pollo es lo mejor y lo más sano que hay, coincide. Y cuando le dicen que UPM traerá  actividades nuevas al campo uruguayo, coincide. Y cuando le dicen que “las vacunas” nos han salvado la vida, coincide.

Saber un poquito apenas y creerse sabio puede resultar más idiota que no saber nada y ser consciente de semejante carencia.

Es que, como nos enseña una ley de Murphy, “los problemas  complejos tienen soluciones erróneas que son sencillas y fáciles de comprender”.

Publicado en Cultura dominante, Uruguay

Neptuno: ¿dios de agua dulce o de agua salada?

Publicada el 20/11/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Nuestro territorio, como todo territorio periférico, en la arrebatiña de bienes materiales, que ya lleva siglos, percibidos cada vez más como escasos, está sufriendo tarascones,  cada cual más impresionante y lesivo que el anterior, que se consuman siempre con las mejores argumentaciones del “desarrollo”, de la tecnificación, de la erección de infraestructuras que no resultan sino las herramientas más idóneas para que las redes transnacionales,  que cada vez más manejan los bienes del planeta, sigan apropiándose de tales bienes y consiguientemente de nosotros, los humanos cualquiera que habitemos estas tierras.

Algunos “tarascones” han forjado nuestro destino como sociedad colonial; algunos han naufragado, como el proyecto del “Uruguay minero” de la década del ’80; otros, diseñados a largo plazo, como fue la integración de nuestro país a los suministros papeleros del planeta (junto a otras sociedades periféricas, fundamentalmente Brasil, Indonesia, Filipinas) han logrado asentarse y propagarse, adueñándose de territorios que una colonización previa había ido asentando como ganaderos.

Katoen-Natie, un consorcio de transporte marítimo con sede en Bélgica, apreció las condiciones del puerto de Montevideo y su bahía y entendió seguramente que podía tener un papel clave en el Cono sur americano y se apropió de su administración durante 60 años, es decir durante una docena de presidencias que quedan así embretadas para encarar cualquier política nacional, uruguaya;  portuaria, impositiva, ambiental que necesite contar con disponer de los recintos portuarios.

El contrato con Katoen-Natie es un recorte, otro, a nuestra soberanía. Territorial y consiguientemente cultural.

El contrato que firmó el presidente uruguayo con el laboratorio Pfizer concediéndole carácter secreto a su producción de medicamentos es otra abdicación de soberanía que deja librada a nuestra población al saber discrecional de un laboratorio y su comportamiento empresarial, tratándose de un laboratorio que pertenece al conocido grupo financiero Black Rock, que ha recibido demandas por cientos de millones de dólares por sus “medicamentos” Neurontin y Celebrex por los ingentes daños que ha producido en miles de pacientes-víctimas.

Hace muy pocos años se apreció el papel de las aguas superficiales de nuestro país. Que encerraban un valor creciente. Y se diseñó una ley, de riego, que puso en la esfera financiera, mercantilizó, las aguas superficiales del territorio.

Hubo resistencia, pero no la suficiente (se procuró un referendo para decidir el asunto, pero no constituimos la “masa crítica” suficiente).

Con la desertificación inevitable a causa del desmantelamiento creciente del Mato Groso, la Amazonia que es, o era, “a mais grande selva tropical do mundo”  (la segunda, la de Borneo, en Indonesia, de cerca de un millón de km2 fue arrasada hace pocas décadas); América del Sur, el subcontinente mejor regado del planeta, empezará su penuria acuática. Y las aguas superficiales, como las financierizadas por la ley de riego en nuestro territorio, aumentarán su valor en proporción directa a su escasez.

OSE administra el agua potable, la de consumo humano de nuestro país. La cuenca mayor es  la del Santa Lucía, distribuyendo el agua a cerca de dos tercios de la población del país. En previsión de mayor consumo de agua, pero también para atender crisis potenciales, desde hace tiempo, se ha ido buscando como ampliar el suministro o proteger el existente. Durante el gobierno frenteamplista se encaró un suministro complementario para OSE mediante la instalación de otra toma de agua en el arroyo Casupá, en la misma cuenca del Santa Lucía.

