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Categoría: Poder mundializado

Abuso, saqueo y crecimiento deformado

Publicada el 27/06/2021 - 23/05/2022 por ulises

URUGUAY: ¿MODERNIZACIÓN O ENTREGA?

por Luis E. Sabini Fernández –

Entre los exportadores mundiales de celulosa, en 2019, cuando todavía no está produciendo UPM, que será la mayor productora de celulosa en Uruguay, es decir, apenas con las dos fábricas de celulosa ya instaladas (Montes del Plata y Botnia), Uruguay ostenta el tercer lugar de producción entre los países del mundo entero.

1o. Brasil  (c:a 15 mill. ton); 2o., Indonesia (c:a 5 mill. ton); 3o. Uruguay (c:a 3 mill. ton.).[1]

¿Honroso podio o, por el contrario, reconocimiento a una neoesclavitud rampante?

La lista de países productores de celulosa continúa (en orden decreciente de los volúmenes producidos en 2019: Chile, Portugal, Canadá, España, Finlandia, EE.UU., Holanda, Rusia, Bélgica Alemania, Eslovaquia; todos ellos con menos de 1 millón de ton. anuales (salvo Chile, con una producción similar a la de Uruguay). La lista de países productores podría ampliarse con países que producen montos aun menores (Suecia, Argentina, Marruecos, Francia, Japón, Bulgaria, etcétera).

Volvamos a los primeros puestos. Y establezcamos las necesarias proporciones por la producción indicada, con otros parámetros, como extensión del país y población general.

Brasil,       210    mill. hab.  –  8,5   mill. km2   –  15 mill. ton. celulosa

Indonesia  270    mill. hab   –  2      mill. km2   –    5 mill. ton. celulosa

Uruguay       3,3  mill. hab.  –  0,18 mill. km2    –    3 mill. ton. celulosa

Veamos las dimensiones de la producción a partir de las del  número de habitantes; producción de celulosa por habitante.

Si tomamos de base a Brasil, tenemos una producción de 15 000 000 ton. por 210 millones de habitantes, que devienen 75 k. por habitante. En el caso indonesio; el otro gran productor celulosero mundial, produciendo 5 mill. ton. de celulosa  con 270 millones de habitantes, tenemos unos 19 k por hab.

Veamos Uruguay: 3 300 000 habitantes para 3 000 000 kilos, resulta casi una tonelada por habitante; algo menos, 900 k. per capita.

Interrelacionando los datos que acabamos de presentar, podemos decir que cada uruguayo carga sobre sus ambientales espaldas 12 veces más celulosa que cada indonesio  y 47 veces que más que cada brasileño.

Si consideramos la superficie de los mismos países, tenemos: Brasil, 8 500 000 km2 para 15 mill. de ton., tiene una carga de  una tonelada por 1,76  por  km2; Indonesia, con su producción de 5 mill. de ton. en 2 mill. de km2, tiene una carga de 2,5 tonelada por  por km2.

Pero Uruguay debe acomodar sus 3 millones de toneladas de celulosa en apenas 175 000 km2; debe soportar unas 18 ton. por km2.

Diez veces más que Brasil,  unas 7 veces más que Indonesia.

Finlandia, por ejemplo, que está en “el pelotón” de productores, registra en 2019, casi 800 mil toneladas de producción. Finlandia ronda los 5 millones de habitantes y unos 440 mil km2; por ende, su producción de celulosa ronda 2 toneladas por km2 (9 veces menos que Uruguay, si lo estimamos por superficie), y si la estimamos por población, no más de 7 k por hab… contra nuestros 900 k per capita.

Si ajustamos entonces las respectivas producciones de los países celuloseros, vemos que Uruguay es por lejos el país más sobrecargado con producción de celulosa en el mundo entero.

Ese tercer puesto de la tabla de ABTCP, entonces, es engañoso porque no registra la real incidencia de la producción sobre la vida cotidiana de nuestro país, ni nos orienta sobre su peso relativo y su influencia, sobre la vida (y la muerte) de sus habitantes, nosotros, por ejemplo, a partir de los desechos industriales que quedan.

Queda así patentizado el destino ajeno que sufre en este caso nuestro país. Si no hubiera otros tantos signos de lo que es la condición de país periférico, heterónomo, esta recarga desproporcional en la producción mundial de celulosa y en las secuelas que provienen de su producción, lo atestiguaría.

No pretendemos con eso excluir la responsabilidad del propio país en su condición de enajenado a intereses ajenos. A lo sumo, ver si situamos una de tantas problemáticas que nos condicionan, deforman, configuran… Porque todo país periférico y adaptado al mercado ajeno, cuenta con sectores a veces muy minoritarios, pero claves para semejantes relaciones.

Con todas las limitaciones del pensar por analogía, me voy a permitir un par de ejemplos que espero ilustren nuestra situación; esperemos que no nuestro destino.

En tiempos medievales, algunas cortes europeas se proveían de bufones “criados” por secuestradores o compradores de niños que situaban a los pequeños en, por ejemplo, jarrones.[2] Los cuerpecitos se iban  adaptando a la forma en que estaban alojados. A medida que crecían, se rompían los jarrones, los niños era realojados en nuevos más grandes para ir configurando cuerpos suficientemente deformados. Para ser “colocados” como bufones, por ejemplo, en cortes que los adquirían para risa y solaz de los cortesanos.

Un diáfano ejemplo de crecimiento heterónomo.

Hace no muchos años EE.UU. envió como su embajador de colonias a un tal James Cheek a la Argentina.

Con su tortuga extraviada, fue la comidilla entre los súbditos que ignoraban su condición. Con su simpatía, totalmente profesional, nos transmitió una imagen que grafica elocuentemente una relación de poder, hoy en día afortunadamente alterada por el avance de los derechos femeninos.

Cheek, encargado de defender y propagar los diversos derechos de pernada del imperio sobre sus colonias, hablando geopolíticamente dijo: ‘Argentina es como una adolescente de 16 años, muuuy bonita, que debemos auxiliar y guiar hacia su vida adulta.’

El sexo, la edad y el donaire que el embajador atribuye a “la chiquilla” son diáfa-nos para intuir la relación que el Sr. Cheek buscaba al cuidar a esa adolescente.

Las relaciones centro/periferia traducen hoy las viejas relaciones imperiales; en todo caso con un ajuste expresivo; centros económica, política o militarmente dinámicos se adueñan de palancas políticas o recursos económicos, jurídicos, mílitopoliciales, para asegurarse “los suministros” desde ese ancho mundo que no les es ajeno; la periferia.

Allí estamos nosotros, creyéndonos ombligo de algún mundo, pero haciendo de niño de los mandados, para que, por ejemplo, flotas pesqueras ajenas se lleven la riqueza ictícola de nuestras aguas territoriales, la agroindustria corporativizada, extranacional se lleve de nuestros campos su humedad en forma de porotos transgénicos de soja; la industria del papel se apropie de campos otrora de excelente calidad, por su irrigación, para agricultura y ganadería, alimentos sanos, para reconvertirlos en monocultivos forestales; el puerto de Montevideo, en algún momento un sitio pivot excelente, para dinamizar nuestra economía, devenido en asiento de redes privadas poco menos que inamovibles, fagocitando toda circulación de bienes para su exclusivo provecho despojando al puerto de su función benéfica para la economía local, nuestra.

