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Categoría: Palestinos / israelíes

NO ES NOVEDAD TOPARSE CON NECIOS. ABUNDAN

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández  / 29 enero 2023

publicado en uypress

Tiene que ver con las limitaciones humanas.

El necio considera que su necedad es valiosísima. Y por eso presenta sus aseveraciones como verdad revelada.

No necesitan demostración. Incluso cuando aciertan con algunas de sus afirmaciones, por ejemplo, descargando una crítica muy fuerte, certera, sobre la Autoridad Nacional Palestina, dan por sentado que el comportamiento del Estado de Israel es impecable, incriticable.

Porque su necedad los lleva a pensar en blanco y negro. Estructura maniquea por excelencia.

Les es ajeno, conceptual, mental, psíquicamente, que un judío, por ejemplo (o un gentil, ¿por qué no?) edite “el tema” que se desprende del  título que transcribo y la presentación consiguiente:

“Artículos principales sobre judíos, nazis e Israel

Portada de Unz Review, 27 ene 2023

En el mundo occidental de hoy, el más delicado de todos los temas delicados tiende a involucrar los temas interrelacionados de judíos, nazis e Israel, ampliamente considerados el «tercer carril» mortal para periodistas e historiadores. Como consecuencia directa de ese clima generalizado de evasión, estos asuntos exactos son un enfoque central de este sitio web de medios alternativos, incluidos mis propios artículos, y los más sustanciales también están disponibles como libros electrónicos independientes.” [1]

Por ejemplo, un artículo de Philip Girardi en la misma publicación,[2] antiguo miembro de la CIA, ejemplifica cómo la ADL (que se presenta a sí misma como una red de lucha contra la difamación) y otras redes judeosionistas eligen lo que puede ser leído, alcanzar estado público (al menos en los circuitos principales):

“Di cualquier cosa que critique a los judíos o a Israel, incluso si es plausible o demostrable, y habrá un esfuerzo coordinado por parte de organizaciones como ADL que continuará para siempre arruinando tu reputación y dañando tu carrera. Sin duda, la afirmación un tanto confusa de Gibson de que los judíos organizados han estado conspirando y presionando en todas las guerras de EE.UU. durante los últimos treinta años no carece de mérito. Y en cuanto a aquellos estadounidenses que creen que la Primera Enmienda, la libertad de expresión, es la base de todos los derechos fundamentales protegidos por la Constitución de EE.UU., es prudente reconocer cómo el inmensamente poderoso y rico lobby de Israel argumenta que debería haber excepciones a ese principio, que con frecuencia definen como ‘discurso de odio’, para proteger sus intereses, así como sus estrechos vínculos con un gobierno extranjero.” [se refiere, obviamente a Israel].

A propósito del tema señalado en la portada transcripta; relaciones entre judíos y nazis, sería muy conveniente y atinado conocer la formidable investigación de Lenni Brenner, que justamente está al alcance de la mano, en ediciones argentinas (Editorial Canaán: son dos volúmenes: Sionismo y fascismo, que muestra sus muchas coincidencias en la década del ’30, y 51 Documentos: colaboración de los dirigentes sionistas con los nazis”, ambos editados en Buenos Aires, 2011).

Es importante rescatar que Brenner nacido en 1937, vivo y activo, es judío.

He elegido estos dos autores, Girardi con su paso por la CIA y Brenner, por el troskismo, para apenas señalar que el universo binario de los necios no pasa sino a la categoría de mentecatos. Es decir, de mentes captas. Mentes captadas. No vale la pena tomarse el trabajo de señalarles falencias.

Sirva esto apenas como un recordatorio.

notas:

[1]   https://www.unz.com/page/jews-nazis-and-israel-articles/. El párrafo pertenece a su director Ron Unz, judío.

[2]  https://www.unz.com/pgiraldi/the-relentless-punishment-of-critics-of-israel.

Publicado en Conocimiento, Destrozando el sentido común, Palestinos / israelíes

Israel gira a la derecha de la derecha: UN PASO MÁS DE LA IMPUNIDAD ISRAELÍ

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández / 25 diciembre 2022

Israel ha dado  un nuevo giro hacia el círculo del infierno para palestinos.

Queda por ver si los sionistas fanáticos de Israel no están introduciéndose ellos mismos en otro infierno.[1]

El nuevo gobierno, la tríada Beniamin Netanyahu, Bezabel Smotrich e Itamar Ben-Gvir constituyen una perspectiva que procurará ser todavía más racista, abusiva y asesina que dirigencias como las de “el carnicero” de Sabra y Shatila, Ariel Sharon, o del que ha matado muchos palestinos, Naftali Bennet “¿y qué problema hay con eso?”

Smotrich ha planteado que “Israel debe tratar a grupos de derechos humanos como amenaza existencial.” [2] La frase se comenta sola.

Por su parte, Netanyahu planteó en 2014 la disyuntiva: “La diferencia es que nosotros usamos una defensa de misiles para proteger a nuestros ciudadanos y ellos usan a sus ciudadanos para proteger sus misiles.” [3] Un reduccionismo cómodo, sencillo.

La consigna preferida de Ben-Gvir “Muerte a los árabes” nos trae a la memoria aquella consigna del fascista castizo y aristocratizante José Millán Astray, “¡Viva la muerte!” de la década del ’30.

Estas “vanguardias” sionistas tienen que ir superándose una a otra por una razón, histórica: el tiempo del colonialismo rapaz, de asentamientos, que caracterizó la expansión europea en casi todos los continentes (el rey belga Leopoldo II seccionaba pies y/o manos de congoleños que no alcanzaban la producción que el monarca “civilizador” exigía); esa colonización europea, que prosperó cuando la navegación se liberó de las costas (cabotaje) e incursionó en continentes lejanos (y ajenos), tuvo su cuarto de hora entre el 1500-1600 y la primera mitad del s XX.

Con todo el mundo remodelado según la norma europea, llegó un reflujo de la furia conquistadora y los conquistadores empezaron entonces a acentuar lo civilizatorio. No cambió la relación de fuerzas, pero se suavizó el maltrato.

Porque a mediados del siglo XX hubo un crac del orgullo racista; el modelo nazi empezaba a socializar un espanto, y racistas que hasta apenas décadas antes, asumían el racismo como lo más natural, deseable y conveniente en cualquier sociedad, empezaron a considerarlo injustificable.

Y justo cuando florece” la democracia, el “buen trato” (rooseveltiano, que sustituyó “el garrote” igualmente rooseveltiano), el antirracismo, la igualdad de todo el género humano, ¡oh maravilla!, cuando se produce el crac ideológico del colonialismo y la consiguiente emancipación de las colonias (cierto que más formal que real), aparece el colonialismo mediante asentamiento de los sionistas. Con la bandera del despojo en ristre. Totalmente a destiempo: una trasnoche inesperada de la democracia en avance. Si en lugar de 1947/48 el sionismo hubiese dado su golpe de mano en, pongamos, 1924, habría pasado como “la voz de los tiempos”.

