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Categoría: Centro / periferia

una leyenda patria: EL AGUA ERA UN BIEN PUBLICO

Publicada el 18/07/2023 por ulises

por  Luis E. Sabini Fernández

28 mayo 2023

Por plebiscito nacional en el Uruguay quedó establecido que el agua era un bien público. Que debía atender las necesidades generales antes que las particulares. Que no era, por lo tanto, comercializable.

Estas declaraciones de principios me hacen acordar a las preguntas que un delegado de uno de los tantos soviets que de algún modo vehiculizaban el rechazo de la población rusa al viejo orden aristocrático tras el sacudón institucional de 1917, hacía al nuevo poder establecido, en las sesiones del Congreso Panruso de los Soviets en 1920: ‘Nos dicen que tenemos las aguas, pero ustedes administran los peces, nos dicen que ahora somos los dueños de la tierra, pero ustedes deciden quiénes y cómo sembrar; nos dicen que somos los dueños de los trenes, pero no tenemos derecho a desplazarnos’ …

Aquí en nuestro Uruguay nos plebiscitan que el agua es un servicio público, es “del pueblo”, nos llegamos a inflamar emocionalmente con nuestro progresismo institucional, pero la realidad subyacente transita muy de otra manera: el agua es administrada, o apropiada, por determinadas personas, físicas o jurídicas, y el destino del agua nos es tan ajeno como, al común de los orientales (o uruguayos) como a los campesinos rusos pobres una dictadura que invocaba su nombre (y representatividad).

La heteronomía en que la cuestión del agua se mueve, como tantos otros atributos a los que solemos otorgarle protagonismo, se patentiza únicamente en crisis de coyuntura.

El gobierno uruguayo aprobó una infame “Ley de Riego” en 2015, ratificando otras precedentes. ¿Por qué cabe el calificativo de infame? Porque borra, precisamente, con su mera aprobación, lo que se pretendió tener por aprobado con el Plebiscito por el Agua de 2004: que el agua es algo para todos.

Hubo un intento de resistencia desde sectores de la población uruguaya a la Ley de Riego, porque se entrevió justamente esa privatización, esa apropiación consiguiente del agua.

Pero el intento para derogar mediante referendo, esta Ley de Riego naufragó porque no se llegó al número de firmas requerido (un tope increíblemente alto, casi 700 mil firmas para poder habilitar apenas su discusión….).[1]

Desechado aquel recurso, quienes habían logrado mediante lobby extraer del Poder Legislativa la “sacralización” de su política de apropiación, se vieron “legitimados”: cientos y cientos de embalses empezaron a festonar el curso del Santa Lucía y sus afluentes. No sabemos si los embalsadores crearon sus reservas particulares en otras partes, con otras cuencas; pero sí se pudo ver que  en  la del Santa Lucía “se chuparon” buena parte del río.

Este desmadre pasó más o menos impunemente hasta que una sequía más intensa que la de los ciclos normales anuales, empezó a dejar sin agua potable a dos tercios de la población del país. Y allí se reveló en blanco sobre negro, el divorcio entre la verdad oficial del Uruguay democrático e institucional y la verdad de la milanesa del Uruguay real; que el agua en nuestro país la tienen, en primer lugar los poderosos, y lo que sobre, es para “todo el mundo”.

Cuando se ensayó la resistencia a la apropiación privada del agua se dijo claramente: “La nueva norma permite la creación de sociedades y asociaciones agrarias de riego con el objetivo de utilizarlo de manera colectiva y multipredial, mediante la construcción de represas en cuencas de agua. Los opositores de la medida alertan  que ésta puede resultar en el control y manejo privado del agua, una vez que será posible la participación de privados en estas asociaciones, algo que puede, por su vez, implicar en la creación de un mercado paralelo de este bien natural.” [2]

Aun con su lenguaje modoso, se dejaba en claro el daño. Solo que entonces era todavía potencial.

La modosidad linda con el ridículo cuando se aclara que la utilización del agua que se sustrae al cauce del Santa Lucía tendrá un uso colectivo. Mi impresión es que aunque se entrevió el tema, se lo visualizó sin advertir el atentado a la atención de las necesidades generales de la población.

 

Pero si tenemos en cuenta que desde la década de los ’60 ya se barajaba la necesidad de una fuente alternativa de agua para la capital, rompiendo la dependencia  de un único suministro para una ciudad que fue sobrepasando el millón de habitantes, y que ese suministro único de agua potable en realidad cubría por lo menos dos tercios de la población del país; ciudades como Canelones, Santa Lucía, San José, Juan Soler, San Jacinto, Libertad, Las Piedras, La Paz, Sauce, Pando, Atlántida, Ecilda Paullier y unas cuantas más, hay que llegar a la conclusión que la negligencia ha sido monumental, verdaderamente histórica.

¿Qué tenemos que hacer con declaraciones  de optimismo y lecho de rosas?, como las que fueron hilvanándose mientras se entregaba el río Negro a UPM por parte de ministros y otros encargados “del gobierno”; no recuerdo el nombre de una ministra, pero sí, con precisión, los porcentajes de potabilidad del agua que enarboló: que en tanto la calidad del agua alcanzaba en Suecia al 94%, ella conocía, científicamente, que la uruguaya alcanzaba el 97%.  Penosa puerilidad.

Propiamente, “espejitos de colores”. Lamentablemente, parecen inagotables. Hubo una escaramuza alrededor de límites de agrotóxicos: la Dirección de Servicios Agrícolas comprobó su uso reiterado incluyendo algunos prohibidos en viveros de UPM en Guichón, aplicaciones que por cierto no se limitan al perímetro del vivero sino que escurren y afectan notoriamente a productores linderos que han estado denunciando, durante años,  no sólo la contaminación sino el hecho escandaloso que UPM esté usando varios agrotóxicos que están prohibidos en el país.

El planteo de UPM fue recio, desde el poder incontestable: querían usar tales agrotóxicos; si no, tendrían que generar desocupación.[3]

La respuesta del estado uruguayo no fue insistir en no aceptar el uso tóxico, sino apenas, multar a quien no respeta las prohibiciones. Una política cómoda para una empresa, que puede salirse con la suya “pagando unos mangos”.

Pero ni siquiera eso. El gobierno condonó la multa (un millón de dólares) y UPM agradeciendo tanta “buena onda” le obsequió una “plantita” de ósmosis inversa para desalinizar (hasta dos mil litros por hora), que UPM usara en sus instalaciones cuando la construcción en Pueblo Centenario. Para usar en puntos críticos del complicado panorama del agua en Uruguay.

A quien se porta bien, se lo recompensa con un caramelo.

