Saltar al contenido

revista futuros

del planeta, la sociedad y cada uno…

  • Inicio
  • Revista Futuros
  • Otros escritos
  • Sobre el autor
  • Contacto

Ofensivas espirituales

Publicada el 07/02/2020 - 01/03/2020 por ulises

Hace ya muchos años, para presentar un pequeño libro sus editores me invitaron a un stand de la feria anual del libro de la capital federal. Durante una semana tenía la editorial, y sus autores, un pequeño espacio compartido con otras editoriales. Las editoriales grandes, tenían, ciertamente, un puesto exclusivo, pero para nuestra Imago Mundo no era el caso.

Me tocó compartir el espacio con tres o cuatro editoriales o sellos; uno de ellos era el de la embajada saudí, que presentaba toda su propaganda oficial.

El encargado era un joven árabe, morrocotudo, con apariencia mucho más de boxeador peso pesado o lanzador de martillo, pero que paradójicamente estaba allí para difundir las páginas de la cultura saudí.

Con una convivencia continua de horas, cruzamos pareceres, envites; al fin y al cabo en nuestro tenderete estaba más el tiempo vacío que con candidatos a lectores.

Conservo un recuerdo  imborrable: del enorme orgullo, la vehemencia, que el saudí ponía para explicar, destacar que en su país los adolescentes, los jóvenes de 13 o 14 años hasta terminar la década, aprendían de memoria el Corán. Que estaban años ejercitándose y que era la señal…

No me pregunten a mí de qué. Porque lo considero de empobrecimiento conceptual (aunque a la vez se hicieran eruditos coránicos), de triste y superflua memoria, de falta de creatividad, de discernimiento, en una palabra de seguidismo mental…

Esa preparación saudí a principios del s. XXI calzaba como el guante en la mano con una teocracia retardataria, represora, hiperautoritaria, parásita (del universo del petróleo…).

Eso, Arabia Saudí  año 2000.

Echemos una mirada al Uruguay 2020. Su espectro radial se “nutre” de un par o tal vez tres emisoras que repiten una letanía, rezos católicos… llena eres de gracia, el señor es contigo… a la mañana, a la tarde, al anochecer.

Las mentes que así se crean, o forman, son como las de los saudíes a que hice referencia. Aunque los contenidos sean distintos.  Y uno hable de Allah y otro de Jehová…

Pero sigamos en el dial. Más de tres, ciertamente, a distintas horas, emiten, a los gritos, el “mensaje de Jesús”, “de nuestro señor”. Aquí el tono es distinto. No es el monocorde, lineal de la oración católica sino el grito arrebatado para que el radioescucha reaccione y atienda los llamados de la prosperidad. Porque estos mensajes, muy cristianos nos dicen, provienen de pastores que procuran llevar a su rebaño a la prosperidad. La invocación, continua, a la prosperidad revela que se dirige a gente escasa de recursos. Y lo suficientemente sencilla o simple como para atender esa posibilidad de conseguir plata.

En rigor, lo que hace el pastor, diezmo mediante, es conseguir dinero para sí. Con el resultado, aritméticamente inevitable, que el reclutado, el converso, el ‘elegido por dios’ tendrá algo menos de dinero que antes de dar el diezmo… pero es un asunto de fe.

No se trata sólo de iglesias o sectas protestantes. Tenemos en ascenso también el culto pagano a Iemanjá, que junto con el umbandismo provienen de Brasil (de África, vía Brasil) , y por más que ahora tratemos de acentuar su carácter ecológico, lo cierto que históricamente se formó en nuestro país en tiempos duros, políticamente hablando, como contracara de la realidad. Y que, como la floración de sectas protestantes, se amplía con la pauperización de la sociedad.

Y  vayamos un poco más recorriendo el dial. Más audiciones que las religiosas, que ya son numerosas, tanto “como para oprimir el cerebro de los vivos”, tenemos, en determinados horarios, las audiciones de fútbol…

Son tantas, que habría que instaurar competencias y torneos entre ellas para elegir la peor o la menos mala. O la mejor, porque queremos creer que también existen. Y son tan intensas, emocionalmente fanatizantes, que no puede uno menos que pensar que también el fútbol ha devenido opio de los pueblos. Con sus santos y sus sacerdotes más o menos supremos…

Como broche de un estado de nuestras mentalidades en Uruguay, tenemos, cada vez más,  la enorme difusión de iglesias de las llamadas cristianas (protestantes): pentecostales, nazarenas,  calvinistas, apostólicas, universales, espectaculares, mormonas, metodistas, anabaptistas, episcopales, bautistas, luteranas, sabatistas…

Por cualquier acceso acercándonos a Montevideo uno ve aparecer pequeñas capillas de diversos  credos protestantes, cada pocas cuadras.

Y una iglesia como la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en Brasil, asociada a Jair Bolsonaro y con viajes de “superación espiritual” a Israel, cuenta con tanto dinero, como para que podamos ver una ostentosa sede central en Montevideo (también en Buenos Aires), y los mejores locales disponibles en las pequeñas ciudades uruguayas, arrendados por la IURD. Locales que apenas se abren y convierten en “templo” algunas horas al mes, pagando sin problema tamaños alquileres…

Tenemos así una ofensiva “espiritual” fuerte sobre “el paisito”. Aunque podamos alegrarnos viendo sus locales casi vacíos, tenemos que saber que un país succionado, exprimido rematando for export sus bienes naturales, como el agua, crecientemente enajenado, como lo podemos verificar con la cantidad de tierra comprada por extranjeros (fundamentalmente consorcios transnacionales) es un país introducido en un proceso de empobrecimiento, sanitario, alimentario, material, lento pero sostenido.

Y la contracara de lo que los capitales de inversión transnacional se llevan sobre la base de invocadas inversiones es, precisamente, nuestro empobrecimiento. Y este proceso, bien material,  conlleva, ya lo hemos visto en muchos lados, un vuelco cada vez mayor a soluciones  espirituales, religiosas, salvacionistas; lo que yo definiría como la capacidad humana de autoengaño.

Publicado en Cultura dominante, Globocolonización, Para salir del repollo, Uruguay

Agroindustria, contaminación generalizada, alimentación vegana, lucro y calentamiento global: Un plato indigesto

Publicada el 19/01/2020 - 20/01/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

En un mundo cada vez más interconectado, donde los dispositivos tecnológicos nos han achicado cada país, cada región y el mismo planeta y donde el poder está concentrado como antes jamás, de un modo que ni siquiera entrevieron los mayores déspotas de nuestra humana historia, es indudable que la heteronomía se ha ido asentando en la mayor parte de las acciones humanas.

El proceso de computarización forzosa a que somos sometidos y que cada vez más nos lleva, con ahínco, hacia presuntos paraísos cibernéticos, opera al mismo tiempo que la naturaleza se está haciendo pedazos delante nuestro en cada vez más lugares del planeta. En medio de tanta ignorancia e indiferencia… humana, precisamente.

Es tal el descaecimiento cultural y conceptual que algunos amigos de la naturaleza, a través por ejemplo de Paisajes Multifuncionales[1] nos revelan un “cambio de mentalidad” y un “cuidado ambiental” brindándonos la “novedad” de que los insectos polinizan las plantas.

Como lo oye. Un campesino viejo y analfabeto, siempre supo que los insectos polinizan y que sin ellos, no fructificaría buena parte del reino vegetal. Pero ahora hay una empresa que se dedica a hacernos conscientes de semejante realidad. El ejemplo expresa la penosa realidad de la crisis cultural en que la sociedad moderna, hipermoderna, nos ha situado. Comunidad Científica sabe de qué habla. Se han enterado que los monocultivos atrofian la polinización por el sencillo y crudo expediente de achicar la diversidad biológica del medio.

