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del planeta, la sociedad y cada uno…

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Categoría: Globocolonización

Visita nada protocolar de Mike Pompeo a la Argentina

Publicada el 26/07/2019 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Argentina ha recibido la visita del emisario israelí Mike Pompeo.

Buen momento para preguntarse el porqué, el cuándo, y los motivos; los  expresos y los subyacentes.

Y buen momento también para plantearse por qué un representante del gobierno de EE.UU. actúa aquí como emisario israelí.

No se trata, obviamente, de una visita protocolar por más que se invoque el aniversario del atroz atentado en la AMIA. Ese atentado, precisamente, implica a la comunidad judía, al  EdI, y a la Argentina, obviamente.

Pompeo entonces viene a recoger los “dividendos” de las operaciones geopolíticas que se han tejido a partir de los atentados.

Del de la AMIA así como del atentado igualmente atroz y algo anterior en el tiempo contra  la Embajda de Israel, del cual se habla mucho menos y también poco y nada se sabe.[1] Con la AMIA, la danza de sospechas ha andado por la policía local y las desavenencias o traiciones intrasirias en los ’80, cuando el descendiente de árabes sirios Carlos Menem se hacía de la presidencia argentina y Hafez Assad ejercía con mano de hierro el gobierno de una Siria presuntamente socialista. De todos modos,  a poco de los atentados, con los servicios secretos de EE.UU. e Israel haciéndose cargo de “la investigación” sobrevino un cambio de “culpable”,  hacia Irán, precisamente el país que desde 1979 Israel quiere borrar de la faz de la Tierra aduciendo que Irán quiere borrar al estado sionista del territorio palestino.

El establishment argentino, ratificando su condición periférica y subalterna, no dijo ni mu; aceptó el cambio de sospechoso prinicipal y actuó o procuró actuar en consecuencia (con el intento de juicio en territorio iraní, que despertara las iras de los represenantes coloniales).

Como la geopolítica es cambiante, ahora la Argentina ha recibido otro candidato a culpable; parece provenir de las mismas fuentes y Argentina  hoy con la presencia de una presidencia que se identifica como una suerte de virreinato del poder globalizado, otra vez no dice ni mu. Se trata del Hezbollah; una organización libanesa que fue decisiva para desalojar a Israel de su ocupación de años en el país vecino, durante las últimas décadas del s XX. Israel no perdona esa derrota.

Así que los “investigadores”, que por lo visto más que investigar asignan culpas por razones geopolíticas, han optado por pergeniar dos responsables,con vínculos entre sí: la teocracia iraní y el Hezbollah libanés, igualmente musulmán.

Como se trata de un tejido geopolitico, los “investigadores” o sus chirolitas locales han agregado un tercer episodio o un  tercer atentado; la muerte de A. Nisman, cuando todos los indicios y las pruebas han llevado a considerarlo un suicidio.

Suicidio que sobrevino al enfrentar Nisman su propio vacío en el caso… AMIA.

Pero el emisario israelí no viene a calibrar verdades. Sino poderes. Su finalidad no es buscar, aristotélicamente (no me hagan reír) la verdad sino satisfacer a la geopolítica israelí (que incluye “mover” a EE.UU. en el sentido deseable; desencadenando acciones militares, violencia, contra, por ejemplo, Irán. Algo problemático. Aunque el control legislativo y de la Casa Blanca y sus secuaces, quiero decir asesores, es muy alto por parte de Israel, la estructura social, económica, militar, de EE.UU. es de tal envergadura y complejidad que presenta bolsones de resistencia a una colonización total, digamos sionista, israelí o judía.[2]

A todo esto, Mauricio Macri encantado por tener el (triste) papel que un poder mundializado que no conocemos le otorga. ¿Y Alberto Fernández?

[1]  Tanto silencio desde los propios afectados por la explosión que destrozara la sede de la embajada en 1992 ha dado incluso pábulo a la hipótesis de un atentado intestino.

[2]  Existen refractarios a que EE.UU. se ponga totalmente en manos del eje judeo-sionista. Tanto entre republicanos como entre demócratas, incluso muy de derecha. Se notó ─la resistencia y la influencia─ en  su momento con el enviado plenipotenciario de Clinton, John Kerry. Y hay fuertes sospechas de “la mano” israelí en casos como el del radiado general David Petraeus (oficialmente por un “asunto de polleras”) o la defenestración de Bill Clinton con el affaire Lewinski: influencia para enfrentar la resistencia.