Aunque ese proyecto aumenta considerablemente la provisión de agua para  el sistema administrado por OSE, no diversifica su procedencia, lo cual debilita estructuralmente el sistema de agua potable. Y tampoco amplía el proceso de potabilización propiamente dicho.

Atendiendo esa debilidad estructural una UTE−unión transitoria de empresas− SACEEM, Berkes, CIMSA y FAST, presentaron hace ya meses, un diseño de obra para  erigir una nueva fuente potabilizadora.

Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Escuchando a un directivo de OSE, que estos cuatro consorcios financiarán todo el emprendimiento y no van a cobrar un peso hasta tanto no tengan todo montado, edificado y resuelto, y que luego se tratará de un pago que no va a llegar ni a los 20 años (17 para ser más preciso),[1] el habitante común y corriente de estas comarcas tiene todo el derecho a preguntarse cómo se paga eso, cuánto se paga por eso y cuáles serán las condiciones a las que nuestro país va a quedar sujeto.

Por un lado, el gobierno nos asegura, con llamativa invocación a una fuente “infinita» de agua (un sonsonete que se repite en cada mensaje), que el proyecto Neptuno es una panacea ante la perspectiva de los límites que se ciernen sobre los actuales servicios de OSE para casi dos tercios de la población del país. Neptuno  resolvería dos limitantes; el de suministro de lo que se denomina “el agua bruta” y, tratamiento mediante, el de la disponibilidad de agua potable.

El del suministro del agua bruta, que el gobierno anterior había encarado con la represa en Casupá, pero que al día de hoy está suspendido, podría encararse con el polder a construir en Arazatí. Si se tratara de una mera sustitución de un proyecto por otro para una única función (suministro del agua bruta) sería insensato o un dispendio, pero el proyecto Neptuno encara el otro aspecto, también fundamental, y es la potabilización del agua para su incorporación a la red ya instalada de OSE.

Ambos aspectos del proyecto se basan en la extracción del agua de la llamada “fuente infinita”; el Río de la Plata. Surgen varias interrogantes; por empezar: nuestro río es un estuario de los ríos Uruguay y Paraná, y aunque bautizado por los primeros europeos que lo surcaron como “Mar Dulce” es una masa acuática mezcla de agua salada, oceánica, y dulce de dichos ríos. Cualquier montevideano lo reconoce, frecuentando la costa: a veces se pesca en agua salada, verdosa, peces como el bagre de mar, azul, y a veces se pesca en agua dulce, amarronada, el bagre de río, amarillo.

Gente del sindicato de OSE ha recordado la persistencia de agua salada o salobre sobre la zona de Arazatí, donde se piensa la instalación del proyecto Neptuno, durante 88 días.

La indudable existencia de agua salada en el Río de la Plata me hace pensar en que un proceso de desalinización es inescindible de todo proyecto de empleo del agua platense (y esto al margen de toda la depuración imprescindible tratándose de ríos, el Uruguay y el Paraná, que bajan por entre cultivos agroindustriales con todas sus cargas químicas que nutren, por ejemplo, a cianobacterias).

El proceso de desalinización para hacer potable el agua del mar es costosísimo, solo pensable en zonas con escasa agua dulce y muy  accesible salada. Como en Arabia Saudita, Israel, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Australia…

Y llama la atención la ausencia de tal consideración alrededor del proyecto que se procura asentar en Arazatí.  Que ni siquiera se roce esa posibilidad (por no decir esa futura necesidad), una eventualidad que trastornará todos los costos.

