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Categoría: Poder

Automplacencia uruguaya: ¿Idiosincrasia o mera propaganda?

Publicada el 21/06/2021 - 23/05/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

«[…] sin lugar a dudas, la capacidad de reacción, la celeridad con que se tomaron las medidas, lo adecuada que fue la respuesta al desafío […] Esto es un logro del Sistema Nacional Integrado de Salud. […] justamente el eje es la atención a la comunidad y en la comunidad.

Teleconsulta más dispositivos de primer nivel, más una cultura de consulta domiciliaria que había en el país  permitieron esta respuesta desde el primer nivel de atención potenciado por estas herramientas.

No quiero pecar de decir ¡qué bueno el coronavirus!, pero qué bueno porque ahora estamos teniendo mayor accesibilidad a nuestros usuarios y a los sistemas.» [1]

Este escupitajo hacia arriba ha caído ahora sobre los índices que maneja la OMS, ubicando al Uruguay entre los más afectados por la pandemia Covid 19 declarada por la OMS.

La idealización del país y su realidad sanitaria por parte de OPS,  la Organización Panamericana de la Salud, filial continental de OMS, refleja en cierto modo, una percepción difundida en los medios masivos, en las declaraciones de los principales partidos políticos y resortes institucionales del país. Que tiene fundamentos reales, aunque el sentido de su gloria se ha ido cuestionando con el tiempo y el ascenso de otros seres humanos, no ya solo “los europeos”.

Uruguay “blanqueó” prestamente su población. Gracias a lo poco denso de las redes nómades de aborígenes y una mortalidad francamente mayor de la población afro respecto de la europea (porque tenían peores condiciones de vida, pese al interés señorial de cuidar a sus esclavos; y porque en las guerras los mandos militares hacían un “buen negocio”: ofrecían la manumisión a quienes se presentaban a pelear, pero se los ponía en primera fila y eran pocos los que regresaban, maltrechos aunque libertos, del campo de batalla).

Pero esos factores, que diferencian notoriamente la región platense de buena parte del sur americano, no alcanzan para convertir al Uruguay (y a su modo, a la Argentina) en países “de primera”. Ni tampoco a exonerarlos del racismo, tan evidentes en otras sociedades indoafrolatinoamericanas con mayor presencia no-blanca, como Chile, Bolivia, Brasil…

Por eso una descripción como la que aparece en el “relato” de OPS no es sino la contracara patética de la realidad, es decir lo opuesto de lo que vive en general la población en su vida cotidiana.

Cualquiera que no tenga privilegios, ya sea de contactos o de medios materiales, sabe lo que cuesta conseguir una atención que no sea sucinta y telefónica, las miserables amansadoras para conseguir un turno, una consulta, una atención, en tiempos normales, ahora todo agravado con la pandemia.

Volvemos a lo mismo: no es que falsee radicalmente la situación. Dentro del área de la OPS es posible que Uruguay se destaque por mayor y mejor nivel de atención domiciliaria, por ejemplo.

Pero es triste conformarse con esa comparación en un continente donde el nivel sanitario es paupérrimo a causa de la condición tan generalizada de economías tributarias a un sistema económico ajeno que les extrae los bienes que necesita y les deja sobrantes a la economía local. Siempre escasos.

Y lo peor, es que ese culto hacia sí, este cultivo de la suficiencia, no sólo es tramposo y se desplaza hacia la falsedad con extraordinaria celeridad, sino que opera como freno para mejorar; para querer mejorar.

Acrecienta la dificultad para  enfrentar el deterioro progresivo generado por la condición periférica.

El principal freno a un cambio, a una meta nueva, es considerar que no se la necesita.

Uruguay soporta el peso de una glorificación de su ser y su historia que dificulta a ojos vistas el autoconocimiento y todo empuje transformador.  Si fuera cierto que estamos en el mejor de los mundos, sería inaceptable y hasta inconveniente toda necesidad o intento de cambio. Pero estamos lejos de eso.

Más bien al contrario; a medida que nos hemos ido periferizando y alejándonos de un potencial cauce propio, ha brotado con más fuerza la imagen de perfección, ya no sólo su perfectibilidad, se nos ocurre que como compensación simbólica de nuestra realidad.

Si algo hemos desarrollado en el país es su dependencia.

Cuando la colonización inglesa –heredera de la española a través de un proceso independentista heterónomo–, empieza a retroceder y a retirarse, exhausta –no por la resistencia que le impusieran desde la periferia, sino por el desgaste de la 2GM– se trasladó el eje imperial dentro de Occidente, del Reino Unido a Estados Unidos.

Nuestro país no supo aprovechar la retirada de “los ingleses”. Gananciosa con los productos del país bien cotizados durante la guerra, nuestra elite no tuvo ojos sino para ver sus ganancias, y el paisito entró en una época de vacas gordas y  derroche.

Durante los ‘40 y hasta fines de los ’50, hubo legislación para importar por decreto autos baratos –los tristemente famosos colachatas–, que terminaron desvencijándose porque las carreteras no habían acompañado, en su construcción y diseño, esas derrochonas modernidades madeinUSA.

Se generó  con las divisas de exportación una “fiesta del importado” (que implica un proceso de modernización no elegido sino asumido como único y necesario). El país, apoyado en las mieles de los ingresos altos no resolvió, ni siquiera se planteó qué hacer con el tendido ferroviario que los ingleses  habían construido diseñando una red como una mano para que a través de todos sus “dedos” confluyeran vías al puerto de Montevideo, para llevarse desde allí, la lana, la carne, el cuero que tanto necesitaban. Terminada la 2GM, los ingleses prácticamente la abandonaron. Como el gas. Y como el agua corriente.[2]

Si no pasó lo mismo con la luz fue porque el estatismo batllista había tomado la posta de un servicio tan imprescindible (la primera red eléctrica nacional se inicia en 1906, primera presidencia de Batlle y Ordóñez).

El país procesó el cambio de “amo” orquestado por el batllismo que, proclamando un anticolonialismo británico en rigor se acompasó a la ya vieja política de Monroe (“América para los americanos”, donde sobra la o de la última palabra). Por eso, en lugar de resolver qué hacer con la vieja red ferroviaria, sencillamente se la abandonó al tenor del nuevo medio de transporte motorizado por EE.UU., –los camiones y los autos en rutas–, hasta que, pasadas las décadas, no se pudo sino ir cerrando uno a uno todos los circuitos, llevar al museo, en la medida de lo posible, locomotoras y vagones (o venderlos incluso como viviendas, que se ven en varios puntos del país, generando los típicos “negocios” residuales de las sociedades periféricas).

Los ciclos ganaderos  otorgaron al país un papel a veces protagónico, como con el enfriamiento e industrialización de los productos cárnicos en la Liebig’s alemana de Fray Bentos (desde la década del ’70, siglo XIX hasta la 1GM, entonces ya dominados tales procesos industriales por los ingleses, ganadores de esa guerra). Con el tiempo, la producción cárnica uruguaya se fue primarizando,  con los frigoríficos ingleses y estadounidenses  en Montevideo (Cerro), primera mitad del s XX).

En los ’60, con el auge agrícola simultáneo de lo biológico (híbridos) y lo químico (futura contaminación), bautizado Revolución Verde, Uruguay entrará de lleno en la órbita estadounidense, cumpliendo el sueño neocolonial del batllismo (que denominaba dicho proceso panamericanismo, que seguramente suena mejor que dependentismo).[3]

Y en los ’70, un nuevo ciclo económico general, bautizado globalización aunque con buen tino Frei Betto lo rebautiza globocolonización, nos “incluye” más periféricamente, si cabe con cambios sustanciales en nuestra economía adaptándose a “las necesidades del mundo” (en rigor, de la red transnacional de consorcios): el mar uruguayo, por ejemplo, ya perdido todo afán de forjar una marina propia, es cada vez más sitio de saqueo de barcos chinos, taiwaneses, coreanos, españoles y de otras nacionalidades. El puerto de Montevideo cumple ante esa virtual invasión el triste papel de monos sabios, que no ven ni oyen ni siquiera musitan. [4]

Pero el mar es apenas una de las zonas de despojo.