Publicado en EE.UU., Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Poder mundializado

La peste plástica está tomando nuestros órganos

Publicada el 17/06/2019 - 25/06/2019 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández.

Monsanto… hasta de sus últimas sílabas se podría extraer una filosofía de la inversión de la verdad, de que todo resulta opuesto a lo proclamado…

Monsanto es el agente clave para la expansión de la agrondustria que le ha signficado a la humanidad, el campesinicidio más generalizado (lo cual en cifras no tiene parangón con ningún otro trastorno demográfico y ocupacional en la historia humana; baste pensar que hace un siglo las sociedades podían tener un 75% o un 90% de población dedicada a tareas rurales y hoy se estima en 2%, 4%, 10% la población “dedicada al campo” en la inmensa mayoría de los estados del orbe).

Esa “extirpación” del campesinado no es el mero avance de la humanidad; no es el canto al progreso-siempre-mejor que nos insuflan desde los centros de poder; es una suma algebraica de avances y retrocesos de los cuales la historia oficial solo nos muestra, siempre, “los avances”.

Hay un formidable avance en los medios de comunicación y en los de transporte, pero también una pérdida de experiencia y conocmiento para tratar a la naturaleza, por ejemplo.

Pero Monsanto dista mucho de haber sido –y seguir siendo− únicamente  el pivlote de la “La Revolución Verde”, la agroindustria y la contaminación de los campos.

Durante la guerra que EE.UU. desencadenó para imponer la democracia en Vietnam  (y que tras 14 años tuviera que abandonar), por métodos, no precisa-mente  muy democráticos, el papel de Monsanto fue protagónico: proveedor, aunque no exclusivo, de Agente Naranja; el agrotóxico que la aviación de EE.UU. diseminó masivamente en los campos vietnamitas para  “quitar el agua al pez”.[1]

Pero las contribuciones monsantianas vienen de tiempo atrás. Fundada en 1901 para elaborar productos químicos inicialmente dedicados a sustituir alimentos naturales,  −los cada vez más conocidos y difundidos aditivos alimentarios−  como, por ejemplo, vainilina para cortar la dependencia culinaria hacia las islas Célebes de donde se la extraía tradicionalmente.

Tal comienzo debía haber abierto los ojos de los contemporaáneos. La sacarina, uno de los primeros producos de Monsanto, de la primera década del s.XX, ha sido desechada por tóxica. Con su extremo dulzor con dejo amargo.

Con el paso del tiempo, su capacidad de incidir en el “desarrollo tecnológico” se fue ampliando y la consiguiente toxicidad de su producción también. Desde la década del ’20 produce PCBs, los temidos polibifenilclorados que luego de décadas de uso “inocente”, o más bien impune, se iban a revelar con una altísma toxicidad generando innumerables cánceres infantiles.

 En la década del ’30, significativa y sintomáticamente Monsanto se convierte en productor de primera línea de otro gran triunfo de la modernidad ciega y soberbia, derrochando venenos en el planeta, expandiendo el uso de los termoplásticos, encontrándose así en los puestos de “vanguardia” para el envenenamiento planetario.  Estos plásticos, como los anteriores (rígidos) tenían un rasgo que debía haber hecho reflexionar un tanto: eran materiales no biodegradables. El idioma humano no tenía siquiera una palabra para enunciar semejante realidad. Hasta los “logros” de la petroquímica, nuestros materiales, nuestros objetos, eran naturaleza. Y por lo tanto, a la corta o a la larga, “volvían” a ella; una suerte de reciclado (a veces muy complejo, pero siempre total). Pero con los plásticos se rompen los ciclos naturales (para no mencionar los bióticos, ahora amenazados). La naturaleza no puede reabsorber, reasimilar productos engendrados de tal modo que han perdido todo parentesco con el mundo natural.

Lo que podía haber sido una advertencia sobre un camino ominoso fue en cambio muy bien recibido para abaratar costos, mejor dicho para abaratar los costos del capital. Que prefiere productos baratos en lugar de buenos. Una cuestión de rentabilidad, pero empresaria, no social, aunque todos sus argumentos se basan en que se trataría de rentabilidades de la sociedad.

