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¿De donde provienen las atrocidades en el comportamiento israelí y su persistente impunidad?

Publicada el 05/02/2017 por ulises

por LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ

Uno a menudo queda atónito, con una sensación profunda de desagrado, interrogándose acerca de cómo pueden soldados israelíes cometer algunos actos tan miserables, abusivos, tan desoladoramente inicuos.[1]

Y uno hace tales juicios a partir de sus puntos de vista. Implícita, inconscientemente, uno elabora estos juicios o sensaciones a partir de sus propios patrones de conducta.

Pero hay que conocer las raíces de tales comportamientos para mejor entender la situación. Que no significa, necesariamente, aceptarla, como podríamos deducir del famoso pensamiento de Mme. de Stäl; “Comprenderlo todo es perdonarlo todo”.

El abordaje de los textos de los fundamentalistas judíos, particularmente los articulados en organizaciones como Gush Emunim,[2] nos permite ingresar al universo de valores de sus sostenedores y captar sus puntos de vista.

Antes de abordar este universo, quiero hacer una referencia, un agradecimiento y un reconocimiento a Israel Shahak, el judío polaco internado en 1943, a los 10 años, en un campo de concentración nazi junto con sus padres, del cual escapan la madre y él luego de la muerte de su padre y que al final de la guerra se embarca gozoso como novel sionista en un barco con rumbo a Palestina, es decir Sion. Según el mismo Shahak, ese viaje y la organización verticalista de la tripulación sionista a bordo, lo puso en alerta respecto de ese mensaje. Pero era adolescente e iba a tardar unos años en darse cuenta que el sionismo y su portavoz David Ben Gurion querían algo radicalmente distinto a lo que él valoraba.

Sus muchas contribuciones revelaron siempre que la humanidad (lo universal) se anteponía a la comunidad o la tribu (lo particular), como aconteció con su denuncia de un episodio en que un judío piadoso no acepta en sabbath ceder su teléfono para una asistencia médica urgente a un no-judío.

Shahak se dedicó a traducir al inglés sugestivos textos que hasta entonces circulaban sólo en hebreo. Gracias a él, entonces, hemos podido acceder en los ’80 al Plan denominado con el nombre de su autor, Oded Yinon, un estratego israelí que diseña el viejo “Divide y vencerás” sobre los estados y países limítrofes o cercanos a Israel (Irak en 3 partes, Egipto en 6, Sudán en 2, Siria en 5, etcétera).

Shahak también ha traducido al inglés textos fundamentalistas de la religión judía que arrojan luz sobre los comportamientos tanto de la sociedad israelí como de sus elencos religiosos y militares para con los palestinos (y otras poblaciones no judías).

Es imposible magnificar el significado de la labor esclarecedora de Shahak respecto de textos de las organizaciones religiosas que han ido tomando cada vez más peso dentro de la militarizada sociedad israelí. Textos escritos en hebreo  y que a menudo  dichas redes muy sectarias ni siquiera traducen para sus propias reparticiones fuera del país. Es de imaginar que si entre judíos está restringida la circulación de algunos pensamientos, ¡lo que quedará para “el mundo exterior”, el “ancho y ajeno”!

Glosaremos sucintamente el trabajo de Shahak y Mezvinski (en adelante, SyM) titulado El fundamentalismo judío en Israel. [3]

Sabemos que la formación del Estado de Israel proviene de una curiosa combinación de judíos askenazíes que tenían un muy débil  vínculo con la tierra palestina, asiento histórico de diversas poblaciones, entre ellas la judía, que a menudo coexistieron. La población judía no fue ni la originaria ni la única ni la última.

El sionismo surge como un movimiento de reafirmación de la perseguida identidad judía. Pero no surge en cualquier lugar de la difundida territorialidad judía de fines del s XIX. Surge específicamente en la comunidad askenazí de la Europa Central. No surge, por ejemplo, en las numerosas poblaciones judías existentes en el mundo islámico. Theodor Herzl, uno de sus fundadores, estaba convencido que la solución a los padecimientos judíos, a su discriminación, a la maldición cristiana contra los que condenaran a Cristo pasaba por hacer “rancho aparte”. Llega a estimar, en términos político-tácticos, al antisemitismo como un aliado para favorecer esa separación.[4]

El sionismo se presenta inicialmente como un movimiento laico, no confesional, pero que no quiere romper con la religión judía, en realidad parece querer aprovecharse de ella. Poco a poco empiezan a entender que el único vínculo ligador (religare, origen etimológico del vocablo religión) que tiene lo judío es lo religioso; la Torah y otros libros “sagrados”. Pero por eso también se va constituyendo cierto judaísmo refractario al hecho sionista. [5]

Desde el comienzo el sionismo emplea un doble mensaje que no se sustenta en dialéctica alguna: ─encarnamos una solución social, material, para erigir un estado judío y lo hacemos en el territorio que Yahvé “nos” [6] encomendara (hace siglos, más bien milenios). ¿Materialista y terrenal o místico en contacto con alguna divinidad?

E inmediatamente, llevando el proyecto a la realidad: ¿Cómo se puede elaborar semejante solución a la vista de toda la población (palestina) que habitaba esa misma tierra, que la Biblia denomina Sión y que  los contemporáneos denominaban Palestina? [7] Palestinos que el mismísimo Ben Gurion calificaba como los verdaderos descendientes de los judíos bíblicos (islamizados). Claro que eso lo dice Ben Gurion  hasta fines de la década del ’20, luego, nunca jamás.

Entendemos que para superar el tremendo obstáculo de la presencia “ajena”, de una sociedad viviente en donde uno pretende ser el dueño absoluto se necesita una ingente elaboración ideológica que le otorgue impunidad psicológica al despojo que se aprestan a hacer. Por ejemplo, denominar la conquista de la tierra palestina “redención” tiene una enorme carga ideológica: no se trata de conquistar la tierra, como vulgares invasores; se redime esa tierra; se le quita a “usurpadores”  o meros ocupantes y se la devuelve a su verdadero, profundo, eterno sentido; el que le diera, según escrituras, un dios a la tierra “de la leche y la miel”.

Esta autoasignación de un papel tan especial a los judíos, en rigor a los askenazíes, calza como el guante en la mano con la noción de “pueblo elegido”, tan elaborada dentro de la colectividad judía.

Es a partir de asegurarse la excelencia propia que se puede empezar a desechar todo prurito, toda noción de respeto hacia lo ajeno. Como nos enseñó Tikkanen, el dibujante, el Quino finlandés: “Mi moral es tan pero tan buena que no se daña haga yo lo que hiciere.” Eso es partir de la excelencia propia. En el caso sionista, autorizada, refrendada, absolutizada, eternizada por un tal dios, presuntamente judío.