[1]    En la lucha en que algunos estamos empeñados para cortar con los infames contratos que entendemos son una vergüenza para el Uruguay, entre personas jurídicas, privadas e incontrolables, y gobiernos que por diversos y a menudo desconocidos motivos ceden a sus demandas, se juntan firmas para acabar con este abuso nacional y establecer algunas formas de control social, más desde abajo, por ejemplo, reduciendo de 25% a 10% el requisito de firmas para su reconsideración. Consigna Uruguay soberano.

[2]   https://www.world-psi.org/es/en-uruguay-mas-de-300-mil-firmas-contra-la-ley-de-riego.

8 nov. 2018.

[3]   https://www.ambito.com/mundo/uruguay/polemica-el-gobierno-autorizo-upm-usar-mas-agroquimicos-cuestionados-n5577489. Buenos Aires, 7 nov. 2022.

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización, Nuestro planeta, Para salir del repollo, Salud. Y enfermedad, Uruguay

La dolarización: el mantra de una peculiar soberanía

Publicada el 18/07/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

23 mayo 2023

Javier Milei quiere dolarizar la Argentina. Una entrevista radial (La Red Informativa, 16 05 21). Y quiere “abolir” el Banco Central.

La mayoría de las monedas son malas, espantosas, dice.

Y Argentina tiene muchos pesos y pocos dólares.  Milei propone suprimir los pesos, yéndolos a cambiar por dólares. Las autoridades nacionales que procedan a semejante cambio necesitarán tener el circulante (10 mil millones de dlrs. equivalente del circulantes argentino actual) y más 30 mil millones de dólares que constituye la deuda vigente)  para proceder a ese “cambio de moneda”. Que Milei evalúa, redondeando en 500 x 1.

Y para ese “cambio fundacional” Milei propone un prestamista que le otorgue al país esos dólares (miles de millones). Privado. No da nombres. Pero asegura viabilidad y alcanzar la situación “envidiable” de Ecuador (también menciona la de Panamá…).

El periodista, totalmente subalternizado ante seguridad “tecnocientífica” de Milei alcanza a preguntar, tímidamente, si el FMI aceptaría que Argentina cambie de moneda y pase su economía “nacional” al dólar.

Y viene la respuesta inefable de Milei; -¿cuál es el problema que Argentina, haciendo ejercicio de su soberanía nacional, incorpore el dólar como su moneda?

 

Obsérvese el juego de los espejos en que hemos sido introducidos para que cueste tanto llegar a la verdad desnuda:

el FMI fue creado en 1944 como órgano de control internacional financiero de EE.UU.,  victorioso, para asentar el dominio del mundo y acceder, finalmente a un american century; un siglo bajo su batuta  tecnológica, comunicacional, idiomática, comercial, exportadora de un modelo de sociedad (auto, coca-cola, rubias y Hollywood) y muchos otros etcéteras no menos importantes.

Por supuesto que jamás se dijo de modo expreso que era para “dominio del mundo”, faltaba más: iba a ser para atender las necesidades del mundo, ante las cuales EE.UU. se ponía a disposición.

Afortunadamente hubo estrategos que siquiera en documentos reservados aludieron a la verdad de la milanesa: George Kennan, por ejemplo, una suerte de Henry Kissinger de mediados del siglo XX –el momento en que EE.UU. se vio glorioso vencedor de la 2GM, prácticamente invicto y solo– lo ponía en blanco sobre negro: “[…] Tenemos alrededor del 50% de la riqueza del planeta pero sólo el 6,3% de su población. Esta disparidad es particularmente grande, como la que tenemos nosotros mismos y los pueblos del Asia. En esta situación, no podemos dejar de ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra tarea más real y efectiva en el período que se aproxima es establecer un esquema de  relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin detrimento de nuestra seguridad nacional. Para hacerlo, tenemos que sacudirnos todo sentimentalismo o andar soñando despiertos; y nuestra atención tendrá que concentrarse en todas partes en nuestros objetivos nacionales inmediatos. Necesitamos no engañarnos a nosotros mismos con que podemos darnos el lujo del altruismo y de beneficiar a todo el mundo.” [1] Se advertía claramente, que el adusto Kennan no quería saber de nada con “buenas intenciones” que muchos inocentes estadounidenses tenían a granel.

Volvamos a nuestro solucionador vernáculo. Milei “nos vende” que ejercemos soberanía para dolarizarnos. Es todo un recetario fiel a lo que Étienne de la Boétie describió y denunció hace unos cinco siglos (por favor, léase bien: medio milenio): la servidumbre voluntaria.[2]

Que seamos inferiores, periféricos, adventicios, pero que lo hagamos “plenamente”.

Una verdadera cabriola ideológica. Vendernos servidumbre como emancipación.

Lo triste en este pequeño juego de imágenes es que Milei dista mucho de ser  original. Ni único.

Porque vender servidumbre en envases de emancipación ha sido uno de los rubros más colocados, vendidos, propagados, difundidos (elija el lector el participio que juzgue más apropiado o frecuente).

[1]   Cit. p. @BenjaminNorton / history state gov/historical documents/frus/1948v01p2/d4, 1948.

[2]   Ensayo sobre la servidumbre voluntaria. Escrito en 1530, publicado en latín en 1571 y en francés, en 1574.

Publicado en Argentina, Centro / periferia, Destrozando el sentido común, EE.UU., Globocolonización, Sociedad e ideología

ENVENENÁNDONOS

Publicada el 18/07/2023 - 18/07/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

30 abril 2023

SALUD Y ENFERMEDADES

José, 47 años, cáncer en área digestiva; Leticia, 36 años, cáncer de mama, es intervenida, extraído todo su sistema sexual reproductivo; Emilio, 46 años, diagnosticado con Párkinson y en etapa ya no incipiente; Leonel, 47 años, septicemia; Charles, 26 años obesidad muy avanzada; Iris, 19 años, alergia de origen desconocido; Braulio, 20 años, disfunción eréctil y atrofia testicular; bebe con espina bífida… y estamos apenas enumerando enfermados más jóvenes del medio siglo; entre los de mayor edad, la tendencia a presentar enfermedades es todavía mayor.

Conozco el caso de la ahora abuela viuda, con enormes dificultades motrices y mil achaques, que se desplaza con andadores, el hijo, de media edad, acaba de recibir diagnóstico de cáncer y cirugía inmediata, y su única nieta, emigrada…  España.

¿Con qué relacionar los enfermos y las enfermedades?

¿Y con qué las peripecias familiares?

¿Con microbios a combatir con vacunas? No lo parece. Casi todas estas enfermedades presentan no cuadros de lo que se llama contagio sino cuadros de procesamiento endógeno; algo en el sujeto afectado ha ido dejando de andar bien, o incluso, ha nacido con algo deficiente, defectuoso, insuficiente.

La mera enumeración de las enfermedades que veo expandirse entre nuestros parientes y conocidos, vecinos y compañeros de trabajo, tienen que vincularse con algo común; aire, alimentos, condiciones cotidianas de vida.