Pero ya no en 1948. Por eso la dirección israelí fue durante décadas “socialdemócrata”. Un membrete un poco forzado e incongruente con todo racismo militante. Pero, a decir verdad, ya varios gobiernos europeos socialdemócratas habían procurado “casar” socialismo y colonialismo. Así que los sionistas con su remedo ni siquiera fueron originales.

Pero quedaba lo de los modales. Los gobiernos socialdemócratas debían suavizar la opresión, la discriminación. El arrebato de tierras, por ejemplo, no tenía que hacerse manu militari ni con procedimientos policiales sino mediante desalojos con raíces jurídicas o históricas (aunque fueran un “valetodo”, como realmente ocurrió). De todos modos,  sin una política de sangre y fuego, como la que propugnaba, por ejemplo, el padre de Beniamin Netanyahu en los ’30-’40,  el proyecto Estado de Israel no “marchaba”, al menos no todo lo satisfactoriamente que deseaban los sionistas.

Por eso tan larga convivencia entre judíos sionistas y palestinos (musulmanes, cristianos o agnósticos). Y por eso, desde 1948, vemos un progresivo enderechamiento del Estado de Israel. Acercándose insensiblemente al viejo colonialismo mediante asentamiento y despojo; y expulsión o muerte de los “originarios”.

A fines de 2022, la manu militari está cada vez más presente: el ejército israelí, el de “Defensa”, acaba de inutilizar la red de agua de la comunidad Al-Auja en el valle del Jordán.[4]  Destrozaron las cañerías, inutilizaron el sitio llenándolo de piedras y montaron chapones de acero inoxidable soldados entre sí.

No es nada nuevo. El clima es seco, el agua escasa y el robo está bien organizado.

La OMS recomienda 100 lts. diarios de agua por habitante; en los territorios palestinos con cañería funcionando rondan los 80 lts. por hab.; palestinos no conectados, a gatas cuentan con entre 20 y 50 lts. per capita. Mientras, el consumo diario israelí per capita, en zona tan escasa y desértica, es de casi 300 lts. (ibíd.)

Si hablamos de calidad del agua, el abismo entre judíos israelíes y palestinos oriundos es aun mayor, mucho mayor (las cuencas de donde la población palestina extrae buena parte del agua están muy, pero muy contaminadas, en primer lugar por la industria y la agroindustria israelí que dirige sus efluentes hacia terrenos palestinos; las restantes fuentes de suministro son cuencas costeras, sobreexigidas con mucha agua salobre ocupando napas).

El broche de tal situación es que a los palestinos les está severamente vedado acumular la (escasa) agua de lluvia; el ejército israelí les rompe tales instalaciones.

No hay que extrañarse entonces que la OMS considere que apenas un 3% del agua en tierras palestinas es potable.

Veamos el testimonio, insospechable de simpatías ideológicas por islamismo o algo por el estilo, de un periodista del occidentalísimo diario El País (Madrid),  registrado hace apenas unos años: “La trágica escasez de agua salta a la vista. Para conseguirla tenemos que recorrer más de 25 km cada día con el tractor, se lamenta Abed el Mahdi Salami, de 73 años y jefe de un pequeña comunidad beduina de al Hadidiyah. Intentamos construir un sistema de riego para la agricultura y la ganadería con el dinero de la cooperación española, pero el Ejército israelí lo desmanteló por motivos de seguridad, cuenta Abed apesadumbrado mientras muestra los restos de la conducción. Cerca de su tienda, una bomba de Mekorot, la empresa estatal israelí  (de agua) emite un suave zumbido. «El agua está alli mismo, ¿lo ves?. ¿Por qué no podemos usarla?»[5]

¿Cómo satisfacen los palestinos, siquiera mínimamente, la necesidad de agua? Comprándole a Mekorot. Cinco o seis veces más cara que lo que Mekorot le cobra a judíos (en 2020, p. ej., 90 mill. m3).

Pero la penosa cuestión del agua, con ser tan primaria, no es la única en el contencioso palestino-israelí. Destrucción de toda producción agropecuaria, con violencia abierta; un día el ejército israelí ocupa un sitio, alega que va a ser usado para maniobras y en consecuencia arranca de cuajo varios centenares de olivos (algunos centenarios) o limoneros, de palestinos, claro. Política de erradicación de palestinos mediante bloqueo de sus accesos o derribo de sus viviendas; alegando títulos históricos, a veces totalmente viciados por el tiempo y los acontecimientos transcurridos entretanto (la mezquita Al Aqsa tiene casi 1400 años; ¿qué sentido tiene alegar que allí, en ese mismo punto había antes algo judío? ¿cómo probarlo?)

Una “política de seguridad” que emplea proyectiles de plomo al cuerpo por las más nimias “obstrucciones a la seguridad del estado”; resistir un desalojo, manifestarse con carteles, apedrear un coche policial… Cuando las fuerzas de seguridad israelí procuraron ubicar un soldado israelí tomado prisionero (Gilad Shalit), a través de múltiples allanamientos, durante un año, terminaron matando, en dichos procedimientos, a unos doscientos palestinos (el soldado fue liberado tiempo después y atestiguó el buen trato recibido). La fuerza israelí sembró los cadáveres sin rendir cuentas a nada ni a nadie.

Y la agresividad del sistema imperante en Palestina/Israel no hace sino aumentar. Tensionarse. Y la negativa a reconocer lo palestino se acrecienta. El “Acuerdo del Siglo” de 2020, fue firmado entre el entonces presidente D. Trump de EE.UU. y B. Netanyahu de Israel. SIN palestinos. Y era un “acuerdo” sobre el territorio palestino.

Con los ya mencionados Netanyahu, Smotrich,  Ben-Gvir y sus amenazantes declaraciones, el abuso lleva miras de aumentar ferozmente.

En los últimos dos años se han incrementado los asesinatos de palestinos a manos de israelíes (sin contar el costo en vidas palestinas de las invasiones que Israel ha llevado a cabo particularmente en la Franja de Gaza).

En 2021, el estado israelí acabó con la vida de 313 palestinos. El año 2022 lleva 224 asesinados (miles de heridos). Se anota asimismo que el tendal de judíos israelíes, notoriamente menor, en “las operaciones de limpieza”, ha aumentado.

En 2014, más de 300 judíos sobrevivientes de la 2GM y algunos de sus descendientes condenaron el «genocidio» de Israel al pueblo palestino en Gaza. Hay israelíes que se han mostrado  alarmados «por la colonización de Palestina» y condenaron la «deshumanización racista de los palestinos en la sociedad israelí, que ha alcanzado su punto máximo».[6] Son guarismos escasísimos, como en su momento los de los bravos refuseñik, soldados israelíes que se negaron a participar de las operaciones de bombardeo a barrios palestinos, por ejemplo. La escasez del número, empero, agiganta su valor (y valentía).

La dirigencia israelí hace oídos sordos, a judíos críticos (muchos arrepentidos), a Amnistía Internacional, a la Corte Penal Internacional.

