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Vidrio, papel y plástico: NO es una santísima trinidad

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández – 16 enero 2023

También publicado en uypress, Salto Grande Extra, postaportenia, mediomundo, tlaxcala, RLSF entre otras.

El papel fue descubierto por la humanidad hace unos dos mil años. En China. La humanidad buscó diversas vías para dejar asentada su memoria; haciendo códigos mediante abstracciones y convenciones. Escritura cuneiforme, jeroglíficos, quipus, alfabetos.

El papel  fue inicialmente construido en base a celulosa, usando vegetales ricos en tales, como el cáñamo, troncos de árboles cuidadosamente tratados.

De China pasó a Japón, y con los árabes incursionando en Oriente, el papel vino con ellos a Europa. A España en primer lugar.

La imprenta tuvo similar recorrido y empieza a ser “pareja inseparable” del papel.

El papel se reveló apto para transmitir conocimientos, tradiciones, reflexiones, más y mejor que las piedras rúnicas, por ejemplo, u otros códigos tallados en piedra o madera, que ya mencionamos.

Antecedentes formidables se ubican cinco mil años atrás con los papiros, también de origen vegetal, en Egipto o con los pergaminos, de origen animal, que se ubican más recientes en el tiempo (doscientos años antes de la era actual), en la ciudad de Pérgamo, precisamente. Ante la escasez de papiros procedentes de Egipto esta ciudad del mundo griego se afanó en buscar y encontrar tamaño sustituto (cuero de cordero desecado).

Hoy el papel es una constituyente inescindible de toda la cultura de las sociedades humanas.

“Los restos de vidrio más antiguos datan de unos 5.000 años a.C. y se han hallado en zonas de Asia Menor, Mesopotamia y del Antiguo Egipto. Las primeras piezas hechas íntegramente de vidrio datan del 2.100 a.C., en las que se empleaba la técnica del moldeado.” (Wikipedia)

Nos topamos otra vez con un invento humano milenario, que tiene grosso modo edad similar a la del papiro/papel.

Hay muchos otros bienes culturales también milenarios y con muchísimos más años en su haber, como vestimentas y herramientas (incluidas las armas). Pero estos dos que he señalado −papel y vidrio−, han recibido, en pleno siglo XX, un formidable y brutal reemplazo, a través de materiales plásticos, y fundamentalmente con los termoplásticos. Ensalzados con las mejores virtudes.

Leemos en Wikipedia que: “Los plásticos derivados de petroquímicos son de fácil fabricación y sus costos son muy bajos.” [1]

Si Wikipedia, que se presenta como un servicio neutro, sereno, adverso a todo reduccionismo, a todo escamoteo deliberado de información, a todo interés partidario o empresario, nos habla que los “derivados petroquímicos” son de fácil fabricación y costo muy bajo ¿qué dejaremos para que declaren la petroquímica y el mundo empresario del ramo?

Recuerdo la incomodidad de una Cámara (nacional) de plástico (mediados de los ’90) ante algunas notas mías advirtiendo sobre, por ejemplo, la contaminación tan inseparable de la montaña de basura plástica con que el planeta fue rellenado en las últimas décadas (recordemos el origen reciente de los plásticos; los termoplásticos provienen de la década del ’20 del siglo XX). Insistían en que el plástico era el non plus ultra en calidad.

Así fueron presentados. Y no sólo en Wikipedia. Y así los sigue presentando la petroquímica y en general el mundo cleptocórporatocrático (según la acertada denominación de Salle Lorier).

Hoy ya es inocultable el grado de devastación producido por el gran negociado petroquímico. Aunque sigamos haciéndonos los sordos.

Los microplásticos están en el aire, en las aguas, en la leche materna, concretamente en órganos nuestros.

Algunos daños ya han sido registrados y muchos de tales resultan irreversibles. Por ejemplo, cómo los plásticos han afectado la fertilidad biológica animal (todavía no sabemos si y en tal caso cómo, la vegetal, pero me temo que también, a causa del carácter no biodegradable de los plásticos).

Aunque asordinadas por toda la red de la biología oficial, por las empresas productoras y envasadoras con envases plásticos, por los diversos engranajes onusianos (PNUD, PNUMA, PMA, OMS, etc.), las pocas investigaciones emprendidas por biólogos que merecen el nombre de científicos analizando la realidad sin patrocinio corporativo,[2] nos han dado elementos suficientes para estar más que preocupados, si nuestra atención fuera a la salud y no a las comodidades ni a los beneficios inmediatos.

Los autores de Our Stolen Future han probado en una compleja y vasta investigación de campo de larga duración la presencia de micropartículas plásticas que alteran las gónadas; por ejemplo, en lagos contaminados con cocodrilos sexualmente atrofiados. Han verificado el comportamiento de gaviotas haciendo pareja tratándose de dos  gaviotas hembra (las funciones que en una pareja mixta cumple el macho, trayendo alimento, las cumple aquí una de ellas).

Como declara hasta The Nature Conservancy (una oenegé gigantesca y muy institucionalizada, aunque, “con las mejores intenciones”):

“La contaminación por plásticos se ha convertido en uno de los retos medioambientales más acuciantes […]. La producción e incineración de plásticos contribuye en gran medida al cambio climático. Los residuos plásticos también ahogan nuestras vías fluviales, contaminan nuestros océanos, matan la vida silvestre y se infiltran en nuestra cadena alimentaria.” [3]

Su sitio-e informa que se producen 300 millones de toneladas anuales de plásticos.

Y la petroquímica, tan campante. Por eso el papel de denuncia, correcta, de TNC carece del necesario cuestionamiento (porque es una oenegé honorable pero domesticada).

Lo cierto es que el mundo empresario vinculado con la producción de plásticos no parece en absoluto dispuesto a perder la gallina de los huevos de oro. Una gallina dispuesta de tal modo que hace creer que hay ganancias. Que provienen del viejo recurso que la industria petroquímica llevó al paroxismo: la externalización de costos.

Las Cámaras de la Industria Plástica se limitan a calcular, como si lo hicieran científica u objetivamente, el peso de los envases (los de plástico son más livianos que los de vidrio), el costo de la materia prima (el petróleo extraído con salarios miserables y sin hacerse cargo de todos los pasivos ambientales que deja la extracción a su paso, arruinando suelos y asesinando a quienes resistan el expolio, como a los ogoni en Nigeria) es más barato que andar produciendo envases, por ejemplo, de vidrio o una red satisfactoria de agua potable. Pero en esos “cálculos de costos” se omite, deliberadamente, hablarnos del destino final del producido plástico (que en general, en el 90% de los casos, se trata de envases o bolsas que se usan una sola vez), su papel como agente contaminador de las más diversas formas y vías, etcétera.

Esta contaminación, tras décadas de inconsciente comodidad,  tomó alcance planetario.[4]

Como los plásticos no son biodegradables, su desaparición es aparente. Solo “real” al ojo humano. Con nuestra visión limitada. La erosión va desmenuzando el plástico, hasta hacerlo invisible a nuestros ojos. Pero las micropartículas siguen contaminando los mares.

Contaminándolos de un modo ingobernable. Contaminándonos. Superando los delirios tecnófilos de grandes barcos “tragadores” que iban a colar el plástico de los mares hasta dejarlos impolutos. No tengo idea cuántos millones de dólares se dilapidaron en los países enriquecidos, diseñándolos, pero la presencia generalizada de microplásticos en las aguas cortó ese proyecto “solucionador”.[5]

Hace pocos años investigadores biólogos marinos advirtieron un “problemita”. Matthew Savoca,[6] investigador de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU., resumió su malestar:  “Ponemos toda esta basura en el océano y luego, por supuesto, obtenemos gran parte de nuestro sustento de ese océano.”

Savoca y sus colegas querían probar si el olor a plástico tenía o no algún tipo de efecto en el comportamiento de los peces y para ello diseñaron cuatro grandes estanques con agua de mar, y albergaron en ellos grupos de peces de una misma especie, anchoas. Un tanque con agua sola, otro con plástico limpio hasta entonces seco; el tercero, con agua perfumada con plástico que se había asentado en el océano durante tres semanas y el último con agua que habían perfumado con krill, un pequeño crustáceo que a las anchoas les encanta comer.

Los peces del primer y segundo estanque mantuvieron un comportamiento común, no se advertía reacción, pero las anchoas del tercer estanque, el que tenía agua en contacto con microplásticos, sí reaccionaron y de un modo similar al comportamiento que registraron en el cuarto estanque, el del krill: agrupándose nerviosas como buscando, ansiando comida.