SyM relatan cómo los grupos religiosos van tomando más influencia en la sociedad israelí que hasta la década de los ’70 estuvo gobernada al menos nominalmente por “laicos”.[8] Hasta entonces −aclaran− Moshe Dayan, la dirección del estado sionista y sus inseparables aliados de EE.UU., buscaban una cierta alianza o convivencia con los clanes palestinos mediante la cual Israel ocupaba toda tierra palestina que no estuviera en  uso por sus habitantes ─y de ese modo comía tierras como un pacman─ y cedía, o más bien  prometía ceder, el gobierno sobre las reducidas poblaciones palestinas a esos clanes.

Esta estrategia se basaba en la existencia de al menos dos actores: judíos sionistas y palestinos.

Desde 1967 la situación político-militar y social cambia radicalmente en Palestina/Israel, cuando Israel ocupa el 22% restante de la Palestina histórica (que no había sido deglutida en 1948, cuando la fundación del Estado de Israel). Y los dirigentes sionistas y un buen sector de la sociedad israelí entienden que existe únicamente un actor; los que encarnan a Sion.

Gush Emunim, apoyado en Shimon Peres, por entonces ministro de “Defensa” [9] −en ese permanente carrousel de los dirigentes “históricos” entre los puestos “clave” de la dirección sionista− se va convirtiendo en referente  y árbitro de la situación en “los territorios ocupados”.

Peres, catalogado como “paloma” le otorgará cada vez más “sitio” a la intolerancia religiosa en la configuración del nuevo Israel, ahora ensanchado y embarcado en una política de ocupación territorial que no era nueva (había empezado en 1948, y en rigor, mucho antes, aunque “privadamente”), pero hasta 1967 muchos partidarios de Israel se limitaban a considerar el engendro sionista únicamente como expresión de la mera sobrevivencia (construcción mental que contaba con la inercia de lo acontecido con los nazis durante la década del ’40). Esa visión era común a mucha intelectualidad “de izquierda”, como Jean-Paul Sartre; tendrán que aparecer pensadores y luchadores del Tercer Mundo, como Franz Fanon, Abdelwahab Elmessiri o Edward Said y judíos más ávidos de verdad que de poder, como el comunista francés Maxime Rodinson, para ir desmontando esa construcción ideológica (que hasta entonces habían criticado algunos historiadores y filósofos, como Mahatma Gandhi o Arnold Toynbee, pero siempre aislados de las corrientes dominantes).

SyM presentan múltiples ejemplos del proceso de fundamentalización religiosa del EdI. Tomemos apenas algunos. En febrero de 1994 un médico judío norteamericano, admirador de los rabinos Meir Kahane y Menajem Mendel Schneerson, alias Rebe Lubovitcher,[10] armado de fusil ametralladora ingresa a la Cueva de los Patriarcas en Hebrón y ametralla por la espalda a quienes estaban orando prosternados, matando a varias decenas de adultos y niños e hiriendo con la balacera a más de un centenar. Pasado el impacto, sobrevivientes se lanzaron sobre el atacante, Baruch Goldstein, que fue matado a golpes en el acto.

Este episodio tuvo enorme repercusión “periodística” en su momento. La prensa “vampiro”, atraída por la sangre, contó en todos los tonos el episodio, la cantidad de víctimas, etcétera. Lo que la misma prensa omitió, cuidadosamente, fueron las repercusiones del acto y su incidencia entre palestinos y en el Estado de Israel. SyM, judíos, tomaron sobre sí esa tarea en el caso de Israel y nos presentan una serie de elementos que nos permiten conocer mucho más seriamente y menos espectacularmente que con golpecitos mediáticos, a la sociedad israelí.

Saber, por ejemplo, que el médico Baruch Goldstein se negaba a atender y curar árabes en general incluidos soldados incorporados al ejército sionista.[11] Rechazo al juramento hipocrático que nunca hizo que las autoridades respectivas lo condenaran. Goldstein se atenía, explicó, únicamente a la autoridad de Maimónides[12] y Kahane. De ese modo entendía cumplir un comportamiento halajático.[13] SyM nos recuerdan que aunque hubo intentos de colegas médicos judíos de cuestionar el comportamiento de Goldstein “la cuestión de qué hacer con un oficial que abiertamente rehúsa obedecer órdenes invocando la Halajá nunca se resolvió” y permite abonar la tesis de SyM acerca de “la omnipresencia de la influencia de los partidos religiosos sobre el ejército israelí.”

Ante la matanza surgió la versión, obviamente echada a correr, de que había habido un ataque masivo, patoteril, de árabes sobre Baruch Goldstein y que éste vendió cara su vida, permitiéndoles “finalmente comprender que la sangre judía no podía ser derramada impunemente.” Está inversión de la verdad (fenómeno mediático de altísima frecuencia) fue desmentida −y hay que alegrarse− por judíos como Nahum Barnea, periodista.

El episodio generó, inevitablemente, cierto debate en la sociedad israelí, y como bien aclaran SyM en ningún momento la prensa abordó el hecho como asesinato o asesinato colectivo o asesinato masivo. La causa es –en términos religiosos judíos− obvia: cualquier muerte de no judíos a manos de judíos no se considera, bajo ninguna circunstancia, asesi-nato. Puede estar incluso prohibido matar no judíos, pero “especialmente cuando causa peligro a los judíos.” Entrevistado por el recién citado Barnea, acerca de “la pena” que le provocaba lo acontecido, Levinger, guía de Gush Emunim, declaró: “Siento pena no sola-mente respecto a los muertos árabes sino también respecto a las moscas muertas.” Más claro el regocijo ante el acto de Goldstein, imposible, más cierta muestra de “humor judío”. Y observemos: queda patentizado el desprecio por vidas no judías.

El entierro de Goldstein fue realizado en medio del mayor entusiasmo. Sus organizadores, los “colonos” de Kiryat Arba, un terreno de los tantos confiscados con violencia a los palestinos, aclamaban en todas las transmisiones televisivas a Goldstein como un mártir. Pidieron, pese al toque de queda, desfilar con el cuerpo por todo Hebrón[14] para vejar con el recuerdo a los palestinos.

A dos días de la matanza, las paredes de Jerusalén y sus cercanías estaban totalmente cubiertas con afiches “alabando las virtudes de Goldstein y lamentando que no hubiese matado a más árabes”. “Los hijos de los religiosos que fueron a manifestarse a Jerusalén llevaban insignias en las que estaba escrito: ‘El doctor Goldstein curó las enfermedades de Israel’.”

