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Categoría: Centro / periferia

URUGUAY ANTE DESPOJOS ESCALONADOS: AGUA, TIERRA, CARNE

Publicada el 10/09/2023 - 16/10/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

EJEMPLO DE PERIFERIA DESTROZADA

Refiriéndose a Nigeria, dice wikipedia que los desastres acontecidos (está  hablando de los últimos años o décadas) son: “desastres naturales en Nigeria [que] han sido relacionados principalmente con el clima de Nigeria”.

No es fácil escribir tamaña infamia a menudo.

Nigeria era considerada, hace unos cien años, el país más rico y de riqueza más variada, del planeta. Que se sepa entonces, desastres climáticos o naturales no habían estropeado ese “cuerno de la abundancia”.

Por su naturaleza, vigorosa, abundante, por su feracidad y también por las riquezas de su subsuelo, lucía entonces ese “malla oro” del mundo colonial.

Veamos cómo ha quedado el paisaje nigeriano hoy, tras todo el expolio colonialista (al que seguramente se le debería agregar el anterior en el tiempo, de la esclavitud como mercado mundializado).

Invitamos al lector a que observe algunas imágenes del estado del suelo, la costa, los manglares, luego de la extracción que las empresas petrolíferas han llevado a cabo.

https://es.euronews.com/video/2023/05/17/un-estado-de-nigeria-demanda-a-las-grandes-petroleras-por-el-desastre-medioambiental-que-h

Tenemos aquí ojos europeos, que no podrían ser radicalmente críticos a menos que aceptasen hacerse un hara-kiri mental, por la implicancia de una parte de Europa (Inglaterra y Francia, en primer lugar, pero no solamente) en tamaño ecocidio.

Junto con el ecocidio, el expolio. Nigeria tiene escasísimas redes de suministro de petróleo para consumo interno. Porque sus gigantescas instalaciones se han erigido  para que el “oro negro” vaya a las metrópolis primermundianas, con total desprecio por la población local. Esa situación ha generado una actividad penosa, clandestina, característica de la pobreza más rampante;[1] el pinchado de los oleoductos. Una vez logrado, la pesadilla avanza y se multiplica la degradación:  nunca los despojados se van a adueñar de todo el derrame, a gatas cada vecino se lleva algún bidón y allí, pudriendo el suelo, queda el estropicio. La empresa asegura su rentabilidad, no “el paisaje”.

Si el robo del petróleo junto con el autorrobo que es su hermano siamés, ponen al país patas arriba, basta ver el sombrero del presidente nigeriano, Bubaraye Dakolo, o la vestimenta de sus jueces siglo xxi con ropajes londinenses siglo xix para advertir que el centro planetario tiene apenas dos misiones sobre lo periférico: 1) extraer todo lo que considera le viene bien y 2) imprimirle su imagen-de-mundo para que la periferia siga sus pasos. Han tenido bastante éxito en su diseño e incluso se han permitido dotar ese “aprendizaje” con cierta forma de humor, sórdido, como las pelucas de los atuendos judiciales en un país tropical.

No satisfechos con tanto despojo material y cultural, desde EE.UU. se promueve el International Center for Ethno-Religious Mediation, que, por ejemplo, recoge ancianos de Nigeria para llevarlos a una reunión de meditación. En Nueva York, claro está. ¿Por qué no meditation? Y en inglés, claro.

Reves debe estar regodeándose en su tumba. Emery Reves fue el secretario, de origen húngaro, de los jerarcas estadounidenses hacia el fin de la IIGM y el ideólogo que puso a punto la estrategia de dominio mundial desde EE.UU. (remito a nota nuestra anterior sobre esa estrategia a partir de 1945, “El estado mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo”, https://revistafuturos.noblogs.org/, 2 nov. 2022).

Sabemos que la ONU –el instrumento proyectado para ese dominio– fue gestionado por EE.UU. antes del fin de la IIGM, cuando su dirigencia ya sabía que tenía la baza para sí.

Con la ONU, aprobada a comienzos de 1945 en San Francisco (dejando a un lado la ya inservible y eurocéntrica Sociedad de Naciones)[2] con el poder atómico exclusivo, “probado” en agosto de ese mismo año en los cuerpos de japoneses victimados en cientos de miles, EE.UU. siguió los pasos que doctrinariamente describe Emery Reves: no más soberanías nacionales; un gobierno mundial, verdaderamente democrático, ‘como el nuestro’. Pero las condiciones culturales de la humanidad no estaban todavía maduras para asumir ese nuevo mundo;  tendremos que recubrir ese gobierno mundial con una pátina de “International Relations”. ONU, BM, FMI, OMS, USAID, OEA, ASEAN, OTAN, y un largo etcétera, son instituciones, organizaciones, creadas, casi todas ellas entre 1945 y 1950, urdiendo  ese proyecto de mundialización.

Podemos complementar aquel diseño del fin de la 2GM con las “comisarías” que EE.UU. fue estableciendo en todo el planeta. A lo largo del tiempo y en todos  los continentes, EE.UU. tejerá una red militar con varios comandos continentales: Comando Europeo con sede en Alemania; Comando Atlántico con sede en Norfolk, EE.UU.; Comando del Pacífico con sede en Honolulu, Hawaii, Comando Sur con sede en Panamá, mirando a noi. Hay un comando, Africom, que durante décadas estuvo apostado también en Europa, pero con el asesinato de Gadafi lo aposentaron en el continente. Amén de los comandoscomisarías, el ejército de EE.UU. cuenta con incontables bases

(también secretas), muchas de tipo “nenúfar”, que serían salvando la escala, como los destacamentos policiales en los barrios…

La idea de soberanía, de estado nacional,  resultó –empero– estar mucho más anclada en las conciencias colectivas de lo que auspiciaba la dirigencia estadounidense.

De cualquier modo,  como nos dirá Zbignew Brzezinski, la nueva constelación del poder se caracteriza por “el hecho […] que nunca ha habido una potencia global verdaderamente ‘dominante’ hasta el surgimiento de EE.UU. en la escena mundial.”

Así y todo, estaba el “escollo” soviético (y la incógnita china). Y con “los rusos” habrá que aceptar una suerte de convivencia y retaceo de la disponibilidad planetaria al servicio del american way of life. Hasta 1990, en que resurge con fuerza  “El proyecto para el nuevo siglo de EE.UU.” [3] Aunque en 2014, anota Brzezinski, ya no hay URSS pero aquella exclusividad de EE.UU. tampoco.[4]

Las banderas nacionales no sólo perdurarán sino que se multiplicarán, con el acta de defunción del colonialismo en el mundo entero. Con la instauración concomitante del neocolonialismo–, presentado como avance democrático (desde los ’50, democracia y democratización serán las palabras mágicas de toda realización política; su desgaste sobrevendrá décadas después).[5]

La proliferación de banderas nacionales y estados nuevos es entonces más bien una espectacularización que se corresponde con la realidad de una modernidad cada vez más relacionada con la imagen.

Con lo cual, el diseño inicial de los ’45 del “gobierno mundial” trasmutará en la proliferación de estados nacionales. La ONU que, inicialmente contaba con una cincuentena de estados, tendrá en muy pocas décadas, la friolera de casi dos centenares.

El quiebre político del colonialismo, ya inaceptable para la sensibilidad moderna, dará lugar a ese nuevo diseño.

Uruguay resulta uno de los “ganadores” del final de la IIGM. Porque ha satisfecho necesidades de Los Aliados; materia prima y alimentos.

Pero esa ganancia será de corta duración, porque aunque teníamos un país con ciertas virtudes; civilismo, laicismo, derechos democráticos, derechos humanos (muchos vinculados con el batllismo, y con nuestra peculiar historia de la cual el batllismo es también fruto), se mantenía la estructura del despojo inicial del continente sudamericano: genocidio y etnocidio a originarios,  latifundio y servidumbre ideológica al mundo dominante.

El Reglamento de la Campaña, diseñado por Artigas, 1815, fue abandonado tan pronto como se pudo y durante todo el siglo XIX los abogadillos de “las dueños de la tierra” se dedicaron a recuperar lo repartido, desalojando a pobres de pedazos de tierra “mal habidos”.

El latifundio perduró. El batllismo transigió con esa estructura. Que aseguraba la debilidad del campesinado, de por sí ralo, y su propia fuerza, capitalina.

Una campaña deshabitada y macrocefalia urbana, denostada, pero inconmovible.

No teníamos ni la intención agrarista de un Zapata mexicano ni el sueño de los granjeros que caracterizó buena parte del robo a las tierras indias en América del Norte.

Las coyunturas de las guerras internacionales facilitaron nuestras balanzas de comercio y de pagos hasta entrada la segunda mitad del siglo XX.

Luego sobrevino “la crisis” y el ciclo de dictaduras sudamericanas vinculadas de patético modo con los sueños de insurgencias guerrilleras. La economía del mundo fue cambiando. Con impulsos tecnológicos cada vez más acentuados.