¿Habrá que hacer cursos y universitarios de larga duración, para saberlo? Algo que un par de ojos (y la consiguiente mirada, claro) han visto desde tiempo inmemorial.

Hay que integrar este tipo de retrocesos culturales en la suma algebraica de todo lo que la modernidad nos ha dado en tantos rubros y a la vez quitado en otros.

Mientras nos enteramos de la “novedad” de la polinización con insectos, pájaros y otros “transportistas” del polen, vale la pena recordar que, cuando los agrotóxicos estaban diezmando cada vez más la microfauna, un laboratorio de vanguardia en la apuesta química y transgénica a las producciones agrarias, Monsanto, ofreció –luego de reconocer tácitamente el abejicidio en marcha− drones para hacer la tarea de polinización. Un ejemplo de sofisticación tecnológica e idiotez intelectual en ingeniería y costos; pensemos nomás lo que cuesta el viaje de la abejas y el de los drones…

Hay un conflicto que parece tomar centralidad en esta cuestión de la vida, los alimentos, los cultivos y la escala de producción.

Desde que las elites de poder, primordialmente de EE.UU., han decidido el empleo de los alimentos como “armas de destrucción masiva”, para usar la acertada frase de Paul Nicholson,[2] la agroindustria ha ido ampliando sus ya enormes dimensiones. Junto con ese aumento de las unidades productivas, se puede observar el aumento consiguiente de la contaminación planetaria, cada vez, precisamente, más fuera de control.

Martin Cohen y  Frédéric Leroy[3] señalan la relación entre agroindustria y auge de la dieta vegana; un ascenso ideológico que parece indisolublemente unido a la expansión agrotóxica.

Y eso, pese a que hay muchos veganos totalmente empeñados en una producción a pequeña escala y tendencias autosustentables. ¿De qué modo entonces, la fiebre vegana se ha convertido en el aliado primordial de la agroindustria?

La opción vegana plantea, con aritmética razón, que salteando la alimentación animal, los vegetales producen diez veces más alimentos. La humanidad creciente, sobrepoblada, agradecida.

En lugar de aplicar 10 k. de maíz o soja para alimentar un cerdo o una vaca, con lo cual se podrá consumir un kilo de carne, es decir un décimo del peso de los vegetales que la “aprontaron” para el consumo humano, salteando al animal, entonces, tendríamos diez veces, aproximadamente, su producción en alimentos directamente para humanos.

Este cálculo es maná del cielo para los grandes productores agroindustriales. Existe una tendencia “que deja de lado a los productores pequeños y medianos en favor de la producción agropecuaria a escala industrial y un mercado de alimentos global en el que los alimentos se producen a partir de ingredientes baratos comprados en un mercado de commodities.”[4]

Cohen y Leroy asocian esta línea de acción con un mercado creciente de «carnes falsas» (falsos lácteos, falsos huevos) en EE.UU. y Europa, que a menudo se celebra por ayudar al auge del movimiento vegano.” Otro factor, entonces, que induce el avance de lo vegetal sobre lo animal.

La producción rural y granjera tradicional estaba, en rigor, al, servicio de una alimentación omnívora. Frutas y frutos de la tierra, claro, pero también huevos, miel, carne de los animales de granja.

La humanidad, por otra parte, siempre fue omnívora, con variaciones, a veces grandes variaciones regionales, pero los humanos nos hemos nutrido siempre omnívoramente. Como algunas especies mamíferas; osos, coatíes, cerdos, ratones, y otros animales como lagartos o pirañas, por ejemplo.

Pero el régimen actual de alimentación, crecientemente regulado desde las góndolas nos está llevando a un universo de productos sintéticos y ultraprocesados, cada vez más lejanos de los alimentos que la naturaleza nos proveyera desde tiempo inmemorial. Tiempo en el cual nuestros cuerpos se construyeron, a lo largo de milenios y tal vez cientos de miles de años.

Hace unos quince mil años se produjo una revolución alimentaria; del nomadismo a la sedentarización; de la recolección y la pesca a la agricultura y la cría de animales domésticos. Según algunos historiadores, perdimos altura; ganamos prolificidad. La pregunta es si esta actual “revolución alimentaria”, que nos azucara y engrasa la vida como nunca antes y que ahora nos provee de productos ultraprocesados en lugar de naturales, tendrá efectos beneficiosos o perjudiciales. Los datos sobre aumento casi incontrolado de cánceres, afecciones a la piel, alteraciones endócrinas, floración de mialgias y un largo, penoso etcétera, nos está denunciando que vamos por mal camino, pese a indudables avances del saber médico. Camino aquel muy redituable para los grandes pulpos alimentarios mundiales, tipo Nestlé (penosamente famoso por su genocidio africano en los ’60), Coca-cola (devenida de productor de agua azucarada estimulante a secuestradora de agua potable en países y regiones con escasez de agua, como la India), Unilever con su apuesta vegana, Monsanto-Bayer, campeones mundiales de la transgénesis y los monopolios consiguientes a costa de los campesinos… No me parece que tales emporios hagan algo bueno, para nosotros… los humanos cualquiera.[5]

La alimentación vegana es uno de los movimientos ideológicos más recientes y, tal vez precisamente por su corta edad, se caracteriza por un culto intenso y dogmático por parte de sus practicantes. Su postura “pro vida” esconde el hecho de su significado profundo en el concierto de la alimentación humana; borrar, por ejemplo, la idea de granja y consiguientemente la de una producción polivalente y a pequeña escala. Y más en general desechar o ignorar todo nuestro pasado humano, omnívoro.

Aunque sus cultores sean a menudo militantes empeñados en pequeñas parcelas de producción vegetal y se nieguen a atender  que el reclamo vegano encaja como un guante en la mano con la monoproducción agrícola a gran escala. Que postula ser la más barata, aunque para ese cálculo se deseche toda externalización de costos relacionados con la contaminación con agrotóxicos, por ejemplo, característica de la producción agroindustrial.

Porque, ¿cómo calcula la agroindustria los costos? Dijimos, externalizando. Las cuentas que ofrecen son del tipo: la hectárea monocultivada genera 3 toneladas, pongamos de maíz; la del agricultor tradicional a gatas produce 2 toneladas, tal vez una y media…

Ya Vandana Shiva explicó la falacia de ese razonamiento: el campesino en pequeña escala, en primer lugar cuida su tierra y espontáneamente, contamina menos. Pero además de las diferencias cualitativas, en ese predio –sigamos con la hectárea− produce al cabo del año una serie de cultivos cuya suma material, física, excede largamente las 3 toneladas que son orgullo del monocultivo: el campesino produce para el mercado o para el autoconsumo las verduras de estación, diversos frutales, el sustento para la cría de animales domésticos o silvestres, como cabras, ovejas o ranas… plantas medicinales y hasta flores, aclara Shiva. Todo ello, sumado a la producción que teníamos para comparar, maíz, alcanza volumen y peso muy superior al de la producción falsamente récor de la agroindustria.

Agroindustria que, por otra parte, aumenta la dependencia y estrecha los márgenes de ingresos para el trabajador rural, el campesino, el productor, que, encerrado en su línea de producción, carece de otras vías de subsistencia y resistencia. Ya sabemos que una extrema dependencia no conduce sino a la servidumbre.

Cohen y Leroy señalan a Unilever, tal vez la mayor empresa alimentaria del planeta, apostando fuertemente a alimentos vegetales ultraprocesados (aceites, almidones, proteínas) “ofreciendo cerca de 700 productos veganos en Europa”.