Una total indefensión ante la contaminación. Más cierta complicidad por pasiva.

Todos esto, desde corporaciones ajenas a nuestra estructura económica, política y cultural local, que cosechan los beneficios que derivan a sus entidades matrices más las pequeñas comisiones para el “personal de apoyo” local.

Para el paisito, como ley de hierro, queda sólo el empobrecimiento y el envenenamiento progresivos.

notas:

[1]  fte.: ABTCP, Associaçao  Brasileira Tecnica de Celulose e Papel, 2019.

[2] Victor Hugo en El hombre que ríe se refiere a dicha “industria”.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Destrozando el sentido común, Nuestro planeta, Para salir del repollo, Poder mundializado, UruguayEtiquetado como contaminación ambiental, modernización, neoesclavitud

Neolengua covídea

Publicada el 13/04/2021 - 15/04/2021 por raas

Por Luis E. Sabini Fernández

Llamativo, aunque esperable, el auge de la neolengua con esta ofensiva para suprimir los contactos directos interhumanos, haciéndonos pasar toda relación a través de tamices, opciones preestablecidas, coladores, controles, registros cibernéticos, algoritmos y aplicaciones que se nos “ofrecen” para mejorar los contactos, los saberes, las calidades.

Es decir, para hacerlo “todo” mejor, y uno se pregunta sobre aquella sabia advertencia de Blas Pascal, “El hombre es medio ángel y medio bestia, y cada vez que pretende convertirse totalmente en ángel, se convierte, totalmente, en bestia.” Su dualismo cristiano le permitió tener semejante mirada.

Pero diversos optimismos han abolido esa mirada problemática y dialéctica: el optimismo tecnológico, encarnado en el American Way of Life, postulando el acceso al paraíso en la Tierra, cuyas plasmaciones se han revelado siempre pesadillescas.

Eso, dentro del optimismo burgués. Pero su presunta contracara, tan vigente a lo largo de los siglos XIX y XX; el socialismo, a su vez encarnado en experiencias como la soviética, nos mostraron igualmente los peligros de las excesivas buenas intenciones, y sobre todo, de la hybris del control absoluto. Con el estalinismo, el fascismo, el nazismo, y referentes máximos tipo Hitler, Stalin, Mao o Fidel Castro, de líderes que nunca se equivocan, hemos “cocinado” lo opuesto a lo pretendido.

Otra ideología prometiendo el bien absoluto, desplegada a lo largo del siglo XX con una mezcla de misticismo y socialismo materialista –que significativamente se conserva mucho menos cuestionada–, es el sionismo, hoy en día convertido en guía y referencia de algunos de los principales centros de poder planetario, como el Reino Unido y EE.UU., e Israel, obviamente.

El sionismo, que ha prometido el paraíso y la bienaventuranza a los judíos, forjando un infierno para los palestinos. Cumpliendo una vez más la advertencia de Pascal. Las consecuencias de todas estas ideologías de salvación han sido, son desoladoras. Unas han prometido la libertad más absoluta; otras la igualdad más radical. De todas ellas extrajo George Orwell su neolengua articulando un lenguaje del que nos presentó ejemplos, como aquel de que: “todos los animales son iguales, aunque algunos son más iguales que otros”. Estos antecedentes de la modernidad son preocupantes.

¿Estamos fuera de ellas o por el contrario resurgen con nuevos ropajes? Como bien amojona Aldo Mazzucchelli, (1) el nuevo siglo, el XXI, empieza en febrero de 2020, con la implantación de ese reinado de lo mediato, con la supresión de lo directo, lo afectivo. Y lo mediado, a través de artilugios electrónicos. Es la suspensión, o más bien la erradicación del diálogo humano, que a trancas y barrancas, caracterizó siempre a la especie; a la humanidad, como se dice habitualmente.

Desde febrero de 2020 con una pandemia decretada en “las alturas” y un miedo generalizado consiguiente, el diálogo, tan vapuleado y menospreciado por los selfmademen y por el rigor “objetivo” de los proyectos socialistas (que necesitaban hacerse, no discutirse), desapareció ahora sí, como proyecto explícito, del tejido social o fue limitado a espacios intersticiales.

Se impuso, se trató de imponer, con suerte variada, una realidad oficial como “nueva normalidad” al servicio, claro, de las mejores intenciones. Es difícil, por ejemplo, encontrar “textos de autor” más buenos que los de Bill Gates, arquetipo de filántropo contemporáneo. Hacer el bien, incondicionadamente, poniendo “toda” su fortuna y su empeño en ayudar a los pobres, los débiles, los marginados, ese otro mundo… tan ajeno al del filántropo.

Alguien se puede permitir dañar únicamente si lo hace al servicio de las mejores intenciones. Solo munidos de la mayor excelencia imaginable se puede exterminar nativos de una tierra, torturar elementos considerados subversivos; solo un “enviado” de algún dios, totalmente convencido de su bondad y de la bondad de su presunto creador, se podía permitir echarle plomo derretido en las cuencas de los ojos de un negacionista, un incrédulo, un hereje, que no “veía” la verdad. Eso, en tiempos inquisitoriales.

Ahora no se usa plomo: soldaditos norteamericanos que llevaban a Vietnam en su mochila coca-cola –como si fuera “lo más”– junto con la democracia, se permitían incendiar todos los bosques locales para quemar vivos a los guerrilleros allí escondidos.

Solamente un Padre amantísimo le hacía confesar a casi toda la vieja guardia bolchevique que tenían que aceptar la responsabilidad por delitos varios –la mayor parte inexistentes– porque era la forma de preservar la pureza, la solidez, la verdad del partido que habían forjado juntos. Ad maiorem PC gloriam.

Así, nuestros más neutros periodistas y comunicadores, brindándonos sus mejores perspectivas, nos ofrecen una pujante neolengua según la cual postulan, esperan, ansían un “pasaporte sanitario”, para reponer, dicen, “la libertad”. Portación obligatoria de vacunas (tradicionales o génicas, poco importa) contra o sobre Covid 19 para poder trabajar, ir al teatro, viajar, estudiar… en fin, ¿por qué no para salir a la plaza o a la frutería?

Nuestros periodistas a sueldo –a veces privilegiados económicos de los medios de incomunicación de masas–, nos aclaran que así evitaríamos toda limitación a nuestras libertades y alcanzaríamos la ansiada normalidad perdida.

Claro que estos periodistas, a menudo progresistas, no nos dicen que esa presunta libertad tiene que ser pagada con recibir una vacuna de la cual, lo menos que puede decirse es el diálogo de dos ratones: ¿Te vas a vacunar? –¿Estás loco?, ¿no ves que los humanos todavía están experimentando? (2) Esa nueva normalidad quiere imponerse mediante un pasaporte sanitario. Con una vacuna que fue hecha apresuradamente y significa, objetivamente el mayor negocio de la Big Pharma en las últimas décadas.