Uruguay ha sido visualizado junto con Chile, Mozambique y Filipinas como propicio para plantar y cosechar árboles para producir celulosa, la base actual de la producción papelera. Uruguay por su escasa superficie relativa es, por lejos, el más perjudicado de esos “candidatos”. Las condiciones para los implantes globocolonizadores son totalmente lesivas para nuestro ambiente, nuestro hábitat, nuestra población.

Hasta ingenieros agrónomos, profesionalmente vinculados a la industria forestal, admiten la deficiencia estructural del destino celulósico, advirtiendo contra “un progreso industrial exclusivamente pulpero” y “que no es posible seguir [sic] apoyando un proyecto pulpero ¡desmadrado’, no sostenible.” [5]

Confróntese con “la información” de un vocero celulósico,[6] que nos chamuya “la celulosa se perfila como el principal producto de exportación del Uruguay”, en donde la exaltación de una irrealidad, como dicha exportación, nos da la pauta del sesgo.

Mojones de una nueva dependencia, de un nuevo empobrecimiento, tienen una profundidad sin precedentes, porque el sistema de depredación planetario no hace sino acentuarse, arrasando economías periféricas, como la nuestra.

Pensemos, siquiera por un instante, en la contaminación. Que escarnece la engañosa consigna “Uruguay natural”, cuando hacemos una escasa y tardía resistencia a la expansión de los plásticos, cuando apenas si recuperamos materia orgánica (que sirva para producir alimentos, por ejemplo, no sólo vegetación decorativa), cuando el país apenas hace separación de residuos, cuando nuestras aguas están totalmente invadidas por plásticos y microplásticos (los mismos, desmenuzados por la erosión).

Tenemos tierras cada vez más envenenadas y la consiguiente escasez, también creciente de agua potable, una tolerancia digna de mejor causa con agrotóxicos, ya prohibidos en muchos otros países del mundo.

Pero también pensemos en ficciones económicofinancieras, como la pretensión de juzgar como exportación uruguaya lo que se procesa desde zonas francas, instaladas en territorio uruguayo, extraterritorializado. Tengamos presente que el capital transnacional, hace ya décadas, concluyó que se adaptaba a su conveniencia la reinstalación de lo que en los albores de la expansión imperial se llamaban “economías de enclave”.[7]  Mediante una nueva designación; “zonas francas” hicieron realidad ese sueño del gran capital.[8]  Eso significa que si Uruguay exporta a una zona franca, no recibe ni un peso de impuestos, por ejemplo, porque la zona franca está exonerada de las leyes del país en que se asienta. ¿Para qué sirve entonces incluir esos trasiegos de mercancía como exportación si no rinde lo que rinde una exportación?

Basta ver el crecimiento de nuestra deuda externa (mejor sería denominarla eterna), así como el aumento de nuestra población llamada “informal”; de asentamientos, con trabajos precarios (desocupada o subocupada), la disminución permanente, ininterrumpida de nuestra población rural (que para algunos expresa modernización, urbanización, pero es solo un adueñamiento de la tierra, nuestro territorio, por capitales de explotación agroindustrial y consiguiente contaminación); el nivel cada vez más asfixiante de las tarifas de los servicios básicos; la crisis cada vez más profunda y extendida de un recurso que fue gloria de nuestro país; el agua, todos ello índice de un lento deterioro de nuestra calidad de vida.

Pero luego de esta sucinta recorrida por nuestras deficiencias y retrocesos, ¿cómo puede uno sentirse satisfecho con nuestra democracia supuestamente de primera calidad?

notas:

[1]  https://www.paho.org/es/uruguay/asi-es-como-sistema-salud-uruguay-responde-covid-19, s/f.

[2]  Durante un siglo aproximadamente “los ingleses” administraron agua y ferrocarriles. Aunque se trató de servicios no iniciados por los colonialistas sino mediante proyectos de gestión nacional, que, empero, al cabo de algunos años fueron adquiridos por inversores de Su Majestad británica (el agua fue “inglesa” de 1862 a 1950; y época análoga hubo para los trenes).

[3]  En 1889 tiene lugar la primera “conferencia panamericana”, una segunda habrá en 1901 y el Uruguay será el asiento de la séptima que coincide con “la política de buena vecindad” promovida por F. D. Roosevelt, sustituyendo la anterior “política del garrote” de otro Roosevelt, Theodore.  La política de buena vecindad entró en nuestro país hasta desde las escuelas donde los niños aprendían el himno correspondiente como prioridad educativa. Como curiosidad o paradoja el autor de dicho himno fue un argentino, peronista, que tuvo que abandonar su país en 1955 (Rodolfo Sciamarella lo escribió antes de ser peronista, puesto que  el Canto de Amistad, circulaba antes de que el peronismo surgiera a la palestra política).

[4]  Se sabe, por ejemplo, la alarmante frecuencia con que bajan de los pesqueros cadáveres, lo cual hace pensar en pésimas condiciones laborales. El puerto de Montevideo tiene el dudoso honor de figurar como el segundo puerto con mayor trasiego de pesca ilegal del mundo entero (https://revistapuerto.com.ar/2019/01/nadie-controla-la-pesca-en-el-atlantico-sur/).

[5]  Alejandro Borche, Dardo Esponda, Eduardo Cotto, Eduardo Dilandro, Gustavo Guarino, Héctor Arbiza, Manuel Chabalgoity en POSTURAS, La Diaria, Mtdeo., 29 de mayo de 2021.

[6]  El País, Mtdeo., 27 mayo 2021.

[7]  Asentamientos, generalmente costeros, desde donde la metrópolis recibía las mercancías extraídas del territorio circundante en una relación absolutamente desigual; de la colonia a la metrópolis, ida y vuelta.

[8]  Otras designaciones para el mismo fenómeno: «zonas económicas especiales», «zonas de libre comercio», «zonas libres», «zonas de proceso exportador», «zonas de libertad comercial», «zonas de producción de exportación». En Túnez, todo el país ha adquirido el «nuevo estatuto» de zona franca. En México, su región norte, lindante con EE. UU., tiene lo que llaman «maquiladoras».

Publicado en Cultura dominante, Poder, Política, Sociedad e ideología, Uruguay, Uruguay. Qué hacer

Corte Penal Internacional (CPI) y contraofensiva del Estado de Israel

Publicada el 26/05/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Si nos dejamos llevar por el periodismo platense, regional y masivo, vamos a introducirnos en una materia estratoférica o galáctica. Sin embargo, trata de usted lector, de mí, de nuestra sociedad, de Occidente…

Desde 2015, cuando ingresó a la Corte Penal  Internacional un legajo que acusaba al Estado a Israel de crímenes de guerra contra la población palestina, pasaron casi 5 años, y los jueces de la corte, que cuenta con Fatou Bensouda, una eminencia judicial que ejerce como fiscal de la corte y ha sido considerada entre los cien seres humanos más importantes de nuestro presente, no terminaban su dictamen.

