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Categoría: Medios de incomunicación de masas

COVID 19: La medicalización de la sociedad

Posted on 04/12/2020 - 29/12/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Tenemos una declarada pandemia que colorea todo el planeta con un problema nuevo.

Las pandemias históricas justamente no son un problema nuevo. Lo que ha sido nuevo ha sido el establecimiento de cuarentena sobre población no enferma, ni siquiera sospechable o candidata a. En casi todo el planeta. Ese rasgo configura, realmente, un problema nuevo, una pandemia sui generis.

Lo decretado por la OMS como pandemia y su peculiar tratamiento ha revelado rasgos sociales básicos.

En primer lugar, el cambio de naturaleza de la OMS: una organización pública engendrada por organismos públicos −estados− financiada y orientada desde organismos privados, como laboratorios y fundaciones…, es decir, de hecho privatizada. En la órbita de las empresas transnacionales (farmacéuticas) y apenas formalmente en la de los estados nacionales.

Otro aspecto, ya no organizativo y político sino social y psíquico, es que volvemos a ver al miedo como gran consejero de nuestros comportamientos.  Y la OMS se ha dedicado a insuflarlo cotidianamente. Dando cifras de muertos, contagiados y cuarentenados. Ha sido sobre la base de sus propios informes y autoridades científicas  conexas que se ha logrado implantar en la mayor parte del mundo una cuarentena sobre la población sana.

En base a una enfermedad virósica de aparentemente muy alta contagiosidad aunque baja mortalidad. Los agoreros anunciaron la muerte de decenas de millones de humanos en los primeros meses; al día de hoy, estamos muy lejos de eso y  la mortalidad sigue rondando el 2% (algo más que la gripe común, que se estima en el 0,5% y algo menos que la mortalidad de las neumonías, que anda más próxima al 8%).

Se ha evitado toda información que integre los datos del Covid 19 con el de otras enfermedades, que sin embargo, también siguen provocando morbilidad y mortalidad humanas y expandiendo lo que hoy, con el avance de la desocupación, se denomina el precariado mundial…

Cada vez hay más estudiosos, sanitaristas, que consideran que es mayor el perjuicio provocado por las medidas de respuesta a la pandemia –aislamiento, suspensión de actividades y relaciones económicas y de sustento, suspensión o bloqueo de otros tratamientos médicos, de actividades pedagógicas y socioafectivas, tensión y sobrecarga psíquica como consecuencia de los aislamientos− que el perjuicio directo de la llamada pandemia.

También el desconocimiento inicial de su enorme contagiosidad hizo dar palos de ciego. Y hay quienes insisten que ése es su peligro; una enfermedad  tipo “pez diablo”, que dispara falencias del cuerpo contagiado, a veces  con desenlace mortal. Pero allí, el quid está en la falencia del cuerpo contagiado. Por eso es tan falaz invocar que este virus es “democrático”, alcanza a todos…

Hoenir Sarthou en sus notas semanales en Uruguay sostiene que tenemos que ver esta declarada pandemia, bajo un cuádruple eje: financiero, sanitario, mediático y represivo.

Y Heiko Schöning, médico alemán fundador de Médicos por la Verdad, afirma a su vez que ésta es una pandemia de índole política, no médica.

Desde antes del Covid 19 se percibían rasgos crecientes de medicalización de nuestra sociedad y al respecto nos ha señalado el filósofo Iván Illich: » «La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad».[1]

Y a la vista de esta declarada pandemia Giorgio Agamben nos advirtió que: «se está convirtiendo en el campo de batalla de una guerra civil mundial.” Aunque el concepto de “guerra” nos lleve a pensar en el uso generalizado de armas, las secuelas que se están gestando y consolidando nos hablan de transformaciones propias de una guerra civil, aunque sin empleo de armas tradicionales; tan significativos resultan los trastornos que estamos observando.

Esta mezcla entre política y salud (o enfermedad) da pie a muy problemáticos planteos. Por más que se haya encarado una muy saludable reacción a encontrar conspiraciones en todas partes, los sesgos que entendemos que se ven claramente en las políticas institucionales establecidas ante la pandemia, dan pie a, por ejemplo, un documentado trabajo de Ron Unz, periodista y editor estadounidense, que ha analizado con detalle la siguiente secuencia:[2] laboratorios estadounidenses investigando sobre biología sintética (formadora de las llamadas quimeras mediante ingeniería genética) para aplicarlas a la guerra biológica; han logrado diseminar partículas infectadas en Wuhan, mediante una delegación militar que fue allí por certámenes deportivos en 2019, oportunidad en que alguien o algunos de la delegación hicieron el “sembrado” en el momento pico de flujo de personas; poco antes del Año Nuevo Lunar chino, con población desplazándose de un lugar a otro del país. El régimen chino logró domeñar la expansión de la patogenia, que parece francamente reducida en toda China, mientras las cepas diseminadas se filtran hacia Occidente, donde sociedades como la de EE.UU. o Italia, por ejemplo, son tomadas por sorpresa y sus autoridades sanitarias encaran con ignorancia el problema produciendo algo cercano a un colapso económico, sanitario y hasta político.

¿Podemos decir que la visión de Unz está totalmente alejada de la realidad, que es meramente conspiranoica? Las investigaciones sobre quimeras son atrozmente ciertas.

Mientras no se hagan “bien las cuentas” de los muertos y no se reconozca que contagiados sanados son un plus, no un minus, no estaremos acercándonos con claridad  a la realidad.

Sostiene el biólogo español Máximo Sandin, que la historia médica oficial está sesgada ideológicamente para ver “la lucha contra la naturaleza”, no nuestra asociación y dependencia de ella, por disponer de “una concepción competitiva de una Naturaleza poblada de enemigos que domina la biología desde hace 200 años.”  Como dice Sandin, “los virus están en nosotros, protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma.” [3]

Al parecer la competencia darwiniana ha dominado el imaginario biológico y sanitario más que el asociacionismo kropotkiniano.[4]

Quiero rematar estas líneas con una afirmación, que desecha, una vez más, lo conspiranoico como hilo conductor: los palos de ciego dados durante estos 8 o 10 meses alrededor del ¿qué hacer? con el Covid 19 nos muestran claramente que la ignorancia guía (o desnortea) nuestros pasos. Basta ver la cantidad de avances y retrocesos, de vueltas y revueltas que las autoridades investidas para enfrentar la llamada pandemia han tenido: barbijos, sí; barbijos, no; barbijos a la intemperie, barbijos en habitaciones cerradas; vacunas o inmunidad natural, distancias de uno, de metro y medio, de dos metros; que los niños no contraen Covid 19, que son los más expuestos…

La definición de la OMS de pandemia es peculiar, lo mismo que las definiciones de enfermos o muertos por el Covid 19.

Los simulacros antipandémicos previos son por lo menos llamativos.

La recurrencia −de la que tan nítidamente se burla Máximo Sandin (ibíd.)− a los murciélagos, que han devenido el deus ex machina de todos los brotes epidémicos de los últimos años, nos haría reír si no fuera asunto tan grave.

La política informacional nunca muestra los muertos por todas las causas y siempre los del Covid 19; al margen de su definición sesgada, si se mostrara la mortalidad multicausal de cada sociedad, se debilitaría el concepto de pandemia Covid 19 o al menos el miedo consiguiente.

Porque una pandemia, para que merezca el nombre de tal, tiene que ocasionar muchas más muertes que la mortalidad “normal”. Y esa cuenta, cuesta hacerla…

Sobre vacunas, que suelen procesarse en por lo menos 8 años, y se están procesando para “poner en el mercado” en 8 meses,  prefiero no abrir juicio; anoto esto nomás.

notas:

[1]  Némesis médica. La expropiación de la salud, Barral, 1975.