¿Cómo podemos evitar la sospecha que la problemática pandemia de la cual no se conoce ni la magnitud de los muertos reales, no fue nada más que la excusa de un gran negocio, o, aún algo más probable; la palanca de un enorme poder cuyo alcance no tiene antecedentes?

Para rematar la neolengua, se sigue hablando de que la vacuna es voluntaria. Hay una sorda impresión de que es verdaderamente resistida aunque oficialmente poco y nada se menciona en los corrillos mediáticos del periodismo televisivo.

Claro que es voluntaria, faltaba más, pero sin vacunarse nuestros paniaguados periodistas sólo nos ofrecen la parálisis y el aislamiento.

notas:
1) “El año que quisieron editar lo real desde arriba”, eXtramuros, Montevideo, marzo 2021.

2) Afortunadamente cada vez hay más médicos y profesionales de la salud que concluyen que es más dañino, y por lo tanto menos hipocrático, vacunarse que atender directamente el contagio con recursos médicos: medicación contra trombosis, por ejemplo. Véase los aportes y planteos de Thomas Dalton, Máximo Sandín, Luc Montaigner, A. Martínez Belchi, Christian Carrera, Nick Kollerstrom, Yanny Gu, Pablo Goldschmidt, Reiner Fuellmich, Joseph Mercola y tantos otros, amén de pensadores y analistas sociales como nuestro Hoenir Sarthou, Jeremy Hammond, Michel Chossudovsky, Mike Whitney, Vandana Shiva y una enorme cantidad de cabezas pensantes y voces literalmente acalladas en los medios masivos, los recintos institucionales y hasta en algunas trincheras culturales, otrora críticas y rebeldes, por lo visto totalmente cooptadas por nuestros “benefactores” pandémicos.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org

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Publicado en Ciencia, Conocimiento, Cultura dominante, Destrozando el sentido común, General, Medios de incomunicación de masas, Narrativa, Poder mundializado, Política, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideologíaEtiquetado como American Way of Life, Blas Pascal, Fidel Castro, Hitler, nazismo, optimismo burgués, sionismo, Stalin, stalinismo

COVID 19: La medicalización de la sociedad

Publicada el 04/12/2020 - 29/12/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Tenemos una declarada pandemia que colorea todo el planeta con un problema nuevo.

Las pandemias históricas justamente no son un problema nuevo. Lo que ha sido nuevo ha sido el establecimiento de cuarentena sobre población no enferma, ni siquiera sospechable o candidata a. En casi todo el planeta. Ese rasgo configura, realmente, un problema nuevo, una pandemia sui generis.

Lo decretado por la OMS como pandemia y su peculiar tratamiento ha revelado rasgos sociales básicos.

En primer lugar, el cambio de naturaleza de la OMS: una organización pública engendrada por organismos públicos −estados− financiada y orientada desde organismos privados, como laboratorios y fundaciones…, es decir, de hecho privatizada. En la órbita de las empresas transnacionales (farmacéuticas) y apenas formalmente en la de los estados nacionales.

Otro aspecto, ya no organizativo y político sino social y psíquico, es que volvemos a ver al miedo como gran consejero de nuestros comportamientos.  Y la OMS se ha dedicado a insuflarlo cotidianamente. Dando cifras de muertos, contagiados y cuarentenados. Ha sido sobre la base de sus propios informes y autoridades científicas  conexas que se ha logrado implantar en la mayor parte del mundo una cuarentena sobre la población sana.

En base a una enfermedad virósica de aparentemente muy alta contagiosidad aunque baja mortalidad. Los agoreros anunciaron la muerte de decenas de millones de humanos en los primeros meses; al día de hoy, estamos muy lejos de eso y  la mortalidad sigue rondando el 2% (algo más que la gripe común, que se estima en el 0,5% y algo menos que la mortalidad de las neumonías, que anda más próxima al 8%).

Se ha evitado toda información que integre los datos del Covid 19 con el de otras enfermedades, que sin embargo, también siguen provocando morbilidad y mortalidad humanas y expandiendo lo que hoy, con el avance de la desocupación, se denomina el precariado mundial…

Cada vez hay más estudiosos, sanitaristas, que consideran que es mayor el perjuicio provocado por las medidas de respuesta a la pandemia –aislamiento, suspensión de actividades y relaciones económicas y de sustento, suspensión o bloqueo de otros tratamientos médicos, de actividades pedagógicas y socioafectivas, tensión y sobrecarga psíquica como consecuencia de los aislamientos− que el perjuicio directo de la llamada pandemia.

También el desconocimiento inicial de su enorme contagiosidad hizo dar palos de ciego. Y hay quienes insisten que ése es su peligro; una enfermedad  tipo “pez diablo”, que dispara falencias del cuerpo contagiado, a veces  con desenlace mortal. Pero allí, el quid está en la falencia del cuerpo contagiado. Por eso es tan falaz invocar que este virus es “democrático”, alcanza a todos…

Hoenir Sarthou en sus notas semanales en Uruguay sostiene que tenemos que ver esta declarada pandemia, bajo un cuádruple eje: financiero, sanitario, mediático y represivo.

Y Heiko Schöning, médico alemán fundador de Médicos por la Verdad, afirma a su vez que ésta es una pandemia de índole política, no médica.

Desde antes del Covid 19 se percibían rasgos crecientes de medicalización de nuestra sociedad y al respecto nos ha señalado el filósofo Iván Illich: » «La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad».[1]

Y a la vista de esta declarada pandemia Giorgio Agamben nos advirtió que: «se está convirtiendo en el campo de batalla de una guerra civil mundial.” Aunque el concepto de “guerra” nos lleve a pensar en el uso generalizado de armas, las secuelas que se están gestando y consolidando nos hablan de transformaciones propias de una guerra civil, aunque sin empleo de armas tradicionales; tan significativos resultan los trastornos que estamos observando.

Esta mezcla entre política y salud (o enfermedad) da pie a muy problemáticos planteos. Por más que se haya encarado una muy saludable reacción a encontrar conspiraciones en todas partes, los sesgos que entendemos que se ven claramente en las políticas institucionales establecidas ante la pandemia, dan pie a, por ejemplo, un documentado trabajo de Ron Unz, periodista y editor estadounidense, que ha analizado con detalle la siguiente secuencia:[2] laboratorios estadounidenses investigando sobre biología sintética (formadora de las llamadas quimeras mediante ingeniería genética) para aplicarlas a la guerra biológica; han logrado diseminar partículas infectadas en Wuhan, mediante una delegación militar que fue allí por certámenes deportivos en 2019, oportunidad en que alguien o algunos de la delegación hicieron el “sembrado” en el momento pico de flujo de personas; poco antes del Año Nuevo Lunar chino, con población desplazándose de un lugar a otro del país. El régimen chino logró domeñar la expansión de la patogenia, que parece francamente reducida en toda China, mientras las cepas diseminadas se filtran hacia Occidente, donde sociedades como la de EE.UU. o Italia, por ejemplo, son tomadas por sorpresa y sus autoridades sanitarias encaran con ignorancia el problema produciendo algo cercano a un colapso económico, sanitario y hasta político.

