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Categoría: Centro / periferia

Vidrio, papel y plástico: NO es una santísima trinidad

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández – 16 enero 2023

También publicado en uypress, Salto Grande Extra, postaportenia, mediomundo, tlaxcala, RLSF entre otras.

El papel fue descubierto por la humanidad hace unos dos mil años. En China. La humanidad buscó diversas vías para dejar asentada su memoria; haciendo códigos mediante abstracciones y convenciones. Escritura cuneiforme, jeroglíficos, quipus, alfabetos.

El papel  fue inicialmente construido en base a celulosa, usando vegetales ricos en tales, como el cáñamo, troncos de árboles cuidadosamente tratados.

De China pasó a Japón, y con los árabes incursionando en Oriente, el papel vino con ellos a Europa. A España en primer lugar.

La imprenta tuvo similar recorrido y empieza a ser “pareja inseparable” del papel.

El papel se reveló apto para transmitir conocimientos, tradiciones, reflexiones, más y mejor que las piedras rúnicas, por ejemplo, u otros códigos tallados en piedra o madera, que ya mencionamos.

Antecedentes formidables se ubican cinco mil años atrás con los papiros, también de origen vegetal, en Egipto o con los pergaminos, de origen animal, que se ubican más recientes en el tiempo (doscientos años antes de la era actual), en la ciudad de Pérgamo, precisamente. Ante la escasez de papiros procedentes de Egipto esta ciudad del mundo griego se afanó en buscar y encontrar tamaño sustituto (cuero de cordero desecado).

Hoy el papel es una constituyente inescindible de toda la cultura de las sociedades humanas.

“Los restos de vidrio más antiguos datan de unos 5.000 años a.C. y se han hallado en zonas de Asia Menor, Mesopotamia y del Antiguo Egipto. Las primeras piezas hechas íntegramente de vidrio datan del 2.100 a.C., en las que se empleaba la técnica del moldeado.” (Wikipedia)

Nos topamos otra vez con un invento humano milenario, que tiene grosso modo edad similar a la del papiro/papel.

Hay muchos otros bienes culturales también milenarios y con muchísimos más años en su haber, como vestimentas y herramientas (incluidas las armas). Pero estos dos que he señalado −papel y vidrio−, han recibido, en pleno siglo XX, un formidable y brutal reemplazo, a través de materiales plásticos, y fundamentalmente con los termoplásticos. Ensalzados con las mejores virtudes.

Leemos en Wikipedia que: “Los plásticos derivados de petroquímicos son de fácil fabricación y sus costos son muy bajos.” [1]

Si Wikipedia, que se presenta como un servicio neutro, sereno, adverso a todo reduccionismo, a todo escamoteo deliberado de información, a todo interés partidario o empresario, nos habla que los “derivados petroquímicos” son de fácil fabricación y costo muy bajo ¿qué dejaremos para que declaren la petroquímica y el mundo empresario del ramo?

Recuerdo la incomodidad de una Cámara (nacional) de plástico (mediados de los ’90) ante algunas notas mías advirtiendo sobre, por ejemplo, la contaminación tan inseparable de la montaña de basura plástica con que el planeta fue rellenado en las últimas décadas (recordemos el origen reciente de los plásticos; los termoplásticos provienen de la década del ’20 del siglo XX). Insistían en que el plástico era el non plus ultra en calidad.

Así fueron presentados. Y no sólo en Wikipedia. Y así los sigue presentando la petroquímica y en general el mundo cleptocórporatocrático (según la acertada denominación de Salle Lorier).

Hoy ya es inocultable el grado de devastación producido por el gran negociado petroquímico. Aunque sigamos haciéndonos los sordos.

Los microplásticos están en el aire, en las aguas, en la leche materna, concretamente en órganos nuestros.

Algunos daños ya han sido registrados y muchos de tales resultan irreversibles. Por ejemplo, cómo los plásticos han afectado la fertilidad biológica animal (todavía no sabemos si y en tal caso cómo, la vegetal, pero me temo que también, a causa del carácter no biodegradable de los plásticos).

Aunque asordinadas por toda la red de la biología oficial, por las empresas productoras y envasadoras con envases plásticos, por los diversos engranajes onusianos (PNUD, PNUMA, PMA, OMS, etc.), las pocas investigaciones emprendidas por biólogos que merecen el nombre de científicos analizando la realidad sin patrocinio corporativo,[2] nos han dado elementos suficientes para estar más que preocupados, si nuestra atención fuera a la salud y no a las comodidades ni a los beneficios inmediatos.

Los autores de Our Stolen Future han probado en una compleja y vasta investigación de campo de larga duración la presencia de micropartículas plásticas que alteran las gónadas; por ejemplo, en lagos contaminados con cocodrilos sexualmente atrofiados. Han verificado el comportamiento de gaviotas haciendo pareja tratándose de dos  gaviotas hembra (las funciones que en una pareja mixta cumple el macho, trayendo alimento, las cumple aquí una de ellas).

Como declara hasta The Nature Conservancy (una oenegé gigantesca y muy institucionalizada, aunque, “con las mejores intenciones”):

“La contaminación por plásticos se ha convertido en uno de los retos medioambientales más acuciantes […]. La producción e incineración de plásticos contribuye en gran medida al cambio climático. Los residuos plásticos también ahogan nuestras vías fluviales, contaminan nuestros océanos, matan la vida silvestre y se infiltran en nuestra cadena alimentaria.” [3]

Su sitio-e informa que se producen 300 millones de toneladas anuales de plásticos.

Y la petroquímica, tan campante. Por eso el papel de denuncia, correcta, de TNC carece del necesario cuestionamiento (porque es una oenegé honorable pero domesticada).

Lo cierto es que el mundo empresario vinculado con la producción de plásticos no parece en absoluto dispuesto a perder la gallina de los huevos de oro. Una gallina dispuesta de tal modo que hace creer que hay ganancias. Que provienen del viejo recurso que la industria petroquímica llevó al paroxismo: la externalización de costos.

Las Cámaras de la Industria Plástica se limitan a calcular, como si lo hicieran científica u objetivamente, el peso de los envases (los de plástico son más livianos que los de vidrio), el costo de la materia prima (el petróleo extraído con salarios miserables y sin hacerse cargo de todos los pasivos ambientales que deja la extracción a su paso, arruinando suelos y asesinando a quienes resistan el expolio, como a los ogoni en Nigeria) es más barato que andar produciendo envases, por ejemplo, de vidrio o una red satisfactoria de agua potable. Pero en esos “cálculos de costos” se omite, deliberadamente, hablarnos del destino final del producido plástico (que en general, en el 90% de los casos, se trata de envases o bolsas que se usan una sola vez), su papel como agente contaminador de las más diversas formas y vías, etcétera.

Esta contaminación, tras décadas de inconsciente comodidad,  tomó alcance planetario.[4]

Como los plásticos no son biodegradables, su desaparición es aparente. Solo “real” al ojo humano. Con nuestra visión limitada. La erosión va desmenuzando el plástico, hasta hacerlo invisible a nuestros ojos. Pero las micropartículas siguen contaminando los mares.

Contaminándolos de un modo ingobernable. Contaminándonos. Superando los delirios tecnófilos de grandes barcos “tragadores” que iban a colar el plástico de los mares hasta dejarlos impolutos. No tengo idea cuántos millones de dólares se dilapidaron en los países enriquecidos, diseñándolos, pero la presencia generalizada de microplásticos en las aguas cortó ese proyecto “solucionador”.[5]

Hace pocos años investigadores biólogos marinos advirtieron un “problemita”. Matthew Savoca,[6] investigador de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU., resumió su malestar:  “Ponemos toda esta basura en el océano y luego, por supuesto, obtenemos gran parte de nuestro sustento de ese océano.”

Savoca y sus colegas querían probar si el olor a plástico tenía o no algún tipo de efecto en el comportamiento de los peces y para ello diseñaron cuatro grandes estanques con agua de mar, y albergaron en ellos grupos de peces de una misma especie, anchoas. Un tanque con agua sola, otro con plástico limpio hasta entonces seco; el tercero, con agua perfumada con plástico que se había asentado en el océano durante tres semanas y el último con agua que habían perfumado con krill, un pequeño crustáceo que a las anchoas les encanta comer.

Los peces del primer y segundo estanque mantuvieron un comportamiento común, no se advertía reacción, pero las anchoas del tercer estanque, el que tenía agua en contacto con microplásticos, sí reaccionaron y de un modo similar al comportamiento que registraron en el cuarto estanque, el del krill: agrupándose nerviosas como buscando, ansiando comida.

¿Cuál es la diferencia entre los plásticos del segundo estanque y los del tercero? La permanencia de plástico en el agua. En ese tiempo, los plásticos de todas las dimensiones, macro y micropartículas, se recubren con microorganismos oceánicos en un proceso conocido en inglés como biofouling.[7] No importa cuán “limpia” sea una pieza de plástico cuando se la arroja al océano, con el tiempo se convertirá en biofouled.

El experimento que hemos reseñado mínimamente nos da la dimensión del problema: si los peces comen con gusto, atraídos, microplásticos poblados con microorganismos que los inducen a engullirlos como si fuera comida, tenemos dos problemas: uno, que los peces no se alimentan realmente [8] y dos, que si los peces “suben” en la cadena alimentaria y son pescados,  por ejemplo, por humanos, los humanos ingerirán ese pescado, esa carne de pescado, con plásticos incluidos. Propio de un drama shakesperiano, recordaba Savoca: ‘estamos recuperando plástico del océano’.

Solo que esas micropartículas, no biodegradables, se pueden convertir en un problema, el núcleo disparador de un tumor, por ejemplo, si no es excretado por nuestros organismos.

En resumen, tanto en el aire, poblado por micropartículas plásticas que juegan a la ruleta rusa con nuestros pulmones, en el agua con el poblamiento de microorganismos apetitosos para la fauna marina, como en los rellenos sanitarios invalidando territorio y dando origen a lixiviados altamente contaminantes, los plásticos  parecen estar llevándonos a un mundo de pesadilla. Más allá de las luces (a veces deslumbrantes por su despliegue) de nuestro rutilante y tecnológico presente. ¿Cuál es la gracia de empezar a vivir una situación de cerco, de estado de sitio, ante la difusión ingobernable de materiales plásticos?

Por cierto que la producción industrial, e incluso la artesanal, de vidrio o papel genera contaminación. Pero pasados estos milenios, podemos decir que es incomparablemente menor respecto de la de los termoplásticos.

notas:

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Pla1stico.