Llama particularmente la atención que para la elaboración del proyecto Neptuno, los oferentes hayan recurrido a la consultoría de Mekorot, la empresa israelí que administra el agua de Israel y Palestina (discriminando claramente las poblaciones; los caños de suministro a hogares israelíes son mayores que a hogares palestinos; las tarifas a hogares palestinos son mucho más altas que a hogares judíos),[2] y que siendo Mekorot una empresa más que ducha en la cuestión de la desalinización de agua, no aparezca ni una línea al respecto. ¿Habrá un cangrejo escondido bajo la piedra del dios de las aguas? Para acentuar dudas, Mekorot parece desechar el polder inicial de dicho proyecto como reserva de agua y postularía  gestionar ‘reservorios de agua potable en Montevideo’.[3]

Respecto de las consideraciones con que el presidente se ha dedicado a apoyar calurosamente el proyecto Neptuno, debo decir que no entiendo porqué sostiene que “este proyecto cumple estrictamente con el requisito de que el suministro de agua potable a la población corresponda a la esfera pública.” Aclara que “el proyecto está amparado en el artículo 47, numeral 3 de la Constitución de la República.

Transcribo aquí el num. 3 de dicho artículo: “El servicio público de saneamiento y el servicio público de abastecimiento de agua para el consumo humano serán prestados  exclusiva y directamente por personas jurídicas estatales.” Traduzco: OSE.

EL proyecto “Arazatí” entrega el procesamiento del agua, su potabilización, al consorcio a cargo del proyecto Neptuno. Y éste entregaría el agua ”pronta”, a OSE. Por lo tanto, OSE ya no sería el productor del agua potable del sur uruguayo, pese a la palabra presidencial; en todo  caso, su distribuidor en la población (en la red que tiene OSE desde “siempre”). Porque, como explicara el ministro del ramo, Adrián Peña, es el privado “el que diseña, construye y mantiene la infraestructura que queda al servicio de OSE”.

Nuestro país está cada vez más enredado en grandes operaciones financieras de las que se sale únicamente entregando bienes a los virtuales dueños del planeta. Es decir, a los titulares de los emporios que dictaminan las normas que rigen nuestro ordenamiento; las sanitarias, las dietéticas, cibernéticas, financieras, ambientales.

En 1919, en la entonces flamante revolución socialista, delegados campesinos al Segundo Congreso Panruso pudieron enrostrarle a los dirigentes bolcheviques: ‘Nos dicen que somos los dueños de las minas, pero ustedes disponen del carbón, nos dicen que somos los dueños del agua, pero ustedes disponen de la pesca, nos dicen que somos los dueños de la tierra, pero ustedes son los que administran sus frutos’.

Cuando se nos quiere hacer creer que OSE producirá el agua de Neptuno inevitablemente  nos acordamos de tan ominoso antecedente.

notas:

[1]   Declaraciones del gerente general de OSE, 17 nov. 2022.

[2]  Véase por ejemplo Cíntia Barenho, “Água pública sem o sangue dos povos”, 3 dic. 2012.

[3]  La diaria, Informe interno de OSE, 6 jul .2022.

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización, Nuestro planeta, Poder mundializado, Uruguay

URUGUAY: UNA POLÍTICA AMBIENTAL AL SERVICIO DEL PROGRESO… EMPRESARIAL

Publicada el 01/11/2022 por ulises

por Luis E. SABINI FERNÁNDEZ

Nos hemos enterado que más rápido que corriendo el MGA autorizó la mayor parte de los agrotóxicos que emplea habitualmente UPM en su vivero en Paysandú, cerca de Guichón.

Como expresaran vecinos de la asociación vecinal de la zona, ellos tardaron diez años en sensibilizar a alguna autoridad pública con el reclamo ante la contaminación de sus suelos producidos por agrotóxicos, que se sospechaba provenían de viveros forestales.

Pero cuando las instancias públicas empiezan a actuar contra los venenos usados por la agroindustria, la Dirección de Servicios Forestales del Ministerio de Agricultura logra “en tiempo récord” la habilitación de dichos tóxicos a pedido del lobby forestal (institucionalmente, la SPF), y consecuentemente amplía el uso de tales agrotóxicos.