De más está decir que la tumba de Goldstein se ha convertido en centro de peregrinación y que a Goldstein se le atribuye contacto directo con dios. “El rabino Israel Ariel dijo: ‘El santo mártir Baruch Goldstein, desde ahora es nuestro intercesor en el cielo. Goldstein no actuó como individuo; él escuchó el lamento de la tierra de Israel, que nos está siendo robada día a día por los musulmanes’.[¡sic!]”

SyM hacen todo un fresco social de Israel y de la extraordinaria receptividad que ha tenido Goldstein, como en su momento Kahane y otros “héroes” y “mártires”, entre los religiosos e incluso, aunque con más desconcierto e indecisión, entre muchos judíos seculares. Quienes han condenado esa matanza en Israel han s¡do muy, muy pocos.

El episodio y el escamoteo de sus secuelas, que acabamos de relevar mínimamente nos deja una interrogante: ¿por qué la atrocidad de festejar la atrocidad de Goldstein no ha tomado estado público? Ahí vemos el papel de los medios de incomunicación de masas.

Otro hecho de sangre, el asesinato fríamente calculado de Yitzhak Rabin, a manos de Yigal Amir, también él un judío archirreligioso, estudiante de los “libros sagrados”; un “puro”, nos puede permitir calibrar mejor el carácter de la sociedad israelí. Este episodio es también seriamente abordado por Shahak y Mezvinski.

Ambos, Goldstein y Amir, judíos fervientes, guiados, según ellos, por la mano de su dios, el mismo para ambos.

La diferencia fundamental entre el asesinato de los palestinos orantes y el de Rabin estriba en que en el primer caso los matados son no-judíos y en el otro, la víctima es judía. De allí proviene un tratamiento incomparable en uno y otro caso.

Para la ortodoxia judía, así como dijimos que matar no-judíos no se considera asesinato, lo llevado a cabo por Amir es un asesinato en toda regla (y a sangre fría).

Así, aunque ambos invoquen sentirse guiados por su dios y sus designios, el establishment israelí ve con indulgencia lo acontecido en la Cueva de los Patriarcas en 1994 y en cambio, le resulta inaceptable el acto de Amir en 1995. Ha sido encarcelado y lleva así más de 20 años. Lo cual habla de la gravedad con que se considera su acto.

Aunque Amir fue respaldado por un estrecho círculo de afines y se ha casado (y tenido hijos) estando en prisión, el establishment sionista no lo ha perdonado.

El peso creciente que diversos investigadores atribuyen a los rabinos dentro de las filas militares israelíes (y fundamentalmente de los rabinos más sectarios y ortodoxos, más identificables con el militarismo); la solvencia “profesional” de los soldados israelíes religiosos que les ha generado gran aprecio en los mandos militares con repercusión social (recordemos que el EdI tiene un altísimo índice de militarización en todo su tejido social); el cada vez más pesante poder de los rabinos sobre los creyentes dentro de Israel, el desplazamiento cada vez más acentuado de la población israelí hacia las capas más privilegiadas del planeta; todo eso ha ido acentuando aún más, el carácter colonialista, racista del emprendimiento inicial. Y el fundamentalismo religioso explica también la “facilidad” de los israelíes para dañar o matar palestinos o para aceptar pasivamente el ejercicio de atrocidades cotidianas (a veces sin sangre, pero no por eso menos vejatorias y abusivas).

Una conclusión del mismo Shahak que José María Ridao expone en la reseña del último libro de Shahak, Historia judía, religión judía. El peso de tres mil años.[15]

Según Ridao, glosando a Shahak, ‘el propósito último del sionismo ha sido más el de restablecer el poder religioso, de los rabinos, secularizándolo, que el de oponerse al antisemitismo en virtud de un rechazo taxativo de cualquier forma de discriminación.’ ‘De ahí que el Estado de Israel haya vuelto a desempeñar, «en una forma acentuada, a escala global y en circunstancias más peligrosas», el mismo papel ambivalente que la comunidad clásica’: según Shahak, con el sionismo se trata de  construir  una «Esparta judía» hacia dentro y actuar, hacia fuera, como «administrador de un opresor imperial» (“La Esparta Judía”, El País, Madrid, 1/3/2003).

Esta “Esparta” administrando una opresión imperial se emparienta asimismo con el nazismo, parentesco que entrevió y denunció reiteradamente Yeshayahu Leibovitz, un rabino heterodoxo y sin pelos en la lengua. Mirando históricamente la cuestión, tal vez sea más apropiado ubicar al nazismo como vástago del sionismo que al sionismo como vástago del nazismo. Vástago no reconocido, incluso repudiado, pero vástago al fin. De un racismo purista, totalizador, omnicomprensivo. Y mucho más exitoso que el nazismo.

A la vez, me permito presentar otro enfoque acerca del significado del sionismo. Gilad Atzmon traza un razonamiento paralelo al de Ridao, pero con otras derivaciones. Atzmon entiende que el sionismo institucionalizado en el Estado de Israel ha sustituido la deidad de la religión judía tradicional, Yahvé, o como se llame, por una nueva deidad, que es el  “Holocausto”,[16] como entidad acabada, indiscutible con una liturgia fija, preestablecida.[17]

Mahmud Ahmadineyad, durante su presidencia iraní, hizo a menudo públicamente una pregunta: la historia es algo parcialmente conocido, siempre verificable, a menudo modificada para acercarse a una  comprensión más cercana a la verdad; las investigaciones históricas son el pan nuestro de cada día de los historiadores, ¿por qué el “Holocausto” es un acontecimiento cerrado, resuelto, que no admite la investigación; varios estados en el mundo penan lo que consideran el delito de preguntarse, dudar, cuestionar acerca del “Holocausto”.[18]  Seguramente esta observación metodológica le ha valido a Admadineyad el calificativo de “Satán”  pero, en verdad, el relato del “Holocausto” es más propio de una liturgia religiosa, dogmática, que del saber científico. Lo que dice, justamente Gilad Atzmon, ya no persa ni árabe sino de origen judío (aunque Atzmon ha renunciado públicamente a dicha condición): “El Holocausto se sitúa a sí mismo como una verdad eterna que trasciende el discurso crítico.”