Con sus afanes de grandeza ni advierten que se empequeñecen  hostigando, y haciendo desaparecer a palestinos. Amparados en sus poderes fácticos, apoyos financieros, económicos y militares de “Occidente”, y como cumpliendo una suerte de ciclo fatídico le hacen a los palestinos lo que siempre dijeron que los nazis le hicieran a ellos.

notas:

[1] Aviso a creyentes de todo tipo: la reiterada referencia al infierno no es literal ni militar.

[2] https://www.enlacejudio.com/2022/11/21/smotrich-israel-debe-tratar-a-grupos-de-derechos-humanos-como-amenaza-existencial.

[3] https://citas.in/autores/benjamin-netanyahu.

[4] https://english.wafa.ps/Pages/Details/132156.

[5] https://elpais.com/especiales/2017/planeta-futuro/agua-palestina-israel.

[6] https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=59866.

Publicado en Palestinos / israelíes

Israel con su solución final de la cuestión palestina

Publicada el 14/10/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

El sionismo entronizado oficialmente en Israel y oficiosamente en gobiernos claves en el mundo, como el de EE.UU., ha encarado la “solución del problema palestino” de diversas maneras.

Llegamos al siglo XXI con la teoría “Sharon” de “hacerles la vida imposible”, así no tienen que ser los israelíes quienes resuelvan activamente la cuestión sino que los propios palestinos  parezcan ser quienes tomen decisiones. Como las de irse, por ejemplo.

Esa política; como no dejarles agregar ni siquiera una habitación de 3 x 3 a una ancestral vivienda palestina, no permitirles acumular ni agua de lluvia y venderles el agua (que en la región es un bien escaso, a 4 o 5 veces su valor comercial para judíos, que, además, tienen en promedio mucho más altos ingresos; no permitir la reedificación de viviendas destruidas mediante bombardeos y artillería en sucesivos ataques que el ejército “de defensa” israelí  ha acometido, no contra inexistentes ejércitos o cuarteles palestinos, sino contra las viviendas, escuelas, hospitales, mezquitas, instalaciones sanitarias o industriales que hay, por ejemplo en la Franja de Gaza. Balear, a veces con artillería pesada botes pescadores, que se alejen apenas de la costa en sus trajines pesqueros, a veces incluso baleados botes y pescadores directamente en la costa.

Llevar hasta la desesperación el tratamiento médico de palestinos, a veces enfermos, a veces parturientas. Aprovechar justamente las necesidades médicas de población palestina, con sus propios hospitales maltrechos y bombardeados, para coaccionarlos con darles asistencia médica si tales pacientes o sus familiares les brindan a cambio informes a la “seguridad israelí”. Este espurio método de envilecer las relaciones y los comportamientos debilita palestinos y fortalece a Israel porque el delator queda prisionero de las dos partes.

El remate de la política de “hacerles la vida invivible” se alcanzó finalmente con el “Acuerdo del Siglo” de 2020. Ya no los juegos escénicos de un Yaser Arafat con un Iszak Rabin más Bill Clinton (Oslo, 1993); o los de Taba (Sinaí, 2000) entre Barak y Arafat o el minuet totalmente inconducente entre Abbas y Sharon (Jerusalén, 2005).

El Acuerdo del Siglo se firmaba entre los jefes ejecutivos de EE.UU. e Israel; Donald Trump, Jared Kushner (su yerno judío y “ministro de todo”, como se lo conociera en la Casa Blanca trumpiana) y Beniamin Netanyahu: era sobre Palestina/Israel, pero sin palestinos; en todo caso, con la perspectiva de “verlos” desaparecer.

Pero la realidad es terca. Además de la enorme población que mediante el terror los sionistas lograron arrancar de cuajo de Palestina (grosso modo, la mitad de su población), otros millones de palestinos se han negado al abandono de su tierra. Han contado con la experiencia de las expulsiones y matanzas anteriores (algo que los primeros expulsados, los del 48, no pudieron hacer por falta total de precedentes).

Las cifras mortuorias jamás han cedido.[1]  La muerte de palestinos ha sido una constante en la vida cotidiana, tanto en los territorios ocupados como en lo que la ONU reconoce como Estado de Israel.

Se estima que en 2021, ha habido 317 muertos, 71 menores (muchos más que en años anteriores, salvo en aquellos con invasiones o represión generalizada (como 1987, 2000, 2005, 2008/2009, 2014…)

En 2022, algunas fuentes revelan que ha aumentado la violencia y la muerte de palestinos a manos israelíes y por ejemplo la comisionada general de la ONU, Michelle Bachelet, expresa su alarma por el número de niños palestinos matados por militares israelíes y el 11 de agosto pidió una rendición de cuentas.

Este aspecto del conflicto entre Israel y los palestinos implica “muchos niños palestinos, víctimas inocentes asesinadas por error -pero también algunas veces fríamente y sin motivo alguno- a manos de militares israelíes.” [2]

“Muchas veces los ataques se dirigen contra lugares públicos que suelen convertirse en refugios para civiles, como escuelas, hospitales, etc. Además de las vidas perdidas, decenas de miles de niños son heridos y algunos de ellos se convierten en discapacitados de por vida.” (ibíd.)

“Hamas tampoco duda en utilizar a los niños palestinos de la Franja de Gaza […] para luchar contra Israel. […] glorifica el martirio e incita a los niños a suicidarse para defender la causa palestina. Con el eslogan «morir por Dios es la victoria», se anima a los niños a comprometerse activamente en el conflicto.” (ibíd.)

Por su parte, B’Tselem,  una organización judía de derechos humanos aclara: “La política letal, gratuita e ilegal de fuego abierto de Israel provocó la muerte de cientos de palestinos el año pasado. Alrededor del 70% murieron en la Franja de Gaza cuando se aplicó la política criminal de bombardear zonas densamente pobladas” (4 ene 2022). Sólo falta agregar que esa “política criminal de bombardear zonas densamente pobladas” no es reciente; tiene antecedentes atroces,  traducidos en matanzas de miles de vecinos palestinos, como por ejemplo en 2008 y 2009 (operativo que Israel bautizó con atroz sinceridad “Plomo fundido”).

El 1º. julio de 2022, la oficina de DD.HH. de la ONU, señaló la muerte de sesenta palestinos muertos por Israel […], un «impacto alarmante», aunque no señala el periodo o el momento de tales muertes. Agrega que “en muchos de los incidentes mortales investigados”, Naciones Unidas encontró que Israel habría usado «fuerza letal de una manera que parece totalmente contraria a la ley internacional«. Como bien señaló Amnistía Internacional en su informe 2022 sobre Palestina, “Israel considera y trata a los palestinos como un grupo racial inferior no judío”.[3] Resulta claro que Israel no considera a los palestinos seres con derechos civiles sino enemigos de guerra con los cuales ni se esmeran en cumplir convenciones militares para momentos de guerra (no ultimar caídos, no matar niños…).

Y este mes, tuvimos el informe de Tor Wennesland, coordinador especialmente designado por la ONU para atender el proceso “de paz” del Cercano Oriente.