[2] Véase Nuestro futuro robado, de Theo Colborn, John Myers Peterson y Dianne Dumanovski, (trad. de Our Stolen Future), Ecoespaña Editorial, Madrid, 2001. Hemos glosado esta investigación varias veces;  por ejemplo en “Otra modesta proposición”, en https://rebelion.org › otra-modesta-proposicion.

[3] https://www.nature.org/en-us/about-us/where-we-work/united-states/california/stories-in-california/stop-plastic-waste, abril 2020.

[4] Véase: Kaleigh Rogers, https://motherboard.vice.com/en_us/article/kzzw93/were-eating-fish-that-are-eating-plastic-that-smells-like-food.

[5] Hay otro proyecto, muy reciente, en danza para enfrentar la invasión generalizada de microplásticos en los mares, con hongos “comedores” de plástico, pero todavía no sabemos si pertenece al reino de las soluciones perfectas pero imaginarias, o si tiene algún atisbo de realidad.

[6] https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/gcb.15533.

[7] No hay hoy equivalencia satisfactoria en castellano. Cuando se trata de los mejillones que adhieren a cascos de navíos, el biofouling se traduce como bioincrustación Pero al tratarse de la adherencia de microorganismos a películas plásticas, a veces ellas también microscópicas, que “huelen” apetitosamente a peces, no he ubicado sino el término inglés: biofouling.

[8] Se han hecho autopsias de pelícanos muertos por inanición y con el buche pletórico… de objetos de plástico, multicolores, que los animales confundían con alimento.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Globocolonización, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedad

OTRA MODESTA PROPOSICIÓN

Publicada el 05/02/2023 - 24/02/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández – 4 enero 2023

Publicado en uypress, Salto Grande Extra, postaportenia, mediomundo, tlaxcala, RLSF, y un largo etcétera.

¡Gracias Jonathan!

Tomar seriamente el derrame, la invasión mundial, la simbiosis creciente de materiales plásticos con la naturaleza parecería fuera de lugar, dado que los promotores, organizadores y usufructuarios de ese peculiar maridaje no se consideran ni siquiera responsables y convocan, en cambio, a  “una cumbre mundial” sobre contaminación por plástico, y estamos precisamente en el momento –noviembre-diciembre 2022− para que a su vez el  “Comité Intergubernamental de Negociación [CIN] comience a elaborar “un tratado sobre el plástico”. Comience, eso sí, “con amplia participación”.[1] Estos personajes, tan preocupados por el ambiente, han elegido reunirse sacrificadamente en el verano, en Puntal del Este.

¡ Q l p !

Sería más el llamado del deber y la responsabilidad que el problema en sí, por cuanto “los datos sobre micro y nanoplásticos en el ambiente son limitados”. Y suponemos que semejante limitación no les permite un abordaje más cabal.

La institucionalidad democrática no tiembla ante el embate plástico. Con presteza (o tal vez con demora, pero apenas de unas cuantas décadas) se ha constituido con bombos y platillos la IPEN, una red internacional para eliminar contaminantes, integrada, nos cuentan, “por más de 600 ONG de interés público en más de 120 países, en su mayoría naciones de ingresos bajos y medios. Su origen y denominación, claro, está en inglés: IPEN es la abreviatura de International Pollutans Elimination Network.

Que dicha red se implante en países pobres y medianamente pobres, como explicitan, revela el enorme interés de estas organizaciones sin fines de lucro, faltaba más, en ayudarnos.

Leyendo atentamente todas  sus consideraciones se explicitan dichos afanes, sólo comparables a los de evitar toda complicación a la industria petroquímica y las megacorporaciones del ramo.

Los plásticos fueron un hallazgo de la industria química del s. XIX. En Alemania. A comienzos del s. XX se descubren los termoplásticos; un nuevo peldaño de industrialización que acaba con la rigidez inicial del material plástico mediante la introducción de ablandadores.

Muy pronto, investigaciones revelaron que los ablandadores facilitaban el traslado de partículas plásticas a, por ejemplo, las bocas de los bebés.

No eran sólo los ablandadores los que eran fácilmente engullidos sin darse cuenta; los colorantes también. Los espadines plásticos para el copetín, presentados desde mediados del s XX en llamativos colores permitían a quienes gozaban del “copetín” incorporar, literalmente, un poco de colorantes a su boca y digestivamente hablando, a todo su cuerpo.

Junto con la contaminación del material plástico fueron viniendo las advertencias. Por eso es risueño leer los papers del CIN: ”Si bien los datos sobre micro- y nanoplásticos en el ambiente son limitados debido a las complicaciones analíticas y técnicas para extraerlos, caracterizarlos […]”… ahora en 2022  o 2023, nos quieren hacer  creer que son pioneros; ‘conocemos el fenómeno aunque es tan arduo conocerlo’ . Una extraordinaria forma de autobombo y autodisculpa que muestra únicamente la impudicia de estos personajes.

Hay que ver toda la red, telaraña que órganos asesores, oenegés, consejos de las más diversas procedencias, han ido configurando  y superponiéndose para atender la toxicidad de los plásticos. Todos como preparándose, circunvalando la cuestión, aproximándose tentativamente, generando expectativas, creando conciencia en los ámbitos educacionales, sanitarios, políticos. Eso sí, sin mencionar siquiera a la industria petroquímica y el comercio en plásticos que ha sido una fuente inagotable de ganancia para los propietarios y gerenciadores de las empresas productoras de materiales plásticos, con los que han invadido, literalmente, el planeta.

El negocio a lo largo de todo el s. XX les ha resultado redondo, aunque en sus últimas décadas se viera el aumento del costo de la materia prima base; el petróleo (OPEP, 1973).

Las plastificadoras se proveían de la materia prima más barata del planeta; petróleo extraído de Nigeria, Perú, península arábiga, Venezuela, Angola, Gabón, Libia, Argelia, Ecuador, Chile, etcétera, con mano de obra esclava o semiesclava, y jamás haciéndose cargo de los desastres físicos y ambientales que iban sembrando a su paso, como el estropicio de grandes zonas de selva o de espléndida naturaleza en Ecuador, en Nigeria o Perú (se estima, empero, que el mayor daño a la naturaleza ha sido en el Golfo de México, en territorio y mar costero estadounidense). El tendal de muertos de este episodio muestra el abismo que separa al centro planetario de la periferia. EE.UU. sufrió 11 muertes por dicho accidente; producido en algún país del Tercer o Cuarto Mundo, siendo menores los desastres, han dado lugar a miles de muertos.

Y lo más perverso de la situación es que esas muertes no vienen sólo a través de grandes accidentes, naufragios, incendios, sino, sobre todo, por el daño que la extracción y sus oleoductos normalmente provocan en el territorio del país que cede ese petróleo; los ogoni, por ejemplo, en Nigeria, han perdido casi toda su agricultura y ganadería, milenarias, consideradas hasta 1900 de las más valiosas, por su calidad, porque el avasallamiento de las empresas petrolíferas, el apuro y el descuido en la extracción, el desprecio hacia lo local, ha envenenado buena parte de su territorio; su lógica resistencia fue reprimida por el gobierno al servicio de los capitales transnacionales, con penas de muerte a los ogoni. La metamorfosis del estado nigeriano en estado policial es elocuente. Como expresara Alfonso Masoliver en artículo reciente: “En el lado sur del mundo se derrama sangre para que el petróleo llegue a tiempo a las refinadoras.” [2]

El mundo empresario entrevió entonces, con un material tan “barato”, sus enormes potencialidades; su “plasticidad” omnipresente.

Por cierto, algunos investigadores en pleno siglo XX empezaron a advertir los peligros de la contaminación. Pero eso no iba a arredrar a los inversionistas. Así como se decidió envenenar los campos para aumentar la rentabilidad, se decidió envenenar los cuerpos para exactamente cumplir el mismo objetivo. Al efecto, se hicieron los cálculos de costos para dar apariencia de objetividad a la política económica emprendida. Para explicar que una botella de plástico era mucho más barata que una de vidrio, porque pesaba menos en los fletes, se rompía menos, y costaba menos su materia prima, se externalizaron algunos costos: el de la contaminación generalizada, el sanitario al enfermar a seres vivos (humanos, animales, incluidos las adoradísimas pet [3]) con ingestión de partículas tóxicas, y el pago insuficiente, de hambre, de apenas supervivencia de quienes habitaban antes los campos ahora petrolíferos y con el juego perverso típico del capital: otorgar buenos dineros a la mano de obra de las plantas de extracción, de las plataformas. La población “invadida”, en cambio, va a ir percibiendo pérdida de calidad de vida y de salud, sin duda vinculada con el cambio más o menos brusco del estado material de la región.

Lo que acabo de reseñar no suele ser de aparición inmediata, como acaece cuando se produce un envenenamiento accidental o mediante adulteraciones, como los históricos del propóleos en Argentina, del aceite de colza en España o del de mostaza en la India con sus decenas o muchos centenares de decesos.

El plástico hecho polvo, erosionado, lo que ahora se menciona tan a menudo, microplásticos, no mata, generalmente, en 24 horas. Un cáncer puede demorar décadas en constituirse. El mundo empresario, y hasta el mundo médico puede ignorarlo durante largo tiempo. Y no aplicar un peso a su detección o tratamiento, entretanto.

Si hay voluntad de ceguera, la contaminación difiere los costos (aunque luego se hagan mucho más pesados).

A principios de los ’80, investigadores alemanes analizaron “Cesión de dietilhexilftalato [4] [plastificante con el que se logra un PVC maleable] tras 7 días de almacenamiento a 40° centígrados. Repare el lector: 40° es apenas una temperatura “de verano rioplatense”. La migración que encontraron es significativa: sal común  21,4 ppm [partes por millón]; mostaza, 96,8 ppm; lentejas, 73,6 ppm; pasas, 150,6 ppm; leche en polvo, 222,2 ppm; polvo de flan, 225,8.”

En 1996, John Peterson Myers, Theo Colborn y Dianne Dumanoski, tres biólogos estadounidenses, resumen sus investigaciones en Our Stolen Future [5] acerca de cómo, por ejemplo, el policarbonato −tenido entre los plásticos de mejor calidad, al punto que se construye con él biberones y recipientes de plástico de agua potable− presenta fugas; migraciones hacia el contenido de dichos envases.

Y nuestros biólogos comprueban algo más: el daño de las migraciones aumenta en proporción geométrica e inversa con la edad del afectado. Es decir, los bebés reciben un daño miles, millones de veces más grave que un niño, ni que decir que un adulto.