Algunos “signos” preocupaban a EE.UU. e Israel. Que, por ejemplo, se analizara la mera posibilidad de crímenes a sangre fría, como los acontecidos durante las  “Marchas por la tierra” que palestinos llevan a cabo desde el 30 de marzo de 2018, sin armas, sin siquiera piedras, y que los israelíes decidieron disolver con violencia y francotiradores que han arrojado la friolera de cientos de muertos, muchos niños entre ellos, y decenas de miles de heridos, sobre todo tullidos, por la política de balear tobillos.[1] Pero en la medida que los informes y análisis de la CPI durante todos estos años se dedicaban a contrapuntear, por ejemplo, los muertos provocados por ataques mediante bombardeos y artillería de tanques israelíes y los generados por las escuálidas incursiones de algunas organizaciones palestinas como Hamas o Yihad, o pasar revista a los mismos palestinos reprimidos por la ANP,[2] el “desarrollo de los acontecimientos” no alarmaba demasiado al eje Israel-EE.-UU.-R.U.

Pese a que la disparidad del poder de fuego, por ejemplo, o el mero cotejo de víctimas da una aplastante superioridad militar, sanitaria, de infraestructura para Israel en relación con el dañado, asediado, estrangulado, fragmentado, pueblo palestino y pese a que se trata de forcejeos de población ocupada contra ejército ocupante, la CPI ha encarado algunos de sus análisis como lucha entre dos adversarios, contendientes, tácitamente equiparables.

Han llegado incluso a sopesar la suficiencia del sistema jurídico israelí para  corregir los posibles excesos de sus militares, algo con lo que no se cuenta del lado palestino.

Eran prolegómenos preocupantes, señalados en un excelente análisis por Maureen Clare Murphy[3] que parecieron culminar cuando ya muy a fines de 2019, la CPI decidió no abrir una investigación sobre al asesinato de tripulantes turcos de una nave que viajaba con vituallas hacia la Franja de Gaza en 2010 y fue violentamente abordada.[4]

Pero finalmente, en enero del corriente año, Fatou Bensouda emitió un dictamen que en sus tramos decisivos reza: “Creo firmemente que hay fundamento razonable para proceder con una investigación en Palestina, de acuerdo con el artículo 53(1) del Estatuto. En resumen, creo sin duda que se han cometido o se están cometiendo crímenes de guerra en la Margen Occidental, incluyendo Jerusalén y la Franja de Gaza […] y por último  no hay razones de peso para creer que una investigación como la propuesta no vaya a servir los intereses de la justicia.” [5]

Tras cinco años de espera, aguante, dudas, equilibrios imposibles, la Corte Penal Internacional toma en su jurisdicción las atrocidades cometidas contra los palestinos por los gobiernos de Israel y EE.UU.

Y aunque ni nos hayamos enterado, los gobiernos de EE.UU. e Israel han estallado en improperios contra semejante desenlace.

Cuando la situación era inminente, a fines de 2019, el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, declaró a través de un comunicado oficial: «Nos oponemos firmemente a ésta y cualquier otra acción que busque atacar a Israel injustamente«.[6]

Palabra de más. Porque EE.UU., debido a su total dependencia de Israel, se va a oponer a cualquier acción contra Israel, sea ella justa o injusta.

“Naturalmente”, también Israel rechaza dicha investigación.

La posición israelí es la característica de los regímenes totalitarios, que a diferencia de los regímenes con derecho liberal, en que se presume a toda persona inocente salvo que se demuestre lo contrario, parten de la base opuesta; todos son culpables o pasibles de cargos  (salvo que pudiera demostrarse lo contrario).

Nos “explica” Avigdor Lieberman perteneciente a la cúpula israelí: en Gaza «no hay gente inocente» y «todo el mundo está afiliado a Hamás«.[7] Con tales “fundamentos”, los soldados israelíes tienen licencia para matar a cualquier palestino (en realidad a todos, pero cuesta).

 

Respecto del juego que se hace en la cancha grande, hay un detalle: ni EE.UU. ni Israel constituyen la CPI. Por eso, en enero último, Alemania  −desde 1945 tan servicial a los planteos de organizaciones judías para borrar todo lo que pueda entenderse como antisemita− se presenta como amicus curiae de Israel, para plantear en la corte una impugnación contra su derecho a discutir si había crímenes de guerra en los “Territorios Ocupados”, designación que, pese a todo, proviene históricamente de la ONU.

El planteo alemán era, curiosa y penosamente, una invocación a la impunidad. La CPI lo ha desechado.

Y henos aquí, en pleno 2020, con una investigación en marcha para conocer el porqué de tantos muertos palestinos por realizar acciones no violentas: defendiendo su hogar a punto de ser desalojado o derribado, reclamando la tierra robada, sin armas ni piedras, con solo banderas, y tantas otras muertes abusivas por el estilo.

Así ve el The Times of Israel la situación: “La alharaca [sic] de la CPI puede liquidarse en pocos meses con la decisión de la Corte de que no tienen jurisdicción para negociar el conflicto palestino-israelí y simplemente cierran el caso.

No es ninguna sorpresa que los palestinos hayan aplaudido la decisión de la fiscal Fatou Bensouda como si fuera el principio del fin de la impunidad israelí, en tanto el gobierno israelí la denunció como ultrajante, absurda e ilegal de acuerdo con la ley internacional. Netanyahu fue tan lejos como para calificarla de ‘antisemitismo puro’.” [8]

 

Tengo para mí que la fiscal Fatou Bensouda, gambiana, tomó todos los recaudos imaginables, y algunos más, para decidirse a plantear una demanda contra el omnipresente Estado de Israel. Si mi hipótesis es correcta, el insulto de Netanyahu no hace sino refrendar su precaución.

 

Ante este revés institucional, en nuestras tierras platenses con gobiernos recién estrenados, tenemos actos que uno no puede dejar de asociar con el traspié en la CPI.

En diciembre 2019 un experto italiano, Emanuele Ottolenghi, italiano residente en EE.UU., integrante de la Fundación para la Defensa de la Democracia, viajó a Argentina para advertir al flamante presidente Alberto Fernández que mantuviera ‘la excelente decisión’ de Mauricio Macri,    que a mediados del año anterior, antes de terminar su período presidencial, aceptó la sugerencia de ‘ampliar el registro de organizaciones terroristas e incluir entre ellas, a Hezbollah’.

Con la visita de Ottolenghi, el gobierno israelí y sus redes internacionales le recordaron al nuevo presidente argentino la conveniencia de seguir manteniendo en lista de terroristas a Hezbollah.

Porque además, en filas del nuevo gobierno, peronista, apareció “lo habitual” de “el hecho maldito del país burgués”: la especialista en seguridad, funcionaria en esa área con Alberto Fernández, Sabina Frederic, en declaraciones al diario Ámbito Financiero sostuvo que la creación del registro en el que figura Hezbollah es “una imposición de los EE.UU.” y que el terrorismo “es un problema de la OTAN, no nuestro”.

¡Para qué!

Las agencias diplomáticas israelí y estadounidense, a través de sus voceros mediáticos enaltecieron la importancia de seguir los lineamientos que ya se habían obtenido con Macri.[9] Y el canciller Felipe Solá se apresuró a asegurarle al gobierno israelí que no hay intención de borrar del registro de terroristas al Hezbollah, así tipificado por Macri y sus mandantes. Las cosas “a su sitio” con sincronismo, antes del viaje presidencial a Israel, casi inmediato luego de asumir.[10]

 

Del lado uruguayo las cosas son más penosas, si cabe.

En los tanteos habituales, de lobby, que los dirigentes de la colectividad israelita del Uruguay suelen hacer al gobierno, a fines de enero se mencionó a Hezbollah y se dijo “situación incambiada”, sin planes para hacer una mudanza de embajada a Jerusalén como es la línea actual del gobierno israelí en su plan de despojo a palestinos. El entonces inminente presidente Lacalle Pou dijo respecto de Hezbollah que el gobierno sigue una lista de la ONU y que, en consecuencia, Uruguay no declararía a Hezbollah organización terrorista. “Pero no lo descartó completamente”.