Tor Wennesland es noruego. Es decir, proviene de la sociedad que fue sacudida hasta sus raíces cuando su compatriota Anders Behring-Breivik, en 2011, en un operativo, al que no se le conoce otros participantes, asesinó mediante un coche-bomba en la capital, Oslo a 8 habitantes, y con fusil y ametralladora a 69  más en la isla Utöya, casi todos jóvenes y árabes, en un campamento de la socialdemocracia…

Cuando se le preguntó por lo acontecido, visto el cariz totalmente político de las matanzas, se le preguntó por sus simpatías nazis, las negó vehementemente, aclarando que era un ferviente admirador de Israel y de su política.

Wennesland conoce o debería conocer el odio señorial que ha sembrado Israel.

“Estoy alarmado por el deterioro de la seguridad, incluyendo el aumento de choques armados entre palestinos y fuerzas de seguridad israelíes en la Ribera Occidental que abarca el este de Jerusalén. Desde el comienzo de 2022, han sido matados al menos un centenar de palestinos, incluyendo niños, en medio de un aumento marcado de operaciones militares israelíes llevadas adelante en la Ribera Occidental ocupada por Israel, incluyendo el Área A [que se supone de administración exclusiva palestina, fuera de jurisdicción israelí]. En el mismo período han sido matados 16 israelíes dentro de  Israel en una ola de ataques por parte de palestinos y árabes israelíes [Wennesland concede aquí una distinción históricamente falaz, puesto que en ambos casos se trata de habitantes de la Palestina histórica, que fueron separados jurisdiccionalmente, pero no social o culturalmente]. La violencia creciente en la Ribera Occidental está generando un clima de miedo, odio e ira. Hay que reducir tensiones inmediatamente para abrir espacio a iniciativas enfiladas a establecer un horizonte político viable.” [4]

Las seguramente buenas intenciones de Wennesland chocan con el proyecto bíblico-sionista de Israel. Y resulta difícil imaginar una senda superadora desde la ONU, la red política mundial creada por EE.UU. para definir el mundo desde 1945.

La ONU, como toda obra humana, incorpora gente con las mejores intenciones y procederes en consonancia; pienso hoy en Bachelet o Wennesland o el excelente Richard Falk, pero si sus afanes chocan “demasiado” con los poderes consolidados el designado es retirado o, como pasó con el comisionado de la ONU para atender el diferendo palestino-sionista en 1947, Folke Bernadotte, sueco, es eliminado.

Entretanto, Israel sigue profundizando la represión: acaba de ser detenida una periodista palestina, madre de dos críos de 4 y 5 años, allanada en la mitad de la noche, aterrorizando a las criaturas; interrogada durante diez horas continuas, con requisa corporal incluida, desnudándola por completo para aumentar la humillación. Su delito: entrevistar a dos presos políticos palestinos que acababan de ser liberados en un canje de prisioneros.[5]

Cuando finalmente, pese al intento inicial de Israel de negar la autoría de la muerte de la periodista Shireen Abu Aqleh, quedó demostrado que francotiradores israelíes eran los reales asesinos de la periodista haciendo su trabajo,  y aunque el Dpto. de Estado de EE.UU. declarara  que “no ve razones para creer que haya sido intencional sino más bien el resultado de circunstancias trágicas” [6] (un bello parloteo que nada dice), la reacción de la dirigencia israelí ha sido proclamar su derecho irrestricto a matar a quienes quieran. Aclaró Benny Gantz, actual ministro de Defensa: Es el jefe de estado mayor y sólo él quien decide  y continuará siendo quien decida la política de abrir fuego”. Y como “refuerzo de vacuna”, el premier Yair Lapid (dirigiéndose a los mandatarios estadounidenses) dictaminará: “nadie  va a dictarnos a nosotros contra quienes abrimos fuego.”

Tanta soberbia después de la atrocidad acontecida con una periodista que sin duda irritaba a la jefatura israelí, como Abu Aqleh, lleva  a la pregunta ¿para qué está Israel en la ONU si sigue sólo su propia ley?

Alguien con una mínima lógica y coraje civil tendría que preguntárselo.

[1]  Baste un par de ejemplos en momentos críticos: 1) en el 2000, en la llamada Intifada Al Aqsa, que se originó con Ariel Sharon avasallando con mil policías al recinto de la mezquita Al Aqsa, la reacción y la represión consiguiente acabó, por ejemplo, en Ramallah con la vida de cien palestinos, incluyendo muchos niños,  generando reacciones desesperadas entre los sobrevivientes, como matar con las manos a soldados israelíes  o dar lugar a numerosas inmolaciones. Y 2) cuando guerrilleros palestinos secuestran  a un soldado israelí, hacia 2005  –que finalmente canjearán sano y salvo por presos palestinos en cárceles israelíes (algunos encarcelados muchos años)– las fuerzas de seguridad israelí allanan una serie de lugares o sitios “sospechosos” con la consigna pública de rescatar al soldado, Gilad Shalit. En  dichos “procedimientos” los israelíes asesinaron a unos doscientos palestinos de toda edad: un claro índice de los métodos policiales de búsqueda: en rigor, la búsqueda fue una coartada para descargar la furia y mostrar la potencia del mandamás, desafiado por el secuestro.

[2]  https://www.humanium.org/es/palestina/.

[3]  BBC News, 1/2/2022.

[4]  https://reliefweb.int/report/occupied-palestinian-territory/.

[5]  https://www.pressenza.com/it/2022/09/palestina-occupata-arrestata-giornalista-a-sheikh-jarrah/

[6]   https://www.middleeasteye.net/news/us-asked-israel-review-israels-rules-engagement-west-bank-report-says, 18 ago 2022.

Publicado en Centro / periferia, EE.UU., Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Poder mundializado

El palestino: homo sacer de la biblia sionista

Publicada el 24/09/2022 - 24/09/2022 por ulises

El palestino: homo sacer de la biblia sionista

por Luis E. Sabini Fernández

Cuando se llevó a cabo el “Acuerdo del siglo”, en 2020, atendido y firmado por Donald Trump, Jared Kushner, Beniamin Netanyahu y David Friedman, buscando una “solución final” a la cuestión palestina, los palestinos fueron, oh paradoja, los grandes ausentes. No se les invitó: Expresamente no se los invitó. Reafirmando que las negociaciones se hacen entre “gente como uno”.

Esta decidida ignorancia o vacío diplomático revela que pasado ya casi siglo y medio (tiempo del conflicto de tierras en Palestina entre sionistas ocupando y palestinos oriundos resistiendo el despojo), el conflicto no ha variado un ápice el papel y el significado de los “actores” en juego: los palestinos no existen.

En el siglo XV, los “conquistadores” les otorgaron a los oriundos del “Nuevo Mundo”, a lo sumo el papel de infantes. Totalmente negada la posibilidad de reconocer igualdades o equivalencias en la capacidad y el derecho de tomar decisiones. Ésa fue la política que llevaron adelante los europeos en las Américas o África con su tarea de “rescatar” [1] prisioneros con un destino preacordado: esclavitud.

