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Categoría: Centro / periferia

El silencio del gobierno de Uruguay ante Gaza o ante Israel

Publicada el 27/06/2025 - 27/06/2025 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

ACLARACIÓN PREVIA: titulé esta nota, inicialmente como «El silencio de Uruguay ante Gaza o ante Israel». En las escasas semanas de producción ha aparecido un nuevo jugador en la cancha: grupos y grupetes en varios, muchos puntos del país, reclamando ante un genocidio que se lleva a cabo a la vista y paciencia de todo el mundo.

Es la paciencia la que se va agotando.

Las masacres ahora diarias de civiles gazatíes en los centros de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, que ostensiblemente ha montado el Ejército de Defensa [sic] de Israel, para  desplazar los intentos de salvataje alimentario, médico, clínico, que han procurado organizar tanto la maltrecha, maltratada UNRWA como Médicos sin Fronteras y otras redes solidarias privadas, obligan a la pregunta: ¿por qué tantas masacres? ¿por qué ese desplazamiento de la asistencia desde la ONU y redes solidarias de larga data?

Aunque nos cueste creerlo espontáneamente, los hechos revelan que el ejército israelí tomó sobre sí la tarea “alimentaria”  para facilitar la política genocida, para ”industrializar” así mejor la muerte programada de más y más palestinos. Hay demasiado elementos coincidentes como para soslayar la atrocidad de esa política.

En Israel se ha ido montando toda una estructura de servicios visuales desde los cuales mejor mirar el espectáculo de la matanza: ciudadanos israelíes concurren ávidos a esos emplazamientos para mirar –a distancia y con seguridad–  con telescopios de calidad, la matanza; ver los bombardeos y las demoliciones,  ver, por ejemplo, volar los cuerpos con las explosiones. Como se ha señalado, ver “morir un pueblo como quien contempla una puesta de sol”. Algo peor, todavía: ver cómo es matado un pueblo, toda una población.

No sabemos qué pensó Martin Amis cuando en 2014 publicó su Zona de interés, [1] mostrando jerarcas  nazis conviviendo “idílicamente” con el infierno que habían generado allí nomás, cerca, del otro lado de la empalizada.

El relato fue tomado por muchos comentaristas como una condena más del universo nazi y de ese modo fue interpretado como una reivindicación, siquiera indirecta, del Estado de Israel, genéricamente entrevisto como “lo opuesto” a la Alemania antisemita de los nazis.

Sin embargo, hay un dato entregado por Amis que podría señalar otro enfoque: el abordaje de mundos paralelos. Y cuando uno, beatífico esconde el otro, infernal.

¿Y qué mundo tenemos nosotros para ver mientras israelíes matan a sangre fría con balazos en la cabeza (reiteradamente comprobados) a infantes palestinos? Y cuándo se atrae a población hambrienta a sitios con comida, y a veces, so pretexto de mantener el orden en la fila, y a veces sin ni siquiera pretexto alguno, se riega de balas a los hambrientos, y se suman así episodio a episodio, veintenas de muertos, cincuentenas de muertos?

¿Nos habla Amis de nazis o de mundos paralelos? ¿Y ese mundo paralelo está lejos o en el pasado, o está cerca, muy cerca de nosotros?

¿Y qué nos pasa en Uruguay? La política de los tres monos sabios prosigue, impertérrita.

Uruguay, su expresidente, ahora futuro catedrático de alguna ciencia política, abrió en 2024 una oficina, cultural, faltaba más, en Jerusalén, mientras el gobierno israelí proseguía tranquilamente su genocidio.

Tranquilamente pero ya no en su ritmo pausado. Luego del 7 oct. 2023, ante el copamiento del cuartel regional de Gaza por Hamás y el ajusticiamiento de algunos represores, Israel se sintió como bíblicamente llamado a actuar con la furia, la violencia, la arrogancia,  de  la conocida deidad que, actuando como agente inmobiliario, les habría cedido la tierra, como bien lo sabemos mediante documentos rigurosamente históricos, probatorios, como la Torah.

Y ese mismo expresidente, Luis Lacalle Pou, ignoró las resoluciones de la ONU que han procurado mantener a Jerusalén al margen de la órbita israelí (de la palestina, ni hablar), y puso nuestro país al servicio de la estrategia “boa constrictor” de Israel.

Poco antes, la Universidad de la República (UDELAR) resistió una rendición incondicional a la intervención sionista  en la voz binacional de un catedrático de universidades israelí y uruguaya. No para eliminar ese punto de vista, sino para dar cabida a todas las voces, incluyendo a los partidarios de genocidio, pero no ya como voz oficial de la casa de estudios. Una amplitud increíblemente generosa, pero hasta ahora desconocida  (la UDELAR jamás patrocinó, al menos expresamente, cátedras con nazis, partidarios de la raza blanca como raza superior, torturadores raciales al estilo de los métodos como los de los anglos o los belgas en África, o las técnicas de tortura a poblaciones aborígenes que han  desarrollado los sionistas en Palestina). Es una limitación a la libertad de cátedra  y de expresión,  pero, ¿por qué habría tenido la UDELAR que romper esos límites, para beneficio de un sionismo cada vez más claramente brutal, bíblico, y moramente depravado?

Los silencios de Uruguay duelen. Han dolido mucho. Como cuando el ejército israelí abordó al estilo pirata a la Flotilla de la Libertad del año 2010 (que procuraban restañar mínimamente las enormes sangrías provocadas en Gaza y su población, con la invasión genocida de 2008-2009, con su tendal de miles de muertos y demoliciones masivas), y los militares israelíes asesinaron a varios tripulantes que cumplían con el deber de defender su navegación sin armas de fuego ni cuchillos, apenas con palos (los invasores, después de copar el navío y asesinar a parte de su tripulación robaron además, al mejor estilo lumpen, a los pasajeros calcetines y relojes, como denunció en su momento Henning Mankell, que participaba del intento solidario).

Pero tales silencios han sido persistentes. En 2017, cuando ya el infierno en Gaza venía arrasando a la sociedad desde 2006, mediante la decisión del “carnicero” Ariel Sharon, conocido genocida de los campamentos palestinos de Sabra y Shatila–  de “hacerles las vida imposible” a los gazatíes, una visita de PIT/CNT del Uruguay encontró “todo bien” en  Israel, no para judíos lo cual no sería novedad, sino para los palestinos. “Cualquier país que se precie de democrático dirime las cosas como lo hace Israel”, llegó a decir uno de sus deslumbrados visitantes.

En 2024, el periódico del aparato mundial sionista enlacejudío[2] escribió: “Yamandú Orsi, que ganó por un estrecho margen una segunda vuelta electoral el domingo, se destaca en al menos un aspecto: nunca ha atacado a Israel.” Pésimo planteo, porque la pregunta tendría que ser si Israel ha atacado algo y en tal caso, si corresponde criticarlo, ignorarlo o alabarlo.

Poco antes, no bien se avizoró que el a la sazón intendente de Canelones, Yamandú Orsi, podía ser presidente del país, el aparato, hasbarah, de Israel se puso en marcha y Ana Jerozolimski fue la encargada de guiar al ilustre en visita oficial a Israel en setiembre de 2023.

En su visita, Orsi creyó ver una convivencia –pacífica, normal– entre palestinos e israelíes que la información habitual no le había entregado. El Potemkin israelí[3] no necesitó montarle un tinglado especialmente, porque todo Israel es una puesta en escena. Orsi, que se sepa, no visitó Cisjordania y menos aún Gaza; nos preguntamos qué palestinos habrá divisado en su visita oficial.

Ya investido presidente, Orsi junto a expresidentes uruguayos, Luis Lacalle Pou y Julio María Sanguinetti, fueron objeto de otra operación de Public Relations. Esta vez, de la fundación argentina Ana Frank, la misma que ha erigido una “escultura” luctuosa en la capital federal argentina, en una plazoleta sobre la av. Olazábal.