 

ALIMENTOS Y SALUD

¿Qué es lo que tienen, por ejemplo, hoy los alimentos que no tenían hace medio siglo y más? Del bicarbonato y una decena de productos químicos aplicados “al campo” hace cien años, hemos pasado a una batería de miles de productos químicos. Una selva química con efectos sinérgicos casi totalmente desconocidos. Conservantes, gelinizadores, leudantes químicos, endulzantes sintéticos, aromatizadores, colorantes, antioxidantes, espesantes, acidulantes, reguladores del ph, espesantes, emulsionantes, estabilizadores, potenciadores de sabores, antiaglomerantes y toda una batería de “mejoradores” químicos de los productos de origen natural (aunque estos últimos sean a la vez cada vez menos naturales y más difíciles de encontrar… y pagar). Comparemos apenas la ingesta de proteínas animales de hace cien años en nuestro país; perdices, patos, gallinas, corderos, peces  pescados en el mar, ríos y lagunas, liebres, ranas, mulitas, todo fresco  y hoy, pollos congelados, peces de estanque y carne de vaca… si alcanza el dinero.

En resumen, estamos comiendo con venenos. Ingiriendo materiales tóxicos  junto con los alimentos. Animales o vegetales. Que estiran su durabilidad. Su “fecha de caducidad”. A medida que la urbanización ha aumentado, hasta la megalopolización, las cadenas de frío se han hecho más imprescindibles. Compárese nuestro presente con congelados por doquier con aquella costumbre de “cazar patos”, por ejemplo, y dejarlos al aire, desvicerados, para que se oreen y comerlos como un manjar, cuatro o cinco días después…

¿Alimentarnos desde grandes redes envenenadas y envenenadoras, o procurar comer en circuitos más pequeños y en condiciones de hacerlo sin venenos o con el mínimo que en cada caso resulte inevitable? En gran escala, el veneno inevitable es el que nos dan a ingerir hoy día. Ése es el camino hacia las anencefalias, las malformaciones congénitas, la expansión de trastornos circulatorios, de párkinson, alergias, Alzheimer… y cánceres. Cada vez más, en todos los rincones de nuestros cuerpos.

Hablamos de alimentos, ¿pero qué hacer con el agua, presente en todos los alimentos, en nuestros cuerpos; sustancia madre de nuestra vida (Tales era perspicaz, en su Mileto natal).

 

CONTAMINACIÓN

Dejemos a un lado el aire, también hoy contaminado y consiguiente causa de muertes.

El agua está permanentemente envenenada por agroquímicos –combinación hoy ominosa entre plaguicidas y fertilizantes− y por efluentes industriales. Y por plásticos, que al no biodegradarse “producen”, por roturas sucesivas, microplásticos, invisibles pero no inactivos, en todas las aguas, en todos los mares.

La medicina institucional ofrece su solución: la medicalización de la sociedad. En un todo de acuerdo con la burocracia médica transnacional de la OMS y con la industria médico-aparatológica y farmacéutica: vacunas, medicamentos y controles. Abrir el mercado sanitario no ya a enfermos sino a todos; los sanos constituyen un mercado mayor que el de enfermos tradicionales. La declaracion de una pandemia asegura, por ejemplo, esa generalización.

 

MEDICALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD

Esa política sanitaria responde a la medicina pasteuriana. Vale una remisión a orígenes. Orgullosamente, Louis Pasteur, encumbrado como primus inter pares delineó la medicina moderna, la que hoy conocemos en nuestro país, en Occidente. En lucha contra los microbios. La denominación es correcta: partículas minúsculas de vida; seres vivos micro. Descubiertos los gérmenes patógenos, agentes de muy diversas enfermedades hasta entonces existentes pero sin que la humanidad los conociera, identificara, Pasteur se empeñó en combatirlos una vez identificados. Una vía primordial: vacunas.

Mi ignorancia no me permite negar la importancia de vacunas contra enfermedades como la viruela que ha arrasado a la humanidad en muchos sitios y épocas, con tasas de mortalidad del 30% de toda una población y con abundantes secuelas entre los sobrevivientes (esterilidad, por ejemplo). Análogamente, la peste negra europea de 1348-1349, que aniquiló la vida de, se estima, un tercio de la población europea (unos 25 millones de 75), sin duda no tuvo el freno que habría representado una vacuna. Frente a fenómenos como éste, la ya mencionada viruela o la rabia, siente uno la impotencia ante semejante empuje epidémico.

Pero algo muy distinto sobreviene con la inmensa mayoría de las enfermedades, ante las cuales la industria farmacéutica y las redes médicas cada vez más “nos” proveen de vacunas.

El planteo pasteuriano generó una guerra contra las enfermedades. Se produjo una suerte de militarización de la medicina, muy en el espíritu darwinista, de “lucha por la vida”, que en economía encarnaría el liberalismo puro y duro.

Los planteos de lucha por la existencia de cada especie y de cada individuo, tan caro al darwinismo decimonónico, fue cuestionado por otro zoólogo, naturalista y paleontólogo, Piotr Kropotkin, quien destacara la importancia del apoyo mutuo en los desarrollos vitales, no solo intraespecie sino interespecies; la importancia de la cooperación, no sólo de la competencia.[1] Pero el aporte de Kropotkin no pudo penetrar la construcción ideológica del darwinismo, más acorde a los tiempos de una capitalismo invasivo y victorioso.

Pasteur, a su vez, tuvo un crítico en su tiempo; Antoine Béchamp, biólogo contemporáneo que se enzarzó en polémica con Pasteur, ya consagrado. Si los microbios son seres unicelulares, microscópicos que se encuentran por millones, no ya miles sino millones o billones en todas partes, ¿por qué, preguntaba, se contagia este ser vivo en particular y no miles y millones dada esa presencia masiva y constante de microorganismos? Béchamp ponía ejemplos con árboles del bosque: cientos, miles, y de pronto uno carcomido y literalmente comido por microorganismos y fauna menor, termina derribado. Pero los agentes microscópicos que habían invadido ese ejemplar, estaban por doquier, entre y encima de los demás árboles, que siguen vivos. Entonces, sostenía Béchamp, hay algo en el árbol carcomido y derribado; algo en ese cuerpo que dio cabida a “los microbios”.

Así mirado, el contagio, como el agente pasteuriano de afuera hacia adentro, pierde importancia, más aún; pierde sentido.

Béchamp tiende a desechar la idea de combatir agentes patógenos y realza la atención en el delicado asunto de la salud. Premonitoriamente ecologista. Impulsar la salud. Y no patrocinar campañas contra  microbios.