A esta altura no sabemos si el veganismo aprovecha la producción agroindustrial o si ésta, agente de la mayor contaminación planetaria (como la competencia con una serie de ramas industriales altamente contaminantes, es enorme, tal vez sea más prudente señalar que es una de las mayores contaminaciones planetarias) fogonea y utiliza el veganismo en su tarea de arrancar la producción de alimentos de las manos campesinas.

Pero tanto en uno como en otro caso, se trata de una producción con fuerte contenido  ideológico, no necesaria ni objetiva ni fatal. Que construye un mundo más lineal y homogéneo. Y consiguientemente más frágil. Y dependiente.

Basta pensar en una población que extraiga de una granja sus principales suministros y de una población que dependa de las góndolas. Que es el tipo de sociedad que estamos forjando, o mejor dicho que nos están construyendo proveedores cada vez más enormes, los que, luego de que “dejáramos de usar la caña”, se empeñan en darnos “el pescado, fritito y asado”, y cada vez más a menudo, algo que es fritito y asado, pero ni es pescado…

Si alguna prueba necesitábamos de la peligrosidad de las góndolas, del mundo servido en bandeja y con trabajo escondido, altamente automatizado, las estamos teniendo por doquier: la generación de alimentos mediante una agricultura basada en venenos; la contaminación de todo el mar océano planetario con los plásticos; la presencia cada vez más amenazadora de los incendios, antes en California, Portugal o Brasil, ahora en Australia…  

Hemos entrado, en los últimos meses en un frenesí de alarma por los microplásticos, que aparecen literalmente hasta en la sopa… Pero tenemos que saber que dichas partículas fueron denunciadas durante años sin mayores respuestas. Nuestro estado de conciencia no sigue al conocimiento sino a la veleidosa opinión mediática, configurada de acuerdo con los intereses del gran capital.

La peripecia australiana es muy significativa puesto que se trata de un estado atado a la producción carbonífera de la cual sus titulares, privilegiados en Australia con su poder industrial, no se quieren retirar.[6]

Argentina tiene el triste privilegio de haber sido, junto con EE.UU., los únicos estados produciendo transgénicos en el s XX: y ese período (ya de un cuarto de siglo) ha ido permitiendo verificar a investigadores dispuestos a romper con el discurso oficial y dominante, como la Red de Médicos de Pueblos Fumigados y otros resistentes[7] que el avance de cánceres en zonas por ejemplo sojeras es innegable y que, por ejemplo, la celiaquía se ha extendido como nunca antes; varios investigadores asocian esta frecuencia con el glifosato; el herbicida estrella de los cultivos transgénicos.[8]

Habría que rastrear los motivos del aumento desproporcionado de escuelas diferenciales para niños “con capacidades diferentes”, por ejemplo en la provincia argentina de Misiones, porque hay muchos indicios de alteraciones del sistema nervioso  y de todos nuestros cuerpos, como lo expone la sobrecogedora muestra fotográfica de Pablo Piovano.[9]

La mesa está servida. Pero con la guerra en el plato.

notas:

[1]  Lucía Gandolfi, Comunidad Científica, 12 dic. 2019.

[2]  En el cambio de siglo secretario de la Vía Campesina (internacional rural enfrentada al campesinicidio en marcha).

[3]  “Veganos en guerra. El lado oscuro de los alimentos a base de plantas”, lanacion.com, 4 ene 2020.

[4]  Cohen y Leroy, ob. cit.

[5]  Excelente semblanza la de Ignacio Conde en “Comida replicante”, Convivir, no. 289, Buenos Aires, mayo 2018.

[6]  Jerome Small, “Las ganancias en Australia conducen al apocalipsis”, Socialist Alternative.

[7]  Darìo Gianfelici, “El impacto del monocultivo de soja y los agroquímicos sobre la salud”, futuros, no.12, Río de la Plata, primavera 2008; Hugo Gómez Demaio, “Agrotóxicos: niños con retraso mental grave y malformaciones”, futuros, no. 13, Río de la Plata, verano 2009/2010.

[8]  Samsel, A. y Seneff, S, cit. p. Heyes, J. D., “Peligros y daños causado por el glifosato”.

[9]  Exposición fotográfica “La agricultura a base de venenos”, Buenos Aires, 2014.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Cultura dominante, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Poder mundializado, Sociedad e ideología

Uruguay, la MINUSTAH en Haití y la vieja política de los tres monos sabios

Publicada el 30/12/2019 - 12/02/2020 por ulises

por LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ

Uruguay: mito civil. ¿Realidad civil o no tanto?

Con la dictadura los militares consolidaron una serie de privilegios que habrían sido inimaginables para muchos uruguayos de otro modo; como, por ejemplo, disponer de una presencia física dentro de la sociedad mucho mayor que la que los militares, proporcionalmente, tienen en nuestros vecinos, Argentina o Brasil (que no son, por cierto un dechado de civilidad). Tienen además un sistema jubilatorio o de retiro que es también inimaginable para cualquier trabajador civil uruguayo (jubilándose, según los grados obtenidos, a los cincuenta y pocos años o incluso antes de los 50, y hasta antes de los 40…). Y hablamos de jubilaciones muy jugosas, no sólo anticipadas… que son un verdadero dolor de cabeza para el presupuesto  público del Uruguay…

El informe sobre la ONU

Acaba de hacerse público un relevamiento llevado a cabo por dos investigadoras estadounidenses sobre los abusos sexuales llevados adelante por tropas de la ONU en el arrasado territorio de Haití.

La ONU se ha cuidado de investigar por sí los efectos de la presencia de “sus” tropas en las intervenciones en países en crisis, con lo cual no hace sino constituirse en cómplice de las actuaciones de “sus” subordinados, que ciertamente, tienen manos más que libres para ejercer sus poderes en esos desdichados territorios.

El informe de marras, que ha tomado estado público y conmocionado a buena parte del mundillo mediático (no tanto en Uruguay, en que apenas ha sido abordado y resultó prestamente olvidado), concebido inicialmente para atender diversos aspectos de la problemática de país ocupado por sus presuntos benefactores –valga la contradicción– tomó un giro inesperado cuando de las consultas y cuestionarios a la población cercana a las bases de los contingentes onusianos, surgió la cuestión de la presencia de los petits minustah, como se les llama a los vástagos de las relaciones sexuales entre mujeres, a menudo jovencitas de 15, 13 u 11 años, haitianas y soldados revistando como cuerpos armados en el país (cuerpos armados, dije; no cueros amados… como muchos de estos soldados se imaginan la historia).

En el inesperado giro de la encuesta, surgió un dato por demás significativo para el Uruguay: en la docena larga de países que ha enviado tropas a Haití bajo la MINUSTAH (2004-2017), Uruguay goza del indiscutido primer puesto en cantidad de violaciones, paternidades no asumidas y otras irresponsabilidades y abusos contra la población local.

Con algún otro país, hay que reconocer una dura competencia, pero de todos  modos Uruguay ha quedado indiscutido “oro” de tan  atroz certamen. Ya veremos porqué.

Pero antes, un pequeño relevamiento:

Uruguay fue registrado con el 28,3 % de los casos (alrededor de 75); Brasil con el 21,9% (alrededor de 60 casos); No sabe origen aprox. 20% de los casos (50-55 casos); Chile, con el 7% aprox. de los casos (cerca de 20); Argentina y Nepal, cada uno con un 5% de los casos aprox. (casi 20); Sri Lanka con el 3% de los casos (entre 7 y 8 casos) y luego con magnitudes menores (entre 1% y 2%), Senegal, Nigeria, Canadá, Bolivia, Jordania y Francia.