[2]  https://www.unz.com/runz/american-pravda-our-coronavirus-catastrophe-as-biowarfare-blowback

[3]  https://ecotropia.noblogs.org/files/2020/05/Coronavirus-sobre-asesinos-y-estrategias.pdf

[4]  A fines del s. XIX y comienzos del XX, Piotr Kropotkin recopiló datos de integración biológica entre  especies, confrontando con el darwinismo, entonces, como ahora, dominante. El apoyo mutuo, 1902.

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COVID 19: Más que una política, una ideología

Posted on 27/08/2020 - 09/09/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández

En nota anterior, nos preguntábamos si el covid 19 era natural o político. En rigor, podía contener ambos rasgos; ser natural en su origen y político el instrumental con el que la humanidad lo ha enfrentado.

La pregunta provenía, precisamente, no tanto de la respuesta tecnosanitaria sobre el origen del virus y sobre sus manifestaciones patógenas, sino sobre el encare dado a su recepción y tratamiento en las sociedades humanas.

Dada la interacción creciente y tan alta hoy: lo que llamamos globalización o más precisamente, con la carga política correspondiente, globocolonización, “todo el mundo” prácticamente está “tocado” por la situación.

Y bien: el examen de esa recepción, información, evaluación, nos depara una conclusión cada vez más categórica: el covid 19, pese a su origen biológico, junto con dicho origen, sin desmentirlo y sin siquiera tener un acabado conocimiento de dicho origen, el covid 19 se manifiesta políticamente; más que políticamente, ideológicamente.

Solo ello podría explicar la presentación históricamente habida; las medidas tomadas por “autoridades” y gobiernos.

“Al árbol, por sus frutos lo conoceréis.”

¿Qué frutos nos depara esta pandemia mundializada?

· la atención concentrada en contagiados y muertos del covid 19 con total prescindencia de otros contagios y muertes. De modo tal que parecería que no hay otras enfermedades, otras muertes que las del covid 19.

· las instrucciones de un organismo filantrópico; la OMS (otrora financiada por estados nacionales, constituyentes de la ONU, ahora por multimillonarios que aportan mucho mayores cuotas al sostenimiento de la OMS que aquellos estados constituyentes), que se presenta, por su apariencia como órgano médico y ha dispuesto que en las actas de defunción se registre como causa principal de muerte al covid 19 aun cuando el occiso tenga otras afecciones incluso graves (un paciente con cáncer avanzado al contraer covid 19, un enfermo con septicemia por infección intrahospitalaria ocasionada por internación con covid 19, en franca recuperación de lo primero pero atacado mortalmente por bacterias, son registrados como muertes por covid 19, y así sucesivamente).

· El caso de la capital argentina. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), ha registrado de acuerdo con el número de habitantes el mayor embate de la llamada pandemia en Argentina. Allí, la cantidad de muertos ha sido estadísticamente similar en los mismos meses de los últimos años, incluido el “pandémico” (véase recuadro):

             2017     2018      2019       2020

mar      3477     3262      3197         3155

abr.      3411     3108       2114         3254

may     4057     3422      3340       3365

jun.      4789     3881     3770         3742

subt.   15734   13673     12421      13516

  • El caso uruguayo. En los 4 meses de declarada oficialmente la pandemia, han habido unos 3000 muertes en general (causa primera; afecciones coronarias (coronarias, del corazón, no del covid 19). En ese ínterin, han muerto, oficialmente, por covid 19 treinta y cuatro (hasta 23 jul 2020).

Pero se sabe del deterioro en la atención médica y sanitaria por la torsión habida en los servicios médicos para adaptarse a la presunta presencia de “la pandemia”: no concurrir a hospitales y sanatorios, atención telefónica (hasta llegar a la teleconsulta).

¿Cuántos de los 3 mil muertos en estos 4 meses a causa de infartos, embolias, cánceres, infecciones, incluso accidentes de tránsito, se habrían salvado o prolongado su existencia de existir la atención normal? No lo sabemos, pero si estimamos un 1%, entonces se habrían salvado tantos como los que murieron oficialmente por covid 19.

Penosa suma aritmética. Y si llegamos a estimar que el deterioro de atención sanitaria, mutual, hospitalaria, no pudo impedir la muerte de un 5%, unos 150, los muertos ocasionados por la pandemia son cinco veces más que los muertos oficiales del covid 19.

Si transitamos por la cifras de fallecidos asignados a la pandemia en Brasil o en EE.UU. nos encontramos que en años previos, sin pandemia, registran aproximadamente la misma cantidad de muertos; en similar período. Este paralelismo no se cumplió, empero, con los países europeos en el momento del mayor embate del covid 19; en España, Italia, el Reino Unido, la cantidad de muertos de los peores meses de 2020 fue superior a la media que tenían para esos mismos períodos.

Pero allí puede intervenir, nos parece, la cuestión etaria: en poblaciones más envejecidas aumentan las probabilidades de letalidad con el covid 19 (que es por otra parte lo que pasó en Suecia, sin cuarentena). [1]

Porque el covid 19, altamente contagioso, tiene la característica de golpear decisivamente a quienes tienen otras muchas diversas afecciones, lo que le ha permitido decir a algunos médicos que los muertos por covid 19 son  quienes están tan averiados, sanitariamente hablando, que van a morir más o menos indefectiblemente en el próximo infarto, la próxima pulmonía, el próximo enfriamiento…

Si los números no expresan una mortalidad diferenciada (salvo en los casos como los de los países europeos del pasado invierno), mi hipótesis es que todo el concierto mediático no se puede haber informado tan mal, tan sesgadamente por pura impericia. Tiene que haber habido una política informacional; una estrategia mediática. Que casi convierte a los muertos por país en una competencia; ‘ahora Brasil ha pasado al segundo puesto, apenas superado por EE.UU.; México ha logrado un tercer puesto neto superando a España, Italia, Reino Unido  de sus viejas posiciones’… y sigue la retahíla “deportiva”.

Mientras nos entretienen con los números de muertos y contagiados quitados de todo contexto, las “esperanzas” están –nos lo dicen un día sí y otro también−  en una vacuna. Una de las decenas o centenares que se están ensayando “a toda velocidad” para supuestamente protegernos de un virus de bajísima letalidad. Y que, por cómo se ha ido presentando, parece tener alta mutabilidad (que inutiliza a corto plazo la presunta protección de la vacuna).

La opción vacuna desecha el camino emprendido por Suecia o Bielorrusia, que se han negado a seguir estas instrucciones “mundiales”. Las políticas de estos países han sido menos criticadas que ignoradas.

Pero volvamos al virus. Un personaje que está apareciendo más activa y frecuentemente en los últimos tiempos. Y tratar de entender por qué.

Vale escuchar lo que el equipo ETC (Erosión, Tecnología y Concentración) ha ido confeccionando sobre el particular. Una de sus investigadoras, Silvia Ribeiro, señala que la cría de animales para consumo humano por sus carnes −cerdos, pollos, vacas−  se ha intensificado “optimizando” el momento de la faena; en lugar de seis meses, tres, en lugar de tres meses, dos.[2]

Esto resulta en animales de vida acortada (respecto de su longevidad “natural”). El mundo bacteriano tiene que adaptarse a esos ciclos vitales reducidos para su propio desarrollo y por eso las mutaciones de los virus “huéspedes” de esos animales tienden a acelerarse.