¿Cuál es la diferencia entre los plásticos del segundo estanque y los del tercero? La permanencia de plástico en el agua. En ese tiempo, los plásticos de todas las dimensiones, macro y micropartículas, se recubren con microorganismos oceánicos en un proceso conocido en inglés como biofouling.[7] No importa cuán “limpia” sea una pieza de plástico cuando se la arroja al océano, con el tiempo se convertirá en biofouled.

El experimento que hemos reseñado mínimamente nos da la dimensión del problema: si los peces comen con gusto, atraídos, microplásticos poblados con microorganismos que los inducen a engullirlos como si fuera comida, tenemos dos problemas: uno, que los peces no se alimentan realmente [8] y dos, que si los peces “suben” en la cadena alimentaria y son pescados,  por ejemplo, por humanos, los humanos ingerirán ese pescado, esa carne de pescado, con plásticos incluidos. Propio de un drama shakesperiano, recordaba Savoca: ‘estamos recuperando plástico del océano’.

Solo que esas micropartículas, no biodegradables, se pueden convertir en un problema, el núcleo disparador de un tumor, por ejemplo, si no es excretado por nuestros organismos.

En resumen, tanto en el aire, poblado por micropartículas plásticas que juegan a la ruleta rusa con nuestros pulmones, en el agua con el poblamiento de microorganismos apetitosos para la fauna marina, como en los rellenos sanitarios invalidando territorio y dando origen a lixiviados altamente contaminantes, los plásticos  parecen estar llevándonos a un mundo de pesadilla. Más allá de las luces (a veces deslumbrantes por su despliegue) de nuestro rutilante y tecnológico presente. ¿Cuál es la gracia de empezar a vivir una situación de cerco, de estado de sitio, ante la difusión ingobernable de materiales plásticos?

Por cierto que la producción industrial, e incluso la artesanal, de vidrio o papel genera contaminación. Pero pasados estos milenios, podemos decir que es incomparablemente menor respecto de la de los termoplásticos.

notas:

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Pla1stico.

[2] Véase Nuestro futuro robado, de Theo Colborn, John Myers Peterson y Dianne Dumanovski, (trad. de Our Stolen Future), Ecoespaña Editorial, Madrid, 2001. Hemos glosado esta investigación varias veces;  por ejemplo en “Otra modesta proposición”, en https://rebelion.org › otra-modesta-proposicion.

[3] https://www.nature.org/en-us/about-us/where-we-work/united-states/california/stories-in-california/stop-plastic-waste, abril 2020.

[4] Véase: Kaleigh Rogers, https://motherboard.vice.com/en_us/article/kzzw93/were-eating-fish-that-are-eating-plastic-that-smells-like-food.

[5] Hay otro proyecto, muy reciente, en danza para enfrentar la invasión generalizada de microplásticos en los mares, con hongos “comedores” de plástico, pero todavía no sabemos si pertenece al reino de las soluciones perfectas pero imaginarias, o si tiene algún atisbo de realidad.

[6] https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/gcb.15533.

[7] No hay hoy equivalencia satisfactoria en castellano. Cuando se trata de los mejillones que adhieren a cascos de navíos, el biofouling se traduce como bioincrustación Pero al tratarse de la adherencia de microorganismos a películas plásticas, a veces ellas también microscópicas, que “huelen” apetitosamente a peces, no he ubicado sino el término inglés: biofouling.

[8] Se han hecho autopsias de pelícanos muertos por inanición y con el buche pletórico… de objetos de plástico, multicolores, que los animales confundían con alimento.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Globocolonización, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedad

OTRA MODESTA PROPOSICIÓN

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández – 4 enero 2023

Publicado en uypress, Salto Grande Extra, postaportenia, mediomundo, tlaxcala, RLSF, y un largo etcétera.

¡Gracias Jonathan!

Tomar seriamente el derrame, la invasión mundial, la simbiosis creciente de materiales plásticos con la naturaleza parecería fuera de lugar, dado que los promotores, organizadores y usufructuarios de ese peculiar maridaje no se consideran ni siquiera responsables y convocan, en cambio, a  “una cumbre mundial” sobre contaminación por plástico, y estamos precisamente en el momento –noviembre-diciembre 2022− para que a su vez el  “Comité Intergubernamental de Negociación [CIN] comience a elaborar “un tratado sobre el plástico”. Comience, eso sí, “con amplia participación”.[1] Estos personajes, tan preocupados por el ambiente, han elegido reunirse sacrificadamente en el verano, en Puntal del Este.

¡ Q l p !

Sería más el llamado del deber y la responsabilidad que el problema en sí, por cuanto “los datos sobre micro y nanoplásticos en el ambiente son limitados”. Y suponemos que semejante limitación no les permite un abordaje más cabal.

La institucionalidad democrática no tiembla ante el embate plástico. Con presteza (o tal vez con demora, pero apenas de unas cuantas décadas) se ha constituido con bombos y platillos la IPEN, una red internacional para eliminar contaminantes, integrada, nos cuentan, “por más de 600 ONG de interés público en más de 120 países, en su mayoría naciones de ingresos bajos y medios. Su origen y denominación, claro, está en inglés: IPEN es la abreviatura de International Pollutans Elimination Network.

Que dicha red se implante en países pobres y medianamente pobres, como explicitan, revela el enorme interés de estas organizaciones sin fines de lucro, faltaba más, en ayudarnos.

Leyendo atentamente todas  sus consideraciones se explicitan dichos afanes, sólo comparables a los de evitar toda complicación a la industria petroquímica y las megacorporaciones del ramo.

Los plásticos fueron un hallazgo de la industria química del s. XIX. En Alemania. A comienzos del s. XX se descubren los termoplásticos; un nuevo peldaño de industrialización que acaba con la rigidez inicial del material plástico mediante la introducción de ablandadores.

Muy pronto, investigaciones revelaron que los ablandadores facilitaban el traslado de partículas plásticas a, por ejemplo, las bocas de los bebés.

No eran sólo los ablandadores los que eran fácilmente engullidos sin darse cuenta; los colorantes también. Los espadines plásticos para el copetín, presentados desde mediados del s XX en llamativos colores permitían a quienes gozaban del “copetín” incorporar, literalmente, un poco de colorantes a su boca y digestivamente hablando, a todo su cuerpo.

Junto con la contaminación del material plástico fueron viniendo las advertencias. Por eso es risueño leer los papers del CIN: ”Si bien los datos sobre micro- y nanoplásticos en el ambiente son limitados debido a las complicaciones analíticas y técnicas para extraerlos, caracterizarlos […]”… ahora en 2022  o 2023, nos quieren hacer  creer que son pioneros; ‘conocemos el fenómeno aunque es tan arduo conocerlo’ . Una extraordinaria forma de autobombo y autodisculpa que muestra únicamente la impudicia de estos personajes.

Hay que ver toda la red, telaraña que órganos asesores, oenegés, consejos de las más diversas procedencias, han ido configurando  y superponiéndose para atender la toxicidad de los plásticos. Todos como preparándose, circunvalando la cuestión, aproximándose tentativamente, generando expectativas, creando conciencia en los ámbitos educacionales, sanitarios, políticos. Eso sí, sin mencionar siquiera a la industria petroquímica y el comercio en plásticos que ha sido una fuente inagotable de ganancia para los propietarios y gerenciadores de las empresas productoras de materiales plásticos, con los que han invadido, literalmente, el planeta.

El negocio a lo largo de todo el s. XX les ha resultado redondo, aunque en sus últimas décadas se viera el aumento del costo de la materia prima base; el petróleo (OPEP, 1973).

Las plastificadoras se proveían de la materia prima más barata del planeta; petróleo extraído de Nigeria, Perú, península arábiga, Venezuela, Angola, Gabón, Libia, Argelia, Ecuador, Chile, etcétera, con mano de obra esclava o semiesclava, y jamás haciéndose cargo de los desastres físicos y ambientales que iban sembrando a su paso, como el estropicio de grandes zonas de selva o de espléndida naturaleza en Ecuador, en Nigeria o Perú (se estima, empero, que el mayor daño a la naturaleza ha sido en el Golfo de México, en territorio y mar costero estadounidense). El tendal de muertos de este episodio muestra el abismo que separa al centro planetario de la periferia. EE.UU. sufrió 11 muertes por dicho accidente; producido en algún país del Tercer o Cuarto Mundo, siendo menores los desastres, han dado lugar a miles de muertos.