Con el horizonte de una guerra inminente y el recuerdo de la anterior con sus peripecias en las trincheras, los soldados asolados por chinches y piojos, investigadores se dedicaron a pergeniar insecticidas. Así Monsanto trajo al mercado el DDT (descubierto por un técnico suizo alemán en 1939), una solución radical a las vicisitudes provocadas por insectos. Sin embargo, la guerra que se desata en 1939 no tendrá trincheras;  la aviación y los bombardeos cambiarán el panorama y la estructura de las guerras, y los insecticidas quedarán arrumbados. Por eso, en la posguerra, los laboratorios buscarán empecinadamente nuevos usos a sus investigaciones y aplicaciones  y empezará así la aplicación de insecticidas a la agricultura. Será el momento del combate químico a “las plagas”. Que hasta entonces se atendían y enfrentaban mediante usos físicos o biológicos. Así llegaremos a la Revolución Verde.

Monsanto resultó, una vez más, pieza clave, pivot del Ministerio de Agricultura de EE.UU. (USDA) cuando en los ’90 el gobierno norteamericano decide un plan alimentario mundial, “basado en las pampas argentinas y las praderas norteamiericanas”.[2]  Cuando  los emporios de la agroindustria  estadounidense se sintieron fuertes como para adminstrar los alimentos del planeta.[3] Este plan se desencadena a partir del recurso de la ingeniería genética aplicada a alimentos, con la producción masiva y en permanente expansión de alimentos transgénicos.

Antes, Monsanto había tenido el dudoso honor de patentar otro edulcorante, probablemente más tóxico que la problemática sacarina: el aspartame.

Son varios, entonces, los “aportes” a una alimentación degradada, tóxica, como por ejemplo la somatotropina bovina, una hormona que ha sido rechazada de plano en los mercados europeos, por ejemplo (aunque en EE.UU. se la consume libremente). Fue diseñada para aumentar la produccion de leche y los reparos provienen de que diversas investigaciones la asocian fuertemente con cánceres de mama y de próstata.

La “perla” de tantos nefastos aportes, siempre tolerados por la autoridades sanitarias de EE.UU. y sus satélites y claramente adoptados y aplaudidos por el mundo empresarial “moderno”, ha sido el tratamiento y el procesamiento de los plásticos que no son alimento pero que tienen una  insidiosa cualidad y están muy vinculados a los alimentos.  Como ya es de público conocimiento, las montañas de plásticos; los basureros gigantescos compuestos en un 90% de material plástico, las islas oceánicas, flotantes, con superficies mayores a las de los más grandes países del planeta, constituyen un problema de creciente actualidad.

Pero se trata de un problema menor, pese a su envergadura, ante la cuestión de otro aspecto descuidado de los desechos plásticos: sus micropartículas. Que están urbi et orbi.

Como lo plástico, ya dijimos, no es biodegradable, la erosión va achicando, rompiendo, despedazando los envases,  las bolsas, hasta perderse de vista. Pero así, microscópicas, siguen siendo partículas. Que no se biodegradan, que respiramos e ingerimos a diario.

Una cancha de fútbol de pasto sintérico, debido a la fricción a que su superficie es sometida, es un sitio “ideal” para la producción de micropartículas plásticas.

La erosión en general; el agua y el viento producen permanentemente micropartículas plásticas.

Hay quienes empiezan a preguntarse a dónde van las partículas que se desprenden permanentemente de los materiales plásticos que están prácticamente en toda nuestra vida cotidiana. La pregunta es, como siempre, tardía. Porque el sentido común ha cedido el paso al lavado de cerebro que nos encanta y cautiva con lo novedoso, lo moderno.

Finalmente, la Universidad de Newcastle, Australia, tras laboriosos conteos de material “iivisible a los ojos” ha establecido magnitudes aproximadas de consumo involuntario de micropartículas plásticas: unas cien mil al año, que traducido  en peso equivaldría a unos 250 gramos. Otra estimación que han hecho con semejante ingestión: unas 50 tarjetas de crédito al año (a razón de un peso de 5 gr. por tarjeta, lo que equivale a una tarjeta ingerida por semana, por vías respiratoria y disgestiva).[4]  Porque las principales fuentes de ingreso a nuestros cuerpos de tales micropartículas es mediante alimentos, agua y aire.