Seguimos con Atzmon: “En un determinado momento se le dio un excepcional status megahistórico a un capítulo horrible de la historia de la humanidad.  Su ‘facticidad’ se selló con leyes draconianas  y su lógica fue salvaguardada por instituciones políticas y sociales.  Obviamente, la religión del Holocausto es judeocéntrica hasta la médula. Define la raison d’être judía. […] Considera al goi un potencial asesino irracional. Esta nueva religión judía predica la venganza. Muy bien podría ser la religión más siniestra […] ya que en nombre  del sufrimiento de los judíos concede licencias para matar, arrasar, arrojar bombas nucleares, aniquilar, saquear, hacer limpieza étnica.” (ibíd.)

Desarrollando la conversión del “Holocausto” en religión se ha hecho innecesaria la presencia de un dios, como Yahvé: “En vez de requerir un dios abstracto para que designe a los judíos como Pueblo Elegido, en la religión del Holocausto los judíos suprimen a este intermediario divino y simplemente se eligen a sí mismos.”  (p. 186).

Lo certero de la idea de Atzmon se verifica al ver cómo coincide con el comporta-miento cotidiano de tantos hijos de los kibutzim, de israelíes de nuestro presente. Se sienten semidioses. Actúen como festejantes, como turistas o como soldados ante los palestinos.

Lo judío como nueva señorialidad por encima del derecho que “iguala” (falazmente) a los seres humanos.  Perfectamente a cubierto por el control mediático y simbólico que tan lúcidamente han desnudado investigadores como, p. ej., Johannes Wallström, judío-sueco hoy exiliado de Israel (vinculado a wikileaks).

[1]  Pongamos apenas un par de casos entre incontables expresiones de esta sistemática “tortura social”: 1) en las áridas tierras palestinas, y con la odiosa política discriminatoria que ejerce Mekorot, la empresa nacional de agua (otorga a judíos israelíes unos 6 litros por cada litro que otorga a algunos palestinos; a otros solo agua sucia) cuando una familia palestina construye una mínima alberca de no más de un metro cuadrado de superficie, para ver de acumular algo de la escasa agua de lluvia, los soldados israelíes  la destruyen sistemáticamente y con pesadas advertencias; 2) a menudo, las autoridades militares (o estatales, es lo mismo) israelíes consideran que el delito cometido por alguien, aparte de cárcel ─previa tortura e interrogatorios─, merece además la demolición o el sellado de la vivienda del presunto malhechor. ¿Qué es el sellado de la vivienda?: desde el techo se vierte cemento fresco hasta alcanzar casi la altura de la casa en sus diversas habitaciones. Congelada así en el tiempo y en el espacio. Con sus instalaciones, sus ropas, sus libros, su vajilla… Generalmente es la etapa previa a la demolición, que puede demorarse. Así “petrificada” la casa proyecta una luz atroz sobre la resistencia palestina…

[2]  Agrupación judía ortodoxa afincada en territorios cisjordanos que el EdI ha ocupado desde 1967, responsable de buena parte de las colonizaciones o asentamientos desde entonces.

[3]  Israel Shahak y Norton Mezvinski, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2015. Original: Jewish Fundamentalism in Israel, Pluto Press, Londres, 1999.

[4]  Algo que dará lugar, tiempo después, a una cierta confluencia entre nazis y sionistas, cuando durante la década del ’30 ambos movimientos coincidan en el interés por una separación, física, territorial. La cuestión, empero, no es tan sencilla, porque sionismo y nazismo tienen otras sugestivas semejanzas, por ejemplo su “vanguardismo”.

[5]  Entre los recientes, por ejemplo, el formidable alegato de Jakob Rabkin, Contra el Estado de Israel.

[6]  ¿A quiénes? ¿A judíos que ni siquiera creían en dios?

[7]  Los mismos judíos religiosos, en los comienzos sionistas, veían esa población en el país del que el sionismo proponía adueñarse: dos rabinos fueron invitados en tiempos del Primer Congreso Sionista (1897) a visitar “la tierra prometida” más bien en secreto y el telegrama que comenta sus impresiones rezaba en términos ligeramente cifrados: “La novia es muy bonita, pero ya está comprometida.”  Estos rabinos visualizaban la realidad cotidiana palestina con su impronta islámica (más allá de la administración por entonces turca, luego inglesa).

[8]  “Laico sionista” es una terminología crecientemente insostenible, un oxímoron.

[9]  En la terminología orweliana del sionsimo se denomina Ministerio de Defensa a la organización militar de origen terrorista que constituye las fuerzas armadas oficiales y públicas del Estado de Israel.

[10] Kahane fue otro rabino norteamericano que predicó abiertamente el odio y el asesinato de árabes. Tenía su ejército particular, una banda de fanáticos y/o matones. Lubovitcher es otro rabino, seguidor de los rabinos Kook, de la extrema derecha judía, empeñados en distinguir la calidad humana de los judíos de la calidad no-humana de los no judíos. Leyó bien; este racismo inaudito tiene antecedentes y vigencia.

[11]  Hasta donde sé podría tratarse exclusivamente de árabes drusos, una secta muy escindida de chiíes y suníes, las dos grandes ramas del Islam.

[12]  Maimónides, compilador extraordinario,  es un rabino medieval tenido por sabio por haber fijado posición en diversas cuestiones religiosas. Tomo un ejemplo de los tantos que dan Shahak y Mezvinski: Maimónides recomienda matar a heréticos (judíos), es decir a los que niegan la Torah. Pero si quien sabe de esa herejía no tiene el poder de matarlo “debe comportarse tan traidoramente con ellos que la muerte sea el resultado.” Como se ve, consejos útiles y prácticos para el comportamiento cotidiano…

[13]  En hebreo, el camino de la conducta deseable.

[14]  Ciudad con unos cien mil habitantes palestinos y algunos centenares de judíos.

[15]  Edición en castellano, Antonio Machado Libros, Madrid, 2002. Prólogos de Gore Vidal y Edward Said.

[16]  Véase el formidable La industria del holocausto, de Norman Finkelstein, que define al “Holocausto” “como representación ideológica del holocausto nazi […con] una conexión, si bien tenue, con la realidad […en] su mayor parte inservible; no constituye un tributo al sufrimiento judío sino al engreimiento judío.”

[17]  Atzmon aclara en su compilación La identidad errante (Editorial Canaán,  Bs. As., 2013) que esa idea la encontró en Yeshayahu Leibovitz, un fermentario pensador que ya citamos.

[18]   Al menos 14: Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Eslovaquia, Francia, Liechtenstein, Lituania, Nueva Zelanda, Países Bajos, Polonia, la República Checa, Rumania y Sudáfrica.

Publicado en Palestinos / israelíes

Agua podrida

Publicada el 05/02/2017 por ulises

EN RECONOCIMIENTO A LEO MASLÍAH

Por Luis E. Sabini Fernández –

Una medida, otra, del gobierno uruguayo que no hace sino premiar al mundo empresario, a costa de la población.

