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Israel: Un colonialismo a destiempo

Publicada el 09/06/2021 - 23/05/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

No tiene precedentes la ola de críticas y condenas que en 2021 se han multiplicado ante la ya muy vieja e inveterada política etnocida y genocida de Israel, con la población palestina de su territorio, como si se tratara de un cáncer y el Estado de Israel se arrogara el rol de cirujano.

Este proceso lleva décadas y nunca antes se habían expandido tanto las críticas.

Aunque por cierto, varios gobiernos, como el uruguayo de Luis Lacalle Pou, se apresuraron a presentar su solidaridad con Israel como si fuera la parte agredida, en la secuencia de resistencia, escaramuzas, cohetería y bombardeos de mayo, lo cierto res que los israelíes han estado forzando a vecinos de Jerusalén oriental, para desalojarlos. golpeándolos, hiriendo, arrestándolos –¡en tanto la diplomacia servil y los medios oficialistas siguen considerando a Israel el bando agredido!– para llegar a la secuencia conocida: algún o algunos palestinos dan una respuesta violenta, a veces ni siquiera tan violenta como los avances israelíes y entonces, sí, como si se adueñaran de una “justa indignación”, aunque es parte de una secuencia ya archiconocida, Israel “responde con todo”: bombardeo a la Franja de Gaza; como si fuera el campo de experimentación de las armas de destrucción masiva israelíes.

Porque no golpean al presunto agresor, sino bombardean y descargan artillería sobre población civil, ciudades y poblados en su vida cotidiana, destruyendo edificios, hospitales, escuelas, plantas potabilizadoras, tanques de agua, botes de pesca, mezquitas (como si se tratara de un cirugía psicoanalítica, derriban, con precisión quirúrgica –como si castraran– minaretes y en particular su extremo superior).

Tamaña represión, tan descarada en sus móviles de judaizar Jerusalén, se ampara “en la letra de la ley” que predican respetar puntillosamente. En realidad, dos leyes, claro: una, para palestinos, Ley de Propiedad de Ausentes,  por la cual el Estado de Israel puede apropiarse legalmente de la propiedades palestinas que por alguna razón estén desocupadas. El cerebral Plan Dalet, de 1947 fue el operativo de exclusión violenta de los habitantes de unas 500 aldeas palestinas, mediante amenazas, asesinatos y violaciones. Quedaron así vacías unas cuantas viviendas… La segunda ley que “ampara” los procederes israelíes es la Ley de Asuntos Legales y Administrativos; como se ve un nombre que puede esconder o expresar cualquier asunto, mediante la cual los judíos pueden reclamar títulos de propiedad anteriores a 1948, lo que precisamente le está vedado a los palestinos… por la ley anterior.

Como cualquier puede advertir, esta duplicidad procedimental genera enorme frustración y enojo. Es lo que ha pasado en Sheik Jarrah, precisamente.

Cabe agregar que además, desde la segunda posguerra la misma ONU ha entendido que dicha ciudad sea asiento de tres religiones– y por lo tanto la política israelí va directamente en contra de la calidad supranacional de Jerusalén. Las autoridades israelíes defienden su procedimiento como si se tratara apenas de defenderse; es notorio, sin embargo, que han dañado a los palestinos en proporción de cien a uno o de mil a uno…

Pero hay otro aire, otra situación, sobrevenida desde 2020, el año precisamente diseñado por Donald Trump, Jared Kushner y Jason Greenblatt como el año del Acuerdo del Siglo de la cuestión palestina, un acuerdo en el que el trío mencionado ni incluía a los palestinos. No se hubiera secado la tinta que habría podido usarse en tamañas rúbricas, cuando el derribo de estatuas símbolo del colonialismo y la esclavitud, el BLM, el “trumpazo”, rematado con la ocupación del Congreso, más una agitación similar en otros países como Francia, Bélgica, el Reino Unido,  nos muestra un nuevo aire, una nueva sensibilidad en la opinión pública, que aun siendo parcial y más bien limitada a países “centrales”; es significativa.

EL SIONISMO Y LA FORMACIÓN DE EE.UU.

Algunas de las fracciones principales del sionismo siempre se han sentido muy identificados con la trayectoria de EE.UU. Los peregrinos, forjadores de las primeras colonias americanas en el norte atlántico, les robaron las tierras –y la vida– a los originarios norteamericanos y, como eso dio lugar a resistencia, los intrusos se consideraron agredidos, y arrasaron dicha resistencia y reafirmaron su soberanía sobre ese territorio, con salvaguarda bíblica. Tan bien les fue en términos militares, que se les hizo el campo orégano y ensancharon el territorio original estadounidense, que no llegaba  al medio millón de km2, hasta sobrepasar los 10 millones, entre compras, arrebatos, invasiones y apropiaciones y reducciones (de los originarios sobrevivientes).

Los sionistas, sus alas más militantes, tomaron a EE.UU. como modelo desde bastante temprano, y en 1942, con el Congreso Sionista Mundial del Hotel Biltmore en Nueva York, decidieron desprenderse de su viejo padrino, el United Kingdom, y decidieron por sí y ante sí, agenciarse un nuevo y menos gastado padrino, United States of America. Padrino y modelo.

Hay abundante bibliografía israelí acerca del trato dado por los wasp [1] a los “indios norteamericanos”. Y ha habido una idea subyacente, la de hacer lo mismo con los palestinos: una reedición de la fundación de un Israel occidental en América del Norte, ahora en el Cercano Oriente, en la Palestina histórica. El Acuerdo del Siglo iba a ser lo más cercano a ese proyecto, esa estrategia de resolver la cuestión palestina sin palestinos.

Pero ante esta “liquidación”  hay un tropiezo histórico de proporciones, que justamente ahora, ingresando a la tercera década del s XXI, parece aflorar.

El proyecto sionista empezó a configurarse y pesar políticamente en el cambio del siglo XIX al XX. Un poco tarde en la historia de los pueblos para reeditar lo hecho por Occidente con el “Nuevo Mundo” entre 1492 y el 1900.

Los sucesivos genocidios fueron dejando una huella de resistencia y rechazo; la humanidad, tropieza mil veces con la misma piedra, pero no permanece siempre en el mismo sitio. En pleno siglo XXI la dominación y la expoliación no pueden mantenerse con el estilo de la violencia y el racismo desnudo de hace dos siglos.

1945 significó el quiebre decisivo del racismo desnudo. Entonces se proclamó la relevancia de lo democrático, aunque en los hechos se mantuvo toda la estructura de dominio ya asentada, y lo que hubo, en rigor, fue un cambio de vocabulario: los abismos entre pobres y ricos, entre céntricos y periféricos, entre bien alimentados y mal alimentados, se mantuvieron. Hasta la esclavitud se mantuvo, solo que no oficial…

Pero la introducción de nociones como autogobierno, protagonismo de la gente, derechos universales, no son sólo consignas vacías; seres humanos las van encarnando, de a poco, a veces gradualmente, a veces a los saltos o en oleadas.

Algunos hablan del impacto que produjo en EE.UU.  imágenes de los 65 pequeñines palestinos asesinados con las bombas de la última represalia. Sin duda, es fuerte, atroz. Pero en incursiones militares anteriores, Israel le ha quitado la vida a mucho más que a 65 niños palestinos; en 2009, en 2014, para nombrar apenas las más sangrientas.

Pero las actitudes humanas no se rigen por datos cuantitativos, ni por la pura información, aunque es muy posible que por algún factor ahora actuante los medios masivos estadounidenses hayan mostrado este año mucho más que en bombardeos y arrasamientos anteriores a la misma Franja de Gaza.

El cambio epocal parece habérsele escapado a los sionistas más recalcitrantes. Llevados por su impunidad y una suerte de inmunidad ética conseguida con el episodio nazi.

Da la impresión que esa “protección” o inmunidad ética social, psíquica, política, ideológica, están llegando a su fin.