Se ha verificado, por ejemplo, que el agua potable en EE.UU. tiene el doble de tales micropartículas respecto de la correspondiente europea. (ibídem)  Pensemos, un minuto apenas, cuántas de tales partículas  puede haber en las aguas potables de países como Uruguay, Argentina, Brasil…

El mundo médico ha sido más bien remiso en informar qué puede ocurrir en nuestros cuerpos con los microplásticos. Y sin embargo, hay investigaciones de biológos como los norteamericanos  Théo Colborn, John Peterson Myers y Diane Dumanovsky[5] , por ejemplo, que a mediados de los ’90 relevaron la presencia de partículas plásticas invisibles de policarbonato (PC), de polivinilcloruro (PVC), en numerosos animales que presentaban, junto con estos “alteradores endócrinos” diversas malformaciones o trastornos en la vida sexual y reproductiva. Y, por ejemplo, rastrearon la presencia de Bisfenol A (ingrediente del PC), un reconocido alterador endócrino, en bebes (sus biberones estaban hechos de PC).

Nuestra estulticia, no sabemos si tiene precio, nos tememos que sí. Pero lo que es indudable es que es inmensa.

notas:

[1]  Técnica de las llamadas contrainsurgentes empeñadas en debilitar los apoyos a los guerrilleros clandestinos. Eliminar naturaleza y boscajes para quitar lugares de escondites y protección. De paso, arruinar también la provisión de alimentos…

[2] Dennis Avery, Salvando el planeta con plásticos y plaguicidas, Hudson Institute, Washington, 1995.

[3]  El plan, por suerte, resultó insuficiente, sobrepasado por un planeta y una población indudablemente mayor y más compleja que el diseño del USDA. Poco después, los pretendidos diseñadores norteamericanos de la alimentación mundial iban a tener que incluir a Canadá, Australia y finalmente Brasil más zonas menores en el diseño del plan mundial de control alimentario. (Véase Paul Nicholson, “Los alimentos son un arma de destrucción masiva”, 2008, www.rebelion.org/noticia.php?id=178160).

[4] Kala Senathiarajah y Thava Palanisami, “How Much Micropolastics Are We Ingesting”, 11 junio 2019. Cit. p. J. Elcacho, kaosenlared, 13 jun. 2019.

[5]  Our Stolen Future, Dutton, Nueva York, 1996. Hay edición en castellano, España, 2006.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Para salir del repollo, Poder mundializado, Sociedad e ideología

Escamoteando verdades de emprendedores y cartoneros

Publicada el 13/06/2019 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

El senador peronista Miguel Ángel Pichetto, devenido candidato vicepresidencial, con sus planteos de última hora, indudablemente ligados a su nuevo rol político, ha sacado a luz en una suerte de strip-tease ideológico, propio de los momentos de cambio, de modificación de una situación.

“Muchos más emprendedores tecnológicos, mercados libres y pocos cartoneros.” [1]

Con esos tres pasitos, Pichetto desnuda toda su concepción del mundo, tan “normal”, por otra parte: 1) apuesta a la modernización permanente; 2) invocacion de un mantra cada vez más ideológico y menos real, puesto que si algo sucede con “los mercados” es que son cada vez más regulados y menos libres, y 3)… la frutilla de la torta: la idea que el capitalismo, cada vez más tecnologizado funciona sin desechos, funciona limpiamente. ¿Para qué cartoneros, entonces, salvo para darle una tareíta a los “caídos del sistema”, una tareíta filantrópica (porque somo tan buenos)?

Este tercer elemento revela la atrocidad escondida. El capitalismo se ve a sí mismo como limpio, puro, energético, pujante. Nuestro capitalismo “colonial”, de la colonialidad, como dicen quienes han visto cómo se prolonga la mentalidad colonial cuando ya no existe jurídicamente.

Ni siquiera muchos titulares del capital metropolitano se atreven a sostener esta visión finisecular (pero del siglo XIX, no del XX).

Porque la verdad es que el mundo de Pichetto (y de todo progresismo también, no es una exclusividad neoliberal y oligárquica), el que vivimos cada día, es un mundo que produce una montaña de inutilidades y desechos (casi todos ellos tóxicos), que está afectándonos cada vez más directamente, exterminando la biodiversidad planetaria, contaminando los mares, arruinando el gigantesco almácigo planetario de los fondos oceánicos, incrementando peligrosa e irreversiblemente la presencia de dióxido de carbono en nuestra atmósfera, recalentando mares, aire y continentes.

En rigor, necesitamos cada vez más ser cartoneros, recuperadores, pero no en los márgenes, como hoy, sino en la política que atienda el futuro de la humanidad y del planeta y no el de los grupos de poder que constituyen un equipo biocida, ya no solo genocida.

