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Categoría: Agronecrófilos

El colonialismo mental sigue en pie

Publicada el 01/08/2023 por ulises

DEL CONTINENTE INDOAFROLATINOAMERICANO

por Luis E. Sabini Fernández

Los países con origen colonial tienen una doble, triple, múltiple carga para deslastrarse.

Fijémonos en los países sudamericanos (y dejemos por un instante al margen las otrora llamadas Guayanas, cuyo proceso poblacional es todavía más enrevesado).

Colonialistas ibéricos, del extremo oriental de Europa, se posesionaron por orden divina, y terrenal del Papa, de estas vastas tierras con sus pobladores incluidos. Pobladores no europeos ni cristianos y por lo tanto tratados como enseres.

Lo primero que sobrevino fue una merma poblacional brutal (entre los “indios”, claro). No sólo mediante matanzas, a las cuales los colonizadores fueron muy propensos, sino también producidas por el choque intercultural y las diferencias entre los respectivos microorganismos de recién llegados con los asentados endémicamente en el continente y su población.

Los ibéricos que en los siglos xvi, xvii y xviii despojaron todo lo (poco) que pudieron robando para la Corona, fueron reconfigurándose. Se forjaron sociedades de criollos. Para todos los gustos; hubo quienes se mantuvieron apegados al origen transatlántico y otro caudal en constante crecimiento fue generándose con conciencia americana. Un tercer sector, menor pero muy movilizado, había empezado a sentir la importancia de otros centros imperiales, como el francés, pero sobre todo el inglés. Y con el paso de las décadas, con la emancipación de EE.UU. respecto de su  raíz anglo, los mismos EE.UU. pasaron a ser también otro referente para muchos criollos del sur.

Artigas, por ejemplo, conocerá ideas federalistas, que tendrán mucho que ver con su estrategia política, la Liga Federal, conectando políticamente a la Banda Oriental, la Mesopotamia y Santa Fe. También llegarán al Plata las nuevas ideas políticas con la Revolución Francesa de 1789 y todo ello hará que muchos políticos platenses  vayan sustituyendo ideas de representación mediante estamentos o corporaciones, de impronta medieval, por el voto directo y personal, individual, característico de lo que llamamos modernización.

La sociedad colonial establece grandes diferencias de valor y significación social para sus habitantes. Mucho trabajo esclavo, por ejemplo.

¿Cuándo empieza a surgir un espíritu de resistencia, de incomodidad ante el poder establecido en las capas “importantes” de nuestras sociedades coloniales, entre los blancos europeos o criollos? Será ante el descalabro de la corona española, por ejemplo, con la invasión napoleónica de 1808. Desde entonces, irá creciendo un desasosiego americano (las rebeliones de las naciones aborígenes vienen desde mucho antes, desde siempre, y en general, no se plegarán a los movimientos rebeldes de los blancos europeos)[1] que aumenta su intensidad a partir de 1810.

Lo característico de la rebelión sudamericana desde 1810, fogoneada inicialmente desde Buenos Aires, es que será contra el poder opresor extranjero y remoto,  pero sin la menor consideración hacia capas sociales al margen de los núcleos dirigentes. Convertida en revolución, permanecerá como revolución de minoría propiamente dicha, “y a mucha honra”.

Eso distingue los pujos revolucionarios sudamericanos de los habidos en otras sociedades más o menos simultáneas, o incluso anteriores, donde se apostara por cierto igualitarismo, por cierto universalismo. La marejada revolucionaria sudamericana de 1810 llegará, por ejemplo, a la libertad de vientres; es decir a una legalidad nueva donde no se nazca esclavo. Pero los esclavos permanecerán tales (reasegurando que la esclavitud se extinguirá tras décadas…), sin alterar las expectativas materiales de los actuales esclavistas.

Uno de los escasísimos documentos del período revolucionario sudamericano, que bregará por cierto igualitarismo, atención a los más necesitados, será el Reglamento de Tierras encarado por Artigas; “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”, “para que los más infelices sean los más privilegiados”: “los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia. Serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tuvieren hijos y serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros y estos a cualquier extranjero”.

Puesto en práctica a mediados de 1815, valiéndose de tierras “realengas” o expropiadas “a malos europeos y peores americanos”, esa reforma agraria se truncó en  medio de las guerras intestinas que caracterizó el período en que Artigas y el federalismo enfrentó al Directorio porteño. Su efecto, empero, se hizo sentir, pues consta que al menos durante el resto de todo ese siglo XIX los dueños despojados de tales tierras, procuraron, con ejércitos de abogados a su servicio, recuperar aquellas “suertes de estancia”, y así restablecer el latifundio tal cual lo había gestado la sociedad blanca privilegiada hasta 1810, sobre todo a costa de los territorios arrebatados a los naturales de la Banda Oriental (igual que en Argentina tras la “Conquista del Desierto”, 1879).

Podríamos enunciar que el levantamiento criollo contra la Corona (en rigor fue contra la corona española usurpada por Bonaparte que quiso instaurar otra corona, ésa sí claramente rechazada por los españoles, tanto los peninsulares como los indianos), no tuvo ninguna perspectiva, digamos solidaria;  era el levantamiento de un grupo social privilegiado que veía en peligro sus privilegios y se jugó a mantenerlos (y aumentarlos con mejores socios, como Inglaterra en lugar de España).

Eso explica que en los nuevos países americanos,  como Argentina (y poco después Uruguay), el latifundio haya sido piedra basal de la estructura de propiedad. Sostenido, además, con una absolutización del “sagrado de la propiedad privada” que no existe ni siquiera en las sociedades capitalistas europeas.[2]

Los levantamientos y la gesta independentista en estas tierras no tienen parentesco alguno con levantamientos obreros o campesinos, por ejemplo en  Europa en los siglos xviii o xix, luchando por la igualdad (Babeuf, levellers, ludditas).

Está nítido el motivo: éstas últimas son rebeliones contra opresiones generadas desde el privilegio; lo que sobreviene en Buenos Aires, y en general en las colonias sudamericanas que irán logrando la independencia, es una lucha de privilegiados para mantener privilegios, pero administrándolos.

Una oligarquía  ya más americana que hispana, entrará en rebeldía para adueñarse del poder económico (y consecuentemente político pero sin intención alguna de compartir ese poder con sectores de la sociedad ajenos al poder de la gente “como uno”, “decente”. Asì, la independencia consolidará el poder económico ya establecido y lo reafirmará, consolidando el latifundio.

Y aquellas aguas traerán estos lodos. Dos ejemplos, bien recientes: el trigo transgénico y el INTA ante el programa SPRINT.

1. EL TRIGO TRANSGÉNICO ABARATA ENVENENANDO

Alrededor del 2000 por la polémica desatada con la expansión de los alimentos transgénicos, los grandes consorcios que los impulsaban; Monsanto, Bayer, Syngenta, se avinieron a una demanda social que ganó mucho espacio cultural entonces resistiendo la técnica transgénica en franca ofensiva. Se llegó entonces a una suerte de descansillo; se aceptó como hechos consumados soja y maíz transgénicos, pero a la vez se logró el compromiso de tales consorcios de no iniciar la producción de trigo y arroz transgénicos. No se logró ningún acuerdo formal, apenas una concesión oral ante las organizaciones campesinas internacionales, como Vía Campesina, el MST brasileño, la Conféderation Paysanne de Francia y diversas organizaciones rurales asiáticas. Apenas una tregua.