SIONISMO SIN LÍMITES;  LÍMTES DEL SIONISMO

No creo en profecías, pero, sin embargo, hay perspicacias que resultan proféticas. Cuando la flamante ONU, organizada alrededor del nuevo estrellato mundial, EE.UU. triunfante de la 2GM sin desgastes mayores, decide reconfigurar, una vez más el mapa político planetario, el sionismo recibe un fuerte impulso para adueñarse de Palestina. Hubo una serie de deliberaciones supuestamente democráticas porque quebrado el Eje –la alianza de fascismo y nazismo expresamente antidemocráticos, se instauró el credo democrático entre los vencedores como condición sine qua non de toda concepción política, al punto que hasta el comunismo con su dictadura proletaria, metamorfoseó mensajes para perseverar con “democracias populares”; lo democrático siempre primero.

Tales deliberaciones, en lo que atañe a Palestina, tuvieron lugar en la UNSCOP, la comisión especial designada por la ONU, es decir por EE.UU., para encarar la cuestión palestino-israelí. [2]

Fueron fintas. Porque los dados estaban marcados (y muchos entonces no lo sabían). Pero en dichas fintas, la comisión escuchó diversos enfoques y algunos muy interesantes, como el del representante iraquí ante la ONU, que no pertenecía a UNSCOP (no se designó en la comisión de once estados a ninguno árabe, aunque hubo sí uno musulmán; Irán). El iraquí se aproximó así a la cuestión: “De manera muy eficaz [los sionistas] explotaron los sufrimientos de las víctimas de Hitler para sus propios fines políticos. Ahora quieren un Estado en una parte de Palestina, más tarde van a quererlo en todo el territorio de Palestina y finalmente pretenderán invadir el resto del mundo árabe”.

Lo dijo en 1947. Basta ver el despedazamiento del territorio palestino y las incursiones habidas en Sinaí, las alturas sirias de Golán, las escaramuzas alrededor del río Litani, libanés, para darse cuenta de la enorme sabiduría “predictiva” del delegado iraquí.[3]

LA REDUCCIÓN PALESTINA

UNSCOP esbozó dos posibles estados, absolutamente asimétricos: el territorio mayor para la población menor, judía, y el territorio más chico para la población árabe, mayoritaria, dos tercios. Una división “à la europea”. Un reparto festejado por sionistas y repudiado por el mundo árabe.

UNSCOP sentó así las bases para la continuación del conflicto, que venía desde fines del siglo XIX, que fuera tomando dramaticidad a principios del s XX con el proceso de compras de tierras y exclusión de población ancestral. Y con el carácter crecientemente armado del sionismo (que produjo tensiones con la población palestina y con los judíos no sionistas).

En 1947, segundo peldaño, dramático y decisivo: los ingleses abandonan “el gobierno” de su protectorado y el único ejército y policía allí existente entonces, ¡oh casualidad!, resultó el judío. En una serie de operativos violentos los grupos judíos, muy bien organizados, arrasaron 500 aldeas palestinas, mataron puntualmente “lo necesario” de la población allí establecida para expulsar una mayoría campesina (estimada entre 700 000 y  800 000 seres humanos).

Desde 1948, el proceso de “redención de la tierra” como llaman los sionistas, cada vez  más apoyados en lo religioso, el adueñarse de la tierra palestina, ha avanzado lenta  o bruscamente, pero sin retroceso alguno; ni siquiera una vez.

Mediante colonizaciones, han ido arrebatando tierras, viviendas, caminos, cultivos, arrinconando a la población local, condenada a vivir fuera de la red urbana y rural oficial del país. Lo que para un conductor automovilístico israelí lleva 15 minutos, para uno palestino, puede llevar 2 o 5 horas (depende no sólo de los desvíos de carreteras sino de los puestos de control con demoras nunca previsibles, porque se hacen precisamente para eso; para hacerles la vida imposible a los moradores históricos).

Algunos de los sionistas más encarnizados, como Naftali Bennet, ministro por años del gabinete de Netanyahu y en la coyuntura actual aspirante a sucederlo, es un expreso admirador del establecimiento de EE.UU. y considera a los palestinos sus “pieles rojas”.

Alguna vez ha declarado, para tranquilizar secuaces: “He matado a muchísimos árabes en mi vida, y no he tenido ningún problema por ello.” [4]

El tiempo de “matador de pieles rojas” simbólico (ya que el físico ha entrado en un cono de sombra desde hace rato), parece cada vez más repudiable, no tanto a las víctimas tradicionales del supremacismo racial  que lógicamente lo han rechazado, sino a sus presuntos beneficiarios; es la población universitaria estadounidense la que no  valora ya positivamente ese comportamiento.

Israel ya no podrá amparar su genealogía en el infame nacimiento de EE.UU.

MATADORES DE INDIOS, MATADORES DE PALESTINOS

Claro que hace dos siglos, incluso hace siglo y medio, la colonización y el despojo contaba con “cazadores de indios”, con matadores profesionales, que contaban y lucían las cabelleras de los oriundos que iban matando. Entonces, un timbre de valentía, de arrojo, que seguramente le otorgaba un status entre hombres y no menos entre mujeres.

Pero tales personajes dentro del esquema represivo israelí, y que en el caso israelí gozan, como Bennet de enorme influencia, irradiando su certeza genocida, ya no están siendo dejados del lado respetable o glorioso de la historia.

Véase, por ejemplo, el alegato de un soldado israelí que aclara cómo fue perfectamente entrenado, seleccionado para participar de la Brigada Golani        –la “crema” del ejército israelí–, que recuerda vociferando que ha matado a 40 palestinos para Israel, que ha sido asesino, y que tiene trastornos, enuresis nocturnas, delirios con quienes le preguntan por qué los mató… que no puede vivir tranquilamente con semejante estrés postraumático… Su indignación, más allá de la queja por lo que cuenta, es que la recurrente asistencia hospitalaria (psiquiátrica) que necesita debe ser pagada por su madre.[5]

Personajes como este sicario, que se queja de sus remordimientos y de las cuentas que el estado israelí le exige a su madre, no constituyen, ciertamente  figuras ejemplarizantes, atractivas, respetables; más bien desnudan la naturaleza genocida de la labor militar israelí.

Testimonios como éste, igual que el de Bennet, parecen estar modificando el panorama político en EE.UU., lugar clave al respecto, por el peso específico de su configuración política, militar, cultural. Y porque alberga a la mayor cantidad de judíos del mundo distribuidos por país.

Ya no existe hoy un personaje como la figura liminar del colonialismo británico, Winston Churchill, premier de “larga duración” si los hubo, quien, refiriéndose al bombardeo y represión brutal del barrio negro de Tulsa, Oklahoma, EE.UU., en 1921, aclarara: “No puedo disculparme por esta toma de territorio de la misma forma que nadie puede quejarse que los hombres blancos hayan tomado las tierras de los indios piel roja en América; es algo natural que las razas superiores dominen a las razas inferiores”.[6]

Churchill ligaba los procederes colonizadores de su imperio con los de EE.UU.

¿SATURACIÓN ANTE TANTA IMPUDICIA?

Es como si la impudicia israelí en la violación a los derechos humanos, que se proclaman universales, empezara a advertirse. Y la chutzpah, esa mezcla de osadía y descaro blandida por intelectuales como Alain Dershowitz como virtuosa, estuviera mostrando su rostro verdadero, de amo…

Como expresión de los cambios en EE.UU. respecto de Israel, hay que registrar la presencia, sin antecedentes (por su número) de toda una bancada legislativa que repudia la vía israelosionista de construir el Estado de Israel. Significativamente, mujeres y con orígenes étnicos distintos, muy distintos a los “tradicionales: Ihlan Omar, de origen somalí, Rashida Tlaib de origen palestino,  Ayanna Pressley, afroamericana, Alexandria Ocasio-Cortez, de familia portorriqueña.

Este cambio que denominé “de época”, no parece tan nítido en Israel. Si uno considera que la disputa por el cargo de Primer Ministro se da entre Beniamin Netanyahu, Bruno Gantz, Naftalí Bennet, tenemos que concluir que sigue en pie la descripción de Norman Finkelstein,[7] describiendo el arco político ideológico israelí como un país sin izquierda: solo derecha, extrema derecha y extremísima derecha.