Y por eso mismo van a aparecer con más intensidad, con más frecuencia, distintas plagas causadas por tales virus, digamos, “de ciclo corto”.

En una entrevista Ribeiro recuerda a otro investigador, Rob Wallace: “un biólogo que ha estudiado un siglo de pandemias durante 25 años, y que es también filo geógrafo, por lo que ha seguido el trayecto de las pandemias y los virus; dice que todos los virus infecciosos de las últimas décadas están muy relacionados a la cría industrial de animales. Nosotros -del grupo ETC y de GRAIN-, ya habíamos visto con el surgimiento de la gripe aviar en Asia, y de la gripe porcina (que luego le pusieron AH1N1 para que sea un nombre más aséptico), también del SARS, que está relacionado a la gripe aviar, que son virus que surgen en una situación en dónde hay una especie de fábrica de replicación y mutación de virus que es la cría industrial de animales. Es porque hay muchos animales que están juntos, hacinados […]” [3]

El Grupo  ETC atribuye al sistema alimentario agroindustrial, el rol de “productor” de epidemias en décadas recientes.

Porque “la cría industrial de animales en confinamiento (avícola, porcina, bovina) es una verdadera fábrica de epidemias animales y humanas. Grandes concentraciones de animales, hacinados, genéticamente uniformes, con sistemas inmunitarios debilitados, […] un perfecto caldo de cultivo para producir mutaciones de virus más letales y bacterias multirresistentes a los antibióticos, que con los tratados de libre comercio se distribuyen por todo el globo […] desde el feedlot hasta la cría de cerdos, de pollos, y de pavos, muy hacinados, crean una situación patológica de reproducción de virus y bacterias resistentes […] Los animales que salen de sus hábitats naturales, sean murciélagos u otro tipo de animales, incluso pueden ser muchos tipos de mosquitos que se crean y se hacen resistentes por el uso de agrotóxicos.” (ibídem)

Y Ribeiro y ETC no sólo apuntan a este cariz ecológico; saben ver el aspecto económico, la falta de justicia inherente al sistema en que vivimos: “¿a quién afecta más en este momento la pandemia? A la gente más vulnerable: a quienes no tienen casa, a quienes no tienen agua.” (ibídem) Diríamos, los mismos de siempre.

Marc Vandepitte, filósofo y economista, dedicado a la investigación de las relaciones llamadas Norte-Sur,  coincide grosso modo con la interpretación del grupo ETC-Grain. Plantea: “Desde principios del siglo pasado sabemos que casi todas las epidemias modernas son el resultado de la intervención del hombre en su entorno ecológico inmediato. Los mamíferos y las aves son portadores de cientos de miles de virus que son transmisibles a los seres humanos. Debido a la explotación de zonas naturales anteriormente inaccesibles cada vez hay más posibilidades de que estos virus se transmitan a los seres humanos.” [4]

Hemos revisado el sesgo mediático de esta “movida” planetaria denominada  pandemia.

También el papel del significado de la industrialización aplicada a organismos vivientes; cereales, frutas y verduras por un lado; cría de animales de carne para consumo humano por el otro.

Estamos en un mundo cada vez más medicalizado y tecnologizado, con ejes de acción que pasan por la contaminación generalizada para atender las necesidades que quienes guían el mundo consideran las imprescindibles.

Como explicaba Mahatma Gandhi, “En la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.”

La humanidad ha roto con la naturaleza. A través de las civilizaciones, las rupturas han sido de muy diverso grado, pero generalmente se trata de rupturas radicales.

Sin embargo, las civilizaciones tradicionales conservaban un ligamento psíquico y también físico con nuestra dimensión natural.

La cultura moderna, la del encumbramiento de nuestra dimensión tecnológica, nos ha ido llevando a una creciente autonomía de nuestros cuerpos y vidas respecto de la naturaleza.

El proyecto del historiador (y a la vez futurólogo) israelí Yuval Harari de alcanzar la amortalidad,[5] resume, como tal vez ningún otro ejemplo, la pretensión de ruptura radical con nuestra dimensión natural.

Sin embargo, algunos empezamos a visualizar la modernidad y sus proyectos más radicales, como intrínsecamente contradictorios con la vida, con nuestra vida como especie, que es indisoluble de la vida de los (demás) seres vivos de nuestro planeta.

Porque los seres vivos terráqueos están siendo sometidos a un exterminio generalizado que nos tememos sin precedentes.

Siempre se habla que en la larga historia del planeta −donde la vida humana no ocupa sino los últimos instantes de toda una jornada de acontecimientos− han existido cinco extinciones masivas de vida. Y que está en curso una sexta extinción masiva de vida. Deberíamos considerar que se trata más bien de exterminio masivo que extinción masiva, como fueran las anteriores. Porque en nuestro presente, la acción de la especie humana, eliminando otras especies, es más que considerable, por momentos arrolladora.

Y la pregunta crucial es si la especie humana puede prescindir de la naturaleza, como los más enardecidos tecnólatras se afanan por alcanzar.

Para quienes consideramos que el basamento natural de nuestra especie y de los reinos animal y vegetal es inevitable (y deseable), nos queda encontrar la vía cómo conciliar nuestro desarrollo histórico y nuestras condiciones bio-fisio-psicológicas: si destrozamos el hábitat terráqueo, no sobreviviremos.

Y los humanos ya han hecho mucho, muchísimo, para destrozarlo. Estamos al filo de la navaja. Tal vez ya hayamos pasado el punto de no retorno. Nos queda la resistencia. Y lo incierto por venir.

Me permito sopesar estas ominosas observaciones con otra, de otro  carácter, más sombrío, si cabe: la pandemia implantada globalmente ha permitido el ensayo y puesta en práctica de una serie de recursos tecnológicos que van, todos, en el sentido de un mayor control y registro de nuestros pasos, todos ellos.

No es nada nuevo; apenas otro paso. Un ejemplo, apenas: el otorgamiento de señas de identificación para que eventualmente, si aparece un contagio vinculable a una persona, esa  seña identificatoria pueda geolocalizar a todos los que hayan tenido cont-acto con ella en la fecha de contagio potencial. Los resultados sanitarios serán débiles, escasos, pero el seguimiento de nuestros pasos será estrecho, certero, omnisciente.

Me permito cerrar estas observaciones con la última frase de Giorgio Agamben, en una nota escrita cuando estallara la llamada pandemia, muy repudiada por bienpensantes:

“Nuestro vecino ha sido abolido. Es posible, dada la inconsistencia ética de nuestros gobernantes, que estas disposiciones se dicten por quienes las han tomado con el mismo temor que pretenden provocar, pero es difícil no pensar que la situación que crean es exactamente la que los que nos gobiernan han tratado de alcanzar repetidamente: que las universidades y las escuelas se cierren de una vez por todas y que las lecciones sólo se den en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto  −todo contagio−   entre los seres humanos.” [6]

notas:

[1]  Se considera una fuerte correlación entre letalidad y edad; para menores de 39 años, 0,2%; para la franja etaria 50-60, se ha estimado un 3%, para personas de 70 a 80 años, 8% y para mayores de 80, un 15%.

[2]  “Gestando la próxima pandemia”, RLSF, 26 04 2020.

[3]  Silvia Ribeiro entrevistada por Claudia Korol, “No le echen la culpa al murciélago”, 3/4/2020.

[4]   «El coronavirus y el fin de la era neoliberal» (30/7/2020). https://rebelion.org/el-coronavirus-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/

[5]  Homo Deus. Breve historia del mañana. Israel. En la edición en castellano, Pinguin Random House, Bs. As., 2016, p. 37.