Las definiciones eran claras: oriundos del Nuevo Mundo así como los habitantes de África no eran personas, seres humanos; ese dibujo de humanidad resultó no sólo necesario sino muy conveniente, edificando un racismo que le iba  a los europeos permitir “justificar” la labor colonial. Situarses por encima de indios y negros. Es decir, con indios y negros “debajo”. Y asiáticos, malayos; en suma, con la raza blanca como entidad, vértice superior.

Pero con los palestinos ha sido algo más radical, se emparienta más bien con lo que los europeos les hicieron a los taínos en la isla La Española en el Caribe (actual territorio de las repúblicas de Haití  y Dominicana) en los primeros tramos de “La Conquista” (1511), o con el tratamiento dispensado por los conquistadores españoles a los refractarios quilmes en 1666, extirpándolos de los valles calchaquíes en el norte de lo que ahora es territorio argentino, convirtiendo una marcha forzada en una suerte de exterminio escalonado.

Los palestinos no son deseados siquiera como mano de obra esclava;  se los quiere alejar… geográfica o biológicamente.

Por eso, aunque con toda la parsimonia de un estado, el sionista, que se presenta y pretende una democracia y de primera calidad,  a los palestinos se los puede matar, no recibiendo condena en los tribunales israelíes, como lo han, por ejemplo, testimoniado conscriptos judíos.

Semejante fenómeno social –el que socializó un referente significativo de la dirigencia israelí, Naftalí Bennet, vanagloriándose de haber matado a muchos palestinos sin arrostrar consecuencia alguna–[2]  nos retrotrae a una figura del derecho romano, que repuso Giorgio Agamben en nuestro convulsionado mundo actual, postsoviético o de restauración de un núcleo geopolítico principal en el mundo entero basado  en el eje anglo-norteamericano: la de homo sacer, la vieja figura del humano sacrificable:

“[…] figura del derecho romano arcaico, que incluye a la vida humana en el orden jurídico sólo en forma de exclusión (es decir, en la posibilidad de darle muerte sin sanción)».[3]

En el derecho romano, ningún ciudadano constituía delito por matar a sus esclavos, por ejemplo. O a sus hijos (ese  mismo señor, amo romano, se hacía pasible de juicio y condena en caso de lo que hoy se llama feminicidio).

A quien se le enrostraba la calidad de homo  sacer se lo calificaba como “abominable, detestable”.

Pregúntesele a ciudadanos israelíes qué opinan, cómo ven a los palestinos y la inmensa, la inmensa mayoría dirá: repudiables, despreciables, sucios, malos, traicioneros, detestables. Abominables. La opinión pública israelí (por suerte, con excepciones) responde a la idea de homo sacer para los palestinos.

Una indecible, infinita necesidad de “sacárselos de encima”. Psicológica. Porque en los hechos desnudos, son ellos, los ahora ciudadanos israelíes, quienes están literalmente encima de la población palestina. Desgajada, reprimida, despojada, abusada.

¿Por qué semejante inversión de lo real?

Porque es una forma de sacarse de encima una pesadilla. Porque el judío sionista no acepta, tal vez ni alcance a percibir, que ha sido el sionismo, con su colonialismo de asentamiento racista, el que ha generado esa figura. A la que le ha llegado la hora de despreciar, aborrecer, maltratar, insultar y finalmente como viéramos con Naftalí Bennet, de matar.

 

Se puede hablar de un territorio palestino, de costumbres palestinas, de rasgos culturales  palestinos, manifestación  de un perfil cultural mayor, árabe, religiosidad islámica, con asentamientos milenarios de población.

Pensamos que es difícil no captar rasgos específicos aunque más no fuera los que se fueron constituyendo en la forja de una sociedad nacional, que debió defenderse durante décadas (en lo que va, siglo y medio) ante la instauración en el mismo territorio de otro tejido social aspirante a constituirse como sociedad o nación; aunque fuera eso sólo le fue dando un perfil propio y exclusivo.

Pese a que se sabe su tamaño poblacional, sus asentamientos, la cantidad de exiliados que han constituido el destino de tantos palestinos, al hablar de su destino nacional, sobreviene una escotomización  mediante la cual no se ven palestinos. Ni se escuchan.

Alejandro de Oto y María Marta Quintana, autores de una reflexión sobre la condición colonial nos hablan de: “esa incómoda figura que constituye el «sujeto colonial», a quien cualquiera prima facie puede ocasionar la muerte en el sentido más literal de la expresión.” [4]

Señalan que “[…]  el lugar por excelencia de la biopolítica moderna es el espacio colonial (insoslayable para comprender a «Europa» desde el siglo XV en adelante), como estado de excepción.” Esa biopolítica que vemos, por ejemplo en “el campo de concentración”. Y agregan de Oto y Quintana:  “en todo caso, también cabría hipotetizar acerca de que estos últimos [el campo de concentración y la estructura totalitaria de los estados del siglo XX] fueron las «novedosas» expresiones que el colonialismo adquirió en los confines intra-europeos.”

Otro filósofo que nos aproxima a la problemática del poder racista ha sido Michel Foucault. Veamos esta observación que recogen de Oto y Quintana: “[…] el racismo está ligado al funcionamiento de un estado obligado a servirse de la raza, de la eliminación de las razas y de la purificación de la raza, para ejercer su poder soberano.”[5]  Parecería, que Foucault está refiriéndose a Israel, tan ajustada es la cita a la realidad (aunque por la fecha nos consta que no).

En la Edad Media se llamaba forajido a quien no era amparado por derecho alguno, los jueces lo expulsaban de toda juridicidad; cualquiera podía matarlo. Otra vía para encontrarnos con la misma figura, de homo sacer. Los palestinos “son” forajidos. Otra vez, pregúntenle al ciudadano israelí normal, es decir, como nos lo recuerda Norman Finkelstein, al de franca derecha, por no decir de extrema derecha.

NO le preguntemos al puñado de bravos que se resistió a incursiones sobre la descuartizada, desmantelada Franja de Gaza; los refuseñik. Fueron un puñado, decenas, pero para entrever por dónde anda la justicia o el abuso, alcanza. No le preguntemos a los judíos viejos, ahora nonagenarios e israelíes, que  recuerdan como una pesadilla los abusos y atrocidades que cometieran contra seres humanos cualquiera en 1948; no les preguntemos a los judíos con dignidad moral que acompañaron a los palestinos perseguidos hasta donde les fue posible y se convirtieron ellos mismos en refugiados; entre los famosos, Felicia Langer e Ilan Pappé.

Porque estos últimos nos sabrán decir de la enorme dignidad, paciencia, valor de tantos y tantos palestinos enfrentados a esta política de borramiento político, policial, mediático, de persecución y abuso.