Queda por ver si “el cambio epocal” atañe exclusivamente a EE.UU. o toma fuerza en otros países, por ejemplo, europeos, que rompan el seguidismo ovejuno que les hace temer constantemente caer en el antisemitismo.

notas:

[1]  White Anglo Saxon Protestant: el núcleo fundacional de EE.UU.

[2]   Véanse mis notas: “ONU-UNSCOP: padres putativos de Israel”, I, II, III.

[3]   Federico Perazza, “Uruguay y el conflicto en Medio Oriente”, Revista Mexicana de Política Exterior, 2007-2008, transcribiendo  texto de la sesión plenaria de la Asamblea General de la ONU, 26 nov. 1947. Documento A/516, p. 634.

[4]   Publicado por Yediot Aharonot, periódico israelí, y traducido y puesto en internet por http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=46297, 31 julio 2013.

[5]   https:twitter.com/SantiMayor/status/1400091462642114570?s=08.

[6]   Cit. p. Jorge Majfud, «1921: Ensayo de bombardeo contra una «raza inferior».

[7]   Académico con enorme coraje civil, enfrentando desde hace muchos años los engaños urdidos por la IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance) con las atrocidades habidas durante la 2GM, lo cual le ha significado un ostracismo total en su país, EE.UU.

 

Publicado en EE.UU., Palestinos / israelíes, Para salir del repollo

Covid 19 un largo año: la ofensiva persiste, el desgaste social avanza, crece la resistencia

Publicada el 03/05/2021 - 10/05/2021 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

El Covid 19 y su manifestación el coronavirus se presenta peor en 2021 que en 2020, si nos atenemos a lo que nos comunica la OMS.

Claro que la OMS, privatizada y mediatizada, con los aportes decisivos de “grandes benefactores de la humanidad” no merece el más mínimo crédito, convertida en el mascarón desde el cual propalan su proyecto social los que realmente cuentan.

Antes de entrar al análisis situacional, veamos una cuestión de reparto, aunque no se trate, precisamente de una obra de teatro.

Los elencos políticos, al menos los declaradamente democráticos se renuevan. Por ejemplo, cada 4, 5 años. En los casos más “radicales”, prohibiendo la continuación del mismo mandato; en otros, renovando mandatos que a veces se prolongan por décadas (nos consta que tales “prolongaciones democráticas” empeoran, inevitablemente, la calidad del ejercicio del poder).

En EE.UU., los presidentes se suceden, en todo caso con una renovación. Luego, se hace muy, muy difícil reencontrarse con el sillón presidencial.

Los gobiernos elegidos pasan.

Los asesores, no elegidos, o en todo caso, elegidos desde otro nivel, desde otros centros de poder, quedan, perduran.

Hagamos una sucinta recordatoria de  algunos de tales personajes en EE.UU., asiento, precisamente, de los principales nudos de poder mundial en los dos últimos siglos. George Kennan, Edward Bernays, Walter Lippmann, Larry Summers, Zbigniew Brzezinski, Henry Kissinger son apenas algunos de los actores verdaderos detrás del escaparate presidencial.

Kennan, definiendo la política ante el inesperado ”competidor” soviético; Bernays (cuñado de Sigmund Freud y gran  utilizador del concepto de inconsciente para los manejos propagandísticos), construyendo la noción de Relaciones Públicas, inventor de  una teoría de la propaganda (Propaganda, 1928); Lippmann, el gran diseñador de la fabricación del consentimiento social ante la estructura vigente de poder –gestor, digamos así, del conformismo científicamente regulado; Summers, el estratego de la preservación del centro y la periferia planetaria para permitir a los privilegiados seguir usando y gozando todos los bienes de la Tierra a costa de un menor acceso a los mismos de la inmensa mayoría periférica; Brzezinksi, profundizando las técnicas de Bernays, por ejemplo postulando el manejo de la psiquis humana mediante el tittentertainment;[1] Kissinger, postulando hoy a sus 99 años, el rediseño del mundo tomando como dato de la realidad lo producido con el coronavirus. El mismo Kissinger que rediseñó el Sudeste asiático durante el “ingreso” militar estadounidense en Vietnam (y otros países de dicha zona) mediante la Operación Djakarta (1966), que borró al tercerista Sukarno, presidente votado de Indonesia, arrasando la vida de no se sabe si medio millón o un millón de indonesios, y que en 1973 inició la descomposición represiva del Cono Sur americano arrasando a Salvador Allende y su “anómala” presidencia.

La somera recorrida que presentamos al lector procura mostrar que lo oculto, y por lo tanto manipulable, siempre ha sido más decisivo que lo manifiesto.

Y eso es lo que, entendemos, pasa hoy con el Covid 19.

Porque los voceros oficiales nunca nos hablan de la test-tube war, que sin embargo, lleva a cabo EE.UU. y otros poderes políticos desde al menos la década del ’60, y en rigor desde los albores de las disciplinas químicas. Es decir, desde mucho antes. La primera guerra mundial se hizo tristemente famosa por el uso de gases tóxicos.

¿Qué hay en el inicio de la expansión del coronavirus? De modo manifiesto: un laboratorio chino dedicado a la ingeniería genética sintética; una disciplina, que incursiona en los genomas, y postula generar o crear especies nuevas.[2]

Una aparición geográficamente puntual, en aquella región china, que justamente había recibido la visita de numerosos forasteros pocos meses antes en unas olimpíadas militares. Cronología pura.

Ahora, la conjunción de biología sintética, una fecha de enorme movilidad de la población china, olimpíadas previas que facilitaron movimientos considerables de población (por ejemplo, la delegación militar norteamericana se estimó en centenares), genera por lo menos una asociación, voluntaria o accidental, en tamaña cadena de acontecimientos.

Una segunda aparición del mismo coronavirus, o tal vez una cepa aún más  proclive a enfermar humanos mayores, a miles de km de distancia; en Irán, que pasa a ser así el segundo lugar, cronológicamente, el segundo país en el mundo atacado. Irán recibirá el impacto con fuerte mortandad entre sus mayores, precisamente. Un país en que funciona la usanza tradicional de consideración a los ancianos que ocupan cargos claves de responsabilidad en la estructura del estado persa (cierta diferencia con los países hipermodernos, en los que la ancianidad ha perdido todo su valor, porque se supone que lo cibernético, lo electrónico, es lo decisivo –la era tecnotrónica, como señalara Zbigniew Brzezinski hace ya décadas– y la vejez es, ante tales avances, más bien una desventaja).

La tercera aparición, todavía en forma de manchas planetarias, recaerá en la Lombardía italiana, que en nota redactada en “los primeros tiempos pandèmicos” apenas nos atrevimos a señalar el paso por allí de “La Ruta de la Seda” promovida por China años antes (más tarde se supo que la zona muy afectada por el Covid 19 había concentrado en su momento industria de amianto; uno de los tóxicos más reconocidos sobre pulmones).

Pero la puntualidad geográfica inicial fue prontamente borrada por la generalización del contagio, que dejó a un lado interrogantes de lugares para atender su apabullante diseminación. Toda atención o invocación a causas extrasanitarias fue radicalmente tachada de conspiranoica y esa ofensiva, o contraofensiva, tuvo efecto: se fue haciendo difícil manejar hipótesis. Toda ampliación del campo de análisis fue terraplanista o similar. Los llamados racionalistas, científicos, ganaron esa baza.

 Eppur si muove. El sesgo mediático para hablar de la pandemia –significado recientemente redefinido por la OMS– escamoteó, sigue escamoteando,  datos integradores e interrelacionados.

Las agencias de desinformación empezaron a aturdirnos con contagiados y muertos covídeos sin referencia a otras enfermedades que cosechan muertos en la especie.

Fue inútil reclamar la distinción entre muertos CON covid y muertos POR covid. Fue inútil procurar situar en el concierto de las diversas causas de muerte el papel que le estaba correspondiendo al Covid 19.