Como destaca la médica argentina Mónica Müller en un capítulo de su muy lúcido y crítico libro Pandemia,[2] las vacunas son el mecanismo de atención rutinario y práctico de gobiernos con recursos limitados para achicar el daño de enfermedad cuando una sociedad no puede mejorar las condiciones sanitarias y alimentarias de la población. En buen romance, nos dice que las vacunas son un sucedáneo. Que lo que importa  es la salud, que los gobiernos no aseguran. Sostiene, tácitamente, que población bien alimentada, sana, no tiene porque contraer  sarampión, varicela, hepatitis, covid. Y que cuando las contrae, sus efectos no serán devastadores sino en todo caso, generará resistencias a nuevos contagios. La tan trajinada “inmunidad de rebaño”.

Que la multiplicación de vacunas a recién nacidos no es señal de modernidad ni mejor ciencia sino una económica, pragmática vía de protección que a su vez  sustituye o descuida lo del crecimiento sano de los recién nacidos. Lo de económico es relativo: cada estado gasta millones que paga a laboratorios fabricantes de vacunas. En Uruguay para los primeros años de vida, son las obligatorias alrededor de 10; en Argentina, unas 20  (y a veces, con varias dosis).

Por otra parte, la institucionalidad médica ha generado su propio universo, su propio mercado, sus propios pacientes, médico- o remediodependientes.

Hay gente que no puede vivir sin “remedios”, sobre todo, después de los cincuenta. Y “remedios” es la palabra adecuada, como cuando tiempos atrás, se hablaba del “remedio para las hormigas”, y solían meter DDT por todos los sitios (¿cuántos cánceres habrá desencadenado el uso “libre” de DDT desde la segunda posguerra?).

“Remedio”, con su misma significación, de “veneno”, pero para nuestros cuerpos. ¿Quién no conoce a alguien “todo descangayado” que toma muchos medicamentos y… considera que no puede prescindir de ellos?

 

EDUCACIÓN Y SALUD

La prensa oficialista aplaude porque aparentemente habríamos alcanzado a la mitad de adolescentes con secundaria completa. Llegar al 50% no es para congraciarse puesto que los países “modernos” o modélicos andan por el 90% o el 95%. Es apenas porque hasta hace poco, los “secundarios completos” del país andaban en el 40%…

Pero dejemos los porcentajes y observemos la realidad cotidiana: entre los jóvenes que atienden en las ferias semanales –jóvenes de los arrabales montevideanos o hijos de chacareros− la mitad por lo menos (o más), no saben sumar. Sumandos de una o dos cifras. Manzanas, 28 pesos, zanahoria, 15, naranjas 40, una hilera no larga de artículos y el o la joven va a la única calculadora del puesto de verduras y pone allí sus numeritos o le pide al “operario” de la calculadora que se los ponga. Para cobrar 315, 650 pesos.

¿Observó el lector las veces que las cuentas en un almacén, en un boliche, en una panadería, dan mal? Al estilo de las bombas que George Orwell bautizara como “Imparciales” durante la Guerra Civil española, porque podían estallar en destino o en el mismo cañón donde se emplazaban para disparar. Pero los hispanos podían tener una disculpa ante semejante azar, porque la industria de armamento tuvo que ser reconstruida de apuro, entonces, cuando el país se partió al medio, en 1936.

La “imparcialidad” en los resultados de las cuentas cotidianas a que nos referimos, no tiene disculpa alguna en el apuro, la improvisación. Nuestros escolares,  al menos una buena cantidad, salen de la escuela sin saber sumar o restar o multiplicar o leer. ¿O ni entraron a la escuela? ¿Qué fue lo que nos partió al medio a nosotros?

Décadas atrás, los niños ricos no necesitaban la escuela para aprender a leer y escribir. Algunos, con padres intelectuales, doctorales o mediante institutrices lo hacían desde los 3  o 4 años. Y los pobres entraban a primaria analfabetos a los 6 años y a menudo, a los 9 o 10 años participaban de exámenes de idioma o matemáticas en igualdad con los niños provenientes de hogares acomodados.

La escuela entonces, mediante diversos hachazos a la creatividad infantil, mediante una regimentación verticalista –aunque a veces suavizada por la comprensión o la sabiduría de maestros (generalmente maestras, en Uruguay) otorgaba una serie de herramientas racionales a los niños, a los futuros adultos de esta tierra. Aritmética, geometría, gramática, ortografía, lectura, geografía, historia. La población escolar, entonces, iba tomando conciencia de dimensiones témporoespaciales (continentales, planetarias), entendiendo el concepto de cero, y cualquier infante egresado de primaria sabía “las 4 operaciones fundamentales” o resolver una lectura y hasta una escritura (en castellano), aunque probablemente había malogrado muchas dotes de creatividad. Porque el perfil era disciplinario; era libertad dentro del orden; no orden dentro de libertad.

El armenio vecino, que llegó hace 5 años al Uruguay, Montevideo, y que tiene su negocio gastronómico desde hace 3, me comentaba, sorprendido, apenado, que muchos repartidores no saben escribir los pedidos o hacer cuentas por sí mismos –presencié una discusión suya con uno que escribía ventinueve y él lo corregía, veintinueve−. El armenio me preguntaba qué pasaba en la escuela… preguntándose qué tsunami había arrasado el pasaje escolar.

Allí, en esas incapacidades, que son frustraciones, recaen los 5 de cada 10 que no terminan primaria. La presencia archiprobada de agrotóxicos en los cuerpos infantiles (y transitivamente en toda la población) altera las capacidades cognitivas. Como en su momento, pasó lo mismo con el plomo (plombemia que, se estimó, alcanzaba un porcentaje muy alto de la población infantil uruguaya). Un artículo reciente recaba, una vez más, el descuido criminal con que en nuestro país se “trabaja” con venenos. Sin ser EE.UU. “campeón” en la resistencia al uso de agrotóxicos (más bien al contrario), mediciones que se han estado siguiendo sistemáticamente, revelan que en Uruguay la intoxicación mediante agrotóxicos, que altera facultades mentales, el aprendizaje, por ejemplo, es diez veces más alta que en EE.UU.[3]

¿Puede un país pretenderse “casi primer mundo” con media población analfabeta? Una pretensión habitual de comentadores mediáticos, que hasta se entusiasman y ubican en el Uruguay no sé cuántas vanguardias y modernidades de quinta generación. ¿Pero, de quiénes hablan y a quiénes les están hablando? ¿A emprendedores tentados por el grado inversor uruguayo?

Lejos, muy lejos  de agotar la enumeración de malandanzas de nuestro país, el aumento crecientemente acelerado de violencia, en los barrios pobres, es otro índice más que preocupante, del que poco se habla. Porque –como pasa con la problemática carcelaria− poco le llega a las capas sociales más privilegiadas.

Es como si una cobertura de orgullo institucional y pretendidamente autosuficiente impidiera ver las dimensiones reales y efectivas de nuestras carencias.