El punto ha sido tratado con justeza y precisión en notas como la de Gerardo Honty, “El contaminado paga” o a través de diversas consideraciones de Eduardo Gudynas en “Aumentan el agua potable en Uruguay para subvencionar a los contaminadores”.

Hay empero, un aspecto que entiendo no ha sido relevado.

Las notas de estos dos comentaristas aciertan en el significado de la política gubernamental, y proponen que, por el contrario, quien contamine pague. Para lo cual se ensayan diversas consideraciones sobre tasas de recargo que vayan contra los contaminadores y no contra la inerme población, como acaba de decidirlo el sr. ministro Danilo Astori.

Pero las tasas no resuelven el problema, ni siquiera las tasas cobradas al contaminador. Honty lo dice expresamente: “El principio contaminador-pagador no tiene como fin directo reducir los impactos ambientales o la contaminación”.

Es decir, el pago aun el justo de las tasas, no resuelve el problema. En todo caso, puede resultar moralmente más aceptable que la política del gobierno  de descargar sobre la población perjudicada el incremento de los costos  ocasionados por los contaminadores.

Gudynas lo señala claramente: “La  tasa ambiental de Astori es una pésima señal económica. Se le está diciendo a los contaminadores, sean [tanto] agropecuarios como industriales, que podrían seguir contaminando sin gastar mucho más, ya que la descontaminación al final la pagaremos todos nosotros.”

En concreto, la crítica a la política de conceder impunidad a los contaminadores descargando los costos en los contaminados no se resuelve enderezando los términos, como dice Honty, al referirse a un reino del revés.

Si logramos entrar a un reino del derecho, los contaminadores pagando, estarán igual contentos por algo que se conoce desde hace décadas en el mundo empresario: desembarazarse de una dificultad, sacarse de encima una obligación, mediante un pago.

No es cierto que aplicando una tasa ambiental sobre los contaminadores hará que éstos “no tengan ventajas económicas” como sostiene Gudynas.

Tampoco es cierto, lo que Honty plantea, que ‘se envía una señal económica induciendo a los contaminadores a tomar medidas preventivas que resulten menos onerosas que un impuesto’.

En el mundo empresario, se conoce desde hace mucho “el pagar para tener la libertad de contaminar”. Están rigurosamente calculados los costos empresariales por los cuales las empresas pagan de buena gana una tasa (o una multa) si eso les permite seguir producir con menos costo incluyendo contaminación.

Porque la descontaminación suele ser mucho más onerosa, para la empresa. La producción limpia anulando la externalización, por ejemplo; que las empresas asuman los costos de intoxicados en lugar de hacerlo los hospitales; que las empresas se hagan cargo del costo de los desechos en lugar de que los municipios los cambien de lugar o los hagan “desaparecer de la vista” (y así sucesivamente) aumenta costos y/o baja tasas de ganancias. Y ése es el verdadero callo de la planta industrial… Eso es lo que los dueños del capital no están tan dispuestos a transigir.

Y como dicen nuestros comentados, las tasas ambientales ─aun las del reino del derecho y no las del revés─ no solucionan ni quieren siquiera solucionar el asunto de fondo. Porque el asunto de fondo es la contaminación. Y es imperioso restringir ese proceso, tender a su extinción.

Porque, avanzando en la senda que se autocalifica de “agricultura inteligente”, los que perdemos somos todos, la sociedad, los humanos (los más expuestos más, como siempre; el campesinado pobre, el que trajina directamente con los productos contaminantes, pero a la larga nos llega a todos y no sólo a los humanos, obviamente; a la biodiversidad, a la microfauna y microflora, y a los organismos mayores….

Tenemos que empezar a entender que un mundo contaminado no es sustentable. Y que es costosísimo. En salud, en dolor, en atención. Pero además, porque nuestro suelo, otrora considerado de los más feraces del planeta, va bajando su rendimiento… por la contaminación.

Acabamos de ver cómo han sido arrasados varios pequeños chacareros, productores de nuestros alimentos, morrones, tomates, a orillas de un subafluente del Santa Lucía porque un sojero aguas arriba usó agrotóxicos para su “agricultura inteligente”; soja para exportación y alimento de cerdos en Asia. Una soja de la que nadie se hace responsable. A diferencia de los productores de tomates y morrones que se destinan al consumo local y montevideano en particular. Los tóxicos regados en los campos, con descuido, con desprecio, se deslizan hacia las corrientes de agua de la cual se nutren los agricultores que irrigan, aguas abajo, por goteo su producción. Así se les ha envenenado la producción.

El suelo, el agua, ya no es confiable. Porque el comportamiento de los cultores de los agrotóxicos es particular pero los resultados son comunes; nos son comunes a todos. Porque el suelo, el agua y el aire es lo más “comunista” o “comunitarista” que existe.

Por eso, la contaminación, cada vez más generalizada, es suicida. Porque lo que estamos viviendo, ya en el planeta entero, es una pérdida de biodiversidad que ha obligado a los investigadores del área a verificar que hemos entrado a una sexta era planetaria de extinción masiva de biodiversidad en la historia del planeta.

Pero que ésta es la primera que tiene carácter antropogénico; estamos estrechando peligrosamente la biodiversidad planetaria.

Monsanto propuso en su momento diseñar drones polinizadores ante la extinción masiva de abejas y otros insectos polinizadores. No es claro el diagnóstico pero hay un avanzado acuerdo científico para inferir que la muerte o desaparición de abejas está altamente vinculada con tóxicos de los producidos precisamente por Monsanto (ahora Bayer).

Hay gente que parece imaginar un mundo sin naturaleza. Otros consideramos que sin natura tampoco nosotros vamos a sobrevivir. Porque nosotros somos naturaleza.

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en Agronecrófilos, Globocolonización

Del optimismo desarrollista a la realidad planetaria

Publicada el 17/01/2017 - 17/01/2017 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Mario S. Ventrice nos ha dado una visión exultante del desarrollo material con verdades elementales como que “no hay desarrollo sin ciencia”. Su nota se publica en el suplemento Cash de Página 12, Buenos Aires, 15/1/2017.

Ya tan entrados en el s XXI entiendo importante evaluar los resultados, planetarios de los desarrollos habidos, siempre con base en la ciencia, aunque en rigor debamos hablar de desarrollos tecnocientíficos.

Ventrice nos presenta una versión del origen de ese desarrollo, radicándolo en Europa Occidental, hace unos 500 años y confrontándolo con sociedades tradicionales.