La formidable periodista mizraji Orly Noy revisa la política de su gobierno y el silencio cómplice, nada novedoso,  de la ONU. Cuando finalmente queda claro que la periodista palestina Shirin Abu Aqleh fue asesinada con balas israelíes y algún personero de EE.UU. se ve obligado, al menos de boca para afuera, a condenar tamaña acción  contra una ciudadana estadounidense, Noy recoge el latigazo de primer ministro Yair Lapid: “nadie va a dictarnos regulaciones sobre cómo y cuándo baleamos”. Brutalidad típica, nos recuerda Noy. Y Gantz,  el namberguán del ejército israelí, remató: “El jefe militar, únicamente determina y seguirá determinando la política de abrir fuego.” Resume Noy: “Nadie le va a decir a Israel cuántos, quiénes, cuándo, dónde y cómo vamos a matar.”

A ver si entendemos qué es el poder omnímodo. Sin tanta verba democrática, sin tantos cortinados onusianos.

Por eso, el periodista palestino Janan Abdu resume el estado mediático pero también en el terreno, de la situación palestino-israelí: “La ley ‘antiterrorista’ israelí está aplastando, haciendo trizas a la sociedad civil palestina”. Porque sencillamente todo lo palestino es terrorista; un pañuelo palestino, un reclamo, una bandera palestina: una visión cómoda, radical y falsa.

Por eso es escena cotidiana ver a colonos israelíes destrozando frutales de palestinos, protegidos por ‘fuerzas israelíes del orden’; ver colonos apedreando campesinos palestinos con protección de soldados de la “defensa” israelí.

Para Israel, nos recuerda Abdu, no hay movimiento de resistencia que valga.  ¡Todo es terrorismo! Esto es formidable, casi una inversión de la realidad.

Porque todos los recursos de Israel, ésos sí, son terroristas: que la población sufra bombardeos en sus viviendas, por ejemplo, eso es terrorismo (de estado); que se destrocen, mediante artillería y bombardeos fuentes de energía, de saneamiento, de potabilización, eso es terrorismo. Que lo que queda del territorio palestino no deglutido por Israel esté sembrado de puestos de control, que su población sea allanada a cualquier hora del día o de la noche; que sean arrestados niños e internados en jaulones a la intemperie, que el estado sionista decline investigar las muertes que sus fuerzas represiva especiales (el cuerpo de francotiradores, por ejemplo) han llevado, llevan a cabo, eso sí, es terrorista.

[1]  Lo del “rescate” de esclavos era una exquisitez semántica: los negreros, sobre todo europeos, pagaban por afros de tierra adentro aprisionados en los reinos africanos costeros, para subirlos a barcos que transportarlos “dicha mercadería” al otro lado del océano “entregarla en destino” en las Américas, mediante muy jugosos cobros. Todo ese tráfico humano se incrementó para mantener la matriz de extracción de bienes en América cuando la mano de obra esclava local, “los indios”, aniquiladas sus sociedades, fueron raleados…

[2]  https://www.aa.com.tr/es/pol%C3%ADtica/-qui%C3%A9n-es-naftali-bennett-el-futuro-primer-ministro-de-israel/2263267.

[3]   Lluís Bassets, «Homo sacer», El País, Madrid, 4 oct. 2006.

[4]   “Biopolítica y colonialidad. Una lectura crítica de Homo sacer.”, Tabula Rasa  no.12, Bogotá, 2010.

[5]   La voluntad de saber, «Derecho de muerte y poder sobre la vida» (ùltimo capítulo), cit. p. Alejandro de Oto y María Marta Quintana,

ob. cit.

Publicado en Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Poder

Nueva definición de antisemitismo: una mosqueta ideológica

Publicada el 21/07/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

‘El antisemitismo es […] odio a los judíos. Sus manifestaciones físicas

y retóricas se dirigen a judíos o no judíos.

Y tales manifestaciones pueden incluir ataques contra el Estado de Israel.’

Una vez más, Argentina  se hace asiento de potencialidades opuestas.

El abuso feudal en pleno siglo XX contra “peones de campo” generó una resistencia que a su vez llegó a ser ahogada con fusilamientos masivos por parte del ejército y enterramientos sumarios en la Patagonia argentina…

Las dictadura de 1976, con el despiadado trato a perseguidos y el negocio generado con sus vástagos, dio lugar al formidable reclamos de madres y abuelas de desaparecidos y esa resistencia social ha tomado tal empuje como para alcanzar a hijos de desaparecidos y, en una nueva expansión de la conciencia social y moral, a hijos de desaparecedores. Y un reclamo chovinista, por ejemplo, sirvió para finalmente desnudar una dictadura más atroz todavía que anteriores y, a contrario sensu, realzar la conciencia por los derechos humanos y contra los atropellos (por ejemplo, de la oficialidad militar contra los soldados rasos).

 

En Argentina jamás se avanzó con la investigación de dos acontecimientos atroces; la voladura de la Embajada de Israel (1992) y la de la AMIA (1994); las pistas que tendrían que haberse colectado in situ por la policía local al parecer fueron escasas y poco confiables, y la llegada inmediata de otros organismos de seguridad, israelí, estadounidense, no parece haber aclarado el panorama, antes al contrario…

Conmemorando el vigesimooctavo aniversario de la voladura de AMIA y la muerte de 85 seres humanos en el derrumbe, fue anunciado un “Foro Latinoamericano de combate al antisemitismo” el 17 y el 18 de julio ppdo. en Buenos Aires, en la sede de AMIA. “Para trabajar juntos contra los discursos de odio”, remarcó Claudio Epelman, uno de los organizadores.

En dicho encuentro, una enviada de EE.UU., Deborah Lipstadt, funcionaria de su Dpto. de Estado, que se presenta como especialista en antisemitismo, definió: “Si el antisemitismo solo afectase judíos […P]ero el antisemitismo es mucho más que eso.” (tal vez este comentario explique el inexplicable “o no judíos” de la definición de antisemitismo de IHRA que pusimos como epígrafe).

Junto a Lipstadt, se ha presentado su colega temático en  la OEA, Fernando Lottenberg. Invitado de primera línea, Jimmy Morales, ex presidente de Guatemala.  También concurrirá la vicecanciller salvadoreña, Adriana Mira, y una jueza de la Corte Constitucional de Colombia, Cristina Pardo. Roy Cortina y Victoria Donda lo harán entre los adherentes locales.

El foro fue iniciativa del Congreso Judío Latinoamericano y el Ministerio de Asuntos Exteriores del Estado de Israel, junto con la Latino Coalition for Israel [sic] y Combat Antisemitism Movement (CAM).

La realización de dicho evento nos permite auscultar sus líneas ideológicas más basales; una identificación entre antisemitismo y la defensa del Estado de Israel.

La escasez de datos sobre la atrocidad sufrida en AMIA no nos permite siquiera conocer su naturaleza, si se trató de un acto terrorista y antisemita o fue fruto (podrido) de una geopolítica; un acto antiisraelí (o “todo en uno”).

Mientras se anunciaba este Foro, en esa misma segunda semana de julio, el 14 y el 15, tuvo lugar  en Buenos Aires y por zoom un encuentro; “Foro Internacional por Palestina” poniendo sobre el tapete el conflicto más largo de nuestra contemporaneidad –que arranca a fines del s XIX y se continúa, arrastrando al pueblo palestino a una peripecia de casi siglo y medio- a manos del sionismo.