[6]  “Contagio”, 11 / 3 /2020, https://ficciondelarazon.org/2020/03/11/giorgio-agamben-contagio/

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Corte Penal Internacional (CPI) y contraofensiva del Estado de Israel

Posted on 26/05/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Si nos dejamos llevar por el periodismo platense, regional y masivo, vamos a introducirnos en una materia estratoférica o galáctica. Sin embargo, trata de usted lector, de mí, de nuestra sociedad, de Occidente…

Desde 2015, cuando ingresó a la Corte Penal  Internacional un legajo que acusaba al Estado a Israel de crímenes de guerra contra la población palestina, pasaron casi 5 años, y los jueces de la corte, que cuenta con Fatou Bensouda, una eminencia judicial que ejerce como fiscal de la corte y ha sido considerada entre los cien seres humanos más importantes de nuestro presente, no terminaban su dictamen.

Algunos “signos” preocupaban a EE.UU. e Israel. Que, por ejemplo, se analizara la mera posibilidad de crímenes a sangre fría, como los acontecidos durante las  “Marchas por la tierra” que palestinos llevan a cabo desde el 30 de marzo de 2018, sin armas, sin siquiera piedras, y que los israelíes decidieron disolver con violencia y francotiradores que han arrojado la friolera de cientos de muertos, muchos niños entre ellos, y decenas de miles de heridos, sobre todo tullidos, por la política de balear tobillos.[1] Pero en la medida que los informes y análisis de la CPI durante todos estos años se dedicaban a contrapuntear, por ejemplo, los muertos provocados por ataques mediante bombardeos y artillería de tanques israelíes y los generados por las escuálidas incursiones de algunas organizaciones palestinas como Hamas o Yihad, o pasar revista a los mismos palestinos reprimidos por la ANP,[2] el “desarrollo de los acontecimientos” no alarmaba demasiado al eje Israel-EE.-UU.-R.U.

Pese a que la disparidad del poder de fuego, por ejemplo, o el mero cotejo de víctimas da una aplastante superioridad militar, sanitaria, de infraestructura para Israel en relación con el dañado, asediado, estrangulado, fragmentado, pueblo palestino y pese a que se trata de forcejeos de población ocupada contra ejército ocupante, la CPI ha encarado algunos de sus análisis como lucha entre dos adversarios, contendientes, tácitamente equiparables.

Han llegado incluso a sopesar la suficiencia del sistema jurídico israelí para  corregir los posibles excesos de sus militares, algo con lo que no se cuenta del lado palestino.

Eran prolegómenos preocupantes, señalados en un excelente análisis por Maureen Clare Murphy[3] que parecieron culminar cuando ya muy a fines de 2019, la CPI decidió no abrir una investigación sobre al asesinato de tripulantes turcos de una nave que viajaba con vituallas hacia la Franja de Gaza en 2010 y fue violentamente abordada.[4]

Pero finalmente, en enero del corriente año, Fatou Bensouda emitió un dictamen que en sus tramos decisivos reza: “Creo firmemente que hay fundamento razonable para proceder con una investigación en Palestina, de acuerdo con el artículo 53(1) del Estatuto. En resumen, creo sin duda que se han cometido o se están cometiendo crímenes de guerra en la Margen Occidental, incluyendo Jerusalén y la Franja de Gaza […] y por último  no hay razones de peso para creer que una investigación como la propuesta no vaya a servir los intereses de la justicia.” [5]

Tras cinco años de espera, aguante, dudas, equilibrios imposibles, la Corte Penal Internacional toma en su jurisdicción las atrocidades cometidas contra los palestinos por los gobiernos de Israel y EE.UU.

Y aunque ni nos hayamos enterado, los gobiernos de EE.UU. e Israel han estallado en improperios contra semejante desenlace.

Cuando la situación era inminente, a fines de 2019, el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, declaró a través de un comunicado oficial: «Nos oponemos firmemente a ésta y cualquier otra acción que busque atacar a Israel injustamente«.[6]

Palabra de más. Porque EE.UU., debido a su total dependencia de Israel, se va a oponer a cualquier acción contra Israel, sea ella justa o injusta.

“Naturalmente”, también Israel rechaza dicha investigación.

La posición israelí es la característica de los regímenes totalitarios, que a diferencia de los regímenes con derecho liberal, en que se presume a toda persona inocente salvo que se demuestre lo contrario, parten de la base opuesta; todos son culpables o pasibles de cargos  (salvo que pudiera demostrarse lo contrario).

Nos “explica” Avigdor Lieberman perteneciente a la cúpula israelí: en Gaza «no hay gente inocente» y «todo el mundo está afiliado a Hamás«.[7] Con tales “fundamentos”, los soldados israelíes tienen licencia para matar a cualquier palestino (en realidad a todos, pero cuesta).

 

Respecto del juego que se hace en la cancha grande, hay un detalle: ni EE.UU. ni Israel constituyen la CPI. Por eso, en enero último, Alemania  −desde 1945 tan servicial a los planteos de organizaciones judías para borrar todo lo que pueda entenderse como antisemita− se presenta como amicus curiae de Israel, para plantear en la corte una impugnación contra su derecho a discutir si había crímenes de guerra en los “Territorios Ocupados”, designación que, pese a todo, proviene históricamente de la ONU.

El planteo alemán era, curiosa y penosamente, una invocación a la impunidad. La CPI lo ha desechado.

Y henos aquí, en pleno 2020, con una investigación en marcha para conocer el porqué de tantos muertos palestinos por realizar acciones no violentas: defendiendo su hogar a punto de ser desalojado o derribado, reclamando la tierra robada, sin armas ni piedras, con solo banderas, y tantas otras muertes abusivas por el estilo.

Así ve el The Times of Israel la situación: “La alharaca [sic] de la CPI puede liquidarse en pocos meses con la decisión de la Corte de que no tienen jurisdicción para negociar el conflicto palestino-israelí y simplemente cierran el caso.

No es ninguna sorpresa que los palestinos hayan aplaudido la decisión de la fiscal Fatou Bensouda como si fuera el principio del fin de la impunidad israelí, en tanto el gobierno israelí la denunció como ultrajante, absurda e ilegal de acuerdo con la ley internacional. Netanyahu fue tan lejos como para calificarla de ‘antisemitismo puro’.” [8]

 

Tengo para mí que la fiscal Fatou Bensouda, gambiana, tomó todos los recaudos imaginables, y algunos más, para decidirse a plantear una demanda contra el omnipresente Estado de Israel. Si mi hipótesis es correcta, el insulto de Netanyahu no hace sino refrendar su precaución.

 

Ante este revés institucional, en nuestras tierras platenses con gobiernos recién estrenados, tenemos actos que uno no puede dejar de asociar con el traspié en la CPI.

En diciembre 2019 un experto italiano, Emanuele Ottolenghi, italiano residente en EE.UU., integrante de la Fundación para la Defensa de la Democracia, viajó a Argentina para advertir al flamante presidente Alberto Fernández que mantuviera ‘la excelente decisión’ de Mauricio Macri,    que a mediados del año anterior, antes de terminar su período presidencial, aceptó la sugerencia de ‘ampliar el registro de organizaciones terroristas e incluir entre ellas, a Hezbollah’.

Con la visita de Ottolenghi, el gobierno israelí y sus redes internacionales le recordaron al nuevo presidente argentino la conveniencia de seguir manteniendo en lista de terroristas a Hezbollah.