La autolisonja no suele hacer mella en ajenos, pero además, puede engañar a propios. Con lo cual es doblemente penosa.

Una de las tasas de suicidios más alta (y en aumento) de América Lapobre, es la nuestra, junto a la de los cubanos. Sobre todo, entre varones.

Una tasa alta y en franco aumento de obesidad, particularmente infantil.

No hay mucho de qué extrañarse. Aunque desconozco estadísticas, por conocimiento directo de algunos pocos países, el Uruguay ostenta el triste privilegio de contar con el mayor número de almuerzos regados con Coca-Cola. [4] De niños, pero también de adultos. Basta ver la cantidad de bares y restaurantes equipados con sillas y carteles de Coca-Cola para advertir el carácter de sucursal cultural y adventicia atribuible al Uruguay.

Coca-Cola es mucho más que una bebida tóxica que provoca adicción, por sus ingredientes; coca y azúcar. El azúcar está ahora en franca retirada dietética, aunque los edulcorantes que tomen la posta, serán probablemente peores. Pero es más que una bebida a secas; es la ideología american en nuestra tierra. Y como corresponde a todo proyecto colonialista, es devastador para el colonizado. Caso India.[5]  En Uruguay, con una relación agua-población no tan severa, Coca-Cola se ha planteado una estrategia de RR.PP. precisamente opuesta a la encarada en la India. Aquí, Coca-Cola se ha valido de su identificación con la Alianza Uruguaya por el Agua –una red empresaria bajo el alero institucional del BID−, para presentarse como campeona de la preservación ambiental. Ya que no de la comida sana.

 

DESARROLLO EXÓGENO, ENTREGA DE BIENES NATURALES Y EL “PANTANO” INTERIOR

Nuestro origen colonial, multiplicado; España, Portugal, Brasil, Reino Unido y por último EE.UU., que se presentó en las Américas como agente emancipador contra la colonización europea, algo que les permitió a algunos poner los ojos en la nueva metrópolis, ilusionándose con falsas igualdades. El exponente mayor, tal vez por su trascendencia para el país, haya sido el batllismo que, junto a rasgos aceptables como la laicidad, el civilismo democrático al menos formal, adoptó la sumisión al panamericanismo, que vemos perdura pese al paso de las décadas. Como que en nuestro país, Brum venció a Quijano.

Los ejemplos más prístinos están a la vista: en algún cónclave de empresarios y administradores transnacionales se entendió que Uruguay (como, por ejemplo, Filipinas) eran propicios para asentar allí celuloseras, juzgando la disponibilidad de agua del país, y seguramente la escasa defensa de los bienes naturales, genuflexión ante la inversión externa

–que nunca es para beneficio del receptor sino para conveniencia del inversor−, aceptación complaciente de zonas francas; la asunción, en suma, de un globalismo supranacional del cual se aprovechan, precisamente, algunas naciones o entidades no precisamente globales.

Por los mismos motivos estuvo el intento Aratirí, felizmente malogrado, el abordaje portuario de Katoen Natie o los jugosos contratos de Pfizer, ignorando derechos de la parte contratante “Uruguay”.

Nuestra sociedad, nuestros gobiernos y capas dirigentes son las que deciden ampliar los emprendimientos transnacionales, en tanto se siguen deteriorando nuestras condiciones nacionales, interiores, locales, propias, algunas de las cuales  hemos estado rastreando.

 

CÁRCEL, LIBERTAD, FUTURO

Hemos repasado falencias en la educación y en la construcción de cultura, en la capacidad de pensar y resolver nuestros propios problemas.

¿Qué decir del proceso de encarcelamiento social, la “carcelización” de nuestra sociedad?

Las cifras aquí, también son elocuentes. Nos dicen desde el insospechable El País, de Madrid: “Uruguay triplica su cantidad de presos en veinte años y ya tiene la tasa más alta en Sudamérica.”[6] Un dato que nos habla de otra crisis indisimulable.

Aquí tenemos que agregar uno más de los frutos envenenados de la dictadura. Hasta los ’70, las cárceles estaban administradas por el MEC. Eso significaba, entre otras cosas, planes de estudio y capacitación para la población carcelaria, y aunque siempre deficientes, mantenía en pie la idea de la recuperación del preso, del exdelincuente hacia una vida útil para él y para la sociedad. Las cárceles tenían talleres. De carpintería, de herrería, textiles. Había bibliotecas. En cárceles en zona rural, actividad agraria, como era proverbial en la cárcel de pueblo Libertad antes de la edificación del pabellón gigante de reclusión sobre zancos, para evitar fugas desde dentro de la construcción, como aconteciera, y más de una vez, en la cárcel de Punta Carretas.

Es cierto que con la crisis que arranca en el segundo quinquenio de los ’50, poco a poco los servicios de recuperación en el ámbito carcelario se van desmigajando y la violencia política, junto con la social, se va a ir ahondando, dificultando aquel universo.

Pero con la dictadura no hubo duda ni agonía:  la administración carcelaria se traslada de Educación y Cultura a Interior. Y las cárceles se constituyeron en el ojo policial: iban a servir estrictamente para mantener encerrados a sus habitantes.

Los datos ahora dicen que la mitad de la población carcelaria es analfabeta, y que las adicciones afectan a la inmensa mayoría (ibíd.).

La violencia interna, institucional, también ha aumentado exponencialmente.

 

Bueno es consignar, empero, en qué sentido la sociedad se mueve, en contra de tales designios y políticas. Pienso en el crecimiento de pequeñas redes luchando por restablecer la producción de alimentos sanos, orgánicos, alejándose de los centros urbanos; en el auge del ciclismo; en las redes sociales y políticas encarando la resistencia a la globalización modernizadora y transnacional.

 

AHORA, DIGITAL PARA NO PERDER… ¿QUÉ TREN?

Hemos visto que ya perdimos varios trenes. En algún otro texto he procurado explicar el daño que ocasionó al país la crisis de los ‘60 y la emigración consiguiente.

Uruguay tiene el triste privilegio de haber tenido una red considerable de vías férreas, [7] abandonada para mayor gloria de la industria automotriz y sus camiones… estadounidenses.

En este presente, en proceso de digitalización forzosa  progresivamente acelerado, vale advertir el sentido de un pensador formidable y predigital, Paul Valéry (1871-1945); “La máquina domina. La vida humana está rigurosamente controlada, dominada por la voluntad terriblemente exacta de las máquinas. Estas creaciones humanas son exigentes. Reaccionan ahora contra su creador y lo van reconfigurando, maquinizándolo. Quieren disponer de individuos muy bien entrenados. Aplastan poco a poco toda diferencia entre seres humanos y los adaptan a su propia forma de funcionar, con su misma uniformidad. De algún modo construyen su propia humanidad, para su uso, casi casi como una réplica de ellas mismas”.