Y lo más perverso de la situación es que esas muertes no vienen sólo a través de grandes accidentes, naufragios, incendios, sino, sobre todo, por el daño que la extracción y sus oleoductos normalmente provocan en el territorio del país que cede ese petróleo; los ogoni, por ejemplo, en Nigeria, han perdido casi toda su agricultura y ganadería, milenarias, consideradas hasta 1900 de las más valiosas, por su calidad, porque el avasallamiento de las empresas petrolíferas, el apuro y el descuido en la extracción, el desprecio hacia lo local, ha envenenado buena parte de su territorio; su lógica resistencia fue reprimida por el gobierno al servicio de los capitales transnacionales, con penas de muerte a los ogoni. La metamorfosis del estado nigeriano en estado policial es elocuente. Como expresara Alfonso Masoliver en artículo reciente: “En el lado sur del mundo se derrama sangre para que el petróleo llegue a tiempo a las refinadoras.” [2]

El mundo empresario entrevió entonces, con un material tan “barato”, sus enormes potencialidades; su “plasticidad” omnipresente.

Por cierto, algunos investigadores en pleno siglo XX empezaron a advertir los peligros de la contaminación. Pero eso no iba a arredrar a los inversionistas. Así como se decidió envenenar los campos para aumentar la rentabilidad, se decidió envenenar los cuerpos para exactamente cumplir el mismo objetivo. Al efecto, se hicieron los cálculos de costos para dar apariencia de objetividad a la política económica emprendida. Para explicar que una botella de plástico era mucho más barata que una de vidrio, porque pesaba menos en los fletes, se rompía menos, y costaba menos su materia prima, se externalizaron algunos costos: el de la contaminación generalizada, el sanitario al enfermar a seres vivos (humanos, animales, incluidos las adoradísimas pet [3]) con ingestión de partículas tóxicas, y el pago insuficiente, de hambre, de apenas supervivencia de quienes habitaban antes los campos ahora petrolíferos y con el juego perverso típico del capital: otorgar buenos dineros a la mano de obra de las plantas de extracción, de las plataformas. La población “invadida”, en cambio, va a ir percibiendo pérdida de calidad de vida y de salud, sin duda vinculada con el cambio más o menos brusco del estado material de la región.

Lo que acabo de reseñar no suele ser de aparición inmediata, como acaece cuando se produce un envenenamiento accidental o mediante adulteraciones, como los históricos del propóleos en Argentina, del aceite de colza en España o del de mostaza en la India con sus decenas o muchos centenares de decesos.

El plástico hecho polvo, erosionado, lo que ahora se menciona tan a menudo, microplásticos, no mata, generalmente, en 24 horas. Un cáncer puede demorar décadas en constituirse. El mundo empresario, y hasta el mundo médico puede ignorarlo durante largo tiempo. Y no aplicar un peso a su detección o tratamiento, entretanto.

Si hay voluntad de ceguera, la contaminación difiere los costos (aunque luego se hagan mucho más pesados).

A principios de los ’80, investigadores alemanes analizaron “Cesión de dietilhexilftalato [4] [plastificante con el que se logra un PVC maleable] tras 7 días de almacenamiento a 40° centígrados. Repare el lector: 40° es apenas una temperatura “de verano rioplatense”. La migración que encontraron es significativa: sal común  21,4 ppm [partes por millón]; mostaza, 96,8 ppm; lentejas, 73,6 ppm; pasas, 150,6 ppm; leche en polvo, 222,2 ppm; polvo de flan, 225,8.”

En 1996, John Peterson Myers, Theo Colborn y Dianne Dumanoski, tres biólogos estadounidenses, resumen sus investigaciones en Our Stolen Future [5] acerca de cómo, por ejemplo, el policarbonato −tenido entre los plásticos de mejor calidad, al punto que se construye con él biberones y recipientes de plástico de agua potable− presenta fugas; migraciones hacia el contenido de dichos envases.

Y nuestros biólogos comprueban algo más: el daño de las migraciones aumenta en proporción geométrica e inversa con la edad del afectado. Es decir, los bebés reciben un daño miles, millones de veces más grave que un niño, ni que decir que un adulto.

Cánceres provocados en la juventud pueden tardar décadas en ir constituyéndose y alterar (incluso matar) el cuerpo anfitrión; provocados en los primeros meses o años de vida, se desatarán con su carga letal en muchísimo menos tiempo.

Ésa es la razón por la cual, la medicina oficial hace unas décadas pensaba  los cánceres  como una “enfermedad degenerativa de la vejez”, y ha tenido que reformular sus dictámenes, ante la aparición de cánceres en jóvenes e incluso niños.

Pero ¿qué podemos esperar de estos paniaguados pagados por la ONU, la OMS, el Big Pharma, que para acercarse a la cuestión de la peligrosidad de los productos plásticos, empiezan hablándonos de “desarrollar un acuerdo internacional jurídicamente vinculante basado en un enfoque integral que aborde el ciclo de vida [sic] completo del plástico.”? [6]

Hasta el nombre del organismo ad hoc creado desde las cumbres burocráticas para atender esta cuestión, de la toxicidad del plástico, el CIN −Comité Intergubernamental de Negociación− nos da la pauta del trapicheo con que encaran la cuestión. La toxicidad sembrada por la petroquímica en el planeta es tan inconmensurable, tan expandida, ha penetrado tantos estratos de nuestros suelos, nuestras aguas, nuestros cuerpos, que no debería haber negociación para detener semejante tratamiento (aunque sí para extirparlos).

La sarta de afirmaciones que invierten la relación entre verdad y falsedad, entre precaución y atropello crematístico se repiten página tras página, párrafo tras párrafo.

“[…] la Resolución 5/14, titulada ‘Fin de la contaminación por plásticos: hacia un instrumento internacional jurídicamente vinculante’, adoptada por la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), el pasado 2 de marzo de 2022.” [7] ¡Afortunadamente se nos informa del fin de dicha contaminación! Eureka!

“La comunidad internacional ha reconocido que existe una amplia gama de enfoques, alternativas […] y  nuevas tecnologías, para abordar el ciclo de vida [sic] completo del plástico y prevenir y mitigar sus efectos adversos en todas las dimensiones del desarrollo […]” (ibíd.).

“Es un honor que la primera instancia de negociación en la materia se realice en nuestro país, como reconocimiento de las políticas ambientales que Uruguay viene implementando, especialmente en el tema residuos desde una perspectiva general, y en plásticos en forma particular; pero también como una oportunidad para facilitar la creación de capacidades, la transferencia de tecnologías […].”

Un comentario ante el autobombo acerca de nuestro país: se habla de reconocimiento de las políticas ambientales del Uruguay.

¿A qué se refiere? ¿A haber sido el último o penúltimo de los países americanos (y no sólo americanos) en abandonar las bolsas de plástico para todo uso?

¿En no contar con ningún sistema de recuperación de restos orgánicos (para compostar), a no emprender la producción de biomasa con ramajes de centros poblados pequeños, como Piriápolis o Atlántida?

¿En haberse conformado  y hasta ufanarse por haber instalado primorosos contenedorcitos en las calles de las ciudades para recoger restos indiferenciados que acumulan insensata y criminalmente los restos en vaciaderos municipales, pese a los esfuerzos de hurgadores por recuperar, siquiera mínimamente, tanto desperdicio material acumulado e indiferenciado?

¡Los hurgadores no pueden procesar lo que la población omite!

¿En haber dejado fundir hasta la última fábrica de vidrio, consiguiendo el triste premio de ser un país que ha perdido la fabricación (milenaria) del vidrio, invadido de envases plásticos?

¿Se refieren nuestros autoelogiadores al hecho de haber perdido la red ferroviaria, ambientalmente menos nociva (y, de paso, menos matadora) que la automotriz?

¿En haber tolerado la contaminación de buena parte de nuestra valiosísimas aguas, las que nos permitían tener buen ganado, buenos arrozales, buenos frutales, buena agua potable,  acatando las voces “técnicas” de las transnacionales agroindustriales que contaminaron todos nuestros suelos con agrotóxicos,  enfermado a la población rural (incluida la niñez de escuelas rurales), y provocado la presencia de cianobacterias en casi todos nuestros espejos de agua?