Yamandú Orsi, una vez más, aceptó la invitación que, como la de su visita a Israel, sirve para realzar facetas edificantes de Israel en el mismo momento en que Israel está asesinando fríamente en Gaza, y cada vez más en Cisjordania y Jerusalén, la mayor cantidad de vidas humanas que se recuerde en las últimas décadas.

En otras palabras, otra operación de lavado de imagen (justo cuando las cotas del exterminio alcanzan niveles insoportables, aun comparados con los habidos en Sudán y Sudán del Sur (otro invento geopolítico de Israel) o en Myanmar. Está clara la voluntad ¿política? de no juzgar la conducta de Israel, racista, supremacista, fríamente genocida.

Hay interesados en sustraer a Israel de responsabilidades, pese a que la brutal franqueza de Netanyahu les juegue en contra.

Si  Israel ataca sin previo aviso a Irán, se lo designa como “ataque preventivo” o como “guerra entre Israel e Irán”.

Indudablemente hay intentos de desvíos de la responsabilidad. Véase esta joyita: “La demonización de  Israel no llevará a la solución del conflicto en Oriente Medio, la comunidad internacional debe centrarse primero en destruir la grave causa de esta guerra que es el terror y luego promover un diálogo genuino y no en perpetuar una narrativa que ignora las complejidades del conflicto.”[4]

Obsérvese el tono doctoral del párrafo. El quid, nos dice, es el terror. Podríamos estar de acuerdo. Fue el terror sionista decisivo para instaurar Israel. Asesinando ya no a contrincantes sino hasta mediadores que procuraban  otorgar derechos a palestinos y sionistas, como el mediador oficial de la ONU, Folke Bernadotte, o incluso a judíos que dialogaban con árabes musulmanes, como Jakob de Haan. Lo que veo cada vez más claramente es que Israel ejerce “el terror”: colonos sionistas serruchando olivos palestinos centenarios, guardias israelíes tirando en sus incursiones a todo lo que se mueve, buscadores inalámbricos previamente diseñados como explosivos detonados como castigo a Líbano por el que son matados varios portadores y centenares quedan heridos, y el país aterrorizado. Pero Galperín no se refiere a esos terrores, bien concretos; no elige el ejercicio despótico de terror que emplea Israel a diario con población palestina desarmada; habla sólo de cierto terror que vino después, como respuesta. Tendría que aprender a leer historia.

Y aprender a leer también psicología. Que “los malos” tienen bastante acotados sus alcances y que, en cambio, el mal que producen muchos buenos, incluso excelentes, es mucho más devastador. Porque el malo, entrevisto, descubierto pierde capacidad de daño, pero el bueno, el excelente, siempre contará con una claque de convencidos (o sobornados o mentalmente reducidos) que le facilitará proseguir su tarea devastadora, aunque “con las mejores intenciones”.

Si criticamos, por ejemplo, “el terror” ya hemos resuelto las claves políticas del momento; apenas acotamos “el grupo terrorista Hamás” o el estado terrorista de Irán y entonces, queda por demostrar lo que creemos ya demostrado.

Seguramente, el Ejército de Defensa de Israel, o el Mossad, o el Shin Bet encontrarán o fabricarán  tales pistas. Porque las pruebas existen de antemano. Y si hay que hacerlas, se hacen. A los inmensos conglomerados de poder no los guía la búsqueda de verdad sino la expansión de la verdad ya configurada de antemano. Los centros de poder optan por la versión que se aviene a la imagen que valoramos: bebitos horneados, mujeres desventradas, árabes que juegan a la pelota, festivamente, con senos femeninos arrancados de cuajo, palestinas falsarias que muestran heridas, horribles, como si se las hubiese hecho la fuerza pública israelí cuando se las han pintarrajeado ellas mismas.

Según Israel los palestinos se dañan  a sí mismos o a sus imágenes. Falta nomás el detalle de cómo han logrado derribar tantos edificios. Con qué explosivos ¡Cómo han desmantelado más de cien hospitales!…

¡Cómo a israelíes no se les cae la cara de vergüenza! ¡Cuánto supremacismo, cuánto ombliguismo, cuánta soberbia racista se les ha inculcado para que se la crean!

Porque Israel no carga sus responsabilidades. De atrocidades. Y cuando una decena de militares femeninas, coquetamente mejoran su aspecto para sacarse una selfie delante de toda una zona urbana de edificios altos en la ciudad de Gaza, destruida por bombardeos (con población atrapada y muerta entre sus escombros), lo que prevalece en la foto es el carácter risueño de “las chicas”, su frescura, y la ajenidad total ante lo que ellas y el resto de Israel ha hecho con esa población, con esa ciudad, con ese territorio. Las hermosas jovencitas son totalmente inocentes. Y si no inocentes, ajenas.

Los del ejército ocupante se sienten tan exentos de culpa que pueden tratar muy mal a ¿quiénes? A los muy malos; porque con los despreciados no necesitamos expresar compasión, solidaridad, ni vergüenza ante niños hambreados, baleados; ni ante la falta de agua (aunque le hayamos cortado el suministro nosotros mismos), ni por la restricción de alimentos que le hemos impuesto hace ya casi veinte años, cuando votaron mal, contra nosotros…[5]

Desde la ONU, hace tiempo, se ha generado un monstruo político, psicológico, ético. Se lo percibe cada vez más claramente. Lo que es más arduo es reconocer a sus progenitores. □


[1]  Llevada al cine por Jonathan Glazer, británico, en 2023.

[2]  https://www.enlacejudio.com/2024/11/28/el-nuevo-presidente-de-uruguay-es-de-izquierda-pero-no-anti-israel/.

[3] Grigori Potemkin fue un ministro de la zarina (de sangre teutónica) Catalina II (reinó de 1762 a 1796) a quien, para impresionar con su gestión, le mostraba fachadas de pueblos inexistentes, que mandó levantar a cierta distancia de los caminos por los que se desplazaba la zarina, ofreciendo un desarrollo, un poblamiento falsos.

[4]  Javier Galperin, El País, Mtvdeo., 31/5/2025.

[5]   La Franja de Gaza es considerada uno de los primeros sitios en que la humanidad desarrolló agricultura. Eso, que debería ser un “tesoro de la humanidad”, ha sido contaminado adrede por Israel para debilitar su capacidad alimentaria.

Publicado en Centro / periferia, Palestinos / israelíes, PoderDejar un comentario

No other land: ¿Hay que ser judío para criticar a Israel?

Publicada el 12/03/2025 - 21/03/2025 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández

Como con la pipa de René Magritte que no es una pipa, lo que usted va a leer no es una recensión cinematográfica; es, procura ser, un abordaje geopolítico, escudriñando los aventajados y los perjudicados, por el emprendimiento.

Las escaramuzas ideológicas que han sobrevenido con la premiación hollywoodense a No other land (No hay otro país),[1] una documental elaborada por dos palestinos (no judíos) y dos judíos israelíes, nos revela, una vez más, las múltiples vías de legitimación sionista en nuestro polifacético universo, en el cual −pese a la enorme diversidad comunicacional y al extraordinario aporte que significa la filmación y difusión en vivo de muchos de nuestros presentes; los de la humanidad (al menos la digitalizada)− y que las usinas ideológicas de la sociedad contemporánea; la del sionismo judío en primer lugar, conservan su predominio mediático.

El episodio No other land tiene varias capas superpuestas de interpretación: en primer lugar, la película premiada con un Oscar ha sido presentada como fruto de dos jóvenes que no exceden la treintena de años; uno palestino –Basel Adra− y uno judío israelí –Yuval Abraham−, como si para facilitar la captación mediática se hubiera simpificado la autoría. Poniendo bajo las candilejas a Yuval y a Basel, los jovencitos bien vestidos e igualados con los trajes negros ad usum para Óscares.