Desplazando aquel dominio de las economías nacionales de los primeros tiempos capitalistas hacia economías corporativas. Son los consorcios transnacionales, ahora, los ejes de la economía mundial actual. Black Rock, Vanguard. Algunos billonarios filántropos como Bill Gates, Warren Buffet, George Soros, también. Con ello, se han modificado sustancialmente las relaciones económicas y consiguientemente sociales: en primerísimo lugar, un cambio de escala.

Las economías, los flujos, las empresas, se han transnacionalizado, se han planetarizado.

Fueron esas empresas primermundianas las que arrasaron Nigeria, y toda África, buena parte del Asia y las Américas  (perfectamente coordinadas, si necesario, con “sus” gobiernos).

En otro escrito expliqué los rasgos relativamente benignos de nuestra satelización ya como país “independiente” desde mediados del siglo xix a mediados del xx. Remito a su lectura (“Uruguay: su abundancia de agua es su escasez”, ibíd., 27 jun 2023).

Así como a lo largo del s xx y lo que va del xxi, varios países fueron devastados por la extracción de petróleo –Nigeria, Ecuador, Irak– hemos entrado en una etapa de la economía mundial, mucho más fragilizada que antes, mucho más cerca de puntos críticos que nunca antes, donde el agua, como señala Hoenir Sarthou, será el elemento ansiado por excelencia.

Nuestro país tiene una frecuencia de agua como imaginamos que tiene Arabia Saudí de arena o petróleo. Vamos siendo la pequeña Nigeria del agua en América Lapobre.

La lista de acoso es escalofriante. Ya antes, a lo largo de comienzos del siglo XX habíamos tenido la fuga de un pariente del agua; la arena de nuestras playas, que constituyen la base de buena parte de la construcción de Buenos Aires (Argentina tiene mucha más arena que Uruguay, pero también la tiene más lejos).

Con total indolencia, el país se dejó  extraer la arena que únicamente satisfizo la coima de algunos inspectores municipales que hicieron cada vez la vista gorda… En algunas zonas de la costa uruguaya, han desaparecido por ese motivo, las playas.

Que han quedado alojadas en las edificaciones porteñas o bonaerenses.

¿QUÉ PASA CON EL AGUA?

Si decimos que una sequía dejó sin agua a Montevideo (y a una treintena de ciudades del centro sur del país), decimos una verdad a medias o a cuartas… Porque en realidad, la provisión de agua potable al centro potabilizador principal del Uruguay, en Aguas Corrientes, fue progresivamente estrangulado por el uso privado del agua, en contra de un plebiscito habido en el país que consagró su carácter público, que los políticos se encargaron, mediante resoluciones legislativas, “todo legal”, ir desmontando. Con la Ley de Riego se legalizó el desvío de agua hacia establecimientos privados; unas quinientas sustracciones mediante ductos o canalizaciones desde el río Santa Lucía. Puede uno preguntarse si el Santa Lucía podía seguir proveyendo de agua a la población  (unos 2 millones de habitantes) si tenía esas sangrías para mayor gloria de la agroindustria, aunque no hubiera habido sequía.

Pero la agroindustria, prendida de la misma teta que la capital y buena parte del territorio nacional, es peccata minuta. La nueva papelera, la tercera de la lista actual de fabricación de celulosa, toma 133 millones de litros diarios de agua dulce y devuelve unos 106 millones de agua dulce pero muy contaminada, con decenas de componentes industriales del procesado para la fabricación de celulosa,  que impide definitivamente el uso de ese efluente como agua potabilizable.

A la escasez resultante de agua para otras aplicaciones hay que agregar el detalle, nada menor, que esa agua tratada por la industria le llega totalmente gratis, como un derecho de pernada que usufructúan las transnacionales hipertecnologizadas sobre los tramos de mundo todavía natural.

Millones de litros diarios. UPM, que no da puntada sin hilo, tiene además el derecho de procesar el mal llamado “hidrógeno verde” en el terreno adjudicado para sus instalaciones (proyecto H24U); combustible para sus propios camiones. Pero ya hay otros proyectos para el mismo rubro; tantos que el diario argentino Ámbito Financiero ubica al Uruguay como “líder” en este rubro, es decir como el estado en la región que recibe más proyectos para poner a disposición agua para extraerle oxígeno.[6]

Como nuestros ríos y arroyos no dan abasto para un consumo que sobrepasa largamente las necesidades nacionales, hay que emplear, cada vez más agua subterránea. Parte de nuestro país  descansa sobre el Acuífero Guaraní (compartido con los otros países del Cono Sur americano), amén de otros acuíferos menores como el Raigon, en el sur.

Otro proyecto en danza es el de Google de instalar aquí refrigeradores para mantener en condiciones sus instalaciones, con la ayuda del agua subterránea uruguaya.

El país va siendo perforado, canalizado, horadado, para atender esas demandas globales.

¿QUÉ VA A PASAR CON LA CARNE?

Otro momento crucial se acerca para nuestro país. Una crisis, amplificada por grandes “benefactores” de la humanidad como Bill Gates a quien su fortuna cuantiosa le ha permitido convertirse en sabio sanitario, científico social, investigador y que gracias, suponemos, a su enorme sapiencia, quiere eliminar de la dieta humana a aves, peces, cerdos, ovejas, vacunos, renos, mariscos. Ni siquiera para convertirnos en vegetarianos, más bien para que tengamos el privilegio de ingerir proteína de soja (generalmente transgénica), porotos, grasa de coco, remolacha, combinados para dar apariencia de carne (de vaca). O de ingerir un tejido de “carne de laboratorio” (o sintética), que tiene -hasta el momento-  mucha menos renovación de oxígeno que los cuerpos vivos, con lo cual los tejidos procesados en grandes recipientes de acero inoxidable (al estilo de los que hoy se usan para procesar aceite o vino) generan hipoxia en tejidos cárnicos sintéticos, algo que arriesga elaborar sintéticos cancerígenos.

Amén de todos los factores que –sobre todo por procesos industriales ciegos, tontos y presuntuosos–  están resultando multiplicadores de fuentes cancerígenas, estamos a punto de aceptar uno más.

La invocación al gas metano producido por rumiantes, es absolutamente insensata; la aviación y el automovilismo producen mucho más; los rumiantes tampoco producen más que los pantanos que en el mundo existen. Y gracias al rumen, la diversificación alimentaria es mucho mayor para los seres vivos que habitamos el planeta.

Uruguay debe tener la economía más ligada a la producción vacuna del mundo entero. Por cantidad de habitantes. ¿Atisba el lector la crisis que puede caer sobre nuestro país si se consolida la ideología  que promueve el Foro Económico Mundial, el veganismo y el Big Pharma que tratan de articular el destino de todos como pacientes bajo control y tratamiento médico permanente?

¿Los mismos que han contaminado el planeta hasta en sus rincones más remotos; –el fondo de los mares, los glaciares, todo recubierto de microplásticos (de bolsas, canchas de fútbol sintético, calzado ídem)–  nos quieren persuadir de que son nuestros sanadores? Demasiado.

notas:

[1]  En el relato del Lazarillo de Tormes se lo reconoce; el huérfano hambriento asistente del mendigo ciego había logrado mediante una cánula, colocada con mucho sigilo, succionar algo del vino que su “patrón” recibía. Y el riesgo consiguiente de recibir una paliza si era descubierto.

[2]  Que se disolverá sin gloria al año siguiente, 1946, como mero acto administrativo.

[3]  The Project for the New American Century, NSA, set. 2000.

[4]  The American Interest.

[5]  Lo democrático era tan decisivo que hasta el estalinismo con toda su parafernalia doctrinaria socialista, proletarista, igual presentará a los gobiernos títeres de los estados ocupados y “liberados” por el Ejército Rojo durante la IIGM como “democracias populares”.

[6] Traduciendo, Uruguay es el estado más colonizado  de la región con capital y tecnología ajenas.

Publicado en Centro / periferia, EE.UU., Globocolonización, Poder mundializado, Uruguay

Pandemia, escamoteos y ominosa perspectiva

Publicada el 27/08/2023 - 16/10/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Tras la pandemia 2020-2022 declarada por la OMS se han trastornado las normas sanitarias y dejado un cúmulo de interrogantes absolutamente graves (porque tienen que ver con la muerte).

CAPÍTULO URUGUAY

En mi país, desde una tasa de mortalidad de aproximadamente 1% anual, estamos, desde la decretada pandemia, en casi 1,33%, una “sobremuerte” de decenas de miles.

Repasando las muertes registradas antes de la pandemia, el promedio entre 1997 y 2020 arroja 32 473 muertes cada año.[1] (el año con menos muertes, 1997 con 30454 y 34807, el que tuvo más (no señala año).

Es congruente con el concepto mismo de pandemia que durante su trascurso haya habido más muertes. Pero veremos graves incongruencias.