Hezbollah ha sido declarada organización terrorista por la Unìón Europea, y, claro, por EE.UU. e Israel. Con lo cual resulta casi anómalo que no esté así caracterizado por la ONU. Pero, así las cosas en enero 2020.

Hay que recordar, además, que Uruguay en mayo 2018, en plena cosecha de muerte en la Franja de Gaza del ejército  increíblemente llamado de Defensa, de Israel, con gobierno entonces frenteamplista, objetó “la falta de proporcionalidad” israelí ante la protesta palestina. En buen romance, quiere decir que ya ni siquiera piedras, sino gritos son “respondidos” y ahogados en sangre. Directamente.[11]

Pero ahora estamos en 2020 con la Coalición Multicolor. Y el presidente Lacalle Pou participa de una videoconferencia con AJC, Comité Judío Americano y donde “americano” no se refiere a las 3 Américas ni a la América del Sur, ni siquiera a la del Norte, sino pura y exclusivamente a EE.UU.

Luego de la conversación/planteo/consulta/reconvención, vaya uno a saber, el presidente reconoció, literalmente: “Estoy en proceso de cambiar mi opinión”. Y el Semanario Hebreo, de Montevideo lo cita textualmente, así como El País.[12]

No sólo sincera así el lugar preciso de sus callos sino que desnuda su actitud: “Espero cambiar de opinión […] Hace10 meses dije que no, pero espero cambiar mi opinión.” Una declaración filosóficamente insostenible. Que me hace acordar a los “propósitos de enmienda” de los pecadores. Si defendía lo que defendía porque era ética, políticamente sostenible, por qué cambiar? Y si está ansiando cambiar, ¿acaso defendía lo que defendía sin rigor, sin celo por lo verdadero?

Tal vez me esté vedado comprender esos meandros del alma. Otro ejemplo:

La dirigente de AJC Dina Siegel Vann abordó al presidente Lacalle Pou refiriéndose a la reciente adopción por parte de Uruguay de la definición de antisemitismo de la IHRA[13] y preguntó qué había motivado a Uruguay para dar ese paso. “Uruguay tiene una fuerte tradición de Derechos Humanos y eso se mide en acciones, respondió el Presidente”.[14]

Derechos humanos, sin embargo, no son lo que cualquier organización por razones políticas o de poder define como derechos humanos. Pero así estamos hoy: Israel acusa de terrorismo palestino a unos globos incendiarios que los bloqueados, hambreados, gaseados, baleados palestinos arrojan cada tanto sobre territorio ocupado por Israel. Seguramente llevan fuego; sí. Pero mientras se cuentan por miles los palestinos matados, por decenas de miles los heridos con secuelas programadas por los militares israelíes; decenas los pescadores baleados y asesinados, botes requisados para asfixiar la pesca tradicional palestina; centenares de viviendas derribadas con la política de desalojo y expulsión permanente; deshaciendo las instalaciones de todos tipo; de bombeo de agua, de hospitales, escuelas, estrangulando el suministro eléctrico, provisiones… la destrucción y asfixia sistemática israelí no merece siquiera una mención. Mediáticamente, cero.

Los “revoltosos” palestinos tiran un manojo de globos, de ésos que se usan en cumpleaños infantiles, con un trapo incendiado, y ahí sí, gran alharaca…

Los israelíes tienen todo un cuerpo jurídico, militar, mediático, para reprimir a lo palestino. Pero no sienten el menor disgusto interior, asco moral, por tratar como tratan a la población originaria de Palestina, que son  −ironía de la historia–  los descendientes de la Judea histórica, como bien lo sabían sionistas de la primera hora, como el mismísimo David Ben Gurion.

[1]  Inicialmente, los francotiradores fueron dispuestos para balear caderas, pero la cantidad de hemorragias y muertes en el sitio de la protesta, persuadió a los estrategos sionistas que era más “conveniente” no tantas muertes patentes y más heridos de por vida. Una CPI que mereciera el nombre de tal tendría que calificar estas estrategias y sus resultados como un delito obvio y espeluznante.

[2]  Administración Nacional Palestina, un engendro de las tratativas de Oslo, donde los israelíes le ofrecieron el dulce de una administración municipal a la dirección política palestina más afín, con Mahmud Abbas a la cabeza; una administración generosamente financiada por el Estado de Israel y provista de una policía palestina (y muy poco más que ello) entrenada por militares estadounidenses que el gobierno israelí gestionó ágilmente. Como la policía palestina fue construida para perseguir palestinos, los contables de la CPI pueden hacer esas cuentas, que dejan graciosamente afuera de la cuestión a Israel; el verdadero mandante.

[3]   “¿Está la CPI a punto de cerrar la puerta de la justicia para Palestina?”, Electronic Intifada, 21 dic. 2019.

[4]   Me gustaría remitir a mi nota: “Ante el abordaje violento de los barcos a Gaza: palabras insultantes vs. hechos incontrastables”. Debo aclarar que hay una edición uruguaya, agotada y en forma parcial fue editada en el volumen El racismo de la “democracia” israelí, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2012.

[5]   icc.cpi.int/palestine. 2020.

[6]   Alí Murat Alhas, Anadolu Agency, 21/12/2019.

[7]   Diego Sacchi, 8 de abril de 2018.

[8]  https://www.timesofisrael.com/the-hague-vs-israel-everything-you-need-to-know-about-the-icc-palestine-probe/.

[9]  https://www.infobae.com/politica/2019/israel-le-pidio-a-alberto-fernandez-que-mantenga-a-hezbollah-en-la-lista-de-grupos-terroristas/

[10] Clarín, Buenos Aires, Natasha Niebieskikwiat, 20/01/2020.

[11] Tomo un día de ejemplo de las muchas decenas de jornadas sangrientas de la Marcha por la Tierra: el 14 de mayo de 2018 hubo 60 asesinados (casi todos mediante francotiradores) y “más de 2700 heridos”. Entre los muertos, un bebé de 8 meses. Crónica de Haidar Eid, “El derecho al retorno, la masacre de Gaza y el regocijo israelí”. Dossier. “http://www.sinpermiso.info/textos/el-derecho-al-retorno-la-masacre-de-gaza-y-el-regocijo-israeli-dossier. 18 mayo 2018.

[12]  El País, Montevideo, 21 mayo, 2020.

[13]  International Holocaust Remembrance Alliance. Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto. La definición de antisemitismo de IHRA amplía el concepto tradicional: es antisemita toda crítica a Israel. Política, institucional, ética. Una curiosa definición que convierte en virtuoso, por no decir divino, todo lo que provenga de lo israelí y que además, confunde en único concepto dos (o tres) tan distintos: judío, sionista e israelí.

[14]  https://www.semanariohebreojai.com/articulo/2772/presidente+lacalle+considerando+declar

ar+hezbola+organizacion+terrorista.

 

Publicado en Argentina, Centro / periferia, EE.UU., Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Para salir del repollo, Poder, Uruguay

¿Quo vadis COVID-19?

Publicada el 18/05/2020 - 30/05/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

La pandemia ha generado con su sola irrupción, una nueva interrogante sobre el mundo, la realidad, la verdad.

Su peso es tal y tan perceptible que de inmediato advertimos que estábamos en un parteaguas; antes de y después de.

Como cuando el 11 de setiembre de 2001.

La primera interrogante, claramente, es sobre su advenimiento. Si natural, dado por la “fuerza de las cosas” o promovido, es decir como expresión de una política.

Optar por considerarlo estrictamente político nos pone de inmediato bajo la acusación  de lo conspiranoico, en el mismo sentido que cualquier crítica a la crueldad y el desprecio racista del establishment israelí contra lo palestino nos pone bajo la acusación, radicalmente falsa, de antisemitismo.