En este relevamiento falta conocer las dimensiones de los contingentes respectivos. Sabemos, sí, que Uruguay ha apostado fuertemente al conchabo tipo MINUSTAH en la ONU por razones crudamente económicas, aunque institucionalmente se invoque el deber moral de participar en pacificaciones. A la luz de esta investigación, así como el motivo idealista palidece hasta el ridículo, habría que ver si amén de las ventajas económicas no subyace otro motivo para apostar tan fuerte a la participación en la MINUSTAH; que interese a muchos como ejercicio de poder, en este caso emocional… Sentirse macho ha sido muy gratificador para muchos hombres, demasiado tiempo, como para ignorarlo.

El nauseabundo olor de este escándalo, para remate bastante escamoteado tanto por el gobierno uruguayo como por círculos que se reputan informativos o informados, expresa claramente que algo había podrido y no en Dinamarca, precisamente, sino en nuestro Uruguay.

Rastreando

El dechado de servicios llevado adelante por los militares uruguayos en Haití, mientras cobraban suculentos ingresos de la ONU, nos retrotrae a la siembra dejada por el Pacto del Club Naval, entre otras lindezas que nos han caracterizado. Este pacto, suscrito por la dirección militar en pleno retroceso político y las direcciones del Partido Colorado, el Frente Amplio y la hiperconservadora Unión Cívica garantizaba la impunidad a los militares por los abusos, atentados, apropiaciones, torturas que pudieran haber hecho, que realmente hicieron, durante el período dictatorial.

El Pacto del CN dejó a los militares sin hipoteca política ni ética alguna. Fue una fiesta de la impunidad (saldada con una amnistía generalizada a “la subversión”, sólo que            –significativa diferencia– en la generalidad de los casos sus titulares se habían “comido” alrededor de 13 años de penitenciería). Y empleando una jerga, también ella significativa: “Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva”.

El abusivo, racista, despreciativo comportamiento de los militares protegidos por la ONU, permite verificar varios rasgos pervivientes del Pacto del CN: los militares uruguayos se han permitido mantener sus modos de comportamiento del tiempo dictatorial, lo cual constituye una prueba de que el Pacto del Club Naval goza de muy buena salud y prolonga la caducidad que nos ha asolado dentro de fronteras, con la MINUSTAH llevada al exterior.

Defender lo indefendible

Con un pequeño agravante. Las atrocidades del tiempo de la dictadura eran rechazadas por demócratas y progresistas (al menos de palabra). Pasada la dictadura, por lo visto, no solo jefes militares disculpan atrocidades de sus cofrades; desde hace años muchos demócratas y progresistas  también las disculpan.

Para sustraerse a la presión militar, se la empuja fuera de fronteras. Para que traigan ingresos. Y ahora, como bien dice la Coordinadora por el Retiro de Tropas de Haití/Uruguay, nos traen este primer premio.

El ministro de Defensa José Bayardi y otros defensores de la actuación militar uruguaya fuera de fronteras nos dicen que se trata apenas de una minoría (de violadores, de abusadores).

Este argumento, abyecto, merece varias precisiones:

1) nadie dice que si MINUSTAH tuviera, por ejemplo, mil miembros uruguayos, hubiera mil delincuentes. Ni siquiera durante la dictadura y la impunidad consiguiente, todos los militares estaban dedicados a delinquir;

2) el que, sistemáticamente cada soldado ligado a un embarazo (con violación, amorío o seducción) fuera retirado del plantel y “enviado a casa” habla de una política: ruin, cobarde, corporativa, no sabemos si procedente del mando onusiano o del mando nacional, uruguayo en nuestro caso. Pero en cualquiera de los casos, revela el comportamiento de “ejército de ocupación” de la ONU, con total desaprensión y desprecio por la población local; concretamente, sus mujeres y niños/as;

3) esta investigación se refiere a 265 casos documentados. Pero todos sabemos que podrían ser más, muchos más. Porque se trata de hechos escamoteados, burlados, ocultos. Así que no deberíamos hablar de cantidad, sino de calidad.

El desprecio y el uso de la población local femenina (e incluso, excepcionalmente, masculina; los uruguayos también en esto se “lucen”) es un aspecto fundamental del maltrato sufrido en este caso por Haití a manos de la ONU. Pero no es de ninguna manera el único maltrato: el destacamento senegalés de la MINUSTAH llegó al país portando cólera y a causa de las gravísimas falencias ambientales y sanitarias, “lograron” contagiar e implantar la epidemia en el devastado primer país americano no anglo independiente (Haití tuvo que independizarse de su metrópolis colonialista que era la Francia revolucionaria, en 1804, cuando ya había devenido napoleónica). Se estima que ”gracias” al descuido de la ONU con los controles sanitarios hubo alrededor de un millón de contagiados y ¡varias decenas de miles de muertos! ¡La ONU no ha sentido ninguna obligación por semejante mensaje de muerte bajo pretexto de pacificar, educar, “enderezar” al país!

Pero volvamos a los militares uruguayos y al Uruguay.

No sólo vuelven al país con un “primer puesto” en violaciones y paternidades no asumidas. Pensemos en la inolvidable canción de Jaime Roos cuando nos recuerda que en los ’20 deslumbrábamos con un fútbol insuperable y que en los ’70 salíamos a pichulear y que “si te agarran sin papeles te meten en un avión” de vuelta al paisito…

Triste imagen la de Roos, pero ¿qué decir de estos nuevos uruguayos “exportados” oficialmente, fruto de la dictadura, el Ejército y la ONU?

Tal vez nos demos cuenta que hemos perdido calidad. Humana. Aunque estos últimos uruguayos tengan defensores por doquier. Vale la pena un mínimo repaso para ver nuestros abismos psíquicos y éticos:

  • El ministro de Defensa Jorge Menéndez: “No hay cuestiones azarosas para este país cuando representamos nuestra bandera y nuestro pueblo bajo mandato de Naciones Unidas. Hay trabajo, preparación, respeto al mando y a la legislación que determinan lo que debemos hacer, cuándo vamos, cuándo volvemos y cuántos somos.” (Presidencia, 9 mayo 2017)
  • El presidente Tabaré Vázquez hizo referencia en ese mismo año a “tolerancia cero” a los abusos. Menos mal. (cit. p. Coordinadora)
  • El ministro de Defensa José Bayardi, 2019, se refirió al episodio que nos ocupa como que se trababa de “porcentualmente pocos” casos de paternidad comprobada. Escamoteando que a estas tropas les está vedado todo abuso contra la población local…
  • Estas expresiones coinciden con la neolengua onusiana, según la cual lo que hace la MINUSTAH (y otros contingentes análogos) es ”estabilizar” el país sometido a intervención.

Con la caducidad dentro de casa, lo que han aprendido los militares es la impunidad. Rendir culto a la impunidad ha sido tarea nacional y mayúscula. Basta ver si alguna vez ha ido a juicio o a prisión algún estafador de rango.

Lo que ha pasado con PLUNA, FRIPUR, ANCAP es impunidad civil. La impunidad militar es un poco más dramática, porque se trata de cuerpos humanos rotos. Maltratados, violados, torturados, masacrados.

Y la impunidad se ha mantenido a pie firme. Claro que no bajo responsabilidad exclusivamente militar. A ella han contribuido, de modo decisivo, ilustres civiles como Julio M. Sanguinetti, Tabaré Vázquez, con el apoyo de “intelectuales” como Vivian Trías y en general los civiles desarmados firmantes del Pacto del CN, y también los civiles armados (más o menos ex), tipo José Mujica, Mauricio Rosencof y el namberguán de todos ellos, que se apresuró a escribir “la historia”: Eleuterio Fernández Huidobro.