Esa especie de status quo fue repentinamente violado por dos países, llamativamente próximos entre sí: Uruguay y Argentina. En el mismo año, 2020,  sus autoridades, digamos nacionales, proclaman la puesta a punto de trigos transgénicos (con cualidades transgénicas vinculadas a la tolerancia a diversos biocidas, como el glufosinato de amonio). Los veinte años no habían pasado en vano. Los consorcios transgénicos y sus laderos dan el golpe sorpresa y “se la llevan toda”.

2. INTA ANTE EL PROGRAMA SPRINT

En el marco de la FAO, es decir de la ONU, hace unos años se generó una entente con representación de varios estados europeos más la Argentina, dedicada al mapeo de los agrotóxicos entre los consumidores de los alimentos resultantes de la producción industrial y masiva.

Objetivo delicado si lo hay, esto de que organizaciones y redes transnacionales dedicadas a la modernización de la agricultura alcancen una instancia crítica observando el fruto de su propio accionar. El proyecto generado, SPRINT, parece haber dado por resuelto que la verdad es más importante que la protección de intereses creados, puntos de vista, preceptos de trabajo.[3]

SPRINT encaró, por ejemplo,  el mapeo humano en los pueblos fumigados de la provincia de Buenos Aires, y entonces estalló el cortocircuito: INTA no aprueba ese estudio y le quita todo auspicio.  Es curioso ver el miedo pavoroso ante la verdad, en el mismísimo campo de la hipermodernidad agropecuaria. El INTA borra una reunión en junio 2023, programada para conocer dicha investigación, y el 5 de julio el INTA suspende el capítulo argentino del proyecto SPRINT ¡e inicia un sumario contra sus responsables! [4]

El motivo resulta peculiar: según Naturaleza.ar, INTA no habría advertido que las investigaciones iban a llegar a ponderar el alcance que los agrotóxicos tienen en seres humanos. Argumentación bizarra, por decir lo menos, considerando que Argentina, junto con EE.UU., son los primeros y únicos dos países del mundo que iniciaron los cultivos transgénicos en el siglo XX. Y que Argentina conoció el estremecedor testimonio del formidable fotógrafo Pablo Piovano, que recorriera hace unos años “el país de la soja” registrando el daño de los agrotóxicos en los seres humanos.[5]

Vale la pena reparar cómo se ha generado conflicto desde una instancia de evaluación que pertenece por entero a la modernización hipertecnologizada, que se ha desentendido de consecuencias no deseadas pero insoslayables, provenientes de una política empeñada en producir con prescindencia de toda consideración sanitaria.

El latifundio que hace dos siglos desechaba “negros” y “marrones”; desecha ahora niños pobres de los pueblos de provincia.

Es llamativo que no se hayan rastreado los motivos del aumento desproporcionado de escuelas diferenciales, por ejemplo en Misiones, para niños “con capacidades diferentes” (Trastorno del Espectro Autista (TEA) y Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). [6]

Tendríamos que decir basta a conspiraciones de silencio. Pero sabemos que no es nada fácil. Porque “los que tienen la vaca atada” cuentan con la ignorancia generalizada, la dificultad para rastrear causas y la confianza por inercia hacia lo que “las autoridades” afirman.

Pero, como decía Mario Benedetti, “el abajo se mueve”.

[1]  Hay una excepción, y es la resistencia de los aborígenes que, al menos parcialmente, compartirán la rebelión con Artigas en el territorio de la Liga Federal (los ya nombrados territorios de la Mesopotamia y el Uruguay).
[2]  En países con régimen absolutista, como Suecia, en los albores de la modernidad, la propiedad privada estaba sujeta al bien general y en los siglos xvi y xviii, la monarquía  dispuso sendas reasignaciones de tierras a campesinos para mejorar el erario público. Algo que ha quedado afuera de las cabezas de nuestras clases poseedoras. Lo más cercano aquí se podría rastrear, hace ya más de un siglo, en El Grito de Alcorta, pero aun cuestionando el expolio de los propietarios a los trabajadores de la tierra, ese Grito no llegó a alterar, ni siquiera plantear, la tenencia de la tierra. “Sagrada”. El Grito fue ahogado con asesinatos (impunes).
[3]   Naturaleza.ar, 17 julio 2023.
[4]  Ibíd.
[5]  Repare el lector que si se han podido registrar los daños sobrecogedores de tales venenos en seres humanos, con quienes, aunque insuficientes, se toman medidas semiprotectoras, el daño producido en la vida silvestre y no humana en general, debe ser todavía mucho mayor. Piovano es a la contaminación agrocida generada por la codicia del lucro lo que las Madres de Plaza de Mayo han sido a la dictadura atroz de 1976. Solo que MPM han sido socializadas, lo de Piovano no (no tanto, al menos).
[6]  El Territorio, Posadas, 31 julio 2023.

 

Publicado en Agronecrófilos, Argentina, Ciencia, Globocolonización, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología, Uruguay

ENVENENÁNDONOS

Publicada el 18/07/2023 - 18/07/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

30 abril 2023

SALUD Y ENFERMEDADES

José, 47 años, cáncer en área digestiva; Leticia, 36 años, cáncer de mama, es intervenida, extraído todo su sistema sexual reproductivo; Emilio, 46 años, diagnosticado con Párkinson y en etapa ya no incipiente; Leonel, 47 años, septicemia; Charles, 26 años obesidad muy avanzada; Iris, 19 años, alergia de origen desconocido; Braulio, 20 años, disfunción eréctil y atrofia testicular; bebe con espina bífida… y estamos apenas enumerando enfermados más jóvenes del medio siglo; entre los de mayor edad, la tendencia a presentar enfermedades es todavía mayor.

Conozco el caso de la ahora abuela viuda, con enormes dificultades motrices y mil achaques, que se desplaza con andadores, el hijo, de media edad, acaba de recibir diagnóstico de cáncer y cirugía inmediata, y su única nieta, emigrada…  España.

¿Con qué relacionar los enfermos y las enfermedades?

¿Y con qué las peripecias familiares?

¿Con microbios a combatir con vacunas? No lo parece. Casi todas estas enfermedades presentan no cuadros de lo que se llama contagio sino cuadros de procesamiento endógeno; algo en el sujeto afectado ha ido dejando de andar bien, o incluso, ha nacido con algo deficiente, defectuoso, insuficiente.

La mera enumeración de las enfermedades que veo expandirse entre nuestros parientes y conocidos, vecinos y compañeros de trabajo, tienen que vincularse con algo común; aire, alimentos, condiciones cotidianas de vida.