Veamos los tres últimos años; es decir los dos “pandémicos” y el último, ya fuera del ciclo de emergencia decretado por OMS:

2020, 32638: mantiene una continuidad con los guarismos de los años anteriores (recordemos el promedio de los últimos 17 fue 32473).

Pero luego: 2021, 44158 muertes; 2022, 39322 muertes.

El promedio de muertes de los penúltimos 18 años había sido aprox. 32 mil.

El promedio de muertes de los últimos 2 años, entonces,  ha sido aprox. 42 mil.

Recordemos que en 2021 se inició la vacunación masiva y muy inducida.

El MSP [2] discrimina por causa de muerte. Aun cuando subsiste un porcentaje ‘de origen desconocido’ que impide una apreciación más cabal, se puede distinguir claramente las causas de muerte que han aumentado más, mucho más, que las restantes: digamos que “cosechan” buena parte del aumento de mortalidad que hemos señalado. Se trata de muertes relacionadas con vías respiratorias, del tracto  génitourinario y las del ítem “Síntomas no clasificados” (las causas de mortalidad más frecuentes; tumores y corazón-arterias, no revelan aumento ni disminución).

CAPÍTULO EE.UU.

(no es que no existan datos de otros estados; es solo que nuestra condición, periférica, colonial, nos permite acceder más fácilmente a los de EE.UU.)

Tomamos datos de EE.UU. recopilados por Paul Craig Roberts acerca de las secuelas registradas tras las vacunaciones, en “Silencio ensordecedor sobre vacunas”.[3]

“Miocarditis  y pericarditis son afecciones que sobrevienen particularmente entre varones jóvenes vacunados.”[4]

“Algunos niños que han tenido  inflamaciones cardíacas luego de las vacunas COVID, meses después tienen todavía huella de tales inflamaciones. De 40 niños examinados se descubrieron anormalidades cardiacas en 26.” [5] Observe el lector la cantidad de afectados. ¡Más del 50%!

Como entiende Roberts: “Hay una cantidad mayor de estudios científicos que concluyen que la vacuna COVID [Pfizer o Moderna] es peligrosa que estudios que concluyen que es segura.”

Del relevamiento de Roberts, extraemos estos otros  párrafos:

”La miocarditis puede causar muertes, incluso muertes súbitas, y muertes por miocarditis después de que se haya confirmado la vacunación en varios países, incluidos Corea del Sur, Estados Unidos y Alemania.

”Investigadores de Corea del Sur informaron en junio que la miocarditis inducida por la vacuna causó ocho muertes repentinas, todas en personas de 45 años o menos, y un nuevo análisis encontró que la vacunación contra la COVID-19 estaba relacionada con un mayor riesgo de muerte relacionada con el corazón.

”Algunos críticos señalan los riesgos y los altos porcentajes de personas que han sido vacunadas, infectadas o ambas.[6]

Pero si estamos hablando de trastornos producidos por esta campaña de vacunación de emergencia de alcance mundial (al punto que la misma OMS prescindió del carácter obligatorio que ha acompañado a muchas vacunas basándose en el ahorro de vidas, secuelas y sufrimientos); trastornos como las alteraciones cardiacas señaladas, adquieren  otra trascendencia y peligrosidad cuando empezamos a registrar aumento de muertes. Como hemos visto en Uruguay, sin mayores comentarios oficiales, ni sanitarios,  ni médicos.

Un informe basado en VAERS,[7] –el servicio de control médico federal de EE.UU.–,  publicado en España,[8] otorga datos preocupantes. Con registro de trastornos en población de 5 a 17 años.

Sobre 687402 casos reportados,[9] se comprobaron 28 muertes, 62 anafilaxias, 6102 escalofríos (además; el resto, fatiga, cefaleas, mareos).

Otras investigaciones revelan una tendencia a suministrar vacunas a humanos a cada vez más temprana edad. Neil Miller, director del  Institute of Medical and Scientific Inquiry in Santa Fe, Nuevo México, sostiene: ‘los nacimientos prematuros  y el bajo peso son causas más comunes de muerte de neonatos, pero desde que hay vacunas que se administran a las 24 horas del nacimiento, es posible que algunas de esas muertes se precipiten  a causa de las vacunas dadas al momento casi del nacimiento.’ [10]

De todos modos, desde que causas de muerte asociadas con vacunación infantil no existe, los médicos y el personal especializado no pueden sino  calificar a las muertes relacionadas con administración de vacunas a recién nacidos, como «otras causas».

Hay otro aspecto, cultural, en esta cuestión de la pandemia, su peligrosidad sanitaria y, entiendo, su más alta peligrosidad cultural y política. Hemos visto que la vacunación COVID 19 es asociable con muertes. Varias, diversas muertes. Hay quienes sostienen que la mortalidad, en miles y centenares de miles de humanos atribuidos al virus COVID en realidad deberían se atribuidas a las presuntas curaciones que se han hecho para enfrentar al COVID (por ejemplo, con la política inicial de poner en respiradores a afectados que murieron no porque les faltaba aire, sino porque se les había alojado sangre en los pulmones).

Pero sin ingresar en terreno tan resbaladizo como el de las causas de muerte, ya está comprobado que la vacunación COVID 19 ha matado gente. Algo que, por ejemplo, no siempre ha pasado con vacunas (hay algunas con muerte cero en su vacunación, aunque sí se hayan registrado reacciones patógenas como anafilaxia).

La peligrosidad potencial de las vacunas COVID 19 ha llevado, por ejemplo, a situaciones como la que está viviendo la médica  Kelly Sutton. Se trata de una médica estadounidense titulada ejerciendo en California, desde la década de los ’70.

Esta médica ha protegido a niños médicamente vulnerables de vacunas potencialmente dañinas. Por eso exoneró a lo largo de años a ocho niños de recibir vacunas en  sus escuelas.

En California se ha criticado a médicos “exoneradores” de vacunas, acusándolos de recibir dinero de los padres para establecer esas excepciones. Que se sepa, no ha habido pruebas de tales sobornos. En cambio, sí se conocen reacciones patológicas de algunos niños ante vacunas. Y sobre esos antecedentes es que Sutton optó por exonerar a esos niños de recibir vacunas, generalmente a instancias de sus padres, preocupados por los riesgos.

Las autoridades sanitarias optaron por retirarle la licencia a Sutton, en una campaña para restringir las excepciones a las vacunaciones. Llama la atención y preocupan, las razones esgrimidas: que “carece  de buen carácter moral” [sic], que “mina la confianza pública en la integridad de la profesión médica.” [sic, sic]

No se trata de medicina, ni de salud; ¡se trata de un cuestionamiento moral y otro táctico!

El nivel conceptual desplegado para “defender las instituciones” es lastimoso. Y  revela más bien el significado de la autoprotección institucional. El aparato institucional, ha estado sin duda crecientemente preocupado por “el aumento incesante de padres que solicitan exención a las vacunaciones de sus hijos”. Las autoridades californianas reaccionaron entonces con una reglamentación que restringe el derecho de los padres a exceptuar a sus hijos de recibir vacunas, amparados en sus creencias personales; ya no alcanzaba la sola voluntad de los padres. Se hizo necesario una autorización de personal médico apto que verifique que esos padres  han recibido información pertinente sobre los riesgos de no  estar vacunado.

En 2015, a raíz de un brote de sarampión en Disneyland, del cual los medios masivos de comunicación acusaron a niños no vacunados, así como a la existencia de un bajo número de alumnos de escuelas públicas vacunados, los senadores del estado presentaron una proyecto de ley para borrar toda apelación a creencias particulares para no recibir vacunas.

El orden institucional se va imponiendo sobre las libertades individuales y familiares. Ése fue el “clima” y los fundamentos para retirarle la licencia médica a Kelly Sutton y a colegas que habían tenido hasta entonces consideración a la voluntad “informada” de progenitores.

Queda prístino que es una política de sujeción a un ordenamiento médico cada vez más generalizado. Un ordenamiento, empero, que no parece acreditar las excelencias que pregona y postula cumplir. Junto con indudables avances científicos, sociales, tecnológicos, el Big Pharma se ha ido adueñando de más y más recursos en todos los sentidos: los grandes consorcios farmacéuticos transnacionales no parecen la mejor garantía para la salud de la población. Señalo apenas dos ejemplos para recordar. En su impresionante estudio sobre el cáncer de pecho, el médico estadounidense Lappé explica como la política sanitaria desarrollada en EE.UU. (y concomitantemente, en muchos otros sitios) es para alcanzar la detección precoz de cánceres; nunca para evitarlos. Porque lo primero asegura el desarrollo (económico, empresario) de aparatología y laboratorios, y lo segundo cuestionaría el estilo de vida dominante, con alimentos obtenidos con métodos y sustancias  tóxicas.