Los m. i. m.[3] empezaron a alarmarnos con cepas más virulentas. Algo que sucede cada invierno con los virus gripales. Y a desarrollar espurios certámenes sobre qué países tenían más contagios y muertos.[4]

La sociedad tal cual es, con todos sus defectos y deformaciones, procura prolongarse a sí misma. No es difícil entenderlo. Son sus titulares (y aprovechados) los que así apuestan. Por lo tanto, en lugar de atender el porqué de comorbilidades –porqué tanta diabetes, porqué tanta obesidad– por qué ofrecemos tantos flancos al virus, seguir la senda de la tecnomedicalización: nada de averiguar orígenes, sólo encontrar la perilla que nos haga seguir funcionando.

“Es evidente que las inmunizaciones obligatorias son la forma más práctica de controlar la mortalidad de poblaciones vulnerables sin invertir un centavo en mejorar sus condiciones de vida”, resume la médica argentina Mónica Müller sus conclusiones acerca de cómo enfrentar, y cómo se enfrentó, la pandemia menor H1N1 en 2009.[5]

Estas soluciones rápidas, como las vacunas, provienen no de la ciencia, como se alega generalmente, sino de la historia. Y no de cualquier historia ni de “la historia necesaria”. Jonathan Cook explica magistralmente ese origen. El de la ciencia moderna, cartesiana, separando ciencia y religión. Fue Descartes quien establece así un dualismo, para que lo religioso no se siguiera inmiscuyendo en el mundo material. Descartes es el fundador de la visión mecanicista de la vida: llega a decir que el animal es una máquina (”una pura máquina”).

Y nos recuerda Cook: “[…] ha sido difícil deshacerse de la visión mecanicista de la salud, incluso cuando la comprensión científica y la exposición a tradiciones médicas no occidentales deberían haberla hecho parecer cada vez menos creíble. El dualismo cartesiano reina hasta el día de hoy, visto en la supuesta separación estricta de la salud física y mental. Tratar la mente y el cuerpo como indivisibles, como dos caras de la misma moneda, es correr el riesgo de ser acusado de charlatanería.” [6]

El actual estado de situación, con la sistemática campaña de miedo desde gobiernos, prensa  y el Big Pharma ha simplificado la ecuación, acentuando los rasgos dominantes: “estamos ante un invasor. Temible.” En consecuencia, remata Cook, “somos vistos como pacientes vulnerables que necesitan desesperadamente un batallón adicional de soldados que puedan ayudarnos a combatirlo. Con esto como el marco dominante, ha correspondido a las grandes farmacéuticas […], acudir en nuestro rescate. Las vacunas son parte de una solución de emergencia, por supuesto. Ayudarán a salvar vidas entre los más vulnerables. Pero la dependencia de las vacunas, con exclusión de todo lo demás, es una señal de que una vez más estamos siendo atraídos a ver nuestros cuerpos como máquinas.”

Es la solución equivocada, pero efectiva. Ante la cual debemos, como los tres monos sabios no ver, ni oír, ni hablar de los daños que las vacunas producen en seres humanos. Müller tiene estadísticas al respecto. No son tranquilizadoras. Por eso, prácticamente desde mediados del siglo XIX, no del XX, se han generado movimientos antivacunas.*

En países periféricos, ni siquiera existe la obligación de informar a los padres sobre los riesgos potenciales de las vacunas. En el siglo XXI, gracias a “los adelantos de la medicina” cada bebito recibe una docena de antígenos en los primeros meses de vida, cuando, además, tiene inmunidad natural contra prácticamente todos esos presuntos (o reales) peligros. Nos aclara Müller: “Un bebé que toma la leche de su madre mama varias veces al día un poderoso cóctel de anticuerpos sin efectos adversos. Entonces, ¿por qué se vacunan a los recién nacidos […] aunque  se alimenten con lactancia natural?”.

No hay razón científica alguna, aclara Müller. Solo la comodidad administrativa del aparato médico. Müller aconseja preguntarse “cómo fue que el estado ha llegado a arrogarse el derecho a intervenir […] sobre el cuerpo de nuestros hijos sin darnos la oportunidad de negarnos […] Tenemos que haber estado muy distraídos […] para que un hecho tan antinatural que podría ser un capítulo de 1984, la novela de Orwell, hoy nos parezca normal […] Esa relación de obediencia ciega sólo se explica bajo el concepto de rebaño. […] En nombre del bien común […] el estado coloca al pediatra en el rol de pastor del rebaño y de brazo obediente de voluntades que no conoce ni controla.” (ibíd.)

Y aquí Müller se encuentra con Cook: “para el estado es más económico y sencillo vacunar contra la hepatitis B a todos los bebes que nacen, con independencia del estado de salud de su madre, que hacer el concienzudo control prenatal que debería hacerse a todas las embarazadas.” En palabras de Cook, tratarnos como máquinas.

Y en eso estamos al día de hoy.

Los planes covídeos siguen inconmovibles. Se denuncia una mayor cantidad de muertos, en países muy empobrecidos (aunque faltan datos concluyentes y hay estadísticas que no muestran aumentos radicales, sorprendentes; y el bloqueo a las autopsias promovido por la OMS no hace sino dificultar el conocimiento de  etiologías). El bombardeo mediático no hace sino reforzar la alarmas y aturdirnos, ignorando la enorme mortalidad infantil en tales países, la tasa de pérdidas prematuras de vida, ésas que alegraban al persistente asesor presidencial de gobiernos estadounidenses, Larry Summers, explicando aritméticamente porque era moralmente justo transportar y depositar la basura tóxica en  el Tercer Mundo, donde mataría muchos menos ancianos que en los países productores de dichos desechos.[7]

Un perfecto manual de ética cuantificando la magnitud del daño. Hasta deberíamos estar agradecidos por todas las ayudas del centro planetario. En enfermedades, en vacunas, en criterios morales.

El abogado y analista Gustavo Salle ha espigado pensamientos de referentes de la ideología dominante, del Club Bilderberg, del Foro Económico de Davos y ha destacado los denominadores comunes de tales pensamientos con los que se presentan con el Covid 19.

Sumo algún ejemplo: uno de los hombres detrás del trono que hemos espigado, H. Kissinger, actualmente de 99 años, lúcido, ha declarado en plena pandemia oficial, que: “EE.UU. debe proteger a sus ciudadanos y, con urgencia, trabajar en la planificación de una nueva época”, “La pandemia del coronavirus alterará para siempre el orden mundial”.[8]

Y Klaus Schwab, director del Foro Económico Mundial ha señalado que estamos ante un “Gran Reseteo, o Gran Reinicio”: y ya poéticamente: “La pandemia representa una oportunidad inusual y reducida, para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo y más próspero.» Yo acotaría, sobre todo más próspero: el signo de pesos nunca tiene que desaparecer de la retina.

La coincidencia entre quienes instrumentan el poder en nuestro presente y la OMS es reveladora; no enfrentamos una cuestión sanitaria sino una opción política.

CODA MORAL. O una vuelta de tuerca, asignando bulas de culpabilidad:

“Cada persona que no se vacune, aunque su riesgo de contraer COVID-19 fuera bajo, pone en riesgo al resto. No solamente al sector de población más vulnerable, sino a toda la población”.[9] Jesús Pérez Gil (Universidad Complutense de Madrid).

*  Es la solución teóricamente equivocada pero práctica y concretamente efectiva. Porque a quien tiene una comorbilidad (o varias) no se le puede exigir que recupere un prístino estado de salud. Que la sociedad en que creció y vivió lo llevó a tener, a sufrir esa comorbilidad. Por eso, tal vez sea profundamente equivocado entender que dicha comprensión es la de los monos sabios. No hay que esconder, ciertamente, “los daños que las vacunas producen en los seres humanos”. Pero sí hay que decidirse a evaluar la relación costo/beneficio.

Porque somos, en rigor, seres vulnerables.

notas:

[1] Distracción del televidente mediante tetas; el busto femenino siempre atrae.

[2]   Es insensato que en pleno exterminio generalizado de las especies naturales que han habitado nuestro planeta desde mucho antes que los humanos, haya investigadores y capitales dedicados a crear especies nuevas en lugar de  no seguir arrasando la biota planetaria. Una contradicción característica de los humanos, que hemos perdido toda noción de integración, de buen vivir, de conciliación con la naturaleza.