Perder la calidad del agua, quedarnos sin producción de vidrio, haber perdido la red ferroviaria, se podría entender como derrotas, al menos transitorias. Pero vanagloriarse de ello, alegando “reconocimiento” a nuestras “políticas ambientales” parece ya casi desfachatez,  soberbia (¿o mera política de imagen, como aquello del “Uruguay país natural”?).

“Los bebés nacen ya pre-contaminados”. Una muestra del lenguaje “objetivo” de estas redes burocráticas; la aseveración con verbos conjugados en indicativo nos podría hacer creer que siempre ha sido así. Que, normalmente, los bebés nacerían contaminados, o pre-contaminados. Pero esto hay que situarlo históricamente: los bebés nacen hoy en día, con el descontrol brutal del uso y destino de los plásticos, sí, contaminados. No sólo porque los biberones son de plástico, por ejemplo,[8] sino porque la leche materna tiene ya microplásticos.[9]

Por eso, no se entiende que pretende decir este material cuando habla de “lucha mundial contra la contaminación por plásticos”.[10]

Como IPEN es apenas un taparrabos para sortear dificultades con la brutal contaminación terráquea con materiales plásticos, que están en suelas de mucho calzado, en el césped sintético de muchas canchas de fútbol, en multitud de envases contaminando sus contenidos (apenas a 40 grados),  en los plastificados de pisos que uno va usando y gastando y por lo tanto alojando sus partículas en el aire que respiramos, IPEN ni sueña con suprimir los utensilios y dispositivos dañosos, al menos, en una primera etapa, los más dañosos. Ni se le ocurre.

Por el contrario, legitima un porvenir con más plástico mediante el recurso de la presunta objetividad, al nivel intelectual de “es lo que hay varón”. Su boletín Proteger la salud humana y el medio ambiente contra las sustancias tóxicas estima: “que la producción de plástico va a aumentar en un 400 % para el año 2059, mientras que el mercado de aditivos plásticos se expandirá de manera similar en el mismo período.” (ibíd.)

Observe el paciente lector que a IPEN no se le mueve un pelo. No existe el menor atisbo de plantearse enfrentar ese tipo de producción; al contrario anuncia ¿auspicia? su quintuplicación en el mundo.

No existe ni la menor indicación que esta contaminación, esta metástasis de los tejidos plásticos, nos enferma y hay que rehuirla, evitarla, combatirla, buscar alternativas.

¿Para qué? se preguntarán, si sirvió y cubrió  la rentabilidad empresaria del ramo?

¿Que aumentan los cánceres, las alergias, las dolencias articulares, el alzheimer, la infertilidad, las enfermedades llamadas nerviosas?

¿Por qué atribuir esas dolencias a contaminación con micropartículas plásticas? Porque se han hecho investigaciones, como las que hemos reseñado, como para seguir ignorando todo lo que le está pasando al planeta, a la vida, incluida la nuestra, para seguir “como si tal cosa”.

IPEN prosigue su batalla escamoteando la realidad: “Para desarrollar un tratado […] que tenga éxito el CIN debe garantizar que la participación sea abierta, incluyente y transparente.” (ibíd.) ¡Que emocionante lección de democracia nos brinda!  Solo que las megacorporaciones fabricantes de plásticos no figuran en tan democrática convocatoria. ¿Será porque si algo no han tenido en momento alguno estas corporaciones ha sido democracia? Nos invaden con plásticos sin pedir permiso. En todo caso, sobornándonos con comodidades, pero sin contarnos del precio de dicha comodidad.

IPEN prosigue su retahíla: “[…] reconocer la importancia de la participación en persona de las organizaciones de interés público.” Contrasta este piadoso pasaje, tan atento a la participación personal, con la falta radical de persona alguna de organizaciones de interés privado, es decir del universo empresario. Suena a escarnio su exhortación de “seguir trabajando conjuntamente” (ibíd.).

Hay un pasaje de aparente sinceramiento: “Los controles internacionales existentes para el plástico y sus desechos bajo los convenios de Estocolmo y Basilea son importantes pero no suficientes.”  Expurgado de la fineza diplomática quiere decir que han sido inoperantes. Aprobados con anuencia de las cámara empresariales del ramo, que no se sienten afectadas por tan endebles controles.

Y como todo ha sido un escándalo desde las décadas del ’20 y ’30 del s, XX  hasta la fecha, y particularmente desde fines de los ‘40, cuando desde EE.UU. se descarga el aluvión de termoplásticos, con las alteraciones cada vez más visibles, el IPEN propone “una desintoxicación completa de los materiales plásticos”… “para 2030”.

Es fácil prometer hacia lo futuro. Nadie puede probar que no será, ni que sí.

Leamos lo que dicen estos “presuntos bienhechores” sobre los trabajadores y pobladores que están sufriendo desde hace casi un siglo la invasión de contaminantes: ”deben de dejar sufrir los impactos tóxicos de la producción, el uso, el transporte y la eliminación de los plásticos en particular, debido a su contenido químico” [sic]. Diría el pajuerano; -¡No, si vua’ser por su contenido alimentario!

IPEN enumera algunos “debe ser”. Por ejemplo, reducir [sic otra vez] contaminantes “con base en el principio precautorio”.

Ese principio fue invocado en las últimas décadas por muchísimas redes ecologistas para impedir la expansión de la maraña de miles de sustancias químicas, naturales y sintéticas, que la petroquímica y los laboratorios (de biowarfare, por ejemplo), más la agroindustria estaban implantando y desparramando por nuestros suelos, aguas y aire. Invocar ahora el principio de precaución ante “la leche derramada” suena penoso, extemporáneo  y oportunista, estimados cultores del progreso irrestricto y la crematística pura y dura.

Ante la conciencia creciente del daño generado por los plásticos en el planeta, solo podemos verificar que el principio precautorio ha sido reiteradamente escarnecido, siempre al servicio de los intereses empresarios, empeñados en maximizar sus dividendos, incluso a costa de la salud (ajena) y de (todo) nuestro hábitat.

La burocracia internacional con su frondoso cuadro de oenegés (corruptas o no) no está para “salvarnos”, como proclaman; están para salvar al plástico, procurando reducir sus efectos devastadores.[11] Tenemos así dos tipos de “enemigos”: los productores directos del daño (que parecen guiarse por el No limits) y los elencos políticos que procuran casar Eros  y Tánatos.

Por eso todo se complejiza; y uno no puede menos que recordar aquel ruego: “líbrame dios de mis amigos, que de mis enemigos me libro solo”.

Nuestro problema sería, apenas, encontrar algún dios al que dirigirnos con ese reclamo.

notas:

[1] RAP-AL, Novedades, dic. 2022.

[2] https://www.larazon.es/internacional/20220829/xzpibhrdvfe5vmxhn66q2o3gaq.html.

[3] Para analizar, el enorme avance de enfermedades de mascotas, particularmente tumores que caracterizan a perros y gatos de las últimas generaciones.

[4] Kemper, F., Zum Thema Weichmacher-Phtalsaurediakylester, pharmakologische und toxikologische Aspekte, Verband Kunstofferzeugende Industrie, Frankfurt, 1983. Cit. p. Integral, Barcelona, n° 98, 1988.

[5] Hay traducción al castellano: Nuestro futuro robado, Ecoespaña Ed., Madrid, 2001.

[6] La fórmula del “ciclo de vida” del plástico, que es un verdadero oxímoron, un insulto a la misma noción de vida, a lo viviente, se reitera permanentemente en los textos de esta burocracia transnacional que nos rige sosteniendo que nos protege y ayuda: www.ipen.org, boletín RAP-AL, diciembre 2022, CIN [Comité Intergubernamental de Negociación], 11 nov. 2022.

[7] “Uruguay organizará la 1ª. Reunión del CIN”, 4 nov. 2022.

[8] Hubo esfuerzos de algunos centros hospitalarios en retener los de vidrio (conozco casos en Suecia).

[9] https://mail.google.com/mail/u/0/?pli=1#inbox/FMfcgzGqRGgXxxjqCbSHFbMmSzCxcsWW.

[10] Ibíd. n.5.

[11] Tal cual explica Samuel Epstein en The Breast Cancer Program, MacMillan, N.Y., 1987, las organizaciones médicas de EE.UU. no quieren eliminar el cáncer sino mantener sus estructuras de “control de daños”.