Si Valéry advertía este proceso en la primera mitad del siglo XX, ¿qué tenemos que pensar y considerar ahora, con la computación generalizada, particularmente con el celular que está arrebatando y situando a los niños en un universo absolutamente sin precedentes, y cuando la IA empieza a hacer estragos, quebrando la relación verdadero/falso que ha sido –pese a todas las dificultades que genera semejante disyuntiva− una guía permanente y fundamental de nuestro comportamiento, nuestros valores, nuestros códigos éticos?

Lo expresado por Valéry con tanta perspicacia, certero hace un siglo, hoy centuplica su significado y cuestiona todo optimismo tecnológico.

Que Valéry nos sirva como advertencia y no como mero registro o estado de situación.

[1]  El apoyo mutuo, editado por William Heinemann, Londres, 1902. El origen de las especies de Charles Darwin es de 1859.

[2]   Editorial Sudamericana, Bs. As., 2010.

[3]  https://ladiaria.com.uy/ciencia/articulo/2023/4/reportan-diez-veces-mas-metabolitos-de-pesticidas-en-alumnos-de-primer-ano-de-escuela-de-montevideo-que-en-ninos-de-estados-unidos/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=manana

[4]   En México, Suecia, Argentina, el consumo de Coca-Cola es notoriamente menor que en Uruguay.

[5]   El “capítulo India” de la Coca-Cola muestra toda esa capacidad de daño, que es mundial, pero acentuada en un país-continente con  escasa agua en relación con su población (más de 1400 millones de seres humanos). Acentúa la escasez de agua; contamina agua y suelo con sus embotelladoras; distribuye sus desechos como “fertilizante” entre campesinos, aumentando la contaminación. Por la lucha de los pobladores, muchos embotelladoras de Coca-Cola en la India han sido cerradas  o están sitiadas para obstruir su funcionamiento contaminante y expoliador de las napas freáticas. https://www.thoughtco.com/coca-cola-groundwater-depletion-in-india-1204204.

[6]  Gabriel Díaz Campanella, Madrid, 16 abr 2023.

[7]   No ilusionarse con ningún paraíso perdido: los británicos –que no fueron ni siquiera los primeros− tendieron buena parte de la red ferroviaria para satisfacer necesidades metropolitanas suyas. De todos modos, los trenes permitieron despliegues y desarrollos de la incipiente sociedad oriental.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Poder, Salud. Y enfermedad

Universalización de los dispositivos de control

Publicada el 11/04/2023 - 17/04/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández –

Del otrora designado sujeto económico, al ahora objeto no designado como tal

Estamos presenciando una universalización de los dispositivos de control, de persuasión con un alcance inédito; podríamos decir que como en el juego de la mancha venenosa, el reinado de la heteronomía se extiende por todas partes, por todos los niveles, en los más inesperados aspectos.

El “sistema operativo” está actuando a la vez, de modo combinado y aleatoriamente, mediante voluntades y mediante algoritmos previamente diseñados para llevarnos, satisfacciones o miedo mediante, a una política de cancelación, info sesgada, a través de una  multiplicidad de vías, emocionales, intelectuales y omnipresencia de bots. La heterogeneidad del cuadro de situación no impide ver que en medio del caos universalizado, existen caminos u opciones de algún modo preestablecidos.

Justo cuando las fuerzas desatadas por la sociedades humanas parecen haber desbordado todos los parámetros de conducción, carismática, religiosa, estamos siendo conducidos como nunca antes.

Y por supuesto, sin invocar nunca la conducción, precisamente.

Así reina la aporofobia en una sociedad que procura rescatar a los pobres mediante ayudas.

Como el racismo, existente en una sociedad que se cree la menos racista. Así pervive la atroz herencia del racismo; lo vemos en el África llamada “negra”, en  el destino de las naciones y sociedades allí colonizadas, y tan, tan exprimidas, tan exhaustas, tan desestructuradas, que sus habitantes “eligen” el camino del mar porque la rapiña colonial les dejó detritus, y ese camino les depara, a su vez, la discriminaciòn futura o la muerte en el mar, precisamente.[1]

Aunque tengamos que escuchar en cada simposio onusiano u otanesco que  nos hallamos en el reino más pleno de lo democrático (con pequeñas falencias a superar).

Vemos esa atroz herencia en las huellas de los genocidios producidos con la colonización, precisamente.

En Haití se resume trágicamente ese devenir dentro del continente americano. Es la primera sociedad de la mal llamada América Latina,[2] que se independizó, en 1804, resistiendo las atroces condiciones generadas por una esclavitud sin límites sobre aborígenes y africanos secuestrados y transportados prisioneros al “Nuevo Mundo”, que generará a su vez una respuesta brutal; el exterminio de  los patrones blancos.

Haití no pudo permanecer libre, destrozado por las naciones coloniales blancas. De poco le sirvió su apoyo a gestas independentistas como la de Simón Bolívar. La colonialidad es gran nudo, pero el racismo es más fuerte…

Volvamos a nuestro presente: reina la desigualdad cada vez más manifiesta en una sociedad que postula la igualdad (aunque tibiamente, porque el fuego “emancipador” se dirige a la libertad que elude la cuestión de la igualdad, con lo cual termina configurándose como libertad- de-los-poderosos para seguir haciendo lo que consideran “necesario”).

Reina la censura en un universo; el de la info, que se supone irrestricto.

Facebook incursiona en la afirmaciones del Movimiento Uruguay Soberano (MUS) que plantea juntar firmas para un cambio mediante plebiscito de los artículos de la constitución nacional uruguaya que gente de este país considera(mos) abusivos porque le otorga a los llamados poderes ejecutivos del estado excesivas prerrogativas. Facebook pontifica que MUS ‘publica información falsa’ y en consonancia, con absoluta coherencia, “en defensa” de la información presuntamente verdadera, impide la circulación de la prédica de MUS. Facebook se arroga así el derecho de administrar la libertad de información. Y así llegamos al planteo totalitario tradicional; Facebook es la libertad. Lo bueno. Lo confiable.

Ya todo el mundo ha experimentado el recurrente “llamado” de los mensajes “espontáneos” que nos llegan a través de “el celular”:

−Estuve hablando con mi hijo de comprar unos pantalones y enseguida me han aparecido una serie de anuncios y reclames sobre pantalones; el otro día conversamos con mi mujer dónde pasar este fin de semana largo y me han aparecido, de inmediato, una serie de ofertas para pasar el finde…

Porque ya no se trata de escuchar los taladrantes avisos que por la radio o la tele nos inundaban y a menudo malograban cualquier programa; ahora “las formas ocultas de la propaganda” de que nos hablara Vance Packard hace décadas, se han “despertado” y vienen a nuestro encuentro. Porque si hace medio siglo el teléfono era instrumento de ricos y plantado en el hogar, ahora es “de todos” y nos acompaña todo el santo día (su carga electromagnética incluida, cuyas secuelas desconocemos). Y como, además de teléfono, hoy todo teléfono es micrófono que puede oír aunque esté apagado, cuando lo encendemos, nos “contesta” (observe el lector que al menos nos está quedando la decisión, no ya  de apagarlo, pero sí todavía, de encenderlo).