Un laboratorio clave en la configuración de tan demenciales proyectos ha sido, desde el siglo pasado, Monsanto, de EE.UU.

[3]  Medios de incomunicación de masas.

[4]  Ese estilo, cuantitativista, sigue bombardeando nuestras retinas. India, este año afectada más que hasta ahora, es presentada como caso récord absoluto y cuando cotejamos cifras pero proporcionalmente, la situación es muy distinta a la transmitida mediante impacto: India tiene en un día de abril 9 veces más muertos que Argentina. Pero tiene 30 veces más población. Y ante Uruguay, ahora con un récor oficial de contagios y muertes (67 diarios), India sigue teniendo en proporción, con sus 2767 muertos diarios, menos que Uruguay.

[5]  Pandemia, Sudamericana, Buenos Aires, 2010.

[6]  “In our hurry to conquer Nature and Death we have made a New Religion of Science”, Unz Review, 19 abr 2021.

[7]  Porque las enfermedades producidas por tales tóxicos, cánceres, suelen tardar décadas en procesarse y afectar a su portador. Y en aquellos arrabales planetarios –los nuestros– llegan a la ancianidad muchos menos humanos porque mueren a lo largo de sus jóvenes vidas por muchas otras enfermedades. Que no provienen de los desechos importados. ‘Así que nuestra basura los perjudica a ellos menos que a nos. LQQD.’

[8]   Página 12, Bs. As., 25 abr. 2021.

[9]   https://theconversation.com/los-motivos-para-vacunarnos-contra-la-covid-19-van-mucho-mas-alla-del-beneficio-personal-152459. 20 ene 2021.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org/2021/05/covid-19-un-largo-ano-la-ofensiva-persiste-el-desgaste-social-avanza-crece-la-resistencia

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Neolengua covídea

Publicada el 13/04/2021 - 15/04/2021 por raas

Por Luis E. Sabini Fernández

Llamativo, aunque esperable, el auge de la neolengua con esta ofensiva para suprimir los contactos directos interhumanos, haciéndonos pasar toda relación a través de tamices, opciones preestablecidas, coladores, controles, registros cibernéticos, algoritmos y aplicaciones que se nos “ofrecen” para mejorar los contactos, los saberes, las calidades.

Es decir, para hacerlo “todo” mejor, y uno se pregunta sobre aquella sabia advertencia de Blas Pascal, “El hombre es medio ángel y medio bestia, y cada vez que pretende convertirse totalmente en ángel, se convierte, totalmente, en bestia.” Su dualismo cristiano le permitió tener semejante mirada.

Pero diversos optimismos han abolido esa mirada problemática y dialéctica: el optimismo tecnológico, encarnado en el American Way of Life, postulando el acceso al paraíso en la Tierra, cuyas plasmaciones se han revelado siempre pesadillescas.

Eso, dentro del optimismo burgués. Pero su presunta contracara, tan vigente a lo largo de los siglos XIX y XX; el socialismo, a su vez encarnado en experiencias como la soviética, nos mostraron igualmente los peligros de las excesivas buenas intenciones, y sobre todo, de la hybris del control absoluto. Con el estalinismo, el fascismo, el nazismo, y referentes máximos tipo Hitler, Stalin, Mao o Fidel Castro, de líderes que nunca se equivocan, hemos “cocinado” lo opuesto a lo pretendido.

Otra ideología prometiendo el bien absoluto, desplegada a lo largo del siglo XX con una mezcla de misticismo y socialismo materialista –que significativamente se conserva mucho menos cuestionada–, es el sionismo, hoy en día convertido en guía y referencia de algunos de los principales centros de poder planetario, como el Reino Unido y EE.UU., e Israel, obviamente.

El sionismo, que ha prometido el paraíso y la bienaventuranza a los judíos, forjando un infierno para los palestinos. Cumpliendo una vez más la advertencia de Pascal. Las consecuencias de todas estas ideologías de salvación han sido, son desoladoras. Unas han prometido la libertad más absoluta; otras la igualdad más radical. De todas ellas extrajo George Orwell su neolengua articulando un lenguaje del que nos presentó ejemplos, como aquel de que: “todos los animales son iguales, aunque algunos son más iguales que otros”. Estos antecedentes de la modernidad son preocupantes.

¿Estamos fuera de ellas o por el contrario resurgen con nuevos ropajes? Como bien amojona Aldo Mazzucchelli, (1) el nuevo siglo, el XXI, empieza en febrero de 2020, con la implantación de ese reinado de lo mediato, con la supresión de lo directo, lo afectivo. Y lo mediado, a través de artilugios electrónicos. Es la suspensión, o más bien la erradicación del diálogo humano, que a trancas y barrancas, caracterizó siempre a la especie; a la humanidad, como se dice habitualmente.

Desde febrero de 2020 con una pandemia decretada en “las alturas” y un miedo generalizado consiguiente, el diálogo, tan vapuleado y menospreciado por los selfmademen y por el rigor “objetivo” de los proyectos socialistas (que necesitaban hacerse, no discutirse), desapareció ahora sí, como proyecto explícito, del tejido social o fue limitado a espacios intersticiales.

Se impuso, se trató de imponer, con suerte variada, una realidad oficial como “nueva normalidad” al servicio, claro, de las mejores intenciones. Es difícil, por ejemplo, encontrar “textos de autor” más buenos que los de Bill Gates, arquetipo de filántropo contemporáneo. Hacer el bien, incondicionadamente, poniendo “toda” su fortuna y su empeño en ayudar a los pobres, los débiles, los marginados, ese otro mundo… tan ajeno al del filántropo.

Alguien se puede permitir dañar únicamente si lo hace al servicio de las mejores intenciones. Solo munidos de la mayor excelencia imaginable se puede exterminar nativos de una tierra, torturar elementos considerados subversivos; solo un “enviado” de algún dios, totalmente convencido de su bondad y de la bondad de su presunto creador, se podía permitir echarle plomo derretido en las cuencas de los ojos de un negacionista, un incrédulo, un hereje, que no “veía” la verdad. Eso, en tiempos inquisitoriales.

Ahora no se usa plomo: soldaditos norteamericanos que llevaban a Vietnam en su mochila coca-cola –como si fuera “lo más”– junto con la democracia, se permitían incendiar todos los bosques locales para quemar vivos a los guerrilleros allí escondidos.

Solamente un Padre amantísimo le hacía confesar a casi toda la vieja guardia bolchevique que tenían que aceptar la responsabilidad por delitos varios –la mayor parte inexistentes– porque era la forma de preservar la pureza, la solidez, la verdad del partido que habían forjado juntos. Ad maiorem PC gloriam.

Así, nuestros más neutros periodistas y comunicadores, brindándonos sus mejores perspectivas, nos ofrecen una pujante neolengua según la cual postulan, esperan, ansían un “pasaporte sanitario”, para reponer, dicen, “la libertad”. Portación obligatoria de vacunas (tradicionales o génicas, poco importa) contra o sobre Covid 19 para poder trabajar, ir al teatro, viajar, estudiar… en fin, ¿por qué no para salir a la plaza o a la frutería?

Nuestros periodistas a sueldo –a veces privilegiados económicos de los medios de incomunicación de masas–, nos aclaran que así evitaríamos toda limitación a nuestras libertades y alcanzaríamos la ansiada normalidad perdida.

Claro que estos periodistas, a menudo progresistas, no nos dicen que esa presunta libertad tiene que ser pagada con recibir una vacuna de la cual, lo menos que puede decirse es el diálogo de dos ratones: ¿Te vas a vacunar? –¿Estás loco?, ¿no ves que los humanos todavía están experimentando? (2) Esa nueva normalidad quiere imponerse mediante un pasaporte sanitario. Con una vacuna que fue hecha apresuradamente y significa, objetivamente el mayor negocio de la Big Pharma en las últimas décadas.

¿Cómo podemos evitar la sospecha que la problemática pandemia de la cual no se conoce ni la magnitud de los muertos reales, no fue nada más que la excusa de un gran negocio, o, aún algo más probable; la palanca de un enorme poder cuyo alcance no tiene antecedentes?