Publicado en Centro / periferia, Ciencia, Destrozando el sentido común, EE.UU., Globocolonización, Sociedad e ideologíaEtiquetado como ecología

Israel gira a la derecha de la derecha: UN PASO MÁS DE LA IMPUNIDAD ISRAELÍ

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández / 25 diciembre 2022

Israel ha dado  un nuevo giro hacia el círculo del infierno para palestinos.

Queda por ver si los sionistas fanáticos de Israel no están introduciéndose ellos mismos en otro infierno.[1]

El nuevo gobierno, la tríada Beniamin Netanyahu, Bezabel Smotrich e Itamar Ben-Gvir constituyen una perspectiva que procurará ser todavía más racista, abusiva y asesina que dirigencias como las de “el carnicero” de Sabra y Shatila, Ariel Sharon, o del que ha matado muchos palestinos, Naftali Bennet “¿y qué problema hay con eso?”

Smotrich ha planteado que “Israel debe tratar a grupos de derechos humanos como amenaza existencial.” [2] La frase se comenta sola.

Por su parte, Netanyahu planteó en 2014 la disyuntiva: “La diferencia es que nosotros usamos una defensa de misiles para proteger a nuestros ciudadanos y ellos usan a sus ciudadanos para proteger sus misiles.” [3] Un reduccionismo cómodo, sencillo.

La consigna preferida de Ben-Gvir “Muerte a los árabes” nos trae a la memoria aquella consigna del fascista castizo y aristocratizante José Millán Astray, “¡Viva la muerte!” de la década del ’30.

Estas “vanguardias” sionistas tienen que ir superándose una a otra por una razón, histórica: el tiempo del colonialismo rapaz, de asentamientos, que caracterizó la expansión europea en casi todos los continentes (el rey belga Leopoldo II seccionaba pies y/o manos de congoleños que no alcanzaban la producción que el monarca “civilizador” exigía); esa colonización europea, que prosperó cuando la navegación se liberó de las costas (cabotaje) e incursionó en continentes lejanos (y ajenos), tuvo su cuarto de hora entre el 1500-1600 y la primera mitad del s XX.

Con todo el mundo remodelado según la norma europea, llegó un reflujo de la furia conquistadora y los conquistadores empezaron entonces a acentuar lo civilizatorio. No cambió la relación de fuerzas, pero se suavizó el maltrato.

Porque a mediados del siglo XX hubo un crac del orgullo racista; el modelo nazi empezaba a socializar un espanto, y racistas que hasta apenas décadas antes, asumían el racismo como lo más natural, deseable y conveniente en cualquier sociedad, empezaron a considerarlo injustificable.

Y justo cuando florece” la democracia, el “buen trato” (rooseveltiano, que sustituyó “el garrote” igualmente rooseveltiano), el antirracismo, la igualdad de todo el género humano, ¡oh maravilla!, cuando se produce el crac ideológico del colonialismo y la consiguiente emancipación de las colonias (cierto que más formal que real), aparece el colonialismo mediante asentamiento de los sionistas. Con la bandera del despojo en ristre. Totalmente a destiempo: una trasnoche inesperada de la democracia en avance. Si en lugar de 1947/48 el sionismo hubiese dado su golpe de mano en, pongamos, 1924, habría pasado como “la voz de los tiempos”.

Pero ya no en 1948. Por eso la dirección israelí fue durante décadas “socialdemócrata”. Un membrete un poco forzado e incongruente con todo racismo militante. Pero, a decir verdad, ya varios gobiernos europeos socialdemócratas habían procurado “casar” socialismo y colonialismo. Así que los sionistas con su remedo ni siquiera fueron originales.

Pero quedaba lo de los modales. Los gobiernos socialdemócratas debían suavizar la opresión, la discriminación. El arrebato de tierras, por ejemplo, no tenía que hacerse manu militari ni con procedimientos policiales sino mediante desalojos con raíces jurídicas o históricas (aunque fueran un “valetodo”, como realmente ocurrió). De todos modos,  sin una política de sangre y fuego, como la que propugnaba, por ejemplo, el padre de Beniamin Netanyahu en los ’30-’40,  el proyecto Estado de Israel no “marchaba”, al menos no todo lo satisfactoriamente que deseaban los sionistas.

Por eso tan larga convivencia entre judíos sionistas y palestinos (musulmanes, cristianos o agnósticos). Y por eso, desde 1948, vemos un progresivo enderechamiento del Estado de Israel. Acercándose insensiblemente al viejo colonialismo mediante asentamiento y despojo; y expulsión o muerte de los “originarios”.

A fines de 2022, la manu militari está cada vez más presente: el ejército israelí, el de “Defensa”, acaba de inutilizar la red de agua de la comunidad Al-Auja en el valle del Jordán.[4]  Destrozaron las cañerías, inutilizaron el sitio llenándolo de piedras y montaron chapones de acero inoxidable soldados entre sí.

No es nada nuevo. El clima es seco, el agua escasa y el robo está bien organizado.

La OMS recomienda 100 lts. diarios de agua por habitante; en los territorios palestinos con cañería funcionando rondan los 80 lts. por hab.; palestinos no conectados, a gatas cuentan con entre 20 y 50 lts. per capita. Mientras, el consumo diario israelí per capita, en zona tan escasa y desértica, es de casi 300 lts. (ibíd.)

Si hablamos de calidad del agua, el abismo entre judíos israelíes y palestinos oriundos es aun mayor, mucho mayor (las cuencas de donde la población palestina extrae buena parte del agua están muy, pero muy contaminadas, en primer lugar por la industria y la agroindustria israelí que dirige sus efluentes hacia terrenos palestinos; las restantes fuentes de suministro son cuencas costeras, sobreexigidas con mucha agua salobre ocupando napas).

El broche de tal situación es que a los palestinos les está severamente vedado acumular la (escasa) agua de lluvia; el ejército israelí les rompe tales instalaciones.

No hay que extrañarse entonces que la OMS considere que apenas un 3% del agua en tierras palestinas es potable.

Veamos el testimonio, insospechable de simpatías ideológicas por islamismo o algo por el estilo, de un periodista del occidentalísimo diario El País (Madrid),  registrado hace apenas unos años: “La trágica escasez de agua salta a la vista. Para conseguirla tenemos que recorrer más de 25 km cada día con el tractor, se lamenta Abed el Mahdi Salami, de 73 años y jefe de un pequeña comunidad beduina de al Hadidiyah. Intentamos construir un sistema de riego para la agricultura y la ganadería con el dinero de la cooperación española, pero el Ejército israelí lo desmanteló por motivos de seguridad, cuenta Abed apesadumbrado mientras muestra los restos de la conducción. Cerca de su tienda, una bomba de Mekorot, la empresa estatal israelí  (de agua) emite un suave zumbido. «El agua está alli mismo, ¿lo ves?. ¿Por qué no podemos usarla?»[5]

¿Cómo satisfacen los palestinos, siquiera mínimamente, la necesidad de agua? Comprándole a Mekorot. Cinco o seis veces más cara que lo que Mekorot le cobra a judíos (en 2020, p. ej., 90 mill. m3).

Pero la penosa cuestión del agua, con ser tan primaria, no es la única en el contencioso palestino-israelí. Destrucción de toda producción agropecuaria, con violencia abierta; un día el ejército israelí ocupa un sitio, alega que va a ser usado para maniobras y en consecuencia arranca de cuajo varios centenares de olivos (algunos centenarios) o limoneros, de palestinos, claro. Política de erradicación de palestinos mediante bloqueo de sus accesos o derribo de sus viviendas; alegando títulos históricos, a veces totalmente viciados por el tiempo y los acontecimientos transcurridos entretanto (la mezquita Al Aqsa tiene casi 1400 años; ¿qué sentido tiene alegar que allí, en ese mismo punto había antes algo judío? ¿cómo probarlo?)

Una “política de seguridad” que emplea proyectiles de plomo al cuerpo por las más nimias “obstrucciones a la seguridad del estado”; resistir un desalojo, manifestarse con carteles, apedrear un coche policial… Cuando las fuerzas de seguridad israelí procuraron ubicar un soldado israelí tomado prisionero (Gilad Shalit), a través de múltiples allanamientos, durante un año, terminaron matando, en dichos procedimientos, a unos doscientos palestinos (el soldado fue liberado tiempo después y atestiguó el buen trato recibido). La fuerza israelí sembró los cadáveres sin rendir cuentas a nada ni a nadie.