El problema es mucho mayor que el tradicionalmente imaginado

Con esos amparos a derecha e izquierda, los militares han adquirido un “abandono de la pretensión punitiva”, casi inalterable. Y mediante la circulación de currículos, recomendaciones, etcétera, han ido consiguiendo atribuciones como batallones “de paz” en ese teatro de operaciones mundial, que es la ONU, la mesa de negociaciones de las grandes potencias, gubernamentales, militares o económicas, para hacer como que funciona una democracia planetaria.

En Haití, junto con militares brasileños, y de otras nacionalidades, los destacamentos uruguayos han ido haciendo sus pequeños grandes negocios: ganar “mil veces más que en casa” y conseguir extras, sexuales, por ejemplo, con mayor libertad y discrecionalidad.

La expansión de la militarización de nuestro país no pasa indemne: la imaginación militar no tuvo nada mejor que erigir un árbol de navidad con granadas de mano, balas de alto calibre, cascos militares, cajas de municiones, cañones, fusiles.

La decisión política, ministerial, de mandar desmontar semejante culto castrense a lo navideño sirvió para ver la estatura ideológica de la intendenta minuana, al parecer del Partido Nacional, negándose a cumplimentar la orden ministerial de desmonte inmediato del árbol “milico”.

Ese gesto de desobediencia podría revelar una acusada independencia mental o resistencia a la autoridad. Lo cual puede ser realmente una virtud. Pero su adhesión a lo militar la ubica como una partidaria cerrada e incondicional de la autoridad. Que sin embargo no cumple… ¡oh intendenta!, ¿en qué quedamos, ¿institucional o de facto?

Tanto el episodio “mayor” de la MINUSTAH como el menor del arbolito de navidad están sacando a luz una realidad, al menos inesperada para el horizonte civil que parece caracterizar a nuestro país. Al menos en la arena internacional.

El surgimiento de un partido de clara raigambre militar, como Cabildo Abierto y su extraordinario éxito electoral, poniéndose a la par de uno de los tres grandes agrupamientos políticos vigentes, revela que la imagen de civilismo de que Uruguay goza hoy en día no tiene porqué corresponder con la realidad.

La prolongada participación uruguaya en la MINUSTAH revela quiénes y cómo somos a comienzos del s XXI; lo mismo el arbolito navideño; lo mismo la pujanza de un partido militar y militarista; lo mismo la presunción de inocencia en todo acto de control o represivo por parte de fuerzas de seguridad… todo ello expresa el grado de ideologización militar en que estamos sumidos.

Publicado en Poder mundializado, Uruguay

“Salvar al planeta o salvar a los seres humanos” Una disyuntiva errada presentada por Pablo Hernández Parra

Publicada el 26/12/2019 - 07/01/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

”Los problemas complejos tienen soluciones erróneas que son sencillas y fáciles de comprender.” Ley de Murphy.

Pese a que todos conocemos el humor de las famosas “leyes de Murphy”, hay que reconocerles algo muy serio; en este caso, evitar caer en el maniqueísmo de dos posiciones únicas.

O algo peor: llegar a la presunta solución de un problema mediante otro, en rigor mediante el recurso de quitarle problematicidad a uno concentrando el asunto en otro.

Es indudable que Pablo Hernández Parra, en adelante PHP, aborda dos cuestiones tremendas y con las derivaciones correspondientes, más ominosas todavía.

Hay una contaminación planetaria que está atentando contra nuestra propia vida y la vida en general en el planeta y de la cual, las sociedades humanas sobre todo las que más han contribuido a esta calamidad, están adquiriendo, tarde y mal, conciencia (incorporo a esta nota, con mínimos ajustes de léxico, un comentario que ya le había formulado al mismo PHP con motivo de otra nota suya criticando, con razón, cierto profetismo ecologista, que envié entonces a una publicación abierta, postaportenia, anteponiendo aquí la fecha de ese texto).

14 OCT. 2019 – Aunque yo no soy amigo suyo ni defensor del cambio climático, me permito señalar ciertas falencias a su comentario.

Muy bien elegidas las profecías. Todas equivocadas, como era de esperar. ¿Es que cuando alguien es tan necio como para “establecer” una presunta realidad futura, y le pone fecha, puede acaso acertar?

La idea de lo profético, entrañable a toda religión, se casa poco y mal con nuestro concepto, humano, de temporalidad. Algo más racional y menos místico.

El positivismo y el marxismo mezclaron las cartas, pretendiendo conocer “científicamente” lo futuro. Lucubraron planes “racionales” para ese futuro. Trataron de fundamentarlos filosóficamente.

Pero luego del revolcón sufrido por el socialismo, el científico; el colapso soviético,  precisamente, parece difícil pretender seguir conociendo y preestableciendo lo que vendrá.

Lo que hay que evitar −algo que no veo en Hernández Parra− es negar una cuestión porque ha sido mal vista una y cien veces.

Todo profetismo histórico, climático e incluso ramplonamente personal es no solo falso, sino insensato.

Es decir, volviendo a términos de temporalidad, lo futuro es incognoscible. Por eso es estúpido o necio hablar de “el” futuro.

El pasado, en cambio, es, irreversiblemente, único. Solo que no es tan fácil de conocer como estar seguro de qué existió. Es tan arduo conocerlo, que nunca terminamos de saber qué es lo que existió. Pero esto es un problema del conocer, no del ser.

Y el presente, siempre fugaz, siempre deviniendo pasado, es lo suficientemente complejo como para que nunca terminemos de adueñarnos de él.

Podemos a gatas conocer el pasado. Y más a gatas, todavía, nuestro presente.

Y en estas condiciones, entiendo podemos hablar de cierto conocimiento: la fauna del planeta, salvo la estrechamente  conectada con la especie humana, como cerdos, vacas, ovejas, cabras, gatos, perros, cucarachas, ratas, está siendo exterminada.

Lo mismo pasa con la flora planetaria; salvo trigo, soja, arroz, eucaliptos y algunas pocas especies también vinculadas con la actividad humana, el tan diverso mundo vegetal, está siendo masivamente raleado, exterminado.

El agua planetaria está siendo progresivamente contaminada. Están los filtros purificadores de carbono, pero para el 5% de la población privilegiada, o tal vez apenas para el 5 o/oo…

Estamos ingiriendo plásticos, sin precedentes en nuestros tubos digestivos, ni en los de todas las especies que están ingiriendo lo mismo, particularmente las marinas que lo están haciendo cotidiana y permanentemente (en tierra, ingerimos partículas plásticas a menudo en la comida, pero no siempre; mediante la ingestión aérea, estamos “adquiriendo” plásticos más permanentemente, aunque tal vez ni siquiera así tanto como lo que “brinda” hoy el mar…).

Estamos desequilibrando el planeta como nunca antes. Toda sobrepoblación biológica “lograba”, dentro de la naturaleza, el correspondiente mazazo biológico, para perder población. La especie humana ha aprendido a defenderse, de hambrunas, de enfermedades, de guerras, y aumentar su tamaño cada vez más ininterrumpidamente, cada vez abarcando más territorio, más biota, más circuitos de recuperación y renovación.

Pero ¿cómo ensamblar un crecimiento indefinido y progresivo con un hábitat limitado (el planeta Tierra)?

No lo veo. Y eso me parece problemático. Y algunos gritos ecológicos, no necesariamente los más estúpidos, provienen de ese estado de situación.