Esto significa que nuestra cultura o mejor dicho que los titulares de nuestra cultura tienen una línea precisa de lo políticamente correcto, que no pasa por algunos territorios, vedados.

Sobre el neologismo conspiranoico y su relación con “la pandemia”, remito al lector al análisis que Antonio Martínez Belchi ha desplegado en “El COVID19 y el problema de la verdad” (28 04 20), quien, postulando ser escéptico metódico ante toda conspiración por suscribir “el principio de simplicidad” (Navaja de Ockham), desarrolla, como la más convincente de las posiciones, “la tesis de la propagación intencionada”.

Por mi parte, he leído una larga exposición de Bill Gates, “The First Modern Pandemic” (23 04 20) que constituye un despliegue de identificación con los desamparados, los ancianos, los niños, los enfermos, que despertaría la envidia de la Madre Teresa de Calcuta.

Bill Gates es el mismo que patrocina a la OMS con aportes incomparablemente mayores a los de cualquier estado (con lo que eso significa de condicionamiento), es el mismo que organizara un simulacro de pandemia que tuvo lugar precisamente antes de la encarnación, de la puesta en acto que ahora nos condiciona en todo el mundo.

OBJETIVO DECLARADO Y APARENTE; OBJETIVOS REALES

Así como el alegato de Gates destilando bondad a raudales resulta incongruente, así la cobertura mediática parece también incongruente; so pretexto de informar, tiene un único resultado (¿u objetivo?): atemorizar, por no decir aterrorizar a la población humana.

Todo el registro de lo que se suponen los estragos de la pandemia se hacen con estadísticas que parecen partir de la amortalidad humana: no que los humanos sean inmortales, porque sería una ñoñez, que ni un filósofo partidario de la constsrucción de humanos como Yuval Harari pretende, pero sí que los humanos no mueren… salvo por coronavirus.

Tuvo que salir un infectólogo archirreconocido, jefe de Protección Civil italiano, Angello Borrelli, estimando que estamos ante “fallecidos con coronavirus y no por coronavirus” [1]

Si los voceros e intermediarios de “la info” de nuestro presente maltratan así a la verdad, tenemos que suponer tontería sin límites o calculadas estrategias de engaño, disfraz o confusión. Aunque sepamos el alcance casi ilimitado de lo tonto, nos parece que hay otros elementos que nos llevan a pensar que no se trata de tontería o torpeza alguna.

Hagamos somera recorrida cronológica: cuando la epidemia de COVID-19 parecía instalada en China, concretamente en Wuhan, ciudad clave por sus laboratorios  vinculados a la investigación y producción de quimeras, y poco más en estados vecinos o circundantes, como Corea del Sur (nada se sabe de la del Norte), Singapur, Taiwan, cuando todavía no se había establecido la corriente de contagio con países de Europa Occidental, el segundo brote de lo que se iba a configurar como pandémico, aparece en Irán; un estado, una sociedad con mucho más bajo intercambio turístico y humano que todo el asiento del tercer empuje; Europa Occidental, y relativamente aislada de las zonas tanto del primer brote como del tercero.

En Irán, el efecto fue conmocionante, con una tasa sorprendentemente alta de mortalidad, y los pocos datos que se conocen dan a entender que se trata de una avalancha de muertos en la dirección política del estado persa, donde los gerontes tienen o tenían asaz significación.

¿Cómo explicar el brote iraní? Conociendo el empeño de Israel en conseguir que EE.UU. le haga la tarea sucia de borrar a Irán o al menos a toda su dirección militar y política de la faz de la tierra, mi hipótesis es que el COVID-19 fue plantado en Irán, como poco antes en Wuhan y extensivamente en toda China, usando con aparente (porque no podemos decir evidente) sincronización el momento de mayores traslados dentro de China por el año nuevo nacional. Para evitar el recurso de “las casualidades permanentes”.

El gobierno de EE.UU. ha acusado a China de la difusión del virus maldecido y temido.

El gobierno chino ha acusado a EE.UU. de su implantación en Wuhan: sabemos sí que esa ciudad recibió una delegación de 300 militares estadounidenses muy poco antes del estallido pandémico, para celebrar juegos olímpicos militares. Aunque no constituya prueba en sí, no se puede desdeñar la cronología de lo acontecido: los militares se retiran “fraternalmente” de Wuhan a fines de octubre de 2019. Pocas semanas después, se inicia la cadena de contagios…

Se supo, lo informó un equipo periodístico de la RAI italiana, que en 2015 laboratorios estadounidenses y chinos trabajaban viendo cómo forjar quimeras; seres vivos de origen sintético. Con la técnica que ha permitido forjar seres vivos transgénicos. Según los periodistas italianos, el laboratorio estadounidense embarcado en el proyecto se habría bajado. No así el colega chino. Pero nada hay certero, cuando sabemos que los comportamientos pueden ser o parecer. Que las negativas pueden ser de renuncia o de elusión, manteniendo oculto lo que se desecha públicamente.

Martínez Belchi ha incursionado en una serie de signos o claves que podrían reflejar el carácter premeditado y secreto de acciones como el origen de esta pandemia. Lo hace bordeando toda teoría conspirativa, no por vocación paranoica sino por necesidad interpretativa. Porque no encuentra otra forma de explicar datos “inexplicables”. Se refiere, por ejemplo, al valor esotérico del 666; “el 26 de marzo de 2020 Microsoft, la megacorporación de Bill Gates, ha registrado en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de Naciones Unidas, una nueva patente para obtener criptomonedas usando datos de actividad corporal humana: es decir, un dispositivo digital que coincide, punto por punto, con lo que la cultura popular ya conoce como el “microchip [subcutáneo] 666”. ¿Y adivina el lector cuál es el número oficial de la patente? Pues nada menos que “2020/060606”.

Martínez Belchi también se pregunta si es una pista, una clave…

De éstos, enlaces, coincidencias, rastros, hay muchos que en general no hacen sino inflamar las teorías conspirativas. Pero algunos de estos elementos, como la aparición en la tapa de la revista The Economist de diciembre de 2018 de un pangolín, que trae a colación también Martínez Belchi parece ser como un juego de señas; el mismo armadillo que un año después –con razón o sin ella– iba a ser considerado clave en la difuminación del COVID-19.

Martínez Belchi presenta varios de estos ligamentos o referencias, que parecen más bien claves entre conjurados, dueños de un secreto que intercomunican con indisimulable regocijo u orgullo.

¿Qué papel nos queda a nosotros los ajenos a tales mostraciones, o más bien objetos de ellas?

Hannah Arendt tiene algo para decirnos: recuerda que el nazismo iniciò medidas cada vez más “gruesas” basándose en la “necesidad de sensatez”, “imperio del sentido común” que suele albergar la población. De modo tal que, cuestiones muy aberrantes suelen generar incredulidad y descrédito. La gente se resiste a pensar en lo abominable. En lo que suena “demasiado”. Y eso le otorga impunidad a quienes sí ejercen tales acciones culturalmente excedidas.

Todos los estados mayores, no sólo los nazis, se defienden. El ejército israelí que masacra palestinos desarmados, mujeres, niños, se denomina “Ejército de Defensa”. Cuando tales ejércitos cometen atrocidades (es decir, “normalmente”) tienen buen amparo en “su” población que no imagina ciertamente que se puedan cometer horrores (la prensa adicta “ayuda”, mostrando siempre los horrores del contrario).

Si tenemos un pandemia generada políticamente, tendríamos que inteligir: 1) las razones; 2) los alcances.

  1. Estamos ante un calentamiento global cada vez menos escamoteable; ante una crisis energética cada vez más compleja, ante una contaminación cada vez más palpable, ante una crisis alimentaria que pasa por la calidad de nuestros alimentos pero que, explosión demográfica mediante, puede afectar también la cantidad.