Cánceres provocados en la juventud pueden tardar décadas en ir constituyéndose y alterar (incluso matar) el cuerpo anfitrión; provocados en los primeros meses o años de vida, se desatarán con su carga letal en muchísimo menos tiempo.

Ésa es la razón por la cual, la medicina oficial hace unas décadas pensaba  los cánceres  como una “enfermedad degenerativa de la vejez”, y ha tenido que reformular sus dictámenes, ante la aparición de cánceres en jóvenes e incluso niños.

Pero ¿qué podemos esperar de estos paniaguados pagados por la ONU, la OMS, el Big Pharma, que para acercarse a la cuestión de la peligrosidad de los productos plásticos, empiezan hablándonos de “desarrollar un acuerdo internacional jurídicamente vinculante basado en un enfoque integral que aborde el ciclo de vida [sic] completo del plástico.”? [6]

Hasta el nombre del organismo ad hoc creado desde las cumbres burocráticas para atender esta cuestión, de la toxicidad del plástico, el CIN −Comité Intergubernamental de Negociación− nos da la pauta del trapicheo con que encaran la cuestión. La toxicidad sembrada por la petroquímica en el planeta es tan inconmensurable, tan expandida, ha penetrado tantos estratos de nuestros suelos, nuestras aguas, nuestros cuerpos, que no debería haber negociación para detener semejante tratamiento (aunque sí para extirparlos).

La sarta de afirmaciones que invierten la relación entre verdad y falsedad, entre precaución y atropello crematístico se repiten página tras página, párrafo tras párrafo.

“[…] la Resolución 5/14, titulada ‘Fin de la contaminación por plásticos: hacia un instrumento internacional jurídicamente vinculante’, adoptada por la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), el pasado 2 de marzo de 2022.” [7] ¡Afortunadamente se nos informa del fin de dicha contaminación! Eureka!

“La comunidad internacional ha reconocido que existe una amplia gama de enfoques, alternativas […] y  nuevas tecnologías, para abordar el ciclo de vida [sic] completo del plástico y prevenir y mitigar sus efectos adversos en todas las dimensiones del desarrollo […]” (ibíd.).

“Es un honor que la primera instancia de negociación en la materia se realice en nuestro país, como reconocimiento de las políticas ambientales que Uruguay viene implementando, especialmente en el tema residuos desde una perspectiva general, y en plásticos en forma particular; pero también como una oportunidad para facilitar la creación de capacidades, la transferencia de tecnologías […].”

Un comentario ante el autobombo acerca de nuestro país: se habla de reconocimiento de las políticas ambientales del Uruguay.

¿A qué se refiere? ¿A haber sido el último o penúltimo de los países americanos (y no sólo americanos) en abandonar las bolsas de plástico para todo uso?

¿En no contar con ningún sistema de recuperación de restos orgánicos (para compostar), a no emprender la producción de biomasa con ramajes de centros poblados pequeños, como Piriápolis o Atlántida?

¿En haberse conformado  y hasta ufanarse por haber instalado primorosos contenedorcitos en las calles de las ciudades para recoger restos indiferenciados que acumulan insensata y criminalmente los restos en vaciaderos municipales, pese a los esfuerzos de hurgadores por recuperar, siquiera mínimamente, tanto desperdicio material acumulado e indiferenciado?

¡Los hurgadores no pueden procesar lo que la población omite!

¿En haber dejado fundir hasta la última fábrica de vidrio, consiguiendo el triste premio de ser un país que ha perdido la fabricación (milenaria) del vidrio, invadido de envases plásticos?

¿Se refieren nuestros autoelogiadores al hecho de haber perdido la red ferroviaria, ambientalmente menos nociva (y, de paso, menos matadora) que la automotriz?

¿En haber tolerado la contaminación de buena parte de nuestra valiosísimas aguas, las que nos permitían tener buen ganado, buenos arrozales, buenos frutales, buena agua potable,  acatando las voces “técnicas” de las transnacionales agroindustriales que contaminaron todos nuestros suelos con agrotóxicos,  enfermado a la población rural (incluida la niñez de escuelas rurales), y provocado la presencia de cianobacterias en casi todos nuestros espejos de agua?

Perder la calidad del agua, quedarnos sin producción de vidrio, haber perdido la red ferroviaria, se podría entender como derrotas, al menos transitorias. Pero vanagloriarse de ello, alegando “reconocimiento” a nuestras “políticas ambientales” parece ya casi desfachatez,  soberbia (¿o mera política de imagen, como aquello del “Uruguay país natural”?).

“Los bebés nacen ya pre-contaminados”. Una muestra del lenguaje “objetivo” de estas redes burocráticas; la aseveración con verbos conjugados en indicativo nos podría hacer creer que siempre ha sido así. Que, normalmente, los bebés nacerían contaminados, o pre-contaminados. Pero esto hay que situarlo históricamente: los bebés nacen hoy en día, con el descontrol brutal del uso y destino de los plásticos, sí, contaminados. No sólo porque los biberones son de plástico, por ejemplo,[8] sino porque la leche materna tiene ya microplásticos.[9]

Por eso, no se entiende que pretende decir este material cuando habla de “lucha mundial contra la contaminación por plásticos”.[10]

Como IPEN es apenas un taparrabos para sortear dificultades con la brutal contaminación terráquea con materiales plásticos, que están en suelas de mucho calzado, en el césped sintético de muchas canchas de fútbol, en multitud de envases contaminando sus contenidos (apenas a 40 grados),  en los plastificados de pisos que uno va usando y gastando y por lo tanto alojando sus partículas en el aire que respiramos, IPEN ni sueña con suprimir los utensilios y dispositivos dañosos, al menos, en una primera etapa, los más dañosos. Ni se le ocurre.

Por el contrario, legitima un porvenir con más plástico mediante el recurso de la presunta objetividad, al nivel intelectual de “es lo que hay varón”. Su boletín Proteger la salud humana y el medio ambiente contra las sustancias tóxicas estima: “que la producción de plástico va a aumentar en un 400 % para el año 2059, mientras que el mercado de aditivos plásticos se expandirá de manera similar en el mismo período.” (ibíd.)

Observe el paciente lector que a IPEN no se le mueve un pelo. No existe el menor atisbo de plantearse enfrentar ese tipo de producción; al contrario anuncia ¿auspicia? su quintuplicación en el mundo.

No existe ni la menor indicación que esta contaminación, esta metástasis de los tejidos plásticos, nos enferma y hay que rehuirla, evitarla, combatirla, buscar alternativas.

¿Para qué? se preguntarán, si sirvió y cubrió  la rentabilidad empresaria del ramo?

¿Que aumentan los cánceres, las alergias, las dolencias articulares, el alzheimer, la infertilidad, las enfermedades llamadas nerviosas?

¿Por qué atribuir esas dolencias a contaminación con micropartículas plásticas? Porque se han hecho investigaciones, como las que hemos reseñado, como para seguir ignorando todo lo que le está pasando al planeta, a la vida, incluida la nuestra, para seguir “como si tal cosa”.

IPEN prosigue su batalla escamoteando la realidad: “Para desarrollar un tratado […] que tenga éxito el CIN debe garantizar que la participación sea abierta, incluyente y transparente.” (ibíd.) ¡Que emocionante lección de democracia nos brinda!  Solo que las megacorporaciones fabricantes de plásticos no figuran en tan democrática convocatoria. ¿Será porque si algo no han tenido en momento alguno estas corporaciones ha sido democracia? Nos invaden con plásticos sin pedir permiso. En todo caso, sobornándonos con comodidades, pero sin contarnos del precio de dicha comodidad.

IPEN prosigue su retahíla: “[…] reconocer la importancia de la participación en persona de las organizaciones de interés público.” Contrasta este piadoso pasaje, tan atento a la participación personal, con la falta radical de persona alguna de organizaciones de interés privado, es decir del universo empresario. Suena a escarnio su exhortación de “seguir trabajando conjuntamente” (ibíd.).

Hay un pasaje de aparente sinceramiento: “Los controles internacionales existentes para el plástico y sus desechos bajo los convenios de Estocolmo y Basilea son importantes pero no suficientes.”  Expurgado de la fineza diplomática quiere decir que han sido inoperantes. Aprobados con anuencia de las cámara empresariales del ramo, que no se sienten afectadas por tan endebles controles.

Y como todo ha sido un escándalo desde las décadas del ’20 y ’30 del s, XX  hasta la fecha, y particularmente desde fines de los ‘40, cuando desde EE.UU. se descarga el aluvión de termoplásticos, con las alteraciones cada vez más visibles, el IPEN propone “una desintoxicación completa de los materiales plásticos”… “para 2030”.

Es fácil prometer hacia lo futuro. Nadie puede probar que no será, ni que sí.

Leamos lo que dicen estos “presuntos bienhechores” sobre los trabajadores y pobladores que están sufriendo desde hace casi un siglo la invasión de contaminantes: ”deben de dejar sufrir los impactos tóxicos de la producción, el uso, el transporte y la eliminación de los plásticos en particular, debido a su contenido químico” [sic]. Diría el pajuerano; -¡No, si vua’ser por su contenido alimentario!

IPEN enumera algunos “debe ser”. Por ejemplo, reducir [sic otra vez] contaminantes “con base en el principio precautorio”.

Ese principio fue invocado en las últimas décadas por muchísimas redes ecologistas para impedir la expansión de la maraña de miles de sustancias químicas, naturales y sintéticas, que la petroquímica y los laboratorios (de biowarfare, por ejemplo), más la agroindustria estaban implantando y desparramando por nuestros suelos, aguas y aire. Invocar ahora el principio de precaución ante “la leche derramada” suena penoso, extemporáneo  y oportunista, estimados cultores del progreso irrestricto y la crematística pura y dura.

Ante la conciencia creciente del daño generado por los plásticos en el planeta, solo podemos verificar que el principio precautorio ha sido reiteradamente escarnecido, siempre al servicio de los intereses empresarios, empeñados en maximizar sus dividendos, incluso a costa de la salud (ajena) y de (todo) nuestro hábitat.

La burocracia internacional con su frondoso cuadro de oenegés (corruptas o no) no está para “salvarnos”, como proclaman; están para salvar al plástico, procurando reducir sus efectos devastadores.[11] Tenemos así dos tipos de “enemigos”: los productores directos del daño (que parecen guiarse por el No limits) y los elencos políticos que procuran casar Eros  y Tánatos.