Pero Google nos tranquiliza: “Protegemos tu privacidad. Los anuncios de Gmail nunca se basan en el contenido de tus correos.” Menos mal.

¿Cómo se define info falsa y, consecuentemente, info veraz?

Siempre hubo producción y transmisión de mentiras y falsedades, incluso de modo sistemático y a escala industrial; con la digitalización, empero,  tales recursos se han multiplicado con feracidad digna de mejor causa, con trolls y bots.[3]

Persuasión, pasivización del cliente

Pongo un ejemplo: en la renovación del sistema operativo que acabo de comprar (de un Windows 7 a un 10, al abrirlo, en medio de deslumbrantes ilustraciones (que no pedí, vienen “de obsequio”) que aparecen ahora en mi monitor, también se ha hecho presente  una leyenda que nadie encargó: “LA DISTRIBUCIÓN DE VACUNAS SE HIZO MÁS FÁCIL CON AYUDA DE LA TECNOLOGÍA”

La pantalla no aclara quién o qué es dicha “tecnología” ni quién produjo “el aviso”, pero lo que sí a mí me queda claro es que “la tecnología” ha facilitada la distribución de los mensajes del pensamiento dominante (altamente tecnológico, claro).

Sin solución de continuidad, tengo que leer en “mi” pantalla (del hogar particular, sagrado e inviolable): “TECNOLOGÍA GENERA UN PUNTO DE INFLEXIÓN PARA QUE LAS VACUNAS LLEGUEN A MUCHAS MÁS PERSONAS EN TODO EL MUNDO.”

Una verificación indubitable, que nada tiene que ver, empero, con su calidad o validez científica. “Llegan a más”.

Tuve que leer, todavía, otro mensaje “iluminista”, que nos habla de la carga ideológica que viene empaquetada con la adquisición de un programita-e:

“LA DISTRIBUCIÓN DE VACUNAS SE HACE MÁS EQUITATIVA CON C O V A X, UNA INICIATIVA GLOBAL QUE AYUDA A DISTRIBUIR VACUNAS ENTRE PAÍSES DE BAJOS RECURSOS.”

Este último aviso, venía en letras más pequeñas, menos a la vista, pero dándole al lector la clave de los mensajes: es una propaganda de COVAX. Pero COVAX no es una empresita pasando su aviso; es el programa acelerador de suministros de vacunas de la OMS. Que, suponemos, incorpora sus mensajes “altruistas” donde juzgue necesario.

Si cuando uno compra un programa de actualización digital, recibe semejante “bajada de línea”, podemos vislumbrar el grado de psicopresión a que estamos sometidos, permanentemente, cotidianamente.

El sacerdocio cibernético parece muy imbuido del espíritu de Torquemada, adaptado a estos tiempos digitales… y a ciertas posiciones tomadas de antemano: −los rusos son malos, pichí-caca; los EE.UU. son garantía de democracia, paz y justicia; en consecuencia, el NordStream 2 y el 1 (y lo que venga) tienen que haber sido volados por rusos, y los aviones a las Torres Gemelas tendrían que haber sido enviados por rusos (bueno, en todo caso, árabes también vienen bien). Es un desperdicio que no podamos achacar Pearl Harbor a los rusos, porque ya estaban allí los japoneses…

La contradicción se resiste…

Diálogo con dispositivos informacionales hoy

Ustedes preguntan,

ustedes contestan.

Son muy cordiales y atentos.

Preguntan muchísimas cosas

que contestan de inmediato.

Dan tanta info que parecería de más toda pregunta

todo diálogo.

Para qué dialogar con algo/alguien tan solícito y completo.

Si no fuera que no responden ni atienden lo que

justamente, necesito

estaría todo formidable.

En un mundo cada vez más informado, registrado, pletórico de datos, la ignorancia persiste: en Uruguay, por ejemplo, se sabe cada vez menos las causas de muerte. Algo particularmente grave, porque además, han aumentado considerablemente desde la llamada “pandemia”, introduciéndose como un factor cada vez mayor y más problemático el concepto “de origen desconocido”.

Significativamente, en un mundo tan mundializado, tan intercontectado, tan digitalizado, en nuestro pequeño Uruguay, que se pretende –al menos pretenden sus políticos más encumbrados y sus aparatos mediáticos más afiatados− tan de vanguardia, tan modélico, ignoramos cada vez más causas de muerte.

En nuestro país, ahora con casi 40 mil muertes anuales[4]  (las estadísticass de mortalidad daban hasta 2020 alrededor de 33 000 muertes anuales). no se conoce la causa por la que al año mueren más de 5 mil habitantes. ¿Impericia institucional, rutina burocrática, trastornos administrativos? De algún modo −curioso, significativo− ¿no es el fenómeno de la montaña de ignorancia en que estamos sumidos, creyéndonos tan, pero tan informados?

notas:

[1]  Una vuelta de tuerca para hacer este cuadro más dantesco es recordar que hace poco más de un siglo, Nigeria −ahora uno de los países más devastados del planeta−, era considerado “la nación más rica, potente del  mundo”, por su vegetación, sus frutos… y petróleo.

[2]  Por lo menos, indoafrolatinoamericana.

[3]  Un ejemplo no precisamente magnífico de neoverdad es el Global Language Dictionary, The Israel Project, que no señala lugar de edición, pero sí fecha, 2009, tras el bombardeo y la matanza en la Franja de Gaza (2008/2009), con sus capítulos ”Words that work” [palabras que tienen efecto].

[4]  Véase “El año pasado fallecieron 5295 uruguayos cuyo motivo es un misterio”, El Observador, Montevdeo, 8 abr, 2023. Su autor es Tomer Urwicz. Las estadísticas de mortalidad daban, hasta 2020, alrededor de 33000 muertes anuales. Casi el 1%. Desde 2020 se registrarían alrededor de los 40000 muertes anuales.

Publicado en Centro / periferia, Conocimiento, Cultura dominante, Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Poder mundializado, Uruguay

Hybris tecnológica y avance del narcisismo: tiranía del presente

Publicada el 03/04/2023 - 03/04/2023 por luissabini

Por Luis E. Sabini Fernández.