También es cierto que la especie humana ha invadido casi toda la biosfera, la ha contaminado y la ha reducido haciendo cada vez más certera la advertencia del cacique suwamish, Seattle (que en realidad no fue sólo de él, en 1855, sino también de quien le actualizó la filípica, un ecologista estadounidense del s XX): “¿Qué será del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre  moriría  de  una  gran  soledad  espiritual,  porque  cualquier  cosa  que  le  pase  a  los animales también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la  tierra,  herirá  también  a  los  hijos  de  la  tierra.” 

Pero este estado de cosas, apenas esbozado, porque se trata de muchos factores críticos; el aumento del CO2, el destrozo del ozono estratosférico, las plastificación de los mares, la destrucción de la biodiversidad, no le otorga ningún derecho a las élites planetarias; el Grupo Bliderberg, la Reserva Federal (de EE.UU.), la OTAN, el foro de Davos, la Casa Blanca, la City de Londres, el Pentágono, o alguna otra más o menos secreta red de grandes corporaciones, a resolver nada, puesto que son los principales causantes de este progresivo deterioro planetario, como bien apunta PHP.

Es inadmisible que los principales causantes de la crisis planetaria quieran disponer de las políticas para enfrentarla y solucionar lo solucionable; conociendo sus rasgos –los de los poderosos del planeta– nos consta que, como afirma  PHP, descargarán en “el resto de la humanidad” el sacrificio y la muerte para viabilizar una solución a escala para ellos. como la minoría privilegiada de siempre.

Pero una atroz política promovida por estos think tanks, no significa que no exista el problema que estos privilegiados visualizan. O que no haya que encararlo políticamente. O pretender que ni siquiera existe puesto que quienes lo muestran son los grandes y atroces privilegiados de la humanidad y el planeta. O que se trate de un “fraude del cambio climático […] de falsa bandera”. 

O antojadizamente atribuir, como hace PHP a algunos investigadores “formas de solución” de la cuestión demográfica que al menos esos autores no plantean como tales. MPM atribuye a  Corel Bradshaw y Barry Brook considerar “el impacto de guerras mundiales y pandemias globales que acaben con la vida de 6 mil millones de personas, como posibles métodos de lucha contra la superpoblación que amenaza el medio ambiente”, cuando lo que afirman los mencionados es que ni siquiera tales cataclismos llevarían a la población humana a reducciones demográficas significativas, y en ningún momento lo sugieren como método “de reducción”.[1]

Esta problemática sobreviene con la modernidad, solo que al principio nadie la imaginó. La modernidad se afirmó como un optimismo tecnológico, porque un desarrollo progresivamente acelerado otorgó una serie de ventajas y comodidades  jamás conocidas antes por la humanidad, y a nadie le dio por estimar entonces la suma algebraica de lo que se ganaba y se perdía.

Mejor  dicho, nadie entre los cultores gananciosos del nuevo rumbo, porque muchos humanos de las sociedades tradicionales “atrasadas” percibieron una problematicidad.

Hubo tenaz resistencia. Por ejemplo, ante un crecimiento de la miseria humana con las nuevas maquinarias del industrialismo moderno, los ludditas ensayaron una fuerte crítica y una resistencia, bien material, por cierto. No se negaban a todas las máquinas como reza el pensamiento dominante, sino a aquellas que destrozaban sus formas de vida social. Ahogada a sangre y fuego por el capitalismo abriéndose paso.

Y antes, aun, con el proceso cruento de la conquista y la colonización europea de territorios habitados por sociedades como las africanas y las americanas, hubo también procesos de resistencia. Guerra de guerrillas. A muerte. Porque el nuevo mundo industrial, occidental, venía con ella, precisamente, con la muerte bajo el brazo, para rehacer “un nuevo mundo”.

Sus armas fueron, las “máquinas de matar”, por cierto, las que usaron indiscriminadamente en la América del Norte, por ejemplo, para acabar con nativos y búfalos. Pero también el desarrollo tecnocientífico “pacífico”, la Biblia y un cambio de mirada. En lugar de la vieja mirada panteísta hacia la Madre Naturaleza, por ejemplo, la mirada hacia lo muy pequeño y lo muy grande, valido de bastones visuales; el telescopio y el microscopio (ambos forjados en el s. XVII). El hombre moderno llegará ver un mundo hasta entonces radicalmente desconocido. Lo cual es indudablemente un  avance, un adelanto, una ventaja de la modernidad ante todo el ensamble tradicional.

Salvo en un sentido: que el hombre moderno, el de la mirada micro- y telescópica, perdió la mirada, llamemos tradicional. Una mirada que sabía ver interrelaciones.

Porque de modo insensible dejaron de ver seres vivos, con la carga emocional y de empatía que a ello le es inherente, y empezaron a ver dimensiones físicas, manifestaciones químicas. Confiado cada vez más en su acrecentado instrumental, el hombre moderno confió en esas miradas para examinar el mundo, el universo y su propia huella. El epítome de esta actitud es la de René Descartes preguntándose si el animal es una máquina, y concluyendo categóricamente, que sí.

En lugar de una suerte de panteísmo viendo vida en todas partes, la mirada occidental moderna se hizo inerte, y ajena al mundo observado. Empezó a ver componentes físicos y químicos y a actuar sobre ellos. De allí, estamos a un paso de la contaminación planetaria. Este último giro de mi frase es excesivo: ya estamos en plena contaminación.

Un ejemplo histórico, ilustrativo. Cuando las compañías fabricantes de plaguicidas, en la década del ’60, habían ya asentado sus reales en todo Occidente, en pleno proceso de agroindustrialización, les faltaba, empero, mundializar “la demanda”. La India tenía entonces unos 500 millones de campesinos… tradicionales. Allá fueron los equipos de venta de tales laboratorios, y luego los think tanks, sorprendidos, para ver de perforar la caparazón cultural de ese campesinado retardatario… que se negaba a usar venenos contra sabandijas. Arguían que los bichitos también tenìan derechos. Y que ya estaba más o menos establecido, que se llevaban un 10% de las cosechas.

Los vendedores trataban de convencerlos, tramposamente, de quedarse con ese 10% para mejorar ganancias. Tramposamente, porque los venenos ofrecidos iban a costar algo, tal vez más que ese mismo 10% plus… Con el diario del lunes podemos afirmar que los campesinos indios analfabetos eran sabios y los vendedores transnacionales estúpidos, necios y miopes.

El desarrollo tecnocientífico

La modernización, entonces, trasmutó el desarrollo tecnocientífico con una escala de valores que no es en absoluto objetiva, aunque prefiera verse a sí misma como tal; laica, ecuánime, racional, científica: el optimismo tecnológico.

Y es gracias a este proceso de modernización, occidental, que hemos desencadenado un proceso monstruoso y metastásico de contaminación planetaria.

Con el cual, ahora llegamos a un estado de imposible ignorancia.

Los ojos de la soberbia fáustica fueron los ojos ciegos que creían ver tanto. Que efectivamente vieron tanto de lo que no se conocía antes, pero  no vieron  algunas relaciones entre las cosas de la naturaleza que sí se conocía… y se olvidaron.

Durante un par de siglos, por lo menos, avanzamos arrasando tradiciones, creencias (las más de ellas, es cierto, falsas). El hombre de la modernidad, fundamentalmente varón, blanco, europeo,  arrasó formas de vida y, dentro de la especie, vidas concretas de, sobre todo, varones no blancos no europeos.

Mejoras casi fortuitas, como la higiene aplicada a la salud y la enfermedad, permitió un crecimiento vegetativo sin precedentes y consiguientemente un aumento formidable de población, de modo totalmente imprevisto.