SIMPLIFICACIÓN HISTÓRICA

La historia es un poco más compleja; “la ciencia y el trabajo cotidiano” no comenzaron, como afirma, “en los siglos XV a XVII”, aunque efectivamente haya existido entonces un despegue formidable con la crisis del geocentrismo que él recuerda.

Nos habla de la “aparición” de la imprenta en esa época, por ejemplo. Pero la imprenta, el cigüeñal, la pólvora y muchos otros instrumentos y herramientas provienen de China, desde donde los ingleses los transplantan a Europa. Había entonces un desarrollo y científico, fuera de Europa. Y la misma Europa, sobre todo desde monasterios cristianos, había estado desarrollando diversas disciplinas tecnocientíficas, como la óptica, la tonelería y la conservación de alimentos, la energía eólica y acuática, sembrando de molinos el paisaje rural. De todo eso, así como del avance de la agricultura mediante nuevas técnicas, desarrollo en la roturación de tierras, en arados y cultivos, hay rastros al menos desde los siglos X y XI. Sin tales “adelantos” no habríamos tenido el empuje renacentista al que Ventrice alude en los siglos XV y posteriores.

VERSIÓN OCCIDENTALISTA DEL DESPEGUE OCCIDENTAL

Si la simplificación que he intentado señalar expresa una determinada posición que ni siquiera es asumida directamente, la relación centro/periferia agrava las carencias en el abordaje de la cuestión.

Ventrice encuentra en el siglo XIX “claramente dos tipos de sociedades; las industrializadas y las no industrializadas, lo que igualmente significa distinguir entre sociedades desarrolladas y subdesarrolladas.”  Una consecuencia al parecer inevitable de esta escisión, que ha aparecido y no sabemos ni cómo ni por qué, habría llevado a “la debacle económica y el empobrecimiento masivo de las sociedades virreinales basadas en industrias artesanales, entre las cuales se encontraban las actuales provincias argentinas […].”

Estamos en el reino de W. W. Rostow; el desarrollismo por andariveles separados de “naciones desarrolladas” y “naciones subdesarrolladas”.

Esta sesgadísima visión de la economía mundial ha sido suficientemente rebatida y demostrada su falsedad, ideológicamente condicionada, para verla reflotar en un diario que se pretende “progresista”. Pero más allá de la sorpresa del desentierro, tal vez sea precisamente un lugar adecuado para reflotar esta teoría, mejor dicho esta ideología. El periódico presenta este refrito rostowniano como “la otra mirada”. Sin comentarios.

El desarrollo de las naciones centrales y el subdesarrollo de las naciones periféricas están indisolublemente unidos, de modo tal que el despegue de las primeras se nutre del empobrecimiento de las segundas. Esto, sin negar cierta importancia de los desarrollos endógenos. Pero si algo nos ha mostrado el neocolonialismo y la neocolonialidad es que todo desarrollo está condicionado por ese fuerte lazo entre el racismo, el saqueo, las economías de enclave, y los despegues tecnocientíficos.

¿CIENCIA ÜBER ALLES O PODER TECNOCIENTÍFICO Y GLOBOCOLONIZADOR?

La tercera cereza de esta torta francamente indigesta es el papel protagónico de la ciencia. Que entiendo pertenece a la historia o a la mitología, si miramos nuestro presente planetario.

Los desarrollos científicos se asientan cada vez más en grandes consorcios tecnocientíficos, en emporios militares y en universidades, públicas o privadas.

Salvo el caso de universidades públicas donde puede haber, con crecientes limitaciones, desarrollos científicos movidos endógenamente, en todos los otros grandes centros planetarios de investigación y desarrollo de la ciencia, ésta ha sido satelizada en función de los intereses empresarios o militares (en el Pentágono, por ejemplo o en las grandes empresas transnacionales como Bayer-Monsanto o en las universidades empresarias).

Sólo esto último explica la escalofriante crisis ambiental que estamos viviendo ya en todo el planeta. Porque no se estudia científicamente el desarrollo sino que meramente se lo instrumentaliza. Al servicio de las ganancias plutocráticas o de los poderes imperiales.

La historia de Monsanto, con sus “Ciencias de la vida” es un claro ejemplo, ya suficientemente documentado.

El papel de la ciencia, hoy servilizada, no pierde, ciertamente, importancia. Solo que hay que encarar el trabajo científico fuera de esas esferas de influencia hoy mayoritarias y decisivas.

Hay que encarar una investigación científica que se deba a la realidad que existe y respetar las leyes físicas, que hoy, con los formidables desarrollos tecnológicos, tantos profesionales científicos se sienten permanentemente tentados a superar, vencer. Con por ejemplo la biología sintética: en el mismo momento en que los desarrollos tecnocientíficos han contribuido a una merma temible de la biodiversidad del planeta, tenemos “investigadores” empeñados en “enriquecer” la vida con especies animales o vegetales inventadas en laboratorio. El sueño del doktor Frankenstein no cede.

Publicado en Conocimiento, Sociedad e ideología

Israel: ¿pluralismo o lavado de imagen?

Publicada el 26/12/2016 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Que un estado etnicista nos muestre en un lugar mediáticamente prominente a alguien que no pertenece a la etnia que se supone que ese estado expresa, nos muestra una instancia de pluralidad digna de examen.

En Israel tenemos de presentadora de un canal en hebreo, el más visto, a una árabe israelí.

Es la prueba “perfecta” de la pluralidad y la democracia israelí.

Lucy Aharish, 35 años, ha sido elegida además para encender la antorcha de homenaje a “los israelíes revolucionarios” en la ceremonia del Día que Israel ha declarado como “de la Independencia”, en el Monte “Herzl”, es decir en el monte que lleva el nombre del fundador del movimiento sionista y transitivamente del estado sionista, aunque no alcanzó a verlo en vida.

El Estado de Israel (en adelante EdI) se funda mediante una transacción de la dirección política sionista. Al hacérsele tan difícil el vaciamiento total del territorio sobre el que se quería implantar el EdI, siguiendo “mandatos” religiosos, bíblicos e históricos, sus dirigentes[1] aceptan erigirlo con una minoría árabe incluida (minoría que también fue aprovechada cumpliendo funciones económicas, haciendo las tareas menos calificadas o peor pagadas de la nueva maquinaria societal y estatal sionista).

Es de esa minoría (que se estima en un 20% de la población total del EdI) que proviene Lucy.

Su grado de integración mental al EdI es llamativa.

Lucy nos dice con total seguridad: “Cuando la gente me pregunta ‘¿Qué eres?’ yo digo que soy israelí […] Después soy una mujer, y después soy árabe musulmana.”