 

ALIMENTOS Y SALUD

¿Qué es lo que tienen, por ejemplo, hoy los alimentos que no tenían hace medio siglo y más? Del bicarbonato y una decena de productos químicos aplicados “al campo” hace cien años, hemos pasado a una batería de miles de productos químicos. Una selva química con efectos sinérgicos casi totalmente desconocidos. Conservantes, gelinizadores, leudantes químicos, endulzantes sintéticos, aromatizadores, colorantes, antioxidantes, espesantes, acidulantes, reguladores del ph, espesantes, emulsionantes, estabilizadores, potenciadores de sabores, antiaglomerantes y toda una batería de “mejoradores” químicos de los productos de origen natural (aunque estos últimos sean a la vez cada vez menos naturales y más difíciles de encontrar… y pagar). Comparemos apenas la ingesta de proteínas animales de hace cien años en nuestro país; perdices, patos, gallinas, corderos, peces  pescados en el mar, ríos y lagunas, liebres, ranas, mulitas, todo fresco  y hoy, pollos congelados, peces de estanque y carne de vaca… si alcanza el dinero.

En resumen, estamos comiendo con venenos. Ingiriendo materiales tóxicos  junto con los alimentos. Animales o vegetales. Que estiran su durabilidad. Su “fecha de caducidad”. A medida que la urbanización ha aumentado, hasta la megalopolización, las cadenas de frío se han hecho más imprescindibles. Compárese nuestro presente con congelados por doquier con aquella costumbre de “cazar patos”, por ejemplo, y dejarlos al aire, desvicerados, para que se oreen y comerlos como un manjar, cuatro o cinco días después…

¿Alimentarnos desde grandes redes envenenadas y envenenadoras, o procurar comer en circuitos más pequeños y en condiciones de hacerlo sin venenos o con el mínimo que en cada caso resulte inevitable? En gran escala, el veneno inevitable es el que nos dan a ingerir hoy día. Ése es el camino hacia las anencefalias, las malformaciones congénitas, la expansión de trastornos circulatorios, de párkinson, alergias, Alzheimer… y cánceres. Cada vez más, en todos los rincones de nuestros cuerpos.

Hablamos de alimentos, ¿pero qué hacer con el agua, presente en todos los alimentos, en nuestros cuerpos; sustancia madre de nuestra vida (Tales era perspicaz, en su Mileto natal).

 

CONTAMINACIÓN

Dejemos a un lado el aire, también hoy contaminado y consiguiente causa de muertes.

El agua está permanentemente envenenada por agroquímicos –combinación hoy ominosa entre plaguicidas y fertilizantes− y por efluentes industriales. Y por plásticos, que al no biodegradarse “producen”, por roturas sucesivas, microplásticos, invisibles pero no inactivos, en todas las aguas, en todos los mares.

La medicina institucional ofrece su solución: la medicalización de la sociedad. En un todo de acuerdo con la burocracia médica transnacional de la OMS y con la industria médico-aparatológica y farmacéutica: vacunas, medicamentos y controles. Abrir el mercado sanitario no ya a enfermos sino a todos; los sanos constituyen un mercado mayor que el de enfermos tradicionales. La declaracion de una pandemia asegura, por ejemplo, esa generalización.

 

MEDICALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD

Esa política sanitaria responde a la medicina pasteuriana. Vale una remisión a orígenes. Orgullosamente, Louis Pasteur, encumbrado como primus inter pares delineó la medicina moderna, la que hoy conocemos en nuestro país, en Occidente. En lucha contra los microbios. La denominación es correcta: partículas minúsculas de vida; seres vivos micro. Descubiertos los gérmenes patógenos, agentes de muy diversas enfermedades hasta entonces existentes pero sin que la humanidad los conociera, identificara, Pasteur se empeñó en combatirlos una vez identificados. Una vía primordial: vacunas.

Mi ignorancia no me permite negar la importancia de vacunas contra enfermedades como la viruela que ha arrasado a la humanidad en muchos sitios y épocas, con tasas de mortalidad del 30% de toda una población y con abundantes secuelas entre los sobrevivientes (esterilidad, por ejemplo). Análogamente, la peste negra europea de 1348-1349, que aniquiló la vida de, se estima, un tercio de la población europea (unos 25 millones de 75), sin duda no tuvo el freno que habría representado una vacuna. Frente a fenómenos como éste, la ya mencionada viruela o la rabia, siente uno la impotencia ante semejante empuje epidémico.

Pero algo muy distinto sobreviene con la inmensa mayoría de las enfermedades, ante las cuales la industria farmacéutica y las redes médicas cada vez más “nos” proveen de vacunas.

El planteo pasteuriano generó una guerra contra las enfermedades. Se produjo una suerte de militarización de la medicina, muy en el espíritu darwinista, de “lucha por la vida”, que en economía encarnaría el liberalismo puro y duro.

Los planteos de lucha por la existencia de cada especie y de cada individuo, tan caro al darwinismo decimonónico, fue cuestionado por otro zoólogo, naturalista y paleontólogo, Piotr Kropotkin, quien destacara la importancia del apoyo mutuo en los desarrollos vitales, no solo intraespecie sino interespecies; la importancia de la cooperación, no sólo de la competencia.[1] Pero el aporte de Kropotkin no pudo penetrar la construcción ideológica del darwinismo, más acorde a los tiempos de una capitalismo invasivo y victorioso.

Pasteur, a su vez, tuvo un crítico en su tiempo; Antoine Béchamp, biólogo contemporáneo que se enzarzó en polémica con Pasteur, ya consagrado. Si los microbios son seres unicelulares, microscópicos que se encuentran por millones, no ya miles sino millones o billones en todas partes, ¿por qué, preguntaba, se contagia este ser vivo en particular y no miles y millones dada esa presencia masiva y constante de microorganismos? Béchamp ponía ejemplos con árboles del bosque: cientos, miles, y de pronto uno carcomido y literalmente comido por microorganismos y fauna menor, termina derribado. Pero los agentes microscópicos que habían invadido ese ejemplar, estaban por doquier, entre y encima de los demás árboles, que siguen vivos. Entonces, sostenía Béchamp, hay algo en el árbol carcomido y derribado; algo en ese cuerpo que dio cabida a “los microbios”.

Así mirado, el contagio, como el agente pasteuriano de afuera hacia adentro, pierde importancia, más aún; pierde sentido.

Béchamp tiende a desechar la idea de combatir agentes patógenos y realza la atención en el delicado asunto de la salud. Premonitoriamente ecologista. Impulsar la salud. Y no patrocinar campañas contra  microbios.

Como destaca la médica argentina Mónica Müller en un capítulo de su muy lúcido y crítico libro Pandemia,[2] las vacunas son el mecanismo de atención rutinario y práctico de gobiernos con recursos limitados para achicar el daño de enfermedad cuando una sociedad no puede mejorar las condiciones sanitarias y alimentarias de la población. En buen romance, nos dice que las vacunas son un sucedáneo. Que lo que importa  es la salud, que los gobiernos no aseguran. Sostiene, tácitamente, que población bien alimentada, sana, no tiene porque contraer  sarampión, varicela, hepatitis, covid. Y que cuando las contrae, sus efectos no serán devastadores sino en todo caso, generará resistencias a nuevos contagios. La tan trajinada “inmunidad de rebaño”.