¿Podemos decir que la visión de Unz está totalmente alejada de la realidad, que es meramente conspiranoica? Las investigaciones sobre quimeras son atrozmente ciertas.

Mientras no se hagan “bien las cuentas” de los muertos y no se reconozca que contagiados sanados son un plus, no un minus, no estaremos acercándonos con claridad  a la realidad.

Sostiene el biólogo español Máximo Sandin, que la historia médica oficial está sesgada ideológicamente para ver “la lucha contra la naturaleza”, no nuestra asociación y dependencia de ella, por disponer de “una concepción competitiva de una Naturaleza poblada de enemigos que domina la biología desde hace 200 años.”  Como dice Sandin, “los virus están en nosotros, protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma.” [3]

Al parecer la competencia darwiniana ha dominado el imaginario biológico y sanitario más que el asociacionismo kropotkiniano.[4]

Quiero rematar estas líneas con una afirmación, que desecha, una vez más, lo conspiranoico como hilo conductor: los palos de ciego dados durante estos 8 o 10 meses alrededor del ¿qué hacer? con el Covid 19 nos muestran claramente que la ignorancia guía (o desnortea) nuestros pasos. Basta ver la cantidad de avances y retrocesos, de vueltas y revueltas que las autoridades investidas para enfrentar la llamada pandemia han tenido: barbijos, sí; barbijos, no; barbijos a la intemperie, barbijos en habitaciones cerradas; vacunas o inmunidad natural, distancias de uno, de metro y medio, de dos metros; que los niños no contraen Covid 19, que son los más expuestos…

La definición de la OMS de pandemia es peculiar, lo mismo que las definiciones de enfermos o muertos por el Covid 19.

Los simulacros antipandémicos previos son por lo menos llamativos.

La recurrencia −de la que tan nítidamente se burla Máximo Sandin (ibíd.)− a los murciélagos, que han devenido el deus ex machina de todos los brotes epidémicos de los últimos años, nos haría reír si no fuera asunto tan grave.

La política informacional nunca muestra los muertos por todas las causas y siempre los del Covid 19; al margen de su definición sesgada, si se mostrara la mortalidad multicausal de cada sociedad, se debilitaría el concepto de pandemia Covid 19 o al menos el miedo consiguiente.

Porque una pandemia, para que merezca el nombre de tal, tiene que ocasionar muchas más muertes que la mortalidad “normal”. Y esa cuenta, cuesta hacerla…

Sobre vacunas, que suelen procesarse en por lo menos 8 años, y se están procesando para “poner en el mercado” en 8 meses,  prefiero no abrir juicio; anoto esto nomás.

notas:

[1]  Némesis médica. La expropiación de la salud, Barral, 1975.

[2]  https://www.unz.com/runz/american-pravda-our-coronavirus-catastrophe-as-biowarfare-blowback

[3]  https://ecotropia.noblogs.org/files/2020/05/Coronavirus-sobre-asesinos-y-estrategias.pdf

[4]  A fines del s. XIX y comienzos del XX, Piotr Kropotkin recopiló datos de integración biológica entre  especies, confrontando con el darwinismo, entonces, como ahora, dominante. El apoyo mutuo, 1902.

Publicado en Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedadEtiquetado como Covid-19, Ivan Illich, Máximo Sandin, OMS, Organización Mundial de la Salud, precariado mundial

Covid 19: ¿engendro natural o político?

Publicada el 09/08/2020 - 09/08/2020 por raas

Luis E. Sabini Fernández

La búsqueda de factores políticos como desencadenantes de la llamada pandemia del covid 19 parece haberse agotado a la luz de la expansión del covid 19 en los más diversos países con gobiernos tan disímiles entre sí. Y con ello retoma fuerza la Navaja de Occam, aquel razonamiento, longevo, basado en buscar la simplificación de causas o factores que expliquen un fenómeno dado.

En primer lugar, ninguna teoría conspirativa logra dar cuenta del asentamiento de la plaga en prácticamente todas las sociedades del planeta. Por cierto, sigue habiendo un abismo en cómo puede golpear la epidemia en sociedades con necesidades cubiertas y buena asistencia médica, y en sociedades diezmadas por el saqueo planetario.

En todo caso, para mantener la explicación conspirativa habría que complementarla con el juego del aprendiz de brujo, porque se han desencadenado daños en una forma que escapa a cualquier plan inicial. Y esto se nota, particularmente, en los despliegues conspiranoicos que persisten en interpretaciones cada vez más circulares, alimentándose a sí mismos, con prescindencia creciente del estado de situación general, de la realidad, en suma.

La mera existencia de proyectos de biología sintética en vías de realización explica ya que no legitima todo sesgo conspirativo. Las declaraciones ingenuas de los técnicos de la ingeniería genética en el cambio de siglo, asegurándonos que ‘no nos vamos a conformar con andar cortando y pegando genes; con esta técnica en nuestro poder, podremos finamente construir seres, quimeras [sic] especies perfectamente elegidos por nosotros’. (1)

‘El desarrollo de los acontecimientos’, como el que acabo de reseñar me lleva a pensar que el error humano, la ignorancia y otras cualidades no muy edificantes que caracterizan a los humanos, han ido tomando el rol protagónico.

Pero aun desbrozando así el panorama, y desechando buena parte de nuestra hipótesis primera (2) quedan varios huesos por desollar. Sigue en pie el curioso periplo de la plaga: primero en China, en una ciudad epicentro de investigaciones de ingeniería genética, luego en Irán y en tercer término el norte italiano. Lo que no sabemos es si ésa fue trayectoria del vector patógeno o si apenas fue la que llegó a los medios de incomunicación de masas (salteando puntos geográficos tratables como irrelevantes).

Si buscamos los rasgos dominantes de esta situación que atraviesa cada vez más a todo el planeta, tenemos que examinar la calidad informativa; el peculiar alcance, sin precedentes, de las medidas y el examen de la posible relación de este acontecimiento con la política en general (o viceversa). Pero antes de hincar el diente a tales asuntos, entiendo merece una consideración la comprensible reacción anticonspiranoica que encarnan referentes intelectuales y mediáticos, empeñados en eludir toda irracionalidad.

Veamos en primer lugar, la nota de Fred Fuentes como base de análisis por la claridad de sus presupuestos: “Comprender la pandemia de teorías de la conspiración”. (3) Queriendo evitar, comprensiblemente esta nueva, insidiosa pandemia, F. F. nos sitúa en un campo político sin mácula, sin secretos, sin conjuraciones, que hará la delicia de la derecha democrática, pero que intuyo es tan ajeno de realidad como algunas interpretaciones conspiranoicas.

Nos dice F. F.: “importantes minorías creen en teorías como la de que los atentados terroristas del 11 de septiembre fueron un «trabajo interno»” F.F., por lo tanto, da por hecho que lo de las torres gemelas de 2001 fue un trabajo de Atta (afortunadamente identificado porque su pasaporte estaba entre los escombros), o de Bin Laden (¿justicieramente ejecutado por EE.UU. o acallado mediante ejecución mafiosa?).