La propaganda nos omite así la existencia de un equipo compuesto además por Hamdan Ballal, otro palestino, no tan joven, documentalista de profesión, dedicado precisamente a documentar los despojos de su tierra a manos de un sionismo hipermilitarizado, y por Rachel Szor, otra cineasta jovencita, israelí.

Sin duda, la intención mediática ha sido igualar figuras. Basta verlos con los óscares en la mano para darse cuenta. Y si no hay nada igual ni igualable es, precisamente, el conflicto generado con la llegada del sionismo a Palestina a fines del s xix.

Poco a poco, se fue procesando el abismo que hoy separa a judíos israelíes y palestinos (palestinos de cualquier credo, salvo tal vez, judío). Porque en el mismo territorio pervivió una sociedad histórica –la de los palestinos−, digamos espontáneamente, con sus problemas, crisis, desafíos y condición geopolítica (Palestina era una provincia dentro del imperio turco y carecía de una capa de propietarios fuerte y propia), y una sociedad, nueva, la sionista, no histórica sino de diseño, proyectada para implantar en el mismo territorio mediante usurpación, debidamente calificada con lenguaje bíblico, como “redención”.

Con un diseño señorial de progresivo asentamiento. Lo de “la redención” es crucial porque el sionismo se permitirá los mayores abusos mediante la santificación de sus fines: redención de la tierra es quitársela a “infieles” para que, adueñada por judíos, la tierra se sienta bien: una mistificación ideológica que irá labrando su huella psicológica en los judíos, ellos mismos santificados, haciendo posible cualquier comportamiento; es decir, cualquier abuso o delito.

A lo largo de las décadas, lentamente, al estilo constrictor, el sionismo irá ahogando la vida social, espontánea, de la sociedad palestina que alberga en su seno esta otra formación social no clandestina, pero reservada. Esta nueva entidad irá tomando más y más funciones e instancias de la sociedad general. En la década de 1920, el sionismo inaugura una universidad hebrea. Palestina todavía no contaba con universidad propia. El carácter satélite de la sociedad palestina dentro del universo musulmán la hacía sociedad periférica. El Islam disponía de otros centros culturales, religiosos y universitarios (aunque sí, contaba y cuenta con un epicentro islámico de primer orden en Palestina; la mezquita Al Aqsa; una de las más intensas expresiones de la crisis porque el judaísmo tiene en el vecino a la mezquita Muro de los Lamentos, un sitio privilegiado propio, que coliden inevitablemente.

El estado forjado paso a paso por el sionismo dentro de la sociedad palestina, de impronta musulmana, ha crecido tanto que a la llegada del siglo xxi, lo que queda de la sociedad palestina son vecindarios seccionados y aislados entre sí, caminos de interconexión sin mantenimiento alguno, progresivamente bloqueados o interceptados por los múltipes checkpoints, carreteras destrozadas que apenas permiten el  paso de un carro con ruedas grandes tiradas por burros y de algún vehículo destartalado, en tanto autos y camiones se despliegan raudos en las carreteras que unen las ciudades,  pueblos y barrios israelíes.

Palestina ha sido así fragmentada, aislada, despedazada.  Desde 2006, por haber votado “mal” de acuerdo con los intereses de los dueños del poder, Gaza pasa a ser considerada “irrecuperable” e Israel decreta su pena de muerte (el resto de Palestina es “recuperado” mediante fraude y violencia por “las autoridades”). Dado el volumen de la población, la pena de muerte se efectuará escalonadamente…

Desde esas elecciones, únicas veraces y confiables desde mucho tiempo atrás, la franja será aislada por completo: no hay acceso ni por mar –ni una sola de las Flotas de la Libertad, que buscaban acercarse solidariamente logrará su cometido−, ni por aire –el aeropuerto financiado generosamente por la asistencia española será bombardeado e inutilizado todo su instrumental por Israel; tampoco por tierra. Allí, los pasos son todos controlados por Israel, salvo los que hay con Egipto, que serán a su vez celosamente controlados (mediante el condicionamiento financiero israelí del gobierno egipcio).

Desde 2006, entonces, comienza la agonía gazatí, más acentuada todavía que la generalizada de todo el maltratado territorio palestino.

Control absoluto de los alimentos, del agua, de los medicamentos, mobiliarios, libros.

Todo este proceso genocida, lo puede ver quien quiera dirigir su mirada a Palestina. Y a Gaza. Y lo hemos visto desde cualquier continente; desde Asia, o América, o incluso desde Israel. Así lo ha visto Yuval Abraham, el periodista hoy laureado con este Oscar. En abril 2024 escribe un artículo que publican la revista-e +972 Magazine, de EE.UU. y Viento Sur, de España: ”«Lavender» la máquina de IA que dirige los bombardeos israelíes en Gaza”.

Parco de juicios, generoso de información, el joven exhibe la monstruosa máquina de matar que los mandos israelíes han dejado librada a puros mecanismos: echar bombas a sospechosos de listas infinitas de hogares palestinos que podrían, pudieron, pudieran estar vinculados con alguien que alguna vez tiró una piedra o hizo una protesta. Echar tales bombas, si son “bobas” contra todo tipo de  blanco; si son “inteligentes” a cuadros sindicados como organizadores de la resistencia. “Un dispositivo especial que pueda procesar con rapidez cantidades masivas de datos para generar miles de potenciales ‘objetivos’ de ataques militares”, tratando tales listados “como si de decisiones humanas se tratase”.

Por ejemplo, se dispuso que: “que por cada agente subalterno de Hamás señalado por Lavender se permitía matar hasta 15 o 20 civiles […] Las fuentes añaden que cuando el objetivo ha sido un alto cargo de Hamás, el ejército ha autorizado en varias ocasiones la muerte de más de 100 civiles en el curso del asesinato de un solo mando.”[2]

Abraham nos muestra que el objetivo en todos los casos es el exterminio de los palestinos. Porque ¿qué son los 15 o 100 civiles sacrificados en cada asesinato que les resulta atractivo? Población, seres humanos, niños, esposas, abuelos.

Abraham es un judío de buen corazón. Como fueron los refuseñik que se negaron a participar en las matanzas colectivas de Israel en 2008 y 2009 (“Operación Plomo fundido”) o en la sangrienta incursión, también a Gaza, en 2014. Como lo fueron conscriptos encarcelados que han generado otro grupo refractario a la rapiña sionista; “Anarquistas contra el muro”. Pero atenti: estos últimos se autocalifican como “un puñado” y las cartas de los refuseñik han sido firmadas por 52: el ejército israelí ronda entre 150 mil y 200 mil combatientes. Que además se valen de todas una serie de tecnodispositivos, como la Cúpula de Hierro, el ya citado Lavender o el programa “¿Dónde está papá?”[3] para “extender” sus brazos y sus dedos en gatillos.

Lo que importa con películas y realizaciones como No Other Land, es el significado político que nos aporte. La peli nos muestra diálogos ásperos, escasos, pero la realidad israelí actual es otra cosa. Israel tiene, por ejemplo, un ministro a cargo de las cárceles (Ben Gvir) que postula la matanza de presos; el Lavender que desnuda Abraham (en 2024, luego del 7 oct.) está diseñado para matanzas colectivas, impersonales y evitar que algún soldado del “Ejército de Defensa” de Israel cargue sobre su conciencia alguna perturbación.

La máquina de exterminio de lo palestino avanza imperturbable y tan alejada de manos humanas, que satisface a los mandos, a los políticos… y a los mismos soldados.

Y mientras un ministro de la horda de Netanyahu, Miki Zohar, se queja que No Other Land ‘distorsiona la imagen de Israel ante el público internacional, difama a Israel en el escenario mundial’, ni advierte ni quiere advertir que la difamación no es sino verismo; ahora superados por la expansión de atrocidades, cada vez más anónimas del ejército.