Y la agresividad del sistema imperante en Palestina/Israel no hace sino aumentar. Tensionarse. Y la negativa a reconocer lo palestino se acrecienta. El “Acuerdo del Siglo” de 2020, fue firmado entre el entonces presidente D. Trump de EE.UU. y B. Netanyahu de Israel. SIN palestinos. Y era un “acuerdo” sobre el territorio palestino.

Con los ya mencionados Netanyahu, Smotrich,  Ben-Gvir y sus amenazantes declaraciones, el abuso lleva miras de aumentar ferozmente.

En los últimos dos años se han incrementado los asesinatos de palestinos a manos de israelíes (sin contar el costo en vidas palestinas de las invasiones que Israel ha llevado a cabo particularmente en la Franja de Gaza).

En 2021, el estado israelí acabó con la vida de 313 palestinos. El año 2022 lleva 224 asesinados (miles de heridos). Se anota asimismo que el tendal de judíos israelíes, notoriamente menor, en “las operaciones de limpieza”, ha aumentado.

En 2014, más de 300 judíos sobrevivientes de la 2GM y algunos de sus descendientes condenaron el «genocidio» de Israel al pueblo palestino en Gaza. Hay israelíes que se han mostrado  alarmados «por la colonización de Palestina» y condenaron la «deshumanización racista de los palestinos en la sociedad israelí, que ha alcanzado su punto máximo».[6] Son guarismos escasísimos, como en su momento los de los bravos refuseñik, soldados israelíes que se negaron a participar de las operaciones de bombardeo a barrios palestinos, por ejemplo. La escasez del número, empero, agiganta su valor (y valentía).

La dirigencia israelí hace oídos sordos, a judíos críticos (muchos arrepentidos), a Amnistía Internacional, a la Corte Penal Internacional.

Con sus afanes de grandeza ni advierten que se empequeñecen  hostigando, y haciendo desaparecer a palestinos. Amparados en sus poderes fácticos, apoyos financieros, económicos y militares de “Occidente”, y como cumpliendo una suerte de ciclo fatídico le hacen a los palestinos lo que siempre dijeron que los nazis le hicieran a ellos.

notas:

[1] Aviso a creyentes de todo tipo: la reiterada referencia al infierno no es literal ni militar.

[2] https://www.enlacejudio.com/2022/11/21/smotrich-israel-debe-tratar-a-grupos-de-derechos-humanos-como-amenaza-existencial.

[3] https://citas.in/autores/benjamin-netanyahu.

[4] https://english.wafa.ps/Pages/Details/132156.

[5] https://elpais.com/especiales/2017/planeta-futuro/agua-palestina-israel.

[6] https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=59866.

Publicado en Palestinos / israelíes

Conspirar, disuadir, desertar 

Publicada el 25/12/2022 - 25/12/2022 por raas

Por Amador Fernández-Savater
LoboSuelto
11 de diciembre de 2022

Hemos atravesado, con la pandemia, una época extraña. Yo diría: sin pensamiento y sin política. Es decir, sin verdades colectivas, ni transformación de la situación dada. Pero que ha roto aún más nuestras vidas. Ahora, aliviados, volvemos a la normalidad, allí donde cada cual se siente seguro. Rutinas vitales, mentales, políticas. Pero lo que nos ha pasado sigue pasando, es decir, ha dejado marcas en el mundo y en nuestros cuerpos. Marcas de tristeza y despotencia si no somos capaces de pensarlas y hacer algo con ellas. 

Este libro*, estemos más o menos de acuerdo con él, es una tentativa de elaboración de esas marcas, de lo que nos ha pasado. Quiero compartir algunos comentarios a partir del libro, tomando tres palabras, tres verbos: conspirar, disuadir, desertar.

Conspirar

Los últimos años hemos conocido directamente, por experiencia, algunas figuras de lo político: el par calle-manifestación, plaza-asamblea, elecciones-partido, derecho-denuncia, hoy se discute sobre organización política.

Todas estas figuras remiten, me parece, a la idea de “espacio público” (a ocupar, a conquistar, a reformar, a reivindicar). La conspiración, por el contrario, no remite a espacio público, sino a la zona de sombra. Se conspira en las sombras.

Supone tomarse en serio que no hay espacio público, sino sólo relación de fuerzas. Que no hay alternativa política, sólo luchas de poder. Que no hay democracia, sino gestión de la excepción.

Y que la fuerza de los débiles se pierde si pensamos en términos de opinión pública, de comunicación, de batalla cultural, de visibilidad, de mayorías sociales, de consenso, etc. La lógica del espacio público hoy es la lógica de la virtualización, la virtualización del otro considerada como eficacia política.

¿Y cuáles son las sombras en las que la conspiración puede prosperar? Son justamente las intensidades, las vitalidades. Las intensidades de los cuerpos, de las palabras cuando prolongan los cuerpos, de las formas de vida, de los mundos que habitamos y amamos. Sólo esas intensidades pueden desafiar la virtualización del mundo.

Conspirar es hacer desde la amistad y las ganas. Las ganas -cómo activarlas, cuidarlas, recuperarlas- es hoy un problema político mayor. Conspirar dinamita la distinción público-privado. Es lo íntimo que se hace común y desafía. Podemos desplegar esta imagen de la política que nos propone el libro para ver hasta dónde nos lleva.

Si conspirar es “soplar juntos”, ¿quiénes son los que conspiran? ¿Qué experiencia del nosotros es la suya? ¿Cuál es el tempo de la conspiración, su ritmo, su respiración, su inspirar y expirar? ¿Cómo hacemos que pase el aire en situaciones bloqueadas como la actual? ¿Cómo evitamos que se degrade en el aire viciado de los guetos políticos?

Disuadir

Una tesis fuerte del libro es que nuestro mundo está configurado por la experiencia de la Guerra Fría. Sin embargo, echo en falta más reflexión justamente sobre la estrategia de gobierno por excelencia de la Guerra Fría: la disuasión.

¿Qué dice la disuasión? Si atacas, contraataco y el mundo desaparecerá en un apocalipsis nuclear. Ese mensaje no se lo dirige tanto una super-potencia a otra, como ambas a las poblaciones del planeta: “obediencia o fin del mundo”.

La disuasión es un gobierno de la incertidumbre, en la incertidumbre. Y con varios actores. Encuentro útil traer ese término aquí porque hay formulaciones en el libro que llevan a pensar en el poder como “crimen perfecto”. Como el plan de la película Crimen perfecto.

Durante años se simula la gestión de la crisis sanitaria, el plan se ejecuta cuando “alguien” decide que las revueltas de 2019 han ido demasiado lejos, etc. Pandemia-confinamientos-restricciones-reestructuración global. Crimen perfecto. Un poder que sabe, que puede y que quiere.

La disuasión, por el contrario, es una estrategia negativa: no sabe, no puede y no promete nada, improvisa, trabaja por ensayo-error, no argumenta, sólo amenaza con la muerte como alternativa. Gestiona un pueblo de víctimas que sólo piden protección.

La disuasión suprime las preguntas que se abren en toda crisis, las preguntas que pueden llevar a un cuestionamiento colectivo del sistema y las formas de vida. Suprime el pensamiento, que nunca es sólo un “yo pienso”, sino un “yo hablo y tú respondes”, un encuentro. Pretende congelar, bloquear una situación de crisis.

La disuasión es en primer lugar física, a través del terror inscrito en los cuerpos. Ese terror ha provocado la gran parálisis que hemos conocido en la pandemia, la atomización social. ¿Cómo nos sacamos el terror de los cuerpos? Porque la valentía es en primer lugar un problema colectivo.

Desertar

Nunca hay crimen perfecto. Siempre hay error del sistema, fallo, síntoma. El fallo en este caso, al menos uno de ellos, es esa extraña deserción que llamamos “Gran Dimisión” o “Gran Renuncia”.

Es toda la gente que no ha vuelto a su trabajo tras la pandemia. Más aún: es la gente que da la espalda a la política, que no enciende ya la tele. Que desconecta, que no quiere saber nada, que no participa.

Me parece que no es un fenómeno fácil de leer. No es lo mismo que la deserción de los años 60: una secesión política, organizada, contracultural. El Gran Rechazo del que se hablaba en los 60 no es la Gran Dimisión actual. Esta deserción es sin afuera, sin horizonte alternativo, sin utopía.

Es una deserción muchas veces por apagón libidinal: la retirada del deseo de los lugares donde estaba puesto (consumo, éxito, competitividad). Deserción por depresión. Deserción como long covid: prolongar la quietud del confinamiento, no ir a trabajar, I would prefer not to.