Me temo que si F. F. ve el mundo así, con Attas y Osamas protagonistas, podrá ver y percibir la legalidad imperante, pero no la realidad tal cual es.

Una mirada que procura no ser cándida no puede dejar de preguntarse el porqué de las 12 o 15 horas de espectáculo continuo con las torres incendiándose y los aviones estrellándose. Si se monta un espectáculo es tarea mínima reconocer la tramoya, y a los tramoyistas. Observar, por ejemplo, la hora de los atentados, con las instalaciones todavía casi vacías, salvo personal de guardia y de servicios. ¿O es que los sucesivos gobiernos de EE.UU. no han llevado nunca a cabo atentados de falsa bandera? (como el del Maine, p. ej.).

Lindando con la falsa bandera: hay muchos elementos que abonan que el ataque japonés a Pearl Harbor fue real, pero perteneciendo al viejo capítulo de las celadas, tan habituales en las artes militares, en este caso la adecuada razón que los dirigentes estadounidenses estaban esperando para vencer todo escrúpulo abstencionista.

Análogamente, hay que explicar el “pensamiento” de los titulares de “The Project for the New American Century” redactado por la crema de la intelectualidad estadounidense ligada a su poder político (una veintena de intelectuales, entre ellos los Kagan (Donald, Fred y Robert), Paul Wolfwotiz, William Kristol, Thomas Donelly, denominados a menudo “neoconservadores”), que en setiembre 2000, doce meses precisamente antes de lo acontecido con las Torres Gemelas, escribieran y firmaran el documento “Rebuilding America’s Defenses”, donde enfatizan la necesidad de volver a tener una disposición militar, armada, plena, que los últimos tiempos habrían ablandado o aquietado.

Los firmantes observan ese distanciamiento del estado actual de las fuerzas armadas respecto de un óptimo perdido, y que “el proceso de transformación, aunque venga a través de un cambio revolucionario, va a ser probablemente largo, salvo (que sobrevenga) un acontecimiento catastrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbor. La política interna y la orientación industrial tomarán el ritmo y el contenido transformador tanto como los requerimientos que surjan de las misiones en curso.” (4) Para recuperar la mejor y mayor preparación para la guerra.

Pero hay muchos otros ejemplos de inducir la guerra presentándose como víctimas: ¿cuál es el papel de los mistarviim en las artes marciales israelíes? Se trata de militares severamente entrenados por el ejército israelí para camuflarse dentro de la sociedad palestina; la lengua, la usanza, la vestimenta y poder actuar así, tranquilamente, entre palestinos. Sin despertar recelo: llevar una camioneta averiada a un taller de reparación, conversar con el mecánico de la nana del vehículo, concertar trabajo y plazo y retirarse amablemente. Veinte minutos después, la camioneta, el taller, sus trabajadores, casas cercanas, volarán por los aires despedazados por los explosivos dejados en la camioneta.

La interpretación de F. F. nos lleva a un mundo feérico, de poderes cristalinos, que, entiendo, nos aleja tanto de la realidad como las obstinaciones conspiranoicas. Pero como lo conspiranoico parece haber entrado en crisis, luego de un auge probablemente sin precedentes en los últimos años, bueno es examinar algún otro análisis de lo que se ha ido produciendo y expandiendo en la ola de chequeado de noticias falsas, desmantelamiento de la avalancha de desembarcos de alienígenas, destripamiento de claves reveladoras del tipo más diverso; esotéricas, religiosas, medicinales…

Un artículo de Kathryn Joyce (5) acerca de “cómo el filántropo multimillonario Gates desplazó a (George) Soros como el cuco mayor (“El hombre de la bolsa”) de la derecha política” desmonta una serie de acusaciones sobre Bill Gates, contextualizando algunas de sus frases que fueron presentadas literalmente pero sin dar los fundamentos presentados por Gates, con lo cual tales dichos se convirtieron mediáticamente en “la prueba documental” de su monstruosidad genocida.

Joyce desmonta así diversas acusaciones contra Gates y la filantropía, pero tiene a la vez la lucidez de advertir los vericuetos por los cuales esas acusaciones toman tanto vuelo.

Nos recuerda las veces en que, efectivamente, los saberes médicos fueron usados para menoscabo de “los nadies”; frenar los nacimientos mediante la esterilización de mujeres, generalmente pobres, indias, negras, que ignoran el tratamiento a que han sido sometidas (generalmente so pretexto de asistencia y control ginecológico). Ejemplos son los que sobran, aunque Joyce apenas dé lo acontecido en Puerto Rico que a lo largo de la primera mitad del siglo XX las autoridades de la ocupación esterilizaran alrededor de un tercio de las madres portorriqueñas. Tenemos que agregar que la misma política fue usada desde su ocupación con el archipiélago de las Hawai: al desembarcar los estadounidenses estimaron su población en un millón de nativos; hacia el 2000, el archipiélago consta de dos millones de habitantes; un millón de norteamericanos y un millón de nativos. “Maravillosamente”, la población local se ha mantenido en el mismo número.

Las autoridades “sanitarias” estadounidenses llevaron adelante campañas de esterilización de población nativoamericana en Bolivia, por ejemplo, política con un fuerte perfil racista, como el que tuvo lugar cuando Israel procede a la recepción de judíos africanos, negros −los falashas etíopes−, y años, después surgirá la pregunta de muchas mujeres de ese origen de porqué tan, pero tan pocos nacimientos. Una vez más, bajo la excusa de controles sanitarios y asistencia, se practicaron esterilizaciones masivas sin dar cuenta de ellas… (6) Un brutal ejemplo que ‘el racismo es más fuerte’ que los vínculos religiosos…

Nuestra autora recuerda incluso otros penosos episodios que dan pie a la enorme desconfianza hacia las verdades médicas oficiales: el experimento fríamente llevado a cabo de 1932 a 1972 (repárese en las fechas: desde poco antes de los experimentos de mejora racial de los nazis a mediados de los ’30 y prolongándose más allá de vencida la segregación escolar en EE.UU. a mediados de los ’60) en Tuskegee, Alabama, EE.UU. con población negra contagiada con sífilis y seudotratada para examinar las fases de la enfermedad sin uso de medicamentos.

Podríamos agregar muchos más ejemplos para entender las razones de la resistencia a las ayudas reales o ficticias que ofrece el mundo desarrollado a “los nadies”. Como único ejemplo, recordemos “el razonamiento” de Larry Summers sobre la justeza moral de volcar los desechos contaminantes en el Tercer Mundo. (7)

En resumen, Joyce desmonta las acusaciones puntuales, apuradas, con datos mal comprendidos sobre la política de Bill Gates, por ejemplo, pero a la vez advierte el sentido general, estructural, de tales impugnaciones desde los habitantes ajenos a los circuitos del poder que han sido demasiado a menudo maltratados, discriminados, usados, engañados.

Que es lo que ha dado lugar a tanta suspicacia y desconfianza. El error, empero, es formular tales rechazos sobre la base de acusaciones simplificadas, falsas.