Abraham traiciona, sin querer, obviamente, la gravedad de su mismo mensaje y su labor periodística cuando reclama “el fin de la destrucción de Gaza y la liberación de rehenes israelíes”. Es afectivamente comprensible su reclamo. Pero no podemos hablar de los rehenes israelíes (tomados como tales cuando la incursión palestina del 7 oct. 2023) como un fenómeno en sí, como un generador del conflicto, como lo asienta Abraham: Israel ejerce desde hace décadas la politica de tomar rehenes: miles de rehenes (en condiciones infinitamente peores) que Israel levanta, sistemáticamente, en las calles, en los stiios de trabajo, en hogares, y son internados, sin juicio, “administrativamente”, por meses, años o décadas. Por décadas. ¿Acaso los judíos tienen “coronita”? ¿Cómo podemos reclamar el (justo) fin de tan odioso método sólo para judíos?

Todo el valiente y esclarecedor documental No Other Land, con toda la violencia que desnuda, la indiferencia sistemática de supremacistas militares israelíes destrozando baños, cocinas, techos, dormitorios; el uso de armas de fuego contra dueños de casa sin armas,  atropellados y robados, el impedir hacer una escuela para los 600 niños de las aldeas vecinas,[4]  el discurso mismo de Basel Adra: “película escrita por un colectivo palestino-israelí […] mi esperanza para mi hija [tiene 2 meses] es que no tenga que vivir la misma vida que estoy viviendo yo ahora,  siempre con miedo, siempre temiendo la violencia de los colonos, las demoliciones de los hogares y el desplazamiento forzado que mi comunidad Masafer Yatta vive y enfrenta cada día bajo la ocupación israelí que hemos soportado durante décadas mientras pedimos al mundo que tome medidas serias para detener la injusticia y frenar la lmpieza étnica del pueblo palestino”.

Los militares se burlan de Adra y Abraham y su periodismo.

Este alegato ha sido históricamente a lo largo de años y décadas, persistente y valerosamente asumido por incontables palestinos, igualmente valerosos, como Emat Burnat (Cinco cámaras rotas), Ahed Tamimi e incluso otros humanos solidarios, no palestinos como Rachel Corrie, asesinada precisamente por ello.

Pero desde el 7 octubre 2023, la hybris sionista perdió la paciencia, mediante la cual, la “redención” de la tierra les estaba demandando décadas (y costo político, porque los humanos generalmente resistimos la injusticia flagrante por más  de señorial que se la invista) e Israel ha optado por: 1) el modelo “Conquista del Oeste” estadounidense;[5] 2) la doctrina Hannibal (exclusividad racista del propio pueblo) y 3) el control mediático de “la” verdad. Así, ante el copamiento de Hamás y otras organizaciones de resistencia al sionismo, del 7 de octubre 2023,  “justa indignación”, como si “el artero ataque” proviniera en cielo sereno, tratando a sus protagonistas como de violadores de no sabemos qué paz.

Ya no estamos ante muertes puntuales, como en No Other Land sino ante muertes masivas y por doquier.

La situación de los gazatíes, y cada vez más de los palestinos en los territorios disputados, es ahora muchísimo peor que lo que traslauce el alegato de Adra que hemos espigado: ya no se trata de casas derribadas, de gente viviendo en cuevas  sin siquiera agua corriente…. en Gaza, el bombardeo masificado no produce ya desalojos sino muertes, no de combatientes sino de población civil en medio de los escombros de una artillería que deshace ciudades… Y ya no sólo en Gaza sino en Cisjordania o en Jerusalén.

En el momento actual, la documental palestinoisraelí sustrae de las candilejas la monstruosidad que está pasando allí nomás a pocos km de Masafer Yatta. Allí, entre vecinos vemos un cartel: “Palestinians lives matter”. Se entiende la intención; adueñarse de la consigna que los afroamericans difundieron contra la violencia policial estaodunidense. Me pregunto, empero, porqué la consigna no está en árabe, al menos en las tomas locales, las que no son for export.

−“Te llevan [detenido] y es una suerte de tortura emocional”, dice Adra a propósito de la detenciòn de su padre; el documental ilustra la coexistencia (forzosa) entre autos “amarillos”, de israelíes y autos “verdes” (palestinos).

−Ante un ataque pide un palestino: “Dame una cebolla por los gases lacrimógenos”.

−Una madre, desesperada por el hijo que fue baleado porque trataba de evitar que los soldados le robaran  un generador,  y ahora esta parapléjico, se pregunta qué hacer y si lo mejor no es que Allah se lleve a su hijo…

−Adra les grita, indignado: “Soldado: estoy filmando todo esto.” [6]

Pensemos estas situaciones, en los territorios gazatíes luego del 7 oct. 2023. Cuando los militares derriban todas o casi todas las edificaciones de las poblaciones gazatíes a veces con gente adentro, enterrada viva (a ese grado de degradación ha llegado el ejército “más moral del mundo”).

Estamos mucho peor de lo que nos muestra No other land. Como cultura humana. Como red mundial. La impunidad de Israel es manifiesta. Siempre hay gente, humanos de buen corazón y coraje civil. Hasta en la ONU. Honor a UNRWA, a Francesca Albanese, italiana, a Richard Falk, judío estadounidense (de la estirpe de los  Benjamin Freedman, ayer y Max Blummenthal hoy), a Folke Bernadotte, sueco, el primer mediador del conflicto palestino-israelí, asesinado −por quien será guardaespaldas de Ben Gurión−, “gracias” a sus esfuerzos para lograr una solución justa dentro de la ONU.

Israel no rinde cuentas. Nadie −significativo− se las pide. Como explica un periodista lúcido: “Informes concluyen que Israel comete genocidio. Occidente bosteza”.[7]

Mientras las atrocidades cometidas antes por el sionismo ahora por Israel se ventilen en Óscares, Israel seguirá impune.□

notas:

[1] Ceremonia del Óscar, Hollywood, 3 mar 2025.

[2] Estas aplicaciones siempre tienen desvíos para peor: cuando el soldado israelí Gilad Shalit es capturado en 2006, las fuerzas israelíes procuran rescatarlo mediante sucesivos allanamientos a diversos locales palestinos presumiblemente de Hamás o no. Durante muchos meses, más de un año. A lo largo de esos presuntos rescates, jamás exitosos, se estima entre cien y doscientos los palestinos asesinados. Shalit fue canjeado varios años después por más de mil presos palestinos y fue visto públicamente una sola vez. Al declarar que había sido siempre bien tratado, nunca se lo volvió a presentar.

El episodio nos permite corroborar que sin «Lavender» ya se cometían “excesos”…

[3] Escalofriante programa para matar junto con “el blanco”, esposa, padres, hijos…

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Masafer_Yatta

[5]  Genocidio de los pueblos nativoamericanos o su reducción a campos de concentración denominadas “reservas indígenas”.

[6] En el documental se aclara que la invocación militar a desplazar a los pobladores palestinos de la región por necesidades logísticas, se reveló finalmente, sólo una excusa.

[7] Jonathan Cook, https://www.middleeasteye.net/opinion/gaza-israel-another-expert-report-committing-genocide-west-yawns. Middle East Eye, 25 dic. 2024.

Publicado en Centro / periferia, General, Palestinos / israelíes, Poder, Poder mundializado, Política

¿REFRENDAR O NO REFRENDAR? (That’s the Question)

Publicada el 05/03/2025 - 21/03/2025 por luissabini

Los trajines de Neptuno Arazatí en Uruguay

por Luis E. Sabini Fernández

El gobierno del presidente uruguayo Luis Lacalle Pou que cesó sus funciones formal y plenamente el 1º. de marzo 2025 no alcanzó a consumar un contrato con la u.t.e., unión transitoria de empresas compuesta por SACEEM, FAST, Berkes y CIEMSA, durante lo       que denominaré su período de mandato pleno. Contra todos los prejuicios, presupuestos y presuntas garantías que teníamos la mejor agua  del mundo,[1] en 2023, una sequía (que ni siquiera fue históricamente la peor), dejó a casi todo el país sometido a tener que consumir agua “bebible” ya que no potable.