Que la multiplicación de vacunas a recién nacidos no es señal de modernidad ni mejor ciencia sino una económica, pragmática vía de protección que a su vez  sustituye o descuida lo del crecimiento sano de los recién nacidos. Lo de económico es relativo: cada estado gasta millones que paga a laboratorios fabricantes de vacunas. En Uruguay para los primeros años de vida, son las obligatorias alrededor de 10; en Argentina, unas 20  (y a veces, con varias dosis).

Por otra parte, la institucionalidad médica ha generado su propio universo, su propio mercado, sus propios pacientes, médico- o remediodependientes.

Hay gente que no puede vivir sin “remedios”, sobre todo, después de los cincuenta. Y “remedios” es la palabra adecuada, como cuando tiempos atrás, se hablaba del “remedio para las hormigas”, y solían meter DDT por todos los sitios (¿cuántos cánceres habrá desencadenado el uso “libre” de DDT desde la segunda posguerra?).

“Remedio”, con su misma significación, de “veneno”, pero para nuestros cuerpos. ¿Quién no conoce a alguien “todo descangayado” que toma muchos medicamentos y… considera que no puede prescindir de ellos?

 

EDUCACIÓN Y SALUD

La prensa oficialista aplaude porque aparentemente habríamos alcanzado a la mitad de adolescentes con secundaria completa. Llegar al 50% no es para congraciarse puesto que los países “modernos” o modélicos andan por el 90% o el 95%. Es apenas porque hasta hace poco, los “secundarios completos” del país andaban en el 40%…

Pero dejemos los porcentajes y observemos la realidad cotidiana: entre los jóvenes que atienden en las ferias semanales –jóvenes de los arrabales montevideanos o hijos de chacareros− la mitad por lo menos (o más), no saben sumar. Sumandos de una o dos cifras. Manzanas, 28 pesos, zanahoria, 15, naranjas 40, una hilera no larga de artículos y el o la joven va a la única calculadora del puesto de verduras y pone allí sus numeritos o le pide al “operario” de la calculadora que se los ponga. Para cobrar 315, 650 pesos.

¿Observó el lector las veces que las cuentas en un almacén, en un boliche, en una panadería, dan mal? Al estilo de las bombas que George Orwell bautizara como “Imparciales” durante la Guerra Civil española, porque podían estallar en destino o en el mismo cañón donde se emplazaban para disparar. Pero los hispanos podían tener una disculpa ante semejante azar, porque la industria de armamento tuvo que ser reconstruida de apuro, entonces, cuando el país se partió al medio, en 1936.

La “imparcialidad” en los resultados de las cuentas cotidianas a que nos referimos, no tiene disculpa alguna en el apuro, la improvisación. Nuestros escolares,  al menos una buena cantidad, salen de la escuela sin saber sumar o restar o multiplicar o leer. ¿O ni entraron a la escuela? ¿Qué fue lo que nos partió al medio a nosotros?

Décadas atrás, los niños ricos no necesitaban la escuela para aprender a leer y escribir. Algunos, con padres intelectuales, doctorales o mediante institutrices lo hacían desde los 3  o 4 años. Y los pobres entraban a primaria analfabetos a los 6 años y a menudo, a los 9 o 10 años participaban de exámenes de idioma o matemáticas en igualdad con los niños provenientes de hogares acomodados.

La escuela entonces, mediante diversos hachazos a la creatividad infantil, mediante una regimentación verticalista –aunque a veces suavizada por la comprensión o la sabiduría de maestros (generalmente maestras, en Uruguay) otorgaba una serie de herramientas racionales a los niños, a los futuros adultos de esta tierra. Aritmética, geometría, gramática, ortografía, lectura, geografía, historia. La población escolar, entonces, iba tomando conciencia de dimensiones témporoespaciales (continentales, planetarias), entendiendo el concepto de cero, y cualquier infante egresado de primaria sabía “las 4 operaciones fundamentales” o resolver una lectura y hasta una escritura (en castellano), aunque probablemente había malogrado muchas dotes de creatividad. Porque el perfil era disciplinario; era libertad dentro del orden; no orden dentro de libertad.

El armenio vecino, que llegó hace 5 años al Uruguay, Montevideo, y que tiene su negocio gastronómico desde hace 3, me comentaba, sorprendido, apenado, que muchos repartidores no saben escribir los pedidos o hacer cuentas por sí mismos –presencié una discusión suya con uno que escribía ventinueve y él lo corregía, veintinueve−. El armenio me preguntaba qué pasaba en la escuela… preguntándose qué tsunami había arrasado el pasaje escolar.

Allí, en esas incapacidades, que son frustraciones, recaen los 5 de cada 10 que no terminan primaria. La presencia archiprobada de agrotóxicos en los cuerpos infantiles (y transitivamente en toda la población) altera las capacidades cognitivas. Como en su momento, pasó lo mismo con el plomo (plombemia que, se estimó, alcanzaba un porcentaje muy alto de la población infantil uruguaya). Un artículo reciente recaba, una vez más, el descuido criminal con que en nuestro país se “trabaja” con venenos. Sin ser EE.UU. “campeón” en la resistencia al uso de agrotóxicos (más bien al contrario), mediciones que se han estado siguiendo sistemáticamente, revelan que en Uruguay la intoxicación mediante agrotóxicos, que altera facultades mentales, el aprendizaje, por ejemplo, es diez veces más alta que en EE.UU.[3]

¿Puede un país pretenderse “casi primer mundo” con media población analfabeta? Una pretensión habitual de comentadores mediáticos, que hasta se entusiasman y ubican en el Uruguay no sé cuántas vanguardias y modernidades de quinta generación. ¿Pero, de quiénes hablan y a quiénes les están hablando? ¿A emprendedores tentados por el grado inversor uruguayo?

Lejos, muy lejos  de agotar la enumeración de malandanzas de nuestro país, el aumento crecientemente acelerado de violencia, en los barrios pobres, es otro índice más que preocupante, del que poco se habla. Porque –como pasa con la problemática carcelaria− poco le llega a las capas sociales más privilegiadas.

Es como si una cobertura de orgullo institucional y pretendidamente autosuficiente impidiera ver las dimensiones reales y efectivas de nuestras carencias.

La autolisonja no suele hacer mella en ajenos, pero además, puede engañar a propios. Con lo cual es doblemente penosa.

Una de las tasas de suicidios más alta (y en aumento) de América Lapobre, es la nuestra, junto a la de los cubanos. Sobre todo, entre varones.

Una tasa alta y en franco aumento de obesidad, particularmente infantil.

No hay mucho de qué extrañarse. Aunque desconozco estadísticas, por conocimiento directo de algunos pocos países, el Uruguay ostenta el triste privilegio de contar con el mayor número de almuerzos regados con Coca-Cola. [4] De niños, pero también de adultos. Basta ver la cantidad de bares y restaurantes equipados con sillas y carteles de Coca-Cola para advertir el carácter de sucursal cultural y adventicia atribuible al Uruguay.