Pero que las redes que controlan las fake news se alegren con “pescar” tales mentiras es magro consuelo cuando toda una historia de relaciones asimétricas pone casi siempre en el mismo lugar a los explotadores y aprovechadores de un lado y a los expropiados, contaminados, intoxicados y malgastados del otro. Volviendo a la pandemia que al menos nos gobierna desde los dispositivos gubernamentales. Hay muchos puntos inexplicados. Y por razones análogas a las que hemos estado examinando, hay razones para la desconfianza

¿Por qué la información ha resultado tan mala, grosera, espectacular? Como si las únicas muertes de la humanidad fueran a causa de “la pandemia”.

Hasta ahora, la historia de la humanidad ha empleado muchas veces cuarentenas. Pero ésta es la primera vez que no se la aplica a enfermos o población pasible de estar enferma, sino a toda la población. De cada país, en casi todo el planeta (con muy pocas excepciones, como Suecia, Bielorrusia y con muy pocos casos, por ejemplo, Uruguay).

Estos rasgos que acabamos de señalar, nos hace pensar que existe, ha existido una política. No por cierto la torpe y de contragolpe de Donald Trump o la de Boris Johnson.

Pero sí sabemos que existen intensas investigaciones en algo tan temible como la biología sintética; un paso de siete leguas a partir de la ingeniería genética. Por ejemplo, en noviembre de 2015 la RAI emitió un reportaje televisivo, “TG3 Leonardo”, dando cuenta de dicha investigación, precisamente en laboratorios de máximo nivel en Wuhan. El periodista aclaraba entonces que tales descubrimientos solo se estaban “utilizando como objeto de estudio en los laboratorios a puerta cerrada» aunque cuestionaba, con buen tino, el peligro de la investigación: «¿Vale la pena correr el riesgo, creando una amenaza tan grande, solo para poder examinarlo?» (8)

También sabemos que existe una fuerte relación entre la OMS y algunos grandes laboratorios de alcance mundial. Y que, por ejemplo Bill Gates contribuye al presupuesto de la OMS mucho más que la mayoría de los estados (y ya sabemos, o deberíamos saber, que la mayor contribución es también la mayor influencia…)

Y viviendo como vive hoy la humanidad un fuerte proceso de derechización política, es decir la búsqueda de comportamientos rígidos, autoritarios, nos preguntamos si las disposiciones ante la declarada pandemia no es sino una política para lograr “una nueva normalidad”. Todo más bajo control; terminar con ese caldo de actividades mentales ingobernables en que había devenido la internet, que tanto preocupaba a un referente del poder mundializado, Zbigniew Brzezinski.

Registramos que se ha desencadenado una política de bloqueo de mensajes, que empieza, como siempre, sensatamente, desautorizando los más penosos mensajes para alienígenas, pero deslizándose insensiblemente al control del pensamiento y la palabra. La política ante la pandemia ha seguido, como no podía dejar de pasar, los lineamientos que los poderes centrales −la globocolonización, como con acierto la bautizadara Frei Betto− han ido pautando para el globo en que vivimos.

Si la globocolonización ha profundizado la agroindustria con su consiguiente contaminación; la ingeniería genética, rebautizada de modo más eufónico como biotecnología se desarrolla viento en popa para mejor adueñarse de las dimensiones biológicas del mundo; la tecnologización ha servilizado a la ciencia; la financierización ha hecho lo mismo con la economía, para mejor controlar los resortes del poder en la alimentación, en los recursos energéticos, convirtiendo a los bancos en los santuarios de este nuevo culto, si la comunicación, la intercomunicación está sagazmente bajo la influencia de una creciente masa informacional de la cual cada vez cuesta más calibrar, ponderar, enjuiciar; si el miedo y su manejo resulta decisivo construyendo nuestras conductas, ¿por qué la aparición de un patógeno que en los contados casos en que se ha dimensionado no parece ser más mortal que algunas otras gripes (y si lo fuera, no se ha suministrado la correcta información comparativa para evaluarlo), por qué ese virus iba a escapar a aquella línea general de nuestro presente?

El afán del serenísimo Fuentes de presentar un mundo-todo-legal, todo-a-la-vista es, en rigor otra falsedad. Y por ello no nos ayuda a comprender la realidad ni a combatir las múltiples, polifacéticas injusticias. Y el de Joyce desnudando las bases falsas de lo conspiranoico, al mismo tiempo nos recuerda que el mundo-tal-cual-es, con conspiraciones o sin ellas, regido por los grandes consorcios y fuerzas imperiales no es menos sórdido. Queda en pie la conciencia crítica irreductible.

notas:
1) Esteban Hopp, investigador de Monsanto, en foros temáticos durante la implantación de soja transgénica en Argentina, años 1998 o 1999. A la soberbia del planteo, hay que agregarle la actitud de autocomplacencia que campeaba en sus palabras…
2) Véanse “COVID-19: miedo, calidad de vida, pánico, profilaxis… extraño bamboleo”, 30 mar 2020, y “Conspira-virus, una vuelta de tuerca para restaurar la fe en la ciencia”, 4 jun 2020, ensayando un desmarque ante el cientificismo para evitar la disyuntiva conspiracionismo vs. cientificismo.
3) Publicado originalmente en Green Left, traducido por www.rebelion.org, 7 jul 2020.
4) Subtítulo del paper citado: “Strategy, Forces and Resources For a New Century”.
5) “The Long, Strange History of Bill Gates Population Control Conspiracy Theories”, https://www.typeinvestigations.org, 12 mayo 2020, EE.UU.
6) Esa política alcanzó incluso al Uruguay, un país muy alejado de toda “explosión demográfica”, dentro de los planes estratégicos madeinUSA para el control de la natalidad.
7) Siguiendo la máxima utilitarista que el bien es siempre el bien para el mayor número, Summers explicaba que la basura contaminante tarda décadas en generar cánceres. Que asolarán a la población mayor en contacto con ella. Pero dado que la población de la periferia planetaria llega a vieja mucho menos que la de los países “avanzados” (porque mueren mucho más “en el camino”), depositar allí en “esos” países desechos contaminantes terminarán afectando mucho menos población; irán contrayendo cánceres pocos, que lleguen a ancianos… tanta seudoexactitud aritmética resulta hasta difícil de formular, tal es su degradación ética… Memorando del Banco Mundial para la «Cumbre de la Tierra Eco 92», Río de Janeiro, 1992.
8) https://www.redaccionmedica.com/virico/noticias/coronavirus-el-origen-del-covid-19-esta-en-un-laboratorio-chino-en-2015

Publicado en Argentina, Ciencia, Conocimiento, Poder mundializado

Corte Penal Internacional: ¿enjuiciar crímenes de lesa humanidad o programar acuerdos interestatales?

Publicada el 06/07/2020 por ulises

DERECHOS DE LOS PUEBLOS, SOBERANÍAS DE LOS ESTADOS

por Luis E. Sabini Fernández –

La CPI fundada en el cambio de siglo (se inician instancias en 1998 y se concreta un estatuto de funcionamiento en 2002) vino a resolver zonas de derecho que la ONU no había logrado despejar.