Y segundo: en cualquier congreso médico que se precie de tal y de no ser una operación de Public Relations, ¿cuál es el capítulo inicial, generalizado a visualizar?: la iatrogenia. Se estima hoy que la tercera causa de muerte, junto con  trastornos cardiacos y circulatorios y cánceres, es la producida por productos, recetas, medicamentos, en una palabra, la panoplia médica.

Un ejemplo entre tantos: durante el Covid 19, se dijo que con un 70% de vacunados se alcanzaría “inmunidad de rebaño”. Cuando un país sobrepasó ese guarismo, no se suspendió la vacunación. ¡Ni cuando se comprobó que los no vacunados contagiaban a los vacunados!

Que un no vacunado contraiga Covid 19, vaya y pase; ahora que un vacunado también, ¿para qué se vacunó? La insistencia de proseguir hasta el 100% de vacunados nos dice que el contagio es irrelevante y que lo que importa ha siso alcanzar con la vacunación a todos. ¿para qué? Buena pregunta.

¿Es salud o colocación de mercancía?

notas:

[1]  Luis Anastasia, “Sigue exceso de muerte en el Uruguay”, 1o. ago 2023.

[2]  MSP,  Ministerio de Salud Pública del Uruguay, cuadros cit. p. Anastasia.

[3]  ”The Deafening Silence About the Vax, Unz Review, 2023 08 07.

[4]  https://markcrispinmiller.substack.com/p/bronco-kj-hamler-steps-back-lsu-coach.

[5]  Zachary Stieber, “Heart Scarring Observed in Children Months After COVID-19 Vaccination: Study”, The Epoch Times / Maryland, 2023 08 05.

[6]  https://www.theepochtimes.com/mkt_app/health/some-vaccinated-children-have-heart-scars-after-myocarditis-long-term-study-5446348

[7]  VAERS Vaccine Adverse Event Reporting System (Sistema de notificación de eventos adversos de las vacunas). Es un programa federal en EE.UU. para la seguridad de las vacunas, coadministrado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades [CDC] y la Administración de Alimentos y Medicamentos [FDA].

[8]  https://www.analesdepediatria.org/es-eventos-adversos-vacunas-covid-19-una-articulo-S1695403322002557.

[9]  Para no distorsionar el efecto de estas  impresionantes cifras, hay que tener en cuenta que los casi setecientos mil casos reportados se extraen de todos los millones de vacunaciones efectuadas sobre la población infantil y adolescente de EE.UU., seguramente decenas de millones de individuos, que no registran alteraciones.

[10]  Cit. p. Angelo de Palma, https://childrenshealthdefense.org/defender/infant-vaccines-all-cause-mortality/

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización, Salud. Y enfermedad, Uruguay

acercándonos a una catástrofe sin precedentes

Publicada el 10/08/2023 - 16/10/2023 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández

LAS MEGALÓPOLIS SE PRESENTAN COMO CULMEN DE NUESTRA CIVILIZACIÓN Y A LA VEZ COMO UNA DE LAS “MÁQUINAS INFERNALES” CON  CONTAMINACIÓN MASIVA Y GENERALIZADA.

Nos encontramos como humanidad, como planeta, cada vez más ante una serie de fenómenos nuevos, a la vez ominosos.

Cada vez son más los spots, los anuncios, los podcasts, los envíos, los pequeños clips, minivideos, que lo anuncian. Y ciertamente, todo el concierto ambiental onusiano también.

Lo que se observaba hace veinte o treinta años en Europa y en otras zonas industrializadas del planeta; incendios forestales, por ejemplo, cada vez más frecuentes y devastadores, o deslizamientos de tierra, temporales grado 5 a 250 km. por hora, o rotura de diques de cola, cualquiera de dichos fenómenos arrasando poblaciones, cultivos, están sufriendo una intensificación sin precedentes.

Siempre queda, empero, una duda. Como cada vez estamos más presentizados por vía de intercomunicaciones permanentes, cuesta mucho discriminar cuanto es aumento real de acontecimientos climáticos catastróficos y cuanto es el acceso a conocerlos lo que nos induce a considerar que han aumentado (catastróficamente).

Porque siempre hubo, por ejemplo, temperaturas insoportables. En el Sahara; a principios del s xx se había registrado 78 grados centígrados en Tripolitania (texto para escolares en Uruguay El mundo tal cual es) en tanto que en algunos lagos finlandeses se alcanzaban en invierno los 60 grados bajo cero, y la respiración debía hacerse muy contenidamente; permitir la entrada de mucho aire helado podía quebrar bronquiolos.

Los desajustes entre percepción y realidad son muy significativos. Porque si entendemos que se trata de una cuestión de percepción, no existe nada que pueda considerarse “calentamiento global” –y existe toda una pléyade o sarta [elija el lector] de negadores de semejante fenómeno– y si se trata de la realidad, estamos entonces ante una problemática de un alcance inigualado, de una gravedad sin precedentes. Ante lo cual el estallido del volcán Krakatoa (en 1883, alterando con sus olas el océano Índico y registrado sísmicamente en el mundo entero), las bombas atómicas que EE.UU. descargó en 1945 contra Japón acabando con la vida, asesinando a centenares de miles de humanos, las mismas “Guerras mundiales” (1914-1918 y 1939-1945, que en rigor es solo una, aunque con un significativo cambio de “personajes”), podrían resultar “pequeños acontecimientos”.

Las advertencias menudean. Y la percepción del auditorio planetario, sentado antes las pantallas cinematográficas, televisivas, de computadoras, de celulares– es machacada permanentemente.

No sabemos cuanto hay de verdad en cada una, pero sí que un tercer factor: el desarrollo tecnológico cada vez más extendido y sobre todo profundizado en las sociedades humanas está modificando cada vez más nuestro hábitat. ¿Seriamente o gravemente?. El consiguiente uso de energías y materias primas, siempre creciente sobre un fondo material, planetario, limitado, siempre el mismo, puede estar dando lugar a las complicaciones ambientales que se atribuye a los cambios climáticos. Recordemos la ácida comprobación del economista Frederick Soddy, que en los ’20 llegó a darse cuenta

–inigualada perspicacia– que los humanos (algunos) estaban usando en décadas o siglos lo que al planeta le había costado millones de años forjar (minerales, petróleo, gas).

El desequilibrio entre los despliegues tecnológicas y el fondo material en que vivimos; nuestro planeta, se va haciendo cada vez más patente; un vértice sobre el que se apoya la pirámide del edificio humano.

Muy diversos lugares registran trastornos sin precedentes: incendios en California, desprendimientos de hielos antárticos y árticos, inundaciones en Europa y Asia, sequías en África y América del Sur.

Frente a este estado de situación, suenan alarmas. Y precisamente en ese acto, cada vez más frecuente y plural, que es a su vez preocupante por el escamoteo permanente, podemos apreciar lo lejos que estamos de atender y entender la ecuación a la que estamos tratando de apuntar.

Tomemos un ejemplo que ha ingresado masivamente en nuestras pantallas y pantallitas: Hope. Uno videíto de tantos. De origen hispano que procura “concienciar”. [1]

Hope pasa revista a varios trastornos de tipo climático; un tornado que deshace una pequeña ciudad canadiense, mientras pesaba en el lugar una ola de calor de 50 grados, que arroja cientos de muertos en junio 2023; servicios eléctricos interrumpidos porque se han fundido los envoltorios plásticos de los cables; miles de millones de almejas y otros bivalvos literalmente cocinados con el calor en las costas; en California se ha quintuplicado la cantidad de incendios respecto del año pasado en estas mismas fechas, recordando que aquéllos habían sido ya mayúsculos entonces, y que la sequía había obligado a vender ganado imposible ya de cuidar. Ahora, los dueños de plantaciones están erradicando la mitad a ver si ante la escasez de agua se puede preservar siquiera la otra mitad (la tarea de arrancar árboles, a menudo frutales, resulta una pesadilla).

Junto con la sequía extraordinaria en  California, hay inundaciones en Detroit.

Otra sequía pavorosa en la isla de Madagascar arrasando un área africana toda ella ya muy golpeada y desde hace muchos siglos por el extractivismo feroz y permanente de la rica, moderna y civilizatoria Europa.

En Miami, la salinidad del agua ha corroído cimientos de edificios costeros que caen como castillos de naipes (suponemos –por las imágenes presentadas– que no son de temporada turística y están consiguientemente vacíos); monumentos del derroche american.

Luego de la atroz descripción de calamidades el video informa que todo esto apenas acaece con un grado centígrado de aumento de la temperatura global, pero que se teme lleguemos, con las políticas económicas vigentes, sin esfuerzo, a 3 grados.

¿Explicita en algún momento de qué se trata? Ni por asomo.

¿Plantea una vía de superación o salida? Para nada.

El video nos recuerda que “nos acercamos al punto de no retorno”. Pero entonces sobreviene la buena noticia (esperadísíma, claro, luego de la ristra de males): ¡oh maravilla!, que “estamos a tiempo” para revertir este proceso.