Pichetto remata la frase citada con un pensamiento piadoso, tan falaz como lo anterior:  “No quiero ser despectivo. [sic] Pero tenemos que alentar el mundo del trabajo.” ¿Qué alienta entones, Pichetto como trabajo? Podría ser el aumento de los puestos de trabajo tecnológicos.

Pero nada nos dice Pichetto  –lo ignora y no le importa− que el desarrollo tecnológico que venimos conociendo no sólo es ambientalmente criminal, con todas sus externalidades, sino que además es un terrible supresor de puestos de trabajo. Baste un ejemplo: la agroindustria no sólo está contaminando tierras y lo que fueron bosques, por ejemplo; no sólo está alterando la biota de todas las aguas;no sólo está exterminando la biodiversidad,  arruinando las poblaciones de insectos −que son los polinizadores del planeta−,  sino que está suprimiendo el campesinado; causa primordial de la sobrepoblación suburbana que los economistas denominan NBI.

Es decir, que, más allá de sus palabbras (y hasta buenas intenciones, que se hace difícil intuir), Pichetto acepta y promueve la desocupación generalizada, para que el núcleo “dinámico” de la sociedad la lleve adelante.

Y para la desocupación creciente están los dos recursos tradicionales: 1) aumento de puestos “de seguridad” y 2) represión, que es “apenas”  la seguridad puesta en práctica, es decir la misma violencia sufrida desde el otro lado. Con el primero, esconde la desocupación; con el segundo asegura la vigencia de los males generados.◊

 

[1] www.infobae.com/politica/2019/06/12/miguel-angel-pichetto-la-argentina-necesita-mas-emprendedores-tecnologicos-y-menos-cartoneros/

Publicado en Argentina, Globocolonización, Poder mundializado

5G: ¿Pasaje al cielo comunicacional o al infierno climático y sanitario?

Publicada el 23/04/2019 - 16/05/2019 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Últimamente hemos tenido varias advertencias ambientales.

Con el retardo propio de nuestros medios de incomunicación de masas, podríamos decir que el último mes, o mes y medio, nos ha provisto de dos de esas advertencias.

  1. En enero, Greta Thunberg anunció una huelga suya en su secundario hasta tanto los adultos no tomen en serio el calentamiento global; “No quiero que tengas esperanzas, quiero que entres en pánico. Quiero que sientas el miedo que siento todos los días y luego quiero que actúes.” Tiene 16 años, es sueca y gracias a su ubicación en el mundo, pudo hacer un discurso en la ONU. Con la repercusión consiguiente. Al menos la mediática.
  2. En febrero, salió a luz un informe de Francisco Sánchez Bayo, de la universidad australiana de Sydney sobre la escalofriante desaparición planetaria de insectos. Hay dudas sobre el origen de esta extinción en proceso de generalización, pero se trata de dudas muy acotadas. Dos son los factores que se consideran decisivos (y solo hay discusión sobre el porcentaje de incidencia de cada uno). La agroindustria hiperquimiquizada y la contaminación electromagnética expandiéndose en progresión geométrica con el correspondiente proceso de generalización del uso de celulares.

Precisamente por este último factor, una serie de investigadores y médicos de muy diverso origen nacional, que no tienen vinculaciones profesionales con las empresas de telecomunicaciones[1] habían hecho un llamado en setiembre de 2017, que en nuestras tierras pasó más bien inadvertido. Se habían nucleado en una fundación para la protección ante la radiación, y los estados en donde se asienta la mayoría de sus integrantes son, por orden alfabético: Alemania, Armenia, Australia, Brasil, Canadá, China, Chipre, Corea del Sur, EE.UU., Eslovaquia, España, Finlandia, Francia, Grecia, India, Irán, Israel, Italia, Reino Unido, Rusia, Suecia, Suiza, Turquía, Ucrania.

Ninguno de “nuestra” América hispana…

El llamado tiene por título “5G” [2] y tenemos el triste honor en Uruguay de constituir el tercer país en el planeta que proyecta implantar en su territorio la tecnología inalámbrica 5G siguiendo los pasos del primer país en el mundo que ha instalado 5G en todo su territorio; Corea del Sur. En EE.UU. a su vez se está instalando pero localmente en dos áreas; Chicago y Minneapolis, por lo menos por ahora. En Uruguay, como en Corea del Sur, en todo el territorio.