Observemos el mecanismo marxista aplicado al episodio. Como se sabe, Groucho Marx hizo célebre aquel aforismo: “Tengo mis principios, pero si no son de su agrado, tengo otros.”

La Sociedad de Productores Forestales (SPF) goza de excelente buena conciencia. Declaran, por ejemplo: “Conservamos el suelo, el agua y la biodiversidad en áreas forestales.” Maravilla biológica puesto que se conserva todo “eso” en un monocultivo. Caso único, suponemos, en el mundo.

Declaran además que: “llevamos una gestión forestal sustentable”. No sabemos bien a qué se refiere; a si cuando se termine con el cultivo forestal y se hayan cosechado los troncos, se liberará al suelo de los tocones y sus raíces para devolverle posibilidades de recuperación biótica, de pasturas, o si cuidan los equilibrios hídricos de las plantaciones.

De todos modos, nadie se vaya a creer que los grandes consorcios transnacionales gozan de impunidad en el país. Por ejemplo, UPM, la del vivero en Guichón fue multada por el Ministerio de Ambiente en un millón de pesos.[1]

Este episodio, que nos tememos haya hecho temblar las finanzas de UPM en el mundo entero, clarifica el comportamiento ambiental de nuestro país.

Mediante el pago de multas, cualquier empresa transnacional no necesita modificar sus procesos de transformación de la materia, sean estos contaminantes o no. Sencillamente, se paga la multa para seguir contaminando libremente (el único límite a semejante estrategia podría provenir de que el monto de la multa fuera mayor que el costo de modificación del proceso industrial o agroindustrial en entredicho).

Pero por ese lado, las empresas pueden estar tranquilas: las multas son mucho menores, muchísimos menores, que dichos costos.

Y así todos contentos. Salvo, apenas, la gente y el suelo del planeta.

 

[1]   El Observador, Mtdeo., 31 octubre 2022.

Publicado en Agronecrófilos, Nuestro planeta, Uruguay

URUGUAY: ¡TODO IMPECABLE!… ¿O QUERÉS QUE TE CUENTE?

Publicada el 05/10/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

 

El Uruguay está viviendo un proceso complejo, multifacético y pluricausal que por ahora la permite a voceros de los poderes consolidados globalmente perorar sobre los avances del “paisito”, sobre las posibilidades que se abren al futuro.

Y sobre todo, sobre el grado de consolidación democrática que caracteriza a nuestro páis.

Es tan fuerte este sentimiento de una cultura,  una sociedad, una civilización, asentada en valores democráticos que, al parecer, no la mellan diversos avatares, algunos que parecen ceñirse peligrosamente sobre las tan bien ponderadas instituciones y sus representantes perfectamente “elegidos” por el electorado nacional.

Las dificultades entonces se enfrentan desde un modelo que reconoce fallos en los andamiajes institucionales, pero de ninguna manera en las instituciones y ni siquiera en quienes las encarnan.

Como que la confianza en la salud social del país “es más fuerte”.

No inventamos nada, en Uruguay, como no se inventa nada, absolutamente nuevo ni siquiera en los países más “adelantados” del planeta. [1]

 

RECUADRO

el “padrecito” de todas las Rusias

El zarismo fue una monarquía absoluta (dudo si el tiempo verbal que empleo es el más adecuado) que estuvo asentada durante largos períodos de “todas las Rusias”.

A principios del s XX entró en crisis a causa de un  conflicto de influencias con Japón, ambas potencias con aspiraciones hegemónicas. Se zanja con el dominio japonés y la Rusia zarista sufre vicisitudes económicas con la derrota que se traduce en hambre para los rusos pobres.

Sobrevino entonces, el reclamo de masas empobrecidas al zar para que frenara a comerciantes y empresarios hambreadores.