Mediante la soberbia occidental y su ignorancia supina (y el racismo, que ha acompañado como su sombra a la occidentalización del mundo), hemos introducido en la biosfera planetaria una crisis sin precedentes. El mar océano, planetario, está totalmente contaminado. Las grandes embarcaciones “recuperadoras” que el ambientalismo tardío y remendón encara,  operan a un nivel absolutamente ineficiente, porque el daño está más “adentro” de una mancillada naturaleza.

Pero a PHP esta cuestión le parece ajena por completo, concentrado en denunciar ‘los planes políticos del imperialismo’. Su optimismo tecnológico lo lleva a denunciar a la burocracia de la ONU con un argumento peculiar: “Uno de cada 20 habitantes del planeta debe ser echado al mar […]  en el momento que la producción de bienes materiales esenciales para la vida y la prestación de servicios a todos los habitantes del mundo supera con creces las necesidades de los 7500 millones de habitantes de este planeta.” [2]

PHP nos está presentando la producción actual como si se tratara del mejor de los mundos. Como si “la prestación de servicios a todos los habitantes del mundo” se hiciera sin daño ni contaminación; como si el sistema de poder de las transnacionales en el mundo al cual predan dañando a los oscuros del planeta y beneficiando con consumos rumbosos a minorías, fuera un proceso normal, ecuánime. Todo el acero crítico que pone PHP para hablar de Trump o la ONU, lo abandona para tragarse el cuento del desarrollo económico que proviene de ese mismo sitio.

La especie y nosotros, sus individualidades conscientes, está cada vez más incapacitada para medir sus propios pasos. Quienes están a cargo de las verdades oficiales del calentamiento global, por ejemplo, advierten que somos demasiados. Muchos datos abonan esa hipótesis, aunque PHP se escandalice.

Sabemos que hay una sociedad, al menos, la china, que encara el control vegetativo. Y China no es ni la red de los privilegiados, asentados en Manhattan, San Francisco, Londres o Montreal, ni tampoco la población de las urbes megalopolizadas, despojadas, arrasadas, de Dacca, Manila, Djakarta, Sao Paulo, Lagos, Calcuta o Mumbai.

Alguna forma de control, autorregulación poblacional, deberemos encarar. Desde abajo hacia arriba, desde afuera hacia adentro. 

Si no encaramos políticas con nuestras conciencias, magras conciencias… lo harán los poderosos por nosotros… o el calentamiento global, sin avisar y pese a negacionistas contumaces, empeñados en ver solo un ardid de los poderosos en la cuestión.

notas:

[1] “Human population reduction is not a quick fix for environmental problems”, https://www.pnas.org/content/111/46/16610.short, 18 nov. 2014. El hecho que este abordaje de universitarios australianos haya sido publicado por el más oficialista canal en EE.UU., da pie a la suspicacia de MPM. Pero hay que atenerse a los hechos para establecer causales.

[2] Pablo Hernández Parra, “2020: el verdadero dilema de la humanidad. Salvar al planeta o salvar a los seres humanos / 1”, 19 jul.2019, < http://infoposta.com.ar/notas/10663/2020-el-verdadero-dilema-de-la-humanidad-salvar-al-planeta-o-salvar-a-los-seres-humanos/>

Publicado en Centro / periferia, Conocimiento, Cultura dominante, Globocolonización, Nuestro planeta, Poder mundializado

Uruguay esquizo

Publicada el 12/12/2019 - 07/01/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

La referencia a Uruguay en el concierto afro-indo-latinoamericano  constituye  una expresión progresista, democrática, institucionalista, antidictatorial.

Así es visto en general en el ámbito internacional y sobre todo, así es visto por sus propios habitantes, al menos por quienes se expresan mediáticamente: Uruguay es un país orgulloso de su institucionalidad, de su relevante papel institucional en el ámbito internacional.

Ha sabido situarse al lado del México de AMLO ante los embates cavernícolas e intervencionistas en Venezuela, por ejemplo. Para poner, apenas, el último episodio.

Ese trascendente papel que sus dirigentes políticos, tanto los batllistas de otros tiempos como los frenteamplistas del más reciente pasado y presente, es motivo de lo que podría llamarse “orgullo nacional”.

Ese presunto estado de conciencia tendría que corresponderse con nuestra vida interior. Para que aquello no sea mera cáscara, gárgaras democráticas.

Veamos, “adentro de casa”. Cuál es la realidad político-ideológica-cultural. Un repaso por las radios AM, las que van dirigidas al público menos lector, nos va a dar un perfil político-cultural. A media tarde, vamos a tener un resultado que es muy distinto al que resultaría si lo hacemos al fin del día, donde nos parece que  el fútbol y las iglesias, vociferantes o no, adquieren predominancia.

Hagamos azarosamente un mero repaso a la hora de la siesta una tarde cualquiera: debate Martínez-Lacalle /  propaganda FA / canción romántica / reclame / donaciones a escuelas / exhortación a la fe para no perder oportunidades / entrevista a músico / Programa “Pasión de multitudes”.

Con la pasión que uno escucha en los periodistas deportivos de fútbol y programadores de tales espacios, profesionales, uno no puede dejar de pensar que hay que mejorar la frase de Marx; el fútbol es (también) el opio de los pueblos. Claro que es la gloria, el goce, el disfrute, pero también el opio.

Fútbol y prédica pastoral se repiten en varias emisoras. En diversos programas. El papel de los pastores (porque casi toda la prédica radial pasa por iglesias protestantes en el Uruguay contemporáneo) es altísimo. Incontables programas, diurnos y sobre todo, nocturnos.

Mirados a lo largo del tiempo se verifica que están en aumento. Tan bizarras como para que una de tales ententes se autocalifique de “Show de la fe”, donde la mezcla de cultura estadounidense y creencia sin razonamiento es más patente.

 Entre las más exitosas, tenemos la IURD, muy adinerada, adquiriendo los más majestuosos locales en las ciudades uruguayas, llevando a cabo un verdadero y ominoso desembarco en “el paisito”  (madeinBrazil) y prometiendo a sus acólitos “viajes de elevación  espiritual” a Israel (llamativo destino de estos cristianos sionistas).

Los programas radiales de cultura tienen, por suerte, otra presencia. Pero demasiado a menudo se vinculan con la cultura en general y con la literatura, por ejemplo, con un lenguaje de mediados del siglo XX, sin comprometerse, sin anclaje con lo real y cotidiano, con nuestros patéticos presentes o nuestros desafíos actuales. Una radio incursiona en política a través de una cuidada literatura, para referirse al horror de los 28 años del muro berlinés de separación entre “el mundo” occidental y “el comunista”. 1961-1989. Es una efeméride, claro. Pero hace ahora más tiempo que ha desaparecido que sus años de existencia histórica… Qué “magnífica” oportunidad perdida para hablar acerca de algún  muro actual, actualísimo, como el construido por EE.UU. luego de la usurpación de millones de km2 al imperio competidor, español, para afirmar que Texas o California son más telúricamente yanquis que el Mayflower, o el muro israelí, que está desmantelando literalmente una sociedad hoy, la palestina, de una manera mucho más brutal y radical que aquel berlinés; un muro 20 veces más largo, casi 800 km en lugar de 45 km, y el doble de altura, hasta 6 u 8 metros, condenado expresamente por la ONU, resolución ésta que, como las restantes defendiendo los derechos de los palestinos  a vivir en su propia tierra, han sido y son sistemáticamente violadas o ignoradas por el Estado de Israel en medio de la total indiferencia de las casi doscientas banderas que flamean en la ONU.