Un “techado” de ondas electromagnéticas que cientos de biólogos y médicos se han apresurado en aclarar que es sumamente grave para la microfauna. Y no tan micro, incluso. Porque la magnitud de ondas electromagnéticas van a interferir, con su enorme potencia, las debilísimas ondas electromagnéticas que caracterizan los vuelos de los insectos, p. ej. Pero interferirán también emisiones de cuerpos vivos de mayor tamaño, incluidos los nuestros.

¿De dónde proviene esta preocupación?

De que para el tendido de una red 5G, con una enorme, hasta ahora desconocida capacidad de carga, velocidad y respuesta, no valdrán los actuales sistemas de retransmisión basados en grandes antenas colocadas a distancia sino una red muchísimo más tupida, densa, de pequeñas antenas, que reproducirán los mensajes mediante ondas rectas que pueden llegar a destino si no topan con obstáculos. Para asegurar la llegada de miles, millones de mensajes, en un área determinada, se tendrá que contar con que los mensajes no se topen con obstáculos. Y la única forma de esquivar los muchos obstáculos siempre existentes tiene que ser que las emisiones se disparen desde los ángulos más diversos y múltiples para asegurar éxito en la transmisión.

Donde hasta ahora se podía hablar de decenas de antenas en un radio reducido, digamos de pocas hectáreas, tendremos que hablar ahora, tendremos que erigir un “bosque” de miles de antenas.

Esa multiplicidad extraordinaria de mensajes, esa metástasis comunicacional, es la que preocupa a los firmantes del llamado contra la implantación de 5G.

No deja de ser penoso que Uruguay acepte alegremente el papel de conejillo de Indias para este nuevo avance tecnológico.

Interpela nuestro colonialismo mental. Nuestra confianza panglossiana. De que estamos dispuestos a sacrificar un poco más todavía, nuestra maltrecha naturaleza.

Que ya ha perdido microfauna en cantidades de catástrofe, amén de nuestra crisis con el agua.

 

Los biólogos, investigadores y médicos firmantes del llamado contra la instauración de las redes 5G cometen un error, empero.

En un momento de su Llamado exhortando a tomar medidas para reducir la exposición electromagnética sobre jóvenes y niños que tienen riesgo mayor para contraer gliomas recomiendan la aplicación del principio precautoria ALARA (As Low as Reasonable Achievable; Tan bajo como razonablemente se pueda alcanzar).

Ignoran los firmantes que este “principio” no merece ese nombre. Puesto que su fundamento es pragmático, no principista. Su propia enunciación nos lo dice. ALARA se reduce a pedir a las industrias que tengan cuidado y hagan el menor daño posible, el menor  daño que puedan hacer. Los consorcios y las oficinas regulatorias públicas agradecen la recomendación…  y siguen adelante, con sus propias pautas de seguridad.

Si observamos históricamente esa aplicación, ni los consorcios transnacionales ni las instancias regulatorias estatales han logrado torcer el rumbo de los tecnodesarrollos que afectan la salud ambiental. A lo sumo, ha bajado el ritmo, la aceleración, pero el sentido del proceso no ha cambiado un ápice: sigue el calentamiento global, sin pausa, sigue la extinción de especies, desde las mamíferas  silvestres hasta los grandes animales marinos, sigue la merma generalizada de biodiversidad, sigue el desmonte arruinando ecosistemas, sigue la plastificación de mares y suelos, sigue la destrucción de la capa de ozono, sigue la proliferación de enfermedades producidas por contaminación ambiental..  

Es cierto que se logran, permanentemente, respuestas, contraofensivas que permiten a los humanos defenderse mejor ante tales desarrollos, pero siempre “corriendo de atrás”.

¿Qué imaginan nuestros positivistas tecnocientíficos? ¿Que gozaremos de triplicar alergias, cuadruplicar cánceres, quintuplicar deformaciones congénitas, porque tendremos siempre un celular a mano para comunicar eso o cualquier otra novedad y que presentizando nuestras vidas, desprendiéndonos de toda temporalidad, viviendo al instante, seremos mejores, estaremos mejor?

En rigor, cuando apelamos a ALARA, es porque ya estamos vencidos.

Ante un desarrollo tecnológico que ofreciendo una nueva ventaja, una comodidad, y porte consigo una contaminación nueva o acrecentada, una secuela que siempre tardíamente se percibe como inesperadamente gravosa, no conocemos de algún rechazo.

El daño es cada vez mayor aun cuando las ventajas y mejoras a su vez eleven y mejoren calidades y cantidades de vida.