¿Cómo escucharla? La política clásica, también la militante, piensa en términos de “movilización”. Pero esta deserción es desmovilización. No pasa por el activismo, sino por el “desactivismo”, por el gesto de desactivar.

Podemos nombrarla tal vez como “abandono” o “retirada” mejor que “deserción”. Entonces, ¿cómo pasar del abandono a la deserción? ¿De la retirada a la secesión? Una teoría, un libro, son entre otras cosas instrumentos de escucha. ¿Qué nos permite escuchar este libro de este fenómeno de retirada del deseo, de deserción inmóvil?

Notas compartidas en el encuentro en torno al Manifiesto Conspiracionista en La Maliciosa, Madrid 9 de diciembre de 2022.

* Libro Conspiración, disuasión, deserción: tres propuestas para repensar lo político, el poder y el malestar social.

fuente: https://lobosuelto.com/conspirar-disuadir-desertar-amador-fernandez-savater

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Estado de situación presente: ¿ASPIRAMOS A UN GOBIERNO MUNDIAL MEDICALIZADO?

Publicada el 18/12/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 16 diciembre 2022

Estamos, estaríamos a la vez, en el mejor y en el peor de los mundos posibles.

Si escuchamos a los dirigentes y gurúes del Foro Económico Mundial, como Klaus Schwab, William Bill Gates o Yuval Harari anunciando las bondades del gobierno mundial, a los programadores de la Agenda 2030 que articulan su estrategia de “superación” o eliminación de los estados nacionales desde la ONU, a la industria farmacéutica con sus nuevos y milagrosos medicamentos y aparatología médica sin precedentes que en rigor articula una medicalización generalizada, sustituyendo la condición de ciudadano por la de paciente, si escuchamos a los gobernantes de, por ejemplo, EE.UU. y la UE, jamás hemos alcanzado tal grado de conciencia y responsabilidad sobre el planeta y nuestro destino humano.

Si atendemos, empero, a abordajes que registran el estado planetario, la primera y principal conclusión a que llegan muy diversos analistas es si el planeta es todavía siquiera parcialmente salvable o recuperable, o si ya hemos entrado en un proceso de deterioro irreversible. Como explicita Herbert Girardet: ¿Ante una emergencia de alcance planetario, es todavía posible una ‘megametamorfosis’ de la sociedad moderna? [1] Girardet aclara que el desarrollo tecnológico a costa del saqueo permanente del mundo natural –que denomina “biosfera” y cuya integridad ve bajo absoluto peligro− nos ha ido llevando a un desarrollo antieconómico: “deforestación, pérdida de recursos, contaminación y trastornos climáticos afectan inevitablemente la relación entre la humanidad y el planeta.” (ibíd.)

La perspectiva política que vemos desarrollándose, el papel referencial de los que rigen los movimientos económicos, de los dirigentes profesionales, de quienes ocupan los lugares claves de las instituciones, la red córporomílitocleptocrática (al bien decir del analista Gustavo Salle), decisiva en muy diversos órdenes de nuestras sociedades,  nos lleva a entrever un muy sombrío panorama para nuestras vidas.

ERROR DE DIAGNÓSTICO O DE COMPRENSIÓN

Abundan datos y signos de porqué el abordaje de estas grandes instancias institucionales no nos puede llevar a buen puerto. Como explicara Ernst Schumacher en su tan invocado Lo pequeño es hermoso (1973), hace ya medio siglo: “El hombre moderno no se piensa a sí mismo como parte de la naturaleza  sino como una fuerza exterior destinada a dominarla y conquistarla. Se refiere incluso a una batalla contra la naturaleza, olvidando que, si ganara semejante batalla, él mismo pertenecería al bando perdedor.” Sólo podemos verificar que hoy estamos todavía peor, mucho peor, en términos de contaminación planetaria, de angostamiento de recursos, destrozo del mundo natural –todavía visto hoy como entorno a nuestro servicio− que cuando Schumacher describiera la situación.

Baste pensar en uno de los desquiciantes proyectos de Yuval Harari, de procurar, con el auxilio médico, sanitario, científico, alcanzar la amortalidad humana.

Este personaje, presentado en todos los circuitos mediáticos como historiador y filósofo para tener en cuenta, advierte que no postula alcanzar la inmortalidad porque, aclara que, si un cuerpo humano es alcanzado por un impacto automovilístico o de aviación, por ejemplo, el colapso vital es irreversible e inevitable. Pero, nos cuenta, que tenemos tal grado de nivel médico y operacional que sí podemos sustituir arterias, muelas, riñones, tendones, diversos órganos gastados, el corazón incluido, de tal modo que, satisfactoriamente reemplazados, podremos sí, alcanzar una edad indeterminada: “prolongar nuestra vidas indefinidamente se está convirtiendo en un objetivo cada vez más alcanzable.” [2]

La falta de sentido del proyecto harariano, su desvarío ombliguista, nos da la dimensión de tantos proyectos de “la modernidad”. Tal proyecto resulta contrario a lo vital, y su fluir. No solo llama la atención su estulticia sino su crudo racismo o aristocratismo, porque es evidente que el proyecto de la amortalidad no va a ser para los humanos en general sino para una muy restringida minoría, amparados en todos los resortes de poder a su servicio que ya sabemos; sociales, científicos, militares, políticos. Si la discrecionalidad del poder y la desfachatez consiguiente lo permite, el proyecto de amortalidad se destinará a muy contados centros hospitalarios, digamos en Nueva York o Londres; ya sabemos que no va a alcanzar a los habitantes pobres de Dacca o Tegucigalpa, por ejemplo.

El proyecto “Harari”, con todo su daño a la noción de la vida inescindible de la muerte, es apenas un capitulejo de una agenda con un objetivo geopolítico inescapablemente totalitario.

HACIA EL GOBIERNO MUNDIAL

Y el primer ensayo a escala general, universal (o casi) de sociedad planetaria, de gobierno común de la humanidad, ha sido la pandemia decretada desde ONU-OMS en 2020, con mucho mayor “éxito” que otros intentos también pandémicos en décadas previas de este mismo siglo.

El lector recordará el mar de ignorancia en que nos movimos a comienzos de 2020 con una pandemia que se habría desencadenado en China, con un segundo brote en Irán y un tercero en el norte italiano: una pandemia que no alcanzaba geográficamente ese estatuto de “en todas partes” y que a la vez era curiosamente saltarina en términos puramente geográficos.

Espiguemos algunos episodios del Covid19. El periódico Perfil de Buenos Aires declaraba: “COVID-19 presenta mayor riesgo de causar afecciones cerebrales que vacunas.” [3] ¡Menos mal! Porque tenemos menudo conflicto entre el soneto y su enmienda. Que expresa la penosa realidad de lo transcurrido bajo el tiempo pandémico; sopesar qué causaba mayor daño; si el Covid19 o  las inoculaciones que con la designación oficial de vacunas se suminstraban (se suministran) para combatirlo. Y no sólo las llamadas vacunas, sino otras medidas sanitarias. Porque hay muchísimos investigadores, virólogos, médicos, infectólogos que sostienen que ha sido peor el remedio que la enfermedad a la vez que hay una multitud de investigadores, virólogos, médicos, infectólogos, generalmente integrados a las estructuras sanitarias, públicas o privadas o a los grandes laboratorios transnacionales, que nos tranquilizan refiriéndose a todas la ventajas que ofrecerían estos suministros.

Algo, empero, resulta claro: las secuelas del suministro de las llamadas vacunas Covid19 han resultado increíblemente más numerosas que las sobrevenidas con cualquier otra vacuna de las forjadas por la ciencia médica hasta ahora.

Espiguemos las consideraciones de Tess Lawrie,[4] médica inglesa (University of  Witwatersrand) consultante de la OMS: “Ahora es evidente que estos productos en el torrente sanguíneo son tóxicos para humanos. Se requiere una interrupción inmediata del programa de vacunación mientras se realiza un análisis de seguridad independiente para investigar el alcance total de los daños que según los datos de la tarjeta amarilla del Reino Unido incluyen tromboembolismo, enfermedad inflamatoria multisistémica, inmunodepresión, […] y anafilaxia.”