Nadie quiso comprobar públicamente si este destrato a la población, a la sociedad, por la crisis de abastecimiento de OSE, por falta de agua potable, estaba relacionado con una disposición reciente que legalizara la toma de nuestra  agua de consumo público por parte de centenares de productores dedicados a la agricultora  industrial (de soja transgénica y otros productos rentables mediante uso ingente de agrotóxicos).

El cimbronazo ha sido fuerte. Y así como algunos reflotaron la dejada a un lado represa en Casupá, otros reforzaron la idea del negocio de proveer agua a la población desde… el río de la Plata. Como la idea no era exactamente ideal, la u.t.e.  procuró hacerla aceptable, tragable, potable o al menos bebible, mediante la creación de un lago artificial de agua dulce que compensase el carácter semisalino del Río de la Plata (como sabemos, nuestro río al sur −que no es técnicamente un río sino un estuario− tiene, por su propia estructura, agua dulce o agua salada, dependiendo de las corrientes, a veces desde ríos arriba, a veces desde el océano Atlántico).

La misma idea del lago suplente es enrevesada. Ignorando hasta lo más craso en materia de ingeniería acuática, se lo quiso llamar pólder (por el lustre de la ingeniería holandesa en el rubro, aunque se trata de una masa de agua que cumpliría exactamente lo opuesto de un pólder). Primero se lo imaginó “flotante” en el medio del estuario; luego se lo proyectó en tierra, cerca de la costa platense –denotando tanteos e ignorancias−, robando escasas tierras (Uruguay no es Argentina o Brasil), valiosas para la agricultura, la apicultura o la granja).[2]

Esa u.t.e. encontró que la crisis abonaba su proyecto. Estábamos en 2023, agosto, poco más de un año atrás, y evidentemente, pese a la aquiescencia del gobierno de Lacalle con el proyecto, con su política de apostar a los malla oro −de los cuales Alejandro Ruibal, el namberuán de SACEEM es sin duda modelo ejemplar− no se llegó a tiempo para firmar contrato dentro de lo que designé “mandato pleno” del gobierno de Lacalle.

Con las elecciones de octubre de 2024, advino un nuevo gobierno frenteamplista. Entonces se inició ese anómalo período que en Uruguay es increíblemente largo (hasta casi 5 meses) en que sigue gobernando el que pierde las elecciones.[3]

El gobierno saliente tiene todas las potestades para rematar, terminar proyectos de su período. Pero resulta políticamente inaceptable inaugurar políticas en ese interregno. Lacalle firmó el contrato con la sociedad anónima que la u.t.e. que ya sabemos constituyó, denominada consorcio Aguas de Montevideo[4] en ese cuestionable lapso.

Ha sido tan poco clara, incluso poco democrática, esta superposición de funciones; un  tamaño negocio cerrado por un gobierno que ya no está en funciones plenas, que hasta un hiperconservador comunicador como Emiliano Cotelo advirtió la beligerancia de Lacalle cerrando el trato en este curioso “limbo gubernamental” (que al parecer los países procuran estrechar, salvo Uruguay).

El 23 ene 2025 se firmó el contrato por Arazatí. Así lo anunció el diario argentino Ámbito financiero: “Las 5 claves del cuestionado proyecto. El Poder Ejecutivo avanzó con la firma del contrato a través de OSE con el consorcio Aguas de Montevideo, pese a los cuestionamientos desde el gobierno entrante. El contrato fue firmado entre OSE e Infraestructura Arazatí S. A.”.[5]

Es una firma peculiar. No soy jurista Desconozco los aspectos procedimentales. Pero me llama la atención: todo un proyecto nacional que embreta al país en casi mil millones de dólares, aparece firmado por la u.t.e por un lado, presentada como flamante sociedad anónima y por el otro, OSE. ¿Ni siquiera el P. E. N.?

Se abren hipótesis: ¿atropellada y despedida pícara de LLP o gambito frenteamplista cediendo la firma “al otro”? La invocación de Orsi a ”un orden basado en reglas” que Biden nos ha mostrado hasta el hartazgo que sirve proteger a los privilegiados del planeta, no ayuda…

Nahir Curbelo, ambientalista y vocera que iba a entregar una carta al actual gobierno y al entrante en representación de unas 150 organizaciones o redes ambientalistas y de cuidado de la salud, comentó que en dicha reunión estuvo un representante de Aguas de Montevideo. Y dijo: “Nos sorprendió. Nosotros habíamos avisado que íbamos a entregar esta carta y surge esa reunión muy rápidamente. No esperábamos que la empresa estuviese presente, ya que no corresponde. Se supone que están haciendo una transición entre dos gobiernos, y una empresa no tiene nada que hacer en ese encuentro”.[6]

Hay un viejo dicho, sabio: “Dime qué no puedes criticar y te diré dónde está el poder”. Podemos agregar un corolario: “Dime quien está presente sin que le corresponda y te diré quién tiene el poder”.

Los firmantes de la carta advierten que en el trámite para aceptar o rechazar el proyecto de hacernos tomar agua del Río de la Plata se ha dejado de lado la salud. “Debería haber estado el Ministerio de Salud Pública”.[7]

Difícil que un gobierno para mallas oro pueda atender las necesidades de la población en general ni de nuestra sociedad, que no es una corte del rey Midas. Un gobierno donde contadores ejercen el ministerio que tendría que atender lo ambiental, nos da la impresión que siempre va a ser más “sensible” a “las cuentas” que a la maltrecha naturaleza.

Pero me atrevo a hacer un comentario a los Ruibal, a los Bouvier, a los Lacalle, que incluye a los Orsi: somos cada vez más los que vemos el camino sin salida de los negocios sin fin, de las rentabilidades que prosperan en los puros dividendos en desmedro de nuestro hábitat.

La versión grotesca del negocio la tenemos con los hermanos Milei, al otro lado del río. Otra versión igualmente grotesca, la tenemos aquí, entrecasa, con vacas numéricas, caravanas, y muchas macanas.

Pero el lucro “legal”, la privatización de tierras de grandes extensiones, la privatización de nuestras aguas territoriales, también nos está matando.□

notas:

[1] La ministra Eneida de León (21 feb. 2016) llegó a presumir que Uruguay tenía agua potable de calidad superior a la de Suecia. http://www.espectador.com/sociedad/331588/eneida-de-leon-la-ministra-de-vivienda-que-devino-en-ministra-del-agua

[2] Falta nomás que algunos creativos procuren establecerlo en el aire, ahora con tanto proyecto muskiano, planetario e interplanetario, con tanto arribo a la luna, con tanto dron danto vueltas.

[3] En Argentina, el período entre comicios y cambio de mando varía entre mes y mes y medio, dependiendo de que haya balotaje o no; en EE.UU., es también de alrededor de un mes; en Suecia, apenas de dos semanas.

[4] Una designación que refuerza la vieja y bien criticada macrocefalia capitalina. Esa designación es geográficamente incorrecta, por cuanto la regulación del agua potable desde Aguas Corrientes y OSE sobrepasa con mucho a Montevideo y a los montevideanos.

[5] Buenos Aires, 25 ene 2025.

[6] https://www.lamañana.uy/actualidad/el-gobierno-saliente-se-alista-para-firmar-el-contrato-con-arazati-y-el-entrante-examina-el-proyecto

[7]  Nodo ¡Acá el Neptuno No!