Coca-Cola es mucho más que una bebida tóxica que provoca adicción, por sus ingredientes; coca y azúcar. El azúcar está ahora en franca retirada dietética, aunque los edulcorantes que tomen la posta, serán probablemente peores. Pero es más que una bebida a secas; es la ideología american en nuestra tierra. Y como corresponde a todo proyecto colonialista, es devastador para el colonizado. Caso India.[5]  En Uruguay, con una relación agua-población no tan severa, Coca-Cola se ha planteado una estrategia de RR.PP. precisamente opuesta a la encarada en la India. Aquí, Coca-Cola se ha valido de su identificación con la Alianza Uruguaya por el Agua –una red empresaria bajo el alero institucional del BID−, para presentarse como campeona de la preservación ambiental. Ya que no de la comida sana.

 

DESARROLLO EXÓGENO, ENTREGA DE BIENES NATURALES Y EL “PANTANO” INTERIOR

Nuestro origen colonial, multiplicado; España, Portugal, Brasil, Reino Unido y por último EE.UU., que se presentó en las Américas como agente emancipador contra la colonización europea, algo que les permitió a algunos poner los ojos en la nueva metrópolis, ilusionándose con falsas igualdades. El exponente mayor, tal vez por su trascendencia para el país, haya sido el batllismo que, junto a rasgos aceptables como la laicidad, el civilismo democrático al menos formal, adoptó la sumisión al panamericanismo, que vemos perdura pese al paso de las décadas. Como que en nuestro país, Brum venció a Quijano.

Los ejemplos más prístinos están a la vista: en algún cónclave de empresarios y administradores transnacionales se entendió que Uruguay (como, por ejemplo, Filipinas) eran propicios para asentar allí celuloseras, juzgando la disponibilidad de agua del país, y seguramente la escasa defensa de los bienes naturales, genuflexión ante la inversión externa

–que nunca es para beneficio del receptor sino para conveniencia del inversor−, aceptación complaciente de zonas francas; la asunción, en suma, de un globalismo supranacional del cual se aprovechan, precisamente, algunas naciones o entidades no precisamente globales.

Por los mismos motivos estuvo el intento Aratirí, felizmente malogrado, el abordaje portuario de Katoen Natie o los jugosos contratos de Pfizer, ignorando derechos de la parte contratante “Uruguay”.

Nuestra sociedad, nuestros gobiernos y capas dirigentes son las que deciden ampliar los emprendimientos transnacionales, en tanto se siguen deteriorando nuestras condiciones nacionales, interiores, locales, propias, algunas de las cuales  hemos estado rastreando.

 

CÁRCEL, LIBERTAD, FUTURO

Hemos repasado falencias en la educación y en la construcción de cultura, en la capacidad de pensar y resolver nuestros propios problemas.

¿Qué decir del proceso de encarcelamiento social, la “carcelización” de nuestra sociedad?

Las cifras aquí, también son elocuentes. Nos dicen desde el insospechable El País, de Madrid: “Uruguay triplica su cantidad de presos en veinte años y ya tiene la tasa más alta en Sudamérica.”[6] Un dato que nos habla de otra crisis indisimulable.

Aquí tenemos que agregar uno más de los frutos envenenados de la dictadura. Hasta los ’70, las cárceles estaban administradas por el MEC. Eso significaba, entre otras cosas, planes de estudio y capacitación para la población carcelaria, y aunque siempre deficientes, mantenía en pie la idea de la recuperación del preso, del exdelincuente hacia una vida útil para él y para la sociedad. Las cárceles tenían talleres. De carpintería, de herrería, textiles. Había bibliotecas. En cárceles en zona rural, actividad agraria, como era proverbial en la cárcel de pueblo Libertad antes de la edificación del pabellón gigante de reclusión sobre zancos, para evitar fugas desde dentro de la construcción, como aconteciera, y más de una vez, en la cárcel de Punta Carretas.

Es cierto que con la crisis que arranca en el segundo quinquenio de los ’50, poco a poco los servicios de recuperación en el ámbito carcelario se van desmigajando y la violencia política, junto con la social, se va a ir ahondando, dificultando aquel universo.

Pero con la dictadura no hubo duda ni agonía:  la administración carcelaria se traslada de Educación y Cultura a Interior. Y las cárceles se constituyeron en el ojo policial: iban a servir estrictamente para mantener encerrados a sus habitantes.

Los datos ahora dicen que la mitad de la población carcelaria es analfabeta, y que las adicciones afectan a la inmensa mayoría (ibíd.).

La violencia interna, institucional, también ha aumentado exponencialmente.

 

Bueno es consignar, empero, en qué sentido la sociedad se mueve, en contra de tales designios y políticas. Pienso en el crecimiento de pequeñas redes luchando por restablecer la producción de alimentos sanos, orgánicos, alejándose de los centros urbanos; en el auge del ciclismo; en las redes sociales y políticas encarando la resistencia a la globalización modernizadora y transnacional.

 

AHORA, DIGITAL PARA NO PERDER… ¿QUÉ TREN?

Hemos visto que ya perdimos varios trenes. En algún otro texto he procurado explicar el daño que ocasionó al país la crisis de los ‘60 y la emigración consiguiente.

Uruguay tiene el triste privilegio de haber tenido una red considerable de vías férreas, [7] abandonada para mayor gloria de la industria automotriz y sus camiones… estadounidenses.

En este presente, en proceso de digitalización forzosa  progresivamente acelerado, vale advertir el sentido de un pensador formidable y predigital, Paul Valéry (1871-1945); “La máquina domina. La vida humana está rigurosamente controlada, dominada por la voluntad terriblemente exacta de las máquinas. Estas creaciones humanas son exigentes. Reaccionan ahora contra su creador y lo van reconfigurando, maquinizándolo. Quieren disponer de individuos muy bien entrenados. Aplastan poco a poco toda diferencia entre seres humanos y los adaptan a su propia forma de funcionar, con su misma uniformidad. De algún modo construyen su propia humanidad, para su uso, casi casi como una réplica de ellas mismas”.

Si Valéry advertía este proceso en la primera mitad del siglo XX, ¿qué tenemos que pensar y considerar ahora, con la computación generalizada, particularmente con el celular que está arrebatando y situando a los niños en un universo absolutamente sin precedentes, y cuando la IA empieza a hacer estragos, quebrando la relación verdadero/falso que ha sido –pese a todas las dificultades que genera semejante disyuntiva− una guía permanente y fundamental de nuestro comportamiento, nuestros valores, nuestros códigos éticos?

Lo expresado por Valéry con tanta perspicacia, certero hace un siglo, hoy centuplica su significado y cuestiona todo optimismo tecnológico.

Que Valéry nos sirva como advertencia y no como mero registro o estado de situación.

[1]  El apoyo mutuo, editado por William Heinemann, Londres, 1902. El origen de las especies de Charles Darwin es de 1859.

[2]   Editorial Sudamericana, Bs. As., 2010.