Porque además, en filas del nuevo gobierno, peronista, apareció “lo habitual” de “el hecho maldito del país burgués”: la especialista en seguridad, funcionaria en esa área con Alberto Fernández, Sabina Frederic, en declaraciones al diario Ámbito Financiero sostuvo que la creación del registro en el que figura Hezbollah es “una imposición de los EE.UU.” y que el terrorismo “es un problema de la OTAN, no nuestro”.

¡Para qué!

Las agencias diplomáticas israelí y estadounidense, a través de sus voceros mediáticos enaltecieron la importancia de seguir los lineamientos que ya se habían obtenido con Macri.[9] Y el canciller Felipe Solá se apresuró a asegurarle al gobierno israelí que no hay intención de borrar del registro de terroristas al Hezbollah, así tipificado por Macri y sus mandantes. Las cosas “a su sitio” con sincronismo, antes del viaje presidencial a Israel, casi inmediato luego de asumir.[10]

 

Del lado uruguayo las cosas son más penosas, si cabe.

En los tanteos habituales, de lobby, que los dirigentes de la colectividad israelita del Uruguay suelen hacer al gobierno, a fines de enero se mencionó a Hezbollah y se dijo “situación incambiada”, sin planes para hacer una mudanza de embajada a Jerusalén como es la línea actual del gobierno israelí en su plan de despojo a palestinos. El entonces inminente presidente Lacalle Pou dijo respecto de Hezbollah que el gobierno sigue una lista de la ONU y que, en consecuencia, Uruguay no declararía a Hezbollah organización terrorista. “Pero no lo descartó completamente”.

Hezbollah ha sido declarada organización terrorista por la Unìón Europea, y, claro, por EE.UU. e Israel. Con lo cual resulta casi anómalo que no esté así caracterizado por la ONU. Pero, así las cosas en enero 2020.

Hay que recordar, además, que Uruguay en mayo 2018, en plena cosecha de muerte en la Franja de Gaza del ejército  increíblemente llamado de Defensa, de Israel, con gobierno entonces frenteamplista, objetó “la falta de proporcionalidad” israelí ante la protesta palestina. En buen romance, quiere decir que ya ni siquiera piedras, sino gritos son “respondidos” y ahogados en sangre. Directamente.[11]

Pero ahora estamos en 2020 con la Coalición Multicolor. Y el presidente Lacalle Pou participa de una videoconferencia con AJC, Comité Judío Americano y donde “americano” no se refiere a las 3 Américas ni a la América del Sur, ni siquiera a la del Norte, sino pura y exclusivamente a EE.UU.

Luego de la conversación/planteo/consulta/reconvención, vaya uno a saber, el presidente reconoció, literalmente: “Estoy en proceso de cambiar mi opinión”. Y el Semanario Hebreo, de Montevideo lo cita textualmente, así como El País.[12]

No sólo sincera así el lugar preciso de sus callos sino que desnuda su actitud: “Espero cambiar de opinión […] Hace10 meses dije que no, pero espero cambiar mi opinión.” Una declaración filosóficamente insostenible. Que me hace acordar a los “propósitos de enmienda” de los pecadores. Si defendía lo que defendía porque era ética, políticamente sostenible, por qué cambiar? Y si está ansiando cambiar, ¿acaso defendía lo que defendía sin rigor, sin celo por lo verdadero?

Tal vez me esté vedado comprender esos meandros del alma. Otro ejemplo:

La dirigente de AJC Dina Siegel Vann abordó al presidente Lacalle Pou refiriéndose a la reciente adopción por parte de Uruguay de la definición de antisemitismo de la IHRA[13] y preguntó qué había motivado a Uruguay para dar ese paso. “Uruguay tiene una fuerte tradición de Derechos Humanos y eso se mide en acciones, respondió el Presidente”.[14]

Derechos humanos, sin embargo, no son lo que cualquier organización por razones políticas o de poder define como derechos humanos. Pero así estamos hoy: Israel acusa de terrorismo palestino a unos globos incendiarios que los bloqueados, hambreados, gaseados, baleados palestinos arrojan cada tanto sobre territorio ocupado por Israel. Seguramente llevan fuego; sí. Pero mientras se cuentan por miles los palestinos matados, por decenas de miles los heridos con secuelas programadas por los militares israelíes; decenas los pescadores baleados y asesinados, botes requisados para asfixiar la pesca tradicional palestina; centenares de viviendas derribadas con la política de desalojo y expulsión permanente; deshaciendo las instalaciones de todos tipo; de bombeo de agua, de hospitales, escuelas, estrangulando el suministro eléctrico, provisiones… la destrucción y asfixia sistemática israelí no merece siquiera una mención. Mediáticamente, cero.

Los “revoltosos” palestinos tiran un manojo de globos, de ésos que se usan en cumpleaños infantiles, con un trapo incendiado, y ahí sí, gran alharaca…

Los israelíes tienen todo un cuerpo jurídico, militar, mediático, para reprimir a lo palestino. Pero no sienten el menor disgusto interior, asco moral, por tratar como tratan a la población originaria de Palestina, que son  −ironía de la historia–  los descendientes de la Judea histórica, como bien lo sabían sionistas de la primera hora, como el mismísimo David Ben Gurion.

[1]  Inicialmente, los francotiradores fueron dispuestos para balear caderas, pero la cantidad de hemorragias y muertes en el sitio de la protesta, persuadió a los estrategos sionistas que era más “conveniente” no tantas muertes patentes y más heridos de por vida. Una CPI que mereciera el nombre de tal tendría que calificar estas estrategias y sus resultados como un delito obvio y espeluznante.

[2]  Administración Nacional Palestina, un engendro de las tratativas de Oslo, donde los israelíes le ofrecieron el dulce de una administración municipal a la dirección política palestina más afín, con Mahmud Abbas a la cabeza; una administración generosamente financiada por el Estado de Israel y provista de una policía palestina (y muy poco más que ello) entrenada por militares estadounidenses que el gobierno israelí gestionó ágilmente. Como la policía palestina fue construida para perseguir palestinos, los contables de la CPI pueden hacer esas cuentas, que dejan graciosamente afuera de la cuestión a Israel; el verdadero mandante.

[3]   “¿Está la CPI a punto de cerrar la puerta de la justicia para Palestina?”, Electronic Intifada, 21 dic. 2019.

[4]   Me gustaría remitir a mi nota: “Ante el abordaje violento de los barcos a Gaza: palabras insultantes vs. hechos incontrastables”. Debo aclarar que hay una edición uruguaya, agotada y en forma parcial fue editada en el volumen El racismo de la “democracia” israelí, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2012.

[5]   icc.cpi.int/palestine. 2020.

[6]   Alí Murat Alhas, Anadolu Agency, 21/12/2019.

[7]   Diego Sacchi, 8 de abril de 2018.

[8]  https://www.timesofisrael.com/the-hague-vs-israel-everything-you-need-to-know-about-the-icc-palestine-probe/.

[9]  https://www.infobae.com/politica/2019/israel-le-pidio-a-alberto-fernandez-que-mantenga-a-hezbollah-en-la-lista-de-grupos-terroristas/

[10] Clarín, Buenos Aires, Natasha Niebieskikwiat, 20/01/2020.

[11] Tomo un día de ejemplo de las muchas decenas de jornadas sangrientas de la Marcha por la Tierra: el 14 de mayo de 2018 hubo 60 asesinados (casi todos mediante francotiradores) y “más de 2700 heridos”. Entre los muertos, un bebé de 8 meses. Crónica de Haidar Eid, “El derecho al retorno, la masacre de Gaza y el regocijo israelí”. Dossier. “http://www.sinpermiso.info/textos/el-derecho-al-retorno-la-masacre-de-gaza-y-el-regocijo-israeli-dossier. 18 mayo 2018.