“Tenemos que reducir a cero las emisiones de efecto invernadero tan pronto como humanamente sea posible” [una frase vacía]  y a la vez avisa que habría que “restaurar a gran escala los ecosistemas que equilibran el sistema climático global.” Chocolate por la noticia.

Ni una palabra acerca de cómo. Con lo cual todo el repertorio de calamidades resulta un golpe de efecto, una amenaza artificiosa.

Porque Hope se cuida muy bien de indicar alguna medida concreta, alguna política a optar.

Exige “acción climática de emergencia para llegar a tiempo”.

Hope (modalidad dominante en todos estos mensajes de “advertencia” y descripciones catastróficas) ofrece datos escalofriantes, augura desastres todavía peores, y a la vez avisa –mensaje  esperanzador luego del sacudón– que estamos todavía a tiempo para conjurarlo. ¿La clave? Nos dicen: “reducir a cero las emisiones de efecto invernadero”. ¿Todo explicado entonces? No. Solo frases.

La humanidad, sin embargo,  viene encontrando que no hay cómo reducir casi nada “tan pronto como sea humanamente posible.”

Pensemos en nuestro modo de vida cotidiano.

Quien tira en una bolsa al efecto las cáscaras de la fruta, junto con la vajilla de use y tire, una camiseta raída, las cajas y estuches descartados tras un único uso, considera que actúa correctamente, incluso con orgullo ciudadano. Tal es el lavado de cerebro que tenemos.

Y quien recoge, a veces más mal que bien, con una bolsita de plástico la mierda de su perro o perrhijo que el can había depositado en tierra al lado de un árbol, y lleva luego esa bolsa malolienta a un recipiente de desperdicios (donde hay restos de pizza, vasos de helados, volantes de propaganda) cree a su vez que actúa con “responsabilidad cívica o ambiental”, exonerado de culpa y cargo tras haber claveteado un clavo más en el féretro planetario que estamos construyendo; y así el que contamina de  buena o mala gana con su auto cada día o con viajes de avión que puede repetir todas las veces que considere necesario…

Lo que habría que hacer es un diagnóstico más preciso, con todas las dificultades que encierra semejante tarea porque lo que vemos es que los sistemas y subsistemas planetarios están crecientemente alterados por la acción humana.

SUMIDEROS DE DESCARTE

El volcado ininterrumpido, anual, mensual, cotidiano de miles, millones de toneladas de detritus, a menudo contaminantes en áreas muy afectadas; los mares  y los vaciaderos en tierra a cielo abierto.[2] Se hace desde las costas, tierra adentro y desde los barcos.

La contaminación es al planeta lo que el cáncer a cualquier cuerpo. Un “crecimiento” inorgánico, una malformación fuera de control.  En algunas de sus formas suprime trabajo humano. Pero a un costo ambiental altísimo. Y a un costo social inaceptable, “permitiendo” o promoviendo epsilones (los de siempre o novedosos) que hagan las tareas sucias de toda la sociedad. Pero la cuestión es tan grave y generalizada que resulta  a la larga inviable, eso de limpiar con mano ajena.

Porque se trata de algo que nos atañe a todos.

Nuestro planeta es realmente inmenso. Nuestros viajes, nuestras comunicaciones, lo han puesto mucho más al alcance de nosotros, los humanos. Pero ha sido nuestra generación de contaminación,  la que lo ha achicado.

Porque la contaminación, como en otro tiempo dios, está en todas partes.

Tomemos nuestros viajes y desplazamientos. Nunca la humanidad ha tenido tantos viajes de recreo.

¿Qué desplazamientos? Hay quienes tienen miles de millas viajadas [3]

Ésa es otra de las bombas de tiempo que hemos emplazado entre nuestro esqueleto y nuestra sombra.

Detengámonos un momento en la distinción entre viajero y turista: siempre hubo viajeros y algunos han dejado sus testimonios imperecederos. El viajero abre un viaje, que puede tener retorno. Que incluso suele tenerlo. Pero ese viaje está abierto, en el espacio y en el tiempo: eruditos y filósofos medievales solían viajar hasta una de las principales bibliotecas de lo que llamamos antigüedad, en Timbuctú, en el actual Malí. Como se trataba de leer por lo menos, esos viajes, de por sí trabajosos, solían llevar un año como mínimo. El turista, lo dice la etimología, da una vuelta. Va pero con el retorno asegurado. Es un viaje cerrado. Al partir, ya sabe en qué hoteles se  hospedará, a qué hora saldrá de tal ciudad, para llegar con exactitud “calmante” a cada sitio previsto y cronometrado. Es otra idea de viaje. Cerrado. Predeterminado. Pérdida total de libertad. Pero atosigamiento de consumo en forma de fotos, imágenes, videos.

Habría que examinar si hemos ganado o perdido con la sustitución, bastante generalizada, de viajeros por turistas.

Pero tanto los desechos como los viajes contaminantes son apenas “grajeas” en el devenir planetario en que nos encontramos, como especie ensanchando la acción humana ¿muy por encima de qué? Ya conocemos la objeción: no tenemos marcos; nuestra marcha es infinita, como la vida.

Así y todo, vale la pena reparar en datos duros: la contaminación atmosférica, el aire en suma, ya no es el que conoció el planeta y la humanidad en el pasado: la radiactividad, por ejemplo, está cada vez más generalizada, la selva química está totalmente fuera de control,[4] alterando nuestro planeta de un modo cada vez más radical e imprevisible.

La inteligencia artificial, por su parte –otro paso de siete leguas en los desarrollos tecnológicos, –como la reproducción 3D– nos pone frente a una nueva problemática, ahora epistemológica, sobre los alcances de lo verdadero.

En rigor, siempre habíamos vivido en un mundo de escasez. Ésa es nuestra condición finita. La idea de omnipotencia, de amortalidad (definición de un filósofo del No Limits; Yuval Harari) ha empezado a inficionarse en nuestro mundo, y considero que es una confusión provocada por nuestra hybris tecnológica. O tal vez, apenas un paso más en la american way of life; el modelo de la cultura dominante, por doquier.

¿Vamos a seguir gastando el planeta como si fuera infinito? Nos parece ver en eso un significativa miopía abstracta; no ver los datos, sencillamente.

La modernidad hipertecnologizada nos ha impuesto la modalidad de No limits. Un rasgo cultural dominante en nuestra sociedad actual, fundamentalmente la de los países centrales, de las capas medias modernas y aggiornadas. La cuestión es dilucidar si tal presupuesto es fruto de la realidad (para todos  igual) o de cierto ombliguismo de la cultura dominante.

Tengo la impresión que la red cultural de nuestra modernidad es como una suerte de borrachera tecnológica, que nos impele, por ejemplo, a nuevos artilugios en los más variado ámbitos; la carrera del consumismo.

Llegar a entender que vivir bien, como viven los multibillonarios, es nocivo, ¿nos puede llevar a un ascetismo de tipo calvinista? Eso haría a la enmienda peor que el soneto.

Habrá que tenerlo en cuenta. Porque el calvinismo e ideologías de ese tenor han sido el fundamento para crear un confort aplastante para seres “elegidos” por encima de sus congéneres.

Y una pregunta, que anotamos como provisoriamente final: ¿cuál es la relación del mundo hiperdesarrollado de matriz occidental con China?

“Lo que sucedió en China durante muchos años es que invirtieron mucho y de manera inteligente en la capacidad de procesamiento para convertir ‘tierras raras’ desde la mina hasta el imán”, explica Allan Walton, profesor de metalurgia en la Universidad de Birmingham. [5]

Y Andrew Anglin, autor de la nota, recién citada, estima que “China abastece el 87% de las tierras raras [6] del mundo entero.

Que a su vez generarán nuevos problemas ambientales, probablemente agravados:

“Todo este proyecto verde es tan destructivo que incluso países del tercer mundo dicen «no podemos tener esta mierda en nuestro país, es demasiado venenosa».[7] (ibíd.)

Pero estamos lejos de agotar lo que tenemos en perspectiva: no hemos dicho ni una palabra de lo militar. Que nunca ha perdido protagonismo en la sociedad y que, con cierto aumento de las tensiones, de las escaseces, de los avances en conocimiento y conciencia, deviene un factor que puede ser primordial.

Baste recordar que el concepto de overkill se refiere a la “capacidad” que los arsenales de los países más pesantes –sobre todo los de armamento nuclear– tienen, para aniquilar a toda la humanidad. ¿Diez, cien o mil veces? Pero todos están contestes en que los armamentos ya existentes podrían eliminar TODA la vida humana… varias veces.