Ambos encuentros, de alcance claramente internacional, fueron paralelos, no hubo cruce, o diríamos geométricamente, se cruzarán en el infinito.

¿Hay motivos para semejante cruce?

Claro que lo hay.

Porque el Foro Latinoamericano contra el Antisemitismo “guarda un muerto en el armario”.

Galit Ronen, embajadora de Israel en Argentina, remarcó la enorme relevancia que tiene para el estado sionista abordar la cuestión del antisemitismo desde una perspectiva multifocal: “este flagelo no es patrimonio de un país […]. Israel trabaja activamente para promover un lenguaje de encuentro sin espacio para la irracionalidad que aun hoy en día la judeofobia expone.”

Ronen procura hacernos creer –ella misma lo cree sin duda–  que la racionalidad guía el comportamiento israelí: pero basta un somero repaso de las acciones del terrorismo sionista durante buena parte de la primera mitad del siglo XX, aplicado para “limpiar la tierra sagrada”: voladura de buses, de hoteles, de vehiculos abandonados estratégicamente con explosivos, de mercados con sus pacíficos compradores y vendedores, de negocios palestinos en barrios, siempre con población directamente victimada.

Como el terrorismo sionista se desarrolla bajo la administración británica del territorio palestino, pendiente su destino político (porque árabes palestinos, musulmanes y cristianos, por un lado, y judíos sionistas por otro, reclamaban esa tierra), tales atentados, mortíferos, solían descargarse contra una mayoría enorme de población oriunda, pero también podía alcanzar –a veces con intención–, como pasó con la voladura del Hotel Rey David en Jerusalén, a ingleses, extranjeros e incluso judíos. Cuando el British Empire decide deslastrarse de una ”administración” colonial tan conflictiva, los judíos sionistas instalados en Palestina (no confundir con los judíos no sionistas, instalados desde mucho antes, sin pretensiones territoriales, relacionados desde tiempo inmemorial con las otras poblaciones del lugar), férreamente organizados, pasarán a ser juez y parte del orden interno y allí, las violaciones a los derechos humanos de la población palestina alcanzarán nuevas cotas de abusos, secuestros y asesinatos colectivos.

Ronen procura suprimir la irracionalidad (que con razón liga con el antisemitismo, y que genéricamente se liga con todo racismo). Pero no lo podrá hacer ignorando o escamoteando ese pasado imborrable, que está en la matriz del Estado de Israel. Porque  tan en su matriz está, que el trato dado a los palestinos en la segunda mitad del siglo XX (y que  continúa, hasta hoy) sigue siendo de la mayor irracionalidad, falta de ecuanimidad, abuso, desprecio, y en dosis tan elevadas, que ese sesgo, privado de toda democraticidad, ha ido gangrenando la propia conciencia israelí (aunque brote, ocasionalmente, a través de israelíes refractarios a semejante historia, el digno aunque impotente rechazo al atropello y matanza de palestinos).

Uno bien podría preguntarse cómo combatir la irracionalidad, cuando el sionismo, precisamente, ha fusionado un redentorismo bíblico, y por lo tanto ahistórico, con un puño de hierro que lo ha hermanado –en el trato al ajeno– con el nazismo, nada menos.[1]

Ésa es la llaga abierta que ningún foro contra el antisemitismo puede salvar.

Por eso, pese a intentos de liquidar la cuestión palestina mediante un desconocimiento radical, lubricado en todo caso con montañas de dinero a empresarios palestinos, como fue el minuet diplomático del Acuerdo del Siglo de 2020, la lacerante realidad que sufren los palestinos desde hace tantas generaciones sigue con su cosecha de miedo, dolor y muerte.

Y esa lacerante realidad es la que explica  “el otro”, foro internacional “por Palestina”, en Buenos Aires, el 14 y 15 de este mismo mes.

Este encuentro concitó la participación de diversas expresiones solidarias con el pueblo palestino, de historiadores, como Jorge Ramos Tolosa, Miguel Ibarlucía, de organizaciones y militantes palestinos como Sahar Francis, Yamal Yuma, académicos como Silvana Rabinovich, docentes como Andrés Piqueras, intelectuales como Iñaki Gil de San Vicente, activistas del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel) y tantos otros ligados a la resistencia al abuso y la violencia, oriundos de Colombia, México, redes en  lucha contra el muro levantado por Israel sajando al territorio palestino aún más para facilitar su deglución; miembros de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, el portavoz de la Red Internacional Judía Antisionista (IJAN), David Comedi, y tantos otros representativos de la resistencia y por el derecho de pueblos avasallados, como el historiador indio Vijay Prashad y críticos provenientes  hasta de la propia Israel y ciertamente de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, México, España.

El Foro por Palestina procura recordarnos lo que sufre la población palestina; como la contracara que el Foro contra el Antisemitismo procura obviar con el culto al Estado de Israel, personificado bíblicamente como ejercicio de respeto. De hecho, funciona como justificación de las atrocidades de la política de estrangulamiento a la población palestina. Estrangulamiento tácitamente negado mediante dos recursos: ignorándolo y desplegando el velo victimista.

Incursionemos un poco.

Dani Dayan, uno de los participantes, es el presidente de Yad Vashem (que en Israel encarna la recordación de las acciones nazis contra los judíos que han recibido el nombre bíblico de “holocausto”).

Desde el fin de la 2GM y por iniciativa de judíos, las persecuciones criminales nazis contra judíos, con su cosecha de millones de muertos, ha recibido el nombre de genocidio (shoá en hebreo). Pero llamativamente, las organizaciones que, mucho después, se han ido montando para conservar la documentación de lo acontecido, han optado por la palabra holocausto. Así figura en la asociación IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance, Alianza Internacional en Recuerdo del Holocausto). ¿Cómo explicar esta disonancia?

Si se acepta el término genocidio la política nazi se vincula con las tantas atrocidades que han llevado a cabo humanos contra otros humanos; como el cuasiexterminio de poblaciones nativoamericanas a manos de los colonizadores europeos, la “civilización”, con sus millones de muertos y mutilados, descargada por los belgas en el Congo, o la de la Alemania del Káiser exterminando casi totalmente a los hereros en lo que hoy se llama Namibia, los diversos arrasamientos poblacionales del África negra; el exterminio que llegó a un tercio de la población en Timor Leste a manos de la Indonesia dirigida por un títere de EE.UU., Haji Suharto, y un largo, atroz, etcétera. En cambio, calificado de holocausto y dándole alcance mundial, se lo convierte en un genocidio único en su clase provisto de un trasfondo religioso. Porque bíblicamente “holocausto” es un sacrificio brindado a dioses o a algún dios.  La razón es obvia: si las persecuciones nazis a los judíos se consideran genocidio, será más o menos equiparable con los tantos genocidios habidos. Tipificado como “holocausto” (su origen mediático podría estar en la película de Hollywood –homónima–), será único, exclusivo, y por ello mismo, incomparable.