Otro pasaje suyo señala: “Centenares de millones de seres humanos han sido introducidos en el experimento médico más grande de toda la historia humana. La vacunación en masa en estas condiciones no tiene precedentes. […] Políticos y otro personal no médico son los que dictan lo que estamos  autorizados a hacer con los enfermos, de modo tal que nosotros los médicos hemos sido puestos ante exigencias que ponen en entredicho nuestro juramento hipocrático. Jamás había sido hasta ahora tan importante nuestro rol como médicos porque nunca antes nos hemos convertido en cómplices para causar tanto daño.”

Lawrie ha sostenido que, científicamente, la ivermectina salva vidas. Y que ha sido mediante corrupción institucional que se ha evitado que dicha medicina salvara millones de seres humanos, y el consiguiente dolor y horror.

Como toda la parafernalia construida para, se supone, combatir el Covid19 se ha hecho en cortísimo lapso, la OMS no tuvo los tiempos para cumplir con las cuatro etapas de control que necesita la aprobación de toda vacuna; en rigor se lanzó al mercado una inoculación en plena etapa experimental, superponiendo etapas de control  y testigos con placebos, con inoculación real a población general. Eso es lo que Lawrie tipifica como un ensayo con cuerpos humanos sin precedentes.

Tales pasos pueden considerarse el más extendido ejemplo de juego del aprendiz de brujo. Y Lawrie, además, alude a razones comerciales  para atender la decretada pandemia.

El historiador argentino Sergio Wischñevsky ha llevado adelante una suerte de biografía del laboratorio más destacado en este asunto del Covid19; Pfizer.

No se puede decir que la conducta de tamaño laboratorio inspire la mayor confianza.

* En 2019, Pfizer fue condenado por ocultar datos respecto de medicamentos útiles “para prevenir alzheimer”.

* Una publicación de visitadores médicos argentinos publicó un fallo judicial de 2012 que condenara a Pfizer por “financiar un oscuro sistema de compras y sobornos a médicos en el marco de la cadena de comercialización de medicamentos”.

* Por su parte, Médicos sin Fronteras rechazó una donación de Pfizer de un millón de vacunas para su empleo en África porque llegaron a enterarse que esas vacunas eran de descarte para el laboratorio que había rehecho la vacuna, se supone que sin los defectos que tenían las que tan “generosamente” ofrecía para africanos.

* En 1996 el Washington Post denunció que los experimentadores de Pfizer usaron una niña, nigeriana, como cobayo para ver el curso de una enfermedad, grave, sin actuar. Escarneciendo el juramento hipocrático y dejándola morir.

Hasta aquí, sucintamente lo revelado por Wizchñevsky.[5]

La verdad que, tanto los testimonios y aportes de Lawrie como los de Wizchñevsky no hacen sino iluminar el comportamiento sombrío de algunos de los motores de la globalización sanitaria forzosa.Otros escarceos de poderosos

La opción globalifílica que procura arrear a toda la humanidad hacia “tan venturoso futuro” cuenta mucho más con la ciencia y la conciencia que con la fuerza. Una senda social blanda, medicinal, nos aguarda, mucho más que una militar (que nunca se descarta).

En rigor, Aldous Huxley lo entrevió hace ya un siglo, con su formidable “novela” Un mundo feliz (1931). Huxley era escéptico de la visión orweliana (que en 1948, a la luz de las atrocidades de la IIGM no pudo menos que entrever una opresión de tipo brutal, aunque ya muy teñida de persuasiones y conversiones de tipo ideológico, en su relato también distópico y también formidable; 1984).

Huxley le escribió, inmediatamente después de publicado 1984 a su autor: “Parece dudoso que la política de la bota en la cara pueda continuar indefinidamente. Mi propia creencia es que la oligarquía gobernante encontrará formas menos arduas y derrochadoras de gobernar y de satisfacer su ansia de poder, y estas formas se parecerán a las que escribí en Un Mundo Feliz. Dentro de la próxima generación, creo que los gobernantes del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narcohipnosis son más eficientes, como instrumentos de gobierno, que los palos y las prisiones, y que la lujuria de poder puede ser completamente satisfecha tanto sugiriendo a la gente que ame su servidumbre como azotándolos y pateándolos para que obedezcan.” [6]

Objetivo de poderosos: el gobierno mundial

La idea de gobierno mundial, desencadenada con el triunfo aplastante de “Los Aliados” en 1945,[7] ha tenido en 2020 su ensayo general con la declaración de pandemia de la OMS que procuramos reseñar. Entendemos que lo actuado por la OMS y los medios de incomunicación de masas a su servicio merecen un análisis riguroso, un abordaje racional, elementos de difícil acceso justamente por la presencia apabullante de “historia oficial”. Pero la vida es terca y el tendal de muertos con tratamientos equivocados y paralizaciones institucionales tarde o temprano serán abordados.

Los datos duros se harán insoslayables.

La (reiterada) promesa de la Agenda 2030

La Agenda 2030 repite un viejo juego al que las dirigencias políticas mundializadas recurren: estaríamos mal, pero no tanto; tenemos un porcentaje (tolerable) de, pongamos por caso, “necesidades básicas insatisfechas”, si cumplimos este Plan bajaremos su impacto a la cuarta parte. Diez años después, se verifica que el achique previsto no se verificó, y que en realidad, el deterioro cualitativo es mucho más grave, que la contaminación abarca muchas más áreas,  antes insospechadas, que los patógenos se han expandido como nunca antes y que lo que se daba por ganado, como el agua potable, está cada vez más cuestionada o que el “hambre cero” sigue siendo a lo sumo un buen deseo…

Pero ¿por qué y para qué sirvió ese diseño de cauto optimismo? Para inducirnos a creer que estábamos en la buena senda, que podíamos confiar en llegar a un buen estadío. La realidad, en cambio, nos “informa” que estamos cada vez más contaminados, más medicalizados, que las bacterias intrahospitalarias se han convertido en un agente patógeno insoslayable, que los microplásticos han penetrado todos nuestros cuerpos y alojado en nuestros órganos, que los contingentes de refugiados climáticos se agigantan en varios continentes, a causa de la desertificación de campos y zonas rurales (previamente expoliados por la agroindustria, por ejemplo), que los refugiados sociales y políticos también son cada vez más porque las estructuras de poder siguen cumpliendo una función monopolizadora subordinada a la tecnociencia comercial o empresaria y a la agroindustria, que se enfocan en el rendimiento material o crematístico y dilapida tantos recursos en sus emprendimientos a gigaescala.

La urbanización progresiva, empero, sigue haciendo la vida más cómoda a un mayor número. Y nos cuidamos de hacer una suma algebraica de beneficios y perjuicios para todos.

En resumen, que frases y consignas, tan al uso en la Agenda 2030 como “poner fin a la pobreza”, “combatir las desigualdades”, “facilitar el acceso a la justicia”, “reducción de la desigualdad de ingresos” no son sino señuelos.

POR ÚLTIMO, PERO PARA NADA LO ÚLTIMO…

Tendremos una vez más decidir, si los poderes que nos guían y condicionan a través de los medios masivos, de las cadenas mediáticas de persuasión y lavado cerebral, de los celulares “inteligentes”, nos ayudan o nos intoxican. Nos ayudan y nos intoxican a la vez.

Tendremos que aprender a conocer qué es lo que nos intoxica.

Si nos asumimos como lo que somos, seres de carne y hueso, y tratamos de aplicar nuestro discernimiento, o si aceptamos ser guiados por entidades tan falibles como todos nosotros, pero con unos intereses creados incomparablemente mayores que los de cualquier ser humano, de carne y hueso.#

notas:

[1]  The Ecologist, CAT, nov.-dec. 2022.

[2]  http://openlifespan.org/yuval-noah-harari-immortality-trap

[3]  25 oct. 2021. En sección Business.

[4] https://www.thedesertreview.com/opinion.letters_to_editor/dr-tess-lawrie-the-conscience-of-medicine/article_ff67eca-ac2d-11eb-adaa.ab952b1d2661.html

[5]  https://uy.radiocut.fm/audiocut/excelente-reflexion-del-sergio-wischnevsky-sobre-vacuna-pfizer

[6]  Cit. p. Jim Quinn en The Burning Platform, “We Are Trapped In ‘A Truman Show’ Directed By Psychopaths”, 2 dic. 2022.

[7]  Invito al lector a leer una nota mía anterior sobre este asunto: “El estado mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo”, https://revistafuturos.noblogs.org.

Publicado en Centro / periferia, Conocimiento, Poder mundializado, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología, Uruguay

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