Por eso todo se complejiza; y uno no puede menos que recordar aquel ruego: “líbrame dios de mis amigos, que de mis enemigos me libro solo”.

Nuestro problema sería, apenas, encontrar algún dios al que dirigirnos con ese reclamo.

notas:

[1] RAP-AL, Novedades, dic. 2022.

[2] https://www.larazon.es/internacional/20220829/xzpibhrdvfe5vmxhn66q2o3gaq.html.

[3] Para analizar, el enorme avance de enfermedades de mascotas, particularmente tumores que caracterizan a perros y gatos de las últimas generaciones.

[4] Kemper, F., Zum Thema Weichmacher-Phtalsaurediakylester, pharmakologische und toxikologische Aspekte, Verband Kunstofferzeugende Industrie, Frankfurt, 1983. Cit. p. Integral, Barcelona, n° 98, 1988.

[5] Hay traducción al castellano: Nuestro futuro robado, Ecoespaña Ed., Madrid, 2001.

[6] La fórmula del “ciclo de vida” del plástico, que es un verdadero oxímoron, un insulto a la misma noción de vida, a lo viviente, se reitera permanentemente en los textos de esta burocracia transnacional que nos rige sosteniendo que nos protege y ayuda: www.ipen.org, boletín RAP-AL, diciembre 2022, CIN [Comité Intergubernamental de Negociación], 11 nov. 2022.

[7] “Uruguay organizará la 1ª. Reunión del CIN”, 4 nov. 2022.

[8] Hubo esfuerzos de algunos centros hospitalarios en retener los de vidrio (conozco casos en Suecia).

[9] https://mail.google.com/mail/u/0/?pli=1#inbox/FMfcgzGqRGgXxxjqCbSHFbMmSzCxcsWW.

[10] Ibíd. n.5.

[11] Tal cual explica Samuel Epstein en The Breast Cancer Program, MacMillan, N.Y., 1987, las organizaciones médicas de EE.UU. no quieren eliminar el cáncer sino mantener sus estructuras de “control de daños”.

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Estado de situación presente: ¿ASPIRAMOS A UN GOBIERNO MUNDIAL MEDICALIZADO?

Publicada el 18/12/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 16 diciembre 2022

Estamos, estaríamos a la vez, en el mejor y en el peor de los mundos posibles.

Si escuchamos a los dirigentes y gurúes del Foro Económico Mundial, como Klaus Schwab, William Bill Gates o Yuval Harari anunciando las bondades del gobierno mundial, a los programadores de la Agenda 2030 que articulan su estrategia de “superación” o eliminación de los estados nacionales desde la ONU, a la industria farmacéutica con sus nuevos y milagrosos medicamentos y aparatología médica sin precedentes que en rigor articula una medicalización generalizada, sustituyendo la condición de ciudadano por la de paciente, si escuchamos a los gobernantes de, por ejemplo, EE.UU. y la UE, jamás hemos alcanzado tal grado de conciencia y responsabilidad sobre el planeta y nuestro destino humano.

Si atendemos, empero, a abordajes que registran el estado planetario, la primera y principal conclusión a que llegan muy diversos analistas es si el planeta es todavía siquiera parcialmente salvable o recuperable, o si ya hemos entrado en un proceso de deterioro irreversible. Como explicita Herbert Girardet: ¿Ante una emergencia de alcance planetario, es todavía posible una ‘megametamorfosis’ de la sociedad moderna? [1] Girardet aclara que el desarrollo tecnológico a costa del saqueo permanente del mundo natural –que denomina “biosfera” y cuya integridad ve bajo absoluto peligro− nos ha ido llevando a un desarrollo antieconómico: “deforestación, pérdida de recursos, contaminación y trastornos climáticos afectan inevitablemente la relación entre la humanidad y el planeta.” (ibíd.)

La perspectiva política que vemos desarrollándose, el papel referencial de los que rigen los movimientos económicos, de los dirigentes profesionales, de quienes ocupan los lugares claves de las instituciones, la red córporomílitocleptocrática (al bien decir del analista Gustavo Salle), decisiva en muy diversos órdenes de nuestras sociedades,  nos lleva a entrever un muy sombrío panorama para nuestras vidas.

ERROR DE DIAGNÓSTICO O DE COMPRENSIÓN

Abundan datos y signos de porqué el abordaje de estas grandes instancias institucionales no nos puede llevar a buen puerto. Como explicara Ernst Schumacher en su tan invocado Lo pequeño es hermoso (1973), hace ya medio siglo: “El hombre moderno no se piensa a sí mismo como parte de la naturaleza  sino como una fuerza exterior destinada a dominarla y conquistarla. Se refiere incluso a una batalla contra la naturaleza, olvidando que, si ganara semejante batalla, él mismo pertenecería al bando perdedor.” Sólo podemos verificar que hoy estamos todavía peor, mucho peor, en términos de contaminación planetaria, de angostamiento de recursos, destrozo del mundo natural –todavía visto hoy como entorno a nuestro servicio− que cuando Schumacher describiera la situación.

Baste pensar en uno de los desquiciantes proyectos de Yuval Harari, de procurar, con el auxilio médico, sanitario, científico, alcanzar la amortalidad humana.

Este personaje, presentado en todos los circuitos mediáticos como historiador y filósofo para tener en cuenta, advierte que no postula alcanzar la inmortalidad porque, aclara que, si un cuerpo humano es alcanzado por un impacto automovilístico o de aviación, por ejemplo, el colapso vital es irreversible e inevitable. Pero, nos cuenta, que tenemos tal grado de nivel médico y operacional que sí podemos sustituir arterias, muelas, riñones, tendones, diversos órganos gastados, el corazón incluido, de tal modo que, satisfactoriamente reemplazados, podremos sí, alcanzar una edad indeterminada: “prolongar nuestra vidas indefinidamente se está convirtiendo en un objetivo cada vez más alcanzable.” [2]

La falta de sentido del proyecto harariano, su desvarío ombliguista, nos da la dimensión de tantos proyectos de “la modernidad”. Tal proyecto resulta contrario a lo vital, y su fluir. No solo llama la atención su estulticia sino su crudo racismo o aristocratismo, porque es evidente que el proyecto de la amortalidad no va a ser para los humanos en general sino para una muy restringida minoría, amparados en todos los resortes de poder a su servicio que ya sabemos; sociales, científicos, militares, políticos. Si la discrecionalidad del poder y la desfachatez consiguiente lo permite, el proyecto de amortalidad se destinará a muy contados centros hospitalarios, digamos en Nueva York o Londres; ya sabemos que no va a alcanzar a los habitantes pobres de Dacca o Tegucigalpa, por ejemplo.

El proyecto “Harari”, con todo su daño a la noción de la vida inescindible de la muerte, es apenas un capitulejo de una agenda con un objetivo geopolítico inescapablemente totalitario.

HACIA EL GOBIERNO MUNDIAL

Y el primer ensayo a escala general, universal (o casi) de sociedad planetaria, de gobierno común de la humanidad, ha sido la pandemia decretada desde ONU-OMS en 2020, con mucho mayor “éxito” que otros intentos también pandémicos en décadas previas de este mismo siglo.

El lector recordará el mar de ignorancia en que nos movimos a comienzos de 2020 con una pandemia que se habría desencadenado en China, con un segundo brote en Irán y un tercero en el norte italiano: una pandemia que no alcanzaba geográficamente ese estatuto de “en todas partes” y que a la vez era curiosamente saltarina en términos puramente geográficos.

Espiguemos algunos episodios del Covid19. El periódico Perfil de Buenos Aires declaraba: “COVID-19 presenta mayor riesgo de causar afecciones cerebrales que vacunas.” [3] ¡Menos mal! Porque tenemos menudo conflicto entre el soneto y su enmienda. Que expresa la penosa realidad de lo transcurrido bajo el tiempo pandémico; sopesar qué causaba mayor daño; si el Covid19 o  las inoculaciones que con la designación oficial de vacunas se suminstraban (se suministran) para combatirlo. Y no sólo las llamadas vacunas, sino otras medidas sanitarias. Porque hay muchísimos investigadores, virólogos, médicos, infectólogos que sostienen que ha sido peor el remedio que la enfermedad a la vez que hay una multitud de investigadores, virólogos, médicos, infectólogos, generalmente integrados a las estructuras sanitarias, públicas o privadas o a los grandes laboratorios transnacionales, que nos tranquilizan refiriéndose a todas la ventajas que ofrecerían estos suministros.

Algo, empero, resulta claro: las secuelas del suministro de las llamadas vacunas Covid19 han resultado increíblemente más numerosas que las sobrevenidas con cualquier otra vacuna de las forjadas por la ciencia médica hasta ahora.

Espiguemos las consideraciones de Tess Lawrie,[4] médica inglesa (University of  Witwatersrand) consultante de la OMS: “Ahora es evidente que estos productos en el torrente sanguíneo son tóxicos para humanos. Se requiere una interrupción inmediata del programa de vacunación mientras se realiza un análisis de seguridad independiente para investigar el alcance total de los daños que según los datos de la tarjeta amarilla del Reino Unido incluyen tromboembolismo, enfermedad inflamatoria multisistémica, inmunodepresión, […] y anafilaxia.”

Otro pasaje suyo señala: “Centenares de millones de seres humanos han sido introducidos en el experimento médico más grande de toda la historia humana. La vacunación en masa en estas condiciones no tiene precedentes. […] Políticos y otro personal no médico son los que dictan lo que estamos  autorizados a hacer con los enfermos, de modo tal que nosotros los médicos hemos sido puestos ante exigencias que ponen en entredicho nuestro juramento hipocrático. Jamás había sido hasta ahora tan importante nuestro rol como médicos porque nunca antes nos hemos convertido en cómplices para causar tanto daño.”

Lawrie ha sostenido que, científicamente, la ivermectina salva vidas. Y que ha sido mediante corrupción institucional que se ha evitado que dicha medicina salvara millones de seres humanos, y el consiguiente dolor y horror.

Como toda la parafernalia construida para, se supone, combatir el Covid19 se ha hecho en cortísimo lapso, la OMS no tuvo los tiempos para cumplir con las cuatro etapas de control que necesita la aprobación de toda vacuna; en rigor se lanzó al mercado una inoculación en plena etapa experimental, superponiendo etapas de control  y testigos con placebos, con inoculación real a población general. Eso es lo que Lawrie tipifica como un ensayo con cuerpos humanos sin precedentes.

Tales pasos pueden considerarse el más extendido ejemplo de juego del aprendiz de brujo. Y Lawrie, además, alude a razones comerciales  para atender la decretada pandemia.