Para rematar la neolengua, se sigue hablando de que la vacuna es voluntaria. Hay una sorda impresión de que es verdaderamente resistida aunque oficialmente poco y nada se menciona en los corrillos mediáticos del periodismo televisivo.

Claro que es voluntaria, faltaba más, pero sin vacunarse nuestros paniaguados periodistas sólo nos ofrecen la parálisis y el aislamiento.

notas:
1) “El año que quisieron editar lo real desde arriba”, eXtramuros, Montevideo, marzo 2021.

2) Afortunadamente cada vez hay más médicos y profesionales de la salud que concluyen que es más dañino, y por lo tanto menos hipocrático, vacunarse que atender directamente el contagio con recursos médicos: medicación contra trombosis, por ejemplo. Véase los aportes y planteos de Thomas Dalton, Máximo Sandín, Luc Montaigner, A. Martínez Belchi, Christian Carrera, Nick Kollerstrom, Yanny Gu, Pablo Goldschmidt, Reiner Fuellmich, Joseph Mercola y tantos otros, amén de pensadores y analistas sociales como nuestro Hoenir Sarthou, Jeremy Hammond, Michel Chossudovsky, Mike Whitney, Vandana Shiva y una enorme cantidad de cabezas pensantes y voces literalmente acalladas en los medios masivos, los recintos institucionales y hasta en algunas trincheras culturales, otrora críticas y rebeldes, por lo visto totalmente cooptadas por nuestros “benefactores” pandémicos.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org

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COVID 19: La medicalización de la sociedad

Publicada el 04/12/2020 - 29/12/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Tenemos una declarada pandemia que colorea todo el planeta con un problema nuevo.

Las pandemias históricas justamente no son un problema nuevo. Lo que ha sido nuevo ha sido el establecimiento de cuarentena sobre población no enferma, ni siquiera sospechable o candidata a. En casi todo el planeta. Ese rasgo configura, realmente, un problema nuevo, una pandemia sui generis.

Lo decretado por la OMS como pandemia y su peculiar tratamiento ha revelado rasgos sociales básicos.

En primer lugar, el cambio de naturaleza de la OMS: una organización pública engendrada por organismos públicos −estados− financiada y orientada desde organismos privados, como laboratorios y fundaciones…, es decir, de hecho privatizada. En la órbita de las empresas transnacionales (farmacéuticas) y apenas formalmente en la de los estados nacionales.

Otro aspecto, ya no organizativo y político sino social y psíquico, es que volvemos a ver al miedo como gran consejero de nuestros comportamientos.  Y la OMS se ha dedicado a insuflarlo cotidianamente. Dando cifras de muertos, contagiados y cuarentenados. Ha sido sobre la base de sus propios informes y autoridades científicas  conexas que se ha logrado implantar en la mayor parte del mundo una cuarentena sobre la población sana.

En base a una enfermedad virósica de aparentemente muy alta contagiosidad aunque baja mortalidad. Los agoreros anunciaron la muerte de decenas de millones de humanos en los primeros meses; al día de hoy, estamos muy lejos de eso y  la mortalidad sigue rondando el 2% (algo más que la gripe común, que se estima en el 0,5% y algo menos que la mortalidad de las neumonías, que anda más próxima al 8%).

Se ha evitado toda información que integre los datos del Covid 19 con el de otras enfermedades, que sin embargo, también siguen provocando morbilidad y mortalidad humanas y expandiendo lo que hoy, con el avance de la desocupación, se denomina el precariado mundial…

Cada vez hay más estudiosos, sanitaristas, que consideran que es mayor el perjuicio provocado por las medidas de respuesta a la pandemia –aislamiento, suspensión de actividades y relaciones económicas y de sustento, suspensión o bloqueo de otros tratamientos médicos, de actividades pedagógicas y socioafectivas, tensión y sobrecarga psíquica como consecuencia de los aislamientos− que el perjuicio directo de la llamada pandemia.

También el desconocimiento inicial de su enorme contagiosidad hizo dar palos de ciego. Y hay quienes insisten que ése es su peligro; una enfermedad  tipo “pez diablo”, que dispara falencias del cuerpo contagiado, a veces  con desenlace mortal. Pero allí, el quid está en la falencia del cuerpo contagiado. Por eso es tan falaz invocar que este virus es “democrático”, alcanza a todos…

Hoenir Sarthou en sus notas semanales en Uruguay sostiene que tenemos que ver esta declarada pandemia, bajo un cuádruple eje: financiero, sanitario, mediático y represivo.

Y Heiko Schöning, médico alemán fundador de Médicos por la Verdad, afirma a su vez que ésta es una pandemia de índole política, no médica.

Desde antes del Covid 19 se percibían rasgos crecientes de medicalización de nuestra sociedad y al respecto nos ha señalado el filósofo Iván Illich: » «La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad».[1]

Y a la vista de esta declarada pandemia Giorgio Agamben nos advirtió que: «se está convirtiendo en el campo de batalla de una guerra civil mundial.” Aunque el concepto de “guerra” nos lleve a pensar en el uso generalizado de armas, las secuelas que se están gestando y consolidando nos hablan de transformaciones propias de una guerra civil, aunque sin empleo de armas tradicionales; tan significativos resultan los trastornos que estamos observando.

Esta mezcla entre política y salud (o enfermedad) da pie a muy problemáticos planteos. Por más que se haya encarado una muy saludable reacción a encontrar conspiraciones en todas partes, los sesgos que entendemos que se ven claramente en las políticas institucionales establecidas ante la pandemia, dan pie a, por ejemplo, un documentado trabajo de Ron Unz, periodista y editor estadounidense, que ha analizado con detalle la siguiente secuencia:[2] laboratorios estadounidenses investigando sobre biología sintética (formadora de las llamadas quimeras mediante ingeniería genética) para aplicarlas a la guerra biológica; han logrado diseminar partículas infectadas en Wuhan, mediante una delegación militar que fue allí por certámenes deportivos en 2019, oportunidad en que alguien o algunos de la delegación hicieron el “sembrado” en el momento pico de flujo de personas; poco antes del Año Nuevo Lunar chino, con población desplazándose de un lugar a otro del país. El régimen chino logró domeñar la expansión de la patogenia, que parece francamente reducida en toda China, mientras las cepas diseminadas se filtran hacia Occidente, donde sociedades como la de EE.UU. o Italia, por ejemplo, son tomadas por sorpresa y sus autoridades sanitarias encaran con ignorancia el problema produciendo algo cercano a un colapso económico, sanitario y hasta político.

¿Podemos decir que la visión de Unz está totalmente alejada de la realidad, que es meramente conspiranoica? Las investigaciones sobre quimeras son atrozmente ciertas.

Mientras no se hagan “bien las cuentas” de los muertos y no se reconozca que contagiados sanados son un plus, no un minus, no estaremos acercándonos con claridad  a la realidad.

Sostiene el biólogo español Máximo Sandin, que la historia médica oficial está sesgada ideológicamente para ver “la lucha contra la naturaleza”, no nuestra asociación y dependencia de ella, por disponer de “una concepción competitiva de una Naturaleza poblada de enemigos que domina la biología desde hace 200 años.”  Como dice Sandin, “los virus están en nosotros, protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma.” [3]

Al parecer la competencia darwiniana ha dominado el imaginario biológico y sanitario más que el asociacionismo kropotkiniano.[4]

Quiero rematar estas líneas con una afirmación, que desecha, una vez más, lo conspiranoico como hilo conductor: los palos de ciego dados durante estos 8 o 10 meses alrededor del ¿qué hacer? con el Covid 19 nos muestran claramente que la ignorancia guía (o desnortea) nuestros pasos. Basta ver la cantidad de avances y retrocesos, de vueltas y revueltas que las autoridades investidas para enfrentar la llamada pandemia han tenido: barbijos, sí; barbijos, no; barbijos a la intemperie, barbijos en habitaciones cerradas; vacunas o inmunidad natural, distancias de uno, de metro y medio, de dos metros; que los niños no contraen Covid 19, que son los más expuestos…

La definición de la OMS de pandemia es peculiar, lo mismo que las definiciones de enfermos o muertos por el Covid 19.