Nos consta que la vida vale más.

notas:

[1]  Suponemos que para ampliar su alcance empieza titulando el mensaje en inglés. La imposición del inglés como lingua franca se hace, como dicen los gallegos «a la chita callando”; conocen, conocemos,  la eficacia de tal método. Tenemos, por ejemplo,  a los veintitantos estados de la Unión Europea, ahora sin miembro anglófono alguno, que se intercomunican en inglés. Se sobreentiende que los europeos, la vanguardia cultural, tecnológica, idiomática, del mundo –así son percibidos por algunas tradiciones culturales y se perciben a sí mismos– no va a andar usando otra lengua.
[2]  La mitad de los desechos domiciliarios son restos alimentarios (que ya no son alimenticios). En una ciudad como el GBA son entre 8 000 y 15 000 toneladas diarias. Leyó bien. En  una como Montevideo, varios centenares de toneladas. Eso es lo que suele aglomerarse en montañas de restos (que en general son mucho más tóxicos, porque con los residuos alimentarios van los restos de plásticos, papeles, ropas, adminículos metálicos, cartones,  estuches, vidrios, medicamentos.

Una separación rescatando para compostar solo los restos alimentarios de origen vegetal, generaría un humus inmenso, fértil, que permitiría ganar tierra y consiguientemente afianzar cultivos. Era la tarea normal y cotidiana de casi todos nuestros abuelos viviendo no sólo “en el campo” sino en poblados pequeños.

[3]  Tendríamos que decir kilómetros –un acuerdo sobre medidas del siglo XVIII que se generalizó en Occidente– pero el mundo rico de habla inglesa y sus empresas, para hablar de profusión de viajes  lo hace en millas.

[4]  En las decenas de miles de productos químicos diseñados por humanos, apenas un bajo porcentaje, alrededor de un 10%, tiene lo que podría llamarse una ficha técnica, identitaria, acerca de sus cualidades. Todo el resto tiene apenas el reconocimiento de una función o el puñado de características por las cuales ha sido diseñado. Si ese producto tiene otros rasgos tóxicos o contraproducentes en algún sentido… se descubrirá en su aplicación. Que podría ser, así, catastrófica. Es lo que ha pasado con la talidomida o el Vioxx, con los clorofluorocarbonados, el teflón, el DDT y un largo etcétera.

[5] https://www.unz.com/aanglin/china-has-total-ability-to-thwart-the-idiotic-green-agenda-that-western-anti-china-lunatic-are-pushing.

[6] Se trata de materiales en general descubiertos recientemente, y devenidos básicos en celulares, turbinas de molinos de viento, lámparas fluorescentes que ahorran energía, vehículos híbridos, fibras ópticas…

[7] Ibíd. Aclaro que esta referencia al escepticismo del Tercer Mundo a implantar en sus territorios proyectos altamente contaminantes no se aplica al menos en dos países que conozco: Argentina y Uruguay. Cuyos dirigentes, diferentes entre sí, confían en las inversiones, promesas y apropiaciones del capital transnacional. En el despojo, en suma. Uruguay hace hoy un ejercicio práctico de esa entrega que deviene fácilmente en despojo: nuestro país carece, mejor dicho perdió el agua potable de toda la zona central del país, la capital incluida, por afanarse en hacer (pésimos) negocios con transnacionales que se adueñan del agua. Esas transnacionales siguen contando con agua potable o potabilizable en sus usinas, a diferencia de los habitantes comunes, que reciben un agua de pésima calidad sanitaria (no recomendada para hipertensos ni cardíacos ni con afecciones urinarias, que tampoco sirve para cocinar.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología, Teoría del conocimiento, Uruguay

¿SOBERANÍA NACIONAL O DEPENDENCIA TRANSNACIONAL?

Publicada el 25/07/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

En Primaria, una de las lecciones morales que recibíamos en la primera mitad del s xx, era la de la carrera entre la liebre y la tortuga.

Que nos mostraba que el orgullo de sentirse superior o mejor era la causa directa de la derrota. Por autoengaño.

Esa lección, mordiendo derrotas, la hemos experimentado en Uruguay en muy diversas competencias, tanto en fútbol como en ajedrez…

 

Estuvimos “sentados” sobre el agua corriente y potable con que contamos en la capital de nuestro país, como si fuera nuestro trono de orgullo. Ese “dormirse sobre los laureles” atribuido a la liebre de nuestro aprendizaje escolar es el que caracterizó al Uruguay moderno, que en muchos aspectos había sido pionero.[1]

El penoso ejemplo de la estulticia de la exministra “ambiental” Eneida de León, vanagloriándose de que teníamos en Montevideo una calidad del agua potable superior a la de Europa y en particular a la de Estocolmo (Ag. EFE, 15 mayo 2015) es apenas un botón de esa triste muestra de orgullo fatuo.

Hemos bajado a la realidad. Bastante más penosa y sórdida de lo que anticipábamos.

No tenemos agua potable para Montevideo y, en general, para dos tercios de la población del país.

Y llueven las explicaciones. Propongo un descarte metodológico: alejémonos por un instante de causas hipergenerales, sistémicas, de difícil probanza y centrémonos en  aspectos más concretos, accesibles, y modificables por nuestra voluntad política (si tenemos, claro).

Nos cuesta articular el calentamiento global y hasta el fenómeno climático de La Niña con nuestra crisis. En cambio, sabemos que la  cantidad de cianobacterias o de agrotóxicos en las corrientes de agua alteran su potabilidad y directamente nos afectan.

O que la sustracción desde nuestra principal fuente de agua potable –el río Santa Lucía– de centenares de cursos de agua; tubos, canales, construidos por agroexportadores para llevarse el agua a sus plantaciones afecta la disponibilidad de agua para potabilizar. Sabemos además, que éstas; por lo menos 500 tomas sobre el Santa Lucía,  fueron “santificadas” por una Ley de Riego (2017) que el gobierno concedió a sojeros y otros agroindustriales.

También sabemos del volumen que las celuloseras secuestran de nuestra aguas fluviales  y que el retorno, siempre menor que el agua secuestrada, es un líquido de mucha menor calidad ambiental, sanitaria.[2]

Sabemos, en una palabra, que todos los gobiernos posdictadura han estado celosamente unidos en el camino económico trazado. Trazado no desde el país, sino desde los grandes centros de política económica general. Blancos, colorados, frenteamplistas han coincidido en seguir el desarrollo tecnológico “imparable”, con costo ambiental creciente y cada vez más gravoso.

El arte, escueto, casi parco, ha sido, otra vez, más sabio que todos los técnicos informantes lacayos de los monopolios centrales, generadores del modelo de producción y consumo que deshace la  naturaleza, intoxica los suelos y sus habitantes –desde la microfauna hasta los humanos–. Honor a Leo Masliah y su Agua podrida.

 

¿Qué hacer?

Los recursos del poder establecido dan verguenza ajena. Nos referimos a los invocados por el gobierno, pero no solo el actual sino los que ya mencionamos en las últimas décadas.  Se quejan ante presuntas causas de ardua comprobación, que ya repasamos. Invocan la lluvia, un recurso que la racionalidad y los desarrollos tecnológicos de nuestro presente desestiman con desprecio o piedad.

Luego que se vino abajo la estantería aparecieron dos  vías de solución. Reapareció Casupá. Y habrá que saber porqué se desechó y postergó hasta ahora.

Y apareció con bombos y platillos el proyecto Neptuno, también llamado Arazatí, por el lugar platense visualizado para su emplazamiento. Un ventajoso negocio, le ofrecieron al país una UTE, con importantes empresas del rubro; SACEEM, un consorcio uruguayo de ingeniería; Berkes otro consorcio al parecer también de origen oriental, dedicado a ingeniería, plantas y caminos; y Ciemsa y Fast también empresas con domicilio en Uruguay  (aunque en general todas ellas registran actividades y enormes proyectos industriales en diversos países y continentes).

No sabemos el origen de semejante proyecto. Pero sí llama la atención la materia prima que encaran como base para tamaño emprendimiento. La materia prima de esa propuesta procesadora de agua potable –el agua bruta, en dos palabras– es la que proviene del Río de la Plata a unos cien km al oeste de Montevideo y por lo tanto a unos cien y pocos km al este (y al norte) de Buenos Aires. El agua bruta allí recogible es: a) por las corrientes marinas, a veces el agua proveniente del Paraná y del Uruguay, a veces del Atlántico (se ha calculado que el agua oceánica está allí presente alrededor de 90 días al año);  b) la ciudad de Buenos Aires –que tiene en su capital unos 3 millones de habitantes y en todo el llamado Gran Buenos Aires (GBA), unos 15 millones–,  vuelca sus efluentes cloacales al Río de la Plata, unos 12 km alejado de la costa argentina (hasta 2021 al menos, las aguas cloacales porteñas se descargaban a la altura del suburbio de Berazategui a ¡apenas 2 km y medio de la costa!); tales efluentes ingresarán inevitablemente en el caudal que se pueda tomar unos cien km al este en  el mismo río (aunque la toma esté alejada de la costa argentina y al lado de la uruguaya); c) la agricultura hoy existente, fundamentalmente en Argentina, pero con los demás países conosureños que no le van en zaga, arroja a las aguas ingentes cantidades de agrotóxicos que por vía de afluentes o por mera escorrentía, van todos al final a los ríos Paraná, Uruguay y el Plata, para hacer el estuario que llamamos Río de la Plata; d) los ríos que venimos analizando tienen otra multitud de desechos característicos de la sociedad industrial y se sabe que cualquier análisis de las aguas platenses contiene hidrocarburos, cianuro y bifenilos policlorados (PCB), por ejemplo. E insecticidas, plaguicidas, biocidas, en general; glifosato, bromoxynil, clorpirifos, para mencionar los más tristemente célebres.