El mundo vio que a lo largo de la segunda mitad del s XX, con la ONU, una serie de violaciones se escabulleron de los marcos de la organización internacional que en 1945 se suponía iba a evitarlos. Pensemos en la atroz Operación Djakarta (1965), en la campaña del gobierno argelino contra el FIS (1995), en la limpieza étnica de la etnia hutu contra la de los tutsis en Rwanda (1994),…

La CPI se concibe entonces como el instrumento adecuado para tratar de juzgar a personas acusadas de cometer ‘crímenes de genocidio, de guerra, de agresión y de lesa humanidad’.

Sin embargo, pese a las expectativas, el decurso de la CPI durante estos años del s XXI ha sido más bien deslucido.

Mejor dicho, había sido más bien deslucido. Hasta que en enero del corriente año la CPI decidió considerar los crímenes de lesa humanidad habidos  desde principios de siglo en Afganistán (invasión militar de EE.UU., en 2001), devastando al país, generando, por ejemplo, una emigración desesperada que se estimó en 4 millones de habitantes, la cuarta parte de su población, imagínese la magnitud del arrasamiento), y , a la vez, considerar lo acaecido  en territorio palestino, su población despojada, diezmada y asesinada inmisericordemente por el Estado de Israel.

Estos dos pasos significan “meterse” con EE.UU. e Israel, nada menos.

Desde entonces, han sobrevenido una serie de advertencias, amenazas, desplantes.[1]

Buena parte de las fricciones con apenas los comienzos de investigaciones, tanto en el caso afgano como en el palestino; ponen a prueba el sentido y existencia de la CPI.

 

ONU, CPI cuidan la justicia, pero ¿para quiénes?

Procuremos aproximarnos al estado llamemos filosófico de la cuestión.

La discusión para otorgar o negar jurisdicción a la CPI gira alrededor de si, por ejemplo, en el caso palestino, existe un país, un estado, demandante y por lo mismo potencial receptor de una sentencia reparatoria de lo que la CPI juzgue apropiado.

Los argumentos así van y vienen; sobre la existencia presunta, virtual, real, ficticia de un estado palestino (y si, p. ej., tal no existe porque precisamente la política del EdI coarta todo esfuerzo de reconocimiento de tal).

Cabe recordar que cuando en 1947 la flamante ONU, orquestada desde EE.UU. con la victoria “aliada” en la Segunda Guerra Mundial, encara el destino de Palestina (cuatro siglos bajo domino otomano y con la inminente derrota turca, desde 1917 “administrada” por el Reino Unido, que  con la Declaración Balfour revelará el proyecto de entregar dicho territorio a la entidad judía sionista a través del  Barón de Rothschild, pese a la resistencia encarnizada  −con miles de muertos sacrificados en esa resistencia− de la población palestina que sentía así cómo era despojada de su territorio, de su país.

Entonces, se planteó la misma discusión en la UNSCOP (Comité de la ONU para la cuestión palestina, por su sigla en inglés) en 1947 que ahora con la CPI. Jorge García Granados, jurisconsulto “de abolengo jurídico” guatemalteco, y figura clave entre los elegidos por EE.UU. para orientar el destino de Palestina, fijó nítidamente la línea. Valido de su nombradía se permitió escribir todo un libro The Birth of Israel [2] en idioma inglés sin siquiera en un pasaje distinguir, conceptualmente, judeidad, sionismo e israelidad.

Ese penoso hándicap intelectual, como era previsible, no enriqueció ni matizó su visión, antes bien lo confirmó en su incondicionalidad al servicio del sionismo. Por ejemplo, contemporizando con los terroristas judíos, que llegó a entrevistar reiteradamente, tanto era su embeleso.

JGG, en la UNSCOP, examinando qué hacer con las tierras que el Imperio Otomano derrotado, cedía, apostrofa: “Los árabes sostenían que Palestina fue cedida a la parte interesada: la población del país, para ellos. Pero el artículo 1 del Tratado de Lausana [el del reparto de los territorios turcos despojados] establecía la renuncia de los turcos a todos sus derechos. No existe ninguna referencia que sugiera la cesión  en favor de los habitantes […] Si buscamos una interpretación en los principios generales del derecho internacional, nos hallamos con que solo los estados soberanos pueden ser sujetos de derecho internacional. Los individuos y los pueblos que no gozan del estatuto legal de gobierno soberano sólo pueden ser objetos del derecho internacional.” [3]

Observe el lector que es una magnífica defensa del colonialismo y el imperialismo: bantúes, mayas, rohingya, zulúes, cheyenes, navajos, charrúas, mapuches, muor, nung, cheroquis, kalakalpacos, inuit, saharauis, yanomamis, jíbaros, arawak, abjasios, osetios, los habitantes ancestrales de todas las tierras del planeta carecen de derechos propios; son transportables, negociables, y ‘si no hay más remedio’, sacrificables.

El doctor en leyes, guatemalteco, latinoamericano, sabía bien de qué hablaba, particularmente en un país con mayoría absoluta indígena, es decir en un país donde la condición de ocupante de los europeos era más patente…

El universo jurídico que expresa este autor, que es el que le importa a EE.UU. al Reino Unido y a Israel, es el de las figuras jurídicas.  Lo que considere “la población árabe” respecto de su propio destino lo tiene sin cuidado; los seres humanos somos objetos del derecho internacional; son los estados los sujetos.

Por eso, el interés de Trump de no aceptar la personería jurídica a un (más presunto que real) estado palestino que la ONU finalmente concediera.

Con la aprobación de la ONU, la CPI entendió legítimo encarar estas violaciones a los derechos humanos. Tanto las violaciones palestinas sobre Israel e israelíes, como las violaciones de israelíes a palestinos y a Palestina. Es por esto que “ardió Troya” cuando la fiscal de la CPI, Fatou Bensouda, habilitó ese procedimiento (el caso afgano es más sencillo, porque lisa y llanamente EE.UU. invadió un estado constituido).

Mirado con mínima ecuanimidad se ve que el daño israelí sobre la sociedad palestina es devastador y el daño palestino sobre Israel es incomparablemente menor.[4]

La CPI ingresa entonces  a la liza con el punto de la estatalidad palestina. Discusión entre estados. Que Israel procura rehuir, negándole ese estatuto a los palestinos.

Eso significa de todos modos, que no sólo la ONU no es sede para reclamo de pueblos del tercer y cuarto mundo, tan a menudo despojados; tampoco la CPI se arroga ese ámbito.

Los palestinos han tenido un calvario de bastante más de un siglo y, como dice Mads Gilbert, el médico noruego que los ha asistido en algunos campamentos y está maravillado por su enorme capacidad de resistencia, Palestina existe y la CPI podría significar un paso hacia su reconocimiento como entidad, eso que la prensa occidental en general les ha negado durante décadas.