[3]  https://ladiaria.com.uy/ciencia/articulo/2023/4/reportan-diez-veces-mas-metabolitos-de-pesticidas-en-alumnos-de-primer-ano-de-escuela-de-montevideo-que-en-ninos-de-estados-unidos/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=manana

[4]   En México, Suecia, Argentina, el consumo de Coca-Cola es notoriamente menor que en Uruguay.

[5]   El “capítulo India” de la Coca-Cola muestra toda esa capacidad de daño, que es mundial, pero acentuada en un país-continente con  escasa agua en relación con su población (más de 1400 millones de seres humanos). Acentúa la escasez de agua; contamina agua y suelo con sus embotelladoras; distribuye sus desechos como “fertilizante” entre campesinos, aumentando la contaminación. Por la lucha de los pobladores, muchos embotelladoras de Coca-Cola en la India han sido cerradas  o están sitiadas para obstruir su funcionamiento contaminante y expoliador de las napas freáticas. https://www.thoughtco.com/coca-cola-groundwater-depletion-in-india-1204204.

[6]  Gabriel Díaz Campanella, Madrid, 16 abr 2023.

[7]   No ilusionarse con ningún paraíso perdido: los británicos –que no fueron ni siquiera los primeros− tendieron buena parte de la red ferroviaria para satisfacer necesidades metropolitanas suyas. De todos modos, los trenes permitieron despliegues y desarrollos de la incipiente sociedad oriental.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Poder, Salud. Y enfermedad

Vidrio, papel y plástico: NO es una santísima trinidad

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández – 16 enero 2023

También publicado en uypress, Salto Grande Extra, postaportenia, mediomundo, tlaxcala, RLSF entre otras.

El papel fue descubierto por la humanidad hace unos dos mil años. En China. La humanidad buscó diversas vías para dejar asentada su memoria; haciendo códigos mediante abstracciones y convenciones. Escritura cuneiforme, jeroglíficos, quipus, alfabetos.

El papel  fue inicialmente construido en base a celulosa, usando vegetales ricos en tales, como el cáñamo, troncos de árboles cuidadosamente tratados.

De China pasó a Japón, y con los árabes incursionando en Oriente, el papel vino con ellos a Europa. A España en primer lugar.

La imprenta tuvo similar recorrido y empieza a ser “pareja inseparable” del papel.

El papel se reveló apto para transmitir conocimientos, tradiciones, reflexiones, más y mejor que las piedras rúnicas, por ejemplo, u otros códigos tallados en piedra o madera, que ya mencionamos.

Antecedentes formidables se ubican cinco mil años atrás con los papiros, también de origen vegetal, en Egipto o con los pergaminos, de origen animal, que se ubican más recientes en el tiempo (doscientos años antes de la era actual), en la ciudad de Pérgamo, precisamente. Ante la escasez de papiros procedentes de Egipto esta ciudad del mundo griego se afanó en buscar y encontrar tamaño sustituto (cuero de cordero desecado).

Hoy el papel es una constituyente inescindible de toda la cultura de las sociedades humanas.

“Los restos de vidrio más antiguos datan de unos 5.000 años a.C. y se han hallado en zonas de Asia Menor, Mesopotamia y del Antiguo Egipto. Las primeras piezas hechas íntegramente de vidrio datan del 2.100 a.C., en las que se empleaba la técnica del moldeado.” (Wikipedia)

Nos topamos otra vez con un invento humano milenario, que tiene grosso modo edad similar a la del papiro/papel.

Hay muchos otros bienes culturales también milenarios y con muchísimos más años en su haber, como vestimentas y herramientas (incluidas las armas). Pero estos dos que he señalado −papel y vidrio−, han recibido, en pleno siglo XX, un formidable y brutal reemplazo, a través de materiales plásticos, y fundamentalmente con los termoplásticos. Ensalzados con las mejores virtudes.

Leemos en Wikipedia que: “Los plásticos derivados de petroquímicos son de fácil fabricación y sus costos son muy bajos.” [1]

Si Wikipedia, que se presenta como un servicio neutro, sereno, adverso a todo reduccionismo, a todo escamoteo deliberado de información, a todo interés partidario o empresario, nos habla que los “derivados petroquímicos” son de fácil fabricación y costo muy bajo ¿qué dejaremos para que declaren la petroquímica y el mundo empresario del ramo?

Recuerdo la incomodidad de una Cámara (nacional) de plástico (mediados de los ’90) ante algunas notas mías advirtiendo sobre, por ejemplo, la contaminación tan inseparable de la montaña de basura plástica con que el planeta fue rellenado en las últimas décadas (recordemos el origen reciente de los plásticos; los termoplásticos provienen de la década del ’20 del siglo XX). Insistían en que el plástico era el non plus ultra en calidad.

Así fueron presentados. Y no sólo en Wikipedia. Y así los sigue presentando la petroquímica y en general el mundo cleptocórporatocrático (según la acertada denominación de Salle Lorier).

Hoy ya es inocultable el grado de devastación producido por el gran negociado petroquímico. Aunque sigamos haciéndonos los sordos.

Los microplásticos están en el aire, en las aguas, en la leche materna, concretamente en órganos nuestros.

Algunos daños ya han sido registrados y muchos de tales resultan irreversibles. Por ejemplo, cómo los plásticos han afectado la fertilidad biológica animal (todavía no sabemos si y en tal caso cómo, la vegetal, pero me temo que también, a causa del carácter no biodegradable de los plásticos).

Aunque asordinadas por toda la red de la biología oficial, por las empresas productoras y envasadoras con envases plásticos, por los diversos engranajes onusianos (PNUD, PNUMA, PMA, OMS, etc.), las pocas investigaciones emprendidas por biólogos que merecen el nombre de científicos analizando la realidad sin patrocinio corporativo,[2] nos han dado elementos suficientes para estar más que preocupados, si nuestra atención fuera a la salud y no a las comodidades ni a los beneficios inmediatos.

Los autores de Our Stolen Future han probado en una compleja y vasta investigación de campo de larga duración la presencia de micropartículas plásticas que alteran las gónadas; por ejemplo, en lagos contaminados con cocodrilos sexualmente atrofiados. Han verificado el comportamiento de gaviotas haciendo pareja tratándose de dos  gaviotas hembra (las funciones que en una pareja mixta cumple el macho, trayendo alimento, las cumple aquí una de ellas).

Como declara hasta The Nature Conservancy (una oenegé gigantesca y muy institucionalizada, aunque, “con las mejores intenciones”):

“La contaminación por plásticos se ha convertido en uno de los retos medioambientales más acuciantes […]. La producción e incineración de plásticos contribuye en gran medida al cambio climático. Los residuos plásticos también ahogan nuestras vías fluviales, contaminan nuestros océanos, matan la vida silvestre y se infiltran en nuestra cadena alimentaria.” [3]

Su sitio-e informa que se producen 300 millones de toneladas anuales de plásticos.

Y la petroquímica, tan campante. Por eso el papel de denuncia, correcta, de TNC carece del necesario cuestionamiento (porque es una oenegé honorable pero domesticada).