En el mismo momento histórico en que la humanidad desplegando una impresionante panoplia, sin precedentes, de artilugios tecnológicos, se siente cada vez más informada, más móvil, más conocedora, con un cada vez más amplio panorama material, cultural, espiritual, cuando las interrelaciones humanas han adquirido, ellas también, una densidad y una intensidad y frecuencia sin precedentes, estamos como entrando en una espiral temporal en que cada vez más nosotros, nuestros contemporáneos (al menos los introducidos en la modernidad) nos miramos a nosotros mismos.

Las poblaciones tradicionales también vivieron sus presentes como algo exclusivo, en todo caso rasgado por algún acontecimiento real o palaciego o militar. Pero la diferencia, sustancial, con base tecnològica, es que nuestro presente está, digamos, imbuido de todos los tiempos. Pero cada vez más desde nosotros mismos, desde nuestro presente. Con lo cual, nuestra temporalidad ha entrado en crisis, con un pasado cada vez menos relevante y con un futuro cada vez más condicionado.

Paradójicamente este furia presentista sobreviene en el mismo período −Antropoceno− en que más cuestionada está la viabilidad de la especie humana (y transitivamente, a causa del creciente poderío y peso de lo humano, la de la vida misma en el planeta; se habla de una sexta extinción masiva de vida en la historia de la Tierra, pero ésta encierra una peculiaridad que la hace única, penosamente única; su origen está en nosotros mismos, causantes de la desaparición de buena parte de la biodiversidad del planeta). (1)

Estamos así presenciando un ombliguismo progresivamente invasivo, tan imbuido de su propia excelencia, como para pretender absorber en nuestro presente toda nuestra temporalidad, la temporalidad humana. Como lo futuro no existe (al menos hasta este momento nuestro; presente), el recurso invasivo y perfeccionista se dirige principalmente a nuestros pasados. Es una forma de despreciar la historia, al corregirla, “perfeccionarla”, en rigor de presentizarla.

Se ha iniciado, por ejemplo, la reescritura de Agatha Christie. Usando, obviamente, un término valorizador, positivo. Se trata de lecturas “sensitivas”, porque hoy gozamos de “lecturas sensibles” para lectores ídem. Lo mismo ya ha sucedido en Inglaterra –cuna de la correccción política; faltaba más, cómo evitar andar llamando colonialismo a colonialismo− con los libros para niños de Roald Dahl o los algo procaces de Ian Fleming.

Porque no se trata de conocer a Christie, a Dahl o a Fleming, sino solo rescatar de ese pasado, algo que nos venga bien en nuestro presente. Podemos olvidar a los autores, para qué retener sus voces, sus prejuicios, sus pasiones, sus tenacidades; solo extraeremos de “ellos” la porción, la rebanada, el extracto que se avenga a nuestro ser presente. Porque somos mucho mundo, pero todo actualísimo. Raíces, abstenerse. Razones y motivos, ídem.

Este movimiento cultural que se centra ombliguistamente en el presente −resultando de ello una forma de presente continuo para la humanidad− tiene un punto alto en el filósofo israelí Yuval Noah Harari y su proyecto de amortalidad. Harari nos ha aclarado que no pretende obtener la inmortalidad de los humanos, porque le consta que existen muchos motivos y factores que pueden dar al traste tal proyecto, como un accidente aéreo, por ejemplo. Y que por ello, entiende, en cambio, factible, plantearse la amortalidad de los humanos, (2) que consiste en la posibilidad, que él considera alcanzable a corto plazo, de obtener solución a desgastes de órganos; como expresa este autor, “venir al mundo sin fecha de caducidad” (ibíd).

Harari cita a Aubrey de Grey, gerontólogo, y a Ray Kurzweil, inventor, quienes visualizan ‘que quienquiera que en 2050 tenga salud y una buena cuenta bancaria tendrá una elevada probabilidad de engañar a la muerte una década tras otra.’ (3)

Más allá de las “lecturas sensibles” que ahora descargan a las nuevas generaciones, y el planteo “biofilosófico” apuntado por Harari, vemos otro despliegue tecnológico que arrasará la temporalidad: la posibilidad técnica, digital, de, por ejemplo –como ya se ha hecho−, mostrar al Papa con un atuendo que jamás portó o presentar la fotografía del arresto de Trump a causa de los juicios que lo demandan por la toma del Capitolio, arresto que nunca ha sucedido. Esta fineza tecnológica, nos enfrenta a una deliberada confusión entre lo real, acontecido y lo construido a través de un tecnoperfeccionamiento de las fotos o los documentos que muestren o prueben un hecho, un dato. Las penosas y famosas fotografías de un Lenin con Stalin y sin Trotski o de Mussolini ecuestre y marcial con o sin asistente, quedan ahora a la altura de un felpudo; la digitalizacion precisa permite una “fidelidad” –valga el oxímoron− hasta ahora impensable.

Es una manifestación más de un mundo que se mira a sí mismo y se nutre de todos los ardides tecnológicos. Una presentización que fagocita nuestro pasado (real o reales) y crea nuevas condiciones para nuestro conocimiento. Es un desafío, claro, pero no podemos dejar de preocuparnos al dimensionar en este despliegue de desarrollos tecnológicos, un avance avasallador de la heteronomía.

notas:

1) Los proyectos de emplazamientos de humanos en otro cuerpo celeste, proyectos que sobrevienen intermitentemente, adolecen de la misma falta que sufren los árboles cuando son castigados, por ejemplo, por el calentamiento climático. Árboles que crecen con determinados umbrales de temperatura, que por fuera de ellos, sencillamente sus semillas no fructifican, cuando sobreviene un clima más cálido, los árboles tienen una menor superficie apta para el crecimiento de sus semillas y aunque sí logran, muy lentamente desplazarse siguiendo las biotas aptas para sí, el resultado es un menor número de ejemplares nuevos vivos. Hay una modificación desde la propia lucha por la existencia de la especie dada, pero no parece alcanzar para mantenerse inalterada. Eso parece acontecer con los intentos humanos de implantaciones extraterráqueas; tales intentos no parecen viables dada las dificultades aparejadas para compatibilizar nuestras condiciones de vida y el medio exterior.

2) Harari no abunda mucho en los destinatarios de semejante “regalo de los dioses”, aunque en Homo Deus señala que ‘los científicos del s.XXI podrían ser capaces […] de proporcionar a la élite humana confianza en duplicar y hasta quintuplicar la edad.’

3) Ibíd., p. 37.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org

Publicado en Centro / periferia, Ciencia, Conocimiento, Cultura dominante, General, GlobocolonizaciónEtiquetado como Agatha Christie, amortalidad de los humanos, artilugios tecnológicos, colonialismo, Ian Fleming, Luis E. Sabini Fernández, momento histórico, ombliguismo progresivamente invasivo, poblaciones tradicionales, Ray Kurzweil, Roald Dahl, tecnoperfeccionamiento, Yuval Noah Harari

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