El historiador argentino Sergio Wischñevsky ha llevado adelante una suerte de biografía del laboratorio más destacado en este asunto del Covid19; Pfizer.

No se puede decir que la conducta de tamaño laboratorio inspire la mayor confianza.

* En 2019, Pfizer fue condenado por ocultar datos respecto de medicamentos útiles “para prevenir alzheimer”.

* Una publicación de visitadores médicos argentinos publicó un fallo judicial de 2012 que condenara a Pfizer por “financiar un oscuro sistema de compras y sobornos a médicos en el marco de la cadena de comercialización de medicamentos”.

* Por su parte, Médicos sin Fronteras rechazó una donación de Pfizer de un millón de vacunas para su empleo en África porque llegaron a enterarse que esas vacunas eran de descarte para el laboratorio que había rehecho la vacuna, se supone que sin los defectos que tenían las que tan “generosamente” ofrecía para africanos.

* En 1996 el Washington Post denunció que los experimentadores de Pfizer usaron una niña, nigeriana, como cobayo para ver el curso de una enfermedad, grave, sin actuar. Escarneciendo el juramento hipocrático y dejándola morir.

Hasta aquí, sucintamente lo revelado por Wizchñevsky.[5]

La verdad que, tanto los testimonios y aportes de Lawrie como los de Wizchñevsky no hacen sino iluminar el comportamiento sombrío de algunos de los motores de la globalización sanitaria forzosa.Otros escarceos de poderosos

La opción globalifílica que procura arrear a toda la humanidad hacia “tan venturoso futuro” cuenta mucho más con la ciencia y la conciencia que con la fuerza. Una senda social blanda, medicinal, nos aguarda, mucho más que una militar (que nunca se descarta).

En rigor, Aldous Huxley lo entrevió hace ya un siglo, con su formidable “novela” Un mundo feliz (1931). Huxley era escéptico de la visión orweliana (que en 1948, a la luz de las atrocidades de la IIGM no pudo menos que entrever una opresión de tipo brutal, aunque ya muy teñida de persuasiones y conversiones de tipo ideológico, en su relato también distópico y también formidable; 1984).

Huxley le escribió, inmediatamente después de publicado 1984 a su autor: “Parece dudoso que la política de la bota en la cara pueda continuar indefinidamente. Mi propia creencia es que la oligarquía gobernante encontrará formas menos arduas y derrochadoras de gobernar y de satisfacer su ansia de poder, y estas formas se parecerán a las que escribí en Un Mundo Feliz. Dentro de la próxima generación, creo que los gobernantes del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narcohipnosis son más eficientes, como instrumentos de gobierno, que los palos y las prisiones, y que la lujuria de poder puede ser completamente satisfecha tanto sugiriendo a la gente que ame su servidumbre como azotándolos y pateándolos para que obedezcan.” [6]

Objetivo de poderosos: el gobierno mundial

La idea de gobierno mundial, desencadenada con el triunfo aplastante de “Los Aliados” en 1945,[7] ha tenido en 2020 su ensayo general con la declaración de pandemia de la OMS que procuramos reseñar. Entendemos que lo actuado por la OMS y los medios de incomunicación de masas a su servicio merecen un análisis riguroso, un abordaje racional, elementos de difícil acceso justamente por la presencia apabullante de “historia oficial”. Pero la vida es terca y el tendal de muertos con tratamientos equivocados y paralizaciones institucionales tarde o temprano serán abordados.

Los datos duros se harán insoslayables.

La (reiterada) promesa de la Agenda 2030

La Agenda 2030 repite un viejo juego al que las dirigencias políticas mundializadas recurren: estaríamos mal, pero no tanto; tenemos un porcentaje (tolerable) de, pongamos por caso, “necesidades básicas insatisfechas”, si cumplimos este Plan bajaremos su impacto a la cuarta parte. Diez años después, se verifica que el achique previsto no se verificó, y que en realidad, el deterioro cualitativo es mucho más grave, que la contaminación abarca muchas más áreas,  antes insospechadas, que los patógenos se han expandido como nunca antes y que lo que se daba por ganado, como el agua potable, está cada vez más cuestionada o que el “hambre cero” sigue siendo a lo sumo un buen deseo…

Pero ¿por qué y para qué sirvió ese diseño de cauto optimismo? Para inducirnos a creer que estábamos en la buena senda, que podíamos confiar en llegar a un buen estadío. La realidad, en cambio, nos “informa” que estamos cada vez más contaminados, más medicalizados, que las bacterias intrahospitalarias se han convertido en un agente patógeno insoslayable, que los microplásticos han penetrado todos nuestros cuerpos y alojado en nuestros órganos, que los contingentes de refugiados climáticos se agigantan en varios continentes, a causa de la desertificación de campos y zonas rurales (previamente expoliados por la agroindustria, por ejemplo), que los refugiados sociales y políticos también son cada vez más porque las estructuras de poder siguen cumpliendo una función monopolizadora subordinada a la tecnociencia comercial o empresaria y a la agroindustria, que se enfocan en el rendimiento material o crematístico y dilapida tantos recursos en sus emprendimientos a gigaescala.

La urbanización progresiva, empero, sigue haciendo la vida más cómoda a un mayor número. Y nos cuidamos de hacer una suma algebraica de beneficios y perjuicios para todos.

En resumen, que frases y consignas, tan al uso en la Agenda 2030 como “poner fin a la pobreza”, “combatir las desigualdades”, “facilitar el acceso a la justicia”, “reducción de la desigualdad de ingresos” no son sino señuelos.

POR ÚLTIMO, PERO PARA NADA LO ÚLTIMO…

Tendremos una vez más decidir, si los poderes que nos guían y condicionan a través de los medios masivos, de las cadenas mediáticas de persuasión y lavado cerebral, de los celulares “inteligentes”, nos ayudan o nos intoxican. Nos ayudan y nos intoxican a la vez.

Tendremos que aprender a conocer qué es lo que nos intoxica.

Si nos asumimos como lo que somos, seres de carne y hueso, y tratamos de aplicar nuestro discernimiento, o si aceptamos ser guiados por entidades tan falibles como todos nosotros, pero con unos intereses creados incomparablemente mayores que los de cualquier ser humano, de carne y hueso.#

notas:

[1]  The Ecologist, CAT, nov.-dec. 2022.

[2]  http://openlifespan.org/yuval-noah-harari-immortality-trap

[3]  25 oct. 2021. En sección Business.

[4] https://www.thedesertreview.com/opinion.letters_to_editor/dr-tess-lawrie-the-conscience-of-medicine/article_ff67eca-ac2d-11eb-adaa.ab952b1d2661.html

[5]  https://uy.radiocut.fm/audiocut/excelente-reflexion-del-sergio-wischnevsky-sobre-vacuna-pfizer

[6]  Cit. p. Jim Quinn en The Burning Platform, “We Are Trapped In ‘A Truman Show’ Directed By Psychopaths”, 2 dic. 2022.

[7]  Invito al lector a leer una nota mía anterior sobre este asunto: “El estado mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo”, https://revistafuturos.noblogs.org.

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Neptuno: ¿dios de agua dulce o de agua salada?

Publicada el 20/11/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Nuestro territorio, como todo territorio periférico, en la arrebatiña de bienes materiales, que ya lleva siglos, percibidos cada vez más como escasos, está sufriendo tarascones,  cada cual más impresionante y lesivo que el anterior, que se consuman siempre con las mejores argumentaciones del “desarrollo”, de la tecnificación, de la erección de infraestructuras que no resultan sino las herramientas más idóneas para que las redes transnacionales,  que cada vez más manejan los bienes del planeta, sigan apropiándose de tales bienes y consiguientemente de nosotros, los humanos cualquiera que habitemos estas tierras.

Algunos “tarascones” han forjado nuestro destino como sociedad colonial; algunos han naufragado, como el proyecto del “Uruguay minero” de la década del ’80; otros, diseñados a largo plazo, como fue la integración de nuestro país a los suministros papeleros del planeta (junto a otras sociedades periféricas, fundamentalmente Brasil, Indonesia, Filipinas) han logrado asentarse y propagarse, adueñándose de territorios que una colonización previa había ido asentando como ganaderos.

Katoen-Natie, un consorcio de transporte marítimo con sede en Bélgica, apreció las condiciones del puerto de Montevideo y su bahía y entendió seguramente que podía tener un papel clave en el Cono sur americano y se apropió de su administración durante 60 años, es decir durante una docena de presidencias que quedan así embretadas para encarar cualquier política nacional, uruguaya;  portuaria, impositiva, ambiental que necesite contar con disponer de los recintos portuarios.

El contrato con Katoen-Natie es un recorte, otro, a nuestra soberanía. Territorial y consiguientemente cultural.

El contrato que firmó el presidente uruguayo con el laboratorio Pfizer concediéndole carácter secreto a su producción de medicamentos es otra abdicación de soberanía que deja librada a nuestra población al saber discrecional de un laboratorio y su comportamiento empresarial, tratándose de un laboratorio que pertenece al conocido grupo financiero Black Rock, que ha recibido demandas por cientos de millones de dólares por sus “medicamentos” Neurontin y Celebrex por los ingentes daños que ha producido en miles de pacientes-víctimas.

Hace muy pocos años se apreció el papel de las aguas superficiales de nuestro país. Que encerraban un valor creciente. Y se diseñó una ley, de riego, que puso en la esfera financiera, mercantilizó, las aguas superficiales del territorio.

Hubo resistencia, pero no la suficiente (se procuró un referendo para decidir el asunto, pero no constituimos la “masa crítica” suficiente).

Con la desertificación inevitable a causa del desmantelamiento creciente del Mato Groso, la Amazonia que es, o era, “a mais grande selva tropical do mundo”  (la segunda, la de Borneo, en Indonesia, de cerca de un millón de km2 fue arrasada hace pocas décadas); América del Sur, el subcontinente mejor regado del planeta, empezará su penuria acuática. Y las aguas superficiales, como las financierizadas por la ley de riego en nuestro territorio, aumentarán su valor en proporción directa a su escasez.

OSE administra el agua potable, la de consumo humano de nuestro país. La cuenca mayor es  la del Santa Lucía, distribuyendo el agua a cerca de dos tercios de la población del país. En previsión de mayor consumo de agua, pero también para atender crisis potenciales, desde hace tiempo, se ha ido buscando como ampliar el suministro o proteger el existente. Durante el gobierno frenteamplista se encaró un suministro complementario para OSE mediante la instalación de otra toma de agua en el arroyo Casupá, en la misma cuenca del Santa Lucía.