Si semejante “caldo” como agua bruta requiere una capacidad de filtración costosísima, se plantea de inmediato si el sitio elegido por la entente del cuádruple consorcio es sensato. El negocio ofrecido es además llamativo: hacer toda la construcción ingenieril, con sus cisternas, filtros, cañerías para que el estado uruguayo pague más adelante, cuando reciba los presuntos beneficios.

Procurando acercarnos a la cuestión nos queda la pregunta qué harán estos empresarios con la salinidad del agua, ya no digamos con todas las impurezas que hemos repasado someramente. ¿Estimarán que el público uruguayo u oriental ya se habrá acostumbrado a ingerir “agua bebible” en lugar de potable, como nuestras autoridades nacionales han estado procurando persuadirnos?

La otra posibilidad sería, para el paquete Arazatí, encarar el costoso proceso de desalinización. No deja de ser llamativo que el muy irrigado territorio del Uruguay deba extraer su agua de consumo del mar. Nuestro territorio no solo tiene una fuerte irrigación de superficie, sino diversos acuíferos.

Lo que no tiene el territorio uruguayo es tanta superficie y disponibilidad como la que pretenden las megaindustrias que han ido aumentando la escala mediante fuertes apuestas tecnológicas que consumen –y estropean– cada vez más ingentes “recursos naturales”.

Estamos ante la misma ecuación que hace algunas décadas se sopesó para decidir si el país debía apostar a commodities o specialities. La agroindustria había ido aumentando su producción mediante la gran escala con enormes pasivos ambientales (producción de desechos, contaminación generalizada, pérdida de calidad, afectación de la salud [3]). Y tal ecuación “cerraba” sus números en las pampas argentinas, en las praderas norteamericanas. En nuestro país, esos rendimientos mágicos (y tóxicos) mermaban. Por eso, algunos veían promisorio que Uruguay apostara a producción diferenciada, de calidad, orgánica, para un mercado en expansión. Y no apostar a la producción a gran escala, en la cual poco podemos destacarnos.[4] No fue posible. El prestigio ideológico del tecnodesarrollismo a cualquier precio, el modelo norteamericano de trato de la tierra (y el agua, el aire) fue más fuerte…

 

Uruguay está ahora obligado a rehacer su red de agua potable. Hay conciencia del deterioro de muchos tramos (que incluso se teme permita el escurrimiento de parte del agua potable). Hacer nuevas tuberías para transportar agua a distancia es costoso. Habrá que cuidar el material a usar. Los tramos de un siglo atrás eran de hierro fundido. Con inconfundible “sabor” a viejo. Se lo suele sustituir por PVC.

La actualización de materiales merecería varios exámenes. Uno, fundamental, el carácter inerte de los materiales continentes. Porque sería miopía criminal optar por un material más económico o rendidor, si a la larga incorpora al circuito partículas indeseadas…

El hierro parece haber probado cierta seguridad. Recordemos el trágico error de incorporar el plomo a las cañerías de agua caliente (que se mantuvo todo un siglo, desde fines del s xix a fines del s xx) y que nadie sabe –ni el mundo médico quiso disponerse a saber– en cuanto puede haber incidido para el avance terrible de varias enfermedades mortales, “modernas”, bajo el atroz manto de la plombemia.//

[1]    En 1867 se inicia la distribución de agua corriente en Montevideo, por una empresa privada compuesta por un uruguayo y dos argentinos, que años después cederán todo el servicio a una compañía inglesa (que proveerá agua corriente y potable entre 1872 y 1951). Bueno es reparar que la ciudad más importante de la región, Buenos Aires, iniciará esa distribución en 1869 (todos estos datos provienen de Wikipedia).

[2]   En el caso de  UPM 2, la mayor del país, se estima que secuestran unos 133 millones de litros diarios y devuelve 107 totalmente contaminados por los efluentes que resultan del proceso industrial de fabricación de la celulosa. Ese volumen vuelve, en este caso al río Negro, pero será mucho más costoso tratar de recuperar aguas abajo algo de ese volumen, por todos los tóxicos así acumulados.

[3]  Véase el extraordinario y sobrecogedor trabajo fotográfico de Pablo Piovano “El costo humano de los agrotóxicos”, Argentina, 2015.

[4]  En el caso de las carnes vacunas, el suelo ondulado que caracteriza a casi todo el territorio no facilita la expansión de feed-lot, el último grito en producción industrial de carne bovina, que ha hecho furor en las pampas argentinas. La carne de feed-lot viene con una carga, totalmente insensata de antibióticos, antiparasitarios, y una serie de medicinas para permitirles llegar vivos a los ejemplares, que son matados a la edad más temprana posible.

Publicado en Centro / periferia, EE.UU., Globocolonización, Uruguay, Uruguay. Qué hacer

Uruguay: su abundancia de agua es su escasez

Publicada el 18/07/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

¿De qué adolecen los países con impronta colonial? De lo que disponen en abundancia.

India pasaba hambre los años de buena cosecha: era cuando los barcos ingleses se llevaban todo lo que podían. Por supuesto, sin tener la menor consideración hacia las necesidades locales. Eso era el colonialismo, precisamente. Eso no es historia. Es política, ahora designada geopolítica mundial. Y está absolutamente vigente. Con nuevos estructuras simbólicas, por ejemplo.

Un  buen capítulo de los cambios de significado de los símbolos puede percibirse con las banderas, señas de identidad de comunidades, políticas o religiosas.

Los símbolos nacionales, por ejemplo, pero las banderas son mucho más que eso.

Con  el advenimiento de más incisivas formas de navegación, abandonando la de cabotaje e iniciando las travesías más allá de la vista de las costas, las banderas eran las señas de identidad de las diversas organizaciones, públicas o privadas, que cruzaban sus itinerarios en esos mares.

Los barcos tenían su bandera distintiva del estado a que pertenecían. Los barcos colonizadores iban asentando así sus reales en costas nuevas.

El mar fue dominado por las grandes potencias que se permitían cruces transoceánicos, y establecían allende los mares, colonias.

Con el tiempo, además de las banderas distintivas del estado al que perteneciera cada embarcación, sobrevinieron las banderas piratas, que expresaban a quienes no se sentían súbditos de estado alguno y encaraban su trabajo marítimo por cuenta propia o privadamente, y también quienes como piratas en realidad trabajan no oficialmente para algún gobierno: el pasaje, la traslación de tierras americanas y sus recursos del colonialismo español al británico se logró en buena medida mediante barcos al servicio del reino británico, que saqueaban a los españoles, sin declarar su  pertenencia.

Desde 1945 con cambios estructurales del poder planetario, con  el ascenso ya indiscutible de EE.UU a imperio con aspiración de universal,[1] las formas coloniales tradicionales dieron lugar a lo que se denominó neocolonialismo. Se reconocía así que el colonialismo puro y duro de los siglos anteriores se había hecho insostenible para el estado de conciencia, concientización alcanzado.[2] Y se mantuvo la relación colonial pero no ya entre imperios y colonias sino entre estados nacionales formalmente iguales entre sí.

Entonces, las banderas pasaron a tener otro significado: todas las partes del contrato colonial, ahora neocolonial, tienen sus  banderas.

Y el carácter melifluo de las relaciones internacionales alcanzó un nuevo nivel.

 

Señalamos antes como la explotación colonial del subcontinente indio a manos de su Majestad Británica,  desde el comienzo fue rigurosamente programada. Pero no fue, obviamente, excepción.

Nigeria, un territorio africano occidental poblado ancestralmente por naciones grandes y fuertes, como hausas e ibos, por ejemplo, era considerado al despuntar el siglo XX como el país más rico del mundo entero. Naturalmente dotado.

En su millón de km2 contaba con abundantes minerales, alimentos vegetales y animales variados y nutritivos, una naturaleza exuberante. El saqueo colonial,  intensificado con la extracción de petróleo a partir del siglo XX, lo ha convertido en tierra estéril y tóxica, puesto que montes, bosques, selvas han sido atravesados por oleoductos que se han averiado (con mucha mayor frecuencia que en tierras “propias”), generando una serie atroz de lagunones de petróleo que ha ido arrasando cultivos, envenenando suelos. Algo que tras un siglo de desperfectos, averías y pinchaduras ha convertido a los campos nigerianos en una pesadilla ambiental. ¿Cómo ha sido eso posible? Porque la extracción de recursos de tipo colonial no atiende al sitio donde se extrae. Todo lo colonial es solo el asiento de un producto que le interesa a la metrópolis.