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, ecología, Uruguay, Uruguay. Qué hacer

GENOCIDIO AL DESNUDO Y A LA VISTA DEL PÚBLICO

Publicada el 19/02/2025 - 05/03/2025 por luissabini

19 febrero 2025

por Luis E. Sabini Fernández

La historia muestra el  conflicto de fuerzas diversas,  a menudo contradictorias. Lo cual da paso a diálogos, a menudo ríspidos. El diálogo suele ser parte de muchísimos conflictos humanos.

Calígula, al parecer, si dialogaba, lo hacía sólo con Incitatus, su caballo. En tal caso, se ha perdido todo diálogo humano.[1] Relaciones de ese tipo existen, por ejemplo, con una noción de estado absoluto, que prescinde del diálogo: “El estado soy yo”, de la monarquía absoluta de los Borbones.

Pero en general, el desarrollo y la convivencia de diversas culturas y naciones implica cierta suerte de diálogo.

Los genocidios constituyen, en cambio,  la antítesis a todo diálogo.

Medidas genocidas, como la matanza nazi de judíos (y otras categorías de humanos también rechazadas por el nazismo), se han llevado a cabo de modo no del todo públicamente. Se sabía algo, se intuía algo, muchos sospechaban con certeza, pero no había nada abierto, explícito.

Cuando los hutus, perfectamente amparados por poderes extrarruandeses,[2] libran una matanza de tutsis que se estima puede haber llegado a ser de un millón de seres humanos, hombres, mujeres, niños, “empresa” que insumirá varios meses del año 1994, otra vez, como con el nazismo, hay barruntos, indicios, algunos tienen certezas o cuasicertezas, pero  no existe la declaración abierta, descarada, sin tapujos, de semejante política: el genocidio.

Lo que se ha desencadenado el 7 oct. 2023 en la Franja de Gaza; se ha constituido en un genocidio a cielo abierto, a la vista (y paciencia; nunca tan bien aplicado este segundo aspecto) del público.

El genocidio explícito desatado el 7 oct. 2023 no sobrevino en cielo sereno. El genocidio palestino y en particular el gazatí, venía manifestándose desde por lo menos 2005 o 2006.

El episodio disparador parece haber sido la autoevacuación de unos pocos miles de colonos sionistas que se habían instalado a la fuerza en la Franja de Gaza construyendo enclaves a todo lujo en el saqueado, magro territorio. Se retiran, tras destrozar todas las costosas instalaciones que habían montado en medio de las privaciones a que estaban sometidos los palestinos. E Israel inicia el cerco mortal a la Franja, impidiendo todo contacto de dicho territorio ni por aire (destrozan el aeropuerto de la Franja financiado en su momento por la asistencia española), ni por agua (bloquean el puerto y cercan su costa al punto que los pescadores palestinos pueden apenas pescar en la orilla (siendo baleados si entran aguas adentro), ni por tierra, adueñándose militarmente de todos los ingresos salvo los fronterizos del lado egipcio; a Egipto se le impone su política de bloqueo, que, estrangulado financieramente, acata.

Esa escandalosa mudanza, hiriendo tierras y sociedades, parece responder a un hecho político preciso: luego de años y años sin que los palestinos pudieran decidir su destino político, porque Israel bloqueaba toda salida autónoma fuera de su influencia o porque las elecciones palestinas eran cada vez más amañadas, en 2006, con la presencia de veedores internacionales confiables, como el Centro Carter, se logran elecciones con un margen aceptable de veracidad y ¡oh sorpresa! es Hamás, confesional, islámico, tradicionalista, lo que gana las elecciones. Se prueba así que los palestinos habían estado embretados por partida doble: desde el designio sionista, reinventando un país a su servicio desechando “el material humano” allí presente, y desde una dirección política que en algún momento fue de resistencia a la imposición sionista, pero que por desgaste y/o derrota fue siendo políticamente deglutida, por más que sus banderas “de izquierda o socialista”  se siguieran enarbolando y confundieran a muchos simpatizantes de la causa palestina.

Hamás se impuso categóricamente en la Franja de Gaza. Y más ceñidamente, también en Cisjordania y Jerusalén (Oriental). Inmediatamente, con “asistencia” israelí, la OLP y su liderazgo congelado procuran rehacerse del gobierno, ignorando los comicios: los candidatos votados de Hamás son detenidos y depositados en cárceles y la alianza espuria entre Israel y la ANP logra readueñarse de facto de los cargos en Cisjordania. Pero los dirigentes de ANP no pueden mantenerse dentro de la Franja de Gaza.

El resultado electoral, real, Hamás al gobierno, es lo que decide a la dirección sionista a eliminar a Gaza, derecho viejo. Claro que no se puede hacer todo “de una”…

Desde entonces, Israel inicia un cerco de hierro: todo suministro proviene exclusivamente desde Israel. Los que quieren hacer desaparecer a la Franja de Gaza y su población refractaria se constituyen en sus aprovisionadores exclusivos. La alimentación mengua y el agua empeora deliberadamente su calidad. Los viajes se dificultan. Se inicia un “trapicheo” moralmente atroz: cuando un enfermo no puede atenderse dentro de la Franja y tiene que ser internado en hospitales de, por ejemplo, Cisjordania, las autoridades chantajean al enfermo: lo dejan ir si se hace infidente.

Todo va escaseando cada vez más: alimentos, medicamentos, elementos de cultura, ladrillos, canillas, vajilla, jabón, vestimentas, y, claro, agua. Israel derriba toda alberca y balea los depósitos de reserva cerca de su  base, para vaciarlos.

Nadie enjuicia a Israel por esos comportamientos. Entre 2006 y 2023. Todos pregenocidas. Preparatorios de un desenlace que no puede no ser genocida.

Las observaciones se van apilando. Lo advertirá el noruego Richard Falk, comisionado  de la ONU ante los territorios palestinos, y recientemente la italiana Francesca Albanese, relatora de la ONU sobre la cuestión palestina.

Pero la ONU carece de ejecutividad. António Guterres, su secretario general, es un monumento ecuestre a la impotencia. Todo el diseño onusiano está cuidadosamente establecido. Porque, como han sincerado algunos privilegiados, la igualdad no es igualitaria. Las medidas se declaran para todos, pero el sagrado principio de desigualdad ante la ley preserva a algunos de cumplirla.[3]

El proceso de estrangulamiento programado por Israel, se remata  con el “Acuerdo del Siglo”, en 2020 para solucionar el “diferendo” palestino-israelí, firmado entre Israel y EE.UU., donde los palestinos ni siquiera aparecen como notificados, menos aun firmantes. Esa ausencia confirma la política de erradicación/usurpación/extinción/exterminio (proponemos al lector elegir la denominación más acorde).[4]

Así que el sionismo se dedicó a incentivar su política de negación de lo palestino. Pero matar directamente y no masivamente, solivianta. En cambio, políticas restrictivas; deterioro de salud, falta de asistencia, restricción de agua, escamoteo de alimentos nutritivos, generación de enfermedades (por ejemplo, echando material contaminante a la tierras más altas de Gaza, asegurando que lentamente se van a extender por toda su escasa superficie, camino del mar), tienen a la larga el mismo efecto. Y la política de “redención de la tierra” funciona así con menos fricciones (pero necesita más tiempo).

Algunas organizaciones políticas palestinas, como la ANP, con su seudoindependencia  vegetaban parasitariamente. Pero organizaciones enfrentadas al sionismo, como Hamás, vieron la encerrona. Y la agonía. Y la inminente extinción.

Parece ser que un estratego formidable, Yahya Sinwar, que en sus larguísimos años de cárcel llegó a conocer el modus operandi israelí y aprendió hebreo, advirtió que esta vez el asentamiento sionista avanzaba y se hacía imparable. Había conocido el amargo sabor de la represión a mansalva cuando estuvo entre quienes forjaron las Marchas por la Tierra, en 2018 y 2019, absolutamente pacíficas, que así y todo cosechó centenares de muertos y mutilados palestinos. Como tantos palestinos, vio el disfrute de las tropas de élite de Israel, haciendo su cometido; el destrozo de los cuerpos de palestinos y palestinas.