Aunque ese proyecto aumenta considerablemente la provisión de agua para  el sistema administrado por OSE, no diversifica su procedencia, lo cual debilita estructuralmente el sistema de agua potable. Y tampoco amplía el proceso de potabilización propiamente dicho.

Atendiendo esa debilidad estructural una UTE−unión transitoria de empresas− SACEEM, Berkes, CIMSA y FAST, presentaron hace ya meses, un diseño de obra para  erigir una nueva fuente potabilizadora.

Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Escuchando a un directivo de OSE, que estos cuatro consorcios financiarán todo el emprendimiento y no van a cobrar un peso hasta tanto no tengan todo montado, edificado y resuelto, y que luego se tratará de un pago que no va a llegar ni a los 20 años (17 para ser más preciso),[1] el habitante común y corriente de estas comarcas tiene todo el derecho a preguntarse cómo se paga eso, cuánto se paga por eso y cuáles serán las condiciones a las que nuestro país va a quedar sujeto.

Por un lado, el gobierno nos asegura, con llamativa invocación a una fuente “infinita» de agua (un sonsonete que se repite en cada mensaje), que el proyecto Neptuno es una panacea ante la perspectiva de los límites que se ciernen sobre los actuales servicios de OSE para casi dos tercios de la población del país. Neptuno  resolvería dos limitantes; el de suministro de lo que se denomina “el agua bruta” y, tratamiento mediante, el de la disponibilidad de agua potable.

El del suministro del agua bruta, que el gobierno anterior había encarado con la represa en Casupá, pero que al día de hoy está suspendido, podría encararse con el polder a construir en Arazatí. Si se tratara de una mera sustitución de un proyecto por otro para una única función (suministro del agua bruta) sería insensato o un dispendio, pero el proyecto Neptuno encara el otro aspecto, también fundamental, y es la potabilización del agua para su incorporación a la red ya instalada de OSE.

Ambos aspectos del proyecto se basan en la extracción del agua de la llamada “fuente infinita”; el Río de la Plata. Surgen varias interrogantes; por empezar: nuestro río es un estuario de los ríos Uruguay y Paraná, y aunque bautizado por los primeros europeos que lo surcaron como “Mar Dulce” es una masa acuática mezcla de agua salada, oceánica, y dulce de dichos ríos. Cualquier montevideano lo reconoce, frecuentando la costa: a veces se pesca en agua salada, verdosa, peces como el bagre de mar, azul, y a veces se pesca en agua dulce, amarronada, el bagre de río, amarillo.

Gente del sindicato de OSE ha recordado la persistencia de agua salada o salobre sobre la zona de Arazatí, donde se piensa la instalación del proyecto Neptuno, durante 88 días.

La indudable existencia de agua salada en el Río de la Plata me hace pensar en que un proceso de desalinización es inescindible de todo proyecto de empleo del agua platense (y esto al margen de toda la depuración imprescindible tratándose de ríos, el Uruguay y el Paraná, que bajan por entre cultivos agroindustriales con todas sus cargas químicas que nutren, por ejemplo, a cianobacterias).

El proceso de desalinización para hacer potable el agua del mar es costosísimo, solo pensable en zonas con escasa agua dulce y muy  accesible salada. Como en Arabia Saudita, Israel, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Australia…

Y llama la atención la ausencia de tal consideración alrededor del proyecto que se procura asentar en Arazatí.  Que ni siquiera se roce esa posibilidad (por no decir esa futura necesidad), una eventualidad que trastornará todos los costos.

Llama particularmente la atención que para la elaboración del proyecto Neptuno, los oferentes hayan recurrido a la consultoría de Mekorot, la empresa israelí que administra el agua de Israel y Palestina (discriminando claramente las poblaciones; los caños de suministro a hogares israelíes son mayores que a hogares palestinos; las tarifas a hogares palestinos son mucho más altas que a hogares judíos),[2] y que siendo Mekorot una empresa más que ducha en la cuestión de la desalinización de agua, no aparezca ni una línea al respecto. ¿Habrá un cangrejo escondido bajo la piedra del dios de las aguas? Para acentuar dudas, Mekorot parece desechar el polder inicial de dicho proyecto como reserva de agua y postularía  gestionar ‘reservorios de agua potable en Montevideo’.[3]

Respecto de las consideraciones con que el presidente se ha dedicado a apoyar calurosamente el proyecto Neptuno, debo decir que no entiendo porqué sostiene que “este proyecto cumple estrictamente con el requisito de que el suministro de agua potable a la población corresponda a la esfera pública.” Aclara que “el proyecto está amparado en el artículo 47, numeral 3 de la Constitución de la República.

Transcribo aquí el num. 3 de dicho artículo: “El servicio público de saneamiento y el servicio público de abastecimiento de agua para el consumo humano serán prestados  exclusiva y directamente por personas jurídicas estatales.” Traduzco: OSE.

EL proyecto “Arazatí” entrega el procesamiento del agua, su potabilización, al consorcio a cargo del proyecto Neptuno. Y éste entregaría el agua ”pronta”, a OSE. Por lo tanto, OSE ya no sería el productor del agua potable del sur uruguayo, pese a la palabra presidencial; en todo  caso, su distribuidor en la población (en la red que tiene OSE desde “siempre”). Porque, como explicara el ministro del ramo, Adrián Peña, es el privado “el que diseña, construye y mantiene la infraestructura que queda al servicio de OSE”.

Nuestro país está cada vez más enredado en grandes operaciones financieras de las que se sale únicamente entregando bienes a los virtuales dueños del planeta. Es decir, a los titulares de los emporios que dictaminan las normas que rigen nuestro ordenamiento; las sanitarias, las dietéticas, cibernéticas, financieras, ambientales.

En 1919, en la entonces flamante revolución socialista, delegados campesinos al Segundo Congreso Panruso pudieron enrostrarle a los dirigentes bolcheviques: ‘Nos dicen que somos los dueños de las minas, pero ustedes disponen del carbón, nos dicen que somos los dueños del agua, pero ustedes disponen de la pesca, nos dicen que somos los dueños de la tierra, pero ustedes son los que administran sus frutos’.

Cuando se nos quiere hacer creer que OSE producirá el agua de Neptuno inevitablemente  nos acordamos de tan ominoso antecedente.

notas:

[1]   Declaraciones del gerente general de OSE, 17 nov. 2022.

[2]  Véase por ejemplo Cíntia Barenho, “Água pública sem o sangue dos povos”, 3 dic. 2012.

[3]  La diaria, Informe interno de OSE, 6 jul .2022.

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El estado mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo

Publicada el 03/11/2022 - 25/12/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

La globocolonización es nuestra cuestión, principal y urgente (agradeceremos siempre a Frei Betto su capacidad de síntesis).

Hace apenas medio año procuré describir ese proceso,[1] y cómo incide en nuestras vidas cotidianas, intensificadas por la plétora comunicacional y diversos aspectos, atractivos como nunca antes, aunque con una carga de destructividad también sin precedentes.

Hoy vamos a tratar de rastrear este proceso históricamente, y veremos “la solución” a los problemas del poder omnímodo que nos ofrecen quienes son sus titulares.

Porque desde hace décadas, escuchamos voces intelectuales reclamando “gobierno mundial”.

No es posible exagerar el unicato estadounidense de 1945. Ya lo subrayó, premonitoriamente James Burnham desde 1941.[2]

Si ya había elementos  como los que captara Burnham, el desenlace de la 2GM despejó totalmente posibles incógnitas: poderes colonialistas hasta entonces decisivos, como el  británico, se habían agotado (para no mencionar diversos niveles de aplastamiento de otros colonialismos europeos y del derrotado asiático; el japonés).

La Sociedad de Naciones, auspiciada desde Europa se extinguía sin grandeza y sin retorno, y la minoría con el poder en EE.UU. rediseña una nueva red internacional; la ONU, ahora a su servicio (aunque albergando una incógnita desde su mismo inicio, en una entidad política relativamente nueva; la URSS).

En 1946 un emigrado húngaro, Imre Révész, anglificado Emery Reves, biógrafo de W. Churchill y por ello con puerta franca en todos los pasillos del flamante poder mundializado, escribe un ensayo, “propio de la hora”; The Anatomy of Peace (Anatomía de la paz).[3]

Reves, representativo del espíritu de la nueva cúspide política mundial, lo tiene claro: liquidar las soberanías nacionales, “causa de la anarquía en  las relaciones internacionales”, para ceder el paso a “un orden legal universal”.

Allí está el meollo: suprimir los estados nacionales, suprimir sus soberanías; que “las naciones se regulen no por tratados, sino por ley” [sic]. Reves entiende que “bajo el presente sistema de soberanía nacional todos los países están inevitablemente orientados hacia el totalitarismo” (no sabemos porqué una ley única no nos orientaría aún más decisiva y radicalmente hacia lo totalitario….).

Reves, desde el epicentro planetario conseguido en 1945 nos “ilumina”; desde la (única) luz hacia las tinieblas. Todo el lenguaje de este servidor de la nueva ideología es el de ‘la luz contra las tinieblas’. Ingredientes: religión y ciencia, por partes iguales.

Una desenfadada exhortación a seguir la única voz legítima, la de la paz; el manido recitado de la paz de los vencedores.

Tuvimos que dejar pasar “la coexistencia pacífica”, los tiempos de Nikita Jruschev y John F. Kennedy, por ejemplo, para que con el colapso soviético, ya muy a fines de los ’80, renaciera la misma aspiración al unicato estadounidense, ahora inextricablemente unido al Estado de Israel.

Este regreso de “muertos vivos”, que el pensamiento progresista con tintes antinorteamericanos (y simpatías difusas por “el socialismo”)  había prematuramente tirado “al basurero de la historia”, reaparece  con la misma inflexión de la primera hora; dogmática e imperial.

Lo hemos visto, por ejemplo, en numerosos documentos, como los redactados por los neocons, expresión prístina de este “nuevo tiempo”,  empeñados en recuperar aquel unicato de 1945.

Tal vez el más significativo sea The Project for the New American Century, que lleva por título principal, con una semántica militar o securitaria: Rebuilding America’s Defenses. Setiembre 2000.[4]

Cuando apenas habían pasado 12 meses de la exhortación de esta craneoteca  con semejante paper, a valerse de un operativo por el estilo del de Pearl Harbor [5] (que fue el que “permitió” a EE.UU. inmiscuirse en la 2GM), sobreviene el doble atentado de las Torres Gemelas y el Pentágono (11 set. 2001). Que repercute en la instauración de una “guerra global de EE.UU. al terrorismo”, ocupando más y más áreas continentales.