[12]  El País, Montevideo, 21 mayo, 2020.

[13]  International Holocaust Remembrance Alliance. Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto. La definición de antisemitismo de IHRA amplía el concepto tradicional: es antisemita toda crítica a Israel. Política, institucional, ética. Una curiosa definición que convierte en virtuoso, por no decir divino, todo lo que provenga de lo israelí y que además, confunde en único concepto dos (o tres) tan distintos: judío, sionista e israelí.

[14]  https://www.semanariohebreojai.com/articulo/2772/presidente+lacalle+considerando+declar

ar+hezbola+organizacion+terrorista.

 

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¿Quo vadis COVID-19?

Posted on 18/05/2020 - 30/05/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

La pandemia ha generado con su sola irrupción, una nueva interrogante sobre el mundo, la realidad, la verdad.

Su peso es tal y tan perceptible que de inmediato advertimos que estábamos en un parteaguas; antes de y después de.

Como cuando el 11 de setiembre de 2001.

La primera interrogante, claramente, es sobre su advenimiento. Si natural, dado por la “fuerza de las cosas” o promovido, es decir como expresión de una política.

Optar por considerarlo estrictamente político nos pone de inmediato bajo la acusación  de lo conspiranoico, en el mismo sentido que cualquier crítica a la crueldad y el desprecio racista del establishment israelí contra lo palestino nos pone bajo la acusación, radicalmente falsa, de antisemitismo.

Esto significa que nuestra cultura o mejor dicho que los titulares de nuestra cultura tienen una línea precisa de lo políticamente correcto, que no pasa por algunos territorios, vedados.

Sobre el neologismo conspiranoico y su relación con “la pandemia”, remito al lector al análisis que Antonio Martínez Belchi ha desplegado en “El COVID19 y el problema de la verdad” (28 04 20), quien, postulando ser escéptico metódico ante toda conspiración por suscribir “el principio de simplicidad” (Navaja de Ockham), desarrolla, como la más convincente de las posiciones, “la tesis de la propagación intencionada”.

Por mi parte, he leído una larga exposición de Bill Gates, “The First Modern Pandemic” (23 04 20) que constituye un despliegue de identificación con los desamparados, los ancianos, los niños, los enfermos, que despertaría la envidia de la Madre Teresa de Calcuta.

Bill Gates es el mismo que patrocina a la OMS con aportes incomparablemente mayores a los de cualquier estado (con lo que eso significa de condicionamiento), es el mismo que organizara un simulacro de pandemia que tuvo lugar precisamente antes de la encarnación, de la puesta en acto que ahora nos condiciona en todo el mundo.

OBJETIVO DECLARADO Y APARENTE; OBJETIVOS REALES

Así como el alegato de Gates destilando bondad a raudales resulta incongruente, así la cobertura mediática parece también incongruente; so pretexto de informar, tiene un único resultado (¿u objetivo?): atemorizar, por no decir aterrorizar a la población humana.

Todo el registro de lo que se suponen los estragos de la pandemia se hacen con estadísticas que parecen partir de la amortalidad humana: no que los humanos sean inmortales, porque sería una ñoñez, que ni un filósofo partidario de la constsrucción de humanos como Yuval Harari pretende, pero sí que los humanos no mueren… salvo por coronavirus.

Tuvo que salir un infectólogo archirreconocido, jefe de Protección Civil italiano, Angello Borrelli, estimando que estamos ante “fallecidos con coronavirus y no por coronavirus” [1]

Si los voceros e intermediarios de “la info” de nuestro presente maltratan así a la verdad, tenemos que suponer tontería sin límites o calculadas estrategias de engaño, disfraz o confusión. Aunque sepamos el alcance casi ilimitado de lo tonto, nos parece que hay otros elementos que nos llevan a pensar que no se trata de tontería o torpeza alguna.

Hagamos somera recorrida cronológica: cuando la epidemia de COVID-19 parecía instalada en China, concretamente en Wuhan, ciudad clave por sus laboratorios  vinculados a la investigación y producción de quimeras, y poco más en estados vecinos o circundantes, como Corea del Sur (nada se sabe de la del Norte), Singapur, Taiwan, cuando todavía no se había establecido la corriente de contagio con países de Europa Occidental, el segundo brote de lo que se iba a configurar como pandémico, aparece en Irán; un estado, una sociedad con mucho más bajo intercambio turístico y humano que todo el asiento del tercer empuje; Europa Occidental, y relativamente aislada de las zonas tanto del primer brote como del tercero.

En Irán, el efecto fue conmocionante, con una tasa sorprendentemente alta de mortalidad, y los pocos datos que se conocen dan a entender que se trata de una avalancha de muertos en la dirección política del estado persa, donde los gerontes tienen o tenían asaz significación.

¿Cómo explicar el brote iraní? Conociendo el empeño de Israel en conseguir que EE.UU. le haga la tarea sucia de borrar a Irán o al menos a toda su dirección militar y política de la faz de la tierra, mi hipótesis es que el COVID-19 fue plantado en Irán, como poco antes en Wuhan y extensivamente en toda China, usando con aparente (porque no podemos decir evidente) sincronización el momento de mayores traslados dentro de China por el año nuevo nacional. Para evitar el recurso de “las casualidades permanentes”.

El gobierno de EE.UU. ha acusado a China de la difusión del virus maldecido y temido.

El gobierno chino ha acusado a EE.UU. de su implantación en Wuhan: sabemos sí que esa ciudad recibió una delegación de 300 militares estadounidenses muy poco antes del estallido pandémico, para celebrar juegos olímpicos militares. Aunque no constituya prueba en sí, no se puede desdeñar la cronología de lo acontecido: los militares se retiran “fraternalmente” de Wuhan a fines de octubre de 2019. Pocas semanas después, se inicia la cadena de contagios…

Se supo, lo informó un equipo periodístico de la RAI italiana, que en 2015 laboratorios estadounidenses y chinos trabajaban viendo cómo forjar quimeras; seres vivos de origen sintético. Con la técnica que ha permitido forjar seres vivos transgénicos. Según los periodistas italianos, el laboratorio estadounidense embarcado en el proyecto se habría bajado. No así el colega chino. Pero nada hay certero, cuando sabemos que los comportamientos pueden ser o parecer. Que las negativas pueden ser de renuncia o de elusión, manteniendo oculto lo que se desecha públicamente.

Martínez Belchi ha incursionado en una serie de signos o claves que podrían reflejar el carácter premeditado y secreto de acciones como el origen de esta pandemia. Lo hace bordeando toda teoría conspirativa, no por vocación paranoica sino por necesidad interpretativa. Porque no encuentra otra forma de explicar datos “inexplicables”. Se refiere, por ejemplo, al valor esotérico del 666; “el 26 de marzo de 2020 Microsoft, la megacorporación de Bill Gates, ha registrado en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de Naciones Unidas, una nueva patente para obtener criptomonedas usando datos de actividad corporal humana: es decir, un dispositivo digital que coincide, punto por punto, con lo que la cultura popular ya conoce como el “microchip [subcutáneo] 666”. ¿Y adivina el lector cuál es el número oficial de la patente? Pues nada menos que “2020/060606”.

Martínez Belchi también se pregunta si es una pista, una clave…

De éstos, enlaces, coincidencias, rastros, hay muchos que en general no hacen sino inflamar las teorías conspirativas. Pero algunos de estos elementos, como la aparición en la tapa de la revista The Economist de diciembre de 2018 de un pangolín, que trae a colación también Martínez Belchi parece ser como un juego de señas; el mismo armadillo que un año después –con razón o sin ella– iba a ser considerado clave en la difuminación del COVID-19.