Lo cierto es que el mundo empresario vinculado con la producción de plásticos no parece en absoluto dispuesto a perder la gallina de los huevos de oro. Una gallina dispuesta de tal modo que hace creer que hay ganancias. Que provienen del viejo recurso que la industria petroquímica llevó al paroxismo: la externalización de costos.

Las Cámaras de la Industria Plástica se limitan a calcular, como si lo hicieran científica u objetivamente, el peso de los envases (los de plástico son más livianos que los de vidrio), el costo de la materia prima (el petróleo extraído con salarios miserables y sin hacerse cargo de todos los pasivos ambientales que deja la extracción a su paso, arruinando suelos y asesinando a quienes resistan el expolio, como a los ogoni en Nigeria) es más barato que andar produciendo envases, por ejemplo, de vidrio o una red satisfactoria de agua potable. Pero en esos “cálculos de costos” se omite, deliberadamente, hablarnos del destino final del producido plástico (que en general, en el 90% de los casos, se trata de envases o bolsas que se usan una sola vez), su papel como agente contaminador de las más diversas formas y vías, etcétera.

Esta contaminación, tras décadas de inconsciente comodidad,  tomó alcance planetario.[4]

Como los plásticos no son biodegradables, su desaparición es aparente. Solo “real” al ojo humano. Con nuestra visión limitada. La erosión va desmenuzando el plástico, hasta hacerlo invisible a nuestros ojos. Pero las micropartículas siguen contaminando los mares.

Contaminándolos de un modo ingobernable. Contaminándonos. Superando los delirios tecnófilos de grandes barcos “tragadores” que iban a colar el plástico de los mares hasta dejarlos impolutos. No tengo idea cuántos millones de dólares se dilapidaron en los países enriquecidos, diseñándolos, pero la presencia generalizada de microplásticos en las aguas cortó ese proyecto “solucionador”.[5]

Hace pocos años investigadores biólogos marinos advirtieron un “problemita”. Matthew Savoca,[6] investigador de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU., resumió su malestar:  “Ponemos toda esta basura en el océano y luego, por supuesto, obtenemos gran parte de nuestro sustento de ese océano.”

Savoca y sus colegas querían probar si el olor a plástico tenía o no algún tipo de efecto en el comportamiento de los peces y para ello diseñaron cuatro grandes estanques con agua de mar, y albergaron en ellos grupos de peces de una misma especie, anchoas. Un tanque con agua sola, otro con plástico limpio hasta entonces seco; el tercero, con agua perfumada con plástico que se había asentado en el océano durante tres semanas y el último con agua que habían perfumado con krill, un pequeño crustáceo que a las anchoas les encanta comer.

Los peces del primer y segundo estanque mantuvieron un comportamiento común, no se advertía reacción, pero las anchoas del tercer estanque, el que tenía agua en contacto con microplásticos, sí reaccionaron y de un modo similar al comportamiento que registraron en el cuarto estanque, el del krill: agrupándose nerviosas como buscando, ansiando comida.

¿Cuál es la diferencia entre los plásticos del segundo estanque y los del tercero? La permanencia de plástico en el agua. En ese tiempo, los plásticos de todas las dimensiones, macro y micropartículas, se recubren con microorganismos oceánicos en un proceso conocido en inglés como biofouling.[7] No importa cuán “limpia” sea una pieza de plástico cuando se la arroja al océano, con el tiempo se convertirá en biofouled.

El experimento que hemos reseñado mínimamente nos da la dimensión del problema: si los peces comen con gusto, atraídos, microplásticos poblados con microorganismos que los inducen a engullirlos como si fuera comida, tenemos dos problemas: uno, que los peces no se alimentan realmente [8] y dos, que si los peces “suben” en la cadena alimentaria y son pescados,  por ejemplo, por humanos, los humanos ingerirán ese pescado, esa carne de pescado, con plásticos incluidos. Propio de un drama shakesperiano, recordaba Savoca: ‘estamos recuperando plástico del océano’.

Solo que esas micropartículas, no biodegradables, se pueden convertir en un problema, el núcleo disparador de un tumor, por ejemplo, si no es excretado por nuestros organismos.

En resumen, tanto en el aire, poblado por micropartículas plásticas que juegan a la ruleta rusa con nuestros pulmones, en el agua con el poblamiento de microorganismos apetitosos para la fauna marina, como en los rellenos sanitarios invalidando territorio y dando origen a lixiviados altamente contaminantes, los plásticos  parecen estar llevándonos a un mundo de pesadilla. Más allá de las luces (a veces deslumbrantes por su despliegue) de nuestro rutilante y tecnológico presente. ¿Cuál es la gracia de empezar a vivir una situación de cerco, de estado de sitio, ante la difusión ingobernable de materiales plásticos?

Por cierto que la producción industrial, e incluso la artesanal, de vidrio o papel genera contaminación. Pero pasados estos milenios, podemos decir que es incomparablemente menor respecto de la de los termoplásticos.

notas:

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Pla1stico.

[2] Véase Nuestro futuro robado, de Theo Colborn, John Myers Peterson y Dianne Dumanovski, (trad. de Our Stolen Future), Ecoespaña Editorial, Madrid, 2001. Hemos glosado esta investigación varias veces;  por ejemplo en “Otra modesta proposición”, en https://rebelion.org › otra-modesta-proposicion.

[3] https://www.nature.org/en-us/about-us/where-we-work/united-states/california/stories-in-california/stop-plastic-waste, abril 2020.

[4] Véase: Kaleigh Rogers, https://motherboard.vice.com/en_us/article/kzzw93/were-eating-fish-that-are-eating-plastic-that-smells-like-food.

[5] Hay otro proyecto, muy reciente, en danza para enfrentar la invasión generalizada de microplásticos en los mares, con hongos “comedores” de plástico, pero todavía no sabemos si pertenece al reino de las soluciones perfectas pero imaginarias, o si tiene algún atisbo de realidad.

[6] https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/gcb.15533.

[7] No hay hoy equivalencia satisfactoria en castellano. Cuando se trata de los mejillones que adhieren a cascos de navíos, el biofouling se traduce como bioincrustación Pero al tratarse de la adherencia de microorganismos a películas plásticas, a veces ellas también microscópicas, que “huelen” apetitosamente a peces, no he ubicado sino el término inglés: biofouling.

[8] Se han hecho autopsias de pelícanos muertos por inanición y con el buche pletórico… de objetos de plástico, multicolores, que los animales confundían con alimento.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Globocolonización, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedad

URUGUAY: UNA POLÍTICA AMBIENTAL AL SERVICIO DEL PROGRESO… EMPRESARIAL

Publicada el 01/11/2022 por ulises

por Luis E. SABINI FERNÁNDEZ

Nos hemos enterado que más rápido que corriendo el MGA autorizó la mayor parte de los agrotóxicos que emplea habitualmente UPM en su vivero en Paysandú, cerca de Guichón.