Esta penosa declaración no le ha sido arrancada en una coyuntura extraña o descontextualizada.

Según la info de internet, en 2015, ya se había expresado en los mismos términos y la reiteración revela la importancia que le asigna: “Ése es el orden: israelí, mujer, árabe musulmana” (en una entrevista con el Times de Israel).

Con lo cual nos damos cuenta de la consustanciación ideológica de esta presentadora televisiva con el EdI.

Lucy ha sido conocida en “las redes” por haberse expresado en inglés en lugar del habitual hebreo respecto de la tragedia en Aleppo.

Y por ello ha tomado estado mucho más público lo que ella piensa y considera.

Refiriéndose a esa peripecia dice con tino que no quiere saber quiénes están “en lo correcto y quién equivocado. Quiénes son los buenos y quiénes son los malos, porque nadie lo sabe. Y francamente no importa. Lo que importa es que está sucediendo, ahora mismo frente a nuestros ojos.”  Completa: “y nadie en Francia, en Reino Unido, Alemania o América [EE.UU.], está haciendo nada para detenerlo.” Cabe preguntarse por qué no pregunta sobre otros intervinientes, como Rusia, Turquía, Irán, Israel. Pero dejamos la incógnita sin respuesta.

Su planteo, su orden de preferencias, nos hace acordar al sentimiento de pertenencia exigido por el nazismo y el fascismo en la primera mitad del siglo XX. Sus ideólogos sostenían que la pertenencia al estado era la primera y principal; en segundo y tercer lugar podían caber la pertenencia laboral y local (imaginamos que también el sexo o la etnia). Justamente ésa fue opción clave con la que el nazismo y el fascismo se oponían a filosofías como la del marxismo, que ubicaba como pertenencia fundamental o principal la de clase, o como la del anarquismo que reivindicaba como atributos básicos aspectos individuales; su vocación, su sexo, su condición de poeta o de atleta…

Para los nazis la pleitesía al guía de la nación estructura a toda la sociedad. Si divinizamos al estado, podríamos saltearnos al guía (al führer)…

 

Volvamos a Aharish. Ella nos aclara que lo que pasa en Aleppo es un genocidio. De acuerdo. Agrega: “Déjenme ser más precisa. Es un holocausto.”  Esta precisión es perfectamente ideológica,

La diferenciación expresa otra  vez la identificación que tiene con el Estado de Israel… y con la mitología que se ha ido forjando a partir de las atrocidades sufridas por los judíos durante la vigencia del 3er. Reich.

Para Aharish genocidio no tiene la atroz trascendencia que tiene “holocausto”. El empleo de esta denominación requiere varias explicaciones.

Al usar este término, “holocausto”, va contra aquellos judíos muy identificados con la noción de “pueblo elegido” que entienden que lo ocurrido en Alemania en los ’40 con los judíos es algo incomparable con cualquier otro genocidio habido en la historia humana.

Entonces Aharish cumple con la profesión de fe ideológica del sionismo al situar por encima de todo a las atrocidades vividas por los judíos bajo el  nazismo y asumir su vocabulario,[2] pero a su  vez la subvierte porque aplica el término “holocausto” al destino trágico de población no judía (que no es la de El Libro); musulmanes, en suma. Como el de tantos palestinos que han sido matados durante la resistencia al implante sionista en Palestina.

Su condena tan fuerte a la inmovilidad, a la abulia política, el no reaccionar frente al destrozo de vidas humanas en Aleppo es respetable y compartible. Pero Aharish remata sus imprecaciones con algo difícil de tragar: “Me da vergüenza que el mundo árabe esté siendo tomado como rehén, por terroristas y asesinos y que no estemos haciendo nada.”

Se equivoca: desde Israel no es que no se está haciendo nada; ¡se está haciendo algo y cómo! Que lea a Oded Yinon. Su juventud no puede ser escudo de ignorancia tan supina. Ni siquiera su condición de periodista.[3]

Lucy es un lujo ideológico de Israel  que tranquiliza escrúpulos de judíos democráticos y es a su vez tolerada como coartada por los más ortodoxos.

Es más bien, entonces, la prueba ferpecta de la pluralidad y la democraticidad israelíes.

Lucy encarna la figura de “el cipayo perfecto”.

[1]  Mayoritarios. Porque había sionistas que aceptaban de buen grado una convivencia con los árabes, como es el caso de Martin Buber.

[2]  El vocabulario empleado por Aharish es en realidad el que Hollywood difundió como propio de la tragedia de “la solución final” nazi a la cuestión judía. ¿Por qué se acuñó el término “holocausto” para hacer referencia a dicho genocidio? Holocausto en la Biblia es “apenas” la ofrenda con sacrificios de animales que los judíos le hacían a su dios. Véase al respecto La industria del holocausto, una investigación formidable de Norman Finkelstein.

Habría un motivo para aplicar el término “holocausto” a la peripecia judía en Alemania y sus zonas de influencia (1941-1945): hay judíos que consideran que se trató de una expiación para “el pueblo judío” por sus incumplimientos… No es una posición que alberguen muchos judíos.

[3]  La excelente escritora, reportera y periodista María Esther Gilio solía definir que los conocimientos de un periodista, para ser mínimamente aceptables debían ser tan amplios como el de un océano, pero que su profundidad, por ello mismo, no solía ser más que la de un charco de lluvia.

Publicado en Palestinos / israelíes

¿Necesitamos Fideles Castros?

Publicada el 09/12/2016 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández.

La muerte de Fidel Castro ha dado pie a una extraordinaria aunque previsible oleada de pésames, oraciones funerarias, emociones fuertes y doloridas por su muerte, despedidas combativas, desconocimiento militante de su muerte para que siempre siga vivo. Aunque también a la sarta previsible de festejos y revanchas del bando anticomunista, anticastrista y/o similares.

Ni se me había ocurrido mezclar mi mínima voz ante lo acontecido (y menos todavía porque no acepto alinearme con ninguno de tales coros)[1], pero una nota de Marcelo Marchese, sensata como lo que este escribidor escribe, me ha impulsado a poner en letras que apenas serán leídas mi contacto con ese hombre, mejor dicho la única vez que lo vi en mi vida.