¿El proceso de contaminación progresivamente acelerado podrá romper el equilibrio que hasta ahora nos ha resultado, aparentemente, ganancioso?

Estamos mejor y peor al mismo tiempo. ¿Qué hay que esperar? Como diría Thunberg: “No quiero que tengas esperanzas, quiero que entres en pánico […] y quiero que actúes.”

En lugar de ALARA, los que consideramos que el planeta se está arruinando por razones antropogénicas, debemos elegir entre ventajas materiales y comodidad… o la salud planetaria.

notas:

[1]  Para evitar, sin duda, la trampa de las puertas giratorias mediante las cuales, los responsables empresariales de las técnicas agroindustriales que han devastado la tierra, han sido designados, al renunciar a sus puestos empresariales, en puestos gubernamentales (y viceversa) aprobando desde la función pública los mismos productos, tóxicos, que habían pergeñado en el ámbito privado. Epítome de ese fenómeno ha sido Monsanto, en EE.UU.

[2]  Alude al último eslabón tecnológico alcanzado en el empleo y recursos de los celulares, que han sido precedidos por sucesivos avances,  2G, 3G, 3,5 G, 4 G, cada vez con más dispositivos al alcance de sus usuarios… y mayor irradiación.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Globocolonización, Nuestro planeta, Uruguay

El supremacismo blanco sigue cosechando muertes, ahora espectacularizadas

Publicada el 17/03/2019 - 17/03/2019 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández –

Los medios de incomunicación de masas expresan comprensible rechazo y horror ante las matanzas perpetradas por supremacistas blancos en dos mezquitas en Nueva Zelandia.

Y los más avisados, como por ejemplo Página 12 en Buenos Aires, conectan lo acontecido con el asesinato colectivo llevado a cabo por Anders Behring Breivik en Noruega que diezmó, matando decenas de participantes de un campamento socialdemócrata poblado mayoritariamente por jóvenes árabes.

Llama la atención algunas omisiones, incluso entre “los más avisados”, en este cuadro de situación. Por ejemplo, el no registro de otro atentado igualmente atroz y colectivo, cometido también en una mezquita, palestina, por un judío supremacista, hipersionista, Baruch Goldstein. La “hazaña”, entonces, resultó ser el asesinato de una treintena de orantes hiriendo  a varios más, aunque algunos entre los atacados lograron reaccionar y terminaron matando a mano desnuda al terrorista (que inmediatamente pasó a la condición de mártir para sus admiradores).

No nos extraña que Página 12 no rastree ese parentesco, pero nos parece que el cuadro de situación se complica porque lo acontecido en Nueva Zelandia no sólo tiene que ver con el terrorismo blanco supremacista que a la vez se presenta como de autodefensa (porque actúan matando a lo que ellos llaman invasores; musulmanes en Europa, o en Israel) sino también con otros fenómenos de matanzas colectivas de distinta naturaleza.

Ordenando un poco cronológicamente, desde hace ya mucho y más bien en EE.UU. hay un estilo de matanzas en colegios, sobre todo a cargo de alumnos o exalumnos que incluso mereció un documental esclarecedor de Michael Moore.

Otra cuerda de asesinatos colectivos e indiscriminados proviene de los exmarines, también desde EE.UU.

Un poco más cerca nuestro en el tiempo el llamado ISIS o Ejército Islámico, una entidad fantasma que presentándose como islámica no se caracterizado por actuar contra cristianos o judíos sino contra población precisamente  musulmana (Libia, Irak, Siria, p. ej., aunque también ha hecho atentados en el Primer Mundo) y que ha tenido el apoyo médico y material, por ejemplo de Israel. Ellos también desplegaron los asesinatos en masa, a menudo con sacrificio del terrorista desencadenador de la acción y a veces, también han acompañado sus atrocidades con cierta espectacularización.

Esto último parece una característica cada vez más dominante.

Y ya en el terreno de la espectacularización, entreveo dos vertientes que el supremacista Brenton Tarrant ha unido en su execrable foja:

· el furor de los juegos electrónicos tipo Fortnite denominados por sus fabricantes ─en inglés, claro─ Epic Games, Juegos épicos, con una ignorancia supina del sentido de lo épico que no consiste en matar cobardemente, por sorpresa o por la espalda;

· la puesta en acto, copiando ahora en la vida real los libretos racistas y violentistas de esos videojuegos, que tienen sin duda una intención pedagógica  (aunque nos cueste pensar que lo pedagógico tenga rasgos tan violentos).