La sociedad rusa iletrada, tradicional, no podía imaginar que el zar y el zarismo tuvieran algo que ver con quienes amargaban su vida cotidiana.

Porque “el padrecito” zar era querido. Y las manifestaciones de hambrientos al Palacio de Invierno –la residencia de los zares–  eran para denunciar agiotistas y acaparadores, y pedirle al zar que intercediera.

Esto seguirá muy mal en Rusia  –estamos a comienzos de 1905–, pero  me limito a observar el tema de la confianza de la población  de una sociedad dada en  la autoridad establecida.

En  el imaginario ruso de entonces, las vicisitudes, crecientes, que los pobladores sufrían, nada tenían que ver con el monarca.

Nosotros vemos en Uruguay, la insistencia en proclamar que ni la presidencia ni el presidente tienen algo que ver con patéticas fallas que cuelan  la vida cotidiana del estado uruguayo.

Algunos críticos pueden llegar a ver ensombrecido el comportamiento presidencial, pero aun así, suelen preservar la institución presidencial en sí.

Pero el rastro, apenas incompleto que conocemos hasta ahora –en rigor desencadenado por incontables pasaportes–, nos señala demasiadas luces amarillas y varias rojas.

¿Cómo puede alguna presidencia otorgar un permiso de administración del principal por no decir único puerto uruguayo, a una empresa transnacional de origen belga, por 60 (sesenta) años? Ni un zar ser atrevería a tanto.

Ya nos había pasado algo similar con otro padrecito; Tabaré Vázquez, quien por sí y ante sí, cedió partes ingentes de la soberanía uruguaya (tierra, agua y aire, nada menos) a una empresa transnacional, UPM, durante varias décadas.

¿Cómo se pudo “aprobar” un tren, clave para la extracción y el trasiego de UPM, sobre la base de “informes” –cantidad de expropiaciones necesarias para la traza, costos, plazos para su construcción, tipo de recorrido, subterráneo, de superficie– que se han revelado todos ellos escandalosamente insuficientes, por no decir francamente falsos, dibujados?

La empresa beneficiaria de tantos privilegios publicita que “construye futuro”. Lo dice dando a entender que es “el futuro” uruguayo. UPM canta errado: construye el futuro de su propia empresa. Y si semejante resultado sobreviene con la destrucción de nuestro futuro, a UPM, a ninguna empresa transnacional, le mueve un pelo. Véase la historia de las transnacionales en la periferia planetaria. Tendremos que ver entonces cómo evitar la destrucción de nuestro futuro.

 

Cuando este mismo año “saltó” el procedimiento de entrega de un pasaporte a un narcodelincuente, se abrió paso la idea de que no se trataba de un caso aislado, excepcional sino de un modus operandi que había tenido una falla; explicar, como pretendió explicar el Ministerio del Interior, que se había actuado cumpliendo la ley, resultó un escarnio a todo abordaje legal: ¿cómo se puede tramitar un pasaporte legal si quien lo solicita está preso en cárcel extranjera porque se le descubrió portando un pasaporte falso?

¿Cómo tanto interés en darle el (salvador) pasaporte verdadero (para que el aprisionado desaparezca) en lugar de averiguar por qué andaba con uno falso?

Falta lógica; llama la atención la falta de curiosidad; sobra complicidad. Junto con el contactadísimo Marset, la sombra del narcotráfico cubre una parte de la administración del estado uruguayo; es decir de sus planteles políticos.

El problema ya no era Marset; sino “los suyos”.

El amianto legal que invocó el ministro del Interior Luis A. Heber y que ha cubierto también al canciller (Francisco Bustillo) les ha permitido salir adelante sin siquiera interpelaciones.

Pero “los acontecimientos se precipitan”. El hombre de la mayor confianza del presidente Luis Lacalle Pou resultó un fulano de avería, un delincuente en actividad en (por lo menos) sus últimas décadas.