Y los más decididos entre los decididos hicieron el copamiento guerrillero del 7 de octubre, ajusticiando (nunca mejor usado el verbo) decenas de policías o soldados (hay que tener en cuenta que en un seudoestado nacional como Israel, que en rigor es un verdadero territorio de conquista –en movimiento, en realización− no hay distinción entre soldados y policías, al menos hacia la población colonizada). Y “cosecharon” unos dos centenares de rehenes para intercambiar por sus millares de presos (la mayoría “administrativos”, es decir sin delito ni juicio a la vista; únicamente sustraídos a la circulación social). Este último operativo disparó muchas situaciones de violencia porque en general los israelíes cuentan con muchos dispositivos de seguridad.

Se ha insistido mucho en el posible carácter de celada israelí, por la demora en la respuesta (nada menos que seis, casi siete horas, en un territorio diminuto y con un ejército como el israelí, proverbial en su coordinación y dispositivos de respuesta). Actuar “defendiéndose” le habilitaba un contraataque feroz.

No tenemos pruebas fehacientes. Pero ante la dificultad de aceptar tanta demora en la reacción, se tejen hipótesis, inevitablemente, procurando entender el significado del choque de colonizados expoliados y tratados como inferiores −que a su vez se sienten dignos y en modo alguno inferiores− y colonizadores racistas que habían fomentado inicialmente a estos refractarios religiosos islámicos para quitar de en medio a los movimientos palestinos laicos, socialistas y antiimperialistas.

El decurso histórico ha dado un crudo mentís a las expectativas israelíes de la primera hora, a tal punto que el mismo Israel ha cambiado su estrategia y ha convertido a fuerzas musulmanas como Hamás en su adversario principal, puesto que las principales organizaciones laicas de la “izquierda” palestina han sido al menos parcialmente deglutidas con el espejismo de un (mini)estado palestino, recibiendo su principal agrupación dinero y armas para sostener sus estructuras administrativas de personal palestino en los miniterritorios con autonomía muy relativa (para algunas tareas municipales).

El planteo de los resistentes resultaba inadmisible para Israel desde todo punto de vista. Porque procuraban, exigían, ser tratados de igual a igual. Algo que es ajeno a la mentalidad colonialista en general y sionista en particular. ¿Cómo seres inferiores, gente subhumana, puede pretender tamaño encumbramiento?

No sólo que no corresponde, sino que molestan, irritan, alegarán muchos israelíes, titulares del proyecto de ciudadanos de primera categoría.

Sinwar acertó, pagándolo con su vida. Porque Israel le mostró al mundo lo que es su hybris, perfectamente salpimentada con chutzpah.

Basta ver la foto de exteriores de una decena de soldados femeninas que combinan su gracejo juvenil, con selfies y acicalamientos, en plena calle, a la intemperie, ante lo que queda de Gaza en escombros, rodeadas de ruinas de edificios civiles con viviendas que tienen cadáveres entre sus escombros, entrecruzados con planchadas y columnas derribadas. Ellas sonríen, risueñas, coquetas, fijando un momento histórico… todo recién derribado sin duda, todavía el olor a podrido, a muerte, no ha alcanzado sus delicadas narinas…

Esa foto es la expresión más atrozmente sincera del ombliguismo, de la falta radical de diálogo, de una suerte de solipsismo que le hace creer a su titular que está solo. En el mundo. Que el mundo circundante no existe. Que no existe el prójimo.

Toda idea de diálogo en su sentido filosófico, existencial, está de más. Todo es pan con pan.

Para agregar al autismo militante que nos muestra la foto, hemos visto otros videos subidos sin más a internet con otras israelíes, haciéndose las lastimadas, remedando burlonamente a palestinas que estarían inspirando lástima, con heridas falsas. Estamos hablando de la población gazatí a la que se les ha derribado casi todas sus viviendas, arrasando cuerpos, mobiliarios, vestimentas, alimentos, instalaciones de agua y mucho más… hermanos, hijos, abuelas… esas palestinas se quejan −según las burlonas israelíes−, mintiendo.

Hay videos en que israelíes gozan tomando agua o dilapilándola. El escarnio ha sido de tal volumen que ”la Comsión Europea instó a x, meta y tiktok a eliminar [tales] imágenes.” [5]

Cuesta incluso escribirlo. Ser tan mendaz, tan sádico, tan repugnante, tan risueño y gozoso ante el mal ajeno (que has infligido tú mismo) daña el alma… hasta de quien lo escucha.

¿Cómo podemos siquiera aproximarnos a esa actitud ante seres humanos?

Como explican religiólogos con mucho fundamento –Laurent Guyénot, por ejemplo− esa enorme distancia o abismo entre los habitantes del Gran Israel y el resto de la humanidad puede intuirse a partir de un exclusivismo religioso, social, psíquico, que haya generado un abismo entre los titulares de esa religión y el resto de (¿la humanidad, el planeta, los contemporáneos?).

Un deslinde se impone: la religión de estado que se considera base ideológica del Estado de Israel no es la religión judía que profesan muchos judíos que no son sionistas ni israelíes.

Volviendo al Estado de Israel, entendemos que no tiene sentido entenderlo como un estado más, como si fuera  otro Portugal, otra Polonia, otra Malasia.

Estos últimos países, que he enumerado al azar, tienen su historia, con tramos imperiales, con tramos racistas,  con tramos de esclavitud. Sociedades, más o menos azarosamente constituidas, por humanos.

Israel es otra cosa. Sus “pergaminos” vienen celosamente dispuestos en disposiciones de “el libro”, “el libro de los libros”, como si se tratara de pruebas científicas, inapelables, tan incontrovertibles como la Gran Muralla China o la Torre Eiffel.

Y esa documentación exclusiva, en un diálogo también exclusivo con cierto dios les habría otorgado un derecho clave… como dice risueñamente el ya invocado Guyénot: “Tenemos el mismo dios, pero Él nos eligió a nosotros.”

Israel es una sociedad donde el periódico más progresista se pregunta, con total normalidad:  “¿Por qué Israel todavía no ha asesinado al líder Yahya Sinwar, en Gaza?” [6] Lo pregunta tan neutral y naturalmente como si preguntara porqué el ministro fulano de tal no concurrió al evento de ayer.

Lo expresa con claridad la Cátedra de Estudios Palestinos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires: “[…] El desparpajo y la brutalidad con la que se anuncia semejante crimen colectivo de lesa humanidad son demostrativas de la impunidad con que operan ambos estados colonialistas [EE.UU. e Israel]  y del propósito de continuar violando en forma continua y cada vez más acentuada el derecho internacional. En particular, la Carta de las Naciones Unidas que prohíbe la conquista del territorio de otro pueblo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y todos los tratados que la complementan, especialmente la Convención sobre Genocidio antes citada.” (5 feb. 2025)

Las violaciones resuenan, y destaco lo del desparpajo. Que trasunta la enorme, insondable impunidad que goza tan peculiar formación política. Que no tiene Constitución, que no tiene límites. Y que confunde permanentemente, y cada vez más, su jurisdicción con la de EE.UU. (que en ciertos aspectos es como decir que se confunde con por lo menos medio mundo…).

Ese desparpajo se refuerza con la prescindencia del resto.  Jonathan Cook, el extraordinario periodista británico que viviera durante décadas en Nazaret  titula un artículo  reciente: ”Otro informe de expertos concluye que Israel está cometiendo genocidio. Occidente bosteza”.[7] (25 dic. 2024)

Caitlin A. Johnstone, en este mismo mes de febrero, revisando una encuesta del Jewish People Policy Institute (Instituto de Política del Pueblo Judío) registra que apenas el 3% de los judíos israelíes consideran inmoral el plan de expulsión masiva de palestinos[8] de la Franja de Gaza que procura llevar a cabo la sustitución de población árabe por población “del libro”, según la terminología judía ortodoxa.[9]

Desparpajo, desfachatez y el bostezo de los otros.