Si “bajamos” la feroz persecución nazi contra los judíos a la historia, queda así emparentada con la también terrible persecución y muerte de gitanos por el nazismo, y de polacos y hasta de africanos por el nazismo, pero también con la estremecedora saga histórica de los otros genocidios –algunos de los cuales hemos apenas enumerado– y tendríamos que señalar, en términos puramente sociológicos, que las muertes sufridas por los palestinos también son fruto de una política genocida (o etnocida, como algunos autores sostienen, porque la implantación sionista, aunque ha matado a miles de palestinos sin juicio alguno, parecería más interesada en adueñarse de la tierra, y los crímenes contra palestinos son “apenas” una herramienta para apropiarse de aquella).

Por eso, no podemos dar por buenas las aseveraciones de IHRA y esas otras estructuras consagradas al “holocausto” de que propagan la racionalidad y la objetividad en sus designios. Porque la historia real y concreta los desmiente.

¿Cómo vamos a admitir que los irracionalistas nos den clase de racionalidad? ¿Cómo podemos admitir que fuera de Palestina el aparato de poder israelí pretenda presentarse como democrático, dialoguista, en franca lucha contra el terrorismo cuando han perfeccionado una de las máquinas terroristas más influyentes del planeta?

Para decirlo con las elocuentes palabras de una investigadora, psiquiatra y luchadora palestina, Samah Jabr, citada por Gil de San Vicente: «¿Cómo puede ser que la palabra “terrorismo” se aplique tan fácilmente a los individuos o grupos que usan bombas artesanales, y no a los estados que emplean armas nucleares y otras armas prohibidas internacionalmente, para asegurar la sumisión al opresor? Israel, Estados Unidos y Reino Unido deberían estar a la cabeza en las listas de estados exportadores de terrorismo por recurrir a ataques armados contra la población civil en Palestina, Iraq, Sudán y otros lugares. Sin embargo, “terrorismo” es el término político que el colonizador utiliza para desprestigiar a las que resisten, de la misma manera que los afrikáners y los nazis califican de terroristas a los combatientes negros y franceses por la libertad […] la violencia puede ser el medio que un ser humano racional use para defenderse. Cuando una mujer reacciona violentamente ante una amenaza de violación, es una forma de yihad […] Tanto el derecho internacional como los precedentes históricos de muchas naciones reconocen a la población el derecho a tomar las armas para liberarse, cuando se encuentran bajo el yugo de la opresión nacional. ¿Por qué sería diferente en el caso de Palestina? ¿Las leyes del derecho internacional no pretenden ser universales?» [2]

Basta reparar en las políticas con las que Israel ha encarado “la cuestión palestina”,  para que toda la monserga sionista por la racionalidad y contra el antisemitismo como una forma de lucha contra la injusticia se derrumbe o se sienta inauténtica.

Enumerando una cortísima e incompleta lista de procederes: 300 litros de agua por israelí de alta calidad que usan hasta para lavar el auto, 60 litros de agua de bajísima o inexistente potabilidad por palestino; carreteras excelentes para israelíes para cubrir, por ejemplo, un tramo en 20 minutos, en tanto la misma distancia tiene que ser cubierta por un vehículo palestino en 4 o 5 horas, por pésimos caminos destartalados y sucesivos puestos de control policiaco-militares que prolongan intencionalmente la espera para franquear el paso; electricidad en la Franja de Gaza de 2 a 4 horas diarias, con lo cual se pone en peligro toda función alimentaria, sanitaria, intelectual y hasta deportiva; los barrios reiteradamente bombardeados mantienen las ruinas porque Israel no permite reedificaciones estrangulando toda provisión de materiales de construcción, por lo cual un considerable sector de la población vive entre ruinas, en verano y en invierno (y con nieve); en la Franja de Gaza han volado por los aires plantas potabilizadoras, escuelas, mezquitas, puertos, aeropuertos… y viviendas.

Nos lo recuerda Jabr: “en Palestina no existe estrés postraumático porque el trauma es repetitivo, continuo, sin solución de continuidad.”

La FdG está sitiada desde 2006: los israelíes limitan las calorías máximas de los alimentos que entran a la Franja (si no llegan a la boca de palestinos impedidos de acceder a ellos, si algunas partidas se pierden por falta de refrigeración, choques o accidentes… paciencia: las calorías ya están contadas. A la situación resultante; pésima alimentación de la población palestina allí sobreviviente, se llega sin esfuerzo, «naturalmente».

Cuadro éste, realzado” por bombardeos de artillería y de aviación que se han sucedido,  al menos cuatro veces con enorme alcance y destrucción generalizada.

Con razón el médico noruego Mads Gilbert, presente en hospitales de campaña en más de una de las invasiones israelíes a la Franja, ha declarado: “El pueblo palestino tiene una resistencia que entiendo sin par, incomparable en el género humano.”

Es odioso y fácilmente errado todo juicio del tipo “el pueblo más… hermoso, inteligente, probo”. Sin embargo, este médico es muy remiso a los elogios. Gilbert es consciente de la  temeridad de su juicio, que es como el reverso de otros juicios, igualmente dolidos, de quienes consideran visible un deterioro psicológico, ético, que vive la inmensa mayoría de la población israelí. Jahr nos recuerda que, por ejemplo, la población israelí ‘se ha hecho indiferente al asesinato de niños palestinos, como se ha comprobado en su complicidad activa o pasiva durante la masacre de Gaza en la que Israel utilizó bombas yanquis de fósforo blanco.’ [3]

El establecimiento del Estado de Israel entonces, no ha creado un problema (palestino) sino dos.

 

[1]  “El secuestro de Eichmann es un acto de ilegalidad de exactamente la misma clase de la que los mismos nazis… han sido culpables.” Lo expresa Erich Fromm, judío y lo recuerda en La industria del holocausto, Norman Finkelstein, también judío. Nos lo plantea Iván Gómez Avilés en Nazismo y Sionismo. La colonización sionista de Palestina, recordando negociaciones entre sionistas y nazis cuando ya había empezado la represión directa y violenta de judíos (no sionistas) por parte de los nazis. (Ha’avarah). Lo advierten muchos judíos actuantes dentro del Estado de Israel, como hace pocos años, Yair Golán, subjefe militar israelí, refiriéndose a la nazificación de la modalidad represiva israelí. “No hay nada más fácil y simple que odiar al extraño, […] bestializarse y [después] justificarse, y no hay nada más fácil que instaurar el miedo.” Tales palabras, sabias, fueron dichas ante el entonces ministro de Educación Naftalí Bennett, quien “educa” a sus alumnos con sentencias como: “He matado a muchos palestinos… ¿y qué problema hay?” Golán y Bennett grafican esos dos momentos del alma judía en Israel.

[2]  “Tras los frentes. Crónica de una psiquiatra […] bajo ocupación. Hojas Monfíes”, Granada 2022.

[3]  Jabr se refiere a la invasión a la FdG de 2008-2009 a la que los mandos militares (¿o civiles?) de Israel no tuvieron mejor nombre que ponerle “Plomo Fundido”.

 

Publicado en Palestinos / israelíes, Poder, Sociedad e ideología

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