Como expresaran vecinos de la asociación vecinal de la zona, ellos tardaron diez años en sensibilizar a alguna autoridad pública con el reclamo ante la contaminación de sus suelos producidos por agrotóxicos, que se sospechaba provenían de viveros forestales.

Pero cuando las instancias públicas empiezan a actuar contra los venenos usados por la agroindustria, la Dirección de Servicios Forestales del Ministerio de Agricultura logra “en tiempo récord” la habilitación de dichos tóxicos a pedido del lobby forestal (institucionalmente, la SPF), y consecuentemente amplía el uso de tales agrotóxicos.

Observemos el mecanismo marxista aplicado al episodio. Como se sabe, Groucho Marx hizo célebre aquel aforismo: “Tengo mis principios, pero si no son de su agrado, tengo otros.”

La Sociedad de Productores Forestales (SPF) goza de excelente buena conciencia. Declaran, por ejemplo: “Conservamos el suelo, el agua y la biodiversidad en áreas forestales.” Maravilla biológica puesto que se conserva todo “eso” en un monocultivo. Caso único, suponemos, en el mundo.

Declaran además que: “llevamos una gestión forestal sustentable”. No sabemos bien a qué se refiere; a si cuando se termine con el cultivo forestal y se hayan cosechado los troncos, se liberará al suelo de los tocones y sus raíces para devolverle posibilidades de recuperación biótica, de pasturas, o si cuidan los equilibrios hídricos de las plantaciones.

De todos modos, nadie se vaya a creer que los grandes consorcios transnacionales gozan de impunidad en el país. Por ejemplo, UPM, la del vivero en Guichón fue multada por el Ministerio de Ambiente en un millón de pesos.[1]

Este episodio, que nos tememos haya hecho temblar las finanzas de UPM en el mundo entero, clarifica el comportamiento ambiental de nuestro país.

Mediante el pago de multas, cualquier empresa transnacional no necesita modificar sus procesos de transformación de la materia, sean estos contaminantes o no. Sencillamente, se paga la multa para seguir contaminando libremente (el único límite a semejante estrategia podría provenir de que el monto de la multa fuera mayor que el costo de modificación del proceso industrial o agroindustrial en entredicho).

Pero por ese lado, las empresas pueden estar tranquilas: las multas son mucho menores, muchísimos menores, que dichos costos.

Y así todos contentos. Salvo, apenas, la gente y el suelo del planeta.

 

[1]   El Observador, Mtdeo., 31 octubre 2022.

Publicado en Agronecrófilos, Nuestro planeta, Uruguay

Tanto gra gra para decir gro

Publicada el 01/05/2022 por ulises

En la Universidad Nacional de Córdoba hubo, alrededor del 20 de abril, una mesa o panel de discusión y presentación de un proyecto, con sus oradores principales o de fondo, Juan Grabois y Gustavo Grobocopatel.

Por Luis E. Sabini Fernández

Presentándose uno como pobrista y el otro como sin tierras. Ambos encarando temas angustiantes como la situación de los desamparados, de cincuenta mil campesinos la mayoría sin tierra propia pero que, según las estimaciones de Juan Grabois, son quienes alimentan cotidianamente a los cuarenta o cuarenta y cinco millones de habitantes de Argentina.

Sorprendió sin duda el diálogo de semejantes dos voces. Uno de los asistentes al encuentro, que precisó era docente en esa misma universidad, recordó la actividad de Gustavo Grobocopatel vinculada con la cantidad de enfermos y muertos que ‘cualquiera que vive en el interior del país conoce en su cercanía’.

Recogió el señalamiento Grabois, airado: “-¿Dónde está la pistola? El interviniente no atinó con una repuesta. −¿Pistola? –Sí, ¿trajiste la pistola para matar a Grobocopatel? insistió Grabois.

Quien recordara el tendal sanitario de la soja y consiguientemente de la acción del “rey de la soja”, sentado allí en la tarima de expositores, aclaró que él no venía a matar a nadie, pero sí a preguntar y/o denunciar situaciones…

La intemperancia de Grabois −que mucho debe haber agradecido Grobocopatel para no tener que dar cuenta del daño sanitario, biológico, ambiental, hereditario que el “chavista” agropecuario argentino ha “sembrado” en este país por lo menos a lo largo de todo el siglo XXI, junto con la soja transgénica−, esa intemperancia que pretendía abrir una discusión (matar al sojero o algo así) de hecho malogró toda discusión valiosa y le permitió a Grabois “patotear” el discurso y llevarlo… a ninguna parte.

Porque si de pistola podría haberse hablado, y no en sentido psicoanalítico sino crudamente material, la pistola humeante en ese encuentro era la de Grobocopatel.

Porque la agroindustria no es Gandhi en acción o carmelitas descalzas. La agroindustria mata. Y mata en forma de exterminio masivo. Pregúntenle a abejorros, guitarreros, mariposas, langostas, grillos, cascarudos, abejas, lepidópteros en general e insectos, más en general. Y a ranas, lombrices, roedores. Y miren el atroz registro fotográfico que un investigador, sin pistola y con cámara, ha hecho del destrozo ambiental humano de la soja transgénica; Pablo Piovano, un fotógrafo que honra su producción y su sociedad.

Así que la representación de estos dos figurines ha sido solo acorde con el grado de impunidad con que el capital, destrozando el planeta, sigue “adelante”.

Grobocopatel con su progresismo a cuesta, procura preservar su negocio (negoción) sin negarle a los invocados cincuenta mil campesinos de Grabois (ésos sí que sin tierra o muy poca) un mendrugo de suelo para que sigan alimentando al país.

Y muchos parecen no darse cuenta que una industria agropecuaria en gran escala contaminante no “se casa” con una agricultura orgánica de pequeña o pequenísima escala, no contaminante. No hay coexistencia fructífera, a largo plazo. O se envenena o se cuida la salud y la vida. Porque no se trata de volúmenes estancos. Porque todos vivimos en el mismo aire.

Hace un par de décadas, cuando la revolución “agroindustrial” ya arrasaba Argentina (entonces eran apenas dos los estados ”nacionales” que habían habilitado el “ingreso” de plantaciones transgénicas en gran escala en el mundo entero; EE.UU. y Argentina, algunos otros, tentaban experimentar apenas con siembras bajo control), el MAPO, Movimiento Argentino de Producción Orgánica, viendo el ensanche arrasador de plantaciones transgénicas, que “contagiaban” fácilmente, viento mediante, a los cultivos orgánicos que perdían así la certificación, propuso ante el Congreso crear dos superficies delimitadas en el territorio nacional, una para producción con contaminantes, otra sin ellos. Y que un paralelo, latitud 36, 38 o 40, sirviera como frontera interior entre ambos espacios.

Semejante proyecto jamás fue aprobado. Creo que ni siquiera considerado. Y la producción con veneno, pero más cómoda, avanzó rauda. Permitiendo ingresar al país dentro de la modernidad más moderna.

Si una ausencia resultó atroz de ese encuentro de “titanes” en la UNC para hablar de soluciones para los pobres y de comida para los habitantes de este país, es la de la contaminación.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org

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