Un detalle. Mientras ABB era noruego e hizo su “acción de guerra” en Noruega, Brenton Tarrant es australiano y decidió hacer su “acto” en Nueva Zelandia. Es un elemento menor pero significativo de cierta “internacionalización” del terror blanco, otro rasgo de esta oleada de violencia.

Un corolario llamativo de este atentado a la vida, en este caso humana, sobrevenido en ese universo que desde tan lejos visualizamos idílico, es la visión que desde el gobierno la premier neozelandesa, Jacinta Ardern, planteó. Se desmarcó de inmediato de semejante procedimiento: “Este tipo de violencia no tiene lugar entre nosotros. Esto no es lo que somos.”

Este último comentario es altamente significativo de la autovaloración que revela la capa gobernante de Nueva Zelandia, muy similar a la de otros países que son o se consideran del Primer Mundo (Australia, Canadá, Europa Occidental, EE.UU., Israel).

Tenemos que recordar que Nueva Zelandia, como tantos países gestados con una colonización de asentamientos (blancos), en general se han valido de muchísima violencia contra los aborígenes (y eventualmente contra otros conquistadores).

Luego de la “pacificación”, algunos estados han generado sociedades “tranquilas”, como podría ser Canadá o Nueva Zelandia.  Pero incluso en tales casos, el despojo, violento o administrativo, ha proseguido. Basta conocer los testimonios de poblaciones originarias de Canadá o Nueva Zelanda para saberlo.[1]

Los países “blancos” constituidos mediante asentamientos relativamente recientes, dos siglos aproximadamente en el caso de Australia y Nueva Zelandia, y menos de cuatro en el caso de los países norteamericanos, no se han caracterizado por demasiada generosidad ni con los que estaban asentados milenariamente en tales territorios ni con nuevos arribos; al contrario, el racismo ha sido brutal, genocida.

Cuando hace unas décadas, el sudeste asiático expulsó población, por razones políticas y económicas, como Vietnam luego de la unificación (1979), e incluso de países bajo control de Vietnam, como fue el caso de la etnia hoa de Camboya, las autoridades marítimas australianas, para evitar el asentamiento de dichos refugiados (genéricamente llamados “de los botes”) emplearon en algunos casos el torpedeo de dichos barcos bajo la línea de flotación, cuando estaban  tan cerca de la costa como para que dejaran de navegar y no terminaran de hundirse; de inmediato se despachaban embarcaciones de rescate y se llevaba a todo el contingente a la lejanísima Diego García, una isla administrada por potencias occidentales donde eran internados, y alimentados indefinidamente, con provisiones desde Australia.

La política de tanta hostilidad ante los fugitivos significó incluso muertes, porque alguna vez no se acertó al torpedear los barcos porque éstos, en un fondo marino más hondo, terminaron hundiéndose, con lo cual se provocaron muertes indeseadas. Tal vez el método haya sido abandonado por su brutal desprecio a los derechos humanos.

Pero si vamos al Mediterráneo, vemos también lo insensato e indecente de la frase de Jacinta Ardern recordándonos que no emplean la violencia de los supremacistas blancos. Porque eso es cierto, no emplean ese tipo de violencia. Pero es demasiado indulgente autodefinirse: “Esto no es lo que somos.”

La pregunta previa es por qué hay tanta población que abandona su tierra, tanto  árabes, como afros, como, por ejemplo últimamente, la etnia rohingya, desde Myanmar. ¿Por qué hay tantos árabes en Nueva Zelandia, en Europa, por qué hay tantos caribeños y sudamericanos buscando entrar a EE.UU., por qué tantos africanos cruzan a riesgo de su vida el Mediterráneo para alcanzar Italia, Francia, Alemania?

No es porque les guste extranjerizarse ni pretendan invadir, como aduce Brenton Tarrant. Es porque se están muriendo literalmente de hambre, saqueados como pocas veces antes, por transnacionales y estados del Primer Mundo, por grandes petroleras, consorcios mineros, Coca-Cola que les roba el agua, y tantas otras redes de saqueo.

nota:

[1]  Nativoamericanos canadienses acusan a las autoridades sociales de una política de despojo de sus hijos enmarcando conductas en cánones resueltos por la sociedad europea que allí se implantó, que discrimina permanentemente a los aborígenes. Y la población maorí en Nueva Zelandia, estimada en una décima parte de la población general, acusa del mismo problema, el mismo agobio, su situación en el archipiélago.

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización

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