Los simulacros antipandémicos previos son por lo menos llamativos.

La recurrencia −de la que tan nítidamente se burla Máximo Sandin (ibíd.)− a los murciélagos, que han devenido el deus ex machina de todos los brotes epidémicos de los últimos años, nos haría reír si no fuera asunto tan grave.

La política informacional nunca muestra los muertos por todas las causas y siempre los del Covid 19; al margen de su definición sesgada, si se mostrara la mortalidad multicausal de cada sociedad, se debilitaría el concepto de pandemia Covid 19 o al menos el miedo consiguiente.

Porque una pandemia, para que merezca el nombre de tal, tiene que ocasionar muchas más muertes que la mortalidad “normal”. Y esa cuenta, cuesta hacerla…

Sobre vacunas, que suelen procesarse en por lo menos 8 años, y se están procesando para “poner en el mercado” en 8 meses,  prefiero no abrir juicio; anoto esto nomás.

notas:

[1]  Némesis médica. La expropiación de la salud, Barral, 1975.

[2]  https://www.unz.com/runz/american-pravda-our-coronavirus-catastrophe-as-biowarfare-blowback

[3]  https://ecotropia.noblogs.org/files/2020/05/Coronavirus-sobre-asesinos-y-estrategias.pdf

[4]  A fines del s. XIX y comienzos del XX, Piotr Kropotkin recopiló datos de integración biológica entre  especies, confrontando con el darwinismo, entonces, como ahora, dominante. El apoyo mutuo, 1902.

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COVID 19: Más que una política, una ideología

Publicada el 27/08/2020 - 09/09/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

En nota anterior, nos preguntábamos si el covid 19 era natural o político. En rigor, podía contener ambos rasgos; ser natural en su origen y político el instrumental con el que la humanidad lo ha enfrentado.

La pregunta provenía, precisamente, no tanto de la respuesta tecnosanitaria sobre el origen del virus y sobre sus manifestaciones patógenas, sino sobre el encare dado a su recepción y tratamiento en las sociedades humanas.

Dada la interacción creciente y tan alta hoy: lo que llamamos globalización o más precisamente, con la carga política correspondiente, globocolonización, “todo el mundo” prácticamente está “tocado” por la situación.

Y bien: el examen de esa recepción, información, evaluación, nos depara una conclusión cada vez más categórica: el covid 19, pese a su origen biológico, junto con dicho origen, sin desmentirlo y sin siquiera tener un acabado conocimiento de dicho origen, el covid 19 se manifiesta políticamente; más que políticamente, ideológicamente.

Solo ello podría explicar la presentación históricamente habida; las medidas tomadas por “autoridades” y gobiernos.

“Al árbol, por sus frutos lo conoceréis.”

¿Qué frutos nos depara esta pandemia mundializada?

· la atención concentrada en contagiados y muertos del covid 19 con total prescindencia de otros contagios y muertes. De modo tal que parecería que no hay otras enfermedades, otras muertes que las del covid 19.

· las instrucciones de un organismo filantrópico; la OMS (otrora financiada por estados nacionales, constituyentes de la ONU, ahora por multimillonarios que aportan mucho mayores cuotas al sostenimiento de la OMS que aquellos estados constituyentes), que se presenta, por su apariencia como órgano médico y ha dispuesto que en las actas de defunción se registre como causa principal de muerte al covid 19 aun cuando el occiso tenga otras afecciones incluso graves (un paciente con cáncer avanzado al contraer covid 19, un enfermo con septicemia por infección intrahospitalaria ocasionada por internación con covid 19, en franca recuperación de lo primero pero atacado mortalmente por bacterias, son registrados como muertes por covid 19, y así sucesivamente).

· El caso de la capital argentina. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), ha registrado de acuerdo con el número de habitantes el mayor embate de la llamada pandemia en Argentina. Allí, la cantidad de muertos ha sido estadísticamente similar en los mismos meses de los últimos años, incluido el “pandémico” (véase recuadro):

             2017     2018      2019       2020

mar      3477     3262      3197         3155

abr.      3411     3108       2114         3254

may     4057     3422      3340       3365

jun.      4789     3881     3770         3742

subt.   15734   13673     12421      13516

  • El caso uruguayo. En los 4 meses de declarada oficialmente la pandemia, han habido unos 3000 muertes en general (causa primera; afecciones coronarias (coronarias, del corazón, no del covid 19). En ese ínterin, han muerto, oficialmente, por covid 19 treinta y cuatro (hasta 23 jul 2020).

Pero se sabe del deterioro en la atención médica y sanitaria por la torsión habida en los servicios médicos para adaptarse a la presunta presencia de “la pandemia”: no concurrir a hospitales y sanatorios, atención telefónica (hasta llegar a la teleconsulta).

¿Cuántos de los 3 mil muertos en estos 4 meses a causa de infartos, embolias, cánceres, infecciones, incluso accidentes de tránsito, se habrían salvado o prolongado su existencia de existir la atención normal? No lo sabemos, pero si estimamos un 1%, entonces se habrían salvado tantos como los que murieron oficialmente por covid 19.

Penosa suma aritmética. Y si llegamos a estimar que el deterioro de atención sanitaria, mutual, hospitalaria, no pudo impedir la muerte de un 5%, unos 150, los muertos ocasionados por la pandemia son cinco veces más que los muertos oficiales del covid 19.

Si transitamos por la cifras de fallecidos asignados a la pandemia en Brasil o en EE.UU. nos encontramos que en años previos, sin pandemia, registran aproximadamente la misma cantidad de muertos; en similar período. Este paralelismo no se cumplió, empero, con los países europeos en el momento del mayor embate del covid 19; en España, Italia, el Reino Unido, la cantidad de muertos de los peores meses de 2020 fue superior a la media que tenían para esos mismos períodos.

Pero allí puede intervenir, nos parece, la cuestión etaria: en poblaciones más envejecidas aumentan las probabilidades de letalidad con el covid 19 (que es por otra parte lo que pasó en Suecia, sin cuarentena). [1]

Porque el covid 19, altamente contagioso, tiene la característica de golpear decisivamente a quienes tienen otras muchas diversas afecciones, lo que le ha permitido decir a algunos médicos que los muertos por covid 19 son  quienes están tan averiados, sanitariamente hablando, que van a morir más o menos indefectiblemente en el próximo infarto, la próxima pulmonía, el próximo enfriamiento…

Si los números no expresan una mortalidad diferenciada (salvo en los casos como los de los países europeos del pasado invierno), mi hipótesis es que todo el concierto mediático no se puede haber informado tan mal, tan sesgadamente por pura impericia. Tiene que haber habido una política informacional; una estrategia mediática. Que casi convierte a los muertos por país en una competencia; ‘ahora Brasil ha pasado al segundo puesto, apenas superado por EE.UU.; México ha logrado un tercer puesto neto superando a España, Italia, Reino Unido  de sus viejas posiciones’… y sigue la retahíla “deportiva”.

Mientras nos entretienen con los números de muertos y contagiados quitados de todo contexto, las “esperanzas” están –nos lo dicen un día sí y otro también−  en una vacuna. Una de las decenas o centenares que se están ensayando “a toda velocidad” para supuestamente protegernos de un virus de bajísima letalidad. Y que, por cómo se ha ido presentando, parece tener alta mutabilidad (que inutiliza a corto plazo la presunta protección de la vacuna).

La opción vacuna desecha el camino emprendido por Suecia o Bielorrusia, que se han negado a seguir estas instrucciones “mundiales”. Las políticas de estos países han sido menos criticadas que ignoradas.

Pero volvamos al virus. Un personaje que está apareciendo más activa y frecuentemente en los últimos tiempos. Y tratar de entender por qué.