En abril de 1959, la FEUU, la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay organizó la venida del flamante líder guerrillero y cubano que pocos meses antes había puesto en fuga al titular de la hipercorrupta dictadura cubana, Fulgencio Batista. La FEUU fue la única organización (gremial, política, institucional) que optò por brindarle tal recepción. La FEUU había estado librando diversas actividades contra dictaduras latinoamericanas, en el tiempo en que el Uruguay se creía libre de ellas, y entre ésas, la de Cuba había recibido la repulsa de los estudiantes universitarios organizados que reclamaban, reclamábamos, que Uruguay acabara con la dictadura de Batista o al menos rompiera relaciones con ella.

El secretario general de la FEUU era entonces Alfredo Errandonea, anarquista, y los anarquistas eran, éramos muy celosos  de los métodos federalistas con el que se llevaba adelante la actividad de nuestra gremial universitaria. Aunque minoritarios, la dirección de la FEUU había sido sostenidamente orientada por “los anarcos” jugando con una política de equilibrios y denominadores comunes que ninguna otra tendencia podía ofrecer (comunistas, socialistas, nacionalistas, católicos, batllistas y hasta algún monár-quico). Hasta entonces: desde la instauración del nuevo gobierno revolucionario en Cuba, cambiará la correlación de fuerzas internas en la FEUU adquiriendo poco a poco el mayor peso el campo de “los unitarios”; defensores incondicionales de la Nueva Cuba.)

La FEUU invita a Castro. Castro acepta. La FEUU organiza un acto en la Explanada Municipal de Montevideo. Su Consejo Federal resuelve que el orador inicial será Alfredo Errandonea y el de fondo Fidel Castro. Cuando se va a iniciar la parte oratoria y el secretario general va a subir los dos escalones de la tarima emplazada al efecto es trabado por los brazos por dos de los guardaespaldas de Fidel. Pese a su masa corporal (AE no era menudo) queda inmovilizado y Fidel pasa a su lado, sube en dos zancadas y le sonríe diciéndole: “–Otra vez tú, chico!” El pase no debe haber durado ni dos segundos. Ovaciones, etcétera.

Para FC habrá sido apenas una anécdota, jocosa. Para los cuidadosos federalistas de la FEUU, del mandato imperativo, de las resoluciones desde las bases, del respeto a la lista de oradores, lo de Castro fue una trastada que expresa una forma de ver el mundo (y de verse a sí mismo).

Tengo otro miniepisodio vinculado a FC, aunque no con él personalmente, sino más bien con el culto a su persona.

Vuelto del exilio, con total “naturalidad” fui incorporado al flamante sindicato de periodistas porteños, la UTPBA, que se reclamaba sucesor de la APBA, de la que yo había sido socio a principios de los ‘70.

Por eso (y sólo por eso) fui invitado sin más trámite a un encuentro reservado de la dirección o más bien del núcleo militante de la UTPBA entonces, mediados de los ’80, con el secretario del sindicato de periodistas cubano, revolucionario.

El visitante hizo su exposición y en el intercambio de preguntas hice la inevitablemente incorrecta: –Dijiste que a FC no se le discute. ¿No hay, no puede haber alguna cuestión, algún tema en que alguien tenga algo distinto qué decir?

Silencio y consternación. El cubano, armándose de paciencia magisterial me mirò y me aclarò: –No. No existe tal tema, tal situación. A Fidel no se le discute, ¿está claro?

Acepté la info. Nunca más fui invitado a esos cónclaves reservados. Ya no estábamos en el estalinismo, así que ni siquiera me depuraron de los archivos.

 

No puedo menos que unir estos mínimos apuntes personales con otros datos y “perlas”:

  • Fidel cambió su segundo nombre por el de Alejandro. Su identificación con Alejandro Magno es expresa, sostenida. Muchos de sus hijos se llaman Alejandro o han recibido nombres que empiezan con A.
  • Su primer hijo (al menos legal) recibió el nombre de Fidel, aunque se lo conoció como Fidelio. En 1955 la pareja de Fidel Castro y Mirta Díaz Balart se rompe. Se dijo que la mujer estaba cansada de “infidelidades” (Fidel no hacía mucho caso de su nombre…). Estando FC en el exilio le pide a la madre, en Cuba, que le deje ver y estar con su hijo “por 15 días”. La ex estaba vinculada con dirigentes del gobierno (la dictadura de Batista). Ella accede y él se lo queda; de “los 15 dìas” ni hablar. Tiempo después, un comando de tres militares, presuntamente batistianos, le arrebata el niño a FC y lo devuelve a su madre, en Cuba.

Cuando en 1959 FC se apodera del gobierno de la isla (y su exesposa emprende el exilio con su nuevo hombre y dos hijas), Fidelio queda en la isla. Retenido por su padre. Aunque jamás se supo que lo atendiera; el niño se fue haciendo grande junto a tíos, como Raúl).

 

La oratoria exclusiva de la Explanada Municipal, el culto absolutizado al líder, el arrebato de un hijo de pareja desavenida (aunque en ese  caso, la madre le pagó con la misma moneda), la identificación con Alejandro Magno, revelan una personalidad absoluta, monopólica, avasalladora.

Juan del Sur,[2] comentando el mismo tema agrega otra “perla”:

«El día que ustedes se sientan solos, el día en que ya yo no esté entre ustedes, solo les pido una cosa, sean comandantes de ustedes mismos.» Es una cita del Granma (3/12/2016) y completa Juan: «mientras viva él, impera él, y además no se priva de prolongar su tutela aun después de muerto, pues les indica a los inferiores qué cambios de conducta deberán efectuar en ese caso: ni más ni menos, ser personas que se autogobiernen.”

El “diálogo” de Fidel Castro con otros es tan desigual, tan egocentrado, que no parece diálogo. El que lleva consigo mismo, apropiándose del mundo, es también problemático. Y el de sus seguidores con ese mismo mundo, todavía más.

Al respecto, podría ser todo un tema, el papel de las mujeres ante hombres así (como bien podría ser el de hombres ante mujeres de este tipo).

Y queda abierto, por cierto, qué habría pasado sin semejante liderazgo.

 

[1]  Una nota sobre el tema es la de Ignacio Ramonet, que se queja amargamente de la pérdida de 2 o 3 lugares de trabajo periodístico que se le cerraron luego de hacerle un extenso reportaje a FC. Se queja del retaceo a la libertad de expresión (suya). Su sensibilidad al respecto es llamativa porque IR tiene libertad de expresión en prácticamente todo el mundo, en una enorme cantidad de sitios donde se ejerce “libertad de expresión”. Me pregunto cómo reaccionaría si le estuviera vedada dicha libertad en la generalidad de las tribunas periodísticas, que es lo que nos pasa a mortales más comunes.

[2]  https://mail.google.com/mail/u/0/?tab=wm#label/socialismos/158d70815b914fbc.

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