El lenguaje sin tapujos de la violencia y el asesinato: el ministro de Seguridad israelí (el equivalente de un ministro del Interior rioplatense) se indigna cuando periodistas preguntan por la comida deficiente para presos palestinos (porque se ha producido un terrible deterioro): −¿Comida para presos? Responde Ben Gvir: −Balas, eso es lo que merecen, ¡voy a pasar un informe para que reciban bala, no pan!

El presidente del llamado Estado de Israel, Isaac Herzog, para muchos, un moderado, es decir que no sería de andar diciendo atrocidades o bravatas, declaró: “No hay inocentes en Gaza.”  La enormidad, clínicamente genocida, de esta frase nos da la visión que Israel, los sionistas y judíos israelíes en general tienen del “problema palestino” (un problema, que ellos, justamente, crearon: hubo judíos conviviendo con árabes musulmanes durante siglos, pero no eran sionistas).

Esa actitud que hemos citado de Herzog condiciona también brutalmente la respuesta. Hace brotar la resistencia. Si alguien quería su tierra, su entorno, su idioma, pero además si se lo condena como delincuente por todo ello, ¿qué queda? Aferrarse a su tierra (y a rasgos que de pronto no son compartibles o saludables; para quien esto escribe toda religión monoteísta es potencialmente fanática y asesina, porque genera una estructura de poder vertical, y en ello incluyo a la religión judía, al cristianismo y al Islam). Pero los palestinos viven, vivían en su tierra y no quieren se expulsados como ratas o basura, porque no son ratas ni basura. Y están en su tierra.

Gaza, además, carece del pedigree bíblico otorgado a zonas como Samaria, como asiento histórico de tribus judías. Gaza fue colonia romana y con religión no judía en el tiempo de los reinados judíos cercanos. Palestina no es sino una modernización de su nombre en latín, Philistina: tierra de filisteos)

Ayelet Shani (30 ago 2024, en Haaretz), judía, ha planteado: “Creo que el sueño sionista no es viable por haberse basado en errores.” Está dicho con muchísima suavidad. Pero así y todo…

Y el rabino Avidan Freedman, que vive en Cisjordania (en la colonia judía de Efrat) declara “rechazar lo que ve como una santificación de la fuerza”. Se pregunta: “¿Quién sino un dueño de su tierra la defiende junto a sus hijos con tanta dignidad y empeño? Y se plantea que no ve el mismo amor a la tierra de sus cofrades judíos. Dice: “Si nuestro pueblo realmente hubiera valorado la tierra de Palestina, no habríamos sido testigo de estas oleadas masivas de judíos huyendo por los aeropuertos”, Y confiesa que no comparte para nada “las peores atrocidades que infligíamos a los palestinos: asesinatos, encarcelamientos, bloqueo, segregación, e incluso ahogarlos en drogas y corromper sus mentes con ideas que los alejan de su religión, como el ateísmo, el libertinaje y la perversión sexual.” [10]

La descripción citada nos permite ver la gravedad insondable de esta empecinada conquista de la triturada, despedazada, despellejada Palestina y su población.

Jonathan Cook ha estado observando la clara mengua de noticias sobre Gaza y Palestina en la prensa británica. Es indudable que eso, la represión de noticias, tiende a eliminar el tema de la agenda.

Pero la situación mediática actual no es propicia para ese tipo de “conspiración de silencio”. Porque la multiplicidad de fuentes es casi ingobernable y hasta el paralizador celular cumple en este aspecto una función removedora: cualquiera que ve un acontecimiento lo puede fotografiar, filmar, comentar y difundir.

De todos modos, como advierte el ya multicitado, Cook en la misma nota: “Ver cómo se desarrolla un genocidio semana tras semana, mes tras mes, y no poder hacer nada para detenerlo tiene un efecto terrible en nuestra salud mental.”[11]

Y advierte: “casi 15 meses después, el genocidio en Gaza se ha vuelto completamente normal, se ha convertido en otra noticia menor y rutinaria que queda sepultada en las páginas interiores.”

Una aplicación siniestra de “esta normalidad” es el plan de Trump (en rigor, de Jared Kushner) para hacer de la costa gazatí un centro de turismo de élite para milmilllonarios judíos del mundo entero.

Como en el ya citado Acuerdo del Siglo de 2020, auspiciado por el mismo yernísimo Kushner y refrendado por Netanyahu, que fuera presentado como un acuerdo de israelíes y palestinos pero estaba firmado por las direcciones políticas de EE.UU. e Israel (en rigor, se trató de un “acuerdo” entre Israel e Israel, porque Kushner es un sionista fanático, que habla de “fuerzas del bien y fuerzas del mal”, para referirse a la política): suena la voz de la trascendencia religiosa judía, no la de la política norteamericana.

¿Nos vencerá la normalidad que nos rodea y apabulla con noticias del universo onusiano, ocupándonos permanentemente o lograremos superar ese cerco mediático? □

notas;

[1] El caso del presidente argentino Javier Milei sería más complejo porque si bien  “dialogaría” con Conan, su perro clonado en varias versiones, también declara tener un diálogo humano propiamente dicho, por ejemplo, con su hermana.

[2] Uno de tales apoyos resultó ser el Estado de Israel,  como proveedor de armas y material usado en Rwanda durante el genocidio.

[3] Pido disculpas y remito a mi nota “Aplicando el sagrado principio de desigualdad ante la ley”, 22 ene 2025. En https://revistafuturos.noblogs.org.

[4] Ni siquiera se puede alegar lo que los racistas fundacionales de EE.UU. sostenían para exterminar a los nativoamericanos del norte; que se trataba de pueblos presuntamente exhaustos en comparación con el vigor intrusivo de los americans. Fue la coartada que algunos intelectuales piadosos, como Fenimore Cooper (El último mohicano), empuñaron para justificar los atropellos y robos de tierras. Pero en Palestina, con tasas de natalidad tan altas como las de los judíos ortodoxos más prolíficos… ¿qué podían alegar?

[5]  https://www.youtube.com/shorts/N3tFusXr3AI.

[6]  https://www.haaretz.com.israel-news/2024-09-18. Nota escrita por Yossi Melman.

[7] Middle East Eye, 24 dic. 2024, https://www.middleeasteye.net/opinion/gaza-israel-another-expert-report-committing-genocide-west-yawns.

[8] Que es mucho más que una expulsión: para concretar dicha expulsión, el estado sionista ha hambreado y enfermado a muchísima población, y ha herido y matado a muchos de los que resisten ser desalojados de sus viviendas, su entorno, del fruto de su trabajo.

[9] Blog  Personal Rafael Poch de Feliu, https://rafaelpoch.com.

[10] ‘I Believe That the Zionist Dream Is Not Viable as Long as It Is Based on Wrongs’ Haaretz, 29 ago 2024 (September 16, 2024).

[11] Ibíd.

Publicado en Centro / periferia, EE.UU., Palestinos / israelíes, Poder mundializado, Sociedad e ideología

Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado

Publicada el 04/02/2025 - 04/02/2025 por raas

El número 166 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección A Fondo un artículo de Joan Benach y Ferrán Muntané como pese a los múltiples y duraderos efectos nocivos para la salud humana y ambiental, la contaminación química y la alteración antropogénica de los flujos biogeoquímicos son unos de los problemas ecológicos más subestimados.

Por Joan Benach* y Ferran Muntané**
Fulhem
06-09-2024

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Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Conocimiento, ecología, General, Globocolonización, Los pueblos nativoamericanos, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Política, Salud. Y enfermedad

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