Vale escuchar lo que el equipo ETC (Erosión, Tecnología y Concentración) ha ido confeccionando sobre el particular. Una de sus investigadoras, Silvia Ribeiro, señala que la cría de animales para consumo humano por sus carnes −cerdos, pollos, vacas−  se ha intensificado “optimizando” el momento de la faena; en lugar de seis meses, tres, en lugar de tres meses, dos.[2]

Esto resulta en animales de vida acortada (respecto de su longevidad “natural”). El mundo bacteriano tiene que adaptarse a esos ciclos vitales reducidos para su propio desarrollo y por eso las mutaciones de los virus “huéspedes” de esos animales tienden a acelerarse.

Y por eso mismo van a aparecer con más intensidad, con más frecuencia, distintas plagas causadas por tales virus, digamos, “de ciclo corto”.

En una entrevista Ribeiro recuerda a otro investigador, Rob Wallace: “un biólogo que ha estudiado un siglo de pandemias durante 25 años, y que es también filo geógrafo, por lo que ha seguido el trayecto de las pandemias y los virus; dice que todos los virus infecciosos de las últimas décadas están muy relacionados a la cría industrial de animales. Nosotros -del grupo ETC y de GRAIN-, ya habíamos visto con el surgimiento de la gripe aviar en Asia, y de la gripe porcina (que luego le pusieron AH1N1 para que sea un nombre más aséptico), también del SARS, que está relacionado a la gripe aviar, que son virus que surgen en una situación en dónde hay una especie de fábrica de replicación y mutación de virus que es la cría industrial de animales. Es porque hay muchos animales que están juntos, hacinados […]” [3]

El Grupo  ETC atribuye al sistema alimentario agroindustrial, el rol de “productor” de epidemias en décadas recientes.

Porque “la cría industrial de animales en confinamiento (avícola, porcina, bovina) es una verdadera fábrica de epidemias animales y humanas. Grandes concentraciones de animales, hacinados, genéticamente uniformes, con sistemas inmunitarios debilitados, […] un perfecto caldo de cultivo para producir mutaciones de virus más letales y bacterias multirresistentes a los antibióticos, que con los tratados de libre comercio se distribuyen por todo el globo […] desde el feedlot hasta la cría de cerdos, de pollos, y de pavos, muy hacinados, crean una situación patológica de reproducción de virus y bacterias resistentes […] Los animales que salen de sus hábitats naturales, sean murciélagos u otro tipo de animales, incluso pueden ser muchos tipos de mosquitos que se crean y se hacen resistentes por el uso de agrotóxicos.” (ibídem)

Y Ribeiro y ETC no sólo apuntan a este cariz ecológico; saben ver el aspecto económico, la falta de justicia inherente al sistema en que vivimos: “¿a quién afecta más en este momento la pandemia? A la gente más vulnerable: a quienes no tienen casa, a quienes no tienen agua.” (ibídem) Diríamos, los mismos de siempre.

Marc Vandepitte, filósofo y economista, dedicado a la investigación de las relaciones llamadas Norte-Sur,  coincide grosso modo con la interpretación del grupo ETC-Grain. Plantea: “Desde principios del siglo pasado sabemos que casi todas las epidemias modernas son el resultado de la intervención del hombre en su entorno ecológico inmediato. Los mamíferos y las aves son portadores de cientos de miles de virus que son transmisibles a los seres humanos. Debido a la explotación de zonas naturales anteriormente inaccesibles cada vez hay más posibilidades de que estos virus se transmitan a los seres humanos.” [4]

Hemos revisado el sesgo mediático de esta “movida” planetaria denominada  pandemia.

También el papel del significado de la industrialización aplicada a organismos vivientes; cereales, frutas y verduras por un lado; cría de animales de carne para consumo humano por el otro.

Estamos en un mundo cada vez más medicalizado y tecnologizado, con ejes de acción que pasan por la contaminación generalizada para atender las necesidades que quienes guían el mundo consideran las imprescindibles.

Como explicaba Mahatma Gandhi, “En la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.”

La humanidad ha roto con la naturaleza. A través de las civilizaciones, las rupturas han sido de muy diverso grado, pero generalmente se trata de rupturas radicales.

Sin embargo, las civilizaciones tradicionales conservaban un ligamento psíquico y también físico con nuestra dimensión natural.

La cultura moderna, la del encumbramiento de nuestra dimensión tecnológica, nos ha ido llevando a una creciente autonomía de nuestros cuerpos y vidas respecto de la naturaleza.

El proyecto del historiador (y a la vez futurólogo) israelí Yuval Harari de alcanzar la amortalidad,[5] resume, como tal vez ningún otro ejemplo, la pretensión de ruptura radical con nuestra dimensión natural.

Sin embargo, algunos empezamos a visualizar la modernidad y sus proyectos más radicales, como intrínsecamente contradictorios con la vida, con nuestra vida como especie, que es indisoluble de la vida de los (demás) seres vivos de nuestro planeta.

Porque los seres vivos terráqueos están siendo sometidos a un exterminio generalizado que nos tememos sin precedentes.

Siempre se habla que en la larga historia del planeta −donde la vida humana no ocupa sino los últimos instantes de toda una jornada de acontecimientos− han existido cinco extinciones masivas de vida. Y que está en curso una sexta extinción masiva de vida. Deberíamos considerar que se trata más bien de exterminio masivo que extinción masiva, como fueran las anteriores. Porque en nuestro presente, la acción de la especie humana, eliminando otras especies, es más que considerable, por momentos arrolladora.

Y la pregunta crucial es si la especie humana puede prescindir de la naturaleza, como los más enardecidos tecnólatras se afanan por alcanzar.

Para quienes consideramos que el basamento natural de nuestra especie y de los reinos animal y vegetal es inevitable (y deseable), nos queda encontrar la vía cómo conciliar nuestro desarrollo histórico y nuestras condiciones bio-fisio-psicológicas: si destrozamos el hábitat terráqueo, no sobreviviremos.

Y los humanos ya han hecho mucho, muchísimo, para destrozarlo. Estamos al filo de la navaja. Tal vez ya hayamos pasado el punto de no retorno. Nos queda la resistencia. Y lo incierto por venir.

Me permito sopesar estas ominosas observaciones con otra, de otro  carácter, más sombrío, si cabe: la pandemia implantada globalmente ha permitido el ensayo y puesta en práctica de una serie de recursos tecnológicos que van, todos, en el sentido de un mayor control y registro de nuestros pasos, todos ellos.

No es nada nuevo; apenas otro paso. Un ejemplo, apenas: el otorgamiento de señas de identificación para que eventualmente, si aparece un contagio vinculable a una persona, esa  seña identificatoria pueda geolocalizar a todos los que hayan tenido cont-acto con ella en la fecha de contagio potencial. Los resultados sanitarios serán débiles, escasos, pero el seguimiento de nuestros pasos será estrecho, certero, omnisciente.

Me permito cerrar estas observaciones con la última frase de Giorgio Agamben, en una nota escrita cuando estallara la llamada pandemia, muy repudiada por bienpensantes:

“Nuestro vecino ha sido abolido. Es posible, dada la inconsistencia ética de nuestros gobernantes, que estas disposiciones se dicten por quienes las han tomado con el mismo temor que pretenden provocar, pero es difícil no pensar que la situación que crean es exactamente la que los que nos gobiernan han tratado de alcanzar repetidamente: que las universidades y las escuelas se cierren de una vez por todas y que las lecciones sólo se den en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto  −todo contagio−   entre los seres humanos.” [6]

notas:

[1]  Se considera una fuerte correlación entre letalidad y edad; para menores de 39 años, 0,2%; para la franja etaria 50-60, se ha estimado un 3%, para personas de 70 a 80 años, 8% y para mayores de 80, un 15%.

[2]  “Gestando la próxima pandemia”, RLSF, 26 04 2020.

[3]  Silvia Ribeiro entrevistada por Claudia Korol, “No le echen la culpa al murciélago”, 3/4/2020.

[4]   «El coronavirus y el fin de la era neoliberal» (30/7/2020). https://rebelion.org/el-coronavirus-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/

[5]  Homo Deus. Breve historia del mañana. Israel. En la edición en castellano, Pinguin Random House, Bs. As., 2016, p. 37.

[6]  “Contagio”, 11 / 3 /2020, https://ficciondelarazon.org/2020/03/11/giorgio-agamben-contagio/

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