Claro que criticar al comunismo es hoy facilongo y, en cambio, meterse con EE.UU. o Israel presenta, como diría el inolvidable Bartolomé Hidalgo, su dificultad.

En la medianoche del 10 al 11 de noviembre, busco, recorriendo el dial, alguna noticia sobre Bolivia, la arremetida furibunda y violenta del BBB Luis Camacho…  oigo canciones, alegatos por Jesús o tal vez por Cristo, distintos charloteos hasta que encuentro una radio abordando el drama boliviano. Menos mal, me digo, creía que todo era pan y circo (aunque un circo muy espiritual, eso sí, “a la uruguaya”). Quedo atento y cuando termina la noticia me entero que es Radio Mitre, de Buenos Aires; Uruguay entraba al lunes en su mayor orfandad política.

Este divorcio entre la imagen exterior que goza el Uruguay y los uruguayos y su realidad cotidiana (en este escarceo, apenas expresada por una recorrida por emisoras radiales) presenta, volvamos a Hidalgo, “su dificultad”.

Publicado en Uruguay

Navegación de entradas

Entradas anteriores
Entradas siguientes

Entradas recientes

  • banderas palestinas NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER
  • La miseria moral de postular la “solución de dos estados”
  • El desprecio de la vida (que no es «la nuestra» y por tanto no es humana)
  • La población humana del planeta: ¿1000 o 1500 millones u 8000 millones?
  • La gravedad del momento actual
  • Proyecto en Uruguay Arazatí: ¿descartado o redivivo?
  • La decisión judeosionista de exterminio de la sociedad palestina
  • El silencio del gobierno de Uruguay ante Gaza o ante Israel
  • (sin título)
  • Panorama… planetario y foco en Gaza
  • Palestinos                                                                                                                   25 05 06
  • BASURA NUESTRA DE CADA DÍA
  • URUGUAY: DESTINO DE PAÍS
  • EE.UU. e Israel: una cuestión de élites
  • No other land: ¿Hay que ser judío para criticar a Israel?
  • ¿REFRENDAR O NO REFRENDAR? (That’s the Question)
  • GENOCIDIO AL DESNUDO Y A LA VISTA DEL PÚBLICO
  • Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado
  • Aplicando el sagrado principio de desigualdad ante la ley
  • ¡La bolsa o la vida!
  • ¿QUIÉN DECIDE ACERCA DEL AGUA EN NUESTRO PAÍS?
  • Israel ataca pero declara defenderse
  • Democracia y simulacros
  • CONTAMINACIÓN: ¿RASGO PRINCIPAL DE NUESTRA CIVILIZACIÓN?
  • Vicisitudes del pensamiento crítico en Uruguay

Archivos

  • octubre 2025 (2)
  • agosto 2025 (3)
  • julio 2025 (2)
  • junio 2025 (3)
  • mayo 2025 (1)
  • abril 2025 (3)
  • marzo 2025 (2)
  • febrero 2025 (2)
  • enero 2025 (5)
  • diciembre 2024 (5)
  • agosto 2024 (2)
  • julio 2024 (2)
  • junio 2024 (3)
  • marzo 2024 (1)
  • febrero 2024 (3)
  • enero 2024 (2)
  • diciembre 2023 (2)
  • noviembre 2023 (5)
  • octubre 2023 (1)
  • septiembre 2023 (2)
  • agosto 2023 (5)
  • julio 2023 (10)
  • abril 2023 (4)
  • febrero 2023 (7)
  • diciembre 2022 (3)
  • noviembre 2022 (3)
  • octubre 2022 (2)
  • septiembre 2022 (4)
  • agosto 2022 (2)
  • julio 2022 (3)
  • junio 2022 (6)
  • mayo 2022 (3)
  • marzo 2022 (2)
  • enero 2022 (1)
  • noviembre 2021 (3)
  • octubre 2021 (2)
  • septiembre 2021 (1)
  • agosto 2021 (3)
  • julio 2021 (1)
  • junio 2021 (5)
  • mayo 2021 (1)
  • abril 2021 (1)
  • diciembre 2020 (1)
  • agosto 2020 (2)
  • julio 2020 (3)
  • junio 2020 (2)
  • mayo 2020 (3)
  • abril 2020 (2)
  • febrero 2020 (5)
  • enero 2020 (1)
  • diciembre 2019 (4)
  • noviembre 2019 (1)
  • octubre 2019 (2)
  • agosto 2019 (3)
  • julio 2019 (2)
  • junio 2019 (3)
  • mayo 2019 (1)
  • abril 2019 (2)
  • marzo 2019 (3)
  • febrero 2019 (2)
  • enero 2019 (1)
  • diciembre 2018 (3)
  • noviembre 2018 (5)
  • octubre 2018 (2)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (4)
  • julio 2018 (2)
  • junio 2018 (4)
  • mayo 2018 (1)
  • abril 2018 (2)
  • marzo 2018 (3)
  • febrero 2018 (1)
  • enero 2018 (2)
  • diciembre 2017 (5)
  • noviembre 2017 (2)
  • octubre 2017 (5)
  • septiembre 2017 (4)
  • julio 2017 (1)
  • junio 2017 (2)
  • abril 2017 (3)
  • marzo 2017 (2)
  • febrero 2017 (3)
  • enero 2017 (1)
  • diciembre 2016 (2)
  • noviembre 2016 (2)
  • octubre 2016 (2)
  • septiembre 2016 (4)
  • julio 2016 (2)
  • abril 2016 (1)
  • marzo 2016 (2)
  • febrero 2016 (3)
  • enero 2016 (3)
  • diciembre 2015 (2)
  • noviembre 2015 (1)
  • octubre 2015 (1)
  • septiembre 2015 (1)
  • agosto 2015 (3)
  • julio 2015 (1)
  • abril 2015 (1)
  • febrero 2015 (1)
  • diciembre 2014 (1)
  • noviembre 2014 (1)
  • agosto 2014 (1)
  • julio 2014 (1)
  • junio 2014 (1)
  • mayo 2014 (4)
  • abril 2014 (1)
  • marzo 2014 (3)
  • enero 2014 (1)
  • diciembre 2013 (1)
  • noviembre 2013 (1)
  • octubre 2013 (2)

Ultimos comentarios

  • Imagen: la clave teledirigida del poder actual – CUARTA POSICIÓN en Imagen: la clave teledirigida del poder actual
  • Nuestro insensible camino hacia un totalitarismo | Revista SIC - Centro Gumilla en Nuestro insensible camino hacia un totalitarismo

Etiquetas

Agatha Christie amortalidad de los humanos Antidefamation League artilugios tecnológicos biowarfare catástrofe alimentaria colonialismo complejidad económica confinamiento masivo Consejo de Derechos Humanos de ONU Covid-19 ecología EE.UU. el sionismo Estados Unidos Federación Rusa Franja de Gaza guerreristas hambruna Ian Fleming Jonathan Greenblatt la Caída del Muro Luis E. Sabini Fernández matanza de palestinos matanzas selectivas menor calidad alimentaria momento histórico Naciones Unidas ombliguismo progresivamente invasivo OMS OTAN periodistas asesinados poblaciones tradicionales poder sionista poderío israelí Project for the New American Century Ray Kurzweil Roald Dahl Samuel Huntington sars-cov2 tecnoperfeccionamiento territorio ucraniano Uruguay Vladimir Putin Yuval Noah Harari

Meta

  • Registro
  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org
Funciona gracias a WordPress | Tema: micro, desarrollado por DevriX.