Y exitoso. Porque optó por un rubro –la falsificación y la  estafa- que si tiene como destinatarias a personas con poder adquisitivo, resulta de enorme provecho monetario.

Ya no es el aislado caso de Marset (que ya supimos no era único, por su desenlace). Ahora se habla de una producción “industrial” de pasaportes fraguados. Y de años de “trámites”. Y con asiento en oficinas en la mismísima Torre Ejecutiva (asiento de la presidencia del Uruguay).

Para obtener, no pasaportes truchos o falsificados, laboriosamente elaborados con hojas, tapas, tintas sustraídas, con el servicio mínimo de imprenta y sellado (lo que en los ’70 se agenciaron las organizaciones guerrilleras), sino pasaportes de origen oficial, en oficinas del verdadero estado uruguayo (en el 4º. piso de Presidencia, por ejemplo), pasaportes oficiales, legales, verdaderos, “auténticos”; solo que cargados de falsedades (por ejemplo, la identidad genealógica del titular).

Y  producidos con ritmo “industrial”. Con destino a una plaza por lo visto sedienta de tales. La red se habría montado con candidatos rusos; ¿pícaros  exburócratas (del viejo Partido Comunista de la Unión Soviética) o cuadros técnicos rusos?, devenidos propietarios millonarios con la transferencia de la propiedad estatal soviética a la privada rusa ahora vigente?

Esos bienes, cuantiosos, dentro de uno de los estados más grandes del planeta, fueron “apropiados” mediante actos espurios de falsificación, invención de propiedad privada, un poco como pasa en nuestro país con algunas inmobiliarias que logran vender (como si fueran propietarias) trozos del suelo oriental (por ejemplo, en zona costera o montañosa, sin que nunca se sepa a quien se lo compraron previamente).

Como hipótesis al menos, habría que averiguar si la demanda de pasaportes proviene de tales personajes. Diversos  medios informativos han  señalado a 60 rusos involucrados, a 80 otra fuente, e incluso una red (de Facebook) hace referencia a un universo de interesados con 8000  rusos en danza.

Como el servicio, a veces al menos, era ”completo”, los rusos no sólo se agenciaban pasaporte sino que, dentro del territorio uruguayo, gestionaban en distintas localidades, incluido Montevideo, cédulas de identidad (porque el ardid para gestionar el pasaporte era hacerse aparecer como hijo/a de uruguayos).

Justamente, la presencia de muchos extranjeros (extraños) solicitando la cédula de identidad  en diversas localidades del país despertó sospechas.

El único dato que he leído sobre lo que costaba uno de estos pasaportes  señaló diez mil dólares. No hay duda que si “el servicio” llegaba o llega a cubrir megamillonarios, seguramente costaría mucho más.

¿Qué necesita esta “gestión de pasaportes”? Complicidades. Una cuidada cadena de complicidades. Eslabones de la cadena.

Vimos que, por ejemplo UPM, contaminará ingentes cantidades de agua; se está “comiendo” muchísimas tierras de cultivo. Destruyendo el Uruguay.

La putrefacción administrativa  que permite episodios como el de Marset o el de Astesiano, también destruyen el país. Por empezar, la confianza.

Dejemos de creernos, como sociedad, tan límpida y recta. Empecemos a darnos cuenta que el viejo adagio “dime de qué te jactas y te diré de qué careces” encierra una sabiduría psicológica que nos cae al paisito como el guante a la mano.⌂

[1]   El acuerdo tomado en 1948, entre los gobiernos de EE.UU., R.U., Canadá, Australia y Nueva Zelandia, bautizado como “Los 5 ojos”, pese a toda la novedad tecnológica que encarnaba entonces, y que aumentó de manera decisiva con pasos de 7 leguas a partir de la digitalización de los comunicaciones desde fines del s XX, se caracteriza, de todos modos, por normas de fiscalización y control que son tan viejas como cualquier estado.

Publicado en Sociedad e ideología, Uruguay

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