Martínez Belchi presenta varios de estos ligamentos o referencias, que parecen más bien claves entre conjurados, dueños de un secreto que intercomunican con indisimulable regocijo u orgullo.

¿Qué papel nos queda a nosotros los ajenos a tales mostraciones, o más bien objetos de ellas?

Hannah Arendt tiene algo para decirnos: recuerda que el nazismo iniciò medidas cada vez más “gruesas” basándose en la “necesidad de sensatez”, “imperio del sentido común” que suele albergar la población. De modo tal que, cuestiones muy aberrantes suelen generar incredulidad y descrédito. La gente se resiste a pensar en lo abominable. En lo que suena “demasiado”. Y eso le otorga impunidad a quienes sí ejercen tales acciones culturalmente excedidas.

Todos los estados mayores, no sólo los nazis, se defienden. El ejército israelí que masacra palestinos desarmados, mujeres, niños, se denomina “Ejército de Defensa”. Cuando tales ejércitos cometen atrocidades (es decir, “normalmente”) tienen buen amparo en “su” población que no imagina ciertamente que se puedan cometer horrores (la prensa adicta “ayuda”, mostrando siempre los horrores del contrario).

Si tenemos un pandemia generada políticamente, tendríamos que inteligir: 1) las razones; 2) los alcances.

  1. Estamos ante un calentamiento global cada vez menos escamoteable; ante una crisis energética cada vez más compleja, ante una contaminación cada vez más palpable, ante una crisis alimentaria que pasa por la calidad de nuestros alimentos pero que, explosión demográfica mediante, puede afectar también la cantidad.

Para muchos, la bomba demográfica es la primera a desmontar. Que la población humana está recargando insensatamente al planeta es una observación correcta, pero como el enfoque limitacionista proviene de los privilegiados del planeta, la idea es  disminuir fuertemente no la población de rubios y ricos sino la de morochos y pobres. Éste es el cariz racista de la cuestión.

Pero hay otro, desfachatadamente desnudado hace pocos años por un ministro japonés: los viejos viven  demasiado. Una cosa es jubilarse e “irse” al poco tiempo y otra es ir generando una cuarta edad cada vez más longeva.

Así que, medidas correctivas, “soluciones de achique poblacional” podrían enfocar a los grandes suburbios planetarios (sobre todo, los radicados en la periferia) pero también a los adultos muy mayores; una “guerra del cerdo” innombrable.

Y antes de encarar los alcances –los fines estratégicos, siguiendo en la senda de que esta situación planetaria es política– tenemos que señalar el fundamental papel de lo mediático, los grandes socializadores del miedo, el pensamiento dominante, los auspicios.

El conteo permanente y cotidiano de muertos, algo de por sí comprensiblen necesario,  ha sido hecho con la misma desprolijidad y parcialidad con que los medios de incomunicación de masas tratan todas las cuestiones: cegando zonas, mezclando otras, omitiendo, ignorando  lo que no se adapta a los fines de la info que se “produce”.

No podemos saber cuáles son los verdaderos muertos del COVID 19, ni siquiera los contagiados Porque el establishment sanitario ha hecho una escotomización para ver la realidad y solo atiende a “la pandemia”. 

¿Dónde están los miles de muertos de gripe o neumonía cada año en Italia, Reino Unido o España? ¿Dónde las decenas de miles de muertos por la misma razón, año a año, en EE.UU. En 2018 y solo de gripe, murieron en EE.UU. 14 mil. Sobre 26 millones de contagiados.

  1. El virus de esta pandemia parece muy direccionado hacia los mayores entre los mayores (aunque esa patogenicidad parece, con toda lógica, ingobernable; hay secuelas problemáticas entre infantes, por ejemplo, y entre el personal sanitario hay una mortalidad incomparablemente mayor que en toda la población y eso significa que no ataca solo a los mayores entre los mayores).

A su vez, la organización que ha provocado el miedo al COVID-19 (pese a su baja o muy baja letalidad), nos ha introducido en un universo de controles y desconfianzas totalmente generalizado: el miedo y los barbijos, por ejemplo, nos convierten, sin pensarlo, a todos en sospechosos.

Sospechas (siempre) hacia los otros: una mujer hace cola; se le acerca (a preguntar) otra persona sin barbijo y la mujer retrocede como si se tratara de la Muerte Roja: se trataba de dos vecinos sin fiebre, más o menos sanos. Pero el miedo se canaliza  aferrándose al barbijo, como clave de seguridad.

La regimentación que se está aplicando es funcionalísima a todo proyecto de control social (de aun mayor control social del que ya tenemos implantado, obviamente): La represión bajo razones científicas suele ser de las más admisibles y que permiten mayores avances (y atrocidades); ya, en los ’60, el experimento de Stanley Milgram[2] nos lo recuerda.

Queda por entender qué ha pasado en Bérgamo y Lombardía con su tan alta mortalidad; qué ha pasado, está pasando en Nueva York, ante cuyo drama tiemblan y cede todo conspiracionismo sencillo dictado desde los titulares más proverbiales del poder mundializado.

Estamos convencidos que con todos “los adelantos tecnológicos y comunicacionales” dedicados a combatir la pandemia se procurará reconfigurar nuestra cotidianidad bajo nuevos controles y planificaciones, siempre ajenos. Porque provienen de centros de poder, por más que muchos de tales “adelantos” nos conquisten por su comodidad y ciertas aplicaciones faciliten nuestra vida cotidiana.

Por eso, tendremos que ser muy vigorosos si queremos evitar una oleada de regimentación, control y miedo introyectado, que irá “autorizando” medidas de intromisión en nuestras vidas, cada vez mayores.

Un mero ejemplo; nos venden las ventajas, alcances y comodidades del 5G, y la capacidad que otorga a los centros de conocimiento sobre cada vez más rasgos de nuestras vidas. Pero los que impulsan la implantación del 5G no atienden a lo que significa para nuestro hábitat, es decir para todo el planeta, semejante despliegue y recarga de ondas electromagnéticas.

Sería tonto que estemos dentro de unos 15 años doliéndonos del daño producido y por entonces irreversible. Como se ha probado que existe ya con los plásticos en el mar océano de nuestro planeta, de nuestra única nave espacial.

notas:

[1]     Hoenir Sarthou: “La información sobre muertes “por” o “con” coronavirus, incluso en Italia, España y EE.UU.,  así como los pronósticos sobre letalidad, velocidad de contagio, efectos físicos de la enfermedad  y tratamiento, parecen haber sido erróneos o deliberadamente exagerados”, “Coronagates: La revolución del sentido común”, Voces, Mtdeo., 6/5/2020.

[2] Estudio del comportamiento de la obediencia, 1964: en el Occidente moderno y civilizado, solo una escuálida minoría resiste por sí misma a producir daño en nombre de la ciencia.

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La impugnación al programa ADN: ¿abolición de la crítica o de la realidad?

Posted on 19/04/2020 - 12/05/2020 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

Se ha suscitado, una vez más, una tormenta por declaraciones consideradas antisemitas.

El periodista Tomás Méndez, habría cometido, o no, una atrocidad, una falsedad, una calumnia [dejemos para más adelante esta precisión] en su programa ADN (C5N, Buenos Aires, 1/4/2020) abordando el origen de lo que se denomina pandemia COVID-19.