Pero volvamos a 1946.

Reves pasa revista a los inabarcables cambios tecnológicos de los últimos cien años: “Por miles de años las comunicaciones de pueblo a pueblo dependieron de la fuerza animal; luego, en un siglo, vinieron el ferrocarril, el automóvil y el avión de propulsión a chorro: El cambio creado por el industrialismo no tiene paralelo en la historia de la humanidad”.

Y tras esta verificación, certera, sobreviene el diseño geopolítico: “Nuestra nación [sic] es el centro inconmovible alrededor del cual gira cuanto existe.” [sic, sic]

Un sincericidio del húngaro, devenido american. El encandilamiento producido por la modernidad galopante, seguirá todavía un tiempo hasta que las mentes más lúcidas empiecen a captar los frutos envenenados del desarrollo desenfrenado, ambientalmente nefasto.

Valido de esta fe elemental, Reves no tiene recato en proponer la abolición de las soberanías nacionales: “[…] mientras todas estas naciones soberanas retengan sus soberanías […] serán inevitables los conflictos violentos entre pueblo y pueblo y no podremos contar jamás con la esperanza de ver realizada la seguridad mundial.”

Reves, adelanta en los ’40 los “regímenes de seguridad nacional”, que difundirá el imperio norteamericano en décadas posteriores.

Intenta además avanzar basándose en lo que para él es la ciencia: “debemos tratar de llegar a un método […] más científico.” Que para Reves consiste en prescindir de “los puntos fijos creados por la imaginación  para la propia conveniencia [nacional]”. Y resume: “es necesario limitar la soberanía de las naciones y establecer un gobierno mundial.” Rubrica: “No hay la menor esperanza que podamos resolver de otra manera ninguno de los problemas vitales de nuestra generación.”

En 1946, con el ascenso de EE.UU. a la condición de líder mundial (entonces único, exclusivo, aunque ese período se cortará abruptamente con el ingreso “sorpresa” de la URSS al club atómico, en 1949), la desnudez del planteo de Reves nos señala el pensamiento oculto de los cráneos de la geopolítica estadounidense.

Un sugerente detalle que apunta Reves es que no hace falta que los estados democráticos renuncien a su soberanía por la sencilla razón de que no la tienen. “Sólo un estado totalitario o fascista es soberano”, sostenía.

También en aras de la universalidad asoma la intolerancia y el margen cero a la diferencia, porque: “ningún Estado Miembro podrá retirarse de las Naciones Unidas ni ser expulsado de la Organización”.

Con el tiempo, las competencias y las complicaciones, esa estrategia –tan prístina en 1946–, irá recubriéndose de mantos suntuosos de democraticidad y coprotagonismo. Particularmente, a través de la red de organizaciones e instancias onusianas.[6]

En 1946, podíamos todavía ver al rey desnudo. O casi. Vemos desde entonces, como el norte de un “gobierno mundial” toma un sitio relevante, parcialmente eclipsado durante el período de “las (dos) superpotencias”, y se revigoriza, como vimos, desde los ’90, ante el colapso soviético, y cómo en los muy últimos años toma nuevo impulso, ahora con la meta puesta en la Agenda 2030.

En nuestro tiempo, el Foro Económico Mundial, como “liga mundial” de los think tanks, su presidente Klaus Schwab, su secretario ideológico, Yuval Harari, junto a Bill Gates y el plantel de los billonarios –que buscan a menudo convertirse ya no solo en mecenas de nuestro tiempo sino en los administradores de la soberanía humana– están postulando un (el) gobierno mundial; reeditando por enésima vez el ya señalado anhelo. El Reves de 2022 se llama Luigi Ferrajoli y con optimismo digno de mejor causa nos quiere hacer creer que un “constitucionalismo planetario”, una “Constitución de la Tierra”, nos asegurará el fin de los padecimientos, de las hambrunas, de las sequías, de la producción de desechos cada vez más incontrolables.[7]

Desde mediados del siglo XX, y significativamente, siempre articulando el “proyecto” de un gobierno mundial con la ONU, se urdieron varios diseños y propuestas.[8] En general,  tales proyectos  postulan la creación de una conciencia mundial y planetaria, y la eliminación de nacionalismos, ideologías confrontadas y creencias religiosas exclusivistas que separan a los hombres.

Siempre la misma interrogante: ¿cómo creer que las injusticias generadas con tanta desigualdad de tratamientos como existen en el mundo, desaparecerán sólo porque habrá un único agente dispensador (de justicia, de bondad)?

En los muy últimos años ha sobrevenido un cambio sustancial. Ya no se trata de proyectos políticos teóricos o de “buenas intenciones”. La instaurada pandemia de 2020 nos muestra el alcance práctico de “un gobierno mundial” y nos deja vislumbrar sus rasgos.

En primerísimo lugar, la llamada pandemia Covid 19 ha revelado nuestra ignorancia como especie para enfrentar o atender una enfermedad, un agente patógeno jamás claramente delineado.

El gobierno mundial sanitario de la OMS se hizo sentir en buena parte del mundo; y sus medidas han expresado viejos conocidos nuestros: ignorancia, reluctancia al examen crítico y pésimo manejo.

Por cierto que la ignorancia no es delito y puede explicar muchos traspiés. Pero las instituciones sanitarias oficiales, tanto nacionales como onusianas, se han negado, por ejemplo,  a discriminar o intentar discriminar al menos cuántos muertos ha generado el Covid 19 y cuántos el desfondamiento del sistema sanitario con sus falencias asistenciales, a menudo mortales. Nos tememos que los muertos resultados del miedo, de las omisiones, ignorancias y aplazamientos, son muchos más que los diagnosticados con Covid 19 propiamente dicho. Pero es apenas una impresión; nos faltas cifras para cuantificarlo.

En resumen, esta primera plasmación de un “gobierno mundial” (aunque limitado a un área, de salud, mejor dicho de enfermedad), ha dejado a los autoasumidos benefactores de la humanidad en inmejorables condiciones para avanzar. Puesto que se ha demostrado que a la humanidad se la puede mover, llevar y traer, encerrar y dosificar, con miedo. Chocolate por la noticia. Lo nuevo, empero, es el volumen sin precedentes de tales operaciones.

En el capítulo sanitario, todavía hay muchas “cuentas pendientes”: episodios tipo muerte súbita ¿han proliferado tras la pandemia?… ¿o tras las vacunaciones?; ¿porcentaje de episodios como pulmonías, a menudo bilaterales, han aumentado también tras las vacunaciones masivas? Nos faltan otra vez estadísticas. Los recuentos parecen cosecharse de acuerdo con las convicciones de quien los haga; los superadaptados a la “verdad oficial” insisten en que si bien las inoculaciones no impiden los contagios y la difusión del Covid 19 (no son realmente vacunas y por lo tanto, han mentido) atenúa sus efectos mortales; los refractarios a una inoculación de la cual mucho más se ignora de lo que se sabe, temen que una serie de síntomas y secuelas de las inoculaciones nos deje más en territorio de enfermedad que de salud.

Hay, además, muchísimas investigaciones boicoteadas que comprueban la impudicia, la angurria, la deshonestidad intelectual de grandes corporaciones farmacéuticas en demasiados rubros, y demasiadas veces…

El mundo médico parece estar sumiéndose en una esquizofrenia de mundos paralelos: las reparticiones oficiales siguen “informándonos” de los casos y las muertes Covid y de la presunta eficacia de las inoculaciones; investigadores y médicos independientes nos informan de la colusión progresiva entre las transnacionales farmacéuticas y su rendimiento crematístico y la salud de la población. Y producen informes y abordajes que cuestionan radicalmente la medicina oficial.

Por ejemplo, hace pocos días la gobernadora de Alberta, Daniella Smith, uno de los estados constituyentes de Canadá, pidió públicas disculpas a los “no vacunados”, a los que resistieron las inoculaciones, reconociendo que habían sido decisiones políticas (vale decir, no científicas ni sanitarias). Smith se desliga ahora (más vale tarde…) de la política nacional canadiense, una de las más duras obligando a las inoculaciones para poder trabajar, por ejemplo, y que por ello mismo, tuvo más resistencia desde la población.[9] Aseguró que se lamenta «por todos los que han sido ‘inapropiadamente’ sometidos a discriminación» por el Estado. Y prometió amnistiar a quienes fueron multados o arrestados.

Por nuestras latitudes, estamos esperando: cuando un juez probo en Uruguay, pidió pruebas de solvencia científica a laboratorios bajo sospecha, el gobierno cómplice a todo mandato global y corporativo y renuente al uso del sentido común, revocó autoritariamente esa decisión judicial.

Al creciente divorcio  entre la medicina oficial y la medicina crítica, hay que agregarle una crisis asistencial en general, con plazos de atención cada vez más insensatos (y literalmente patógenos).

Y esto no es un asunto local o nacional; nos suena generalizado, como la influencia del Big Pharma en todo el planeta.[10]

Lo que llamamos esquizofrenia dentro de la medicina, entre defensores de la verdad oficial del Covid 19 y sus detractores, podemos extenderla al mundo de la ideología política.

Lo científico que enarbola la ortodoxia covídea como propia (condición que también nos damos como propia los críticos a la definición de Covid19 como pandemia), se ha desplazado a otras áreas, como la política propiamente dicha.

Porque la idea de “gobierno mundial” se pretende científica, como vimos con Reves, en los ’40.

Y vemos que la OMS y sus principales referentes como Bill Gates, se pretenden científicos.

El pensamiento crítico, de izquierda, se ha considerado también científico. Y aquella izquierda que se ha plegado ahora al Big Pharma también; combaten el terraplanismo, sostienen.

Con lo cual “el gobierno mundial” adviene por vía doble; desde la derecha más consolidada y desde una cierta izquierda. Pagan tributo a un tecnooptimsimo ingenuo, pero arrasador.

Se trata de una izquierda orgullosamente cosmopolita y transnacional que reivindica incondicionalmente “el progreso científico”. Entre otros rasgos, también hace clave ideológica de la cuestión de género (planteando una merecida crítica al machismo que deriva, empero,  en algo habitual; tirar al bebito con el agua sucia). En nuestras latitudes, lo vemos en la generalidad de los movimientos políticos progresistas (frenteamplismo en Uruguay, kirchnerismo en Argentina, Apruebo Dignidad en Chile), con significativas líneas de expansión comunicacional; Le Monde diplomatique, www.rebelion.org, Viento Sur, Página 12, para nombrar apenan algunas.