Pero a la vez, nos queda la pregunta de cómo la civilización dominante en el planeta, la que concierta encuentros planetarios, la que propala derechos humanos urbi et orbi, podrá atender a los seres humanos ya mencionados en el comienzo de este escrito… y tantos otros centenares de etnias despojadas…

Parece por lo tanto que el ordenamiento internacional, el derecho internacional en el siglo XXI sigue tan eurocentrado, moderno, democrático formal como en el siglo XIX, cuando con total descaro los blancos europeos no  reconocían derecho alguno a las poblaciones de las tierras que les interesaba conquistar; así la tradicional hospitalidad de pueblos primitivos ante recién llegados, a menudo con penurias tras agotadores viajes oceánicos, era “retribuida” como lo hicieron los anglos en la América del Norte con la consigna “acaben con los bosques y los indios”, mediante mantas contagiadas con virus de viruela, destrucción de cultivos, matanza de “cultores del diablo” y otros ardides que, nos recuerda Noam Chomsky, que los anglos ya habían cultivado arrasando la vecina isla de Irlanda.[5] Lo mismo pasó con la llegada del latino, genovés, Cristoforo Columbus, a la isla que bautizó La Española (hoy asiento de República Dominicana y Haití). Un siglo antes. En busca de oro. Por el oro, obligó a los habitantes arawak a trabajar, deslomándose en minas buscando lo que lo obsesionaba.  Sabía que corría con ventaja. Había advertido que los oriundos no manejaban armas metálicas y por lo tanto no podían competir con la parafernalia de lanzas de hierro y trabucos con que contaban los exploradores, muy pronto devenidos conquistadores.

 

Los siglos han pasado. Pero no las asimetrías ni las desigualdades

Las formaciones especiales de la seguridad sionista, los grupos de tareas, los mistarviim,[6] los destacamentos militares dedicados a la represión y los militares israelíes en general dedicados a sembrar la muerte entre palestinos, “se facilitaban” la tarea: dado que son apenas pueblo y no tienen entidad jurídica, no merecen territorio alguno. Ni vida siquiera.

Han pasado 70 años, tres cuartos de siglo, y los argumentos jurídicos no han cambiado.

Y la situación tampoco: si con el taparrabos estatal, los palestinos siguen siendo arrasados, encarcelados sin juicio, violados, torturados, baleados a quemarropa, eligiendo las partes de los cuerpos para administrar el daño, pensemos por un instante el lugar y el destino que “el mundo moderno y civilizado” le deja a las etnias que no se identifican con estado alguno.

Pero si éste es el destino que la globocolonización le sigue dejando a las poblaciones no elegidas, veamos, finalmente le reacción de los que se sienten dueños eternos del mundo, y entero).

EE.UU. E ISRAEL REACCIONAN CONTRA LA CPI

La decisión de Fatou Bensouda alteró “el juego” que “el mediador deshonesto” [7] llevaba a cabo para salirse con la suya; “El Acuerdo del Siglo”.

Y quienes se consideran dueños del planeta (con considerable dosis de realismo) han mostrado rápidamente los dientes:

Mike Pompeo, actual canciller de EE.UU., ha declarado que su gobierno “está decidido a impedir que los estadounidenses o nuestros amigos [sic] y aliados en Israel [sic sic] […] sean cuestionados por esta corte corrupta [sic sic sic].”

EE.UU. e Israel arguyen que ninguno de esos dos estados ha firmado el acta constitutiva de la CPI. Cierto. Tampoco lo han hecho Cuba, China, Rusia y la India. Por diversas razones, en 2002 eso+s seis gobiernos se negaron a firmar la constitución de la CPI (aprobada por unos 120 estados; hay unos 60 que no se han pronunciado).

El analista Jonathan Cook desnuda la falencia de los improperios de Pence: “En Derecho Penal, los sospechosos de crímenes no deciden si su víctima puede denunciarle.” Cook extiende ese razonamiento hasta “el derecho internacional, si se quiere que sirva para algo”.[8]

Pero el matonismo está fuertemente asentado.

Netanyahu, por ejemplo, con cierta falta de originalidad, acusó a la CPI de “antisemitismo”.[9]

Y Maurice Hirsch, asesor militar israelí acusó en la prensa israelí a Bensouda de “desventurado peón de los terroristas palestinos”.[10] Obsérvese al pasar, el desdén contra la fiscal, afrogambiana.

EE.UU. ya le había anunciado a la CPI que usará “la fuerza para liberar a cualquier estadounidense a quien coloquen en el banquillo”.[11]

Al carecer la CPI en su membresía de EE.UU., Rusia, China e India, su alcance se raquitiza por la ausencia de tales “gigantes” geopolíticos (además de Cuba e Israel).

Los boicoteadores cuentan con otras armas, por ejemplo, el carácter transitorio de los funcionarios: Fatou Bensouda, estuvo sopesando acusar de delitos tan atroces a EE.UU. e Israel desde hace por lo menos 5 años. Pero su mandato caduca en un año. Por eso, muchos creen que ‘la sangre no llegará al río’, porque justo cuando el juicio se concrete, caducará el mandato de Bensouda y los que disponen del poder planetario mayor cuentan con poder sustituirla apropiadamente.

[1]  De los cuales da buena cuenta M. L. Ramos Urzagaste, “¿Se desata una guerra judicial? ¿Qué esconde la furia de EEUU con la CPI?”, www.rebelion.org, 20 jun 2020.

[2]  La primera edición en inglés tuvo rápidamente una traducción al castellano inmediatamente editada; Así nació Israel, con un sello editorial en Buenos Aires denominado Biblioteca Oriente. 1949.

[3]  Jorge García Granados, Así nació Israel, Buenos Aires, 1949, p. 76.

[4]   Se midan como se midan; en vidas humanas perdidas o afectadas, en daño sobre estructuras, la comparación pierde sentido por las diferencias de magnitudes. Y esto sin hablar del meollo histórico: ¿hay derecho a suprimir una sociedad para asentar otra en su lugar? (¿que esta última haya estado en esa tierra unos dos mil años antes, ¿es argumento suficiente o desquiciante?). Podríamos agregar otras preguntas: ¿la base religiosa de toda la reclamación es legítima, sensata? ¿podemos entender la Biblia como un documento histórico? Urticantes preguntas planteadas desde mediados del s XX por Mahatma Gandhi, Arnold Toynbee, Nelson Mandela entre tantos otros.

[5]  Noam Chomsky, Año 501: la conquista continúa, cap.1, del volumen Man kan inte mörda historien (No se puede asesinar la historia), Gotemburgo, 1995.

[6]  Judíos especialmente entrenados para hablar, vestir, comportarse como palestinos, dedicados a infiltrarse en las actividades de la sociedad palestina para producir el mayor daño. Un ejemplo entre tantos que registra el historiador judío Ilan Pappé: llega un palestino a un taller mecánico con una camioneta que anda mal. Pide el arreglo. Convienen plazo. El dueño o los dueños de la camioneta se retiran: unos minutos después vuela por el aire, la camioneta, el taller, los mecánicos, las casas circunvecinas, con un tendal de muertos y heridos que seguramente alcanza a decenas…

 [7]  Tipificación certera de Naseer Aruri para describir “el rol de EE.UU. en[tre] Israel y Palestina”, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2006.

 [8]  J. Cook, “Israel y EE.UU. redoblan esfuerzos para intimidar a la C.P.I.”, www.rebelion.org, 20 jun 2020.

 [9]  Ibídem.

[10]  Ibídem.

[11]  Ibídem.

Publicado en EE.UU., Nuestro planeta, Palestinos / israelíes, Poder mundializado

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