Transcribo aquí algunas frases del programa que funcionaban de apoyo a la emisión:

“Fue creado por la elite mundial”

“China y EE.UU. sabían desde 2015 que iba a haber una pandemia”

“Coronavirus, la pandemia fabricada por las potencias”

 “Hace un año, 120 empresarios se preparaban para el coronavirus”

Sostuvo que esta situación que estamos viviendo hoy en prácticamente el mundo entero, proviene de una decisión política. Méndez nos habla que una organización, Evento 201, respaldada por Bill Gates, en 2019 hizo un cónclave, donde un referente, al parecer con pertenencia a la OMS, anunciaba no ya una pandemia sino “una gran pandemia”.

Con toda lógica, a Méndez, a mí, y entiendo que a muchos, no puede dejar de llamarnos la atención semejante anuncio, encarnado en la realidad apenas poco después. Sobre todo, puesto que hay antecedentes con esto de hacer anuncios genéricos que adquieren pronta ratificación en la realidad.[1]

Méndez señala, y acusa, a “familias hipermillonarias” de patrocinar ese encuentro, esa prefiguración de la pandemia que hoy nos está condicionando.

Y refiriéndose a tales multimillonarios, los califica como “los ricos que gobiernan el mundo; unos nacidos en EE.UU., otros en Israel, otros en Europa […]”.

Se armó Troya.

Y se lo acusó de “antisemita”. Modo hecatombe. Los comedidos salieron a ofrecer disculpas a la embajadora de Israel, no así al colega de EE.UU. o a los/las de algunos países de Europa, también aludidos.

El INADI rubricó: “Los dichos de Tomás Méndez en C5N: antisemitismo y judeofobia en tiempos de COVID-19. Descargo del INADI ante los comentarios discriminatorios del periodista.”

Se advierte el apuro para que no permanezca la acusación de antisemita o judeófobo sobre una expresión periodística argentina.

El periódico digital Israel noticias rubricó: “el coronavirus fue creado por estadounidenses e israelíes ricos” (7 abr 2020). La cita, violando la convención que existe sobre las comillas, NO es textual. Aparte de la pérdida “geográfica” (de los hipermillonarios europeos), hay una supresión de eslabones que hace indigerible lo transcrito. Méndez no se refirió a los estadounidenses y los israelíes. Habló de “familias hipermillonarias”.

Dejemos un momento los atributos y calificativos y tratemos de ver la realidad: ¿Hay familias hipermillonarias en el Primer Mundo?

Sí, las hay; no sólo familias, también individuos, también empresas. ¿Los hay en la periferia planetaria? También las y los hay pero en mucha menor medida que en EE.UU., Israel o Europa (excepción periférica: ciertos estados árabigopetroleros). Además, rastreando la pertenencia de esas fortunas periféricas, vemos que mayoritariamente les pertenecen a personas, familias y empresas del Primer Mundo (con otra excepción: también a China).

El informe de INADI, a diferencia de Israel noticias, cita correctamente a Méndez. Y completa la cita con otro pasaje de Méndez que ha generado la atención de INADI: que hay “familias [que] son dueñas de una parte del oro de la Reserva Federal de los EE.UU.” El INADI no aclara algo que destaca Méndez en su programa: que la RF no es un ente público del andamiaje estatal de EE.UU., pese a ser la sede de emisión de los dólares oficiales del país, sino una entente privada (de aproximadamente los diez bancos más grandes de EE.UU.). Por eso la relevancia y la necesidad de “hipermillonarios”. Ni INADI ni ADN precisan cómo está compuesto el capital de la RF.

El informe de INADI está firmado por Emmanuel Taub, un  académico judío versado en mesianismo, y otras áreas muy vinculadas a la judeidad. Sería bueno que el INADI, para emitir juicios sobre antisemitismo y judeofobia, se basara en un abordaje hecho también por quienes no pertenecen en este caso a la comunidad judía, para evitar la suspicacia que genera  una defensa que podría malinterpretarse como “defensa propia”, cuando de lo que se trata, o debería tratarse, es de ofrecer aportes objetivos, generales y desinteresados. Pretensión teórica, sin duda, por la peculiar definición de antisemitismo, de INADI.[2]

Una organización titulada “chequeado”, que se presenta como ‘un sitio web que se ocupa de la verificación del discurso público’, hace su aporte para condenar los contenidos del vapuleado programa ADN.

Méndez puso al desnudo una investigación en biología sintética de la que periodistas de la RAI informaron en 2015: que un laboratorio chino en Wuhan, coordinando su investigación con un colega estadounidense, estaba embarcado en un diseño de quimeras.[3]

¿Cuál es el aporte de chequeado al respecto?: “Ese informe de la RAI se emitió el 18 de noviembre de 2015. Días antes, la revista científica Nature había publicado los hallazgos de un grupo de investigación que había sido capaz de «infectar con coronavirus de murciélago directamente a los humanos (en lugar de necesitar evolucionar primero en un huésped animal intermedio)». Pero el virus al que refieren en esa nota no es el que genera la COVID-19.”

Ese grupo, entonces, no infectó murciélagos ni salteó huéspedes. Pero había sí, investigadores chinos y estadounidenses capaces de infectar con coronavirus…

Y bien: ¿por qué no pueden haber continuado tales trabajos otro equipo de investigadores? Los que trajinan con quimeras no tienen porqué ser exclusivos. El desmentido de chequeado no avanza, dio un pasito y se perdió… Chequeado no niega ni desmiente las investigaciones en biología sintética. Que es lo grave. Y su carácter reservado.

Pero chequeado analiza otro pasaje.  Méndez asoció el simulacro de pandemia de 2019 a cargo de una red de personalidades con la pandemia oficialmente declarado que nos ocupa hoy. Chequeado “aclara”: “el «Evento 201» fue un «ejercicio de simulación de pandemia» realizado en Nueva York el 18 de octubre de 2019 junto con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates en el que no se hizo ninguna predicción sobre la situación actual del coronavirus.”[4] [la cita de chequeado contiene las comillas que a vez chequeado emplea].

¡Bueno fuera!

Volvamos a la realidad, que mal que bien subsiste pese a nuestro universalizado encierro: nadie pretende atribuirle poderes anticipatorios a Gates.

¡Pero  qué casualidad anunciar en octubre 2019 una “gran pandemia” y empezar a vivirla en noviembre de 2019. ¡Llamativa cuasisimultaneidad!

Se le pidió a Méndez una rectificación o desmentida, que el periodista ofreció.

Me permito remitir al lector a una nota que tuve que hacer en una situación comparable.[5] Por lo visto, hay que chequear a los chequeadores.

notas:

[1] La implosión del WTC, anunciada, o anhelada, doce meses antes.

[2]  Para el actual INADI, antisionismo es igual a antisemitismo. Y mediante otro salto conceptual mortal, toda crítica a Israel es antisionismo. En resumen: todo lo que tenga origen judío es incriticable. Salvo, imaginamos, lo que consientan o formulen los propios judíos.

[3]  Biología sintética es el proyecto, que entusiasmó a investigadores de Monsanto desde fines del s XX, no ya de cortar y pegar genes de una especie en otra (como es el caso de la famosa soja transgénica) sino de configurar especies nuevas mediante combinaciones transgénicas. Su misma designación revela al lado de la búsqueda de capacidad tecnológica la total ceguera en sabiduría y hasta en mitología.

[4]  https://chequeado.com/el-explicador/es-falso-que-el-nuevo-coronavirus-fue-creado-en-un-laboratorio-chino-y-que-bill-gates-financio-su-origen/

[5]  “Mentiras y medios: auge de la mentira como «verdad objetiva»”, 31 jul 2019.

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