Esta peculiar izquierda, que se presenta como única, es de hecho eurocentrista y enarbola esa política de género como herramienta de achique demográfico  (aunque no explícito).[11]  Procurando resolver el desborde poblacional humano, que algunos consideramos insensato, mediante una solución atroz.

Este conglomerado progre que se autocalifica “de izquierda” feminista, y más que feminista, feministe y antiheterosexual, pandémicocientificista, se separa decisivamente de otra izquierda que advierte críticamente el giro transnacionalista y megacorporativo, que siempre enfrentó.

Esta profunda división del pensamiento otrora crítico lleva a su vez a nuevas confluencias. Una izquierda antitransnacional, defensora de “la escala humana” y enemiga de los megaproyectos” postula un cierto localismo, un rasgo que hasta recientemente había caracterizado a corrientes conservadoras, y por consiguiente de derecha. Esta izquierda antitransnacional, globalifóbica, postula cierto conservacionismo (no confundir con conservadurismo). Pero las líneas se entremezclan: así como fanáticos de los privilegios económicos se autocalifican hoy de “libertarios” (un término que hasta recientemente se ligaba a cierto democratismo político, enfrentado a opciones autoritarias), en varias cuestiones se “realinean los planetas”.

La italiana Giorgia Meloni, líder del fascismo italiano actual plantea:

“¿Por qué la familia es un enemigo? ¿Por qué la familia es tan aterradora? Hay una sola respuesta a todas estas preguntas. Porque nos define. Porque es nuestra identidad. Porque todo lo que nos define es ahora enemigo de quienes quieren que ya no tengamos identidad  […]. “Entonces atacan la identidad nacional, atacan la identidad religiosa, atacan la identidad de género, atacan la identidad familiar. No me puedo definir como italiana, cristiana, mujer, madre. no.”

“Debo ser ciudadano x, género x, padre 1, padre 2. Debo ser un número. Porque cuando sea sólo un número, cuando ya no tenga identidad ni raíces, entonces seré el perfecto esclavo a merced de los especuladores financieros. El consumidor perfecto.” [12]

La defensa de la pareja humana, de la familia humana, de la heterosexualidad, del amor al terruño, recogido por una derecha también ella globalifóbica coincide, siquiera puntualmente, con postulados “izquierdistas” del pensar globalmente, actuar localmente.

Meloni se aferra a un dios, en general ajeno al pensamiento y la crítica de izquierda, más bien renuente y refractaria a las religiones institucionalizadas, monoteístas,  pero un sentimiento religioso panteísta, en cambio, es sumamente caro a ciertas actitudes vitales de lo que se considera “izquierda”, lo cual nos hace pensar que dentro del arco de la resistencia a la globalización absoluta existen abismos pero no necesariamente infranqueables.

Tenemos que barajar conceptos y  consignas y dar de nuevo: como internacionalista no me opongo a todo nacionalismo (sólo al opresor). Y sí me opongo al cosmpolitismo indiferenciado que establece un vínculo directo entre el individuo y el “gobierno mundial”.  Difícil entrever mayor arbitrariedad, mayor abismo, mayor opresión.  La transnacionalización barre toda particularidad defendiendo una ubicuidad digital que nos transforma también a nosotros, habitantes de este planeta, en algoritmos.

A medida que se profundiza “la decadencia del imperio americano”, presenciamos un empuje de la ofensiva imperial. No necesariamente bajo la bandera de las cincuenta estrellas, también bajo ropajes globales, mundialistas, o pseudotales, como la OTAN, el FMI, la OMS, el PNUD, la UNESCO. Y  no menos importante, a través del idioma.

La lengua inglesa ha cumplido un papel fundamental en el desarrollo del imperio american.

Y junto con otras ofensivas mediáticas y sensibles a lo largo del s XX, como la fábrica de hacer mundos de Hollywood, nos hemos convertido  en cierta  medida, como el resto del mundo, en espejo (claro que deformante) del American Way of Life (Awol).

La cuestión resulta entonces cómo  sustraernos a ese canto de sirenas.

Nuestra única defensa es, una vez más, aprender a pensar. Con cabeza propia, lo más propia posible. Para eso, ni la derecha recalcitrante que ligó su destino con el imperio en constante unificación, ni la izquierda progresista, que liga su destino a todos los avances con ropaje científico (aunque a menudo sean meramente tecnológicos) producidos por el poder establecido en tiempos modernos, nos convence.

Pensar localmente ha sido bastión, en general, de pensamientos de derecha. Como los de Igor Shafarevich o Alexandre Dugin en Rusia, o de la ya citada Meloni.

Sin embargo, en esa constelación, tenemos que aprender a distinguir lo que aceptamos como valioso; un pensamiento científico pero anticientificista, la defensa de la escala pequeña para preservar el ambiente (achicando los ritmos enloquecidos de cambios tecnológicos, cada vez más ajenos a nuestras dimensiones humanas, finitas). Y más en general, una conciencia crítica que esquemáticamente hemos atribuido demasiado tiempo a “la izquierda” que ha dilapidado esa potencial intelectual. Por ejemplo, Laurent Guyénot constituye un ejemplo formidable de pensamiento crítico (no de izquierda,  más bien cristiano).

“La preponderancia estadounidense” (que un intelectual orgánico del american power, George Kennan, se afanaba en preservar en favor de EE.UU, como Noam Chomsky lo ha explicado abundantemente en sus textos), ha generado mecanismos de preservación del poder propio, instaurando o apoyando sociedades “modélicas” que funcionen como escaparates ideológicos del sistema vigente. Costa Rica en América Central, Uruguay, en la del Sur, Suecia en Europa, Taiwán o Corea del Sur en Asia, Israel en el Cercano Oriente, Sierra Leona o Liberia en África…

Sabemos que pensar con cabeza propia es más fácil decirlo que hacerlo. Este largo episodio de pandemia Covid 19 lo rubrica, una vez más. Pero también sabemos que el deterioro planetario, provocado fundamentalmente por la hybris tecnocapitalista avanza, ¡y cómo!

Seremos cada vez más puestos a prueba: si concedemos mantenernos entre algodones tecnológicos, admitiendo que la globalización siga devastando nuestro entorno, hasta ir alcanzando nuestras vidas, o si el instinto de conservación nos permitirá ver riesgos para nuestra especie, y no sólo el de nuestros techos particulares.

Si entrevemos una línea de resistencia compartida, nuestra política tendría que ser luchar por la defensa de la igualdad entre seres humanos, pero no la igualdad, sin derechos, de cuartel, sino la de la igualdad de derechos.

notas:

[1]  “Transnacionalización rampante: la globocolonización y el despeñadero planetario”, jun. 2022, en www.revistafuturos.noblogs.org; https://saltograndeextra.com/; PostaPorteña, no 2292, 22 jun 2022; https://rebelion.org/transnacionalizacion-rampante-la-globocolonizacion-y-el-despenadero-planetario/, entre otros portales.

[2]  La revolución de los directores, Editorial Sudamericana, Bs. As., 1967.

[3] Harper & Brothers, N.Y., 1946. En castellano, editado en forma condensada por Selecciones del Reader’s Digest, no 11, 1946. De allí provienen las citas.

[4]  Este documento lleva la firma de más de una veintena de intelectuales como Irving Kristol, los hermanos Fred y Donald Kagan, Thomas Donnelly, Gary Schmitt, David Epstein, Eliot Cohen, Mark Lagon, James Lasswell y otros.

[5]  La sucesión de episodios de falsa bandera es tan frondosa en la historia de EE.UU. que el ataque nipón al apostadero naval estadounidense en el archipiélago de las Hawai ha sido insistentemente tratado como una celada de los mandos norteamericanos a los japoneses, una suerte de gambito naval. Incluyendo en el costo,  la vida de miles de marineros estadounidenses.

[6]  Sobre este aspecto, es muy llamativo el cambio de la ONU, es decir de EE.UU., respecto de la Unión Sudafricana; su condición de figura clave en la fundación de la ONU resultó “inconveniente”, por su cada vez más insostenible racismo explícito. Otro sincericidio.

[7]  https://elpais.com/ideas/2020-03-27/luigi-ferrajoli-filosofo-los-paises-de-la-ue-van-cada-uno-por-su-lado-defendiendo-una-soberania-insensata.html

[8]  Una superreglamentarista de los norteamericanos G. Clark y L. Sohn (1958); otra de Bertrand Russell,  Has Man a Future? [¿Tiene futuro la humanidad?] en 1961; Iniciativa de Estocolmo para la Seguridad Global y la Gobernanza, Suecia, 1991;  propuesta ante la ONU de la comunidad Baha’i en el mismo sentido, 2018, entre otras.  Gobernanza pasó a ser la voz-anhelo del gobierno mundial, de un mundo tranquilizado.

[9]  https://davidrey.com.ar/canada-comienza-a-pedir-perdon-a-los-no-vacunados/, 26 oct. 2022.

[10]  Un capítulo aparte merece el tratamiento sufrido por un país, Haití, a manos de la ONU, de la OMS y el vergonzoso papel de sus intervenciones militares, con destacamentos de diversos estados nacionales (cuya calidad no se destaca respecto de sus realidades nacionales “de origen”). Así, un destacamento de un país periférico, Nepal, generó en Haití una epidemia de cólera con decenas de miles de muertos y millones de afectados, porque ese destacamento contaminó las aguas de lugar en que se había acantonado). ONU/OMS tardó años en reconocerlo; escalofriante ejemplo de “medicina de estado mundial”. Haití es un país pequeño con pocos millones de seres humanos en condiciones muy, muy precarias. Valga recordar para vergüenza nuestra, que en ese mismo, desgraciado país, el destacamento onusiano del Uruguay llevó a cabo variados actos de corrupción (cayendo aun más bajo que otros destacamentos nacionales, tampoco estimables).

[11]  El achique demográfico no solo se escamotea sino que presenta una contradicción: en el mismo momento, muy reciente, en que la población europea occidental está disminuyendo a pasos agigantados, esta política de género no hacen sino ahondar esa tendencia, por cierto muy distinta a la presente en las zonas más empobrecidas del planeta.

[12]   ciit.p. Kevin McDonald, https://www.unz.com/article/giorgia-meloni-as-italian-pm/it.

Publicado en Centro / periferia, Ciencia, Cultura dominante, EE.UU., Globocolonización, Salud. Y enfermedad, Sociedad e ideología

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