Para muchos, la bomba demográfica es la primera a desmontar. Que la población humana está recargando insensatamente al planeta es una observación correcta, pero como el enfoque limitacionista proviene de los privilegiados del planeta, la idea es  disminuir fuertemente no la población de rubios y ricos sino la de morochos y pobres. Éste es el cariz racista de la cuestión.

Pero hay otro, desfachatadamente desnudado hace pocos años por un ministro japonés: los viejos viven  demasiado. Una cosa es jubilarse e “irse” al poco tiempo y otra es ir generando una cuarta edad cada vez más longeva.

Así que, medidas correctivas, “soluciones de achique poblacional” podrían enfocar a los grandes suburbios planetarios (sobre todo, los radicados en la periferia) pero también a los adultos muy mayores; una “guerra del cerdo” innombrable.

Y antes de encarar los alcances –los fines estratégicos, siguiendo en la senda de que esta situación planetaria es política– tenemos que señalar el fundamental papel de lo mediático, los grandes socializadores del miedo, el pensamiento dominante, los auspicios.

El conteo permanente y cotidiano de muertos, algo de por sí comprensiblen necesario,  ha sido hecho con la misma desprolijidad y parcialidad con que los medios de incomunicación de masas tratan todas las cuestiones: cegando zonas, mezclando otras, omitiendo, ignorando  lo que no se adapta a los fines de la info que se “produce”.

No podemos saber cuáles son los verdaderos muertos del COVID 19, ni siquiera los contagiados Porque el establishment sanitario ha hecho una escotomización para ver la realidad y solo atiende a “la pandemia”. 

¿Dónde están los miles de muertos de gripe o neumonía cada año en Italia, Reino Unido o España? ¿Dónde las decenas de miles de muertos por la misma razón, año a año, en EE.UU. En 2018 y solo de gripe, murieron en EE.UU. 14 mil. Sobre 26 millones de contagiados.

  1. El virus de esta pandemia parece muy direccionado hacia los mayores entre los mayores (aunque esa patogenicidad parece, con toda lógica, ingobernable; hay secuelas problemáticas entre infantes, por ejemplo, y entre el personal sanitario hay una mortalidad incomparablemente mayor que en toda la población y eso significa que no ataca solo a los mayores entre los mayores).

A su vez, la organización que ha provocado el miedo al COVID-19 (pese a su baja o muy baja letalidad), nos ha introducido en un universo de controles y desconfianzas totalmente generalizado: el miedo y los barbijos, por ejemplo, nos convierten, sin pensarlo, a todos en sospechosos.

Sospechas (siempre) hacia los otros: una mujer hace cola; se le acerca (a preguntar) otra persona sin barbijo y la mujer retrocede como si se tratara de la Muerte Roja: se trataba de dos vecinos sin fiebre, más o menos sanos. Pero el miedo se canaliza  aferrándose al barbijo, como clave de seguridad.

La regimentación que se está aplicando es funcionalísima a todo proyecto de control social (de aun mayor control social del que ya tenemos implantado, obviamente): La represión bajo razones científicas suele ser de las más admisibles y que permiten mayores avances (y atrocidades); ya, en los ’60, el experimento de Stanley Milgram[2] nos lo recuerda.

Queda por entender qué ha pasado en Bérgamo y Lombardía con su tan alta mortalidad; qué ha pasado, está pasando en Nueva York, ante cuyo drama tiemblan y cede todo conspiracionismo sencillo dictado desde los titulares más proverbiales del poder mundializado.

Estamos convencidos que con todos “los adelantos tecnológicos y comunicacionales” dedicados a combatir la pandemia se procurará reconfigurar nuestra cotidianidad bajo nuevos controles y planificaciones, siempre ajenos. Porque provienen de centros de poder, por más que muchos de tales “adelantos” nos conquisten por su comodidad y ciertas aplicaciones faciliten nuestra vida cotidiana.

Por eso, tendremos que ser muy vigorosos si queremos evitar una oleada de regimentación, control y miedo introyectado, que irá “autorizando” medidas de intromisión en nuestras vidas, cada vez mayores.

Un mero ejemplo; nos venden las ventajas, alcances y comodidades del 5G, y la capacidad que otorga a los centros de conocimiento sobre cada vez más rasgos de nuestras vidas. Pero los que impulsan la implantación del 5G no atienden a lo que significa para nuestro hábitat, es decir para todo el planeta, semejante despliegue y recarga de ondas electromagnéticas.

Sería tonto que estemos dentro de unos 15 años doliéndonos del daño producido y por entonces irreversible. Como se ha probado que existe ya con los plásticos en el mar océano de nuestro planeta, de nuestra única nave espacial.

notas:

[1]     Hoenir Sarthou: “La información sobre muertes “por” o “con” coronavirus, incluso en Italia, España y EE.UU.,  así como los pronósticos sobre letalidad, velocidad de contagio, efectos físicos de la enfermedad  y tratamiento, parecen haber sido erróneos o deliberadamente exagerados”, “Coronagates: La revolución del sentido común”, Voces, Mtdeo., 6/5/2020.

[2] Estudio del comportamiento de la obediencia, 1964: en el Occidente moderno y civilizado, solo una escuálida minoría resiste por sí misma a producir daño en nombre de la ciencia.

Publicado en Centro / periferia, Ciencia, Medios de incomunicación de masas, Nuestro planeta, Poder

¿Terrorismo terrorista o terrorismo democrático?

Publicada el 07/12/2019 - 09/12/2019 por ulises

por LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ

¿Por qué un estado terrorista puede ocupar los titulares de la prensa “seria” pidiendo encasillar como terrorista a un contendiente suyo?

Suena bizarro.

Sin embargo es lo habitual y la ONU ha preservado ese esquizocomportamiento por décadas.

A las manifestaciones pacíficas, sin armas, que los habitantes de la Franja de Gaza vienen haciendo desde el 30 de marzo de 2018, conmemorando los 70 años de la expulsión en 1948 mediante terror, violaciones y asesinatos (de un territorio milenariamente suyo), el Estado de Israel ha retomado, una  vez más, su poder terrorista: mediante francotiradores cómodamente instalados, ha cosechado más de 200 muertos y unos 8000 heridos (las más de las veces con heridas irrecuperables por varias razones, entre ellas porque los francotiradores juegan al blanco con los cuerpos palestinos, generando daños irrecuperables). Dichas manifestaciones han arrojado hasta ahora cero muerto israelí, cero herido, con lo cual “la explicación” de las armas autotituladas ”de Defensa” israelí de que actúan combatiendo al terrorismo deviene una burda mentira digna de los regímenes políticos más execrables.

Tengamos en cuenta que la población de la Franja de Gaza ronda el millón tres cuartos. Si lo ponderamos demográficamente en “uruguayo” tendríamos que hablar, proporcionalmente, de unos 400 muertos y 16 mil heridos. En año y medio. Y en “argentino” estaríamos hablando, como quien oye llover, de más de 5000 muertos y cien mil heridos. En un año y medio de marchas pacíficas. Leyó bien. Ni un policía israelí rasguñado. “Saben” conservar la distancia.

Esto se repite desde 1948 y antes, con diferencias en las reacciones palestinas. En rigor, desde la implantación sionista, que no judía, en Palestina, desde el 1900, aproximadamente.  Una implantación violenta, que tuvo su primera víctima entre judíos, no sionistas.

Una comunidad judía había convivido pacíficamente con la mayoría musulmana y otra minoría cristiana, desde tiempo inmemorial en Palestina. Esos judíos fueron designados como el Antiguo Yishuv cuando arriban los sionistas que se definirán como el Nuevo Yishuv.