Esto es tan cierto que algunas relaciones coloniales de nuevo tipo, con actores sociales se supone “no tradicionales”, no han escapado a esa ley de hierro del desprecio hacia lo ajeno y periférico. Noruega se ha especializado en cultivar salmones en criaderos. Para incrementar su producción y consumo. Esos salmones ya no son los que los pescadores de antaño, o los osos, solían pescar en los rápidos donde tradicionalmente se los pescaba, cuando nadaban contracorriente para cumplir el impulso reproductor que los lleva a llegar agotados a los ríos donde nacieran, ahora para engendrar descendencia.

Los salmones criados mediante acuicultura no sólo están impedidos de nadar contracorriente, sino que apenas si pueden nadar en recintos cerrados. Tales emprendimientos permiten acrecentar la producción de un pescado que seguramente es de inferior calidad al natural. Así y todo, tienen que andar con cuidado para evitar pestes que fácilmente puedan arrasar todo el estanque. Y si los noruegos han procurado capear los desastres ambientales en sus estanques, noruegos, en los que implantaron en el sur chileno, por diversos motivos,  “elastificaron” los límites poblacionales de cada estanque y con ello, se ampliaron las posibilidades de infecciones generalizadas. Como la que pasó hace unos años en Chiloé, en el sur de Chile con el caligus, una especie de piojo de mar, de unos 2 o 3  mm de largo, que pica la piel del salmón, es herido en  varios lugares y el animal pierde peso y calidad. Y puede llegar a morir. Y, “lo más importante”, pierde valor para el mercado internacional (aunque en el mercado local chileno se siguió comercializando para no perderlo todo tan estrepitosamente). El desastre ambiental fue atroz; salmones atosigados de antibióticos, por ejemplo, envenenamiento generalizado del mar aledaño.

La India, Nigeria o Chile no son excepción. Es lo que ha sufrido la periferia planetaria, rica en minerales y alimentos, que pasa hambre y privaciones.

La maldición para un país colonial es tener, gozar de un bien ansiable, “necesario” para las metrópolis.

 

 

Uruguay disponía de mucha agua. País templado, húmedo, irrigado por innúmeros ríos y arroyos. Tan  bien presentados por nuestros poetas. La agroindustria y la industria en general tomaron nota.

Celulosa, soja transgénica, ganadería intensiva, arroz, se fueron convirtiendo en rubros producidos en el país. Bajo condiciones coloniales, ciertamente, es decir con deterioro de lo local.[3] La producción de celulosa arrasa y excede toda estructura local. Baste pensar que la celulosera que acaba de inaugurarse en la margen septentrional del río Negro (UPM2) exige 133 millones de litros de agua diarios, devuelve al río 107 millones pero ahora contaminados, absolutamente tóxicos para cualquier producción posterior (pesca, agricultura, turismo), reteniendo además 26 millones de litros diarios –leyó bien, 26 millones de litros diarios–, de agua que desaparecen de nuestro ecosistema.

Las dimensiones del “paisito” no se acompasan con esta escala empobrecedora. Pero lamentablemente no es solo la celulosa la que se roba el agua. Antes, el eucalipto, que será luego materia prima para hacer celulosa, ha sido el primer extractor de agua a un ritmo totalmente desquiciante para nuestras dimensiones nacionales: lo saben todos los ganaderos y agricultores que han tenido al lado plantaciones de eucaliptos: han visto bajar mucho, visiblemente, los niveles de agua disponible, la humedad ambiente.

Pero el  agua “oriental” ha atraído también otras dos variantes extractivas que terminan de arruinar “el paisito”: la soja transgénica, que no solo exige mucha agua sino que además se vale de una batería de agrotóxicos que emponzoña la tierra como pocas veces antes, y la ganadería intensiva tipo vacas estabuladas mediante feed lot o tambos “modelo” con mil vacas concentradas, que vacían de agua toda una región dejando el tendal de pequeños productores granjeros, quinteros.  Esta ganadería tipo “campos de concentración” –la misma técnica que ya vimos con la acuicultura– necesita toda una batería de antibióticos, antiparasitarios, antidiarreicos, etcétera, para que la aparición de un brote cualquiera patógeno no arrase con toda o casi toda su población. La carne de estos animales paralizados suele hacerse más blanda porque son  animales que apenas emplean su musculatura. Y la ignorancia popular  permite confundir carne más blanda con más tierna, con lo cual la carne de feed lot tiene cierta estima en el público que nada conoce.[4]

 

 

Resultado en un país colonial: tiene escasez de lo que tiene en abundancia. De lo que tuvo. Porque el exprimido es incontenible, insaciable, ilimitado. Porque las metrópolis administran aquí algo ajeno y por lo tanto lo hacen sólo en su propio beneficio, más allá de “las declaraciones” de cooperación y “buena voluntad”. Nada que ver con la producción de quien cuida su propio jardín, su propio taller, su propio hogar, sus propios hijos.

Hasta mediados del s. XX, cuando el agua era todavía abundante en todas partes (salvo en el Sahara): veíamos con pesar y dolor las ciudades mineras de Chile, como Lota, o de Bolivia, como Potosí. Porque allí veíamos claramente los males de la extracción colonial o neocolonial, al servicio de una sociedad lejana, metropolitana (a veces, capital del propio país, a veces capital de un imperio ajeno).

Pero en Uruguay, también colonial, la ganadería fue relativamente benigna con nosotros: aunque no facilitó la formación de familias rurales y alimentó la servidumbre,[5] a la vez permitió comer a los lugareños.  Carne, y a veces hasta leche. Nada menos. Y el cuero permitía vestirse, hacer muebles… y hasta ofrendas en hueso y guampa… La condición colonial se veía entonces mucho más indirectamente, en todo caso dentro de nuestro desarrollo cultural dependiente.

 

 

En el siglo XVI era la plata el botín. En el siglo XIX y con el aplauso del socialismo será el oro.[6]  Y desde su segunda mitad, el acero.

En el siglo XXI es el agua el bien apetecible, escaso y crucial. Ahora sí llega, llegó la relación imperial de modo masivo y sin contemplaciones a nuestro “paisito”.

Si no sabemos atajarnos, podremos entrar en la miseria global a la que el colonialismo, siempre expansivo, ha postrado a Haití, a Indonesia, a Bangla Desh, a Ecuador y desde los albores de la modernidad al África.

Con el ingreso de EE.UU. al sitial de líder pretendiéndose dueño y señor del planeta, con un impulso mayor a la tecnificación generalizada, con total desmedro de los equilibrios biológicos y ambientales (el emprendedurismo es lo opuesto de lo ecológico, aunque al día de hoy pululen los emprendimientos que proclaman el cuidado ambiental como su principal objetivo), la estructura material, cultural, tecnológica, sanitaria, del planeta ha entrado en una nueva dimensión, es decir en una nueva crisis.

 

 

En tanto nuestro país se siga sintiendo soberano, como en el himno, vamos a ser ciegos o indiferentes a nuestra colonialidad, condición colonial. Dependiente. Satelitaria. Que lógicamente se oculta a sí misma, porque tal es el diseño de “estado mundial” promovido por EE.UU. desde 1945. Todos con banderitas nacionales.[7]

[1]  Con el fin de la 2GM y fundamentalmente con el acceso de tecnología nuclear en la URSS, el diseño de imperio general y total de EE.UU. tuvo ciertos tropiezos.

[2]   Ése ha sido tal vez el escollo principal para la constitución del Estado de Israel: emplear el método de colonización mediante asentamientos arrasando natives, que tuvo vigencia e impunidad por lo menos un siglo antes.

[3]   No tanto la producción de arroz que parece ser la que menos absorbe y estropea agua.

[4]   Como consuelo, pero relativo, sabemos que nuestro territorio ondulado no es propicio para la generalización de feed lot, como sucede en las pampas argentinas.

[5]   Los ”rancheríos” del latifundio estaban poblados por abuelas y niños, a veces mujeres, que trabajaban esporádicamente para “el patrón”, que empleaba a “los hombres” de la localidad.

 

[6]  El oro californiano será motivo de una interesante y penosa confrontación ideológica entre el socialismo marxista y el anarquismo: Mijail Bakunin criticó las condiciones de extracción del oro y del arrebato de tierra a pobladores por el invasor yanqui, y Friedrich Engels se burló del sentimentalismo de Bakunin festejando esa apropiación, ese despojo como signo de avance del capitalismo en el mundo. Porque, según Engels, ésa era la condición para que triunfara un nuevo despojo, más adelante, a los propietarios.

[7]   Para mejor incursionar en el significado político mundial del fin de la 2GM, remito a una nota mía, anterior, “Panorámica actual del poder, la salud y la humanidad”,

27/ 6 /2023.

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización, Poder mundializado, Uruguay. Qué hacer

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