Por poco tiempo, porque los sionistas no admiten competencia. Ni externa, por sus rasgos fascistas, ni mucho menos interna, por sus pretensiones absolutistas. Así que cuando dan la orden a los judíos palestinos de cortar todo vínculo con árabes y musulmanes, brota cierta resistencia en el Antiguo Yishuv que había convivido  desde mucho tiempo atrás con las otras comunidades religiosas. Cuando un poeta judío, Jakob de Haan, referente de muchos judíos allí instalados, resiste la orden de no tener ya contacto con los árabes, y sigue actuando como lo había hecho siempre, un comando sionista lo asesina a sangre fría, con pretensiones pedagógicas, sin duda. Haganah, año 1924.

Un régimen, el israelí que, empeñado en vaciar, vencer, borrar, eliminar a quienes vivieron por milenios en Palestina ha envilecido el suelo, el mar. Ha fabricado carreteras modernas y ágiles para israelíes y caminos decrépitos para palestinos, lo mismo con la medicina, la alimentación –miles de olivos centenarios arrancados por el ejército israelí−, la edificación ¡y el agua! Cinco o seis veces más por habitante israelí que palestino. Con la diferencia cualitativa entre agua potable y agua pestilente, por añadidura.

Los niños palestinos tienen cada vez más, cada vez más niños, terrores nocturnos, tendencias suicidas. Fruto del trato que reciben. Basta ver la desolación de calles, casas, mercados palestinos, las ruinas que quedan de ello, tan a menudo arrasados,  bombardeados.

Esto viene de décadas, pero no existen casi preguntas siquiera al estado miembro Israel en la ONU.  Todo tolerado bajo el chantaje de no ser considerado antisemita criticando a Israel. Como si no hubiera, ¡afortunadamente hay! judíos antisionistas.

Pero la impunidad es mucho más que esta penosa complicidad generalizada. Israel plantea la lucha “contra el terrorismo internacional” (¿tal vez eso exceptúe el terrorismo nacional israelí? Pero no, porque a la vez el Estado de Israel ha cooperado y coopera y muy activamente con armas y entrenamiento con diversos regímenes terroristas, como en la década del ’80 con diversas dictaduras centraomericanas, o más recientemente con estados terroristas como Arabia Saudita).

Veamos un ejemplo de esta proceder israeli contra el terror (ajeno): para ir marcándole la cancha al próximo gobierno de los Fernández en Argentina, los alfiles diplomáticos israelíes le reclaman al nuevo gobierno que conserve la tipificación de terrorista que hiciera el gobierno de Macri para Hezbolah, una agrupación política libanesa, perfectamente legal en El Líbano, que cuenta con el problemático antecedente de haber expulsado tropas israelíes que ocupaban El Líbano a principios de este siglo. Pecado inolvidable para la memoria sionista, que me hace pensar que lo de terrorista es el sambenito que mejor escamotea los verdaderos motivos para el resentimiento y la condena.

Pero no incursionemos en la política intervencionista israelí mediante cabildeo o lobby; volvamos a nuestro punto nodal; la pregunta es cómo se puede condenar el terrorismo cuando a la vez se lo ejerce.

Claro que son dos terrorismos distintos, e incluso habría que probar que lo son. El caso israelí, apenas contando víctimas, entiendo que quedan pocas dudas.

La pregunta entonces es qué criterios, qué definiciones de “terrorismo” emplea la ONU. Con cualquier definición de terror y de terrorismo que se emplee, queda en pie la impunidad de un gobierno como el israelí, para matar a centenares y herir a miles de población autóctona desarmada. Una y otra vez. Y que nadie diga, institucionalmente, nada. Porque el dictador filipino sale a la calle a matar personalmente narcotraficantes y/o drogadictos y existe alguna condena, y cuando en Colombia o México se mata decenas, centenares de luchadores civiles o ambientales, se trata de enormes redes de paramilitares  o redes que ocultan su origen y procedencia, con lo cual una critica al estado respectivo es más ardua, y cuando en Bolivia es el mismo estado con Evo desalojado de la presidencia el que desencadena una matanza de indígenas al mejor estilo de “La Conquista de América”, surgen voces críticas. Pero en Israel, si bien mucha de la violencia es “particular” (de los colonos, a su vez promovidos y protegidos por el Estado de Israel), son en general los cuerpos represivos institucionales los que diezman, hieren y matan en la mayoría de los casos.

Por eso el silencio internacional es ensordecedor. Y habla de una miseria moral, política muy generalizada. En estado de metástasis.*

 

 

Publicado en Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Para salir del repollo, Poder

Hablar de fascismo con el clisé mediático alojado en el cerebro

Publicada el 29/08/2019 - 12/09/2019 por ulises

La afasia de los mundos

Recensión de la reseña de “La guerra de los mundos” de Fernando Bogado

por Luis E. Sabini Fernández –

Pocas veces se brinda con tanta claridad el conocimiento parcial como si fuera total y aunque el autor de las líneas que voy a comentar negará de inmediato toda pretensión de totalidad, el divorcio entre la realidad rampante y su presentación en la nota “La guerra de los mundos”, es un verdadero récor de supresión de realidad.[1]

Bogado, siguiendo los pasos de Marcuse, inicia su nota explicando, muy correctamente, que  la derrota y desaparición de Hitler y Mussolini no tiene que ver con la existencia o la pervivencia del fascismo. Hasta aquí, vamos bien.

El problema viene con los ejemplos. Se invocan los consabidos Trump y Bolsonaro como el surgimiento de algo no casual, sino por el contrario de algo que se consideraba perimido pero que está en nuestro presente.

Luego de los fáciles ejemplos, Bogado da un paso más y se pregunta por los regímenes europeos de extrema derecha, que están en indudable floración (una vez más, como reacercándonos a la década de los ’30).

Pero Bogado –en esto muy al estilo de Página 12 y tantas otras expresiones progres−

saltea, omite, ignora (táchese lo que no corresponda) un fascismo vigente, de vieja data y, sobre todo triunfante: el Estado de Israel.

Pasado el paréntesis que una bibliografía complaciente ha calificado de socialdemócrata, en la posguerra y durante unos años, el gobierno de Israel es directa, asumidamente fascista desde la década de los ’70 cuando asume el partido que dirige hoy Beniamin Netanyahu (hijo, precisamente, del secretario del fundador del partido fascista sionista, Zeev Jabotinski).

Este partido, el Likud, que gobierna ininterrumpidamente al Estado de Israel desde hace medio siglo, asume su historia; en sus boletas presenta fundadores y predecesores (cada uno con actuaciones más atroces que las otras); Zeev Jabotinski; Menajem Beguin; Itzjak Shamir; Ariel Sharon.[2]

Zeev Jabotinski, admirador de Mussolini, recibió del Duce en plena década del ’30 un campo de entrenamiento para los sionistas en las afueras de Roma. Jabotinski fue un sionista sin pelos en la lengua. En eso muy diferente a las llamadas palomas, siempre aludiendo a una “solución de dos estados”  o a “negociaciones de paz” que siempre han sido taparrabos para ir ganando territorio y asfixiando resistencias. Jabotinski, nacido en la Rusia zarista, con un antisemitismo rampante y violento, se forjó en un vigoroso movimiento sionista de autodefensa, totalmente comprensible y compartible. Sólo que, tal vez por su ascendencia (familia acaudalada) o por su ideología racista, la autodefensa en Rusia devino con los años en una política agresiva, rapaz e imperial. Aunque lúcida: sostenía que si él fuera árabe encararía un movimiento de autodefensa, de resistencia violenta, porque los sionistas estaban, literalmente, robándoles la tierra.

Veamos, siquiera en una ojeda, el comportamiento israelí, apenas el actual, para ver cómo coincide con lo fascista.

  • Israel lleva asesinados más de 300 manifestantes desarmados desde marzo 2018 en que palestinos reclaman, viernes a viernes, al lado del muro o la valla erigida por los sionistas en medio del territorio palestino a modo de frontera. Leyó bien: trescientos muertos. Entre ellos, varios niños y personal médico y paramédico. Y no son matados por cargas de caballería o tanquetas; no, son matados por francotiradores, que el gobierno de Israel dispone detrás de sus fuerzas para que “trabajen” a piacere.
  • Nuevas instrucciones ante esas marchas de frontera: balear talones, para dejar baldados de por vida.[3] Porque amén de los centenares de muertos (a razón de 3 por semana), la represión allí ha herido a veces con secuelas de por vida, entre 7000 y 30000 [probablemente la diferencia de estimaciones de diferentes fuentes derive del carácter de las heridas, si incluye las leves, por ejemplo].

Estamos hablando de una población, en la Franja de Gaza, de un millón y medio  a dos millones de seres humanos, aislados y carentes de las más elementales herramientas de cuidados médicos, porque Israel con el apoyo de la dictadura militar egipcia, la mantiene totalmente sitiada, por aire, mar y tierra, dosificándoles calorías, mezquinando y envenenando[4] los alimentos).

  • Los castigos colectivos que el EdI ha llevado a cabo en la FdG varias veces, 2006, 2008-2009, 2012, 2014 han dejado varios miles de muertos y decenas de miles de heridos. Sólo en 2014 se estima en más de 2000 los asesinados, entre ellos, más de 300 niños. Entre los heridos, se cuentan miles de niños.
  • Qué régimen sino uno fascista, puede invitar a sus niñas y niños a ilustrar las bombas que van a arrojar sobre los palestinos (hay, afortunadamente, fotos que testimonian esa brutalización, ese festejo de la muerte, al estilo Millán Astray).
  • “Iglesias y mezquitas son regularmente vandalizadas en Israel, y sitios sagrados cristianos y musulmanes son destruidos sistemáticamente por las autoridades” [5] ¿No es esa “actividad” propia de un régimen fascista?

Algo, sí, diferencia a Israel de ciertos fascismos, como en su momento el fascismo italiano. La política de presentarse como víctima. Siempre. De todo. Y de achacar, consecuentemente toda responsabilidad a otros, al “enemigo”.

Con el atroz sitio de más de 13 años que ejerce Israel sobre la FdG, el delegado de Trump para “negociaciones internacionales”, Jason Greenblatt, describe: “La vida allí es muy difícil, triste, anómala. Sólo edificios con generadores pueden tener corriente. La falta de electricidad afecta todo, desde la imposibilidad de disponer de comida fresca hasta el tratamiento de aguas servidas. Si una persona en Gaza se enferma, probablemente sea asistida por personal médico  idóneo incapaz de asistirlo a causa de la carencia de equipamiento y medicamentos […] Los estantes de los almacenees están vacíos. La costa, en muchos otros lugares del Mediterráneo suele estar repleta de balnearios, aquí está cubierta de descargas cloacales e industriales en bruto y con escombros de sucesivas guerras.”  Recojo su testimonio de la nota de Giraldi, que considera  que “el relevamiento es aproximadamente certero.”

Pero éticamente atroz: Greenblatt nos dice “inocentemente”: “Hamas ha dejado a la FdG en ruinas”. Porque Hamas ha llevado adelante algunos ataques puntuales, con cohetes Kassam, por ejemplo, que le han servido óptimamente a Israel para destruir el tejido social gazatí con el pretexto de esas acciones, que han herido a afectado alguna vez algo o alguien en Israel y le ha servido a Israel para desplegar ataques por aire, mar y tierra, no contra las comandos ofensivos sino contra la sociedad palestina abusando de poder de fuego y dejando el tendal de decenas de Guernikas.

Lo que ha hecho el desastre alimentario, sanitario, ambiental en la FdG no ha sido Hamas sino el sitio israelí.

Por eso, cuando Greenblatt señala los detritus en la cosa gaziana, alcanza gran estatura canalla omitiendo decir que muchos son israelíes… deliberadamente volcados a la FdG.

Análogamente,  el intelectual que se puso al frente de la invasión libia como capo di mafia para destruir a Gadafi y su régimen, con la OTAN saqueando y devastando a ese desdichado país, Henri Bernard-Levy, ha declarado que el ejército israelí (que se llama orwelianamente “de defensa”) es “el ejército más moral del mundo”. Es el ejército que sigue las directivas sionistas de matar palestinos a mansalva. Ningún militar va preso por asesinar a un palestino, ya sea desarmado, herido o protestando. Cumple sólo con la ley de impunidad.

Ningún militar israelí mueve un dedo cuando los colonos judíos destrozan los medios de vida de sus vecinos palestinos,  queman sus olivos, centenarios, milenarios. Pero si algún palestino reacciona con enojo o procura bloquear esos atropellos, entonces sí, actúan castigando o deteniendo al insumiso.

El ejército israelí está desalojando y desmantelando  Jerusalén oriental, árabe, musulmán. Lo hace en pie de guerra, atacando cada tanto un barrio que es ocupado y militarmente desalojado. Al mejor estilo fascista: el fuerte abusa del débil.

“Edmundo Sichrovsky, un activista austríaco de origen judío que estaba en una de las casas que Israel anunció iba a derribar describió como los militares israelíes derribaron la puerta y sacaron a rastras a sus habitantes, golpeando al abuelo tirado en el piso delante de sus nietos espantados que lloraban. Incautaron los celulares para que no hubiera imágenes o filmaciones antes de empezar con los golpes conmigo y otros  cuatro activistas. Me patearon varias veces y me hicieron arrodillar, me dejaron la nariz sangrante y una serie de cortes, me rompieron los anteojos con un rodillazo en el rostro. Una vez fuera de la casa, me encerraron en un auto mientras insultaban a gritos a mí o a activistas mujeres a las que llamaban putas.”. [6] Tengamos presente que se trata del testimonio de un judío; los rodillazos y golpes que él sufrió se multiplican  sin límite tratándose de no judíos y rematan en fáciles asesinatos sin consecuencias penales tratándose de árabes, palestinos, musulmanes….

Y la pregunta: ¿de qué moralidad nos hablan Levy, Greenblatt, el sionismo organizado, los partidarios de Israel y sus numerosos trolls?

Y la pregunta a Página 12 y a Bogado: ¿de qué fascismo están hablando?

notas:

[1]  Fernando Bogado en su reseña de Tecnología, guerra y fascismo, de Herbert Marcuse, Página 12, supl. Radar, 25/ago/2019.

[2] https://hejalutzlamerjav.org/elecciones/

[3] La política israelí de dañar planificadamente a seres humanos palestinos llevó a una asociación deportiva del sudeste asiático a proponer no invitar al Estado de Israel a la olimpíada de minusválidos, porque Israel en lugar de defender  esa actividad, en verdad la expande.

[4] La afirmación de envenenamiento deliberado de alimentos de la FdG es abrumadoramente certera: diversas organizaciones israelíes desvían conscientemente sus efluentes, líquidos cloacales, a  vertederos a cielo abierto que corren, por ley física, hacia la Franja de Gaza en su camino al mar. Afectando así los cada vez más escasos cultivos que la población sitiada procura llevar adelante para su sustento.

[5] Philip Giraldi, “Blame Palestinians for Gaza”, Unz Review, 30 abril 2019.

[6] Testimonio recogido por Philip Giraldi, “Israel Has “The Most Moral Army in the World?”, UNZ Review, 30 jul. 2019.

Publicado en Palestinos / israelíes, Poder, Política

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